2 La Emancipación, La Libertad de Imprenta.

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* Dossier Central

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El periodismo que nació
con la revolución.
Un vistazo a los periódicos, a las
imprentas y a sus leyes durante la
Primera República de Venezuela,
Tomás Straka
*
1810-1812

Resumen
El presente estudio espera ser una aproximación histórico-historiográfica a lo
que espera demostrar fue uno de los hechos fundamentales del proceso de
formación republicana: el nacimiento del periodismo como signo de transforma-
ción social. Producto directo e inmediato de la crisis del Antiguo Régimen, se
convertirá en el principal difusor de las nuevas ideas y escenario de los debates
ideológicos de la hora. Al mismo tiempo, el trabajo espera poner de relieve los
principales enfoques que la historiografía ha desarrollado en torno al tema.
Palabras clave: Historia de las Ideas Políticas; Venezuela; Periodismo Vene-
zolano; Emancipación.

Abstract
The present study aims to make a historical-historiographic approach to one of
the key events of the formation of the republic: the emergence of journalism as
a sign of social transformation. As a direct and immediate result of the crisis of
the old regime, journalism became the main disseminator of the new ideas and
scenario of the ideological debates of that time. At the same time the Works
aims to highlight the main historiography approaches about the subject.
Key words: history of political ideas; Venezuela; Venezuelan journalism;
emancipation.

Résumé
Ce travail se réclame d’une approche historico-historiographique pour analyser
l’un des phénomènes fondamentaux du processus de formation républicaine

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au Venezuela : la naissance du journalisme comme facteur de transformation


sociale. Produit direct et immédiat de la crise de l’ancien régime, il deviendra
l’acteur politique de la diffusion des idées nouvelles et le scénario des débats
idéologiques du moment. Le travail espère également mettre l’accent sur les
principaux courants historiographiques sur ce sujet.
Mots clé: Histoire des idées politiques ; Venezuela; journalisme vénézuélien ;
émancipation

Recibido: 20/07/2008
Aprobado: 05/09/2008

En homenaje a José Ratto-Ciarlo

a. “Mueren por la revolución cuatro periodistas”: a modo


de introducción

En los libros José Ratto-Ciarlo (1909-1997) los hechos siempre se


presentan con el dinamismo de quien narra las noticias del día anterior
(Ratto-Ciarlo, 1967). Gracias al estilo reporteril que las indagaciones
históricas de su vejez no le hicieron abandonar, en ellos tenemos más
que monografías, reportajes en los que el dogma de que los capítulos
y los párrafos cortos que ayudan a la rapidez de lectura, nos mantienen
con la tensión y el interés de quien pasa las páginas llevado en andas
por la narración. Por eso a cada uno lo dividía en numerosos acápites
redactados con agilidad y sencillez, para luego encabezarlos con un
pequeño titular que siempre resulta un guiño, una insinuación al lector,
algo así como ¡última hora!: Mueren por la revolución cuatro periodistas
(Ratto-Ciarlo, 1972: 95).

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El periodismo que nació con la revolución

Vicente Salías fue fusilado en octubre de 1814, momentos después


de haber pronunciado su terrible imprecación1. Y cayeron en la
batalla de La Puerta infernal, el 15 de junio, Antonio Muñoz Tébar,
Secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, y Ramón García
de Sena, Coronel y Secretario de Guerra en la Primera República.
Habían hecho armas periodísticas en El Patriota Venezolano y la
Gaceta de Caracas.
Y, por último, en diciembre, rendía la vida en Urica el licenciado
Miguel José Sanz, el del Semanario de Caracas (Ratto-Ciarlo,
1972: 96).

Lástima que lo que ganaba en sabrosura a trechos lo perdía en


análisis donde la Historia –dama huidiza si las hay- evidentemente lo
supo despistar. Su militancia política, su peculiar interpretación del
marxismo y, en la contracara de todo lo bueno que le daba el periodismo
a su pluma, los años en el oficio le generaban una verdadera dificul-
tad para pensar en términos de “larga duración”, haciéndolo caer con
demasiada frecuencia en presentismos2 y otras simplificaciones igual
de peligrosas. Eso, no obstante, es lo menos en su obra: en conjunto
es valiosa, y mucho. Volvamos por ejemplo al párrafo que se acaba
de citar. Tiene todos los yerros metodológicos que señalábamos y, sin
embargo, incita reflexiones de otro aliento.
En efecto, de las muchas que pueden extraerse de él, hay al menos
dos cosas que, vistas con calma, de momento nos llaman la atención: la
primera, esa de llamar periodistas a hombres que con justeza pasaron
a la historia con otra denominación, como la de políticos (es verdad,
patriotas, próceres, e incluso poetas como en el caso de Salías, pero
en cualquier caso hombres definidos por una lucha política: crear un
Estado independiente y republicano en lo que había sido una provincia
del imperio español); y la segunda, el hecho de que siendo funda-

1 Mientras trataba de huir a Curazao en 1814 ante el avance de las fuerzas de José Tomás
Boves, su barco es capturado por corsario español Valiente Boves, quien lo condujo
a Puerto Cabello. Posteriormente, fue encarcelado en el castillo de San Felipe donde
fue juzgado, condenado a muerte y fusilado el 17 de septiembre de 1814 por orden del
mariscal de campo Juan Manuel Cajigal. Según la tradición sus últimas palabras antes
de morir fueron: “Dios omnipotente, si allá el cielo admite a los españoles, entonces
renuncio al cielo”. Cfr. http://www.venezuelatuya.com/biografias/vicentesalias.htm
2 Por tal entendemos a la tendencia de evaluar el pasado según los criterios del presen-
te.

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mentalmente políticos hayan tenido, efectivamente, un desempeño lo


suficientemente importante en sus labores periodísticas como para
que hoy ocupen el espacio que un estudioso como Ratto-Ciarlo les
tributó en su historia de la disciplina.
Podemos, con base en estos dos aspectos, figurarnos algunas hi-
pótesis sobre la caracterización de global de su época. Hipótesis que,
siguiendo una vez más a Don José, nos atrevemos a presentar como
dos pequeños titulares que ojalá también logren estimular a algún lector:
el primero, tal vez simplón si lo vemos hoy, pero casi amarillista si nos
ponemos en 1810, de ¡Extra!: políticos fundan periódicos en Caracas y
Cumaná y, como antecedente de éste otro más llamativo: decretada en
Caracas la libertad de imprenta. Se trata, como esperamos demostrar,
de las dos variables (al menos las dos más importantes) que definieron
al periodismo de nuestra guerra de Emancipación.
Revisando la historiografía que hay sobre el tema (y que es mucha
y muy erudita), releyendo los periódicos de entonces (menos la oficio-
sa Gazeta de Caracas, que comparte la dinámica, pero que encierra
valores tan singulares que la ponen en otro conjunto, como ese, muy
notable, de haber sobrevivido al período) y cotejando la legislación
que sobre Imprenta se promulgó en 1811, esperamos hacer un cuadro
histórico en el que esas dos aristas –la del periodismo subordinado a
la política y la de la libertad de imprenta como innovación fundamen-
tal– sean el signo de todo lo que en el periodismo ocurriría entonces,
y como siempre en el periodismo, de lo que ocurría en el conjunto de
su sociedad. No hasta entonces, sino hasta hoy. La ejecución –tal es la
tesis que esperamos sostener– de esos cuatro “periodistas” que cita-
mos al principio es la metáfora no sólo del periodismo venezolano, sino
de toda nuestra vida republicana nacional. La historia del periodismo
puede leerse, entonces, como la historia (o al menos uno de sus capí-
tulos más notables) de la historia del republicanismo venezolano.
Sólo una advertencia más. Tal vez el paladar de los lectores es-
pecializados encuentren excesivo el número de citas aclaratorias y
de direcciones en la Internet que para ilustrar varios aspectos que se
nombran se traen a colación. También podrá resultarles una demasía
la descripción de datos más o menos bien conocidos. Pero el punto
es que estas líneas fueron escritas dentro del marco de la cátedra de

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El periodismo que nació con la revolución

Historia de Venezuela, en la Escuela de Comunicación Social de la


UCAB, como la respuesta de un profesor al que algunos eventos le
hicieron faltar demasiado, a unos alumnos que reclaman (y merecen)
más atención. A ellos se dedican estas páginas. A ellos y, claro, a la
memoria de Ratto-Ciarlo, con la que cerraremos estas notas. Ratto-
Ciarlo nos enseñó que escribiendo cosas sencillas, para públicos
amplios, se pueden presentar tesis significativas. Dios quiera que al
menos logremos emularlo en la intención de plantear dos o tres de ellas
que fomentar nuevas discusiones en la historiografía de los medios
venezolanos.

b. Políticos fundan periódicos en Caracas y Cumaná


Las ejecuciones de Vicente Salías, Muñoz Tébar, García de Sena
y Miguel José Sanz formaron parte de las matanzas que anegaron
de sangre el colapso de la Segunda República. Con éste, en cuatro
años contados de 1810 a 1814, el ensayo republicano se había venido
abajo dos veces. Y ahora, en 1814, se venía de una forma aún más
cruenta y aparatosa que en la ocasión anterior. La verdadera avalan-
cha de un alzamiento popular dirigido por José Tomás Boves arrasó,
literalmente, con el ensayo, con sus lugares (las ciudades criollas del
Arco Costa-Montaña) y sus hombres (el primaciado criollo e ilustrado
que echó adelante la Emancipación). Es mucho lo que se ha escrito y
reflexionado sobre el punto, pero en este caso sólo nos detendremos
en la tesis que Graciela Soriano de García-Pelayo esbozó al respecto.
Según ella, “hasta ahora no se ha examinado el grado de tensión, de
inconsciencia o de irresponsabilidad de aquellos próceres que en un
momento dado propusieron y propiciaron virajes de tantos grados
a su propio mundo, en el que se hallaban tan bien instalados y con
cuyas formas de ser estaban tan comprometidos o consustanciados”
(Soriano, 1988: 60).
La autora se refiere al hecho de que una vez abierta la caja de pan-
dora del orden colonial, se desataron todas sus agudas contradiccio-
nes. Y lo hicieron de tal modo que ni ellos (los criollos), ni nadie, pudo
controlarlas ya. Las aspiraciones de las distintas castas y estamentos
en lucha erupcionaron como un volcán y al carácter de guerra civil con
el que comienza el conflicto en 1810 –los que estaban por el orden

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republicano contra los que estaban por el Rey- siguió el de una franca
guerra social que demolió (tal vez tanto y en muchos aspectos incluso
más que las propuestas revolucionarias de la primera hora) el orden
anterior. Viendo en qué se convirtió a la vuelta de dos años todo aquel
festín de canciones y escarpelas con el que comenzó la revolución,
parece que “aquel pensamiento operaba en planos emocionales o
abstractos que no se basaban en el examen calculado y mesurado de
aquella realidad” (Soriano, 1978: 70). El caso es que nuestro periodismo
republicano comenzó en él.
Pero vamos por partes. Soriano cita el ejemplo de la ley de matrimo-
nio promulgada el 2 de agosto de 1811, y por la cual “los mayores de 20
años cumplidos pueden contraer matrimonio sin llevar licencia de sus
padres, abuelos y demás, sean quienes fueren los contrayentes, y no
se les exija por los párrocos circunstancia ninguna en orden a esto” (El
Publicista de Venezuela, 1811: 47). Si se piensa en las rígidas jerarquías
de la sociedad colonial (recuérdese que aunque en crisis, era la que
existente para la hora, justo aquella a la que se quiere transformar con
leyes como esta), en los infinitos problemas, a veces verdaderas tra-
gedias existenciales, que su “endogamia teórica/hexogamia práctica”
había producido a la zaga de un mestizaje generalizado pero alimentado
con relaciones extra-conyugales, y en la Real pragmática sobre ma-
trimonio de los hijos de familia que Carlos III promulgó el 23 de marzo
de 1776 prohibiendo expresamente las uniones entre “desiguales”... Si
pensamos en todo eso, derogar de un plumazo el sistema de castas
y estamentos para que el único impedimento sea el de la prohibición
de las uniones con unos traidores a la patria, como lo establece su
artículo 5to., vemos que fue, ciertamente, de un progresismo que no
se generalizó en Occidente hasta la segunda mitad del siglo siguiente,
pero también de una temeridad sensacional.
En un grado casi equivalente de radicalismo y audacia puede po-
nerse a la Libertad de Imprenta, vivida de facto desde el 19 de abril
de 1810. Dogma por excelencia del pensamiento Ilustrado (¿cómo se
pueden difundir las luces y la Razón sin el correr libre de las ideas?
¿Cómo el individuo puede gozar efectivamente de la libertad si no se
expresa libremente, da publicidad a sus opiniones y descubrimientos,
y lee lo que le venga en gana? (Ratto-Ciarlo, 1972: 15-24), en lo que
la Junta Suprema que sustituyó a las autoridades españolas tomó el

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poder empezó a actuarse como si tal existiera (no vino a reglamen-


tarse como un año después). Si la Ley de Matrimonios derogaba las
castas, la Libertad de Imprenta dinamitaba las bases ideológicas del
orden colonial.
Su impacto inmediato fue el establecimiento de dos nuevas impren-
tas en Venezuela3, en Caracas la del criollo-francés –se trataba de un
petit-blanc de Santo Domingo Francés, acaso otro de los tantos aven-
tados por la revolución esclava (mejor: anti-escalvista) de 1790- Juan
Baillío, de prolongada influencia histórica, no sólo por ser el impresor
por excelencia de casi todas las nuevas iniciativas editoriales que nacen
entonces, sino por haber constituido la escuela de los primeros impre-
sores venezolanos (Grases, 1967: 121-146); y la de Manuel José Rivas,
en Cumaná, de la que no se tienen más noticias (Grases, 1967: 149).
Con estas imprentas comienza a desarrollarse un nuevo (y, según los
modos y temas que impone, en los próximos cincuenta o hasta setenta
años, definitivo) periodismo en Venezuela. Ellas rompen el monopolio
oficioso de la Gazeta de Caracas y así, en noviembre de 1810 y salido
de las prensas de Baillío aparece el primer periódico particular, es
decir, no oficial e independiente, de Venezuela, el Semanario de Cara-
cas; en enero de 1811 la Sociedad Patriótica saca a luz El Patriota de
Venezuela; el mismo mes sale El Mercurio Venezolano; en julio aparece
El Publicista de Venezuela; y en octubre sale en Cumaná El Patriota
Venezolano, todos se convierten en portavoces de la revolución y del
corolario moderno que propone4. Es una prensa esencialmente política,
destinada a difundir y debatir opiniones, y en ocasiones a la simple
propaganda, más que a la información. De otro modo no pudiéramos
entender el titular de Ratto-Ciarlo con el que comenzamos: en 1814
se ejecutan a aquellos cuatro “periodistas” de los que nos informa
Ratto-Ciarlo: se los ejecuta, precisamente, porque en rigor no lo son;
porque el periodismo como profesión aún no existe, ni existirá hasta
finales del siglo XIX. Quienes redactaban estas publicaciones eran
políticos que ejercían el oficio sólo como un arma más de sus luchas.

3 Hasta el momento sólo funcionaba en Caracas la de los irlandeses, a Caracas traídos


por el gobierno desde Trinidad, Mateo Gallagher y Jaime Lamb.
4 Puede revisarse una selección de los mismos en: http.//www.ucab.edu.ve/ucabnuevo/
SVI

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Revolucionarios haciendo propaganda o pedagogía política, según se


las pondere. Viendo tan sólo lo que pasó con la Gazeta atisbamos de
qué se trató todo:

La Gazeta de Caracas sufrirá los avatares de la guerra de Indepen-


dencia: así unas veces aparecerá como tribuna de los realistas y
otra en manos de los republicanos. Una fecha clave en la historia de
este periódico, semanario de cuatro páginas y a dos columnas, será
el 27 de abril de 1810, en su edición No. 95, cuando su orientación
se incline hacia aires libertarios que expresará públicamente en su
editorial: Cuando las sociedades adquieren la libertad civil que las
constituye tales es cuando la opinión pública recobra su imperio y
los periódicos que son el órgano de ellas adquieren la influencia que
deben tener en lo interior y en los demás países, donde son unos
mensajeros mudos, pero veraces y enérgicos, que dan y mantienen
la correspondencia recíproca necesaria para auxiliarse unos pueblos
a otros. La Gazeta de Caracas, destinada ahora a fines que no están
de acuerdo de acuerdo con el espíritu público de los habitantes de
Venezuela, va a recobrar el carácter de franqueza y de sinceridad
que debe tener, para que pueda el Gobierno y el Pueblo lograr con
ella los benéficos designios que han producido nuestra pacífica
transformación... (Bisbal, 2004: 16).

Esto es extensible al resto de los periódicos de la hora. “Fueron


objeto, agrega el mismo autor, de las circunstancias, es decir, que
las ideas de emancipación y fundación de la República serán su cir-
cunstancia. El pensamiento independentista y fundacional del nuevo
espacio en la América cobrará vida tipográfica a través de los ‘tipos
móviles’” (Bisbal, 2004: 17). No en vano ya Miranda había traído una
imprenta como parte de su arsenal y no en vano Bolívar haría lo mismo
diez años después: sabían que la artillería ideológica de la revolución
estaba en ellas. No en vano el más importante ideólogo y propagandista
(combinación que entonces se entendía bajo el término de publicista)
de la revolución, Juan Germán Roscio (1763-1821), declaró como su
camino el de los republicanos franceses que:

tenían una población de veinticinco millones y no obraban contra


los franceses realistas con solo la guillotina y el cañón: un diluvio

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de proclamas, de gacetas, escritores y oradores ocupaban la


vanguardia de los ejércitos, llenaban las ciudades, villas y aldeas;
los teatros de todas partes, sin fusiles y bayonetas, declamaban
contra la tiranía y a favor de la república (...) la pintura y la escultura
contribuían de un modo poco menos expresivo que los teatros a
encender la llama del patriotismo (Roscio, 1953: 169).

Con los tonos que las circunstancias y los caracteres de sus redac-
tores imponían, cada uno de los periódicos salidos de esa libertad de
imprenta vivida entre 1810 y 1811, asumirían la misión. Hagamos un
rápido recorrido por ellos.
Miguel José Sanz5 y el que luego llegó a ser el gran publicista del
Rey en Venezuela, José Domingo Díaz, contribuyeron a la pedagogía
política con su Semanario de Caracas6, donde el segundo publicaba
artículos de divulgación científica y el primero tratados sobre moral
republicana (Barroeta, 1987). Éstos, sobre todo, tienen un valor histórico
excepcional. En sus editoriales, que bajo el título de “Política” abrían
cada número, Sanz configuró lo que probablemente esperaba recoger
como un tratado si la guerra y, con ella, la muerte no hubieran truncado
su labor de repúblico y de ideólogo. Recogidos por Pedro Grases, hoy
los encontramos en un volumen bajo el título de Teoría política y ética
de la Independencia7. Tópicos como la subordinación civil, la libertad
de discurrir y la felicidad pública constituyen sus apretadas y eruditas
exposiciones. Grases hizo bien al titularlas así, como la búsqueda de
una proyecto ético-moral, porque de eso, en suma, se trató toda la
prensa de la época. Claro, en Sanz la búsqueda era más académica y

5 Nacido en Valencia en 1756 y ejecutado por los realistas después de la batalla de


Urica, en 1814, Sanz es, sin lugar a dudas, una de las más importantes cabezas de la
Ilustración venezolana. Rico hacendado e importante jurista, sus credenciales y fama le
han valido pasar a la historia con el epíteto del Sabio Sanz o del “Licurgo de Venezuela”,
como lo llamó Depons por unas ordenanzas que preparó para Caracas. Fundador de
la Cátedra de Derecho Público en el país, del Colegio de Abogados y promotor de la
introducción de la imprenta en los días de la prerevolución, en lo que ésta estalló ocupó
altos cargos en el nuevo gobierno, como el de Secretario de Estado, fundó el primer
periódico independiente de Venezuela y a través de él promovió un republicanismo
ortodoxo y moderado. Véase: Lenín Molina Peñaloza, Miguel José Sanz. La realidad
entre el mito y la leyenda. Caracas: Academia Nacional de la Histioria. 1993.
6 Hay una reproducción facsimilar editada por la Academia Nacional de la Historia. Es
el número 9 de su colección Sesquicentenario de la Independencia, Caracas, 1959.
7 Caracas, Ediciones del Colegio Universitario Francisco de Miranda, 1979, 140 pp.

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atildada, con él se trataba de una república morigerada, de ciudadanos


virtuosos, con un apego y un respeto a las leyes que garantizara la
buena marcha del Estado y llevara a los individuos a la felicidad; pero
no por eso dejó de ser una búsqueda plenamente integrada a la que
perseguían todos los demás.
El Semanario de Caracas fue publicado entre el 4 de noviembre de
1810 y el 21 de julio de 1811. La incorporación de Sanz a altos cargos
en el gobierno de la República y la definitiva ruptura de Díaz con la
Emancipación fueron, seguramente, las causas del cierre del periódico.
Por su parte, el Patriota de Venezuela, que frente al Semanario... vendría
a ser algo así como la versión radical del mismo proyecto, apareció en
enero de 1811. Se publicaron sólo siete números, hasta el 18 de enero
del año siguiente, 18128. Fue un órgano eminentemente propagandístico
de la que ha sido definida, no sin poco —¡otra vez!— de presentismo,
como el “primer partido político de Venezuela” (Magallanes, 1973: 12),
la Sociedad Patriótica9. Redactado por Vicente Salías y Muñoz Tébar,
su lenguaje era absoluta, encendidamente revolucionario y su petición
fue, desde el primer momento, la solicitud de la independencia absoluta
de España.

8 Están reproducidos entre las páginas 311 y 449 de Testimonios de la época Emanci-
padora (Caracas, Academia Nacional de la Historia/Colección Sesquicentenario de la
Independencia No. 37, 1961).
9 “Con el nombre de Sociedad Patriótica se conoce a la organización revolucionaria
proindependentista que realizó importantes actividades en Caracas y otras poblacio-
nes venezolanas, durante la Primera República (1810-1812). La idea de la creación de
la Sociedad Patriótica o Club Patriótico, como lo llamó luego Manuel Palacio Fajardo,
ha debido ser de Miranda y Bolívar que conocieron el valor de la propagación de las
ideas a través de este tipo de sociedades; sobretodo gracias a las experiencias de
Miranda en el París de la Convención y del Directorio. Esto explica que un francés de
apellido Leleux halla venido al país en diciembre de 1810 para contribuir a la creación
de la Sociedad Patriótica. En esta organización de carácter revolucionario figuraron
como miembros (además de Miranda, Bolívar y Leleux), Antonio Muñoz, Vicente Salias,
Francisco Espejo, Pedro Pellín, Casiano de Medranda, Miguel Peña, Lorenzo Burros,
Francisco Antonio Paúl (llamado Coto Paúl), Pedro Pablo Díaz, José Antonio Pelgrón,
Pedro Salias, Rafael Castillo, Carlos Núñez, José María Núñez, Carlos Soublette, Ramón
García Cádiz, entre muchos otros. La presidencia de la Sociedad Patriótica se turnaba,
y en diversos momentos se sabe que la ejercieron Francisco de Miranda, Antonio Mu-
ñoz Tébar y Francisco Espejo (...) Su órgano de difusión era El Patriota de Venezuela,
cuyo primer ejemplar apareció a fines de 1810, siendo sus redactores Vicente Salias y
Antonio Muñoz Tébar Durante el año de 1811 y los primeros meses de 1812 circularon
7 números”. http://www.venezuelatuya.com/historia/sociedadpatriotica.htm

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El periodismo que nació con la revolución

De El Mercurio Venezolano sólo aparecieron, que sepamos, tres


números, en enero, febrero y marzo de 181110. Pero esos tres bien valen
todo un estudio. Su redactor fue el italiano Francisco Isnardy o Isnardi
(1750- después de 1820), otro de los grandes publicistas del movimiento
(y nada menos que uno de los redactores del Acta de Independencia).
Como con Baillío y con los impresores Gallagher y Lamb, en su caso el
periodismo venezolano también se asocia a los vientos revolucionarios
que soplaron en las Antillas: una vida de aventuras lo había llevado a
Holanda, de allí a la Guayana Holandesa, donde llega a secretario de
la Compañía de Las Indias en la región, y de ella se marcha buscando
negocios a Trinidad y luego, por las mismas causas, a Güiria.
El título Mercurio es un italianismo que merece algunas líneas. “Des-
de el siglo XVI, con el nacimiento de las designaciones de publicaciones
periódicas, el vocablo Mercurio convive con el de Gazzeta y Coranto,
con los cuales se designaba la prensa informativa y noticiosa”, según
nos aclara la Comisión Editora de su facsímil, “en tal forma que en el
siglo XVIII, en Francia, el término Gazette era signo de prensa política;
el de Journal des Savantz, de prensa científica, y el de Mercure, de
prensa literaria”11. En efecto, como el dios mensajero de Júpiter, nuestro
Mercurio fue el hermeneúta de la revolución. Sus páginas demuestran
la gigantesca erudición de su redactor, que ya habían impresionado a
Dauxion-Lavaysse (Isnardi, 1960: 15-16).
Además, Isnardi tenía en su haber el intento de algo similar con su
proyecto El Lucero, que adelantó junto a Andrés Bello y del que sólo
tenemos las noticias del prospecto aparecido en 1809 (Grases, 1981:
302-306). Los vaivenes de la intensa hora política que a la vuelta de
unos meses estalló impidieron su publicación. Bello se fue a Londres
para no volver más, pero Isnardi, en cuanto pudo, emprende solo la
obra. Ese es El Mercurio. Le “dedica mucho espacio, nos dice una
investigadora contemporánea, a las noticias locales, y revela los pri-
meros problemas de la futura república12; tiene una sección de noticias

10 Su reproducción en facsímil: Mercurio venezolano, Caracas, Academia Nacional de la


Historia/Colección Sesquicentenario de la Independencia, No. 25, 1960.
11 Su reproducción en facsímil: Mercurio venezolano, Caracas, Academia Nacional de la
Historia/Colección Sesquicentenario de la Independencia, No. 25, 1960, p. 16.
12 En el No. 1, por ejemplo, encontramos bajo el título de “Confederación de Venezuela”,
una detallada descripción de cada una de sus provincias y sus principales potencialida-
des económicas y problemas, todo un documento geohistórico aún no suficientemente

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extranjeras, donde los acontecimientos de los países americanos en


su lucha por la independencia ocupan un lugar privilegiado, así como
las informaciones sobre la guerra en Europa. Por otra parte, se ocupa
de las informaciones de entretenimiento con noticias de arte, literatura
e industria” (Torrealba, 2005: 50).
El Publicista de Venezuela, que aparece entre el 4 de julio y el 28 de
noviembre de 1811 es un órgano oficial del Congreso Constituyente13.
Es, igualmente, redactado por Isnardi, quien deja de publicar El Mer-
curio en marzo por su nombramiento como Secretario del Congreso
Constituyente. Pero su labor hasta la hora lo convierte en el candidato
obvio para ser el publicista del poder legislativo. El Publicista, pues,
se llamará el periódico. Sin embargo, no es un hijo directo del nonato
Lucero ni del ya entonces venerable Mercurio. Fundamentalmente
publica los debates del congreso y, como pocos, cumple su rol de
transmisor (su nombre lo dice: es exactamente un publicista en la fabla
de 1811) de las ideas éticas y políticas de la Emancipación. Elías Pino
Iturrieta dice al respecto:

El Publicista de Venezuela es un vehículo de propaganda y fusión


de ideas modernas. Mas se destaca al presentar el movimiento real
de estas ideas en el contexto histórico, su introducción arraigada
en la acción, en forma que hasta ahora no habíamos apreciado.
Los folios ocupados de las sesiones del Congreso testimonian el
acendrado impacto de la modernidad en la conformación mental de
los creadores de la Patria, y la existencia de distintas gradaciones
de ese impacto novedoso. Hacen vislumbrar de manera tan de-
fectiva la acción de las doctrinas extrañas sobre los directores de
la revolución, que de ellos brota una de las auténticas causas del
derrumbamiento del primer gobierno independiente: el desmesura-
do apego a las luces ultramarinas, que concibió ‘República aéreas’
condenadas a una existencia precaria (Pino, 1971: 126).

Finalmente, El Patriota Venezolano, de Cumaná, es una de esas


rarezas bibliográficas que, lamentablemente, son tan comunes en

trabajado. Según la numeración de la reproducción de la Academia Nacional de la


Historia, pp. 73-93
13 Su reproducción en facsímil es el No. 8 de la Colección Sesquicentenario de la Inde-
pendencia de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1959.

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la historia de nuestros impresos (bien sean libros o periódicos). Los


avatares de una vida republicana turbulenta y la casi inexistencia de
bibliotecas y hemerotecas bien organizadas e institucionalizadas hasta
mediados del siglo XX, hizo que la pérdida fuera la norma en vez que la
excepción en el destino de nuestra publicaciones antiguas, sobre todo
las del interior del país. De hecho, la obra estudiosos como Manuel
Segundo Sánchez, Pedro Grases y Manuel Pérez Vila se fundamentó,
básicamente, en el rescate, análisis bibliográfico y la reproducción
facsimilar de esas ediciones dispersas o perdidas, aporte por el cual
nunca les vamos a poder estar suficientemente agradecidos.
De El Patriota Venezolano sólo tenemos el ejemplar que reposa el
Public Record Office de Londres. La Gazeta de Caracas del 20 de di-
ciembre de 1811 (No. 383) nos presenta su prospecto. En el ejemplar
que está en Londres también leemos el prospecto, junto a algunas
otras noticias (algo sobre la Huída de Montenegro y otra cosa sobre
la marcha de Villapol sobre Guayana)14. Nada indica que la empresa
haya pasado de ese “síndrome del No. 1”, con el que han muerto tan-
tas iniciativas editoriales en Venezuela. Por este periódico sabemos
que hubo imprenta en Cumaná. También se conocen dos ejemplares
de una Gazeta Extarordinaria (18 de enero y 4 de julio de 1812), que,
probablemente de forma eventual (he ahí su nombre: extraordinaria,
usado entonces, fundamentalmente, para sobretiros que salían fuera
del día habitual por la importancia de la noticia recibida) se publicó en
aquella ciudad. También se conocen otros dos impresos, un Manifiesto
de la Junta Gubernativa Provincial y una Representación del mismo
órgano, fechos en Cumaná en 1810 (Grases, 1967: 149-151).
Resumamos: más allá de lo que de erudito pueda tener el conoci-
miento de la veracidad de esa supuesta imprenta cumanesa (la pre-
caria existencia de publicaciones salidas de ella, hace pensar en que
rápidamente desapareció, o en que, a lo mejor, estos textos realmente
fueron editados en Cumaná, pero impresos en otra parte, a lo mejor
alguna Antilla), para nuestro caso es lo mismo: este breve itinerario
demuestra que en esta primigenia la actividad periodística del bienio

14 El periódico se reproduce en Testimonios de la época emancipadora, No. 37 de la


Colección Sesquicentenario de la Independencia, Academia Nacional de la Historia,
pp. 453-455

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1810-12, el oficio en sí, no existía en cuanto tal. El periodismo que


nace con la libertad de imprenta en 1810 es un periodismo para la re-
volución. Su asunto no es informar, sino propagar o, mejor, publicitar
ideas políticas. Es el proyecto que le plantea Roscio a Santander: un
periodismo, como en general unas artes, sometidas a las necesidades
de la revolución. Hasta acá nada que en rigor no se haya dicho antes,
pero veamos ahora qué pasa cuando relacionamos a esos periódicos
con su sociedad.

c. Decretada la libertad de imprenta en Caracas


El 2 de marzo de 1811 sale de la imprenta de Juan Baillío un libro
escrito por los frailes del convento de San Francisco, en Valencia, con
el largo y, para nuestra sensibilidad de inicios del siglo XXI, inquietante
título de Apología de la intolerancia religiosa contra las máximas del
irlandés D. Guillermo Burke, insertos en la Gazeta de Caracas del martes
19 de Febrero de 1811, No. 20, fundada en la doctrina del Evangelio,
y en la experiencia de lo perjudicial que es al Estado la Tolerancia de
Religiones. Ese mismo día, Antonio Gómez, doctor en medicina por la
Universidad de Caracas, pero hombre de fe y preocupado por las cosas
públicas, firmó otro texto que después de salir por entregas en la Gazeta
de Caracas también vería luz en las prensas de Baillío bajo el título de
Ensayo político contra las reflexiones del S. William Burke, sobre el
Tolerantismo, contenidas en la Gazeta de 19 de Febrero último15.
Dos libros de esa naturaleza salidos en menos de un año ameritan
una explicación. Ocurre que William Burke, revolucionario irlandés re-
lacionado con Miranda, propagandista de la Independencia en Europa
y avecindado en Caracas en cuanto estalla, como continuación de
una serie de artículos que había comenzado a publicar el año anterior
en la Gazeta16, el 19 de febrero de 1811 publicó uno en defensa de la
tolerancia religiosa.

15 Ambos textos están compilados en La libertad de cultos, Caracas, Academia Nacional


de la Historia/Sesquicentenario de la Independencia No. 12, 1959
16 Se trata de los “Derechos de la América del Sur y México”, recogidos en los números
10 y 11 de la colección Sesquicentenario de la Independencia de la Academia Nacional
de la Historia, 1960.

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La propuesta cayó como una bomba en aquella Caracas aún do-


minada por la catolicidad. No podía ser otra manera: en una sociedad
definida por el catolicismo como lógica global de su funcionamiento jurí-
dico y político –tal cosa es lo que entiende por catolicidad- se propone,
nada menos, que admitir la presencia de no-católicos (Virtuoso, 2001).
Escapa de los alcances de estas líneas entrar en los argumentos que
enarbolarán tolerantes e intolerantes; lo que nos interesa resaltar son
tres cosas de lo que de ello se dinamó: cómo, primero, meses antes
de que se planteara en serio la Independencia, estalla gracias Burke el
primer gran debate público de la historia venezolana; cómo, segundo,
la imprenta libre está asociada a este fenómeno, signo si los ha habido
de modernidad –véase que hasta la comunidad seráfica acude a Baillío
para sacar su vindicación de la intolerancia; y, por último pero no menos
importante, cómo esas nuevas ideas salidas de los periódicos logran
irritar la ética de sectores fundamentales de la sociedad: no es poca
cosa el parecer de los franciscanos en una sociedad que aún vive en
catolicidad y, para más, en una como la de la provincia de Caracas en
la que ellos llevaban en sus hombros lo mayor de su peso: detentaban
la cátedra de filosofía en la Universidad, imponiendo el escotismo; ad-
ministraban los pueblos de indios y la mayor parte de las parroquias,
amén de que tenían los conventos más poblados del país.
Por eso es tan importante tomar nota de su irritación. A la primera
oportunidad, los que defienden al pensamiento tradicional reaccionan
en cadena y ya una año y pocos meses después la república sólo parece
un recuerdo (Straka, 2000). Por eso, cuando señalábamos más arriba
que el radicalismo con el que se decretó la libertad de matrimonios sólo
era comparable a aquél de la libertad de imprenta estábamos hablando
de dos caras de una misma moneda: a medio camino entre ambas, la
libertad de cultos era una reforma todavía mayor.
Si una ley acababa con los estamentos, las otras dos hacían estallar
la catolicidad. Gracias a ellas, una sociedad moldeada en el corsé de
los dogmas y las censuras inquisitoriales abruptamente se veía con
el derecho de pensar por su cuenta y, en consecuencia, de creer en
quien quisiera. Como advierte Soriano de García Pelayo, aquello fue
prácticamente una irresponsabilidad (aunque, vale la pena replicarle
acá, ¿y qué cambio revolucionario puede hacerse sin un poco de ella?
¿Es posible, si nos alejamos del pensamiento pragmático, no sentir hoy

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al menos un poco de simpatía por adelantos como aquellos?): eran


giros demasiado audaces y las matanzas y anarquía desatadas en lo
inmediato así parecen confirmarlo.
Así, la muerte de los cuatro “periodistas” que reseña Ratto-Ciarlo
es todo el signo de lo que vendría después, de esa tensión constante
que en nuestra historia se ha dado entre los ideales republicanos y los
hechos de la política diaria. Ellos quería vivir la “república” según unos
ideales, y las circunstancias se lo impidieron. El “salto adelante” –es
una categoría que acaso le hubiera gustado al maestro ítalo-peruano-
venezolano- de la libertad de imprenta y de la libertad de matrimonios,
visto con todo lo que configuró en cuanto fundación de una ciudadanía
moral, de individuos autónomos y virtuosos, se estaba dando en una
sociedad colonial, estamentaria, de Antiguo Régimen. Fue, por lo tanto,
una suerte de salto al vacío. Una invitación a la reacción. A eso que sus
verdugos encarnaban. Toda la historiografía venezolana se ha dedicado
a desentrañar las claves del fenómeno y las explicaciones van desde
la admonición de la barbarie en el siglo XIX a las de las luchas de cla-
ses en el XX. Por eso acá sólo lo plantearemos a través de la historia
del periodismo: ejercerlo sin ser ejecutado es vivir la república, morir
finalmente por él demuestra el corto alcance de su funcionamiento.
Toda una metáfora de la Primera República (pero, en alguna medida,
también de las otras tres o cuatro que le siguieron, según el cálculo
que se prefiera): de una libertad de imprenta casi sin restricciones se
pasó –de seguidas lo veremos– a un Reglamento draconiano que,
finalmente, desemboca, en otra voltereta de la política, en el cadalso
para los “periodistas”.
En cuanto caracterización de nuestro republicanismo y sus avata-
res es notable. El degollamiento de Sanz es, al respecto, excepcio-
nalmente significativo. Se trata de la cabeza que más y mejor pensó
en las virtudes republicanas, cortada por el machete de la reacción
monárquica y popular. La polémica de Burke fue su clarinada. Sus
atildadas explicaciones sobre los derechos de individuo y el derecho a
la felicidad agredía instituciones inveteradas. Imponer una república no
era asunto de decretarla y de vivirla en ciertos círculos, o de publicarla
en determinados periódicos: había que convencer de ella a los demás
como en efecto se ensayará, con relativo éxito, en el siguiente siglo y
medio (Straka, 2005). Pero tan tremendo era el problema en la primera

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hora que los parlamentarios deciden hacer un alto y en el Publicista


de Venezuela, No. 4 (25 de julio de 1811), aparecerá entonces un “Re-
glamento de Libertad de Imprenta en Venezuela”, que según Ratto-
Ciarlo fue evidentemente provocado por el debate sobre la tolerancia
(Ratto-Ciarlo, 1972: 47).
Con todo, el dato es fundamental. Hasta el momento la libertad
de imprenta se había dado, como llevamos dicho, de facto. Con la
declaratoria de los “Derechos del Pueblo” por el Congreso el 1° de
julio de aquel año, se estableció que el “derecho de manifestar sus
pensamientos y opiniones por voz de la Imprenta, debe ser libre,
haciéndose responsable á la Ley, si en ellos se trata de perturbar la
tranquilidad pública ó el dogma, la propiedad y honor del Ciudadano.”
(El Publicista de Venezuela, 1811: 20). Pero con el “Reglamento” de este
derecho, ya la Libertad de Imprenta, caballo fundamental de toda la
modernidad política y social, queda consagrada. Es un paso esencial
en la configuración de nuestro republicanismo, “Todos los Cuerpos y
personas particulares de cualquier condición y estado que sean, tienen
libertad de escribir, imprimir, y publicar sus ideas políticas, y demás no
exceptuadas, sin necesidad de licencia, revisión, y aprobación alguna
anteriores á la publicación”, dice el artículo primero (El Publicista de
Venezuela, 1811: 29). Por eso, aclara su Art. 2, “queda abolida toda
censura de las obras políticas precedente a su publicación”, de lo que
se exceptúan, claro está, “los escritos que directamente traten de
materias de religión”, que quedan bajo el control de las autoridades
eclesiásticas y bajo los criterios de la constitución Solicita et provida
de Benedicto XIV.
Ahora bien, el tinte que la irritación –¡hay que ver lo que son dos
libros en aquella ciudad que recién estrenaba imprenta, publicados
sólo para desmentir a un artículo!– estaba agarrando es un llamado
a la moderación, que va más allá de dejar los asuntos de la fe en ma-
nos de los eclesiásticos. El artículo séptimo señala que “Los autores
é impresores serán responsables respectivamente del abuso de la
libertad de Imprenta” y en los siguientes quedan prohibidos los textos
“subversivos del sistema adoptado y establecido por Venezuela” (en el
8vo), es decir, el republicano, y en caso de que de todos modos deci-
dan hacerlo “serán castigados con el último suplicio” (19avo). Quedan
prohibidos “los libelos difamatorios, los licenciosos y contrarios á la

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decencia pública y buenas costumbres” (en el 9no) y quienes publiquen


cosas contra la moral cristiana “se castigarán la primera vez con pena
de privación de sufragio activo y pasivo en las elecciones públicas,
doscientos ps. por la segunda, y destierro de la Capital por dos años
en la tercera” (El Publicista de Venezuela, 1811: 29).
Hay que entender que es la catolicidad colonial dando sus primeros
pasos para hacerse tolerante, en medio de una adversidad crecien-
te. Porque si uno se percata que quienes se precian de filántropos
e ilustrados decretan un Reglamento de Libertad de Imprenta que
contempla nada menos que la pena de muerte y el destierro entre sus
castigos...¡qué esperar de los que están en el bando de la intolerancia!
No en vano exclamaría en Londres José María Blanco White (1775-1841),
desde su entonces muy influyente periódico “El Español”17: “¡Pueblos
de América!, la libertad no se establece con barbarie. Los que nece-
sitan valerse de prescripciones y horrores tienen todas las señales de
la más bárbara tiranía...” (Ratto-Ciarlo, 1972: 58). Poco después, la
Constitución que se promulga el 21 de diciembre de 1811 recoge el
espíritu del Reglamento en su artículo 18118.
Y aunque Blanco White tenía razón en que fue una libertad de im-
prenta muy restringida, con todo constituyó un paso descomunal. Como
dijimos, tanto que casi fue un salto al vacío. A pesar de lo que ya para un
liberal a la inglesa de entonces, como el religioso y publicista español,
eran errores, la libertad estrenada y rápidamente moderada permitió el

17 Los escritos de este pensador y activista sacerdote liberal nacido en Sevilla, pero exi-
liado en Londres desde 1811 por su oposición a la Junta Central, donde pronto entró
en contacto con el grupo de Miranda y luego se haría muy amigo de Bello; eran a tal
punto tomados en cuenta en Caracas que no sólo se reproducían en los periódicos de
la capital, sino que se le otorgó la ciudadanía venezolana –aunque nunca vino. Blanco
White –que en Inglaterra abandonó el catolicismo, haciéndose sacerdote de la Iglesia
Unitaria. Su seudónimo “Juan Sintierra”, fue remedado por un entusiasta “Juan Contierra”
de El Patriota de Venezuela cuya identidad aún desconocemos, pero que es uno de los
primeros grandes personajes de la historia del periodismo venezolano. Su influencia
decayó en la medida en la que se alejó del radicalismo de los patriotas caraqueños y
se termina oponiendo a la Independencia.
18 Será libre el derecho de manifestar los pensamientos por medio de la imprenta; pero
cualquiera que lo ejerza se hará responsable de las leyes si ataca y perturba con sus
opiniones la tranquilidad pública, el dogma, la moral cristiana, la propiedad, honor y
estimación de algún ciudadano.” Constitución Federal para los Estados de Venezuela,
La Constitución Federal de Venezuela de 1811 y documentos afines, Caracas, Academia
Nacional de la Historia/Colección Sesquicentenario No. 6, 1959, pp. 198-199

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nacimiento del oficio de periodista, bien que como anexo del mayor de
político revolucionario. Aún entonces escribir era asunto de una lucha
por poder que no conocía cuartel: hay que insistir en el dato de que
los republicanos dictaminan la pena de muerte para quienes piensan
distinto. Los realistas, en este caso, no hicieron sino jugarles igual; por
eso el titular que propone Ratto-Ciarlo no es sino el signo de un tiem-
po de en el que esas eran las reglas del juego: el que quería escribir,
debía saber que la vida se la jugaba en eso. Mueren cuatro periodistas
por la Revolución: de otra forma no hubiera podido ser. De eso fue el
periodismo de la Emancipación... Pero, viendo el camino que siguió la
libertad de Imprenta en Venezuela: ¿no fue de eso que siguió siéndolo
mucho después? ¿Cuánto nos queda ahora del problema, hasta qué
punto la libertad de expresión no continúa estando en el centro del
debate, hasta qué punto no expresa la tensión con la realidad? Tal vez
esos cuatro “periodistas” ejecutados, es decir, sus ejecuciones en sí,
son, tanto como sus periódicos y la libertad que ensayaron por un par
de años, el inicio de otra –terrible, pero constante– tradición. De una
metáfora que trascendiendo la primera república acaso se proyecte
hacia las otras tres o cuatro que han venido después. Sí, republicanismo
y periodismo van de la mano en Venezuela.

d. Última hora: epílogo historiográfico


Contada la historia, no está mal contar sobre el historiador. Como-
quiera que este trabajo fue escrito pensando en estudiantes, no vienen
mal algunas líneas sobre el autor con el que empezamos, José Ratto-
Ciarlo, a guisa de epílogo y, quizá, de ejemplo para ellos también.
Hijo de italianos, nació en Lima el 8 de noviembre de 1904. Cursó
estudios en la Universidad de Génova, donde adquirió esa base hu-
manística, de literatura y cultura clásicas, que iluminará toda su obra.
Allí conoce a quien marcaría el hito definitorio de su destino y lo enla-
zaría hasta la muerte con la leyenda: el ensayista peruano José Carlos
Mariátegui. La enorme influencia continental que en el pensamiento
político, social y académico de los últimos cincuenta o más años dejó
Mariátegui en los millares de lectores de sus Siete ensayos de interpre-
tación de la realidad peruana, fue recibida por Ratto-Ciarlo de la forma
más inmediata y vivencial: como su colaborador en la revista Amauta,

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Tomás Straka

de las más importantes de la historia de Iberoamérica. Sus pasiones


por la historia y por el periodismo, y su adscripción al marxismo le
vienen entonces.
La dictadura de Luis M. Sánchez obliga a que Ratto salga al exilio.
En 1931 llega a La Guaira. Su idea no era quedarse sino seguir rumbo
a Italia, pero sube a Caracas, por curiosidad, para conocer la cuna del
Libertador y la ciudad lo enamora. Un paisano de sus padres, Paoli,
le ofrece trabajo en una herrería y así, como cualquier otro inmigrante
italiano más, gana Venezuela una de las mejores plumas de su perio-
dismo.
La aurora democrática de 1936 lo regresa a la política. Se une a
grupos marxistas y se acerca a Miguel Acosta Saignes y Juan Bautis-
ta Fuenmayor. Publica sus primeras cosas en el país y conoce a otro
comunista de la hora: Miguel Otero Silva. Aquello fue definitorio: cuan-
do en 1943 funda El Nacional lo llama para emprender una actividad
completamente innovadora: la de dirigir la sección de cultura, que en
cuanto tal no existía en los periódicos venezolanos de entonces. Tras
el golpe del 18 de octubre de 1945, durante un breve tiempo va preso
por su apoyo a Medina Angarita. Libre, se inscribe en la Escuela de
Periodismo que se funda entonces en la UCV, de la que se gradúa.
Los siguientes años los pasa en las salas de redacción escribiendo las
noticias de hoy, y en los archivos para escribir las de ayer. Así salen sus
libros, acá citados abundantemente, sobre historia del periodismo, y
otros, como “El socialismo incaico y el socialismo de los jesuitas” o “El
socialismo de los primeros cristianos”, que pronto adquirirían recono-
cimiento en el ámbito académico nacional. Se podrá estar de acuerdo
o no con sus ideas políticas, pero es difícil no admirarle la capacidad
y la calidad de su trabajo, y su compromiso con el periodismo y su
sociedad (Brito, 1991).

