1 1 Cebrian-Moreno-Toharia
1 1 Cebrian-Moreno-Toharia
1 1 Cebrian-Moreno-Toharia
*
Inmaculada Cebrián, Gloria Moreno y Luis Toharia
(Universidad de Alcalá)
Teléfono: 91 8854202
Fax: 3491 8854239
e-mail: [email protected]; [email protected]; [email protected]
* Este trabajo se basa en un estudio más amplio realizado sobre el efecto de las bonificaciones de las
cotizaciones a la seguridad social para el empleo en la afiliación a la seguridad social. Este estudio fue
financiado al amparo de lo previsto en la Orden TAS/940/2007 de 28 de marzo (Subvenciones para el
Fomento de la Investigación Social), referencia FIPROS 2007/81. En el estudio participaron además, José
María Arranz, Carlos García Serrano, Virginia Hernanz y Joaquín Pitarch, todos ellos de la Universidad
de Alcalá, los cuales no son en ningún caso responsables de los argumentos y conclusiones que aquí se
presentan, así como tampoco lo son de los posibles errores que puedan existir. Los autores desean
agradecer al Servicio Público de Empleo Estatal por haber facilitado información sobre contratos
registrados. También agradecen a la Dirección General de Ordenación de la Seguridad Social el trabajo
que viene desarrollando desde hace algunos años en la elaboración y continuidad de la Muestra Continua
de Vidas Laborales, y en particular por haber hecho posible el enlace de los datos de contratos con los de
la MCVL.
INDICE:
1. Introducción...................................................................................................... 1
2. Dos visiones sobre la temporalidad en España .............................................. 3
3. Las políticas de fomento del empleo indefinido............................................ 6
4. Datos utilizados en el análisis ........................................................................ 10
5. La duración de los contratos indefinidos ..................................................... 18
6. Conclusiones.................................................................................................... 24
7. Referencias ...................................................................................................... 25
1. Introducción
España es, desde hace muchos años, el país europeo en el que mayores son los
niveles de temporalidad en el empleo. La reciente crisis económica, en la que el ajuste
del empleo ha sido mucho más intensa en España que en el resto de Europa,
generalmente asociada a esos elevados niveles de temporalidad, ha avivado el debate
respecto a las causas de la temporalidad y a las posibles reformas que pudieran amainar
el problema.
Las políticas adoptadas recientemente han partido de la idea de que reduciendo
diferencia de costes entre los contratos indefinidos y los temporales se produciría un
aumento del número de contratos indefinidos, lo que debería provocar una reducción de
la tasa de temporalidad. Sin embargo, si los nuevos indefinidos que se contratan con
estas medidas no son homogéneos con los antiguos el efecto podría verse aminorado e
incluso eliminado totalmente. Así, la heterogeneidad principalmente procedente de
diferencias de productividad, se traduce en diferencias de duración real de los episodios
de empleo. Si los nuevos indefinidos muestran una duración en su empleo menor que la
de los antiguos, puede que el stock de indefinidos crezca poco o no crezca nada, por lo
que la tasa de temporalidad se vería muy poco afectada. ¿Hasta qué punto esto es así?
El razonamiento anterior sugiere que una forma de contrastarlo consiste en
analizar el efecto que produce en la duración de los episodios de empleo una
disminución de la diferencia entre los costes de extinción de dos tipos diferentes de
trabajadores indefinidos.
La existencia en España desde 1997 de una política de diferenciación entre
distintos tipos de contratos indefinidos en cuanto a los costes de contratación (por la vía
de bonificaciones a las cotizaciones a la Seguridad Social) y extinción (por la existencia
de fórmulas contractuales indefinidas con costes de despido diferentes) permite
plantearse un contraste empírico como el apuntado.
El propósito del presente artículo consiste en realizar ese contraste considerando
las dos políticas que se han realizado en España respecto al acortamiento de las
distancias entre los costes de contratación y extinción de los contratos indefinidos y los
contratos temporales: las bonificaciones a la Seguridad Social y el uso del contrato de
fomento de la contratación indefinida, que conlleva unos menores costes.
1
Para llevar a cabo el mencionado contraste, se usan los datos de la Muestra
Continua de Vidas Laborales (MCVL) correspondientes a los episodios de contratos
indefinidos a tiempo completo iniciados a partir de enero de 2004, que se observan
hasta finales de 2007. La MCVL permite observar estos contratos hasta finales de 2007.
Para el presente estudio se ha podido realizar un enlace específico con el registro de
contratos del Servicio Público de Empleo Estatal, con el fin de enriquecer la
información proporcionada por la MCVL.
La MCVL permite distinguir entre los contratos indefinidos “ordinarios”, es
decir que no reciben ninguna bonificación, y los contratos “bonificados”. También
permite distinguir entre los contratos “iniciales” y los que son una “conversión” de
contratos indefinidos anteriores. Sin embargo, no permite saber el colectivo de
bonificación al que corresponde el episodio (aunque dicho colectivo se puede deducir en
la mayoría de los casos de las características personales del trabajador, pues las variable
fundamentales para definirlos están relacionadas con el sexo y la edad) y, sobre todo, no
contiene información sobre si el contrato conlleva costes de despido “normales” (45
días de salario por año trabajado con un máximo de 42 mensualidades) o “reducidos”
(33 días por año con un máximo de 24 mensualidades). Los datos de la MCVL tampoco
contienen información sobre la ocupación a la que corresponde el contrato ni el nivel de
estudios del trabajador. Estas informaciones, en cambio, sí se pueden obtener del
registro de los contratos del SPEE y de ahí el interés y la novedad del cruce realizado.
