Eies10 Erich Przywara - Una Teología de Los EE (II)
Eies10 Erich Przywara - Una Teología de Los EE (II)
Eies10 Erich Przywara - Una Teología de Los EE (II)
UNA TEOLOGÍA
DE LOS EJERCICIOS (II)
Erich Przywara, sj.
Sumario:
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1. MODO Y ORDEN DE LOS EJERCICIOS
Este orden no es un fin en sí mismo, sino que está sometido al tanto-cuanto del
Reino de Cristo. De hecho, viene a ser un mero símbolo normativo, pues en la Cuarta
Semana no aparece ninguna distribución diaria de las contemplaciones [226], e incluso
se explicita que el orden a seguir en las semanas anteriores depende de cada situación
concreta [162, 209]. Cierto que el servicio y alabanza a la su divina majestad [168]
exigen un orden. Pero en última instancia se trata de ordenarse hacia su santísima
voluntad[5], es decir, que el mismo Dios vivo es el orden, "el soplo del Espíritu", del
que "oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va" (Jn 3, 8).
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2. ORDEN DE LOS EJERCICIOS: CREACIÓN DE UN MUNDO
RELIGIOSO
1. APARTAMIENTO Y AMBIENTACIÓN
De este modo, esas adiciones exigen el sepulcro y las tinieblas y el silencio, pero
sólo en cuanto que del sepulcro surgirá la resurrección y de las tinieblas, la luz. Y todo
ello con un crescendo: cada vez con más fuerza en el hondo respiro de una acción de
gracias desbordante; liberados por la luz para llegar a la luz; soleados por la sonrisa de
su amor; estallando, por así decir, para llorar como niños en la risa y reír en el llanto.
Las silenciosas tinieblas de la Primera Semana son los claroscuros de Rembrandt, en los
que Él irradia de tal modo que el alma se pierde incondicionalmente en Él;
ambientación hacia El y no hacia la oscuridad como oscuridad.
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Lógicamente, ese sentido de ambientación aparece también claro en la Segunda
Semana: convivir en la atmósfera del Señor hacia su Reino. Por eso, durante ella se ha
de traer en memoria frecuentemente la vida y misterios de Cristo Nuestro Señor,
comenzando de su encarnación hasta el lugar o misterio que voy contemplando. Y la
séptima Adición será que tanto se debe guardar en tener oscuridad o claridad, usar de
buenos temporales o diversos, cuanto sintiere que le puede aprovechar y ayudar para
hallar lo que desea la persona que se ejercita [130].
2. LA PENITENCIA
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penitencia, mas temperancia; penitencia es cuando quitamos de lo conveniente, y cuanto
más y más, mayor y mejor [83]. La segunda, cerca del modo del dormir; y asimismo no
es penitencia quitar lo superfluo de cosas delicadas o moles; mas es penitencia cuando
en el modo se quita de lo conveniente, y cuanto más y más, mejor [84]. Y la tercera,
castigar la carne, es a saber, dándole dolor sensible, el cual se da trayendo cilicios o
sogas o barras de hierro sobre las carnes, flagelándose o llagándose, y otras maneras de
asperezas [85]. Esta insistencia se convierte finalmente en el asalto irresistible al
misterio de heridas y muerte de la Redención, pues Cristo es el "camino... a través de su
carne" (Hebr 10, 20); desde la penitencia, en primer lugar, como satisfacción -según
derecho y justicia- por los pecados pasados, a la penitencia, en segundo lugar, por
vencer a sí, mesmo -basada en reflexión y libertad-, es a saber, para que la sensualidad
obedezca a la razón y todas partes inferiores estén más sujetas a las superiores; llegando
en tercer lugar a la penitencia -de quien vive y lucha en trato inmediato y personal con
el Señor2- para buscar y hallar alguna gracia o don que la persona en cuestión quiere y
desea; así como si desea haber interna contrición de sus pecados, o llorar mucho sobre
ellos o sobre las penas y dolores que Cristo Nuestro Señor pasaba en su pasión, o por
solución de alguna dubitación en que la persona se halla [87].
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enfermedad, y algunas veces, por el contrario, hacemos demasiado, pensando que el
cuerpo pueda tolerar [89].
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3. MODO DE ORAR
pero de un ritmo que no se presenta como algo simplemente personal, sino como
ritmo de la Iglesia orante en la oración de cada uno de sus miembros.