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El periodismo que nació con la revolución

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Reflexiones políticas de
dos universitarios: Miguel José Sanz
y José Domingo Díaz
en el Semanario de Caracas
Eduardo García Peña
* (1810-1811)

Resumen
La Universidad de Caracas en su carácter de única institución de enseñanza
superior existente en Venezuela durante el período colonial, representa un
escenario propicio para analizar las ideas debatidas por los intelectuales
caraqueños en el período de transición entre la tradición colonial y las ideas
modernas provenientes del liberalismo y la ilustración. Las reacciones de estu-
diantes y profesores fueron de diversa índole. Algunos optaron por la defensa
incondicional del sistema político, social y académico que prevalecía a finales
del siglo XVIII y otros se inclinaron a respaldar las nuevas ideas que clama-
ban por una transformación radical de la sociedad venezolana. En el presente
estudio se hace un análisis de las ideas políticas expuestas en el Semanario
de Caracas, por dos eminentes egresados de la Real y Pontificia Universidad:
Miguel José Sanz y José Domingo Díaz.
Palabras claves: Universidad- Semanario de Caracas- Política- Independencia

Abstract

The University of Caracas, as the only institution of higher education during


the colony, offers an opportunity to study the ideas debated by intellectual and
academics of Caracas at the time. On the one hand, the ideas from the colonial
tradition; on the other, those derived from liberalism and Enlightenment. The

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Eduardo García Peña

reactions from student and academics came from all sides. Some opted for the
absolute defense of the political, social and academic system that prevailed
in the 18th century while others decided to support the new ideas that called
for a radical transformation of Venezuelan society. This study looked at the
Semanario de Caracas published at the time, to analyze debates between the
intellectuals Miguel José Sanz y José Domingo Díaz from the Royal and Pon-
tifical Universities regarding traditional colonial and liberal ideas.
Key words: University, Semanario de Caracas, Politics, Independence

Résumé
S’agissant de la seule institution d’éducation supérieure existant au Venezuela
à l’époque coloniale, l’Université de Caracas constitue un univers propice pour
l’analyse des idées alors en discussion parmi les intellectuels de Caracas pen-
dant l’époque de transition entre la tradition coloniale et les idées modernes
du libéralisme et de L’Illustration. Les prises de position des étudiants et des
professeurs furent très diverses. Certains choisirent la défense inconditionnelle
du système politique social et académique dominant en cette fin du XVIIème
siècle, alors que d’autres optèrent pour les nouveaux idéaux qui réclamaient
une transformation radicale de la société vénézuélienne. Ce texte analyse les
principales idées politiques objet de débat au Séminaire de Caracas entre deux
intellectuels éminents, anciens de l’Université royale et pontifice: Miguel José
Sanz et José Domingo Diaz.
Mots clé: Université – Séminaire de Caracas – Politique – Indépendance

Recibido: 26/06/2008
Aprobado: 09/09/2008

I-. El debate de ideas en la Universidad de Caracas


La provincia de Venezuela fue testigo, a principios del siglo XVIII, de
la fundación del primer Centro de Estudios Superiores en la denominada
región de Tierra Firme. A partir de la Real Cédula otorgada por Felipe
V el 22 de diciembre de 1721, el antiguo Seminario de Santa Rosa de
Lima fue elevado a la categoría de universidad.
Entre 1725 y 1810 la Real y Pontificia Universidad de Caracas otorgó
2270 títulos universitarios entre grados de Bachiller, Licenciado, Maestro
y Doctor en las carreras de Teología, Filosofía, Derecho, Cánones y
Medicina (Leal, 1963:18). No cabe duda que la presencia de un centro

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

universitario en la Provincia de Venezuela estimuló el intercambio de


ideas entre los colonos y evitó en gran medida que muchos jóvenes
tuviesen que viajar al extranjero para obtener un título universitario.
Según algunos autores, la universidad se convirtió desde sus inicios
en otra trinchera del mantuanaje, tal como fue desde el siglo XVI la
institución del Cabildo. De acuerdo a Leal (1963), el exclusivismo de la
universidad no estaba sustentado solamente por las normativas apro-
badas por el Claustro; la mentalidad predominante entre los blancos
criollos y sus influencias en las demás instituciones ejercieron mayores
obstáculos que la norma escrita. Afirma Leal:
Se oponen a la educación popular, por el temor de que los pardos
sacudieran su servidumbre: Por su pingüe situación económica,
los criollos monopolizan los empleos concejiles, acaparan los altos
cargos del Real Consulado y se hacen dueños de las prebendas y
canonjías eclesiásticas. Y desde la universidad controlan la cultura
y se reservan los mejores puestos académicos (Leal, 1963: 313).

Las normas internas de la universidad permitieron reforzar de cierta


manera la preeminencia de los blancos sobre el resto de los grupos
sociales. Sin embargo, tanto en el caso de la Universidad de Caracas
como en otros centros coloniales, la apertura o flexibilización de las
normas impulsadas a través de cédulas por el Rey o mediante diversos
mecanismos fomentados por las autoridades universitarias, permitió
que individuos pertenecientes a otros grupos sociales pudiesen cur-
sar estudios universitarios. Una de las excepciones a lo pautado en
la Constituciones fue precisamente el ingreso de José Domingo Díaz
en la universidad caraqueña. Por su condición de expósito no podía
obtener títulos universitarios, pero no fueron muchas las diligencias
que tuvo que realizar ante las autoridades universitarias y ante el Rey
para lograr superar el impedimento de la ilegitimidad.
No todos contaron con la misma suerte de Díaz. A medida que
avanzan las transformaciones sociales en el marco del reformismo de
los Borbones, se fortalece la tendencia conservadora de los miembros
del Claustro y, en consecuencia, se dificultan los cambios para iniciar
estudios superiores. A pesar de las reacciones conservadoras de las
autoridades universitarias, hubo una tendencia de renovación en el
estudio de la filosofía. Al respecto opinó Parra (1933):

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Eduardo García Peña

Sobran los documentos para demostrar la directa influencia de to-


dos y cada uno de los autores nombrados en la vida intelectual del
instituto. Gasendo y Descartes, Leibniz y Wolf, Malebranche y Ber-
kely, Bacon, Locke, Condillac y Lamark, Eximeno y Verney, dejaron
huella profunda en la educación de los universitarios caraqueños
que no los leyeron … a escondidas y en el deseo de por su propia
cuenta, sobresaltados por la Inquisición, sino que los recibieron, a
ciencia y paciencia de todo el mundo, de labios de los catedráticos
de la Universidad, clérigos y seculares, por lo menos desde 1788
en adelante (p.45).

Los universitarios caraqueños se formaron en medio de esa dua-


lidad, entre el pensamiento tradicionalista y las ideas de la filosofía
moderna. A pesar de que las normativas universitarias estuvieron
vigentes hasta 1827, la dinámica cotidiana estuvo impregnada de las
ideas provenientes de la ilustración. Por ello, es perfectamente lógico
que apreciemos en la obra de sus egresados, ideas compatibles con
el liberalismo europeo, tanto entre aquellos que tomaron la bandera
republicana como los que defendieron la causa realista. En este caso,
el estudio se centra en las opiniones de Miguel José Sanz y José Do-
mingo Díaz en el Semanario de Caracas entre el 4 de noviembre de
1810 y el 21 de julio de 1811.

II-. La Gazeta de Caracas como espacio pionero de


la discusión política
La relación entre las palabras Universidad, Imprenta e Indepen-
dencia resulta obvia. La universidad desde sus orígenes medievales
ha sido centro de estudio y reflexión de asuntos de interés para los
hombres; la imprenta es catalogada por muchos como el invento más
extraordinario de la humanidad, debido a su capacidad para divulgar
conocimientos entre los pueblos, aspecto fundamental para propiciar
cambios políticos como los ocurridos en América a partir de 1810.
Para el caso venezolano la relación es mucho más estrecha. Tanto la
universidad como la imprenta arriban a Tierra Firme en una época tardía
en comparación con el resto de la América Hispana:

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

Don Arístides Rojas criticó la política de la Corona hacia Venezuela,


otorgándole calificativos peyorativos a los funcionarios que gobernaron
nuestras provincias:

Es incomprensible cómo el gobierno español que para las demás


secciones del continente había sido pródigo en concesiones libe-
rales y había sabido enviarles hombres de iniciativa que tomaran a
su cargo, sin consulta regia, el adelanto moral y material de tantos
pueblos, dejó a Venezuela gobernada por autoridades de malos
conocimientos y desarrollarse a la sombra del oscurantismo más
completo, no obstante de hallarse situada entre dos focos más
notables del progreso humano (Grases, 1958: 83)

La Corona no fue muy diligente para introducir elementos dinami-


zadores de la sociedad. La hipótesis que más fuerza se ha manejado
sobre este particular es la pobreza de nuestro territorio en comparación
con los virreinatos de México, Perú y posteriormente Nueva Granada.
Sin duda, deben existir otros factores que influyeron en dicha política,
susceptibles a ser analizados con mayor profundidad por investiga-
dores del área.
Para el caso venezolano resulta difícil analizar separadamente los
orígenes de la imprenta en Venezuela del nacimiento de la República.
Los nexos entre ambos acontecimientos son tan sólidos que resulta
complejo para los historiadores analizar uno de ellos sin hacer men-
ción del otro. Apenas dos años separan el arribo de la imprenta de la
ruptura política promovida por el Ayuntamiento de Caracas el 19 de
abril de 1810. El florecimiento de las ideas se había manifestado en
los discursos de Baltasar de los Reyes Marrero en la universidad, en
los proyectos educativos de Simón Rodríguez y Miguel José Sanz,
como también en la propuesta de establecimiento de una academia
de matemáticas por parte del Real Consulado, por sólo mencionar
tres casos emblemáticos. Éstas son evidencias de una sociedad que
buscaba impulsar transformaciones importantes a semejanza de las
ocurridas en Europa.
En 1790 “el Ilustre Colegio de Abogados de la capital, cuyo deca-
nato desempeñaba el licenciado Miguel José Sanz … acordó solicitar
la oportuna autorización para el establecimiento de una imprenta,

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Eduardo García Peña

petición que fue hecha nuevamente en 1800 por el Real Consulado de


Caracas” (Millares, 1979: 89). Tuvo que esperar la Capitanía General 18
años para que arribara la ansiada máquina. No pudo el Generalísimo
desembarcar la imprenta en 1806, aunque fueron varias las proclamas
que imprimió desde su embarcación.
Los extranjeros Mateo Gallagher y James Lamb se encargaron de
introducir la máquina que daría origen al primer periódico venezolano:
la Gazeta de Caracas. Después vendrían el Semanario de Caracas,
el Publicista de Venezuela, el Patriota de Venezuela, y el Correo del
Orinoco, entre otros.
La universidad como el resto de la sociedad caraqueña recibió
con buen ánimo la aparición de la Gazeta de Caracas. Sus críticas
aparecerán después del 19 de abril de 1810, no por razones de índole
política, aspecto en el cual asumió una postura ambivalente desde el
inicio de la revolución. Sobre los acontecimientos políticos se pronunció
el Claustro de la siguiente manera:

Habiéndose leído el oficio del señor Secretario de Gracia y Justicia


en que se participa a este Claustro haber el Supremo Poder Eje-
cutivo recibido el anuncio de haberse declarado la Independencia
absoluta de estas Provincias de Venezuela de toda otra potestad
que no emane de la voluntad libre y general de los pueblos para los
fines que en el mismo oficio se expresan; se acordó que el señor
Rector (Manuel Vicente de Maya) le conteste con las voces más
expresivas de la complacencia y satisfacción que el Claustro ha
tenido en la resolución tan justa del Supremo Congreso asegurando
a Su Alteza que todos los individuos de la Universidad han recibido
la noticia con la más agradable impresión y que están prontos a la
demostración de júbilo que corresponde a tan heroica resolución,
y que para el efecto se le dé testimonio de este acuerdo al señor
Rector (Leal, 1983:36).

La polémica en la Gazeta se produjo a raíz de un ensayo de William


Burke sobre la Tolerancia de Cultos aparecido el martes 19 de febrero
de 1811. En dicha publicación se afirma lo siguiente:

Se hizo creer … que la autoridad de los Reyes no era delegada por


la sociedad, sino derivada del cielo; que las personas de ellos, aun

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

cuando tiranizaban, eran inviolables; que su voluntad era la del mis-


mo Dios y que no podían ser cristianos el que hablase de derechos
del hombre y de la sociedad. Tales eran las execrables máximas de
los déspotas y sus ministros (Leal, 1963: 69).

Aunque formalmente la Universidad funcionaba de manera autónoma


desde 1784, cuando el Rey Carlos III eliminó la influencia del Arzobispo
de Caracas en la designación del Rector, la tradición institucional los
condujo a presentar severas críticas hacia el novísimo concepto que
se introducía en la opinión pública venezolana. Para combatir la ofensa
delegó a Juan Nepomuceno Quintana la elaboración de un escrito que
como réplica apareciese publicado en el mismo periódico. Antes de
Quintana, el mismo 2 de marzo de 1811 el Dr. Antonio Gómez, también
miembro del Claustro, arremetió contra la tolerancia religiosa:
El pueblo y Clero Americano … conoce que la tolerancia de religio-
nes es opuesta á la pureza del Cristianismo y á la felicidad del Pais.
Sabe que el tolerantismo ha sido inventado por los falsos filosofos
para disfrazar su impiedad y ambicion; transformar las instituciones
mas sabias, envenenar las antipatias de los Pueblos, y de las clases,
destruir los Imperios: regar de sangre a la tierra: y entiende que es
el sistema calculado por el mas alevoso y tiranico de los gavinetes
de Europa para dividir, y atar al carro de la dinastía napoleónica los
fértiles y tranquilos Países del Continente Americano … ¿Como
podria conservarse la subordinación social, supuesta la indiferen-
cia de cultos si esta hace borrar el imperio de la ley sobre nuestros
corazones? (Gazeta de Caracas del viernes 19 de abril de 1811).

Y luego en 1812 comienzan a aparecer en prensa las resoluciones


del Claustro Universitario sobre el delicado tema:
Los escritos de Burke no respiran sino venganza, sangre y ultrajes
contra la Iglesia, sus misterios y los gobiernos… (En ellos) la Iglesia
Romana es la prostituta del Apocalipsis, el Papa, el anticristo y un
demonio, los soberanos que sostienen su partido unos tiranos, la
Misa una idolatría detestable, la comunión una fiesta de caníbales,
la confesión una invención de verdugos (Leal, 1963:76).

Como podemos observar, durante los primeros 2 años de circula-


ción de la Gazeta de Caracas, existió un clima de consenso en torno

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Eduardo García Peña

a las noticias y opiniones publicadas. La universidad apoyó, aunque


tímidamente, las transformaciones políticas que estaban ocurriendo en
Venezuela a partir del 19 de abril de 1810. Los estudiantes por su parte
se encargaron de manifestar por toda la ciudad su adhesión hacia la
independencia. El Claustro como máximo órgano de la Universidad,
así como sus profesores y estudiantes, apoyaron con diferente inten-
sidad el cambio político que estaba viviendo la nación. Este idilio no
duró mucho y las tendencias de rechazo hacia la independencia se
agudizaron cuando sintieron que se trastocaba un valor fundamental
de la sociedad: la religión.

III-. Sanz y Díaz en el Semanario de Caracas: ¿dos


posturas antagónicas?
El Semanario de Caracas representa para muchos el periódico de
más elevada discusión sobre temas políticos y sociales que existió en
Venezuela antes de la aparición del Correo del Orinoco. Se imprimió
en el taller de J. Baillío y Cía desde el 4 de noviembre de 1810 hasta
el 21 de julio de 1811. En los treinta números publicados se evidencia
una preocupación por ilustrar a los suscriptores en temas vinculados
a la política, la agricultura y el comercio. Según Pino (1971), “los re-
dactores prefieren presentar una serie de planteamientos abstractos
de aplicación futura que lo asemejan a una suerte de libro publicado
por entregas, o una especie de revista cultural” (p.105).
Por su parte Muñoz (1959) también profiere elogios al Semanario:
“vino la publicación del Semanario de Caracas, el cual … cumplió de
manera cabal la función … de convertirse en consejeros y ductores
de los hombres que tenían a su cargo la grave función del gobierno”
(p.14).
Grases (1979) precisa que el inicio del periodismo independiente
y libre se materializó con la publicación del Semanario de Caracas.
Argumenta tal calificativo en el hecho de que “sus redactores escri-
bían sin estar sujetos a organismo público alguno, constituyéndose
de esta manera en expresión del pensamiento ciudadano” (p.14). El
elevado nivel de los escritos publicados en las treinta ediciones se
debe esencialmente a la consistencia intelectual de quienes fueron

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

sus redactores, ambos notables egresados de la Real y Pontificia


Universidad de Caracas.
Miguel José Sanz nació en Valencia el 01 de septiembre de 1756 y
murió en la Batalla de Urica el 05 de diciembre de 1812. Obtuvo el grado
de licenciado en la Universidad de Caracas y luego recibió el título de
abogado en Santo Domingo. Fue nombrado relator de la Audiencia de
Caracas en 1786 y desempeñó el cargo de secretario y decano del
Colegio de Abogados. Antes de 1805, se le encomendó hacer la re-
forma de las ordenanzas de la ciudad, normativas que nunca lograron
transformar la legislación local (Grases, 1979). Como consecuencia de
un juicio a personas vinculadas con el Gobernador Vicente Emparan,
tuvo que residenciarse en Puerto Rico, volviendo a su ciudad natal
después de los sucesos del 19 de abril de 1810 (Pino, 1971).
El Licenciado Sanz fue una de las plumas que con mayor intensidad
defendió la causa republicana. Sin embargo, desde su función de edi-
tor fue cauteloso en sus comentarios, tanto por razones de prudencia
ante la incertidumbre política de la época, como por su comunión con
muchas ideas del mantuanaje caraqueño.
José Domingo Díaz nació en Caracas el 03 de agosto de 1772 y murió
en Madrid en 1834. Estudió medicina en la ciudad de Caracas. El 10 de
septiembre de 1794 el rey le dispensó el impedimento de ilegitimidad y
de esta manera pudo obtener los grados universitarios. El ser un hijo
expósito sólo le ocasionó inconvenientes al mencionado Díaz cuando
quiso obtener el Grado de Doctor y no fueron muchas las gestiones
que tuvo que realizar para cumplir con su objetivo.
En 1804 formó parte de la Junta Central de la Vacuna. Luego viajó
a España y obtuvo el cargo de inspector general de los hospitales de
Caracas (Fundación Polar, 1997). Díaz compartió responsabilidades
con Sanz en la redacción del Semanario. Inicialmente mantuvo una
posición discreta ante los cambios políticos que se estaban gestando
en Venezuela y a partir de 1812 se convirtió en acérrimo enemigo de
la revolución.
Analizaremos a continuación las ideas de libertad, soberanía,
igualdad y propiedad defendidas en los treinta números de la publi-
cación.

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Eduardo García Peña

a) Libertad
Desde la propia aparición del semanario comenzaron los redacto-
res a intercambiar ideas sobre conceptos básicos vinculados con el
funcionamiento del Estado y con la naturaleza de la sociedad. En sus
escritos se evidencia la comprensión de teorías expuestas por auto-
res europeos como Locke y Montesquieu, especialmente en aquellos
temas relacionados con la ley, las funciones del Estado y los derechos
de los ciudadanos.
En la primera edición del Semanario de Caracas se afirma claramente
que “el hombre es libre, porque puede hacer lo que debe sin temor de
ser corregido por ello: su libertad está protegida por la ley, y en el seno
de la mas tranquila paz goza la propiedad y seguridad” (Semanario de
Caracas Nº I Del Domingo 4 de Noviembre de 1810). Esa libertad debe
apuntar hacia la felicidad de los pueblos que se logra a través de las
buenas leyes y de la justa y racional libertad de los individuos.
Resulta pertinente destacar que en el primer número aparece como
único redactor el nombre de José Domingo Díaz. Se aprecia en todas
las secciones de esta edición, la defensa de los valores indispensables
para la vida republicana. Estos son la libertad, la justicia y el orden.

El Semanario será libre; pero lo será como debe ser, amando y


respetando la ley; y obedeciendo á sus executores: él será libre con
dignidad … El hombre debe ser considerado ó como un habitante de
las selvas, ó como un miembro de la sociedad. El hombre salvage
abandonado á todos los impulsos y movimientos de la naturaleza, no
es mas en sus operaciones que la primera de las fieras … El hom-
bre reunido en sociedad … está contenido por reglas destinadas á
conservar el órden, la armonía, y la virtud … Una sociedad no puede
ser feliz si ve con desprecio ó indiferencia la ley. El pueblo que la
ama y respeta, el que obedece á los Magistrados, ese obrará con
verdad y rectitud, tendrá tranquilidad y reposo, la paz reynará en
los individuos, y la felicidad llenará la dulzura de todas las familias
que le componen (Semanario de Caracas N°I Del domingo 4 de
noviembre de 1810).

Para los redactores, especialmente el licenciado Sanz, quien apare-


cerá firmando la sección de política a partir de la segunda edición, era

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

fundamental que los pueblos conocieran el valor de la libertad presente


en las leyes. Al respecto se publicó:

Dichoso pues el pueblo que conosca que la base de la libertad y


seguridad civiles es la ley que rompe el secreto de las carceles,
que publica el motivo de las prisiones, y que hace responsable con
efecto al que la infringe. Esta es la formalidad mas propia y capaz de
prevenir los insultos, los excesos y los abusos del poder ejecutivo,
pero solo tendra buen suceso en donde haya una amor vigilante, y
un vivo deceo de conservar la libertad (Semanario de Caracas N°V
Del Domingo 2 de Diciembre de 1810).

Teniendo un pueblo en pleno conocimiento de sus derechos y de-


beres ciudadanos, se debía promover en consecuencia el intercambio
de ideas para garantizar el justo equilibrio que permitiera garantizar la
libertad. Por eso en la segunda edición del semanario, Sanz afirma: la
libertad se mantiene por los debates y oposiciones recíprocas.
Sin duda, los acontecimientos políticos ocurridos en España des-
de 1808 con la invasión de las tropas francesas, y la correspondiente
respuesta del ayuntamiento caraqueño el 19 de abril de 1810, inciden
favorablemente en el manejo del nuevo concepto de libertad expresado
en las páginas del Semanario de Caracas. No obstante, el compañero
de labores de Sanz comienza a alertar tímidamente sobre el tema:
“No basta que un pueblo sea feliz, por que es libre: es necesario que
lo sea por que es opulento” (Semanario de Caracas NºI Del Domingo
4 de noviembre de 1810). Díaz quien se encargaba de la sección de
estadística y agricultura utilizó la publicación para dar orientaciones
tendientes a mejorar la productividad del territorio.
A medida que transcurren las ediciones, Sanz comienza a moderar
su planteamiento sobre el tema de la soberanía. En el sexto número
del periódico afirma:

Mas daño han causado á la libertad de los Pueblos los crasos


errores, las especiosas interpretaciones acomodaticias, y las equi-
vocadas opiniones esparcidas en los libros por la ignorancia, lisonja
y supersticion: que los ambiciosos tiranos y conquistadores con
la fuerza bélica y artificio marcial (Semanario de Caracas NºVI Del
Domingo 9 de Diciembre de 1810).

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Eduardo García Peña

En la décima edición insiste en los peligros que puede desencade-


nar el desorden social: “El último escalon para precipitarse un Pueblo
en el profundo pozo de la desdicha, es la anarquía, y se llega á esta
quando no se respetan y obedecen a las autoridades” (Semanario de
Caracas N°X. Del Domingo 6 de Enero de 1811).
La libertad como derecho fue defendido por el periódico de la Es-
quina del Palacio, pero paralelo a este apego, aumentaba el celo por
el orden y el miedo a la anarquía. El orden y respeto a las leyes fue tan
importante para Sanz como la defensa de la libertad.

b) Soberanía
El ejercicio de la soberanía fue entendido en el mundo colonial como
el derecho legítimo que tenían los reyes para gobernar a sus súbditos. El
Soberano era el monarca y la facultad para gobernar en representación
del pueblo tenía un carácter divino, creencia sustentada en el respal-
do que a este le brindó la Iglesia Católica. Ciertamente, por siglos los
colonos admitieron este ejercicio de soberanía, pero con las luces que
muchos autores europeos dieron sobre el particular, se popularizaron
tanto en círculos de intelectuales como en las clases intermedias de la
sociedad, los conceptos de voluntad general y soberanía del pueblo.
En este sentido, Sanz expresa lo siguiente:

Después de haber sentado que la voluntad general de un Pueblo ó


Naciones es el verdadero y propio Soberano, se sigue naturalmente
que (sin) ella, no hay Soberanía, ni autoridad que sea legítima, sino
dimana, ó se deriva de esa fuente, origen ó principio de los poderes
legislativo, executivo, ó coactivo, y jurisdiccional; pues siendo todos
los individuos y su voluntad los que constituyen la fuerza fisica y
moral de los Estados para su órden y seguridad, sería una manifiesta
usurpacion ó tiranía arrogarse el mando sin que se transmitiese por
el Pueblo legítimamente congregado (Semanario de Caracas NºVII
Del Domingo 16 de diciembre de 1810).

El Semanario de Caracas respalda los argumentos establecidos por


los miembros del cabildo caraqueño en el acta del 19 de abril de 1810,
en donde se expone la necesidad de establecer la Junta Defensora de
los Derechos de Fernando VII. Si el Rey no podía ejercer la soberanía

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

porque estaba “privado de su libertad”, los únicos autorizados a ejer-


cerla en su nombre eran los representantes legítimos del pueblo. En
el mismo número 7 del Semanario de Caracas se confirma la posición
del periódico con respecto al Consejo de Regencia.

Caracas no niega á la Regencia su autoridad en Cádiz, y en las


demas provincias de la Nacion que voluntariamente le hayan reco-
nocido, disimulando los vicios de su establecimiento; le niega sí el
exercicio de la Soberanía de Fernando en todo el reyno, porque no
ha sido constituida con las formalidades prevenidas por la voluntad
general (Semanario de Caracas NºVII Del Domingo 16 de diciembre
de 1810).

En el contexto político convulsionado de principios del siglo XIX,


El Licurgo Venezolano como lo llamara Depons, alerta sobre la nece-
sidad de obedecer las órdenes de la nueva instancia política: “A los
particulares solo toca obedecer al poseedor del mando, y a la nacion
legitimamente congregada decidir sobre su legitimidad. La Suprema
Junta de Carácas es en Venezuela el representante de la soberanía de
Fernando” (Semanario de Caracas N°VII Del Domingo 16 de Dicembre
de 1810). De esa manera aclara que corresponde a la instancia cara-
queña el ejercicio de la soberanía y no a una institución establecida
en Cádiz que no ha recibido del pueblo la facultad para ejercer dicha
atribución en nombre del Rey. Al comentar los principios de los go-
biernos democráticos afirma el editor:

El Estado siempre se gobierna por un pequeño número de indi-


viduos de conocida virtud, y acreditados servicios y talentos. La
mayor parte del Pueblo, aun en su calidad de Soberano , se dirije
á objetos indiferentes: se alarma en los grandes peligros: entrega
su confianza á los virtuosos y sabios, y vuelve a su inaccion, tran-
quilidad y calma. (Semanario de Caracas N°IV. Del Domingo 25 de
Noviembre de 1810).

El ejercicio de la soberanía no es para todos; la misma naturaleza


de los conglomerados sociales conlleva al tutelaje de unos elegidos
por parte del mismo pueblo. A pesar de defender la supremacía de
un grupo para el ejercicio de la soberanía, Sanz resalta la necesidad

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Eduardo García Peña

de que las discusiones de las juntas y asambleas tuvieran carácter


público puesto que “se descubre de esta manera la sublimidad de
los talentos, y se hace que los hombres manifiesten su instrucción, la
aumenten y limen á beneficio comun” (Semanario de Caracas N°XXV
Del Domingo 21 de abril de 1811); pero paralelo a este deseo, insiste
en la advertencia de evitar los desmanes propios cuando se alteran
los principios básicos de la organización social.

¡Lejos de Venezuela semejante libertad que en todos tiempos, y en


Francia últimamente, derramó tanta sangre, causó tantos estragos!
La libertad venezolana debe consistir en el valor de sus individuos
para defenderla contra la tiranía en su rectitud para distribuir la
justicia á proporcion del mérito: en mantener la tranquilidad, en
ser constante y firme en las adversidades; y en discurrir franca y
seguramente sobre la Razon de Estado, que detesta toda novedad
turbativa del órden interior, ó que alarma las conciencias, poniendo
en qüestion materias importunas y fuera de propósito (Semanario
de Caracas NºXXV Del Domingo 21 de abril de 1811).

Los escritos del semanario reflejan la concepción de libertad, Es-


tado y soberanía entendida por la elite ilustrada que participó en los
sucesos del 19 de abril de 1810 y 5 de julio de 1811. Para ampliar el
análisis de las ideas políticas de los autores, resulta pertinente revisar
sus concepciones acerca de la igualdad y la propiedad.

c) Igualdad y Propiedad
¿Quiénes eran los encargados de ejercer la soberanía en Venezue-
la? De acuerdo a las ideas que se tenían en la época, eran pocos los
elegidos. Quizás uno de los puntos en donde más coinciden las ideas
de Sanz y Díaz es precisamente en sus visiones sobre la igualdad y la
propiedad, asumida esta última como un criterio para ejercer derechos
políticos. En la misma primera edición del Semanario de Caracas, se
establece que “una igualdad absoluta hace al hombre precipitarse en
un caos inmenso de crímenes” (Semanario de Caracas N°I Del Domingo
4 de noviembre de 1810); por ello se insiste en el peligro de que los
cambios que se están produciendo en la sociedad deriven en un estado
anárquico que a todos perjudica. Al respecto afirma Díaz (1810): “un

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

pueblo libre debiendo tener honores, distinciones y demas premios


con que se recompensan el mérito y la virtud, no puede admitir una
ingualdad [Sic] absoluta: ella es opuesta á la libertad” (Semanario de
Caracas N°I Del Domingo 4 de noviembre de 1810).
Por su parte Sanz en la tercera edición del Semanario de Caracas,
publicado el 18 de noviembre de 1810, describe detalladamente las
características de la sociedad y en tal sentido justifica la división en
clases sociales:

La división civil de clases, léjos de ser una violacion de los derechos


naturales, es muy conforme á la diferencia que interpuso la natura-
leza entre los individuos, y muy necesaria para impedir el abuso de
los dones con que favoreció á unos, y que negó á otros … Dá lásti-
ma oir en boca de algunos que todos somos iguales, dando á esta
expresión una extensión ilimitada, y á veces criminal, y de insulto …
Unos pues han de ser ricos, otros pobres: unos han de ser sabios,
otros ignorantes: unos han de mandar, otros obedecer: unos han de
gozar altas consideraciones, otros medianas, ó ninguna (Semanario
de Caracas NºIII Del Domingo 18 de noviembre de 1810).

Nacen los hombres diferentes en temperamento, condiciones físicas


y habilidades. La ley los iguala de manera ficticia, pero no quiere decir
que gozan de los mismos beneficios; por el contrario, sólo a través
de meritos pueden los hombres gozar a plenitud de sus derechos
ciudadanos. Esta visión de la sociedad representa para la época un
avance con respecto al esquema colonial impuesto por España. Antes
de la Declaración de Independencia, Sanz rechaza los parámetros de
limpieza de sangre presentes en la colonia. Por su parte Díaz (1811)
defiende la “desigualdad natural” de los hombres:

Los hombres se reunieron, reunidos se conocieron, conocidos se


compararon, y comparados encontraron el apoyo de sus distintas
pretensiones en la desigualdad de sus talentos, de sus fuerzas, y
de sus aptitudes. El audaz valiente se consideró superior al cobarde
y pusilánime: el de grandes talentos vio con desprecio al estúpido:
el de las formas hermosas al de medianas o imperfectas: el ágil al
perezoso (Semanario de Caracas NºX Del domingo 6 de enero de
1811).

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Eduardo García Peña

A diferencia de su compañero de labores, resalta la bondad de las


leyes españolas con respecto al trato hacia el esclavo y cierra la edición
nº10 de la siguiente manera:

El esclavo en Venezuela, protegido como está, por las leyes llenas


de beneficencia y justicia, y gobernados por amos que la obedecían,
vive en un estado que puede llamarse feliz … porque la utilidad está
de su parte, y no de la de su señor … porque él goza la libertad que
permite la virtud y la justicia … porque a cambio de las tareas á que
vive dedicado, goza esenciones y privilegios que se le recompensan
abundantemente (Semanario de Caracas NºX Del domingo 6 de
enero de 1811).

Se aprecia como Díaz para principios de 1811 defiende algunas


políticas y leyes de la Corona, mientras que Sanz se deslinda y pau-
latinamente clama en sus escritos por la construcción de un nuevo
modelo político; expone ideas a los lectores para fundar una sociedad
estructurada bajo principios distintos a los coloniales. Esa diferencia
en cuanto a la postura frente a la Monarquía no niega sus múltiples
coincidencias sobre el concepto de pueblo y soberanía expresados en
sus escritos. De allí que en la octava edición del mencionado semanario,
brinde su impresión sobre el concepto de pueblo:

Pueblo es ese conjunto de habitantes que forma nacion, ó que exerce


la soberanía sin reconocer otro superior que su voluntad quando
legítimamente se congrega … En un sentido mas propio y riguroso
la voz Pueblo solo comprende a los que teniendo propiedades y
residencia se interesan por ellas en la prosperidad de la cosa pública,
pues los que nada tienen solo desean variaciones ó innovaciones
de que puedan sacar algun partido favorable. En una República ó
Reyno bien organisado son los propietarios los que componen el
Pueblo soberano (Semanario de Caracas NºVIII Del Domingo 23 de
diciembre de 1810).

Y para que no quedara duda sobre el particular en la siguiente edi-


ción del 30 de diciembre de 1810, defiende la desigualdad política:

Pretender que todos los habitantes tengan indistintamente igual in-


fluxo pollítico en una nacion es romper los resortes de la emulación, y

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

dar motivo á que el honrado y pacífico poseedor viva continuamente


amenazado de los insultos y violencias del codicioso vagabundo
… (los propietarios son) los únicos que componen el Pueblo …
miembros de la Soberanía: los únicos que deben intervenir en las
leyes: y los únicos en quienes residen los poderes ejecutivo, legis-
lativo y jurisdiccional (Semanario de Caracas NºIX Del Domingo 30
de diciembre de 1810).

¿En qué condición quedan los no propietarios? ¿Están condenados


a no ser ciudadanos? De ninguna manera. Según los redactores, allí
está la diferencia con respecto al sistema existente para el momento.
Los no-propietarios debían ser “protegidos y honrados del Gobierno
asegurados de que su exclusión de los negocios públicos solo es
condicional o temporal” (Semanario de Caracas N°IX. Del Domingo
30 de Diciembre de 1810). Una vez que sus méritos les permitieran
adquirir propiedades entrarían en la esfera de los elegidos para velar
por el correcto funcionamiento del Estado.

IV-. A manera de conclusión


El análisis de los orígenes de la imprenta en Venezuela nos lleva
necesariamente al abordaje del tema de la independencia y con ella a la
participación que tuvo la universidad como institución y a sus egresados
como representantes legítimos del pensamiento ilustrado de la época.
El momento crítico en el cual arribó la imprenta al país, el legado que
se estaba transmitiendo desde Europa a partir de la segunda mitad del
siglo XVIII y la crisis política acontecida en la península, fueron hechos
que impactaron en la sociedad caraqueña que propiciaron discusiones
profundas entre los intelectuales de principios del siglo XIX.
La aparición de varias publicaciones periódicas y la edición de libros
durante la segunda y tercera década del siglo XIX, le dieron un nuevo
rostro a la opinión pública venezolana. Proliferan las discusiones sobre
política, economía, religión, entre otros temas, bajo una orientación
tendiente a la configuración de un nuevo concepto de ciudadanía.
Los redactores de la Gazeta de Caracas y del Semanario de Caracas
tuvieron plena conciencia de la importancia de difundir ideas para un
nuevo modelo político y social, esforzándose a su vez por incentivar
el debate político entre los ciudadanos.

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Eduardo García Peña

Se aprecia en las afirmaciones de José Domingo Díaz una profun-


da preocupación por los problemas que debían enfrentar los líderes
(magistrados) que asumieran el mando en la coyuntura política que
atravesaba la península. Ambos autores alertan sobre las nefastas
consecuencias que puede traer la anarquía en el pueblo, proponiendo
como antídoto la obediencia a los magistrados y a la ley.
Sanz se muestra más partidario de avanzar hacia la construcción
de un nuevo modelo político y social. Dedica gran parte de su espacio
en la sección de “Política” a resaltar el necesario equilibrio que debe
existir entre los poderes públicos, el rechazo hacia los gobiernos
tiránicos y la importancia del ejercicio de la soberanía por parte del
pueblo, entendiendo como pueblo a un grupo selecto de habitantes
que integran la nación.
Los autores coinciden en la importancia del respeto a la ley como
requisito indispensable para el establecimiento del orden. De la misma
manera mantienen ideas semejantes en cuanto a la estructura de la
sociedad y resaltan la condición de propietario como un factor funda-
mental para ejercer la soberanía.
Hemos insistido en la doble la participación, directa e indirecta, de la
Universidad de Caracas en la prensa venezolana de principios del siglo
XIX. Por un lado el Claustro como ente rector del centro de estudios
y responsable de la toma de decisiones y por otro, dos de sus egre-
sados, representantes legítimos de la enseñanza recibida en las aulas
universitarias. De esta doble influencia se concluye lo siguiente:
1-. La actitud del estudiantado fue de apoyo mayoritario a la inde-
pendencia, postura que dejaron ver en las diversas manifestaciones
públicas en las cuales participaron luego de 1811.
2-. Como reflejo de la diversidad del pensamiento universitario, se
observan algunos egresados decididos a respaldar la causa republicana
a través de la prensa y otros que optaron por defender el sistema mo-
nárquico; ejemplo de ello fueron Miguel José Sanz y José Domingo Díaz,
quienes desde la misma tribuna confrontaron sus ideas políticas.
3-. Indistintamente de la opción política asumida por los intelectua-
les de la época, las discusiones teóricas de elevado nivel impactaron
positivamente en el proceso de formación de ciudadanía entre los
venezolanos.

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Reflexiones políticas de dos universitarios: Miguel José Sanz y José Domingo Díaz

Conviene reflexionar y valorar la obra de esos intelectuales, quienes


a principios del siglo XIX, tomaron muy en serio su responsabilidad
de divulgar conocimientos y asumir posturas personales ante los
cambios políticos del momento. No fueron ellos intelectuales que se
limitaron a hablar entre sus iguales; por el contrario, en ambos hay
una clara convicción de que la única vía para el progreso de la nació
era la instrucción de las mayorías, y para ello la prensa fue un medio
extraordinario.

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Eduardo García Peña

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Andrés Bello y el primer periódico
Andrés Cañizález
* venezolano

Resumen

Este artículo analiza lo que representó la experiencia editorial de la Gaceta de


Caracas, en su primera etapa entre 1808 y 1810, y traza una mirada paralela
sobre la vida de su redactor principal, Andrés Bello, teniendo como contexto
sociopolítico el debate sobre los derechos de los blancos criollos y sobre
la dependencia de este territorio, que luego sería Venezuela, con la corona
española.
Palabras clave: Andrés Bello; Venezuela; prensa; esfera pública.

Abstract

This article analyses the editorial experience of Gaceta de Caracas during its
first period between 1808 and 1810. In so doing, it also looks in parallel to the
life of its main staff writer, Andrés Bello. This analysis takes into account the
socio-political context of that time characterised by the debates on the rights
of the White creoles and colonial dependency of the territory known today as
Venezuela towards the Spanish crown.
Key words: Andrés Bello; Venezuela; press; public sphere

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Andrés Cañizález

Résumé
L’analyse de l’importance de l’expérience éditoriale de la Gaceta de Caracas
au cours de sa première étape (1808 – 1810) se réalise en parallèle avec
celle de l’existence de son rédacteur, Andres Bello, dans un contexte socio
politique de débats intenses sur le problème des droits des blancs créoles et
sur la dépendance de la couronne espagnole du territoire qui plus tard sera
le Venezuela.
Mots clé: Andres Bello – Venezuela – presse – domaine public

Recibido: 19/05/2008
Aprobado: 18/07/2008

Planteamiento general
La aparición de la Gaceta de Caracas, en 1808, representa el primer
hito en cualquier revisión de la historia de la prensa en Venezuela. Al
cumplirse 200 años de aquel hecho, en octubre de 2008, es motivo para
que el investigador vuelva sobre el tema, en un intento por acercarnos
al papel de Andrés Bello en tal iniciativa.
El rol de la prensa en aquella Caracas, en la que comienzan a
producirse debates sobre el papel político de los blancos criollos y a
cuestionarse la dependencia de la corona, tiene por finalidad salir al
paso de los rumores e informaciones diversas, y a veces contradicto-
rias. No era para menos, la propia existencia de una corona española
no tutelada por el imperio napoleónico, estaba en juego entonces. Las
autoridades coloniales de Caracas, en tal contexto, entendieron que la
circulación de un periódico contribuiría a mantener el control político
sobre la población, brindando los puntos de vista oficiales sobre los
acontecimientos que tenían lugar al otro lado del Atlántico.
El surgimiento, con estas particulares características, de la prensa
periódica en nuestro país le da un tinte totalmente distinto al que tuvo,
por ejemplo, en algunos países europeos occidentales. Como bien lo
señala Habermas, en el contexto europeo del siglo XVII y XVIII comienza
a consolidarse una prensa como suerte de espacio público, principal-
mente apuntalado por la burguesía comercial, que entendió cabalmente

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

que a través de la prensa escrita podía incidir en las decisiones oficiales.


De esa forma nació lo que entendemos como opinión pública.
Es importante no obviar, que la llegada de la imprenta a Caracas se
vio alimentada indirectamente por la propia experiencia europea, y par-
ticularmente inglesa, pues diversos panfletos y publicaciones editados
en las antillas bajo dominio británico, circulaban aquí entonces. Por
tanto, la Gaceta de Caracas se presentaba como una herramienta ne-
tamente informativa al servicio de las autoridades. Sin duda, comienza
a cobrar fuerza el papel de la prensa dentro de la lucha política, como
lo demostrará más adelante la propia historia venezolana.
La Gaceta de Caracas vivió muy disímiles etapas, de acuerdo con
las circunstancias políticas. En nuestro caso, nos interesa mirar el pe-
ríodo entre su surgimiento en 1808 y la partida de Bello a Londres en
1810. Durante ese lapso, Andrés Bello fungió como redactor principal,
además de desempeñar otras funciones públicas para la corona, las
cuales de ninguna manera le impidieron abrazar la declaración del 19
de abril de 1810, al punto que termina siendo enviando como delegado
a Inglaterra para explicar lo que acontecía en suelo caraqueño.
Bello, como es sabido, tuvo una extensa obra periodística, tanto en
Londres como luego –y principalmente en Chile–. Su incursión en la
Gaceta de Caracas no fue exaltada por él mismo, ni por sus iniciales
biógrafos. Este trabajo tampoco tiene por finalidad arrojar luces inéditas
sobre ese aspecto, debido a limitaciones de tiempo y de nuestra propia
formación. Sin embargo, como hemos mencionado dada la proximidad
del bicentenario de la Gaceta de Caracas, a celebrarse el año entrante,
nos pareció pertinente volver sobre esta experiencia editorial y trazar
una suerte de paralelo con la vida de Bello en aquellos años.
La declaración del 19 de abril de 1810 significó un viraje político y
editorial importante. No sólo hubo un cambio de timón en la política
editorial de lo que venía expresando la Gaceta de Caracas, sino que
abrió un compás interesante para el surgimiento de nuevas publicacio-
nes periódicas, que levantaban las banderas más diversas, tal como
era el debate político en aquel contexto. Esta ebullición editorial, según
nuestro punto de vista, merecería un trabajo específico de análisis, que
excede los propósitos de esta propuesta.

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Andrés Cañizález

El papel de la prensa en la consolidación de una esfera


pública (Habermas)
Cualquier aproximación a la noción de esfera pública está en deuda
con Habermas, quien la asocia al rol de los medios de prensa, a partir
de una revisión histórica de tres sociedades de Europa occidental:
Alemania, Inglaterra y Francia. La revisión de algunos aspectos plan-
teados por Habermas en su “Historia y crítica de la opinión pública”1,
a nuestro modo de ver, pueden arrojar luces para ubicar el surgimiento
de la prensa periódica en nuestro país, como una experiencia que nació
a contrapelo de lo que había sucedido en Europa.
“Habermas sostiene que el desarrollo del capitalismo mercantil en
el siglo XVI, junto con las cambiantes formas institucionales del poder
político, crearon las condiciones para que, a principios de la Europa
moderna, surgiera una nueva forma de esfera pública” (Thompson,
1998: 100).
Eran épocas de tensiones, pues la tradicional nobleza buscaba un
retorno al control de la vida social y económica del poder feudal, en
tanto que la burguesía “trataba de modificar las superestructuras que
obraban a manera de corsé constreñidor para sus necesidades de
expansión: desde el control ideológico hasta el control de las reglas
del comercio” (Vásquez Montalbán, 1997: 90). Empezó a verse con
claridad la necesidad de llevar al público el debate de las ideas.
A esto apunta básicamente Habermas, puesto que estas personas
que desde su actividad privada intentan incidir en lo público, son un
segmento de la sociedad que en el sentido del autor alemán correspon-
den estrictamente a su noción de sociedad burguesa. Para Habermas
(1961) se trata de una esfera pública burguesa. En este contexto, tendrá

1 Existe un debate sobre la traducción de Habermas al español. Para este trabajo, por
ejemplo, asumimos el texto “Historia y crítica de la opinión pública”, en la edición tra-
ducida en 1981 y publicada por la casa editorial Gustavo Gili. Los planteamientos del
autor datan de 1962. Generalmente en los textos en español se ha insistido en utilizar
literalmente la palabra “publicidad” para lo que entendemos como esfera pública, vida
social pública, vida pública. Eso se debe a que en alemán dicha palabra tiene ese
significado. A nuestro entender el uso de la palabra “publicidad” en este texto podría
prestarse a confusiones, por lo que asumimos –como lo indica el título de este texto– el
uso del término esfera pública.

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

un rol importante por una parte el surgimiento y consolidación de una


prensa, que podríamos catalogar de voz independiente en algunos
contextos de aquella Europa, y a la par está el establecimiento de par-
tidos políticos, entre cuyos papeles está la formación de una opinión
pública. Guardando las debidas distancias, otra cosa bastante distinta
sucedió en Venezuela con el papel que tuvo en sus orígenes la prensa,
especialmente con la Gaceta de Caracas, dado que nació como fruto de
una acción de las autoridades españolas por mantener el control sobre
esta colonia. En el período posterior a la declaración del 19 de abril
de 1810, se asoman indicios de la constitución de un espacio público,
para el debate de los destinos nacionales, que sin embargo sólo tiene
plena expresión después de 1830 y en el período que abarca hasta
1847 y que algunos estudiosos denominan de deliberativo.
En relación al surgimiento de la esfera pública burguesa, Habermas
concede una especial importancia a la aparición de la prensa periódica.
Los semanarios críticos y morales que aparecen en Europa a finales
del siglo XVII y durante el XVIII brindaron un nuevo forum para dirigir
el debate público (Thompson, 1998: 101).
Para el autor alemán, la conformación de este espacio de debate,
dirigido por una élite educada y económicamente fuerte, “tuvo a la
larga un impacto transformador en la forma institucional de los Es-
tados modernos” (Thompson, 1998: 102). Se trató de un momento
significativo para la vida social de aquel entonces, debido a que “los
periódicos pasaron de ser meros lugares de publicación de noticias,
a ser también portadores y guías de la opinión pública, medios de la
lucha partidista” (Habermas, 1981: 210).
El crecimiento de la circulación de la prensa escrita ya es impre-
sionante en aquel período. En 1711 se venden un total de 2.250.000
ejemplares, de los distintos diarios, en toda Inglaterra; en 1753, la cifra
era de 7.000.000 y en 1760 de 9.000.000 (Vásquez Montalbán, 1997).
La prensa prospera en la medida en que responde a las necesidades
crecientes de una burguesía también en expansión. La producción
de periódicos, por otra parte, sufre su propia revolución en el plano
industrial, y ello tendrá -sin duda- impacto en la opinión pública, con
la introducción de la primera imprenta a vapor en 1810 (Vásquez Mon-
talbán, 1997), pues hasta entonces la impresión era manual.

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Andrés Cañizález

La dinámica social y económica de esa expansión capitalista a la


que hemos hecho referencia en Europa, terminó desencadenando
transformaciones notables, entre otras actividades que originalmente
privadas desbordaran las fronteras de lo exclusivamente doméstico,
de una esfera íntima, con lo que pasaron a convertirse en un asunto
de interés público. De acuerdo con Habermas (1981), esto facilita la
consolidación, en aquel contexto, de un instrumento mediador para
intervenir en la vida social: la prensa. Con la caracterización anterior,
entonces, no es de extrañar que la impresión de periódicos en Vene-
zuela haya sido una empresa con fines absolutamente políticos, desde
sus inicios y en casi todo el contexto del siglo XIX, al comparársele
con Europa eran ediciones absolutamente reducidas2, aunque con
incidencia en las elites políticas y económicas, que en muchos casos
se turnaban roles.
Para Habermas, resulta indisoluble la relación entre tráfico mer-
cantil, su expansión en Europa, y el surgimiento y fortalecimiento de
la prensa. Conjugación de elementos que hizo posible la aparición de
una esfera pública burguesa. No se trata exclusivamente de que unido
al traslado de mercancías, se transporten también noticias, un hecho
característico del “capitalismo temprano” (Habermas, 1981: 53). El
nuevo espacio, en todo sentido de expansión, traerá nuevas articula-
ciones que le otorgan el carácter liberal con el que se entendió, por
ejemplo en Inglaterra, históricamente a la prensa. No es de extrañar
que los elementos más lúcidos de la revolución de 1640 al tiempo que
reivindicaban la libertad constitucional o la libertad comercial adjunta-
ran, de momento en vano, las reivindicaciones en contra del monopolio
de la imprenta y del monopolio de la predicación ejercida por la iglesia
(Vásquez Montalbán, 1997).

2 No existen cifras globales del siglo XIX venezolano sobre la circulación de prensa, pero
se pueden hacer algunas inferencias para demostrar que tenían una circulación redu-
cida, aunque ello no les resta importancia en tanto se entiende que buscaba conducir
el debate público y por tanto su impacto estaba más en términos de incidencia en el
liderazgo nacional. De acuerdo con Elke Nieschulz (1981), existían en Venezuela en 1830
un total de 15 periódicos, pero la mayoría habían sido creados una vez que estableció
la república de forma autónoma de la Gran Colombia. En tanto, un reconocido editor
de aquellos años, Valentín Espinal, escribía al gobierno en 1841 (Millares Carlo, 1969)
para informar que la edición de la Gaceta de Venezuela tendría una edición de 1600
ejemplares semanales.

