LACAN (1949) - El Estadio Del Espejo Como Formador de La Función Del Yo

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EL ESTADIO DEL ESPEJÓ COMO FORMADOR DE LA


FUNCIÓN DEL YO [JE] TAL COMO SE NOS
REVELA EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA'

La concepción del estadio del espejo qué introduje en nuestro


último congreso, hace trece años, por haber más ó iberios pasado
desde entonces al uso del grupo francés, no me pareció indigna
de ser recordada a la atención de ustedes: hoy especialmente en
razón de las luces que aporta sobre ,1a fundón del yo [/<?] en la
experiencia que de él nos da el psicoanálisis. Experiencia de la
que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada direc­
tamente del cogito.
Acaso haya entre ustedes quienes recuerden el aspecto del com­
portamiento de que partimos, iluminado por un hecho de psico­
logía comparada: la cria de hombre, a una edad en que se en­
cuentra por poco tiempo, pero todavía un tiempo, superado
en inteligémaa instrumental por el chimpancé, reconoce ya sin
embargó su imagen en el espejo como tal. Reconocimiento seña­
lado por la mímica iluminante del Aha&rlebnis, en la que para
Kóhler se expresa la apercepción siluacional, tiempo esencial del
acto de inteligencia.
Este acto, en efecto, lejos de agotarse, corno en el mono, en
el control, una vez adquirido, de ia inanidad de la imagen, re­
bota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que
experimenta lúdicarnente la relación de los movimientos asumi­
dos, de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese
complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su pro­
pio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, que se
encuentran, junto a él.
Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde
los trabajos de Baldwin, desde la edad de seis meses, y su repe­
tición ha atraído con frecuencia nuestra meditación ante-el es­
pectáculo impresionante de un lactante ante el espejo, que no
tiene todavía, dominio de la marcha, ni siquiera ele la postura
en pie, pero que, a pesar del estorbo de algún sostén humano

1 Comunicación presentada ante el XVI Congreso Internacional de Psi­


coanálisis, en Xutich, el. 17 de julio de 1949,
Í8G]
KlS ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADO» 87

o artificial (lo qu'e solemos llamar unas andaderas), supera en


un jubiloso ajetreó las trabas de ese apoyo para suspender su
actitud en una postura -más o menos inclinada, v conseguir, para
fijarlo, iin aspecto instantáneo, de la imagen.
£$ta actividad conserva para nosotros hasta la edad de dieci­
ocho; mes'es el sentido que le damos —y. que no es menos revela­
dor de tm dinamismo libidinal, hasta entonces problemático,
que de tura estructura orUológica del mundo humano que se.
inserta en nuestras reflexiones sd'bresfeí conocimiento paranoico.
Basta para ello comprender el estadio del espejo corno una
identificación en el sentido pleno que el .análisis da a este tér­
mino: a saber, la- transformación producida en el sujeto cuando
asume, una imagen, cuya predestinación a este efecto de fase
está .Suficientemente, indicada por el uso, en la teoría, del tér­
mino antiguo ¡mago.
■JÉi hecho de que su imagen, especular sea asumida jubilosa­
mente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la
dependencia.de la lactancia que es el hombrecito en ese estadio
¿rifara, nos parecerá por Jo tanto que: manifiesta, en una suda­
ción ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo [jé] se, preci­
pita en una forma primordial, antes d'e objetivarse en la dialéc­
tica de la identificación’ ecm el otro y antes de .que el lenguaje
le restituya en lo universal su función de sujeto.
Esta forma por lo demás debería más, bien designarse como
yoñtícal,- si quisiéramos hacerla entrar en un registro conocido,
en el sentido de que será también el tronco de las identifica­
ciones secundarias, cuyas funciones de normalización libidinal
reconocemos bajo ese término. Pero el punto importante: es que
esta forma sitúa la instancia del yo, aun desde: antes de su detfir-
minación social, en una lírica de ficción, irreductible para siem­
pre poá el individuo solo; o más bien, que sólo asín tó tica mente
tocará el devenir del sujeto, cualquiera que sea el éxito de las
síntesis diabéticas por medio de las cuales tiene que resolver
en! cuanto yo [jé] su discordancia con respecto a su propia
realidad.
És que la lamia total del cuerpo, gracias a la cuál el sujeto se
adelanta en .un espejismo a la maduración de su poder, no le es
liada sino corno Gcstah, es decir en una exterioridad donde sin

a (tiítciin su; atendía en lo sucesivo a la traducción de hUiaiich por mo¡-


idáni', coneepiualuímdolo do. acuerdo cim «i bipartición: mui - yo cómo,
construcción imaginaria, jé - yo como posición simbólica del sujeto, as]
88 EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FOHMAUÓR

