Manresa: Vol. 90 - #354

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MANRESA

R E V I S TA D E E S P I R I T U A L I D A D I G N A C I A N A

Vol. 90 - Nº 354
Enero - Marzo 2018

El discernimiento
en común
Vol. 90 - Nº 354

Colaboran en este número


John Dardis
Jesuita. Consejero del P. General para el Discernimiento y
Planificación Apostólica. Roma
Francisco José Ruiz Pérez
Jesuita. Profesor de Teología en excedencia. Las Palmas
Cristóbal Jiménez
Jesuita. Periodista. Director del CES. Salamanca
Hermann Rodríguez Osorio
Jesuita. Teólogo. Delegado para la Misión de la CPAL. Lima
Toni Catalá
Jesuita. Centro Arrupe. Valencia
Ignacio Boné
Jesuita. Profesor de la UP Comillas. Madrid
Franck Janin
Jesuita. Presidente de la Conferencia Europea de
Provinciales SJ (JCEP). Bruselas
José de Pablo
Jesuita. Socio del Presidente de la JCEP. Bruselas
Manolo García Bonasa
Jesuita. Centro Espiritualidad Pedro Fabro. Madrid
Luis Mª García Domínguez
Jesuita. Profesor de la UP Comillas. Madrid
Manolo Plaza
Jesuita. Director del Centro “Ignacio Ellacuría”. Burgos
Joana Barbado
Esclava del Sagrado Corazón. Bournemouth (Inglaterra)
MANRESA
R E V I S TA D E E S P I R I T U A L I D A D I G N A C I A N A

Sumario

Estudios
John DARDIS, S.J.: Discernimiento en común: Una novedad
basada en una tradición antigua ........................................... 5
Francisco José RUIZ PÉREZ, S.J.: La Congregación General 36 y
su invitación al discernimiento en común .......................... 17
Cristóbal JIMÉNEZ, S.J.: El discernimiento apostólico en común.
Entrevista a José A. García ................................................ 27
Hermann RODRÍGUEZ OSORIO, S.J.: Discernimiento
Espiritual Comunitario: Novedades y tradiciones .......... 39
Toni CATALÁ, S.J. e Ignacio BONÉ, S.J.: Disposiciones
personales ante el discernimiento comunitario ............... 49
Franck JANIN, S.J. y José DE PABLO, S.J.: Ejercicios
Espirituales adaptados al discernimiento en común ...... 63

Ayudas para dar Ejercicios


Manolo GARCÍA BONASA, S.J.: Principio y Fundamento ........ 73
Luis Mª GARCÍA DOMÍNGUEZ, S.J.: “Orar el pecado personal” . 77

Semblanzas
Manolo PLAZA, S.J.: Gilles Cusson, S.J.: un hombre del
camino, la verdad y la vida. Canadá (1927-2003) ...... 81

Colaboraciones
Joana BARBADO, A.C.I.: El acompañamiento espiritual en
la elección desde los Directorios ignacianos .............. 85

Recensiones ........................................................................................... 95
Director: Antonio T. Guillén, S.I.

Consejo de Redacción: Pablo Alonso, S.I.; Ignacio Boné, S.I.; Mª del Mar Carles, RJM;
Manuel García Bonasa, S.I.; Luis Mª García Domínguez, S.I.;
Mª Luz de la Hormaza, ACI; Carles Marcet, S.I.; Diego Molina, S.I.

Redacción: Maldonado, 1 - 28006 Madrid


Tel.: +34 915 760 607
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Enero-Marzo: El discernimiento en común.

Abril-Junio: ¿Espiritualidad sin cruz?

Julio-Septiembre: Misión compartida.

Octubre-Diciembre: El acompañamiento ignaciano.

ISSN: 0214-2457 Diseño de cubierta: Belén Recio Godoy


Depósito Legal: M-1436-1958 Imprime: Jalma, S.L.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 3-4

Presentación

L
a complejidad actual de los problemas en el orden apostólico y
social, tanto por la variedad de culturas y situaciones consideradas,
como por la diversidad de puntos de vista presentes en cualquier
grupo humano, nos desconcierta con razón a los agentes apostólicos y obli-
ga a buscar otros planteamientos y soluciones distintas del “ordeno y
mando” del que tiene la autoridad sobre el grupo. En instituciones mera-
mente seculares, sociales o políticas, la respuesta aceptada ha sido el viejo
método de la ‘discusión’ y la simple mayoría de votos al término de la
misma. Pero no tiene sentido pretender hacerlo así en instituciones religio-
sas que, por definición, no desean decidir los asuntos por opiniones propias,
sino estar sobre todo a la escucha de lo que el Espíritu les dicte. 3
Desde sus orígenes, el discernimiento ha sido reconocido elemento
esencial de decisión en la espiritualidad ignaciana. ‘Escuchar’ la voz del
Señor, después de haberse hecho ‘indiferente’ a cualquiera de las respues-
tas posibles, ha sido, y es, motor personal de muchas decisiones tomadas
normalmente por jesuitas, religiosas y laicos de espiritualidad ignaciana.
Nadie ha negado que, para muchas realidades y problemas, es suficiente
este discernimiento personal.
Sin embargo, en la reciente Congregación General 36 de la Compañía
de Jesús se pudo tomar conciencia de la necesidad, en muchos casos, de
otro discernimiento más completo y plural. Del “baúl de los recuerdos” en
nuestra historia se recuperó una forma de ‘discernimiento en común’ que,
ahora, varios siglos después, se revela con nitidez muy conveniente y nece-
saria para abordar las situaciones apostólicas complejas de hoy. El Papa
Francisco estimuló a los jesuitas congregados a avanzar firmes en esa
dirección.
A ese método –antiguo y moderno a la vez– del ‘discernimiento en
común’, ha querido dedicar MANRESA este número. Ha podido hacerlo en
la estela de la reciente carta del 27 de septiembre, que el P. General, Arturo
Sosa, ha enviado sobre el tema. Y ha intentado hacerlo además recordando
las motivaciones y los términos de un método bastante desconocido en la
práctica hoy, incluso dentro de la misma Compañía.
Como podrá comprobar el lector, todavía no hay uniformidad entre los
especialistas sobre el término, pero sí lo hay sobre el contenido.
‘Discernimiento comunitario’ o ‘discernimiento en común’ son títulos que
no ofrecen más diferencia que el colectivo imaginado en actitud de discer-
nimiento. La comunidad de jesuitas o religiosos, en el primer caso. El
grupo completo de religiosos y laicos que participan en una misma obra y
misión –“los compañeros y compañeras en la misión”, como dice el P.
General–, en el segundo. La realidad creciente de nuestra “misión compar-
tida” quizá impondrá definitivamente este último título.
Este número de la revista se inicia con un artículo del irlandés P. John
Dardis, Consejero del P. General para el Discernimiento y Planificación
Apostólica. El cargo es nuevo en la Compañía y fruto concreto de lo tratado en
la CG 36. Sobre esa experiencia de la Congregación General y lo vivido en ella
al respecto, escribe con solvencia y conocimiento directo el P. Paco Pepe Ruiz.
Los matices, límites y condiciones requeridas para el discernimiento en
común nos ha parecido que no podían quedar mejor expuestos que con una
entrevista abierta y directa con Toño García, especialista reconocido en el
tema. Cristóbal Jiménez fue el encargado de hacérsela con éxito.
Desde la CPAL –Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina–
4
aporta su reflexión el colombiano Hermann Rodríguez Osorio, derivada de su
tesis doctoral sobre el discernimiento comunitario. También era necesario
completar el tratamiento del discernimiento comunitario con una exposición
justificada de las disposiciones personales requeridas para hacerlo de verdad.
A ello responde el artículo siguiente, amplio y sugerente, de Toni Catalá y
Nacho Boné, que ha sido además el coordinador de todo el número.
Por último, como el discernimiento es bien sabido que nace de la expe-
riencia espiritual de los Ejercicios, la relación entre aquel y estos había de
ser explicitada, a ser posible con experiencias concretas. Lo hacen el belga
Franck Janin, Presidente de la JECP –Conferencia Europea de Provinciales
Jesuitas–, y su Socio, José de Pablo, ambos miembros además del Equipo
ESDAC, facilitador del discernimiento en común.
MANRESA continúa además en este número con su sección “Ayudas para
dar Ejercicios”, con la pluma ahora de otros autores. En esta ocasión, Manolo
García Bonasa y Luis Mª García Domínguez, ambos del Consejo de redacción
de la revista. La Sección “Semblanzas” recoge en este número la que hace
Manolo Plaza del canadiense Gilles Cusson, especialista en Ejercicios, a quien
tanto debe la modalidad actual de los Ejercicios en la Vida Diaria.
El número termina con un estudio de la portuguesa Joana Barbado,
Esclava del Sagrado Corazón, sobre lo dispuesto en los primeros
Directorios respecto a la elección y su acompañamiento en Ejercicios.
ESTUDIOS

Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 5-13

Discernimiento en común: Una novedad


basada en una tradición antigua1
John Dardis

L
a mayoría de nosotros hemos tenido buenas experiencias de dis-
cernimiento en nuestra vida personal a lo largo de los últimos 20
o 30 años. Ha habido un aumento de la dirección espiritual; los
retiros se acompañan más personalmente y, en general, los jesuitas y
aquellos que trabajan con nosotros son ayudados y se ayudan unos a otros
a llevar a cabo discernimientos sobre temas importantes como el de las
vocaciones, el de la misión futura o respecto a problemas y retos de la
vida cotidiana.
No se trata de lo mismo, con todo, en lo que se refiere al discernimien- 5
to en común (“discernment in common”). Durante más de 40 años hemos
venido debatiendo a este respecto, desde aquella carta del P. Pedro Arrupe
de 19712. Arrupe sitúa la cuestión en la tradición de la Compañía de Jesús
citando de San Ignacio y de Polanco:

“San Ignacio dejó sabiamente escrito en una ocasión que los superiores, antes
de decidir algo ‘tengan personas deputadas para consejo’ [Co 810]. Y la afirma-
ción del P. Polanco confirmaba este punto: ‘Cuanto más se vea ser difícil una mate-
ria, tanto más se ha de buscar consejo, quizás de todos los que viven en la misma
casa’”.

Arrupe menciona también la CG 31 que en una misma línea animaba así


a los superiores:

“Con facilidad y frecuencia pidan consejo los superiores a sus hermanos y


oíganlos por separado o en grupo, e incluso a todos reunidos, según el carácter y
la importancia del asunto” [CG 31, d. 17, n. 6].”

1
Traducido por Ignacio Ramos.
2
PEDRO ARRUPE, Carta de 25 de diciembre de 1971, Acta Romana Societatis Jesu, 15 (1967-
72), 767-773.
John Dardis

El P. Peter-Hans Kolvenbach siguió la pista a este asunto con una carta


en 1986. En ella destacaba las condiciones necesarias para el discerni-
miento y hacía un pequeño resumen de los pasos implicados3.

“Después de la definición de la cuestión que se ha de tratar, la reflexión debe-


rá ser precedida de un análisis suficiente de la realidad en que se ejercita el apos-
tolado que se toma en consideración; este análisis se hará de forma más o menos
amplia y más o menos “profesional”, según la naturaleza propia de la cuestión ana-
lizada; esto podría incluir una discusión entre las personas implicadas y aquellas
que están bien informadas.

Luego viene el tiempo de la oración y la reflexión en el cual cada uno se esfuer-


za en discernir personalmente, aplicando las indicaciones de S. Ignacio sobre los
diversos tiempos de elección. Después de esto, se hará la puesta en común de los
argumentos racionales y de los sentimientos espirituales, sin entrar en debates o
controversias. (Estos tiempos de oración y de reflexión personal, así como de pues-
ta en común, se pueden eventualmente repetir si se ve que de este modo se favore-
cerá un examen más profundo o una mejor comprensión de la cuestión que está
sobre el tapete). Viene luego el tiempo de la oración en común (y normalmente el de
una celebración eucarística común), y de las conclusiones expresadas por cada uno
de los participantes en nombre propio. Tocará finalmente al superior tomar la deci-
6 sión; y es en la acogida de ésta donde la unanimidad del grupo se constituirá con-
cretamente”.

En 2009, el P. Adolfo Nicolás escribía sobre el tema subrayando que


necesitamos un discernimiento constante porque vivimos en un mundo que
cambia permanentemente.

“El discernimiento es la forma en la que vivimos en medio de un mundo cam-


biante. Ha de ser comunitario (communal), pues no hay persona que pueda sola
controlarlo todo y Dios no se deja hacer cautivo por nadie. En el discernimiento nos
percatamos de que no podemos nunca poseer completamente la voluntad de Dios.
Podemos acercarnos mucho a conocerla y podemos decir: “Vale, pienso que en las
circunstancias actuales, con oración, con consenso, con los datos que tenemos,
desde nuestras convicciones, es lo más cerca que podemos llegar a la voluntad de
Dios. Esta es nuestra decisión”. Pero San Ignacio no para de enfatizar que si
encontramos nuevos datos que iluminan el asunto, hemos de estar siempre prestos
a reconsiderar [lo deliberado]. Dios es libre y mucho más grande que nuestro
entendimiento4”.

3
PETER-HANS KOLVENBACH, Carta de 5 de noviembre de 1986, Acta Romana Societatis Jesu,
19 (1984-87), 677-695.
4
ADOLFO NICOLÁS, Common Apostolic Discernment, Review of Ignatian Spirituality - XL,
3/2009, 14.
Discernimiento en común: Una novedad basada en una tradición antigua

En 2017, el Padre Arturo Sosa ofreció su propia perspectiva al discerni-


miento en común. Ponía el acento en las bases que han de hacerlo posible
y nos animaba a procurar esas condiciones:

“La convicción de que Dios actúa en la historia y se comunica con los seres
humanos es el supuesto en el que se basan los esfuerzos de discernir en común.
Para ello se deben buscar las condiciones que permiten escuchar al Espíritu Santo
y para dejarse guiar por Él en la vida-misión. Tal disposición personal y grupal de
acoger y seguir al Espíritu que se comunica, evita los falsos discernimientos en
común que sólo buscan revestir de lenguaje ignacianamente correcto decisiones
tomadas previamente con criterios del propio grupo.”5

Entre otros puntos, el P. Sosa hacía hincapié en el nexo entre el discer-


nimiento en común y la planificación apostólica:

“El discernimiento en común es la condición previa a una planificación apos-


tólica en todos los niveles de la estructura organizativa de la Compañía de Jesús.
Discernimiento en común y planificación apostólica se convierten así en el binomio
que garantiza que las decisiones sean tomadas a la luz de la experiencia de Dios”.6

Necesitamos hacer uso de metodologías contemporáneas, mas siempre


7
cuidadosos de integrarlas junto a nuestra tradición espiritual ignaciana.
Ambos elementos han de ir de la mano. Hemos de evitar una espiritualidad
desconectada a la vez que evitamos el otro extremo de una mentalidad
meramente empresarial.

El contexto eclesial más allá de la Compañía

En el presente contexto eclesial el Papa Francisco viene resaltando una


y otra vez la importancia del discernimiento. El documento Evangelii Gau-
dium emplea el término discernimiento once veces. El Papa pone en con-
traste el análisis sociológico y el discernimiento evangélico al que llama “la
mirada del discípulo misionero”7. Al hablar a jesuitas polacos acerca de la
formación de sacerdotes dijo:

“Es preciso formar a los futuros sacerdotes, no en ideas generales y abstractas,


claras y distintas, sino en este fino discernimiento [ma a questo fine discernimento]
de espíritus, para que puedan ayudar realmente a las personas en su vida concre-
ta. Es preciso entender realmente esto: ¡en la vida no todo es negro sobre blanco o

5
ARTURO SOSA, Carta de 27de septiembre de 2017, 27/11, 2.
6
Ibid.
7
PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 50.
John Dardis

blanco sobre negro. No! En la vida prevalecen las sombras del gris. Ahora es el
tiempo de enseñar a discernir en este gris”.8

En presencia de la CG 36 dice sobre la formación de los estudiantes de


teología:
El Papa entiende el
“Mi consejo es que todo lo que los jóvenes estudian y expe-
regalo del discernimiento rimentan en su contacto con diversos contextos, sea sometido
como una clave del también a un discernimiento personal y comunitario y sea lle-
vado a la oración”9.
carisma de los jesuitas y
está llamando a la Entre los delegados de la CG algunos esperaban
que el Papa Francisco diese a los jesuitas cierta
Compañía a hacerlo misión específica, quizá llamándoles a trabajar más
accesible a otros. con los pobres o con refugiados. Pero, en lugar de
esto, refirió a la Compañía a su propio carisma
diciendo: “Es oficio propio de la Compañía consolar al pueblo fiel y ayu-
dar con el discernimiento” 10 y animaba a cada jesuita a guiar a aquellos a
quienes es enviado “por estos caminos de la consolación, de la compasión
8 y del discernimiento” 11. Más tajantemente aún, dijo durante la sesión de
preguntas y respuestas, “si falta oración y discernimiento, evidentemente
podemos ser muy buenos sociólogos o politólogos, pero no tendremos la
audacia evangélica y la cruz evangélica que debemos llevar”12. Es eviden-
te que el Papa entiende el regalo del discernimiento como una parte clave
del carisma de los jesuitas y que está llamando a la Compañía a emplear ese
regalo y a hacerlo accesible a otros.
En una alocución de noviembre de 2016 a la Unión de Superiores Gene-
rales13 el Papa explica por qué eligió el tema de la juventud, la fe y el dis-
cernimiento vocacional para el Sínodo de 2018:

“Razonando sobre la formación de los jóvenes y sobre la formación de los semi-


naristas, decidí el tema final tal como ha sido comunicado: ‘Los jóvenes, la fe y el

8
PAPA FRANCISCO, “Oggi la Chiesa ha bisogno di crescere nel discernimento. Un incontro pri-
vate con alcuni gesuiti polacchi”, La Civiltà Cattolica, 3989, 349, 2016.
9
PAPA FRANCISCO,“Diálogo del Papa Francisco con los jesuitas reunidos en la CG XXXVI” en
Congregación General 36 de la Compañía de Jesús, Bilbao 2017,173-174.
10
PAPA FRANCISCO, “Discurso del Santo Padre Francisco a los miembros de la 36ª CG de la
SJ” en CG 36, 153.
11
Ibid, 160.
12
PAPA FRANCISCO, “Diálogo…”, 174.
13
PAPA FRANCISCO, Conversación con los superiores generales, 25 de noviembre de 2016. Edi-
tado por Antonio Spadaro y titulado “El Evangelio hay que tomarlo sin calmantes”, http://fmgb-
prov.it/es/2017/02/18/el-evangelio-hay-que-tomarlo-sin-calmantes/#page/4
Discernimiento en común: Una novedad basada en una tradición antigua

discernimiento vocacional’. La Iglesia debe acompañar a los jóvenes en su camino


hacia la madurez, y solo con el discernimiento y no con las abstracciones los jóve-
nes pueden descubrir su proyecto de vida y vivir una vida verdaderamente abierta
a Dios y al mundo. Por tanto, elegí este tema para introducir el discernimiento con
más fuerza en la vida de la Iglesia.”

¿Por qué nos cuesta practicar el discernimiento en común?

Después de todas estas exhortaciones y dado que ha habido tanta


reflexión, ¿por qué somos, pues, lentos para implicarnos en el discerni-
miento en común? Tal vez tengamos que admitir que no todos nuestros
esfuerzos han funcionado bien. A veces, el tema elegido era demasiado
trivial o no estaba bien enfocado. Otras, ha resultado difícil ganar indi-
ferencia, especialmente cuando se trataba de asuntos delicados como
cerrar un colegio o un centro de formación. Otra causa ha sido el vasto
número de agentes implicados en la deliberación y así la gran compleji-
dad de algunas deliberaciones. También el hecho de que, si ya el discer-
nimiento individual se hace difícil en el sopesar las diferentes mociones
interiores de consolación y desolación, es aún más difícil discernir la voz
del Espíritu Santo cuando hay un grupo de personas cada una con sus 9
propias mociones espirituales de consolación y desolación. Pueden difi-
cultar e incluso imposibilitar el discernimiento en común las fuertes ten-
siones interpersonales. Otras objeciones planteadas incluyen el que
“implica demasiado tiempo”, “no es práctico” o “la decisión ya está
tomada”.
Hemos aprendido mucho incluso de estas situaciones difíciles, pues,
como sabemos por San Ignacio, la desolación puede ser una buena maes-
tra. Ahora hemos de avanzar, conscientes de los hoyos en que sería posi-
ble entramparnos, pero también de los beneficios. La carta del P. Sosa de
septiembre de 2017 sale al paso de varios de los retos arriba mentados.
Ofrece una lista bien completa de las condiciones que ayudan al buen
discernir:
– Elegir bien la materia.
– Saber quién debe estar implicado y por qué.
– Libertad interior.
– Unión de mentes y corazones.
– Conocimiento de cómo discernir.
– Oración en común.
– Conversación espiritual.
– Práctica sistemática del examen.
– Establecer cómo se ha de tomar la decisión final.
John Dardis

La conversación espiritual como punto de partida

Lo hasta aquí mencionado puede parecer algo abrumador. ¿Habrá algu-


na ocasión en que todos aquellos factores estén presentes? Pero dando un
paso más, o quizá un primer paso, sí es posible para cualquier comunidad
o provincia el que haya conversación espiritual. La Congregación General
36 otorgó mucha importancia a la conversación espiritual describiéndola
como “un instrumento esencial que puede animar el discernimiento apos-
tólico comunitario” [CG 36, d. 1, n. 12]. La Congregación tuvo esta con-
vicción basada en su propia experiencia.
Al preparar la Congregación, diferentes comisiones se habían reuni-
do y diversos documentos habían sido preparados de antemano. Con
todo, durante la Congregación la discusión acerca de estos textos resul-
tó ser difícil y en ocasiones acompañada de desolación. Nos sentíamos
apartados de las cuestiones a ras de suelo, de las preocupaciones apos-
tólicas de tantos compañeros y socios. Esto cambió cuando pasamos un
día en conversación espiritual. Después de un tiempo de oración perso-
nal, seguimos un método de conversación espiritual en tres rondas. En
la primera cada persona compartía sin interrupción los frutos de su ora-
10
ción. En la segunda ronda, consistía en un compartir de movimientos de
consolación o desolación que surgían al escuchar hablar a otros. Por
último, la tercera ronda incluía un debate más fluido. Hasta cierto
punto, se trataba de algo bastante simple. Nos dimos cuenta de que
habíamos de volver a escuchar al Espíritu de Dios vivo y activo entre
nosotros antes de poder seguir nuestras conversaciones. El método14
requería liderazgo y disciplina, pero garantizaba que las personas se
escuchaban unas a otras y, aún más importante, que lo que se compar-
tía era el fruto de la oración personal más que algo puramente intelec-
tual.

Desarrollando nuestro potencial

¿Qué está haciendo la Compañía para desplegar su capacidad para el


discernimiento en común? En febrero de 2018 tendremos en la curia
general un taller con delegados de cada una de las seis conferencias
representativas de los cuatro continentes. Los delegados tienen expe-
riencia en asesoramiento, discernimiento en común o planificación apos-

14
Puede encontrarse un acercamiento a la conversación espiritual en el manual ESDAC, dis-
ponible en www.esdac.net
Discernimiento en común: Una novedad basada en una tradición antigua

tólica. Se reunirán para compartir modos de proceder provechosos y para


pensar en procesos en que la Compañía podría introducirse cuando sea
pertinente. Tras esto, se constituirán en grupos lingüísticos y estarán dis-
ponibles para llevar estos talleres en sitios varios y en continentes dife-
rentes en los próximos años. De este modo, espe-
ramos que miembros de las comunidades jesuitas La actitud de
así como laicos cercanos a éstos, en particular discernimiento se basa
consultas provinciales, directores de obra y comi-
siones o consejos apostólicos, puedan familiari- en la convicción de que
zarse con el proceso de discernimiento en común, el Espíritu Santo
usarlo más frecuentemente y adaptarlo a sus trabaja en nosotros y en
situaciones particulares.
todo bautizado, y en el
Más que un método deseo de escucharle.

En el cotidiano hacer frente a diferentes problemas es necesaria una


actitud de discernimiento. Esto se basa en la convicción de que el Espí-
ritu Santo trabaja en nosotros y en todo bautizado, en el deseo de escu-
char a ese Espíritu trabajando en nuestras instituciones y en las personas 11
que están en ellas, en la actitud de indiferencia y en el compromiso con
la oración y con el compartir sus frutos. Cada uno de nosotros trae valio-
sas perspectivas. Estas perspectivas pueden estar contaminadas por el
pecado y el egoísmo, pero en virtud del compartir unos con otros, quizá
incluso del interpelarnos mutuamente, podemos llegar a una mayor
libertad y a un mejor sentido de lo que Dios podría querer en una situa-
ción particular.

