De Los Países Bajos A Las Provinmcias Unidas 1550
De Los Países Bajos A Las Provinmcias Unidas 1550
De Los Países Bajos A Las Provinmcias Unidas 1550
Presentaba característica de una región bastante llena y de escasa amplitud que se extender
por el mar del norte entre Calais y la desembocadura del Ems. Serian la actual Bélgica y
Holanda, presentaba una excelente situación desde el punto de vista de la comunicación
terrestres y aun más fluviales y marítimas. Desde hacia constituía además uno de los polos más
importante del flujo comercial que atravesaba el continente de norte a sur. Era la zona de
mayor tráfico comercial que procedía o se dirigía a Inglaterra
Por una herencia secular había formado del sacro imperio romano, cuya característica más
destacada era de no disponer de un fuerte poder central y ni siquiera una continuidad
dinástica sobre todo entre los siglos XIII y XV. Los poderes políticos locales seguían
fraccionados y bastantes débiles hasta el punto de que, durante el gran conflicto entre
Inglaterra bautizado como la guerra de 100 años, los ambiciosos duques de Borgoña
pudieron extender su autoridad sobre casi todos los territorios entre 1363 y 1477.
A partir de la trágica muerte del último duque Carlos el temerario, los países bajos entraran a
formar parte del imperio germánico, cuyo futuro soberano (Maximiliano de Habsburgo) se
caso con la hija del temerario. De aquí nació Felipe I archiduque de Austria, soberano de los
países bajos entre 1482 y 1506, y rey de castilla desde 1504 a 1506. Con él se cruzaran los
caminos de España y del imperio germánico. Se casa con la heredera del trono de castilla,
Juana de aquí nacería Carlos V. la muerte de su padre Felipe I y la muerte de su abuelo llegara
a la corona.
Ellos fueron los causantes en los países bajos de que las autoridades y Carlos v tomaran
medidas en contra del protestantes. Carlos V se erigió en campeón de la actividad represiva. A
pesar de que existía una inquisición episcopal local, introdujo en los países bajos la inquisición
española, ante ola que celebraron centenares de procesos todo en la segunda mitad de su
largo reinado.
Sin embargo, el elemento catalizador del enfrentamiento con las autoridades por motivos
religiosos fue el calvinismo, que comenzó a penetrar con fuerza en los países bajos
aproximadamente a partir en 1540, compitiendo con anabaptimo de forma cada vez más viva y
eficaz. Penetro por el sur, dirigido por pastores formados en ginebra. al principio también se
trata de una reducida minoría, que as tarde fue capaz de prestar una dimensión ideológico-
política propia a la rebelión. EN el seno propio del calvinismo aparecían también dos corrientes
a partir del primer sinodo de Emdem (1571) una conciliadora y otra políticamente rigorista. Sus
diferencias eran más de carácter sociológico que religioso, ya que gran parte de los calvinistas
conciliadores pertenecían a la oligarquía urbana, sobre todo holandesa, mientras que los
rigoristas procedían mayoritariamente de la pequeña burguesa y de las capas populares. Los
primeros pretendían otorgar primacía al poder de las asambleas de los estados, para evitar el
rigor y las intrusiones de los teólogos. Los calvinistas tuvieron que resignarse a combatir al
anabaptista con medios que no chocaran con las leyes y con el espíritu tolerante que se iba
abriendo paso en el país.
El hecho fundamental que tuvo lugar en los países bajos en la segunda mitad del siglo XVI fue
la progresiva simbiosis, entre el rechazo de la intolerancia católica por parte de las distintas
familias protestantes, la aversión al dominio del rey de España y la aparición de un
sentimiento nacional cada vez más claro. Esto no fue lo único que causo la revuelta. El
nombramiento de un gobernador en Bruselas por parte de Carlos V fue interpretado como una
oposición a las tradicionales libertades de que habían gozado hasta entonces los países bajos.
Indicios de la rebelión
Poco después de 1550 se produjo en los países bajos una afirmación de posturas que unían el
ansa de libertad religiosa con anhelo de autonomía política. Aquí coincidían muchos miembros
de la clase dominantes y amplios sectores populares. Una personalidad tan importante como
Guillermo de Orange.
