Manzanilla - El Surgimiento de La Ciudad Urbana y La Formación Del Estado PDF
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CONSIDERACIONES
Linda Manzanilla
IIA-UNAM
Introducción
Los diversos modelos de sociedades prefeudales que se proponen para el pasado han surgido,
en su mayor parte, de estudios basados en fuentes históricas y de analogías etnográficas. Así, la
clásica división de Service (1975) en bandas, tribus, jefaturas y estados, o la de Fried (1967) en
sociedades igualitarias, jerarquizadas, estratificadas y clasistas parecían haber organizado el
universo etnográfico y el arqueológico en órdenes de características discretas. Sin embargo, a
pesar de múltiples esfuerzos hechos en este sentido, no se llegó a esclarecer el proceso de
cambio hacia formas más complejas. Un problema que ha predominado en la arqueología de los
últimos años es la pretensión de hacer que los datos concuerden forzadamente con dichos
modelos, más que avanzar en la formulación teórica a partir de la nueva información.
Con respecto a la formación de las primeras sociedades urbanas y estados arcaicos, el primer
punto que se destaca es ta inexistencia de correlatos etnográficos para este tipo de sociedades.
Por sociedad urbana prístina entenderemos aquí una sociedad con división compleja del trabajo,
es decir, la presencia de especialistas en actividades diversas de las de aquellos que están
dedicados a la producción de bienes de subsistencia; este tipo de sociedad presenta instituciones
que coordinan los procesos económicos y ejercen autoridad sobre el común de la población; y,
por último, la residencia de la mayor parte de los especialistas y de la autoridad es un centro
urbano que provee de servicios particulares a la región circundante (por ejemplo la distribución de
una amplia gama de bienes). En contraposición, entenderemos por sociedad estatal arcaica a la
que presenta una organización social clasista, con indicios claros de acumulación de riqueza,
demarcación relativamente precisa de fronteras, la conquista como forma de apropiación territorial
y el tributo como mecanismo de sujeción económica.
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El estudio de indicadores en arqueología tiene como meta establecer una relación entre la
información empírica y los fenómenos que están estipulados en el marco conceptual. A este
respecto, la función del contexto arqueológico es muy importante en cuanto a la referencia
funcional y espacio-temporal del material empírico. Puede considerarse por ejemplo la existencia
de una división compleja del trabajo, como elemento clave para detectar la presencia de
sociedades urbanas tempranas. A nivel artesanaí se buscarán -en el registro arqueológico- trazas
de la existencia de indicadores de especializaclón como serían la presencia de barrios, talleres,
tumbas de los especialistas con sus instrumentos, marcas de los artesanos en su producción
(particularmente notorias en la alfarería Samarra de Mesopotamia), elementos que denoten
habilidad o complejidad particular en la elaboración de ios objetos (es el caso de la cerámica
policroma Halaf, en que cada pieza es una obra única, o la manufactura de objetos de bronce) y
la producción en masa que se observa en la alfarería hecha con moldes o al torno (Manzanilla
1979, 1986).
Un factor por detallar es el grado de especialización del trabajo. En el caso de los talleres de
lítica, hay ejemplos de sitios donde se produce una amplia gama de instrumentos sobre una
determinada materia prima, mientras que en otros casos existen talleres productores de un solo
tipo de instrumento.
Debe señalarse que estos indicadores no están desligados de un contexto general de uso/con-
sumo donde es pertinente evaluar cuáles necesidades sociales se satisfacen. Quien esto escribe
propuso en 1979 que la única manera de evaluar correctamente el impacto social de los bienes es
correlacionando la información de los contextos de producción -ya sean elementos de subsisten-
cia, manufacturas o construcción- con los de uso/consumo, referidos a las ramas de consumo
individual inmediato y productivo, la distribución y el intercambio, así como con las instancias
políticas e ideológicas (Manzanilla 1979, Cap. X). Por eso no es lo mismo hallar un taller de
elaboración de navajtllas prismáticas destinadas a un uso de herramientas domésticas de corte,
que encontrar un taller similar bajo los auspicios del templo, cuyos productos sirven para el
autosacrificio. En consecuencia, es necesario contar con los sitios de producción y distribución de
esos mismos productos en contextos primarios que denoten su función.