Pero ese dormirse, ese despertar, ese acordarse, no ha de ser para captar una
idea, un pensamiento o un propósito, sino algo así como cuando el ojo se abre o se
cierra a una realidad que se está contemplando.. En la Primera Semana se trata del
mundo del pecado en general: trayéndome en confusión de mis tantos pecados,
poniendo ejemplos, así como si un caballero se hallase delante de su Rey y de toda su
corte, avergonzado y confundido en haberle mucho ofendido, de quien primero recibió
muchos dones y muchas mercedes. Asimismo, en el segundo ejercicio, haciéndome
pecador grande y encadenado, es a saber, que voy atado como en cadenas a parecer
delante del sumo juez eterno, trayendo en ejemplo cómo los encarcelados y
encadenados, ya dignos de muerte, parecen delante su juez temporal [74]. En la
Segunda Semana se trata de tener presente la vida de Cristo en general: luego en
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despertándome, poner enfrente de mí la contemplación que tengo de hacer, deseando
más conocer el Verbo eterno encarnado, para más le servir y seguir [130]. En la Tercera
Semana se tratará de adentrarse en la atmósfera de la Pasión: luego en despertándome,
poniendo delante de mí a dónde voy y a qué, resumiendo un poco la contemplación que
quiero hacer, según el misterio fuere, esforzándome, mientras me levanto y me visto, en
entristecerme y dolerme de tanto dolor y de tanto padecer de Cristo nuestro Señor [206].
Y en la Cuarta, finalmente el ojo se abre globalmente al último de los mundos, el de la
resurrección: luego en despertándome, poner enfrente la contemplación que tengo de
hacer, queriéndome afectar y alegrar de tanto gozo y alegría de Cristo nuestro Señor
[229].
2. DISTRIBUCIÓN DE LA ORACIÓN
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segunda semana, a lo menos algunas veces, no se levantando a media noche, hacer a la
mañana una contemplación, y otra a la hora de misa, y otra antes de comer, y sobre ellas
una repetición a la hora de vísperas, y después el traer de los sentidos antes de cena
[129]. Más aún, algunas veces aprovecha, aunque el que se ejercita sea recio y
dispuesto, el mudarse desde este segundo día hasta el cuarto inclusive, para mejor hallar
lo que desea, tomando sola una contemplación en amaneciendo y otra a la hora de misa,
y repetir sobre ellas a la hora de vísperas, y traer los sentidos antes de cena [133].
Pero según el campo en que se mueve cada caso personal, esta ordenación es un
término variable entre dos polos extremos: por un lado, una misma contemplación se
hace una vez a media noche, y otra vez a la mañana, y dos repeticiones sobre ella, a la
hora de misa y vísperas, y antes de cena traer sobre ella los cinco sentidos [159, 161], y
por el otro, puede proceder de manera que, no haciendo repeticiones ni el traer de los
sentidos, haga cada día cinco ejercicios distintos, y en cada uno ejercicio, distinto
misterio de Cristo nuestro Señor [209]3.
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se apareje y aproveche en ellos, y para que la oración sea acepta, que no dar forma ni
modo alguno de orar [238].
Por esta razón, los tres modos de orar tienen cierta semejanza con la oración
estricta. Como comienzo de todos los modos de orar [239, cfr. 250, 258] se da una lenta
preparación: se haga el equivalente de la tercera Adición de la 2° semana [cfr. 74, 130],
es a saber, antes de entrar en la oración repose un poco el espíritu asentándose o
paseándose, como mejor le parecerá, considerando a dónde voy y a qué [239]; luego,
«una oración preparatoria»: así como pedir gracia a Dios nuestro Señor para que pueda
conocer en lo que he faltado acerca de los diez mandamientos; y asimismo pedir gracia
y ayuda para me enmendar adelante, demandando perfecta inteligencia dellos para
mejor guardallos, y para mayor gloria y alabanza de su divina majestad [240];
advirtiendo que en el segundo y tercer modo de orar, la oración preparatoria se hará
conforme a la persona a quien se endereza la oración [251, v.258]. Y como es usual en
la oración estricta [53-54], hase de acabar con un coloquio a Dios nuestro Señor según
subiecta materia [243 cfr. 244, 246]; o respectivamente, en el segundo y tercer modo de
orar, acabada la oración, en pocas palabras convertiéndose a la persona a quien ha
orado, pida las virtudes o gracias de las cuales siente tener más necesidad [257].