Combatiendo ideologías y trayendo reconciliación

El discernimiento en común nos llama a desarrollar competencias de


escucha, diálogo y compasión. En suma, se trata de una llamada a la con-
versión. ¡Tantas voces en nuestro mundo nos incitan a defender mi postu-
ra, a ver al otro como enemigo, a etiquetar a otros como “errados”, a insis-
tir en mis derechos sobre o contra los derechos de otros! A través de un
compromiso con la conversación espiritual y con el discernir juntos, pode-
mos dar testimonio de un estilo diferente de discurso, libre de ideología.
Podemos delinear una senda tangible hacia la sanación y la reconciliación,
no solo para nosotros mismos sino también para nuestros apostolados y
para nuestro mundo.
John Dardis

Discerniendo preferencias universales

La reciente decisión del P. General Sosa de comenzar un discernimien-


to de preferencias apostólicas universales en respuesta a la llamada de la
CG 36 es un ejemplo concreto de llamada a implicarse en un discerni-
miento en común15. El proceso no consiste en proporcionar una lista de
asuntos o un esquema de retos clave. Implica, fundamentalmente, el pedir
la gracia de mirar a nuestro mundo desde la perspectiva de la Trinidad [Ej
106] y, desde ahí, discernir preferencias apostólicas universales. El proce-
so de elegir dichas preferencias comienza en cada provincia o región e
incluye tanto a los que están en formación como a nuestros colaboradores.
Los frutos de este proceso son enviados al presidente de la conferencia que
lidera a la conferencia de superiores mayores en su discernimiento sobre
preferencias emergentes. En un tercer paso, el consejo ampliado del P.
General en Roma (Consiglio Allargato16) recibirá los frutos de los procesos
terminados en las seis conferencias de provinciales y escuchará también lo
que aquellos que lideran los secretariados de Justicia y Ecología, Colabo-
ración, Educación Superior y Educación secundaria y primaria tengan que
decirle. El consejo ampliado hará un discernimiento en común y presenta-
12
rá recomendaciones al P. General. Algo antes del cierre del proceso, el P.
General consultará al Santo Padre, discutiendo con él las direcciones hacia
las que se viene apuntando. Es un discernimiento clásicamente jesuítico: el
tema es relevante; de los jesuitas y de nuestros colaboradores llegan apor-
taciones oradas y desde la indiferencia; y finalmente el superior general
decide.

Una actitud de fe

El discernimiento implica ser movido más allá de lo que el pensamien-


to humano puede generar para llegar a un lugar de escucha profunda del
Espíritu de Dios que nos habita y está entre nosotros. Como se ha mencio-
nado, sabemos que nuestro propio discernimiento personal no es fácil, que
puede tener muchas imperfecciones y que esto es aún más cierto para el
discernimiento en común. El discernimiento, bien personal o en común, es
un proceso humano y no puede, por tanto, nunca ser perfecto; pero eso no

15
ARTURO SOSA, Carta de 3 de octubre de 2017, 2017/13.
16
El consejo ampliado del Padre General se compone de los consejeros del General, los secre-
tarios de los sectores o dimensiones apostólicas de la Curia general, y los presidentes de las con-
ferencias de superiores mayores. Se reúne tres veces al año para proporcionar un espacio de dis-
cernimiento y consulta al Padre General.
Discernimiento en común: Una novedad basada en una tradición antigua

quiere decir que hayamos de tirar la toalla. El llamamiento es a ir más allá


en la creencia de que Dios adviene fielmente en los espacios que creamos
para Él. Estamos invitados a dar el próximo paso, a estar abiertos a la con-
versión en nuestras vidas personales y comunitarias, en nuestras institucio-
nes y en la universal Compañía de Jesús.
Si partimos con empeño y con generosidad, como se sugiere en la ano-
tación 5ª de los Ejercicios Espirituales, seremos transformados en hombres
cada vez más capaces de discernir la presencia del Señor en todas las cosas,
hombres llenos de alegría y consolación. Nuestra meta es una mayor pro-
ximidad a Cristo, un deseo siempre más hondo de servirle y un envío reno-
vadamente efectivo.

La Compañía hoy: en el camino de Emaús, en unidad de vida y misión

La Compañía de Jesús está presente, como quizás nunca lo estuvo tanto,


en muchos países a lo largo del mundo. Tenemos menos jesuitas, pero el
desarrollo, en estos últimos cuarenta años, de una profunda espiritualidad
laical ha significado el crecimiento de una verdadera colaboración ignacia-
na. La Compañía ha llegado a la mayoría de edad en África, Asia y Lati-
13
noamérica, como atestigua la elección del P. Sosa. Una nueva era de inter-
culturalidad despunta. Poseemos una marca global como pocas organiza-
ciones dentro de la Iglesia.
Con todo, por causa del número decreciente de jesuitas y la presión de
los recursos, se trata también de un tiempo en que hemos de tomar duras
decisiones. Las provincias están juntándose y están siendo creadas nuevas
estructuras. Ciertas instituciones vienen siendo entregadas a otros o en
algunos casos cerradas. Ninguna de estas decisiones es fácil. Muchas pue-
den provocar decepción y hasta división cuando truncan esperanzas y sue-
ños. Podemos ser como los discípulos camino de Emaús cuando explicaban
a Jesús “nosotros esperábamos…” (Lc 24, 21). Nosotros también hemos
tenido esperanzas frustradas. Pero al conversar con honestidad juntos y con
el Señor resucitado, nuestros corazones pueden volver a arder en nosotros.
Podemos encontrar el coraje y la libertad de encaminarnos una vez más
hacia Jerusalén (Lc 24, 23), de comenzar nuevas iniciativas de cara a res-
ponder a los retos y oportunidades de hoy. Esta “dinámica de Emaús”
implica un proceso de discernimiento en común. Nos da una forma de cons-
truir un futuro nuevo, desde una recia unión de ánimos y corazones y una
unidad de vida y misión. De esta forma seremos siempre más compañeros
unos de otros y de Jesús, amándole y siguiéndole más de cerca en esta mini-
ma Societas.
Extracto de la carta del P. Arturo Sosa a toda la Compañía
sobre el discernimiento en común (27 septiembre 2017)

Llamados a discernir

La Congregación General 36ª confirma que el discernimiento en


común es inherente al modo de proceder de la Compañía de Jesús. La
imagen de los primeros compañeros en Venecia (1537) subraya la
capacidad que han adquirido de deliberar en común, a la luz del Espí-
ritu Santo, a pesar de ser un grupo culturalmente tan variado; sin
embargo, todos tienen una vida espiritual activa, caracterizada por
haberse enamorado de Cristo en los Ejercicios Espirituales, por el ser-
vicio a los pobres y por la disponibilidad para ser enviados por la
Iglesia allí donde hubiese mayor necesidad. También hoy la Compa-
ñía de Jesús, colaboradora con otros en la misión de reconciliación en
Cristo encargada a la Iglesia, tiene ante sí el desafío de discernir en
común, a cada nivel, sus decisiones importantes, velando por la par-
ticipación de todo el cuerpo apostólico llamado a elegir cómo contri-
buir del mejor modo posible al anuncio de la Buena Noticia del Evan-
gelio y la transformación del mundo, en una época de cambios velo- 15
ces y profundos.
Por su parte, el Papa Francisco ha insistido, una y otra vez, en la
importancia del discernimiento espiritual para toda la Iglesia. En espe-
cial ha solicitado a la Compañía de Jesús contribuir a la difusión del
discernimiento en la vida eclesial. En este horizonte, sentimos que
recurrir con normalidad al discernimiento espiritual como el instru-
mento para buscar y hallar la voluntad de Dios en todas las dimensio-
nes de nuestra vida-misión, traerá como consecuencia una revitaliza-
ción de nuestra misión-vida y un aumento de nuestra capacidad de ser-
vir a la Iglesia en los tiempos actuales.

Discernimiento en común y planificación apostólica

El discernimiento en común es la condición previa a una planifica-


ción apostólica en todos los niveles de la estructura organizativa de la
Compañía de Jesús. Discernimiento en común y planificación apostó-
lica se convierten así en el binomio que garantiza que las decisiones
sean tomadas a la luz de la experiencia de Dios y que éstas sean pues-
tas en práctica de un modo que realice la voluntad de Dios con eficien-
cia evangélica.
La tensión positiva entre discernimiento en común y planificación
apostólica requiere, en la visión ignaciana, el examen espiritual de lo
vivido para continuar en el proceso creciente de fidelidad a la voluntad
de Dios. Por ello, no basta con la evaluación sistemática de nuestro
apostolado. Es necesario completarla desde la perspectiva espiritual del
examen por el que Ignacio nos invita a reconocer la acción de Dios en
la historia, agradecer sus beneficios, pedir perdón por no estar siempre
a la altura y la gracia para ser mejores colaboradores en ella. La plani-
ficación apostólica nacida del discernimiento en común se convierte así
en instrumento para nuestra efectividad apostólica evitando convertirla
en tributo a la moda de las técnicas del desarrollo corporativo.

La práctica del discernimiento en común

La convicción de que Dios actúa en la historia y se comunica con


los seres humanos es el supuesto en el que se basan los esfuerzos de
discernir en común. Para ello se deben buscar las condiciones que per-
16 miten escuchar al Espíritu Santo y para dejarse guiar por Él en la vida-
misión. Tal disposición personal y grupal de acoger y seguir al Espíri-
tu que se comunica, evita los falsos discernimientos en común que sólo
buscan revestir de lenguaje ignacianamente correcto decisiones toma-
das previamente con criterios del propio grupo.

Poner toda nuestra confianza en Él

El discernimiento es una rica herencia de los Ejercicios Espirituales


especialmente útil a la hora de hacer las elecciones que exigen nuestra
vida y misión. El discernimiento y la buena elección requieren liberar-
se de los apegos y afectos desordenados para poder ponerse completa-
mente en las manos del Señor. Promover el discernimiento en común
ha sido una intuición de la Congregación General 36ª en busca de
mejorar nuestra vida en común a través de una oración personal más
profunda junto a un compartir más rico de nuestra fe y nuestra vida. La
alocución del Papa Francisco a los miembros de la Congregación
General 36ª finaliza con esta oración: le pedimos a nuestra Madre que
encamine y acompañe a cada jesuita junto con la porción del pueblo
fiel de Dios al que ha sido enviado, por estos caminos de la consola-
ción, de la compasión y del discernimiento.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 17-26

La Congregación General 36 y su
invitación al discernimiento en común
Francisco José Ruiz Pérez

1. Introducción

V
ista con la lejanía de más de un año desde su terminación, la Congrega-
ción General 36 (CG 36) revela mejor su entidad como acontecimiento
para toda la Compañía de Jesús. Posiblemente esa entidad se perfilará
todavía más en aniversarios sucesivos. Mi propuesta en este artículo es destacar
uno de los aportes importantes de la CG 36 desde que se iniciaran los trabajos
previos el 8 de diciembre de 2014 y, ya en Roma, durante las sesiones en el aula
a partir del 1 de octubre de 2016 hasta su culminación el 12 de noviembre. Se
trata del impulso que la CG 36 imprime al discernimiento en común. 17
Promover ese discernir no constituye una invitación más entre otras
nacidas en la CG 36. Es transversal a ellas, está en la base del conjunto de
las contribuciones que pacientemente fueron componiendo los congrega-
dos. La vida religiosa apostólica que la CG 36 imagina para la Compañía
hoy pasa por la práctica del discernimiento en común, no sin ella1.
Esa convicción de que los jesuitas deberíamos discernir más resuelta-
mente en común se hizo palpable mientras la Congregación realizaba su
propio discernimiento… Por esa razón, a continuación voy a fijar tres
momentos de ese camino que es también resultado, de ese discernimiento
protagonizado por los congregados que termina en consigna para la Com-
pañía2. Este artículo casi es narración de esa experiencia y de las etapas por

1
Con Cruzado se puede decir que la CG 36 barrunta un papel distinto para el jesuita en la
misión, “menos director y más animador, capaz de formar equipos y trabajar con otros, formado
en la interculturalidad y la colaboración, acompañante de procesos de discernimiento personal y
colectivo” (M. CRUZADO, “Decreto 2. Un gobierno renovado para una misión renovada. Presen-
tación”, en Congregación General 36 de la Compañía de Jesús. Documentos, Provincia de Espa-
ña, Madrid 2017, 88).
2
Tomaré la CG 36 como un todo. Las fases ad electionem y ad negotia, aunque son discerni-
mientos distintos, están aquí contempladas conjuntamente. La Congregación fue un ejercicio de
discernimiento comunitario, cuyo fruto no es otra cosa que un único impulso de vida y misión
para la Compañía, primero, a través de personas que reciben responsabilidades decisivas para el
cuerpo apostólico y, segundo, por medio de directrices para la orden. Los liderazgos elegidos son
explicables por lo que y como se creyó que era preciso liderar.
Francisco José Ruiz Pérez

las que cruzó. Resumiré, en primer lugar, varios trasfondos contextuales,


externos e internos a la orden, que condicionan a la CG 36 en su búsqueda
espiritual desde sus inicios. Esos trasfondos influyeron en la perplejidad en
que se sumieron los congregados durante los primeros compases de la fase
ad negotia. Seguidamente expondré los hitos del
La convicción de que los proceso de discernimiento que tuvo que franquear
jesuitas deberíamos la Congregación para salir de ese impasse. En tercer
lugar, daré cuenta de dos aprendizajes básicos que
discernir más ofrece la CG 36 sobre el discernimiento en común,
resueltamente en común analizando las vicisitudes que ella misma debió
se hizo palpable vivir.
mientras la Congregación 2. Preámbulos
avanzaba.
La CG 36 no discernió en abstracto. Estuvo con-
viviendo con la sensación zozobrante de la complejidad de los grandes pro-
blemas que castigan a la humanidad. Aun así, también es cierto que la Con-
gregación tiene lugar bajo el influjo esperanzador del liderazgo del Papa
Francisco, una verdadera fuente de inspiración para imaginar el dinamis-
18
mo apostólico que exige la complejidad histórica de nuestro tiempo. En esa
coyuntura de desafío y de oportunidad, la CG 36 es muy consciente de la
paradoja que suponen la disminución numérica de jesuitas y la creciente
vitalidad apostólica de la Compañía.

a) Agitación de espíritus

El 8 de noviembre de 2016, cuando la CG 36 enfilaba sus últimos pasos,


se celebraron las elecciones presidenciales norteamericanas. El hecho arro-
jó un dato más sobre la fractura social, política, económica y religiosa del
escenario internacional. El realce que la CG 36 concede a la reconciliación
es consecuencia de la certeza de que el mundo estaba y estará alarmante-
mente fragmentado3. Se puede decir que, a diferencia de la CG 35 en 2008,
la globalización es percibida por los congregados en 2016 como un orden

3
Signos de ese análisis de la realidad se encuentran en D. 1, nn. 1, 2, 3, 13, 21, 25-30; y en
D. 2., n. 3. La CG 36 tuvo muy presente la dramática imagen, convertida en ordinaria en muchos
lugares del mundo, de los desplazamientos forzados de migrantes. Son ellos quienes ejemplifican
la fragmentación que campa por sus respetos en tantos planos –el personal, el comunitario y el
universal/ecológico–. Los congregados, además, tomaron la iniciativa de redactar una carta a los
jesuitas en zonas de guerra y conflicto, “Testigos de amistad y reconciliación. Mensaje orante
para aquellos jesuitas que trabajan en zonas de guerra y conflicto” (Congregación General 36 de
la Compañía de Jesús. Documentos, o. c., 117-127).
La Congregación General 36 y su invitación al discernimiento en común

de cosas al que se le notan mejor sus inconsistencias. Está azuzando el efec-


to combinado de tres complejidades sistémicas –la político-económica, la
socio-cultural y la religiosa–. Y, con tal fuerza, que, en lenguaje ignaciano,
provoca una notoria agitación de espíritus en nuestro presente:
● Si la globalización aboga por crecer en gobernanza como la mejor

respuesta colectiva a los desafíos comunes de la humanidad, el acceso a ella


y su concreción están siendo un angustioso parto civilizatorio. Se ven bas-
tantes costuras rotas en el panorama político-económico internacional, por
mucho que se ensayen modos más universales del ejercicio de gobierno.
● Socioculturalmente se prefiere tratar lo humano en su multiplicidad, y

en esa multiplicidad se desiste de trazar universalizaciones. El paradigma


relativista y pluralista desnormaliza lo humano y amplía así el espacio
sociocultural donde es factible una gama amplia de opciones de vida, en
principio, igualmente válidas dentro de un marco aceptable de convivencia.
Pero tal marco está aún por construir y no parece fácil detectar los puntos
de encuentro entre sociedades y culturas para establecer consensos sobre
dimensiones antropológicas clave.
● Tampoco “Dios” está exento de sufrir un momento delicado. Los con-

gregados trajeron noticias de que así era en muchos lugares del mundo. No
19
disminuye la eclosión de los fundamentalismos en medio de una fuerte
secularización ambiental. “Dios”, en su polisemia, es hoy también cuestión
de barricadas.

b) Liderazgo nuevo

La Congregación no es comprensible sin reparar en la proximidad afec-


tiva y efectiva que la Compañía manifiesta al liderazgo eclesial del Papa
Francisco. Nunca hemos vivido a un pontífice que conociera tan de cerca
la Compañía. El que la CG 36 aconteciera en pleno papado de un jesuita la
singularizará en la historia de la orden. Pero esa coincidencia, por sí misma,
no da cuenta exacta de la impronta del estilo de liderazgo del Papa Fran-
cisco en los frutos con los que se fue encontrando la CG 36.
En realidad, los congregados disciernen en medio de otro discernimien-
to eclesial, anterior y de mayor entidad que el suyo: el que despliega el pon-
tífice desde su elección. Lo que está en juego sabe a reforma y el Papa
Francisco quiere implicar en ella a toda la Iglesia. También a la Compañía.
Se puede decir que la CG 36 tenía ante sí la tarea de continuar sumándose
a ese movimiento eclesial de cambio, en coherencia con cuanto habían ya
intuido el P. Adolfo Nicolás y su equipo de gobierno.
El hecho es que la intervención del Papa Francisco en el aula fue deci-
Francisco José Ruiz Pérez

siva para el avance del propio discernimiento de la Congregación. La puso


en la pista de claves que acabará asumiendo definitivamente. Así lo desean
constatar los congregados al afirmar que “en todo lo que hacemos desea-
mos seguir al Papa Francisco, que nos urge a promover dinámicas de trans-
formación personal y social”4.
Lo que está en juego
sabe a reforma y el c) Disminución y vitalidad apostólica creciente

Papa Francisco quiere La CG 36 discernió teniendo ante sí la paradoja


implicar en ella a toda de que la disminución numérica de jesuitas se
simultanee con el vitalismo apostólico actual de la
la Iglesia. También a la Compañía5. Ambos fenómenos por separado son
Compañía. causa de procesos profundos en la orden. Por un
lado, el decrecimiento obliga a afrontar con creati-
vidad soluciones organizativas distintas, como la reestructuración del mapa
de Provincias. Está significando para los jesuitas un éxodo interno y exter-
no en un cuerpo apostólico cada vez más internacional y multicultural, y la
ocasión para abrirse a una nueva universalidad. Por otro, la vitalidad apos-
tólica de la Compañía, asociada a la misión compartida con el laicado, invi-
20
ta a la reflexión sobre la colaboración y al desarrollo de liderazgos partici-
pativos. En todo ello, la CG 36 se sentía invitada a aportar una palabra sufi-
cientemente iluminadora.

3. El discernimiento propio de la CG 36

3.1. La perspectiva de los cómos apostólicos

No es ningún secreto que, entre los congregados, cundía la expectati-


va de que la CG 36 iba a ser breve en tiempo y en producción a la vista
de los documentos de trabajo elaborados durante la fase inicial. Y, en
efecto, en comparación con la previa, esta Congregación produce menos
decretos y no esconde que está particularmente inspirada por la CG 35.
Esa sobriedad no fue aceptada pacíficamente y sin resistencias por todos
los congregados. Se esperaban aportaciones más sustanciales en discurso
y novedad, y muchos abrigaban la esperanza de que se estrenaran prefe-
rencias apostólicas.
La parquedad en documentos fue motivo de examen intenso para los

4
D. 1, n. 37.
5
Cf. D. 2, nn. 5 y 23.
La Congregación General 36 y su invitación al discernimiento en común

congregados. Se vino a reconocer que la próxima Congregación tendría que


tomar nota de cuanto la CG 36 aprendió metodológicamente tanto en su
fase inicial como en su fase ad negotia. Sin embargo, aunque el plan de tra-
bajo era perfectible, la Congregación comprendió que no se hallaba en la
coyuntura espiritual de hacer elección de iniciativas de cuño nuevo, refor-
mulando las preferencias apostólicas que el P. Peter-Hans Kolvenbach
determinó en su día6.
A medida que transcurría la Congregación, la dificultad en detectar
objetivos apostólicos delimitados y actualizados se acabó asimilando como
un dato a discernir por sí mismo, independientemente de que la forma en
que se realizó la fase inicial pudiera estar coartando una supuesta mayor
creatividad de los congregados. La Congregación se percató, y no siempre
diáfanamente, de que su discernimiento versaba sobre los cómos y no sobre
los qués: la conducía a ahondar en la dimensión “a la apostólica” que hoy
necesita nuestra vida religiosa. Se estaba ante la ocasión para crecer en
apostolicidad, más que para definir preferencias apostólicas concretas.
El Papa Francisco puso palabras a esa intuición. En su discurso a la CG
36, advierte de que “la Compañía está en los lugares de misión en que tiene
que estar”7. Por ello, sus indicaciones a la Congregación se orientan a “rea-
21
vivar el fervor en la misión de aprovechar a las personas en su vida y doc-
trina” y “hacen más bien a nuestro modo de proceder”8.
Los congregados recogieron finalmente ese mensaje. Renuncian a un
discernimiento que concluyera en opciones apostólicas determinadas. Se lo
trasladan al P. General, al que se pide que, “trabajando en estrecha unión
con las Conferencias y las Provincias, defina con claridad objetivos y direc-
trices para nuestra vida apostólica actual”9. Y, a partir de ahí, lo esencial del
discernimiento de la Congregación apunta al cómo apostólico.
En su decreto “Compañeros en una misión de reconciliación y de justi-
cia”, la CG 36 confiesa que, “más que preguntarnos qué debemos hacer,
queremos comprender el modo como Dios nos invita […] a participar en
esta gran empresa”10. El recurso que la Congregación hace al motivo fun-
dacional de la estancia de los primeros compañeros en Venecia se justifica

6
Cf. P.-H. KOLVENBACH, S. I., “Souhaits de Noël et de Nouvel An : Nos préférences aposto-
liques” (1 de enero de 2003), AR 23,1 (2003) 31-36.
7
Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la 36 Congregación General de
la Compañía de Jesús. Curia General de la Compañía de Jesús (Roma, 24.10.2016), en Congre-
gación General 36 de la Compañía de Jesús. Documentos, o. c., 152.
8
Id. (la cursiva es mía).
9
D. 1, n. 38. Esta solicitud se convierte en la primera recomendación que formula el decreto
sobre gobierno (cf. D. 2, n. 14).
10
D. 1, n. 3 (la cursiva es mía).
Francisco José Ruiz Pérez

porque resalta el estilo de vida apostólica que fraguó entre ellos, incluso
cuando estaba suspendido el objetivo de la marcha a Tierra Santa. Los
cohesionaba “compartir una vida en común como amigos en el Señor; estar
muy cercanos a los pobres; predicar con gozo el Evangelio”11. Les era evi-
dente que “vida y misión, radicadas en una comunidad de discernimiento,
estaban profundamente interrelacionadas”12. Los congregados ven que la
Compañía actual puede sacar luz de ello. Sin duda, los jesuitas de hoy
“experimentamos la íntima unidad que existe entre vida, misión y comuni-
dad de discernimiento”13. La etapa veneciana de nuestros fundadores
recuerda que “nos entregamos a formas de apostolado variadas, que con
frecuencia exigen especialización y consumen mucha energía, pero si olvi-
damos que somos un cuerpo, unidos en y con Cristo, perdemos nuestra
identidad como jesuitas y la capacidad de dar testimonio del Evangelio.
Más que nuestras competencias y habilidades, lo que da testimonio de la
Buena Noticia es la unión entre nosotros y con Cristo”14. Las conclusiones
a que lleva lo anterior abundan en la dirección de ahondar en nuestros
cómos: “Esta Congregación está seriamente convencida de que Dios está
llamando a la Compañía en su conjunto a una renovación espiritual”15; y,
por eso, “hace una llamada a toda la Compañía a renovar nuestra vida apos-
22
tólica tomando como base la esperanza. Necesitamos, más que nunca, ser
portadores de un mensaje de esperanza que nazca de la consolación de
habernos encontrado con el Señor Resucitado. Esta renovación centrada en
la esperanza se refiere a todos nuestros apostolados”16.
El decreto segundo –“Un gobierno renovado para una misión renova-
da”– opta por prologar las catorce recomendaciones que prosperaron con
una larga consideración, inusual para el estilo de un decreto como este,
sobre los “modos de proceder apropiados para nuestro tiempo”17. En el
momento en que el decreto está recibiendo su redacción final, la Congre-
gación lleva consigo bastante recorrido y es más fácil leer las mociones de
fondo que la dinamizan. Eso ayudó y animó a la comisión redactora a pro-
poner que podía ser iluminador explicitar los cómos de gobierno para el
momento presente de Compañía. Desde ellos se podía entender mejor la

11
D. 1, n. 4.
12
D. 1, n. 5.
13
Id. (la cursiva es mía).
14
D. 1, n. 7 (la cursiva es mía).
15
D. 1, n. 18 (la cursiva es mía).
16
D. 1, n. 32 (la cursiva es mía). Es sintomático de esta conciencia del cómo apostólico que la
CG 36 optara por incluir, como un asunto confiado al P. General, una declaración expresa sobre
“una cultura coherente de protección y seguridad de los menores” (cf. Congregación General 36
de la Compañía de Jesús. Documentos, o. c., 137).
17
Cf. D. 2, nn. 3-9 (la cursiva es mía).
La Congregación General 36 y su invitación al discernimiento en común

razón de las recomendaciones. El texto del decreto incorpora finalmente un


extenso inciso en que se defiende que el discernimiento, la colaboración y
el trabajo en red “ofrecen tres importantes perspectivas en nuestro actual
modo de proceder”18.

