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Kostas Várnalis

LA VERDADERA APOLOGÍA
DE SÓCRATES

Introducción, traducción y notas


de Francisco Morcillo Ibáñez
Kostas Várnalis

LA VERDADERA APOLOGÍA
DE SÓCRATES

Introducción, traducción y notas


de Francisco Morcillo Ibáñez

Traducción revisada por Moschos Morfakidis

Ilustraciones de Carmen Fuentes Escribano

Granada, 2003
Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas
Grupo de Investigación Estudios de la Civilización Griega,
Medieval y Moderna. Universidad de Granada
Biblioteca de Autores Neogriegos
Director: Moschos Morfakidis

DATOS DE PUBLICACIÓN:
Francisco Morcillo Ibáñez
Kostas Varnalis: La verdadera apología de Sócrates
pp. 114
1. Narrativa. 2. Pervivencia del mundo clásico en la Grecia
Moderna. 3. Literatura Griega Moderna.

© CENTRO DE ESTUDIOS BIZANTINOS,


NEOGRIEGOS Y CHIPRIOTAS
C/ Gran Vía 9-2º. 18001 Granada.
Tel. y Fax: (+34)958 220 874.
© Eugenia Várnalis
© De la traducción: Francisco Morcillo Ibáñez

Primera edición: 2003


Depósito Legal: GR 418/2003
ISBN: 84-95905-03-5

Impreso en España - Printed in Spain

La edición de este libro ha sido financiada parcialmente por el


Ministerio de Cultura de Grecia

Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total


o parcial de la presente obra sin la preceptiva autorización.
A mis padres,
sin la menor duda.
INTRODUCCIÓN

Vida

Kostas Várnalis nace en 18831 en el seno de una familia


pequeño burguesa de griegos afincados en la Rumelia Oriental2, en
Pyrgos3. A los 14 años, tras las primeras lecciones recibidas en su
ciudad natal, continúa sus estudios en el instituto de Filipópolis4, la
Escuela Zarifia, y en cuatro años logra su título de bachiller.
Con el apoyo del obispo de Anquialo y de la comunidad de
Varna marcha en octubre de 1902 a Atenas a estudiar Filología
en la Facultad de Filosofía, donde conseguirá su título en 1908.
Cuando en 1903 universitarios fanáticos fueron a quemar el
Teatro Nacional, por haber escenificado La Orestea de Esquilo,
traducida por Sotiriadis en lengua semidemótica, Várnalis ya se
encontraba en el campo contrario, con los demoticistas. Acabada
la carrera es nombrado profesor de griego en Amaliada, en 1909.
En 1911 se encuentra como director de instituto en Argalastí
donde se mezcló con el asunto de los “ateos” de Volos y se
encontró entre los acusados junto con Delmuzos y Saratsis.
Éstos últimos habían realizado conferencias en los Centros
Obreros de Volos y de Larisa, defendiendo la modernización de
la enseñanza y el cultivo de la lengua demótica, y habían hecho
circular folletos socialistas y revolucionarios, con lo que habían
provocado una airada reacción de los círculos conservadores de

1
En casi todas sus biografías suele aparecer el año de 1884 como el
de su nacimiento. El mismo Várnalis escribe la fecha de 1883 en una
“Autobiografía” un año antes de su muerte. 1884 fue la fecha de su
bautismo.
2
Actual Bulgaria.
3
Actual Bourgas.
4
Actual Provdiv.
Kostas Várnalis

Volos. Sin embargo Várnalis fue declarado inocente y de esta


forma no estuvo en el juicio de los “Ateos” que tuvo lugar en el
Juzgado de lo Criminal de Nauplio en 1914, juicio que conmovió
entonces a la sociedad griega. En estos años Várnalis no muestra
ninguna afinidad política decisiva, está preocupado por los temas
sensuales y eróticos. Tiene 27 años y decide pedir la mano de
Eli Alexiou, la cuñada de su entonces amigo, Kazantzakis. El
padre de Eli, cretense como Kazantzakis, se opone al matrimonio
porque pensaba que Várnalis era monárquico y germanófilo.
Eli recuerda a Várnalis como un tipo realista, amistoso, artista,
grupal, siempre consecuente consigo mismo. Como el Sócrates
de su obra, amaba la naturaleza con fanatismo. Le encantaba ir a
la playa y nadar. Vivía al día sin preocupaciones metafísicas, con
un característico amor a las mujeres y una gran sed de erotismo.
De 1912 a 1914 trabaja como director de Liceo en Mégara.
Desde septiembre de 1914 a abril de 1915 asistió a la Escuela
Normal de Enseñanza Media, dirigida en ese momento por
Dimitri Glinós, una de las figuras claves del demoticismo, pilar
de la “Sociedad Educativa” junto con A. Delmuzos y Manolis
Triantafylidis. Estos luchaban por la preparación y la aplicación
de la reforma educativa a favor de la enseñanza del demótico,
contra la kazarévusa, en aquel entonces lengua oficial del estado.
De 1915 a 1917 ejerció como director de Liceo en Keratiá, desde
donde lo trasladaron como Profesor de instituto al Pireo.
En febrero de 1919 recibe una beca para ir a París, donde
seguirá las clases de filosofía, filología y sociología. Rápidamente
su adoración por Grecia se vuelve furiosa, su patriotismo juvenil
se vuelve negativo, en vez de cantar las bellezas y bondades de su
patria satiriza todo lo reprobable. De 1919 a 1924, tras conseguir
un permiso docente, viaja en dos ocasiones a París para estudiar
Estética y Pedagogía. Aquí conoce a Dora Moatsu, con la que se
casará en 1929. Toma contacto con las nuevas corrientes filosóficas.
En la Sorbona recibe una influencia considerable de las clases
de Charles Lalo, profesor de Historia del Arte y cabeza visible

12
La verdadera apología de Sócrates

del movimiento de la “Crítica subjetiva”. Además del ambiente


universitario, Várnalis vive también la atmósfera de posguerra, muy
influenciada por la Revolución de Octubre. Poco a poco se adentra
en la ideología marxista. Vuelve de París abrazando el marxismo,
persiguiendo la continuidad cultural del helenismo clásico con
el actual, forjando el objetivo de su poesía como expresión del
materialismo y de la futura dictadura del proletariado. Ahora tiene
una misión social, su arte es una herramienta en la lucha contra la
burguesía en todas sus manifestaciones5.
Tras la publicación de La luz que quema durante la dictadura
de Theódoros Pángalos (1925-26), denunciado por la Iglesia con
la acusación de ser un “comunista manifiesto, anarquista y ateo”,
fue cesado como funcionario público, lo que le obligó a trabajar
como periodista y traductor. El abandono del trabajo educativo,
según él mismo nos cuenta, no fue muy traumático: “...yo no
podría volver junto a los niños, por el defecto que tengo6. (...) Los
niños, hasta una determinada edad, son buenos. Sin embargo,
más allá de los doce, los trece años, comienzan a ser griegos,
falsos, patriotas...”7. Vuelve de nuevo a París como corresponsal
del periódico “Progreso”.
Participa junto con Glinós en el Congreso de Escritores
Rusos, en Moscú, en 1935. A su regreso a Grecia son deportados
por el gobierno a la isla de Mitilene, hecho que provoca un
movimiento internacional, como el liderado por el escritor André
Gide, solicitando su liberación.
En 1959 se le concede el premio Lenin de la Paz. Muere en
Atenas el 16 de diciembre de 1974, a los 90 años, unos meses
después de la caída de la Dictadura de los Coroneles.

5
Αυγέρης, Μάρκος: “Ο πεσσιμισμός στην Ελληνική Ποίηση (Καβάφης,
Καρυωτάκης, Βάρναλης)”, Μαρξισμός και Λογοτεχνία στην Ελλάδα)
Réthymno, 1987.
6
Tenía problemas auditivos.
7
Κοτζιούλας, Γ.: «Μια ώρα με τον κ. Κώστα Βάρναλη», Προσκυνητής,
Atenas, 1991, pp. 266-271.
13
Obra
La obra de Várnalis es muy variada. Poesía, prosa, crítica,
ensayo... Comienza sus primeros escritos en la revista Νουμάς
[Noumás], en 1904, a la que seguirán colaboraciones y poemas
en Ηγησώ [Igisó], Νέα ζωή [Nueva Vida] y Γράμματα [Letras]
de Alejandría, Πυρσός [Pyrsós], Παν [Pan], Βωμοί [Altares],
Μαύρος Γάτος [El Gato Negro]... Desde sus primeros años en la
poesía fue el más fiel seguidor de Palamás.
Sus obras más importantes son, por orden cronológico:

Κηρήθρες [Panales] (1905)


Προσκυνητής [El Peregrino] (1919)
Το Φως που καίει [La luz que quema] (1922)
Ο λαός των μουνούχων [El Pueblo de los Castrados]
(1923)
Ο Σολωμός χωρίς μεταφυσική [Solomós sin metafísica]
(1925)
Σκλάβοι πολιορκημένοι [Esclavos sitiados] (1927)
Η αληθινή απολογία του Σωκράτη [La verdadera apo-
logía de Sócrates] (1932)
Ζωντανοί άνθρωποι [Hombres vivos] (1939)
Το Ημερολόγιο της Πηνελόπης [El diario de Penélope]
(1947)
Ποιητικά [Poética] (1956)
Σολωμικά [Solomicá] (1957)
Αισθητικά – Κριτικά [Esthitiká – Kritiká] (1958)
Ελεύθερος κόσμος [Mundo libre] (1965)
Διχτάτορες [Los dictadores] (1965)
Άτταλος ο Γ’ [Atalos Tercero] (1972)
Οργή λαού [La cólera del pueblo] (1975), editado tras su
muerte.
Φιλολογικά απομνημονεύματα [Memorias filológicas]
(1980)
Kostas Várnalis

Su temprana posición en el campo de los demoticistas le lleva


a traducir obras clásicas. La primera, Las Bacantes de Eurípides,
data de 1910. Seguirán más traducciones de Eurípides además de
Esquilo, Sófocles, Aristófanes, Jenofonte, Semónides, Flaubert,
Molière y otros. Como dato curioso para el mundo hispano,
realizó también una traducción – adaptación de Don Quijote de
la Mancha de Cervantes.

16
Comentario a La verdadera apología de Sócrates

“La verdadera apología de Sócrates”, escrita en 1931 y editada


en 1932, reafirma la fama de Várnalis. Para muchos críticos es la
obra maestra del autor. N. Yokarinis8 confiesa que se encuentra
en el campo de los que consideran que el realismo de Várnalis
puede ser antisocial y antieducativo, pero reconoce la fuerza de
esta obra, su sentimiento y su personalidad, sus bellas y claras
palabras que hacen del autor uno de los mejores de su época.
Várnalis tan sólo decía que escribió la obra para ganar dinero e
insultar9.
“Critico quiere decir me burlo” dice el Sócrates de Várnalis. El
uso de la sátira es una de las armas más comentadas en este autor
por amigos y detractores, por críticos y estudiosos. Como refiere
Darío Fo en su obra Misterio Bufo cuando cita un pensamiento
de Mao Tse-Tung: “La sátira es el arma más eficaz que el pueblo
ha tenido en sus manos para comprender por sí mismo, dentro de
su propia cultura, todas las triquiñuelas y prevaricaciones de los
señores”. Para Palamás, la burla es la musa de Várnalis, es juego
y arte, va unida firmemente al conocimiento de la Antigüedad
que se resalta en el autor.
La elección que hizo Várnalis de los autores para traducir
fue hecha con plena conciencia. Tradujo a Eurípides, el trágico
con la filosofía de la búsqueda de la verdad para comprender los
problemas del mundo. El estilista Várnalis tradujo a Flaubert
y el realista Várnalis se acercó a Sócrates desde las obras de
Jenofonte y no de Platón. Como Platón, Jenofonte quiso mantener
la memoria de su maestro. Pero mientras que el Sócrates que
nos dejó Platón es más Platón, Jenofonte con sus Recuerdos de
Sócrates y su Apología nos dio un Sócrates que es más Sócrates.

8
Γιοκαρίνης, Ν.: «Η αληθινή απολογία του Σωκράτη», Προσκυνητής,
Atenas, 1991, pp. 253-255.
9
v. n. 7.
Kostas Várnalis

Partiendo, pues, de Jenofonte, Várnalis quería ver con mayor


realismo al gran filósofo de la Antigüedad y su época, y escribir
él otra Apología, la verdadera, como él mismo la llama. Con la
diferencia de que las palabras que pone en boca de Sócrates no
son palabras de éste, sino del mismo Várnalis. Sócrates no es,
aquí, más que una simple máscara que encaja perfectamente en
la cara del autor. Sócrates y Várnalis, dos personalidades con
sus propios démones. La intención de Várnalis es dar vida a sus
ideas de una forma estética, es decir, con la forma directa de la
máscara.
La obra de Várnalis (sobre todo La verdadera apología de
Sócrates, La luz que quema y El diario de Penélope) es un claro
ejemplo del uso del mito por el realismo socialista: basar la
historia en los mitos pero reinterpretarlos con un material actual
para cauterizar mejor las heridas de la sociedad burguesa y con
la sátira candente levantar las conciencias10. Para Dimitri Glinós
es el drama de la vida humana el tema principal en las que él
considera las obras más marxistas, las tres obras más grandes de
Várnalis: La luz que quema, Esclavos asediados y La verdadera
Apología de Sócrates11.
En esta última obra Várnalis resume la amargura que ya
había mostrado en La luz que quema y en Los esclavos sitiados.
Es muy difícil levantar la conciencia de un pueblo demasiado
aferrado a sus tradiciones, un pueblo cuyo primer instinto es
traicionar o acabar con los que intentan un cambio (Prometeo,
Jesús, Sócrates...). Sócrates habla ante un pueblo adormecido. El
poeta es “la campana que suena en el vacío. Nadie comprende
qué dice”.12 Esta situación llena de desesperanza al hombre

10
Ζορμπαλάς, Σταύρος: “Τέχνη και Κοινωνία”, Μαρξισμός και
Λογοτεχνία στην Ελλάδα) Réthymno, 1987.
11
Γληνός, Δ.: «Το φως που καίει», Προσκυνητής, Atenas, 1991, pp.
292-302.
12
Λαμπρίδης, Μανόλης: “Il gran rifiuto, Επιθεώρηση Τέχνης 2”,
Μαρξισμός και Λογοτεχνία στην Ελλάδα) Réthymno, 1987.
18
La verdadera apología de Sócrates

consciente. Várnalis ve a la masa como una fuerza infrautilizada,


sobre la que no ha actuado el soplo del renacimiento13.
Várnalis reconoce a Sócrates como el Hombre. Bajo la alegría
de la expresión, la sátira y la burla, vemos una sana esperanza
contenida de que llegue un futuro de pureza de alguna parte,
aunque sea bajo el aullido de los bárbaros14. El Sócrates varnálico
es optimista con respecto al futuro de la Humanidad; en el rostro
de la revolución (los escitas) ve el factor subjetivo que sanará de
nuevo a la sociedad, aprendiendo a perseguir la explotación, y
que creará la nueva civilización15.

13
Βουρνάς, Τάσος: “Φαινόμενα Διαλεκτικού, Εκλεκτικισμού, ο κ.
Μανόλης Λαμπρίδης και η Παρακμή”, Μαρξισμός και Λογοτεχνία στην
Ελλάδα) Réthymno, 1987.
14
Παπατσώνης, Τ. Κ.: «Η αληθινή απολογία του Σωκράτη»,
Προσκυνητής, Atenas, 1991, pp. 250-252.
15
Παπακωνσταντίνος, Θ.: «Αληθινή απολογία του Σωκράτη»,
Προσκυνητής, Atenas, 1991, pp. 263-265.
19
Las otras apologías

Las supuestas “Apologías” que le escribieron amigos y discí-


pulos, todas son ficciones de la fantasía de éstos, puntillosos
intentos de demostrar cómo Sócrates era inocente, la Ley era justa
y los jueces rectos y honrados atenienses que cometieron... un
error; y como únicos culpables los tres malvados que acusaron al
desventurado. (Várnalis, La verdadera apología de Sócrates, 0, 10)

Esto es lo que nos cuenta Várnalis de las otras Apologías. Por


supuesto que nos encontramos elementos de las otras apologías,
la de Platón y la de Jenofonte, así como de Recuerdos de Sócrates,
también de Jenofonte, pero Várnalis quiere distanciarse de esas
apologías y ofrecernos una obra original donde sus ideas se
manifiesten abiertamente.
La Apología de Várnalis no sigue el esquema de sus prede-
cesoras. Aquí y allá aparecen elementos dispersos que podemos
encontrar sobre todo en Platón o Jenofonte, siendo este último
autor el más utilizado por Várnalis como fuente. Podemos
entresacar algunos de esos elementos que nos sirvan de ejemplo:
Como en Platón, Apología, 36, Sócrates ofrece una alternativa
a las penas habituales, y así, donde ya eran manifiestos, Várnalis
aumenta el sarcasmo y la ironía en La verdadera apología de
Sócrates, 0, 6. De la mención que hace Sócrates de las veces que,
ya en su pasado, estuvo cerca de una muerte injusta, cuando se
enfrentaba su razón con la “razón” del Estado, sea cual fuere,
en Platón, Apología, 32, Várnalis da por sabidas muchas partes
de la historia y es más parco en la explicación de los hechos
(La verdadera apología de Sócrates, I, 12). Sócrates escapó de
la muerte en esas ocasiones que menciona, pero ahora sabe que
va a morir. Y ésta no es una muerte justa, reflexión en la que
coinciden Platón, Jenofonte y Várnalis: Platón, Apología, 41;
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, 4, VIII; Jenofonte, Apología;
Várnalis, La verdadera apología de Sócrates, I, 15.
Kostas Várnalis

Describe Jenofonte a Sócrates como el mejor y el más feliz


de los hombres (Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, 4, VIII) y
así lo leemos en Várnalis, con su peculiar estilo (Várnalis, La
verdadera apología de Sócrates, II, 4).

El tema de la acusación de ateo a Sócrates es evidente que


no podía faltar en ninguna de las apologías. Pero es en el tema
de las relaciones de Sócrates con la religión donde encontramos
alguna afinidad más notable (Jenofonte, Recuerdos de Sócrates,
1, I), (Várnalis, La verdadera apología de Sócrates, II, 8), o en
ese otro pasaje de Jenofonte que nos habla de las adoraciones
a diversos elementos de la naturaleza (Jenofonte, Recuerdos de
Sócrates, 1, I), (Várnalis, La verdadera apología de Sócrates,
II, 9). Cercano al tema religioso nos encontramos con el demon
de Sócrates (Platón, Apología, XIX), un punto más de sátira
aprovechado por Várnalis (Várnalis, La verdadera Apología de
Sócrates, V, 1 y 2).

Otra de las acusaciones que se le hicieron a Sócrates, la de


corrupción de los jóvenes, también la encontramos reflejada en
las tres obras. Platón amplía más el tema, Jenofonte y Várnalis son
más concisos (Platón, Apología, X y ss.) (Jenofonte, Recuerdos
de Sócrates, 1, II) (Várnalis, La verdadera apología de Sócrates,
II, 12). Dentro de esta última acusación se mencionaba el tema
de la relación de Sócrates con Alcibiades (Jenofonte, Recuerdos
de Sócrates, 1, II) (Várnalis, La verdadera apología de Sócrates,
II, 13). Otros personajes salen a colación a lo largo de la obra,
algunos como Terámenes y su apodo (Várnalis, La verdadera
apología de Sócrates, II, 3), extraído de Jenofonte (Helénicas,
II, 3 – 31).