La base de datos así construida a partir de la MCVL y el registro de contratos del
SPEE permite llevar a cabo el contraste planteado, pues permite realizar análisis de
duración de los episodios de empleo sujetos a menores costes de contratación y
extinción.
Partiendo de estas premisas, el esquema del artículo es el siguiente: en primer
lugar, en el apartado 2 se desarrollan las dos visiones de la temporalidad; a
continuación, en el 3, se realiza una breve descripción de la evolución normativa para
poner en contexto el análisis propuesto, que se completa con algunos datos respecto al
uso de los diferentes tipos de contratos definidos por sus costes de contratación y
extinción; en el apartado 4 se presenta la base de datos utilizado para el análisis
econométrico, cuyos detalles se presentan en el apartado 5. El apartado 6 concluye
resumiendo los principales resultados.
2
2. Marco conceptual: costes laborales y temporalidad
Los análisis sobre la temporalidad en España se han centrado, por lo general, en
la tasa de salida del empleo temporal hacia el empleo indefinido. Desde los primeros
estudios sobre la cuestión (Segura et al., 1991, Jimeno y Toharia, 1992, 1994) la
preocupación básica era la de determinar la probabilidad de que los trabajadores
temporales alcanzaran una situación de “permanencia” o “estabilidad”. Los trabajos
posteriores han incidido en esa línea1. Para estos estudios, lo que sucedía una vez
firmado el contrato indefinido se daba por supuesto: el empleo era más o menos
vitalicio. Esa asociación implícita entre acceso a un contrato indefinido y estabilidad o
permanencia en dicha situación lleva necesariamente a la idea de que el contrato de
trabajo constituye algo esencial en la relación laboral, independiente de las
características de la persona que lo ocupa o del puesto de trabajo. Cualquier trabajador
en cualquier puesto de trabajo puede ocupar un puesto de trabajo indefinido y el puesto
ocupado será igual desde el punto de vista de la permanencia. Para estos autores, lo
fundamental del problemático acceso de los trabajadores temporales al estatus de
trabajador indefinido eran las fuertes diferencias existentes entre los costes de extinción
de unos y otros trabajadores, que inhibía la transformación. Si el problema era facilitar
la conversión, la política que debía adoptarse era clara: había que reducir la distancia
entre los costes. Y en esa línea surgieron algunas de las propuestas de reforma y, en
particular, en esa idea se basó la reforma pactada por los agentes sociales en 1997, a la
que el gobierno se sumó reduciendo la distancia de costes alterando no sólo los costes
de extinción sino también reduciendo las cotizaciones a la Seguridad Social de los
contratos indefinidos. De hecho, en un horizonte de dos años, el coste de contratar a un
trabajador indefinido que fuera despedido una vez transcurrido ese periodo y el coste de
un temporal que ocupara el mismo puesto durante esos dos años, se calcularon de tal
forma que fueran iguales (Malo y Toharia, 1999). En reformas posteriores, como la de
2006, también se discutió la posibilidad de cerrar la brecha de costes entre los dos tipos
de contratos, y si bien no se llegó a ninguna medida general en ese sentido, sí se
adoptaron algunas reformas tendentes a reforzar los planteamientos jurídicos anteriores.
1
La lista es bastante larga; sin ánimo de exhaustividad, cabe mencionar los siguientes trabajos,
en orden cronológico: Toharia (1996), Toharia et al. (1998), Alba (1998), Malo y Toharia (1999), Dolado,
García y Jimeno (2001), Kugler. Jimeno y Hernanz (2002), De la Rica (2004), Dolado y Jimeno (2004),
García Pérez y Rebollo (2006, 2009), Güell y Petrongolo (2007), Bentolila, Dolado y Jimeno (2008).
3
La persistencia de la temporalidad y su resistencia a disminuir tras la adopción
de diversas reformas, especialmente la de 1997, llevó a la idea de que no bastaba con la
reducción la brecha de costes para aumentar lo suficiente el número de contratos
indefinidos. Los trabajos de Toharia et al. (2005) y Cebrián, Moreno y Toharia (2005)
dieron las primeras pistas, al observar que la duración de los contratos bonificados era
menor que la de los contratos ordinarios.
Esos resultados llevaron a reformular la teoría de la temporalidad, en el sentido
de que parecía que la brecha de costes no era el elemento determinante y que, sin
embargo, la diferente duración de los distintos tipos de contratos sugería una
explicación diferente, en el sentido de que la temporalidad no parecía tener su raíz
principalmente en la forma jurídica del contrato sino que era sobre todo el resultado del
uso de ese tipo de contrato inestable para puestos de trabajo inherentemente inestables.
El hecho de que la población asalariada estaba formada por un grupo de puestos
de trabajo y trabajadores estables, que representaban en torno al 70% del total, y de un
segundo grupo, en torno al 30% del total, que tenía una situación laboral inestable,
recordaba la vieja teoría dualista de los institucionalistas americanos, y principalmente
de los trabajos de Michael Piore (Doeringer y Piore, 1971; Piore y Berger, 1980, Piore,
1986). Según esta escuela de pensamiento, existe una “segmentación” del mercado de
trabajo entre puestos relativamente más cualificados en los que la estabilidad constituye
un elemento sustancial, y puestos relativamente poco cualificados para los que la
estabilidad de la relación laboral es indiferente, ya que existen numerosos trabajadores
que pueden cubrirlos. Y todo ello, independientemente de que el tipo de contrato fuera
de uno otro tipo.