Siguiendo sobre este tipo de argumentación, diríamos que, a nivel artesanaí, se tienen dos
tipos de especialistas:
1. Los que trabajan por su cuenta (independientes). En este caso se subdividirían a su vez en:
a) Quienes laboran individualmente, que tendrían sus casas y talleres disgregados en forma
aleatoria por el asentamiento.
b) Por otro lado, quienes presentan formas de cooperación al interior de un tipo de trabajo
pueden estar asentados en barrios, aun cuando quizá intervengan más factores en esta decisión.
2. El especialista que trabaja exclusivamente para el templo o el palacio. En este caso, sus
moradas y talleres se localizarían en las inmediaciones de los recintos ceremoniales y palaciegos.
Otro de los elementos relevantes para definir a las primeras sociedades urbanas es la exis-
tencia de una institución que coordine varios procesos económicos. Como señalamos en 1983,
los indicadores pertinentes más tempranos giran alrededor del templo en cuanto institución que
controla la producción especializada de ciertos bienes, el almacenamiento de otros, la distribución
y el intercambio de los mismos a distancia. Se desarrollará este aspecto en un inciso posterior.
Por último se consideró parte de dicha definición la existencia de un centro urbano que serviría
de residencia a la mayoría de especialistas no dedicados a la subsistencia, que proporcionan
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I. El caso de Mesopotamia
El ejemplo de Mesopotamia reviste especial importancia en el problema que nos atañe, ya que
constituye el caso más antiguo y mejor conocido del surgimiento de la sociedad urbana y el
estado. Numerosos investigadores han propuesto varias hipótesis de explicación sobre el proceso
de transformación hacia una "sociedad compleja". A continuación se esbozarán algunas de estas
ideas desarrolladas con amplitud en 1979, y se analizará la pertinencia de su aplicación a
periodos concretos de la historia mesopotámica.
La proposición más discutida es la de Kart Wittfogel, surgida del estudio de algunos periodos
de la historia de China, generalizada por dicho autor y sus seguidores a nivel mundial. El
concepto básico es el de "sociedad hidráulica", es decir, una organización agraria en la que las
obras de riego (con propósitos productivos y de protección) y otras construcciones (de
comunicación, defensa, servicio, etcétera) son administradas por un gobierno fuerte (Wittfogel
1974.17), cuya eficacia se sustenta en la capacidad de organizar y controlar una gran fuerza de
trabajo para la construcción y mantenimiento de las obras, así como la distribución de agua y
tierras irrigadas.
Una sociedad hidráulica tendería a adquirir una conformación estatal, siendo el estado el
sistema político más eficaz para integrar los patrones formales de autoridad que requieren las
tareas arriba mencionadas (Sanders y Price 1968:177). Sin embargo, se conciben también
sociedades hidráulicas no-estatales (a nivel de cacicazgos) y no-urbanas.
A pesar de que los ejemplos etnográficos quizá no sean pertinentes para una comparación
con casos arqueológicos, quisiéramos citar el hecho de que no siempre ta competencia por agua
causa conflictos. En el estudio de siete sistemas de riego a pequeña escala en grupos actuales,
Millón (1962:56) concluye que no hay relación clara entre el grado de centralización üe la
autoridad y el tamaño del sistema de irrigación o el de la población que sostiene. La dependencia
de un sistema de riego común tiene como efectos no sólo fenómenos de antagonismo, sino
también de cooperación.
Los registros administrativos de mediados del tercer milenio aC indican que la población
dependía principalmente del cultivo extensivo bajo rotación, alternando periodos de barbecho con
cosechas de leguminosas. El riego a pequeña escala constituía una parte subsidiaria de una red
Interdependiente de técnicas de subsistencia y relaciones económicas, y éste no puede aislarse
como un agente causal (Adams 1969; Hola 1974:271).
Ambos modelos serán tratados en un mismo inciso puesto que siempre aparecen íntimamente
relacionados ya sea explícita o implícitamente. Uno de sus grandes defensores es Robert Carneiro
(1970) para explicar el surgimiento del estado. El propone que el aumento progresivo de la
población provocaría constantes conflictos debido a la competencia por terrenos aptos para
labores agrícolas, zonas de recolección, caza o pesca (creando así presión sobre los recursos ya
limitados). El corolario de las fricciones constantes sería la conquista de unos grupos por otros,
estableciendo una relación de tipo tributario entre vencedor y vencido. Estos mecanismos
aumentarían progresivamente el tamaño de las unidades políticas, así como el grado de
complejidad y centralización.
