Este documento presenta la teoría del estadio del espejo de Jacques Lacan, en la que el desarrollo del yo está ligado a la identificación del niño con su imagen especular. El reconocimiento de la imagen propia en el espejo marca el paso de una fase de inmadurez a la asunción de una identidad simbólica.
Este documento presenta la teoría del estadio del espejo de Jacques Lacan, en la que el desarrollo del yo está ligado a la identificación del niño con su imagen especular. El reconocimiento de la imagen propia en el espejo marca el paso de una fase de inmadurez a la asunción de una identidad simbólica.
Título original
LACAN (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo
Este documento presenta la teoría del estadio del espejo de Jacques Lacan, en la que el desarrollo del yo está ligado a la identificación del niño con su imagen especular. El reconocimiento de la imagen propia en el espejo marca el paso de una fase de inmadurez a la asunción de una identidad simbólica.
Este documento presenta la teoría del estadio del espejo de Jacques Lacan, en la que el desarrollo del yo está ligado a la identificación del niño con su imagen especular. El reconocimiento de la imagen propia en el espejo marca el paso de una fase de inmadurez a la asunción de una identidad simbólica.
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F o ú o H Z £ > / F r I
EL ESTADIO DEL ESPEJÓ COMO FORMADOR DE LA
FUNCIÓN DEL YO [JE] TAL COMO SE NOS REVELA EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA'
La concepción del estadio del espejo qué introduje en nuestro
último congreso, hace trece años, por haber más ó iberios pasado desde entonces al uso del grupo francés, no me pareció indigna de ser recordada a la atención de ustedes: hoy especialmente en razón de las luces que aporta sobre ,1a fundón del yo [/<?] en la experiencia que de él nos da el psicoanálisis. Experiencia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada direc tamente del cogito. Acaso haya entre ustedes quienes recuerden el aspecto del com portamiento de que partimos, iluminado por un hecho de psico logía comparada: la cria de hombre, a una edad en que se en cuentra por poco tiempo, pero todavía un tiempo, superado en inteligémaa instrumental por el chimpancé, reconoce ya sin embargó su imagen en el espejo como tal. Reconocimiento seña lado por la mímica iluminante del Aha&rlebnis, en la que para Kóhler se expresa la apercepción siluacional, tiempo esencial del acto de inteligencia. Este acto, en efecto, lejos de agotarse, corno en el mono, en el control, una vez adquirido, de ia inanidad de la imagen, re bota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicarnente la relación de los movimientos asumi dos, de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su pro pio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, que se encuentran, junto a él. Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde los trabajos de Baldwin, desde la edad de seis meses, y su repe tición ha atraído con frecuencia nuestra meditación ante-el es pectáculo impresionante de un lactante ante el espejo, que no tiene todavía, dominio de la marcha, ni siquiera ele la postura en pie, pero que, a pesar del estorbo de algún sostén humano
1 Comunicación presentada ante el XVI Congreso Internacional de Psi
coanálisis, en Xutich, el. 17 de julio de 1949, Í8G] KlS ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADO» 87
o artificial (lo qu'e solemos llamar unas andaderas), supera en
un jubiloso ajetreó las trabas de ese apoyo para suspender su actitud en una postura -más o menos inclinada, v conseguir, para fijarlo, iin aspecto instantáneo, de la imagen. £$ta actividad conserva para nosotros hasta la edad de dieci ocho; mes'es el sentido que le damos —y. que no es menos revela dor de tm dinamismo libidinal, hasta entonces problemático, que de tura estructura orUológica del mundo humano que se. inserta en nuestras reflexiones sd'bresfeí conocimiento paranoico. Basta para ello comprender el estadio del espejo corno una identificación en el sentido pleno que el .análisis da a este tér mino: a saber, la- transformación producida en el sujeto cuando asume, una imagen, cuya predestinación a este efecto de fase está .Suficientemente, indicada por el uso, en la teoría, del tér mino antiguo ¡mago. ■JÉi hecho de que su imagen, especular sea asumida jubilosa mente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la dependencia.de la lactancia que es el hombrecito en ese estadio ¿rifara, nos parecerá por Jo tanto que: manifiesta, en una suda ción ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo [jé] se, preci pita en una forma primordial, antes d'e objetivarse en la dialéc tica de la identificación’ ecm el otro y antes de .que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto. Esta forma por lo demás debería más, bien designarse como yoñtícal,- si quisiéramos hacerla entrar en un registro conocido, en el sentido de que será también el tronco de las identifica ciones secundarias, cuyas funciones de normalización libidinal reconocemos bajo ese término. Pero el punto importante: es que esta forma sitúa la instancia del yo, aun desde: antes de su detfir- minación social, en una lírica de ficción, irreductible para siem pre poá el individuo solo; o más bien, que sólo asín tó tica mente tocará el devenir del sujeto, cualquiera que sea el éxito de las síntesis diabéticas por medio de las cuales tiene que resolver en! cuanto yo [jé] su discordancia con respecto a su propia realidad. És que la lamia total del cuerpo, gracias a la cuál el sujeto se adelanta en .un espejismo a la maduración de su poder, no le es liada sino corno Gcstah, es decir en una exterioridad donde sin