Sin embargo, la realidad no tardo en ponerse de relieve los enormes inconvenientes de esa
discontinuidad. España nunca tuvo la posibilidad de ejercer una acción eficaz en sus aguas. Los
países bajos poseían una flota numerosa, con unas tripulaciones que, a diferencia de las
españolas, estaban acostumbradas a maniobrar y navegar por mares del norte. Además del
dominio del mar aseguraba las importantes comunicaciones con la natural de los revoltosos, la
Inglaterra de Isabel.
Las relaciones entre los países bajos y su nuevo soberano resultaron ser conflictivas desde el
primer momento. Felipe II no solo se sentía vinculado a aquella región y a aquellos súbditos
como lo había estado su padre, sino que encarnaba mucho más que el estatismo centralista de
la monarquía española. Era un rey al que no le gustaba ausentarse del epicentro de sus
dominios y cuyo temperamento, le inducia a gobernarlos a través del aparato de su alta
burocracia y de sus consejeros más directos. Para hacer frente a las dificultades financieras
obligo a los estados generales de los países bajos a entregarle más de siete millones de
florines: a cambio se le exigió alguna forma de control sobre el uso de ese dinero.
Al fin de mantener la tradición de liberalidad de sus predecesores, cuando el rey abandono los
países bajos a finales de agosto 1559 distribuyo entre la alta nobleza centenares de miles de
escudos. Esto provoco la irritación de miembros de la aristocracia al negarse aceptar que el
consejo de estado, del que estos forman parte, se convirtiera en un órgano efectivo de
gobierno.
A estos roces les siguieron otros de materia religiosa. Felipe II situado en la vértice de una
administración estatal bien estructurada, no solo era un representante convencido del poder
monárquico absoluto, sino que se considera además el principal defensor de la causa católica,
tanto frente a los infieles otomanos como frente a los herejes protestantes. De forma mas
consientes había heredado de Carlos V una visión de la política no solo de escala europea sino
mundial. Felipe II consciente de su propio poder y de los enormes recursos de su estado, era
poco propenso a pensar que una pequeña aunque floreciente región como los países bajos
pudiese oponerse a la consolidación de sus ideales y de sus ambiciones políticas.
El soberano español choco no solo con las reivindicaciones de los países bajos, sino con todo
un conjunto de fuerzas que de diferente manera obstaculizaron sus designios. Se trataba de
energías relativamente dispersas pero que a la larga resultaron suficientes para transformar
una revuelta local en un autentico conflicto internacional con un desenlace desfavorable para
la monarquía española.
Era claro que desde el principio que aquel rey no iba a encontrarse tan solo con unos súbditos
descontentos o reacios, sino con toda una serie de dificultades en otros escenarios. En
definitiva, el desarrollo de los países no se puede comprender bien si no es en el seno de una
coyuntura internacional. En la disputa privada que mantenían estos países con el monarca de
El Escorial interfería un conjunto de factores que era difícil, por no decir imposible controlar.
Sobre todo en los primeros años los del preludio o voorspel: 1559-1566 parece que el conflicto
puede reducirse a la evocación de las distintas desavenencias, más o menos serias, que
surgieron entre Felipe II y la clase dirigente de los países bajo. Desde luego no fue de agrado
desde la última la decisión de añadir a los cinco episcopados ya existentes otras catorce nuevas
diócesis. No solo porque esto suponía una subordinación mayor del clero a la carona, sino
también porque provocaría la transferencia de renta monástica hasta entonces asignadas a los
miembros de familias nobles locales.
Inmediatamente después, entre 1562 y 1565. Felipe II intento calmar el enojo de los nobles
recibiendo en España algunos representantes de la aristocracia de los países bajos. En esta
primera etapa casi ningún miembro de la aristocracia de aquella región se había adherido aun
al protestantismo.