En este sentido, cabe recordar también otros trabajos que mostraban la
importancia histórica de la estabilidad laboral para las empresas (Toharia, 1981). Tras
las tesis doctorales de Ana Huguet (1999) y Virginia Hernanz (2002), junto con el
informe del grupo de Alcalá (Toharia, dir., 20052, Cebrián, Moreno y Toharia, 2005),
esta explicación de la temporalidad empezó a tomar carta de naturaleza. En la misma
línea, Cebrián y Toharia (2008) han analizado la estabilidad de los nuevos contratados
indefinidos y García Pérez y Rebollo (2008) también han estudiado el fenómeno de la
inestabilidad de los contratos indefinidos.
2
Véase también Toharia (2001) y Cebrián et al (2003).
4
Según esa explicación de la temporalidad, el empresario, en el momento de
decidir el tipo de contrato que propone a sus trabajadores, sabe si le interesa, dada su
presumible productividad y su posible dificultad de sustitución por otro trabajador de
similares características, ofrecerle un contrato de duración temporal o un contrato del
que se espera una relación más duradera y para el que se usa bien directamente un
contrato indefinido, bien una secuencia de contrato temporal (quizá de formación) con
vocación de conversión posterior en un contrato indefinido, Si se supone que existe un
continuo de productividades de los trabajadores, pero también de estabilidad probable
de la relación laboral establecida, está claro que la diferencia de costes de contratación
(entre los que cabe incluir el coste esperado de la extinción) entre un contrato indefinido
y uno temporal establecerá el punto por el que cortará el empresario para ofrecer un tipo
de contrato u otro. Y si se reducen esos costes, es probable que el empresario aumente la
proporción de personas a las que ofrecerá un contrato indefinido. Sin embargo, al
recurrirse al contrato indefinido para puestos más inestables, la duración efectiva de
esas relaciones laborales tenderá a disminuir. La consecuencia será clara: el stock de
indefinidos no aumentará en la misma magnitud en la que aumentaría si la duración de
los trabajadores menos productivos fuera la misma que la de los más productivos.
Los razonamientos anteriores llevan a la conclusión que, desde el punto de vista
empírico, la duración de los puestos de trabajo es la clave para determinar si la teoría de
la temporalidad como un fenómeno estructural relacionado con la segmentación del
mercado de trabajo cuyo origen está en la distribución de productividades entre los
puestos es correcta. Más específicamente, si los contratos que conllevan un menor coste
de contratación tienden a tener una menor duración, cabe afirmar que ese resultado
tienden a confirmar ese planteamiento teórico.
5
3. Las políticas de fomento del empleo indefinido
Tal y como se ha puesto de manifiesto en el apartado anterior, a lo largo de las
dos últimas décadas se han puesto en marcha diversas reformas normativas para el
fomento del empleo indefinido, con el objetivo de reducir las diferencias existentes
entre los costes laborales de los contratos temporales e indefinidos.
Para ello, se han utilizado básicamente dos herramientas. Por un lado, se ha
intentado recuperar el “principio de causalidad” para los contratos temporales, que
puede verse como una forma de encarecimiento de su uso, y por otro, se han puesto en
marcha medidas encaminadas a reducir el coste que tiene para las empresas la
contratación indefinida. Esta reducción de los costes se ha llevado a cabo por dos vías:
la disminución del coste laboral directo, mediante reducciones (o “bonificaciones”) de
las cotizaciones a las Seguridad Social; y la disminución del coste de extinción del
contrato en la eventualidad de que dicha extinción se llegara a producir.
Puede decirse que, en materia de contratación laboral, las políticas seguidas por
los distintos gobiernos españoles pueden dividirse en dos grandes etapas. En la primera
etapa, que se inicia con la reforma del Estatuto de los Trabajadores en 1984, se
generaliza el uso de los contratos temporales para actividades no necesariamente
temporales, creándose el “contrato temporal de fomento del empleo”. Hasta 1992, el
CTFE se convierte en la figura “estrella” de la contratación. En ese año, sin embargo, en
el contexto de la reforma del sistema de protección por desempleo de ese año, se
aprueba un aumento de 6 meses a 1 año de la duración mínima de dicho contrato.
Puede decirse que esa reforma, aparentemente menor, y que supone un
encarecimiento de la contratación temporal habitual, al elevar su duración mínima, lejos
de producir un efecto depresor en ese tipo de contratación, lo que hizo fue disparar su
uso, pero no con la fórmula contractual prevista, sino recurriendo a los contratos
temporales llamados “ordinarios” (principalmente de obra o servicio y eventual), es
decir pensados para actividades específicamente temporales (como sus propios nombres
“de obra” o “eventual por circunstancias de la producción” sugieren).
La reforma de 1993-1994, en medio de la expansión de la canalización de la
temporalidad hacia los contratos ordinarios, pretendió reducir el contrato temporal de
fomento del empleo, cuyo uso quedó reducido a grupos minoritarios del mercado de
6
trabajo. Por otra parte, la reforma pretendió clarificar los supuestos de despidos por
causas económicas y, por esa vía, pretendió reducir el coste de los contratos indefinidos.