Mas en medio de esa semejanza con la oración propiamente tal, los tres modos
de orar se caracterizan en verdad como una simple preparación para que la oración sea
aceptada [238]. Como preparación más remota, aparece el primer modo acerca de los
diez mandamientos y de los siete pecados mortales, de las tres potencias del alma y de
los cinco sentidos corporales [238]. Ayuda manifiestamente al despertar religioso, y por
eso está en estrecha relación con el examen, general o particular [24-43]. Se dirige en
principio a conocer en lo que he faltado [240], pero con una fusión característica entre
consideración -una de las formas estrictas de oración- y escrutinio [242].
Por una parte, ese modo de consideración y examen, tal y como se expone para
los diez mandamientos, es aplicable también a las otras tres materias, de modo que sólo
mudando que la materia aquí es..., se guarde la orden y regla ya dicha [244, pecados;
246, tres potencias] y acerca de los cinco sentidos corporales se tendrá siempre la
misma orden, mudando la materia dellos [247].
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Pero, por otra parte, se va abriendo camino progresivamente y por la misma vía
la última parte de la oración, demandando perfecta inteligencia Bellos... para mayor
gloria y alabanza de su divina majestad [240]. Lo positivo de Dios y de su Reino debe
estar cada vez más ante los ojos del alma para que no sólo se contraponga con mayor
nitidez [58-59], sino que, al hacerlo, se entregue a Dios como posesión suya [234],
despojándose de todo egoísmo [98]. Por eso, la consideración y escrutinio acerca de los
siete pecados mortales será más eficaz si se miran y admiran sus contrarios, procurando
alcanzar las siete virtudes opuestas: para mejor conocer las faltas hechas en los pecados
mortales, mírense sus contrarios; y así, para mejor evitarlos, proponga y procure la
persona con santos ejercicios adquirir y tener las siete virtudes a ellos contrarias [245].
Por tanto, el sentido del ejercicio sobre las tres potencias del alma [246] habrá
que deducirlo del contexto, que nos va llevando paulatinamente a la meditación con las
tres potencias [45] en el primer ejercicio de la Primera Semana, y en los tres preámbulos
de los ejercicios de las Semanas 2á a 4- -memoria de la historia, composición viendo el
lugar, demandar lo que quiero [102-104]-. Y nos va llevando también hacia el hondo
sentido de la meditación, repetición y aplicación de sentidos, como tres formas de los
ejercicios diarios, pues la repetición aparece como "entendimiento" en la "memoria" y la
aplicación de sentidos como un sacar provecho al gustar la dulzura de la Divinidad y al
saborear las cosas recordadas y entendidas [64, 121-126]. De este modo llegamos a la
oración final de la Contemplación para alcanzar Amor, que entrega esas tres potencias
del alma incondicionalmente al disponed a toda vuestra voluntad [234]. Así, la imagen
de la Trinidad que está implícita -memoria, entendimiento y voluntad- se repatría a la
imagen original 4.
El ejercicio sobre los cinco sentidos corporales [247] completa este movimiento
en la lógica de la Encarnación -en la que el Espíritu-Dios se hace carne- para que
usemos nuestros sentidos a imagen de los sentidos del nuevo Adán y de la nueva Eva.
Ello está en relación con el modo según el cual nuestros sentidos, en el quinto ejercicio
de la Primera Semana, deben pasar por el fuego del infierno [65-71], y está también en
relación con el quinto ejercicio del primer día de la Segunda Semana, donde los sentidos
renacen a la infinita suavidad y dulzura de la divinidad [121-126] para sumergirse en la
plenitud de vida del Dios hecho hombre, desde Belén al Gólgota y la Ascensión [132-
134, 158-159, 161,208, 226-227]. Al traspasarnos al orden de la Encarnación, el
ejercicio de los sentidos muestra ya en la nota previa [248] los rasgos de aquel triple
coloquio -a María, a Cristo y al Padre-, propio de todos los ejercicios básicos de la
Primera a la Cuarta Semana [62-63, 147,156,159,168, 199, 225]: quien quiere imitar en
el uso de sus sentidos a Cristo nuestro Señor, encomiéndese en la oración preparatoria a
su divina majestad, y después de considerado en cada un sentido, diga un Avemaría o
un Pater noster; y quien quisiere imitar en el uso de los sentidos a nuestra Señora, en la
oración preparatoria se encomiende a ella, para que le alcance gracia de su Hijo y Señor
para ello, y después de considerado en cada un sentido, diga un Avemaría [248].