Para Mesopotamia se cuenta con tres modelos enmarcados dentro de estas hipótesis. El más
ortodoxo fue formulado por Cuyler Young (1972) con el fin de aplicar las proposiciones de
Boserup (1965) y Carneiro (1970) a Mesopotamia, área considerada como una unidad geográfica
relativamente circunscrita; entre 6000 y 4500 aC aumentaría la población trece veces más, hecho
que provocaría presión sobre los recursos. La resolución sólo podría estar en el ámbito de la
Intensificación del uso de la tierra y de la migración de un sector de la población a zonas
marginales. Esta etapa pudo haberse presentado durante el periodo Ubaid.
McGuire Gibson (1973:458-460) propone un modelo para las áreas de Uruk, Nippur y Kish, que
presenta algunas diferencias respecto al anterior. En primer lugar, el aumento de la población está
en función de la productividad de la tierra, y no es variable independiente, como pretende
Boserup. El crecimiento demográfico constituye el índice principal, pero introduce un nuevo factor
considerado fundamental en el proceso de urbanización de Mesopotamia. el abandono del cauce
oriental del Eufrates causa que la población se mueva hacia occidente, cerca del nuevo lecho.
Este desplazamiento aglutina más aún a la población reduciendo la tierra disponible. De nuevo se
plantea que la única salida es la de intensificar la agricultura, la red económica y la organización
social (?). Sin embargo, el sistema de grandes unidades de asentamientos sería insuficiente, de
ahí que los sitios más grandes se desintegren en pequeñas aldeas dispersas en el territorio. Esto
provoca un aumento demográfico, además de nuevos intentos de intensificación a nivel del
intercambio y de la especialización artesanaí. La competencia por tierra y bienes es tan intensa
que la guerra se torna un fenómeno común y mejor organizado. Conviene ahora enfrentar los
conflictos de manera directa, en lugar de optar por la migración.
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B último modelo particular que citaremos fue propuesto por Robert McC. Adams (1972:62-63),
quien comparte el esqueleto central de los modelos expuestos anteriormente, pero considera que
los efectos de dicho proceso deben analizarse no sólo a nivel intercomunal (como el creciente
énfasis en hostilidades de tipo bélico, que propiciaría la aparición de ciudades-estado
amuralladas), sino también a nivel intracomunal, es decir, modificando la estratificación social, que
favorecería el surgimiento de superestructuras estatales a la larga.
Hole (1974:277) menciona que existen evidencias históricas de guerra hasta 2500 aC, algunos
siglos después de la culminación del proceso. Service (1975:304-308) añade que las evidencias de
violencia se encuentran en forma esporádica durante todo el proceso. Por otro lado, no hay que
confundir entre dos tipos de conflictos: las fricciones entre vecinos rivales, en las que una ciudad
vence a otra después de una disputa por fronteras, y los conflictos entre sedentarios y nómadas.
En otra escala totalmente distinta estarla el militarismo sistemático de un estado expansionista.
Este se presentaría desde el Periodo Acadio en adelante, por lo que, teniendo en mente el modelo
original que proponemos, sólo a partir de este tiempo podría hablarse de estado.
Es conocido por todos que los sitios del Cercano Orlente se caracterizan porque las diferentes
ocupaciones están superpuestas hasta formar grandes montículos denominados te//, en los que la
mayoría de los niveles habitacionales yacen a varios metros de profundidad bajo rellenos y es-
combros. Lo mismo sucede con los asentamientos sepultados en el limo. Por lo tanto, los factores
que influirían decisivamente sobre la extensión y la densidad de los materiales de superficie son:
la profundidad a la que se localizan los distintos niveles de habitación, los medios por los cuales
los materiales pertenecientes a los depósitos subyacentes son llevados a la superficie, el grado de
erosión del sitio y el número de niveles superpuestos, por mencionar algunos.
