Asertividad, Genuinidad, Manipulacion
Asertividad, Genuinidad, Manipulacion
Asertividad, Genuinidad, Manipulacion
APÉNDICE 1: Asertividad. 7
APÉNDICE 1I: Envidia . 9
APÉNDICE III : La Envidia ... en la comunidad española 12
Éste es un desordenado ensayo que busca integrar varios procesos emotivos ligados con el
desarrollo de la asertividad, ligándolo someramente con el estilo chileno de crianza.
Hay trabajos afines, que profundizan u operacionalizan algunos de los conceptos tocados aquí,
para quienes estén interesados en ahondar la discusión. Parte de dos de éstos van como apéndices,
más un ensayo actual español... mal de muchos ... ;)
Sería feliz si éste motiva una reflexión, especialmente a favor de vivir y dejar vivir !
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https://www.philosophybasics.com/movements_cynicism.html
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https://en.wikipedia.org/wiki/Cynicism_(philosophy)
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Curiosamente, muchos de los preceptos del Cinismo fueron adoptados por los Estoicos.
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Hay otra forma de culpa, más neurótica (más compleja, en cuanto al mecanismo), que deriva de las
fantasías agresivas, más evidentes en las madres aprensivas: imaginan enfermedades, accidentes,
incidentes, a veces con detalles que resultan escalofriantes. La aprensividad, en este sentido,
surge de la ambivalencia (en chileno: sentimientos encontrados / contrapuestos o contradictorios),
donde la carga agresiva evidentemente supera a la amorosa o genuinamente protectiva. Por
supuesto, la madre niega estos sentimientos e impulsos destructivos y, entonces, emergen como
fantasías vívidas, que generan un natural temor.
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* El papel del psicoterapeuta/facilitador es lograr la confianza del paciente, como para que logre
sentir, reconocer, y expresar, los sentimientos aversivos hacia sus cercanos –muchas veces
partiendo desde admitir una leve molestia, hasta llegar a reconocer que desearía que el otro
estuviera lejos y no la atosigara.
Envidia.
Aquí hay otro aspecto de la falta de asertividad: la persona aprensiva no se atreve a vivir su vida
–entonces, envidia la libertad de quienes la rodean.. y busca cohartársela. El "no se atreve" puede
venir desde simple timidez e indecisión, hasta principios morales fanáticos.
Es frecuente confundir el fenómeno de la envidia con el simple deseo o aspiración de querer lo
que el otro tiene. La envidia comúnmente aparece con el nacimiento de la hermana menor y el
intenso deseo de destronarla del puesto de máxima atención de los papás (por supuesto, hay
también otras circunstancias, pero ésta sirve para ilustrar): así, el impulso subyacente primordial,
compulsivo, no es 'tener lo que la otra tiene', sino desposeerla o desbancarla.
La típica envidia inquisitoria es desear intensamente que el otro no haga algo, frecuentemente
justificado por algún precepto moralista; a veces, ni siquiera que no-haga: es que no disfrute con
algo –frecuentemente cito el caso de la prohibición de reírse a las niñitas, porque las carcajadas 'no
eran de señoritas'.
Así, la envidia responde a un propósito negativo –quitar, desbancar, terminar con el disfrute del
envidiado- más que a uno positivo –apropiarse de lo que el envidiado tiene. De hecho, en muchos
casos, quien envidia va a seguir sin permitirse vivir aquéllo de lo que privó al envidiado, puesto
que el resentimiento crónico no da esa posibilidad. También aquí puede ser utilizado el ejemplo
del hermano chico: el hermano mayor no acepta las atenciones que los papás quieran darle,
cuando se dan cuenta de que lo han dejado de lado, y busca enrostrarles su mala actitud. La
satisfacción vindicativa pasa a ser la victoria, más que el recuperar el puesto. La ambivalencia que
le produce el tener que compartir privilegios hace insufrible aceptar esa condición.