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oración vocal y mental, en la que la oración vocal aparece como un estilo de oración
mental.
El segundo modo de orar presenta ya, por esa razón, una total libertad de
movimiento personal, tanto que en el título se le denomina contemplación: segundo
modo de orar es contemplando la significación de cada palabra de la oración [249].
Cierto que su conexión con la forma litúrgica se expresa en que se desenvuelve en
consideraciones pertinentes a la tal palabra [252] del Padrenuestro, y acabado el Pater
noster, en uno o en muchos días, se ha de hacer lo mismo con el Avemaría, y después
con las otras oraciones; de forma que por algún tiempo siempre se ejercite en una dellas
[256]; y esto palabra por palabra, de suerte que si en una palabra o dos del Pater noster
se detuvo por una hora entera, otro día, cuando querrá tornar a la oración, diga la
sobredicha palabra o las dos, según que suele; y en la palabra que se sigue
inmediatamente comience a contemplar [255].
Y en buena lógica, cada una de esas horas de oración concluye con una de las
oraciones del cristiano: estará de la manera ya dicha una hora en todo el Pater noster; el
cual acabado, dirá un Avemaría, Credo, Anima Christi y Salve Regina, vocal o
mentalmente, según la manera acostumbrada [253], y cuando al terminar la hora aún no
haya acabado con el Pater noster u otra oración dirá la resta del Pater noster en la
manera acostumbrada [254].
Pero por otra parte, no sólo las consideraciones [252], sino también el gusto y
consolación [254] del contemplar [254-255] sin constricciones fluctúan ya aquí con
plena libertad. Y así, el segundo modo de orar es que la persona, de rodillas o asentado,
según la mayor disposición en que se halla y más devoción le acompaña, teniendo los
ojos cerrados o hincados en un lugar, sin andar con ellos variando, diga Pater, y esté en
la consideración desta palabra tanto tiempo cuanto halla significaciones, comparaciones,
gustos y consolación en consideraciones pertinentes a la tal palabra; y de la misma
manera haga en cada palabra del Pater noster, o de otra oración cualquiera que desta
manera quisiere orar [252]. Y si por este motivo la persona que contempla el Pater
noster hallare en una palabra o en dos tan buena materia que pensar, y gusto y
consolación, no se cure pasar adelante, aunque se acabe la hora en aquello que halla
[254]. Congruentemente, la oración preparatoria se hará conforme a la persona a quien
se endereza la oración [251], y una vez acabada la oración, en pocas palabras,
convertiéndose a la persona a quien ha orado, pida las virtudes o gracias de las cuales
siente tener más necesidad [257]. Es decir, que se trata simplemente de contemplación
en la forma de coloquio libre [54].
Por el contrario, el tercer modo de orar por compás [258] acentúa lo más propio
de la recitación litúrgica, la rítmica poética: el tercero modo de orar es que con cada
anhélito o resollo se ha de orar mentalmente diciendo una palabra del Pater noster o de
otra oración que se rece, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y
otro, y mientras durase el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la
significación de la tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la bajeza de sí mismo, o
en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia; por la misma forma y regla
procederá en las otras palabras del Pater noster; y las otras oraciones, es a saber:
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Avemaría, Anima Christi, Credo y Salve Regina, hará según que suele [258]; en el otro
día, o en otra hora que quiera orar, diga el Avemaría por compás, y las otras oraciones,
según que suele, y así consecuentemente procediendo por las otras [259]; y quien
quisiere detenerse más en la oración por compás, puede decir todas las sobredichas
oraciones o parte dellas, llevando la misma orden del anhélito por compás, como está
declarado [260].