Wright y Johnson han propuesto un esquema para explicar el origen del Estado en el
Khuzistán. En el proceso estaría involucrado el surgimiento de instituciones gubernamentales
centralizadas, con funciones administrativas especializadas en la toma de decisiones, lo cual
implicaría la presencia de tres o más niveles en una jerarquía de control para ser consideradas
estatales. Los indicadores serían: la supremacía jerárquica de unos asentamientos sobre otros y el
uso de cierta tecnología en la administración.
Los mecanismos propuestos para explicar el surgimiento de dichos niveles son los siguientes:
el hecho de que variables diversas estén cambiando al mismo tiempo, lo cual excedería la
capacidad para procesar la información de las instituciones encargadas de la toma de decisiones
en la sociedad.
Con esta hipótesis nunca se determina qué tipo de variables están en juego; tampoco se
comprende cómo surge un sistema administrativo complejo en el Cercano Oriente y su
funcionamiento en detalle. Al no analizar los contextos específicos donde la administración tiene
lugar -contextos, por otro lado, que son muy claros en los sitios del Cercano Oriente, a diferencia
de otras civilizaciones tempranas-, se desperdician datos que son muy reveladores que cómo se
dio el proceso de surgimiento de instituciones de control. Según nuestra propuesta, el sistema
administrativo sería un efecto, no una causa, de un sistema más complejo centrado en la
redistribución. Este tema se abordará más adelante.
Coün Renfrew (1975) ha desarrollado una serie de modelos por los cuales se explicaría el
papel del intercambio como indicador del grado de organización y complejidad de una
"civilización", así como el origen del estado. Los conceptos principales a que hace referencia son
el de localidad central", como lugar específico donde se realiza el intercambio, y el de "módulo
estatal temprano", como unidades territoriales autónomas donde están dichos sitios. En primer
lugar, establece una diferencia entre cacicazgo y estado con el criterio de permanencia de las
localidades centrales. El origen de las civilizaciones sería visto a través de la óptica del
surgimiento de dichos nodos centrales permanentes como representantes de los centros de
población principales de los módulos estatales. Un ejemplo sería las ciudades-estado sumerias.
Algunos arqueólogos han comenzado a estudiar el difícil tema del intercambio para el Cercano
Oriente preliterario. La lentitud con que se va constituyendo el esquema se debe a la complejidad
de los factores involucrados y la dificultad de evaluar -sólo con los datos arqueológicos- ciertos
modos y medios. Por lo general, se habla del caso particular de alguna materia prima como la
clorita, el lapislázuli o el cobre, para indicar la interacción entre las esferas de Influencia sumerias
e iraníes en el tercer milenio aC. En periodos más tempranos es digno de mención el caso de la
obsidiana, que Wright (1969) ya ha descrito.
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El tema del intercambio no puede ser tratado únicamente bajo el enfoque de las materias
primas, sino que habría que abordarlo con respecto al uso de que éstas son objeto, las formas de
intercambio, las rutas, quiénes participan y los que resultan beneficiados. De la tabulación de los
objetos hallados en los sitios calco! fticos de Mesopotamia septentrional emerge un esquema
bastante complejo. Algunas materias primas destinadas a la manufactura de bienes de uso, se
transforman posteriormente en bienes de prestigio (por ejemplo, el alabastro, la obsidiana y la
caliza). E-as utilizadas en un tiempo para elaborar Instrumentos de trabajo, en otro aparecen
representadas en armas o en objetos de uso administrativo (la serpentina, el basalto o la dio rita).
Otras se emplean como elemento de adorno personal, convirtiéndose a la larga en la base
material de instrumentos y armas (por ejemplo, el cobre). El lapislázuli, el oro y la plata penetran
en conjunto y en forma súbita, como bienes altamente prestigiados y representantes de estatus
(Manzanilla 1979,1986). Es necesario preguntarse qué fenómenos están detrás de estos hechos.
El panorama que surge al analizar ios cambios ocurridos en las redes de intercambio con el
paso del tiempo es el siguiente.
En el periodo Ubaid (Perkins 1949; Tobler 1950; Mellaart 1975) por primera vez, se observa la
ocupación completa de la llanura mesopotámica y un amplio contacto Interregional. Así lo
evidencian los hallazgos de obsidiana de Turquía Oriental en los sitios del Golfo Pérsico.