La relación de Sócrates con el trabajo es tratada de forma algo


diferente según la caracterización que cada uno de los autores
hace del personaje (Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, 1, II)

22
La verdadera apología de Sócrates

(Várnalis, La verdadera apología de Sócrates, III, 6). De todas


formas, cuando Várnalis describe diferentes facetas de Sócrates,
con mucho sigue a Jenofonte en el tema de la frugalidad del
personaje: (Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, 1, II) (Jenofonte,
Recuerdos de Sócrates, 1, III) (Várnalis, La verdadera apología
de Sócrates, III, 7); en las costumbres cotidianas, donde Várnalis
se muestra más extenso y poético que los otros autores (Jenofonte,
Recuerdos de Sócrates, 1, I) (Várnalis, La verdadera apología de
Sócrates, III, 10, 14, 26); en el círculo de amistades de Sócrates,
su habitual grupo de amigos con los que se encuentra en al ágora
(Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, 1, II) (Várnalis, La verdadera
apología de Sócrates, III, 15).

Sócrates se aleja de los sofistas en el tema del cobro de las


lecciones y enseñanzas, hecho que vemos reflejado en Platón,
Jenofonte y Várnalis (Platón, Apología, IV) (Jenofonte,
Recuerdos de Sócrates, 1, VI) (Várnalis, La verdadera apología
de Sócrates, III, 18) y en su relación con ellos se nos recuerda el
episodio de la aparición de Sócrates en una obra de Aristófanes,
Las Nubes, donde no salía muy bien parado (Platón, Apología,
19) (Várnalis, La verdadera apología de Sócrates, III, 25).

Las relaciones de Sócrates con el mundo femenino, sobre todo


las referencias a sus dos mujeres, Jantipa y Mirto, pueden tener
muy variadas fuentes, desde Diógenes Laercio (que recoge la
noticia de Aristóteles) hasta la Suda. En Jenofonte (Banquete, II)
leemos sobre el mal carácter de Jantipa (Várnalis, La verdadera
apología de Sócrates, III, 4, 13). Pero son las conversaciones
con la hetera Teodota las que tienen un antecedente más claro en
Jenofonte (Recuerdos de Sócrates, 3, XI) (Várnalis, La verdadera
apología de Sócrates, IV, 1).

El divino Apolo, el dios de Delfos, entroniza a Sócrates como


el más sabio de todos los hombres (Platón, Apología, V) (Várnalis,

23
Kostas Várnalis

La verdadera apología de Sócrates, IV, 4-5) y el viejo filósofo


comienza una peculiar búsqueda de alguien más sabio entre los
políticos, los poetas y los artesanos (Platón, Apología, VI y VII);
búsqueda que en Várnalis se ve reflejada especialmente en el
enfrentamiento con el político de turno (Várnalis, La verdadera
apología de Sócrates, III, 15 y ss.).

El final de la obra sí que difiere del de la Apología de Platón,


que nos relata un desenlace sereno, con un Sócrates que acaba
el juicio charlando tranquilamente con sus amigos. Várnalis nos
ofrece un final brusco, con una caótica salida de los jueces y un
Sócrates abandonado de todos, un final muy satírico pero lleno
de amargura y pesimismo (Platón, Apología, 39 - 42) (Várnalis,
La verdadera apología de Sócrates, V, 8).

24
La traducción

El primer escollo con el que se enfrenta aquel que se propone


traducir a Várnalis es el lenguaje utilizado por el autor. La obra
está escrita en demótico y el héroe, sin llegar a mostrarse grosero,
habla con simpleza, con claras palabras como se escuchan en las
conversaciones cotidianas de los hombres de las clases sociales
bajas. Porque el libro está escrito para éstos y a éstos se pretende
educar16, de ahí que nos hayamos permitido, en ocasiones, el uso
de “incorrecciones” que reflejen el habla popular escogida por
el autor (“to” por todo, “na” por nada, “pos” por pues, etc.) El
campo léxico es muy variado y muchos términos son procedentes
del Norte de Grecia, con profusión de turquismos y términos
de argot. Muchos nombres geográficos o patronímicos son
“actualizados” o bien utiliza denominaciones poco habituales.
Así denomina Koúlouri a Salamina, el Cabo Sunio es el Cabo
Kolonas, paleomoraitas o moraitas son los lacedemonios o
espartanos. Muchos de los nombres de los barrios de Atenas son
también contemporáneos, como Plaka, Gudí, Kolonaki, Kifisiá...
Sin embargo, otros adjetivos o nombres que se refieren a personas
o hechos más actuales son teñidos con un tinte de antigüedad. Así
los rusos son denominados con el gentilicio de escitas.
Han sido traducidas al castellano las citas en griego clásico
en el original, conservando las comillas que coloca el autor
o el formato de letra en cursiva, y marcándolas con una nota,
señalando, en su caso, su procedencia. Hemos optado por su
traducción pensando que de esta forma no se rompe el ritmo de
la narración.

16
Καλάγρας, Ιππότης: «Η αληθινή απολογία του Σωκράτη»,
Προσκυνητής, Atenas, 1991, pp. 256-257.
Para la presente traducción se han seguido las siguientes
ediciones:
Βαρναλης, Κώστας
1984, Πεζός λόγος [Obra en prosa], Atenas y
1996, Η αληθινή απολογία του Σωκράτη [La verdadera
apología de Sócrates], Atenas.
Kostas Várnalis

LA VERDADERA APOLOGÍA DE SÓCRATES


PRÓLOGO

Se edita por quinta vez “La verdadera apología de Sócrates”


y éste no es un hecho de lo más corriente en la literatura griega.
Algunos malinterpretaron el objetivo y el espíritu de la obra.
Pensaban que con ésta se escarnecía la “Grecia Antigua” y al
gran filósofo Sócrates. Error. La Grecia de la decadencia y el
teórico de la reacción sirvieron como pretexto para golpear la
decadencia y la reacción de nuestra época.
A Sócrates, al hijo del pueblo, al que presentaron como
enemigo del pueblo y despreciativo contra la democracia, lo
acusaron tres, pero lo condenó el pueblo. El jurado de la Heliea
con sus quinientos miembros era un jurado popular. Pero ¿por
qué lo condenó el pueblo? Cuando Trasíbulo con los exiliados
democráticos liberó la patria y restableció la soberanía del
pueblo, los que habían sufrido no podían olvidar los crímenes
de los Treinta Tiranos, que eran secuaces de Lisandro y sostén
de la oligarquía. Y aquellos que habían sufrido odiaban y temían
a los enemigos de la democracia y amigos de las “costumbres
espartanas”. Y uno de éstos, y de los más significativos, era
Sócrates, el maestro de los traidores Alcibíades y Crítias.
Pero estos hechos “históricos” no son el tema del libro. Su
originalidad es ésta: el mismo Sócrates reconoce los errores y
daños de su enseñanza. Y cuando se burla de los demócratas
esclavistas, va más allá que éstos y se convierte en mensajero de
la libertad de todos los hombres.

Diciembre 1956

Kostas Várnalis
LA VERDADERA APOLOGÍA DE SÓCRATES

DE CÓMO PASARON LAS COSAS

Mientras hablaban los acusadores (Meleto , con voz fina y


17

movimientos de mujer, nervioso como un ruiseñor; Anito18 con


sus grandes orejas y las ventanas de su nariz llenas de pelos;
Licón19, con sus estrechas sienes y la mirada turbia), los jueces,
sentados en el suelo, con los pies cruzados unos, en cuclillas
otros, mordisqueaban pipas y escupían las cáscaras en el cogote
del de delante. Los más roncaban rítmicamente, recostados al
lado y poniendo como almohada sus zapatos. Y Sócrates miraba
a lo alto, al cielo primaveral y de vez en cuando se restregaba la
rodilla izquierda, que le punchaba. Con todo el murmullo que se
producía, con todo el tufo que echaban tantos cuerpos acalorados
y estómagos descompuestos, se las apañaba para escuchar a los
alegres pájaros que trinaban en los pinos de alrededor, y oler el
aroma de la resina, del lentisco y del tomillo, que emanaba la
tierra baldía.

§ 2. Cuando acabaron los acusadores, se hizo de pronto un


profundísimo silencio, se diría que se hubiera hundido el lugar
con los pedruscos, los árboles y los hombres en un pozo sin

17
(s. V - IV a. C.) Principal acusador de Sócrates; era un poeta fracasado.
Hijo de Meleto, tragediógrafo ateniense.
18
(s. V - IV a. C.) Político ateniense del partido democrático quien, junto
con Meleto y Licón, presentó contra Sócrates la acusación. General en
409 a. C. perdió Pilos pero se escapó de la condena en el juicio por su
actuación gracias al soborno.
19
(s. V - IV a. C.) Orador, acusador de Sócrates, junto con Anito y
Meleto.
Kostas Várnalis

fondo y a todos los hubiera cubierto el agua dos cuerpos de altura.


Conteniendo todos el aliento, clavaron los ojos sobre Sócrates,
curiosos por ver con qué artimañas intentaría burlar la Ley.

§ 3. Cuando a medianoche se para el molino, se despierta


el molinero. Sócrates, con todo este silencio que le oprimió,
inflexible y total, ni se despertó ni se movió. Entonces un
discípulo lo agarró de la manga: “¡Maestro!, tu turno”.
Solamente entonces el Maestro se volvió y vio desconcertado
toda aquella caterva. Le costó recordar cómo quinientas fieras
lo habían rodeado enfurecidas. Sonrió picaronamente entre su
espesa barba, se medio levantó un instante, y mirando sobre la
mesa las dos ollas20 (una de bronce y otra de madera), las dos
graves y ensombrecidas, como si tuvieran alma y lo odiaran
también ellas, murmuró: “¡También yo esperaba que vosotros,
atenienses, os defendierais!”. Se sentó de nuevo y comenzó otra
vez a restregarse su rodilla izquierda.

20
Urnas de votación para los veredictos en los juicios.
32
Kostas Várnalis

§ 4. Los jueces se enfadaron con este comportamiento grosero


y se miraron muy rápidamente entre ellos. Durante tanto tiempo
les había achicharrado un sol de plomo con la esperanza de
pasarlo bien, al fin, con este viejo de mal agüero. Lo verían necio
y humillado ante la orgullosa y omnisciente Ley. Y he aquí ahora
que les estropeó la fiesta. Pero les molestó más el que en este
momento despreciara el mayor bien de la democracia: primero,
que te defiendas, y después, que te rajen. Y como cuando zurras
a un niño y este no llora, te emperras y le zurras más; así también
ellos se emperraron y para hacer que sintiese su fuerza, en su
primera votación lo sacaron culpable de los tres crímenes de los
que lo acusaban los tres paladines de la Virtud.

§ 5. Sócrates, cuando escuchó su veredicto hizo: “¡Mm!”.


Y cuando le preguntaron después (de acuerdo con la Ley), qué
castigo escogía, muerte o destierro, meneó su calva de aquí para
allá y no respondió nada.

§ 6. Entonces el ujier se acercó y le volvió a gritar con fuerza


en sus oídos. Sócrates, que si sí que si no, se levantó de nuevo
con desgana, y les dijo: “Vale, vuestros dos castigos son justos y
beneficiosos para mí y para vosotros. Sin embargo yo preferiría
un tercero”. “¿Cuálo?, ¿cuálo?” gritó todo el mundo alegremente.
“Ya sea que os beneficié o que os perjudiqué echadme ahora,
que he envejecido, al Holgadero. Así vosotros os guardaréis de
mí y yo descansaré de vosotros. Y dejad cada mañana en mi
puerta (sin verme y sin que yo os vea) aquellas bonitas tortas
de miel, calientes y esponjosas, que durante tantos siglos dais
fervientemente a la serpiente sagrada de Erecteo21, el hijo de la
Virgen Atenea. Porque creo que yo os hice mayor bien y menor
mal que cualquier tipo de bicho divino”.

21
Héroe ateniense cuyo mito está ligado a los orígenes de la ciudad.
34
La verdadera apología de Sócrates

§ 7. Los jueces, unos toscos campesinos que por cualquier


cosa blasfemaban contra lo divino, rieron, con todo su corazón,
cuando escucharon esta inesperada broma de Sócrates. Y
esperaron que les soltara otras. Y aquél, al poco: “Y ya que tengo,
según parece, el juicio más correcto, conviene que yo reciba
también los sueldos de todos vosotros”.

§ 8. ¡Ay, ay! ¡Lo que pasó entonces! Los jueces se enrabiaron.


Unos levantaron los bastones, otros agarraron piedras y otros
se lanzaron contra las rejas, con sus diez uñas sacadas para
desgarrarlo, y todos gritaban a la vez, de forma que no pillabas
palabra alguna. Mira que pedirles los tres óbolos, ¡su honrado
esfuerzo! ¿Por esto, pues, dejaron su trabajo hombres de bien,
y candonguearon todo el día para defender a la patria? Y no era,
por supuesto, por el dinero... pero les pedía que delinquieran. Y
aunque quisieran, ni ellos tenían el derecho de regalar su paga,
ni el estado de privársela... ¡Jo, qué cara el tío, además de ateo y
traidor! ¡Ya se va a enterar! Por esto, ya que el mismo Sócrates
no elegía la clase de su castigo le condenaron ellos, en su segunda
votación (otra vez de acuerdo con la Ley), a beber el veneno.

§ 9. Justo entonces brilló entero de ánimo y fuerza. Sencillo


y ágil, como lo conocía la mayoría en sus borracheras, en las
broncas y en la guerra, se puso firmemente en la tribuna y,
entornando sus pícaros ojos, dijo muy lentamente esto que estáis
a punto de leer más abajo.

§ 10. Las supuestas “Apologías” que le escribieron amigos y


discípulos, todas son ficciones de la fantasía de éstos, puntillosos
intentos de demostrar cómo Sócrates era inocente, la Ley era
justa y los jueces rectos y honrados atenienses que cometieron...
un error; y como únicos culpables los tres malvados que acusaron
al pobrecillo.

35
PRIMERA PARTE

¿Qué hora es?... ¡Pasado mediodía!... ¡Seis horitas exactas y no


he escuchado nada! Los años, veis, me han endurecido el oído...
Si Ulises hubiera tenido mi defecto no se hubiera esforzado
en calafatear sus orejas con cera y en ser atado al mástil para
no escuchar el sensual canto de la muerte. De camino, ya que
hablamos de ello, la muerte resonó más hondamente dentro de su
alma y después la escuchaba durante toda su vida.

§ 2. Pero anque tuviese diez oídos y todos ellos buenos, ni así


podría escuchar. Me quedé en blanco delante de vuestra grande y
vistosa multitud. Me parecía que estaba en el otro mundo, y que
me juzgaban, ya muerto, quinientos Plutones. Por esto sonreía
humildemente. ¡Era por miedo, correncia y estupidez! ¡Ay!...
siento que dentro de mi alma se sobresalta mi pundonor patriótico.
¡También yo tengo estas grandes virtudes! Y verdaderamente,
donde se enraíza esta Tríada (estupidez, correncia y miedo) allí
también la Ley tiene poder y el pueblo es feliz.

§ 3. No escuché, pues, nada porque s’ había parado mi cerebro.


En otro tiempo se solía viajar muy lejos, a un país exótico, al
que nunca se acercaron pájaro ni barco alguno porque no existe
en ninguna parte. De allí se volvía de nuevo siempre lleno de
estruendos, deslumbramientos y dolores insoportables. ¡Era el
país de las Ideas, oh atenienses! Y quien entra en él una vez, sufre
la desgracia de Tiresias22 cuando vio a Palas Atenea desnuda del
todo. ¡Se ciega para siempre!

§ 4. Pero ahora, últimamente, mi mente se comporta como las


mulas, que se encuentran de pronto ante un cortado precipicio o
sobre un puente podrido. Recula, se clava, se obstina y no quiere

22
Célebre adivino mitológico del ciclo tebano, cegado por Palas por
haberla visto accidentalmente desnuda.
Kostas Várnalis

avanzar ni medio palmo más allá de mi nariz. ¡Y me obliga a


agacharme para mirar mi nariz! ¡Un mundo entero! ¡Inmensidad
de fealdad, es decir, de verdad! Me entra un mareo y las sienes
me golpean como martillos. ¡Cosa extraña! vemos dioses, ideas,
sueños, pasados, futuros y ¡no vemos nuestra nariz, atenienses!
Ahora comprendo que verdaderamente es sabio aquél que
consigue verla y entenderla. Y yo ni siquiera había sospechado
nunca que existe y aunque todos se burlaban de mí, que era
aplastada como la del mono y la del cabrito. No escuché nada,
pues, porque durante todo este tiempo estudiaba mi nariz para
ser sabio.

§ 5. Seguro que exagero. ¡No puede ser que no haya


escuchado nada! Mi oído me pillaba, de vez en cuando, algún
insulto de los acusadores o alguna blasfemia vuestra. Y me reía
en mis adentros con las burlonas respuestas que me venían. Pero
no podía decirlas en ese momento; la ley prohíbe interrumpir al
orador. Así, me contenía también yo para decíroslo de una vez
para siempre al final, como cuando uno se aprieta, se contiene
y da largas en las noches invernales, cuando llueve y sopla el
viento de la nevada, para salir al patio a hacer aguas. Pero cuando
llegó mi turno para hablar, olvidé lo que os iba a decir y me dio
pereza intentar recordarlo.

§ 6. Pero aquello que escuché mejor fue vuestra sentencia de


muerte. La conocía desde antes, porque tenía plena confianza en la
decadencia de nuestro tiempo. Y si no la hubiera sabido no habría
sido difícil comprenderla. Vuestros ojos soñolientos y vuestros
bostezos lo atestiguaban claramente. No era, pues, necesario poner
ese pedazo de pregonero para berrearme en mis oídos. Y aunque
no estuvierais con sueño, también me ajusticiaríais. ¡Mirad a los
acusadores! Guapos, ricamente vestidos, ¡personajes importantes!
¡Patriotas con pedigrí! ¡Caciques, soles de la Democracia!... ¡Y
miradme a mí! ¡Qué pinta!, andrajoso, desaliñado, cenizo, inútil,

38
La verdadera apología de Sócrates

un completo tío mierda y “¡el más sabio de todos los hombres!”23


¡Dónde esconderme? ¡Que se abra la tierra y me trague!...
También yo, si estuviera en vuestro lugar, me avergonzaría de no
condenarme a mí mismo a muerte y a un despiadado vergajazo, y
consideraría las dos cosas como un gran honor.

§ 7. ¡Sin embargo su alma supera en mucho a su aspecto y a


su vestido en belleza y riqueza! ¿Por qué se dignaron a pedir mi
muerte? ¡Por el bien del estado! Ellos no ganan nada tanto si muero
como si vivo. Ni las tierras, que no tengo, quisieran embolsárselas
baratas en la subasta; ni para obligarme a darles dinero para retirar
la denuncia (¿dónde lo encontraría?); ni tampoco, claro está, les
apremia que se quede viuda la vieja Jantipa24, para casármela con
alguno de los tres (¡vaya ganga!). Con mi caída, oh atenienses,
querían apuntalar dentro de vuestra alma la Virtud, que se
tambalea. Avanzadilla del pueblo, si no fuesen honestos y limpios
ellos serían los acusados y yo el acusador.