3.2. La centralidad del discernimiento en común Los congregados


recuerdan que el
En ese marco con el que se realzan los cómos se
otorga un valor excepcional al discernimiento en discernimiento en
común. Los decretos sobre vida y misión, por una común es posible por
parte, y sobre gobierno, por otra, hacen sendas lec- existir otro previo
turas complementarias de esa excepcionalidad,
aunque las mezclen en su texto. personal, como nuestros
El decreto primero defiende la dimensión iden- primeros compañeros.
titaria del discernimiento en común. Su tesis queda
compendiada en aquello de que “el discernimiento orante debería ser nues-
tro modo habitual de acercarnos a la realidad, cuando queremos transfor-
marla”19. No es extraño, en ese sentido, que el decreto retome el tríptico
identidad-comunidad-misión, tan querido a la CG 35. De él hace buen cau-
23
dal, porque ayuda a poner en primer plano la interconexión que ha de exis-
tir entre todas las dimensiones de nuestra vida religiosa apostólica. No se
puede separarlas, so pena de comprometer el cómo esencial de esa vida. La
CG 36 detecta que el discernimiento es un cómo apostólico de primer
orden que ayuda a que el tríptico identidad-comunidad-misión esté conec-
tado internamente. Identidad, comunidad y misión son referidos al discer-
nimiento, personal y comunitario, en donde radica justamente su fuente de
potenciación. En efecto, los congregados subrayan que “la comunidad
puede llegar a ser lugar de discernimiento”20. Recuerdan que el discerni-
miento en común es posible por existir otro previo personal, como sucedió
a nuestros primeros compañeros, que “habían tenido experiencia de la gra-
cia de Cristo que les hacía libres”21. Es igualmente el discernimiento reali-
zado por la Compañía como preparación para la CG 36 el que ilumina que

18
D. 2, n. 3 (la cursiva es mía). A ello se añade el ejercicio de evaluación, que se decidió incluir
en el decreto, respecto a los pasos dados por el gobierno del P. Adolfo Nicolás según las directri-
ces del D. 5 de la CG 35 (cf. D. 2., nn. 10-12, con el apéndice: “Recomendaciones y resultados
clave del Decreto 5 de la CG 35”).
19
D. 1, n. 37 (la cursiva es mía). La expresión recuerda a la que empleó el Papa Francisco en
el aula: “Es también propio de la Compañía el servicio del discernimiento del modo como hace-
mos las cosas” (Discurso del Santo Padre Francisco, o. c., 158).
20
D. 1, n. 10.
21
D. 1, n. 17.
Francisco José Ruiz Pérez

nuestra misión actual ha de aceptar que la reconciliación “ha adquirido


nueva urgencia”22.
El decreto segundo contempla el discernimiento desde una perspectiva
metodológica de gobierno apostólico. Ante los desafíos que arrostra la Com-
pañía, “el discernimiento es más esencial que nunca para la eficacia apostó-
lica”23. La CG 36 entiende que “la Compañía debe seguir mejorando sus pro-
cesos de discernimiento, haciéndolos cada vez más coherentes, es decir, más
capaces de identificar y responder a los desafíos a nivel global, en un modo
que integre los niveles de gobierno local, provincial, de conferencia y cen-
tral”24. La práctica del discernimiento ha de ser parte de la operativa de la pla-
nificación apostólica. Tiene que optimizar la calidad de las estrategias de
gobierno, asegurando mejores niveles de información, participación y escu-
cha mutua. Eso sí, según la visión del decreto, el discernimiento no está
resuelto en la colaboración y el trabajo en red. Es anterior a ellas, “el funda-
mento para la toma de decisiones de toda autoridad legítima”; constituye “la
base espiritual que hace posible nuestra planificación apostólica”25.
En suma, expresado con otros términos, discernir es un cómo apostóli-
co que redunda en la mayor o menor sacramentalidad de la vida religiosa
apostólica como tal. El que se actúe no es determinante apostólicamente sin
24
el cómo se haga. De esa forma, la práctica del discernimiento favorece que
las opciones de la vida religiosa sean significativas, y no superficiales y
desconexas; e impide que sean sólo valoradas según la lógica estrecha de
los resultados efectivos de su praxis.
La sacramentalidad que se está considerando se parece a la que, en algu-
na manera, se propone en los Ejercicios a ejercitantes que se abren a la bús-
queda espiritual de elecciones “mutables”26, aquellas que persiguen
“enmendar y reformar la propia vida y estado”27. Se podría entender que el
discernimiento ignaciano es pertinente no sólo para alcanzar opciones de
profundidad –la elección de estado, en la nomenclatura de Ejercicios–, sino
para avanzar en la profundidad de las opciones –el “enmendar y reformar
la propia vida y estado”–. Expresado en la clave que se propone en este artí-
culo, el discernimiento puede estar muy abocado a los qués –específica-
mente, “sacerdocio, matrimonio, etc.”–, pero también tiene virtualidad para

22
D. 1, n. 21.
23
D. 2, n. 5.
24
D. 2, n. 12. En esa línea van las recomendaciones de los nn. 14, 20 d, 22, 25 y 26. La con-
vicción cala enseguida en el nuevo gobierno general, hasta el punto de que el P. Arturo Sosa quie-
re cundir con el ejemplo al dotarse de un consejero general para el discernimiento y la planifica-
ción apostólica.
25
D. 2, n. 4.
26
Cf. [Ej 170-174].
27
[Ej 189].
La Congregación General 36 y su invitación al discernimiento en común

los cómos –“tomar beneficios o dexarlos, tomar bienes temporales o lanza-


llos”28–. La CG 36 se enfrentaba, analógicamente hablando, a un discerni-
miento que no la abrían a qués sustancialmente inéditos, sino a cómos de
sabor nuevo… Y esos cómos constituyen la sacramentalidad que se desea.

4. El discernimiento en común como propuesta para la Compañía

En su reciente carta “Sobre el discernimiento en común”, el P. Arturo Sosa


se coloca en la estela de la CG 36 y anima a la Compañía a reencontrarse con
el discernimiento comunitario29. El P. General enumera nueve propiedades
esenciales a ese tipo de discernimiento30. Bajo la inspiración de ese listado,
quiero destacar dos aspectos, más teológicos que procedimentales, que me
parecen que tuvieron especial incidencia en el discernir en común de la Con-
gregación y en su pretensión de que la Compañía se sumara a practicarlo.

a) Primado de la pasividad orante

¡No podemos controlar la duración temporal de un discernimiento en


común! Porque se ha de suponer que delante de nosotros hay algo nuevo,
25
aún por determinar, que no está a la mano de quien discierne. Dios y su
voluntad no son deducibles a las inmediatas. Lo primero es su iniciativa y
esta no es evidente por sí misma. El discernimiento alumbra a la aceptación
de una voluntad previa a nosotros. Propiamente es Dios quien elige. El dis-
cernimiento clarifica que esa elección se ha producido y abre el camino
para que sea finalmente aceptada.
San Ignacio define los Ejercicios como un “buscar y hallar” la voluntad de
Dios, para que desde ella se construya una biografía. En términos de [Ej 1]: “en
la disposición de su vida para la salud del ánima”. Las mociones “vienen”31, son
sentidas y conocidas en tanto que “en el ánima se causan”32. Las reglas ignacia-
nas de discernimiento son la sistematización aproximada “en alguna manera” de
un pasivo “sentir”, que posteriormente se convertiría en un consciente “cognos-
cer”. Discernir es el ejercicio de libertad en la gracia que permitiría “rescibir” y
“lanzar” mociones…, para acoger finalmente el absoluto de la voluntad de Dios.

28
[Ej 171].
29
2017/11 (27.9.2017). Los aportes valiosos de esta carta están en continuidad con los que
hacía el P. Peter-Hans Kolvenbach en su carta “Sobre el discernimiento apostólico en común”
(5.11.1986).
30
En concreto: escoger bien la materia; saber quiénes y por qué participan; libertad interior;
unión de ánimos; conocimiento de cómo se discierne; poner en común la oración; la conversa-
ción espiritual; la práctica sistemática del examen; establecer cómo se toma la decisión final.
31
[Ej 6, 32].
32
[Ej 313].
Francisco José Ruiz Pérez

El discernimiento no constituye, por lo tanto, un proceso autopropulsado, sino


que está tocado de pasividad. Somos receptores, no productores de los espíritus
que concitan mociones bloqueadoras o favorecedoras del Evangelio.

b) Crítica de la emotividad

¡No podemos simplificar el discernimiento y resolverlo como un gra-


diente de emotividad! Es cierto que el proceso espiritual de los Ejercicios
remite a emociones básicas, aunque sofisticadas a medida que se avanza en
ellos. Pero únicamente toma en consideración las emociones que, en el
Espíritu, se revelan como mociones. Ni la alegría en sí, ni la tristeza en sí
tienen validez absoluta para el discernimiento. Sólo cuando expresan alte-
ridad y remiten a una relación fundante, las puede reconocer como signifi-
cativas y llamarlas entonces consolación y desolación.
La espiritualidad ignaciana aporta lenguaje para expresar una y otra, e inte-
lección para entenderlas. Se atreve a proponer una sabiduría emocional que lo
permita a través de las reglas de discernimiento incorporadas en los Ejercicios.
La consolación y la desolación son emocionalmente distintas en función del
momento por el que atraviesa la propia experiencia de seguimiento de quien
26 discierne. La consolación de Primera, Segunda, Tercera y Cuarta Semana en
Ejercicios se manifiesta con un color emotivo desigual… y, sin embargo, a
efectos de discernimiento, ha de ser juzgada como tal consolación.

5. Conclusión

La CG 36 discierne y su experiencia le invita a retomar un tanto inusitada-


mente la temática del discernimiento comunitario para bien de toda la Compa-
ñía. Su recomendación va a ser que los jesuitas se citen con el discernimiento
en común como un aspecto crucial de nuestro modo de proceder. No es que no
se esté realizando, pero todo indica que se ha de profundizar en él y extender-
lo a más momentos y dimensiones de nuestra vida religiosa apostólica.
El discernimiento en común es una extraordinaria posibilidad para enri-
quecer esa vida hacia dentro y para dotarla de capacidad profética hacia fuera.
Si se puede decir así, la Compañía nació porque los primeros compañeros dis-
cernieron en común. Si también se puede decir así, la Compañía será siendo
lo que verdaderamente es si nos permitimos ser interpelados por el Espíritu y
discernirlo personal y colectivamente. En medio de la tentación contemporá-
nea a dispersarnos en nuestra acción, a conformarnos con visiones superficia-
les y a confiarnos otra vez al individualismo apostólico, el recurso al discerni-
miento comunitario puede ser una de esas luces oportunas y esperanzadoras
del Señor, que se nos ha manifestado como pertinente… por bien discernida.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 27-37

El discernimiento apostólico en común.


Entrevista a José A. García
Cristóbal Jiménez

J
osé Antonio García Rodríguez –Toño– habla con ilusión y pasión
del Discernimiento Apostólico en Común (DAC). Toño es jesuita
y un sabio y maestro en temas de espiritualidad ignaciana. Fue
director de esta revista MANRESA e instructor de Tercera Probación.
Su teología, de enorme creatividad, la sigue desplegando hoy en los
Ejercicios en la vida diaria y en el acompañamiento espiritual. Asegura
que una inflación en el lenguaje del DAC y su mal uso quemaron una
herramienta que se está intentando recuperar ahora, en un tiempo de
toma de decisiones importantes y complejas. ¿Qué temas pueden ser
objeto de un discernimiento así? ¿Cómo se aplica? ¿Qué hacer cuando 27
la decisión no es la que uno esperaba? Estas son algunas de las cuestio-
nes que le planteamos en una entrevista realizada por Cristóbal Jiménez
el 1 de noviembre.

No tengo claro si lanzarme a por un iPhone o seguir con mi Sam-


sung. ¿Es esto materia de discernimiento? Lo digo porque en Origen y
Progreso de la Compañía de Jesús, Simón Rodrigues cuenta que los pri-
meros compañeros determinaban juntos qué ruta tomar, qué llevar
para los viajes…

El DAC es, a mi modo de ver, una herramienta apostólica, espiritual y


humanamente tan costosa y profunda que no se puede emplear más que
para decisiones importantes y complejas sobre las que, en principio, no hay
acuerdo. Para otras cosas de menor importancia creo que es erróneo aplicar
la palabra discernimiento y usar el método, porque la cosa no requiere
tanto.
Lo que motivó, al principio de la década de los 70, que el padre Arrupe
sacara a flote la idea de discernir en común, volviendo a empalmar así con
una práctica de los primeros padres, fue, precisamente, la aparición de pro-
blemas muy serios, muy complejos, para los cuales no bastaban las formas
Cristóbal Jiménez

anteriores de toma de decisiones. El antiguo método de la obediencia ver-


tical y el nuevo, basado en la discusión, ya no servían para temas de gran
calado.
Alguien se preguntará, tal vez, de dónde sacaron los primeros com-
pañeros este modo de tomar decisiones. La res-
puesta es fácil: de los Ejercicios espirituales,
Antes de la aprobación experiencia por la que todos ellos habían pasado.
de la Compañía, el En efecto, este método está tomado de los Ejerci-
grupo practicaba cios, del primer modo del tercer tiempo de elec-
ción [Ej 178-183].
el Disernimiento A propósito de los “tres tiempos para tomar una
Apostólico en común, y sana y buena elección en cada uno de ellos” [Ej
después no tanto. 175], permíteme una pequeña digresión. Existe una
creencia equivocada de que el método preferido por
Ignacio es el “tercero”, el racional, es decir, aquel al
que se llega barajando durante un tiempo razones a favor y en contra de lo
propuesto. No es así. Es el “primero”: aquel en que, “sin dudar ni poder
dubitar”, me es dado como pura gracia lo que debo elegir. Cuando esto no
sucede –y es claro que en decisiones muy complejas y además grupales lo
28
más normal es que no suceda– Ignacio explora un segundo tiempo: el de las
mociones espirituales y discernimiento de espíritus. Y cuando tampoco este
tiempo resulta viable, porque no se dan esas mociones, al menos discernir
con la razones a favor y en contra de una propuesta, tiempo que, por cier-
to, ha de terminar en oración y ofrenda al Señor “para que su divina majes-
tad la quiera rescibir y confirmar, siendo su mayor servicio y alabanza” [Ej
183]. Esta coletilla hace pensar a algunos especialistas que ese tercer tiem-
po, en realidad, no existe en estado puro, ya que al final termina en el
segundo.

Llama la atención que siempre se toma como modelo las delibera-


ciones sobre el nombre de la Compañía de Jesús en 1537 o las de la
Cuaresma de 1539 sobre la formación de una Orden religiosa. Son
ejemplos anteriores a la aprobación de la Compañía. Hay quien dice
que, en la Compañía primitiva como tal, no se practicó en realidad el
discernimiento.

Pues sí, y formalmente no les falta razón. Se puede verificar que,


antes de la aprobación de la Compañía, el grupo practicaba este método
y después, formalmente y como tal, no tanto. ¿Por qué? Algunos dicen
El discernimiento apostólico en común. Entrevista a José A. García

que, después de fundada la Compañía, este método no se consideró igna-


ciano y se eliminó. Otra respuesta, en mi opinión más acertada, es que
aquella Compañía naciente era muy móvil, al modo de una caballería
ligera, para la cual el DAC resultaba una herramienta apostólica dema-
siado lenta y pesada.
Sin embargo, hay que mencionar un detalle importante. En la elabo-
ración de las Constituciones los primeros compañeros participan tam-
bién en algunos momentos con su discernimiento e Ignacio mismo incor-
pora en ellas formalmente algunos elementos esenciales del discerni-
miento en común como la escucha, tener en cuenta lo que piensa quien
es enviado en misión, atender a las circunstancias de lugares, tiempos y
personas, etc.
El propio nombre tuvo su evolución. Al principio se hablaba de
“discernimiento comunitario” y, muy pronto, se pasó a la fórmula “dis-
cernimiento apostólico en común” porque se suponía que en muchos
discernimientos de la Compañía actual iban a participar personas que
ni eran jesuitas ni vivían en comunidad. En aquel momento el DAC
aparecía como una fórmula estupenda para implicar en la espiritualidad
ignaciana a laicos colaboradores, llamados también a discernir en
29
común junto con los jesuitas. En ese contexto sonó con fuerza aquella
afirmación teológica que no estaba tan clara en tiempos anteriores:
Todo ser humano, decía Karl Rahner, es “oyente de la Palabra”. En la
Compañía se puede discernir, por ejemplo, si para ganar en calidad y
eficacia evangélica en un Colegio hemos de tomar esta decisión o no,
esta otra o tampoco, pero llegar a una conclusión según Dios es tarea
de todos los implicados en tal decisión y muchos de ellos son, hoy, lai-
cos. Implicados no sólo funcional sino también espiritualmente. Por
eso es preciso que todos los que participan en un DAC se dispongan a
la escucha de ese Espíritu y se manifiesten desde él, no desde otros
intereses.

Ignacio habla de personas que pueden no tener subjecto para hacer


Ejercicios. Supongo que también puede haber personas sin subjecto
para un proceso de discernimiento.

Naturalmente que puede haber personas así. Imaginemos un compañe-


ro jesuita ya de cierta edad, sacerdote o hermano, que ha vivido siempre en
una tradición donde nunca se ha practicado el discernimiento en común y
que, por tanto, experimenta muchas dificultades e incluso cierto rechazo
Cristóbal Jiménez

ante esta práctica. A esa persona no puedes hacerla pasar por las horcas cau-
dinas de algo que le supera. Forzar a una persona así suena a injusto; es tra-
tar de llevarla donde ya no puede ir. Dicho esto, hay que añadir otra cosa.
Al tiempo que se practica el discernimiento apostólico en los casos que sea
posible, todos los jesuitas y laicos de inspiración
ignaciana estamos llamados a crecer en las condi-
Si queremos discernir ciones personales que hagan posible un sujeto de
juntos es necesario que discernimiento. Con ello el número de personas con
pongamos a distancia, subjecto para poder hacerlo tenderá a crecer, no a
disminuir. Esas condiciones son tanto de tipo espi-
afectiva e ritual, bíblico e ignaciano, como de tipo humano,
intelectualmente, tanto psicológico, conversacional, etc. y todos –o casi
el sí como el no. todos– podemos crecer en ellas. Aparece aquí un
tema importante, tal vez el más importante: ¿qué es
lo que hace posible un sujeto que pueda entrar en un
discernimiento en común?
Podemos hablar, para empezar, de condiciones de tipo espiritual. La
primera, sin duda, es la convicción ignaciana de que Dios se comunica,
inmediata o mediadamente según los casos, con la criatura. Sin esa con-
30
vicción se destruye la posibilidad del discernimiento. Si un grupo se
reúne para ver qué es lo mejor que podemos hacer según Dios en un caso
concreto, es que cree de corazón que Dios puede comunicarse con la
criatura y que, en esa comunicación amorosa, el ser humano, cada uno
de los que participan en esa búsqueda “espiritual”, puede intuir, conocer,
sospechar lo que Dios quiere. En este sentido, son muy iluminadoras las
palabras que Rahner le hace decir a San Ignacio en aquella obrita suya
titulada Carta de San Ignacio a un jesuita de hoy. Vosotros, los jesuitas
modernos –viene a decirnos Ignacio por boca de Rahner– predicáis, dais
Ejercicios, habláis sobre esta comunicación divina, pero en el fondo no
la acabáis de creer, sois unos “secretos y reprimidos ateos”. Es para pen-
sarlo porque no cabe duda de que nos hallamos ante el núcleo más esen-
cial de la espiritualidad ignaciana.
Hay otras condiciones, por así decirlo, “de marca ignaciana”. Una
esencial: la indiferencia. Si queremos discernir juntos si cerramos, por
ejemplo, una institución o abrimos una nueva, es necesario que pongamos
a distancia, afectiva e intelectualmente, tanto el sí como el no. De lo con-
trario, no estaremos capacitados para el discernimiento porque nuestra
posición final será la que ya tenemos desde el comienzo. Lo único que ha
de llenar nuestro corazón es dar justamente con lo que Dios quiere y solo
mediante ese distanciamiento previo dejamos que Dios pueda inspirar o
El discernimiento apostólico en común. Entrevista a José A. García

generar en nosotros mociones “espirituales” que apunten en una dirección


o en otra.
De carácter ignaciano es también que el sujeto haya “entrañado” en sí
con hondura el misterio de la Encarnación, la realidad histórica de la com-
pasión y anonadamiento de Dios tal como aparecen en Jesucristo y en su
proyecto al que Él se refería con la expresión “Reinado de Dios”. Si no
hemos interiorizado el sueño de Dios sobre el mundo, un Reino de inclu-
sión donde los pobres son acogidos, los enfermos sanados, las mujeres y los
niños empoderados, ¿cómo podremos discernir según el Espíritu si lo que
nos traemos entre manos favorece u obstaculiza la implantación de ese rei-
nado cuyos receptores primarios, según Jesús, son los pobres, enfermos y
pecadores? Este es otro dato fundamental.

A todas estas condiciones teológicas e ignacianas hay que sumar,


además, otras simplemente humanas.

Claro. Por ejemplo, una cierta capacidad de comunicar “desde el cen-


tro de la persona” y una cierta capacidad de escuchar “sin filtros ni
31
barreras”. Sabemos que hay muchos tipos de escucha: escucha blindada,
escucha ideológica (como estamos viendo hasta la saciedad en los parla-
mentos), escucha de maestro a discípulo, del que sabe al que no sabe,
etc. Ninguna de estas sirve. Hay otro tipo de escucha, que podríamos lla-
mar escucha vulnerable. Es la de quien escucha con tanta atención y cer-
canía, con tanta sim-patía, que está dispuesto a que lo escuchado le cam-
bie por dentro. Esa es la auténtica escucha, la del que está dispuesto a
dejarse enriquecer e incluso a cambiar de opinión como fruto de esa
escucha. Sin un tipo de escucha del otro así, el discernimiento en común
no va.
Hay también distintos tipos de comunicación. Hay una comunicación
desde la sensibilidad, a bote-pronto, primaria, que resulta preciosa y diver-
tida para unas cosas, pero no para esta; hay otra de tipo intelectual, comu-
nicación de ideas, que es buena para un seminario interno o una simple pla-
nificación, pero no suficientemente buena para un DAC; hay un tercer tipo
cuyo centro de comunicación son los afectos… y hay finalmente una cuar-
ta que parte desde el Centro, desde el corazón, ese ámbito del ser humano,
metáfora cuasi-universal del centro y de la profundidad de la persona de
donde salen los deseos y las decisiones. A él van a parar, si no se lo impe-
dimos, sensaciones, ideas, afectos… Pero corazón es también el lugar
humano desde donde Dios quiere “regirnos”, es decir, habitarnos, amarnos,
Cristóbal Jiménez

guiarnos… Cuando se logra juntar un máximo de escucha vulnerable con


un máximo posible de comunicación desde el corazón así entendido, se dan
las condiciones humanas y psicológicas mejores para el discernimiento.
Ellas, unidas a las anteriores, son las que van a facilitar la práctica concre-
ta del DAC.