Asentamientos como Tepe Gawra, en la llanura norte, parecen haber controlado el abastecimiento
de turquesa, cobre, lapislázuli y alabastro a través de la ruta: Tepe Giyán, Sialk y Tepe Hissar. Por
otra parte, continúa la relación con Anatolia Oriental, para el abastecimiento de obsidiana, y quizá
cobre y oro.
Para el Periodo Uruk y Gawra (Herrmann 1968; Caldwell 1976; Wright, H.T. 1972; Dyson 1965;
Beale 1973; Tosi 1973; Lamberg-Karlovsky 1973, 1974), hay una integración a mayor escala del
patrón anterior. Con relación al intercambio a larga distancia, se pueden mencionar dos grandes
circuitos que se intersectan quizá en Susa (Manzanilla 1979):
a) La red del norte comprende la línea que une Tepe Gawra, Tepe Giyán, Sialk y Tepe Hissar,
ruta denominada en milenios posteriores como "el gran camino del Khurasan". A través de esta
ruta penetraban el lapislázuli y la turquesa hasta Tepe Giyán, y posiblemente de ahí pasaban a
Susa, a Uruk y a Tepe Gawra.
b) La red del sur relacionaba ai Golfo Pérsico (para sitios como Bakún A, Jagín) con el Kerman
(en Tepe Yahya y Tal-i Iblis) y el Khuzistán (con Tepe Farukhabad y quizá con Susa). Estos sitios
en su mayoría estaban dedicados a la elaboración de manufacturas específicas.
Para Susa se ha señalado que, a principios de Uruk, la articulación de tas redes de intercambio
estaba en íntima relación con las apariciones periódicas de grandes grupos de nómadas
especializados que requerían de bienes (Wright y Johnson 1975:279).
En el Periodo Jemdet Nasr (Tusa 1977; Weiss y Young 1975; Young 1972; Lamberg-Karlovsky
y Tosi 1973; Frankfort 1971), se observa la implantación -en ocasiones por la fuerza- de colonias
protoeiamitas en varios puntos relacionados con el abastecimiento de materias primas
procedentes de Irán. El control político de las rutas de intercambio y de los yacimientos fue,
según Beale (1973), el factor dominante que determinó las fluctuaciones más importantes.
300 COLOQUIO V. GORDON CHILDE
Según CaldweU (1976), Susa captura el Intercambio de lapislázuli; por otra parte, sitios como
Tepe Giyán y Sialk presentan brechas en sus secuencias, quizá debidas a saqueos y destruc-
ciones, y la posterior implantación de los puntos de avanzada protoeiamitas.
Lamberg-Karlovsky y Tosi reconocen en este periodo dos grandes esferas de interacción: una
desde Súmer al Golfo Pérsico y a la meseta sudoccidental de Irán; y ta que comprendería el
sector meridional de Turkmenia y la meseta nororiental de Irán.
Con relación a la red septentrional, Lamberg-Karlovsky y Tos! (1973:44, 50) sostienen que el
panorama se caracteriza por una menor Integración macrorregional pero de mayor cohesión
zonal. En la meseta de Irán se desintegra el patrón anterior de Interconexiones culturales, hecho
que provocaría, al tiempo, el aislamiento y, por ende, el colapso de ta vida urbana, acelerado por
tensiones sociales internas y por movimientos de población desde el norte (Tosi 1973:445).
Un hecho indiscutible es que en una región desprovista de rocas, metales y minerales como
Mesopotamia, el intercambio a larga distancia fue muy importante para el aprovisionamiento d e
materias primas útiles tanto para la elaboración de los instrumentos domésticos básicos, como
para la manufactura de armas, bienes de lujo y de prestigio. Sin embargo, en 1979 señalamos que
el intercambio a larga distancia fue sólo uno de los corolarios de una organización centrada en el
templo, existiendo una institución dedicada a la redistribución que aseguraba los bienes
disponibles para el flujo. Earle y D'Altroy apoyan esta idea, a raíz del estudio de la redistribución
en las sociedades hawaianas (Earle y D'Altroy 1982:267).