a (tiítciin su; atendía en lo sucesivo a la traducción de hUiaiich por mo¡-
idáni', coneepiualuímdolo do. acuerdo cim «i bipartición: mui - yo cómo, construcción imaginaria, jé - yo como posición simbólica del sujeto, as] 88 EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FOHMAUÓR
duda esa forma es más constituyente que constituida, pero donde
sobre todo Je aparece en uñ relieve de estatura que la coagula y bajo una simetría que .la invierte, tú oposición; a la .túrbulen- cia de movimientos con que se experimenta ,á sí nlismo animán dola. Así 'está Gestalí, cuya pregnnncia debe considerarse como ligada a la especie, aunque su estilo motor sea todavía confundi ble, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la pecina,-: tienda mental del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora; está preñada todavía de las con'espón- dencias que unen el yo [je] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fantasmas que le dominan, al autómata, en fin, en el cual, en una relación ambigua, tiende a redon dearse el mundo de su fabricación. Para las imagos, en efecto —respecto de las cuales es nnestro: privilegio el ver per Hilarse, en nuestra .experiencia cotidiana y; en la penumbra de la eficacia simbólica,-'1 sus rostros velados-,-, la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, -si- hemos- de dar crédito a la disposición en espejo que. presenta en la alucinación y en el Sueño la i'mago d d cuerpo propio., ya se. trate de sus rasgos individuales, incluso de sus mutilaciones, o de sus proyecciones objétales, o si ríos fijamos 'en el papel del aparato del espejo en las apariciones del doble en que sé mani fiestan realidades psíquicas, por lo demás heterogéneas. Que una Gesta lt sea capaz de efectos formaúvos sobre el orga nismo es cosa que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica que no puede resolverse a formnlavla como tal. No por eso deja de reconocer que la maduración de la gónada en la paloma tiene por condición necesaria la vista de un congénere, sin que importe su sexo —y tan suficiente, que su efecto se obtiene po niendo solamente al alcance del individuo el campo de reflexión de un espejo. De igual manera, el paso, en la estirpe, del grillo peregrino de la forma solitaria a la forma gregaria se obtiene exponiendo al individuo, en cierto estadio, a la acción exclusi vamente visual de una imagen similar, con tal ele que esté ani mada de movimientos de un estilo suficientemente cercano til de los que son propios de su especie. Hechos que se inscriben en un orden de identificación homeomórfica que quedaría en-
Religions, eneró-rnatzbí 194!) [inelnido en Antropología estructural, Buenos Aires, Eudeba, 196& ("La eficacia.■■simbólica"), pp, ÍG8-18SJ. IX ESTADIO DPI. ESPEJO COMO PORMADOR 80
vuelto en la cuestión del sentido de Ja belleza como fomuitiva
y como eróg'ena. Pero los hechos del mimetismo, concebidos como de identifi cación heteromórfica, no nos interesan menos aquí, por cuanto plantean el problema de la significación del espacio para 'el or ganismo vivo —y los conceptos psicológicos no parecen más im propios para aportar alguna luz sobre esta cuestión que los ri dículos esfuerzos intentados con vistas a reducirlos a la ley pre tendidamente suprema de la adaptación. Recordemos únicamen te los rayos que Itizo fulgurar sobre el asunto el pensamiento (joven entonces y en reciente ruptura de las prescripciones socio lógicas en que se había formado) de un Roger CaiUÓis, cuando bajo el término de piteas tenia legendaria, subsümía él mimetis mo morfológico en una obsesión del espació en su efecto des realizante. También nosotros Iremos mostrado en la dialéctica .social .que estructura como paranoico el conocimiento humano4 la razón que lo hace más autónomo que el del animal con respecto ,al campo de fuerzas del deseo, peto también que 1# determina en esa "poca realidad” que denuncia en ella la insatisfacción su rrealista/' Y estas reflexiones nos incitan 'a recpnocer en la -cap tación espacial que manifiesta el estadio del espejo el efecto en el hombre, premanente incluso a ésa dialéctica,, de una insufi ciencia orgánica de su realidad natural, si es que atribuimos algún sentido al término ‘‘naturaleza". La función del estadio clel espejó se nos revela entonces como un caso particular ele la función de la ¡mago, que es establecer Una relación del organismo con .su realidad- o, como se ha dicho, del Innenwelt con el Umwcll. 1 j. -■■peró esta relación con la naturaleza está alterada en el hónibre ■por cierta dehiscencia dél organisíno en su seno, por una Dis- cordia primordial <[ue traicionan los signos de malestar y la incoordinación motriz de los meses neonatales. La noción obje tiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal como de ciertas remanencias humorales del organismo materno, con firma este punto de vista que formulamos corno el dato de una 'verdadera prematuración especifica del nacimiento en el hombre. | Señalemos de pasada que este dató es reconocido como tal por los embriólogos, bajo el término de fctalhación, para deter