Indiferencia, vivencia desde el misterio de la Encarnación, escucha


vulnerable, comunicación desde el Centro…Dan ganas de decir, como
los apóstoles: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”, ¿quién cumple
todas estas condiciones?

Tienes razón, ¿quién podrá? Es toda una espiritualidad la que hay deba-
jo y también una sabiduría y capacitación humanas. Pretender tenerla al
completo es de ingenuos, pero no es de ingenuos caminar hacia ella. Mi
experiencia, tanto en discernimientos reales como en talleres para aprender
a discernir en común, es que, cuando la práctica está bien hecha, es precio-
sa e invita a entrar más y más en ella. Mi impresión es también que cuan-
do el P. Arrupe desempolvó esta herramienta apostólica tan antigua en la
32
Compañía, nos llenó de un entusiasmo un tanto ingenuo; que hablamos
mucho sobre ella sin caer en la cuenta de los costos espirituales que supo-
nía ni someternos a su método; y que esa inflación de palabras sin prácti-
cas bien hechas estuvo a punto de acabar con esa herramienta. Más tarde el
padre Kolvenbach volvió sobre el tema con su profundidad característica,
pero muchos seguían dudando de su viabilidad. La reciente carta del actual
P. General, Arturo Sosa, por mandato de la última Congregación general,
vuelve a poner el tema sobre el tapete. Es quizá el documento que más sis-
tematiza las condiciones espirituales del DAC al igual que su forma de lle-
varlo a cabo.
No me cansaría de insistir en que, si realmente se trata de un discerni-
miento “espiritual”, y no meramente de una planificación funcional, la
comunión con ese Espíritu de Jesús y el deseo de ser configurados por él,
ha de estar trasversalmente presente en todo el proceso del DAC, desde el
comienzo al final. La oración personal –y en algunos momentos del proce-
so también la grupal, en la que cada uno exprese cómo le va en la búsque-
da– es bueno que estén presentes.

Es verdad que todo sujeto implicado en una decisión tiene derecho


a participar en el proceso, pero es inviable que todos participen en
El discernimiento apostólico en común. Entrevista a José A. García

todo. Los primeros compañeros también decidieron delegar en unos


pocos con el compromiso de aceptar lo decidido…

Así es. En un cuerpo apostólico muy grande como la Compañía de


Jesús, o en una de sus Provincias, es imposible
pensar en un círculo donde quepamos todos. Lo La discusión es buena
que no es imposible –y eso sí que se puede y para cosas pequeñas,
suele hacerse– es que el discernimiento vaya
subiendo hacia arriba, de círculo en círculo, hasta pero para asuntos
llegar a la persona o grupo que debe tomar la importantes no permite
decisión final. Este modo de proceder me hace escuchar con paz al
sentir partícipe del proceso, en cuanto es posible.
No me deja al margen. Lo que sí resulta impor- otro y rompe fácilmente
tante es que todas las personas, al menos quienes la comunión del grupo.
puedan y lo deseen, participen de alguna manera
en el proceso de búsqueda de lo que, por ser un solo Cuerpo, les va a
afectar a todos.
Existen, por tanto, distintas maneras de sentirse partícipe del discerni-
miento en común, que, como hemos dicho, tiene su método, pero que es
33
mucho más que un método porque le subyace toda una espiritualidad. Por
eso es tan importante que alguien que conozca bien ambas cosas modere el
recorrido del DAC para que no se embarranque. Ese alguien no tiene por
qué ser el superior, sino una persona que conozca a fondo la espiritualidad
y el método, ambas cosas. En este sentido, el ejemplo de los primeros com-
pañeros es muy iluminador.
Si leemos la deliberación de los primeros padres sabemos, en primer
lugar, cuál fue el objeto primero de su discernimiento: ¿queremos con-
servar lo que Dios ha hecho en nosotros, un grupo de amigos en el Señor,
o nos ponemos a las órdenes del Papa para que él nos disperse por la viña
del Señor? Tal fue el objeto del primer discernimiento. Durante el día
trabajaban y oraban; por la noche se reunían en un caserón medio en rui-
nas… ¿Y qué hacían? Sentados seguramente en corro comenzaban mani-
festando uno tras otro las razones y mociones en contra de seguir unidos.
Solo en contra, sin mezclarlas con las razones y mociones a favor. Otro
día, por la noche, lo contrario: razones y mociones a favor. Sólo a favor.
¿Un juego de niños? Nada de eso, una profunda sabiduría sobre los
mecanismos humanos de la comunicación y la escucha. Este modo de
proceder evita la dialéctica de la discusión y genera sinergia grupal.
Hace que mi escucha del otro, al que veo y oigo remando en mi misma
dirección, llegue hasta mí sin interferencias, sin choque; y hace también
Cristóbal Jiménez

que mi comunicación sea libre porque remo en la misma dirección que


los otros. Lo que oigo del otro puede confirmar o poner en duda lo que
yo pienso hasta modificar, en la sesión final, mi primer pensamiento. Y
al otro le puede suceder lo mismo. La experiencia da que ello sucede con
cierta frecuencia.
En la otra vuelta, exactamente lo mismo. Lo curioso de este modo de
preceder es que permite expresar todo lo que uno quiera decir, todo, evi-
tando al mismo tiempo la discusión y llegando frecuentemente a grandes
consensos. La discusión es buena para cosas pequeñas, pero para asun-
tos importantes no permite escuchar con paz al otro y rompe fácilmente
la comunión del grupo. ¿Y qué adelanta una comunidad o un equipo
apostólico sacando algo adelante si se rompe la comunión en el proceso?
No sabemos a quién del grupo se le ocurrió la idea de la doble vuelta,
pero sí que resultó una plasmación genial de lo que dicen los Ejercicios
[Ej 182-183].
En el proceso del DAC hay otra figura fundamental: la persona que va
a tomar la decisión. Puede que, hasta el momento final, no haya tenido un
papel central, que haya sido uno más, solo que ha tenido que estar más indi-
ferente que nadie y escuchar a todos con suma atención. Si quiere, puede
34
expresar sus razones y mociones, pero si tiene miedo a condicionar, es
mejor que guarde silencio. Él puede intuir cuándo la cosa está suficiente-
mente oída, escuchada, orada etc., para decir: esta es la decisión final, por
ella vamos a caminar. Normalmente, salvo en ocasiones muy concretas, la
decisión la toma una persona, no es por mayoría de votos como en una
democracia formal.
Vamos a poner un poco de orden en el trayecto. Hasta aquí hemos habla-
do de varios “momentos” o fases del DAC. Primero, definir y centrar bien
la cuestión que se quiere discernir en común. Segundo, crear, orándolas, las
actitudes propias del discernimiento. Tercero, un tiempo personal de infor-
mación y reflexión, de análisis; de oración. Cuarto, puesta en común de
razones y mociones según el modo de la doble vuelta. Quinto, la toma de
una decisión final. Hasta aquí hemos llegado.

Una vez que se ha decidido, pueden pasar dos cosas: que sea lo que
yo pensaba o lo contrario. ¿Qué hacer, entonces?

Una persona madura diría: he participado en el proceso, no importa que


la decisión final haya sido distinta de lo que yo pensaba, pondré alma y
corazón en lo decidido. Por el contrario, una personalidad adolescente dirá,
El discernimiento apostólico en común. Entrevista a José A. García

tal vez: conmigo que no cuenten, no colaboraré porque no estoy de acuer-


do con el resultado del DAC. Esta última postura no es en absoluto madu-
ra porque ha participado en la búsqueda y eso debería bastarle para cola-
borar. Si no, es que algo en su estructura psicológica y humana está débil o
tocado.
Otro caso. Vamos a suponer que la mayoría de En la relación
los miembros de una comunidad o un equipo de Dios-hombre la
trabajo termina el DAC con un gran consenso y
quien tiene la palabra última decide lo contrario. iniciativa la toma Dios,
Puede suceder alguna vez y no pasaría nada. Pero no el hombre. Es Él
si se repitiera con frecuencia esa persona tendría quien a través de su
que preguntarse qué le pasa. Puede ocurrir tam-
bién que alguna vez el posicionamiento último Espíritu nos hace percibir
del grupo sea mitad y mitad, o se le acerque cuál es su voluntad.
mucho, a pesar de lo que dijimos sobre los gran-
des consensos a los que suele llevar un DAC bien realizado. En tal caso,
el superior, sumido en cierta perplejidad pero con paz, podría decir: ami-
gos y amigas, hermanos, este asunto no está todavía claro, no tenemos
aún una percepción espiritual suficientemente clara para decidir, tene-
35
mos que darnos más tiempo y continuar con el proceso de búsqueda. Es
lo más honesto
Como se ve, hay toda una mística antes del discernimiento, durante y
después. Sin ella, el DAC no es tal. Mi impresión, como ya dije, es que
durante una primera etapa abusamos de la palabra discernimiento, con
prácticas que en realidad no lo eran y que se parecían mucho más a una
discusión en la que siempre gana el más “fuerte”, que a un DAC como
lo entendemos aquí. Queda por añadir que el paso del tiempo podría
mostrar que la decisión tomada no fue la mejor, incluso con un proceso
bien llevado. ¿Qué pasa entonces? ¿Es que acaso se contradice Dios a sí
mismo? No pasa nada, absolutamente nada. Sólo pasa que a Dios no lo
“posee” nadie, ni siquiera un DAC bien hecho. Sólo pasa que hemos de
aprender a ser humildes ante Dios. Andar bien el camino es lo que
importa.

La tradición ignaciana insiste en no hacer campañas en el proceso,


ni labor de pasillos. A mucha gente le cuesta creer que esto sea posible.

Esa insistencia es real, como dices tú, y también la duda sobre su


posibilidad. Un caso paradigmático lo tenemos los jesuitas en la elección
Cristóbal Jiménez

del padre general en la cual esas posibles campañas o labor de pasillos


para favorecer la elección de una determinada persona, están severa-
mente prohibidas. El protocolo a seguir es tan riguroso en ese sentido,
está tan transido de oración y de información neutral, que resulta una
experiencia ejemplar. Todas las personas que han
El Discernimiento en participado en una de esas elecciones regresan a
común busca que no se sus provincias con la impresión de haber partici-
rompa nunca la unión pado en un proceso ideal de discernimiento en
común. Una prueba más de que, cuando se hace
de corazones en el bien, el método funciona.
proceso de búsqueda. ¿En que se apoya ese cuidado máximo de evi-
tar el politiqueo? En la fe en que Dios se comu-
El método “discusión” nica a cada persona abierta a la escucha del Espí-
la rompe con ritu e informada con la ayuda de los demás.
suma facilidad. ¿Quién ha dicho que lo haga con más intensidad
a los más “fuertes”, a los más sabios, a aquellos
que en el método “discusión” suelen llevarse el gato al agua? ¿No afir-
ma el evangelio más bien todo lo contrario? Hemos de pasar de la pri-
mera ingenuidad a la segunda, decía Paul Ricoeur. La primera ingenui-
36
dad consistiría en pensar que lo que Dios quiere de nosotros lo sabemos
de forma inmediata, sin caer en la cuenta de que muchas veces lo que
hacemos es proyectar nuestros propios deseos en Dios y decir después
que son suyos. La segunda consistiría en que, una vez superada la pri-
mera, creamos realmente que Dios se comunica con su creación, con sus
criaturas; que tiene un sueño sobre nosotros, sobre nuestra Congrega-
ción, sobre quienes se reúnen para discernir su voluntad. En tal caso,
sobra toda injerencia de unos sobre otros, todo adoctrinamiento. Esa
injerencia supone un acto de ateísmo implícito. Tal es un primer objeti-
vo de este método.
El método pretende, en segundo lugar, que la búsqueda de lo que Dios
quiere de nosotros en un momento dado sea desde el Espíritu de Dios, no
desde nuestros intereses o pulsiones. En la relación Dios-hombre la ini-
ciativa la toma Dios, no el hombre. Es Él quien a través de su Espíritu
penetra en nuestro espíritu y nos hace percibir, en un abrazo de amor,
cuál es su voluntad. Pero no de un modo “cerrado” entre él y yo, sino
ayudados también por lo que sienten nuestros compañeros y compañeras
de fatigas.
El método intenta, en tercer lugar, que los “fuertes” se hagan débiles y
los “débiles”, fuertes. ¿Cómo? Está claro: excluyendo todo tipo de coloni-
zación y dominio.
El discernimiento apostólico en común. Entrevista a José A. García

El método busca, por último y como ya dijimos, que no se rompa nunca


la unión de corazones en el proceso de búsqueda. El método “discusión”,
la rompe con suma facilidad. Este dato es esencial y está muy cuidado en
el DAC

Mucho de esto parece darse en una congregación general, pero es


que allí se dan unas condiciones que no siempre son posibles en otros
contextos, empezando por los sujetos…

En una Congregación general se dan unas condiciones excepcionales, es


cierto. Pero me gustaría añadir que se dan también unos medios que hacen
posible que sea así y que normalmente pueden pasarse por alto. Mucha ora-
ción, mucho trabajo espiritual sobre uno mismo, mucha información respe-
tuosa y en absoluto partidista… Y está claro que no en cualquier situación
son repetibles. Son como “casos límite” que, aun cuando no siempre sean
repetibles, son siempre modelos de inspiración.
Precisamente por eso, por la complejidad y el tiempo necesario para
hacer un DAC en toda su extensión, tendríamos que hablar de formas
37
menores de dicho discernimiento. Serían aquellas que introdujeran unos
mínimos de lo esencial del proceso. Sin ellos no se podría ni se debería
hablar de discernimiento en común. Esos mínimos tocan lo esencial de la
espiritual y madurez humana que sostiene el ejercicio y de las que ya
hemos hablado. Incluso en esas formas menores de discernimiento sería
recomendable que se practicase algo de la doble vuelta que nos fuerce a
situarnos en las dos opciones contrapuestas. El Provincial y su consulta, el
superior y su consulta, un equipo directivo, etc., son ámbitos apropiados
donde se puede practicar este tipo de DAC abreviado.
De ahí, como decíamos, la importancia esencial en conocer bien y, en lo
posible, vivir la espiritualidad ignaciana. Y también este método que, bien
hecho, hace crecer en amistad, en respeto, en apertura y genera hacia aden-
tro una experiencia que se predica a sí misma como buena y valiosa.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 39-48

Discernimiento Espiritual Comunitario:


Novedad y tradición1
Hermann Rodríguez Osorio

“Ni viváis solitarios, replegados sobre vosotros mismos,


como si ya estuvierais justificados,
sino reuniéndoos en un mismo lugar
inquirid juntos lo que a todos en común conviene”
Carta de Bernabé, IV, 10

Los orígenes

L
os seres humanos buscamos en común los caminos de Dios en
medio de las claridades y ambigüedades de la vida. Eso supone
escribir con otros, y de la mano de Dios, la historia de la salvación 39
y de la humanidad, en una sola tablilla. Esta forma de proceder ha estado
presente en la Iglesia desde sus orígenes. Es un ejercicio particularmente
necesario en tiempos de cambio o de encuentro de culturas. Hoy vivimos
esta interacción dinámica entre culturas, y enfrentamos cambios que se
suceden a una velocidad vertiginosa. Frente a esta realidad es necesario
plantearnos la pregunta por la posibilidad de buscar juntos la voluntad de
Dios, como ejercicio cotidiano.
El Concilio Vaticano II hizo un llamado a las familias religiosas a vol-
ver a las fuentes2. Esta invitación desencadenó en la Compañía de Jesús un
proceso múltiple de adaptación del espíritu fundacional a las condiciones
del mundo actual, cuyo punto de partida fue la Congregación General 31ª
(1965/6). Dentro de este proceso, las Congregaciones Generales siguientes
(1974, 1983, 1995, 2008 y 2016) han renovado la invitación a toda la Com-
pañía, a redescubrir la experiencia del discernimiento espiritual, tanto per-
sonal como comunitario.
Por su parte, los PP. Arrupe, Kolvenbach, Nicolás y Sosa, Superiores
Generales durante este período, también han invitado a jesuitas y colabora-
1
Recomendamos la lectura del artículo, H. RODRÍGUEZ, Discernimiento Comunitario. Algunas
precisiones terminológicas, Miscelánea Comillas 58 (2000), 487-510.
2
CONCILIO VATICANO II, Perfectae Caritatis, Decreto sobre la adecuada renovación de la vida
religiosa, 2.
Hermann Rodríguez Osorio

dores, a hacer suya la práctica del discernimiento, individual y en común,


tanto en comunidades locales, como en obras, instituciones y redes apostó-
licas a través de las cuales desarrollan su misión.
En una conferencia que dio en 1991 el P. Luis González, S.J. a un
grupo de jesuitas en Salamanca, a propósito del
El discernimiento discernimiento espiritual comunitario, contaba
espiritual comunitario es una anécdota muy reveladora. Decía el fundador y
hijo legítimo de un antiguo director del CIS , que en diciembre de
3

1970, lo llamó el P. Arrupe a su oficina y le hizo


momento muy concreto esta pregunta: ¿Qué bibliografía hay sobre el dis-
de la historia de la cernimiento comunitario? El P. González contestó
Iglesia y de la Compañía. que en ese momento no podía decirle algo preciso,
pero que si le daba un día o dos, podría responder
a su pregunta. Y el P. Arrupe añadió: “Es que si no hay, en la tradición de
la Compañía, nada sobre el discernimiento comunitario, lo tendremos que
inventar”4.
El P. Arrupe, en la preparación de la CG 32ª y, respondiendo a las reco-
mendaciones del Concilio Vaticano II, quería buscar una metodología de
consulta, de manera que fuera posible incorporar la opinión de la base, al
40
gobierno de los superiores. Su gran intuición ya tenía los ojos puestos en la
«Deliberatio Primorum Patrum» de 1539, en la que se describe el proceso
de búsqueda que vivieron los primeros jesuitas, antes de la fundación de la
Compañía. La afirmación del P. Arrupe, dicha en el seno de una conversa-
ción íntima con uno de sus colaboradores más cercanos, sobre la necesidad
de «inventar» los fundamentos de una práctica comunitaria del discerni-
miento, nos muestra cuánto interés y necesidad se sentía de esta nueva
práctica y de su coherente formulación desde la espiritualidad de la Com-
pañía.
El fenómeno comunitario de la práctica centenaria del discernimiento en
la Compañía de Jesús, y de la práctica milenaria de este mismo discerni-
miento en la historia de la Iglesia y de la humanidad entera, nace y se desa-
rrolla a partir del Concilio Vaticano II. Podemos decir, sin temor, que se
trata de algo nuevo y reciente, por lo menos como elaboración conceptual.
Hay que decir también que no se trata de algo que haya surgido como
por arte de magia. El discernimiento espiritual comunitario es hijo legítimo

3
Luis González Hernández (1916-1992), después de haber sido Provincial de Toledo, fue lla-
mado por el P. Pedro Arrupe, para fundar un centro dedicado a la promoción y difusión de la espi-
ritualidad ignaciana. El P. González dirigió el CIS, con sede en Roma, desde 1969 hasta 1980.
4
LUIS GONZÁLEZ, La deliberación de los primeros compañeros. A los 450 años de la deter-
minación de fundar la Compañía de Jesús (1539-1989), Manresa 61 (1989), 246.
Discernimiento Espiritual Comunitario: Novedad y tradición

de un momento muy concreto de la historia de la Iglesia y de la Compañía.


Además, es posible descubrir distintas relaciones con la tradición y cone-
xiones con la práctica, no formulada teóricamente, de la Compañía y de la
Iglesia, desde sus mismos orígenes.
Jesús nos advirtió que no todo quedaba dicho: «Cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13). Con-
fiados en esta promesa, somos conscientes de que estamos hablando de
algo nuevo, de un regalo del Espíritu a la Iglesia y a la Compañía. Estamos
convencidos de que este tiempo (kairós) posterior al Vaticano II, ha sido
para la Iglesia y para la Compañía un período de fecundidad espiritual que
se entronca sustancialmente con lo mejor de la tradición de nuestros mayo-
res, para responder a los nuevos desafíos de la realidad.
En el debate teológico y académico, así como en la práctica religiosa, se
dieron avances y bloqueos, impulsos y resistencias. Sin embargo, el dis-
cernimiento comunitario se fue abriendo paso, especialmente, a partir de la
celebración de la CG 33ª, y la elección del P. Kolvenbach, en 1983. Hubo
procesos de consulta y nuevas tomas de posición oficial. Fue un tiempo de
consolidación, tanto teórica como práctica, dando paso a un período más
tranquilo en el que se reposaron las aguas turbulentas del postconcilio.
41
Esto no significó que las preguntas hubieran desaparecido. Cambió la
forma de expresarlas y la virulencia con que en un primer momento se
enfrentaron las posiciones. Nos atrevemos a afirmar que, a pesar del uso
frecuente y bastante natural del lenguaje comunitario para referirse al dis-
cernimiento espiritual en los documentos de la CG 34ª (1995) y las Normas
Complementarias, las cosas no estaban del todo claras y siguieron afloran-
do discusiones doctrinales y prácticas.
Un avance importante en la evolución del uso del adjetivo ‘comunita-
rio’ para calificar el sustantivo ‘discernimiento’, son las palabras del Papa
Benedicto XVI en la eucaristía de inauguración de la Conferencia de Apa-
recida:

Esta página de los Hechos de los Apóstoles es muy apropiada para nosotros,
que hemos venido aquí para una reunión eclesial. Nos habla del sentido del discer-
nimiento comunitario en torno a los grandes problemas que la Iglesia encuentra a lo
largo de su camino y que son aclarados por los “Apóstoles” y por los “ancianos” con
la luz del Espíritu Santo, el cual, como nos narra el evangelio de hoy, recuerda la
enseñanza de Jesucristo (cf. Jn 14, 26) y así ayuda a la comunidad cristiana a cami-
nar en la caridad hacia la verdad plena (cf. Jn 16, 13). Los jefes de la Iglesia dis-
cuten y se confrontan, pero siempre con una actitud de religiosa escucha de la pala-
bra de Cristo en el Espíritu Santo. Por eso, al final pueden afirmar: “Hemos decidi-
do el Espíritu Santo y nosotros...” (Hch 15, 28). Este es el “método” con que actua-
mos en la Iglesia, tanto en las pequeñas asambleas como en las grandes. No es sólo
Hermann Rodríguez Osorio

una cuestión de modo de proceder; es el resultado de la misma naturaleza de la Igle-


sia, misterio de comunión con Cristo en el Espíritu Santo5.

Palabras que alentaron a muchos a seguir caminando en el desarrollo de la


teoría y, sobre todo, de la práctica de este método que debe ser el que anima a
la comunidad cristiana en la búsqueda de la voluntad de Dios, no solo como un
modo de proceder, sino como resultado de la misma naturaleza de la Iglesia.
La teología espiritual y, en particular, el estudio de la espiritualidad
ignaciana, no pueden considerar zanjada la discusión sobre la legitimidad
del discernimiento como práctica comunitaria. Tampoco podemos decir
que, en la forma de proceder de las comunidades, obras, instituciones y
redes apostólicas de la Compañía de Jesús, éste sea un tema resuelto.
Por lo anterior, es importante hacer algunas aclaraciones terminológicas
para entender el estado de la cuestión y ofrecer luces sobre la pertinencia de
esta manera de proceder, que el P. General, Arturo Sosa, ha vuelto a proponer
a la Compañía hoy, como “condición necesaria para hacer realidad las deci-
siones de la Congregación General [36ª], en coherencia con las características
de la espiritualidad que anima nuestro cuerpo religioso y apostólico”6.

42 Algunos dilemas en torno al discernimiento

Acto o actitud
Mucho se ha escrito sobre el discernimiento a lo largo de los últimos
años. Vale la pena recordar aquí la definición que el P. Arrupe utilizó en uno
de sus discursos durante la Congregación General 32ª, en 1974:
No olvidemos que la verdadera discreción consiste, como dice el «Ordo Paeni-
tentiae»: ‘en el conocimiento íntimo de la acción de Dios en los corazones de los
hombres, obra del Espíritu Santo, fruto de la caridad’ (Ordo Paen. n. 10). La verda-
dera discreción es un cierto dinamismo, que procede de la caridad y crece poco a
poco mientras va descubriendo continuamente la voluntad de Dios; el discerni-
miento tiene un sentido escatológico, al mismo tiempo, que informa nuestra vida y
todos nuestros actos7.