§ 8. ¿Quién no se deslumbra ante el todopoderoso curtidor


Anito? ¡El bravo general! Lo enviasteis con treinta naves a salvar
Niocastro25 y él se escondió por aquí, por el cabo Maliá26 (el viento
en contra), hasta que cayera la fortaleza y salvara su pellejo. Su
avío, ves, le hace pensar más en el pellejo que en el “caído por
la patria”. Y después cuando fue juzgado por traidor, ¡demostró
cuán gran estratega era! Él, que teme por su vida para el dinero,
no temió por el dinero para su vida. Así, los jueces de entonces lo
declararon inocente, como convenía a éste, a las costumbres de la
democracia y al viento contrario, que se lo puso tan cómodo.

23
En griego clásico en el original.
24
Mujer de Sócrates, con la que tuvo un hijo: Lámprocles.
25
Pilos, ciudad de Mesenia, en la bahía de Navarino (mar Jónico).
26
Cabo situado en el Golfo de Corinto, divide los golfos de Itea y
Antikira.
39
Kostas Várnalis

§ 9. Solamente no le perdono que pagase una mina entera


a Polícrates27, el procurador judicial, para que le escribiese la
acusación que os recitó como un comediante. ¿Y no vino a mí,
el cristiano este, para que le montara una mejor (al menos más
espabilada) y por la mitad de precio? Si con dos palabras que os dije
en mi defensa conseguí enrabiaros y que me condenéis a muerte,
hubiera conseguido mucho más acusándome yo mismo, como lo
hago ahora. Y este dinero me haría falta para comprar el veneno de
la mejor marca, y para hacerme mi caja de nogal, ¡así reviente la
señora Socratesa, que nunca en su vida me tuvo aprecio!

§ 10. ¿Y Licón el orador? ¿Habéis visto alguna vez un orador


que sea solamente “un mono público”? Por esto también vosotros
lo hicisteis general y le confiasteis que guardara Épactos28. Pero
éste, sabiendo qué significa patriotismo, vendió la fortaleza a los
enemigos “por treinta monedas”. Y después le creísteis también
a él eso de que no pudo hacer ná contra el Destino, al que hasta
los dioses se someten, en vez de decir: ¡Muerte al dinero, que
gobierne también el Destino! Y este glorioso salvador hace leyes
que dominan la vida, el honor y la propiedad del pueblo, es
decir, la suya propia, y que matan a los traidores, es decir, ¡a los
indignos de vender la patria!

§ 11. Y aunque estos dos presuman que son con razón


“amantes de la ciudad”, está también un tercero, “amado de la
ciudad”: “Meleto, hijo de Meleto, del demo de Pitceo29, contra
Sócrates, hijo de Sofronisco, del demo de Alópece30... Pena: ¡La
muerte!” El perfumado Meleto, poeta desconocido y famoso

27
(s. IV a. C.) Profesor ateniense de retórica. Autor de una Acusación
contra Sócrates y de otras piezas de género epidíctico.
28
Utilizado en vez de Naupacto (Lepanto), ciudad de Grecia Continental,
en la orilla septentrional del Golfo de Corinto.
29
Demo de Atenas.
30
Demo de Atenas.
40
La verdadera apología de Sócrates

“fulano”. Sin embargo, ¡un tío de verdad! Aceptó, por unos pocos
cuartos, el suscribir él también la acusación y enfrentarse él solo
ante el peligro, si acaso me declararais inocente, de ser acusado
de “injuria”, como si tuviese algo que perder el muchacho.

§ 12. Frente a éstos, yo no hice nada para la patria. Ni


traicioné a Niocastro, ni vendí Épactos, ¡ni en las corrientes del
Cefiso31 me entregué a los misterios de la Afrodita masculina! Y
cuantas veces me cargasteis a la fuerza con algún cargo público,
yo iba en contra de las costumbres de los demás arcontes y de
los gustos del pueblo, ya sea porqu’ era un atravesado, ya porqu’
era un hombre recto. Y antes de que os cubráis de gloria vosotros
dándome muerte, por los pelos otras tres veces me ocurriría la
misma broma, dos en los buenos años de la democracia y una
con los treinta tiranos32. Pero aunque no fuera tan grande la pinta
de los acusadores y tan pequeñita la mía, bastaría vuestra propia
sabiduría e infalibilidad para ser condenado. Sois seleccionados
con las habas, ¡blanca, negra!, uno a uno. ¡”Jueces de Zeus”!
Sólo alma y cerebro. Sin imaginación y sin inútiles minucias.
¡Una y fuera! Por esto también sacáis la sentencia de muerte con
la misma facilidad que os sacáis un moco con los dedos y lo
pegáis allí onde os sentáis.

§ 13. Mira Virtuoso de Plaka33, presidente de la asociación para


la protección de la Moralidad, que no permite que dos perros se
junten en la calle, pero entrega ocultamente su mujer a sus novios (¡a
los de él mismo!), ¡y él mira! Mira Cerdino de Lepsina34, redondo
del todo por delante y por detrás, y requeteblanco por dentro y

31
Río de la cuenca de Atenas.
32
Gobierno oligárquico que en el 404 instauró en Atenas un régimen
de terror.
33
Barrio de la ciudad de Atenas, situado en la ladera de la Acrópolis.
34
Utilizado en vez de Eleusina, ciudad cercana a Atenas.
41
Kostas Várnalis

por fuera, qu’ explica los misterios de la diosa pero no explica


el cómo han llegado a ser propiedades de su propia familia los
campos y los olivares de la diosa. Mira los poderosos mercaderes
de trigo y armadores del Pireo, los fraternísimos Cuarentadedos
(¡de nombre y de hecho!), que se las apañan cada año para hacerse
“guardianes del trigo”, para fijar ellos mismos el precio de los
cereales, de las harinas y del pan, y para controlar las pesas de los
demás, ¡por si están trucadas! Mira el roñica Tacañón de Kifisiá35,
que arruinó a la gente pobre pero construye altares a la Piedad;
y comiendo siempre pan de cebada y aceitunas podridas le salen
forúnculos y se rasca allí donde le pega más tener los cuernos y
llevar el yugo. Mira Doncel de Kolono36, picajoso emperifollado,
bañado en perfumes, pero habitual comprador, cada año, del
impuesto de prostitución que se lo pagan su hermano y su tita.
Mira el gran tragahuérfanos don Pío, que echó a la calle a los
hijos de su hermano y luego se lamenta de que éstos lo habían
empobrecido. Mira Osado, el bravo de Cleón37, que montaba
emboscadas junto con otros quince para pegar o matar a uno solo,
y ahora que cambiaron las cosas le entró un temblor y dice que
se arrepintió y se va a hacer monje, ¡para salvar su alma! Mira
el afamado falso testigo Véritas, que para llegar a tiempo a sus
muchos encargos abrió una oficina en el barrio de los juzgados
con diez ayudantes... Mira también a...

Gran follón, amenazas y gritos de “¡Abajo, abajo!”.

§ 14. ¡Qué “abajo” ni que “requeteabajo”! ¡no os quedéis


roncos en balde!... Tenéis tiempo para enfadaros porque os
salmodiaré peor. Temíais que os descubriese a cada uno por

35
Demo o barrio del norte de Atenas.
36
Demo o barrio de Atenas.
37
Político ateniense, sobresalió como demagogo tras la muerte de
Pericles, en 431 y 430.
42
La verdadera apología de Sócrates

separado el pastel y las mascaradas. Calmaos... No veo más allá


de las dos primeras filas... Además, ¿cómo os voy a conocer a
tós por vuestro nombre?... Si pesan del alma de cada uno de
vosotros solamente diez deshonras (¡que sean tres!), ¡la suma
sería de miles! ¿Quién podría nombrarlas de una en una? A mí
me endosaron tres en total y necesitaron seis horas enteras para
contároslas ¡y que os las creyerais!... Y al fin y al cabo, ¿por qué
os exaspera que os destape? Vosotros sois la Ley, la Ley ayer,
hoy y mañana... Con que uno de vosotros fuera honesto, la Ley
se echaría por tierra, hecha añicos y muerta.

§ 15. No me digáis: “¡Míralo! Tantos años parloteaba qu’ el


espíritu gobierna la materia y el alma el cuerpo; que no contaba
la opinión de la masa, sino solamente de los filósofos (es decir, la
suya; y todos los demás: ¡sofistas!). Y ahora que se las ve negras,
lo olvidó todo y se encoleriza, disparata e insulta”. ¡Pero no
insulto ni alabo nada! Ni me quejo de que muero injustamente a
causa de los injustos, ni me avergonzaría si muriera justamente.
No me importa librarme hoy con la traición de las leyes, como no
me importaría si os dejara libre un rincón, después de unos pocos
meses o años, con la voluntad de la Naturaleza. Os debo, incluso,
un favor... Saliendo con desfiles y trompetas de un Nada hacia
otro más Nada, m’ apetece burlarme de vosotros y de mí mismo.
¡Qué queréis? Criticar quiere decir burlarse.

§ 16. Y cuando pienso que os enfurecéis con lo que os


digo, pero que no podéis hacerme nada ni iros de aquí porque
perderíais los tres óbolos, doy saltos de placer y de malquerencia.
Os quiero y me viene en ganas el abrazaros y besaros, como
hacen los borrachos lloriqueando... Vosotros os aterraríais mucho
más solamente con imaginaros a vosotros mismos en mi lugar.
¡Pensad que primero os han atado y luego os han dado a beber
a la fuerza el brebaje del veneno! ¡Toma!, y empezaron los
dolores y los espasmos, la cristalización de los ojos, y espuma

43
Kostas Várnalis

en la boca; la congelación de los pies sube deslizándose poco a


poco, y clava sus uñas primero en el estomago, y después en el
corazón... ¡Y esto es todo!... No os sobéis la barriga, atenienses.
Queman como las placas del horno. Allí dentro no trabaja ningún
veneno, pero bailan (o bailarán dentro de poco) todos los bienes
de Dios: hígado de cabrito asado a la brasa, palometa del Mar
Negro en salmuera, salchichas de cerdo con abundante pimienta
y ajo, nueces, uvas pasas, vino (¡mucho vino!), ¡y música de
viento! ¡Sois inmortales! Y seríais, digamos, más inmortales si el
Destino os engendrase con una cola de caballo, que se moviese
sola de izquierda a derecha, como un abanico, para espantar las
moscas que os pican en el momento en que dormís y en el que
juzgáis, ¡cuando juzgáis dormidos...!

44
SEGUNDA PARTE

Cuando me vi a mí mismo tieso sobre el lecho, con la cómica


solemnidad que tien toas las reliquias, y a mi alrededor, como
tristes Magdalenas, el patriotismo de los acusadores, vuestra
propia infalibilidad y la virginidad de las leyes, me reí de todo
corazón. Porque, como sabéis, los piojos huyen de los muertos y se
van a los vivos. Y cuando os vi a vosotros, los vivos, apestando de
arriba abajo como carroña de diez días (uno que tiene calenturas,
otro una hernia y otro costras... sarna... tuberculosis...) y pese a
esto con ganas de sacarle el ojo al de al lado, entonces mi mente
se fue a los animales: cuantos se comen a los demás se creen a sí
mismos inmortales; y cuantos son comidos es imposible que no
crean que resucitarán un día en una vida mejor.

§ 2. Y después pensé: Sócrates, tío, en lugar de mantenerte


sobre la tribuna “sereno de aspecto y postura”38 burlándote de
ellos, si tuvieran tendido ante ellos tu cadáver para juzgarlo, como
juzgan los jueces en el tribunal del “Pritaneo”39 las cosas sin vida:
los ladrillos, las cáscaras de melón, los ganchos de la carnicería...
¿sabes qué ocurriría? Se juntarían a tu alrededor, se agacharían
para mirarte durante largo tiempo, menearían lastimeramente
su cabeza y después dirían: “¡Era bueno el desdichado!... ¡Mira
cómo ha mejorado de muerto! Se cerraron sus ojos zorrunos,
se enflaquecieron sus labios hinchados, se estrechó y se alargó
su aplastada nariz... ¡Ha quedado de maravilla! ¡Recordáis qué
gracia tenía cuando sacudía sin compasión a los sofistas y a los
farsantes?... Hizo un gran bien al estado. Por esto no le fue bien...
Vivió y murió como un tirado... Y aquí, entre nosotros, el que
se perjudica con sus palabras y con sus acciones puede ser un
tonto, pero no es un bribón; y quien gana con sus acciones y con

38
Jenofonte, La apología de Sócrates, 27, 2.
39
Edificio donde se reunían los prítanos para arreglar los asuntos de
administración diaria de la polis.
Kostas Várnalis

sus palabras, a éste le apestan la palma de las manos y su alma...


¿Sabes qué digo? Que le hagamos un entierro a expensas del
estado. Se necesitan ejemplos para nuestros hijos.”

§ 3. Pero ahora que no tuve la suerte de morir yo solo, me matáis


vosotros... y también para ejemplo. Os hacía falta una víctima...
no para que aprendan vuestros hijos a amar la virtud, ¡sino para
que teman la democracia! Os hacía falta una víctima muy grande
para pagar los crímenes de la tiranía de ayer y bloquear el camino
de su regreso. Ya que se escabulleron los culpables, me cogisteis
a mí, el “maestro” de Crítias40 y de Terámenes41 el chaquetero;
a mí, el detractor del gobierno de la masa; a mí, el Tábano, que
os tocaba las narices... Mi cuerpo (huesos y carnes) no pesa,
seguramente, en la balanza de Némesis42 tanto como los mil
quinientos cuerpos de los asesinados por los tiranos; sin embargo
pesa mi nombre, ¡y pesa mi alma! Aunque todos vosotros, hasta
cien generaciones, entraseis como un racimo en el platillo de la
balanza, incluso entonces pesaría yo más...

§ 4. Surgirán, después de muchos años, muchos amigos y


detractores míos, gente de aquí y de fuera, del presente y del
futuro, que montarán un gran jaleo sobre mi muerte. Me llamarán
“el mejor de los griegos”, “ruiseñor de las Musas”, “el más
justo”, “el más sensato”, “corona de Grecia”. Vuestros hijos me
construirán una iglesia, el “Socrateo”, y me ofrecerán sacrificios
cada año, en primavera... Me adorarán como a un dios43 (a mí

40
Hombre de estado y filósofo ateniense, muerto en el 404; jefe de la
oligarquía de los Treinta. Discípulo de Sócrates.
41
(455 - h. 404 a. C.) Político ateniense, jefe del partido oligárquico
moderado en la revolución del 411. Condenado a muerte por Critias
durante la dictadura de los Treinta.
42
Divinidad que personifica la venganza divina.
43
Junto con Platón, Sócrates aparece representado en el iconostasio de
muchas iglesias, sobre todo en el norte de Grecia.
46
La verdadera apología de Sócrates

no me permitíais que tuviera un céntimo de demon...). ¿Y por


qué razón? Los primeros, para pegar su nombre junto al mío y
ser escuchados junto a mí; y los segundos para mostrar que si
yo viviera en sus tiempos ¡me comprenderían y me honrarían!...
Trivialidades. Éstos y aquellos exagerarán mi valía y serán
injustos con vosotros; dirán mentiras y creerán mentiras...
Vosotros y la Ley cumplisteis con vuestro deber. Sólo que no
me castigasteis porque infringí la Ley, ¡sino porque me mantuve
incapaz de pisar sobre ella y pasar!... “Comete injusticia Sócrates
siendo débil, como pobre... ¡¡Pena de muerte!!”. Así tendría que
decirlo la denuncia.

§ 5. Si me juzgaseis uno a uno por separado, atenienses, me


declararíais inocente; siendo tantos, no podéis... Cuanto más
se juntan entre ellos y forman masa, tanto menos es su juicio
y más su maldad. Y si estuvieseis juntitos quinientos escogidos
sabios (quinientos Sócrates, que digamos), no formaríais ni
medio Bertoldo44; ¡no ahora, que sois quinientos Bertoldos!...
Masa, Opinión Pública, —enorme Chucho atado a una estaca a
pleno sol. Todo el tiempo lo pasa durmiendo, se rasca su sarna
y se lanza rabiosamente en cuanto alguien quiere sacarlo de sus
costumbres, desatarle la cadena. Así también vosotros, en cuanto
os denunciaron que yo corrompo la Religión, los niños y la Lógica,
os precipitasteis a miles sobre vuestros pies y comenzasteis
a sacudir esas Simplégades45 que son vuestras mandíbulas,
para fundirme allí en medio... Si comiese llamas y devorase
espadas, como los saltimbanquis de feria, no os sorprendería,
porque creeríais que verdaderamente me trago las espadas y
me como las llamas. Y si fuera un curandero que os hartara de
orines y porquerías, creeríais que me debéis vuestra vida. Me

44
Personaje de una narración de G. C. Croce, 1606, un campesino de
fealdad y sabiduría proverbiales.
45
o Rocas Azules, un pasillo de rocas míticas que se juntaban cuando
una nave intentaba atravesarlas, para aplastarla.
47
Kostas Várnalis

comprenderíais y me pagaríais. Pero ahora me escuchabais decir


a menudo, sonriendo, que “no sé nada”. ¡No sé nada!... Esto no lo
comprendéis... ¡De manera que soy un perfecto Maligno!... ¡Un
fulano es capaz de todo!...

§ 6. Yo ponía a los demás a decir lo mismo y a creer realmente


que lo que saben ¡es mentira!... Y a buscar para encontrar la verdad.
Pero vosotros, atenienses, primero os preocupasteis y después
os enfurecisteis... ¿Hasta dónde llegaría este asunto? Sabéis que
cuanto menos piensa tanto más sesudo es el ciudadano, y cuanto
menos habla tanto más libre. ¿Y si, de repente, así porque sí, con
el busca que te busca, Quijada encontrase que es más justo comer
que ayunar? ¿Y si no le bastase esta locura, sino que comenzase
a pregonarlo a voces? Antes, pues, que estallase la tempestad
quisisteis parar los malos vientos. Pero los malos vientos (...
¡los buenos!) los habían traído los sofistas. Yo, entonces, como
una miserable Opinión Pública, les ladraba y les mordía el
trasero... Sin embargo, para acabar conmigo me encasquetasteis
el sambenito de que yo era ¡el sofista de los sofistas!... ¡Ojalá lo
fuera!...

§ 7. Y para acabar conmigo más fácilmente me encasquetasteis


también otro sambenito: ¡que era ateo!... ¡Ojalá lo fuera!... Tenéis
al ateísmo como el medio más seguro para irritar al Perro e
incitarlo a defender con sus dientes vuestros distintos bienes. A
los enemigos de vuestra felicidad, muy sabiamente, los hacéis
enemigos personales del Perro. Para libraros de Alcibiades46, al
que el pueblo quería y admiraba por su belleza, por su riqueza
y su lascivia, lo acusasteis de ateo. Y el pueblo, el Perro, olvidó
sus amores y lo persiguió hasta el final del mundo. Porque le

46
(h. 450 - 404 a. C.) Político y general ateniense, sobrino de Pericles.
Discípulo de Sócrates. Acusado de la mutilación de los Hermes huyó
a Esparta. Asesinado por el sátrapa persa Farnabazo, por orden de los
Treinta.
48
La verdadera apología de Sócrates

enseñasteis a esperar su felicidad del cielo, ¡y a no pedírosla a


vosotros! ¡Pues si le coges la esperanza del nada, se lo coges
todo!, ¡y te destroza!