Mientras entre 1560 y 1564 se consolidaba la oposición a la política del gobierno regente
instaurado por Felipe II, en 1564 y 1565 estallaron sublevaciones, en valenciennes y Amberes,
para sacar a los herejes que habían sido encerrados en la cárcel. El rey confió a Margarita de
Parma toda la actuación represiva, aunque poco después accedió a recibir en España a una
delegación encabezada por el conde de Lamoral de Egmont. Esta doble vía de actuación ral no
hizo más que crear malentendidos y confusiones, ya que las promesas se cruzaban con las
rectificaciones y las propuestas a unos con las contraordenes a los otros.
No era más que una confirmación de de las repercusiones internacionales que se había
declarado en aquellas provincias, las primeras escaramuzas de la guerra habían comenzado.
Los calvinistas se habían apoderado de Tournai y Valenciennes, pero a finales de diciembre
fueron derrotados por las tropas de Margarita.
La represión violenta fue la que produjo la radicalización de las posiciones de los revoltosos y
les condujo incluso a la justificación ideológica de resistencia armada.
No hay duda de que los habitantes de los países bajos hallaron con su florecimiento económico
un punto de apoyo y un estimulo para reivindicar su autonomía, que había sido reconocida
durante el reinado de de Carlos V. a comienzos del siglo XVI Amberes se había convertido en la
plaza principal del comercio internacional. Además observamos que en las ciudades los
grandes y medianos comerciantes gozaban de un prestigio social que podía competir con
miembros de la nobleza. Las medidas tomadas por el rey eran una amenaza para los privilegios
municipales, y no solo para los aristócratas.
Los privilegios en el siglo XVI en los países bajos simbolizaban una tradición de libertad. Felipe
el bueno de Borgoña había creado allí en 1463 los estados generales y los estados provinciales,
que ofrecían a los súbditos la representación de los tres estamentos: claro, nobleza y burguesía
ciudadana. Su función era aprobar los impuestos exigidos por el príncipe, para cuya aplicación
se consideraba indispensable la conformidad de los diputados.
La defensa de estos privilegios tuvo una importancia decisiva cuando se utilizo para reclamar
frente al rey la subdivisión de las funciones a la que se considero que se había comprometido,
como si se tratara de un acuerdo mutuo. Esta interpretación fue una de las vías que encarrilo
la acción política de los revoltosos. Es una interpretación amplia de la noción de privilegios que
permitía pasar de posiciones muy moderadas a radicales. Esa ideología se mantuvo esbozada
en sus líneas básicas durante mucho tiempo y en la práctica no se llego a una formulación
claramente original e innovadora desde el punto de vista conceptual. La lucha de los primeros
decenios y el apremio de los primeros acontecimientos exigieron soluciones de tipo práctico,
que no permitían aun la elaboración de una filosofía coherente. El pensamiento europeo tenia
todavía ideas tradicionales. Había pues que echar mano a los recursos ideológicos existentes y
esto es lo que hicieron los países bajos los polemistas políticos. Usaron los antiguos privilegios
como armas.
Guillermo de Orange muy pronto entendió que esos privilegios habían sido pactados
mutuamente entre el príncipe y sus súbditos y confirmados luego mediante juramento. Según
la mentalidad de los países bajos emanaba toda una gama de derechos legítimos y
consolidados globalmente llamados libertades. Sin embargo luego añadieron al proceso de
resistencia contra el rey, los estados generales que se comprometieron cada vez más a fondo
con la instancia unitaria y suprema del pueblo.
De este modo aunque se suponía que los estados defendían en principio el orden tradicional,
el rápido desarrollo de los acontecimientos los convirtió en algo revolucionario. Muy pronto
fueron mayoritarias en sus asambleas las clases comerciantes y burguesas de las ciudades,
gracias al número de representantes. Los estados siguieron funcionando como un organismo
de delegados de intereses locales concretos. Sin embargo, consiguieron afianzar la
coexistencia de provincias celosas de sus favores, aunque sis miembros no tuvieron
prácticamente ninguna autonomía de decisión, ya que debían atenerse a las instrucciones y a
la posterior ratificación de quienes les habían designado.