5
V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento con-
clusivo, Homilía de su Santidad Benedicto XVI, 13 de mayo de 2007. (http://www.celam.org/apa-
recida/Espanol.pdf). Las negritas son nuestras.
6
A. SOSA, Sobre el discernimiento en común, Carta del 27 de septiembre de 2017.
7
AA.VV., Siguiendo el Camino de la Congregación General XXXII. Papeles inéditos de la
Congregación General: artículos, experiencias y bibliografía (Subsidia ad Constitutiones 15),
CIS, Roma s.f., 7. La frase completa del Ritual de la Penitencia dice así: “El discernimiento del
espíritu es, ciertamente, un conocimiento íntimo de la acción de Dios en el corazón de los hom-
bres, un don del Espíritu Santo y un fruto de la caridad [Nota 41: Cf. Phil 1,9-10]”: COMISIÓN EPIS-
COPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA, Ritual de la Penitencia, Nº 10. Ritual confirmado por la Sagrada
Congregación para el Culto Divino por decreto del 25 de enero de 1975.
Discernimiento Espiritual Comunitario: Novedad y tradición

En esta perspectiva, el discernimiento del espíritu, como se llama en el


Ritual de la Penitencia, o la discreción, como prefiere decir en este texto el
P. Arrupe, o el discernimiento espiritual, como algunos consideran más
acertado llamarlo8, consiste, primero que todo, en una actitud, antes que en
un acto separable y concreto, con una metodología
rígida y claramente determinada: El discernimiento
espiritual consiste,
El discernimiento no es una técnica o un proceso, ni
un instrumento muy útil para descubrir lo que Dios quie- primero que todo, en una
re de nosotros en un momento dado de nuestra vida. Es actitud, antes que en un
verdad que tiene un proceso, una técnica, una dinámica,
que hay que aprender en la práctica. Pero por todo lo que acto separable y concreto,
hemos dicho podemos comprender que en su esencia es
algo más: es una actitud del espíritu. Una manera de ser
con una metodología
propia del cristiano, que lo lleva a actuar siempre con- rígida y claramente
sultando el querer de Dios bajo la conducción del Espí-
ritu, es decir, del Amor-misericordia de Dios9. determinada.

Esta forma de entender el discernimiento tiene también otros representan-


tes que aprecian el método y el proceso de búsqueda de la voluntad de Dios,
ya sea personal o comunitario, pero le dan más valor a la actitud espiritual que 43
tiene a la base esta práctica. En este sentido, se habla de discernimiento espi-
ritual como acto o como actitud, dependiendo del acento que se le dé.
Si recurrimos al significado etimológico que señala Magaña10, discernir
significa dividir, separar, distinguir; en nuestro caso, distinguir la voluntad
de Dios entre varias alternativas, para captarla, aceptarla y realizarla; tam-
bién supone distinguir los espíritus que mueven a las personas y a las
comunidades en determinada dirección (mociones). Nos encontramos con
otra diferenciación, el discernimiento como el momento de la distinción de
los espíritus, o como un proceso que termina en la acción que se despren-
de de esta distinción.

Discreción o elección

Hay autores que prefieren poner el acento en el momento de la discre-


ción de los espíritus, en la distinción entre el espíritu del bien y el espíritu

8
Cfr. M. RUIZ JURADO, El Discernimiento Espiritual. Teología. Historia. Práctica, BAC,
Madrid 1994,18-20.
9
J. OSUNA, “El Discernimiento: espiritualidad de seguimiento de Jesús, conducidos por el
espíritu, para mayor gloria de Dios”, Reflexiones CIRE, 12 (1986), 86-87.
10
Cfr. J. MAGAÑA, “La voluntad verdadera del Dios verdadero. Pistas para discernir el discer-
nimiento”, Manresa 54 (1982), 113.
Hermann Rodríguez Osorio

del mal. En este caso, el discernimiento tiene un carácter solo individual,


puesto que nadie puede reemplazarnos en la interpretación de una moción
interior que sólo nosotros sentimos. Llegar a reconocer la procedencia y la
dirección que imprime en la persona una determinada moción espiritual,
corresponde al individuo, en la confrontación de la criatura con su Criador
y Señor [Ej 15], sin que medie la participación de un acompañante, o de una
comunidad. Por este camino, el discernimiento entra en un espacio vedado
para el ejercicio comunitario.
Sin embargo, hay autores que ponen el acento en la elección; en este
caso, el momento de la discreción no es absoluto, pues necesita objetivar-
se en una opción determinada, haciendo salir al sujeto de su intimidad, para
abrirlo a la confrontación con la comunidad, ya sea a través de la comuni-
cación con un acompañante o con un referente eclesial que ayuda a sancio-
nar la autenticidad de su experiencia. Así, el discernimiento espiritual ten-
dría, necesariamente, una expresión comunitaria, sin perder el momento
personal de la discreción interior de los espíritus, pero sin perder nunca la
confrontación con la comunidad eclesial en la que se inserta una determi-
nada decisión.
Esta distinción que presentamos, no puede despreciarse como algo
44
demasiado sutil, puesto que, sin ella, podríamos legitimar una práctica del
discernimiento espiritual en que cada individuo llega a determinar su
acción sin una mediación comunitaria. No negamos el momento personal,
pero consideramos que allí no se completa el ejercicio del discernimiento,
sino que es indispensable que éste pase a una etapa en la que no sólo es
recomendable, sino indispensable, la mediación comunitaria y eclesial.

Ni descubrimiento ni decisión, sino co-laboración

Thomas Dunne11, presenta el proceso de discernimiento de la voluntad


de Dios en san Ignacio, dentro de una concepción que supera la visión del
descubrimiento de la voluntad de Dios, por una parte, y de la decisión del
individuo, por la otra. Para él, el modelo ignaciano, se fundamenta en la co-
laboración del hombre con Dios. Según este planteamiento, Dios no tiene
una voluntad oculta que el hombre tiene que descubrir a través del proceso
de discernimiento; tampoco se trata, simplemente, de un proceso de deci-
sión libre del individuo que, entre varias opciones, escoge la que mejor se
acomoda al plan de Dios sobre su vida.
La experiencia que tuvo Ignacio en la pequeña capilla de la Storta, a las

11
Cfr. T. DUNNE, “Models of Discernment”, The Way Supplement 23 (1974), 18-26.
Discernimiento Espiritual Comunitario: Novedad y tradición

puertas de Roma, explica la comprensión que tiene de la colaboración del


hombre con la obra de Dios, realizada en Jesucristo. En el viaje que hizo con
sus compañeros, en 1537, antes de llegar a la ciudad, entró a orar en la igle-
sia de la Storta, situada sobre la Via Cassia. Él mismo relata lo acontecido:

“Y estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia, y


haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vió tan claramente que Dios
Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que
Dios Padre le ponía con su Hijo” [Au 96].

Diego Laínez, uno de los compañeros de viaje, añadiría más tarde que
el Cristo pobre, humillado y cargado con la cruz, le decía a Ignacio: “Quie-
ro que nos sirvas”. Esta experiencia constituyó para Ignacio la confirma-
ción, por parte de Dios, del camino que hasta entonces había seguido; un
camino de servicio y de docilidad a la acción de Dios en él. Desde esta
perspectiva, es fácil entender que el hombre es invitado por Dios a servir
con su vida a la misión del Hijo.
En los Ejercicios Espirituales, la mayoría de las contemplaciones pro-
puestas, están orientadas a descubrir al Señor actuando; la invitación que el
ejercitante siente, es a unirse a Jesús en su acción salvífica en el mundo, de 45
modo que ponga el amor “más en las obras que en las palabras” [Ej 230].
De esta manera, se puede comprender el discernimiento espiritual como un
proceso a través del cual, la persona va entendiendo, progresivamente, la
forma concreta de colaborar, amorosamente, con la acción creadora de Dios
en la historia.
Se trata, propiamente, de una continua toma de conciencia de la acción
de Dios en la propia interioridad, que se va traduciendo en toma de deci-
siones y en acción transformadora de la realidad personal, comunitaria y
social. Esta toma de conciencia progresiva, se va haciendo efectiva a través
de la práctica del examen cotidiano, y permite que el discernimiento espi-
ritual se desarrolle desde una perspectiva personal, pero sin perder de vista
su dimensión comunitaria, como hemos venido señalando. La definición
que ofrece Jesús Corella en uno de sus artículos va en esta dirección:

Como acto concreto, en una determinada situación de la vida, podríamos definir


así el discernimiento espiritual: «Es un ejercicio espiritual, en el cual, a través de la
percepción y el análisis de ciertas experiencias, llegamos a sentir y conocer la
acción de Dios en nosotros, y a partir de ella, deducimos el conocimiento de su
Voluntad en la disposición de nuestras vidas, en orden a una decisión»12.

12
J. CORELLA, “El «qué» y el «porqué» del discernimiento”, Confer 28 (1989), 383.
Hermann Rodríguez Osorio

La percepción y análisis de las experiencias personales y comunitarias


nos permiten sentir y conocer lo que Dios está haciendo en nosotros y en el
mundo, de manera que nuestra vida termine siendo dócil a la acción propia
de Dios en la historia, a la manera de Jesús.

La percepción y análisis Personal o comunitario


de las experiencias
Hemos dicho que el discernimiento espiritual ha
personales y sido entendido, como un ejercicio prioritariamente
comunitarias nos individual. También hemos repetido que tiene,
permiten sentir y necesariamente, una dimensión comunitaria. Algu-
nos autores lo han afirmado categóricamente. Nin-
conocer lo que Dios guno de ellos niega que el discernimiento espiritual
está haciendo en suponga una búsqueda personal, sin la cual es
nosotros y en el mundo. imposible llegar a discernir la procedencia y direc-
ción de las mociones que aparecen en la interiori-
dad de cada individuo. Pero, con la misma fuerza, se afirma que esta bús-
queda individual no puede constituirse en parámetro absoluto de discerni-
miento, sino que es indispensable que esta labor personal, se complete a
46
través de la confrontación comunitaria y eclesial.
Esta confrontación puede darse a través del acompañante espiritual que,
sin intervenir en la decisión que el individuo tome, sirve de referencia para
impedir que la persona se engañe o se deje manejar por el espíritu del mal,
revelándole sus estrategias y modos de proceder. También, puede concretar-
se a través de un grupo con quien se establece la búsqueda en común de la
voluntad de Dios en una situación determinada, a nivel apostólico o comuni-
tario; y, en último término, entendemos que existe una confrontación eclesial
cuando la persona acepta regir sus decisiones según los criterios de la “sanc-
ta madre Iglesia hierárquica” [Ej 170], como lo propone Ignacio al referirse
a las cosas sobre las que se debe hacer elección. Daniel Gil, en su estudio
sobre el discernimiento según san Ignacio, lo dice de una forma magistral:

El discernimiento espiritual, tal como hemos visto que lo presenta san Ignacio,
ocurre al interior de una conciencia sumamente comunicada, espiritualmente paten-
te y en frecuente diálogo y expresión con quien le da los ejercicios y le platica las
reglas de discernimiento. Es importante comprender que, aunque no esté dicho así,
pero esa cualificada relación interpersonal entra también constitutivamente en el
discernimiento. En una conciencia incomunicada, el discernimiento está falseado de
antemano13.

13
D. GIL, Discernimiento según San Ignacio, CIS, Roma 1980, 388.
Discernimiento Espiritual Comunitario: Novedad y tradición

En una conciencia que no esté abierta a la comunicación con otro u


otros, el discernimiento espiritual no tiene garantías de estar bien orienta-
do; en este sentido, aún el discernimiento sobre el proceso más personal
posible, debe estar abierto al diálogo y a la confrontación con un acompa-
ñante, con una comunidad creyente. Allí está la intuición fundamental que
apareció en la Compañía, y en la misma Iglesia, con la irrupción del dis-
cernimiento comunitario.

Conclusión

Los hombres y las mujeres, de mil formas y de manera cotidiana, bus-


camos juntos lo que más nos conviene en la vida. No se trata de un capri-
cho refinado y exclusivo de algunos iniciados, sino la exigencia de nuestra
propia limitación. Necesitamos hacer el camino en compañía de otros. Este
camino es el camino que pretende el discernimiento espiritual comunitario.
El discernimiento espiritual, personal o comunitario, es expresión de la
aceptación amorosa de la propia limitación. El ser humano no se basta a sí
mismo, no puede hacer su camino sin la compañía de Dios. El discerni-
miento espiritual no es otra cosa sino la apertura fundamental al Otro y a
47
los otros. Como Jesús, tampoco nosotros podemos sentirnos completos con
nuestros criterios o con nuestra visión parcial y particular de las cosas. La
realidad de la limitación propia del ser humano es la que le lleva a estar
siempre abierto, a sentirse incompleto en su visión de las cosas; esta aper-
tura fundamental al Otro y a lo otro de sí, es lo que posibilita el discerni-
miento espiritual comunitario.
En este sentido, el discernimiento personal o comunitario, no tendrá
nunca una certeza absoluta, y cuenta siempre con los márgenes de error
propios de nuestra naturaleza humana. Una comunidad que se embarca en
un proceso de búsqueda de la voluntad de Dios, ya sea a través del segui-
miento de las mociones personales y colectivas14, o buscando las razones
que favorecen una u otra decisión, o por cualquier otro medio, debe ir avan-
zando, poco a poco, hacia consensos y acuerdos más o menos claros. Sin
embargo, la legitimidad de una decisión requiere no sólo del acuerdo y el
consenso comunitario, ni de una mayoría de votos a favor de una determi-
nada opción, sino que recibe su confirmación cuando la autoridad compe-
tente dice la última palabra; esta palabra hace parte integral del proceso.

14
“También en el grupo se producen consolaciones y desolaciones, y su experiencia, repetida
y contrastada a lo largo del tiempo, puede conducir al grupo a comprender lo que es voluntad de
Dios para él. (...)”: J. CORELLA, “Discernimiento Comunitario”: Confer 28 (1989), 470.
Hermann Rodríguez Osorio

Esto aparece muy claramente en todos los documentos oficiales de la


Compañía de Jesús en los que se habla sobre el discernimiento comunita-
rio y en la mayoría de los autores que han estudiado el tema a lo largo de
los últimos cincuenta años. Un ejemplo más de esto, podría ser el siguien-
te párrafo escrito por un grupo de jesuitas argenti-
El discernimiento nos en 1972:
espiritual, personal o “El discernimiento comunitario se orienta a una opción o
comunitario, es elección de comunidad que no es ’decisión’ hasta que la asume
el superior responsable como tal. El discernimiento comunita-
expresión de la rio –como el de una persona en Ejercicios– es una opción con-
aceptación amorosa de dicionada no sólo a la confirmación interna del Señor, sino a
una confirmación externa –aceptación por parte de la autoridad
la propia limitación. constituida– que sólo puede aportar el superior que tiene poder
de decisión en el tema del discernimiento comunitario y que
tiene, respecto de esa comunidad, el lugar de Cristo (...)”15.

Así las cosas, la decisión final a la que llega un proceso de discerni-


miento espiritual comunitario, no tomará nunca la forma de conclusión de
un silogismo operativo, ni gozará de una evidencia empírica o matemática;
48 tampoco tendrá la seguridad subjetiva del fanático que se aferra a su ver-
dad sin contemplaciones. Se tratará de “la certeza del recto caminar en la
esperanza cierta; un caminar siempre perfectible, dialogal –pues supone el
diálogo con la comunidad y en el ámbito de la comunión eclesial– y abier-
to siempre a la suprema medida que es el modo de ser y de comportarse del
Señor Jesús”16.
Por esto, decimos que “cuatro ojos ven mejor que dos”. Y decimos
‘mejor’, no sólo ‘más’, porque se trata de la calidad de la mirada y no de la
cantidad. Esta intuición fundamental está a la base de la práctica del dis-
cernimiento espiritual comunitario.

15
AA.VV., “La vida de comunidad a la luz de los documentos ignacianos”, en AA.VV., Dos-
sier “Deliberatio” A, CIS, Roma 1972, 64.
16
J. M. ROVIRA BELLOSO, “¿Quién es Capaz de Discernir?”, Concilium 139 (1978), 606-607.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 49-62

Disposiciones personales ante el


discernimiento comunitario
Toni Catalá e Ignacio Boné

Basta una personalidad excéntrica, agresiva o cínica en una comunidad para


echar por tierra la posibilidad de un discernimiento en común (P. Peter Hans Kol-
venbach, 1986).
Quienes participan en el discernimiento deben cultivar su libertad interior, es
decir, su desapego a lo propio, para asumir lo que es el bien mayor en la perspec-
tiva del Evangelio (P. Arturo Sosa, 2017).

D
esde hace ya un tiempo el discernimiento en común se percibe
como urgencia para la iglesia y para las instituciones religiosas.
Recientemente el papa Francisco ha insistido en la necesidad del
discernimiento para toda la Iglesia y nos ha encomendado a los jesuitas –y 49
podemos decir a la familia ignaciana– contribuir a difundir el discerni-
miento en la vida eclesial.1 Parece que hay problemas que se resisten a ser
enfocados sólo con una disciplina vertical y que tampoco se resuelven sólo
con discusiones…
Las recientes Congregaciones Generales de la Compañía de Jesús y las
cartas de sus generales muestran una conciencia creciente de la importan-
cia del discernimiento en común. El P. Arrupe en 1971 ya animaba explíci-
tamente iniciativas en este sentido, quince años después, el P. Kolvenbach
(1986) recogió información de superiores de todas las provincias sobre este
tema y lo sintetizó en una interesante carta, el P. Nicolás también impulsó
en 2009 un encuentro sobre discernimiento en común. Ahora el P. Sosa ha
recogido el encargo de la CG 36 y ha escrito una carta a toda la Compañía
(27/9/2017) animándonos a ahondar en el discernimiento en común como
algo inseparable de la planificación apostólica. Parece que los últimos cin-
cuenta años muestran este deseo de encontrar caminos y que, aunque hay
obstáculos y dificultades serias, se insiste porque se sigue viendo como

1
“Sobre todo, denles lo que han recibido de los Ejercicios: la sabiduría del discernimiento. La
Iglesia hoy necesita crecer en la habilidad del discernimiento espiritual”. PAPA FRANCISCO, Colo-
quio privado con jesuitas en Polonia, julio 2016, disponible en:
https://loiolaxxi.wordpress.com/2016/08/26/coloquio-del-papa-con-los-jesuitas-polacos/
Toni Catalá e Ignacio Boné

algo crucial.2 Llevamos medio siglo viéndolo como algo “urgente”, parece
pues que no resulta fácil y que sigue siendo necesario profundizar en nues-
tras resistencias.
Kolvenbach recogía ya en su escrito de 1986 muchas de las dificultades
teóricas y prácticas con las que el discernimiento en común se choca… En
la memoria de algunos queda su constatación de las limitaciones persona-
les que hacen que, en muchos casos, no se den los mínimos ignacianos para
una búsqueda en común de la voluntad de Dios. Se recuerda su pregunta:
“¿No se debe reconocer… que basta una personalidad excéntrica, agresiva
o cínica en una comunidad para echar por tierra la posibilidad de un dis-
cernimiento en común?” Reconociendo esta verdad, vamos a intentar refor-
mular la reflexión sobre estas disposiciones personales en un modo positi-
vo y que abra caminos pedagógicos. Vamos a volver a algunas fuentes igna-
cianas que iluminan cómo cultivar cierta disposición personal que haga
posible el discernimiento en común.

Condición previa: Pasión por Cristo y desear “vestirse de la misma


vestidura”
50
Primero hay que cultivar lo obvio pero imprescindible: tener de fren-
te a quien es la referencia central de nuestra vida y misión como cre-
yentes al estilo de Ignacio. En ese sentido recogemos sólo una formula-
ción en la propuesta de Ignacio en el Examen de los candidatos a la
Compañía de Jesús: “ayuda y aprovecha en la vida espiritual, aborrecer
en todo y no en parte, cuanto el mundo ama y abraza, y admitir y dese-
ar con todas las fuerzas possibles cuanto Cristo nuestro Señor ha amado
y abrazado”. Dice que “los que van en spíritu” desean intensamente
“vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor”… hasta, como ya
dice en la tercera manera de humildad [Ej 167], desear por Él y por
seguirle “ser tenidos y estimados por locos, no dando ellos ocasión
alguna de ello, por desear parecer y imitar en alguna manera a nuestro
Criador y Señor Jesucristo, vistiéndose de su vestidura y librea” [Exa-
men Co 101]. Este es el horizonte de deseo –o al menos deseos de de-
seos– al que volver para no perder perspectiva en cualquier discerni-
miento cristiano.

2
ARRUPE, P., “Sobre el discernimiento espiritual comunitario (25.12.71)”, La identidad del
jesuita en nuestros tiempos, Sal Terrae, Santander 1981, 247-261; KOLVENBACH, P.-H., “Sobre el
discernimiento apostólico en común”, ARSI, 19, Roma, (1987), 700-720; NICOLAS, A., “Discer-
nimiento apostólico en común”, CIS XL (2009), 9-21.
Disposiciones personales ante el discernimiento comunitario

Primera condición: Configurar la vida desde la gratitud y la gratuidad

El examen ignaciano –como actitud y no sólo como práctica– se reco-


noce como la puerta de entrada al discernimiento. Antes de entrar en las
reglas o criterios de discernimiento que nos propone Ignacio en los Ejerci-
cios es conveniente detenerse en la “llave” para abrir la puerta de entrada
en el camino de una vida conducida por el Espíritu del Señor. Si no se abre
esta puerta no habrá discernimiento sino un alambicado serpentín que siem-
pre nos devuelve al punto de partida: iremos sólo del yo al yo, aunque
demos complicadas vueltas. El examen ignaciano abre un territorio nuevo
de gratuidad donde se pueden superar los miedos, dejar espacio a otras
perspectivas, estar abiertos a la novedad y libres para el cambio… La llave
al espacio del discernimiento es el examen de conciencia entendido en su
profundidad ignaciana.
“Examinar”en la espiritualidad ignaciana es adiestrarse para configurar
la vida desde la gratuidad. El primer punto y fundamental del examen es
dar gracias a Dios por los beneficios recibidos [Ej 43]. Este primer punto,
tan obvio en la formulación, no lo es tanto en la vida cotidiana y en nues-
tro modo de estar en ella. Para Ignacio los beneficios recibidos no son una
51
abstracción espiritual, son los dones de “creación, redención y dones parti-
culares” [Ej 234]. Los dones recibidos son: la vida (creación), el encuentro
con Jesús (redención) y la “gracia” personal e irrepetible con la que vivi-
mos la vida y el seguimiento (don particular).
Cuando por miedo a la muerte nos aferramos a la vida y olvidamos
que somos una “chispa” de la creación que mañana se puede apagar, cae-
mos en una esclavitud mortal. El que es esclavo no puede discernir, si
tiene miedo a muertes o pérdidas, se aferra a sus posesiones materiales o
inmateriales y se cierra al cambio. Cuando la vida es un don, se vive de
otra manera. El dar gracias por la vida para adiestrarse en el discerni-
miento es mirar la muerte de cara y decirle cada día que no tiene la últi-
ma palabra. Es necesario pasar por este vértigo, pasar esta frontera para
ser hombres de discernimiento.Vivir lo cotidiano como nuevo, como
regalo y don, es clave para no aferrarnos a nada y poder discernir por
donde nos guia el Espíritu.
Cuando se dan gracias por los beneficios recibidos comienza el discer-
nimiento y caemos en la cuenta (“demandamos cuenta al ánima” [Ej 43])
de los pecados como desenfoques, exigencias e intransigencias, engrei-
mientos y orgullos. La gratitud conduce a una conversión sana para vivir no
desde lo que el mundo “ama y abraza” sino desde lo que Dios ama y abra-
za. Sin esta actitud de examen no puede haber discernimiento.
Toni Catalá e Ignacio Boné

Como bien dice en su carta el P. Arturo Sosa, esto se traslada de modo


evidente al discernimiento en común: “No basta con la evaluación sistemá-
tica de nuestro apostolado. Es necesario completarla desde la perspectiva
espiritual del examen por el que Ignacio nos invita a reconocer la acción de
Dios en la historia, agradecer sus beneficios…” Y
Vivir lo cotidiano como del examen personal se pasa, con cierta facilidad, al
nuevo, como regalo y examen de lo común: “Es necesario combinar el
examen personal de cada participante con el exa-
don, es clave para no men de lo que sucede en el grupo” y “como apren-
aferrarnos a nada demos a percibir nuestros movimientos interiores,
y poder discernir por el discernimiento en común nos exige desarrollar la
capacidad de percibir e interpretar los movimientos
donde nos guía espirituales del grupo que está a la escucha del
el Espíritu. Espíritu para hallar la voluntad de Dios”.
Segunda condición: “Mudarse intensamente” contra la desolación
personal o institucional