§ 8. Si llegarais a mi casa, veríais en la pared iconos colgados,


la candela encendida, nuestras coronas nupciales dentro de sus
estuches de hojalata. Y en la iglesia me veríais besar la mano del
cura. ¿No os bastaba esto? ¡Qué os importaba si yo creía o dejaba
de creer? Basta con que pareciera creyente... La verdad, como
no quería jaleos con Jantipa ni con el Perro, la Masa, la dejaba
disfrazar las paredes con iconos. Besaba también la mano del
cura ante los demás para chincharlo: “¡Mecachis”, decía él, “este
descreído me sobrepasa en tartufismo!”.

§ 9. Yo decía que existía dentro de mí un demon que me


conducía. ¡Tenía que decirlo para que, de alguna manera,
expliquen los simples por qué mi mente sobrepasaba las mentes
de los demás!... ¡No quiere decir que con esto yo destrozaba la
religión! Existen tantos pequeños dioses (¡como hormigas!... )
que ni los contamos jamás ni sabemos sus nombres... Y si en
cada fuente, en cada árbol, en cada agujero anida un pequeño
dios, ¿por qué no iba a anidar también dentro de Sócrates, que
para los dioses es una madriguera más digna que un pedrusco,
que un charco, que un leño de estufa... y que cualquier agujero?
Y si dentro de cada loco entra algún dios que lo enloquece, ¿por
qué no iba a entrar también en el sabio Sócrates para hacerlo más
sabio? Y si todas las enfermedades, la embriaguez, el dormir, el
soñar, la muerte, y hasta el estornudo y la tos son dioses, ¿por qué
no iba a serlo también la Burla?

49
Kostas Várnalis

50
La verdadera apología de Sócrates

§ 10. Aceptemos que fuera mi demon un nuevo diosecillo...


Hasta aquí cada cura castrado del Oriente trae y os sirve algún
descarado dios como Sabacio47, Cotitó48 y Afrodito y vosotros
los recibís y los adoráis de buena gana. Y si por tales dioses os
ponéis faldas y pantaloncitos con encajes y danzáis poseídos,
balanceando como mujeres vuestro vientre y vuestras ancas; y
si encontráis una cosa que agrada a Dios el consagrar a vuestras
esclavas y esclavos, a vuestras hijas e incluso a vosotros mismos
a Afrodita, a Atenea, a Apolo y entregaros como “cuerpos
sagrados” a los chulos, para que trapicheen y gorroneen los
Kérices49, los Eumólpidas50 y demás parentela curil, ¿qué os
molestó mi humilde demon, que vivía, prudente y ordenado,
dentro de mí y me aconsejaba, quizás, para encontrar lo correcto,
sin pasar la bandeja ni pedir templos ni sacrificios? Ni tampoco os
obligaba a descalzonaros en su honor. Y al fin y al cabo, cuando
yo muera también él se irá conmigo, ¡para no volver de nuevo los
dos, nunca más, a vuestro maldito país!

§ 11. He aquí qué dicen ahora en su interior los mejores


cabezas de familia de entre vosotros: Festejo cuatrocientos días
al año, me emborracho, me revuelco en el fango, zurro a mi
mujer, desvalijo el cepillo de la iglesia, hago contrabando, vendo
timando en el peso, tomo falsos juramentos, soy un soplón, ¡y
no molesto a nadie! ¡No voy a enseñar a los demás el ateísmo!
Puede que yo no crea, pero ¿y la muchedumbre?... Los ridículos
gusanos del campo, los engrasados ratones del puerto, los

47
Dios frigio cuyo culto tiene carácter orgiástico. Asimilado con
frecuencia a Dioniso.
48
Diosa de la impureza, cuyos misterios eran tan licenciosos, que se tenía
gran cuidado de ocultarlos a los ojos del público. Sus sacerdotes eran tenidos
por los hombres más infames. Alcibiades se inició en estos misterios.
49
Familia de sacerdotes de Atenas, los “Heraldos”, se dedicaban a
determinados rituales eleusinos.
50
Familia de Eléusis, dedicada a los ritos de dicha ciudad.
51
Kostas Várnalis

famélicos perros del mercadillo, si pierden la fe en Dios ¿quién


los refrenará? ¡Que primero se les eduque!... ¡Para hoy es un
asunto prematuro!... La religión, o sea, es el cimiento de la patria
y de la moral. El pueblo sin el temor de Dios ¡se echará a pillar
los dineros y las propiedades, los “esfuerzos” de los demás y a
empalar a sus carceleros!... No conviene, no queréis que os imite
el pueblo. Le arrojáis a sus pies mi desgraciado cadáver para que
no olvide que el ateísmo es el mayor pecado...

§ 12. ¡Pero estropeaba también la moral! ¡Seducía a los niños!


¿Qué niños? Tós mis alumnos habían pasado los cuarenta... Y no
eran “alumnos”, eran amigos míos... Si los niños me seguían, no
podía echarlos... Los niños quieren bromas y risas... Filosofías y
cosas así no las aguantan, ¡toman el pelo al maestro, se hartan y
hacen novillos!... Les enseñaba, decís, que tienen el derecho de
atar y zurrar a sus padres cuando éstos se emborrachan y pierden
su dinero en el juego y en las mujeres, y cuando chocheen o
enloquezcan. Estas cosas no se las decía a los niños, ¡se las decía
a los padres! Hay, pienso, alguna diferencia.

§ 13. Me diréis: “¿Y Alcibiades? ¿No tenías como alumno


a Alcibiades?”. ¡Y quién soportaría el no tenerlo? Un bello
muchacho, rico, vivaracho, de familia distinguida, un poco
alocado, testarudo e indómito, pero listísimo, — ¡el muchacho
más despierto de Atenas! ¡Ah! ¡Mucho más fuerte que yo!...
Entrenaba mi alma cerca de él para que ella venciera sus
pasiones... para que no se inmutara ante la riqueza, la belleza
y la juventud... Por lo tanto, yo era su alumno y no él el mío. Y
llegué a creer y a pregonar que el amor espiritual, es decir, el no
natural, ¡limpia el alma y extrae las ideas!... Por esto, también,
yo gritaba que tienen que cerrarse las tabernas y los templos de
Afrodita. Vamos, entonces se enfadaron los tesoreros públicos
y la parentela curil, porque se reducirían sus ingresos. Y me
acusaron de querer destruir... ¡la familia griega!...

52
La verdadera apología de Sócrates

§ 14. ¿Qué? ¿Era peligroso para la Democracia? ¡Peligroso yo,


y vosotros democracia!... Pero a los peligrosos, ¡oh atenienses!,
no los juzgan. Los reverencian doblando el espinazo o los
asesinan de una puñalada trapera. Y cuantos pueden llegar a ser
peligrosos un día, porque los estima el pueblo, os adelantáis y los
desterráis. Si yo fuera peligroso, pondríais algunos drogotas para
acuchillarme, sobornaríais a mis cocineros para que me echaran
veneno en la comida, en el vino, en el café... Un peligroso ni es
juzgado ni se defiende... Juzga y mata. ¡Porque ocupa el poder!
Y sólo cuando lo pierde entonces podéis juzgarlo, si os atrevéis...
¡y si lo pilláis!

§ 15. Peligrosos eran Pisístrato51 y sus hijos52, Alcibiades, los


Treinta. También lo hubieran sido Cilón53 si hubiera conseguido
tomar el poder, y Arístides54 si hubiese sido menos “justo” y
más canalla. Tales hombres os roban, os matan, os destierran,
incluso os llaman “traidores”. ¡Y vosotros sin rechistar! Y si yo,
en lugar de parlotear en el mercadillo, matara a unos cuarenta
mil de vosotros, y aposentara a los enemigos en Tatoi55, para que
pillaran vuestros animales, cortaran vuestros olivos y vuestras
viñas, quemaran vuestros campos, y vosotros murierais de
hambre y peste, como animales, encerrados en la Fortaleza; y si
desterrara a algunos miles de vosotros, a los más ricos, para meter
mano en sus propiedades; y si abriendo las puertas de la ciudad

51
(560 - 527 a. C.) Primer tirano de Atenas.
52
Hipias e Hiparco.
53
Noble ateniense que, hacia el 630 a. C., conspiró para ser tirano de
Atenas.
54
Estratega y hombre de estado ateniense. Combatió con éxito en
Maratón. Condenado al ostracismo en 484 a. C. Llamado después a
Atenas, organizó la Confederación de Delos, y fijó la contribución de
cada uno de sus miembros, lo cual le valió el sobrenombre de “Justo”.
55
Barrio de Atenas donde estaba situado el Palacio Real.
53
Kostas Várnalis

dejase entrar a los paleomoraitas56, a los sofianos, y a cualquier


otro cabrón, para que me sentaran sobre vuestro cogote como
un salvador, ¿quién se atrevería a decir ni pío? ¿y a juzgarme?
Todos los aventureros correrían junto a mí y se convertirían en
mis lamerones. Y los “buenos patriotas” golpearían sus huecas
cabezotas contra la pared, porque no llegaron primeros a hacerlo
peor ellos mismos y a enriquecerse más.

§ 16. ¡No! No temisteis a Sócrates, sino que quisisteis asustar


a los demás con su muerte. Vuestra democracia no se mantiene
bien sobre sus pies. Las largas murallas de Atenas y del Pireo
yacen en el suelo hechas una pena. Barcos, no tenéis. “Aliados”
que paguen gabela para zampárosla, no tenéis. Con todas las
matanzas y destierros que habéis hecho, se esconden entre
vosotros muchos que añoran los buenos tiempos de la tiranía;
porque ahora pierden cuanto ganaban entonces, como también
vosotros intentáis sacar de nuevo cuanto perdisteis entonces. El
que está en el ajo teme el cambio; y el caído lo desea con ganas
y lo prepara de cualquier manera. La pobre gente se queda en
medio y paga los platos rotos; lo pasa lo mismo de mal con los
regímenes ilegales que con los legales, o con la tiranía que con
la libertad. Para que no comprenda y no se oponga le contáis
mentiras y la asustáis. Hay pueblos que viven en los bosques,
no tienen leyes, se comen sus piojos y, sin embargo, aman su
libertad. ¡Pueblos bárbaros! Nosotros vivimos en el más bello
estado del mundo, tenemos las leyes más sabias, no nos comemos
nuestros piojos y amamos a los bribones que nos comen.

§ 17. Los Treinta mataban y robaban sin excusas. Suprimieron


leyes, tribunales, asambleas —¡la soberanía del pueblo! Y
formaron su propio parlamento con matones y navajeros. “¡A
éste lo matamos nosotros!” —una palabra y ya está. Sabían que

56
Término usado en vez de lacedemonios o espartanos.
54
La verdadera apología de Sócrates

estarían poco tiempo y se daban prisa. Vosotros queréis estar para


siempre y os valéis de excusas. Y por esto pensasteis restringir
los derechos políticos solamente para cuantos tienen propiedades
y son de familia bien, para retener lejos del Tesoro Público a
cinco mil pobres. Aquellos impidieron la libertad de palabra y la
enseñanza de la retórica; vosotros vais a impedir la libertad de
pensamiento y la enseñanza de la filosofía. De aquellos tomasteis
el barato y rápido medio de muerte, la hedionda hierba que hoy
me dais a beber. Vuestra democracia es, como veis, una tiranía
enmascarada.

§ 18. “Nosotros no conocemos procuradores. Aplicamos las


leyes”, escucho a alguien que grita. Y yo os digo: ¡Solamente si
hubieseis infringido la ley no habríais cometido una injusticia
conmigo! Porque el objetivo de las leyes no es castigar a los
culpables sino a las víctimas, e impedir a los que han sido
robados que roben también ellos. Ley quiere decir voluntad de
los poderosos e impotencia de los abúlicos. “La justicia no es
otra cosa que el interés del más fuerte”57. Así más o menos hasta
yo solo me lo olí, pero aquel Polo58 se me adelantó y lo campaneó
y me obligó a contradecirle. En nuestro idioma “mejor” también
significa poderoso. Solón59 no tuvo ningún reparo en alabarse
a sí mismo de que trajo el orden a un estado turbulento: “con
la autoridad, combinando fuerza y justicia”60. Pero, en otras
palabras, aseguró con la fuerza la justicia, es decir, el interés de
los poderosos.

57
Platón, República, 338.c.1.
58
(s. V - IV a. C.) Sofista siciliano, de Agrigento, es uno de los personajes
que participan en el diálogo platónico de Gorgias.
59
(640 - h. 560 a. C.) Político ateniense, legislador y poeta.
60
Solón, 24D. Aristóteles, La constitución de los atenienses, 12.4.18.
55
Kostas Várnalis

§ 19. ¿Y quiénes son los poderosos? No aquellos que tien


los cuerpos más fuertes y entrenados: los luchadores61, Milón62,
Heracles, Heracles el cerebro de mosquito, que con todos sus
brazos de acero se convirtió en el juguete de una tía, en una
damisela con rueca y vestidos63. Ni aquellos que tienen los
cerebros más fuertes e inútiles: filósofos, poetas satíricos y tós los
misántropos y viejos maniáticos. Ni aquellos que tien las almas
más fuertes: un Prometeo, un Leónidas, un Cinegiro64, personajes
míticos, ¡seres de la fantasía de los miedosos! Los poderosos, en
todo lugar y en todo momento son los ladrones.

§ 20. ¿”Cuentos”?... ¡venga, pues, os voy a contar también


un cuento para que descanséis! Érase una vez unos ladrones
de la primera ciudad del mundo, que cuando se enriquecieron
lo suficiente decidieron arreglar su vida. Rodearon al resto de
los pobres de la ciudad y cuando los juntaron en la plaza les
dijeron: “¡Arriba las manos! Queremos vuestro bien. No os
cogeremos vuestras palas, vuestros picos, vuestras azuelas,
vuestras alforjas, vuestras espuertas con vuestras gachas,
vuestras agujereadas camisas con piojos y vuestras chozas sin
suelo que hacen agua cuando llueve. ¡Sois libres! —(¡arriba
las manos!). Libres para vivir como os dé la gana, para ganar,
juntar unos ahorrillos, emborracharse, bailar, engendrar y morir.
Nosotros os enseñaremos... ¡las verdades! Os daremos una
rica fantasía y un corazón sensible; os daremos hasta un alma
inmortal. Y aquél de vosotros al que le agrade, ¡podrá escribir

61
Aquí Várnalis utiliza un término que denomina a los competidores
de lucha turca.
62
(s. VI a. C.) Atleta de Crotona, seis veces vencedor en los juegos
Olímpicos y otras tantas en los Píticos.
63
Se refiere al episodio de Ónfale, reina de Lidia, y sus relaciones con
el héroe.
64
Hermano de Esquilo, combatió y cayo en la batalla de Maratón (490
a. C.) en un valiente intento de apoderarse de una nave persa.
56
La verdadera apología de Sócrates

poemas, fabricar teorías y cubrirse de gloria! ¡Vosotros seréis


el pueblo soberano! Nosotros solamente os gobernaremos. Nos
ocuparemos de la seguridad de vuestra vida, de vuestro honor y
de vuestras propiedades —en una palabra, de vuestra libertad.
Vosotros trabajaréis como queráis, lo que queráis y cuando
queráis. Nosotros os daremos trabajo, con tal que se encuentre,
y vosotros nos daréis vuestros sueldos. Y para que no penséis
que os perjudicamos, pagaremos también nosotros el mismo
impuesto al Estado —¡a nosotros mismos!

§ 21. «Tanto vosotros como nosotros tendremos sobre nuestras


cabezas a los mismos dioses, que os ordenarán a vosotros trabajar
y no comer, y a nosotros sentarnos y comer. Tanto nosotros como
vosotros tendremos sobre nuestras cabezas las mismas leyes, que
nosotros os daremos y vosotros votaréis como diputados y las
aplicaréis como jueces frente a vosotros mismos. Y para que no
caigan sobre nosotros piratas y bandoleros de otras tierras y mares,
que se apoderen de vuestros ahorros y os cojan como esclavos a
vosotros, a vuestras mujeres y a vuestros hijos, os armaremos,
os entrenaremos, para que podáis defender a vuestros dioses, a
vosotros mismos y a nosotros, es decir, a la patria. Morir vosotros
para que vivamos nosotros. Y ya que vosotros solos no podríais
pensar en vuestro provecho y protegeros a vosotros mismos,
os obligaremos a la fuerza (¡arriba las manos!). Sólo una cosa
os prohibimos: que uno robe a otro. Porque podríais robarnos
incluso a nosotros.”

§ 22. Así pues, el pueblo trabajaba libremente y libremente


pensaba. Y cantaba alegremente en las tabernas como el mirlo en
la rama (¡en la jaula!). Y sus salvadores se tumbaban panza arriba
en calientes palacios durante el invierno y bajo floridos árboles
en verano —y un montón de bellas mujercitas les despiojaban el
cogote y les soplaban en las sienes (¡es muy útil!). Su felicidad
era la fuerza de la patria, y su desvergüenza una purificación. Y

57
Kostas Várnalis

aunque alguna vez el pueblo, hartándose, los echaba, enseguida


buscaba a otros que le robaran: no podía ya vivir ni pensar sin
“salvadores”.

§ 23. Reíros con razón, atenienses. ¡Tal extraña ciudad ni


existió ni existirá nunca! Veis, un cuento. ¡Ahora me pediréis una
moraleja! ¡Dónde encontrarla?... Os digo solamente: “Ay de aquel
ciudadano esclavizado por su voluntad, que llegando al final de
la desesperación se entrega, para salvarse, a la misericordia de
Dios y a las leyes de los Ladrones”.

58
TERCERA PARTE

“¿Qué esperas d’ un hombre marcado, retorcido y con el alma


envenenada? Holgazaneando todo el día en el mercadillo la
tomaba con los demás que se ocupaban de su propio trabajo. Para
él ¡aquellos tenían la culpa de su propio desastre! Y todos huían
de su lado —¡evita al diablo y evitarás santiguarte! ¡Y después
él mismo alardeaba de no buscar pago alguno por su sabiduría!...
¡Lo único que nos faltaba! ¡Que se nos suba a la fuerza y encima
pagarle!... ¡Ahora le dimos la paga que se merecía! ¡Mañana
no seremos ni más ricos ni más pobres! ¡Pero tendremos un lío
menos!”

§ 2. Vosotros, atenienses, tomáis a los espantapájaros por


verdaderos hombres y a los vientos por dioses; yo, a los hombres
por falsos espantapájaros y a los dioses por vientos. Vosotros
soñáis y yo veo. Veo porque tengo más cerebro, el mayor que
se engendró jamás en vuestra tierra. Y puesto que podía ver, por
ello todas las cosas se me aparecían negrísimas y feas. Cuando
comprendí que los que me rodean no son almas ni espíritus,
sino bandullos, y la vida no tiene más meta que la muerte, no
perseguía la felicidad ni me esforzaba en ser mejor —¡lo era!
Me abandonaba suave y lentamente en mis debilidades —¡en
mi fuerza! Perezoso, burlándome abiertamente de vosotros y a
escondidas de mí mismo, intentaba olvidar el hoy, el ayer y el
mañana —es decir, la muerte.