Solo con el paso del tiempo aparecieron más claramente como dos facetas de su función
política. Por un lado, los que se sentaban en los estados tuvieron que seguir esperando la
aprobación de sus deliberaciones por parte de quien les había designado. Por otro lado en sus
asambleas se perfilo una mayor conciencia de su propia función soberana. A medida que se
imponía la necesidad de una administración estatal e independiente y coherente, se dieron
cuenta de que era indispensable disponer de una organización eficaz del gobierno central.
Tuvieron que pasar varios decenios para llegar a semejantes posturas que ni siquiera a
comienzos del siglo XVII eran del todo pacificas en los países bajos. Cuarenta años antes las
circunstancias habían colocado a los estados generales ante la tesitura de ir mas allá de las
atribuciones que hasta entonces les habían sido reconocidas. Enfrentados a problemas para
los que no estaban preparados, empezaron a convertirse, sobre todo entre 1576 y 1579, en un
autentico órgano de gobierno. El proceso que les condujo a ello no obtuvo su fuerza solamente
del desarrollo dialectico de las nociones de privilegio de garantías que hemos recordado, sino
de la aparición de unas posturas claramente calvinista. Pretendían asimilar la relación entre
Dios y el pueblo, así como entre el soberano y el pueblo, a la condición jurídica que vinculaban
recíprocamente al vasallo y a su señor.
Por otra parte, los miembros de los estados eran la encarnación del pueblo, aunque sin
representarlo en el sentido propio del término, y prácticamente materializaban su acepción
calvinista, además para los calvinistas privilegios representaba la salvaguarda del poder civil.
Era pues, legitimo rebelarse cuando estos derechos fueran conculcados y violados. Aunque
este proceso conceptual no estaba elaborado de una manera sistemática, se apelo así a la ley
divina y a la le natural para legitimar la resistencia armada.
El movimiento de los países bajos obtuvo su propia fuerza, más que de las reivindicaciones de
carácter universal, de las energías comunitarias, religiosas, económicas y culturales, pero sobro
todo pudo beneficiarse de una coyuntura internacional mucho mas favorable que a la larga
aseguro su victoria.
Cuando el duque de alba llego a los países bajos no se imaginaba la con la energía con la que
iba achocar, la organización se convertirá en unos de los pilares único estado realmente nuevo
que ocuparía un puesto destacado en Europa y el mundo.
Frente a países como Inglaterra, Francia, Portugal o Castilla, era difícil de evaluar el grado de
madurez de los países bajos que lucharon duramente para ser un Estado y adquirir una
fisonomía de nación. Se puede afirmar, pues con bastante fundamento que en los últimos
decenios del siglo XVI se produjo en aquella región un movimiento revolucionario imprevisible,
que fue fruto de una coyuntura, pero sobre de las necesidades imperiosas de una lucha
inesperada, y más tarde de un autentica guerra. Las acciones militares y las incidencias
económicos-sociales se sucedieron tan rápidamente que impusieron su ritmo a las otras
dimensiones colectivas de la vida. Se llego mucho antes al Estado que a la nación y a nueva
fase de civilización. En la base de la oposición al gobierno español hubo sin duda sentimientos
particulares, el apego a las tradiciones y a las autonomías locales, pero a ello se añadió una
percepción del poder madrileño como poder extranjero cada vez mas acentuada y un vivo
temor de que la represión inquisitorial pudiese perjudicar gravemente sus propios intereses
económicos.
De este modo, las posturas de ambas partes se hicieron cada vez más distantes y difíciles de
conciliar. EL recurso español a la fuerza contribuyo en gran parte a un foso que casi no existía,
Hasta 1575 los cabecillas de la revuelta no deseaban la independencia, sino la garantía de que
sus privilegios no sean conculcados. En 1578 Philippe Marnix uno de los pilares de la nobleza
protestante todavía reprochaba que hubiera introducido en el país una forma de gobierno
completamente nueva. Pero el soberano no era en absoluto consciente: luchaba más bien por
el mantenimiento de la fe heredada.