Desde la actitud y práctica del examen y desde la gratuidad y la con-


52
versión a la que conduce, podemos entender las reglas de discernimiento
que nos propone Ignacio de Loyola. Si no se vive en un talante de examen
la práctica del discernimiento será un ejercicio de complejas sutilezas sin
sentido o un falso ejercicio “espiritual” de ociosos y, entonces, mejor no
hablar de discernimiento comunitario ni apostólico.
No se trata aquí de hacer ahora un comentario de todas las reglas de discerni-
miento ni tampoco se trata de considerar la aplicación de las reglas en su contex-
to más genuino que son los Ejercicios Espirituales. De lo que se trata es de reto-
mar el talante que deben generar dichas reglas en la persona que ha hecho Ejer-
cicios, para adiestrarse en el discernimiento personal y disponerse para el comu-
nitario y apostólico. La primera perspectiva es muy global pero muy significati-
va: el objetivo del discernimiento es no instalarse en la desolación sino en la con-
solación, en la alegría del Evangelio.3 La desolación invita a la pasividad o mueve
a opciones que separan más de Dios y de su misión. Discernir personal o comu-
nitariamente, sabiendo nuestros límites y sin maximalismos, exige ser activos
contra la desolación y “pedir insistentemente” la verdadera consolación.4

3
PAPA FRANCISCO, “Exhortación apostólica Evangelii gaudium”, en AAS 105 (2013), 1019-
1137.
4
Ver: PAPA FRANCISCO, Discurso a los participantes en la 36 Congregación General de la Com-
pañía de Jesús (24/10/2016), disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/spee-
ches/2016/october/documents/papa-francesco_20161024_visita-compagnia-gesu.html
Disposiciones personales ante el discernimiento comunitario

La consolación anima al seguimiento de Jesús con alegría, pero segui-


mos al Señor Jesús en muchas realidades que se perciben como desoladas.
A poco que uno no se encierre en una comunidad blindada, ante lo que
acontece en este mundo nuestro, nota y siente lo que Ignacio llama desola-
ción: “oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas baxas y
terrenas, inquietud a varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infiden-
cia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como
separada de su Criador y Señor” [Ej 317]. Nuestro tiempo es percibido en
muchos ambientes cristianos como una realidad desolada y provoca la ten-
dencia al abandono, al bloqueo o, lo que es peor, se entra en dinámicas de
lamento persistente y mortecino. La Exhortación del Papa Francisco “La
alegría del Evangelio” es una invitación a que la Iglesia no se instale en la
desolación.
En la dinámica de Ejercicios las reglas de primera semana se dan
para tener destrezas en discernir que la consolación es un don que hay
que recibir y la desolación es para “lanzar” [Ej 313]. La desolación no
se puede equiparar a la consolación, si equiparamos al “buen espíritu”
con el “mal espíritu” y les damos la misma consistencia teológica cae-
mos en un maniqueísmo de consecuencias dramáticas en la vida coti-
53
diana, estamos abocados al fatalismo. Pero es posible el “intenso
mudarse contra la misma desolación” [Ej 319] Lo que no se puede es
estar en el seguimiento sin poner de nuestra parte para discernir en la
realidad desolada.
Dice Ignacio que en la desolación no debemos mudar los primeros
propósitos pero que mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma
desolación, de tres modos: más oración, mucho examinar y algún modo
conveniente de hacer penitencia [Ej 319]. No es un asunto de voluntarismo,
no es un esfuerzo tenso que no va a ninguna parte sino al rompimiento per-
sonal, se trata de poner de nuestra parte para percibir que el tiempo desola-
do es un tiempo que no está dejado de la mano de Dios. Veamos las tres
propuestas de Ignacio

a) Mucho examinar: escuchar otras palabras

Precisamente porque el tiempo desolado se percibe como un tiempo sin


gracia, desgraciado, es bueno recordar todo lo dicho antes sobre el examen
como llave del discernimiento. No se trata de dedicar más tiempo a mirar-
nos “por dentro” sino de percibir que cuando perdemos la dimensión de
gratuidad somos nosotros los que cambiamos la mirada sobre la realidad y
la cerramos al Espíritu.
Toni Catalá e Ignacio Boné

Además de la gratitud imprescindible, examinar más supone dejar entrar


otras palabras, informaciones, puntos de vista. Examinar no es saber de
todo pero sí disponernos a enterarnos, a estar “avisados”, a preguntamos
por nuestras fuentes de información, a sospechar de nuestras convicciones
inamovibles. Examinar abre espacio a escuchar al otro en verdad, dejándo-
le espacio sin miedo. Lo que es evidente es que el pensamiento único y
autosuficiente, el lamento y el derrotismo alimentan la desolación. En
broma, pero con algo de verdad, algunos hablan de la “escucha jesuítica”
como escuchar rebatiendo ya interiormente al que habla. Frente a esta acti-
tud, para discernir en común es preciso escuchar salvando lo más posible
“la proposición del prójimo” [Ej 22].

b) Instar más en la oración: también en Getsemaní

Cuando mucho se examina más situaciones y gentes caben en nuestra


oración. Cuando se examina y se analiza el tiempo desolado nuestra ora-
ción se llena de personas y situaciones, se dinamiza porque deja de ser una
oración centrada en el yo. Este instar más en la oración nos lleva a referir
nuestro tiempo desolado a la Buena Noticia en su totalidad: vida-muerte-
54
resurrección del Señor. El reto es saber orar con Jesús desde el Getsemaní
personal e histórico.
Cuando todo nos va bien es posible que orar sea dedicar tiempo a la
tranquilidad y al sosiego, situarnos delante del Dios de la vida y disfrutar
de ser criatura. Cuando se barrunta la desolación personal o se viven
situaciones desoladas entonces parece que el buen Jesús desaparece,
entonces o se deja de orar para caer en la frustración, o bien se invoca a
una falsa divinidad a la que se le piden atajos que nos eviten el conflicto
y la desolación… Esta invocación aún provoca más frustración. En la
vida no hay atajos.
En tiempos desolados vivir la oración en Getsemaní y ante el Cristo
puesto en Cruz, supone el abrirnos al misterio último del Dios que entien-
de del sufrimiento de sus criaturas. Instar más en la oración supone asumir
el dolor del amor por las criaturas. En tiempos desolados descubrimos la
“redención” de falsas imágenes de la divinidad y el deseo de seguir a Jesús
se hace más hondo y real.

c) Hacer penitencia: discernir desde la abnegación

Penitencia, mortificación o abnegación, son palabras que en nuestra cul-


tura parecen feas y de auténtico mal gusto, pero es necesario volver sobre
Disposiciones personales ante el discernimiento comunitario

ellas. El intérprete de estas palabras sólo puede ser Jesucristo porque si las
interpretamos nosotros, convertimos el evangelio en una mala noticia.
Desde lo acontecido en Jesús, abnegarse es descentrarse para que las cria-
turas tengan vida. La mortificación de Jesús fue un morir a un mesianismo
centrado en el yo para vivir para los perdidos de la
casa de Israel. Cuando nos colocamos
Cuando en tiempo oscuro examinamos y ora- en la realidad de otra
mos descubrimos la necesidad de hacer algo, de
servir, de aliviar, de implicarse en algo que subsane
manera, entonces vemos
la desolación ambiental... esto es penitencia. Se otras cosas y al verlas
descubre que en este mundo desolado hay mucha actuamos de otra
tarea por hacer y la desolación se va “lanzando”.
Instalados en el “no merece la pena”, “no sirve para
manera, y al actuar de
nada”, “total para qué si a nadie le interesa, si segu- otra manera la realidad
ro que no funciona”… no hay apertura al Espíritu. sí que cambia.
Pelear contra esta instalación es el objetivo de la
“penitencia” en la desolación.
En la vida cotidiana es fácil alimentar la desolación. Por ejemplo, en el
mundo educativo es más fácil la queja continua y victimista de cómo están
55
los alumnos, que la “penitencia” de pararse a pensar y plantearse la inade-
cuación de los recursos educativos que se les ofrecen. En la desolación pas-
toral, es más fácil el lamento y la queja de cómo están las familias que plan-
tearse abnegadamente la necesidad de salir de un modelo envejecido de
evangelización o de acceder a ellas de otro modo.
Es bastante evidente que cuando se tiene en cuenta este criterio de dis-
cernimiento la “realidad” no cambia, pero empieza a vencerse la desolación
porque nos colocamos en la realidad de otra manera y entonces vemos otras
cosas y al verlas actuamos de otra manera y al actuar de otra manera la rea-
lidad sí que cambia.

Tercera condición: gracia en la desolación, superar la adolescencia


espiritual

La desolación es un tiempo de prueba y también de gracia, es un tiem-


po que pone en crisis nuestras motivaciones en el seguimiento de Jesús, es
un tiempo de depuración personal y comunitaria. Superarla es pasar la ado-
lescencia espiritual y hacernos adultos cristianos preparados para buscar lo
que Dios quiere. Ignacio nos sigue orientando en discernir sus causas y sus
frutos. Ignacio habla de tres causas de hallarnos desolados: “por ser tibios,
perezosos o negligentes”, “por probarnos para cuánto somos” sin tantas
Toni Catalá e Ignacio Boné

consolaciones y gracias y, la tercera, “para que internamente sintamos” que


la consolación no es nuestra “mas que todo es don y gracia de Dios nues-
tro Señor” [Ej 322]. Entender estas tres causas y recibir la lección de la
desolación es clave para seguir en actitud de discernimiento. Veamos cada
una brevemente.

a) Reconocer que hemos podido ser “tibios, perezosos o negligentes”

En el origen de muchos derrotismos, abandonos, críticas amargas, iro-


nías y sarcasmos ante lo que acontece se encuentra algo relativamente
sencillo de diagnosticar porque se trata de algo muy “normal” aunque
peligroso: son distintos modos de instalarse en la pereza de un “ya he lle-
gado donde iba”. Cuando creemos que controlamos las situaciones, que
ya estoy preparado, que ya sé lo que pasa, se desencadena una dinámica
muy peligrosa… Nuestra pereza y autosuficiencia nos instalan en un
cinismo que, como bien decía el P. Kolvenbach, imposibilita el discerni-
miento. Por ejemplo, cuando un profesor sigue con su mismo esquema de
trabajo, sin actualizarse, inamovible, pero no percibe que delante de él las
cosas han cambiado, que los alumnos son distintos a los de hace treinta
56
años, se producirá una dinámica desolada de conflictos, faltas de fluidez
en la comunicación, victimizaciones… y en el origen de todo hubo una
pereza y una negligencia. Este ejemplo se puede transportar a otros ámbi-
tos de la realidad.
No se trata de hacer una lectura moralizante de la pereza, pero sí que se
trata de caer en la cuenta de que para configurar un talante de discerni-
miento en el vivir cotidiano no podemos confiarnos, caer en autocontenta-
mientos, sino que se trata de estar vigilantes.

b) Probarnos “para cuánto somos”: ser creyentes adultos

El permanecer y el durar en el seguimiento del Señor cuando la rea-


lidad se nos presenta desolada no puede estar en función del gusto o dis-
gusto, no puede estar en función de la continua necesidad de gratifica-
ciones. No podemos pedir que a cada momento nos digan lo bien que lo
hacemos en nuestro compromiso, comunidad... En nuestra cultura esto
es una auténtica dificultad, pero no podemos pedir ni al Espíritu ni a los
otros que estén todos los días pendientes de nosotros. La inmensa
mayoría de la gente lleva adelante su trabajo sin esperar que cada día se
le diga qué bien lo hace; al contrario, cuando lo hace mal es cuando se
le dice.
Disposiciones personales ante el discernimiento comunitario

En muchos ambientes cristianos se puede caer en una auténtica trampa


cuando se olvida que el seguimiento del Señor no está al margen del vivir
cotidiano, no podemos ir al evangelio como refugio, como lugar de paz y
sosiego –aunque también lo sea–. No podemos confundir la experiencia
cristiana como puro bálsamo que suaviza la adversidad de la realidad. Es
en la trama de lo espeso, de lo ambiguo de las mediaciones, donde también
seguimos al Señor. No podemos olvidar que el ser probados es constitutivo
de nuestra espiritualidad y que en la prueba surge la necesidad de discernir
para una auténtica elección o –mucho más frecuente– para una reforma de
vida que nos haga más evangélicos.

c) Recordar que todo es don y gracia: vuelta a la gratuidad

No está en nuestras manos la consolación. Si algo nos manifiesta el


tiempo desolado es precisamente la gratuidad. El Evangelio se hace más
verdad en el tiempo desolado porque nos impide manipularlo, nos impi-
de escapamos de la realidad con falsas evasiones. Cuando todo va bien
tenemos el riesgo mortal de atribuirnos a nosotros los éxitos, de conver-
timos en personas engreídas que se olvidan del punto de partida del dis-
57
cernimiento: el examen. Cuando nos olvidamos del examen volvemos por
lo tanto a alimentar la desolación. Se trata de permanecer con ánimo y
lucidez desde esta dinámica de examen, y desde los criterios que nos da
Ignacio para orientamos en la desolación y no caer en fomentarla morbo-
samente.

Cuarta condición: Mirar los miedos de frente y manifestarlos

“Si la persona que se ejercita comienza a tener temor y perder ánimo, en


sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la haz de la tierra...” [Ej
325]. Para discernir es fundamental hacer frente a los temores que nos sur-
gen, hacer frente a los miedos y fantasmas que nos construimos. Se trata de
perder miedo a decirnos y decir: “yo siento esto y esto, me da miedo esto y
esto”.
No podemos construir la realidad desde lo irreal temido, desde lo
fantasmagórico, porque todo el proceso quedaría trucado. Si ideologi-
zamos desde los miedos no dichos, encubrimos la realidad y nos defen-
demos. La “bestia feroz” es un temor que lleva a vivir en la mentira.
Cuando sentimos temor y no lo abordamos damos una falsa respuesta,
trucamos. No solo eso, sino que limitamos, castramos, matamos lo que
acontece en la realidad. Kolvenbach ya recogía el miedo como impedi-
Toni Catalá e Ignacio Boné

mento serio al discernimiento en común entre jesuitas: “En muchos se


percibe el miedo al cambio o la tentación de hacer de la estabilidad el
valor supremo, o también una falta de fe o un buscar la armonía a cual-
quier precio” (p. 56).
Por ejemplo, si nos da miedo el mundo de la pobreza y la exclusión
debemos decirnos y decir que nos da miedo. Si no lo decimos e ideologi-
zamos, matamos a los pequeños y a los últimos y desvirtuamos cualquier
discernimiento sobre pobreza o apostolado social. Este temor es legítimo,
no todos valemos para todo y si lo asumo honestamente dejo hueco para
aquellos que no sienten miedo. Si lo desautorizo diciendo “no vale la
pena”, “no hay nada que hacer”, “es perder el tiempo”,o hasta teologizo los
miedos, “Dios quiere a todos igual”, o me defiendo atacando, “los que están
con los pobres se buscan a sí mismos”… se bloquea todo el proceso. Y así
pasa con otros miedos al fracaso intelectual, a la cercanía afectiva. Pueden
ser una “bestia” que si no se manifiesta y se confronta en su origen bloquea
toda posibilidad de clarificar caminos y mociones espirituales. Es un asun-
to de lucidez porque si no, maltratamos demasiado a los otros y a la reali-
dad a costa de nuestros temores no confesados.
Aparte de decirse a uno mismo los miedos, es de gran ayuda compartir-
58
los porque como dice Ignacio, la bestia huye “porque colige que no podrá
salir con su malicia comenzada, al ser descubiertos sus engaños manifies-
tos” [Ej 326]. Comunicar es otra clave porque el seguimiento no se hace en
solitario, es imposible. Los temores se nos apoderan y la realidad la distor-
sionamos cuando no cuidamos una buena red de comunicación. El discer-
nir en la vida supone la dimensión de comunicación personal –contrastar de
tú a tú– y comunitaria.

Condición avanzada: buscar la libertad del Evangelio (discernir falsas


consolaciones)

Desde la llave que es el examen, Ignacio nos ha ido orientando en los


tiempos desolados a poder seguir al Señor, pero es un hombre de sospecha
y sabe que el que adquiere destrezas para orientarse en esta “primera sema-
na” no lo tiene todo resuelto porque se puede seguir engañando en esta vida
tan querida por Dios, pero endiabladamente compleja y tramposa.
Cuando ya nos encontramos “avanzados” en el seguimiento, caemos en
la cuenta de la posibilidad de esos continuos engaños. Podemos confundir
nuestras propias valoraciones, nuestros modos de estar en la vida y nues-
tros proyectos con los del Evangelio o los que nos pide el Espíritu. Lo pro-
pio de esta época es que se pueden dar consolaciones falsas. Si en la etapa
Disposiciones personales ante el discernimiento comunitario

anterior Ignacio nos daba criterios para “mudarnos contra la desolación”,


en este momento nos da criterios para orientarnos en la consolación. Con-
solación falsa quiere decir que podemos sentir alegría e ilusión por un tipo
de proyecto personal, comunitario o institucional y ser del “mal espíritu” y
que finalmente nos aleje de Dios y su misión.
Si todo lo anterior ha buscado la gratuidad ahora se trata de llegar a la
libertad del Evangelio. Nos vamos a encontrar con una dificultad, y es que
ahora se trata de discernir sobre aspectos aparentemente “santos y buenos”,
sobre valores y reacciones que parecen en sí mismas evangélicas pero que
pueden ser engañosas. No es “retorcimiento” jesuítico sino realidad que se
le plantea a todo el que avanza en el seguimiento de Jesús. También a Jesús,
el tentador le presentó unas tentaciones (Mc 1, 12-15) relacionadas con el
objeto mismo de su misión que era el Reino.
Ignacio parte de algo incuestionable y es que el don del Espíritu es la
alegría y el gozo [Ej 329], no es la tristeza, ni la rigidez, ni la tensión, ni el
masoquismo, sino que este don es Vida. Vamos a ver cómo esa alegría y
gozo, ese vivir el evangelio como un ámbito de vida, de respiro y de fra-
ternidad solidaria, se puede perder y por dónde se pierde. Parece que se
pierde “trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias.” [Ej 329].
59
Veamos qué puede significar este punto en la preparación para un discerni-
miento en común.
Jesús en el sermón del monte nos dice “que vuestro sí sea un sí y que
vuestro no sea un no, todo lo que pasa de ahí es asunto del Malo” (Mt 5,37).
La transparencia, la limpieza y la sinceridad sanean los ambientes y los
hacen evangélicos. La media verdad, la doble intención, el jugar con la
capacidad enmascaradora del lenguaje enrarece los ambientes. Muchas
veces la gente sencilla no nos entiende a muchos cristianos y cristianas por-
que nuestros decires están cargados de sutileza y códigos de grupo. El len-
guaje es territorio de sospecha y de discernimiento para que no se vuelva
enmascarador. Ignacio fue un “maestro de la sospecha”: cualquier realidad
que se me presenta como evangélica puede ser justificada con sutilezas del
lenguaje de forma tramposa y mentirosa. Sospechar no es bloquearse, no es
paralizarse, es saber que me puedo engañar y punto.
Las intenciones y proyectos “buenos y santos” a la larga pueden llevar
a efectos perversos, pueden llevar a situaciones y resultados distintos de los
que se pretendía [Ej 332]. De esto todos sabemos y mucho porque algunas
cosas buenas a la larga se nos han convertido en dañinas. Aquí nos encon-
tramos con una fuerte llamada a la libertad ya que el discernimiento es
poner y ponernos en crisis, es someter a criba, es pleitear, es estar vigilan-
tes y con la lámpara encendida.
Toni Catalá e Ignacio Boné

Hace falta ser adultos –tener sujeto dice S. Ignacio– y tener coraje
para discernir. Lo más cómodo es dejarse llevar por los tópicos al uso,
temer al qué dirán de mí mismo o de mi grupo, o temer pérdidas de ima-
gen, porque todo grupo –por muy cristiano que sea– establece sus pro-
pias pautas de funcionamiento que siempre están
Discernir es un talante, amenazadas de convertirse en “ley”.Se puede
no es un automatismo, vivir en régimen de ley o en régimen de gracia y
no es sólo una técnica, de libertad, no se da nunca un régimen u otro,
estamos en ambos, pero es claro que el discerni-
es un proceso que dura miento nos lleva hacia el régimen de gracia. Dis-
toda la vida, es cernir es un talante, no es un automatismo, no es
desentrañar la mentira sólo una técnica, es un proceso que dura toda la
vida, es desentrañar la mentira en la que podamos
en la que podemos estar caer creyendo que vivimos desde la Buena Noti-
viviendo. cia.
Condición de contexto: ¿El lenguaje de Dios es paz o estridencia?

Ignacio nos da un último criterio que nos deja el discernimiento abierto


60
a la capacidad de la personas y comunidades para percibir el paso del Espí-
ritu: “en los que proceden de bien en mejor, el buen ángel toca a la tal
ánima dulce, leve y suavemente, como gota de agua, que entra en una
esponja, y el malo toca agudamente y con sonido y inquietud, como cuan-
do la gota de agua cae sobre la piedra; y a los que proceden de mal en peor,
tocan los sobredichos espíritus contrario modo...” [Ej 335]. En todo discer-
nimiento hace falta finura y sensibilidad para caer en la cuenta de cuándo
la paz en la vida cotidiana, tanto personal como comunitaria, es una paz de
“cementerio” o una paz que hace crecer.
Cuando se va creciendo en el seguimiento y se percibe una consolación
que nos dinamiza, que lleva a vivir la vida con alegría, cuando se resiste a
la desolación y se evitan falsas consolaciones –sobre todo con la destreza
en desenmascarar engaños–, cuando los compromisos adquiridos no se
ponen en cada momento en cuestión sino que se asumen en toda su com-
plejidad, cuando no se pide a la realidad ni a los otros lo que no pueden dar,
esta alegría y paz es del Espíritu. Es entonces cuando el “falso profeta” de
turno inquieta y fuerza procesos que generan tensión y estridencia, que pro-
yectan su rigidez sobre todos y todo.. En esa situación conviene discernir si
es la “gota sobre roca” del “ángel malo”.
Al contrario, cuando una persona o comunidad empieza a instalarse,
cree que lo sabe todo, tiende a rutinizarse, bloquea cualquier cambio por-
Disposiciones personales ante el discernimiento comunitario

que “tiene que ser porque siempre ha sido así”, “no merece la pena”, “para
qué si estamos tranquilos”... Si huele a paz de cementerio o de pacto con la
decadencia, es entonces cuando el “profeta” que inquieta, cuestiona, criti-
ca y pleitea actúa desde “el buen ángel”. No hay ley, se trata de estimativa,
de olfato, de sensibilidad.