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

En el caso inglés, como hemos señalado, el volumen de periódicos


del siglo XVIII, termina convirtiendo al medio impreso –también– en
una mercancía, y ello marca de forma inequívoca a la posterior indus-
tria de medios, que conoce una versión expansiva y multimedial en el
siglo XX.
El tráfico de noticias se desarrolla no sólo en relación con las ne-
cesidades del tráfico mercantil: las noticias mismas se han convertido
en mercancías. La información periodística profesional obedece, por
tanto, a las mismas leyes del mercado, a cuyo surgimiento debe ella
su propia existencia (Habermas, 1981: 59).
En ese contexto puede hablarse de una toma de conciencia por parte
de ciudadanos dedicados a la actividad mercantil, se asumen “publicum
–el abstracto oponente del poder público–, su autocomprensión como
un competidor en el juego, como público de la naciente esfera pública
burguesa” (Habermas, 1981: 61). Y es a partir de entonces cuando
puede hablarse de esfera pública: “en la medida en que el interés de la
esfera privada de la sociedad burguesa deja de ser percibido exclusi-
vamente por la autoridad, y comienza a ser tomado como algo propio
por los mismos súbditos” (Habermas, 1981: 61).
De forma paralela, las transformaciones económicas generadas
por la expansión capitalista, que conllevaron los cambios reseñados,
también tuvieron eco importante en la forma en cómo se producía la
propia prensa.
El incremento y perfeccionamiento experimentados por el aparato
técnico-organizativo exigía una ampliación del capital base, una eleva-
ción del riesgo e, ineluctablemente, la subordinación de la política em-
presarial al punto de vista de los beneficios (Habermas, 1981: 212).
Esta transformación que vivió la prensa para convertirse en com-
pañías con intereses comerciales a gran escala, es un proceso ca-
racterístico de inicios del siglo XIX. Si bien no era un asunto nuevo la
comercialización de los productos impresos, en muchos casos privaba
la razón política sobre los fines mercantiles.

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Andrés Cañizález

La creación de la Gaceta de Caracas como mecanismo


informativo colonial
Conviene repasar el contexto en el que surge la Gaceta de Cara-
cas, y que de alguna manera –a los ojos de las autoridades– justifican
el establecimiento de un órgano periódico de prensa, en la entonces
Capitanía General de Venezuela. Como nos lo recuerda Pino Iturrieta,
al iniciarse el siglo XIX existía una lista de autores prohibidos, de tal
forma que los nombres de Montesquieu, Rosseau y Voltaire, junto a
otros tantos, estaban vedados para el público local; empero como
admitiera luego el gobernador Emparan la provincia estuvo inundada
por “multitud de gacetas, diarios y suplementos”, que editados fuera,
entraban ilegalmente al país: Hay “muchedumbres de papeles subver-
sivos”, llega a asegurar (Pino Iturrieta, 2004: 22).
La influencia de estos panfletos venidos del exterior, sin embargo,
es reducida tanto cuantitativa como cualitativamente. Por un lado, es-
tos textos son leídos por una minoría, en términos estrictos una élite,
al tiempo que desde el punto de vista político los lectores de tales
publicaciones no “proponen tesis contrarias al derecho divino de los
reyes”, ni aún es el momento de jurar “por la soberanía popular” (Pino
Iturrieta, 2004: 23). Entonces debe verse con cuidado tal fenómeno en
el contexto que da pie al establecimiento de la Gaceta de Caracas.
Como bien lo recoge Pino Iturrieta (2004), las revueltas o expresiones
de rechazo al régimen colonial, que antecedieron a la declaración del 19
de abril de 1810, no contaron con el apoyo de los llamados mantuanos,
pese a que serán estos con posterioridad los que se destacan como
insurgentes. Básicamente, estos blancos criollos se han distanciado de
un modo colonial y desean tener más participación en la vida política,
pero al mismo tiempo desean que tales cambios no alteren su posición
de dominio económico. “Los señores de la tierra no pueden comulgar
con un designio nacido en el seno de las clases inferiores. Tampoco
pueden apoyar un plan en el cual corren riesgo sus propiedades y su
posición en el pináculo de la sociedad” (Pino Iturrieta, 2004: 29).
Para muchos autores, la llegada de la imprenta a Caracas, de la
mano del Gobernador Casas, busca apaciguar los ánimos mantuanos
con la siguiente fórmula: detener los rumores cada vez más crecientes

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

e informar oficialmente sobre la crisis española (Pino Iturrieta, 2004).


Con su circulación que se inicia el 24 de octubre de 1808, la Gaceta
de Caracas viene a simbolizar la inquietud de las autoridades ante la
beligerancia mantuana.
Como nos lo recuerda Servando García Ponce, en un texto clásico
de la historia de la prensa en Venezuela, era notoria la preocupación
que embargaba a algunos blancos criollos y a las autoridades de la
Capitanía General, debido a una suerte de orfandad informativa, dado
el vertiginoso ritmo de hechos que tenían lugar en Europa y particular-
mente en España, de la mano de Napoleón.

Las noticias europeas se retrasaban demasiado y los hechos


políticos en el viejo continente cambiaban con tal rapidez que los
mismos hombres considerados como cultos se desorientaban. Por
otra parte, la circulación de libros, folletos o cualesquiera otros pa-
peles impresos provenientes del exterior era muy restringida (García
Ponce, 1975: 25).

Si bien su tiraje era limitado, el nacimiento del primer periódico local


no pasó inadvertido para una “buena parte de los cuarenta y cinco
mil habitantes que para entonces tenía Caracas” (García Ponce, 1975:
27). La línea editorial estaba claramente establecida, se trataba de una
publicación “fundamentalmente antibonapartista”, que defendía tanto
a los Reyes de España como el propio orden colonial.
Como lo resume Pino Iturrieta (1991), la Gaceta de Caracas era
una publicación semanal de cuatro páginas, teniendo estas secciones
principales: 1) Las noticias de Europa, que recoge el mayor número
posible de informaciones acerca de la guerra en el viejo continente;
2) La sección de artículos y cartas, en la que comienzan a despuntar
plumas criollas con posiciones antinapoleónicas; 3) La sección de noti-
cias de la Provincia, en la que se incluyen anuncios de las autoridades,
finalmente 4) Los avisos comerciales, que da cuenta de aspectos de
la vida caraqueña de entonces.
Con tales características, obviamente este periódico no jugaría un
papel significativo en la agitación preindependentista. Para García
Ponce (1975), sin embargo, tal vez “sembró en los círculos mantuanos
criollos la certidumbre de que España confrontaba un grave problema”

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Andrés Cañizález

(p. 29), lo que finalmente pudo contribuir a que se viera como viable
una opción independentista.
Del mismo modo, es probable que la Gaceta de Caracas produjera
un efecto ideológico bumerang, pues al criticar agriamente las co-
rrientes políticas y filosóficas que estaban barriendo el viejo orden en
Europa, el periódico podría estimular “en sus suscriptores la curiosidad
por conocer y estudiar las obras que acerbamente condenaba” (García
Ponce, 1975: 30), tal efecto –para este autor– no debe desdeñarse.
Tampoco puede obviarse un hecho como este: la Gaceta de Caracas
tardó ocho días en dar noticia de los sucesos del 19 de abril de 1810
(García Ponce, 1975).
Seguir toda la historia de la Gaceta de Caracas, por otro lado, puede
servir para analizar los cambios políticos y de mentalidades que es-
taban produciéndose en la que es la capital de nuestra república. Por
un lado el periódico defendió el orden colonial, y luego del 19 de abril
de 1810 se colocó al servicio de las transformaciones que se habían
producido. En su editorial del 27 de abril de 1810, por ejemplo, deja
claro el giro importante que estaba dando su línea editorial:

La Gaceta de Caracas –dice el editorial–, destinada hasta ahora a


fines que a no están de acuerdo con el espíritu público de los ha-
bitantes de Venezuela, va a recobrar el carácter de franqueza y de
sinceridad que debe tener (García Ponce, 1975: 32).

Tan significativo fue ese cambio, que entre el 23 de noviembre de


1810 y el 20 de marzo de 1812 una de las plumas más significativas
del periódico viene a ser el irlandés William Burke, que escandaliza
incluso a muchos mantuanos al delinear un Estado republicano y laico.
En sus textos aboga por una libertad de cultos y tolerancia religiosa
(Consalvi, 2004). Sus ensayos periódicos, caracterizados por la unidad
y profundidad le dieron cuerpo a su libro Derechos de América del Sur
y México, editado en Caracas en 1811 (Consalvi, 2004). Después del 19
de abril, en momentos en que comenzaba a dibujarse la independencia,
Burke inició la publicación de sus ensayos en la Gaceta de Caracas:
“Allí escribió sobre el goce de los derechos, sobre la defensa del Es-
tado, el derecho a la independencia, el sistema de gobierno, análisis
de la Constitución, los derechos del hombre en sociedad, ciudadanos

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

activos y pasivos, los derechos personales, la igualdad civil (Consalvi,


2004). Mencionar de forma explícita a Burke, persigue evidenciar tan-
to el debate de ideas que tenían lugar aquellos años, como la propia
transformación vivida en el primer periódico venezolano.
Inés Quintero nos recuerda que si bien la primera Carta Magna de
1811 no generó en sí una transformación social inmediata, ni hubo
variaciones en las interacciones heredadas de la colonia, no puede
olvidarse que dicha constitución:

Estableció como forma de Estado la federación, sancionó la sepa-


ración de poderes, fijó un sistema electoral censitario, consagró
la libertad, la igualdad, el derecho a la propiedad y a la seguridad,
eliminó los fueros y privilegios y proclamó el nacimiento de la Re-
pública (Quintero, 2004: 154-155).

Tal marco normativo simbolizaba el debate que tenía lugar enton-


ces.
Por otra parte, la prensa en aquel contexto no sólo jugó un rol pro-
positivo, también fue utilizada como parte de la batalla política:

Se descalificó a todos aquellos que se habían afiliado a la causa


realista y no habían seguido el llamado de los mantuanos”, mientras
tanto en la otrora pro-colonial Gaceta de Caracas se les consideraba
«prostituidos a los satélites de la tiranía» y se criticaba que se hu-
biesen puesto a bajo las órdenes de «los mismos que han devorado
nuestra sustancia» (Quintero, 2004: 156).

Regresando a los orígenes de la Gaceta de Caracas, no puede pa-


sarse por alto que surgió “en los mismos instantes en que la crisis del
imperio español llegaba a su punto culminante, en virtud de la corrup-
ción interna y de la invasión napoleónica” (Álvarez, 1981: 22), teniendo
como clara finalidad cumplir una suerte de labor informativa que saliera
al paso tanto a los rumores, que esparcían ingleses y franceses, como
al propio malestar que estaba incubándose en el país y que tendría
una clara expresión pública el 19 de abril de 1810.
Federico Álvarez (1981), citando a Gil Fortoul, recoge el clima de
opiniones fluctuantes de aquel período, a poco de que naciera el pe-
riódico:

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Andrés Cañizález

Por ese mes de julio, Caracas vive en agitación extraordinaria.


¿Someterse a la Junta Suprema de España ¿crear en las colonias
juntas autónomas? ¿Poner el gobierno en manos de los criollos y
expulsar a los peninsulares? ¿o promover una revolución radical
para proclamar la Independencia? (pp. 22-23).

Todas esas interrogantes confluían entre los protagonistas de la


escena pública, “en resumen, reinaba el más completo desconcierto
tanto en las esferas oficiales como en los círculos dirigentes de los
criollos. Ninguno de los bandos sabía qué hacer, ni se decidía a tomar
la iniciativa”. Por otra parte, se reivindicaba el papel de la prensa, no
en vano “la única información segura de que disponían –la abdicación
de Bayona– no había llegado por los conductos regulares, sino en las
páginas del Times de Londres” (Álvarez, 1981: 23).
En ese primer número, seguramente escrito en su totalidad por An-
drés Bello, dada su condición de redactor del periódico, la Gaceta de
Caracas deja en claro que nace por el interés gubernamental, y marca
pauta de lo que será su línea:

Nada saldrá de la prensa sin la previa inspección de las personas


que al intento comisione el gobierno, y que por consiguiente en nada
de lo que se publique se hallará la menor cosa ofensiva a la santa
religión católica, a las leyes que gobiernan al país, a las buenas
costumbres, ni que pueda turbar reposo o dañar la reputación de
ningún individuo de la sociedad, a que los propietarios de la prensa
tienen hoy día el honor de pertenecer (Álvarez, 1981: 24).

Con tal planteamiento queda en claro que al fundar este periódico


las autoridades españolas no pretendían contribuir al progreso cultural
de la provincia ni mucho menos satisfacer las inquietudes políticas de
los criollos.
No puede olvidarse, por otro lado, que en España hubo una censura
y persecución de libros, con carácter “sostenido”, desde mediados del
siglo XVI y hasta 1810, “cuando las Cortes sancionan su decreto sobre
la libertad de imprenta” (Aguiar, 2002: 27).

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

Andrés Bello, de redactor de la Gaceta a integrante


de la misión a Londres
Como bien lo señala Pedro Cunill Grau (2006) en su reciente bio-
grafía de Andrés Bello, éste siendo aún muy joven tuvo una profunda
formación humanística, que sin duda será el pivote para su posterior
desarrollo académico e intelectual. Teniendo en sus primeros años una
marcada formación en el ámbito religioso, ello da pie para que Bello
maneje las lenguas clásicas, especialmente el latín, y se convierte en
asiduo visitante de bibliotecas que incluso formaban parte de espacios
conventuales.
Una vez que Bello culmina sus estudios en el Seminario de Santa
Rosa de Lima, es admitido en 1797 en la Real y Pontificia Universidad
de Caracas, para sus estudios en filosofía conducente al grado de
Bachiller en Artes, que obtuvo en junio de 1800 (Cunill Grau, 2006).
Este proceso formativo, junto a sus necesidades económicas, se con-
jugan para que Bello rápidamente ingrese laboralmente a instancias
coloniales y luego se convierta en el redactor único de la Gaceta de
Caracas entre la aparición del medio, en octubre de 1808, y la partida
de Bello a Londres, como parte de una misión independentista, en
junio de 1810.
Es importante recordar que los estudios universitarios de Bello:

Transcurrieron en tiempos transicionales de la enseñanza superior.


El trasfondo era dominado aún por la filosofía aristotélica y tomista,
aunque ya se ha realizado la revisión del añejo escolasticismo inno-
vaciones de pensadores europeos más avanzados, acompañados
con la lectura de textos científicos de la época (Cunill Grau, 2006:
22).

Dos años después de que culmina sus estudios universitarios, Bello


presta servicios durante ocho años a la corona española. Desde 1802
hasta 1810 fue funcionario subalterno del gobierno de tres Capitanes
Generales españoles, Manuel Guevara Vasconcelos (1802-1807), Juan
de Casas (1807-1809) y Vicente Emparan (1809-1810). “Andrés Bello
tuvo la distinción que en esta administración española se le haya es-
cogido al tomarse conciencia de que era un criollo talentoso de nutrido
accionar cultural” (Cunill Grau, 2006: 29).

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Andrés Cañizález

Gracias a la traducción que hizo Bello al castellano de unos artículos


publicados en el Times de Londres, en julio de 1808, fue que Caracas
pudo tener información sobre los sucesos de Bayona, la caída de
los Borbones tras la abdicación de Carlos IV y de sus hijos, junto al
nombramiento al trono de España y de las Indias de José Bonaparte
(Cunill Grau, 2006). Tal hecho, como señalamos anteriormente, aceleró
la decisión del Gobernador Juan de Casas para introducir la imprenta
y Bello se había ganado la confianza para estar en dicho proyecto.
Con la llegada a Caracas en septiembre de 1808 de una imprenta
propiedad de Matthew Gallagher y James Lamb, impresores británi-
cos que estaban establecidos en Trinidad y que fueron llamados por
las autoridades españolas, nace la Gaceta de Caracas. Bello, según
recoge Cunill Grau (2006) en indagaciones de Manuel Pérez Vila, al
nombrársele como redactor del periódico, se le reconocía su condi-
ción de escritor, su capacidad intelectual y su conocimiento tanto del
castellano como de otras lenguas. Para entonces, Bello además de
ganarse cierta fama intelectual, también había demostrado capacidad
en su rol de funcionario, como oficial segundo de la secretaría de la
Gobernación.
Aunque el propio Bello no dejó testimonio de su paso por las tareas
que tuvo en la Gaceta de Caracas, se ha podido constatar (Cunill Grau,
2006) que prácticamente intervenía en todas las tareas para la elabo-
ración, producción y puesta en circulación del periódico:

Prácticamente no había faceta del semanario en que no interviniera,


desde la redacción de importantes editoriales donde se exponían
los lineamientos generales de la orientación del periódico hasta la
publicación de crónicas, comentarios y noticias, además del acopio
de información en diversos círculos sociales, la revisión de avisos y
la corrección de las pruebas de imprenta. Aún con este fárrago de
tareas logró desarrollar una continua línea editorial y de escogencia
de informaciones foráneas que reflejarán el fuerte rechazo hacia
Napoleón (Cunill Grau, 2006: 34).

Bello fue el responsable directo de la edición de la Gaceta de Ca-


racas durante un poco más de año y medio, entre el 24 de octubre de
1808 y el 15 de abril de 1810. En dicho lapso, como hemos señalado

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

y sin duda Bello estaba impregnado de tal posición, el semanario


contaba con una perspectiva antinapoleónica, mientras que mantenía
lealtad a Fernando VII. Fue durante el curso de estas graves circuns-
tancias que Bello ayudó a formular una línea editorial, dejando en claro
desde el primer ejemplar de cuál sería su política: “Primero morir que
aceptar el yugo de Napoleón”. Con “este y otros ejemplares hicieron
una relación de los sucesos ocurridos en la península, y elaboraron
una interpretación de la nueva información en la medida en que ésta
llegaba a Caracas” (Jaksic, 2007: 58).
En los tiempos turbulentos que se evidenciaron después de la de-
claración del 19 de abril de 1810, el trabajo de Bello también fue bien
acogido por los mantuanos criollos, pues se mantuvo en el periódico
hasta su salida a Londres. Como también hemos señalado, en esos
dos meses también se hizo evidente un cambio editorial en las pági-
nas del periódico, teniendo a figuras emblemáticas al ya mencionado
Burke y sin duda bajo la dirección de Juan Germán Roscio. Para la
propia experiencia vital de Bello, quien luego publicaría periódicos
tanto en Londres como en Santiago de Chile, su paso por la Gaceta
de Caracas “le proporcionó una notable experiencia periodística” y
posiblemente le ayudó a ponderar y valorar “la significación del poder,
utilidad e influjo de la prensa en la formación de la opinión pública”
(Cunill Grau, 2006: 35).
Bello, junto a Simón Bolívar y Luis López Méndez, integra una misión
diplomática que parte de Caracas con destino a Londres el 10 de junio
de 1810. El Andrés Bello que formaba parte de dicha misión estaba
imbuido por el “curso inesperado de sucesos que lo llevaron del leal
servicio a la corona a un papel incierto en un nuevo orden político”, el
cual por otra parte era tan evidentemente precario como para solicitar
auxilio extranjero (Jaksic, 2007: 77). Diversos autores presumen que
debido a que esta incorporación de Bello fue en el último momento,
éste mantuvo sus actividades en la Gaceta de Caracas hasta poco
antes de partir. Bello se despedía del país a los 29 años de edad, y
estaba por desarrollarse una trayectoria intelectual y periodística que
al contrario de su vivencia caraqueña, tendría sello propio.
La notable y reciente biografía de Iván Jaksic (2007) sobre Bello, al
evaluar la vinculación del humanista con la primera experiencia perio-
dística venezolana, deja sentado que “el papel de Bello en la Gaceta

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Andrés Cañizález

de Caracas no ha sido suficientemente evaluado” (p. 54), y coincide


con la apreciación de Cunill Grau sobre la influencia que pudo ejercer
tal experiencia en el futuro desarrollo de Bello, que tuvo entre sus
prioridades la fundación de periódicos. Por su parte Febres Cordero
(1983), al repasar la historia de la imprenta y del periodismo en Vene-
zuela, recalca que a Bello le corresponde el mérito de ser “el primer
periodista criollo” (p. 43).
No puede soslayarse el hecho de que antes de partir a Londres, a
fines de 1809, Bello y Francisco Isnardi “publicaron el prospecto de
una revista titulada El Lucero que ya había recibido el respaldo del real
consulado, y que anunciaba cubrir temas de interés científico y cultu-
ral, como ciencias naturales, literatura, teatro, historia y geografías de
Venezuela” (Jaksic, 2007: 59). Una combinación de factores, entre los
que se cuentan las muchas responsabilidades que tenía Bello, la falta
de lectores interesados en suscribirse y la cercanía con los sucesos
de abril de 1810, el proyecto no llegó a cristalizarse. Sin embargo,
como nos lo recuerda Jaksic (2007) en el prospecto de El Lucero se
dibujan ya las temáticas y estructura que tendrían las publicaciones
que fundaría Bello en Londres: La Biblioteca Americana y El Repertorio
Americano.
Por otra parte, es importante recordar que junto a sus tareas buro-
cráticas y editoriales, Bello se da el tiempo para escribir un resumen de
la historia de Venezuela que aparece en el Calendario Manual y Guía
Universal de Forasteros, en el año 1810 (Fontaine Aldunate, 1981).
A juicio de Federico Álvarez (1981), existe una deuda en la historio-
grafía venezolana relacionada con la ausencia de estudios completos
sobre Bello y la Gaceta de Caracas. Desde su perspectiva, los estu-
diosos del siglo XIX en nuestro país, examinaron a este periódico “con
criterio político, con el propósito confeso de execrar el papel regresivo
jugado por ese vocero en el ocaso del dominio español” (p. 20), lo cual
condujo a la falta de preocupación por estudiar el papel de aquel quien
fungió como redactor principal.

A modo de conclusión
El tiempo que rodeó a Bello en su paso por la Gaceta de Caracas fue
sin duda convulso, pero lejos está de ser en sí una gran transformación,

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Andrés Bello y el primer periódico venezolano

como lo señalamos en párrafos anteriores con las reflexiones de Inés


Quintero. El periódico dio un giro importante después del 19 de abril
de 1810, para acercarse más a ese instrumento para el debate público
que plantea Habermas, pero la propia permanencia de Bello en esta
experiencia y en sus tareas oficiales –con uno y otro gobierno- vienen
a demostrar “que el movimiento del 19 de abril no era una revolución en
contra del sistema imperial, sino más bien una realineación de fuerzas
para neutralizar las fuentes de inestabilidad, identificadas principalmen-
te como el vacío de poder en España” (Jaksic, 2007: 64). Al plantearse
su incorporación en la misión que tenía a Londres como destino, se
evidenciaba la confianza que Bello despertaba en las nuevas autorida-
des, y al mismo tiempo la propia indefinición que prevalecía en éstas
sobre cuáles pasos dar después del 19 de abril de 1810.
Por otra parte, el Bello que parte de Caracas “había comprendido
plenamente la insoslayable necesidad de acudir al periódico como
vehículo de expresión y de difusión cultural” (Álvarez, 1981: 45). Me-
recería un estudio de mayor alcance y profundidad analizar el papel
de Bello en la Gaceta de Caracas, y la influencia de dicha experiencia
en su propia mirada sobre el rol intelectual y pedagógico que tendría
en años posteriores. De su paso por la Gaceta de Caracas “sale más
constante, mejor armado para cumplir su misión periodística compro-
metido con la causa de la cultura americana” (Álvarez, 1981: 45).

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Andrés Cañizález

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Guzmán Blanco entre la publicidad
Juan José Martín Frechilla
* y la propaganda
Resumen
A partir de los conceptos de propaganda y publicidad, y contando con innume-
rables materiales recopilados desde 1999, cuando el autor comenzó a acceder
a los archivos de Guzmán Blanco en la Fundación John Boulton, este artículo
analiza las tres presencias en el poder de Antonio Guzmán Blanco entre 1864
y 1887.
Palabras clave: Publicidad; Propaganda; Guzmán Blanco

Abstract
Departing from the concept of advertisement and propaganda, this work
analyses the three periods of President Antonio Guzmán Blanco from 1864
and 1887. The study is base on the analysis of Guzmán Blanco’s archives in
the John Boulton Trust.
Key words: Advertisement; Propaganda; Guzmán Blanco

Résumé
L’article propose une analyse des trois périodes de gouvernement d’Antonio
Guzman Blanco entre 1864 et 1897 à partir de deux catégories conceptuelles : la
publicité et la propagande. Une compilation exhaustive de documents originaux
obtenus à partir de l’ouverture des archives de la Fondation John Boulton en
1999, sert de support à cette recherche.
Mots clé: Publicité; Propagande; Guzman Blanco

Recibido: 16/05/2008
Aprobado: 23/07/2008

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Juan José Martín Frechilla

Del ascenso a la caída


Una situación de guerra y penuria insostenibles y una exitosa
campaña militar que anunciaba un promisorio desenlace, marcaron el
ascenso de Antonio Guzmán Blanco al poder. Dentro de esa circuns-
tancia se sitúa su primera misión a Londres, en 1863, para negociar a
nombre de la republica el empréstito1 que la permitiera salir del agobio
económico; el Congreso Nacional aprobó la negociación, a pesar de las
condiciones y la comisión. No tuvo la misma suerte Guzmán Blanco en
su ultima misión a París de 1889 cuando dio por concluida la Aclamación
a los once meses para dejar un encargado en la Presidencia –“vine,
examiné la situación, y en dos meses ha quedado rectificada”; “ya no
tengo nada importante que hacer en el Gobierno” (González, 1899)– y
viajar, investido de Ministro Plenipotenciario, a negociar los contratos
de inmigración y ferrocarriles, que esta vez le fueron rechazados en
Caracas. Hasta ese momento, Guzmán Blanco nunca había dejado
de ser la fuerza centrípeta capaz de concitar adeptos y adversarios,
de desatar entusiasmos y desencantos, de atraer hacia sí diatribas y
alabanzas. Una fuerza capaz de arrollar sin medida a quien se atrave-
sase en el ejercicio de la autocracia más iluminada de su tiempo; en tal
sentido le costó reconocer el no rotundo del Congreso ante –diría– el
“coronamiento de mi plan de desenvolvimiento patrio”; plan que había

1 El empréstito, y la comisión que cobró Guzmán Blanco por obtenerlo, fue, y sigue siendo,
un tema recurrente y encontrado de la historiografía nacional. Sin ánimo de ser exhaustivo
véase, en el siglo XIX: Aldrey, F. De y Hernández Gutiérrez, R. (editores) (1876). Rasgos
Biográficos para la historia de la vida de la pública del General Guzmán Blanco. Caracas:
Imprenta de la Opinión Nacional, pp. 87-140; Briceño, M. (s/f). Los “Ilustres” o la estafa
de los Guzmanes. Caracas: Ediciones Fe y Cultura, pp. 59-76 (publicado por primera
vez en Curazao, sin pie de imprenta ni portada y por segunda vez en Bogotá en 1884);
Level de Goda, L. (1976). Historia contemporánea de Venezuela, Política y Militar, 1858-
1886. Caracas: OCI, pp. 579-600 (primera edición en 1893); González Guinán, F. (1954).
Historia contemporánea de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Presidencia, tomo VIII,
pp. 207-213 y 267-270 (primera edición publicada entre 1891 y 1915); y Bigotte, F. E.
(1868). El Libro de Oro. Caracas: Imprenta de “La Juventud”, pp. 107-221, allí se repro-
duce la conocida demostración de Eduardo Calcaño, pp. 110-120. En el siglo XX: Díaz
Sánchez, R. (1950). Guzmán. Elipse de una ambición de poder. Caracas: Ediciones del
Ministerio de Educación Nacional, pp. 484-503; Floyd, M. B. (1988). Guzmán Blanco. La
dinámica política del Septenio. Caracas: IABN/FUNRES, pp. 41-73; González De Luca,
M. E. (1991). Negocios y política en tiempos de Guzmán Blanco. Caracas: CDCH-UCV,
pp. 63-74; y, Polanco Alcántara, T. (1992). Guzmán Blanco. Tragedia en seis partes y
un epílogo. Caracas: Academia Nacional de la Historia, Grijalbo, pp.155-183.

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

acompañado con un detallado informe en el que analizaba amortiza-


ciones y garantías, tamaño de parcelas, de familias y rendimientos
(Archivo General de la Nación, 1889).
Pero la oposición aprovechó la circunstancia –“abajo Guzmán Blan-
co, viva el Gobierno, abajo los contratos” (Documentos para la historia,
s/f).– y pocos meses después, la noche del 25 de octubre de 1889,
quitaron las tuercas de los pernos a la estatua ecuestre del general
Guzmán Blanco; en la mañana, amarrada con mecates cayó; después,
al grito de “¡Al Calvario! ¡Al Calvario!”, los amotinados subieron por la
escalinata, derribaron la estatua de a pie y “luego descendieron en
tropel hacia la antigua plaza de San Jacinto”, para hacer lo mismo con
la de su padre. Después, la turba recorrió desatada el Salón Elíptico del
Palacio Federal, la Municipalidad y cuanta oficina pública se atravesó en
su recorrido “y de todas ellas arrancó y destruyó los retratos”. Francisco
González Guinán (1841-1932) cierra su crónica de los acontecimientos
con un dejo de amargura:

Donde la demolición borró una inscripción o destruyó un inocente


monograma quedó un edificio, o un puente, o un templo, o un acue-
ducto, o una carretera, o un ferrocarril, o un Colegio, o una escuela,
o un paseo o una plaza, alguna obra de utilidad u ornato. Rojas Paúl
destruyó bronces, incineró retratos y borró inscripciones, pero no
pudo destruir obras (González, 1954).

Lo que llama la atención de la descripción de los acontecimientos


que hace González Guinán –escrita desde su posición de testigo2– es
el acento en la tangibilidad de las obras públicas, cuya terca implanta-
ción espacial aporta siempre agua al molino de una política guberna-
mental visible; es decir que, en términos de publicidad y propaganda,
el Acueducto de Macarao es mucho más efectivo que el Ministerio
de Obras Públicas y el dispositivo técnico necesario para su diseño
y construcción. No es entonces gratuito que la imagen del progreso
termine, en buena parte, por circunscribirse recurrentemente a las
obras públicas.

2 Francisco González Guinán fue Ministro de Fomento entre 1879 y 1880, en 1884 Ministro
de Relaciones Exteriores y en 1886 Ministro de Instrucción Pública hasta 1889, cuando
permaneció leal a Guzmán Blanco ante el giro antiguzmancista desplegado por el
presidente Rojas Paúl.

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Juan José Martín Frechilla

Pero mucho más difícil era, en el siglo XIX, forjar una imagen del
país a partir de otros signos de la modernización. En su tres mandatos
formales –1870-1977; 1879-1884; 1886-1888– Guzmán Blanco asumió
la tarea de ofrecer una visibilidad internacional decorosa, una certifica-
ción que permitiese atraer capitales y gentes, amén de estructurar en
lo interno instituciones y reglas que limasen recelos e hiciesen posibles
estos objetivos. Todo ello, dentro de coyunturas en las que, al siem-
pre difícil apacentamiento interno de la oposición, había que agregar
situaciones recurrentes, como ésta que describe Guzmán Blanco en
una carta a su yerno:

En estos dos meses, vísperas de Congreso, tengo poco tiempo para


escribirte, tanto porque hay que preparar los trabajos que deben
presentarse a ambas Cámaras, como porque la Inglaterra ha decidi-
do apoderarse de gran parte de la Guayana y hacerse condueña del
Orinoco; y naturalmente tengo que resistirlo a todo trance como lo
impone la defensa de la Patria. A tal punto que de aquí al 10 tendré
que romper nuestras relaciones diplomáticas con la Gran Bretaña
y despedir a su Ministro. Es un atentado tan injusto como alevoso,
que el mundo entero tendrá que simpatizar con nuestro legítimo
derecho. (Herwing, 1991).

Más de veinte años después de su misión a Londres, pareciera


aquí que Guzmán Blanco ha bajado la guardia al confiar que el mundo
entero tendría que darnos la razón frente a un atentado injusto y ale-
voso; asunto que todavía recordamos cuando al este del mapa oficial
del país aparece un extenso territorio rallado como identificación del
contencioso no resuelto.
No era este el talante de Guzmán Blanco cuando teniendo en mente
la ocupación del puerto de Veracruz por Francia, España y Gran Bre-
taña, negocia el préstamo para pagar la deuda externa. No debió ser
poca la angustia y la presión en las negociaciones con el claro objetivo
de evitar consecuencias similares a las que había tenido en México
la decisión de Benito Juárez de no pagar: los franceses en Ciudad de
México imponiendo un emperador. Una carta de Guzmán Blanco a su
padre en 1865, retrata la circunstancia, a la vez que ayuda a comprender
las ideas y los instrumentos del proyecto nacional de modernización
capitalista del país con los cuales enfrentará –no valoramos los alcan-

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

ces– su desarrollo; entonces escribía: “Nada hay semejante a luchar


con la avaricia e indelicadeza de los aventureros, únicos elementos
que, para combinaciones fiscales, puede tener la inconocida, pobre y
desacreditada Venezuela, en un mercado oceánico y vertiginoso como
el de la monstruosa Londres” (Polanco, 1992).
La publicidad y la propaganda serán, durante todo el guzmancismo,
una constante para acompañar la matriz de progreso y sus realizacio-
nes. Así, al día siguiente de entrar la Federación triunfante en Caracas
para instalar el Gobierno provisional, se creó –el 25 de julio de 1863– el
Ministerio de Fomento3. Tal diligencia habla claro de las intenciones.
Reunía el nuevo ministerio en un solo brazo ejecutivo la instrucción
pública y el desarrollo industrial: fomento intelectual y material del
país. Unos años después, en una de esas efemérides idóneas para
inflamar el espíritu patrio, el presidente Guzmán Blanco declamaba
sobre la necesidad de construir una nación independiente “dignamente
respetada en el exterior, no tanto por la fuerza de su poder, sino por
su derecho, su justicia y su civilización”4. Fomento, y el consecuen-
cial progreso, era la fórmula para enfrentar “el hábito casi secular, de
tratar a las nacionalidades de la América del Sur a la manera de los
pueblos berberiscos” y el único camino para que dejasen de tratarnos
“como pueblo bárbaro” estableciendo “su igualdad soberana entre las
naciones”. Es verdad –diría Guzmán Blanco al terminar el “Septenio”–
que en los archivos del Gobierno reposan “notas diplomáticas muy
desagradables” pero fue necesario establecer “que ningún extranjero
podía acudir a la vía diplomática, sin que antes se hubieran agotado
los trámites de la legislación interna” (Guzmán, 1879). Es evidente que
las secuelas de México, Benito Juárez y Maximiliano siempre estaban
presentes en la difícil tarea transformar a la inconocida, pobre y des-
acreditada Venezuela, aunque para ello fuese necesario aceptar todo
tipo de palangre. (Rosenblat, 1982).
El país salió del traumático desenlace en la Guerra Federal, además
de enlutado por sus muertos y agobiado por la situación económica y
social, con un proyecto político liberal y, sobre todo, con un liderazgo

3 De la matriz de este ministerio saldrá en 1874 el Ministerio de Obras Públicas y en 1881


el Ministerio de Instrucción Publica.
4 AGB. Correspondencia Antonio Guzmán Blanco 1874. Discurso del 5 de julio de 1874,
Día de la Firma del Acta de Independencia (5 de julio de 1811).

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lleno de iniciativa y capacidad para impulsarlo. En el tablero de la mo-


dernización capitalista ideado por Guzmán Blanco es difícil encontrar
piezas inútiles, aunque la coherencia con la cual encajan en el modelo
no siempre significa que la traslación a la realidad sea exitosa y, la
propia pieza, oportuna o relevante. El desfase entre lo ambicionado y
lo contingible fue, en ocasiones, abismal. Así, la creación en 1871 de
la Dirección General de Estadística del Ministerio de Fomento es una
muestra de intenciones y desfase. Aunque por una parte se reconocía
a esta disciplina como el único medio universalmente “seguro de ad-
quirir aquellos conocimientos de un modo provechoso a la prosperidad
pública”, una vez diseñado el “Plan para la Estadística nacional” con los
aspectos que enumeran las distintas planillas elaboradas para recoger
la información –Estadística Social; Historia; Censo y Movimiento de la
Población; Estadística Intelectual– su dimensión comprensiva pone
en evidencia el desfase señalado. Además de los usuales aspectos
estadísticos y censales –“grado de instrucción, si sabe o no leer, leer
y escribir, leer, escribir y contar, ocupación, profesión, grado científico
o militar” y demás–, en el renglón de Estadística Intelectual se abriga-
ba la esperanza de poder registrar los nombres de los profesores de
instrucción primaria, de los seminarios, colegios y establecimientos de
instrucción secundaria y de las universidades y academias de matemá-
ticas y de náutica; así como se pretendía obtener información sobre las
Sociedades Científicas y Literarias, las Bibliotecas y los Museos; sobre
el Progreso de las Ciencias, Artes Mecánicas, Bellas Artes y Literatura
y, también, sobre el de la Prensa y del Periodismo. El desiderátum en
relación a estos dos últimos ramos es elocuente:

Hay que expresar los primeros abogados, médicos, canonistas,


teólogos, ingenieros y artistas que vinieron al país; cuándo prin-
cipiaron a estudiarse las ciencias y las artes en Venezuela; las
primeras industrias que se establecieron, las primeras escuelas de
música y dibujo que se organizaron; introducción de los primeros
instrumentos de música y obras de arte; primeras producciones
líricas y literarias nacionales; su desarrollo gradual; primeras obras
de arquitectura, escultura, pintura, etc.; y el catálogo de las pro-
ducciones literarias venezolanas…Primeras imprentas establecidas
en las localidades; su dueño o introductor; publicaciones que se
hayan hecho en cada una de ellas, expresando su titulo, carácter

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

y objeto, y nombre del redactor o editor responsable, si lo tuvo; y


en los periódicos, fechas del primero y del último número (Ponte,
1871: 2, 18-19, 23-25).

En el terreno especialmente movedizo de la propaganda –creación


de opinión pública favorable a una idea, a un régimen, a un gobernante,
a una nación– no es fácil despegarse de las valoraciones, en buena par-
te negativas del asunto en el presente, a la hora de analizar el pasado.
Es común asociar mentira con propaganda, con la exageración inte-
resada de virtudes y bondades. Por otra parte, resulta particularmente
odioso, para quien esté animado de un cierto espíritu crítico o le atraiga
tomar algo de distancia ante las unanimidades, el reconocimiento en
vida –con estatuas, títulos, biografías, dedicatorias, nombres de obras
y edificios, Estados, ...– de quien ejerce el poder, en nuestro caso
Guzmán Blanco. Odioso, además, porque es casi imposible separar o
diferenciar, los objetivos nacionales que deben ser propagados, de los
deseos personales de quien los promueve; propaganda y publicidad de
la mano. Una editorial, libros por encargo, un periódico para reseñar y
ensalzar, artículos contratados para las gacetas leídas en las grandes
capitales,... con todo ello Venezuela estrenaba, también en este ámbito,
los modos de las sociedades capitalistas; el comportamiento de sus
gobiernos en lo que a promoción se refiere.
Sin embargo, el modesto simulacro de propaganda que vamos a
revisar, iniciado en el siglo XIX en medio de una confusa superposición
entre personalismo y nación, no podría de ningún modo compararse,
ni mucho menos competir, con el complejo dispositivo institucional
puesto en marcha, desde aquellos años, para que el coloniaje, abierto
o embozado, asegurase a las sociedades capitalistas unas relaciones
bilaterales fructíferas y una sólida permanencia hacia el futuro. Es así
como este proceso publicitario lo promueven en Venezuela las casas
comerciales extranjeras al abrir los clubes binacionales, como centros
para aglutinar a sus conterráneos y a los venezolanos simpatizantes, por
las trazas originales en sus apellidos o por los vínculos económicos o
universitarios adquiridos. Después vendrían los cambios de status y el
crecimiento en las representaciones diplomáticas, con agregados por
especialidad, para la compra de cultura, armas o bienes, en perfecta
sintonía con nuestras mutaciones económicas y fiscales. Pero, ni la

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modestia ni la precariedad que muestra la comparación, es motivo para


que ocultemos la intención o minimicemos la resonancia del camino
formalmente iniciado por Guzmán Blanco para darnos a conocer y
darse a conocer en el siglo XIX.

Ideas
Para contextualizar la gestación vernácula de la propaganda institu-
cional, vamos a recurrir a un testigo de excepción, Martín J. Sanabria
(1831-1904) (Fundación Polar 1997), que sin duda ayudará a desanudar
los prejuicios acumulados que el asunto despierta. A Sanabria se le
reconoce por ser el autor del “Decreto de Instrucción Pública Gratuita y
Obligatoria” promulgado en junio de 1870 cuando ejercía como Ministro
de Fomento; dos años después, todavía en el ministerio, refrendará
otros decretos esenciales para el proceso de laicización de la educa-
ción: “quedan extinguidos los seminarios clericales” porque en ellos
“se forma un clero extraño a las instituciones políticas y refractario a
las ideas y marcha progresiva de la República”5; decreto que culminó
poco después con la extinción de los Conventos. Desde mediados
de 1873 Sanabria era el Cónsul General de Venezuela en Hamburgo6 y
encargado, además del trabajo propiamente diplomático, de la misión
adicional de estudiar sobre el terreno la cuestión de la inmigración en
vistas a la definición de una política nacional adecuada al respecto7.
Para poder avanzar en este segundo objetivo, Sanabria le escribe a
Guzmán Blanco sobre la cuestión de la información y de la visibilidad
nacional en estos términos: “es inútil que se publiquen noticias en cas-
tellano”, porque la ignorancia de los europeos, y de los miembros del
cuerpo diplomático en particular, sobre los países latinoamericanos,
no parece tener límites. Con sorna le explicaba al presidente cómo el

5 AGN. Ministerio de Fomento Sección 2da, leg II exp. 41. Se trata de una hoja volante
con el texto del Decreto del 21 de setiembre de 1872.
6 En la reorganización ministerial, luego del Mensaje al Congreso del 20 de febrero de
1873, Martín J. Sanabria pasó a ocupar el Ministerio del Interior y Justicia. El 19 de abril
de 1873 firmó el Decreto mediante el cual se le confirió a Guzmán Blanco el título de
“Ilustre Americano Regenerador de Venezuela”.
7 AGB. Correspondencia Martín J. Sanabria 1873. Junto con la carta a Guzmán Blanco,
fechada el 20 de diciembre de 1873, en la que incluye 7 preguntas que sugiere le sean
formuladas a los Cónsules en Francia, Inglaterra, Italia, España y Norte América, envía un
informe titulado “Apuntes sobre Inmigración. Ideas generales aplicables a Venezuela”.

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

embajador de Grecia, que “pasa, no por ser literato, ni instruido, sino


sabio”, le había comentado en una recepción: “lo único que sé de su
país es que está en la América del Norte”. Sanabria le propone a Guz-
mán que contrate “a un literato alemán de los que viven en Caracas,
para que escriba por un sueldo mensual como corresponsal en la
Gaceta de Colonia”8. Medios e idioma adecuados para la creación de
opinión pública favorable a Venezuela de la mano de un informador con
cierta legitimidad de cara al lector europeo; aunque para ello mediara
un sueldo para la compra de la objetividad requerida.
No ha sido posible rastrear la contratación del alemán en cuestión;
sin embargo, abundaban personajes, dentro y fuera del país, adapta-
bles al perfil sugerido que además de tener una somera evaluación de
nuestras necesidades, podían resolverlas en sintonía con las suyas.
Eran profesionales, intelectuales más o menos plumíferos, más o me-
nos aficionados, a mitad de camino entre la aventura y la penuria. Así
tenemos al ingeniero Antoine Gaudefroy, que apareció en Caracas, en
1874, con una carta de recomendación del Ministro de Venezuela en
Francia, Venancio Pulgar, para solicitar audiencia a Guzmán Blanco:

He tenido el honor de mostrar al Sr. Aldrey la prueba de que yo soy


corresponsal de uno de los grandes diarios de París. Yo pensaba
poder enviar algunos artículos sobre Venezuela, pero antes me gus-
taría someterlos a su consideración a fin de no escribir sino sobre
lo que hubiese sido de su aprobación.
No habiendo tenido el honor de seros presentado, como yo debía
esperarlo con mis cartas de recomendación y también como en-
cargado de vigilar oficiosamente la inmigración me veo aún privado
de instrucciones para este segundo correo y no puedo enviar sino
banalidades.
Yo había deseado enviar vuestra fotografía y la de vuestro ilustre
padre con vuestras biografías a fin de ponerlas en un diario ilustra-
do. Desde París he hecho conocer este deseo al Sr. Aldrey a fin de
que os lo participase y no he obtenido ningún resultado. Yo suponía
sin embargo que eso fuera de vuestro agrado... Esperaba publicar
una obra ilustrada sobre Venezuela reproduciendo en fotografías

8 AGB. Correspondencia Martín J. Sanabria 1876. Carta a Guzmán Blanco del 22 de


enero de 1876.

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todas las bellas cosas con que habéis dotado el país (A. Gaudefroy,
comunicación personal, 4 de septiembre de 1874).

Pocas trazas hay de sus trabajos como ingeniero, sólo sabemos


que propuso para Caracas el mismo sistema de enumeración de ca-
lles y casas de París que nunca fue puesto en práctica, a pesar de ser
aprobado, el 3 de julio de 1875, por el Concejo Municipal (Landaeta,
1917).
La oferta de servicios informativos al gobierno venezolano era,
además de recurrente, un signo inequívoco de los tiempos que corrían
por Europa, de las dificultades del mercado de trabajo, de la crisis
económica que resentía aún las recientes caídas e instalaciones de
imperios y repúblicas, de las guerras y revoluciones, del calentamiento
de las iniciativas para la expansión colonial. Sin embargo, no sólo los
europeos le escribían a Guzmán Blanco; también lo hacían, en términos
muy parecidos, los compatriotas que aspiraban a un empleo estable
que les permitiese quedarse en Europa haciendo a la vez propaganda
al país. Rafael F. Seijas (1845-1902), (Fundación Polar, 1997) se dirigió
a Guzmán Blanco, poco antes de que la reacción antiguzmancista del
presidente Francisco Linares Alcántara (1825-1878) arremetiese por
primera vez contra sus estatuas, en estos términos:

Usted sabe que yo comencé en Europa la publicación de artículos


sobre Venezuela; Usted sabe que por mucho que se haya hablado
allí de Usted, no se le conoce como debe ser, y que aún no se ha
hecho ninguna publicación que haga notar los grandes hechos con
que Usted se ha señalado a la administración de los hombres, y a
la de la historia: Usted sabe, en fin, que yo lo quiero a Usted mucho
y que deseo serle deudor de todo lo que yo pudiere alcanzar en el
camino de mi aspiración y de mi grande afecto por Usted.
Por todo eso, y porque sé que Usted es amigo de la juventud, me
permito suplicarle me recomiende al Señor Presidente de la Re-
pública, para el Consulado de Venezuela en San Nazario. Muchos
amigos que conocen mis propósitos me han animado a dirigirme
a Usted con ese fin; y yo, en gracia de la benevolencia con que
usted se sirve tratarme, me he aventurado a molestarle otra vez (R.
F. Seijas, Comunicación Personal, 17 de abril de 1877).

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

Del mismo tenor, aunque más exitosas fueron las peticiones de


Miguel Tejera (1848-1896), (Fundación Polar, 1997) cuando después
de haber trabajado en la construcción del Acueducto Guzmán Blanco
le escribió, en mayo de 1874, al presidente:

deseoso de ser útil a mi país, me he decidido a trasladarme a


Europa, en el propósito de hacer allí algunas publicaciones íntima-
mente relacionadas con los grandes adelantos conseguidos por el
movimiento de progreso a que ha sabido Ud. dar vigoroso impulso
en nuestra patria. (...) Si pudiera alargar mis recursos personales
a la extensión de mi deseo enriquecidas estas publicaciones mías
con los grabados representativos de las obras publicas y de los
jeroglíficos indígenas aún desconocidos en Europa, serían al pre-
sentarlas a Ud. en el cuerpo de una obra, mejor que palabra alguna,
elocuente testimonio de la administración y entusiasmo que en mi
ánimo despierta la salvadora propaganda de progreso que bajo sus
auspicios conmueve hoy a Venezuela.
Si más allá de los mares cree Ud. que pueda yo ser útil obrero
de esa hermosa propaganda, veré satisfechos los más ardientes
deseos de mi corazón (M. Tejera, comunicación personal, 17 de
mayo de 1874).

Guzmán Blanco le respondió de inmediato: “creo que es un paso


muy acertado el viaje de Ud. a Europa porque le será muy provechoso
el estudio de los adelantos de la ciencia y a su regreso a Venezuela
prestará nuevos y más señalados servicios al progreso de su patria” (A.
G. Blanco, comunicación personal, 23 de mayo de 1874). Este aliento
sirvió para que Tejera le escribiese, una vez instalado en París, sobre los
adelantos de su aspiración de publicar el primer volumen de Venezuela
pintoresca e ilustrada, pero añadiendo que “sería menester hacer una
edición francesa, pues como Ud. sabe, aquí ni se habla ni se entiende
otra cosa que el francés”. La ayuda fue tasada en dos mil quinientos
pesos (M. Tejera, comunicación personal, 15 de agosto de 1874).
Un año después, la diligencia y el interés de Tejera por forjar una
imagen de nuestros países quedó certificada cuando le envió a Guz-
mán Blanco el primer número de El Mundo Americano que acaba de
fundar en París. En la carta que acompañaba el ejemplar se reconocía
el apoyo presidencial que ésta y las anteriores iniciativas habían tenido,

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así como las nuevas necesidades presupuestarias que era necesario


afrontar para mantener la publicación:

Después de vencer mil inconvenientes he logrado fundar “El Mundo


Americano”, que espero ha de ser un fiel defensor de los intereses
americanos en Europa, y un órgano verídico por el cual me prometo
hacer conocer muy particularmente a Venezuela en estos países,
donde tanto se le calumnia.
En la carta en que hablaba a Ud. sobre este proyecto rogué a Ud.
me prestara su eficaz apoyo: hoy que ya es un hecho: hoy que veo
con satisfacción que mi empresa es generalmente bien acogida y
que sólo he menester de quien preste una pequeña protección para
consolidarla por muchos años ¿he de dudar para demandársela de
nuevo? ¿Debo preferir buscarla en otros países estando Ud. en mi
patria al frente de la más progresista Administración que ha tenido
Venezuela y debiéndole yo generosas distinciones y beneficios?.
Esto sería dudar de su buena voluntad en favor de toda empresa
útil y honorable.
Apenas necesito de la suma de dos mil pesos para asegurar la vida
del periódico por dos años, lo cual es suficiente para que viva mucho.
Si Ud. quisiera acordarme esa suma yo la devolvería de la manera
siguiente: valor de 100 suscripciones en un año $ 225. Publicación
de grabados representativos de las obras públicas que se ejecuten
en el país y descripción de ellas $1.775 (M. Tejera, comunicación
personal, 5 de septiembre de 1875).