Sin embargo, no fue hasta 1997, con la reforma aprobada ese año, cuando se
produjo un verdadero intento de aproximar los costes laborales de los trabajadores
indefinidos y los temporales. El acuerdo al que llegaron los agentes sociales, al que se
sumó el gobierno, pretendía limitar el uso de la contratación temporal de larga duración,
incentivando el uso de la contratación indefinida o su conversión en un contrato de esta
modalidad. A tal fin, se plantearon dos grandes medidas: en primer lugar, los agentes
sociales pactaron la creación de una nueva modalidad de contratación indefinida que
conllevaría unos menores costes de extinción; por otra parte, el gobierno agregó al
proceso unas ayudas económicas a la contratación indefinida, en forma de
bonificaciones de las cotizaciones a la Seguridad Social.
Tras el periodo transitorio iniciado en 1992, se inicia así en 1997 la segunda gran
etapa de políticas en materia de temporalidad, simbolizada por la extinción definitiva
del contrato temporal de fomento del empleo y el nacimiento del nuevo contrato de
fomento de la contratación indefinida (inicialmente llamado contrato indefinido de
fomento del empleo). Se abre una nueva etapa en la que se intenta un acercamiento de
los costes laborales (directos y de extinción) de los contratos indefinidos y los contratos
temporales.
El nuevo contrato indefinido para el fomento del empleo, aprobado por la Ley
63/1997, se diferenciaba del contrato indefinido ordinaria por tener una menor
indemnización por despido: 33 días de salario por año de servicio en la empresa con un
máximo de 24 mensualidades, frente a los 45 días por año de servicio con un máximo
de 42 mensualidades del contrato ordinario. Además, la aplicación del contrato
indefinido para el fomento del empleo se limitó exclusivamente a cinco colectivos de
desempleados: jóvenes entre 18 y 29 años, parados de larga duración que lleven al
menos inscritos más de un año como demandantes de empleo, mayores de 45 años,
trabajadores minusválidos y las conversiones, en determinadas condiciones, de los
contratos temporales en indefinidos. También se establecieron limitaciones a las
empresas para el uso de la nueva modalidad contractual. Así, las empresas que en los
doce meses anteriores a la celebración del contrato hubieran realizado una extinción por
causas objetivas declaradas improcedentes por sentencia judicial o hubieran procedido a
7
un despido colectivo, no podían dar de alta ningún contrato indefinido para el fomento
del empleo.
Por otra parte, se introdujo un programa de incentivos económicos (Ley
64/1997) mediante bonificaciones de las cotizaciones empresariales a la Seguridad
Social, principalmente destinadas a los colectivos para los que se podía usar el nuevo
contrato de fomento del empleo indefinido. Estas rebajas del coste del factor trabajo
tenían como vigencia dos años, excepto para los desempleados mayores de 45 años que
en cuyo caso las bonificaciones tenían la misma duración que la vigencia del contrato.
En la práctica, estas bonificaciones conseguían igualar, en los casos generales, los
costes laborales esperados de un trabajador temporal y de un indefinido que fuera
despedido al cabo de dos años (Malo y Toharia, 1999).
En los años siguientes, se produjeron algunos cambios, siendo los dos más
importantes que el nuevo contrato se convirtió en definitivo en 2001 y se produjo una
progresiva separación entre las medidas de bonificación de cotizaciones y el contrato de
fomento de la contratación indefinida, claramente plasmada en la ley 12/2001. Así, las
conversiones de los contratos temporales a indefinidos dejaron de ser objeto de dichas
bonificaciones salvo el caso de los contratos formativos. Además, esta ley dejó fuera de
los colectivos susceptibles de ser bonificados a los jóvenes menores de 30 años. Así
mismo, se impuso una indemnización de ocho días a la finalización de los contratos
temporales causales más utilizados, una medida añadida de reducción de las diferencias
de costes de extinción.
La reforma del sistema de prestaciones del año 2002 (ley 45/2002) introdujo un
cambio más desde el punto de vista de las diferencias de costes entre los contratos
temporales y los contratos indefinidos. En efecto, esa ley, al establecer una nueva
regulación de los salarios de tramitación, hizo que el coste del despido se volviera cierto
y de efecto inmediato, con tal de que el empresario aceptara que se trataba de un
despido improcedente y depositara la indemnización correspondiente en el juzgado de
lo social en las 48 horas posteriores al despido, sin tener que pagar salarios de
tramitación. El coste de extinción de los indefinidos disminuyó por dos vías: en primer
lugar, por la supresión de los salarios de tramitación; en segundo lugar, por la
eliminación de la incertidumbre del proceso de despido. Desde esa ley, puede decirse
que el despido en España es, en la mayoría de los casos, libre, aunque no gratuito (Malo
y Toharia, 2008).
8
Esa situación se mantuvo hasta la reforma de 2006, aprobada tras el Acuerdo
para la Mejora del Crecimiento y del Empleo (ACME) firmado por los agentes sociales,
en la que se adoptaron nuevas medidas de redefinición de los incentivos a la
contratación indefinida, siempre en la línea de acercar los costes laborales de los
temporales y los indefinidos. Así, se extendió el uso de los contratos indefinidos para el
fomento del empleo, y se amplió el periodo para las conversiones de los contratos
temporales en indefinidos de fomento del empleo hasta el 31 de diciembre de 2007.
Después de esa fecha, el único tipo de conversiones que se podría llevar a cabo sería a
través del contrato indefinido ordinario con indemnización de 45 días por año de
servicio en lugar de los 33 días de los indefinidos de fomento de empleo.
