La Economia de Dios

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LA ECONOMIA DE DIOS

MATEO 22:1-14

La Biblia narra que, después de la resurrección, el Señor Jesús les dio a los apóstoles el
contenido total de lo que era la Iglesia. Contrariamente a lo que muchos teólogos dicen,
refiriéndose a una Iglesia primitiva o arcaica, la Iglesia del principio llegó a vivir la plenitud
de Cristo. Muchos talvez consideran que la Iglesia del principio fue una “Iglesia niña”, es
decir, le faltó muchas cosas por alcanzar. Sin embargo, es todo lo contrario, creo que
será difícil que nosotros alcancemos la estatura de lo que ellos alcanzaron al principio.

No es posible pensar que la Iglesia del libro de los Hechos era niña, pues, para empezar,
estaba conformada por los doce apóstoles del Señor, hombres que vivieron con Cristo
desde el Jordán hasta la resurrección. Además de los doce apóstoles, también hubo
muchos discípulos que siguieron al Señor durante Su ministerio. Tales hermanos del
principio tuvieron la experiencia de estar presentes en el aposento alto, ser testigos del
bautismo y el derramamiento del Espíritu Santo, etc. Tal iglesia llegó a la plenitud, entre
ellos se desarrollaron Apóstoles, Profetas, Evangelistas, maestros, los que hacían
milagros, en fin, todos los miembros desarrollaron sus dones para el servicio del Cuerpo
de Cristo.

Con el transcurrir de los siglos la Iglesia entró a lo que conocemos como el


“oscurantismo”, época en que la Iglesia dejó de ser orgánica para convertirse en la
religión católica, allí se perdieron los fundamentos genuinos del Evangelio y se convirtió
en una religión humana. En el año 1500 D.C. surgió lo que se conoce como el
protestantismo, y desde ese tiempo han venido surgiendo los miles de denominaciones
que existen hoy en día.

El problema que tienen los hombres que gobiernan la Iglesia de Cristo hoy en día, es que
no son buenos receptores de la verdad, la buena herencia que han dejado sus
antecesores sólo les sirve para fragmentarse y no para unirse como Cuerpo de Cristo. La
herencia que Dios nos dejó en Cristo se ha malversado porque cada quien se ha
separado del Cuerpo de Cristo para constituir su propia “Iglesia”. Después del
apoderamiento que la Religión Católica hizo de la Iglesia, desde el año 1520, la Iglesia
luterana, sólo vino a ser la primera de miles de denominaciones de lo que hoy conocemos
como la religión “evangélica”.

Los hombres particularizan lo que Dios les da y no lo ponen al servicio del Cuerpo de
Cristo, entonces, surge el conflicto que lo que uno recibe el otro no lo quiere, y por ende,
deciden caminar sólo con “lo propio”; el hecho mismo de que existen tantas
denominaciones, es porque unos no quieren caminar con otros y he ahí donde han
surgido los cortes generacionales de la Iglesia.

Soltar las herencias espirituales es lo peor que nos puede pasar, dice el Salmo 22:4 “En ti
confiaron nuestros padres…” aún en lo natural no debemos desligarnos de nuestros
padres naturales, porque hasta el padre más pobre tiene algo que darle a sus hijos. No
podemos cortar los vínculos que nos unen al Cuerpo de Cristo que está diseminado en
todo el mundo. No podemos negar que hay hombres a quienes Dios les ha confiado
verdades muy preciosas y fundamentales. Algunos ministerios son poderosos en el
evangelismo, otros en la palabra, otros en la liberación, otros en el crecimiento de la
Iglesia, etc. pero con todo y que sean poderosos, fuertes y grandes, distan en lo individual
de tener la plenitud que Dios preparó para Su Iglesia. Dice Apocalipsis 6:14 “Y el cielo
desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla fueron removidos de
su lugar” Normalmente cuando se habla de tierras, islas, y montes, se refiere a entidades
o ciudades; las islas son figura de las tantas denominaciones que existen hoy en día.
Lamentablemente ninguno de nosotros ha nacido fuera de la brecha de corrupción de la
Iglesia, a estas alturas todos hemos conocido un evangelio torcido.

Dios trabaja en base a Su herencia, entonces, recobremos lo que Dios dejó a Su Iglesia,
no a la denominación “Elim", ni a los bautistas, ni a Lutero, sino a la Iglesia. Dios no tiene
verdades aisladas para un movimiento en específico, ni para una misión, Él tiene una sola
verdad para su Iglesia. La iglesia que presuma con una verdad de Dios se convierte en
una denominación. Nadie puede tener en propiedad la verdad de Dios, si Dios le revela
Su Palabra a alguien, ¿De qué se jacta?, Jamás Dios revela algo para glorificar a un
hombre. Nunca estuvieron en el corazón de Dios las d e n o m i n a c i o n e s , t a l e s
e n t i d a d e s son i n v e n t o s y responsabilidad de los hombres que las lideran. Nuestra
tarea no es levantar un nombre, si no el Nombre del Señor a través de la Iglesia.