Esta hipótesis tiene sus orígenes en el análisis de las organizaciones urbanas realizado por
Gordon Childe. El señalaba que la ciudad es producto del crecimiento progresivo de los
habitantes de una comunidad, que sólo puede ser por causa de la acumulación de un excedente
social. La población de las primeras ciudades no sólo representa un orden de magnitud nuevo y
un carácter distinto en la presencia de especialistas de tiempo completo (Childe 1964:29-30). Para
el caso de Mesopotamia, la producción de un excedente por encima de las necesidades
domésticas de los habitantes de las aldeas serviría para mantener a nuevas clases económicas
que tendrían prerrogativas especiales sobre los recursos productivos principales, acentuando el
fenómeno de la estratificación social, y se dedicarían a las actividades de intercambio y
redistribución. Lo anterior implicaría la necesidad de crear formas institucionalizadas para
concentrar y redistribuir dichos excedentes, es decir, una autoridad central (Childe 1968.275-276).
Service (1975:207-210) hacía referencia al hecho de que en el Periodo Uruk, los adminis-
tradores del templo concentraban y racionaban los alimentos, almacenaban y redistribuían
manufacturas y materias primas, y se encargaban del intercambió con grupos extranjeros. Para el
Dinástico Temprano, la institución de la redistribución parece transformarse cuando el poder se
desplaza hacia esferas políticas de carácter secular.
LINDA MANZANILLA 301
Frank Hole (1974) también señala que al tornarse sedentario, el hombre sacrifica la variedad
dietética y la movilidad en aras de la seguridad en la producción. En el proceso está implícito el
desarrollo de patrones de explotación de espectro restringido, por lo cual el hombre se ve obli-
gado a intercambiar sus productos por otros bienes que no produce local mente, cuya conse-
cuencia sería ia pérdida de la autosuficiencia. El hecho de que el Cercano Oriente esté
caracterizado por lo desigual de la distribución de recursos propiciaría el principio de
especializaron intercomunal. Surge la necesidad de una organización que controle la producción
y redistribución (en manos de una persona -el jefe-, de una institución -el templo-, o de una
localidad).
Con apoyo en esta última hipótesis, se propone distinguir entre dos etapas con organizaciones
distintas: la del templo y la del palacio.
Como se ha señalado, Mesopotamia es el área donde mejor se pueden rastrear los primeros
indicios de centralización, área que comprende una pléyade de sitios excavados y analizados.
Desde el Neolítico existen evidencias de actividades comunales, particularmente de almacena-
miento. Af no contar con datos para distinguir a un grupo social de los demás en la vivienda ni en
los entierros, se puede llegar a la conclusión que, a semejanza de las "sociedades de linaje"
actuales, el consejo de los mayores pudiera haber servido de institución coordinadora de las
actividades comunes, especialmente la distribución de la producción almacenada en el centro de
las aldeas, en un circuito denominado de "redistribución circular" (Manzanilla 1983). Incluso se
propone que más allá de la órbita de la propiedad familiar, existe otra esfera: la de la propiedad
comunal.
Con la aparición del templo, desde el Periodo Ubaid en adelante, hay indicios claros de
especialización en tareas diversas. El sacerdocio toma el lugar del consejo de ancianos para
coordinar tareas económicas e ideológicas comunales, pero añade un orden de complejidad
mayor: sin desaparecer el consejo de ancianos a nivei de las comunidades rurales particulares, el
sacerdocio yace en un orden jerárquico superior y habita los centros principales donde es posible
auspiciar a especialistas en manufacturas e intercambio, manteniéndolos como parte subsidiaria
de un circuito de redistribución asimétrica. La producción almacenada dentro de los templos se
da en forma de raciones de alimentos hacia fieles y personal dependiente; también es canalizada,
en parte, hacia el intercambio a larga distancia, con el propósito de formar una provisión de
múltiples materias primas inexistentes en Mesopotamia y traídas desde Anatolia, el Levante o Irán.
Las raciones están presentes en las fuentes escritas de tiempos inmediatamente posteriores, en la
producción masiva de cuencos troncocónicos (Espinosa y Manzanilla 1985) y otros recipientes
que yacen en los almacenes de tos templos de varios sitios, como Arslantepé, en Turquía Oriental
(Palmieri 1973).
En regiones con gran diversidad ecológica -producto de los pisos attitudinales con recursos
variados-, la respuesta es la "simbiosis económica" de los asentamientos que participan en redes
de especialización intercomunal, como Sanders (1968:100) ha propuesto para el Formativo Tardío
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Una alternativa opuesta será la que pretende lograr una autosuficiencia para cada comunidad y
la explotación de nichos ecológicos ubicados en altitudes distintas, constituyendo el modelo de
'control vertical" que Murra (1975) describió para los Andes Centrales.