4 Cf. en este tomo pp. 104 y 170.
* [Alusión ni texto de Áódni Bretón;, D lscoim sur le peu de rdalité. rrsj 90 E t ESTADIO DEL ESPFJO COMO PORMADOR.
minar la prevalencia de los aparatos llamados superiores del
neuroeje y especialmente ele ese; córt'ex que las: intervenciones psicoquírúrgicas nos llevaran a concebir como el espejo iritra- orgánico. Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia la formación del individuó: el estadio del espejo es un drama cuyo empuje: interno se preci pita de la insuficiencia a la anticipación;, y que para el .sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial; maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su tota lidad —y a la armadura por fin asumida de una identidad ena jenante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desa rrollo mental. Así la ruptura del círculo del Innenwelt al Um- xíH’H engendra la cuadratura inagotable cíe las'reaseveraciones del yaT' Este cuerpo fragmentado, término que he hecho también acep tar en nuestro sistema de referencias teóricas, se muestra regu larmente en los sueños, cuando la moción del análisis toca cierto nivel de desintegración agresiva del individuo. Aparece entonces bajo la forma tic miembros desunidos y de esos órganos figura dos 'en exoscopia, que adquieren alas y armas para las persecu ciones intestinas, los cuales fijó para siempre por la pintura el Visionario. Jerónimo Hosco, en su ascensión durante el siglo de- eimoquinto al cénit imaginario del hombre moderno. Pero esa forma se muestra tangible en el plano orgánico mismo, en las líneas de frágil i/ación que definen la anatomía fantasiosa, mani fiesta eh los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo; de la histeria. Correlativamente, la formación d'el yo [/c] se simboliza oníri camente por un campo fortificado, o hasta un estadio, distribu yendo desde el ruedo interior hasta su recinto, hasta su contorno de cascajos y pantanos, dos campos dé ludia opuestos donde el sujeto -se empecina, en la búsqueda del altivo y lejano castillo iiiLerior, cuya forma (a veces yuxtapuesta en el mismo libreto) simboliza el ello de manera sobrecoged ora. Y parejamente, aquí en el plano mental, encontramos realizadas estas estructuras de fábrica fortificada cuya metáfora suige espontáneamente, y como brotada de los síntomas mismos del sujeto, para designar los mee,'mismos de inversión, de aislamiento, de reduplicación, de anulación, de desplazamiento, de la neurosis obsesiva. Pero, de edificar sobre estos únicos datos subjetivos, y por poco I
EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADOR 91
qu'e los emancipemos de la condición de experiencia que hace que los recibamos de úna técnica de lenguaje, nuestras tenta tivas teóricas quedarían expuestas al reproche de proyectarse, en lo impensable de un sujeto absoluto: por eso hemos buscado en la hipótesis aquí fundada sobre una concurrencia de datos; objetivos la rejilla directriz de u n .método deredneciónyilmbfíficá.. Éste: instaura en las defensas del yo un orden genético que responde a Jos votos formulados por la señorita Arma Freud en la primera parte de su gran obra, y sitúa (contra, un prejuicio frecuentemente expresado) la represión histérica y sus retornos en un estadio más arcaico que. la inversión obsesiva y sus pro cesos aislantes,, .y éstos a su vez como, previos a la enajenación paranoica que data del viraje del yo [je] especular al yo [je] social. Este momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación con la imago del semejan te y 'el drama de los celos primordiales (tan acertadamente valorizado por la escuela ele ífharlotte Btlhler en los hechos dé iransilivisiiio in fantil), la dialéctica que desde entonces liga al yo [ja] con situa ciones socialmentc elaboradas. Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el saber humano en la mediatización. por el deseó del otro, constitu ye sus objeLos en una equivalencia abstracta por la rivalidad del otro, y hace del yo [je] ese aparato para el cual todo impulso de los Instintos será un peligró, aun cuando respondiese a una maduración natural; pues la'normalización misma de esam a duración depende desdé ese. momento en el hombre de un 'expe diente cultural: como se ve en lo que respecta ai obj'cto! sexual en el complejo de Edipo, El término "narcisismo primario" con el que la doctrina de signa la carga libidinal propia de ese momento, revela en. sus inventores, a la luz de nuestra concepción, el más protundo sen- timientó de las latencias, de la semántica. Pero ella ilumina también la oposición dinámica que trataron de definir de esa libido á la libido sexual, cuando invocaron instintos de destruc ción, y hasta de muerte, para explicar la relación evidente dé la libido narcisista con la función enajenadóra del yo [/c], con Ja agre.sivida'd que se desprende de ella en toda relación con el otro, aunque fuese la de la ayuda más samaritana. Es que .tocaron esa negaLividad existencial, cuya reálídád és tan vivamente promovida por la filosofía contemporánea del ser y de: la nada. <12 EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO Mlll'MADOK
Pero esa lilosotía no la aprehende desgraciadamente sino en
Jos límites de una self-sufficcency de la conciencia, que, por estar inscrita en sus premisas, encadena a los desconocimientos cons^ titutivos del yo la ilusión de autonomía en que se confía. Juego del espíritu que, por alimentarse singularmente de prestarnos a la experiencia analítica, culmina en la pretensión de asegurar un psicoanálisis existencial. Al Lérmino de la empresa histórica ele una sociedad por no reconocerse ya otra función sino utilitaria, y en la angustia del individuo ante la forma concentracionaria del lazó social cuyo surgimiento parece recompensar ese esfuerzo, el existeneialisind se juzga por las justificaciones que da de los callejones sin salida subjetivos que efectivamente resultan de ello: una libertad que no se afirma nunca tan auténticamente como entre los muros de una cárcel, una exigencia de compromiso en la que se expre sa la impotencia de la puta conciencia para superar ninguna situación, una idealización voyeurista-sádica de la relación se xual, una personalidad que no se realiza sino en éi suicidio, una conciencia del otro que no se satisface sino por el asesinato hegeliano. A estos enunciados se opone toda nuestra experiencia en la medida en que nos aparta de concebir el yo como centrado so bre el sistema percepción-conciencia, como organizado por el '‘principio de realidad" en :que se. formula el prejuicio cientifis- ta más, opuesto a la ..dialéctica del conocimiento —para, indicar, nos que partamos de la fundón ele dasconociniienko ,quf lo ca racteriza en todas las estructuras tan, fuertemente ar tí culadas por Ja señorita Anua Freud: pues si & Vernehiung representa su forma patente, latentes en su mayor parte; quedarán sus efec tos mientras no sean iluminados por alguna luz reflejada: en el plano de fatalidad, donde se manifiesta el ello. Así se comprende esa inercia propia de las formaciones clcl.yo [je], en 1vis que puede verse la definición más extensiva de la neurosis: del„misino modo que la captación del sujeto por la situación da la fórmula más general de la locura, cíe la que yace entre los muros de los manicomios como de la que ensordece1 la tierra con su sonido y su furia. Los sufrimientos de la neurosis y de la psicosis son para nos otros la escuela de las pasiones del alma, del mismo modo que el fiel de la balanza psieoanalítica. cuando calculamos la incli nación de la amenaza sobre comunidades enteras, nos da el ín dice de amortización de las pasiones de la civitas. IX ESTADIO HIT ISI’I'JO «TIMO FORMADOS. 0% En esc punto de juntura de la naturaleza con la cultura que la antropología de nuestros días escruta obstinadamente, sólo el psicoanálisis reconoce ese nudo de servidumbre imaginaria que el amor debe siempre volver a deshacer o cortar de. tajo. Para tal obra, el sentimiento altruista es sin promesas para nosotros, que sacamos a luz la agresividad que subtiende la ac- cióli del filántropo, del idealista, del pedagogo, incluso clel reformador. En el recurso, que nosotros preservamos, del sujeto al sujeto, el psicoanálisis puede acompañar al paciente hasta el limite extático dél "T ú eres ego”, '.donde se le revela la cifra de so cíes- tino mortal, pero no está en nuestro solo poder de practicantes "el conducirlo hasta ese momento en que empieza el verdadero viaje.