La envidia está mucho más presente de lo que el lego percibe: en cada impulso a criticar, en el
afán por romper ilusiones, en prevenir al ingenuo, en la falta de empatía (cuando buscamos
imponerle al otro los sentimientos que nos parecen apropiados o correctos), en los sermones y, por
supuestos, en las amenazas.
Cada vez que queremos impedir (corregir es una forma de hacerlo) que el otro viva, sienta, haga a
su manera, estamos actuando la envidia.
Fenomenológicamente, la envidia es una emoción, pariente de los celos, que surge sobre la base de
un impulso de sacar de ahí al envidiado (de no permitirle). Por supuesto, uno de sus componentes
es la rabia, muchas veces vivida como indignación.
* Aquí, el papel de Facilitador es ayudar al envidioso a superar el resentimiento crónico, la
ambivalencia, y permitirse vías de realización y disfrute personales,
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Manipulación .
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Hay también algunos digests en Biblio AntuTalleres.
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Por supuesto, también hay manipuladores profesionales, como los espías y los estafadores, donde no es tan
obvia esta relación; aunque la elección de ese oficio hace sospechar motivos profundos similares.
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Genuinidad .
La Genuinidad, si bien claramente es una virtud, debiera movernos más hacia el agradecimiento
que hacia la vanidad: literalmente, es un gift (regalo / don) y la verdad es que probablemente no
tengamos idea de cómo hemos podido llegar al nivel de genuinidad en que estamos (en el grado
que lo seamos –nadie es 100% en todo momento), aun cuando estemos convencidos de que es un
atributo 'voluntario' (como si una parte de nosotros pudiera gobernar a la otra y decidir por la
opción de ser real –en vez de hipócrita). La falta de genuinidad es una desgracia, más que un
pecado, y debería evocar compasión más que condena: quien no se atreve a ser genuino
normalmente tiene miedo de mostrarse, porque ha sufrido rechazo y castigos, y no encuentra la
manera de ser más espontáneo.
La genuinidad es la cualidad más cercana a la realización personal, en la concepción Humanista
del término: realizarse es ser más uno mismo, es sentirse profundamente coherente, pensando,
sintiendo y haciendo en concordancia con el propio fuero interno.
Asertividad y genuinidad van juntos. La asertividad es la cualidad más visible y, a través de su
ejercitación, es posible avanzar hacia la genuinidad.
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APÉNDICE 1:
Asertividad.
Asertividad deriva del verbo latino assero, que significa declarar, manifestar, reivindicar. Se
refiere a la capacidad de autoafirmarse, expresando directamente lo que opinamos, sentimos,
deseamos. Hacer valer los derechos propios que sentimos legítimos.
La asertividad suele ser combinada con el tino y la consideración. Nada más lejos de su
significado más propio. No solamente lo hace un problema semántico, sino también complica su
entrenamiento: es complejo, para el aprendiz principiante, comenzar su práctica de asertividad
con "peros". Estos peros son del tipo "di lo que sientes pero considera el momento oportuno"
(oportunidad, tino) o "pide, pero sin atropellar" (consideración).
Nadie discute que comportamientos puramente asertivos podrían colisionar con los derechos de los
demás o con las legítimas aspiraciones de convivencia pacífica. Sin embargo, es conveniente
distinguir, de modo tal que el entrenamiento asertivo tenga los efectos deseados.
Sin embargo, cuando miramos más profundo la cualidad asertiva, encontramos la templanza: esta
mezcla de serenidad y firmeza, al estilo del pensador Mario Rodríguez Cobo (Silo): "paz es
fuerza".
El ejemplo más real de esta realidad profunda lo pude observar –y experienciar- en los grupos
macrobióticos. Tal parece que la adecuada alimentación (en mi opinión, más que cualquiera de las
otras prácticas de la Escuela Macrobiótica) reduce a tal punto la ansiedad, que la aprensividad
desaparece y es posible manifestarse sin dificultad: preguntar, decir sí, no; pedir tiempo para
pensarlo; discutir. La actitud macrobiótica, en este sentido, es una sin culpa, sin remordimiento;
es un decir diáfano, al estilo del niñito que pregunta "y por qué el rey va desnudo ?"