Pero este modo no sólo se caracteriza como una manera de orar mentalmente
[258] o un mirar admirativo, que constituye el método propio de la cúspide de los
Ejercicios -el cuarto punto de la Contem plación para alcanzarAmor [237]-, sino que en
él se conjura y concentra algo así como el concepto de los Ejercicios: se mire
principalmente en la significación de la tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la
bajeza de sí mismo, o en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia [258]; en el
dirigir la mirada a la persona a quien se reza está la suma del Principio y Fundamento, el
alabar, hacer reverencia y servir a Dios [23] entregándonos a Él y a su Reino; en el
considerar tanta bajeza propia hallamos el compendio de la Primera Semana: el
aniquilamiento de todas las pretensiones y derechos, incluso los más santos; y en el
concentrar la atención en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia, la síntesis de
lo que va desde la Segunda hasta la Cuarta Semana, la cual culmina en la
Contemplación para alcanzar Amor: la superación de mi propia bajeza, cada vez mayor,
por la siempre creciente entrega de mí mismo a la siempre mayor grandeza de su divina
majestad.
Así, el prepararse para que la oración sea aceptada [238-239] llega, en este tercer
modo de orar, a aquella plenitud que es el orar mismo: el ritmo alternante entre Dios y
la criatura, entre el tanto de su tanta alteza y el de mi tanta bajeza. Y esto como por
compás, fijándose, admirándose de la diferencia, en el sentido fuerte de tal diferencia,
que acentúan los Ejercicios: diferencia entre la altura del derecho de su majestad y su
propiedad total sobre su instrumento; diferencia entre la grandeza de su amor, que se
despojó de sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte (Flp 2, 7), frente al vaso
abierto sin remedio, como el cauce de un río. Así pues, los tres modos de oración son el
ejercicio siempre progresivo en el compás de ese ritmo.
La oración estrictamente tal, -es decir, toda forma o modo alguno de orar [238]-
aparece como explicitación de lo que ya ha tenido lugar en los tres modos de orar:
considerar [241, 242, 248, 252], con siderar y pensar [242], pensar, y gusto y
consolación [254]; contemplar [254-255] y mirar [245, 258]. Todo esto se concreta en
las tres formas principales de oración que contiene el libro de los Ejercicios:
consideración, meditación y contemplación. Así se lee en un lugar del examen general:
consideran, meditan y contemplan más ser Dios nuestro Señor en cada criatura según su
propia esencia, presencia y potencia [39]5.
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consideración. El tipo de materia a considerar puede ser tanto una hilación lógica -como
en el Principio y Fundamento- como un compendio de relaciones -como en las Tres
Maneras de Humildad-. A eso responde, en la manera de llevarlo a cabo, lo que se dice
para los Tres Grados de Humildad: considerar y advertir... considerando a ratos por todo
el día [164]. Si duda es necesaria un cierta distribución del día -a ratos-, pero de modo
que llene todo el día por todo el día- como algo que uno tiene delante de los ojos para
prestarle atención -advertir-. Así pues, no se trata de profundizar en un pensamiento
aislado o en un acontecimiento parcial, sino de irse imbuyendo lentamente de un
conjunto global, como cuando uno disfruta de un paisaje o de la contemplación del cielo
estrellado, o se va acostumbrando al clima, a la atmósfera, a la lengua o estilo, o va
acompasando el foco de luz de un reflector.
Los preámbulos
Y así como en el coro las antífonas entonan el sentido especial de cada fiesta, así
a la oración preparatoria siguen como preámbulos dos o tres actos introductorios.
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El último preámbulo es la petición [233] o demanda [48]. Brota de un deseo y
ansia personal, demandar... lo que quiero y deseo [48] -o habitualmente, demandar lo
que quiero-. Pero siempre de acuerdo con el tema presente, según subiecta materia [48];
como su flujo y mi reflujo recíprocos: si la contemplación es de resurrección, demandar
gozo con Cristo gozoso; si es de pasión, demandar pena, lágrimas y tormento con Cristo
atormentado [48]. Y si acerca de los pecados, será demandar vergüenza y confusión de
mí mismo [48].
De este modo, los "puntos temáticos" se van subordinando cada vez más a los
"puntos de vista": desde el método con las tres potencias, en el primer ejercicio de la
Primera Semana [45], hasta la explícita distribución en ver las personas [114],
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contemplar lo que hablan [115], considerar lo que hacen [116], en las contemplaciones
de la Segunda Semana [114-116] y en los puntos complementarios de la Tercera y
Cuarta Semanas, que profundizan en el co-operar para con-morir [195 a 1971 y con-
resucitar [223-224]. Con esto, al ir pasando de los dos ejercicios temáticos del día a las
dos repeticiones y a la aplicación de sentidos, van desapareciendo todos los puntos -
tanto temáticos como de reflexión- frente al orden exclusivamente personal que se va
formando en la experiencia interna de cada uno.