CRISTO, LA IGLESIA Y LA ECONOMÍA DE DIOS

Comprender el plan de Dios ajusta nuestra visión y nuestro obrar a la mente y a los
propósitos eternos de Dios. El día que creamos que la verdad de Dios no tiene prioridad
en la Iglesia estaremos perdidos. Muchos piensan que lo más importante para la Iglesia
es la unción y las diversas influencias del Espíritu, tales personas están alejadas del
centro del Plan de Dios. En la Biblia no vemos que haya ministros de dones y unciones, lo
que encontramos son administradores de la palabra, es decir, hombres que enseñaron,
tal como dice Lucas 1:2 “…ministros de la palabra”. Dios nos ayude a recobrar Su
herencia, necesitamos comprender Su Plan para que nuestra mente se ajuste a Sus
propósitos eternos.

El Señor de una u otra manera cumplirá su beneplácito, Él no está a favor de los planes
de los hombres, ni de las instituciones que ellos levantan, Él ha trabajado desde la
eternidad en pos de Su propio plan. El Plan de Dios es el beneplácito de Su voluntad, así
lo dice Efesios 1:5. En palabras muy nuestras, podríamos decir que el Plan de Dios es lo
que a Él le dio la gana hacer, por ende, Él ejecutará Su deseo.

Dice Efesios 1:9 “nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que
se propuso en El”. El Plan de Dios tiene que ver con conocer el misterio de Cristo y la
Iglesia, ese es Su proyecto. Dice Filipenses 2:13 “porque Dios es quien obra en vosotros
tanto el querer como el hacer, para su beneplácito”. Nosotros tenemos la
responsabilidad de responder al llamado de Dios para hacer Su beneplácito. La Iglesia
no debe ser edificada en el fundamento de necesidad de los hombres. Las
denominaciones caen en un grave error, y es que ellos se dedican a predicar el Evangelio
en base a las necesidades de los drogadictos, los alcohólicos, o en base a los gustos de
los creyentes, de modo que tienen que ajustar el Evangelio a las necesidades de los
hombres y no a las de Dios. Hermanos, Dios creó la Iglesia para Él, es Él quien debe
sentirse satisfecho con el Evangelio que nosotros predicamos.

Si la Iglesia no satisface a Dios, no hemos hecho Iglesia. La Iglesia no nació para


nuestras necesidades, aunque sí las cubre. El fin de la Iglesia nunca fue que ésta llenara
nuestras expectativas. Es como que una mujer le diga a su marido: -¡Dame dinero para
comprar cinco vestidos porque yo me casé contigo para que me cumplas mis gustos!
Decir eso sería grosero de parte de una mujer; es cierto que al casarse el marido es
responsable de todos los gastos inherentes de la casa, pero eso no le da derecho a ella
para exigirlo de esa manera. El beneplácito de Dios es tan distinto a lo que nosotros
hemos concebido, que ni siquiera consiste en salvar las almas perdidas. Dios salva a los
hombres porque es misericordioso, pero en sí Su Plan Eterno jamás fue salvar a los
pecadores. En Mateo 22:2-14 encontramos la parábola de un rey que hizo un banquete
de bodas para su hijo pero ninguno de los invitados quiso llegar, así que él mandó a sus
siervos por los caminos para que invitaran a todos los que quisieran asistir. A la boda
llegó todo tipo de gente, y a todos los que entraron les dieron vestidos nuevos. La
enseñanza que nos da esta parábola es que el Plan del rey era la boda, y no propiamente
limpiar a los pordioseros. Para que los indigentes fueran parte de ese banquete que ya
estaba preparado desde hace mucho tiempo, fue necesario limpiar a toda esa gente, pero
lo que estaba planeado desde antes era la boda. Así también es Dios, Su Plan es casar a
“Cristo con la Iglesia”, pero para ello se necesitan salvos, por lo tanto, Dios salva a los
hombres.

EL PLAN SE DESARROLLA EN CRISTO Y EL PLAN ES CRISTO

Dice Efesios 1:10 “con miras a una buena “administración” en el cumplimiento de los
tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos,
como las que están en la tierra”.