Por otra parte, se introdujo un Plan extraordinario para incentivar la conversión
de contratos temporales en fijos durante el segundo semestre de 2006, mediante una
bonificación fija anual durante tres años, en lugar de los dos años, para los contratos
temporales celebrados antes del 1 de junio de 2006. Este plan de conversión pretendía
transformar los contratos temporales suscritos con anterioridad a la entrada en vigor del
ACME, y reducir de esta manera la tasa de temporalidad mostrada hasta entonces por el
mercado de trabajo.
Para completar la descripción de las políticas adoptadas en España en materia de
contratación temporal en los últimos veinticinco años, el cuadro 1 presenta la evolución
del número de contratos temporales e indefinidos registrados en los servicios públicos
de empleo a partir del año 1985.
9
Cuadro 1.- Evolución de los diferentes tipos de contratos, 1985-2008 (Fuente:
Ministerio de Trabajo e Inmigración, Boletín de Estadísticas Laborales)
INDEFINIDOS TEMPORALES
TOTAL
TOTAL ORDINARIOS FOMENTO DEL EMPLEO
% TEMPORA
% ORD INICIALES CONVERSIONES
1985 2,736,218 188,607 180,028 95.45 8,579 0 2,547,611 93.11
1986 3,338,987 206,584 193,326 93.58 13,258 0 3,132,403 93.81
1987 3,920,357 221,400 207,396 93.67 14,004 0 3,698,957 94.35
1988 4,622,562 230,333 214,827 93.27 15,506 0 4,392,229 95.02
1989 5,356,732 256,805 242,355 94.37 14,450 0 5,099,927 95.21
1990 5,535,663 281,014 268,203 95.44 12,811 0 5,254,649 94.92
1991 5,522,518 280,528 269,154 95.95 11,374 0 5,241,990 94.92
1992 5,166,795 284,742 250,427 87.95 13,267 21,048 4,882,053 94.49
1993 4,654,787 222,240 178,391 80.27 12,927 30,922 4,432,547 95.23
1994 6,040,602 204,288 152,523 74.66 19,426 32,339 5,836,314 96.62
1995 7,330,094 367,047 212,826 57.98 14,304 27,063 6,963,047 94.99
1996 8,627,547 354,372 204,235 57.63 13,718 26,428 8,273,175 95.89
1997 10,093,565 707,481 162,461 22.96 135,791 286,051 9,386,084 92.99
1998 11,663,279 970,964 178,033 18.34 331,841 313,680 10,692,315 91.68
1999 13,235,327 1,218,264 220,789 18.12 389,539 410,329 12,017,063 90.80
2000 13,828,919 1,208,414 313,869 25.97 437,178 219,626 12,620,505 91.26
2001 14,056,484 1,304,087 318,478 24.42 269,491 472,600 12,752,397 90.72
2002 14,179,248 1,282,960 434,341 33.85 308,865 539,754 12,896,288 90.95
2003 14,668,063 1,269,768 423,732 33.37 292,213 553,823 13,398,295 91.34
2004 16,350,784 1,419,718 491,648 34.63 314,626 613,444 14,931,066 91.32
2005 17,164,965 1,542,838 547,449 35.48 295,306 700,083 15,622,127 91.01
2006 18,526,772 2,177,245 665,200 30.55 362,560 1,149,485 16,349,527 88.25
2007 18,631,239 2,229,515 989,589 44.39 337,716 902,210 16,401,724 88.03
2008 16,599,950 1,901,318 875,319 46.04 246,299 779,700 14,698,632 88.55
10
contratos ordinarios (es decir, acogidos al despido de 45 días), información que no
existe en los registros de la Seguridad Social de los que procede la MCVL.
Los datos básicos del análisis se refieren a los episodios de afiliación iniciados
en los años de referencia de la MCVL, es decir, 2004 a 2007, correspondientes a
contratos indefinidos, sobre los cuales se dispone de información sobre las
características laborales (rama de actividad, grupo de cotización, tipo de empresa,
tamaño de la empresa, domicilio del centro de cotización) así como las características
personales del trabajador contratado (sexo, edad, y lugar de residencia). La MCVL
permite estudiar cuatro posibles modalidades: indefinidos ordinarios, iniciales
bonificados, conversiones bonificadas y conversiones no bonificadas. El cruce con el
registro de contratos permite distinguir en todos estos casos entre los contratos sujetos a
un “menor despido” y los sujetos al “despido ordinario”.
El punto de partida lo constituyen, pues, los episodios de contratos indefinidos
iniciados en los años 2004 a 2007. A continuación se realiza una descripción de estos
episodios de contratos indefinidos, teniendo en cuenta el sexo de las personas que los
ocupan, tal y como se recoge en el cuadro 2. Los episodios iniciados correspondientes a
contratos indefinidos ordinarios suponen alrededor de la mitad de los episodios
iniciados de contratos indefinidos, aumentando este porcentaje en el año 2007. La
proporción de los contratos bonificados que se inician cada uno de los años también ha
aumentado entre 2004 y 2007, pasando del 13 al 18 por ciento. Las conversiones
bonificadas caen, suponen el 26 y el 30 por ciento de los contratos indefinidos iniciados
entre 2004 y 2005, en 2006 son el 15 por ciento y en el año 2007 tan solo suponen el 3,5
por ciento de todos los contratos indefinidos iniciados. Las conversiones no bonificadas
aumentan en el año 2007 respecto al 2004 (20 y 11 por ciento respectivamente), aunque
la proporción en el año 2006 es mayor que en el 2007 (25 por ciento). La distribución
de estos contratos para hombres y mujeres muestra que los indefinidos ordinarios tienen
más peso relativo entre los hombres, mientras que los iniciales bonificados suponen una
proporción mayor para las mujeres.