Coloquio final
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Christo Nuestro Señor o, si la materia o la devoción le conmueve, puede hacer tres
coloquios, uno a la Madre, otro al Hijo, otro al Padre [199].
Examen de la oración
Esta imagen de la oración estricta sólo alcanza sus definitivos contornos gracias
a la distinción que existe entre meditación y contemplación y gracias a la
complementariedad de los tres tipos de oración que se proponen en los EE EE: la
consideración, la meditación y la contemplación. Sólo así, en esta contraposición
interna, podemos hablar de auténtica oración.
La meditación
Este método no sólo es el natural para penetrar una idea, sino que como
meditación, penetra necesariamente hasta el fondo del espíritu que, desde San Agustín,
se denomina con las palabras memoria, entendimiento y voluntad. Así este es el camino
que más acerca la criatura a Dios: la imagen del Dios tripersonal en su espíritu ("imago
Trinitatis"). Adentrarse de este modo en uno mismo es adentrase en Dios. El significado
profundo de la expresión con las tres potencias viene a ser: "por la imagen, al original".
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Lógicamente, las otras formas de meditación derivadas de ésta son como la
iluminación de un fondo oscuro. En la Segunda Semana se reconocen aún ciertas
huellas de las tres potencias: el primer punto del primer modo de elección habla de
proponer delante la cosa sobre que quiero hacer elección... [178], equivalente al "traer a
la memoria"; mientras que el 2°-, 3°- y 4°- corresponderían al entendimiento y el 5-° a
la voluntad [178-182]. En cambio, el ejercicio de las Dos Banderas y el de los 7~-es
Binarios, que son los únicos que ya bien avanzados los Ejercicios todavía llevan el
nombre de meditación, son pura iluminación, sin huella alguna de las tres potencias: en
cierto modo, el ejercicio de Dos Banderas se hace con la luz del ojo humano-divino de
Dios [139]; y los 7~-es Binarios, mediante "luz inaccesible" (1Tim 6, 18) de la majestad
celestial [151-152].
La contemplación
Para el ojo iluminado de este modo por el resplandor del original trinitario se da
una gama de contemplaciones que va desde la iluminación repentina como el rayo -en el
ejercicio del Llamamiento del Rey que encabeza los ejercicios de contemplación [91-
98]-, hasta la radiante infinidad -en el ejercicio del amor, que remata las
contemplaciones [230-237]-; y se extiende desde el simple mirar "admirativo" [93]
hasta el mismo mirar "inundado en la adoración" [237]. Consecuentemente, contemplar
tendrá un doble sentido: por una parte es el simple mirar para observar, desde el ver las
personas [106] hasta el oír lo que hablan [107] y mirar lo que hacen [108]. Y de ahí se
pasa, en las repeticiones, a un conocimiento más profundo, notando... algunas partes
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más principales, donde haya sentido...algún conocimiento [118]. Esta insistencia en el
conocimiento se diferencia de la repetición de las meditaciones, donde sólo se acentúa
el estado afectivo: deteniéndose en los puntos que he sentido mayor consolación o
desolación o mayor sentimiento espiritual [62].
Es obvio que todo esto acabará dando plena libertad de juego a la imaginación
en la aplicación de sentidos: aprovecha el pasar de los cinco sentidos de la imaginación
[121], con un sentido muy genérico de sacar algún provecho [122]. Tal es el 5°-
ejercicio ordinario de los días de contemplación [132, 134, 159, 161, 204, 208, 226].
Este mirar por mirar alcanza su mayor expresión en el 2°- ejercicio del primer
día de la Segunda Semana, en la contemplación del Nacimiento: mirándolos,
contemplándolos, y sirviéndolos... como si pre sente me hallase [114]. Un mirar que
implica adentrarse en la vida del misterio de Cristo, vibrar con él, participar en el
quebranto y las tinieblas de la Tercera Semana [195-197, 2031, hasta ser arrebatado, y
acompañarle asimismo en el oficio de consolar de la Cuarta Semana [223-224]. En
definitiva, se trata de la realización práctica de aquel estar incondicionalmente con
Cristo del Tercer Grado de Humildad [167], con razón introducida por la humilde
actitud de servicio de un pobrecito y esclavito indigno [114], que se consuma en la
Tercera Semana [203].