Aun más, la actitud corporal macrobiótica es naturalmente erguida, con la espalda relajada y el
pecho abierto –casi una caricatura de asertividad !
La expresión del rostro es más bien plácida, aunque firme; lo que a algún observador podría
parecerle dura o inflexible; a un romántico, poco expresiva, poco emocional.
Por supuesto, no es el propósito de este paper ensalzar a la Macrobiótica, sino ilustrar el concepto
de asertividad en sus aspectos más profundos.
Una persona serena va a naturalmente considerar al otro; sin embargo, no al punto de una
hipersensibilidad o aprensividad respecto a sus reacciones emocionales. Pero sí es claro que no es
compatible la serenidad –ni la templanza- con la agresividad, ni –menos- con los arrebatos
histéricos exigentes, demandantes o dependientes.
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VhiK/io (000116) CC # Asertividad -basics disk. papers / tmc / Asertividad
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APÉNDICE 1I:
Envidia .
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–Víctor H.I. Kuschel, como Docente, en los Programas de Formación de Facilitadores.
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S. Freud : Psicopatología de la vida cotidiana.
Gurdieff : (by Outspensky) Hacia una Psicología de la Posible Evolución del Hombre (sobre
Identificación).
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La envidia contiene en sí misma un dispositivo que hace que el envidioso actúe contenidamente,
dado que su propósito no es hacerse del objeto que generó la envidia, sino sólo quitárselo al
envidiado. Esta forzosa contención es lo que la hace más peligrosa, más venenosa, dado que –por
definición- es parcialmente encubierta y va a ser negada por el protagonista.
En este sentido, cuando los celos son, a la vez, envidiosos, el afectado va a resistir intensamente
reconocer que está celoso. Cuando los celos son más puros, el protagonista justifica su actitud en
virtud de la situación, acusando de traición, desvergüenza o símiles.
Etiopatología Biográfica.
Claramente, la envidia surge entre hermanos, especialmente desde el mayor hacia el recién
llegado: podríamos decir que el hijo ya existente declara, para sus adentros, qué derecho tiene
éste de quitarme lo que era legítimamente mío ?!
El impulso que subyace es el de chaquetear, de sacar del puesto. 9
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Aplicaciones Macro-Sociales.
El indicador principal de la envidia, en el marco de la Psicología Macrosocial, es el moralismo: la
actitud de reprobar, con indignación, conductas –y, aún, sentimientos, inclusive intenciones.
La envidia no consiste en un impulso hacia arrebatar para sí lo que otro tiene: consiste en
arrebatar para que el otro no lo tenga.
Ésto surge desde la actitud o asunción del envidioso, de que él mismo no puede tener aquéllo,
como una decisión moral –por tanto, forzada. Es más, puede que él ya tenga el objeto envidiado,
pero a costa de esfuerzo o sacrificio: por tanto, el otro no puede tenerlo porque no ha incurrido en
los mismos costes (ésto incluye el esfuerzo o sacrificio moral/emocional: es decir, que duela
desprenderse de los activos que fue necesario dejar para hacerse de ese objeto).
Cuando a un niño pequeño dejan de amamantarlo, él puede llegar a asumirlo; pero la pronta
llegada del siguiente hermano, menor, que sí puede acceder a la teta materna, va a despertar una
intensa, si no furiosa, envidia en contra de su pobre hermano menor. Le va a costar mucho superar
los accesos de furia e intentos de arrancar de su posición al hermanito y, finalmente, seguro va a
conservar, latente, esa furia –para aplicarla después en situaciones análogas (transferencia, en
Psicoanálisis). Probablemente va a buscar puestos en donde pueda ejercer actitudes inquisitorias;
instituciones benefactoras o culturalistas –que son las más representativas de la envidia latente-
que dan licencia para actuarla impunemente (bullying).