§ 3. Yo no era Apolo para despellejaros de una vez por todas


con el pedernal; era el hijo de una comadrona, ¡una familia
vulgar! Os despellejaba, pues, cada día con mi sabiduría —¡con
la burla! No os mejoraba en nada, solamente os enfurecía y
comprendía que al final acabaríais conmigo... Así me burlaba
hasta de mi sabiduría: “no sé nada”, es decir, “¡esto que sé no
vale nada!”. Así no perdía tampoco mi tiempo en escribir estas
Kostas Várnalis

cosas. Si las escribiera quemaríais mis libros en la plaza, como


quemasteis también los del gran Protágoras65. Sin esperanzas de
nada me entregué para que me matarais de buena gana. No utilicé
para salvarme ni la fuerza política, ni el dinero de mis amigos, ni
mentiras, y ni tampoco verdades. Y aunque me dejarais abierta la
puerta de la cárcel, no huiría. ¿Para vivir más? ¿Y no pensáis que
envejeciendo aún más podría entrarme el miedo en mi agonía,
arrepentirme y llamar al cura para que me confesara? ¡Que
vergüenza!

§ 4. “¿Y por qué no desollaste primero a Jantipa, que te


zurraba con la zapatilla?”... ¡Porqu’ era un filósofo! Reconocía
que ella tenía razón. Le dejé a la infeliz tó el peso de la casa y yo
daba vueltas por las calles, me juntaba con ricos y principales,
con Alcibíades, Pericles, Critón66, Calias67 el Rico... Y me daba
la gran vida. Los niños iban por ahí descalzos... Y aquélla les
daba la educación que se necesita para convertirse en “buenos
ciudadanos” como vosotros. Cuando blasfemaban, decían
mentiras y robaban en los huertos del vecindario, ella no les
pegaba; y cuando tropezaban, se golpeaban y se destrozaban la
ropa, los molía a palos. “No os pareceréis al inútil de vuestro
padre” Teníamos, claro, nuestra cabaña, nuestro gallinero y
nuestro cerdo en el patio, quinientas cepas más allá de Gudí68,
con unos cuarenta olivos... De todo se ocupaba ella y trabajaba
sola. ¡Pero eso no era vida! ¡Con los años la desdichada se pasó!

65
(h. 485 - 415 a. C.) Sofista nacido en Abdera, amigo de Pericles. Tuvo
que huir de Atenas, acusado de ateísmo.
66
Fiel amigo de Sócrates. Platón titula con este nombre uno de sus
diálogos.
67
(h. 450 - 370 a. c.) Noble ateniense, conocido por su riqueza y su
extravagancia.
68
Localidad situada en las afueras de Atenas. En ella comenzó la
llamada “revolución de Gudí” en 1909, golpe de estado que llevó al
poder a Venizelos.
60
La verdadera apología de Sócrates

Reñía por nada con las vecinas (yo me esfumaba muy temprano
de casa). En cuanto aparecía en la fuente con su bidón, toas se
retiraban más allá y le dejaban llenar la primera. Temblaban ante
su lengua y sus uñas.

§ 5. Y si no le bastaba una vida mortificada durante tanto


tiempo, fui y me casé de nuevo, yo, un sesentón desgarbado, con
la nieta de Arístides el Justo, Mirtita, un alma bella como la de
su abuelo, e inexperta jovencita que olía a leche. Empezando a
tontear con la fresca cervatilla le hice sin esfuerzo dos niños —¡y
además varones! Y no volví a mirar más a la anquilosada Jantipa.
Ella se volvió una fiera. Cada día desgreñaba, arañaba y dejaba
en ayunas a la infeliz muchacha. ¡Y yo cómo iba a hablar?... Así
se deprimió y languideció, se afeó. La abandoné, pues, también a
ella —ya no me atraía. Yo frecuentaba a Aspasia, a Teodota69, los
gimnasios... Seguro que yo tengo la culpa, pero también la tiene
mucho más la Ley, que nos puso a tomar una segunda mujer para
dar soldados a la patria. ¡Desgraciadas criaturas!...

§ 6. ¡Que trabaje!... ¿En qué voy a trabajar? Una vez en mi


juventud hice de marmolista al lado de mi padre. Como me
quemaba el deseo del cuerpo femenino me puse, para calmar mi
alma, a esculpir a las Gracias en cueros, en las que creía y al
mismo tiempo deseaba. Cuando las acabé me encontré que estaba
enamorado de ellas... Y más tarde, muy a menudo, tomaba la
cuesta de la Acrópolis para verlas y recordar los viejos tiempos.
Pero ahora ya no tengo las picazones de la juventud y no creo ni
en los dioses ni en las creaciones del Arte... Como mucho podría
abrir un negocio en la calle del Descanso para hacer y vender
cruces de mármol y ángeles para las tumbas... De todo esto sólo
podría ahora burlarme. Mucho cerebro, una gran preocupación.

69
Hetera griega contemporánea de Sócrates, Jenofonte la menciona en
su obra Recuerdos de Sócrates.
61
Kostas Várnalis

Me ató las manos: no puedo hacer ya nada. Quizás “trabajar”


como vosotros, que cruzándoos de brazos gemís sobre quién se
burlará del otro y quién se venderá más.

§ 7. Alguna vez, cuando el honor de la patria y la lista de


reservistas me llamaban para matar a los enemigos o para
hacerme matar, era el primero en pelear y el último en retirarse
—y me burlaba en mi interior de la guerra. Reflexionaba sobre
cómo después de la batalla mis compañeros se lanzarían por las
cercanías para degollar a la población civil, robar lo que pillaran
y violar a las mujeres. En el vino nadie rivalizaba conmigo.
Podía beber copa tras copa veinte horas seguidas mientras mi
pandilla se revolcaba por el suelo boca abajo y boca arriba, entre
sus vómitos; yo, erguido y con la frente alta, saludaba al sol,
que avanzaba maravillosamente, y olvidando todas mis miserias
escupía con indiferencia en la cumbre del Olvido. En el Amor
—¿qué voy a decir? Vosotros solos me apodasteis cabrito divino,
es decir, sátiro. Únicamente en la comida no era tan devoto. Comía
una vez al día y poco. Estaba muy gordo y eso me perjudicaría.
Quería tener ligero mi estómago, para tener también fresca y
alegre mi mente.

§ 8. El que duerme mucho y come poco (verduras, judías,


aceitunas y pan de cebada) no sufre apretones. No se oxida y no
se agría su sangre, no le salen granos, forúnculos ni almorranas.
Echaba por lejanos campos con la primera rosada aurora. Allí
escogía algún lugar alegre en el borde del pinar, frente al sol
para verlo y que me deslumbrara, y ofrecía con devoción una
hecatombe entera a la Diosa Madre... Y la diosa lo anotaba en
sus registros. ¡Me aclaraba los ojos, me agudizaba la mente, me
daba humor y paciencia!... ¡Ah! No habría sido tan gran hombre
si hubieran tenido algún defecto mis desagües. Tenía el estómago
de un pavo. Podría tragar y digerir nueces con sus cáscaras,
clavos oxidados y puñados de arena. ¡Mirad mis dientes! Treinta

62
La verdadera apología de Sócrates

y dos almendras... Y sin embargo comía poco. Podía, pues, no


trabajar, es decir, no dedicarme a la política.

§ 9. Teniendo tan fuerte constitución y tanto humor, ¿cómo


no desparramaba alegría ni bondad, sino que destilaba por todas
partes veneno y bilis? Porque tenía un gran cerebro —y os veía
completamente como si fuerais de cristal. Y ya que sabía que yo
solo no os corregiría, me burlaba. ¡Ah! no es una cosa tan fácil la
burla. Es un juego y un arte al mismo tiempo. Debes tener mucha
imaginación, juicio y experiencia de la vida. Y que puedas jugar
con todo esto ligera y brillantemente, sin esfuerzo. La burla no
es el principio sino el fin de la filosofía. Se necesita que hayas
pasado antes por el drama de la reflexión y de la desesperación
para que llegues a la risa, —a la sonrisa amarga, ¡y eso si puedes
llegar!

§ 10. La mayor parte de las veces intentaba no veros. Alguna


vez iba al mar, alguna otra vez a las palestras. Los chicos con
sus cuerpos ceñidos, flexibles como las espigas, conseguían
distraerme como las mañanas primaverales frente al inmenso
mar. Risas, gritos y porfías... un aire alegre que me embriagaba
y me hundía en una dulce melancolía. Quería convertirme en un
muchacho atolondrado, y me daba por levantarme y revolcarme
con los demás entre el polvo y la polvareda, como los burros en el
verano con la albarda sobre el lomo, —¡y rebuznar, rebuznar! Si
en aquel momento se me acerca alguno para hacérseme el listo,
me lo como crudo. Después, cuando me iba, marchaba agachado
y pensativo de pared a pared, y contaba mis pasos... diez...
trescientos... mil... dos mil... Sin darme cuenta me encontraba de
pronto en los prados. ¡Toma! ¡toma! ¡toma! Golpeaba las espigas
con mi bastón y las tendía por el suelo, así me desahogaba y
olvidaba que ni yo me convertiré en niño ni vosotros en hombres.

63
Kostas Várnalis

64
La verdadera apología de Sócrates

§ 11. ¡El verano! La época dorada de los pobres... Sólo el


verano vivía de lleno en mi cuerpo y en mi pensamiento. Todo
mi ser gritaba y crujía alegremente como un álamo en la colina,
lleno de destellos, pájaros y cigarras. Y en la raíz, mi alma
enroscada, con la cabeza clavada en lo alto, ¡se calentaba al sol
y bajaba más veneno a los canales de sus dientes! Y ¡ay de aquél
al que mordiera!... Fuisteis, pues, a condenarme en el esplendor
del verano, ¡en Mayo con las flores!... ¡Justo en el momento en el
que tengo el mayor veneno!... Si fuera invierno no diría palabra.
Pero ahora me divierto y disfruto mordiéndoos.

Aquí Sócrates tragó saliva, tosió dos o tres veces y continuó.


Contó en el tribunal un día de su vida.

§ 12. Durante toda la noche, tumbado en el patio sobre


capotes y sacos bajo las estrellas, no podía cerrar un ojo:
mosquitos, chinches e ideas. Los mosquitos me los enviaban las
estrellas, los chinches el muro (la casa es antigua, pues), las ideas
la malicia. ¡Ésta es, creo, nuestro elemento divino! Mi mente
trabaja: y cuando me adormezco sigue trabajando... Rumio las
conversaciones del día, las pongo en orden, las aclaro. Entonces
encuentro las más mortales réplicas, las que ensartaré por la
mañana en el Ágora... Espera y verás lo que voy a hacerte, señor
Mengano... Poco a poco se tranquilizan mis adentros y muy
despacio se cierran pesadamente mis ojos. Nada más enrojecerse
las mejillas de la Aurora salto arriba como un gallito y comienzo
a charlotear: a fastidiar a Jantipa...

§ 13. Después de traerme murmurando mi vinillo mañanero


dentro de un cuenco de barro va al pozo y sube agua. Endespués
me derrama el cubo lleno en plena cabeza. Y mientras me seco
muy deprisa con las mangas y me peino la barba con los dedos...
ella arrecia su cantinela. “No me has dejado dormir en toda la
noche. Pataleabas, roncabas, rechinabas tus dientes y apestabas a

65
Kostas Várnalis

ajo. ¿No te dan vergüenza al menos los niños?” (Todos dormimos


en el patio, echados por el suelo, uno junto a otro). Venga,
entonces yo saco las alas, le pico en el brazo... y ¡carretera! Si
no me insulta muy de mañana ¡estaré avinagrado y desganado
todo el día!...

§ 14. Antes de que avance media caña el sol, corto una punta
de albahaca y me largo de casa. Una pareja de gorriones se asusta
repentinamente y trazan en el aire dos líneas luminosas desde
los excrementos de la calle hasta la copa del melocotonero de
al lado. Doblo a la derecha y echo campo a través... huertos...
arroyos... para respirar profundamente... para desahogarme... Se
escuchan a lo lejos, en las carreteras, los primeros carros que
bajan a Atenas llenos de verduras frescas y frutas. Al poco, en
el empedrado de las callejuelas se mezclan las herraduras de las
acémilas con el trápala de los arrieros. Palanganas y bidones
vacían agua enjabonada y fregados donde se tercie. Toses seniles
y gargajos restallan sobre las cabezas de los Dioses... ¡Los
carcamales! Despertándose antes del amanecer van a juzgar o a
reunirse en la asamblea por los cuartos... A medida que bajo al
mercadillo, nubes de moscas, polvaredas, meados humeantes y
un humano olor de garañón contaminan el virginal día.

§ 15. Columbro arrejuntados en la Stoa70 a Colias, Priftis,


Dedés, Guicas, Dedeguicas... ¡a los grandes hombres! Está
también con ellos el señor Mengano. Y si no está, llegará.
Me arrimo y doy los buenos días. Les cuento las noticias más
importantes del día: lo del burro de Meletis, que rompió su cuerda
anoche y se largó corriendo por Turkovuniá71, persiguiendo a una
rolliza contorsionista; lo del vino del tío Cristos, que se avinagró
y el médico no podía curarlo; lo de la de Lambrós el cura, que

70
Edificio situado al norte del ágora ateniense.
71
Una de las colinas de Atenas.
66
La verdadera apología de Sócrates

puso en pie de guerra al barrio porque el pepino que le dio ayer


el tendero ¡era pequeño y muy amargo!

§ 16. ¿Y quién era este Sr. Mengano? El sofista, el político,


el poetastro. Cuantos se imaginan que son famosísimos y tienen
como orgullo el decir mentiras. Los liaba. No porque quisiera
parecer mejor que ellos. No vale la pena que uno sea primero
o último entre los últimos que creen que son primeros. Los
aplastaba, como aplastamos los chinches... ¡es decir, no buscamos
mejorar ni salvar a los vecinos o a las futuras generaciones de los
griegos! Solamente un lobo, el de Gubbio72, consiguió mejorar,
ser temeroso de Dios y no comer carne viva, sino... achicoria
cocida, que bajaba y la compraba muy temprano en el Mercado
de Verduras. Por la más baja plebe, por vosotros, solamente
sentía lástima. Vuestra mente, el corazón y la acción no son
propiamente vuestros: sentís, chaneláis y hacéis lo que interesa
a los Lobos. Los Lobos os enseñaron que es justo y deseo de los
dioses el que ellos coman carne humana, y vosotros achicoria
cocida —¡y eso si la encontráis!

§ 17. Los sofistas... ¡Que grandeza! Venían de muy lejos.


Altos, regordetes, alegres. Como grandes viajeros podían llegar
a ser en una semana unos verdaderos atenienses de pura cepa.
Vistiendo rojos mantos, sembrados de estrellas doradas, rizados
y maquillados ante el espejo, avanzaban lenta y solemnemente
como reyes, con sus bastones tallados y con pomo de marfil.
Nos tomaban por provincianos —¿y acaso no lo éramos? Su
pronunciación de afuera hacía su habla cantarina y melosa. Así
el ceceo de los afilados labios o el ligero bizqueo de los ojos
juguetones hacen a las coquetas jovencitas más pícaras y más
deseadas. Cada una de sus palabras la aporreaban en vuestros
oídos, como los cambistas aporrean los doblones sobre la piedra,

72
El lobo de San Francisco de Asís. Gubbio es una ciudad de Italia.
67
Kostas Várnalis

pero a vosotros no os importaba distinguir las verdaderas de las


falsas. El Pegaso de su retórica os subía orgulloso a la infinita
profundidad de las alturas, y vuestro corazón, como la cueva
del Penteli73, doblaba y triplicaba su eco. Perdiendo la tierra en
vuestros pies, perdíais al final hasta vuestro propio yo, haciéndoos
como las sombras del Mundo de los Muertos. Cuando entonces
yo les preguntaba de pronto: “¿Tenéis derechos políticos para
gritar tanto?” se les venía abajo la función. Y vosotros desde las
alturas en que navegabais caíais de cabeza sobre las rocas de la
tierra y os hacíais añicos, como las tortugas del viejo Esopo74.
¿Era, entonces, para no tragarme?

§ 18. A mí, por supuesto, me importaban un bledo mis derechos


políticos. Nunca en mi vida fui a votar: a elegir yo solo qué ladrón
me robará y qué verdugo me golpeará. Hablaba así a los sofistas
para que vosotros os enfadarais y yo me burlase. Los sofistas se
cotizaban bien... Cinco minas... ¡Cincuenta y dos mil quinientos
dracmas de los de ahora! Esto quiere decir que su sabiduría valía
tanto. Por el precio comprendes el valor de la mercancía. Yo, mi
pobre conocimiento lo regalaba gratis y nadie lo aceptaba. Esto
quiere decir que no valía nada. Pero quiere decir también alguna
otra cosa: al insistir en dároslo a la fuerza y con peligro de mi
vida, algún enemigo vuestro me estaría pagando. ¡Propaganda!
¡Los eslavos me pagaban por desarmar la máquina idealística del
estado! Pero por poder ridiculizar la omnisciencia de sofistas tan
cojonudos, no quiere decir que yo tenía razón, sino que era más
artero y más astuto que ellos mismos. Podía hacer negro lo blanco.
Señal de los tiempos... Cuando con los cambios de régimen y las
traiciones contaminasteis cada significado de justicia me echasteis
a mí la culpa. ¡Yo, con mi enseñanza y mis burlas sacudí dentro
del alma de cada uno de los ciudadanos su fe en las leyes!

73
Montaña del Ática, cercana a Atenas.
74
Se refiere a la fábula de La tortuga y el águila.
68
La verdadera apología de Sócrates

§ 19. ¡Era entonces, también yo, uno de los sofistas! ¡Ojalá!


Tengo como un peso en mi alma el que burlándome de su retórica
teatral al mismo tiempo ataqué sus grandes verdades... Cuando
por fin conseguí expulsarlos me senté y reflexioné sobre sus
supuestos. ¡Qué desastre dentro de mí! Siento mucho no haber
tenido tiempo para abrir mi alma al mundo, ¡antes de que vosotros
me la cubráis para siempre con una braza de tierra! ¡Ea! al final
de mi defensa os soltaré las tarántulas que hierven dentro de mí
desde hace tiempo.

§ 20. Y he aquí que arriba el político. Por delante van sus ojos
chispeantes y por detrás él mismo. Antes de que pise el pie, prueba
las tablas del puente con sus ojos, como el mulo. Tose secamente
para que nos volvamos a mirarlo. Junto a nosotros están algunos
amigos suyos. Le damos los buenos días y él se acerca, estrecha
nuestras manos muy cordialmente y con fuerza. Con esta fuerte
mano sostiene el timón de la Nave. ¡Nos ama y se sacrifica por
nosotros! En atención nuestra le mete mano al erario público, para
darnos a nosotros; y en atención nuestra pisotea las leyes, para
salvarnos. Él nos enseñó a tomar falsos juramentos en el juzgado y
a no mantener nuestra palabra en los tratos. Porque es un señorón,
es también un gran general. Si vencieran los soldados, el se cubriría
de gloria. Pero si fracasaran, a él no le pasaría nada. No tendría la
culpa. Tendrían la culpa... os diré más adelante quienes tendrían la
culpa. Y si entregara el ejército a los enemigos y les vendiera las
fortalezas y huyera el primero de todos, ¿quién podría acusarlo?
¡Él era el Acusador Público! Si me desprendía de la pandilla y
me presentaba ante él y le decía: “Señor Teodoro75, ¿por qué eres
una escoria?”, sus ojitos se hundían profundamente dentro de sus
órbitas, como los ratones a los que asusta el gato. Se quedaba helado
el señor Teodoro. ¿Qué señor Teodoro? ¡Licón y Anito, hombre!