Pero antes de que Tejera hubiese editado El Mundo Americano,


Héctor J. Varela, periodista argentino de amplio prontuario político en
su país, había fundado, en marzo de 1872, también en París, El Ame-
ricano, publicado en francés y español cuatro veces al mes9. Aunque
similar en sus enunciados, “yo he creído siempre que una de las cosas
que más convienen a nuestra América es hacerla conocer en Europa”,
las tarifas del editor argentino eran ostensiblemente más abultadas,
al igual que la amplitud y los alcances del negociado informativo. La

9 El nº 1 está fechado el 15 de marzo de 1872. La primera referencia sobre Venezuela


apareció en el nº 11 del 4 de junio del mismo año con una reseña sobre la expulsión
del Ministro de España en Caracas, el envío de dos fragatas españolas a recogerlo y
las notas diplomáticas cruzadas por ambos países; esos ejemplares se encuentran en
la hemeroteca de la Fundación John Boulton.

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

correspondencia deja pocas dudas al respecto. Varela se encargó, por


ejemplo, de hacer traducir el Mensaje de Guzmán Blanco, de febrero
de 1873, al Congreso, de editarlo y distribuirlo en la prensa europea en
busca de resonancia. Así, anexo a una de las cartas envía a Caracas un
recorte titulado La République de Venezuela et son Président Guzmán
Blanco, como prueba de que el objetivo de alcanzar visibilidad para
su primer programa de gobierno parecía bien encaminado: “Guzmán
Blanco, ese hombre de estado tan poco conocido todavía en Europa”,
cuyo Mensaje encierra, como “programa de la raza española del nuevo
mundo (...), un estallido mágico hecho para seducir las ardientes ima-
ginaciones que se despliegan sobre el espacio del golfo americano”;
programa que se propone “nada menos que una inmensa federación
republicana que incluye Cuba y las otras Grandes Antillas para abrazar
todos los Estados del Golfo”, en un proyecto gigantesco en el que “to-
dos estos Estados Unidos españoles cierran decididamente el camino
a los Estados Unidos de origen inglés o sajón”. Aquello del agua y el
molino, revalida aquí su pertinencia. Sobre los asuntos más concretos
de política interna, el resumen de los tres años de obras y leyes se
convierte, en la reseña del periódico francés, en una consistente loa
al gran “reformador”10.
Varela le escribió a Guzmán Blanco, a propósito del mismo Mensaje
al Congreso del 18 de febrero de 1873, una carta en la que, luego de
adjetivar a profusión sus alabanzas, incursiona por otros derroteros:

Créalo, mi querido general, cumpliendo cuanto ud. promete podrá


ser uno de los hombres más notables de América, y los que que-
remos ayudarlo sincera y desinteresadamente, participaremos de
la gloria que ud. alcance.
En el próximo número de “El Americano” me ocuparé extensamente
de los asuntos de Venezuela… Agradezco a ud. cordialmente los
cuatro mil francos que me ha enviado para ayudar al “Americano”,
no dudo que comprendiendo la importancia de nuestra publicación
y la autoridad que su palabra tiene hoy en Europa le siga ud. pres-
tando su decidido apoyo.
En cuanto al encargo para el redactor del [ilegible] no lo he cumpli-
do porque está muy lejos de merecerlo. Adjunto a ud., mi querido

10 AGB. Correspondencia “El Americano” 1873, (t.p.n.).

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amigo el recibo de lo que pagué por la publicación que hicimos del


número que mandé a ud...
Los progresos fabulosos de la República Argentina, y los muy ex-
traordinarios de Chile, se deben, en gran parte, al crédito que estas
dos hermanas gozan en Europa. Yo me dispongo, pues a emprender
una campaña seria en favor del nuevo orden de cosas creado en
Venezuela, y cuento para ello con que ud. me seguirá haciendo
llegar todo cuanto pueda importar a mi propósito.
En la misión que me he impuesto, excuso decir a ud. que no trabajo
por interés sino por responder a la confianza con que hoy me honra la
América entera, pero justo es que diga a ud., que, no siendo hombre
de fortuna, y viviendo de mi trabajo diario, creo equitativo que se
abonan las publicaciones extraordinarias que yo pueda hacer aquí
(H. J Varela, comunicación personal, 1 de abril de 1873).

Pocos meses después, durante una visita a Venezuela, Varela trató


de venderle a Guzmán Blanco un importante lote de acciones de la
Empresa del Americano –“he traído conmigo las ochenta acciones que
me quedan”– bajo el expediente de la inminente quiebra del periódico
y poniendo la salvación en manos del Presidente venezolano que era,
según su opinión, el que “mejor ha comprendido el inmenso servicio
que tengo conciencia, estoy prestando en Europa a la América” (H. J.
Varela, comunicación personal, 10 de noviembre de 1875).
Con buen olfato para los negocios, Guzmán Blanco no se involucró
en las dificultades financieras de El Americano, aunque tuvo que asumir
las consecuencias: “en su nueva época me parece que se presenta
hostil a nosotros (F. Teodoro de Aldrey, comunicación personal, 31
de mayo de 1874). Varela, por su parte, le escribió a Guzmán Blanco,
unos meses después, desde Turín: “Casós acabó El Americano, pero
yo... yo lo resucitaré, vive Dios, porque cuento con el patriotismo de la
América”; con un dejo de recriminación relata que está trabajando a
sueldo en el periódico La Italia y El Plata, luego de haber rechazado,
“que Gambetta y Garibaldi paguen las deudas de El Americano” que,
evidentemente, pasó a otras manos (H. F. Varela, comunicación per-
sonal, 4 de agosto de 1874).
Sin embargo, las relaciones entre Varela y Guzmán Blanco se
mantuvieron; el argentino actuó primero como agente confidencial

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

del gobierno venezolano en Europa; luego, desde Buenos Aires, como


editor de El Porteño, defendió en varios artículos a Guzmán Blanco
ante los ataques del presidente Linares Alcántara y de Nicanor Bolet
Peraza (1838-1906), (Fundación Polar, 1997). Varela actuará finalmente,
desde 1881, como Agente de Inmigración en España y Portugal, a la
vez que como gestor en las negociaciones de límites entre Venezuela
y Colombia y a la aceptación de arbitrio de la Corona Española. Un
verdadero personaje de la época, con las ideas muy claras sobre cómo
sobrevivir; su abundante correspondencia da cuenta, cual ideario, de
la destreza del editor argentino para pulsar los distintos resortes del
discurso: sagacidad, adulación, humildad, manipulación, conveniencia,
oportunidad (H. J Varela, comunicaciones personales, 1874 a 1886).

Instrumentos
Pero estos acentos que pretenden resaltar las variantes más llamati-
vas de la propaganda durante el guzmancismo, estarían incompletos sin
el esfuerzo desarrollado esos años por el gobierno para institucionalizar
las publicaciones oficiales y crear, para ello, las primeras estructuras
editoriales del sector público para su publicidad. En el Mensaje ante el
Congreso al término del “Septenio”, Guzmán Blanco diría: “Como siem-
pre he creído que la publicidad es un gran resorte de buen éxito para
los gobiernos que administran los intereses patrios con laboriosidad y
honradez, he procurado llevar a la imprenta todos los trabajos oficiales
de la época que he presidido”. El resumen que ofreció era elocuente:
“135 obras, en 458 volúmenes con 135.250 páginas”, en ediciones
entre 1500 y 3000 ejemplares de Anuarios Estadísticos, Memorias mi-
nisteriales, Códigos –Civil, Penal, de Comercio, de Hacienda, Militar–,
Leyes y Decretos, a lo cual había que añadir los 1.050 números de la
Gaceta Oficial, el Registro Público (1569-1875) clasificado por épocas,
años, materias y ramos “con sus índices respectivos, debidamente
empastados”. Hasta el contrato para la publicación de los Anales de
Venezuela formaba parte de la cuenta, que Guzmán Blanco cerró de
este modo: “buscando una publicidad relativamente semejante en toda
la República, he creído indispensable adjudicar, como he adjudicado,
una imprenta a cada uno de los Estados” (Mensajes presidenciales,
1970). Intento fallido por crear, con fondos públicos, una estructura

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editorial descentralizada que debió limitarse a la Imprenta Nacional


en Caracas, y a la irregular publicación, en ella, de la Gaceta Oficial
creada en 1872.
De modo que el Estado siguió contratando, hasta la “Aclamación”,
cuando se consolidó presupuestaria y reglamentariamente una Im-
prenta y Litografía Nacional, a imprentas particulares la edición de sus
publicaciones11. Entre ellas, La Opinión Nacional, el diario del mismo
nombre y su editor, Fausto Teodoro de Aldrey (1825-1886), tuvieron
singular influencia en la vida política y en la publicidad de la obra de
gobierno de Guzmán Blanco. Nacido en Galicia, comerciante en el
ramo de la restauración y empresario de espectáculos líricos, Aldrey
militó en las filas liberales durante la Guerra Federal, fundando en 1868
el periódico y la imprenta que se convirtieron en De propaganda fide
del catecismo liberal para la defensa de esa causa y de la actuación
del gobierno guzmancista, dentro y fuera del país. Compaginó con
habilidad la difusión de ideas, doctrinas, acciones y obras, con las
necesidades de sus negocios.
En 1864, cuando Aldrey regentaba el exitoso “Café Español” en
Caracas, le escribió a Guzmán Blanco, a la sazón encargado del Eje-
cutivo, como representante y gestor de las reclamaciones españolas de
particulares reagrupadas por él al término de la Guerra Federal. Luego
de indicar que esta negociación le serviría “para echar las bases de
la felicidad de sus hijos” y que jamás había “querido hacer con ellas
negociaciones ilícitas”, transcribía, de este modo, una conversación
sostenida con el General Falcón: “deseo dar a Ud. una prueba de mi
afecto, y de que quiero protegerle en premio de su lealtad y apreciables
servicios: no presente al Cónsul sus reclamaciones, que en su oportu-
nidad nos arreglaremos. Deje que venga Antonio: cuente conmigo”. El
Cónsul era, por supuesto, el de España, y Antonio, Guzmán Blanco, que
se encontraba en Londres negociando el refinanciamiento de la deuda

11 El Presidente Linares Alcántara decretó, el 20 de mayo de 1877, la creación del cargo de


administrador de la Imprenta Nacional y, el 9 de agosto del mismo año, una estructura
administrativa de la dependencia. La revisión, tanto de las Gacetas Oficiales como de
los tomos de la Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela, muestra que fue a
partir del “Decreto Ejecutivo de 31 de diciembre de 1886, sobre Presupuesto y Re-
glamento de la Imprenta Nacional y la Gaceta Oficial” y de la “Ley de 26 de abril de
1887, sobre Imprenta y Litografía Nacional” , cuando se estabilizó esta dependencia y
sus atribuciones.

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

externa, en el momento que debía haber tenido lugar esta conversación


con Falcón. Con el fin de que Guzmán Blanco no deje fuera del arreglo a
las reclamaciones españolas, Aldrey recurre al expediente de presentar
con detalle las dificultades económicas en que se encontraba luego
de la fundación, ese mismo año, de su primer periódico, El Porvenir.
Periódico que daría paso, en 1868, a La Opinión Nacional, por más de
veinte años –hasta 1892– uno de los de mayor circulación en el país.
La pedigüeñería recuerda a Varela:

Mi posición es triste. Todo cuanto he percibido por el periódico


que redacto, se ha consumido en el mismo: es decir la profesión
de escritor público me ha empobrecido más y más, y fincaba mis
esperanzas en el éxito de mis reclamaciones. Sin este no sé que
hacerme (F. Teodoro de Aldrey, comunicación personal, 18 de no-
viembre de 1864).

Junto al tono, que como veremos es recurrente, se puede apreciar,


también, que Aldrey define claramente su papel de servidor público
en un negocio privado, situación que marcará en muchos casos la
naturaleza de sus relaciones con Guzmán Blanco. La correspondencia,
entre enero y abril de 1874, a propósito de una temporada de ópera
que el Presidente había confiado al empresario gallego, confirma la
ausencia de linderos entre lo público y lo privado, por medio de unos
puntos de cuenta, entre lo contable y lo anecdótico, y cuya sabrosa
factura, se acerca en ocasiones de una crónica de vida cotidiana,
(Martín, 1999).
Pero en el terreno de la propaganda y la publicidad, la empresa
editorial creada por Aldrey llegó a incorporar el vapor como energía
para el movimiento de las máquinas en 1876; otra arista, en este caso
tecnológica, que refleja el proyecto de modernización capitalista –mayor
tiraje, menores costos, más rapidez– impulsado por Guzmán Blanco. En
un país de escasa población, con una política de inmigración apenas
en sus inicios, y muy bajo índice de alfabetismo, sin efectos visibles
del decreto de instrucción, una aventura editorial con ciertos visos de
permanencia debía estar articulada, necesariamente, a la existencia de
un cliente lo más estable posible: el Estado. Dentro de esta perspectiva,
los importantes servicios de Aldrey al guzmancismo fueron dobles:

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como enlace con los medios que en el exterior estaban en capacidad


de sostener una pauta publicitaria sobre Venezuela, la causa liberal y
la obra de gobierno de Guzmán Blanco, y como responsable de dar
respuesta, en las páginas de La Opinión Nacional, a las críticas de la
oposición interna y a las emitidas en el exterior12.
La correspondencia cruzada, entre J. M. de Lozada, director de la
Gaceta Internacional de Bruselas y el editor de La Opinión Nacional,
es un buen ejemplo para mostrar algunas de las claves de la estrategia
de propaganda puesta en práctica, en este caso, al cubrir dos flancos:
las reclamaciones a Holanda y la cuestión religiosa. En 1875, Aldrey,
en ocasión de enviarle a Guzmán Blanco el primero de los informes
confidenciales del agente belga, apunta en su carta las dificultades
que ha tenido que enfrentar para neutralizar a la Gaceta Internacional
como portavoz eclesiástico:
Como verá U. hace tres años, desde 1871, que vengo trabajando
para arrebatar a los jesuitas ultramontanos ese terrible órgano en
la prensa europea.
Para comprender bien lo que nos importa esta conquista, baste
saber que el señor Lozada me ha declarado en carta suya que con-
servo, que ha sido educado por la Compañía de Jesús, y que siendo
jesuita, y a los 48 años de edad, no puede cambiar de opiniones:
que la Gaceta Internacional la sostienen el Papa y los Obispos; pero
que yo le he convertido a nuestra amistad y le ama a U.
Creo que esta adquisición debemos conservarla y utilizarla, y esto
ahora le toca a U. principalmente (F. Teodoro de Aldrey, comunica-
ción personal, 13 de febrero de 1875).

Caben pocas dudas, Guzmán Blanco, desde el mismo momento en


que el asunto del Te Deum hizo aflorar públicamente el conflicto con la
Iglesia en 1871, debió solicitar a Aldrey un periódico de estas caracte-
rísticas. (Polanco, 1992). Conflicto que, para el momento de recibir la
noticia del control de la Gaceta, seguía en pleno apogeo, tal como lo
confirma, con terquedad, el propio Guzmán Blanco a su padre:

12 En 1874, Aldrey le envió a Guzmán Blanco dos números de El Americano, a cargo en


su nueva etapa del peruano Fernando Casós -recordemos: “hostil a nosotros”-, rogán-
dole que se los devuelva después de leerlos, para que pueda preparar la respuesta
adecuada. AGB. Correspondencia Fausto Teodoro de Aldrey 1874. Carta a Guzmán
Blanco del 31 de mayo de 1874.

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

Conviene que recuerdes, para que me entiendas fácilmente, que yo


lo que deseo de un modo absoluto, es extinguir todas las religiones
en la forma que hoy tienen y sustituirlas con la única verdadera y dig-
na de la humanidad civilizada, que es la creencia en Dios y la moral
eterna, y como culto para aquel, la práctica individual, concienzuda
y constante de ésta; cambiando para estos fines los templos, por
institutos de enseñanza obligatoria y gratuita y el sacerdocio actual,
por la prensa y la predicación…
No siéndome posible dejar establecida esta innovación en Venezuela
porque pocos me acompañarían espontáneamente y no tengo ya
tiempo para imponerla a los demás, quisiera poder aprovechar el
actual conflicto de Roma para dar un peso hacia mi objeto, bien
creando la Iglesia Venezolana, … o bien declarando libres las re-
ligiones y sus cultos, sin centro de autoridad en el territorio, sin el
cual todas ellas son impotentes13.

Pero si la carta de Aldrey era trasparente sobre las ventajas de poder


acceder a un periódico europeo de prestigio y vínculos eclesiásticos, el
tema que Aldrey había encomendado al nuevo agente belga para que lo
analizase no giraba en torno a los asuntos religiosos, sino diplomáticos:
cómo enfrentar con éxito las reclamaciones a Holanda. Los consejos
de la carta de Lozada al respecto no tienen desperdicio, desde el
tratamiento informativo requerido para las cuestiones diplomáticas y
la forma de gestar una matriz de opinión favorable a Venezuela hasta
la pericia necesaria que debían tener los representantes de nuestro
servicio exterior para hacer un papel lucido en Europa:

La opinión pública está ya preparada por estos países respecto a


la reclamación diplomática que entablen ustedes contra Holanda,
pero debo ilustrar el recto juicio de U. para que, cuando llegue el
caso tenga U. luz, y explique al general lo que saben le conviene.
Necesitan ustedes mandar un representante que hable francés, que
sepa conquistar amigos y que no plantee el asunto sin contar antes
con un cierto número de periódicos. Si no tienen ustedes media
docena siquiera de escritores amigos, enérgicos, inquebrantables,

13 AGB. Registro de Correspondencia del Presidente Guzmán Blanco desde 18 de mayo


hasta 17 de julio de 1876. Copiador 21. Carta a Antonio Leocadio Guzmán del 5 de junio
de 1876.

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no entren siquiera en discusión... Hay que plantear bien la cuestión,


difundir las noticias, buscar apoyo en el cuerpo diplomático y saber
el modo de encontrar simpatías en el partido holandés adverso al
gobierno actual.
Por duro que sea decirlo, y no tengo, Dios lo sabe, intención de
ofender al gral. Guzmán Blanco, la verdad es que no tienen uste-
des aquí un solo amigo y que después que hablo de ustedes en el
periódico los compañeros me preguntan que hay de verdad en lo
que escribo14.

Las ventajas de Holanda eran, en opinión de nuestro hombre en


Bruselas, contundentes con relación a las de Venezuela. Las monar-
quías tenían la posibilidad de captar influencias a su favor concediendo
títulos nobiliarios, mientras que, en el terreno práctico, la potencia de
la escuadra naval holandesa era determinante. En vista de que esta
desigualdad era de difícil solución, Lozada optó por pedir a Venezuela
“una docena de títulos en blanco de la medalla del Libertador”, a fin
de contrarrestar los honores monárquicos, con títulos civiles que él se
encargaría de llenar para condecorar a las personalidades adecua-
das. En la siguiente carta, Lozada, al volver sobre el tema, insistió en
la necesidad de una clara estrategia diplomática que le asegurara, a
Venezuela, alguna posibilidad de éxito en sus reclamaciones:

envíen a un hombre muy respetable, enérgico, pero muy prudente.


Yo le haré una Memoria sobre la política interior del país, procuraré
que haga amistad con la reina y con el príncipe heredero, que se
relacione con los hombres importantes de los dos partidos. Deberá
contar, cuando menos, con dos periódicos principales en Londres,
dos en Bruselas y dos en La Haya. Aquí la prensa es una negocia-
ción mercantil, todo, todo se paga. El plenipotenciario de ustedes
deberá pasar por Londres y Bruselas, dándose a conocer con mag-
nificencia. Dará algunos banquetes invitando a lo más granado de
la prensa. Esta hablará de su misión y formada la opinión pública,
mandará tomar un palacio en La Haya, tardando algunos días en
presentarse allí. (Landaeta, 1903).

14 AGB. Correspondencia Fausto Teodoro de Aldrey 1875. Carta de Lozada a Aldrey del
16 de enero de 1875 que acompaña la de Aldrey a Guzmán Blanco del 13 de febrero
de 1875. La reclamación corresponde a las aspiraciones venezolanas sobre las Antillas
holandesas: Aruba, Bonaire y Curazao, que no llegó a concretarse.

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

Pero no sólo en Europa la prensa era una negociación mercantil.


Las condiciones de deterioro de la imprenta de La Opinión Nacional
la situaban en desventaja, según Aldrey, para “seguir presentando
ediciones selectas dignas de esta brillante época” y para “luchar ven-
tajosamente con los poderosos competidores que hoy tengo”, cuyas
nuevas importaciones lo habían dejado rezagado. Por otra parte, aun-
que el periódico no da para sus gastos, las pérdidas se acumulaban
porque los agentes y los suscriptores del periódico no cancelaban el
abono “creyendo o fingiendo creer que el Gobierno paga La Opinión
Nacional”. Para Aldrey, la solución no era otra que enviar a su hijo “a
Nueva York para traer los elementos de imprenta y encuadernaciones,
en la escala que me corresponde, para poder hacer grandes ediciones
y tan lujosas como las de París”. Sin embargo, esta ineludible inversión
se convierte, en la carta de Aldrey, en disimulada presión a Guzmán
Blanco a fin obtener un préstamo que le permitiese comprar una casa,
sin tener que desatender la necesidad de repotenciar la imprenta:

He logrado, sin embargo, acumular algunas economías, y aunque la


suma que poseo para la adquisición de la casa no está completa,
podría comprarla con algún empeño o sacrificio.
Empero, si hago esto ¿cómo renuevo mi imprenta? Y si gasto en
renovarla mis ahorros ¿habré de dejar a mis numerosos hijos sin
hogar y perdida la esperanza de conseguirlo, temeroso y triste
como es para mí el porvenir en una situación próxima (F. Teodoro
de Aldrey, comunicación personal, 7 de junio de 1875).

Poco más de un año después, en noviembre de 1876, ya estaba en


La Guaira, según le informaba Aldrey a Guzmán Blanco, “una máquina
de vapor que pronto espero funcionará satisfactoriamente como motor
de todas mis prensas”, disponiendo, entonces, de una imprenta tan
buena “como la mejor de Sur América”. Sin embargo, se acercaba el
final del “Septenio”, y en la correspondencia de Aldrey, además de los
precisos y perentorios reclamos de las cuentas pendientes de pago en
el Ministerio de Hacienda o las pérdidas acumuladas por La Opinión
Nacional, era patente la incertidumbre sobre el porvenir del negocio
editorial, si al dejar la Presidencia, Guzmán Blanco lo dejase desam-
parado. Aldrey escribe que quien lo reemplace en la administración
“estará muy lejos de proteger la imprenta, como U. la ha protegido con

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abundantes ediciones, y el diario sucumbirá por falta de recursos”. La


solución al problema luce casi natural: “tal es, que U., antes de ter-
minar su período, se digne comprar mi establecimiento para imprenta
nacional, esto es, del Gobierno, con lo que me hará U. un favor de
inestimable precio” (F. Teodoro de Aldrey, comunicación personal, 8
de noviembre de 1876).
Guzmán Blanco dejó la Presidencia el 20 de febrero de 1877 y La Opi-
nión Nacional continuó siendo un inestable negocio privado al amparo
del sector público, hasta su desaparición en 1892, sin que, a lo largo de
esos años, disminuyeran los avatares políticos y económicos de este
maridaje. Así, en febrero de 1884, a un mes de terminar el “Quinque-
nio” y rendir “su gloriosísima Administración”, Aldrey renovaba, ante
Guzmán Blanco, un síndrome similar al del final del “Septenio”. Esta
vez, la solución propuesta para mitigar la angustia de un futuro incierto,
para paliar deudas y pérdidas, fue pedir un anticipo a cuenta “de las
impresiones oficiales que se me ordenen durante el presente año” y
así comprar la casa en la que estaban las oficinas de la imprenta: “con
ese rasgo de magnanimidad salvaría U. la empresa de contingencias
futuras y la causa liberal Guzmancista tendría asegurada la existencia
de su más leal y antiguo órgano en la prensa” (F. Teodoro de Aldrey,
comunicación personal, 17 de febrero de 1884).
No es necesario leer demasiado entrelíneas. Esta suerte de mercado
imperfecto de la información, de asistencia más o menos oficial u oficio-
sa del sector público al privado, no es patrimonio exclusivo de este final
del siglo XIX, ni tampoco de Venezuela. Ni es nuevo el debate posible
sobre el peso de la dependencia económica tanto en la independencia
del medio como en el libre ejercicio de la actividad intelectual. Emile
Zola (1840-1902), a propósito de lo que el consideraba la llegada a la
mayoría de edad del trabajo intelectual, anunciaba, apenas en 1880,
una nueva situación en la cual el control, la protección y la ausencia de
autonomía daban paso a una lucha económica como cualquier otra en
la sociedad capitalista. En este artículo, titulado L’argent et la littérature,
le otorgaba al periodismo un papel esencial en esta modernización del
mercado al cual la nueva actividad económica había aportado recursos
considerables: “un periódico es un gran negocio que da de comer a
un gran número de personas” (Charle, 1996).

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

Entre nosotros, estas distorsiones entre lo público y lo privado,


además de apuntar hacia la independencia de los contenidos, lo hacen
también, como hemos visto, al de los medios y su negociado. Ape-
nas al inicio de la vida republicana independiente, Antonio Leocadio
Guzmán (1801-1884), (Fundación Polar, 1997) a la sazón Secretario del
Interior y Justicia, informaba, en la Memoria de 1831 a propósito de las
publicaciones oficiales, que había concertado un nuevo arreglo con
“la imprenta particular de su excelencia el General Páez dedicada al
servicio público”; ello mientras el Estado no estableciese una Imprenta
Nacional, que, por lo demás, tuvo que esperar hasta 1877 para comen-
zar a imprimir aunque sólo fuese la Gaceta Oficial (Guzmán, 1831).
Mientras las instituciones seguían este camino, Rafael Maria Baralt
(1810-1860) le explicaba en 1839 a Juan Manuel Cajigal (1803-1856)
–no sin sorna– lo que era un periódico:

no es pasta que sienta bien en el estómago, a juzgar por la indi-


gestión que a alguno y a algunos ha causado la política, grados
académicos y otros accesorios de que se compone la repostería
de su periódico. (El Correo de Caracas).
Cosa de ciencia, no es un periódico. A buen seguro que si lo fuera,
estuvieran sus autores (como hoy lo están y lo estarán toda la vida)
pobres y oscurecidos y no ricos como cresos.
También digo que no es empresa mercantil, si por ésta se entiende
la que tiene por objeto hacer bien a nuestros semejantes, con una
pequeña y equitativa utilidad, (Baralt, 1983).

Y, Cagigal, con similar talante, unos meses después, daba explica-


ciones sobre la imprenta, “el cetro del siglo”, y sobre su iniciativa de
“dar a luz un periódico... intérprete de la opinión nacional” al mismo
tiempo que hablaba de los sinsabores del “oficio de escritor público”.
Utilizó, para ello, la jugosa ficción de un político que en vez de venir a
suscribirse al periódico le expone sus deseos de ser Representante.
La sátira sobre el personaje incluye una disparatada hoja de servicios
–“quisiera ser Diputado al Congreso, aunque no sea más sino para
jubilarme en esto de las Diputaciones”–, con sus opiniones sobre los
periódicos –“en los cuales, como usted no ignora, aprende uno cuanto
hay que saber de tan sublime ciencia [la política] sin asistir a las aulas
ni quemarse las pestañas”–, para finalizar, cada vez más corrosivo, con

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Juan José Martín Frechilla

la descripción de los méritos del aspirante –“muchos lo han sido sin


saber la décima parte de lo que usted ignora”– y su perentoria petición
de apoyo del periódico en su campaña electoral, (Cagigal, 1956).
Sobre estos asuntos, que transvasan con facilidad la comunicación
entre el contenido y su función, los medios y su utilización, Juan Vicente
González (1810-1866), escribía, en 1864, un editorial de El Nacional, en
el cual, a partir de una cita de Voltaire –“la gracia en la expresión vale
más que lo que se dice”– trataba de moralizar sobre el nuevo negocio en
gestación y acusaba al periodismo, “aún entre los pueblos cultos”, de
múltiples vicios: sustituir el grito por la sonrisa, apoyarse en la violencia,
el odio y la envidia para acusar con escándalo, buscar suscripciones
“con la extravagancia de un título, y en los pueblos corrompidos, con
la excentricidad y el cinismo de las expresiones”. Periodismo que, por
otra parte, cuando adoptaba el modelo del libelo, traía consigo, según
González, a “una legión de hombres impuros que ensucian la tinta con
sus manos, hez del género humano, nutridos con la hiel de las faccio-
nes, siempre con escándalos que vender, viviendo del cinismo con que
prodigan sus difamaciones y calumnias”, (González, 1983).
No es necesario realzar demasiado los contenidos de esta digre-
sión, que apunta hacia otros ingredientes. No es necesario, tampoco,
formalizarlos; salpican, aquí y allá, ese fascinante mosaico que cons-
tituye la prensa venezolana del siglo XIX. Por más que los términos
del debate sean antagónicos y descalificatorios o que la abundancia
de adjetivos haga difícil llegar a alguna raíz, lo cierto es que, entre ver-
dades y mentiras, adulación e independencia, logros y aspiraciones,
negocio, ideología y ética, es posible entrever lo que un empresario de
la prensa, inglés, resumió como descripción del tránsito de la vieja a la
nueva situación en Europa: “Usted dejó el periodismo cuando era una
profesión liberal, nosotros lo convertimos en una rama del comercio”.
(Charle, 1996).
Ya en 1850, Mariano de Briceño, redactor del Diario de Avisos, es-
cribía: “para que un periódico, como toda empresa industrial, pueda
tener un carácter permanente, es necesario, no sólo que satisfaga sus
gastos, sino que pague todos sus servicios”; mencionaba también que
la “comunicación entre el consumidor y el productor” era necesaria
para ofrecer al público “todo cuanto pueda excitar el deseo de gastar

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Guzmán Blanco entre la publicidad y la propaganda

dinero”, pero proponiéndose “no injerirse, ni directa ni indirectamente,


en la política de Venezuela”. Fausto Teodoro de Aldrey promocionaba,
en 1868, a La Opinión Nacional como una publicación que sería “en su
legitima acepción lo que en Venezuela se apellida con propiedad, un
periódico independiente”. En 1877 Nicanor Bolet Peraza, desde la otra
acera del liberalismo, afirmaba en Tribuna Liberal que “tenemos la firme
resolución de una imparcialidad invariable”. De los tres periódicos, sólo
el Diario de Avisos tuvo la audacia de incluir las tarifas de los avisos; un
año después, en el número aniversario se podía leer: “nuestros servicios
no están aún remunerados, por eso desconfiamos que el Diario de Avi-
sos viva un día más de aquel en que nosotros no podamos sostenerlo
y redactarlo” (Pensamiento político venezolano, 1983). Nada extraña,
entonces, la descomunal concitación de unanimidades que logró, en
1885, Guzmán Blanco. Representantes de sesenta y siete periódi-
cos de Venezuela suscribieron un Manifiesto de la Prensa a Guzmán
Blanco, como colofón definitivo para que abandonase sus reticencias
y Londres y, en medio de la Aclamación Nacional, regresase al país:
“si en alguna ocasión el periodismo ha podido ufanarse de expresar
el pensamiento público con perfecta independencia....” (Pensamiento
político venezolano, 1961). Y por ahí discurre el manifiesto; ya hemos
reseñado lo que sucedió en 1889.

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Blanco desde 18 de mayo hasta 17 de julio de 1876. Copiador 21

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Organización de la institucionalidad
político-administrativa en
el gobierno de Guzmán Blanco:
una lectura desde
Caroline de Oteyza
* La Opinión Nacional
Resumen
Gobernando un país diezmado y empobrecido, tras largas décadas de luchas
internas, Guzmán Blanco concebía un proyecto modernizador europeo que
poca relación tenía con la Venezuela de su época. El presente trabajo analiza
las contradicciones a las que se enfrentó dicho gobierno en sus planes de mo-
dernizar a Venezuela, según la lectura que de ese período hizo el impreso La
Opinión Nacional desde 1870 a 1871. Se realiza un análisis de contenido de la
sección La Crónica Administrativa del periódico con el propósito de explicar los
diversos modelos político-administrativos provenientes de otras latitudes que
se quisieron aplicar sobre una realidad venezolana de naturaleza tan distinta
a los modelos elegidos. Se concluye que la sección La Crónica Administrativa
se convierte en una suerte de gaceta oficial o espacio exclusivo del Estado
para comunicar lo que éste necesita hacer público.
Palabras clave: Guzmán Blanco; Administración pública; Modernización;
Prensa y poder.

Abstract
Governing an impoverished and destroyed country, after decades of civil war,
President Guzmán Blanco conceived a project of modernization that had little
relation with the realities in Venezuela at the time. This work analyses the con-
tradictions that his government had to address by carrying out close reading
of the newspapers La Opinión Nacional from 1870 to 1871. Content analysis
of the section La Crónica Administrativa of the newspaper was carry out to ex-
plore the European-style political and administrative models being discuss and

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Caroline de Oteyza

implemented in Venezuela; models that had little or no relation to the country’s


conditions of that time.
Key words: Guzmán Blanco; Public Administration; Modernization; Press and
power.

Résumé
A la tête d’un pays ruiné et dont la population a été décimée par trois longues
décades de guerres intestines, le président Guzman Blanco conçoit a partir de
1870 un projet politique de modernisation calqué sur le modèle européen mais
sans grande relation avec la réalité vénézuélienne. Dans ce travail on analyse
cette contradiction à partir de la lecture critique d’une section du journal progou-
vernemental, La Opinion Nacional pendant les années 1870 et 1871. Malgré le
soutien politique du journal au gouvernement, l’analyse de contenu de la sec-
tion La Cronica Administrativa met en évidence les difficultés rencontrées par
Guzman pour mettre en place une organisation politico-administrative moderne
et l’écart existant entre les projets du gouvernement de Caracas et les moyens
réels de leur mise en place sur le territoire vénézuélien.
Mots clé: Guzman Blanco; administration publique; modernisation; presse et
pouvoir.

Recibido: 19/06/2008
Aprobado: 08/09/2008

Hacer del Estado venezolano un estado moderno, comparable al


Estado francés o al de los Estados Unidos del Norte fue una de las
mayores ambiciones políticas de Antonio Guzmán Blanco cuando llega
al poder en abril de 1870. A esta ambición refiere, tres años más tarde,
su proclamación por parte del Congreso como “Ilustre Americano Rege-
nerador de Venezuela”1. Sin embargo, la envergadura de esta ambición
poco se corresponde con la realidad venezolana de fines del siglo XIX.
Venezuela es entonces un país fundamentalmente agrícola, muy pobre,
con una población diezmada por las guerras que no alcanza los dos
millones de habitantes. En una superficie dos veces grande como la de
Francia los habitantes de Venezuela están distribuidos en una geografía
nacional compuesta de regiones que poco se comunican con la capital
de la República y muy poco también entre ellas. El transporte de los

1 El 19 de abril de 1873

102

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

productos agropecuarios y las guerras son las principales causas de


movimientos de los venezolanos.
El análisis de esta contradicción entre la naturaleza de un proyecto
político-administrativo y las condiciones reales de la nación en la cual
se quiere implantar es el propósito de este trabajo. Para ello, se escogió
trabajar con una fuente particular, la prensa y más precisamente con el
periódico La Opinión Nacional, calificado por Manuel Pérez Vila como
el periódico “… oficioso del Guzmancismo” (Pérez Vila, 1997: 627).
El seguimiento de los modos de comunicar del proyecto político de
Guzmán y el análisis de los contenidos de esta comunicación deben
aportar algún esclarecimiento sobre la complejidad de la aplicación de
modelos político-administrativos provenientes en gran parte de otras
latitudes sobre una realidad concreta: la realidad venezolana.

La Opinión Nacional y La Crónica Administrativa


El diario La Opinión Nacional fue fundado por Fausto Teodoro de
Aldrei el 14 de Noviembre de 1868. Este empresario y periodista liberal
nacido en España se radica joven en Venezuela junto con su familia y
es un defensor acérrimo del gobierno de Guzmán. Es propietario de
una importante imprenta en Caracas a la cual incorpora en 1879 una
moderna novedad tecnológica: la imprenta de vapor. Esta nueva im-
prenta tiene una capacidad de tiraje mucho mayor que las imprentas
tradicionales. Tal es la relevancia de esta nueva adquisición que la
maquina es inaugurada en presencia del presidente de la República,
Antonio Guzmán Blanco el 23 de diciembre de este año. A partir de
esta fecha La Opinión Nacional es el primer periódico del país que se
imprime con esta novedosa técnica.
Es un periódico de gran formato (formato estándar), se publica de
lunes a sábado, y cuenta para los años del estudio con cuatro páginas.
Se destaca por incorporar de manera sistemática una novedad editorial
a sus páginas como lo son los avisos comerciales. Para los años 1870
y 1871, están reunidos principalmente en la página 4.
En el manchón del periódico que se muestra en la figura 1 aparece el
nombre: La Opinión Nacional seguido de la precisión diario de la tarde

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Caroline de Oteyza

y en la parte inferior, un cintillo anuncia Noticias Universales, Política,


Comercio, Industria, Ciencia, Literatura, Anuncios”.

Figura 1. Manchón del diario La Opinión Nacional.

En 1868 y 1869 el nombre del periódico estaba seguido de la


precisión edición de la mañana y el cintillo inferior no hace alusión al
contenido informativo sino al precio del ejemplar, de la suscripción y a
la modalidad de pago (por adelantado) de los avisos publicitarios.
Una primera revisión de los ejemplares de los años 1870 y 1871 mi-
crofilmados en la Hemeroteca Nacional permitió evaluar la distribución
morfológica de las distintas secciones2 que los componen y escoger
entre ellas la más pertinente para el propósito que nos interesa. Se
encontraron varias secciones cuyo análisis hubiera podido aportar
información valiosa, pero cubrían temáticas que no se ajustaban
específicamente a nuestro objetivo. Este el caso, entre otras, de la
sección “Código Civil” por ejemplo que se circunscribe a publicar las
versiones textuales de los textos legales emitidos por las distintas
instancias del Estado o la sección “Editorial” que abarca una gama
muy amplia de temas y problemas nacionales, internacionales, eco-
nómicos etc. como por ejemplo La relación del Norte (7 de enero de
1871); “Pedro Ducharne, héroe sangriento de Irapa” (11 de enero de

2 Las principales secciones que conforman el periódico La Opinión Nacional durante


los años 1870 y 1871 son: “Álbum Poético”; “Anuncios”; “Aviso Oficial”; “Boletín oficial”;
“Código Civil”; “Comunicados”; “Crónica Administrativa”; “Crónica de los Estados”;
“Crónica Oficial”; “Crónica Nacional”; “Crónica Policial”; “El Evangelio Liberal”; “El Vapor
Francés”; “Espectáculos”; “Esterior”; “Inspección Policial”; “Instrucción Pública”; “La
Opinión Nacional”; “Las Fiestas de la República”; “Lectura Recreativa”; “Mapa Políti-
co”; “Mortalidad”; “Movimiento de Pasajeros”; “Notabilidades Patrias”; “Publicaciones
Oficiales”; “Rada de La Guaïra”; “Sección Científica”; “Sección Comercial”; “Telégrafo
Eléctrico de Venezuela”; “Ultimas Noticias de Europa”.

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

1871) “Entusiasmo de la opinión” (19 de enero de 1871) o varias otras,


sin embargo la sección denominada La Crónica Administrativa presenta
un contenido que se refiere directa y exclusivamente a la organización
político-administrativa del país y reseña las modalidades y los vaivenes
de su puesta en marcha.
Esta sección está generalmente ubicada en la página 3 del periódico
y publica informaciones, circulares, correspondencias, informes o de-
cretos provenientes de la Presidencia de la República, de los distintos
Ministerios o de otras entidades político-administrativas.
Se publicó entre el 10 de diciembre de 1870 sustituyendo a una
sección bastante parecida La Crónica Oficial y el 3 de agosto de 1871
fecha a partir de la cual pareciera estar remplazada por La Crónica
Nacional que si bien cubre temáticas similares, no corresponde a las
características exclusivamente político-administrativas de La Crónica
Administrativa.

Camino metodológico
Una primera lectura de estas Crónicas Administrativas permitió
observar una contradicción entre el tono de las propuestas oficiales
de ordenamiento administrativo y los reiterados señalamientos a
funcionarios u oficinas por incumplimiento, corrupción y desorden
administrativo.
Se decidió entonces analizar de manera sistemática estas crónicas
con el fin de inferir sobre la distancia entre la naturaleza del proyecto
político-administrativo que se pretende desarrollar y las condiciones
reales de la Venezuela de este último cuarto del siglo XIX.
Se analizaron las Crónicas Administrativas publicadas durante los
inicios del gobierno de Guzmán Blanco. La primera de ellas se publica
el 10 de diciembre de 1870, y la última el 3 de agosto de 1871 cuando
desaparece del periódico. En total se analizaron 101 secciones de La
Crónica Administrativa que suman 259 informaciones. Cada información
fue registrada y descrita a partir de un conjunto de características que
se muestran en la tabla 1.

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Tabla 1. Elementos descriptivos de La Crónica Aministrativa.
Fecha de Institución Naturaleza Fecha del
Página Encabezado Contenido Firma
publicación emisora del texto texto
Caroline de Oteyza

ENERO de
             
1870

Destinadas a
las aduanas
(“Dígase en
circular a las
Aduanas…”)
para expli-
car que los
Jacinto
fondos de la
Gutiérrez
EE.UU. de Ministerio de Compañía
10/12/1870 2 Circular 09/12/1870
Venezuela Hacienda de Crédito
Ministro de
son para
Hacienda
proporcionar
recursos con
que atender
a las (ileg-
ible) vigentes
necesidades
públicas.

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

La organización político-administrativa de los Estados


Unidos de Venezuela
El proyecto de organización político-administrativa del Estado ve-
nezolano abarca todas las esferas del aparato estatal existente y crea
nuevas instituciones para modernizar la relación entre el Estado y sus
administrados. En el lapso estudiado, los principales hitos reseñados
son el logro de una administración organizada que logra centralizar la
información sobre la nación, que le permitirá levantar impuestos de
manera racional y dictar las reglas para todo el país, y el logro de un
Estado convertido en el principal promotor del desarrollo de novedosas
prácticas económicas, sociales y culturales. En muchos de los textos
analizados se cuela la imagen de un Estado que aspira parecerse a
los grandes de su época.

Una administración central organizada


A lo largo de estos ocho meses La Crónica Administrativa no ha
cesado de publicar informaciones provenientes de la Presidencia de la
República, de los ministerios o de algunas dependencias importantes
de la administración central como por ejemplo la Junta de Crédito
Público o la Dirección General de Estadísticas. La lectura de estas cró-
nicas sugiere que la organización y la centralización de la información
nacional por parte del gobierno de Caracas es una aspiración constante
en este inicio del gobierno de Guzmán. Muchas de ellas se refieren a
medidas, disposiciones, decretos y reglamentaciones que apuntan a
la creación de instancias administrativas nuevas o a la consolidación
y reestructuración de entidades existentes y revelan una intención del
poder central de controlar la actividad política, económica, social y
militar del país. El ordenamiento y el control de la actividad econó-
mica permitirán al Estado disponer de recursos para asumir nuevas
responsabilidades. La Crónica administrativa del 14 de Diciembre de
1870 publica el decreto siguiente:

EE.UU. de Venezuela. Ministerio de Hacienda. Decreto


Para que se les pueda expedir los correspondientes títulos de la
deuda, los acreedores del gobierno deben presentar al Ministerio los
documentos que comprueben sus acreencias, cantidades y fechas.

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Estos documentos serán pasados a la Dirección de Contabilidad


para su examen y liquidación. La información deberá entregarse
siguiendo un modelo encabezado por “Títulos de Crédito del uno por
ciento (Decreto del 9 de Diciembre de 1870). Firmado Gutiérrez3.

Dos semanas más tarde el Ministerio de Fomento publica un aviso en


el cual se informa sobre la clasificación de las actividades productivas
del país y se le solicita a los dueños de dichos negocios que aún no es-
tén registrados y no tienen patente que se registran en el Ministerio

29 de diciembre de 1870 EE.UU. de Venezuela. Ministerio de Fo-


mento. viso Clasificación de industriales que han obtenido paten-
tes provisionales y de los que habiendo ejercido su industria no
han sacado patente en el corriente año de 1870”. Lista por ramo:
Agentes de negocio/ Alfareros/ Armeros/ Buhoneros/ Carpinteros/
Colchoneros/ Expendedores de víveres y licores/ Consignatarios/
Curtidores/ Espendedores de mercancías secas/ Espendedores de
quincalla/ Espendedores de artículos de escritorios/ Espendedores
de joyas/ Espendedores de drogas/ Espendedores de madera/ Es-
pendedores de café/ Empresarios de caballería/ Espendedores de
inhumaciones/ Espendedores de escogida de café/ Espendedores
de lotería/ Ebanistas/ Herreros/ Cerrajeros/ Panaderos/ Mesones y
rancherías/ Sastres/ Talabarteros/Zapateros. Firma J.J. Herrera4.

A principio de enero de 1871, se publican dos decretos de Antonio


Guzmán Blanco. El primero reglamenta de manera muy detallada y en
un texto muy largo los procedimientos para mejorar la ejecución del
decreto sobre redención de censos para los propietarios de tierras y
en el segundo anuncia la creación de una Dirección General de Esta-
dísticas anexa al Ministerio de Fomento5.
Este mismo día, el Ministerio de Guerra y Marina solicita a los co-
mandantes de apostaderos, mediante la publicación de una resolución,
que le sea entregado a la mayor brevedad los estados de los almace-
nes de Marina. La justificación de dicha solicitud es que el gobierno

3 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 14 de diciembre de 1870


4 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 19 de diciembre de 1870
5 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 11 de enero de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

requiere esta información. El 10 de mayo del año siguiente se publica


la siguiente resolución:

EE.UU. de Venezuela. Ministerio de Guerra y Marina. Resolución:


Los jefes, oficiales y guardias marina deben presentar sus títulos,
grados, sueldos, cedula de invalidez, para estructurar un escalafón
general de la Marina6.

Asombra el nivel de exigencia, la precisión de los requerimientos


y el volumen de informaciones administrativas solicitadas por los mi-
nisterios.

Un Estado promotor de las principales actividades del


país
El Estado aspira organizar y promover el progreso para hacer de Ve-
nezuela un país moderno a la par de los del norte. Impulsa el desarrollo
vial para mejorar las comunicaciones entre las distintas regiones del
país, el transporte de productos agrícolas y la movilización de tropas
a lo largo y ancho del territorio nacional. El Estado también promueve
y orienta el desarrollo agrícola, comercial, e industrial; aspira elevar el
nivel educativo de la población mediante el impulso de la educación
pública desde la primaria hasta la superior, y la promoción del desa-
rrollo científico en el país.
El 6 de junio de 1871, el Ministerio de Fomento publica una comuni-
cación al Ministerio de Relaciones Exteriores para que averigüe acerca
de una planta medicinal con propiedades comprobadas para curar el
cáncer que se encontró en Ecuador. Se supo de este descubrimiento
por la prensa y se pide al Ministro que consiga semillas7.
Los mecanismos para promover el desarrollo del país no siguen
siempre la vía institucional, en ocasiones basta la orden presidencial
para imponer una medida. El 16 de junio, J.M. Montenegro del Ejército
Constitucional de la Federación le hace llegar una comunicación al
Ciudadano Presidente de la Junta de Carabobo para informarle que:

6 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 10 de mayo de 1871


7 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 1 de julio de 1871

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por orden del presidente Guzmán, se debe acondicionar la carretera


de Valencia a Caracas, que se encuentra en un estado lamenta-
ble8.

Más adelante se publica en La Crónica Administrativa la circular


oficial que informa que:

Por orden del presidente Guzmán se le exige abrir una carretera


desde Valencia, que pase por Montalbán y Nirgua que enlace el
estado Carabobo con Yaracuy y Barquisimeto9.