Felipe lo sustituyo y envió como gobernador a Don Juan su hermano. La causalidad hizo que
llegara a los países bajos precisamente en el momento en el que los soldados españoles,
exasperados, habían decidido cobrar el sueldo por sus cuentas saqueando la ciudad de Mberis
en 1576. Inmediatamente la situación parecía encauzarse a una solución política, porque entre
otras los estados generales habían comenzado a reunirse y a deliberar sin tener en cuenta la
autoridad soberana. El 8 de noviembre provincias mayorías católicas se comprometieron,
mediante la llamada pacificación de Gante a defender Holanda y Zelanda contra España. Los
estados generales inducían una forma de tolerancia entre las provincias católicas y las
reformadas. EL 12 de febrero de 1577 se publico un edicto ratificado en abril por Felipe que
sancionaban varias clausulas de la pacificación de gante.
Fue un momento fue decisivo porque don Juan no quiso prescindir de todas las tropas de
Guillermo de Orange acepto aplicar el edicto en la que era estatúder. Don Juan no pudo
recuperar Ambers y pidió a Felipe que le enviara tropas. Mientras tanto se reanudaban los
estados generales aquí la situación se hizo más tensa en las semanas siguiente. Por una parte
los estados generales propusieron el archiduque Maias de Habsburgo que se convirtiera en el
nuevo gobernador de los países bajos, a condición que aceptara supremacía política. Por otro
lado un gran número de nobles católicos capitaneados por el duque de Aelrschot y tomaron
posiciones frente a los calvinistas. En 1577 los estados se atrevieron a deponer a don Juan
declarando enemigo de la patria. Matías se adjudica el título de rey todavía en nombre del rey
España y designaba a Guillermo Orange como su sustituto.
La escisión de la zona meridional y septentrional de los países bajos se acentuó más en 1579.
Mediante la unión de Utrecht se constituyo un frente calvinista en las provincias unidas
(Holanda, Zelanda, Frisia, Utrecht, Gheldria, Groninga y Ovejssel) que se comprometieron a
conducir juntas los procesos de paz y guerra.
En abril del 1579 los católicos se reconciliaron con Felipe II y mediante el tratado de Arras, los
estados generales de las provincias de Vlona, de Hainaut y de Artois reconocieron la autoridad
del soberano a cambio de de la garantirá de mantener las autonomías locales y la promesa de
desmovilizar las tropas reales.
De este modo las provincias septentrionales iniciaban la separación, que mas tarde seria
definitiva no solo en las provincias meridionales sino sobre todo de Felipe II, los
enfrentamientos religiosos se iban acentuando. En 1580 el rey depuso a Guillermo de Orange y
le exigió una compensación de 20000 escudos de oro. Poco después el cargo de gobernador
fue propuesto al duque Anjou, que acepto y fue reconocido señor de los países bajos
septentrionales por los representantes de sus estados generales en enero 1581.
Ahora quienes controlaban las provincias unidas eran los que detentaban la riqueza de los
titulares de los privilegios. En sus manos se estaba concentrado el poder gracias al principio de
captación que regulaba el acceso a los consejos urbanos.
Las sugerencias sociopolíticas calvinistas se adaptaron perfectamente a esta fórmula, que por
otra parte era bastante singular desde un punto de vista político. Para ello el cristiano debía
tenía una participación activa en la vida económica y colectiva.
De este modo el absolutismo real era ya contestado y superado. Los estados generales,
conscientes de que representaban al pueblo, se percataron de su fuerza, que por otra parte
radicaba en la riqueza de sus ciudades. Primero se busco una forma de gobierno parecida a
una monarquía constitucional. EN 1580 se concedió precisamente a Guillermo de Orange
soberanía de las provincias de Holanda y Zelanda. El duque Francisco Anjou, que había llegado
Ambers en febrero de 1582 murió en 1584, al mismo tiempo fue asesinado Guillermo de
Orange, de modo que sola las ciudades de Holanda y Zelanda estaban dispuestas a continuar la
lucha frente a un aguerrido Alejandro Farnseio que dominaba con autoridad las provincias
meridionales. Las recién nacidas provincias republicanas tuvieron que ser conquistadas tras
una dura lucha poco después de su consolidación definitiva.