75
Alusión a Teodoro Pángalos, general que dio un golpe de estado en
1925 y bajo cuyo gobierno Várnalis fue cesado de su puesto de profesor.
69
Kostas Várnalis

§ 21. Enseguida la cosa se pone fea. He aquí que sus amigos


y sus matones se arremangan. Lo miran de reojo a los ojos
para que les haga la señal. Pero éste no está tan flojo. Toma mi
conversación como una broma. Rompe a reír. ¿Sabéis por qué?
Mira mis gruesos brazos que han zurrado a muchos hasta ahora.
Además, se han juntado a mi alrededor otros muchos para ponerse
de mi parte. No son filósofos, no son amigos míos: son también
escorias como él. Son sus enemigos políticos. Se aleja riendo con
los suyos. “¡Anda con cuidado!”, dice en sus adentros, “que yo te
la haré allí donde no te lo esperes”.

§ 22. Los más zalameros de éstos miraban como halagarme


para que no les insultara. Me aclamaban “filósofo máximo” y
me enviaban a casa todo tipo de agasajos: huevos rojos y bollos
por Pascua; lechones en Año Nuevo; arpilleras con yogur de
Manolada76 en Febrero; codornices de Mani77 en Julio; y en mi
santo dentones, higos, garrafas de vino y flores. Yo lo devolvía
todo... aunque gritase Jantipa que soy un bobo. ¡Por el amor de
Dios! ¡Querían cerrarme la boca! Reventaría... Una vez, además,
algún poderoso de entre ellos me envió como esclavos a dos
negritos de ciento sesenta meses, que no sabían griego, cabellos
rizados, dientes nacarados, brazaletes de oro y pendientes...
¡”Para hacerlos”, me escribía, “filósofos”! Los envolví con
media sábana (estaban en cueros) y los devolví de nuevo. ¿Quién
los alimentaría? Muchos conocen esta historia. Aquel día todo
Kolonaki78 se puso en pie. Salieron de sus casas y de sus tiendas
y se alinearon en las aceras para verlos pasar cogiditos de la
mano... ¿y qué diréis que cotilleaban sobre mí después? ¡Sócrates
los echó porque quería que fuesen blancos!

76
Pueblo del distrito de Ilía, al noroeste del Peloponeso.
77
Región del sur del Peloponeso.
78
Barrio de Atenas a las faldas del monte Licaveto.
70
La verdadera apología de Sócrates

§ 23. Pericles, cuando oyó que se producía tanta conversación


sobre mí, mandó a Aspasia para que me llamara a su palacio. Y
ella me envió a Alcibíades. ¿Podía yo hacer un feo a este buen
mozo y a la gran señora? Fui con el propósito de armarla. Pero
en todo lo que les decía no me ponían objeción alguna. Y cuando
critiqué a “Zeus Olímpico” por cuantas románticas fanfarronadas
os dijo en su Epitafio, meneó riendo su puntiaguda calva y me
incitaba a rajar de sus enemigos y a contar chistes verdes. Y
Aspasia, riendo también ella, me acariciaba con sus divinos
dedos como lirios esta vieja pelliza de aquí, que veis, y me decía
en voz baja: “¡Quítatela, pobrecillo, te la remendaré!...” Me
dedicaban grandes atenciones y me escuchaban con recogimiento
y admiración. Pero no es por esto por lo que no insulté también a
Pericles. Me dio su palabra de que se pondría de acuerdo dentro
de poco con los moraitas79 y terminaría la guerra... Ahora lo veo,
se burlaba de mí. El único que se ha burlado de mí en mi vida.
Si viviera ¡aún haría la guerra!... ¡Poder y guerra no pueden ser
separados!... Creo que me salí del tema... Cháchara de viejo...
¡Perdonadme!

§ 24. ¿Y los poetas? Pitonisas masculinas que conversan


con los dioses, como viejos compadres... Ajustados de cintura,
contoneantes y con ojos rasgados, allí por donde pasan
esparciendo aromas y sonoras carcajadas, se paran de pronto,
desencajan los ojos y miran los astros en pleno mediodía. En
aquel momento bajan mensajeros de los Dioses ¡y los invitan al
Olimpo de la Estupidez!... Allí se emborrachan y aquí profetizan.
Con la magia de los versos nos rescatan de las ataduras de la
vanidad. Ellos dan eternidad a lo que tocan con su aliento.
¡Gracias a éstos el mundo se vuelve mejor y reinan en la tierra el
alma y Dios! En buena hora como Meleto... Pues cuando yo les

79
Por extensión, habitantes del Peloponeso. Moriá o Morea es otra
denominación del Peloponeso, utilizada a partir de la Cuarta Cruzada
(1204).
71
Kostas Várnalis

veía y les saludaba: “¿Por qué te me pones agridulce, Maruja?”


Naturalmente se enfadaban también éstos y sus amigos. Y mira
que las cosas han ido a derechas, Maruja - Meleto fue mi primer
mortal acusador.

§ 25. Mientras tanto me escribían epigramas punzantes que


daban vueltas por los callejones, los pueblos... Tanto que, una
vez, Aristófanes, el único al que le pegaba ser poeta porque era
misántropo y gruñón, me puso en escena... ¡Protagonista de
“Las Nubes”! La gente se reía y yo presumía... ¡tanto que me
obligaron a subirme sobre una silla para verme! Desde entonces
me convertí en un hombre “importante”. Toda Grecia hablaba de
mí... Antes no me conocían bien ni me tenían en cuenta. Después
de la representación me cogieron los amigos y fuimos a la taberna
a festejar mi fama. Nos pusimos como una cuba y cantamos un
montón de canciones melancólicas. Al amanecer volví a casa...
Caminaba de puntillas para que no me oliera Jantipa. ¡Pero qué!
Saltó p’ arriba y empezó la reprimenda... “¿Sabes?”, le digo,
“desde hoy soy el hombre más grande de todo... el mundo (así
le dije para calmarla). Y tú, que me tratabas a patadas... Me
subieron a escena...” Se frotó los ojos, se paró un poco y después,
por primera vez en su vida, me abrazó, me besó y me dijo: “Mi
tesoro”. Pero antes que llegase la mañana se arrepintió: “A ver
si encuentras algún trabajo; te colocas... y que dejes esto... viejo
pervertido... ¡analfabeto!”.

§ 26. Esto que os he contado no pasaba todos los días lo mismo.


La mayor parte de las veces buscaba huir de la gente... Bajar
hasta la mar multiforme y tornadiza, ¡la amante insaciable!. Caer
dentro, abrazarla e ir profundo... muy profundo en compañía de

72
La verdadera apología de Sócrates

las Nereidas80 y los Tritones81. Revolcarme después en la ardiente


arena, recostarme boca arriba al sol y bailarlo como una pelota
sobre mi hinchado vientre... Tomaba entonces los callejones
retirados y marchaba de pared en pared hasta las Puertas Itonías82.
Allí me paraba sobre un pie y me quitaba uno de los zapatones y
después sobre el otro pie y me quitaba el segundo zapatón. Los
apretaba los dos bajo el sobaco —para que no se desgastasen las
suelas en balde, —y un dos, un dos, bajaba hasta Falero83. Alguna
vez me ocurría el pisar alguna mierda (¡estaban llenos de ellas los
barrios y los callejones!). “¡Por el Perro!” murmuraba. “Mejor
pisar mierdas que tropezar todo el día con mendigos y timadores,
«¡Griegos entre los Griegos!»”.

80
Divinidades marinas hijas de Nereo. Personificaban, tal vez, las olas
del mar.
81
Seres divinos marinos que forman parte del cortejo de Poseidón. Se
les representa con la parte superior del cuerpo de hombre y la inferior
de pez.
82
Puertas de la muralla de Atenas, mencionadas por Platón en Axioco.
83
El segundo y más antiguo puerto de Atenas.
73
CUARTA PARTE

Ya me cansé de burlarme de vosotros... Es tiempo de explicaros


también mi filosofía... ¿Por qué ponéis caras largas?... No os
gustan las teorías, ¿eh? Preferiríais hablar de guarrerías. Por lo
pronto, cómo cierta vez me tiró los tejos Teodota... Pero no me da
tiempo. Es necesario, antes de que muera, que se sepa que Sócrates
había comprendido los errores de su enseñanza y se arrepintió...
Le habían dicho, por cierto, a Teodota que quizás no me van las
mujeres, — ¡a mí! Y se picó. Puso empeño en engatusarme. Me
invitaba cada dos por tres a su quinta para conversar de filosofía.
Y siempre sucedía que se bañaba, se aceitaba y probaba desnuda
sus nuevos bailes ante mí. “Como hombre superior”, me decía,
“no lo malinterpretas”... Después se tendía boca arriba en el
diván para descansar, me hacía sentar a su lado y mientras su
pecho cálido y brillante subía y bajaba rápidamente, yo le hablaba
acerca de... la inmortalidad del alma. De pronto me cortaba a
mitad y me decía: “Conozco sesenta y nueve formas justas de
hacer el amor”. Y yo me ponía a reflexionar. “¿Qué tienes?” me
preguntaba. “Busco la manera de encontrar cuál de tus sesenta y
nueve formas es... más filosófica, rotunda”...

Voces: “¿Cuál es? ¿Cuál es?”

§ 2. ¿Veis como se necesita también saber filosofía? Así


también Teodota, como vosotros, me preguntaba y me volvía a
preguntar... “¿Cuál es?” Hasta que un día, para librarme, le digo:
“La forma es... zurrar primero sin compasión a la mujer y allí
donde se enrosca chillando en el suelo, y tiembla por todo el
cuerpo, le das la vuelta...” Entonces la diablesa se apretó sobre
mí y entornando sus ojos con lascivia murmuró tímidamente:
“Zúrrame”.

§ 3. Esto no os lo digo sólo para incordiaros. También quise


meteros en mi filosofía con discreción... ¿Otra vez ponéis
Kostas Várnalis

caras largas? ¡Griegos clásicos y que temáis la reflexión!...


¡Tranquilizaos! A “jueces de Zeus”84 como vosotros no os pega
darle a la cabeza. Con todo el humor que me sobra, ahora me
burlaré hasta de mi filosofía. Como chulapos inteligentes medio
comprenderéis que si no existe en los amoríos un “tipo” absoluto,
otro tanto no existe tampoco en las “cuestiones elevadas”.

§ 4. Y antes que nada, no soy filósofo. No he construido


ningún “sistema” propiamente mío, resplandeciente templo del
Pensamiento con columnas, con lámparas, con un Altar Sagrado
y el sanctasanctórum. Había encontrado solamente mi propio
“método” de pensamiento. El Ombligo de la Tierra, el humeante
y travieso, me dio un certificado de sabio y no de filósofo. Y
no me comparó con el célebre Pitágoras, con Empédocles85, con
Anaxágoras86 y con tantos otros, sino con Sófocles y Eurípides
— ¡con dos poetas! Parece que les quiso ridiculizar también a
éstos, declarando que saben menos que mi propio “nada”, y a mí,
colocándome en el mismo rango con dos afamados “charlatanes”
— ellos del corazón y yo del pensamiento. Incluso mis amigos
no me llamaban filósofo, sino “maestro” y “señor presidente”.

§ 5. El divino Humo de Delfos, que me pregonó por todo


el mundo como sapientísimo, no bromeaba. Quería cegarme.
Hacerme creer que había encontrado la Verdad, para que no la
buscase y la alcanzara algún día, — temía mi gran cerebro. No
conviene a los Señores inmortales que los animales de la tierra
aprendan la verdad. Y cuando vio que empezaba a olérmela no
perdió el tiempo; cayó espeso y negro dentro de vuestro cerebro

84
En griego clásico en el original.
85
(h. 490 - 430 a. C.) Filósofo griego nacido en Acragás (Agrigento).
86
(h. 500 - 428 a. C.) Filósofo griego nacido en Clazomene. Amigo de
Pericles. Acusado de ateísmo tuvo que huir de Atenas.
76
La verdadera apología de Sócrates

y os turbó para que me matarais... Sin embargo, si Loxias87 dijo


seriamente que soy el más sabio, se refería seguramente a que yo
era entre los hombres lo que él entre los dioses: el primer burlón.

§ 6. Cuando yo aún era un pequeño mocoso, perdía el tiempo


rondando por el ágora y escuchaba a los mayores, me extrañaba
que para cada cuestión se enzarzaban cuarenta opiniones y todas
parecían correctas. Los sofistas sostenían claramente que son
incluso correctas. Al principio, con mi mente inmadura y más
tarde con la madura, intentaba encontrar siempre una única
opinión que fuera obligatoria en cada ocasión y para todos, es
decir, para siempre y sin cambios, por encima de tiempos, lugares
y hombres, — absoluta. Debería tener algo divino en ella, ser una
“idea”. Y para encontrarla no deberíamos buscarla en absoluto
en el mundo exterior, que es pasajero y engañoso, sino dentro de
nuestra alma, que es inmaterial e inmortal. En las profundidades
del alma yacen enterradas las ideas — verdades bajo una
gran capa de herrumbre, que la amontonan dentro de ella las
sensaciones — deseos y los deseos — intereses. Para arrastrarla,
pues, a la luz del día, sería una cosa difícil. Se necesitaría la
habilidad de una comadrona. Y yo me convertí con los años en
la comadrona de la ciudad. Cogía las almas de los hombres, las
amasaba discretamente e introducía en caso de necesidad dentro
de ellos mi manaza y los cucharones para sacar el bebé. Ayudaba
a parir las verdades, oh atenienses, por esto la tierra, el cielo y el
mar se llenaron de una nube de mentiras.

§ 7. ¿Por qué? Estrujando y amasando las almas para revelar


sus elementos divinos les hacía vomitar su herrumbre: Dios,
Bien, Justicia, Patria, Belleza y todo lo demás que no son ni los
primeros principios ni los últimos fines; ni gracias de los dioses ni

87
Uno de los sobrenombres de Apolo, “oblicuo”, por la ambigüedad de
sus oráculos.
77
Kostas Várnalis

hazañas de la mente, sino criaturas temporales, con un significado


fluido e intangible, medios humildes, con las que cada estirpe
dominante deslumbra a sus servidores y ahoga sus almas. Los
hombres nos dividimos en los que ordenan y los que hacen los
recados, en los que se sientan y los que trabajan, en los que miran
y los que llevan anteojeras en los ojos: en saciados y en bobos.

§ 8. Desde el principio nuestra vida cae en las redes que nos


han tendido antes de nacer. Críos en la casa, en la calle, en la
escuela, aprendemos, sin preguntarlo, cuál es el bien y el mal,
— “el interés del poderoso”88. Mozalbetes diecisieteañeros, con
un alma fresca y alegre, con ronca voz de gallitos, prestamos
emocionados el juramento a los grandes Deberes e Ideales, — “el
interés del poderoso”. Una vez que nos licenciemos del ejército y
tengamos voto, escucharemos las mismas cosas — y las diremos
— en el ágora, los juzgados, las asambleas, los teatros — “el
interés del poderoso”. Y puesto que pequeños y grandes, ayer,
hoy y mañana, todos creen las mismas cosas, quiere decir que
son leyes “en el celeste éter engendradas”89. Así seguimos, sin
pensarlo, nuestro camino ineludible, encadenados entre nosotros
y seguros de que el interés del “poderoso” es nuestro propio
interés. Interés nuestro el estar encadenados en vez de sueltos;
¡interés nuestro el sufrir la injusticia en vez de castigar! Y si de
pronto algún temerario se lanzara con el cuchillo a destripar al
Lobo, pondríamos delante nuestras almas y nuestros cuerpos
para recibir nosotros la puñalada. Y si alguna vez la maldición
provocara que nos abandonase el Lobo, correríamos a encontrar
otro peor para que nos coma.

§ 9. Sacaba tales verdades del alma del Rebaño. Verdades que


con el tiempo y la costumbre acaban siendo instintos más fuertes

88
Ver 57
89
Sófocles, Edipo Rey, 867.
78
La verdadera apología de Sócrates

que el hambre y que el amor. Con la misma técnica de comadrona


podía sacar de las almas — una vez que comenzaban a tomarme
por omnisciente — hasta cosas que no tenían dentro de ellos,
como los curanderos chinos sacan gusanos de los ojos de los
megarenses. Los gusanos, me diréis, los ves primero y después
te los crees. ¿Pero las ideas? Éstas, oh atenienses, primero te las
crees y después las ves. Cuando de pronto alguna vieja poseída
grita dentro de la iglesia señalando arriba, a San Mengano: “¡Allí!
Se mueve... ¡nos hace señales!”. Toas las demás a la vez también
ven con sus ojos el movimiento, las lágrimas y las señales y
escuchan con sus propios oídos su voz y su amenaza.

§ 10. Esto es un prodigio, seguro. Pero el prodigio más


habitual sucede cuando tú solo metes dentro de tu alma aquello
que quieres encontrar. Y, endespués, excavando con las uñas
de la lógica lo encuentras como lo deseabas. Los antiguos
tramposos enterraban en la raíz de un ciprés o junto a alguna
fuente el icono, y después veían en sueños que en aquel lugar
yacía enterrado durante años el “santo” y llamaba para salir. Y
poniendo patas arriba el pueblo iban allí con velas e inciensos, lo
desenterraban ¡y el lugar exhalaba fragancias! Y construían una
capilla y llenaban las bandejas de cuartos y las tinajas con aceite
y hasta el tramposo se ponía a bendecir como un “instrumento
elegido por Dios”.

§ 11. Con tales milagros yo afianzaba el reinado de las


Visiones en el Valle de Lágrimas. Echaba a perder al Bobo y
así servía al régimen de la Injusticia, de acuerdo con el axioma:
“cuanto más torcido el Bobo, tanto más derecho marcha”. No
deberíais, pues, matarme. Llegarán otros tiempos en los que los
“poderosos” pagarán caro a los curanderos, no para sacar, sino
para meter gusanos en el cerebro y en el alma de los megarenses,
y hacer prodigios, enseñar a los niños y a los mayores que “
la explotación es más honorable y más santa que el padre y la

79
Kostas Várnalis

madre, etc.”90. Así, sumergido el pueblo en azules neblinas, en


la inexistencia del pensamiento y del deseo, no podrá mover su
lengua, ni su mente ni sus manos.

§ 12. El alma, que se encuentra en la más absoluta altura


atrapada en una danza con las esencias eternas, tiembla si la
rozan las leyes de la naturaleza y de los hombres: ¡fealdad,
relatividad y desgaste! El cuerpo se sostiene clavado en el barro
y el alma siempre está ausente... No siente dolor, no sufre, no se
le perjudica. No se resiste porque es libre. Con el aguijón de mi
filosofía, golpeando a los ingenuos en su espinazo, los paralizaba
y así aseguraba la juerga de los espabilados. ¿Por qué os dio
por matarme? ¡Veo a las ciudades del futuro, oh atenienses!
Divinizan el hambre, el dolor y la estupidez; doran y alimentan
con piñones y nueces a los curanderos que timan al pueblo para
que desprecie la materia y aguarde una recompensa... “¡en el
mundo del espíritu!”.