Todo ello no hace más que poner de relieve la resonancia y mutua implicación
de las meditaciones, consideraciones y contemplaciones, pues, como indican las notas
acerca de la consideración de Tres Maneras de Humildad, se trata tan sólo de una
introducción y modo para después y más completamente contemplar [162]. Como
resonancia que es, equivale a ser absorbido cuanto más mejor por la libertad del ritmo
divino, expresión del único amor irradiante y desbordante, que se trasluce en la mutua
co-operación y reciprocidad [230, 231, 237], tal cual lo expone la Contemplación para
alcanzar Amor [230], que por eso constituye la cumbre de las demás contemplaciones.
Así, estas diversas clases de oración no son un esquema anquilosado, sino una
movilidad fluctuante, y en cuanto que con tal movimiento constituyen algo definitivo y
característico, se ha de tener en cuenta los rasgos de su interacción. Esta interacción se
halla suavizada por las expresiones específicas de cada forma, que fluctúan
entremezclándose unas con otras dentro de su diversidad. En la meditación se
encuentran expresiones de consideración y contemplación: considerar [59, 141, 142,
144 1461; imaginar [53, 140, 143,1, mirar [53, 58]. En la contemplación se entrelazan
las expresiones con las de la consideración o la meditación: considerar [94-96, 195-197,
208, 223, 234, 236], traer a la memoria [234], leer y considerar [106], mirar y
considerar [116]; mirar, advertir y contemplar [115]. Y en la contemplación culminante
del ejercicio del amor, los cuatro puntos fluctúan rítmicamente entre considerar [234,
236] y mirar [235, 237], empezando el primero, dentro del genuino método de la
meditación, por la memoria: traer a la memoria [234].
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oración, a modo de meditación (en los tres coloquios [147, 156]) o de contemplación
[164, 168 / 158-159].
Por eso, el tercer modo de orar [258-260] viene a ser un símbolo de la vida
espiritual en el sentido peculiar de los Ejercicios. Pues, por una parte, ese tercer modo es
sobre todo la oración de los sencillos para personas rudas [18]-, pues es simplemente
oración vocal de las fórmulas ordinarias de oración (Pater noster, Avemaría, Anima
Cristi, Credo, Salve Regina), rezadas con lentitud. Pero, por otra parte, en esta oración
de los sencillos se esconde la sencillez de la oración perfecta: el ritmo por compás entre
la adoración de la Alteza siempre mayor de la Divina Majestad y la entrega de la bajeza
siempre mayor de la impotencia de la criatura (la diferencia de tanta alteza a tanta
bajeza propia), con cada un anhélito o resollo [258] de nuestra vida.
Este ritmo por compás [258] entre Dios y el hombre es esencialmente el compás
auténtico entre una vida espiritual que se nos comunica y una vida espiritual puesta en
práctica. Eso es lo que se dice a propósito del examen general -tantas veces aducido ya-
al cortar verticalmente las tres formas de consideración, meditación y contemplación,
por la tensión que media entre la asidua contemplación y la iluminación: los perfectos,
por la asidua contemplación y iluminación del entendimiento consideran, meditan y
contemplan más ser Dios Nuestro Señor en cada criatura, según su propria esencia,
presencia y potencia [39].
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sorpresa de la fuerza divina, al ser ilucidado el entendimiento por la virtud divina [2]. Es
el ritmo entre la iniciativa continua del amor divino que se derrocha exuberante, Vos me
lo distes [234], y la entrega final del a Vos, Señor, lo torno [234].
Así, de hecho, todo el orden concorde con los Ejercicios se resume en aquel
único gusto y fruto del sentir y gustar internamente [2]. Del huracán, el terremoto, el
fuego y el susurro de la suave brisa (1 Reyes 19, 11-12) de la Primera Semana debe
surgir el más y mejor del siempre mayor sentimiento espiritual [62], que tiene su
aplicación especial en el sentir y conocer [313] los espíritus [328 y 314-336], que se
nutre de sacar algún provecho espiritual [116] mediante la asidua contemplación de los
misterios de la vida de Cristo [261-312] y que alcanza su plenitud decisiva en el sentir
con la iglesia [352], creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su
esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas
[365].