11
Cuadro 2. Episodios de contratos indefinidos iniciados entre 2004 y 2007 por tipo de
contrato, sexo y año de inicio (distribución porcentual y total poblacional) (Fuente:
MCVL)
Varones
2004 2005 2006 2007
Indefinidos ordinarios 54,26 51,17 51,52 62,74
Iniciales bonificados 6,54 6,12 8,46 13,05
Conversiones bonificadas 27,75 30,30 15,27 3,56
Conversiones no bonificadas 11,45 12,41 24,75 20,65
Total contratos indefinidos 1035500 1190575 1300000 1143525
Mujeres
2004 2005 2006 2007
Indefinidos ordinarios 44,81 41,90 42,87 54,01
Iniciales bonificados 20,62 18,85 18,59 22,88
Conversiones bonificadas 24,81 28,69 14,51 3,30
Conversiones no bonificadas 9,76 10,56 24,03 19,82
Total contratos indefinidos 856325 954000 1108775 1037025
Total
2004 2005 2006 2007
Indefinidos ordinarios 49,98 47,05 47,54 58,58
Iniciales bonificados 12,91 11,78 13,12 17,73
Conversiones bonificadas 26,42 29,58 14,92 3,44
Conversiones no bonificadas 10,69 11,59 24,42 20,25
Total contratos indefinidos 1891825 2144575 2408775 2180550
12
Gráfico 1. Distribución de los contratos indefinidos iniciados entre 2004 y 2007 por tipo
de contrato, sexo y año de inicio (Fuente: MCVL)
100%
90%
80%
70%
60%
Mujeres
50%
Hombres
40%
30%
20%
10%
0%
2004 2005 2006 2007 2004 2005 2006 2007 2004 2005 2006 2007 2004 2005 2006 2007
13
Cuadro 3 Enlace entre los contratos identificados como potencialmente incluidos en la
MCVL y los episodios de la MCVL iniciados entre 2004 y 2007 (Fuente: datos
enlazados de contratos y la MCVL)
Conversiones Iniciales Conversiones no
Ordinarios Total
bonificadas bonificados bonificadas
14
Cuadro 4 Recurso al “menor despido”; muestra de la MCVL enlazada con contratos, por
sexo
Recurso al “menor despido”
No acogidos Acogidos Total Porcentaje
VARONES
Ordinarios 26.406 1.324 27.730 4,77
Conversiones bonificadas 13.031 6.875 19.906 34,54
Iniciales bonificados 1.743 7.162 8.905 80,43
Conversiones no bonificadas 7.856 5.964 13.820 43,15
Total 49.036 21.325 70.361 30,31
MUJERES
Ordinarios 13.168 795 13.963 5,69
Conversiones bonificadas 7.641 3.867 11.508 33,60
Iniciales bonificados 4.955 7.200 12.155 59,23
Conversiones no bonificadas 4.587 3.733 8.320 44,87
Total 30.351 15.595 45.946 33,94
AMBOS SEXOS
Ordinarios 39.574 2.119 41.693 5,08
Conversiones bonificadas 20.672 10.742 31.414 34,19
Iniciales bonificados 6.698 14.362 21.060 68,20
Conversiones no bonificadas 12.443 9.697 22.140 43,80
Total 79.387 36.920 116.307 31,74
En el análisis empírico, por lo tanto, se usará una variable combinada del tipo de
contrato y el tipo de despido, que tomará, pues, ocho valores (cuatro tipos de contratos y
dos tipos de despido).
Para completar la descripción de la muestra utilizada, se presentan dos cruces de
esta variable del tipo de contrato: el porcentaje de personas cuyo episodio seguía en
vigor a finales de 2007 y la duración media del episodio, en este caso cruzada en
función del por año de inicio del episodio. Esta duración será la variable dependiente de
los modelos que se estimarán en el próximo apartado. El cuadro 5 presenta los datos.
15
Cuadro 5 Porcentaje de los contratos firmados en 2005-2007 en vigor a 31 de diciembre
de 2007 y duración media, según el año de inicio y el tipo de contrato (incluido del tipo
de despido) (Fuente: enlace de MCVL y registro de contratos)
2005 2006 2007 Total
% de contratos en vigor a 31-12-2007
Ordinarios 39,38 51,84 75,62 58,3
Conversiones
47,64 61,12 86,56(&) 55,2
bonificadas
Mayor despido Iniciales
41,88 49,42 68,83 52,0
bonificados
Conversiones no
42,61 53,64 82,98 64,6
bonificadas
Ordinarios 37,53 47,12 74,36 57,2
Conversiones
----(*) 70,74 90,39 72,0
bonificadas
Menor despido Iniciales
44,27 51,07 68,19 57,1
bonificados
Conversiones no
----(*) 64,71 84,99 82,2
bonificadas
Duración media (días)
Ordinarios 566 388 166 344
Conversiones
670 465 179 (&) 557
bonificadas
Mayor despido Iniciales
608 372 155 408
bonificados
Conversiones no
574 401 167 340
bonificadas
Ordinarios 526 356 156 303
Conversiones
----(*) 372 171 360
bonificadas
Menor despido Iniciales
565 379 157 321
bonificados
Conversiones no
----(*) 342 167 191
bonificadas
Notas:
(*) en 2005 las conversiones no podían acogerse al menor despido;
(&) en 2007 las conversiones ya no estaban bonificadas salvo en el caso de los contratos formativos, por lo que el
número de casos en los que se basan estas cifras es muy reducido
Lo primero que debe aclararse en relación con los datos del cuadro 5 es que las
conversiones con menor despido son las que mayor porcentaje de contratos “vivos”
presentan, pero eso se debe a que ese tipo de contrato sólo existe desde la reforma de
2006, ya que antes no era posible acogerse, en el caso de conversiones de contratos
temporales, al menor despido introducido en 1997. Por la misma razón, pero al
contrario, el porcentaje de contratos vivos en el caso de las conversiones bonificadas se
ve afectado por el hecho de que en el año 2007 las conversiones no podían acogerse a
bonificación alguna (salvo las provenientes de contratos formativos). Lo mismo sucede
con las cifras de duración medias de todos los periodos, que se ven afectadas por el
distinto peso de las cohortes de entrada.