Dios quiere consolidar las Iglesias locales a través de Su E c o n o m í a d i v i n a . E n


e l g r i e g o l a p a l a b r a “administración” (usada en el v:10) es “OIKONOMIA”. Este
término significa: “administración o leyes para una casa”. Dios tiene una casa e hijos, y
decidió una ley doméstica que los lleve a ser hechos a Su imagen y semejanza. Dicha
“Oikonomia” es Cristo, porque resulta que el Hijo metió en sí mismo a muchos seres
humanos para que se hagan parte de Él, o bien sean reprobados por no haber sido
asimilados en Su Cuerpo.

La materia prima con la que Dios trabaja Su Plan es Cristo, dice el verso anterior que en
Él habrían de ser reunidas todas las cosas; entonces el Plan de Dios es centralizar todo
en el Hijo. Dios decidió que tanto las cosas que están en los cielos, como las que están
abajo en la tierra, dejaran de existir para que todas fueran reunidas en Cristo. El Plan de
Dios es Cristo, el Hijo es el beneplácito del Padre, y es lo que se está desarrollando desde
la eternidad.

La única forma segura de caminar como Iglesia es inducir todo a Cristo. Dice Efesios 1:22
“Y todo sometió bajo sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
v:23 la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo”. La Iglesia debe
crecer en base a Aquel que es la cabeza, esto es: Cristo. Todo lo que la Iglesia debe
hacer hoy en día es ir a Cristo y vivir a Cristo. La Vida de todo creyente debería ser comer
y beber a Cristo. Lo que debemos hacer en la calle es testificar a Cristo. En las reuniones
de Iglesia debemos centralizarnos en Cristo. En fin, todo el qué hacer y lo que somos
debe estar ligado a la persona de ¡Cristo Jesús!, porque en Él se desarrolla todo el plan
de Dios. Entendamos que la Iglesia no es un lugar para que encontremos satisfacción
personal, sino es el lugar en el que Dios quiere sentirse satisfecho.

La Iglesia es la plenitud de Cristo, en otras palabras, ella es el complemento que le da


totalidad a Cristo Jesús. Desde Belén hasta la cruz, Cristo fue “un” hombre con divinidad,
pero cuando resucitó dejó de ser el Jesús-individual y se convirtió en el Cristo múltiple. El
Señor dejó de ser uno para convertirse en la cabeza de un Cuerpo que está formado por
muchos miembros; dicho Cuerpo es la Iglesia. Cuando Él vino en pentecostés como el
Espíritu Santo, nos tomó y nos incorporó en Él mismo, de manera que nosotros, la Iglesia,
tenemos parte en ese Plan Eterno.

Es una bendición ser parte del Cuerpo de Cristo, pero entendamos que esto implica una
responsabilidad. No podemos trascender de Cristo porque los límites de la Iglesia están
suscritos a Él; todo lo que tengamos fuera de Cristo deja de ser naturaleza de Cristo, por
lo tanto no es parte del Plan de Dios.
Lo que no está en Cristo es de los hombres, y por ende no es el beneplácito de Dios. Hoy
en día no cabe en la mente de muchos ministros que no puedan ponerle nombre a sus
“iglesias”; es una gran desventaja en medio de este mundo mercadológico evangélico no
tener un nombre. Hermanos, para desarrollar el Plan de Dios hay que estar dispuesto a
ser una nada y llevar ese oprobio. La Iglesia de Cristo no debemos edificarla bajo nuestros
fundamentos y nuestros gustos, sino según el Plan que Dios trazó desde la eternidad.

Se requiere de mucha diligencia y amor servir al Señor según Su beneplácito, pues, esta
vía no produce la vanagloria que los hombres quieren ver. En lo personal, hace años dejé
de ser un ministro de hombres, puedo decir con limpia conciencia que soy un ministro de
Cristo Jesús, y espero que ustedes también sigan mi ejemplo.

LA ECONOMIA DE DIOS EN CONTRASTE


CON NUESTROS CONCEPTOS NATURALES
Existe una gran diferencia entre la economía de Dios y el concepto natural humano.
Nuestra tendencia natural consiste en que una vez que somos salvos tratamos de mejorar
nuestro comportamiento. Es probable que todo cristiano sincero haya tomado esta
decisión alguna vez. Conforme a nuestra tendencia natural, pensamos que debemos
enmendarnos. Tan pronto como nos damos cuenta de nuestras debilidades, le rogamos a
Dios que nos ayude; sin embargo, El no contesta a esta clase de oraciones. Cuanto más
le pidamos que nos ayude a mejorarnos, menos lo hará. Al contrario, es posible que
nuestro comportamiento empeore, debido a que nuestro concepto de recibir ayuda de
Dios para mejorar nuestro comportamiento va en contra de Su economía. La economía de
Dios consiste en que El mismo se imparte y se forja en nosotros para que lo tomemos
como nuestra vida y provisión de vida, y así lo vivamos a El. Esto no significa mejorar
nuestro carácter humano, sino vivir a Dios mismo. Conforme a Su economía, la intención
de Dios es impartir Su elemento, Su sustancia y los ingredientes de Su naturaleza en
nuestro ser, a fin de que lo vivamos a El.