Así pues, el concepto del orden por el que se ha de medir toda cosa en particular
es ese fino sentido del Espíritu Santo, oculto en lo más íntimo de nuestro espíritu,
siendo el mismo Espíritu divino el que mora en lo más íntimo de nosotros y en lo más
íntimo de la santa Iglesia: sentir [2, 313], sentimiento [62], sentido [252] realmente
imponderable, pero, por esto mismo, íntimamente subordinado a la ubicuidad del
Espíritu Santo -"que sopla donde quiere, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va"
(Jn 3,8)-, y por lo tanto, entrega incondicional -saliendo de su propio amor, querer y
interese [189]- a la libérrima soberanía de la divina Majestad, en Su Santa Iglesia [5,
365].
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NOTAS
1. Deus semper maior Theologie der Exerzitien, Ed. Herold, Wien-München, 1964, Vo1.I, pp.
139-162.
2. Nótese cómo en esta triple división se halla la misma forma fundamental que antes en los tres
motivos para el apartamiento del alma durante los Ejercicios [20] y en los tres motivos para la confesión
general [44], así como luego en la triple petición del tercer ejercicio de la Primera Semana -pecado
correspondiendo a la ley, orden correspondiendo a la reflexión, apartamiento del mundo correspondiendo
al amor[63], y finalmente en los tres grados de humildad [ 165-1671. Se da una ley (institucional y
objetiva), una reflexión libre y libertad reflexiva (racional-ética y subjetiva), y un amor sacrificado y
sacrificio amoroso (religioso-cristiano). En esto se encierra la doctrina del librito de los Ejercicios sobre
los grados de la vida religiosa, correspondiente a la doctrina de la oración.
3. La práctica actual al respecto suele ser dejar la hora de medianoche (como tampoco se
acostumbra a rezar los Maitines a medianoche), limitándose a sólo cuatro ejercicios al día. Pero estos
ejercicios, si uno quiere seguir de veras el librito de los Ejercicios, deben conservar una unidad que, por lo
menos en el cuarto ejercicio, ha de afectar pausadamente a la conciencia, como aplicación de sentidos.
El dar regularmente cuatro veces materia nueva, o bien dar materias sin relación interna, o
interrumpidas por las llamadas "conferencias", que tratan de temas que no guardan conexión con la idea
del día..., todo esto y cuanto se le parezca no cuadra en modo alguno, si es que se quieren dar verdaderos
Ejercicios.
5. Partiendo de este pasaje se puede ver una relación interna entre consideración, meditación y
contemplación (caminos principales hacia Dios por la oración), y esencia, presencia y potencia (como
"rostro" de Dios). Consideración y esencia se corresponden entre sí como el pensamiento subjetivo del ser
y las leyes objetivas de la lógica del ser. Meditación y presencia se relacionan entre sí como la
profundización subjetiva de un objeto y la manifestación objetiva del mismo. Contemplación (en su
aspecto práctico de sentirse progresivamente poseído y absorbido) y potencia (en cuanto apremiante
imposibilidad de apresar esa realidad que arrebata y absorbe) se completan mutuamente como la
realización subjetiva y la potencia objetiva de la unidad.
Se adivina aquí, por tanto, la misma "¡mago Trinitatis" que en los tres grados de la vida
espiritual: ley-inteligencia-amor. A la ley responde el dúo consideración-esencia; a la inteligencia el de
meditación-presencia; y al amor, la relación contemplación-potencia. En consecuencia, se halla la más
íntima teo-logïa (filosofía acerca de Dios) de los Ejercicios en su triple "¡mago Trinitatis": en las
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potencias del espíritu en camino hacia Dios (memoria, entendimiento y voluntad), en las tres etapas
principales de ese camino (consideración de la esencia, meditación de la presencia y contemplación de la
potencia); y en los tramos de ese camino hacia Dios (ley, inteligencia, amor). Pero es esencial para esa
centralidad trinitaria que esta teología se detenga en la oscuridad de la insinuación puramente objetiva; y
que sean sólo las huellas "objetivas" las que sugieran el misterio de la divina Majestad, a la que el hombre
no se acerca más que a través de sí, más allá de sí, y fuera de sí.
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