§ 13. Si me equivocaba en la teoría, no me equivocaba en la


crítica de los hombres públicos. Y éstos, para acabar conmigo de
una vez por todas, me tacharon de ateo. Sócrates se burla de los
dioses y crispa todo su poder contra el estado. Por mi causa se
retiraron los dioses de Atenas y dejaron la roca de la Acrópolis
y la Acrópolis de vuestras almas a las uñas y los dientes de las
Erinias91. Si descargase algún aguacero con granizo y arruinase
la siembra; y si cayese tizón en los cereales, filoxera en las viñas,
gorgojo en las habas y en las judías; y si la viruela destrozase
las gallinas, la glosopeda a las vacas, paperas a los caballos; y si
el fuego prendiese alguna barriada y los pobres se quedasen en
la calle; y si la borrasca se mantuviera dos o tres semanas en el

90
En griego clásico en el original.
91
Divinidades violentas representas como genios alados, con serpientes
entremezcladas en su cabellera, y llevando en la mano antorchas o
látigos.
80
La verdadera apología de Sócrates

Mar Negro y retuviera los barcos con el trigo y el atún y tuviese


hambre la gente; y si llegase el triste mensaje de que “nuestros
muchachos” han sido vencidos en el extremo de la tierra y las
madres se enlutaran, — ¿quién tendría la culpa?

§ 14. ¡Quién más que los ateos! Si no hubiera enrabiado a los


inmortales con mi filosofía, ¿nos hubiesen enviado la peste del
430 a. C.? ¡Pero por aquel entonces yo no filosofaba! Si el hijo
de Clinias92 con su pandilla no hubiera roto las cabezas de los
Hermes en vez de romper las vuestras, que buscabais grandezas,
¿hubiéramos sufrido la desgracia de Sicilia? Y si los generales de
las Arginusas93 no fuesen ateos, ¿volcaría Némesis los mares para
que no pudiesen recoger a los ahogados? Y ya que yo les declaré
inocentes, ¿os acordáis?, se abrieron los cielos para arrojar
agua hirviente para escaldarnos, pero... ¡se compadecieron (¡los
cielos!) de los Treinta Tiranos!... He aquí, pues, quiénes tenían la
culpa de todos los zamarrazos, como os prometí que os contaría
en la Tercera Parte, § 20 de mi discurso.

§ 15. Así, con mi ateísmo y mi traición servía de sobra a la


Patria y la Religión... ¡a cuantos se alimentaban de las tetas de
estas grandes ideas! Políticos, curas, maestros cargaban sobre
mis espaldas cada una de sus incompetencias e infamias, cada
daño de los elementos naturales ¡todos los reveses del Destino!
Cuando yo falte buscarán para encontrar algún otro Sócrates
para bautizarlo en la sagrada pila bautismal de la opinión pública
como ateo y traidor. Les hace falta para arrojarlo a las fauces de
la muchedumbre furiosa como víctima expiatoria cada vez que

92
Alcibiades.
93
Grupo de islas del mar Egeo, donde los atenienses destruyeron la flota
de Esparta en 406 a. C. Los atenienses condenaron a sus estrategas, a
quienes una tempestad había impedido salvar a los náufragos y enterrar
a los muertos. Sócrates fue el único de los pritanos que se negó a
presentar la propuesta de condena.
81
Kostas Várnalis

se las vean negras. El rebaño no podría vivir ni un momento sin


Lobos, ni los Lobos sin ateos ni traidores.

§ 16. Todos refunfuñáis que el mundo se ha estropeado. ¿Qué


mundo? ¿Las montañas y el cielo? ¡No corren peligro! ¿Los dos
o tres ateos? Los rajáis y enseguida se arreglan las cosas. He aquí
el mundo: son vuestras señorías, oh atenienses. Todas vuestras
usanzas, escritas y no escritas: el temor a los dioses, el respeto a
las leyes, amor al bueno y la virilidad se pudren como montones
de carroña en el Abismo como compañía de los esclavos matados.
Mentira, robo y deshonor, he aquí los “démones” del Estado,
—¡”la riqueza de adentro”! — que os llevan alto. Y después salió
mi propio demon (“nuevo demon”) para revivir las carroñas
insuflando con la caña de la filosofía en sus vientres el “espíritu
de la verdad”, para erigirles ideas puras, intactas de los caprichos
del tiempo y de los hombres, ¡dentro de la Mente infinita!

§ 17. A los movimientos ciegos del alma, si empiezas a


hacerlos mandatos de la lógica, es decir, a trasladarlos de la
imitación inconsciente y la costumbre al pensamiento iluminado
y la voluntad, ya los has matado. Sin embargo, aún así yo os
beneficiaba. Puesto que dejáis que los ratones de las minas y de
los retretes roan las “grandes substancias”, yo os aconsejaba que
no debéis burlaros y pavonearos por esto, ¡pensando que el más
claro tramposo es también el ateniense más listo! Os enseñaba
por vuestro provecho a honrar sus nombres y a reverenciar su
sombra delante de las mujeres, los niños y los esclavos, para
que no se animen y bajen algún día al ágora ¡y actúen peor que
vosotros! ¡Os enseñaba que debéis ser irreverentes y violar la ley
en el nombre de los dioses y de las leyes!

§ 18. ¡Cómo me voy a acordar de todo ahora! No olvido que


tú, tú, ese y aquél... tós vosotros estabais de acuerdo en lo que
os decía y agachabais vuestra vacía cabeza ante la Lechuza y

82
La verdadera apología de Sócrates

Momo94. Sólo tres palabras me bastan para mostrar cuánto


trabajé por el bien de la Patria, por la división de los ciudadanos
en saciados y bobos.

1º) ¡Demostré que nuestra alma es inmortal! ¡Existe, así pues,


el alma! ¡En su favor existen (es decir, deben existir) estado—leyes
y curas—dioses! El temor a los dioses y a las leyes nos retiene
para no perder nuestra alma... ¡y no ir a la cárcel! ¡Atenienses! ¡Si
no existiese el estado no existirían ni dioses ni curas ni siquiera
alma inmortal! Los castigados por la vida debemos tener fe en
que disfrutaremos y reinaremos eternamente, — ¡basta conque
muramos primero! No se puede volver a tomar con nuestras
manos lo que nos cogen los señores con la fuerza y la astucia —
es decir, con nuestras propias armas y con nuestro propio voto. A
ellos los castigarán los dioses en el otro mundo. Se cocerán en la
caldera llena de brea durante toda la eternidad. Si los castigamos
nosotros, nos volveremos malos y entonces perderemos nuestra
alma ¡y nos coceremos nosotros en la caldera!

2º) No eran palabras al viento, esta enseñanza mía era una


piedra angular de mármol. Por esto le di forma cuadrada: “¡prefiero
que se me cometa injusticia a cometerla yo!”. Esta piedra angular
se fija mejor en la arena y en el agua: ¡en las almas de los débiles!
Cuanto más humillado el hombre, tanto más indeciso; cuanto
más cansado, tanto menos respira, piensa y se enoja. Se necesitan
ánimo y confianza en ti mismo para oponerte a la injusticia — ¡y
mucho más todavía para ser injusto! Enseñado a temer no quieres
temer más. Te abandonas a la dulzura de la abulia, al egoísmo
del dolor. Y no sólo te quedas quieto para que te cojan cuanto
no tienes, sino que ni siquiera tocas lo poco que tienes: ayunas
de tu propia comida, bebida y mujeres, odias el sol, el mar, el
aire del bosque y el movimiento, y añoras la enfermedad, las
torturas, la suciedad, el silencio y la muerte para ir al paraíso. “El

94
Personificación del Sarcasmo.
83
Kostas Várnalis

dolor edifica”. Alzaba, pues, al cielo la alegría del dolor como


estandarte del rebaño. Para cuantos no pueden soportar el dolor
se han encargado las leyes de Solón; construyeron apartadas
iglesias de Afrodita Pandemos95. Allí dentro cada uno compra
muy barato la perfección, es decir, el olvido de uno mismo.

3º) Dije la misma opinión de otro modo: “nadie es malo


voluntariamente”96. Esto quiere decir: no castiguéis a los injustos,
porque... cometeréis injusticia contra ellos. ¡Son inocentes! ¡No
saben que hacen mal! ¡Paciencia! Cuando les enseñemos cuál es
el bien y el mal, abandonarán el mundo la maldad y la injusticia
y reinará la bondad... Se necesitan escuelas. Y las escuelas las
construirán los injustos. ¿Sabéis por qué? El bien, la justicia y el
deber son su bolsa. Pues ellos mismos enseñarán a los hijos del
pueblo a no oponerse a la injusticia cuando crezcan.

§ 19. Así mi filosofía sostenía el régimen de la desigualdad,


“el interés del poderoso”. Naturalmente ¡no debéis matarme por
esto! Los futuros estados sabrán mejor cuál es su trabajo. Ambón,
Pupitre, Periódico y Porra trabajarán como hermanos para
separar a los ciudadanos en saciados y bobos y para armonizar lo
incompatible con la “armonía de las clases”. De esta armonía me
puse como el primer maestro. Aunque me matéis por ateo. Mis
propias lecciones pasado mañana los cristianos las convertirán
en su religión. Me honrarán como profeta de su Dios y pintarán
mi jeta en sus iglesias con una ancha corona dorada alrededor de
mis vedijas.

95
Diosa del amor vulgar.
96
En griego clásico en el original.
84
QUINTA PARTE

¡Mi demon no era una criatura del Infierno que se atrincheró


dentro de mi alma, para poneros zancadillas y para gafaros!
¡Era algo peor! No era nuevo, como, se supone, lo conocieron
los acusadores. Era la antiquísima conciencia del Rebaño, la
esclavitud original, que ataba mi alma con las vuestras para
retenerlas erguidas, indestructible fortaleza del estado de los
injustos. No era ningún ángel guía que me iluminaba; era un
ángel guardián de la Mentira pública, que me cegaba. Era “el
interés del poderoso”97 convertido dentro de mí en la voz y en
el deseo de los dioses y de la Razón. Era la amenaza mística
y de ultratumba “¡No!” y “¡Atrás!”. Era vuestro propio demon,
atenienses, — mucho peor, porque era también más poderoso.

§ 2. ¡Que si lo odio, dice! ¡Ah! si pudiera entregarlo a vuestro


ardor patriótico para sacarle los ojos; para cortarle la nariz y
las orejas; para verterle aceite chisporroteante y sal gorda en
sus heridas; para clavarle herraduras en sus pies con espigas;
para atarlo a un palo y rociándolo con petróleo y brea prenderle
fuego ¡como si fuera un turco! Él me arreaba y me aguijoneaba
uncido al carro de la Democracia de los “mejores”98. Él me
hacía andar dormido como los caballos el camino recto de la
costumbre — y no descarriarme. Él me hacía zarandear a los sin
ley y burlarme de ellos, en vez de burlarme y arruinar las leyes;
humillar a los ignorantes, en vez de compadecerme de ellos.
Pero ahora lo busco y no lo encuentro. Me ha arrumbado desde
hace bastantes meses, atenienses. Volverá de nuevo una vez que
yo muera, a la Dirección General de Seguridad ¡para entregar
su informe y ser ascendido!

97
Ver 57
98
En griego clásico en el original.
Kostas Várnalis

§ 3. Cuando Pericles nos decía que la fuerza y la buena vida del


estado es la salvación (buena vida y fuerza) de los desdichados,
yo no quería admitir que se burlaba. ¿Qué entendía al decir
ciudad? ¿Todos nosotros? Seguramente no. Si todos nosotros
somos felices nadie tiene necesidad de salvarse. Se refería
claramente a los pocos ricachones y políticos; en una palabra, los
espabilados. Cuando aquellos comen, nosotros nos saciamos; y
cuando aquellos atesoran, nosotros nos enriquecemos; y cuando
aquellos no se hacen más ricos, nosotros nos empobrecemos
más; y cuando la fortuna de aquellos está en peligro, ¡a nosotros
se nos quita el sueño!... Como veis, el primer político y ricachón
de Atenas, ante los ojos de la muchedumbre harta de mentiras,
elevó sin vergüenza la deshonra de los pocos a deber, grandeza
y gloria de los muchos, — ¡la Patria! Había guerra entonces
y debíamos dar nuestra vida para los “mejores”, si queríamos
salvar nuestra hambre inmemorial y nuestro sueño dichoso, ¡para
hacerlo eterno!... ¿Habéis comprendido? Bien seguro. Porque os
lo explico. Pero aquel entonces mi voz interior del rebaño, — el
demon — no me dejaba sentirlo. Encontraba, desde luego, que
el viejo nos lo contaba bien, porque estaba de acuerdo con... ¡la
Lógica absoluta!

§ 4. Cuando comencé a desvariar y a sospechar que no juzgo


correctamente y que mi cerebro hace aguas, vuestro ángel de la
guarda se apretó la faja, abrió sus alas y voló rechinando sus
dientes. ¡Za!... ¡Pero tampoco me tranquilicé! Nada más irse me
empezó a roer otra carcoma. El arrepentimiento por el mal que
hice a los de mi tiempo y a los hombres venideros mientras la
injusticia y la mentira gobernasen el mundo. Noche y día me
atormentaba. ¡Debía arreglar el mal! Y he aquí lo que hubiera
hecho si no os hubieseis anticipado para matarme:

Su garganta se secó. Pidió un vaso de agua, pero ¿dónde


encontrar un vaso y agua? Un gracioso le gritó: “¿por qué no te

88
La verdadera apología de Sócrates

tragas la clepsidra para que acabemos de una vez?”. Carcajadas


y alboroto. Muchos, que dormían, se sobresaltaron molestos y
comenzaron a gruñir. Otros se pusieron en pie e hicieron una
señal al ujier para que les dijera cuánta agua quedaba todavía
dentro del cántaro. El ujier se inclinó por encima y después,
alzando su mano derecha, deslizó dos o tres veces el pulgar sobre
el segundo nudillo del índice. Sócrates tragó saliva y continuó.

§ 5. Por todo lo que enseñé deberíais hacerme de oro y


reverenciarme. Por esto que haría, si viviera, deberíais, con razón,
no sólo matarme, sino machacarme vivo en el mortero como el
tirano Nearco99 machacará a Zenón100 de Elea, para que aprenda a
enseñar la virtud cuanto quiera pero sin mencionar las canalladas
de los principales. Deberíais cortarme la lengua como el rey
Antípatro101 cortará la lengua de Hipérides102 el orador, para que
aprenda que puede traicionar a su patria pero no pega el insultar
al extranjero que paga... Yo sería realmente muy peligroso para
la clase pública, para el “interés del poderoso”. Y que echarais
mi cadáver lejos, en el golfo Corintio o en algún barranco del
Citerón103 — “que no sea enterrado en tierra ática”104. ¡No existe
mayor deshonra y traición que el decir la verdad!...

99
(s. V a. C.) Tirano que se hizo con el poder en Elea y condenó a
tortura y muerte a Zenón.
100
(nacido h. 490 a. C.) Filósofo y poeta griego nacido en Elea, alumno
de Parménides. Várnalis menciona el episodio de su muerte sacado de
Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos.
101
(397 - 319 a. C.) Gobernador de Macedonia durante la expedición
de Alejandro Magno contra los Persas. Tras la muerte del conquistador
(323), los griegos se sublevaron, pero Antípatro venció su rebelión.
Nombrado regente en 321.
102
(389 - 322 a. C.) Orador y hombre de estado ateniense,
contemporáneo de Demóstenes. Incitó a los atenienses a la sublevación
contra Macedonia. Condenado a muerte por orden de Antípatro.
103
Montaña en los límites de Beocia, Ática y el istmo de Corinto.
104
En griego clásico en el original.
89
Kostas Várnalis

§ 6. Iría, digamos, a los arrabales de Atenas, a los pueblos


asquerosos del Ática desde el cabo Kolonas105 hasta Koúndoura106
y desde Koúlouri107 hasta Kapandriti108. Bajaría a las oscuras
casuchas llenas de chinches y tuberculosis, entraría en los
tenderetes de los pobres, en las carbonerías del puerto, llenas de
mugre y peste. Y diría: “¡Ciudadanos libres! Este lugar, aunque
se encontrase incluso en la Escitia109, donde raramente se asoma
el sol entre negras nubes y sobre nieves que no se derriten, aun
así sería el mejor lugar de todos porque lo desea vuestro corazón.
Es la patria. Vuestra propia patria, pero nada es vuestro dentro
de ella: campos y palacios, barcos y dineros, dioses y poder,
pensamiento y voluntad — ¡todo ajeno! Pocos de vosotros tenéis
tanto espacio como para meteros en el agujero vivos y enterraros
cuando estéis muertos y tanta libertad como la de hacer vuestras
necesidades en el arroyo cuando no os ve el guarda... Y cuando
hundís vuestros ojos más allá en el mar azul, donde van y vienen
caiques y fragatas llevando desde la boca del Nilo y desde el
Bósforo Cimerio110 y desde las columnas de Hércules trigo,
cobre, seda y mujeres, presumís que son vuestros ¡porque son
“nacionales”! Y nadie piensa que todos los bienes se reúnen en
unas pocas manos. Sofianos, moraitas, tebanos y corintios, los
extranjeros os matan una vez; las manos de vuestros hermanos
os aprietan la nuez de la garganta durante toda vuestra vida y os
asesinan cada día. No sólo no poseéis nada de vuestro alrededor,
sino que todo vuestro ser y vuestra alma son de ellos.”

105
Antiguo nombre del cabo Sunio, uno de los extremos del Ática.
106
Población del Ática.
107
Otra denominación de Salamina.
108
Ciudad del Ática.
109
Para los griegos, país situado al N. del mar Negro, que se extendía
del Danubio al Don. Várnalis utiliza esta denominación cuando quiere
referirse a Rusia.
110
Antiguo nombre del estrecho de Kerch o de Yenikalé, en la península
de Crimea.
90
La verdadera apología de Sócrates

§ 7. Después iría a las canteras del Penteli, a las minas de


Daskalio111 y las de Laurion112, a las atarazanas del Pireo, a las
fábricas que hacen escudos y corazas de guerra — ¡a los esclavos!
Bajaría a las sentinas de los barcos, donde miles de encorvados
remeros (cabellos blancos, frentes marcadas con el hierro
candente) aporrean rítmicamente sus argollas y vociferan bajo
los golpes del látigo cuando desfallecen por el cansancio. Iría
a las grandes heredades, como la de Alcibíades en Kouvarás113,
donde uncidos con las acémilas aran los roquedales y los acebos.
Iría a la Acrópolis, a Ramnunte114, a Koúndoura, al cabo Kolonas,
donde con sus manos levantan al alto cielo los colosos marmóreos
de vuestro espíritu, los Partenones. Y les diría:

§ 8. “¡Tracios, asiáticos, africanos, escitas115 y griegos!


Criados, servidores, capataces, preceptores, bastardos. Señoritas
del gineceo y sagradas prostitutas de los dioses y de los
hombres. Esclavos públicos y esclavos privados. La filosofía
desvergonzada enseña que habéis nacido esclavos. Pero ni los
dioses ni la naturaleza dispusieron que el esperma de vuestro padre
os engendrara como tales. El destino os hizo y la costumbre os
remató. Vosotros sois esclavos para que nosotros seamos libres.
Alzad la cabeza y mirad el cielo primaveral. Habéis olvidado su
profundidad y su color. En vuestra patria las playas ríen igual y
resplandecen las llanuras y el sol. Alguna vez también vosotros
fuisteis libres e injustos, para convertiros aquí en esclavos y
víctimas de la injusticia — vosotros, vuestros antepasados, ¡es
indiferente! Erais la gran masa de los hombres. Sentid vuestra

111
Población situada al E. de Ática, cercana a Laurion.
112
Montes del SE. de Ática, ricos en yacimientos metalíferos.
113
Población de Ática.
114
Antiguo demo de Ática.
115
Pueblo del S. E. de Rusia. En Atenas, los esclavos escitas se ocupaban
de la policía. Várnalis utiliza esta denominación para el revolucionario
pueblo de la Rusia comunista.
91
Kostas Várnalis

fuerza y uniros con las víctimas libres. Levantad solamente


vuestros martillos, hoces, hachas, cadenas y toda la democracia
de los “mejores” se convertirá en una nube de polvo. Cogedles
los bienes y ponedlos a trabajar para comer”. — “Y que nosotros
nos sentemos”, responderían algunos acostumbrados a arrastrarse
sobre su barriga como siervos ante los poderosos y a destripar a
los débiles. — “No”, gritaría yo. “Trabajarán tanto ellos como
vosotros. Trabajo común, comunes los bienes y la libertad...” —
“Ah, entonces sobra una libertad así. No nos va...” — “¡No os
molestéis! Cuando llegue el momento, estaréis camino de ser
hombres, de liberar, queriéndolo o no, vuestro cuerpo, vuestra
alma y vuestro espíritu”. —”¿Quiénes nos pondrán en camino,
tío?” gritarán de nuevo. — “¡Los escitas!”.