Conclusión

Discernir es poner en crisis y pleitear con nosotros mismos, no para


paralizarnos sino para abrir camino al Espíritu, a la novedad de Dios.
En la medida que se configura un talante de discernimiento, la realidad
se abre y se percibe que es posible vivir en ella la Buena Noticia. El
dicernimiento evita añoranzas paralizantes y afirma que hoy es tiempo
de gracia (2 Cor 6, 2). Discernir es caer en la cuenta de que no había
más Dios en otras épocas, eso es casi blasfemo. El Espíritu está presen-
te y es posible escucharlo hoy, pero para ello tenemos que ser personas
capaces de “salir del propio, amor, querer e interés” [Ej 189], personas
abnegadas y descentradas que, en unión de ánimos, buscan lo que el
Espíritu nos pide hoy.
61
La unión de ánimos es punto de partida y de llegada del discernimiento
en común. Partimos de la unión y la pertenencia a un cuerpo –imperfecta
pero suficiente– y deberíamos llegar al final no sólo no fracturando el cuer-
po sino más unidos. Quizá la urgencia que experimentamos expresa el fra-
caso en buscar consensos entre diferentes, la creciente conciencia de plura-
lidad, una auténtica diversidad cultural sin dominancias de otras épocas…
Quizá se hace más duro y verdad lo que afirman las Constituciones de la
Compañía: “Quanto es más difícil unirse los miembros de esta Congrega-
ción con su cabeza y entre sí, por ser tan esparcidos en diversas partes del
mundo entre fieles e infieles, tanto más se deben buscar las ayudas para
ello; pues ni conservarse puede ni regirse ni por consiguiente conseguir el
fin que pretende la Compañía a mayor gloria divina, sin estar entre si y con
su cabeza unidos los miembros de ella” [Const 655]. En este contexto
“tanto más” urge ser personas de discernimiento preparadas para discernir
en común.
El P. Kolvenbach sintetizaba (con base en CG 32, D. 11, 22) los rasgos
necesarios en el que va a discernir en común. Tiene que “obtener y mante-
ner las disposiciones propias de las dos primeras semanas de los Ejercicios”
a través de la oración, el examen, el acompañamiento espiritual y la reno-
vación de la práctica de los propios Ejercicios. Insistía también en un cono-
cimiento más hondo de la realidad humana y social en la que somos llama-
Toni Catalá e Ignacio Boné

dos a servir. Dicho con palabras del actual General, los participantes en
cualquier discernimiento en común “deben cultivar su libertad interior”.
Esa libertad es entendida como un mayor desapego de lo propio para abrir-
se a un bien común mayor en la perspectiva del Evangelio. ¿Cómo se rea-
liza ese cultivo? Aquí hemos propuesto el examen
Discernir es poner en ignaciano como llave a la gratuidad necesaria y el
crisis y pleitear con discernimiento personal como liberador de la liber-
tad evangélica para elegir y para reformar la vida
nosotros mismos, no propia y la común. Hemos presentado las reglas de
para paralizarnos, sino discernimiento como ayuda para salir de la desola-
para abrir camino al ción y para discernir también la consolación sin
dejarnos engañar por sutilezas, falsas razones ni
Espíritu, a la novedad falacias.
de Dios. Sin ciertas disposiciones de discernimiento per-
sonal no hablemos de discernimiento apostólico o
comunitario, nos podemos meter en callejones sin salida o gastar energías
para nada. No se trata de purismo sino que, a medida que intentemos el dis-
cernimiento apostólico, no tendremos más remedio que caer en la cuenta
vitalmente de la necesidad urgente de esas disposiciones personales.El dis-
62
cernimiento comunitario desenmascara excentricidades y cinismos. Para
avanzar se necesita crecer en libertad interior, en desapego y en una bús-
queda limpia del Evangelio.
Conviene recordar que el discernimiento es don del Espíritu a la Iglesia.
Discernir es un acto de profunda eclesialidad, no es patrimonio de una espi-
ritualidad concreta. Ignacio fue un hombre de discernimiento y un buen sis-
tematizador que ofreció y expuso su experiencia a todos. Como familia
ignaciana tenemos nuestro aporte en estos tiempos que invitan tanto a la
comunión. Entre todos nos tenemos que ayudar a vivir un seguimiento
esponjado, libre, que transparente que lo acontecido en Jesús es Buena
Boticia… El discernimiento personal y el común nos convierten –como
bien sugiere el Papa Francisco– a la alegría del Evangelio.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 63-72

Ejercicios Espirituales adaptados al


discernimiento en común
Franck Janin y José de Pablo

T
oda adaptación de los Ejercicios Espirituales a la práctica del
discernimiento en común tiene en su raíz dos supuestos básicos.
Primero, de la misma manera que Dios guía a una persona,
puede guiar un grupo de personas. Y la segunda, el Espíritu Santo se da
a todos y actúa en los corazones de todos. La propuesta metodológica
desarrollada desde los años setenta por el equipo ESDAC (Exercices
Spirituels pour un Discernement Apostolique en Commun) coincide en
estos presupuestos para grupos que específicamente tienen en común un
proyecto, un propósito, un objetivo para los que buscan hallar la volun-
tad de Dios. Después de un proceso de maduración de casi cincuenta 63
años de experiencia, la propuesta de ESDAC se entiende a sí misma
como una más entre otras posibles. Veremos aquí un poco de su histo-
ria y las dos claves de su pedagogía para el discernimiento desde los
Ejercicios Espirituales: la conversación espiritual y los modos de elec-
ción.
Un grupo como un solo cuerpo, es decir, como una persona corpora-
tiva, puede entenderse como un sujeto de oración y discernimiento al
igual que cualquier ejercitante que se pone en juego buscando con indi-
ferencia las luces que iluminan el camino por el que Dios le quiere lle-
var. Podemos extender este primer presupuesto recordando que también
el grupo es criado para alabar hacer reverencia y servir a Dios nuestro
Señor [Ej 23]. Como persona corporativa también pasa por experiencias
de gracia y de pecado. En su vida como grupo tiene momentos de con-
solación y desolación, recibe llamadas y hace elecciones. En conjunto,
puede reconocer períodos de vida, muerte y resurrección. En su proceso
de discernimiento el grupo es una persona corporativa, cuerpo de Cristo
(1 Cor 12,27).
Decir que la presencia del Espíritu Santo se ha dado a todos por igual
puede parecer una obviedad, pero muy a menudo sentimos que se ha
dado más a unos que a otros. Incluso, en primera persona, que a mí se
me ha dado más que a otros. Sin embargo en la propuesta de ESDAC no
Franck Janin y José de Pablo

hay gurús, ni visionarios, todo acompañamiento se hace en equipo. La


figura del director que da los Ejercicios es, en este caso, un equipo que
parte de la base de que el Espíritu está activo en cada uno de los miem-
bros del grupo. Por tanto, es crucial escuchar a todos y dar espacio a
cada uno para que pueda aportar al conjunto. Es
Decir que la presencia mediante la escucha activa de la acción del Espí-
del Espíritu se ha dado ritu en cada uno del grupo, como se puede enten-
a todos por igual puede der cómo Él habita y conduce al grupo como un
todo. Se trata de encontrar juntos la Sabiduría de
parecer una obviedad, Dios que es un Espíritu “inteligente, santo, único,
pero muy a menudo multiforme, sutil, ágil, perspicaz, sin mancha,
sentimos que se me ha diáfano, inalterable, amante del bien, agudo…”
(Sab 7,22).
dado más a mí que
a otros. Un recorrido grupal

Las raíces de ESDAC se encuentran en la intuición de un grupo de jesui-


tas canadienses y estadounidenses quienes junto con un equipo de colabo-
radores entendieron que tanto la pedagogía, la arquitectura y la dinámica de
64
los Ejercicios Espirituales podían aplicarse a los grupos. El equipo se deno-
minó Ignatian Spiritual Exercises for the Corporate Person (ISECP). Su
trabajo comenzó en los años setenta, siguiendo a la Congregación General
32 de la Compañía de Jesús en la que había crecido la comprensión y con-
ciencia de las denominadas estructuras de gracia y de pecado. Por ejemplo,
el alcance del término ‘pecado’ como pecado estructural ampliaba el senti-
do personal para extenderse a las formas de organización y estructuras que
surgían desde grupos humanos y sociedades. Asimismo, los grupos podían
experimentar que la gracia precede al pecado y puede vencerlo. Ante tales
intuiciones, el grupo ISECP comenzó a reunirse regularmente en Werners-
ville (Pennsylvania) para desarrollar cómo se podía extender a un grupo los
ejercicios espirituales.
Durante diez años, estas reuniones generaron materiales siguiendo los
ejercicios espirituales para ayudar a grupos que mostraban deseos de dis-
cernir y tomar decisiones en común. En este nivel, el trabajo del equipo
inicial en Norteamérica fue muy interesante. Muchos otros han escrito
sobre discernimiento en común, su necesidad, relevancia, dificultades y
objetivos. Pero, de hecho, pocos autores han desarrollado una pedagogía
concreta y práctica. Este grupo, por el contrario, se ha esforzado por desa-
rrollar procedimientos que tratan de concretar lo más posible las condi-
ciones para el discernimiento. Por ejemplo, incluso detallando cómo y
Ejercicios Espirituales adaptados al discernimiento en común

porqué sentarse en círculo, significando así la equidistancia del Centro


del grupo, que es Cristo. Y también, introduciendo elementos culturales
de los primeros moradores de Canadá, quienes sentados en círculo en sus
asambleas se pasaban entre ellos una pluma de águila para expresar quién
tenía el uso de la palabra y a quién debían escuchar los demás. Esta pluma
ha quedado en la tradición de ESDAC y es hoy el símbolo y logo del
equipo.
En 1987 el ISECP publica el libro Focusing Group Energies1 y, poco
después, los jesuitas del sur de Bélgica traen esta pedagogía a Europa.
Después de un período de prueba y adaptación el equipo ESDAC
comienzan a proponer su método para ayudar a las Comunidades de Vida
Cristiana (CVX) a discernir sobre su futuro. Esta experiencia en Bélgica
produce en 1994 el primer libro de ESDAC2. El enfoque de ambas publi-
caciones es esencialmente práctico y sigue el esquema de las cuatro
semanas de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Así la invitación
a los participantes en esta modalidad de discernimiento en común con-
siste en recorrer las mismas meditaciones y contemplaciones de los ejer-
cicios adaptadas al tiempo que precisen dedicar a su materia de elección.
El orden y modo de los ejercicios para el grupo siempre está en función
65
de la importancia que los miembros del grupo deseen otorgar a la mate-
ria de elección y a la disponibilidad de sus integrantes. En los retiros de
ESDAC se alternan los encuentros plenarios, los grupos pequeños,
dependiendo de número de participantes, y son capitales los tiempos de
oración personal. Los dos presupuestos básicos citados toman cuerpo en
la conversación espiritual que es la herramienta básica del discernimien-
to en común.

La conversación espiritual

La conversación espiritual es aquel diálogo de grupo en el que se trata


de prestar atención a los movimientos de espíritus en cada participante y
en grupo. El sentido de ‘espiritual’ no se refiere a que sólo se habla de
asuntos espirituales (oración, liturgia, sacramentos, biblia, etc.). Conver-
sar espiritualmente es una forma de hablar juntos intentando estar aten-
tos a las mociones, buenas y malas, que suceden en cada uno y en el

1
ISECP GROUP (James Borbely SJ, Marita Carew, John English SJ, John Haley, Judith Roe-
mer, George Schemel SJ), Focusing Group Energies. Common Ground for Leadership, Organi-
zation, Spirituality, University of Scranton, Scranton, Pennsylvania 1987.
2
M. BACQ, J. CHARLIER, ET LE EQUIPE ESDAC. Pratique de discernement en commun. Manuel
des accompagnateurs. Fidélité, Bruselas 1994.
Franck Janin y José de Pablo

grupo. Cada tiempo de conversación espiritual está precedido de un


tiempo largo de oración personal. Para esta oración se reparte una hoja,
al modo de puntos, centrando la materia para rezar y su relación con la
materia propia del discernimiento: pedir luz, indiferencia, reconocer el
pecado, la gracia, etc. La práctica de la conversa-
En el discernimiento ción espiritual tiene una metodología concreta
comunitario cada uno que se puede resumir en tres rondas o momentos
es quien discierne y enInicialmente
el grupo.
el grupo decidirá un moderador y
cada uno es quien un ‘guardián’del tiempo. En una primera ronda
ayuda a los demás cada persona puede compartir los frutos de su ora-
ción. Aquí es donde se usaba y se usa, si se quie-
a encontrar cómo el re, la pluma de águila para expresar que todos
Espíritu está moviendo escucharán atentamente a quien porte la pluma.
al grupo. En esta primera ronda no hay interacción entre los
participantes, excepto si se necesita alguna expli-
cación o aclaración de lo dicho. Acto seguido habrá unos minutos de
reflexión en silencio en los que cada participante puede preguntarse
cómo le ha impresionado lo compartido por otro; qué resonancias afec-
66
tivas encuentro, qué ideas me parecen novedosas; qué consecuencias
puede traer, etc.
La segunda ronda es más parecida a una conversación espontánea,
compartiendo lo que se ha reflexionado y recibido de los otros. Final-
mente la tercera ronda es una conversación con el Señor a modo de colo-
quio de grupo. Los participantes unidos en oración dan gracias por las lla-
madas, lo que les ha movido y así piden fuerzas o dan gracias según por
donde se sientan llevados. El ejercicio termina con una pequeña evalua-
ción, cual examen de la oración, en el que el grupo repasa los pasos dados
y cómo pueden mejorar en los siguientes tiempos de conversación espiri-
tual [Ej 77].
La atmósfera que crea la conversación espiritual tiene su equivalente en
el diálogo y los ‘presupuestos’ [Ej 22] que se da entre el que da los ejerci-
cios y el que los recibe. Es decir un ambiente de mutua confianza para sal-
var la proposición del prójimo antes que para condenarla. En el discerni-
miento comunitario cada uno es quien discierne y cada uno es quien ayuda
a los demás a encontrar cómo el Espíritu está moviendo al grupo. Es un
modo de acompañamiento mutuo en el que se ejercita un talante de apertu-
ra al otro y una escucha activa sin juicios.
Los frutos de la conversación espiritual son el ejercicio y aprendizaje
de la escucha atenta. Un modo de escuchar agradecido, sin prejuicios ni
Ejercicios Espirituales adaptados al discernimiento en común

juicios posteriores, sino que presta atención especial a los movimientos


internos de lo que el otro desea compartir. También obliga a aprender a
hablar de manera clara y concisa, sin miedo a expresar los sentimientos
más profundos. Para ello es imprescindible llegar a la libertad interior
mediante el uso de la palabra y la acción de la escucha. Una libertad que
es necesaria para la indiferencia de todo discernimiento. Y esto se hace
compartiendo lo que amplía o resta la libertad de cada uno. La conversa-
ción espiritual nos hace conscientes de que no todo el mundo piensa y
siente como yo. Pero así cada persona puede constatar como el Espíritu
le invita, a través de las palabras de otro, a moverse, a cambiar, a consi-
derar el punto de vista del otro, puede incluso dejar de lado sus propias
perspectivas.
La conversación espiritual es una invitación a la conversión. Reve-
la los propios límites, los atajos que cada uno toma, los bloqueos fren-
te a lo que el otro comparte, y las dificultades de cada participante para
abrirse libremente al Espíritu. La experiencia es que en la soledad de
la oración las preguntas y también las respuestas se pueden construir
individualmente, sin embargo, en un grupo de hermanos iguales es más
difícil engañarse a uno mismo. Por tanto, el fruto principal al que con-
67
duce la conversación espiritual es el agradecimiento profundo a Dios a
través de los miembros del grupo. Nos revela que tenemos mucho más
en común de lo que inicialmente parecía, que la reconciliación es posi-
ble y que el conjunto del grupo es más que la simple suma de sus
miembros.
La conversación espiritual puede resultar farragosa y difícil si cada
uno de los participantes no está profundamente comprometido en un
proceso también de discernimiento personal. Por lo tanto, cuando un
grupo se embarca en la conversación espiritual cada miembro debe cui-
dar su proceso de reflexión y oración personal para ponerse a tiro del
Espíritu. Esto implica que previamente se debe entregar a los partici-
pantes toda la información útil y necesaria para el asunto que se quiere
discernir. Al igual que cuando se trata un asunto delicado en una reu-
nión es muy conveniente pararse unos minutos para reflexionar en
silencio antes de lanzarse a hablar, la conversación espiritual pide pre-
viamente oración personal. Cuando nos abalanzamos directamente a
discutir un asunto importante para un grupo, sin pararnos a ponderarlo
individualmente, el resultado suele ser que en lugar de ganar tiempo, se
pierde tanto el tiempo como la profundidad. Cuanto más complicado e
importante sea un negocio para un grupo, más tiempo de silencio y ora-
ción es necesario.
Franck Janin y José de Pablo

Las semanas de los Ejercicios

Para poner en juego en profundidad un asunto, ESDAC cuida espe-


cialmente el material que reparte para la oración y lo basan en el esque-
ma de la oración en los Ejercicios Espirituales. Cada hoja para la oración
contiene de forma muy escueta textos bíblicos o textos que inspiren
siguiendo distintas tradiciones o culturas. Luego vendrá la composición
de lugar, la gracia que queremos alcanzar, los puntos para la oración
sobre el tema a tratar y una invitación al coloquio final. Los materiales
y actividades de esta invitación van siguiendo las cuatro semanas de los
Ejercicios Espirituales añadiendo o adaptando a cada semana algunas
propuestas metodológicas que pueden ayudar al grupo a alcanzar su
objetivo.
En la primera semana es importante que cada uno se sienta parte de
la gracia recibida en el grupo, su identidad, su vocación y su participa-
ción en la misión de Cristo. Cada persona y el grupo son invitados a
“reflectir” sobre su principio y fundamento, así se va dando un proceso
desde la oración personal a la oración de persona corporativa. Aquí serán
muy importantes las dinámicas sobre la línea temporal del grupo y el
68
ciclo de vida-muerte-resurrección para identificar el momento en el que
el grupo está en el presente y cómo en su propia historia hay etapas de
gracia, pecado y conversión. Así mismo, también es posible que en esta
primera semana se puedan tratar juntos cuestiones como el poder, el lide-
razgo y la organización del propio grupo. Es interesante destacar que
cuando un grupo entra en una dinámica de discernimiento lo hace lle-
vando consigo todo el equipaje de las relaciones interpersonales, los
movimientos interiores, las historias pasadas y las consecuencias de
decisiones anteriores. Las oscuridades y las heridas, así como los
momentos de gracia y confirmación van a estar presentes a la hora de
discernir en común y las dinámicas están enfocadas a ponerle nombres a
la historia de cada grupo.
La línea temporal de la vida de un grupo resulta un ejercicio muy reve-
lador que puede ayudar a tener una visión de conjunto y ser un elemento
catalizador de la reconciliación dentro de un grupo. No se trata de unir
datos objetivos externos, sino que el mismo grupo va haciendo su propia
línea temporal trayendo a la memoria los eventos significativos del grupo
o de la institución que los reúne. La selección de eventos implica un pro-
ceso de oración personal y conversación espiritual, pidiendo la gracia de
apreciar la acción de Dios y de su gracia para que el grupo le pueda seguir
y servir mejor. Es una forma más de evaluación pero, al tiempo, puede ser-
Ejercicios Espirituales adaptados al discernimiento en común

vir para ver las necesidades del grupo o sus prioridades conforme a un
periodo concreto.
Otro ejercicio que acompaña todo el proceso de discernimiento es el
ciclo de vida-muerte-resurrección. En su base está el deseo de alcanzar
conocimiento interno de las dinámicas de vida, de muerte y de resurrec-
ción que se dan en el funcionamiento de un grupo. En una explicación
demasiado escueta, para lo que esta dinámica da de sí, se trata de reco-
nocer las etapas por las que transcurre un grupo desde sus deseos funda-
cionales, sus mitos y aspiraciones primigenias, hasta su situación actual
de discernimiento, para vislumbrar la etapa venidera. Más que un círculo
cerrado, la gráfica de este ejercicio debería mostrar un movimiento ondu-
latorio en el que se asciende mediante la puesta en marcha de los deseos
iniciales pasando por distintas etapas de tramar sus objetivos, institucio-
nalización, programación y gestión, entre otras. Y los movimientos des-
cendentes que vienen por la evaluación y la duda aplicada a los procedi-
mientos, las ideologías, o a la ética del grupo. Se trata así de hacer cons-
ciente el momento en el que encuentra el grupo, no sólo desde su historia
(línea temporal) sino desde su vitalidad en un ciclo de vida, muerte y
resurrección.
69
La segunda semana tiene como centro la llamada del Rey Eternal.
Aquí toma fuerza la dimensión apostólica de la vida del grupo, la lla-
mada original y los deseos de seguir al Señor. En ella se vuelve a los
ejercicios anteriormente descritos para ver qué está vivo en el grupo,
qué está muerto y qué necesita resucitar. En este momento el grupo se
ejercita como grupo en las meditaciones propias de segunda semana:
encarnación, dos banderas, tres binarios (o tres tipos de grupos) y las
contemplaciones de la vida de Cristo. Al tiempo que aprende a formu-
lar y compartir las consolaciones y desolaciones que ocurren en el
grupo. Lo mismo sucederá en la tercera y cuarta semanas, pero cen-
trándose respectivamente en las vivencias de muerte y resurrección den-
tro del grupo.

Tiempos de elección

En cuanto al momento de elección en el discernimiento comunitario,


al igual que en el individual se distinguen tres posibles tiempos para
hacer sana y buena elección [Ej 169]. El primer tiempo de elección supo-
ne para el grupo la misma claridad y consenso que Ignacio propone en
los Ejercicios [Ej 175]. Dios puede mover así la voluntad de un grupo de
forma que no haya duda ni puedan dudar de cuál es la voluntad de Dios.
Franck Janin y José de Pablo

En el segundo tiempo es el que depende de la experiencia de discerni-


miento en los días anteriores. De cómo se han experimentado los movi-
mientos de diversos espíritus iluminando u oscureciendo la experiencia
del grupo. Para descubrirlo es necesario recapitular la conversación espi-
ritual del grupo. Cuando cada uno habla sinceramente acerca del asunto
que se quiere discernir, el grupo va descubriendo las mociones y el resul-
tado de las mismas en el discurrir del grupo. Como una persona corpo-
rativa, el grupo por sí mismo puede sentir que se mueve en una dirección
o en la contraria. Puede haber momentos de luchas que pueden ser
arduos para los integrantes pero gradualmente se van encontrando e
identificando las consolaciones y desolaciones, así como la dirección a
la que apuntan.
En el tercer tiempo de elección, el grupo en su conjunto está en
calma aunque puede que no todos sus miembros. Esta quietud ayuda a
afrontar las distintas alternativas respecto a la materia que se quiere dis-
cernir. Entonces lo mejor es usar la misma metodología de San Ignacio
reflexionando sobre las ventajas y beneficios posibles, y también las
desventajas y riesgos que se pueden correr al tomar una decisión. Sin
embargo, cuando se trata de un grupo los pasos pueden ser ligeramente
70
más complejos que cuando se discierne individualmente. El grupo
ISECP resumió su propuesta en siete pasos para el discernimiento
comunitario3.
1. Una atmósfera de grupo y una actitud personal para explicitar la fe.
El grupo necesita tener plena conciencia de su fe como condición básica
para abrir el tiempo de discernimiento.
2. Disponibilidad para pedir luz y rectitud de intención en la oración
antes, mientras y después. Los participantes necesitan el contacto con el
Señor de forma individual y grupal en el proceso de discernimiento. Esta
actitud necesita un cuidado y atención mayor que otros momentos de ora-
ción contemplativa o meditativa.
3. Libertad interior dispuesta desde la libertad espiritual. Todos deben
comprender y querer desprenderse de sus afectos desordenados y ataduras.
4. Información compartida y asimilada. El discernimiento no excluye
la necesidad de tener toda la información concreta de las implicaciones
de lo que se quiere decidir. No toda materia es apropiada para el discer-
nimiento en común. Hay temas demasiado cotidianos o triviales que pue-

3
G.J. SCHEMEL, J.A. ROEMER, “Communal Discernment”, Review for Religious (nov/dic
1981) vol. 40 n. 6. Revisado en julio 1992.
Ejercicios Espirituales adaptados al discernimiento en común

den ser gestionados desde lo meramente administrativo y no deben


entrar en el discernimiento. Sin embargo, aquello que toca a la identidad,
la vocación y la misión del grupo sí puede discernirse a la luz del evan-
gelio.
5. Formular la materia de discernimiento de la manera más simple posi-
ble de manera que sea posible distinguir y separar las razones en favor y en
contra. Los que disciernen deberán dedicar tiempos distintos y declarar
separadamente los pros y contras de la materia de elección.
6. Intentar alcanzar el consenso. Se invitará al grupo a declarar el grado
de consenso que han alcanzado y los puntos en común y en los que disien-
ten.
7. Confirmación como congruencia desde el interior y el exterior. El
interior implica haber encontrado paz y alegría en el Espíritu. El exterior
comprende mirar como el tiempo afectará la decisión tomada [Ej 187] y la
congruencia de la decisión respecto a las autoridades legítimas de las que
el grupo depende.
En el caso de que el grupo esté articulado bajo el voto de obediencia
de la vida religiosa puede ser de gran ayuda declarar inicialmente si la
decisión es vinculante o es una consulta no vinculante que depende
71
finalmente de la autoridad de un superior para ultimar la decisión.
Obviamente el discernimiento suele implicar elegir entre dos cosas bue-
nas. Lo que conlleva áreas borrosas donde falta certeza y claridad sobre
cuál será la opción mejor. En estos momentos, la figura de un superior
puede resultar de gran ayuda para terminar los procesos de discerni-
miento. Por otro lado, normalmente nadie quiere ser el último respon-
sable de cerrar una institución, retirar una subvención, abrir un campo
de apostolado conflictivo, etc., y el apoyo en la oración que implica el
discernimiento comunitario se nos hace cada vez más necesario para
sentir que incluso en nuestras inseguridades estamos seguros en las
manos de Dios.