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Pilar Sordo (conferencista/comediante y psicóloga chilena) hace una sátira genial respecto a cómo hay gente
que se esfuerza por matar las ilusiones y el entusiasmo de sus víctimas.
https://www.youtube.com/watch?v=L8Co81ZW8Gw
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Aunque W. Reich no habla tan explícitamente de "envidia", hay mucho de ella cuando describe la Plaga
Emocional (emotional plague) y la Irracionalidad en la Psicología de las Masas.
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La supuesta envidia del desposeído, que desea lo que no tiene, es simplemente éso: deseo y
frustración. Está claro que, cuando la frustración es severa, puede generar montos de rabia que
pueden ser muy destructivos, que pueden hacer olvidar al agresor su propósito inicial, de hacerse
del objeto deseado o, incluso, pasar a destruírlo.
En este contexto, podríamos decir que es difícil envidiar lo que no ha sido propio: por ello, el
clásico discurso del agitador izquierdista busca evocar la envidia, induciendo a creer a los
inducidos que el objeto era, legítimamente, de ellos, y que el actual poseedor no tiene derecho a
poseer. Algo análogo aplica a los celos: el ansia por recuperar lo que es sentido como propio.
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APÉNDICE III:
La Envidia
... en la comunidad española (2015)
Pedro Schwartz
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Para muchos españoles, la envidia es el vicio nacional por excelencia, pero la verdad es que anida
en las raíces de la naturaleza humana y ha tenido mil manifestaciones en todos los tiempos y
lugares, desde los celos homicidas de Caín por parecerle que Jehovah prefería a Abel hasta el odio
al judío comerciante y banquero en la Alemania nazi.
Es tal la fuerza destructiva de la envidia que son muchos los que, poniéndose la venda antes de la
herida, imploran perdón o incluso sienten vergüenza por las ventajas que la vida les ha concedido,
cuando su buena fortuna no ha sido a costa del mal de nadie, sino que la han heredado
legítimamente o la han alcanzado por su ingenio, esfuerzo y suerte.
Incluso el alma más generosa puede sentir un leve puntazo de amargura a la vista de la fortuna
ajena.
Por ello, como bien ha dicho Helmut Schoeck, es necesaria continua vigilancia personal y comunal
para evitar la extensión de la envidia, disimulada bajo apelaciones moralizantes, como la «justicia
social», la «responsabilidad social de la empresa», la «redistribución de la renta y la riqueza», la
crítica del «consumismo», la condena del «lujo» o la denuncia del «obsceno tren de vida» de los
millonarios.
Muchos empresarios de éxito dicen que, consus donaciones a buenas obras, quieren «devolver a la
sociedad algo de lo que la sociedad les ha dado». –No tienen por qué devolver nada: lo que la
sociedad les entregó en forma de salarios o beneficios fue a cambio de los servicios que realizaron
y los productos que idearon. Ya pagaron sus impuestos.
Me parece muy elogiable que haya personas que, sea grande o pequeña su fortuna, quieran dotar
una fundación para acoger niños huérfanos, erradicar la malaria o defender la libertad económica.
Pero lo harán ex gratia cordis, pues no tienen obligación alguna de «devolver» lo que obtuvieron
justa y legalmente gracias a lo que su actividad empresarial aportó a la sociedad.
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abc.es/opinion
España, Julio 20, 2015
By Pedro Schwartz –Presidente de la Mont Pelerin Society.
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La envidia es tanto más virulenta cuanto más cerca está el envidiado del envidioso, que así puede
ver los éxitos del otro como algo que estaba a su alcance, si la mala suerte o la malquerencia no se
lo hubieran birlado.