El 23 de julio siguiente se dan a conocer un decreto y una circular


relativos a la Educación. Con el encabezado en mayúscula que reza:
Antonio Guzmán Blanco, el ejecutivo nacional publica un decreto para
nombrar las autoridades de la recién creada Facultad de Medicina de
Caracas de conformidad con el Art. 74 de su estatuto y más abajo una
circular emanada del Ministerio de Fomento notifica oficialmente el
nombramiento de los miembros principales y suplentes de la Dirección
Nacional de Instrucción Primaria.
El desarrollo agrícola es uno de los objetivos del gobierno que se
encuentra de manera recurrente en las publicaciones revisadas. La
Crónica administrativa del 2 de febrero de 1871 presenta una extensa
reflexión sobre la problemática agrícola venezolana en el cual se reco-
mienda, entre otras, abandonar el cultivo del añil cuyo precio interna-
cional ha caído en tal magnitud que su producción en Venezuela ya no
es rentable. La responsabilidad de la caída de los precios es atribuida
a la fabricación industrial del añil en Europa y a la poca riqueza de los
suelos venezolanos. Se recomienda innovar y sembrar café, cacao y
trigo. Al día siguiente el Ministerio de Fomento agradece la disertación
a su autor y recomienda la publicación de un opúsculo sobre el tema
para difundirlo en el país.

8 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 16 de junio de 1871


9 La Crónica Administrativa en la Opinión Nacional del 16 de junio de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

Un Estado que aspira parecerse a los grandes de su


época
Contar con una organización político administrativa ordenada y
eficaz pone a Venezuela a la altura de las principales naciones desa-
rrolladas de Europa y de los Estados Unidos del Norte. La lectura de
La Crónica Administrativa revela que éste parece ser un gran anhelo
del gobierno de Antonio Guzmán Blanco. Se encontraron varias traduc-
ciones hechas por el propio Guzmán de textos legales y de normativas
administrativas de países europeos.
En su edición del 17 de abril de 1871 se publica una resolución
firmada por Diego Bautista Urbaneja y destinada a la jefatura civil del
Estado Bolívar en la cual se le recuerda la obligación de tener un pa-
saporte para movilizarse dentro y fuera del Estado.
El 16 de de mayo, de nuevo se lee una resolución del Ministerio
de Guerra y Marina en la cual se le avisa al Cónsul de Venezuela en
las Antillas Británicas que, los Trinitarios que no tuvieran el pasaporte
sellado en el consulado de Venezuela no les será permitido el ingreso
a Venezuela.
Un mes más tarde, el 26 de junio de 1871 el Ministerio de Relaciones
Exteriores publica en La Crónica Administrativa un decreto francés
–también traducido por Guzmán–, que obliga a todo pasajero que viaja
a Francia a tener un pasaporte visado por una cancillería francesa.
Esta última traducción publicada por Guzmán luce como una justifi-
cación de la medida recién adoptada según la cual es obligatorio tener
un pasaporte visado por las autoridades competentes de Venezuela.
Esta norma administrativa que se acaba de incorporar a la legislación
venezolana, también se practica en Francia.
La aspiración a parecerse a las grandes naciones de la época
también se manifiesta en el cuido de la imagen del país en el exterior
que busca presentar a Venezuela como un país que vive en paz y que
ha iniciado un proceso acelerado de desarrollo. Esta atención por la
imagen del país también obedece a la imperiosa necesidad de atraer
capitales extranjeros para financiar los proyectos de desarrollo. Si bien
no hemos encontrado evidencias de esta última explicación, interesa
aquí resaltar las que se manifiestan en La Crónica Administrativa:

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El 31 de mayo de 1871 se publica la traducción hecha por Guzmán


de un debate parlamentario de los Países Bajos sobre legislación co-
mercial. En este debate publicado en el Diario de la Tarde de los Países
Bajos se hace mención a las dificultades encontradas para comerciar
con Venezuela y se anuncia que están en proceso de resolverse gracias
a las gestiones de G. Pulido10.
Una circular publicada el 22 de julio de 1871 emitida por el Ministerio
de Relaciones Exteriores y destinada a todos los cónsules de Vene-
zuela en el mundo (“al Sr. Cónsul de Venezuela en... ”) informa que a
pesar de algunos intentos de sublevación de unas guerrillas que fueron
rápidamente aplacadas, la nación vive un estado de paz y de progreso
envidiable. La circular explica detalladamente que este logro se debe
a la meritoria gestión del presidente Guzmán y a las incomparables
bondades de la causa liberal.
Que mejor argumento para quien quiere parecerse a los grandes
gobernantes de este mundo que codearse con ellos y contarlos entre
sus amigos. Guzmán Blanco no pierde una oportunidad de dar a co-
nocer públicamente sus relaciones con emperadores reyes, reinas y
presidentes de las naciones poderosas.
En marzo de 1871 La Crónica Administrativa publica una carta
encabezada con el membrete del Ministerio de Relaciones Exteriores,
que rinde cuenta de la cercanía del presidente Guzmán con la realeza
europea. Por intermedio de su embajador, el Rey de los belgas informa
al Presidente venezolano del nacimiento de las princesas sus hijas y
firma “Vuestro sincero amigo Leopoldo”.
El 11 de abril de 1871 aparece otra carta cuyo encabezado reza:
Guillermo por la Gracia de Dios Emperador de Alemania y Rei de Prusia,
etc.etc. en la cual el monarca alemán llama a Guzmán su Grande y buen
amigo. Y le informa que fue restablecido el Imperio Alemán y que ha
aceptado la dignidad imperial. Hace voto por el bien de Venezuela y de
las relaciones entre los dos países. La Crónica Administrativa publica
a continuación de la misiva alemana la respuesta de Guzmán A su
majestad Guillermo, redactada en un tono respetuoso de la formalidad
diplomática y en la cual también hace voto por el porvenir del imperio
y por las buenas relaciones entre los dos países.

10 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 31 de mayo de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

La formalidad y el registro escrito como norma


Más allá de los contenidos, La Crónica Administrativa revela una
honda preocupación del gobierno por los formalismos tanto en la
emisión de mensajes como en los procedimientos. Esta formalidad se
impone en la redacción de los textos y subraya un respeto reverencial a
la jerarquía, al protocolo y a la majestad de los cargos públicos. Todos
los comunicados oficiales publicados en La Crónica Administrativa
exhiben esta formalidad extrema en los enunciados y procedimientos.
El enunciado de la carta de Antonio Leocadio Guzmán al Ciudadano
presidente de la República el 14 de febrero de 1871 es ilustrativo de
este formalismo. (ver anexo 1)
Esta formalidad constante pareciera indicar una intención de atribuir
un carácter esencialmente civilista a las relaciones entre los responsa-
bles de la administración del Estado y sus administrados.
La lectura atenta de esta crónica revela que la formalidad se expre-
sa además en el registro escrito sistemático de todas las decisiones
emitidas por la administración pública y del seguimiento de estas
decisiones. Se toman decisiones, se crean instituciones y todo se
registra por escrito para su difusión en el país y para la posteridad. La
existencia misma de La Crónica Administrativa demuestra el grado de
importancia que el gobierno otorga a este registro escrito que no se
queda apilado en los archivos de la administración pública sino que
se publica en un periódico de gran tiraje en el país.

El halago al gobernante y a la causa federal


La lealtad y hasta la incondicionalidad al presidente Guzmán y a la
causa federal es presente en casi todas las cartas, comunicaciones y
circulares emitidas por el gobierno central y por las entidades admi-
nistrativas de los estados de la Unión. La circular emitida por Antonio
Leocadio Guzmán a los presidentes de los Estados el 21 de febrero
de 1870 es ilustrativa de esta realidad

con el objeto mui importante para la paz de la República de no con-


sentir en su territorio ningún cónsul o vice-cónsul que sea enemigo
del orden existente, espera el gobierno que usted se sirva tomar

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todos los informes necesarios y aún reunir las pruebas que sea
posible acerca de la conducta política de los que existen en este
Estado y comunicarlo a este Ministerio sin tardanza para dictar las
medidas que el interés de la paz pública aconseja y exige11.

El Ministerio de Relaciones Exteriores publica un comunicado el 11


de mayo de 1871 en el cual se aclara que:

Comprobado como lo ha sido en el espediente de la materia que el


señor Antonio Brasechi no ha sido ni es hombre de partido opuesto
al gobierno ni a la política que la gran mayoría nacional acaba de
establecer, el gobierno ha consentido que puede reencargarse de
la Agencia Consular de Italia en Trujillo y así se ha comunicado a
quien corresponde.

Con la sentencia La vindicta social quedará satisfecha12 termina


la comunicación de la presidencia del Estado Bolívar en la cual se le
informa al Ministro de lo Interior y Justicia que ha sido resuelto un caso
policial y que los agresores fueron encarcelados.
A manera de cierre, de la lectura de esta crónicas puede despren-
derse la imagen de un Estado venezolano moderno, que cuenta con
una administración competente, eficaz, racional y altamente formal y
que todo ello no es sino la consecuencia del proyecto guzmancista,
portavoz de la causa liberal.

La difícil implantación de las nuevas instituciones


político-administrativas
Los numerosos textos de La Crónica Administrativa analizados hasta
ahora develan un Estado venezolano consciente de su rol de promotor
del desarrollo del país, que logró acabar con las disidencias y rebe-
liones armadas internas, un Estado que opera con una administración
civilista, estructurada, organizada y respetuosa de los procedimientos
legales y de las jerarquías. Sin embargo, otros textos publicados en
esta misma sección y provenientes también de las instituciones del

11 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 21 de febrero de 1870


12 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 1 de mayo de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

Estado muestran un país distinto, un país con alzamientos militares


reiterados, donde la corrupción parece ser la regla, y donde el desorden
administrativo y la ignorancia de la Ley no son excepciones.

La paz definitiva que no termina de ser tal


La imagen de un país que vive en paz no parece corresponder a
los incesantes brotes de alzamiento en varias regiones del país. Para
reiterar la idea que el país se encuentra en paz varias informaciones
dan cuenta del aniquilamiento definitivo del enemigo.
En enero de 1871, P. Elías Rojas de la Comandancia de Armas del
Estado soberano de Cumaná informa al ministro de Guerra y Marina
que “fue debelada (sic) una facción insignificante que llegó a invadir
la plaza Cumanacoa”13.
En marzo del mismo año Joaquín Crespo envía una carta al ciudada-
no general ministro de Guerra y Marina en la cual le manifiesta que:

me ha sido preciso volver al territorio de mi mando porque los alza-


dos al saber de mi llegada se alejaron del Alto Apure. Los perseguí
en el territorio cuya custodia me estaba encomendada... Ya hay paz
por el aniquilamiento total de las facciones alzadas14.

A los pocos días desde el cuartel de Valencia, Matías Salazar


recuerda al Ministro de Guarra y Marina que habían pedido un con-
tingente de hombres y armas a Guzmán Blanco para una expedición
contra el enemigo. Lograron reunir 1.700 hombres y de ellos 1.200
fueron a luchar contra el general faccioso Manuel Herrera15. Dos días
más tarde, mediante un comunicado, se hace saber al Ministerio de
Guerra y Marina que varios generales se han sometido al gobierno y
que entregaron hombres y armas, con lo cual el Estado Cumaná se
encuentra ahora completamente pacificado16. En otra nota, el prefecto
de Carúpano reporta que luego de duras luchas, el orden legal reina
ahora en todo el Estado Cumaná17. En abril se anuncia desde Maturín

13 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 14 de enero de 1871


14 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 15 de marzo de 1871
15 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 21 de marzo de 1871
16 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 23 de marzo de 1871
17 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 23 de marzo de 1871

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que la única partida facciosa que existía por los montes de Púnceres
fue sometida a la clemencia del gobierno18. En Valencia la situación no
luce muy diferente, una circular firmada por Diego Bautista Urbaneja
destinada a la Jefatura civil del Estado Bolívar indica que se conoce
de un alzamiento de los godos y se solicita que esta jefatura apoye a
los militares para combatir a los facciosos19.
También desde Coro, en mayo se anuncia la derrota de unos alzados
contra el gobierno que se habían preparados en Curazao. El Informe
aprovecha para recalcar la conducta ejemplar del pueblo siempre leal
a la causa federal y termina suministrando la lista de los nombres de
los hombres hechos preso en la batalla de Agüima y la lista del botín
de guerra (pólvora, balas, cartuchos) 20.
A pesar de la voluntad de trasmitir la imagen de un país pacificado
y dedicado a progresar, la misma Crónica Administrativa revela que
la paz –que se dice alcanza todo el territorio de Venezuela– no es tal;
desde Coro, Valencia hasta Carúpano y Maturín no cesan los someti-
mientos de rebeldes. Esta realidad político-militar no es la única que
no concuerda exactamente con el discurso oficial del gobierno central
publicado regularmente en la Crónica Administrativa.
Durante el lapso de tiempo que cubre el estudio, son numerosos
los textos, los comunicados, las circulares o las comunicaciones per-
sonales en los cuales se refleja la impaciencia del gobierno por las
irregularidades administrativas (corrupción), el incumplimiento de la
normativa administrativa impuesta desde Caracas, o simplemente por
el desorden administrativo.

Las irregularidades administrativas (corrupción)


El 26 de enero de 1871, el Ministerio de Guerra y Marina hace saber
públicamente por vía de La Crónica Administrativa que ha recibido
quejas de los industriales según los cuales el capitán del puerto de La
Guaira favorece a sus amigos e interpela públicamente el funcionario:
Dígase al capitán del Puerto de La Guaira21.

18 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 10 de abril de 1871


19 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 17 de abril de 1871
20 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 2 de mayo de 1871
21 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 26 de enero de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

En marzo una comisión del mismo ministerio enviada a Barcelona


para supervisar las oficinas del Ministerio de Hacienda concluye que el
abuso ocurre en todas las oficinas de los Estados del Oriente, salvo en
las de Ciudad Bolívar y precisa que se acostumbra hacer rebajas del
veinte por ciento sobre los derechos que deben pagar y para concluir
solicita al Ministerio que tome medidas22.
Una situación similar se repite en abril cuando se publica una cir-
cular destinada a las aduanas indicando que el Ministerio de Hacienda
tiene constancia de que algunas aduanas no cumplen con el artículo
8° sobre cabotaje y precisa que:

De la estricta observancia de los preceptos legales, depende el


completo restablecimiento de la normalidad administrativa que, en
beneficio de los intereses del fisco, confía el gobierno nacional al
celo eficaz de sus agentes. Se le notifica que esta circular emana
de una orden del Presidente. Jacinto Gutiérrez23.

El incumplimiento de la normativa administrativa


Son numerosas las resoluciones en las cuales se llama la atención
de los funcionarios y se les insta a aplicar las normativas administrativas
emanadas de Caracas.
En enero de 1871 el Ministerio de Guerra y Marina resuelve llamar
la atención del capitán del puerto de La Guaïra por no aplicar la ley
referente a la carga y descarga de barcos24.
La Administración General de Correos publica una circular el 4 de
mayo de 1871 que alude a una evidente dificultad de aplicar los textos
oficiales:

Los administradores de correos impedirán la circulación de corres-


pondencia por otros vehículos que no sean las estafetas nacionales”.
Especificando más adelante que “25… se detectaron irregularidades
con la creación de empresas que despachan correos.

22 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 29 de marzo de 1871


23 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 17 de abril de 1871
24 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 16 de enero de 1871
25 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 4 de mayo de 1871

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La circular pide redoblar la vigilancia y aplicar multas. Advierte que


ninguna casa de comercio tiene derecho a despachar corresponden-
cia.
Ahora es el Ministerio de lo Interior y Justicia que se ve en la obliga-
ción de publicar una resolución firmada por Diego Bautista Urbaneja
en vista de que no se cumple la Ley del 6 de Junio de 1865, sobre
publicación de leyes, y a consecuencia de las revueltas políticas, se
resuelve reimprimirlas para que se distribuya en todos los Estados26.
Sin embargo, una resolución deja entrever que a veces el incum-
plimiento de la ley es el resultado de la falta de normativa. Tal parece
ser el caso para el comercio fronterizo entre San Antonio del Táchira
y San José de Cúcuta.

Resolución: Sometidas a consideración del gobierno las observa-


ciones del Cónsul de la República en san José de Cúcuta sobre
la falta de reglas vijentes para la introducción de productos y ma-
nufacturas colombianos en Venezuela, y sobre prácticas abusivas
en la Aduana de San Antonio del Táchira y San José de Cúcuta, el
gobierno obliga a que toda mercancía que entre a Venezuela debe
tener una factura formal y certificada por el Cónsul de la zona que
certifique la exactitud de los artículos y los montos27.

El desorden administrativo
Ante tantos requerimientos de profesionalismo, de formalidad, de
protocolo, de rigurosidad informativa y de rendición de cuentas, la ad-
ministración central se ve obligada a supervisar y reclamar las múltiples
y serias fallas de desempeño de las instituciones y de sus oficinas.
El 31 de diciembre de 1870 el Ministerio de Fomento emite una
resolución muy ilustrativa de esta situación:

A pesar de la actividad con que se ha dictado todas las medidas


conducentes a la ejecución del Decreto del 27 de Junio de este año,
no ha podido terminarse la impresión de estampillas de escuelas; por

26 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 22 de mayo de 1871


27 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 8 de julio de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

lo tanto el gobierno resuelve que el impuesto de escuela no comience


a cobrarse hasta el 1 de febrero del año entrante suspendiéndose
durante el mes de enero los efectos del citado decreto en todo lo
que dice relación al uso de las estampillas. Firma Sanavría.

Por su parte el Ministerio de Guerra y Marina publica otra resolución


para llamar la atención de los funcionarios porque no se entregaron las
listas de revista solicitadas por el ministerio28.
El desorden administrativo no se manifiesta solamente por no tener
los registros al día o no suministrar información actualizada a las autori-
dades superiores. Encontramos una notificación de la junta de Crédito
Público en la cual se solicita que sean devueltos unos documentos
sustraídos en el registro de emisión de la deuda nacional consolidada29.
O una resolución del 15 de marzo que precisa que:

Por haber encontrado errores y enmendaturas en los informes de los


contadores de los buques o de individuos retirados de las Aduana
Nacional y para evitar perjuicios al erario público, resuelve: En ningún
instrumento formal, se usará de guarismos sino precisamente de
letras para determinar la expresión de las cantidades, de su alcance
como lo previenen las ordenanzas generales de la Armada sin lo cual
no será válido el instrumento siendo responsables los contadores
de los perjuicios que resulten a la Hacienda Nacional. Firmado J.
B. García.

En las oficinas administrativas de los Estados, el respeto reverencial


a la jerarquía no parece preocupar demasiado a los funcionarios lo que
obliga al ministro Diego Bautista Urbaneja a publicar una circular a los
presidentes de los Estados para recordarles que toda correspondencia
destinada al Ejecutivo Nacional debe estar firmada por el Presidente o
el jefe civil y no solo por los secretarios como viene ocurriendo30.
El 22 de Mayo de 1871 se publica de nuevo una circular para po-
ner orden en el manejo de la exigencia de matrícula de nacionalidad
extranjera expedida por las legaciones. Se recuerda que por ley, solo
el ejecutivo nacional puede realizar dicho trámite. Y a principio de

28 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 14 de enero de 1871


29 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 13 de enero de 1871
30 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 14 de mayo de 1871

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Caroline de Oteyza

Julio una nueva resolución insta a devolver la papelería oficial de los


archivos públicos robados antes de 1870 y que se utiliza para envolver
mercancía y víveres31.

Comentario final
La revisión de casi dos años del periódico La Opinión Nacional
sugiere que La Crónica Administrativa cumple el papel de órgano del
gobierno central, una suerte de gaceta oficial antes de la hora, un espa-
cio exclusivo del Estado para comunicar lo que necesita hacer público.
Ya no basta con registrar las decisiones político administrativas en los
archivos de las instituciones del Estado, es necesario ahora hacerlas
públicas mediante su copia en la prensa. El periódico es un medio para
la comunicación cotidiana de las medidas gubernamentales al país y a
los funcionarios del gobierno central y de los gobiernos regionales.
Los contenidos de La Crónica Administrativa de estos primeros
años de gobierno revelan una realidad dual del país. Por una parte en
los altos niveles del poder central, el afán de modernización y el sue-
ño de parecerse a las grandes naciones del mundo lleva a organizar,
planificar, legislar y decretar desde Caracas medidas que, se piensa,
garantizarán el progreso de la nación. Por otra las condiciones reales
del país y de la burocracia civil y militar encargada de aplicar y llevar a
cabo estas reformas no cuentan ni con la tradición, ni con el nivel de
formación, de eficacia, y de compromiso que requiera tan ambicioso
proyecto.
Esta realidad dual también se observa en la contradicción entre la
voluntad institucionalista que se manifiesta pomposamente en la rigu-
rosidad y la formalidad tanto en el verbo cómo en los procedimientos,
que contrasta fuertemente con el personalismo del presidente de la
República y con la sustitución de los procedimientos administrativos
por la voluntad presidencial. Esta voluntad presidencial se hace obli-
gación administrativa “por orden del presidente Guzmán, se debe
acondicionar la carretera de Valencia a Caracas, que se encuentra en
un estado lamentable”32.

31 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 7 de julio de 1871


32 La Crónica Administrativa en La Opinión Nacional del 16 de junio de 1871

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La difícil organización de la institucionalidad político-administrativa

De la misma manera, se desprende claramente la intención guber-


namental de impregnarle a su proyecto de modernización político-
administrativa un color político. Casi todos los textos concluyen con
un slogan, una cita o una consigna relativa a la grandeza de la causa
liberal y de su principal representante Antonio Guzmán Blanco.

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Caroline de Oteyza

Anexo 1

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Sin permiso ni perdón:
huellas de periódicos extranjeros
en la prensa salvadoreña
de la primera mitad
María Tenorio
* del siglo XIX

Resumen
En los inicios del periodismo impreso salvadoreño, los periódicos extranjeros
sirvieron no sólo como fuentes de noticias sobre el mundo exterior, sino que
también enseñaron a la prensa local como ser periódicos, es decir, como ser
parte de la misma familia de textos (formación discursiva). Este artículo sigue
las huellas de la prensa foránea en títulos publicados en El Salvador entre 1824
y 1850. La circulación de ejemplares de otros países en ciudades salvadoreñas
era signo de que el país estaba en contacto con el mundo exterior.
Palabras clave: Prensa del siglo XIX; Periodismo salvadoreño; Periodismo
extranjero; Fuentes de información.

Abstract
From the starts of print journalism in El Salvador, foreign newspapers were not
only a news source from abroad but also a role model of how journalism should
be practiced; that is, how to be part of the same family of texts (discursive forma-
tion). This work follows the foreign press that circulated in El Salvador between
1824 and 1850; the presence of these titles in different cities of the country was
a sign that El Salvador was in contact with the rest of the world.
Key words: 19th century press; Salvadorian journalism; Foreign journalism;
sources of information.

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María Tenorio

Résumé
Aux premiers temps du journalisme au Salvador, les journaux étrangers ont
servi de source d’information sur le monde extérieur. Ils ont également joué un
rôle de modèle pour la presse locale lui permettant ainsi de se transformer
en une presse nationale c’est-à-dire en devenant une seule famille de textes
(dans la formation du discours). Cet article examine les traces de la presse
étrangère dans les titres publiés au Salvador entre 1824 et 1850. La circulation
des journaux étrangers dans les villes salvadoriennes révélait un contact entre
l’État et le monde extérieur.
Mots clé: Presse du XIXème siècle; Journalisme salvadorien; Journalisme
étranger; Sources d’information

Recibido: 26/05/2008
Aprobado: 31/07/2008

La ciudad de San Salvador vio la entrada de la imprenta y el naci-


miento del periodismo de manera simultánea hacia mediados de 1824.
La maquinaria y los útiles para imprimir, adquiridos por el gobierno
del estado, contarían entre sus primeros frutos al Semanario Político
Mercantil de San Salvador, (Newspapers, 2003), publicación sabatina
de oposición a la prensa guatemalteca1. Resulta evidente que el sur-
gimiento de la prensa no hubiese sido posible sin el concurso de la
tecnología: la historiografía insinúa que se buscó la forma de importar
los instrumentos con el propósito de publicar un periódico (Lardé y La-
rín, 1950: 45). Menos obvia resulta otra condición de posibilidad crucial
también para el nacimiento y desarrollo del periodismo en el estado:
la circulación y consumo de periódicos extranjeros. Estos llegaron a
las ciudades salvadoreñas por tierra o por mar, en un tiempo cuando
no había telégrafo ni otra forma de transmitir información a distancia,
desde antes de que se imprimiera un periódico en El Salvador (y se-
guirían llegando después). Es cierto que sin tecnología los impresos
periódicos no hubiesen sido “impresos”. Pero también lo es que sin
consumo de prensa foránea, no hubiesen sido “periódicos”; es decir,
no hubiesen sido ejemplares pertenecientes a una misma “formación
discursiva” –entendida como una familia de textos que se impone a

1 En aquellos tiempos, tanto El Salvador como Guatemala eran estados miembros de la


recién formada y siempre conflictiva federación centroamericana (1824-1839).

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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

nuestro hábito (Foucault, 2002: 61). Esto último interesa probar en este
artículo que, para ello, sigue las huellas de los periódicos extranjeros
citados o aludidos en las páginas de una muestra de periódicos sal-
vadoreños aparecidos entre 1824 y 18502.
Imagínese a un suscriptor de uno de los primeros periódicos locales
en las primeras décadas de vida independiente en la ciudad de San
Salvador: antes de arriesgar unos reales en esa compra, seguro habría
leído o comprado impresos periódicos de otros lados, de Guatema-
la, de México, de Cuba, de Francia o de los Estados Unidos. Sabría
qué esperar de un periódico. La producción periodística local tenía
que responder a las expectativas de sus consumidores potenciales.
Sostiene Roberto Schwarz (1992) que “la novela ya existía en Brasil
antes de que hubiera novelistas brasileños. Cuando estos aparecieron,
naturalmente siguieron los modelos europeos, igual buenos o malos,
que ya estaban arraigados en nuestros hábitos de lectura” (p. 41). Algo
semejante ocurre con la prensa salvadoreña. Sus títulos y ejemplares
apelaron, en un primer momento, a los lectores ya formados, aquellos
que tenían gusto por los papeles foráneos para, en un segundo mo-
mento, procurar el fortalecimiento de la producción local.
El temprano periodismo de El Salvador3 entró en la dinámica de una
cultura impresa (Chartier, 1989), mucho más amplia para producir(se)
un lugar propio en el espacio y en el tiempo, en la imaginación de los
lectores y en el mercado. Para ello fue inevitable “la imitación cultural”
(Schwarz, 1992: 7). Utilizar papel venido de fuera. Emplear maquinaria
importada. Tomar préstamos de periódicos foráneos, en contenidos y
en formatos. Copiar títulos y géneros. Imitar la disposición de textos en
columnas, el uso de grabados. En las ciudades del estado salvadoreño
había que producir escritos legibles, en su discurso y en su materialidad,

2 Entre los títulos salvadoreños revisados para este estudio están el Semanario Político
Mercantil de San Salvador (1824), Gazeta del Gobierno (¿1827?), El Iris Salvadoreño
(1836-37), La Tijereta (1838), Correo Semanario del Salvador (1840), El Amigo del Pue-
blo (1843), El Salvador Rejenerado (1845), El Crepúsculo (1847), Gaceta del Gobierno
Supremo del Estado del Salvador en la República de Centro-América (1847), La Unión
(1849) y El Albolario Plebeyo (1850). Entre paréntesis se indica el año de aparición de
cada título.
3 En la primera mitad del siglo XIX no se había incorporado el artículo “el” al nombre del
estado, que usualmente se escribía “estado del Salvador”, como se ve en títulos de
varios periódicos.

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María Tenorio

por quienes ya leían periódicos de fuera. Los impresos salvadoreños,


si querían ser adquiridos y consumidos como periódicos, tenían que
“parecer” periódicos: eso les enseñaba la prensa de fuera del estado
a los nuevos periodistas y editores. A mantener el aire de familia.
Este artículo está estructurado de la siguiente manera. En la primera
parte se describen el formato y los contenidos de la temprana prensa
salvadoreña de manera que los lectores se hagan una idea general
sobre los textos que aquí se estudian. En la segunda parte se presen-
tan los títulos extranjeros que dejaron huellas en la prensa estudiada,
así como las formas de aparecer en calidad de fuentes de noticias
internacionales. En la tercera parte se muestra cómo las relaciones
de parentesco entre la prensa local y la extranjera van más allá del
trasiego de noticias; la organización interna de un periódico o el título
de otro están emparentados con los impresos que los preceden. La
cuarta parte aborda otra dimensión de la que da testimonio la prensa
estudiada: los periódicos extranjeros eran mercancías u objetos con
valor comercial. La quinta y última parte reflexiona sobre el diálogo e
intercambio entre los impresos salvadoreños y los foráneos: no solo
la prensa extranjera viajó hacia el estado centroamericano que nos
ocupa, también ejemplares locales salieron fuera del estado.

1. Formato y contenido de la temprana prensa


salvadoreña
Un periódico es un objeto identificable a primera vista. Sea publicado
en Caracas, en Moscú, en Nueva York, en Shangai o en El Salvador,
podría apostarse que cualquier ciudadano –aunque no pudiese des-
cifrar los caracteres del código escrito– lo reconocería como ejemplar
de la prensa. Ahora bien, al enfrentarnos con un impreso periódico de
la primera mitad del siglo XIX, el reconocimiento no sería inmediato. Si
bien los contemporáneos y los decimonónicos pertenecen a la misma
formación discursiva y mantienen, en consecuencia, un aire de fami-
lia, los antiguos presentan sobresalientes diferencias, observables a
primera vista, respecto de los contemporáneos. Aquí explico algunas
de ellas tomando como referencia a la prensa salvadoreña de aquel
entonces y de hoy.

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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

En primer lugar, aquellos constaban apenas de cuatro u ocho


páginas y eran impresos en papeles de distintos tamaños (cuarto,
octavo o folio), (Elizondo, 2005) y calidades (Impresos, 2005); hoy día,
los periódicos pueden alcanzar un ciento o más páginas, su soporte
material es un tipo de papel estandarizado –conocido como “papel
periódico”– y su tamaño, el tabloide. En segundo lugar, aquellos
constaban de puras letras e incorporaban, muy escasamente, algún
grabado, siempre todo en tinta negra; los de hoy, en cambio, integran
fotos e ilustraciones a todo color. El contraste, como puede figurarse
quien lee, es muy notorio.
Pero, ¿dónde está el aire de familia? La clave está en la primera
página. El título de la publicación en una tipografía mayor o diferen-
ciable del resto de la página es común a los periódicos del siglo XIX y
los de hoy. El lugar y la fecha de la publicación, el precio del ejemplar
y el número de la edición son otros elementos comunes, aunque en
los decimonónicos alguno de ellos puede faltar. Un atributo de esos
periódicos antiguos que no se ve en los de hoy es la presencia de un
epígrafe en la primera plana4. En suma, la pertenencia a una misma
formación discursiva cambia con el tiempo, pero mantiene ciertos
rasgos fijos que diferencian de otras familias de textos.
La temprana prensa salvadoreña, como parcela de la formación dis-
cursiva del periodismo escrito, tenía sus propios atributos de contenido.
Favorecía, aunque no se agotaba en, los temas políticos y económicos.
Incluía muchos textos de opinión y una que otra creación literaria. La
noticia aparecía muchas veces comentada, menos pretenciosa de
asepsia y objetividad que la nota periodística de hoy. En términos
generales, divulgaba información sobre tres espacios geográficos: el
estado, la región y el mundo.
En primer lugar, del estado de El Salvador, la prensa daba cuenta
de elecciones, arribo de barcos, ferias, catástrofes naturales, mejoras
en los caminos y puertos, celebraciones religiosas, sentencias judi-
ciales, reseñas sobre exámenes escolares y más. Como muchos de
los seriados eran publicados con fines partidistas, es decir, con clara

4 La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, los dos periódicos con mayor tiraje de El Salvador
actual, mantienen un epígrafe fijo en sus respectivas secciones editoriales.

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María Tenorio

orientación política, no tenían mayor empacho en hablar mal de sus


enemigos y bien de sus amigos. Quien en un periódico era “caudillo”,
en otro era “tirano”. La prensa –no solo la oficial– solía incluir discursos
de funcionarios de turno, piezas de correspondencia oficial, actas de
gobierno, decretos, rendición de cuentas sobre labores de adminis-
tración pública o presupuestos. Estos textos eran casi los únicos que
venían firmados con nombre y apellido, los del funcionario de turno. Los
nombres de editores y redactores, por el contrario, quedaban fuera de
las páginas de la prensa, circunscritos al ámbito de la oralidad. Incluso
los remitidos o notas enviadas por lectores, así como las poesías, solían
únicamente llevar un seudónimo o las iniciales de sus autores.
En segundo lugar, los periódicos estaban muy pendientes y muy
al tanto de Centroamérica, que hasta 1839 formaba una sola nación,
las Provincias Unidas del Centro de América, referidas comúnmente
por el apelativo de “la federación”. Guerras, revueltas, exilios notables,
reuniones entre poderosos, proyectos de desarrollo: esa era Centro-
américa en los periódicos salvadoreños. Muchas veces los editores
trataron el tema de la “nacionalidad” o conveniencia de la unidad polí-
tica de Centroamérica. Los periódicos salvadoreños siguieron siendo
federalistas incluso cuando ya no había federación.
En tercer lugar, aquellos impresos incluían notas internacionales, a
veces como las breves de hoy día, a veces con detalle e incluso con
tono personal. Las fuentes del acontecer mundial no eran las agencias
que hoy sirven noticias internacionales a los medios de comunicación.
Periódicos de México, de Guatemala, de Estados Unidos o de Cuba
entregaban el mundo a los papeles salvadoreños. De esas publica-
ciones extranjeras, sin pedir permiso ni perdón, se tomaban artículos
completos o síntesis de los mismos para consumo local. Otra fuente
eran cartas de viajeros que llegaban a manos de los editores. Entraban
así las otras secciones de América –la actual América Latina–, los Es-
tados Unidos y Europa, a veces China. El mundo conocido, el mundo
civilizado. Ese mundo que se imaginaba con ayuda de los periódicos
y del que, gracias a estos papeles, el estado del Salvador comenzaba
a formar parte, ya independizado de España, en camino a convertirse
en una república más del concierto de naciones.
Si bien la variedad de contenidos de la prensa que aquí se estudia
es más amplia que la reseñada en los párrafos anteriores, sirva para

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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

dar una idea sobre los asuntos que más ocupaban las páginas de
aquellos impresos.

2. Redes de impresos y la práctica de la cita


El abanico de periódicos extranjeros que circuló en el estado del
Salvador, según la evidencia de su temprana prensa, se extendía desde
la cercana Guatemala hasta la distante Francia, como se observa en
el cuadro 1. Entre 1824 y 1839, cuando estaba viva la federación cen-
troamericana, se mencionan títulos de la prensa procedentes de seis
países, siendo Colombia el más lejano hacia el sur y los Estados Unidos,
hacia el norte. Los más citados en esos años fueron los mexicanos
El Sol y El Cosmopolita. Entre 1839 y 1850, en la etapa republicana,
la oferta de periódicos de fuera del estado se amplió, probablemente
en consonancia con la “creciente apertura hacia el mundo exterior”
que caracterizó al estado una vez fuera de la organización federativa
(Lindo-Fuentes, 2002: 175). La muestra salvadoreña de esa época
menciona o comenta periódicos de diez países, con Chile como límite
al sur y Francia al norte. En esos años, los más leídos fueron el guate-
malteco la Gaceta Oficial y el nicaragüense El Correo del Istmo. Estos
dos títulos se recibieron regularmente en el estado, convirtiéndose no
solo en referencias estables sobre el mundo exterior, sino en objetos
materiales familiares para los consumidores salvadoreños de impresos.
Los demás títulos referidos en el cuadro 1 aparecieron una, dos o tres
veces en la prensa local, lo cual habla de irregularidad ya sea en su
arribo al estado o en su misma trayectoria de publicación.
Los periódicos extranjeros que circularon en las ciudades salvado-
reñas tuvieron valor informativo; proveyeron a la prensa de casi toda
la información relativa a espacios geográficos de fuera del estado. Así
la mayoría de notas internacionales resultaban ser copias textuales o
refritas de textos publicados en impresos foráneos. Pero no solo ese
tipo de notas, sino también artículos de interés general, comentarios
e incluso textos de ficción, llegaron a las columnas de la prensa sal-
vadoreña por vía del acceso y consumo de publicaciones de fuera
(Chust, 1997). La evidencia textual en los ejemplares revisados para
este estudio muestra el predominio y la extensión de la práctica de la
cita en aquellos años cuando no se había institucionalizado ni mundia-

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María Tenorio

lizado aun la compra de noticias a las agencias informativas. Álvarez y


Martínez, (1992). El trasiego de discurso desde un periódico extranjero
era protocolo del periodismo de aquel entonces: el precio pagado por
tener un ejemplar foráneo en las manos permitía e invitaba a los edi-
tores no solo a leerlo y coleccionarlo, sino a usarlo como fuente para
construir, a partir de una selección de sus textos, parte de la edición
en que estaban trabajando.
¿Cómo se materializaba el uso de la prensa extranjera como fuente
de notas internacionales? A continuación se presentan algunos ejem-
plos que muestran las características de esta práctica.

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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

Tabla 1. Periódicos extranjeros mencionados o citados en una


muestra de periódicos salvadoreños entre 1824 y 1850
Título (año de aparición) Procedencia Mencionados en:
(número de citas)
El Sol (1823)
El Cosmopolita (1835) México (7)
Semanario Político
Gazeta del gobierno supremo de Guatemala (1824)
Etapa federal, 1824 a 1839

Boletin de Guatemala (¿1831?) Guatemala (4) Mercantil de San


La Estafeta (1832) Salvador (1824),
Le Courrier des etats unis (1828)
Courrier de la Louisiane (1807) Estados Unidos (3) Gazeta del
Ministerial de Costarrica (1836) Costa Rica (2) Gobierno (¿1827?),
Noticioso mercantil de la Havana (1818) El Iris Salvadoreño
Cuba (1)
Gaceta de Colombia (1821) (1836-37)
Colombia (1)
Total de citas en el período 18
El Tiempo (1839)
Gaceta Oficial (1841) Guatemala (28)
El Tambor (1843)
Boletín del Pueblo (1843)
Correo del Istmo (1849) Nicaragua (10)
La Integridad de Centro-América (1849)
Diario del Gobierno de la República Mejicana (1835)
Courrier Francais (¿?)
El Republicano (1846) México (7)
La Revista (¿?) Correo Semanario
El Monitor Republicano (1844)
del Salvador
El Faro Industrial (1841)
Diario de La Habana (1812) (1840),
Cuba (7)
Diario de la Marina (1844) El Amigo del
La Aurora de Matanzas (1828)
Pueblo (1843),
Courrier des Etats Unis (1828)
Etapa republicana temprana, 1840 a 1850

American Advertiser (¿?) El Crepúsculo


Le Franco Americain (1846) Estados Unidos (6)
(1847) y
New York Chronicle (1849)
La Unión (1849)
El Costarricense (1846) Costa Rica (4)
Gaceta del Comercio de Valparaíso (1842)
Chile (4)
El Mercurio (Valparaíso, 1827)
Belize Advertiser (¿?)
Belice (2)
El Observador (¿?)
Journal des Debats (1805)
Le Constitutionnel (1815) Francia (2)
El Correo de Lima (¿?)
Perú (1)
Total de citas en el período 75

Nota: En la elaboración de esta tabla se usaron 114 ejemplares de la prensa


salvadoreña fechados entre 1824 y 1850: 28 de esos ejemplares pertenecen a
la etapa federativa (1824 a 1839) y los otros 86, a la republicana (1840-1850).
Las fechas de aparición de los periódicos extranjeros han sido tomadas de:
Barrios y Barrios (1997), para Guatemala; Vega (1995), para Costa Rica; Are-
llano (2004), los de Nicaragua; Álvarez y Martínez Riaza (1992), para México,
Cuba y Chile; Library of Congress Online Catalog (2005) para Estados Unidos
y Colombia; y Catalogue Bn-opale Plus (2005) para Francia.

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Un primer ejemplo se toma de la segunda edición, fechada el 7


de agosto de 1824, del Semanario Político Mercantil de San Salvador
(Newspapers, 2003), donde un breve párrafo comunica que el Congreso
Constituyente de Lima ha quedado disuelto al nombrarse como “dic-
tador al libertador Bolívar”5. La fuente de tal información, el periódico
mexicano El Sol, se consigna al inicio de la nota, luego de anunciar la
ciudad a que se refiere: “Noticias Americanas. / Lima. / Sol de México
26 de mayo”. Este estilo de citación en el título fue muy frecuente en
el primer semanario salvadoreño.
Un segundo ejemplo es el de la sección “Exterior”, que abrió la
edición del 4 de junio de 1831 de la Gazeta del Gobierno (Newspapers,
2003). Ahí se lee, en una redacción más cercana a la oralidad, que “las
noticias siguientes son tomadas del correo de los Estados Unidos de
New-York número 103” y luego se da paso a los titulares “Varsovia 16
de diciembre”, “Franc-fort-Sur Vader”, “Berlin 19 de diciembre”, “Italia”
y “Paris 31 de diciembre”. Al final de las dos páginas y media que ocupa
la sección un paréntesis repite: “(Le Courier des etats unis-New-York
número 103)”. La amplia secuencia de notas internacionales, que abarca
más de la mitad de esta Gazeta, refiere no extrañamente a ciudades
y países europeos. Se trata de una selección hecha por los editores
del periódico oficial, quienes tras leer Le Courrier des Etats Unis, ha-
brán escogido unas cuantas notas para traducirlas e insertarlas en la
publicación que tenían a cargo. Su apuesta para insertar notas sobre
Varsovia, Berlín y París era que esos lugares geográficos distantes y
sus ocurrencias habrían de resultar significativos o de volverse dicientes
para la audiencia de su impreso.
Un tercer ejemplo, esta vez tomado de la edición del 11 de diciem-
bre de 1836 de El Iris Salvadoreño (Taracena Arriola, 1996), muestra
otra forma de referir la fuente de información: el nombre del periódico
mexicano El Cosmopolita entre paréntesis y en cursiva calzaba la nota
titulada “Méjico” que negaba rumores sobre un oficial que tomaría “el
mando del ejército sobre Tejas”.
Como se ve en los ejemplos anteriores, no había un protocolo es-
tandarizado para dar la referencia de las fuentes impresas. Esto era

5 En todas las citas textuales de periódicos del siglo XIX se respeta la grafía del origi-
nal.

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así en el conjunto de la prensa de la época, pero también ocurría de


una edición a otra de un mismo título. En el quincenario La Unión (El
Salvador, 2002) predomina la referencia al final del artículo, en cursiva
y sin paréntesis, como ocurre en la edición del 1 de octubre de 1849,
así: “Del diario de la Marina”. Sin embargo el mismo periódico usa oca-
sionalmente una fórmula más cercana a la oralidad, como es el caso
del número del 10 de noviembre de 1849: “En el no 50 de la Crónica
periódico que se publica en Nueva York lemos el siguiente editorial”.
Para consignar noticias de fuera del estado se aceptaba incluso
información de segunda mano, como revela esta nota aparecida al
final de la edición del 15 de agosto de 1849 de La Unión:
Leemos en algunos periódicos franceses que para el presente año
estan anunciados dos cometas. Es el primero, uno que fué obser-
vado en Roma en agosto de 1844 por el difunto profesor Urio, cuyo
período es de cinco años y algunos meses. El segundo, es el gran
cometa de 1264 y 1566 cuyo período es de 291 años y siete meses
(El Salvador, 2002).

Al pie de la nota la referencia Del Monitor Republicano n. 1454, así en


cursiva, indica que quienes han leído y citado la prensa francesa serían
los editores del mexicano El Monitor Republicano. Álvarez y Martínez
(1992). De este habrán tomado el párrafo completo los editores de La
Unión, citando la prensa francesa de segunda mano.

3. Relaciones de parentesco
Además de entregar información escrita sobre el mundo de afuera
del estado, la prensa extranjera fue pieza clave del periodismo sal-
vadoreño en la configuración material y formal de sus títulos y sus
ejemplares. Tuvo valor modélico. Explica Bajtín (1999) que “l [sic]
elegir palabras en el proceso de estructuración de un enunciado, ...
as [sic] solemos tomar de otros enunciados, y ante todo los enuncia-
dos afines genéricamente al nuestro, es decir, parecidos por su tema,
estructura, estilo” (p. 277; énfasis en el original). Esto aconteció con
la prensa salvadoreña respecto de la foránea: los periódicos de fuera
les mostraron a los salvadoreños como ser, parecer e integrarse a una
misma formación discursiva. La Unión, en su número inaugural del

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15 de junio de 1849, justificó la apertura de una sección de literatura6


en sus columnas con esta explicación: “Casi en todos los periódicos
mas recomendables de Europa y América tiene lugar un articulo de
Literatura, y nosotros queremos hacer lomismo (sic) en la unión, no
por que se esperen grandes pensamientos ó composiciones, sinó
por manifestar la literatura que hay ó que se desea haya en el país”
(El Salvador, 2002). El gesto de “hacer lomismo [sic]” que los otros,
posibilitado por el acceso a impresos extranjeros, permite hablar de
prensa salvadoreña al lado de una prensa jamaiquina, costarricense y
francesa como exponentes todas de una misma formación discursiva.
Los periódicos salvadoreños se integraron, a partir de 1824, a la red
de impresos que cruzaba las fronteras nacionales llevando y trayendo
información en piezas materiales de gran semejanza.
El parentesco de muchos títulos de la prensa escrita en español en
el siglo XIX hace que a primera vista no sea posible identificar de dón-
de procede un periódico. Entre los ‘patriotas’, ‘avisadores’, ‘crónicas’,
‘imparciales’ e ‘independientes’ surcaban el cielo los ‘cometas’, ‘rayos’
y ‘centellas’ mientras ‘la unión’ y ‘el progreso’ se abrían paso entre
‘semanarios’ y ‘correos’. Las ‘gacetas’ de esto o de aquello – a veces
con la grafía ‘gazeta’ – abundaban en distintos puntos de la América
Hispana. El Noticioso fue primero quiteño en 1824 (Álvarez y Martínez
Riaza, 1992), luego costarricense (Vega, 1955) y sansalvadoreño en
1844 (López Vallecillos, 1964). El Crepúsculo vio la luz en Chile en 1843
(Álvarez y Martínez Riaza, 1992) y en el estado salvadoreño en 1847
(López Vallecillos, 1964). La Miscelánea, otro título compartido por
esos dos estados, salió dos veces en El Salvador, la primera en 1827
y luego en 1839 (López Vallecillos, 1964), mientras en Chile apareció
en 1845 (Álvarez y Martínez Riaza, 1992). Las Avispas las hubo en San
Salvador en 1832 (Lardé y Larín, 1950) y posteriormente en Caracas
(Álvarez y Martínez Riaza, 1992).
Los cruces de nombres incluso pueden extenderse más allá de
la prensa en castellano, como señaló molesta, el 24 de diciembre de
1847, la Gaceta del Gobierno Supremo del Estado del Salvador, en su
artículo titulado “Balize” [sic]:

6 Literatura o “letras humanas” era, según el diccionario de la Real Academia de 1843,


el quehacer relacionado con los saberes académicos y las ciencias útiles, tales como
las profesiones de jurista o teólogo (Real Academia Española, 1843/2005).

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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

Nos ha llegado el primer número de un nuevo periódico, publicado


en esta colonia [Belice] titulado “Los Tiempos Centro-americanos.”
... el Editor ... manifiesta que ha sido llamada su atencion sobre el
titulo del periodico. En verdad que es llamable bajo dos aspectos:
1.º en dar adjetivo á los Tiempos, porque hasta hoi solo habíamos
visto los Tiempos en ingles: The Times de Lóndres, ó los Tiempos
en frances, Les Temps, ó El Tiempo solo, en Cadiz, y Guatemala;
2.º en continentarse un periódico de colonia inglesa (Gaceta, 1847-
1849).

Tiempo, ya en singular o en plural, era (y sigue siendo) un nombre


periodístico por excelencia. La breve cita anterior nombra, como de
pasada, cinco periódicos que usan ese sustantivo en su nombre propio:
tres son europeos, dos centroamericanos. La coincidencia no se debe
al azar o a la imaginación, sino a la circulación de periódicos en rutas
que no se conformaban a las divisiones políticas ni a las fronteras. El
mercado de los impresos periodísticos trascendía incluso las barreras
lingüísticas. Inglés, francés y castellano eran las lenguas de la cultura
impresa en El Salvador decimonónico.