Una voz atronadora cayó de pronto como una traca: “¡Se acabó
el agua!” Era el ujier. Los jueces brincaron impetuosamente,
gritando y maldiciendo y corrieron todos corre que te pillo hacia
la puerta. No había un incendio. No había un terremoto. Corrían,
se apretujaban, se golpeaban entre ellos ¡por ver quién sería
el primero en llegar a caja para coger su sueldo! Incluso los
ujieres se lanzaban hacia la puerta para la misma cosa y dejaron
a Sócrates solo, sobre la tribuna, sonriendo amargamente. Y
aquél, con su eterna serenidad en el alma y en su rostro, bajando
de la tribuna rogó a Platón, que estaba desconcertado allí cerca,
para que lo guiara hasta la cárcel: “¡No sé, hombre, ni dónde se
encuentra ni por qué camino se va!”.

92
EPÍLOGO

Kostas Várnalis: Sócrates. La verdadera apología y su muerte116

El Sócrates platónico sabe seguramente muy bien que no es


un “incendiario”. Y tiene su conciencia tranquila. Pues... no sabe
nada. No sabe nada del significado más profundo de su juicio:
no sabe ni sospecha que “incendiario” es el estado que le juzga.
Sin embargo, un Sócrates materialista, un Sócrates
conscientemente revolucionario, conocería en toda su medida
el papel clasista de la justicia en los regímenes sociales del
parasitismo (de la explotación de los muchos por los pocos) y no
se engañaría ni por los móviles de su juicio, ni por el objetivo de
su ajusticiamiento.
No podría yo, sin embargo, tergiversar tanto al Sócrates
“histórico”, así como nos lo han transmitido sus alumnos, cada
uno como... su propio yo, el uno un filósofo práctico, el otro
metafísico, es decir, en todo caso reaccionario. El “histórico”
(es decir, el Sócrates “ficticio” de la tradición) era inflexible y
monótono en su pensamiento y en su acción desde el comienzo
de su vida hasta su último aliento, inflexible y monótono
filósofo, logiscista e idealista, y murió como vivió, creyendo en
la inmortalidad del alma, en la “santidad” de las leyes y de la
idea patriótica, sin imaginación, sin poesía, sin ritmo y seco e
inconmovible ante la belleza natural y la artística.
Si mi imaginación creativa construyera un Sócrates materialista,
fundador no de la filosofía materialista de Demócrito y de Epicuro,
sino de la filosofía del materialismo histórico de Marx, rebasaría
todos los límites de la realidad “histórica”. Construiría un Sócrates
inverosímil, falso entonces, sin interés espiritual ni artístico.
Por esto no alteré al Sócrates “histórico”. Dejé su pensamiento
y su imagen como las querían Jenofonte y Platón. Le hice

116
Αιολικά Γράμματα, τόμος Ε’, τεύχος 25, 1975, pp. 71-74
Kostas Várnalis

cambiar solamente en sus últimos momentos. Que despertase


bruscamente por la sacudida de su condena a muerte y que viera
de pronto el mundo... al revés. Como lo experimentó (según
las sagradas escrituras) Saulo, cuando se convirtió en... Pablo.
Con la diferencia de que Saulo “recayó” del arrebato de un furor
místico al arrebato de otro verdadero. Mientras que mi Sócrates
“cayó” simplemente de las nubes de su absolutismo ético bajo...
la acera de la realidad más inclemente.
Con este “truco” conseguí: a) no trastocar al Sócrates de la
tradición, es decir, rehuí el cambiarle, así porque sí, su sistema
filosófico, aunque se lo cambié completamente, le revolví dentro
y fuera, sin que por esto se revele al lector y b) hacerle negar
él mismo y no yo su sistema filosófico, hacerlo capaz de sentir
él solo los errores, la vanidad y la vacuidad de su verbalismo
ideológico y logicista. Y, sobre todo, que sintiera él solo la
reaccionaria, la perniciosa acción de su pensamiento en la
generación de su tiempo, que era un tiempo de decadencia, y en
las siguientes generaciones.
Solamente un tal Sócrates podía ver claro que inventó, trabajó
y completó una espiritual arma mortal contra los esclavos de
cada régimen clasista, un arma mortal para la castración mental
de las masas, de forma que encuentren lógica su hambre y justa
su desgracia, y que, entonando cantos guerreros, defiendan con
su propia vida la vida y los bienes de sus señores y su propia
desgracia y hambre. Matarse “heroicamente” en las diferentes
guerras, ya sea contra los bárbaros, (el griego está capacitado
para gobernar sobre los bárbaros, dice Aristóteles), ya contra
los enemigos internos, las posesiones animadas, ¡los esclavos!
Con tales supuestos, cuánta comodidad, cuánta amplitud sen-
tirá un escritor que sabe qué busca, y que sabe qué escribe (si
sabe escribir es otra cuestión). Un Sócrates de cabeza cuadrada,
con incomparable flexibilidad dialéctica, con el gran don de en-
contrar inmediatamente los errores y las pifias en el pensamiento
y en la acción de los demás, con la punzante risa de su más que

94
La verdadera apología de Sócrates

astuta burla, si se usaran todas estas capacidades contra sí mis-


mo... ¡qué próspero tema y qué espectáculo! basta con que el
escritor tenga agallas.
Para ser más factible semejante Sócrates, no encajaría el dotarlo
con virtudes que no se las da la tradición. No podría tomar ante
sus jueces la posición provocativa y ofensiva de un Torgler, de un
Dimitrov, etc., porque a) ya había sido condenado a muerte cuando
comenzó a defenderse y así, las grandes voces y los grandes gestos
estarían sin sentido, b) porque está solo. Nadie le escucha. Nadie le
comprende. Nadie se planta junto a él para ayudarle, compañero en
la lucha y “cofrade en la muerte”. Ni se estrechaban a su alrededor
los proletariados conscientes de todo el mundo, ni lo defendían con
su peso internacional los grandes intelectuales de su tiempo. Tales
cosas no existían entonces: ni conciencia proletaria ni solidaridad
de todos los esclavos de la tierra, ni unión espiritual y moral entre los
grandes intelectuales de cada lugar frente a la violencia espiritual,
material y ética. Pero no existía tampoco, diréis, ni sospecha del
materialismo histórico. Correcto. Pero por esto está también solo.
Sostuve sobre el dato “histórico” su genialidad práctica. Esto me
facilitó también a mí el modelar y a los lectores el aceptar, sin
muchas vacilaciones, “mi mentira poética”. Con la diferencia (lo
vuelvo a decir) que este materialismo de Sócrates es por esta razón
“visionario”, precoz. No podía tener ninguna resonancia en la vida
real. Es como la opinión del sofista Alcidamante, “la naturaleza
no creó ningún esclavo”. Esta opinión en el entonces régimen de
la esclavitud y en la filosofía de entonces, que aceptaba que los
hombres nacen o libres o esclavos (Aristóteles) era el anuncio de la
revolución social. Pero no sucedió nada. ¡Era un simple... sofisma
de los libros! Algo similar imaginé el materialismo de Sócrates:
“sueño de una noche de otoño”. Solamente así se sostiene. Sin
embargo, ya que mi libro se escribió en nuestra época, ya que con
los anacronismos históricos que utilizo mezclé adrede lo pasado
con nuestro presente, el sueño otoñal de Sócrates deja de ser un
sueño y se hace una verdad real para los proletarios de hoy día.

95
Kostas Várnalis

Completamente solo, así pues, Sócrates, con su gran mente y


con el punzante látigo de la burla en la mano, frente a quinientos
deshechos de su época, ¡de la época clásica! Despreciando pro-
fundamente y como siempre la imbecilidad, la falta de educación
y la vileza de esta cuadrilla de jueces que son todos ellos órganos
inconscientes de la violencia y del interés de los señores, todos
ellos inútiles y holgazanes, que viven a costa del tesoro público
y que se arreglan vendiendo sus conciencias en el mercadillo a
cuantos pagan más, les echa en cara y con los dos puños llenos
de cada burla y de cada insulto que le trae al pensamiento y a la
boca su “postrer” conocimiento de la realidad social. Insultos,
burlas, todo ¡“por encima del hombro”! ¿Por qué “por encima
del hombro”?
Porque él mismo es un hombre superior. Es decir, un hombre
sin debilidades personales, que tiene la bravura de espíritu para
autoexaminarse, autoanalizarse y autocriticarse con la misma
severidad que examina, analiza y critica a los demás. Mi Sócra-
tes no niega a los demás para “colocarse” él mismo. No es del
gremio de los actuales intelectuales negativos, que todos ellos,
charlatanes heroicos o cabezas de chorlito garrapateadores del
papel son “tomados” por una fogosa indignación, ¡porque ellos
tienen todas las virtudes y cualidades y los demás ninguna!... Mi
Sócrates, echando abajo y burlándose de sus propios errores y
vilezas en la esfera de la vida espiritual, obtiene el derecho moral
de sacudir y burlarse de los demás por sus errores y sus vilezas.
Pero para que comprendieran sus burlas y sus insultos los
toscos pueblerinos de Mesogeo, los sucios holga-zanes del
mercadillo ateniense, debía Sócrates bajar su pensamiento al nivel
de sus oyentes, hacerlo plática de pueblo y de mercadillo y subir
el volumen de su voz para que le escuchen, para que le atiendan
todos estos “sacerdotes de Temis”, que echados al sol dormitan
y bostezan porque no tienen ninguna otra cosa en su mente que
cuándo se acabará el agua de la clepsidra, es decir, cuándo se
parará la defensa del desahuciado, para desparramarse fuera, y

96
La verdadera apología de Sócrates

embolsarse su paga de jueces, sus dinerillos, que al cambio actual


hacen arriba o abajo 250 dracmas en billetes. ¡No les importa en
absoluto las elevadas dudas filosóficas “qué es lo justo, qué lo
injusto, qué lo verdadero, qué lo falso, qué lo bueno, qué lo malo,
qué lo hermoso, qué lo sórdido” y otras tonterías semejantes!
Con la rebaja del pensamiento o con la elevación de la voz
Sócrates demuestra a sus jueces que no matan a un enemigo de
la sociedad de las sanguijuelas, sino a un defensor de dicha so-
ciedad; los gobernantes posteriores, les dice, pagarán a cualquier
precio por encontrar tales defensores de su violencia. Y, para ha-
cerles comprender mejor cuándo habría sido realmente culpable
y “merecedor de muerte para la ciudad” (“para la ciudad” = para
el interés de la democracia), les explica que solamente si anun-
ciaba la revolución social de los esclavos y de los ciudadanos
pobres contra la ética y el patriotismo del conducto intestinal,
contra la prostitución de las ideas, e intentaba establecer la de-
mocracia de los muchos, sin clases sociales, lo justo, la ética y el
heroísmo del trabajo, entonces sería... merecedor del patíbulo...
¡”para la ciudad”!.
Entonces los jueces se rascan la testa y entreabriendo sus ojos
adormecidos preguntan: “¿y quién será ese que nos va a poner
a trabajar sin que queramos?”, “Los escitas” responde Sócrates.
Estos “escitas” no son los rusos, como piensan muchos, sino los
partidos comunistas de cada lugar. Estos cambiarán así el mundo,
de forma que solamente viva quien quiera trabajar.
Expliqué como nació en mi cabeza y con qué intención fue
escrita “La verdadera apología de Sócrates”. Ahora, si la obra
triunfó por su aspecto literario, yo... no me meto. Yo expliqué
hasta ahora solamente cómo llegaron a aparecer mis obras, no si
llegaron a ser buenas. Rehuí este escollo, no por no presentar el
triste espectáculo de un escritor que se autoadmira, sino para no
someterme a la dolorosa prueba de juzgarlas yo mismo. Porque
“más sabe en su casa el necio que el sabio en la del vecino”
(1935)

97
INDICE DE NOMBRES

Afrodita 41, 51, 52, 84


Alcibiades 22, 29, 48, 52, 53, 60, 71, 91
Alcidamante 95
Alexiou 12
Alópece 40
Amaliada 11
Anaxágoras 76
Anito 31, 39, 69
Anquialo 11
Antípatro 89
Apolo 23, 51, 59, 77
Argalastí 11
Arginusas 81
Arístides 53, 61
Aristófanes 16, 23, 72
Aristóteles 23, 55, 94, 95
Aspasia 61, 71
Atenas 11, 13, 25, 26, 40, 41, 42, 51, 52, 53, 54, 60, 66, 68, 70, 73,
76, 80, 88, 90, 91, 105, 106, 107, 108
Atenea 37, 51
Atzémidas 54
Bertoldo 47
Bósforo Cimerio 90
Calias 60
Cefiso 41
Cervantes 16
Cilón 53
Cinegiro 56
Citerón 89
Cleón 42
Clinias 81
Corintio 89
Cotitó 51
Crítias 29, 46
Kostas Várnalis

Critón 60
Daskalio 91
Delfos 23, 76
Delmuzos 11, 12
Demócrito 93
Dimitrov 95
Diógenes Laercio 23, 89
Don Quijote 16
Empédocles 76
Épactos 40, 41
Epicuro 93
Erecteo 34
Erinias 80
escitas 91
Escitia 90
Esopo 68
Espartanos 25, 54
Esquilo 11, 16, 56
Eumólpidas 51
Eurípides 16, 17, 76
Falero 73
Filipópolis 11
Flaubert 16, 17
Gide 13
Glinós 12, 13, 18
Grecia 12, 25, 29, 40, 46, 72, 105, 106, 107
Gubbio 67
Gudí 25, 60
Heliea 29
Heracles 56
Hipérides 89
Itonías 73
Jantipa 23, 39, 49, 60, 61, 65, 70, 72
Jenofonte 16, 17, 18, 21, 22, 23, 45, 61, 93
Jesús 18
Kapandriti 90
Kazantzakis 12

100
La verdadera apología de Sócrates

Keratiá 12
Kérices 51
Kifisiá 25, 42
Kolonaki 25, 70
Kolonas 25, 90, 91
Kolono 42
Koúlouri 25, 90
Koúndoura 90, 91
Kouvará 91
Lacedemonios 25, 54
Lalo 12
Larisa 11
Laurion 91
Leónidas 56
Lepsina 41
Licón 31, 40
Loxias 77
Maliá 39
Mani 70
Manolada 70
Marx 93
Mégara 12
Meleto 31, 40, 71
Mesogeo 96
Milón 56
Mirtita 61
Mirto 23
Mitilene 13
Moatsu 12
Moliere 16
Momo 83
Moraitas 25, 71
Moscú 13
Nauplio 12
Nearco 89
Némesis 46, 81
Nereidas 73

101
Kostas Várnalis

Nilo 90
Niocastro 39, 41
Pablo 94
Palamás 15, 17
Paleomoraitas 25, 54
Pángalos 13, 69
París 12, 13
Pegaso 68
Penélope 15, 18
Penteli 68, 91
Pericles 60, 71, 88
Pireo 12, 42, 54, 91
Pisístrato 53
Pitágoras 76
Pitceo 40
Plaka 25, 41
Platón 17, 21, 22, 23, 24, 46, 55, 60, 73, 92, 93
Plutones 37
Polícrates 40
Polo 55
Pritaneo 45
Prometeo 18, 56
Protágoras 60
Pyrgos 11
Ramnunte 91
Rumelia 11
Sabacio 51
Salamina 25, 90
Saratsis 11
Saulo 94
Semónides 16
Sicilia 81
Simplégades 47
Sócrates 12, 15, 17, 18, 19, 21, 29, 31, 32, 34, 35, 40, 45, 47, 49,
54, 65, 70, 75, 80, 81, 89, 92, 93, 94, 95, 96, 97
Sófocles 16, 76, 78
Sofronisco 40

102
La verdadera apología de Sócrates

Solón 55, 84
Sorbona 12
Sotiriadis 11
Stoa 66
Suda 23
Sunio 25, 90
Tatoi 53
Temis 96
Teodota 23, 61, 75
Terámenes 22, 46
Tiresias 37
Torgler 95
Trasíbulo 29
Treinta 29, 53, 54, 81
Triantafylidis 12
Tritones 73
Turkovuniá 66
Ulises 37
Várnalis 11, 12, 13, 15, 17, 18, 19, 21, 22, 23, 24, 25, 27, 29, 56,
69, 89, 90, 91, 107, 108
Volos 11
Yokarinis 17
Zenón 89
Zeus 41, 71, 76

103
BIBLIOGRAFÍA GENERAL

AA. VV.
1987, Μαρξισμός και Λογοτεχνία στην Ελλάδα [Marxismo y
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TRADUCCIONES DE LA VERDADERA APOLOGÍA DE
SÓCRATES

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Vαrnalis, Kostas: Podlinnaya apologiya Sokrata, tr. I. I.
Grammatikopulo, Moskva.
1955
Vαrnalis, Costas: The True Apology of Socrates, Translated
from the Greek by Stephen Yaloussis, London.
1959
Vαrnalis, Costas: Istinskata Apologie Socrat, Tr. K. Beltcher,
Sofija.
Vαrnalisζ, Kosztasz: Szókratész igasi védöbeszéde, Tr. Eva
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1960
Vαrnalis, Kostas: Prawdzina Obrona Sokratosa, tr. Zodia
Korezask-Zawadzka / Lefteris Mavroidis, Warsawa.
1964
Vαrnalis, Kostas: Pravdiná obrana Socratora. Diktotori, tr.
Lysimachos Papadopulos / Milena Papadopulu, Praha.
1965
Vαrnalis, Kostas: Die wahre Apologie des Socrates,
Übersetzung Thanassis Georgiou, Berlin.
1997
Vαrnalis, Kostas: La véritable apologie de Socrate, tr. Noëlle
Bertin, Paris.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN....................................................................11
Vida...........................................................................................11
Obra..........................................................................................15
Comentario a La verdadera apología de Sócrates.................17
Las otras apologías.................................................................20
La traducción...........................................................................24
PRÓLOGO................................................................................29
LA VERDADERA APOLOGÍA DE SÓCRATES....................31
DE CÓMO PASARON LAS COSAS.......................................31
PRIMERA PARTE....................................................................37
SEGUNDA PARTE..................................................................45
TERCERA PARTE...................................................................59
CUARTA PARTE......................................................................75
QUINTA PARTE......................................................................87
EPÍLOGO.................................................................................93
ÍNDICE DE NOMBRES..........................................................99
BIBLIOGRAFÍA GENERAL.................................................105
BIBLIOGRAFÍA SOBRE VÁRNALIS..................................107
TRADUCCIONES DE LA OBRA.........................................109

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