El envidioso a veces se contenta con alegrarse del mal ajeno, lo que los alemanes llaman
Schadenfreude. Otras veces va más lejos e intenta causar algún daño al triunfador, aunque solo
sea con la calumnia, como don Basilio en «el barbero de Sevilla». En casos extremos, estará
incluso dispuesto a infligirse daño a sí mismo, con tal de que el envidiado sufra un daño mayor.
Yago tomó ojeriza a Otelo porque había nombrado lugarteniente a Casio, cuando Yago pensaba
que esa promoción le era a él debida. Ese desvío se transforma en envidia destructora cuando ve
que no cesan los triunfos militares del moro, que Desdémona quiere apasionadamente a su marido
y que Casio goza con su nuevo mando. La conspiración de Yago acaba destruyendo al nuevo
lugarteniente, al general y su esposa –y a Yago mismo.
Hace siglos que las democracias vienen institucionalizando la envidia ciudadana.
Un dicasterio de Atenas condenó a Sócrates a beber cicuta. Unos fariseos azuzaron al pueblo hasta
forzar a Pilatos a refugiarse en la pregunta «¿qué es la verdad?».
Hoy día, la envidia es más utilitaria: algunos envidiosos proponen que el pueblo confisque el
patrimonio de «los ricos» para sufragar los gastos del Estado del bienestar.
Comprendo que el pueblo se indigne contra las fortunas obtenidas por el favor o corrupción.
Pero entiendo que se deja llevar por la envidia cuando, en nombre de la igualdad, denuncia el
legítimo premio a la excelencia, cuando no entiende muy bien en qué consiste ésta.
Qué función es ésa, de los banqueros, que se les premia con sueldos y bonus multimillonarios ?
Cómo justifican sus ganancias multimillonarias los dueños de los fondos-buitre ? Por qué no
limitar la remuneración de los directivos empresariales al equivalente de veinte salarios mínimos ?
–susurra Pablo Iglesias..
Nadie entiende qué hace un directivo, que no pueda hacer cualquiera: el común de la gente
comprende que Ronaldo o Nadal acumulen una fortuna, porque sus habilidades entran por los ojos
y en un campo de fútbol o una cancha de tenis se vería enseguida que no valemos lo que ellos.
Pero ... qué mérito es el de los ricos en general ?
Si ganan más, ¡pues que paguen más! (como si un impuesto proporcional a sus ingresos no
supusiera que pagan más).
Así va la democracia: toma para el Estado casi la mitad del producto nacional, emitiendo deuda
pública y cargándonos de impuestos confiscatorios, cuando debería ocuparse de limitar el poder
político, fuente principal de la corrupción.
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Me atrevo a preguntar a mis pacientes lectores si creen que Bill Gates ha servido mejor a la
Humanidad creando Microsoft con su amigo Paul Allen ? ... o financiando y dirigiendo la
Fundación Bill & Amanda Gates con su esposa. Es probable que me contesten que su gran obra es
la Fundación, sin recordar cuánto más nos han facilitado la vida sus aplicaciones informáticas –y
lo mismo podría decir de Steve Jobs.
Los economistas Clark y Lee han buscado explicar por qué la gente aprecia más la labor de una
Fundación que la de una empresa, distinguiendo entre la «moral magnánima» de las donaciones y
la «moral mundana» de los negocios. –La gente aprecia las acciones magnánimas porque quienes
las realizan lo hacen intencionadamente, se sacrifican personalmente y benefician a personas
identificables.
En cambio, los hombres de negocios no buscan directamente el bien social, sino el
enriquecimiento personal, y los bienes que producen van dirigidos a individuos anónimos y
dispersos que además han de pagar por ellos.
Todo ello hace que los grandes servicios de la empresa se tachen de «egoístas», aun cuando a
menudo sea mayor el bienestar social que producen que el de actividades «sin ánimo de lucro».
En sociedades igualitarias como son las nuestras hemos de cuidar especialmente el libre mercado,
que es la institución que principalmente trasforma el plomo de la envidia en el oro de una
cooperación, no menos preciosa por ser las más de las veces involuntaria.
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