4. Objetos de valor
En un artículo titulado “Noticias Extranjeras”, fechado el 7 de julio de
1846, los editores de El Salvador Rejenerado anuncian que extraerán
“un párrafo de la Gaceta de Jamaica de 11 de octubre de 1838” y se
disculpan con amargura ante sus lectores por tener que recurrir a la
traducción de un escrito tan poco reciente: “razón para insertar este ar-
tículo de una Gaceta empolvada, es el ningún medio de adquirir noticias
que nos han quedado, debido a que han cortado toda comunicación
oficial y comercial las guerras y asolaciones del país” (Taracena Arriola,
1996). Acudir a esa “Gaceta empolvada” de siete años atrás fue posible
porque dada la limitada oferta de impresos, explica Molina Jiménez
(2004), “la prensa de la época... era coleccionada y empastada” (p. 32).
Los periódicos – fuesen locales o extranjeros – usualmente se guarda-
ban y atesoraban, no se tiraban a la basura o destinaban al reciclaje

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como acontece ahora. Ya se agrupasen en un tomo en forma de libro7


o se conservasen sueltos, el valor de los impresos seriados correría
en proporción contraria a su disponibilidad. Un periódico jamaiquino,
escrito en inglés, no era de los usuales extranjeros que circulaban en
el estado salvadoreño. En el artículo en cuestión, la rareza y la vejez del
ejemplar se esgrimen como argumento para contrastar otros momen-
tos de paz y estabilidad en que ha habido apertura y libre circulación
de mercancías, incluidas entre estas las publicaciones impresas que
han sido el medio favorecido para “adquirir noticias”. En este sentido,
los periódicos extranjeros formaban parte del mercado de impresos
que a partir de 1824 se nutre también con la oferta de las imprentas
locales. Los periódicos foráneos, en tanto objetos y en tanto mercan-
cías, entraban a las ciudades salvadoreñas por las rutas del sistema
de correos y del comercio8.
Los periódicos envejecían y envejecen en poco tiempo. Ese es uno
de los rasgos propios de la formación discursiva de la prensa. Pero
en aquellos tiempos su vida útil no se agotaba, como es usual el día
de hoy, transcurridas veinticuatro horas de la fecha marcada en su
cabecera. Su período de frescura dependía en buena medida de la
distancia física que mediaba entre su lugar de procedencia y su lugar
de consumo. Es claro que los ocho años que median entre la aparición
del número 32 de El Salvador Rejenerado y la edición anunciada de
la gaceta jamaiquina rebasan cualquier período de viaje. Los editores
del semanario oficial marcan claramente la ironía. Dos años después,
los editores del salvadoreño El Crepúsculo (Impresos, 2005) comu-
nicaron, con fecha 23 de septiembre de 1847, esta vez sin ironía, la
noticia de un catastrófico huracán que destruyó en febrero la isla de
Madagascar, posesión francesa en aquellos tiempos. La noticia, dijeron
los editores, la “eemos [sic] en Diario de la Marina de 8 y 21 de Julio
próximo pasado”. El cubano Diario de la Marina, Álvarez y Martínez
(1992), hizo pública la información en julio, cinco meses después del
huracán. El salvadoreño Crepúsculo pudo servirla en sus páginas dos

7 Las colecciones de periódicos que conserva la Universidad Centroamericana en San


Salvador se encuentran empastadas en forma de libros, lo cual hace que su lectura
adquiera un matiz de continuidad que no dan los números sueltos.
8 Semejanzas con la circulación y consumo de gacetas extranjeras en Nueva Granada
(actual Colombia), a fines del siglo XVIII e inicios del XIX, en Silva (1998).

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meses después del cubano y por vía de este. Esa novedad parece hoy
tan dilatada que, más que en circulación de información, hace pensar
en los años luz que tarda en llegar a la tierra el brillo de una estrella.
Como observa François-Xavier Guerra (2003) para el período de 1808
a 1812 en la América Hispana, las noticias no solo llegaban de Europa
de manera lenta, sino también en forma discontinua, fragmentada e
incierta, lo cual es difícil de imaginar hoy cuando la información fluye
tan rápida, continua y regularmente. Eran aquellos otros tiempos, otras
distancias: otro mundo.
La información, por llamarle con esa palabra abstracta, circulaba
en papeles impresos o manuscritos, los cuales se transportaban por
tierra a lomo de mula o por mar en buques de vela o, a partir de 1840,
en embarcaciones de vapor, como explica Robert Naylor (1988). En
su estudio sobre las relaciones comerciales entre Centroamérica e
Inglaterra entre 1821 y 1851, afirma Naylor (1988) que los estados
del istmo dependieron durante aquel período “de los paquebotes del
Caribe para sus comunicaciones con los países europeos” (p. 75), lo
cual explicaría la presencia de periódicos jamaiquinos y cubanos en el
San Salvador de la década de 1840. Si bien los puertos del Atlántico
habrán cargado con la mayor actividad comercial en la región, el estado
salvadoreño contó con tres puertos propios en el Océano Pacífico para
comunicarse con el mundo exterior, a saber: Acajutla, en el occidente;
La Libertad, hacia el centro; y La Unión o Conchagua, en el extremo
oriental (Lindo-Fuentes, 2002). Ya en octubre de 1824, la décimoprimera
edición el Semanario Político Mercantil de San Salvador (Newspapers,
2003) reporta la llegada de una “fragata mercante angloamericana” al
“Puerto de la Conchagua, alias Unión” cuyo capitán afirmó “que no
trahe correspondencia ni papeles públicos”. Habrá sido costumbre ya,
en aquel año cuando el estado recibió la tecnología de la imprenta, que
los buques trajesen impresos o correspondencia entre otros efectos
comerciales. Los periódicos de Estados Unidos, lugar de origen de la
fragata “Comodoro Chauneey [sic]” que conducía cañones y fusiles,
eran parte de la cultura impresa salvadoreña de la época.
Los periódicos foráneos fueron parte, como antes dije, del mercado
local de impresos. Al menos tres títulos de fuera del estado se anun-
ciaron en las páginas de la prensa salvadoreña, en la posición que
eventualmente se dedicaba a “aviso [sic]”, en la última página antes
del pie de imprenta:

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(1) “En la tienda del C. [ciudadano] Nicolas Saldivar se reciben


subscripciones al Observador y se venden numeros sueltos del
mismo periodico”, decía La Tijereta (Newspapers, 2003) el 16 de
marzo de 1838.
(2) “El Sr. Carlos Dárdano del comercio de San Miguel, acaba de
regresar de los Estados Unidos del Norte, en donde ha establecido
mui buenas relaciones y trae encargo para servir á todos los que
quieran suscribirse al periódico titulado Correo de los Estados
Unidos, de manera que las personas que gusten hacerlo, pueden
dirijirse á dicho Sr. por medio de cartas con la seguridad de que
serán servidos puntualmente”, anunciaba la Gaceta del Gobierno
Supremo (1847-1849) en su edición del 29 de octubre de 1847.

(3) “Han llegado á esta capital los tres primeros números de este
nuevo periódico que se publica en León cada quince dias. Su
elegancia, correccion y programa le van dando en el Estado un
distinguido crédito. Se avisa pues á los señores que deseen ob-
tenerle, que el infrascrito se halla encargado de la suscricion: el
precio es el de veinte reales al año por trimestres adelantados, y
los números sueltos se venden á un real. San Salvador Junio 25 de
1849. Tomas Ayon”, publicaba La Unión (Taracena Arriola, 1996),
el 1 de julio de 1849.

Quizás fuese el Observador del aviso (1) un periódico beliceño


citado en 1843 en la edición del 5 de octubre de El Amigo del Pueblo
(1843). Con certeza no puede saberse más que en 1838 estuvo a la
venta en San Salvador en la tienda del señor Nicolás Saldívar. Las sus-
cripciones a los otros dos periódicos datan de una década después:
el Correo de los Estados Unidos, del anuncio (2), debe haber sido el
que se publicaba en francés con el título Le Courrier des Etats Unis
(1828) ; el nicaragüense Correo del Istmo (1849) era una novedad en
aquel 1849 cuando fue ofrecido por Tomás Ayón, oriundo de Nicaragua
(Arellano, 2004) y funcionario público en El Salvador y en su país de
origen (López Vallecillos, 1964). Una particularidad del aviso (2) es que
ofrece la suscripción en un periódico capitalino desde la oriental ciudad
de San Miguel. El señor Dárdano contemplaría servir el mercado de
San Salvador, entre otros, al invitar a los interesados a enviarle cartas
para solicitar la suscripción. El anuncio (3) firmado por Tomás Ayón,
ofrecía el ejemplar suelto del impreso nicaragüense al mismo precio

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al que se vendía uno de La Unión, el periódico donde vio la luz este


último anuncio.

5. Diálogo
La prensa salvadoreña recibió más de lo que entregó en términos
de alimentación de la red de impresos que circulaba por encima de las
fronteras estatales o nacionales. Importó más impresos, más textos,
más información y más letra de lo que exportó. Leyó con placer pe-
riódicos franceses; pero allá, del otro lado del Atlántico, no se habrán
leído periódicos salvadoreños. El mercado de los impresos locales
era mucho menor al de los impresos franceses. No era cuestión de
meter un paquete de periódicos del estado en una goleta que iba para
Francia: tenía que haber demanda de esos periódicos, una audiencia
esperada, consumidores posibles, en esas latitudes para que tuviera
sentido enviar esas mercancías hacia Europa9. Cada ejemplar tenía un
costo que alguien habría de asumir.
Sin embargo, al igual que con los folletos y las hojas sueltas, los
periódicos salvadoreños tenían lectores potenciales y efectivos en otras
ciudades. Viajaban a ellas por el irregular sistema de correos, como dice
el 19 de junio de 1840 el Correo Semanario del Salvador (El Salvador,
2002): “De esta Ciudad salen para S. Miguel los correos ordinarios los
dias 7 y 21 de cada mes, alli toman las correspondencias de Costa-
rrica, Honduras y Nicaragua que vengan para el Salvador, Guatemala,
Quezaltenango & [sic] que conduzcan los semanarios que salen de
aqui todos los viernes”. No todo fue recibir: a la prensa del estado le
tocó dar algo de sí en esta red de impresos, en la que circulaba por la
región centroamericana e incluso un poco más allá, como hace constar
la Gaceta del Gobierno Supremo del Estado del Salvador (1847-1849),
en su edición del 20 de agosto de 1847, al citar una nota del Diario de
la Marina de La Habana, Cuba, que dice: “Hemos recibido periódicos
de San Salvador de fechas hasta el 4 de marzo, mas atrasadas que
las que tuvimos estos dias de Guatemala... El Salvador Rejenerado,
periódico oficial del Estado de su nombre, inserta varias comunicacio-

9 Hace pocos años que La Prensa Gráfica distribuye sus ejemplares en varias ciudades
de los Estados Unidos donde habitan grandes comunidades de inmigrantes salvado-
reños.

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nes que han mediado entre el gobierno y el Sr. conde de Güeydon”.


Más de cinco meses tardó ese El Salvador Rejenerado, antecesor de
la oficial Gaceta, en volver a tierras salvadoreñas citado en las páginas
de un periódico cubano.
Pero mientras el viaje a Cuba –y de vuelta al estado– no resulta
común en la prensa revisada para este estudio, frecuentes son las alu-
siones a otros periódicos centroamericanos que leen impresos seriados
salvadoreños. “Hemos visto un periódico del Salvador bajo este título
[La Unión], que nos ha parecido interesante”, refiere un artículo que
los editores de La Unión (El Salvador, 2002) copian íntegro del Correo
del Istmo, de Nicaragua. El asunto que trata, ya a diez años de disuelta
la federación, es la nostalgia por una Centroamérica unida, tema muy
frecuente en la prensa salvadoreña al que harían eco algunas publica-
ciones de otras naciones de la región. Contrario a lo que ocurría con
la lejana y admirada Francia, sí se leían periódicos nicaragüenses en
el estado, también se leían y se compraban periódicos salvadoreños
en Nicaragua. Algunos años antes, el Amigo del Pueblo, insertó en
las últimas páginas de su periódico el siguiente “Ojo al aviso”, en su
edición del 5 de octubre de 1843:

Deseosos los editores de este periódico de satisfacer la demanda


de colecciones completas del mismo que de varios puntos de Nica-
ragua se les han hecho, han dispuesto reimprimir algunos números
anteriores, de que ya no les quedan ejemplares.
Con el mismo objeto se ha aumentado el de los números que
seguirán saliendo; y en cuanto lo permitan las ocupaciones de la
imprenta, darán dos números por semana.
Entre tanto, los propios editores consignan aquí un testimonio de
su agradecimiento por los aplausos con que se han recibido sus
publicaciones en diversos puntos, y señaladamente en los depar-
tamentos de San Miguel, Tegucigalpa, Olancho, León y Granada,
en los cuales saben que se ha dado un peso y doce reales por un
número de este periódico.
Su anhelo no es sino merecer los elojios y la favorable acojida de
sus conciudadanos (El Amigo del Pueblo, 1843).

León y Granada, en Nicaragua; Tegucigalpa y Olancho, en Hon-


duras; San Miguel, en El Salvador, eran las ciudades donde El Amigo

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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

del Pueblo se preciaba de circular. Merecer “la favorable acojida de


sus conciudadanos” era hacerse lugar en su bolsillo, volverse uno
de los objetos por los cuales se está dispuesto a pagar un precio en
metálico. Eso ya se había logrado, celebran los editores en su aviso
promocional: hubo ejemplares que se cotizaron tan alto que se pagó
“un peso (Lauria-Santiago, 2003), y doce reales” por un número, cuando
el precio de venta en San Salvador era muchísimo menor, “de un real
por cada número”.
En Centroamérica fue, no obstante, Guatemala la ciudad que mayor
intercambio y diálogo en letra impresa tuvo con las ciudades salva-
doreñas. El Semanario Político Mercantil de San Salvador era leído
allí como hace constar el historiador guatemalteco Alejandro Marure
(1837/1960): “A últimos de julio de 1824 apareció en San Salvador El
semanario político mercantil. Este era verdaderamente un periódico de
provincia, que no correspondió a su título y que, a excepción de algu-
nas noticias oficiales que se insertaban en él, por lo demás no mereció
aceptación ni crédito” (pp. 218). Despreciado por la opinión de uno de
los intelectuales de la época, el semanario hizo viaje hasta Guatemala,
lo mismo que habrían de llegar quince años después otros periódicos
como La Miscelánea, con varias columnas dedicadas a pelearse con
el guatemalteco El Tiempo; o El Amigo del Pueblo, que pasó sus siete
meses de vida en abierta pugna con la ampliamente leída y citada por
la prensa salvadoreña Gaceta Oficial de Guatemala.
En síntesis, las publicaciones de fuera del estado convivieron íntima-
mente con los periódicos salvadoreños: fueron fuente privilegiada de
noticias internacionales; fueron colegas en el diálogo y la disputa, en
el caso de otros periódicos de la región centroamericana; fueron com-
pañeros en el mercado local de impresos, en calidad de mercancías;
fueron modelos, en su materialidad y en su discurso, de lo que debía
ser y de como debía hacerse un periódico. Sin acceso a periódicos
extranjeros, la prensa salvadoreña no habría siquiera sido, tampoco
hubiese sido lo que fue.

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María Tenorio

Referencias bibliográficas
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Bajtín, M. (1999). El problema de los géneros discursivos. Estética de
la creación verbal. México: Siglo Veintiuno. pp. 248-93.
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Sin permiso ni perdón: huellas de periódicos extranjeros en la prensa salvadoreña...

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El periodista en el lugar de
los hechos: una práctica y
Paulina Brunetti
* un lugar discursivo

Resumen
Este trabajo describe dos concepciones de los hechos noticiosos tal como
aparecen en la prensa de la ciudad de Córdoba (República Argentina) desde
mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX: una corresponde al periodismo
de opinión típico en la Argentina desde mediados del siglo XIX hasta aproxima-
damente 1895; el otro, a las innovadoras ideas que, surgidas en la prensa de
EEUU hacia 1880, habrían de adoptarse en diversas latitudes desde fines del
siglo XIX y durante los primeros años del XX. Fue en este periodismo, llamado
de información o de empresa, en el que surgen nuevas prácticas, entre ellas la
del periodista en el lugar de los hechos. No obstante, si esta imagen ha sido
estrechamente vinculada a la profesión es porque durante muchos años fue
insistentemente celebrada en la escritura de las mismas crónicas donde se
forjó una identidad profesional que perdura hasta nuestros días.
Palabras clave: periodista, hechos, información, enunciación

Abstract
This work describes the two conceptions of news that appeared in the city of
Córdoba (Argentina) between the middle of the 19th century and beginning
of the 20th century. One is that of a political journalism; which was typical of
Argentina of the 19th century up to 1895. The other based on the innovative

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Paulina Brunetti

model develop in the US and that would expand to other parts of the world from
the end of the 19th century to the early 20th century. It was from this journalism,
also called informative or commercial press that the new journalistic fact-based
practices emerged. It is argued that if nowadays this image is closely linked to
journalism as a profession it is because during many years it was celebrated
among the written chronics. It was then that the current professional identity
was created.
Key words: journalist, facts, information, enunciation

Résumé
Le travaille met en relations les deux conceptions de l’information existants dans
la presse de Cordoba (Argentine) à partir de la seconde moitié du XIX ème
siècle jusqu’au début du XX ème siècle. L’une correspond au traditionnel journa-
lisme d’opinion de l’Argentine de la seconde moitié du XIX ème siècle jusqu’en
1895; l’autre aux idées nouvelles, nées dans la presse nord-américaines vers
1880, qui seront adoptées dans de nombreux pays entre la fin du XIX ème et
le début du XX ème. Ce nouveau journalisme, aussi appelé d’information ou
d’entreprise, fait naître de nouvelles pratiques professionnelles parmi lesquelles
on compte celles du journalisme qui se rend sur le terrain. Si cette image a été
étroitement liée a la profession pendant aussi longtemps, c’est parce qu’elle
a été célébrée longuement dans l’écriture des chroniques qui ont forgé une
identité professionnelle toujours en vigueur
Mots clé: Journaliste-Faits-informations-énonciation

Recibido: 26/05/2008
Aprobado: 29/07/2008

1.- Introducción
Informamos desde el lugar de los hechos, nosotros estuvimos ahí.
Los medios de prensa, especialmente hoy la TV, insisten con frases
que encarnan una suerte de esencia misma de la tarea diaria, como si
fuera el modo paradigmático de conocimiento de los acontecimientos
noticiables. Quizás por ello, desde la teoría de la comunicación se con-
sidera que el estatus profesional del periodista tiende a centrarse en
la idea de reportero a la búsqueda de noticias (McQuail, 1983). Esta
imagen tan arraigada y hasta inseparable de los relatos periodísticos
en el imaginario de lectores y televidentes, ¿de dónde proviene?,

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

¿acaso deriva de una práctica que existió desde los comienzos del
periodismo? O, dicho de otro modo, ¿la búsqueda de información y su
publicación fue inherente a las funciones que en todas las épocas los
periódicos pensaron para sí mismos? Es difícil responder con algún
grado de generalización en el tiempo y en el espacio. Pero es posible
interrogarse acerca del momento (¿cuándo?) y el modo (¿cómo?) en
que esta figura alcanza visibilidad y pregnancia, erigiéndose en sinó-
nimo de la profesión misma. Una mirada a la prensa de la ciudad de
Córdoba (República Argentina) desde mediados del siglo XIX hasta los
primeros años del siglo XX, permite observar mutaciones en la prensa
y la emergencia de una práctica surgida de una concepción de la tarea
periodística que alteró las rutinas del clásico periodismo de opinión
propio del siglo XIX. Tal práctica no sólo generó nuevas, diversas y
apasionantes historias. Sobre todo, fue insistentemente testimoniada
y celebrada durante años en crónicas diarias que así forjaron esa
suerte de rol que todavía hoy parece garantir informaciones o, aun sin
nombrarlo y sin practicarlo, opera como supuesto de tantas crónicas
que en muchas oportunidades, sólo llegan a las redacciones a través
de agencias de noticias.
El periodista en el lugar de los hechos fue una figura forjada con
tenacidad desde las mismas páginas de los periódicos tributarios de
nuevas concepciones que originadas en la prensa estadounidense
habría de sustituir el llamado periodismo de opinión o doctrinario ca-
racterístico del siglo XIX por otro que, a veces llamado periodismo de
información, periodismo de empresa, o incluso prensa amarilla, fue im-
poniéndose paulatinamente en un lento proceso que fue abandonando
los modelos clásicos de la opinión para alcanzar lo que, en aquellos
momentos, también podría haberse llamado “nuevo periodismo” porque
sobre estructuras canonizadas venía a alterar los antiguos hábitos de
la profesión y por ende la escritura de prensa. Resulta significativo,
entonces, comparar algunas noticias en el marco de dos concepciones
antitéticas. Estas informaciones muestran de manera paradigmática
maneras de hacer en calles y redacciones derivadas de maneras de
pensar la tarea periodística.

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Paulina Brunetti

2.- Una práctica de escritura


Se ha señalado insistentemente que la característica general de la
prensa del siglo XIX fue la de ser una prensa de opinión. Recibieron
este nombre los periódicos o diarios sostenidos por un partido político
o por una agrupación determinada. Cada diario se usaba como arma
de ataque para los adversarios políticos (Sábato, 1994) y muchos de
ellos colocaban, debajo de su nombre, la leyenda “Órgano del parti-
do…”, con lo que se asumía públicamente el carácter de portavoz. La
lealtad partidaria implicaba una concepción de la práctica profesional
pensada como una tarea de escritura de extensos editoriales realizada
en los escritorios y posiblemente a partir de intensos recorridos por
centros políticos, bares y clubes en los que frecuentaban personajes
públicos y abundaba el debate y la disputa partidaria.
No obstante, estos diarios no dejaron de publicar noticias, aunque
su interés por los hechos estuvo siempre sesgado por la posición de
partido. Además, las fuentes noticiosas quedaban señaladas en frases
como “Se nos dice que…”, “Se nos asegura que…”, que permiten inferir
la ocasional transmisión oral e informal surgida en círculos cercanos
a los redactores.
En Córdoba, la opinión se caracterizó en la mayoría de los diarios
por un ataque cruento entre partidos, polémica que pocas veces marcó
un nivel ideológico o político de relevancia. En general, la confronta-
ción dio lugar a un sinnúmero de cartas firmadas por seudónimos de
las cuales cada partido sospechaba que eran fraguadas en la misma
redacción. De esta época también datan los famosos “epitafios” con
los que cada diario celebraba la desaparición de su ocasional adver-
sario. Este tipo de periódico característico entre los años que van de
1852 hasta comienzos de la década de 1890 en Córdoba, puede ser
calificado como “de opinión” o “doctrinario” que hace del diario un
espacio para la polémica, aun cuando no todos tuvieron las mismas
características.
Pero el periodismo de opinión también informaba, pero ¿cómo?
Pompeyo Gener (1894) afirmaba: “Los hechos diversos ocupaban sólo
una octava parte del periódico”. En todo caso, si se relataban aconte-
cimientos –agregaba el mismo autor refiriéndose al antiguo modelo de

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

opinión– eran sólo los que podían afectar la vida política o institucional
de un pueblo: “La muerte de un rey, la caída de un gobierno, una de-
claración de guerra, una revolución, el incendio de un museo ó de un
teatro célebre, el fallecimiento de un genio, etc.”. En realidad, al menos
en Córdoba, la información superaba los “grandes acontecimientos”
pero la noticia local se inscribía, en general, dentro del marco de la
lucha partidaria y con fines de la misma índole:

¿Si será cierto? –Se nos asegura que el Sr. Gobernador no ha


aceptado la renuncia del Dr. Posse, por no hallar una persona que
dignamente ocupe la cartera. El Dr. Villada cuyos talentos, patriotis-
mo, antecedentes y simpatias son bien conocidas: creemos haría
honor a la actual administración y grandes bienes al país, a mas de
que es el hombre hoy de la situación, por ser el mas aceptable por
todos los partidos (El Imparcial, 1857).

Muchos de los hechos locales, aun cuando su interés podría no


vincularse a los partidos políticos, también seguían el mismo esque-
ma y, por ejemplo, los hechos policiales servían ocasionalmente para
criticar a la institución policial si el diario era opositor. Así ocurre con
las dos noticias que transcribimos y que, supuestamente, anunciaban
un homicidio. Las dos fueron publicadas en El Imparcial, a finales de la
década de 1850, y están referidas ambas al mismo tema: el hallazgo de
un cadáver en las afueras de lo que, en aquel momento, era el casco
céntrico de la ciudad de Córdoba:

Asesinato: El domingo a la noche se ha encontrado en las quintas,


el cadaver, fresco aun de una muger degollada, que inmediatamente
fue conducido al Cabildo para la acostumbrada inspección. Nos es
muy doloroso tener que referir hechos de esta clase, aunque suce-
den de tarde en tarde manifiestan por lo menos la poca vigilancia
sobre los banquetes de Baco, que de día en día se multiplican, y
reclama una medida más represiva que las vigentes del uso del
licor. Se nos dice que la policía ha capturado al asesino (El Impar-
cial, 1857).

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Paulina Brunetti

Y, cinco días después, volviendo sobre el mismo suceso, decía:

Vuelva Ud. luego –Se nos asegura que la policía habiendo captu-
rado al sugeto en quien recaía la sospecha de ser el asesino de la
desgraciada muger que se encontró degollada en las quintas, y no
encontrándose aun el cadaver, lo puso en libertad hasta que diere
con él. El cadaver se encontró y nuestro hombre no volvió por más
que la policía le recomendase la vuelta. Nosotros no creemos en tal
proceder de los encargados de este departamento, pero nos han
asegurado que la policía le contestó con vuelva Ud. luego, ô luego
se lo llamará (El Imparcial, 1857).

La primera noticia sólo se da el dato del hallazgo de un cadáver; y la


segunda, más extensa, destinada a denunciar el insuficiente accionar
policial en referencia a un dato que es posible inferir pero que no se
encuentra explicitado: el crimen se podría haber producido por el ex-
cesivo consumo de alcohol como parte de reuniones que se realizarían
habitualmente en lugares alejados del casco céntrico. Respecto del
suceso policial, llama la atención, desde una perspectiva actual, las
fuentes informales, la ausencia en el texto de datos, como el nombre
de la mujer, momento en que se produjo el hecho, sumado a cierta
indeterminación respecto de la zona que se señala en general: “en las
quintas”. La noticia, básicamente, toma el hecho como disparador de
un objetivo: amonestar a la policía.
La segunda noticia, publicada cinco días después, parece retomar-
se sólo para ridiculizar la improcedencia del accionar de la policía. El
hecho criminal, apenas nombrado, sólo parece ser un pretexto para
la ironía y la burla en contra de la policía. En la medida en que ésta era
una institución oficial dependiente del gobierno de turno, los oposito-
res partidarios no escatimaban críticas severas. Muchas operaciones
discursivas contribuyen a ridiculizar el accionar policial, desde el título
(“Vuelva Ud. luego”) que reproduce en estilo directo una frase atribui-
da a la policía sintetizando su absurdo proceder (dejar al sospechoso
libre recomendándole que regrese). Luego, el sintagma “nosotros no
creemos en tal proceder” aparece como una clara ironía en función
del sintagma que le sigue “pero nos han asegurado que la policía le
contestó con “vuelva Ud. luego, ô luego se lo llamará”.

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

Los ejemplos son paradigmáticos en cuanto a la concepción de


una praxis que sólo otorgaba “valor periodístico” (Van Dijk, 1990) a la
actualidad noticiosa policial cuando ésta se incluía, de alguna manera,
en el campo de la lucha partidaria. Trabajo concebido, sobre todo, como
tarea en las redacciones no se planteaba como pertinente la búsqueda
de datos en otras fuentes que no fueran orales e informales y, tampoco,
los hechos policiales de la ciudad como relevantes. La particularidad
que tiene este caso es que su efecto perlocutivo no tardó en manifes-
tarse. El jefe de policía, ofendido e irritado con los redactores, envía a
El Imparcial una carta que es publicada a pocos días de las noticias
transcriptas. De las insuficiencias señaladas y de los datos que aporta
pueden deducirse rasgos que contribuyen a caracterizar la concepción
de la información dentro del periodismo de opinión, aunque no fuera
el propósito del comisario hacer observaciones al respecto, sino sim-
plemente manifestar su fastidio.

La policía- Ya anunciamos la vindicación que nos remitió el gefe de


policía, y hoy nos hacemos un deber publicarla, asegurándole que
cuando atacamos a un funcionario público fundándonos en dichos
y hechos, es por que deseamos o que se vindicasen, como lo ha
hecho el Sr. Maldonado, o que mudasen de conducta, por que no
queremos que dejen de cumplir sus obligaciones, ni que sean ca-
lumniados (El Imparcial, 1857).

He aquí la nota:
Acabo de leer entre los hechos locales del Imparcial uno bajo el
título “Vuelva Ud. luego” en el que Uds. aun sin creerlo, refieren ha-
bérseles asegurado, ser esta la medida que tomase la Policía con el
asesino de la muger (que ha sido sacrificada acaso el 5 del corriente)
después de tenerlo preso en el Departamento. Tanta imbecilidad o
indolencia, que se pretende lo mande atribuir a la Policía, repugna
el buen sentido, y no mereciera contestarle esta ofensa, sino me
presentara la oportunidad de decir a Uds. que este departamento
está siempre abierto para todos los ciudadanos que teniendo un
verdadero interés por la mejor marcha, pueden acercarse a tomar
los conocimientos que busquen.
Sobre absurdo, es completamente falso el hecho que Uds., denun-
cian. Apenas la policía tuvo aviso por Petrona Moyano, madre de

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Paulina Brunetti

la víctima llamada Santos Corvalán que esta no había vuelto a su


casa después de dos ó tres días, practicó con la mayor actividad
las diligencias para saber con quien hubiera andado acompañada,
resultando de las declaraciones de los testigos, que fuera un mú-
sico de la banda; en cuya virtud lo mandé citar, porque hasta ese
momento no sabía aun que la muger hubiese sido asesinada; no
habiendo comparecido luego el músico, lo mandé traer, pero ya no
se encontró, porque fugó del cuartel apenas fue citado.
Esta es la verdad del hecho, pudiendo asegurar á los Sres. Redac-
tores que se han tomado tantas medidas y siguen practicándose
otras que será bien difícil que pueda escapar el asesino.
De Uds., atento y S.S.
Salvador Maldonado

La aparición de expresiones agraviantes (“Tanta imbecilidad o in-


dolencia”), no parece extraña para los diarios de aquel momento. En
realidad, las formas de tratamiento del comisario se inscriben en el
enfrentamiento partidario, que ya hemos señalado, y que se observa en
otras columnas nutridas de variados tipos de vilipendios. En segundo
lugar, y para nuestro objetivo lo más significativo, es que el comisario
invita a recabar información en sus oficinas, lo que ni siquiera advierten
los redactores quienes simplemente parten de la convicción de que la
tarea periodística se limita en este caso a publicar la “vindicación”.
Finalmente, el mismo comisario realiza, de alguna manera, la cró-
nica: da fechas más o menos precisas, cita fuentes de la información
(los testigos), organiza temporalmente y causalmente los datos, da el
nombre de la víctima e identifica al victimario aunque sin mucha preci-
sión (“un músico de la banda”). Sólo la carta del comisario satisface lo
que podríamos llamar una información; sin embargo los redactores de
El Imparcial parecen no reparar en estos datos y de esto se infiere una
clara concepción de la tarea de prensa: los redactores limitaban sus
prácticas al espacio cerrados de las redacciones y todavía muy lejos
se hallaba el interés informativo. En todo caso, una información policial
era sólo un dato sumamente vago y breve que además se manipulaba
explícitamente en el marco de una interacción entre partidos. Así circu-
laba la información en los intersticios de un circuito que la reclamaba
para otro objetivo. Pero así también debe entenderse la respuesta del

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

jefe de policía quien da los datos para fundamentar lo que de hecho


ha sido, en el comienzo de la carta, una expresión insultante (“tanta
imbecilidad e indolencia”). Ambos textos (noticias y carta) se basan
en un presupuesto según el cual la situación de discurso hace posible
las agresiones mutuas.
Aunque no fuera utilizada la información como parte del ataque
partidista, su característica sigue siendo, años después, la escueta y
genérica mención de hechos delictivos:

Hechos diversos
Fue muerto a balazos
Un famoso ladrón y asesino, llamado Medina, que ha hecho mu-
chas de las suyas en esta provincia ha sido muerto a balazos uno
de estos días.
Escarmentarán algo los pícaros que tanto se hinchan cuando no
los garrotean.
El tal Medina ha cometido en Córdoba algunos asesinatos, según
nos dicen, y se ha escapado repetidas veces de la justicia.
Alguna vez se llegó á escapar de la cárcel y cometió en el acto un
asesinato (El Eco de Córdoba, 1863).

Es necesario reconocer que no toda la prensa del siglo XIX tuvo


exactamente las mismas características, algunos diarios surgían oca-
sionalmente en época de elecciones, otros permanecieron muchos
años y ofrecieron a sus lectores material variado tanto local, como
nacional e internacional; no obstante, la información no fue su mate-
rial principal sino especialmente la opinión. Esta tendencia habría de
cambiar progresivamente desde fines del siglo XIX y durante las dos
primeras décadas del siglo XX.

3.- Nuevas prácticas, nuevas escrituras. Brunetti,


Maggio, Grillo (2008)
A fines del siglo XIX, conceptos revolucionarios acerca de la prensa
y la labor periodística tuvieron su origen en los modelos de Joseph
Pulitzer y, luego, de William Hearst en los EEUU, los que se adopta-
ban y adaptaban con características propias en cada país. Tal modelo

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Paulina Brunetti

–llamado por Pompeyo Gener (1894) prensa “de información”, “prensa


a la americana”)– ha recibido genéricamente los nombres de prensa
popular, comercial, de información e incluso amarilla; constituye la
etapa inicial de la industria cultural y se encuentra en los orígenes de
la prensa de masas. Tal mutación había revolucionado la escritura y
las prácticas de prensa para exaltar la significatividad de los hechos,
la prioridad de las noticias de interés humano y los precios bajos para
alcanzar a las multitudes de las nuevas urbes decimonónicas.
El desplazamiento de la opinión no significa que ésta se encontra-
ra ausente; la argumentación sobre temas de actualidad, ya fueran
políticos o sociales, permanece. No obstante, el periodismo se define
particularmente por los géneros informativos. Esto es lo que conduce
a hablar del “nuevo periodismo de información” ya que pasan a primer
plano las noticias sensacionales en lugar de los meditados editoriales.
Esto se encuentra íntimamente ligado a una nueva práctica periodística:
la del reportero en el lugar de los hechos. Por aquella época la palabra
“hecho” se utilizó cada vez más (Smith, 1983) y su hábil búsqueda dio
a los reporteros un nivel social significativo que, como veremos más
adelante, es fuente de autojustificación y legitimación de su propia
tarea. Pero, como señala Smith, los hechos estaban a un paso del sen-
sacionalismo, el reportero era un actor más dentro de los sucesos que
añadía detalles, atmósferas, en fin, una serie de elementos imaginativos
para atraer al lector.
En este marco, y a su modo, se modernizó la prensa cordobesa en
tanto las exigencias de los nuevos periódicos transformarán prácticas
y objetivos en un complejo mercado que cristalizará otra retórica: la
del consumo. Si la prensa amarilla de Pulitzer, y especialmente la de
Hearst, puede considerarse la expresión de un exceso, también se torna
principio fundador del periodismo de masas: “Inaugura la era del diario
en tanto mercancía, no como las otras es cierto, mas mercancía al fin,
y de la prensa en tanto empresa mercantil” (Awad, 1995).
En el marco de ese “nuevo periodismo” informativo, la crónica ama-
rilla ha sido considerada el espacio impreso que encarna nuevas per-
cepciones de la profesión y la escritura; esto es, un texto modélico:

La valoración de la información y de la noticia en concreto, creó la


necesidad de establecer un código lingüístico, y la competencia del

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

mercado desmesuró ese código, hasta los excesos de la ‘prensa


amarilla’ de fines del siglo XIX, que en mayor o menor grado termi-
naron impregnando la mayor parte de publicaciones con audiencias
importantes”, dice Vázquez Montalbán (1997).

Cada sociedad engendraba, a fines del siglo XIX y a partir de los


nuevos modelos norteamericanos, una prensa pensada para que fuera
popular e informativa. Así el “nuevo periodismo” cordobés transformó
esencialmente sus prácticas ocupacionales en las complejas tramas de
la vida urbana, en los espacios sociales en los que amenazaba cotidia-
namente el desorden y la muerte y pretendía captar nuevos lectores,
por lo que una de las transformaciones más significativas concierne
a la de la identidad de quienes asumieron la tarea de buscar y relatar
sucesos. Esencialmente, la práctica que legitimaba y daba credibilidad
a los relatos queda definida como la del periodista en el lugar de los
hechos. Las crónicas comienzan a ocupar progresivamente el espacio
gráfico y, casi todas ellas, inmediatamente después de la titulación,
se inician con un fragmento al que llamaremos secuencia de apertura;
se trata de una unidad composicional de naturaleza paratextual de
funcionalidad múltiple que antecede al cuerpo de la crónica. En ella
se observan, en general, operaciones que tienden tanto a resumir el
relato posterior como a captar el interés del lector o a narrar la tarea
periodística. En este último sentido las secuencias de apertura apare-
cen como breves (en oportunidades brevísimas) narrativas de viajes a
lugares más o menos lejanos que plantean interrogantes acerca de la
razón por la cual se inscriben en la escritura de las mismas crónicas.
Éstas escinden la narrativa para contar, en primer lugar, breves historias
que en cierta medida podrían ser quitadas de las historias criminales
sin alterar el relato en cuestión. Pero en esta suerte de “otra” historia
los redactores cuentan la suya propia y adquieren su sentido en tanto
refieren y definen las modalidades de una práctica que atraviesa el
nuevo periodismo cordobés de fines de siglo XIX y comienzos del XX.
Nos referimos a la construcción de una nueva identidad profesional.
Si esas historias han sido explicitadas fue porque, en principio, forma-
ban parte de un saber que también había que comunicar porque no
se suponía conocido. La secuencia de apertura narra reiteradamente
la tarea del cronista en la búsqueda de la información. Así el discurso

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Paulina Brunetti

policial de comienzos de siglo genera no sólo un relato, construye


insistentemente –en un nivel narrativo diferente al de la diégesis– la
imagen del “reportero” que ha permanecido hasta nuestros días.
Metonímicamente vinculados con las historias criminales, de estos
breves relatos emerge una construcción identitaria de la que derivarán
convenciones y saberes como condiciones de la verdad del relato. Son
particularmente significativas, no sólo por la construcción identitaria
que proponen sino por una explícita concepción de la tarea periodística.
Véase la secuencia de apertura de una crónica que relata el hallazgo de
un cadáver. Está destinada a relatar el peregrinaje de un cronista para
obtener la información. Podrán observarse una serie de enunciados
y adjetivaciones, todas de carácter positivo, que de manera explícita
sobrevaloran conductas y acciones periodísticas:

Hallazgo fúnebre en la sección 4ª.


Un cadáver en descomposición
Cuadro Horrible
Ayer como á las 3.30 de la tarde, nuestro cronista recogió la versión
de que momentos antes, de la comisaría 4ª, se había solicitado al
departamento Central la presencia del juez del crimen y médico de la
repartición á objeto de que tomaran la participación correspondiente
en los suburbios de un cadáver en un estado de descomposición.
La curiosidad reporticia de nuestro cronista le hizo sospechar en un
primer momento que se trataba de un crimen que había permane-
cido en el misterio debido a la incuria de los empleados policiales,
como ocurrió con un infeliz árabe que se encontró también en un
estado de descomposición en los aguaduchos de San Vicente- lo
que fue motivo para que se pusiera en campaña á objeto de indagar
lo que ocurría.
En la comisaría 4ª nada pudo conocer del caso que se trataba,
pues el gefe de esa sección Señor Argüello no tenía antecedentes
ni detalles de lo ocurrido.
En representación del médico de policía y de su auxiliar que no
acudieron al llamado se presentó el practicante interno del hospi-
tal señor Emerio Calderón, empleado activo que siempre acuden
cuando los otros funcionarios se excusan.
Nuestro empleado aprovechó la circunstancia para trasladarse al
teatro del suceso.

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

Después de un viaje de hora y media por un camino tortuoso y bajo


una nube de polvo llegaron al Km. 9 de la línea a Calera de FCC
Argentino.
En una isleta circundada por montes y malezas del campo arrenda-
do por Martín Miranda y como á diez cuadras del camino á Capilla
del Carmen observamos dice nuestro repórter, que un grupo de
personas acompañaban al comisario de Las Playas don Mateo
Pedernera.
A llegar al paraje indicado un cuadro horroroso presentóse a nuestra
vista... Pasada la impresión que nos causara el cuadro que presen-
ciábamos, dimos principio a nuestra misión reporticia y abordamos
al comisario Pedernera (La Libertad, 1911).

Luego de este fragmento, se inicia la crónica del hallazgo que no


transcribimos por una cuestión de espacio. No obstante, la secuencia
de apertura constituye relato pormenorizado de un complicado itine-
rario cuyo protagonista central es el cronista. Esto es, la secuencia
de apertura se torna un discurso autorreferente que comienza, como
muchas crónicas, con un dato llegado a la redacción, a partir del cual
emerge un atributo: la curiosidad reporticia exhibida como una suerte
de intuición propia de rol profesional fuente siempre de especulacio-
nes y acciones posteriores. En este caso, el atributo se sobrevalora en
tanto se pone en relación simétricamente opuesta a otros de carácter
negativo adjudicada a la policía, generalmente el otro protagonista de
la investigación criminal: a la negligencia e ignorancia de los empleados
policiales, se opone la dinámica del trabajo periodístico. Morosamente,
se detiene el relato en las vicisitudes del cronista desde que recoge la
información hasta que, ante la ausencia de datos en la seccional po-
licial, encuentra ocasionalmente la solución para llegar hasta el lugar
del hecho. Luego, otra serie de enunciados (“se pusiera en campaña,
para trasladarse...”, “llegaron”) pone énfasis en más circunstancias ad-
versas (“Después de un viaje de hora y media por un camino tortuoso
y bajo una nube de polvo llegaron al km 9 de la línea a Calera de FCC
Argentino; “En una isleta circundada por montes y malezas del campo
arrendado por Martín Miranda y como á diez cuadras del camino”) a
pesar de las cuales el periplo llega a su fin.
Es la puesta en escena de la cotidianeidad de una práctica que
pone el énfasis en las cualidades necesarias para llevarla a cabo y que

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Paulina Brunetti

erige un rol particular, el del periodista en su incansable búsqueda de


la información. De esta manera “la curiosidad reporticia” sintetizará
los atributos más importantes de la nueva identidad profesional: intui-
ción, afanes y empeño en recorrer calles y caminos con importantes
consecuencias en el contrato de comunicación. No deja de infiltrarse
en cotidianas escrituras esa suerte de figura profesional, aun cuando
fuera a través de enunciados mucho más breves que el consignado
anteriormente:

Anoche cuando realizábamos una gira periodística por la ciudad,


nuestro ojo avizador...Y es que como periodistas estamos acos-
tumbrados a mirarlo todo con estoica paciencia (La Voz del Interior.
1913).
Anoche se ha producido un caso verdaderamente extraño por su
originalidad, el que al ser conocido llamó la curiosidad reporticia.
Venciendo las dificultades y obstáculos que siempre se oponen a
ciertos hechos, logramos conocer todos los detalles del caso (La
Voz del Interior, 1913).

El rol del periodista no será sólo el de quien transmite la información


sino, sobre todo, quien la busca y provee. Su fuente será el aconteci-
miento mismo, por lo que la secuencia de apertura, aparece también
como el espacio narrativo a partir del cual surge el acto de narrar.
Aunque la diferenciación entre quien busca la información y quien
redacta es posible determinar en algunas crónicas regularmente nos
encontramos con una instancia narrativa compleja que supone la in-
diferenciación de voces por lo que el acto narrativo parece o produce
el efecto de surgir, como si fuera una única instancia narrativa, de este
espacio extradiegético:

Ayer circuló por la población, de que en una casa de la calle 27


de abril, se había cometido un crimen, que por su alevosía estaba
llamado á tener honda repercusión en la sociedad.
Inmediatamente tratamos de indagar la verdad del rumor circulante,
y á este fin nos trasladamos al lugar donde se decía cometido el
crimen, recogiendo la información que a continuación transcribi-
mos.

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

En la casa 27 de Abril 386, ayer á las 5.30 de la tarde, una de las


personas que allí habitaban, la mujer Rosa de Ferreira, empezó a
quejarse de fuertes dolores de cabeza (La Libertad, 1912).

El tercer fragmento comienza con el relato del crimen. Así el acto


de narrar aparece como resultado de quien estuvo en el lugar de los
hechos aunque en el interior de la redacción las tareas estuvieran
diferenciadas.
Durante más de diez años puede observarse en forma continua la
misma estrategia, lo que demuestra que la mediatización de narrativas
forjó día a día, paulatina e insistentemente de manera regular, conven-
ciones que han fundado la legitimidad del discurso de la información.
La construcción de estas escenas de viaje crea un nuevo lugar de
enunciación del cual dependerá la mimesis del relato: la “verdad” de
la noticia se sostiene en la autoridad de la mirada. La presencia del
periodista en el lugar de los hechos asegura esa experiencia fundante
de la verdad del contrato de comunicación informativo. Así da comienzo
otra crónica que relata un asesinato atroz:

El martes por la tarde a la hora de cerrar nuestro diario teníamos co-


nocimiento del trágico suceso, no siéndonos posible detallarlo hasta
no tener minuciosos antecedentes que satisficieran la curiosidad de
nuestros lectores, antecedentes basados en la verdad precisa.
Ayer por la mañana el cronista policial tomó camino del lugar indica-
do en la creencia de poder volver enseguida con las informaciones
recogidas. Pero cuando hubo llegado, cuando palpó el hecho y
húbose dado cuenta del drama sangriento, violento y cobarde que
allí se había desarrollado, no pudo por menos que detenerse á reco-
ger las informaciones que íbanse produciendo á tenor de la acción
que la justicia del crimen y la policial ejercitaban por momentos (La
Libertad, 1900).

En esta secuencia, la publicación se encuentra subordinada a la


obligación señalada por un enunciado modalizado deónticamente en
el primer párrafo de ofrecerla sólo “detallada” o con “minuciosos de-
talles”, lo que se vincula explícitamente a la problemática de la verdad
periodística que, en este caso como en la mayoría de las crónicas de
sangre, aparece avalada por la presencia del periodista en el lugar de

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Paulina Brunetti

los hechos. A la construcción de esta imagen, confluye el uso regular y


frecuente de enunciados de naturaleza diversa cuya función es poner
en escena una tarea responsable y esforzada en la búsqueda de la
información. En este caso, la partida (“tomó camino”) y su permanen-
cia se justifican en un espacio de percepciones físicas e intelectuales
(“palpó el hecho”; “húbose dando cuenta de la gravedad”) que de
manera dramática, legitimarán la información, como el resultado de
experiencias sensoriales que son significativas ya que dejan claramente
planteada la ecuación: fuimos/vimos/transcribimos (lo que vimos). De
allí, la insistencia diaria en esa especie de compromiso ético basado
en la “verdad de la información”:

Hechas estas consideraciones indispensables para el cronista que


tiene el deber de reflejar fielmente lo que flota en el ambiente en que
su acción se desenvuelve, entremos de lleno en la consignación de
las últimas informaciones (La Voz del Interior, 1912).

La identidad del periodista “fiel a la verdad de los hechos”, testigo


ocular de los sucesos, tiene consecuencias directas sobre la concep-
ción de la misma crónica como un conjunto de datos sobre el mundo
exterior que, mediante un proceso fidedigno, se ofrece a los lectores.
La teoría de la noticia como reflejo del mundo parece partir de este
nuevo periodismo conectado con una deontología de la información,
apenas insinuada pero presente. En este caso “no está ya en cuestión
la veracidad del enunciado, es decir, la concordancia entre el enunciado
y hechos, sino más bien la veracidad de la enunciación...” (Eco, 1987)
ya que se trata de crónicas que recurren a una retórica sensaciona-
lista, fecunda en adjetivos y escenas estereotipadas Así como se ha
considerado, respecto de estilos periodísticos gráficos actuales que la
ausencia de adjetivación, de marcas pronominales produce un efecto de
objetividad en noticias y crónicas (procedimiento de enmascaramiento
del sujeto de la enunciación), la fidelidad a los hechos que preside
especialmente la narrativa policial de fines del siglo XIX y comienzos
del XX está concebida de modo diferente; esto es, básicamente, en
una de sus posibles acepciones: “un enunciado objetivo es también,
a veces, un enunciado conforme a lo que se estima que es la realidad
de las cosas; y se puede, en ese sentido, ser objetivo sin ser neutro y
ser neutro sin ser objetivo” (Kerbrat-Orecchioni, 1986).

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

La dramatización de acontecimientos sobre modelos estereotipados


es una característica esencial de estas crónicas que, por momentos,
exceden los procedimientos de ficcionalización pero si el problema de
la veracidad de los enunciados es ambiguo, la veracidad del acto de
enunciación es indiscutible, independientemente de que cada relato
criminal vuelva a reiterar las mismas categorías efectistas cotidiana-
mente. Al relatar insistentemente la presencia del cronista en el lugar
de los hechos, sus riesgos y sus competencias se desprende, según
la crónica, la veracidad de lo que cuenta y en nada se vincula con es-
crituras que procuran eliminar de la superficie textual apreciaciones
o juicios personales de quien narra. Se trata de un hacer-saber que
pone en escena el acto de enunciación; esto es, “simulacros de la
enunciación “o “toda una estrategia de ficciones al servicio del efecto
de verdad” (Eco, 1987) con importantes consecuencias respecto de
la experiencia de recepción por parte de los lectores.
Pero la “fidelidad a los hechos” no es la única condición de una
noticia. Para ser tal requiere una relación con el tiempo que la distingue
de otras informaciones y de otros discursos en un doble sentido: la
primicia, o la obsesión del presente, y lo inmediato como correlativo
de lo reciente. El crimen es un hecho que ocurre inesperadamente
en una sociedad y que hay que difundir de inmediato. Con el tiempo
se vinculan la capacidad en la búsqueda de novedades y difusión de
primicias; es así como en las crónicas se promueve especialmente la
figura de un periodista expectante, atento al mundo social que lo circun-
da. El periodista activo, dispuesto a recoger la novedad rápidamente,
también es una autoconstrucción constante durante los primeros años
del siglo XX:

Espantosa tragedia
La primera actitud de nuestros redactores con tal objeto, fue lan-
zarse rápidamente como la luz en el auto 473 que dirigido por Juan
Ballester les condujo al lugar del sangriento hecho de la comisaría
quinta (La Voz de Interior, 1912).