16
Por lo tanto, el análisis debe hacerse siempre teniendo en cuenta el año de
entrada. Considerando en primer lugar los contratos iniciados en 2005, los contratos
ordinarios parecen los más inestables, tanto porque el porcentaje de los que permanecen
el vigor es el más bajo (algo menos del 40%) como porque la duración media también
es la más baja. Además, se observa que los que tienen un menor despido (que en esta
categoría de contratos son sólo un 5%) tienen una estabilidad incluso menor. Las
conversiones son las que mayor porcentaje de supervivencia presentan, sobre todo las
bonificadas (recuérdese que en este año las conversiones no podían acogerse al menor
despido). Los contratos iniciales bonificados se encuentran en una posición intermedia
en cuanto al porcentaje de supervivencia, si bien la duración media es más alta que la de
las conversiones no bonificadas.
A partir del año 2006, los contratos bonificados tienden a tener unos porcentajes
de supervivencia más bajos que los contratos ordinarios, manteniéndose las
conversiones en niveles más altos. También se observa que tanto en las conversiones
como en los iniciales bonificados, aunque no en los ordinarios, los contratos acogidos al
despido más bajo tienden a ser algo más estables, algo que sólo se observa en el caso de
las conversiones no bonificadas en el año 2007.
Las duraciones medias tienden a repetir, como es esperable, el mismo patrón; la
menor duración de las conversiones bonificadas no debe entenderse en sentido
contrario, sino que es atribuible a que la reforma laboral se aprobó a mediados de año
por lo que la mayor parte de las conversiones se realizó en la segunda mitad del año y su
duración máxima posible es, por consiguiente, menor.
Sin embargo, este análisis tiene el inconveniente de que no tiene en cuenta el momento
de entrada, por lo que en el apartado siguiente se presentan los resultados del análisis
empírico de la duración, según cuándo se iniciara el episodio, así como el modelo de
análisis multivariante para tratar de limpiar el efecto que otras variables puedan tener
sobre la duración de los episodios.
17
5. La duración de los contratos indefinidos
18
acaban por encima de los bonificados. La consideración de la variable tipo de despido
resulta pues relevante para los perfiles de supervivencia considerados.
0 500 1000
Tiempo (días)
19
a) θ(Xit) que recoge la influencia de una serie de variables explicativas sobre el
riesgo de que se produzca un determinado acontecimiento, siendo Xit un
vector de variables explicativas en las que el subíndice i indica que dichas
variables cambian para cada individuo y el subíndice t que dichos valores
varían también a través del tiempo.
b) Q(t, Zit) que recoge la componente temporal del riesgo, es decir, el riesgo
cambia a través del tiempo en la forma que indica esta función. En esta
función, t hace referencia al tiempo y Zit hace referencia a un conjunto de
variables explicativas que influyen en el componente temporal.
Dependiendo de que consideremos que el componente temporal del riesgo depende
exclusivamente del tiempo (Q(t)) o que además depende de un conjunto de variables
explicativas (Q(t, Zit)) podremos diferenciar entre modelos de riesgo proporcional en el
tiempo en el primer caso y modelos de riesgo no proporcional en el tiempo en el
segundo.
El supuesto fundamental que sostienen los modelos de riesgo proporcional en el tiempo
es el de que la variación de fondo en el riesgo durante el tiempo (Q(t)), así como el
efecto de las variables explicativas sobre tal riesgo, son idénticos para todos y cada uno
de los individuos que se estudian. Bajo este supuesto, a la hora de realizar una
especificación proporcional del modelo de riesgo se deben especificar dos funciones:
20
- Que βk sea mayor que 0 y por tanto Vk sea mayor que 1 en cuyo caso
suele interpretarse como que un aumento de una unidad en Xk
aumenta el riesgo de que se produzca el acontecimiento en un
porcentaje que se calcula como X(exp(βk)-1).
- Que βk sea menor que 0 y por tanto Vk sea menor que 1 en cuyo caso
suele interpretarse como que un aumento de una unidad en Xk
disminuye el riesgo de que se produzca el acontecimiento en un
porcentaje que se calcula como X(exp(βk)-1).
