La Biblia de La Reforma (The Bible of The Reformation) (Spanish Edition)
La Biblia de La Reforma (The Bible of The Reformation) (Spanish Edition)
La Biblia de La Reforma (The Bible of The Reformation) (Spanish Edition)
A l estudiar las Escrituras, los que las leen se han dado cuenta que el
Antiguo Testamento, Mateo, Marcos y Lucas discurren con
frecuencia acerca “del reino” de Dios (llamado “Israel” en el Antiguo
Testamento). Por contraste, el evangelio de Juan, Los Hechos, y las
epístolas del Nuevo Testamento (Romanos hasta Judas) hacen referencia
al reino de Dios sólo ocasionalmente. Estos libros mencionan
repetidamente “la iglesia”, e “iglesias”.
Tal cambio en el lenguaje indujo a algo de confusión entre los
intérpretes, que se preguntan si acaso “la iglesia” es el reino de Dios, o
si Israel es el reino de Dios como lo fue en el Antiguo Testamento (p ej,
vea notas en Ro 11:25-36). Apocalipsis ayuda a aclarar el asunto. En
Apocalipsis, las referencias al reino de Dios e Israel son referencias a la
iglesia de Dios.
El pueblo de Dios
En los saludos que Juan dirige a las iglesias de Asia, plantea que
Cristo “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Ap 1:6).
Además, Juan se presenta a sí mismo como “hermano de ustedes y
participo con ustedes en… el reino” (v 9). Juan les dice a las
congregaciones que ellas son parte de un reino más grande, el reino de
Dios. Esto es cierto a pesar de que sufran persecución y estén viviendo a
más de 640 km de distancia de las fronteras del antiguo Israel, que había
sido el reino de Dios durante el antiguo pacto.
Más tarde, estando Jesús sentado a la diestra del trono del Padre en el
cielo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos entonan ante
él este cántico: “Redimiste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo
y nación, y para nuestro Dios los hiciste reyes y sacerdotes” (5:9-10; cf
12:10). A todas luces, el reino de Dios no está limitado a una nación de
Israel en sentido político o a personas descendientes de judíos. El reino
de Dios, la iglesia, incluye a personas de todas las naciones.
Juan menciona a Israel tres veces en Apocalipsis. La primera es
simplemente una referencia histórica acerca de la tentación y
desobediencia de Israel en el desierto (2:14). En 7:4-8, los “hijos de
Israel” son 144.000 según sus tribus. El grupo se menciona nuevamente
en 14:1-5. En 21:12, los nombres de los hijos de Israel están inscritos en
las puertas de la nueva Jerusalén. Las puertas se mencionan juntamente
con los fundamentos de la ciudad, los cuales llevan los nombres de los
12 apóstoles inscritos en ellas. Louis Brighton señala:
Cerrar filas
Cuando a usted lo bautizaron en el nombre de Cristo, él lo incorporó
a su reino, la iglesia (Jn 3:5) Lo consagró como sacerdote a fin de
servirle a él y a todo su pueblo, sean judíos o gentiles (1 P 2:9). Usted
reina con Cristo ahora, mientras aguarda la manifestación total del
pueblo de Dios en la eternidad.
Si usted es como los demás cristianos, probablemente no se sienta
como un rey, sacerdote real, o algo más que un simple ciudadano. Los
problemas de la vida, los fracasos personales, y el desaliento incitado
por el diablo, conspiran para derrotarlo. Pero dé gracias a Dios por esa
santa alianza, ¡su iglesia! Aunque se sienta solo, la verdad es que se
cuenta entre los “miles” de Israel (vea aquí). Cierre filas con sus
hermanos y hermanas en Cristo. Grítele al diablo directamente en la
cara: “Castillo fuerte es nuestro Dios… de Dios el reino queda” (CCr
129). Recuerde que el Cordero que fue inmolado también lleva el título
de “el León de la tribu de Judá” (Ap 5:5). Él venció al infierno, ascendió
a los cielos, y está al mando de los ejércitos del cielo. Él vencerá todos
los obstáculos por causa de usted.
EL MISTERIO DE LA IGLESIA
La existencia de la iglesia es un gran enigma de la historia. Nadie
puede explicarlo. Nadie puede decir cómo es que, en última instancia, la
iglesia continúa existiendo. Hubo estadistas que estuvieron
convencidos, según lo expresó una vez el elector de Sajonia con las
mejores intenciones –en contraste con la opinión de Lutero–, que lo que
en última instancia hace posible la existencia de la iglesia es la
protección del Estado. Pero la iglesia tuvo su gran desarrollo durante los
siglos en que no fue reconocida como tal. Y la gran ley canónica de los
primeros siglos, de la cual siguen dependiendo hoy todas las iglesias,
llegó a estar en vigencia en una iglesia que, en lo concerniente a las
leyes públicas, ni siquiera existía. Hasta el día de hoy es un misterio
inexplicable de la historia cómo pudo sobrevivir la iglesia a la
desaparición del mundo antiguo durante los siglos de las grandes
migraciones. Nadie pudo haber sabido que el siglo XVI no vería la
completa disolución de la iglesia. Ni pudo haber sabido nadie que la
aparente autodestrucción de la iglesia en esa lucha en la que Lutero
esperaba y ansiaba el día del juicio final, no fue el final de la iglesia,
sino su reforma.
Hermann Sasse, The Lonely Way (St. Louis: Concordia, 2001). 1:462.