En una ciudad pequeña el crimen no es jamás un acontecimiento


aislado; produce una serie de rumores en cadena que son los que
aparecen en algunos de estos ejemplos como fuente de la información

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Paulina Brunetti

(“la voz corrió por el público”). Sin embargo, el número de cien a ciento
treinta mil habitantes que para estos años va conformando la ciudad
de Córdoba, resulta de consideración como para pensar que el rumor
llegara espontáneamente a la redacción. Es posible hipotetizar que
las redacciones podrían tener una rudimentaria red de informadores
prestos a hacer llegar al periódico novedades interesantes; esto es,
personas que viviendo o establecidas en determinados lugares (donde
es probable que los hechos sucedan) fueran informantes voluntarios
de los hechos de sangre ocurridos. “Ser el primero que informa de una
noticia es algo que se valora intrínsecamente...” (McQuail, 1983: 144);
esto es, aumenta la imagen de la capacidad del periódico para proveer
información. Así comienzan a aparecer hacia fines del siglo XIX y en la
primera década del siglo esas expresiones de autorreconocimiento,
hoy también comunes, adjudicándose la primicia:
Hemos sido los únicos en dar cuenta y anticipar detalles del suceso
que si bien incompletos hasta cierto punto han resultado precisos
con algunas variaciones.
Hoy en posesión completa de las circunstancias que han acompaña-
do al trágico suceso, nos encontramos en condiciones de presentar
una crónica amplia, fiel y completa (La Voz del Interior, 1912).

Pero la primicia implica esfuerzos y una extrema dedicación para


obtener las informaciones; el cronista no es sólo un caminante incan-
sable sino también un paciente acechante de la novedad en la espera
de que se produzca; esto es, las guardias periodísticas en el lugar de
los hechos:
Sin embargo que nuestros repórters no se separan del juzgado del
crimen, donde continúa instruyéndose el sumario al convicto Felipe
Torresi, hasta ayer tarde nada se les dijo, mientras tanto por otros
conductos logramos saber que Vicente Celatto y su hijo Salvador,
cuñado el primero de Torresi, habían sido puestos en libertad, por
sobreseimiento definitivo, en la causa que se les seguía por pre-
suntos cómplices del presunto asesino.
Con riesgo de llegar antes que los Celatto, nos trasladamos inme-
diatamente al domicilio de estos, situado en el confín sud-oeste del
pueblito, con el objeto de aprovechar sus referencias acerca del
crimen del Pilar y sus apreciaciones (La Libertad, 1898).

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El periodista en el lugar de los hechos: una práctica y un lugar discursivo

La información se sostiene en la autenticidad del acto de enunciación


(encontrarse siempre en el lugar de los hechos, ser un especialista de
la mirada, recorrer las calles, tener intuición u olfato para encontrar la
noticia, destinar esfuerzo, ser rápido para estar en el lugar y para publi-
car la primicia, etc.). Consecuentemente, la información se caracterizará
por su seriedad y fidelidad a lo ocurrido, su autenticidad, credibilidad e
inmediatez y su total dependencia del lector. Es curioso que esto ocurra
hoy, de manera mucho más recurrente y explícita, en el discurso infor-
mativo de la televisión: La TV, “es cada vez más autorreferente, habla
de sí misma, muestra a sus camarógrafos trabajando, es la verdadera
portadora de hechos que pueden o no ser verdad pero que, en todo
caso, existen en una pantalla que sí es verdadera” (Landi, 1992). La TV,
como en las antiguas crónicas de fines del siglo XIX y comienzos del XX
incesantemente se autopublicitan mediante expresiones que procuran
enaltecer su tarea de transmisores de la “verdad de los hechos”. Tal
proceso toma variadas formas: desde la publicidad explícita, hasta un
sinnúmero de expresiones que intercaladas, a veces de forma breve,
a veces mediante gestos, a veces mediante imágenes se destinan a
legitimar lo que se dice o lo que se muestra y a transformar al perio-
dista en una voz autorizada respecto de los acontecimientos. En fin,
antes y ahora, la curiosidad reporticia se construye como querer-saber
profesional y el cronista se transforma en el “rey de las informaciones
recogidas en el lugar del hecho [que] no pueden menos que garantizar
su autenticidad y generar la credibilidad; esto es, lo que al fin de cuentas
determina el derecho de hablar” (Charaudeau, 2003).

4. Referencias bibliográficas
Awad, S. (1995). Du sensationnel. Paris: L’Harmattan.
Bourdieu, P. (2000). Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama. (Tercera
edición).
Brunetti, P. Maggio, M. y Grillo M. (2008). Ensayos sobre la prensa.
Buenos Aires: Ediciones Biblioteca Nacional
Charaudeau, P. (2003). El discurso de la información. La construcción
del espejo social. Buenos Aires: Gedisa.
Gener, P. (1894). Literaturas malsanas. Impreso en España. s/editorial

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Paulina Brunetti

Landi, O. (1992). Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente.
Qué hace la gente con la televisión. Buenos Aires: Planeta.
McQuail, D. (1983). Introducción a la teoría de la comunicación de
masas. Barcelona: Paidós.
Sábato H. (1994). “Ciudadanía, participación política y la formación
de la esfera pública en Buenos Aires, 1850-188”, en Entrepasados.
Revista de historia. Nº 6. Año IV. 65-86
Smith, A. (1983). Goodbye Gutenberg. La revolución del periodismo
electrónico. Barcelona: Gustavo Gili.
Van Dijk, T. (1990). La noticia como discurso. Barcelona: Paidós.
Vázquez, M. (1997). Historia y comunicación social. Barcelona: Grijalbo
Mondadori. (Edición revisada y ampliada)

El Imparcial. 3/05/1857
El Imparcial. 9/06/1857
El Imparcial. 14/06/1857
El Imparcial. 18/05/1857
El Eco de Córdoba. 9/01/1863
La Libertad. 27/03/1911
La Voz del Interior. 15/02/1913
La Voz del Interior. 12/07/1913
La Libertad. 5/04/1912
La Libertad. 29/03/1900
La Voz del Interior. 5/03/1912
La Voz de Interior. 17/10/1912
La Libertad. 24 /01/1898

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* Otros temas

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La formación de comunicadores
para la redacción
ciberperiodística: un
Fernando Villalobos G. *
Joyceleine Urdaneta Castillo y modelo por armar

Resumen
El presente artículo tiene por objetivo central proponer algunos lineamientos
para la conformación de un cuerpo teórico y práctico que oriente y coloque
en perspectiva la urgente necesidad de abordar y dar respuesta al modelo
de formación ciberperiodística. El estudio está apoyado en la búsqueda de
información documental, antecedentes de autores y teóricos del ámbito de la
enseñanza de la Comunicación Social, ante la emergencia de darle estatus
académico y profesional al nuevo profesional de la Comunicación del presente
siglo, que apunte hacia un modelo pedagógico acorde con las demandas y
exigencias del ejercicio del periodismo, la sociedad y el mercado laboral. Fi-
nalmente plantea un escenario posible y deseable, basado en una formación
intelectual, técnica y ética, cónsona con las competencias genéricas esperadas:
cognitivas, procedimentales y actitudinales, a fin de estructurar un modelo
pedagógico propio.
Palabras clave: Periodismo digital; Ciberperiodismo; Tecnologías de la Infor-
mación y la Comunicación; Competencias

Abstract
This article aims to discuss the characteristics and nature of a possible institu-
tional body for the education of cyber-journalists that would advise on theoretical

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Joyceleine Urdaneta / Fernando Villalobos

and practical issues. The research was based on archive research. It also looked
at contributions from other authors who dealt in the past with the initial setting of
the curriculum for journalists when this became a formally taught activity. Finally
the article proposes a possible and desirable scenario based on the technical
and ethical intellectual formation of the individual in order to fulfill the needed
skills while complying with required procedures and attitudes; all this in order
to structure an indigenous and alternative pedagogical model.
Key words: Digital Journalism; Cyber-journalism; Information and Communi-
cation Technologies; Competences

Résumé
Le principal objectif de ce travail est de proposer des axes de réflexion pour la
formation d’un corpus théorique et pratique qui oriente et mette en perspec-
tive l’urgence d’aborder et de fournir des réponses au modèle de formation en
cyber journalisme. Il est soutenu par une ample recherche documentaire, des
antécédents d’auteurs et de théoriciens dans le domaine de l’enseignement de
la Communication sociale, et répond à l’urgence de fournir un cadre théorique
au niveau professionnel de la communication du XXIème siècle qui vise un
modèle pédagogique adapté aux nouvelles exigences du journalisme contem-
porain, la société et le marché du travail. Il propose enfin un scénario possible
et souhaitable, fondé sur la proposition intellectuelle, technique et éthique, en
accord avec les compétences générales attendues, cognitive, de procédure et
altitudinales dans le but de structurer un modèle pédagogique propre.
Mots clé: Journalisme numérique – cyber journalisme – Technologies d’infor-
mations et de communication – Compétences

Recibido: 12/06/08
Aprobado: 18/07/2008

En la actualidad las Ciencias de la Comunicación, al igual que el resto


de las ciencias sociales, se encuentran en una encrucijada que obliga a
una profunda revisión de sus estatutos teóricos y metodológicos para
abrir el camino hacia otras alternativas. La óptica latinoamericana debe
reflejar la inquietud del área representada en problemas relacionados
con la globalización, el cambio tecnológico a partir del uso de las TIC, la
búsqueda de sentido ético y pertinencia social, así como la indagación
sobre el campo educativo, lo que nos ocupa, entre otros aspectos. Sin
copiar modelos europeos, ni norteamericanos.
Hernández (2002)) señala sobre el tema el hecho que la creciente
complejidad de la Comunicación no está acompañada de nuevos abor-

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

dajes teóricos críticos y procedimientos metodológicos. Por el contra-


rio, su enseñanza e investigación han sucumbido ante las tendencias
reduccionistas y tecnocráticas propias de la racionalidad mercantilista,
que han impuesto su razón dominante y determinista.
En consecuencia hay que reflexionar sobre qué tipo de escuelas
necesitamos; neoliberales, especializadas, fraccionadas o una global,
integral, humanista, generalista, más especializada y específica, con
la idea de impulsar las actividades de investigaciones puntuales que
beneficien tanto al entorno social, como a la industria de la comuni-
cación.
Se considera entonces que la universidad se debate entre las formas
tradicionales de hacer ciencia, es decir concepciones deterministas,
que adjudican enfoques educativos y curriculares como el conductismo
y el cognitivismo (positivismo) por un lado. Y por el otro, las formas
emergentes del saber aprender-investigar-compartir-tolerar-crear, en
definitiva de transferir conocimientos, éstas de carácter indeterminista
(postmodernista).
Villalobos (2005) en su ponencia “La Investigación de la Comunica-
ción en Venezuela” señala la necesidad de reflexionar en torno a la co-
bertura, pertinencia y calidad de los estudios de Comunicación Social,
para destacar sus potencialidades e introducir cambios en la sociedad,
a través de propuestas novedosas y oferta de salidas académicas,
como por ejemplo especializaciones, estudios de IV nivel y programas
de doctorado, como continuación y prosecución del pregrado.
Ha sido ampliamente discutido en distintos escenarios y por sectores
académicos dedicados al tema de la formación profesional de comu-
nicadores cuál debe ser el perfil del comunicador social. A finales de
la década de los ochenta y principios de los noventa se acentuó una
tendencia: la formación especializada como estrategia que respondiera
a las demandas del mercado.
Sin embargo, la posición de los teóricos latinoamericanos se ha
mantenido en el tiempo: la orientación de la formación de los comu-
nicadores no cambió sustancialmente en la última década. Por ello,
insisten en mantener su propio estatuto epistemológico, sin aislarla del
discurso del tejido social y cultural que le es propio, y no ajeno, y que
la vincula irremediablemente al resto de las ciencias sociales.

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Joyceleine Urdaneta / Fernando Villalobos

Una tendencia que ha caracterizado el modelo de propuestas curri-


culares en las escuelas de Comunicación es la existencia paralela de
dos tipos de currículo, el que aparece registrado en los documentos
oficiales (currículo formal), y el currículo oculto que como lo plantea
Vílchez (2005) prevalece y se convierte en discurso y práctica hege-
mónica en la atmósfera escolar, influenciado significativamente por los
valores de los docentes, por las novedades que incorporan los expertos
en sus áreas de actuación profesional.
Lo expresado conduce hacia el pensamiento holístico que busca
profundizar la reflexión y aboga por el pluralismo en teoría educativa,
apoyándose en la síntesis creativa y apropiaciones dialécticas (Sánchez,
1992) como alternativa metodológica para abordar el fenómeno de la
Comunicación; en su teorización, su saber filosófico y pedagógico.
Es pertinente poner de manifiesto el hecho que desde la década de
los noventa se ha producido un crecimiento acelerado de las escuelas
de Comunicación Social en Venezuela, las razones que explican este
fenómeno se sintetizan a continuación: a) la masificación estudiantil
que se produce a partir de la década de los ochenta; b) el uso de las
Tecnologías de la Información y la Comunicación que posibilita el
alcance masivo de los medios y le otorga un rol protagónico al comu-
nicador social; c) el sector privado de la educación apoyado en la alta
demanda de estudios en el área de las comunicaciones, creando de
manera vertiginosa nuevas escuelas, pero repitiendo la misma oferta
académica tradicional (Morales y Parra, 2006).
A partir de esta realidad las docentes e investigadoras de la Univer-
sidad del Zulia se permiten recomendar a las instituciones formadoras
de comunicadores que aún tienen plena vigencia: Profundizar la for-
mación general orientada hacia la formación básica profesional con el
área de formación específica para proporcionarle al futuro comunicador
las competencias, destrezas y habilidades necesarias para el ejercicio
profesional. También aspirar siempre a un pensamiento multidimensio-
nal y transdisciplinario. Lo que implica no aislar los fenómenos de su
contexto, antecedentes; de su devenir. Finalmente renovar los casca-
rones teóricos que hoy sirven de fundamento para justificar una visión
instrumental de lo comunicativo asociado al mundo de la tecnología
y la mediática.

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

Lo importante de esta discusión es resaltar la tesis de Morín (2003)


respecto a la aspiración de abordar un pensamiento multidimensional
que integre tanto el saber-saber con el saber-hacer con bases epis-
temológicas sólidas y flexibles en lo que respecta a la formación en
comunicación.
En este caso las TIC y el ciberperiodismo deben encontrar vínculos
y estrategias que conviertan la docencia en un proceso autónomo de
generación de conocimiento estructurado y cohesionado. De esta
forma, dejará de tener vigencia el hecho que las reformas curriculares
planteadas en las escuelas, se reducen a una revisión temática aislada
para reformular planes de estudio o en su defecto yuxtaposiciones
cada vez más confusas, sin una articulación claramente definida en lo
cognitivo y social.

1.- El Ciberperiodismo en Venezuela


El periodismo digital conocido también como ciberperiodismo, hace
referencia al uso del medio digital y de las posibilidades del mismo en
la creación, distribución y almacenamiento de mensajes periodísticos
(Tejedor, 2006). La intención es proyectar una mirada detenida a ese
fenómeno naciente, que en nuestro caso pretende arrojar luz sobre
una nueva disciplina profesional y académica, que a falta de una ter-
minología mínimamente asentada y consensuada se ha denominado
redacción ciberperiodística.
Realizar un balance de la formación universitaria en periodismo
digital en Venezuela exige ir desde los momentos iniciales de descon-
cierto y escasa iniciativa por el tema, hasta el estado actual donde se
encara la formación de los futuros periodistas de un modo reflexivo,
con el objetivo de que ellos se apropien de las tecnologías, de sus
contenidos y de sus uso y aplicaciones.
Parece haber coincidencia en el contexto iberoamericano respecto
a los problemas que enfrentan las Escuelas de Comunicación Social
ante el reto planteado de formar periodistas para los medios digitales.
En Venezuela en el I Congreso de Periodismo Digital, celebrado en
octubre 2004, se describe una situación incipiente en el ámbito forma-
tivo del periodismo digital y solamente dos universidades venezolanas
presentaron experiencias al respecto (ULA y UCAB).

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Joyceleine Urdaneta / Fernando Villalobos

Desde luego no es tarea sencilla la formación de periodistas para


la era digital, en primer lugar por la propia perplejidad con la cual se
perciben los cambios sustanciales y rápidos a los que se ve sometido
el ejercicio del periodismo, producto del desarrollo tecnológico y la
emergencia de la llamada “sociedad del conocimiento”. La transforma-
ción que ha supuesto la comunicación por Internet, parece que inicia
un nuevo ciclo en la evolución del periodismo. Y en segundo lugar,
porque la red se considera un nuevo medio.
Una visión analítica del periodismo digital en Venezuela revela, según
Núñez Noda (2004), lo siguiente:
- En Venezuela se hace más comunicación que periodismo digital.
- Las universidades hacen énfasis sólo en lo instrumental y poco en
lo cultural.
- Hay entre 5 y 10 % de periodistas digitales en formación. Más de
70 % tiene entre 20 y 30 años.
- Las competencias profesionales se adquieren sobre la marcha
gracias a la acreditación de experiencias.
- No hay postgrados especializados en periodismo digital.
- Cada día se producen más contenidos de fuentes no periodísticas,
sobre todo por la discusión política en Internet.
Los datos muestran que existe un precario porcentaje de perio-
distas digitales formados y especializados, aún cuando cada día se
incrementa el número de escuelas de Comunicación Social en el país.
Los pensa de estudio se mantienen igual que hace décadas y solo
algunas universidades han incorporado en sus programas materias
relacionadas al periodismo digital.
En este sentido, la propia formación universitaria está sometida al
debate, en medio de serios cuestionamientos a su eficiencia, eficacia y
pertinencia, además del característico continuismo, el anclaje a viejos
métodos didácticos y la escasa vinculación con el mundo del trabajo,
entre otros.
Villalobos y Montiel (2006) hacen referencia a que la sociedad del
conocimiento exige de las casas de estudio superior un trabajo en tres
terrenos fundamentales: a) el perfil del egresado, para que sepa vivir y
actuar en un mundo cambiante; b) el estilo pedagógico, en consonan-

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

cia con ese perfil esperado; c) el nuevo modo de relacionarse con el


mundo exterior, para que la misma universidad sea capaz de adaptarse
a esos requerimientos dinámicos.
También diferentes documentos de la UNESCO sobre la educación
y la sociedad del conocimiento dictan líneas maestras que suponen
importantes retos a la universidad en aspectos como: la formación
para toda la vida, aprender a aprender (necesidad de autodidactismo),
la transdiciplinariedad, para superar la parcialización del saber; la for-
mación por competencias garantizando la inserción del graduado en
el mundo productivo.
Henríquez (2006) siguiendo a Salaverría (2000) en su trabajo sobre
“Formación Universitaria en el Periodismo Digital: Caso Universidad
de los Andes”, hace referencia a dos modelos para la formación de
periodistas digitales y aclara que aunque predomina el primer modelo
en opinión del autor, tarde o temprano, y por encima de la habitual
resistencia al cambio en la universidad, terminará imponiéndose el
segundo.
a.- Formación de periodistas para nuevos medios: la formación se
entiende como un proceso de capacitación instrumental desintegrado
para la formación de otros medios tradicionales (prensa escrita, radio
o televisión); lo que se busca es que el futuro periodista sea técnica-
mente capaz de responder a las exigencias instrumentales del nuevo
medio digital. Esto se traduce en enseñanzas de tipo exclusivamente
técnico, en las que, por ejemplo, se aspira poco más a instruir a los
alumnos en la elaboración de páginas Web o en la manipulación digi-
tal de imágenes, sin apenas poner en perspectiva estas imágenes y
destrezas con los demás ámbitos del ejercicio periodístico. Es decir:
un puro adiestramiento técnico.
b.- Formación de periodistas para la era digital: sin desdeñar la parte
instrumental, lo que se pretende sobre todo es integrar el empleo de los
recursos digitales como una parte connatural a la práctica periodística,
sea cual sea su soporte final (medios tradicionales o digitales) y en
cualquiera de sus fases de producción (documentación, elaboración
y difusión). Lo que se pretende con este modelo es formar profesio-
nales versátiles y con criterio, centrados en la mejora de la calidad de
la información periodística gracias a mayores y mejores posibilidades

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de documentación, análisis, amplitud y rapidez que propician los re-


cursos digitales.
En este sentido los autores de este artículo comparten la visión de
Salaverría (2000) al afirmar que lo que se busca es formar ciberperio-
distas que manejen y se sirvan de las herramientas tecnológicas sin
llegar a ser expertos en ellas, porque la esencia de la profesión es lo
que debe prevalecer.
Tal y como lo manifiesta Vilamor (2000) al expresar que cambia-
rán, muchas cosas, pero permanecerá: la creación de la noticia, su
redacción, el lenguaje, técnica para que el mensaje llegue al receptor
en términos inteligibles, con criterios de selección y honestidad. “Sin
una valoración periodística y ponderada de lo que se quiere transmitir
puede existir pasatiempo, entretenimiento, pero no información en el
sentido estricto” (p.31).

2.- Formación para el ciberperiodismo


El ciberperiodismo exige a los profesionales de la información
nuevas habilidades que van desde la asimilación de competencias en
el manejo de herramientas de software hasta la adquisición de una
serie de contenidos de índole teórico-práctico sobre los fundamentos
y pautas de redacción de los mensajes periodísticos destinados a ser
difundidos en este medio.
Atendiendo a lo señalado, las facultades y centros de estudio uni-
versitario que se encargan de la formación de los futuros periodistas
deben ir incorporando a sus planes de estudio nuevas unidades cu-
rriculares que garanticen a sus egresados obtener las competencias
propias del nuevo perfil del profesional periodístico. Sobre el tema
Tejedor (2006) hace una propuesta desde lo académico y profesional,
que puede resumirse de la siguiente forma:

a.- Reflexiones desde el ámbito académico


El reto de incluir el ciberperiodismo en los planes de estudio de las
licenciaturas de Periodismo exige, entre otros aspectos, determinar con
precisión cuáles son los requerimientos académicos que se tienen que

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

cubrir en la formación del ciberperiodista. En este sentido se mencionan


diferentes ópticas de las principales exigencias:
- Adaptarse al nuevo medio y sus características (hipertextualidad,
multimedialidad e interactividad).
- Estudiar a los públicos a los que se dirige el mensaje para adecuar
la información a sus necesidades y desarrollar una didáctica espe-
cífica.
- Conocer los recursos de Internet (buscar adecuadamente
información, evaluar, contrastar) y del entorno tecnológico y digi-
tal.
- Saber redactar para la red. La producción de contenidos es la
clave de la comunicación. Mayor capacidad de síntesis para textos
breves y completos.
- Comprender cómo se complementan los soportes: texto, audio,
imagen fija y en movimiento, infografía, etc.- Fundamentalmente
un cambio mental.
La idea es formar un profesional polivalente y versátil, que tenga
conocimientos de los diferentes medios y lenguajes de la comunica-
ción. No se busca formar tecnólogos, sino periodistas que utilicen
las herramientas tecnológicas para enriquecer su trabajo y ganar en
calidad de contenido.
Aquí resulta pertinente discutir las áreas afines para estudiar ciber-
periodismo de las que habla Tejedor (2006). Se trata de una serie de
categorías que, a su vez, aglutinan a un conjunto variado de asignatu-
ras que pueden contribuir en la cobertura académica discutida. Este
contenido resulta de interés a la hora de diseñar un enfoque transversal
en la inclusión del ciberperiodismo en los planes de estudio: redacción
periodística, producción periodística, tecnología de la información, do-
cumentación, teoría de la comunicación, estructura de la información,
historia de la comunicación, diseño gráfico, televisión, y radio.
Para esta investigación se trabajará con redacción periodística
por ser la de utilidad en el estudio. Redacción Periodística: aglutina al
conjunto de materias relacionadas con la escritura (básicamente para
prensa escrita) de mensajes informativos. Se trata de las asignaturas
que trabajan aspectos relativos a la concepción tradicional y escri-

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tura de noticias, reportajes, entrevistas, crónicas, textos de opinión


y otros géneros. En cada caso junto a las características del género
correspondiente se incluyen los contenidos pertinentes relativos a los
orígenes y evolución de cada género, sus aspectos formales (y por
ende, recomendaciones para su escritura), su presencia en los me-
dios, etc. También abarca las materias de edición en prensa. En esta
área se incorporan los aspectos ligados a la redacción de mensajes
ciberperiodísticos, esto es, aquellos que se conciben para ser difun-
didos y consumidos a través de la red, sin dejar de lado los principios
y valores éticos del oficio.

b. -Reflexiones desde el ámbito profesional


Partiendo del escenario comunicativo que los profesionales definen
como un espacio de trabajo sumido en un cambio constante, resulta
de gran interés:
- Conocer y manejar Internet, especialmente lo referido a desenvol-
verse eficientemente para encontrar fuentes de información.
- El hipertexto, como una manera de estructurar los mensajes pe-
riodísticos; por lo que podría considerarse como uno de los hitos
a alcanzar en el terreno de la enseñanza del ciberperiodismo: la
creación de una asignatura que trabaje el tema de la redacción
ciberperiodística.
- El aprendizaje de herramientas software respecto a la pertinencia de
incorporar el aprendizaje en los planes de estudio de la licenciatura
de Periodismo, los profesionales coinciden en señalar que no se
trata de una prioridad. Algunos creen que su enseñanza puede ser
útil como complemento o especialización, mientras que otros con-
sideran que su inclusión en los planes de estudio es innecesaria.
En este sentido, Villalobos y Montiel (2006) aseguran que hay una
clara y necesaria evidencia para reformular los pensa de estudio de las
Escuelas de Comunicación Social de manera holística, adaptadas a
las necesidades y requerimientos del mercado laboral y en función del
momento histórico. El cambio curricular deberá satisfacer las deman-
das del entorno y buscar la pertinencia científica, social, académica
y profesional. Para ello, proponen una oferta académica referida al

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

ciberperiodismo, que involucre tanto las prácticas tradicionales como


emergentes.
Según explican lo que se busca no es formar a un profesional tec-
nológicamente dotado, sino que conciba las tecnologías como una
herramienta que fortalece, amplía y permite el logro de los objetivos
y de un nuevo deber ser del periodista, la búsqueda de la verdad, el
pensamiento, la reflexión, es un saber hacer que le permitirá cumplir
efectivamente con su misión.
Concluyen los autores que no basta con poseer ciertas competen-
cias, pues hace falta un todo interdisciplinario encargado de fusionar
las antiguas prácticas comunicacionales con las nuevas posibilidades
que brindan las TIC, de manera que la formación del comunicador so-
cial se oriente también a producir nuevos medios, nuevos contenidos,
nuevas relaciones con las distintas fuentes de información.
Sobre este punto los autores de la investigación insisten en que los
profesionales de la información reciban una formación sólida, general
y a la vez específica para poder desempeñar con éxito y con dignidad
su cometido. El disponer de nuevas técnicas sólo supone contar con
mayores facilidades. Tal como lo plantea Vilamor (2000) al manifestar
que las redes, cualesquiera que sean, no pueden desembocar en un
pozo sin fondo donde cualquiera puede tener acceso a la información
y enviarla a la autopista, ya que carecería de sentido y además provo-
caría el éxodo de los propios lectores de las redes.

3.- Principales Habilidades del Ciberperiodista


El cambio tecnológico tiene sus consecuencias en el terreno profe-
sional: si cambian las herramientas seleccionadas en el desarrollo de
una determinada actividad profesional, también cambian las compe-
tencias que deben presentar los profesionales de ese ámbito laboral.
Todo cambio provoca siempre transformaciones en la estructura de
los sectores profesionales en los que se ha aplicado y lleva a muchos
profesionales a cambiar de oficio. En el caso de las tecnologías de la
información, se asiste a un cambio técnico acelerado, que exige, en-
tre otros aspectos, que los profesionales de la información posean la

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flexibilidad necesaria para adaptarse a las exigencias de un reciclaje


continuo en su formación.
Aunque los expertos hacen referencia a aspectos muy concretos
sobre las habilidades y destrezas que ha de presentar el ciberperio-
dista, básicamente las diferentes aportaciones podrían agruparse en
tres grandes categorías (Tejedor, 2006: 360). Vale decir:
a.- Formación Intelectual: El ciberperiodista debe poseer una sólida
formación teórica sobre el periodismo (desde el estudio de la historia de
la comunicación a las teorías, estructuras y políticas de comunicación).
Concretamente debe conocer al detalle los aspectos vinculados con la
sociedad de la información y por tanto, con los medios digitales.
b.- Formación Técnica: El ciberperiodista debe manejar las princi-
pales herramientas técnicas. No se trata únicamente de instrumentos
específicos de software. El dominio de la Red (navegación, búsqueda
de datos, etc) es una habilidad muy importante en la formación del fu-
turo periodista digital. En este terreno, y junto a la formación intelectual
que se señala en el punto anterior, el ciberperiodista deberá ser capaz
de crear mensajes que exploten las potencialidades informativas del
soporte on-line. Los expertos insisten en la necesidad que estos profe-
sionales sepan elaborar contenidos informativos adaptados a la red.
c.- Formación Ética: Los ciberperiodistas al igual que cualquier otro
profesional de la información, tendrán que aplicar en su quehacer diario
una serie de criterios éticos y deontológicos. En el caso del ciberpe-
riodismo, aparecen nuevos riesgos (como la veracidad de las fuentes
on-line, la autoría de las informaciones, entre otros) que exigen de una
mayor atención desde el punto de vista de la ética periodística.
Concluye presentando una definición sobre el profesional del ci-
berperiodismo donde afirma que el ciberperiodista debe reunir una
serie de requisitos entre ellos: trabajar en los cibermedios. Conocer
las características de la cultura-red. Producir información (especial-
mente, en tiempo real). Utilizar los recursos informativos existentes en
las redes telemáticas. Conocer y utilizar las herramientas técnicas en la
producción de mensajes informativos. Elaborar mensajes adaptados a
las características y posibilidades del medio digital. Gestionar grandes
cantidades de información. Poseer capacidad creativa y de innovación.

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

Finalmente, conocer como interactuar con otros periodistas, usuarios,


fuentes, a través de las redes telemáticas.
También, Iragaray (2005) especifica que un periodista digital debe
saber: seleccionar los hechos relevantes ante la cantidad de infor-
mación existente en Internet; jerarquizar la información y conocer las
prioridades para actualizar la página Web con la información obtenida;
profundizar y contextualizar con fuentes complementarias, dominar el
lenguaje y la capacidad de síntesis, así como las posibilidades de la
interactividad para generar respuestas y comentarios.
Además de estos conocimientos comunes, señala el autor, también
a los medios tradicionales, pero adaptados a la red, la rutina diaria de
un periodista digital demanda una pericia tecnológica, es decir, cono-
cimientos relacionados al: dominio de la navegación y capacidad de
localizar información útil más allá de los buscadores conocidos; ma-
nejo de programas para edición y publicación de imágenes y textos;
control de almacenamiento y recuperación de información, a través de
sistemas de búsqueda interna y capacidad de trabajo en equipo con
profesionales multidisciplinarios.
Igualmente Salaverría y Díaz Noci (2003) considera que los perio-
distas deben estar preparados desde el punto de vista técnico y
comunicativo. Plantea que el perfil de un periodista formado para la
plataforma digital debe:
- Mostrar capacidad para el trabajo en equipo, ya que exigen altas
dosis de comunicación interna.
- Familiaridad con las TIC.
- Agilidad para enfrentarse a la información de última hora
- Notables destrezas comunicativas tanto textuales como audiovi-
suales.
En este sentido los autores de la investigación coinciden con los
planteamientos discutidos anteriormente y sugieren a los formadores de
profesionales de la comunicación manejar los conocimientos tradicio-
nales de la profesión periodística junto a la tecnología con pertinencia
social, recordando que lo técnico es una herramienta de trabajo que
responde al nuevo medio.

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Neüman (2006) asegura que el volumen de información a procesar


por los profesionales de la comunicación social ya no puede realizar-
se con métodos manuales, ni en tiempo diferido. “En el caso de los
periodistas, el tiempo es aún más demandante pues los medios de
comunicación intentan mantenerse al ritmo de los acontecimientos y
actualizarse ya no diariamente sino en la medida en que se produzca
la noticia” (p.233).

4.- Lineamientos para la redacción ciberperiodística


Luego de haber discutido lo relacionado con el ciberperiodismo
y el ciberperiodista es pertinente hacer una pausa y detenerse en lo
referente a los lineamientos para la formación en redacción ciberpe-
riodística, aclarando de ante mano, que este profesional deberá estar
en capacidad de trabajar con un lenguaje plural, que incorpore ele-
mentos informativos, propios del nuevo medio, discurso audiovisual
de la televisión y la radio.
Atendiendo a este señalamiento está claro que deben realizarse
cambios en la formación para enseñar cómo redactar en los ciber-
medios. En este sentido, Tejedor (2006) luego de una consulta con el
medio profesional y académico plantea los siguientes cambios en la
formación para el ciberperiodismo:
- Cambio de mentalidad: Los estudiantes deben tomar conciencia
del alcance de la red de redes desde el punto de vista informativo: las
novedades que introduce, los cambios que inaugura respecto a los
anteriores sistemas de medios, etc.
- Conocimiento de la estructura mediática: Los estudiantes deben
conocer las características que definen la estructura de medio que in-
troduce la red: tipologías de medios on-line, relaciones entre ellos, etc.
- Conocimiento de las posibilidades del nuevo medio: Los estu-
diantes deben ser conscientes de las posibilidades informativas que
introduce Internet: hipertextualidad, multimedia, interactividad, gran
capacidad documental, virtualidad, entre otros.
- Conocimiento y dominio de Internet: Los estudiantes han de co-
nocer la red y saber cómo utilizarla en aras de enriquecer su trabajo

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

periodístico, las posibilidades que ofrece, los servicios que presta a


los internautas, etc.
- Conocimiento y dominio de las nuevas rutinas de producción: Los
estudiantes deben familiarizarse con las nuevas rutinas productivas
que inaugura la red de redes, conociendo sus diferentes etapas y
ejercitándose en la aplicación de las mismas.
- Manejo de las principales herramientas telemáticas: Los estudian-
tes deben conocer y manejar las principales herramientas vinculadas
con su trabajo periodístico. Los estudiantes y docentes aluden a soft-
ware de diseño Web, gestión de contenidos, base de datos, tratamiento
de vídeos y audio, de retoque de imágenes, entre otros.
- Dominio de manejo de fuentes en Internet: Los estudiantes deben
conocer las estrategias de búsqueda y consulta de fuentes on-line
más eficaces y seguras. En este punto, los expertos hacen especial
hincapié en la importancia de que conozcan mecanismos de contraste
y de verificación de los datos que hay en la red.
- Capacidad para crear mensajes adaptados a la red: Los estudian-
tes que han de conocer las posibilidades de los diferentes atributos
informativos (imagen estática o en movimiento, audio y texto), tendrán
que ser capaces de idear mensajes adaptados a las posibilidades de
Internet y, especialmente, adaptarse, en muchos casos, a las particu-
laridades del público receptor.
- Capacidad de trabajo en equipo: Los estudiantes tendrán que
saber organizarse y trabajar en equipo en el desempeño de las dife-
rentes tareas que introducen las rutinas de producción propias del
ciberperiodismo.
- Capacidad de reciclaje formativo constante: Los estudiantes ten-
drán que mentalizarse de la importancia de una actualización constante
de sus conocimientos debido al acelerado ritmo de cambios que ex-
perimenta la red, y por ende, los instrumentos y servicios vinculados
a la misma.
En función de lo planteado los autores de esta investigación compar-
ten las observaciones en la formación para ciberperiodismo, y aclaran
respecto al punto del manejo de herramientas telemáticas que si bien
el periodista digital no deberá convertirse en un experto en el manejo

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de tecnología, sí deberá poseer conocimientos y nociones básicas de


su uso.
Igualmente el ciberperiodista tal y como se señaló deberá estar
familiarizado con las características propias de la red, el manejo de
recursos, contenidos y las fuentes informativas que ofrece Internet al
igual que los sistemas editoriales, pues ello contribuirá en la búsqueda
de información, ahorrando tiempo, lo mismo que facilitará el análisis
interpretativo de los elementos de contextualización para la nota pe-
riodística y su respectiva documentación.
Ahora bien sobre los lineamientos mencionados anteriormente
consideran que para la formación en redacción ciberperiodística los
cambios podrían resumirse en cuatro aspectos: cambio de mentalidad,
manejo de las nuevas rutinas de producción, búsqueda de fuentes de
información en Internet y capacidad de crear contenidos informativos-
noticiosos adaptados a la red.
En este aspecto, es importante mencionar que Tejedor (2006) tam-
bién simplifica los principales objetivos de la enseñanza del ciberpe-
riodismo que igualmente son muy pertinentes a la hora de diseñar una
asignatura para redacción en cibermedios, vale decir:
- Conocer la estructura general de medios digitales: persigue que
los estudiantes conozcan las características de los medios digitales,
así como las diferentes relaciones que existen entre ellos, en el marco
de la estructura general de medios en que se insertan.
- Crear contenidos informativos on-line: el alumno ha de ser capaz
de aplicar las posibilidades que ofrece el medio on-line en la creación
de mensajes informativos. Se trata de diseñar mensajes que exploten
las fortalezas de Internet (multimedia, hipertexto e interactividad) y, al
mismo tiempo, adaptar su uso a la lectura en pantalla en los conte-
nidos.
- Educarse en nuevos hábitos informativos y rutinas de producción:
la enseñanza del ciberperiodismo debe garantizar que los licenciados
conozcan y sepan aplicar los hábitos y rutinas de producción propias
de un medio digital.
- Aprender pautas para el manejo y validación de fuentes en Internet:
El estudiante ha de conocer las características y servicios de la red, y

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

especialmente, cómo utilizar la red de redes para obtener información


de manera rápida y de calidad.
También plantean diez grandes ejes temáticos en el que se cuenta
redacción para medios ciberperiodísticos, vale decir: parámetros para el
diseño, elaboración y edición de mensajes informativos on-line, que los
autores de esta investigación comparten luego de la lectura detallada
y la consulta profesional y académica que el autor desarrolla.
A este respecto, el contenido programático para el eje temático
redacción para medios ciberperiodístico cuenta con: fases para
el diseño y producción de mensajes ciberperiodísticos, teorías del
hipertexto, arquitectura de información en mensajes ciberperiodísti-
cos, jerarquización de la información en mensajes ciberperiodísticos,
creación de materiales multimedia, componentes interactivos, diseño
y composición de mensaje ciberperiodísticos, ergonomía, usabilidad
y accesibilidad en la creación de contenidos multimedia interactivos
con finalidad informativa.
Sin embargo, Cerna de la Torre (sf) citado en Saba (2006) señala
que en una redacción digital, el periodista no solamente escribe la in-
formación, más bien es el responsable total de la noticia que produce.
Para lograrlo necesita conocimientos y saberes diferentes al momento
de afrontar su rutina básica. Principalmente, éstos se subdividen según
la fuente, los destinatarios, el medio y el contenido.
a.- Las fuentes: Un periodista digital se ve expuesto a mucha más
información que un periodista tradicional. Así, es imperioso contextuali-
zarla y clasificarla según cuán prioritaria sea y la calidad de las fuentes.
También debe ofrecer a sus lectores el acceso a todas las fuentes
originales que muestren públicamente sus contenidos, invitándolos a
ampliar la información si así lo desean.
b.- Los destinatarios de la información: Dependiendo del medio y
los usuarios frecuentes, el periodista digital puede personalizar conte-
nidos, según las necesidades y preferencias del colectivo. Si el medio
es interactivo, el periodista digital debe serlo eficientemente también,
y poseer un grado de disposición para ser corregido por los usuarios
e integrarlos como fuentes para la elaboración de contenidos.
c.- El medio: Los periodistas deben concebir su trabajo desde una
perspectiva multimedia, esto llevado a la práctica, implica un grupo

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multidisciplinario y un trabajo obligatoriamente en equipo. La red es un


medio de publicación instantánea. Un periodista digital que esté cubrien-
do cualquier evento puede escribir un avance en un dispositivo móvil
y enviarlo a la redacción digital. En consecuencia, el periodista digital
ofrece contenidos flexibles, ampliables, actualizables e interactivos.
d.- Los contenidos: En la red, la vigencia es tan importante como
la actualidad, sobre todo porque la información publicada se traduce
en archivo. Esto hace imprescindible que los contenidos estén explí-
citamente relacionados con su fecha de publicación y vigencia. Por
la misma inmediatez a la hora de publicar información en la red, el
diseño tiende a formatos abiertos, en los que sea posible modificar
y ampliar la información tantas veces como sea necesario (capas de
profundidad).
Los autores de este trabajo consideran que el contenido progra-
mático para la asignatura redacción ciberperiodística podría quedar
compuesto, en una etapa inicial, de la siguiente forma:
a.- Arquitectura de la información periodística: que contempla el
diseño y la composición de la noticia.
b.- Jerarquización de la información periodística: para determinar la
lógica informativa que seguirá la noticia, respecto a la documentación
que apoyará la estructura de pirámide invertida e hipertexto.
c.- Creación y clasificación de contenidos: tanto informativos, pe-
riodísticos interactivos e hipermediáticos (hipertexto y multimedia).
d.- Usabilidad y accesibilidad: para contextualizar la nota periodística
y tomar en cuenta las necesidades del cibernauta.

Consideraciones finales
Las TIC y el ciberperiodismo deben encontrar vínculos y estrategias
que conviertan la docencia en un proceso autónomo de generación de
conocimiento estructurado y cohesionado. De esta forma, dejará de
tener vigencia el hecho que las reformas curriculares planteadas en las
escuelas de Comunicación Social, se reducen a una revisión temática
aislada para reformular planes de estudio o en su defecto yuxtaposi-
ciones cada vez más confusas sin una articulación claramente definida
en lo cognitivo y social.

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La formación de comunicadores para la redacción ciberperiodística

Las habilidades y competencias esperadas en la formación de


ciberperiodistas deben apuntar hacia un profesional que maneje y se
sirva de las herramientas tecnológicas sin llegar a ser expertos en ellas,
porque la esencia de la profesión es lo que debe prevalecer. Aunque los
expertos hacen referencia a aspectos muy concretos, básicamente las
diferentes aportaciones podrían agruparse en tres grandes categorías:
Formación intelectual, técnica y ética, apoyadas en lo cognitivo, pro-
cedimental y actitudinal, como competencias genéricas y esperadas.
El contenido programático para la asignatura redacción ciberperio-
dística podría quedar compuesto, en una etapa inicial, de la siguiente
forma: Arquitectura de la información periodística, jerarquización de
la información periodística, creación y clasificación de contenidos
informativos periodísticos interactivos e hipermediáticos, usabilidad
y accesibilidad.

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92, CIESPAL. Quito, Ecuador.

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Simulacro de participación y
Pablo Schleifer
* violencia simbólica

Resumen
El objetivo del presente artículo es indagar en ciertas prácticas del campo me-
diático que tienen por objeto, no siempre explícito, compensar simbólicamente
la ausencia de espacios de participación real; estas prácticas, que implican
una llamada al orden instituido, generan un sistema gobernado por la violencia
simbólica. Por ello, se retomarán a lo largo del texto algunos de los conceptos
centrales de Pierre Bourdieu, así como también se recurrirá a aportes de María
Teresa Sirvent y de Diego Rossi.
Palabras Clave: participación; violencia simbólica; medios masivos de co-
municación

Abstract
This article assesses certain media practices that have the aim, although not
always explicitly, of compensating the lack of real participation. These practices,
that involve a call of the established order, generate a system dominated by
symbolic violence. In order to do this, the article makes uses of key concepts
and notions developed by Pierre Bourdieu, María Teresa Sirvent and Diego
Rossi.
Key words: participation – symbolic violence – mass media

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Pablo Schleifer

Résumé
L’objectif de cet article est d’examiner certaines pratiques du champ médiatique
dont l’objet, pas toujours explicite, est de compenser symboliquement l’absence
d’espace réel de participation; ces pratiques qui impliquent un appel à l’ordre
établi, engendrent un système gouverné par la violence symbolique. Pour cette
raison le texte reprend certains concepts majeurs de Pierre Bourdieu et fera
appel aux apports de Maria Teresa Sirvent et de Diego Rossi.
Mots clé: participation – violence symbolique – media de communication de
masse

Recibido: 15/05/2008
Aprobado: 31/07/2008

El campo mediático, como espacio de juego socialmente construido


y sometido a distintas y diversas reglas (Bourdieu, 2005), explícitas e
implícitas, pone en juego una serie de prácticas, la mayoría de las ve-
ces de manera inconsciente en el sentido de no estar sometida a una
reflexión previa, que no tienen otro efecto, que no persiguen otro fin, que
el de legitimar esas mismas prácticas practicadas. En otras palabras,
los agentes mediáticos, especialmente los agentes que juegan el juego
de la televisión y de la radio, tienden a legitimar el estado de exclusión
y de escasas posibilidades de participación participativa, es decir real,
efectiva, en la toma de decisiones, de los oyentes y televidentes. Al
mismo tiempo, estas prácticas legitimadoras, que simulan participación,
se instituyen como moneda corriente, como algo que “va de suyo” y
que, así, imperceptiblemente, generan violencia simbólica.
El objetivo que nos planteamos en este artículo, entonces, es indagar
en estas prácticas propias del campo mediático, específicamente de la
televisión y de la radio, materializadas mediante prácticas que están ya
instituidas y que significan una llamada al orden instituido, naturalizado
y universalizado. Para ello, retomaremos a lo largo del texto algunos de
los conceptos centrales de la sociología relacional de Pierre Bourdieu,
especialmente los de capital simbólico y violencia simbólica; también,
para trabajar el tema participación, recurriremos a los aportes de María
Teresa Sirvent y de Diego Rossi.

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Simulacro de participación y violencia simbólica

1. El estado de las cosas: la estructura no participativa


como una estructura estructurada
La estructura, material y normativa, que estructura el campo de los
medios masivos de comunicación, tiene algunas características que
se repiten aquí y allá. Estas bases, al estructurar de una determinada
manera las condiciones de posibilidad y de funcionamiento del campo,
guían y determinan las prácticas posibles de practicar en los medios.
Enunciemos algunas de esas características:
• Concentración: la estructura de propiedad de los medios masivos
de comunicación se encuentra absolutamente concentrada; en
otros términos, las licencias de radiodifusión han quedado en pocas
manos y esas manos gobiernan las comunicaciones1. La concen-
tración de los medios es, por definición, antagónica con cualquier
ideal de pluralismo y de diversidad, de comunicación entendida
como un proceso social de construcción de sentidos plurales y
divergentes, como práctica social (mediatizada o no) productora
de lazos sociales fuertes, de realidades, de creencias y valores, de
significaciones sociales. La concentración de los medios implica,
entonces, la exclusión de amplios sectores de la sociedad de la
estructura mediática.
• Centralización de los contenidos: es en las grandes urbes, donde
el mercado publicitario es mayor, donde se centraliza la producción
de contenidos. Las regiones, las provincias y los municipios han
quedado, por así decirlo, sujetos a los designios de los programa-
dores de la programación a larga distancia, por control remoto;
pues este hecho tiene consecuencias en, por lo menos, dos planos
fundamentales para la vida democrática: las realidades locales no

1 Efectivamente, el caso argentino demuestra que durante la década de los ´90, gober-
nada por el ex presidente Carlos Menem, los medios de radiodifusión en Argentina
quedaron concentrados en pocas manos. Además, es importante recalcar que esta
concentración, lejos de ser el resultado de un destino caprichoso, es el producto de una
serie de políticas de Estado, planificadas y llevadas a cabo por decreto. Para ampliar
véase, Mastrini, Guillermo (editor) (2005), Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas
de comunicación en la Argentina (1920-2004). Buenos Aires: La Crujía; y para el caso
latinoamericano, Mastrini, Guillermo y Becerra Martín. (2006). Periodistas y magnates.
Estructura y concentración de las industrias culturales en América Latina. Buenos Aires:
Prometeo Libros.

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Pablo Schleifer

encuentran espacio en los medios y los televidentes y oyentes lo-


cales no encuentran en los medios la programación necesaria para
ver reflejada, desde la diversidad y el pluralismo, esas realidades (A
modo de ejemplo, producir ficciones que representen la realidad y
las problemáticas del interior del país es imposible por los costos
y los horarios marginales que los programadores reservan a los
programas de contenido local); por otro lado, la información, sobre
todo en la televisión, es también producida en los grandes centros.
De esta forma, prima la circulación centro-periferia, dando por tie-
rra con los principios de producción y distribución diversificada y
descentralizada de programas y contenidos y con la regionalización
de las emisiones con la consiguiente circulación periferia-centro.
• Privatización: con la llegada de la vulgata neoliberal (Bourdieu,
2001), de sus principios filosóficos y económicos tendientes a
reducir el Estado a su mínima expresión, a liberalizar el mercado
y, como afirma Atilio Borón (1999), mereced a un impresionante
discurso “autoincriminatorio” del Estado como (mal) administrador,
en el lapso de apenas unos años las principales frecuencias de
radiodifusión fueron cedidas en licencia a prestatarios privados.
En el caso argentino fue necesario todo un proceso de regulación
(Mastrini y Mestman) para garantizar el desarrollo de la comunica-
ción privada en el país2.
• Lógica comercial y uso competitivo: los medios de comunica-
ción, autorizados e impulsados por la estructura del campo y por
la normativa, compiten entre sí por captar la mayor cantidad de
audiencia posible. La lucha desenfrenada por el rating, que es
también, evidentemente, una desenfrenada batalla por la pauta
publicitaria, genera en los emisores la necesidad de “anteponer el

2 En Argentina, aun hoy, tras 25 años de vuelta al sistema democrático de gobierno, rige
el sistema de medios un decreto con fuerza de ley sancionado por los dictadores que
gobernaron el país entre 1976 y 1983. Dicha norma fue modificada en una enorme
cantidad de oportunidades, las más de las veces mediante decretos sancionados por el
Ejecutivo. Así, principalmente durante los ´90, una batahola de decretos fue modificando
la ley de la dictadura de modo de permitir e incentivar la privatización, concentración
y desnacionalización del sistema de medios. Para ampliar véase, Schleifer, P. (2007).
El Senado y la Cámara de Diputados no resuelven. Análisis de proyectos de ley de
radiodifusión (1983-2004). Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires.
http://comunicacion.fsoc.uba.ar/tesinas_publicadas/1463.pdf.