Cuando surgen instituciones como el templo, éstas centralizan gran parte del proceso
productivo y la distribución de los recursos, y se comienzan a perfilar centros urbanos en los que
el sacerdocio promueve la existencia de una serie de especialistas en diversas actividades
productivas y de intercambio. Dichos centros conforman el eje de circuitos macrorregionales de
concentración y distribución de bienes. Con el fin de asegurar el abastecimiento de materias
primas alóctonas para la elaboración de bienes suntuarios, el sacerdocio mandaba emisarios que
establecían colonias junto a las comunidades locales en otras regiones con la finalidad de
abastecerse de sus bienes. En este marco se ubicaría Teotihuacan, en la Cuenca de México, y
Tiwanaku, en el Lago Titicaca. A guisa de nota, es necesario mencionar que en la región andina
centro-norte, desde tiempos formativos se perfiló un tipo de asentamiento, denominado "centro
ceremonial"; en su parte central, el templo estaba rodeado por varios almacenes (Lumbreras,
comunicación personal, 1986).
Con excepción de Teotihuacan, Tiwanaku, las tierras bajas mayas o la llanura de Mesopotamia,
hay ciertos ejemplos en que el eje de la comunidad, desde tiempos muy tempranos, fue otro tipo
de organización que desembocaría en la realeza divina. Tal es el caso de China durante la
Dinastía Shang, donde el palacio y el área ceremonial de las capitales estaban articulados en un
mismo sector, mientras que los grupos de artesanos, las zonas de habitación y almacenamiento
se encontraban localizadas en agolpamientos alrededor del sector central (Chang 1974). Chang
(1984) ha hecho énfasis en que el monopolio del shamanismo permitía ai gobernante acceder a la
sabiduría ancestral y divina, base de su autoridad política.
En Egipto desde el Predinástico Tardío hasta el Antiguo Reino, el faraón presidía todas las
funciones importantes, tanto civiles como religiosas. Los almacenes del Alto y del Bajo Egipto
estaban en la órbita del palacio, que se encargaban de la redistribución. El tipo de cacicazgo que
precedió a la monarquía podría ser la clave para comprender cómo se produjo este proceso
distinto.
En los casos de China y de Egipto, la articulación de la autoridad del gobernante con sus
funciones divinas es tan estrecha que el sacerdocio queda en un segundo plano, se ocupa sólo
de los ritos funerarios de gobernantes anteriores.
LINDA MANZANILLA 303
El Dinástico Temprano presenta una fase de coexistencia de las dos instituciones, pero en el
periodo subsiguiente, el acadio, claramente se perfila el tipo de organización basada en el palacio
como el eje: el estado expansionista y tributario (Manzanilla 1979, 1986).
Las características de la organización y del periodo centrados en el palacio son las siguientes.
4. Como efecto del surgimiento de mercado, se observa que, además de los artesanos
trabajadores del templo o el palacio, hay artesanos independientes agrupados en barrios, que
pueden intercambiar su producción libremente.
A esta etapa corresponden ejemplos como el imperio acadio y los sucesivos imperios
babilónico y asirio, el Nuevo Imperio egipcio, el Postclásico en Mesoamérica y las etapas chimú e
inca de los Andes.
Dichos almacenes, que según Murra (1975) eran vitales para hacer frente a las heladas y
sequías, servían para alimentar a los funcionarios del estado, al ejército y a toda la población que
participaba de las actividades estatales, incluyendo a los artesanos abocados a los textiles. Los
depósitos se hallaban tanto dentro de los asentamientos, como en las laderas de los montes,
dependiendo del carácter permanente o temporal de la población (Earle y D'Altroy op. cit).
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Morris (op. cit.) destaca que en Huánuco Pampa, tas dos grandes piazas del sitio estaban
destinadas a la elaboración y redistribución de chicha y de otros alimentos.
En suma, se puede afirmar que la organización del templo -centrada en un intrincado circuito
redistributlvo- fue la base sobre la que se erigió la "revolución urbana", y posteriormente surgió el
estado centrado en el palacio como eje de un circuito tributario y cima de una sociedad
plenamente clasista.
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