Los cristianos han caído en la trampa de esforzarse por mejorar su carácter. Le damos
gracias al Señor porque en Su recobro, estamos siendo rescatados de esta trampa. Hace
muchos años, yo mismo solía pedirle al Señor que me ayudara a mejorar mi
comportamiento. Quería convertirme en un ser humano muy refinado. En particular,
anhelaba amar más a mi esposa. Cuando me di cuenta de mi ineptitud, le pedí ayuda al
Señor. Ahora, en lugar de orar de esta manera, disfruto la economía de Dios. Puedo ver
que Su intención es impartirse a Sí mismo en mi ser para que yo lo viva a El.

TRANSFUSION INTERNA,
NO CORRECCION EXTERNA
Podríamos usar otras palabras para describir el deseo que Dios tiene de impartirse en
nosotros. Dios quiere regarnos, nutrirnos, refrescarnos y alimentarnos, lo cual muestra
que El quiere ser nuestra vida, nuestro suministro de vida, nuestro alimento, nuestra
bebida y nuestro aire. El es la comida que nos nutre, la bebida que calma nuestra sed, el
aire que nos refresca y el suministro de vida que nos enriquece. Como persona divina, El
infunde en nosotros Sus elementos y nos hace semejantes a El en vida y naturaleza.

En Su economía, Dios no busca mejorarnos externamente. En lugar de esto, nos


transmite todo lo que El es. La diferencia entre la corrección externa y la transfusión
interna, es la misma que se observa entre una persona que se maquilla para tener una
apariencia saludable y otra que lo es porque sigue una buena dieta. El método humano es
el del maquillaje, pero la manera de Dios consiste en transformarnos metabólicamente,
nutriéndonos, refrescándonos, regándonos, enriqueciéndonos y fortaleciéndonos. En esto
consiste la economía de Dios. Dios nos nutre, riega, alimenta, refresca e ilumina
ricamente. ¡Oh, Su resplandor trae consigo Sus riquezas! El aire, el agua y los alimentos
nos suministran también Sus riquezas. En la Biblia, Dios se compara a Sí mismo con el
alimento, el agua, el aire y el sol. Salmos 84:11 dice que el Señor es nuestro sol. Dios no
sólo nos enseña, sino que además nos nutre, nos riega e infunde Sus riquezas en nuestro
ser. Esta es la manera en que Dios obra.

SOMOS LO QUE COMEMOS


Dios nos transmite Sus riquezas a fin de que lo vivamos a El. Los nutriólogos afirman que
nosotros somos lo que comemos. Si acostumbramos a comer mucho cierto alimento, éste
llegará a ser el principal elemento de nuestra constitución. Cuando era joven, noté que
todos los que vivían en casa de mis abuelos olían a pescado. Mi madre me dijo que la
gente de esa región tenía por costumbre comer pescado tres veces al día. Así que, por
comer tanto pescado, llegaron a ser una constitución de lo que comían. Esto comprueba
el hecho de que somos lo que comemos. Si comemos a Cristo, estaremos constituidos de
El.

La economía de Dios consiste en comer a Cristo y en que El sea el principal elemento


constitutivo de nuestro ser. En Juan 6, el Señor Jesús declara que El es el pan de vida
que descendió del cielo, y que todo aquel que le coma vivirá por causa El (vs. 35, 41, 57).
Luego, en Juan 7, El hace el siguiente llamado: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”
(v. 37). El Señor Jesús dijo esto acerca del Espíritu. Más adelante, en Apocalipsis 22:17,
El repite el mismo llamado a venir y beber. El Señor nos llama a beber del Espíritu, esto
es, del Dios Triuno procesado. El Dios Triuno ha pasado por las etapas de un proceso
divino. Por esta razón, El es ahora una bebida universal, preparada y disponible.

Todas las reuniones de la iglesia deberían ser una fiesta. El Señor nos llama a tomarlo
como nuestro alimento y nuestra bebida. Podemos afirmar que una reunión está llena del
Señor cuando encontramos en ella una “mesa para cenar”. Si usted visita una catedral
católica, encontrará superstición en lugar de fiesta. Sin embargo, las reuniones de la
iglesia son una verdadera fiesta. En cada reunión hay una mesa preparada para nosotros,
donde tenemos la oportunidad de comer y beber al Dios Triuno.

Espero que nos haya quedado claro que no necesitamos enmendarnos ni corregirnos.
Nuestra principal necesidad es recibir al Dios Triuno, comiéndole y bebiéndole. Dios
dispuso que participáramos de El, comiéndole y bebiéndole

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