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Simulacro de participación y violencia simbólica

interés económico privado al interés social” (Graziano, 1997, p.6).


De esta forma, la competencia queda circunscripta al orden de
la cantidad; pues lo que vale es lo que tiene audiencia, audiencia
que trae consigo porciones importantes de la torta publicitaria. El
sistema competitivo y comercial es, entonces, excluyente; excluye
todo aquello que a priori, o bien durante la marcha, no es capaz de
producir ganancias, y lo que no es capaz de producir ganancias
(económicas) es lo que no “tiene o podría tener” altos índices de
rating. Así, quedan excluidos “del aire” los programas de contenido
educativo, cultural, histórico, etc; los programas locales y regiona-
les, reemplazados por la programación de las grandes estaciones
metropolitanas que transmiten en cadena; los programas de las
organizaciones sociales, los movimientos sociales, los sindicatos,
las universidades, etc.
Pero no se trata aquí de decir que los programadores de la pro-
gramación son malos o que los licenciatarios privados son odiosos;
se trata por el contrario de describir la estructura que estructura el
campo mediático en tanto que a) es por una cuestión estructural que
el conjunto de la ciudadanía no tiene posibilidades reales de participar
efectivamente ni en la producción de mensajes y contenidos ni en la
toma de decisiones; b) el sistema concentrado, centralizado, privatizado
y comercial de medios se reproduce a sí mismo en la misma práctica
y, así, produce y reproduce prácticas excluyentes mediante un efecto
de campo; c) este estado de las cosas, como veremos, genera en los
agentes mediáticos la necesidad de autolegitimarse para mantener
su posición en el juego de los medios; y d) producto de lo anterior,
el temor a perder el empleo y a no encontrar un nuevo trabajo en
los medios, produce en los agentes de la televisión y la radio ciertas
prácticas de autocensura, cierta asimilación de las llamadas al orden,
la aceptación no crítica y la reproducción de las reglas instituidas del
juego que están jugando.
Ahora bien, estas características que caracterizan la estructura
mediática se corresponden con la misma lógica que caracteriza la
sociedad; pues los medios de comunicación no actúan como islas
separadas del conjunto de lo social ni permanecen indiferentes a los
procesos que rigen el mundo social. En otras palabras, la falta de
posibilidades y espacios de participación real en los medios tiene

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su correlato en la falta de esos mismos espacios en la vida social y


cotidiana. Entonces, sin que sea nuestra intención detenernos en un
profundo análisis de las estructuras políticas-económicas-sociales, vale
recalcar tres características que determinan hoy el espacio público y
la participación en él:
• La crisis de representación que afecta a la ciudadanía es conse-
cuente con la falta de participación de la misma y, asimismo, con la
escasez de espacios de participación que las estructuras políticas
y las instituciones sociales brindan. Descreídos de/por lo pasado
y del ejercicio de la política, los ciudadanos profesionalizan la
actividad política, la reservan a aquellos agentes dispuestos a ser
gerentes de lo público y relegan así, poco a poco, su dimensión
política y pública. La ciudadanía atraviesa un proceso de profunda
despolitización que se traduce en una retirada del espacio público
a la vida privada y privatizada, en un desentenderse de las cues-
tiones comunes a todos. Este proceso, acorde con los principios
filosóficos del estilo de vida posmoderno, como nos ha mostrado
Terry Eagleton (2002), se caracteriza, entre otras cosas, por una
naturalización de las cosas y los procesos, es decir, por un tomar las
cosas como naturales y universales; la ilusión posmoderna descan-
sa en estos postulados: nada puede ser discutido y mucho menos
debatido, hay un solo modelo posible. Una de las más notables
consecuencias de este devenir, entonces, es que “a la ciudadanía
no le preocupe particularmente el perfil de las instituciones políti-
cas bajo las cuales habita” (Caletti, 2000: 8); podríamos agregar:
que a los ciudadanos no les preocupe el perfil del conjunto de las
instituciones, entre ellas lo mediático, bajo las cuales habita.
• Ante esta retirada de la ciudadanía del debate público toman fuerza,
al punto de alcanzar una importancia sin precedentes, los sondeos
de opinión presentados a la sociedad como si fuera la propia opi-
nión de la sociedad sobre los asuntos públicos. Estos sondeos, a
los cuales pocas veces podemos acceder en el sentido de acceder
a los presupuestos epistemológicos que los motivaron y a las me-
todologías y a las formas de preguntar que utilizaron, se instituyen
así como la “voz del pueblo”, como un arma legitimadora, siendo
los que cuentan con el poder de encuestar o bien de valerse y de
imponer sus resultados, los agentes mejor parados para legitimar

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sus prácticas y sus políticas mediante el efecto de democracia


que generan los sondeos en una ciudadanía que, por momentos,
parece estar sólo dispuesta a opinar mediante encuestas pero que
tampoco encuentra otros espacios de opinión y participación. El
rating, como veremos, cumple en el campo mediático esta función
de legitimación.
• Los puntos anteriormente enunciados se vinculan con un tercer
factor: la crisis de identidad imperante. Pues el espacio público ha
dejado de ser el lugar donde se construían identidades mediante
la acción colectiva, el tiempo compartido, el trabajo, la educación
y el discurso como productor/es de sentidos y significaciones. El
fin de los grandes relatos, de las totalidades sociales, de los macro
sujetos, de las macro políticas, etc, es también el fin de las identida-
des sociales fuertes, el pasaje a identidades construidas cada vez
más, como dice Jesús Martín-Barbero (2002), desde el mercado
y la industria cultural. Cuestión que se agrava si, recuperando lo
dicho en la caracterización del sistema de medios realizada más
arriba, comprendemos que “nuestra región es la única en la tierra
con una radiotelevisión monolíticamente comercial y por tanto des-
interesada en los componentes desarrollistas, culturales, sociales
y finalmente democratizadores” (Pasquali, 2002: 5).
Los medios de comunicación, privados y comerciales, concentra-
dos y centralizados, con su enorme poder de imposición de agenda,
de problemáticas, de construcción de realidades y de lobby, han sido
y son actores fundamentales en este proceso de despolitización y de
crisis identitaria. Las escasas posibilidades de participación efectiva
que derivan de todo lo trabajado hasta aquí, y las prácticas que los
agentes mediáticos ponen en juego para compensar simbólicamente
esa exclusión, prácticas que implican una llamada al orden establecido,
una reproducción de las condiciones de posibilidad del medio y que
son, al mismo tiempo, una de las tantas formas de violencia simbólica,
ponen al descubierto, sobre el tapete, la necesidad de repensar los
modelos comunicacionales en nuestros países.
Pero, ¿qué entendemos por participación en los sistemas de comu-
nicación?, ¿cuáles son los niveles o los indicadores que darían cuenta
de una efectiva participación de los ciudadanos en los medios? Y, por

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otro lado, ¿de qué hablamos cuando hablamos, siguiendo a Bourdieu,


de violencia simbólica?

2. En busca de los principios teóricos de análisis


Dedicaremos este apartado a la búsqueda, en dos partes, del marco
conceptual que creemos pertinente para pensar esas prácticas que
simulan participación y ejercen violencia simbólica. Así, en una pri-
mera instancia, de la mano de María Teresa Sirvent y de Diego Rossi,
trataremos de pensar lo concerniente al concepto de participación.
Posteriormente, retomando a Pierre Bourdieu, nos inmiscuiremos en
su concepto de violencia simbólica.

2.1. Entre la participación simbólica y la participación


real.
Acceder no es lo mismo que participar; tener acceso a algo, no es
lo mismo que participar de algo. En otras palabras, como afirma Diego
Rossi (2000), es imprescindible no confundir acceso con participación.
Pues la primera de esas nociones, vinculada con el acceso igualitario
y universal a la información, alude, en una de sus dimensiones, a la
posibilidad de elección entre distintas formas de comunicación, para
lo cual es fundamental la cobertura de todo el territorio nacional, la
equidad en la distribución de los recursos y garantizar la accesibilidad
económica (Rossi, 2000). Es decir, este primer nivel de acceso refiere a
que todos los ciudadanos, en su territorio, tengan garantizado el acceso
gratuito a distintas y diversas fuentes de información.
La segunda dimensión del concepto de acceso comprende la retro-
acción, es decir, la interacción e intervención del público así como su
derecho a realizar críticas y comentarios (Rossi, 2000). Como vemos,
este concepto hace alusión a un sujeto pasivo, receptor de informa-
ción, que, a lo sumo, puede intervenir en la cosa mediática dentro de
parámetros ya determinados y fijados de antemano. Es lo que vemos
cuando vemos en los programas de televisión, por ejemplo, las “tri-

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bunas” de público a las que, cada tanto, se les pregunta qué opinan
sobre determinado tema3.
El concepto de participación, por el contrario, hace referencia a un
sujeto activo, que participa activamente en la cosa mediática, que tiene
un lugar porque le dan un lugar y lo usa, que tiene el espacio para opi-
nar, debatir, proponer, planificar y ejecutar. No obstante, es necesario
distinguir, por lo menos, dos niveles de participación. Un primer nivel
“está referido a la posibilidad de que el público, grupos o individuos
produzcan programas, disponiendo de espacios de programación
para tal fin, y hasta de ayuda profesional” (Rossi, 2000b: 6). Como
hemos visto, este nivel de participación difícilmente pueda respetarse
y cumplirse en las condiciones actuales signadas por la concentración,
la centralización y el imperio de lo comercial; dicho de otra forma, la
estructura actual no reserva espacios importantes para que los grupos
y los individuos sean productores, participen produciendo programas
con contenidos que los representen, los motiven, los involucren.
El otro nivel de participación refiere a la participación activa en la
toma de decisiones. Podríamos disgregar aquí dos planos: dentro de
cada medio; en las políticas de medios (Rossi, 2000). El primer caso
implicaría garantizar la participación en la toma de decisiones y la
planificación de lo que pasa y se emite en cada estación; el segundo,
implicaría la toma de decisiones en la política pública estatal de comuni-
cación. El factor común: estos niveles tampoco están garantizados.
Entonces, si estamos de acuerdo en que los niveles de participa-
ción explicados por Diego Rossi no están garantizados; si estamos de
acuerdo en que, en estos términos, carecemos de espacios de parti-
cipación; si estamos de acuerdo en que todo esto es producto de la
estructura del campo mediático, el primer sesgo de violencia simbólica
se da en el hecho de presentar a los “consumidores-ciudadanos” “el
aumento en las posibilidades de acceso” como si fuera un “aumento
en la participación en el sistema de medios” (Rossi, 2000b: 6).

3 Si bien más adelante nos detendremos sobre estos casos particulares, conviene afirmar
que este ejemplo de acceso, que es presentado por el presentador como un espacio
en el que “el público participa”, al suponer un tema de conversación ya definido los por
los productores, implica una arbitrariedad presentada como apertura.

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También María Teresa Sirvent (1984), preocupada por los proce-


sos participativos en organizaciones e instituciones, presenta una
clasificación que nos resulta absolutamente pertinente para nuestro
propósito. Entiende que es posible hablar de participación real cuando
los integrantes de un grupo u organización, mediante sus acciones,
ejercen poder en la toma de decisiones, en la implementación de las
mismas y en el control evaluativo de esa puesta en práctica, es decir,
en todo el proceso institucional. Como se ve, es posible establecer
una correspondencia entre esta concepción y la concepción de Diego
Rossi y, asimismo, afirmar, como lo hicimos, que en el campo de los
medios de comunicación las posibilidades de participación real son
limitadas cuando no imposibles.
Por otro lado, Sirvent nos habla de participación simbólica en los
casos en los que las acciones no ejercen o ejercen un grado mínimo de
influencia sobre la vida institucional; o bien en los casos en los que se
genera “en los individuos y grupos comprometidos la ilusión de ejercer
un poder inexistente” (Sirvent, 1984: 46). Pues bien, entendemos que
esta segunda vertiente se ajusta perfectamente a lo que sucede en
los medios masivos de comunicación: ante la ausencia de espacios y
posibilidades de participación real, las prácticas practicadas por los
agentes mediáticos generan la ilusión de participación efectiva.

2.2. Violencia simbólica, capital simbólico


La violencia, y el ejercicio de prácticas violentas, no puede ser
reducida a lo físico. Hay distintas formas de violencia y, entre ellas, la
simbólica tiene el efecto de producir en aquellos que son destinatarios
de la misma una especie de consenso, o mejor de aceptación, una
especie de tomar las cosas como (aparentemente) son: la violencia
simbólica es para Bourdieu (2007), en líneas generales, la capacidad de
“hacer ver y hacer creer”. Ahora bien, Bourdieu llama desconocimiento
al “hecho de reconocer una violencia que se ejerce precisamente en
la medida en que uno no la percibe como tal” (Bourdieu y Wacquant,
2005b: 240); pues la violencia simbólica implica, por así decirlo, un
doble desconocimiento. Por un lado, desconocimiento de parte de
aquel que la ejerce y no “la percibe como tal”; desconocimiento, por
otro lado, del que la recibe y, al no reconocerla “como tal”, actúa com-
placientemente.

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Esta violencia, entonces, que se ejerce principalmente mediante el


lenguaje, forma primera de la violencia simbólica, es también fuente
de un poder simbólico, del poder de

constituir lo dado al aseverarlo, de actuar sobre el mundo actuando


sobre la representación del mundo (…) poder definido en y por una
relación determinada que produce creencia en la legitimidad de las
palabras y de la persona que las emite, y sólo opera en la medida en
que aquellos que lo experimentan reconocen a quienes lo ejercen.
(Bourdieu y Wacquant, 2005: 214-215).

Así, las consecuencias prácticas de la violencia simbólica consisten


en la “transfiguración de las relaciones de dominación y de sumisión en
relaciones afectivas, en la transformación del poder en carisma o en el
encanto adecuado para suscitar una fascinación afectiva” (Bourdieu,
2007). Es necesario detenerse por unos instantes aquí puesto que
postulamos que esto es, en gran medida, lo que efectivamente sucede
en la relación agentes mediáticos-público: la sumisión, aceptación y
complacencia del público espectador de su propia exclusión de los
medios encuentra un justificativo teórico y práctico a la vez en esta
“alquimia simbólica” (Bourdieu,2007), alquimia que garantiza la repro-
ducción del orden estructurado (por caso, la ausencia de espacios de
participación). Volveremos sobre este punto.
Ahora bien, esta “fuerza mágica” que es la “alquimia simbólica” pro-
duce en beneficio de quien tiene el poder de ejercerla, aun sin reconocer
que la ejerce, un capital simbólico, en el caso de los agentes de los
medios, de palabra autorizada, de autoridad reconocida por aquellos
que están en condiciones de conocerla y reconocerla: el público que
ha incorporado, producto de una trayectoria por el espacio social, de
un conjunto de prácticas de consumo ya practicadas, un conjunto de
principios de visión y de división, de clasificación, de apreciación, de
pensamiento y de acción4 que hacen que los agentes tomen como si
fuera evidente “una cosa que era, como se dice, lo único que podía
hacerse, pero que habría podido no hacerse” (Bourdieu, 2007, p.174).

4 Evidentemente, y si bien no es este el lugar para profundizar en este concepto, estamos


haciendo referencia aquí al concepto central de habitus. Para profundizar, ver Bourdieu,
2007b.

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Este capital simbólico que ostentan parte de los agentes del me-
dio funciona como un crédito, como una garantía (Bourdieu 2007b)
otorgada por el público sin ser totalmente consciente de esa entrega
puesto que en esa entrega se va también la posibilidad de cambiar el
estado de las cosas; estado, por otra parte, imperceptible, no mani-
fiesto, oculto y ocultado, por un lado, por las prácticas de imposición
y de “alquimia simbólica” y, por el otro, por las prácticas de consumo
y por el dar, muchas veces sin querer dar, capital simbólico a aquellos
agentes encargados de mantener el estado de las cosas.

3. Las prácticas
Llegados a este punto, en el cual hemos explicitado que la estructura
del sistema de medios, por una cuestión estructural, excluye cualquier
pretensión de participación real, en la toma de decisiones, en la elabo-
ración de contenidos, de formatos, de informaciones y comunicaciones
de diversas índole, estamos en condiciones de avocarnos al análisis
de aquellas prácticas practicadas por gran parte de los agentes me-
diáticos, y por el mismo campo como campo, para compensar simbó-
licamente esas ausencias y así legitimarlas y legitimarse.
Ahora bien, el campo, por un efecto de campo, genera las condicio-
nes necesarias para el surgimiento de un efecto de cuerpo (Bourdieu,
2005) por el cual los agentes que participan de él, que creen en lo que
juegan y en las reglas propias del juego, y a pesar de las diferentes po-
siciones y tomas de posición, están dispuestos a dar todo por el juego,
o bien para sobrevivir o bien para destacarse en él. En otras palabras,
los agentes mediáticos están como impulsados a practicar ciertas
prácticas, prácticas que no necesariamente responden a una ecuación
costo-beneficio, para permanecer y para permanecer vigentes, es decir
para tener renombre; pues producto del bajo nivel de autonomía relativa
del campo de los medios, surge la necesidad imperiosa de encontrar
del otro lado, en el público espectador, legitimación, sustento, apoyo,
aval. Al mismo tiempo, el campo, como espacio de juego socialmente
construido (Bourdieu y Wacquant, 2005), como red de relaciones obje-
tivas entre posiciones objetivas (Bourdieu, 2005), es también un campo
de lucha en el que los agentes compiten.

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Simulacro de participación y violencia simbólica

Es por todo ello que postulamos que entre las prácticas comunes en
los medios de radiodifusión, prácticas que nos proponemos analizar a
continuación, se destacan las prácticas de autolegitimación, prácticas
que en tanto arbitrarias, interesadas y productoras de transfiguraciones,
producen violencia simbólica.

a. Yo soy el/del “pueblo”


Hicimos referencia ya a la debilidad de la autonomía del campo,
campo que está sujeto, entre otras cosas, al poder del mercado pu-
blicitario, es decir, a lo que económicamente vale que no es otra cosa
que lo que económicamente vende. Campo que, por otra parte, está
también sujeto a los vaivenes de la política, pues, como vimos, más allá
de las normas implícitas que motivan el juego y son producto del juego
(por ejemplo la lucha por capital simbólico), la concentración, la cen-
tralización y la privatización fueron impulsadas por el poder político.
Por ello, una de las formas supremas para encontrar legitimidad
es invocar al “pueblo”; es, mediante el discurso mediatizado, “hacer
ver y hacer creer” que lo que se dice, que el punto de vista que se
trasmite por televisión no es otra cosa que lo mismo que el “pueblo”
hubiera dicho en ese lugar y sobre ese tema. En este sentido, el juego
mediático, como campo de producción cultural, comparte una carac-
terística en común tanto con el campo político como con el religioso
o el intelectual:

El de ser o sentirse autorizado para hablar del “pueblo”, o a hablar


para (en el doble sentido) el “pueblo”, puede constituir, de por sí,
una fuerza en las luchas internas en los diferentes campos (…)
fuerza tanto más grande cuanto más débil es la autonomía relativa
del campo considerado. (Bourdieu, 2007c).

Así, la invocación al “pueblo”, que realizan los agentes mediáticos,


tiene un doble objeto: buscar legitimidad y, merced a esa legitimad,
contar con un arma valiosa en la lucha por permanecer y por ser en el
medio sin ser un uno más del medio. Veamos tres de las más frecuentes
llamadas al “pueblo”:
- En los programas de entrevista, sean políticos, de interés general
o de farándula, los entrevistadores suelen recurrir al “pueblo” para

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legitimar su propia intervención. De esta forma, podemos decir que


frases como “lo que le pregunto es lo que el pueblo quiere saber”,
“es lo que el pueblo se pregunta en la calle”, etc., por un lado, fun-
cionan como un sustento que legitima la pregunta más allá de la
pregunta; y por otro lado, producen un efecto de representación
que no es tal: el entrevistador no es, a pesar de postularse como si
lo fuera, el representante del “pueblo” en la pantalla. No obstante,
al presentarse como voz o como representante del “pueblo” y al
legitimarse recurriendo a su nombre, el entrevistador compensa
simbólicamente la ausencia de oportunidades para que el “pueblo”,
en este caso, interrogue y pregunte, pues él es el “pueblo”; y, ade-
más, acumula capital simbólico de palabra reconocida y autorizada
por el “pueblo”.
- Un efecto similar causa una segunda práctica recurrente que es
una continuación de la descripta anteriormente. Nos referimos a
la invocación al recuerdo de un pasado en común con el “pueblo”.
Dicho de otra forma: conductores, periodistas, productores suelen
rememorar, llamando a la nostalgia, sus inicios junto al “pueblo”, en
el barrio, en el barro: “sé lo que el pueblo quiere, lo que le preocupa,
porque nací y me crié en el barrio”, “este programa (de ficción) no
es otra cosa que el reflejo de lo que pasa en el barrio, aunque ahora
vivo en San Isidro, viví mi niñez y mi adolescencia en la Chacarita”.
Es esta una de las formas de violencia simbólica que, mediante la
“alquimia simbólica”, transfiguran los intereses económicos de la
producción en prácticas desinteresadas.
- La tercera forma que nos interesa remarcar aquí es la que consiste
en adjudicar al pueblo la responsabilidad por el lugar que cada
agente mediático ocupa en el campo. Es decir, el “ustedes nos
pusieron acá al elegirnos todos los días” no significa otra cosa que
el hecho de autolegitimarse invocando la propiedad de popular, de
ser populares, de ser los más vistos, de tener la mayor audiencia;
por supuesto, no entra dentro de esta legitimación la referencia
a la imposibilidad del público de verdaderamente elegir qué ver,
pues sólo se puede optar entre lo que la programación, es decir
los programadores de la programación, ofrecen.

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Simulacro de participación y violencia simbólica

b- El rating es como si fuera democracia


En consonancia con los puntos trabajados en el inciso “a”, una de
las prácticas predilectas del campo de los medios es hacer referencia
siempre al rating. Pero no se trata de cualquier referencia, se trata
de una referencia legitimadora, de una referencia que, por reiterativa,
produce una serie de eufemismos prácticos (Bourdieu, 2007), una
“alquimia simbólica” que transforma ausencia de participación real
en ilusión de participación, exclusión de los espectadores y oyentes
de la toma de decisiones en ilusión de decisiones tomadas por esos
espectadores y oyentes, dictadura mediática en ilusión de democracia:
todo es presentado como si fuera el público espectador el que tiene
la última palabra.
El rating es un mecanismo estadístico que tiene como fin medir
cuantitativamente, pues nada nos dice de la forma en la cual los
telespectadores miran televisión ni de la manera en que los oyentes
escuchan radio, la cantidad de audiencia que tiene un programa o una
emisora. El rating puede indicarnos la audiencia global, pero también
el famoso “minuto a minuto” tan utilizado actualmente. Esta práctica
del “minuto a minuto” instituye al rating como la última palabra en la
planificación de la programación.
Pero el rating no muestra lo que el público quiere ver o escuchar sino,
en todo caso y como mucho, lo que el público mira o escucha entre
lo que el medio le ofrece. Entonces, y aquí reside el gesto de violencia
simbólica, al presentar el rating como una especie de voto desde el
hogar se enmascara, se oculta la verdad de la cosa: que el público
no tiene poder de decisión, que no hay espacios para la participación
real. Nuevamente aflora la participación simbólica, la ilusión de tomar
decisiones, que actúa como una llamada al y del orden establecido:
pues si todo es así, para qué cambiar las cosas si la última palabra la
tiene el público.
Por otra parte, el imperio del rating, presentado a toda hora y en
todo lugar, en los propios programas pero además en los diarios, en
las revistas y en las páginas de internet, genera otra transfiguración; al
presentar los resultados del rating como la voz del público, como el voto
soberano de los que pueden y deben decidir qué ver y qué escuchar,
oculta que es el rating un arma fundamental en la lucha económica,
es decir, en la lucha por la pauta publicitaria.

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Pablo Schleifer

Ahora bien, el rating no es el único mecanismo de supuesta elec-


ción democrática, es decir de participación efectiva, que presentan
los medios de comunicación audiovisual. Actualmente puede verse,
específicamente en la televisión, una serie de programas que simulan
dar al público el poder de decidir. Nos referimos a los realities shows
en donde los espectadores, mediante un voto telefónico o a través
de mensajes de texto desde su teléfono celular, “eligen” quien sigue
y quien no sigue participando. En este tipo de programas, recurrir al
público es, otra vez, una ingeniosa, pero cuanto menos cuestionable,
forma de compensar simbólicamente la no participación real y, así, de
legitimar esa ausencia.
Otra práctica que genera un efecto de democracia es la del zapping.
Pues el zapping parece suponer la práctica libre del público en el sen-
tido de que éste puede elegir qué ver o escuchar, mediante el cambio
de frecuencia. Pero nuevamente nos topamos con el mismo problema
estructural: la elección es una opción entre lo posible.

c- Los tiempos, los espacios y la información


Los avances tecnológicos han generado otra práctica de caracte-
rísticas similares. Dicha práctica se observa en los casos en los que
los programas cuentan con un espacio dónde los oyentes y/o los tele-
videntes, a través de mensajes de texto por celular, mediante llamadas
telefónicas, correos electrónicos o foros realizan sus preguntas a los
entrevistados o bien a los conductores/periodistas. Este espacio es
presentado como un espacio de participación donde el público pre-
gunta y participa activamente, como un espacio amplio y plural sin
límites ni censuras; pero en la presentación se omite enunciar que las
preguntas suelen tener un marco de posibilidad; es decir, el público
puede preguntar u opinar sobre un tema impuesto y en un tiempo
delimitado y, además, pasar el filtro de la producción. Por otro lado,
siguiendo a Diego Rossi (2000), podemos postular que, en todo caso,
más que de participación se trataría de acceso.
Exactamente lo mismo sucede en los programas de piso, donde
los conductores disponen del manejo no sólo de las problemáticas a
tratar y de la información, sino además de los tiempos y los espacios
cedidos a cada agente. Pues esta es una de las formas más sutiles,

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Simulacro de participación y violencia simbólica

junto con el juego de cámaras y de luces, de imponer presentaciones


y representaciones, de censurar sin censurar explícitamente5.
Por último, quisiéramos dedicar un espacio a una nueva forma de
simular participación participativa que recientemente ha aparecido en
los medios de radiodifusión. Se trata de informes, imágenes, noticias,
novedades que el público puede “colgar” de las paginas web de las
emisoras para que luego éstas las transmitan en sus señales. Eviden-
temente, el análisis nos conduce al mismo lugar que ya hemos arribado
con anterioridad: mediante la cesión, de todas formas sujeta a los
designios de los productores que mantienen la última palabra sobre la
publicación o no de lo dado, de un espacio marginal de participación,
en términos de Sirvent, simbólica, los programadores de la programa-
ción compensan simbólicamente la no participación y adquieren una
nueva forma de adquirir capital simbólico, en este caso, de plurales y
abiertos a la sociedad.

4. Reflexiones finales
Estos casos prácticos que hemos trabajado de ninguna manera
pretenden agotar el análisis, pues reconocemos que las formas de
violencia simbólica, de compensación simbólica y de autolegitimación
propias del universo de los medios de comunicación son múltiples y
variadas. En todo caso, hemos trabajado con aquellas que nos parecen
más representativas en términos de mostrar y demostrar algunas de
las prácticas de violencia simbólica, generadoras de capital simbólico,
que simulan cierta participación.
El análisis nos ha mostrado que por cuestiones estructurales pro-
pias del campo, como la concentración en la estructura de propiedad,
centralización en la producción de contenidos, reinado de una lógica
comercial y competitiva y la privatización de las señales, y por cuestio-
nes propias del espíritu de época y de la estructura social, los medios
de comunicación son excluyentes: no hay espacios para participar
efectivamente, para tener una participación real, en la toma de deci-
siones, en la planificación de los medios.

5 Para ampliar se recomienda, Bourdieu, 2000.

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Pablo Schleifer

Ante esta situación, el campo y los agentes del campo ponen en


práctica una serie de prácticas que, al compensar simbólicamente
la exclusión, es decir, al simular un universo donde todos pueden
participar, logran a) mantener el estado de las cosas; b) dotar a los
agentes mejor posicionados y con mayores armas de capital simbó-
lico mediante, por ejemplo, la invocación al “pueblo” y al pluralismo;
y c) legitimar las prácticas instituidas en el campo, es decir, hacerlas
naturales, universales y eternas.

Bibliografía
Borón, A. (1999). La sociedad civil después del diluvio neoliberal. Sader,
E. y Gentilli, P. (comps.). La trama del neoliberalismo. Mercado,
crisis y exclusión social. Buenos Aires: CLACSO – EUDEBA.
Bourdieu, P. (2000). Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama.
: (2001). Contrafuegos 2. Por un movimiento social europeo. Bar-
celona: Anagrama.
: (2005). Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario.
Barcelona: Anagrama.
: (2007). La economía de los bienes simbólicos. Razones prácticas.
Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama.
: (2007b). El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
: (2007c). Los usos del “pueblo”. Cosas dichas. Barcelona: Gedi-
sa.
Bourdieu, P. y Wacquant, L. (2005). Una invitación a la sociología re-
flexiva. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Caletti, S. (2000, julio). Sobre globalidades, democracia y autoritarismo.
Ponencia presentada en el Seminario “Cultura, Comunicación y
Estado en América Latina. Los desafíos de la globalización”.
Graziano, M. (1997). Textos de apoyo para las primeras clases teóri-
cas de Políticas y Planificación de la Comunicación. Buenos Aires:
Universidad de Buenos Aires.
Martín-Barbero, J. (2002). Desencuentros de la socialidad y reencan-
tamientos de la identidad. Recuperado en mayo 02 de 2008 de,
www.comminit.com.

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Simulacro de participación y violencia simbólica

Mastrini, G. & Mestman, M. (1995, noviembre). ¿Desregulación o rerre-


gulación? De la derrota de las políticas a la política de las derrotas.
Ponencia presentada en las I Jornadas de Jóvenes Investigadores
en Comunicación, Buenos Aires: Argentina.
Pasquali, A. (2002). Reinventando las políticas de comunicación del
siglo XXI. Conferencia para el VI Congreso Latinoamericano de
Investigadores de la Comunicación – ALAIC. Bolivia: Santa Cruz
de la Sierra.
Rossi, D. (2000). Precisiones sobre acceso y participación en la co-
municación masiva. Buenos Aires: CECSO – UBA.
: (2000b). Políticas sobre medios audiovisuales: restricciones a la
democratización. Ponencia presentada en las V Jornadas Nacionales
de Investigación en Comunicación, Entre Ríos, Argentina.
Sirvent, M. T. (1984). Estilos participativos, ¿sueños o realidades?,
Revista Argentina de Comunicación, Año III, Nº 5, p. 45 a 59.

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* Reseñas

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Fogel, J.F. y Patiño, B. (2008)
La prensa sin Gutenberg: el periodismo en
la era digital.
Madrid: Punto de lectura
Miladys Rojano
*

Un agente de aduana inspecciona un camión. El conductor no


transporta ninguna carga. El aduanero le permite pasar la frontera
sin mayor preocupación, pero, durante años ve que ese mismo
chofer llega a la aduana, y siempre vacío. Ninguno de los registros
realizados al vehículo revela la presencia de mercancía alguna, ni
de un escondite. No se puede culpar al agente que en momentos
de desesperación, desmonte el camión pieza a pieza, puesto que
resulta evidente que en esos viajes se trafica algo.
Unas horas antes de jubilarse, en el momento en que acaba su última
jornada laboral, nuestro aduanero ve aparecer el mismo conductor,
no aguanta más. Tras una infructuosa y definitiva inspección le
promete impunidad y le suplica que revele el fraude. ‘Se acabó –le
dice–, esta noche dejo la aduana, pero para poder disfrutar en paz
de la jubilación, antes de macharme, necesito saber qué traficas:
¿drogas, divisas, pasajeros clandestinos’ Dos palabras abaten al
futuro pensionista: ‘trafico camiones’ (Fogel, 2008, p.13).

Con esta historia Fogel y Patiño, asesor y presidente del diario


francés Le Monde Interactif respectivamente, inician las páginas de

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Temas de Comunicación # 17

un libro que intenta desentrañar las características del periodismo


digital o ciberperiodismo, como se define formalmente esta disciplina
que ha generado diversas teorías con respecto a su objetivo y efecto
en la sociedad. Los autores explican a través de este texto cómo los
pioneros del periodismo digital han sido ese “camionero”, y sus colegas
de otros medios el “aduanero” que fantasea con lo que proporciona la
comunicación en este formato.
El desconocimiento hacia esta área en plena evolución ha provocado
temores que culminan con la convicción de que el mundo comienza a
vivir sin periodismo. Ante esa premisa, los autores demuestran, con la
prudencia que amerita el caso, que más allá de visiones apocalípticas
es urgente la comprensión del nacimiento de un nuevo tipo de perio-
dismo con una audiencia como protagonista.
Desde la óptica de ambos periodistas, la conocida comunicación
de masas, se tambalea en la red, donde el usuario no sólo se sienta
expectante frente a la pantalla del computador, sino que interactúa
y produce, constituyendo una suerte de “nanomedios”, capaces de
competir con los sistemas tradicionales. Por ello, proponen reconstruir
la comunicación a partir de diálogos, y ofrecer un “kit” con piezas in-
formativas de distintas índole (textual, audiovisual y gráfica) para que
sea la audiencia la que organice su propio relato.
Sus reflexiones describen a un periodismo descentralizado, interac-
tivo, abierto e innovador que supone sin duda nuevos retos, especial-
mente para todo aquel que busque iniciarse en esta profesión. Basados
en las conclusiones de Marshall MacLuhan, quien pronosticó una aldea
global, sin conocer Internet, y la tesis de su discípulo Walter Ong, sobre
los efectos de la escritura en las sociedades orales, Fogel y Patiño
proponen que el medio digital instala el texto dentro de lo oral, ante la
posibilidad de responder y de llegar al emisor de un contenido.
De este modo, el texto vuelve hacer lo que era antes de la imprenta,
una pieza maleable que no depende de un autor y que puede recons-
truirse, de acuerdo a la versión que genere el usuario. El metamedio
que se conforma, lejos de ampliar o limitar a los otros formatos, los
introduce en una lógica de acumulación que multiplica las opciones y
relativiza el monopolio tradicional.

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Reseñas

El libro se organiza en ocho capítulos que explican paulatinamente


el inicio del nuevo medio hasta la etapa actual. Los autores destacan
que a partir del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid,
España, los diarios digitales baten sus record de audiencia y comienzan
a desvanecerse las fronteras entre los periodistas y usuarios, ya que
muchos afectados utilizaron la tecnología que tenían a su alcance para
informar al planeta.
Otro hito reseñado, es la evolución de Internet hacia la web 2.0,
filosofía que a juicio de los autores ha modificado la visión de una Red
como biblioteca hacia una base de datos dinámica, que no sólo se visita,
sino que también se actualiza. Los algoritmos que han permitido los
recientes desarrollos, han liberado a los usuarios de la convención de
que necesitan ser guiados por expertos para producir contenidos.
Fogel y Patiño, consideran una de esas herramientas, los blogs,
como el “lugar donde periodistas y audiencias se confunden, dentro
de un ausencia de cualquier modalidad de expresión periodística”
(p.118). Destacan que este sistema de publicación en línea se confi-
gura como “líder de opinión” que difunde contenidos y es a la vez un
mediador social.
A partir de este escenario, los “aduaneros” comprenderán mejor
cuál es la actividad de los “camioneros” y será más sencillo insertarse
en su dinámica. Para aquellos que todavía no han sido parte del cam-
bio, este texto es una buena introducción, para los otros que apenas
toman su pluma y se inician en el largo camino periodístico, es una
lectura obligada. La moraleja de esta historia: escribir informaciones
de calidad, producir piezas creativas y considerar a la audiencia como
la principal referencia.

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Del Rey, J. (2008)
La republica de las letras
Caracas: Universidad Católica Andrés Bello
Baltazar Porras*
*

Una de las características de la filosofía pedagógica de los jesuitas


de todos los tiempos es la de crear a través de la educación, la república
de las letras. Los estudios de las humanidades deben desarrollarse
en cinco elementos tradicionales: el físico, el social, el intelectual, el
estético y el espiritual. Los éxitos más sonados fueron las reducciones
de indígenas y en otros lugares los colegios.
En el marco de los 450 años de Mérida es conveniente refrescar
el pasado que ha dejado impronta imperecedera en la identidad de
la ciudad serrana. Los enjundiosos estudios del padre José del Rey
Fajardo, uno de los cuales lleva por título este artículo, desentraña los
orígenes de la vocación a las letras, a la educación, a la universidad
que distinguen a Mérida.
Al alborear el siglo XVII tres ciudades venezolanas habían polari-
zado la atención de la naciente provincia jesuítica del Nuevo Reino de
Granada: Trujillo, Caracas y Mérida. Esta última se llevó la palma, gra-

* Arzobispo de Mérida.

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Temas de Comunicación # 17

cias al tesón del sacerdote andino Ventura de la Peña y a la estrategia


expansiva de los jesuitas neogranadinos.
Los trámites iniciales no fueron fáciles tanto para captar las volun-
tades y generosidad de los peticionarios como para obtener el placet
de la Compañía en Roma y del Consejo de Indias. La fundación del
colegio en 1628 tuvo la suerte de coincidir con el bienestar económico
de la región, tanto en las zonas altas con el trigo como en las tierras
bajas con el cacao. Fueron las famosas haciendas de los jesuitas que
daban el apoyo económico a la obra educacional.
Los 139 años de existencia del colegio hasta la expulsión por orden
de Carlos III en 1767 dejaron huella indeleble. Hombres de luces, de tra-
bajo incansable y de diversas nacionalidades y culturas le dieron desde
hora temprana carácter universal a la recoleta ciudad. Neogranadinos,
y españoles de diversas regiones, ecuatorianos, venezolanos, italianos,
irlandeses, yugoslavos, alemanes dejaron su impronta cosmopolita. La
actual iglesia del Carmen es testigo mudo de la saludable presencia
jesuítica en nuestros lares.
Fray Juan Ramos de Lora al fundar la Casa de Estudios (1785)
recogió e impulsó la herencia dejada por la Compañía de Jesús, viva
en el alma e imaginario colectivo merideño. La historia posterior, los
afanes de universidad y los avatares de los siglos XIX y XX llevan el
viento de cola de la primera intuición: hacer de Mérida una república
de las letras.

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* Colaboradores

Brunetti, Paulina
[email protected]
Profesora Titular de la cátedra de Lingüística de la Escuela de Cien-
cias de la Información (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina).
Investiga sobre historia de la prensa cordobesa. En el año 2005, ob-
tuvo el primer premio en el concurso de Investigación en Periódicos
Argentinos “Prof. Jorge B. Rivera”, otorgado por la Biblioteca Nacional
de la República. Ha publicado el libro Relatos de prensa: la crónica
policial en los diarios cordobeses de comienzos del siglo XX (1900-
1914) y “Sensacionalismo y renovación en la prensa gráfica cordobesa”
en Ensayos sobre la prensa, editado por la Biblioteca Nacional de la
República.

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Temas de Comunicación # 17

Cañizález, Andrés
[email protected]
Comunicador Social (Universidad Católica Andrés Bello) con una
maestría en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar). Investigador
del Centro de Investigación de la Comunicación de la UCAB (CIC-
UCAB) y coordinador académico del Programa de Estudios Avanzados
en Libertad de Expresión y Derecho a la Información, en esa casa de
estudios. Investigador nivel I del Programa de Promoción del Inves-
tigador de FONACIT (Venezuela). Es director de la revista Temas de
Comunicación.

García Peña, Eduardo


[email protected]
Licenciado en Educación mención Ciencias Sociales (UCAB).
Magíster en Gerencia de Recursos Humanos y Relaciones Industria-
les (UCAB). Actualmente cursando el Doctorado en Historia (UCV).
Profesor Agregado miembro del Centro de Investigación y Formación
Humanística de la UCAB. Profesor de pregrado en las cátedras Historia
de Venezuela I y Práctica Profesional I de la Escuela de Educación.
Profesor de la cátedra Educación para la ciudadanía del Programa
Avanzado de Educación en Valores.

Martín Frechilla, Juan José


[email protected]
Profesor titular de la UCV. Investigador del proceso  de moderniza-
ción entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX, en la
perspectiva de la historia social de la construcción territorial y urbana,
de las disciplinas y las instituciones, como parte de la historia de la
ciencia y la tecnología en Venezuela. Ha publicado 5 libros como autor,
8 como coautor y más de 57 artículos y capítulos especializados en
revistas y libros colectivos.

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Colaboradores

Oteyza de, Caroline


[email protected]
Investigadora y directora del CIC-UCAB. Profesora de escalafón
(agregado) de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB. His-
toriadora, con una maestría en Historia Universidad de París VII, y la
escolaridad de la Maestría en Gerencia de Proyectos (UCAB). Línea
de investigación: Historia y Memoria del periodismo. Forma parte del
Programa de Promoción del Investigador, en su nivel 1 (PPI 1)

Schleifer, Pablo
[email protected]
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de
Buenos Aires, ha realizado estudios de postgrado en la FLACSO y
actualmente es maestrando en Ciencias Sociales y Humanidades por
la Universidad Nacional de Quilmes. Además es docente e integrante
de proyecto de investigación formal en la Universidad Nacional del
Comahue.

Straka, Tomás
[email protected]
Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas “Hermann
González Oropeza, sj”, de la Universidad Católica Andrés Bello, en la
que también dirige las maestrías en Historia de Venezuela e Historia de
las Américas. Profesor egresado del Pedagógico de Caracas y Magís-
ter en Historia por la Universidad Central de Venezuela. Miembro del
consejo de redacción de la revista Tierra Firme, es autor de diversos
artículos en revistas nacionales y extranjeras, así como de La voz de
los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1800-1821 (2000);
Un Reino para este mundo. Catolicismo y republicanismo en Venezuela
(2006), entre otros libros.

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Temas de Comunicación # 17

Tenorio, María
[email protected]
Académica salvadoreña. Doctora en literaturas y culturas latinoame-
ricanas por la Universidad Estatal de Ohio. Su tesis doctoral se titula
Periódicos y cultura impresa en El Salvador (1824-1850): “Cuan rápidos
pasos da este pueblo hácia la civilización européa” (2006). Ha publicado
en ECA: Estudios Centroamericanos, Istmo: Revista virtual de estudios
literarios y culturales centroamericanos y La Prensa Gráfica.

Urdaneta Castillo, Joyceleine


[email protected]
Licenciada en Comunicación Social con una maestría en Cien-
cias de la Comunicación área nuevas tecnologías de la información
y Doctora en Ciencias de la Educación. Profesora e investigadora de
la Universidad del Zulia y la Universidad Rafael Belloso Chacín. Está
reconocida por el programa de promoción del investigador (PPI) del
FONACYT como investigador de nivel I. También pertenece a ALAIC e
INVECOM. Colaboradora en publicaciones especializadas nacionales
e internacionales.

Villalobos, Fernando
[email protected]
Profesor Titular del Departamento de Periodismo de la Escuela de
Comunicación Social de la Universidad del Zulia (LUZ). Docente del
Programa de Maestría en Ciencias de la Comunicación e investigador
adscrito al Centro Audiovisual de la Universidad del Zulia y del Pro-
grama de Doctorado en Innovaciones Educativas de la Universidad
Experimental de la Fuerza Armada. Es egresado de la licenciatura en
Periodismo Impreso (LUZ), del Programa de Maestría en Ciencias de
la Comunicación (LUZ) y del Doctorado en Ciencias de la Educación
de la Universidad Dr. Rafael Belloso Chacín. También es integrante,
desde 2002, del PPI (nivel II) y del Programa de Beneficio Académico
(CONABA), desde 1997 (nivel III).

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Normas para la presentación
de originales a la revista
* Temas de
comunicación

La revista Temas de Comunicación es una publicación de la Es-


cuela de Comunicación Social de la UCAB. Divulga investigaciones y
reflexiones del área que incluyen trabajos de carácter histórico sobre
las actividades de la Escuela de Comunicación Social, ensayos sobre
los efectos de comunicación de masas, nuevas tecnologías y avances
de investigaciones puntuales de fenómenos de la comunicación.
Los autores que consignen materiales en calidad de colaboración
deben cumplir con los siguientes criterios:

1. Originalidad
Los trabajos deben ser inéditos y el Consejo de Redacción se reserva
el derecho de publicarlos.

2. Idioma
Los originales deberán estar escritos en castellano. Es necesario
incluir un resumen en castellano, un abstract en inglés, y de ser posi-

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Temas de Comunicación # 17

ble un résumé en francés. También se incluirá un renglón de palabras


claves, keywords y mots clés.

3. Extensión
- Los artículos consignados tendrán una extensión entre 30.000
y 50.000 caracteres con espacios (aproximadamente entre 15 y
40 cuartillas).
- El resumen no deberá superar los quinientos caracteres.
- La síntesis curricular (ficha profesional) será de 350 caracteres.
- Las reseñas de libros tendrán entre 3.000 y 3.500 caracteres.

4. Aspectos formales
- Fuente: Arial.
- Tamaño 12.
- Interlineado 1,5.
- Utilizar negritas para resaltar títulos y subtítulos, con numeración
consecutiva.
- Tipo de archivo (.doc o rtf.)
- Designar el archivo con el apellido y las iniciales del autor prin-
cipal
- Las referencias bibliográficas se colocan con sangría francesa

5. Citas y referencias bibliográficas


Se utilizará el sistema APA para las citas y las referencias biblio-
gráficas.

5.1. Citas dentro del texto (autor, año)


- Un solo autor: se coloca el apellido del autor correspondiente
y el año de publicación del libro o documento.

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Normas de presentación

Ejemplos:
García (1999) señaló...
En un reciente estudio sobre el consumo cultural (García,
1999)
En 1999 García señaló

- Dos autores: se colocan los apellidos y el año de publicación


entre paréntesis.
Ejemplo: Palacio y Tulloch (2003)

- Entre dos y seis autores: se colocan todos los apellidos de los


autores la primera vez que se mencionan, posteriormente la abreviación
et al. Y el año de publicación entre paréntesis.
Ejemplos:
Wasserstein, Zappulla, Rosen y Gerstman (1994) hallaron que…
(primera cita en el texto)
Wasserstein et al. encontraron que… (citas siguientes)

- Sin autor: se coloca el título de la publicación y el año.


Ejemplo: El libro El sistema de memoria, 2000.

- Cita textual:
- Si tiene menos de 40 palabras se considera una cita corta, se
incorporará en el mismo párrafo con comillas dobles. Al final se coloca
entre paréntesis el apellido del autor, el año y el número de página.
- Si tiene más de 40 palabras deberá ir en un párrafo aparte, sin
comillas y con cinco espacios de los márgenes derecho e izquierdo.

- Comunicaciones personales: son las cartas, memos, correos


electrónicos no publicados, entrevistas personales o telefónicas. Se
colocan las iniciales del nombre, el apellido de la persona, y entre
paréntesis la fecha de la conversación.

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Temas de Comunicación # 17

Ejemplo:
T.K. Lutes (comunicación personal, 18 de abril, 2001)

5.2. Referencias
Las referencias deberán colocarse al final del artículo y no en pie
de página.

- Forma básica

Apellido, Iniciales del nombre. (año de publicación). Título: Subtítulo.


(Edición). Lugar de publicación: Editorial.

- Libro

Ejemplo: Seco, M. (1973). Manual de gramática española. Madrid:


Aguilar.

- Artículo de Revista

Apellido, Iniciales del nombre. (año de publicación). Título del artículo:


Subtítulo del artículo. Nombre de la revista o publicación perió-
dica, Volumen, (Número), páginas.
Ejemplo: Henry, W.A. (1990, abril 9). Beyond the meeting pot. Time,
135, pp. 28-31.

- Ponencia presentada en un evento:


González, R., Calvo, A., Benavides, G. & Casullo, M. (1998, noviembre).
Evaluación de la conducta social: Un estudio comparativo entre
adolescentes argentinos y españoles. Ponencia presentada en la
Sexta Conferencia Internacional “Evaluación Psicológica: Formas
y Contextos”, Salamanca, España.

- Fuentes electrónicas
- Una página Web:
Dewey, R. A. (2002). Psych Web by Russ Dewey. Recuperado en enero
25, 2003 de, http://www.psywww.com

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Normas de presentación

- Un artículo de una revista electrónica:


Jacobson, J. W., Mulick, J. A., & Schwartz, A. A. (1995). A history of
facilitated communication. American Psychologist, 50, 750-765.
Recuperado el enero 25 de 1996 de, http://www.gpa.orljoumals-
ljacobson.html

6. Todos los artículos sometidos a consideración deberán


incluir:
Título del trabajo
Texto con la extensión indicada anteriormente
Resumen
Palabras claves (tópicos con los que el texto se relaciona).
Síntesis curricular (ficha profesional)

7. Los autores deben respetar los lapsos de entrega fijados


por la revista.
En caso de que el Consejo de Redacción de Temas de Comunica-
ción haya sugerido cambios a algún material, el autor se compromete
a realizarlos dentro de los límites temporales previstos.

8. Envío de originales
Se recibirán los trabajos por los siguientes correos electrónicos:
[email protected] y [email protected]

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Esta revista se terminó de imprimir en
Caracas en diciembre del año 2008,
en los talleres de
Impresos Miniprés

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