duda esa forma es más constituyente que constituida, pero donde


sobre todo Je aparece en uñ relieve de estatura que la coagula
y bajo una simetría que .la invierte, tú oposición; a la .túrbulen-
cia de movimientos con que se experimenta ,á sí nlismo animán­
dola. Así 'está Gestalí, cuya pregnnncia debe considerarse como
ligada a la especie, aunque su estilo motor sea todavía confundi­
ble, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la pecina,-:
tienda mental del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su
destinación enajenadora; está preñada todavía de las con'espón-
dencias que unen el yo [je] a la estatua en que el hombre se
proyecta como a los fantasmas que le dominan, al autómata,
en fin, en el cual, en una relación ambigua, tiende a redon­
dearse el mundo de su fabricación.
Para las imagos, en efecto —respecto de las cuales es nnestro:
privilegio el ver per Hilarse, en nuestra .experiencia cotidiana y;
en la penumbra de la eficacia simbólica,-'1 sus rostros velados-,-,
la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, -si-
hemos- de dar crédito a la disposición en espejo que. presenta en
la alucinación y en el Sueño la i'mago d d cuerpo propio., ya se.
trate de sus rasgos individuales, incluso de sus mutilaciones, o
de sus proyecciones objétales, o si ríos fijamos 'en el papel del
aparato del espejo en las apariciones del doble en que sé mani­
fiestan realidades psíquicas, por lo demás heterogéneas.
Que una Gesta lt sea capaz de efectos formaúvos sobre el orga­
nismo es cosa que puede atestiguarse por una experimentación
biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica
que no puede resolverse a formnlavla como tal. No por eso deja
de reconocer que la maduración de la gónada en la paloma
tiene por condición necesaria la vista de un congénere, sin que
importe su sexo —y tan suficiente, que su efecto se obtiene po­
niendo solamente al alcance del individuo el campo de reflexión
de un espejo. De igual manera, el paso, en la estirpe, del grillo
peregrino de la forma solitaria a la forma gregaria se obtiene
exponiendo al individuo, en cierto estadio, a la acción exclusi­
vamente visual de una imagen similar, con tal ele que esté ani­
mada de movimientos de un estilo suficientemente cercano til
de los que son propios de su especie. Hechos que se inscriben
en un orden de identificación homeomórfica que quedaría en-

4Cf. Glande ■Léyi-Strauss, "L'efficadté symbblique"; Revue d'Histoírc --des.


Religions, eneró-rnatzbí 194!) [inelnido en Antropología estructural, Buenos
Aires, Eudeba, 196& ("La eficacia.■■simbólica"), pp, ÍG8-18SJ.
IX ESTADIO DPI. ESPEJO COMO PORMADOR 80

vuelto en la cuestión del sentido de Ja belleza como fomuitiva


y como eróg'ena.
Pero los hechos del mimetismo, concebidos como de identifi­
cación heteromórfica, no nos interesan menos aquí, por cuanto
plantean el problema de la significación del espacio para 'el or­
ganismo vivo —y los conceptos psicológicos no parecen más im­
propios para aportar alguna luz sobre esta cuestión que los ri­
dículos esfuerzos intentados con vistas a reducirlos a la ley pre­
tendidamente suprema de la adaptación. Recordemos únicamen­
te los rayos que Itizo fulgurar sobre el asunto el pensamiento
(joven entonces y en reciente ruptura de las prescripciones socio­
lógicas en que se había formado) de un Roger CaiUÓis, cuando
bajo el término de piteas tenia legendaria, subsümía él mimetis­
mo morfológico en una obsesión del espació en su efecto des­
realizante.
También nosotros Iremos mostrado en la dialéctica .social .que
estructura como paranoico el conocimiento humano4 la razón
que lo hace más autónomo que el del animal con respecto ,al
campo de fuerzas del deseo, peto también que 1# determina en
esa "poca realidad” que denuncia en ella la insatisfacción su­
rrealista/' Y estas reflexiones nos incitan 'a recpnocer en la -cap­
tación espacial que manifiesta el estadio del espejo el efecto en
el hombre, premanente incluso a ésa dialéctica,, de una insufi­
ciencia orgánica de su realidad natural, si es que atribuimos
algún sentido al término ‘‘naturaleza".
La función del estadio clel espejó se nos revela entonces como
un caso particular ele la función de la ¡mago, que es establecer
Una relación del organismo con .su realidad- o, como se ha dicho,
del Innenwelt con el Umwcll. 1
j. -■■peró esta relación con la naturaleza está alterada en el hónibre
■por cierta dehiscencia dél organisíno en su seno, por una Dis-
cordia primordial <[ue traicionan los signos de malestar y la
incoordinación motriz de los meses neonatales. La noción obje­
tiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal como
de ciertas remanencias humorales del organismo materno, con­
firma este punto de vista que formulamos corno el dato de una
'verdadera prematuración especifica del nacimiento en el hombre.
| Señalemos de pasada que este dató es reconocido como tal
por los embriólogos, bajo el término de fctalhación, para deter­