21
El cuadro 6 recoge únicamente los resultados relativos a la variable tipo de
contrato, que es la más relevante para los fines de este estudio. Los coeficientes
muestran que las conversiones con menor coste de despido resultan las más estables,
tanto en el modelo sencillo como en el que incluye variables de control, sobre todo las
bonificadas. Debe recordarse, sin embargo, que estas conversiones de menor despido
sólo se observan a partir de junio de 2006 por lo que el periodo de observación es
menor, lo que podría explicar el resultado obtenido.
En el modelo sin variables de control, los ordinarios y los iniciales bonificados
de menor despido son los que mayor inestabilidad presentan, por encima de los
ordinarios y los iniciales bonificados de mayor despido, entre los cuales no hay
diferencias significativas. Sin embargo, cuando se consideran otras variables en el
modelo, las diferencias de coste de despido no afectan a los contratos ordinarios ni a los
iniciales bonificados de menor despido; sin embargo, los bonificados de mayor despido
se vuelven más inestables. Por otra parte, las conversiones mantienen su situación de
mayor estabilidad, aunque ahora son las de menor despido las que resultan más estables.
Los resultados se repiten cuando se interaccionan las variables con el momento
de la entrada, y, al igual que en el modelo anterior, en 2006 y 2007 la inestabilidad de
todos los contratos tiende a ser mayor.
22
Cuadro 6 Resultados de los modelos de duración de los contratos indefinidos a tiempo
completo iniciados entre junio de 2005 y diciembre de 2007 (Fuente: Véase Anexo)
Modelo sin otras variables Modelos con otras variables
Prob. relativa Signif. Prob. relativa Signif.
VARIABLES SIN INTERACCION
Ordinarios (&)
Conversiones bonificadas 0,6968 ** 0,6295 **
Mayor despido
Iniciales bonificados 1,0047 1,1052 **
Conversiones no bonificadas 0,8540 ** 0,7503 **
Ordinarios 1,1420 ** 1,0130
Conversiones bonificadas 0,6110 ** 0,5699 **
Menor despido
Iniciales bonificados 1,0888 ** 1,0200
Conversiones no bonificadas 0,6838 ** 0,5890 **
2005(&)
Año de inicio 2006 1,0528 **
2007 1,1307 **
VARIABLES INTERACCIONADAS
Ordinarios (&)
Mayor despido Conversiones bonificadas 0,7362 ** 0,6332 **
2005 Iniciales bonificados 0,9032 ** 0,9713
Conversiones no bonificadas 0,9232 ** 0,7919 **
Menor despido Ordinarios 1,0295 0,9166
2005 Iniciales bonificados 0,9096 ** 0,8714 **
Ordinarios 1,0776 ** 1,0213
Mayor despido Conversiones bonificadas 0,7349 ** 0,6398 **
2006 Iniciales bonificados 1,1759 ** 1,1184 **
Conversiones no bonificadas 1,0014 0,8440 **
Ordinarios 1,2789 ** 1,0841
Menor despido Conversiones bonificadas 0,6623 ** 0,5937 **
2006 Iniciales bonificados 1,1182 ** 1,0068
Conversiones no bonificadas 0,8628 ** 0,7529 **
Ordinarios 1,1534 ** 1,0971 **
Mayor despido Conversiones bonificadas 0,5919 ** 0,5996 *
2007 Iniciales bonificados 1,5812 ** 1,3820 **
Conversiones no bonificadas 0,7976 ** 0,6854 **
Ordinarios 1,2863 ** 1,0957
Menor despido Conversiones bonificadas 0,4414 ** 0,4549 **
2007 Iniciales bonificados 1,5913 ** 1,3377 **
Conversiones no bonificadas 0,7003 ** 0,6093 **
23
6. Conclusiones
Este artículo ha partido de la consideración de que la elevada temporalidad
existente en España obedece, al menos en parte, al hecho de que existe una estabilidad o
inestabilidad inherente a los puestos de trabajo, independientemente del tipo de contrato
con el que se cubran, por lo que una reducción de las diferencias de costes entre los
contratos indefinidos y los temporales puede resultar ineficaz desde el punto de vista de
la temporalidad pues la mayor contratación indefinida generada por esa disminución va
a parar a puestos inherentemente más inestables, lo que implica que el aumento de la
entrada no se traduce en un aumento de igual magnitud del stock de indefinidos.
El planteamiento básico anterior sugiere que un contraste empírico relevante es
si la reducción de los costes hace que los empresarios recurran a contratos indefinidos
para puestos más inestables. Ese contraste se ha planteado con datos de contratos
indefinidos de diferente coste firmados en el periodo 2005-2007, para los que se ha
planteado un modelo de duración, usando como variables explicativas complementarias
el sexo, la edad, la rama de actividad, la ocupación, el nivel de estudios y el tipo de
empresa.
Una vez tenidas en cuenta estas variables, cabría esperar que los contratos de
menor coste fueran usados para puestos más inestables. Esto es precisamente lo que
sugiere el análisis empírico llevado a cabo mediante la estimación de un modelo de
duración de los episodios de empleo. El resultado obtenido pues, tiende a confirmar la
idea de que la temporalidad, independientemente del tipo de contrato que se use, tiene
sus raíces en las diferencias de productividad que imparten a los puestos de trabajo
diferentes inherentes en cuanto a su estabilidad. Si esta conclusión es correcta, como
sugiere el análisis empírico realizado, se deduce que es probable que las políticas de
acercamiento de costes de contratación y extinción entre temporales e indefinidos no
funcionen como forma de reducir la temporalidad.
24
7. Referencias
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