4 Cf. en este tomo pp. 104 y 170.


* [Alusión ni texto de Áódni Bretón;, D lscoim sur le peu de rdalité. rrsj
90 E t ESTADIO DEL ESPFJO COMO PORMADOR.

minar la prevalencia de los aparatos llamados superiores del


neuroeje y especialmente ele ese; córt'ex que las: intervenciones
psicoquírúrgicas nos llevaran a concebir como el espejo iritra-
orgánico.
Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que
proyecta decisivamente en historia la formación del individuó:
el estadio del espejo es un drama cuyo empuje: interno se preci­
pita de la insuficiencia a la anticipación;, y que para el .sujeto,
presa de la ilusión de la identificación espacial; maquina las
fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del
cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su tota­
lidad —y a la armadura por fin asumida de una identidad ena­
jenante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desa­
rrollo mental. Así la ruptura del círculo del Innenwelt al Um-
xíH’H engendra la cuadratura inagotable cíe las'reaseveraciones
del yaT'
Este cuerpo fragmentado, término que he hecho también acep­
tar en nuestro sistema de referencias teóricas, se muestra regu­
larmente en los sueños, cuando la moción del análisis toca cierto
nivel de desintegración agresiva del individuo. Aparece entonces
bajo la forma tic miembros desunidos y de esos órganos figura­
dos 'en exoscopia, que adquieren alas y armas para las persecu­
ciones intestinas, los cuales fijó para siempre por la pintura el
Visionario. Jerónimo Hosco, en su ascensión durante el siglo de-
eimoquinto al cénit imaginario del hombre moderno. Pero esa
forma se muestra tangible en el plano orgánico mismo, en las
líneas de frágil i/ación que definen la anatomía fantasiosa, mani­
fiesta eh los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo; de
la histeria.
Correlativamente, la formación d'el yo [/c] se simboliza oníri­
camente por un campo fortificado, o hasta un estadio, distribu­
yendo desde el ruedo interior hasta su recinto, hasta su contorno
de cascajos y pantanos, dos campos dé ludia opuestos donde el
sujeto -se empecina, en la búsqueda del altivo y lejano castillo
iiiLerior, cuya forma (a veces yuxtapuesta en el mismo libreto)
simboliza el ello de manera sobrecoged ora. Y parejamente, aquí
en el plano mental, encontramos realizadas estas estructuras de
fábrica fortificada cuya metáfora suige espontáneamente, y como
brotada de los síntomas mismos del sujeto, para designar los
mee,'mismos de inversión, de aislamiento, de reduplicación, de
anulación, de desplazamiento, de la neurosis obsesiva.
Pero, de edificar sobre estos únicos datos subjetivos, y por poco
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EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADOR 91


qu'e los emancipemos de la condición de experiencia que hace
que los recibamos de úna técnica de lenguaje, nuestras tenta­
tivas teóricas quedarían expuestas al reproche de proyectarse,
en lo impensable de un sujeto absoluto: por eso hemos buscado
en la hipótesis aquí fundada sobre una concurrencia de datos;
objetivos la rejilla directriz de u n .método deredneciónyilmbfíficá..
Éste: instaura en las defensas del yo un orden genético que
responde a Jos votos formulados por la señorita Arma Freud en
la primera parte de su gran obra, y sitúa (contra, un prejuicio
frecuentemente expresado) la represión histérica y sus retornos
en un estadio más arcaico que. la inversión obsesiva y sus pro­
cesos aislantes,, .y éstos a su vez como, previos a la enajenación
paranoica que data del viraje del yo [je] especular al yo [je]
social.
Este momento en que termina el estadio del espejo inaugura,
por la identificación con la imago del semejan te y 'el drama de
los celos primordiales (tan acertadamente valorizado por la
escuela ele ífharlotte Btlhler en los hechos dé iransilivisiiio in­
fantil), la dialéctica que desde entonces liga al yo [ja] con situa­
ciones socialmentc elaboradas.
Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el
saber humano en la mediatización. por el deseó del otro, constitu­
ye sus objeLos en una equivalencia abstracta por la rivalidad
del otro, y hace del yo [je] ese aparato para el cual todo impulso
de los Instintos será un peligró, aun cuando respondiese a una
maduración natural; pues la'normalización misma de esam a ­
duración depende desdé ese. momento en el hombre de un 'expe­
diente cultural: como se ve en lo que respecta ai obj'cto! sexual
en el complejo de Edipo,
El término "narcisismo primario" con el que la doctrina de­
signa la carga libidinal propia de ese momento, revela en. sus
inventores, a la luz de nuestra concepción, el más protundo sen-
timientó de las latencias, de la semántica. Pero ella ilumina
también la oposición dinámica que trataron de definir de esa
libido á la libido sexual, cuando invocaron instintos de destruc­
ción, y hasta de muerte, para explicar la relación evidente dé­
la libido narcisista con la función enajenadóra del yo [/c], con
Ja agre.sivida'd que se desprende de ella en toda relación con el
otro, aunque fuese la de la ayuda más samaritana.
Es que .tocaron esa negaLividad existencial, cuya reálídád és
tan vivamente promovida por la filosofía contemporánea del
ser y de: la nada.
<12 EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO Mlll'MADOK

Pero esa lilosotía no la aprehende desgraciadamente sino en


Jos límites de una self-sufficcency de la conciencia, que, por estar
inscrita en sus premisas, encadena a los desconocimientos cons^
titutivos del yo la ilusión de autonomía en que se confía. Juego
del espíritu que, por alimentarse singularmente de prestarnos a
la experiencia analítica, culmina en la pretensión de asegurar
un psicoanálisis existencial.
Al Lérmino de la empresa histórica ele una sociedad por no
reconocerse ya otra función sino utilitaria, y en la angustia del
individuo ante la forma concentracionaria del lazó social cuyo
surgimiento parece recompensar ese esfuerzo, el existeneialisind
se juzga por las justificaciones que da de los callejones sin salida
subjetivos que efectivamente resultan de ello: una libertad que
no se afirma nunca tan auténticamente como entre los muros
de una cárcel, una exigencia de compromiso en la que se expre­
sa la impotencia de la puta conciencia para superar ninguna
situación, una idealización voyeurista-sádica de la relación se­
xual, una personalidad que no se realiza sino en éi suicidio,
una conciencia del otro que no se satisface sino por el asesinato
hegeliano.
A estos enunciados se opone toda nuestra experiencia en la
medida en que nos aparta de concebir el yo como centrado so­
bre el sistema percepción-conciencia, como organizado por el
'‘principio de realidad" en :que se. formula el prejuicio cientifis-
ta más, opuesto a la ..dialéctica del conocimiento —para, indicar,
nos que partamos de la fundón ele dasconociniienko ,quf lo ca­
racteriza en todas las estructuras tan, fuertemente ar tí culadas
por Ja señorita Anua Freud: pues si & Vernehiung representa
su forma patente, latentes en su mayor parte; quedarán sus efec­
tos mientras no sean iluminados por alguna luz reflejada: en el
plano de fatalidad, donde se manifiesta el ello.
Así se comprende esa inercia propia de las formaciones clcl.yo
[je], en 1vis que puede verse la definición más extensiva de la
neurosis: del„misino modo que la captación del sujeto por la
situación da la fórmula más general de la locura, cíe la que yace
entre los muros de los manicomios como de la que ensordece1
la tierra con su sonido y su furia.
Los sufrimientos de la neurosis y de la psicosis son para nos­
otros la escuela de las pasiones del alma, del mismo modo que
el fiel de la balanza psieoanalítica. cuando calculamos la incli­
nación de la amenaza sobre comunidades enteras, nos da el ín­
dice de amortización de las pasiones de la civitas.
IX ESTADIO HIT ISI’I'JO «TIMO FORMADOS. 0%
En esc punto de juntura de la naturaleza con la cultura que
la antropología de nuestros días escruta obstinadamente, sólo
el psicoanálisis reconoce ese nudo de servidumbre imaginaria
que el amor debe siempre volver a deshacer o cortar de. tajo.
Para tal obra, el sentimiento altruista es sin promesas para
nosotros, que sacamos a luz la agresividad que subtiende la ac-
cióli del filántropo, del idealista, del pedagogo, incluso clel
reformador.
En el recurso, que nosotros preservamos, del sujeto al sujeto,
el psicoanálisis puede acompañar al paciente hasta el limite
extático dél "T ú eres ego”, '.donde se le revela la cifra de so cíes-
tino mortal, pero no está en nuestro solo poder de practicantes
"el conducirlo hasta ese momento en que empieza el verdadero
viaje.

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