ESDAC, una forma entre otras de discernir en común

En la historia de cada grupo habrá momentos en los que experimente


la frustración. Todo grupo humano es susceptible de quedarse inmovili-
zado por prejuicios, proyecciones, luchas de poder, afecciones persona-
les, manipulación y silencios que contaminan la interacción del grupo. El
propio grupo puede parecer el mayor obstáculo para que los esfuerzos y
cualidades personales puedan dar fruto. Sin embargo, en tiempos de
estructuras personales líquidas y creciente individualismo parece que la
Franck Janin y José de Pablo

comunidad es el mejor espacio de escucha de Dios. Nadie tiene las orejas


suficientemente grandes para abarcar toda la riqueza de lo que Dios quie-
re decirnos. El discernimiento comunitario se redescubre como una alter-
nativa a la fragmentación personal y a la angostura de la mirada particu-
lar, para abrirnos a la nuevas posibilidades de
En tiempos de cohesión, amplitud y profundidad de las opciones
estructuras personales a nuestro alcance en la construcción del Reino de
Dios.
líquidas y creciente Las herramientas y recursos del discernimiento
individualismo parece comunitario propuestos por ISECP y ESDAC beben
que la comunidad es el principalmente de la fuente de los Ejercicios Espiri-
tuales. Además a lo largo de años de experiencia
mejor espacio de también han bebido de otras fuentes propias del
escucha de Dios. mundo de las organizaciones corporativas, de dis-
tintas escuelas de psicología y de las corrientes de
la Comunicación No Violenta. Por ejemplo, el grupo originario de Nortea-
mérica recogió la inspiración de los trabajos del pedagogo brasileño Paulo
Freire y sus intuiciones sobre la liberación social mediante el diálogo. La
formación dada por ESDAC, basada sobre todo en el aprendizaje práctico,
72
se apoya también en algunos estudios sobre la inteligencia colectiva y la
sociocracia4.
ESDAC lleva más de veinticinco años aplicando su metodología ayu-
dando a cientos de grupos diferentes. El abanico de posibilidades puede ir
desde un día de retiro para un equipo parroquial hasta un proceso de tres
años de discernimiento para todas las comunidades de El Arca en el mundo.
La formación y sus equipos de trabajo están extendiéndose en varios paí-
ses, evolucionando continuamente en sus métodos, pero con los mismos
fundamentos. Cada situación de cada grupo es única y merece un acompa-
ñamiento en equipo que puede ofrecer distintos medios, pero mantenién-
dose como un péndulo centrado y dejando todo el poder en manos del
grupo. ESDAC es simplemente una forma más de ayudar en el discerni-
miento comunitario entre otras maneras y escuelas que la rica tradición
ignaciana nos ofrece.

4
Para saber más de ESDAC ver www.esdac.net
AYUDAS PARA DAR EJERCICIOS

Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 73-76

Principio y fundamento
Manolo García Bonasa

“¿P
or dónde comenzar? Es imprescindible comenzar por
algo”1, de este modo inicia su propuesta de Ejercicios
Espirituales uno de los más significativo y relevante
comentarista de los mismos al introducir el Principio y Fundamento. San
Ignacio apuesta fuerte en el comienzo de los Ejercicios al proponer el Prin-
cipio y Fundamento [23] como inicio de los mismos. Su propuesta prime-
ra es mucho más que una mera introducción, o un simple comienzo, en ella
se anticipan ya cuestiones centrales y relevantes de los Ejercicios.
Conviene señalar que estas líneas están destinadas a proporcionar mate-
rial, instrumentos de apoyo, una “ayuda” para aquellos que acompañan
Ejercicios Espirituales en sus diversas modalidades, y no tanto a ofrecer
una reflexión sistemática y teórica sobre el número 23 de los Ejercicios. 73
Ignacio presenta el PyF en un contexto relacional y no como una defi-
nición esencialista o teórica. “Son concretamente los aspectos relacionales
entre el hombre y Dios, primeramente y entre el hombre y las criaturas, en
segundo lugar, los que acaparan el punto fuerte de esta visión inicial de
Ejercicios”2.
Preguntas como: ¿Quién es Dios para mí? ¿Cuál es la orientación fun-
damental de mi vida? ¿Cómo situarme ante las cosas? ¿De qué modo vivir
y asumir la libertad interior necesaria para ser indiferente?, deberían estar
de uno u otro modo presente. Partiendo de este marco de comprensión es
desde donde ofrecemos la presente propuesta.
El Principio y Fundamento es la entrada de la experiencia de iniciación,
introducción en la realidad asombrosa y desbordante de Dios. Reconoce-
mos que no somos el origen de nosotros mismos, que el ser nos viene dado
por Dios, que hay algo principal y fundamento del que recibimos todo, no
nos pertenecemos, y en este no pertenecernos está nuestra esperanza de
vida para siempre, de salvación.

1
J. LAPLACE SJ, Diez días de Ejercicios. Guía para una experiencia de vida en el Espíritu, Sal
Terrae, Santander 1987, 33.
2
F. J. RUIZ PÉREZ SJ, Teología del camino. Una aproximación antropológico-teológica a
Ignacio de Loyola, Colección Manresa núm. 22, Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 2000, 45.
Manolo García Bonasa

El hombre en referencia a Dios

Alude de un modo inmediato al fin, al horizonte en el que se desarrolla la


vida del hombre. El ser humano se comprende y se entiende en este estar orde-
El Principio nado, referido a Dios. De ahí que se subrayen más los
para que los qué constituyentes o definitorios.
y Fundamento es la En este contexto habría que resaltar en la presen-
introducción en la tación del PyF al ejercitante:
● El Dios creador es el Dios de la misericordia:
realidad asombrosa y
padre-madre, pastor, alfarero, maestro, etc. Es el Dios
desbordante de Dios. siempre mayor que se deja “buscar y hallar en todo”.
Se invita a interrogarse sobre la centralidad de Dios en nuestras vidas.
● La respuesta de la criatura ante un Dios tal es la gratitud, alabanza, el

salir de sí de quien se sabe recibido, desbordado por tanta ternura de Quien


nos da la vida, el ser; la reverencia, el respeto, postrarse, descalzarse la dis-
tancia necesaria ante la incondicionalidad del Misterio de Dios; el dar glo-
ria a Dios reconociendo que es grande y excelso con la humanidad, al
mismo tiempo que lo glorificamos tratando a los demás como hermanos
que somos e hijos todos de un mismo Padre.
74 ● Se pretende entender cuánto soy amado por Dios, pero no de una

manera abstracta o desencarnada, sino en lo concreto de mi vida. Hemos


sido creados para ser co-creadores y re-creadores con Dios.
● Un amor que tiene que ver con el deseo de Dios de traerme a la vida,

de darme la vida y de sostenerme en ella. Frente al modo sobrio y austero


de describir Ignacio el PyF, el acompañante de Ejercicios debería ser lo
suficientemente hábil como para presentarlo de un modo más personal y
afectivo, de modo que sea posible experimentar la hondura y la incondi-
cionalidad del amor providente y creador de Dios.
● Un amor tal que es capaz de re-crear a la criatura una y mil veces sus-

citando deseos profundos y llamadas que nos remiten a la acción actual de


Dios. No sólo somos amados por Dios sino que existimos aquí y ahora sien-
do creados continuamente.
● Se trata de reconocer y de hacerme consciente que en todo soy elegi-

do y amado por Dios, más allá de que me agrade o no. Se nos invita a vivir
una básica experiencia de reconciliación con lo que verdaderamente soy,
experimentando un amor incondicional y sanador del Creador.
● Es un primer momento donde se nos invita a ver la importancia de los

deseos del ejercitante y ayudarle a discernirlos, cuáles están arraigados en


el misterio de Dios, son profundos, auténticos y cuáles están más desorde-
nados, son apariencia del bien, fantasías o falsedades.
Principio y fundamento

● El ejercitante debería experimentar la aceptación de su ser criatura, a la vez

que sostener la máxima confianza en que Dios no sólo me da, sino que se me da.
● Si somos criaturas de Dios, hijos e hijas suyos el horizonte de nuestra

existencia es la llamada a la divinización, a ser “imagen y semejanza” de Dios.


● En la espiritualidad ignaciana lo que nos diviniza es la búsqueda y el

cumplimiento de la voluntad de Dios, que no sólo nos sitúa en los planes


de Dios, sino que nos hace partícipes de su realidad, de sus entrañas más
profundas y fundantes.
● Cada ser humano tiene un objetivo original único porque Dios nos ha

creado a cada uno originales, irrepetibles. Por lo que todos, tenemos una voca-
ción personal, propia, cuyo origen y meta es la misma realidad de Dios.

El hombre en referencia al mundo

Ignacio alude aquí a la prevalencia creacional del hombre con respecto a


las cosas creadas, a la creación entera, pero también, la creación aparece
como medio, camino para el encuentro entre Dios y su criatura. La indife-
rencia, algo tan característico del PyF ignaciano, es algo más dinámico y rela-
cional que una abstracción teórica y desencarnada ante la complejidad de
75
situarse en el mundo. Desde ahí se podría acentuar los siguientes aspectos:
● Todas las cosas son buenas en sí mismas, porque todas son obra de la

misericordia creadora de Dios. Todo es creado para nosotros, los hombres


y mujeres, para ayudarnos a crecer en la vida, a vivir más digna y libre-
mente, para llevar a cabo la finalidad radical de nuestra existencia.
● Necesitamos lucidez para comprender que hay cosas que ayudan y otras

que son impedimento dificultad para hallar a Dios en el mundo. La creación


entera está en función de esa referencia a Dios que constituye al ser humano.
● La libertad que se pide frente a las cosas ha de ser dinámica, creativa:

“se ha de usar” o “debe quitarse”. No es posible un posicionamiento fijo,


estático, porque la vocación humana es discernir en todo y todo, teniendo
como horizonte a Dios.
● La libertad que pide Ignacio frente al mundo, es una libertad más de

para, buscar, hallar y cumplir la voluntad de Dios, servir más, etc.; que una
libertad de, de los condicionamientos, normas, ley… Una libertad que está
llamada a expresarse en situaciones límites o radicales de la vida: salud y
enfermedad, pobreza y riqueza…
● Es la actitud básica de una libertad que acepta la existencia y la reali-

dad concreta, expresándola más allá de los condicionamientos y de las fan-


tasías omnipotencia. Es docilidad al Espíritu Santo, experiencia realista de
una libertad que desea abrirse y acoger la gracia.
Manolo García Bonasa

● El hombre no es sino es una criatura en relación, comunicación con

los demás y la creación entera que le lleva al Dios Uno y Trino.


● Se ha de vencer la tentación idolátrica de convertir las cosas en “dioses de

hechura humana” y a Dios en “una cosa más”. Es necesario que la criatura se


sitúe ante el mundo y las cosas con mucha libertad interior frente a lo creado
pero también frente a mis miedos, deseos, inseguridades, necesidades, carencias.
● Hemos de reconocer que no somos libres espontáneamente con res-

pecto a las cosas, pero tampoco con respecto a todos mis deseos, miedos,
relaciones, situaciones de mi existencia… Hay que experimentar un cierto
aprendizaje de desprendimiento, de ordenarnos cuando se trata de hacer
elecciones que afectan a lo radical de nuestra existencia de criaturas.
● “Es menester hacernos indiferentes”, es decir reconociendo que siem-

pre sentiremos miedos, apegos, preferencias a la hora de elegir, no consen-


tir que los mismos condicionen o distorsionen nuestra libertad. Es lo con-
trario a identificarnos, diluirnos entre las cosas. Lo creado tiene un gran
poder de seducción y nos puede esclavizar. Indiferencia es disponibilidad,
libertad activa con respecto a lo creado y a mis propias necesidades y dese-
os, para elegir sólo aquello que me vincula al proyecto de Dios para mí y
para la humanidad entera.
76 ● La indiferencia es diferenciar a Dios de todo lo que no lo es, es liber-

tad de espíritu, es amor que está dispuesto a todo, el amor vivido como
absoluto. Vivir “indiferentes” es existir en la verdad de lo que estamos lla-
mados a ser: responsables y servidores del proyecto de Dios Padre.
● Se ha de ordenar la propia vida como manifestación de que entendemos

todo lo creado como medio que conduce a la búsqueda de Dios y su voluntad.


Este orden es la respuesta libre y creativa a la palabra creadora de Dios.
● El ejercitante ha de pedir la gracia de que Dios nos muestre su desig-

nio de amor para mí como criatura y para el mundo como creación.


El PyF con el que se inician los Ejercicios Espirituales hace presentes al
corazón y a la memoria del creyente tres verdades ofrecidas como la base, los
pilares de todo edificio espiritual. El ser humano es creado por Dios: halla-
mos aquí su fin. La relación y diálogo con la creación es su medio. Pero para
que esto favorezca el fin primero y último, en lugar de desvirtuar la relación
con Dios y los demás, hemos de hacernos indiferentes a las cosas creadas.
A modo de síntesis podíamos hacer nuestras las palabras de un comentaris-
ta reconocido de los Ejercicios Espirituales, “El Principio y Fundamento es un
horizonte abierto que despliega las alas de la libertad, en torno a un movimiento
fundamental: nos recuerda que somos creados por Dios, somos para Dios”3.
3
J. MELLONI SJ, La mistagogía de los Ejercicios, Colección Manresa núm. 24, Mensajero-
Sal Terrae, Bilbao-Santander, 2001, 125.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 77-80

«Orar el pecado personal»


Luis Mª García Domínguez

L
a revista Manresa ya ha tratado distintas veces «ayudas» para dar la
Primera semana [Ej 24-90]1, que continuamos aquí al ofrecer algu-
na orientación para orar la difícil realidad del pecado personal, con-
siderando sobre todo los dos primeros ejercicios de dicha semana.

Los previos

Pero el lector no quiere principalmente «dar bien» los Ejercicios, sino


que desea que el ejercitante «haga bien» sus Ejercicios. Pues bien, para este
fin san Ignacio diría que el ejercitante, suficientemente conocido por el que
va a dar los Ejercicios, debe empezar la Primera semana solamente después
de haber alcanzado el fruto del Principio y Fundamento. 77
En el Principio y Fundamento un ejercitante desordenado [Ej 20] se coloca
ante un Dios que es Padre, que le crea por amor y le ofrece todas «las cosas» para
que le ayuden. Pero el ejercitante también experimentará la dificultad de vivir el
«tanto cuanto» en su vida concreta y cierta resistencia a vivir en «indiferencia»
ante tantos bienes que le ofrece la vida, «solamente deseando y eligiendo lo que
más conduce» a la voluntad de Dios. De este modo, orar con seriedad este impor-
tante «previo» ignaciano es requisito para comenzar la Primera semana.

El pecado y su vivencia

La realidad teológica del pecado es el fundamento de toda la Primera


semana: si no se reconoce un pecado personal, entonces no hay ninguna
necesidad de salvación personal; pero si no reconocemos que Cristo murió
y resucitó por nuestro pecado, seguimos inmersos en él (1 Cor 15,13-14).
El pecado destruye el primer sueño del Creador, rompe una Alianza favo-
rable al hombre, divide a la humanidad, expulsa del paraíso y desencadena

1
A. T. GUILLÉN, «Directorio breve sobre la Primera Semana»: Manresa 87/343 (2015) 169-
173; P. ALONSO, «Textos bíblicos para la Primera Semana»: Manresa 87/343 (2015) 175-178; A.
T. GUILLÉN, «Instrucciones y reglas de la Primera Semana»: Manresa 87/350 (2016) 89-92; D.
MOLLÁ, «Adiciones y complementos de la Primera Semana»: Manresa 88/350 (2016) 93-96.
Temas de la Primera Semana se han tratado, directa e indirectamente, en numerosos números de
la revista Manresa.
Luis Mª García Domínguez

la violencia humana, siempre fratricida. Por lo tanto, puede ser convenien-


te recordar brevemente esta dimensión teologal del pecado.
Pero el pecado no solo menosprecia a Dios y al hermano, sino que también
daña al que peca; la dimensión antropológica del pecado no es fácil de perci-
bir al ejercitante de hoy, y conviene recordársela: el
La culpa es una pecado hace vivir la ilusión de una falsa omnipoten-
experiencia ambivalente cia, divide por dentro a quien peca, le hace esclavo de
una parte de sí, le lleva a elegir lo fácil frente a lo
si no nace de la valioso y verdadero, y le centra en sí mismo frente a
misericordia. Por eso, la interdependencia, la justicia y la solidaridad. El
no hay que comenzar pecado genera daño para el pecador, que se endiosa y
se autoengaña en su «crescida soberbia».
por el pecado, sino por Por eso conviene verificar también la vivencia exis-
la misericordia recibida. tencial del pecado por parte del ejercitante: ¿cómo lo
vive?, ¿cómo lo entiende? Culturalmente estamos
blindados contra el sentimiento de pecado, incluso con argumentos psicológi-
cos; pero la vivencia subjetiva del pecado está muy condicionada por el estilo
de personalidad de cada uno. En los Ejercicios (acompañados personalmente)
importa mucho conocer la «natura» del ejercitante para entender cómo viven-
78
cia el pecado, de modo que podamos acomodarnos a su modo de ser, sin apli-
car propuestas genéricas. No sea que, ignorantes, agobiemos más al escrupu-
loso, aliviemos al ya despreocupado o confirmemos en sus proyecciones al
suspicaz que se justifica siempre.
La sabiduría de la metodología ignaciana sigue siendo válida hoy. El orden de
los ejercicios de la Primera semana debería mantenerse siempre: pues se puede
examinar con libertad el pecado personal en el segundo ejercicio [Ej 55-61] sola-
mente después de haber experimentado la misericordia gratuita de Dios para con-
migo en el primer ejercicio [Ej 45-54]. La culpa es una experiencia ambivalente
si no nace de la misericordia; el examen puede resultar solamente ético, volunta-
rista y hasta narcisista si no es previamente afectado por el encuentro gratuito con
Dios. No hay que comenzar por el pecado, sino por la misericordia recibida.

Modo y orden

El modo propuesto en Ejercicios para orar el pecado personal es preferen-


temente la meditación. Una meditación que no utiliza solamente la memoria
sensorial de las imágenes, sino también la memoria afectiva (pues «re-cordar»
es pasar por el corazón); que aplica el entendimiento para ponderar y juzgar con
más verdad; y que concluye afectándose por la misericordia sentida. Debería-
mos recuperar la fuerza de la meditación bien hecha frente al recurso de pro-
«Orar el pecado personal»

poner demasiado pronto contemplaciones evangélicas de perdón que podrían


ahorrar al ejercitante el encuentro un poco duro con su propio pecado.
Pero el texto ignaciano propone otros tipos de ejercicios que también se
pueden usar con fruto. Uno es el examen particular [Ej 24-31], que parece
fácil de aplicar en unos Ejercicios en la vida, y que puede reforzar la auto-
estima el ejercitante; otro ejercicio es el más conocido examen general [Ej
32-43] que siempre debe comenzar por hacer memoria agradecida. Ambos
ejercicios familiarizan con el discernimiento continuo, con el conocimien-
to propio y procuran la colaboración con Dios en el cambio personal. El
primer modo de orar [Ej 238-248] también puede facilitar otra perspectiva
en el acercamiento al pecado personal, si se hace después del segundo ejer-
cicio o como preparación para una tranquila confesión.

El fruto

Los frutos que busca Ignacio en las dos primeras meditaciones están indi-
cados en las peticiones y los coloquios [Ej 48, 53, 55 y 61]; estos ejercicios
buscan suscitar una vivencia afectiva ante el pecado personal, aportar un
conocimiento nuevo del mismo y movilizar la acción del ejercitante. El afec-
79
to toma forma de «vergüenza» (ante el mundo, ante los condenados por
menos pecados que yo, ante los ángeles y los santos interpelantes por mí) y
pasa poco a poco a ser «dolor y lágrimas» ante mí mismo y ante Dios. Se
alcanza un nuevo conocimiento del pecado con cierta «confusión» mental
frente a la falsa seguridad que otorgaba anteriormente. Y se moviliza la
acción agradecida porque el ejercitante se plantea «qué debe hacer» por Cris-
to, su salvador; una apertura al cambio todavía genérica, aunque el ejercitan-
te pudiera intuir alguna suerte de «reparación» por el daño causado.
En la segunda meditación [Ej 55-61] se pasa de la vergüenza por la sal-
vación recibida inmerecidamente a la revisión de la propia vida. No se trata
de un examen exhaustivo, pero sí de un examen en profundidad, pasando de
los hechos a los sentimientos, y de estos al sentido profundo que han tenido.
El segundo ejercicio recuerda y pondera la «fealdad y la malicia» del propio
pecado y el ejercitante se conmociona de nuevo ante la misericordia recibida
de Dios y de las criaturas, que «me han dejado en vida» a pesar de mi mise-
rable condición y conducta («corrupción y fealdad… llaga y postema»).
No es siempre fácil verificar estos frutos en el ejercitante, pues se trata de un
«conocimiento interno» que toque en profundidad al ejercitante y que capte la
«malicia» que todo pecado «tiene en sí». Pero cierto cambio en estas tres facul-
tades (afecto, comprensión y acción) parece necesario para seguir adelante. Algu-
nos directorios proponen ya al final de la Primera sacar algunos buenos propósi-
Luis Mª García Domínguez

tos; pero el texto ignaciano solamente invita a la confesión, no a reformas de vida


que han de nacer más tarde, por un seguimiento de Jesús más conocido y amado.

Otras ayudas

Podemos utilizar distintos recursos bíblicos, de la tradición espiritual e


ignacianos para pedir y buscar el fruto de la Primera semana. Pero, en gene-
ral, en unos Ejercicios no se deberían multiplicar los recursos, sino profun-
dizar en los pocos que se ofrezcan; no mucho, sino a fondo; y por eso con-
viene repetir los ejercicios hasta que se vaya alcanzando el fruto. Se pue-
den proponer poco a poco los dos primeros ejercicios ignacianos, que son
sumamente densos, para varios momentos distintos de oración. También se
pueden intercalar distintos tipos de ejercicios (meditación, examen, primer
modo de orar) para dar alguna variedad al ejercitante.
Y será muy conveniente insistir en las adiciones de Primera semana [Ej
73-90], pues en ellas Ignacio cuida lo corporal y lo sensorial, por lo que el
orante se ha de ejercitar con todo su cuerpo; y seguramente incluyendo
algún modo conveniente de hacer penitencia.
Las imágenes ignacianas juegan un papel muy importante en la Prime-
80 ra semana, tanto las bíblicas [Ej 50, 51, 53] como las más bien culturales
propuestas por Ignacio [Ej 47, 48, 54, 58, 60, 65-70, 74]. Las imágenes sus-
citan sentimientos, predisponen afectivamente y permiten una identifica-
ción transicional que lleva a la verdad teologal; en este sentido convendría
ofrecer al menos algunas del texto, con la fuerza que guardan, aunque se
pueden cambiar o añadir otras que ayuden más a algunos ejercitantes.
Generalmente bastará con indicar al ejercitante que busque sus propias
imágenes y este las encontrará, sin necesidad de que la creatividad del que
da Ejercicios condicione la iniciativa del ejercitante, que debe siempre tra-
bajar «por sí mismo» para obtener fruto [según Ej 2].
Para orar el «tercer pecado» [Ej 52] puede proponerse la rememoración de
algunos pecados de otros, conocidos por el ejercitante. Recordados y sentidos
lentamente, se presentan como pecados que yo condenaría, sin dudar; pero
que pueden suscitar una segunda reacción, como fruto del ejercicio: «pero tú,
Señor, a mí no me condenas». Cuando estos pecados ajenos recordados han
sido cometidos contra la persona del ejercitante, su familia o contra personas
cercanas, el tercer pecado ya no es tan distante y se convierte en inmediata
vivencia de injusticia, abuso o arbitrariedad. Aquí también es evidente para el
ejercitante que él lo condenaría; pero ante el Señor se impone una y otra vez
la experiencia de que «tú a mí no me condenas, aunque no soy mejor que
nadie…». Por eso el recuerdo de mi pecado acaba siendo memoria del Salva-
dor, reconciliación conmigo mismo y fuente de memoria agradecida.
SEMBLANZAS

Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 81-83

Gilles Cusson S.J.: un hombre


del camino, la verdad y la vida.
Canadá (1927-2003)
Manolo Plaza

E
n septiembre de 1976 tuve el regalo de encontrarme con el P.
Gilles Cusson sj en Roma. Era profesor en la Universidad Gre-
goriana. Iba a formarme con él. Había hablado por teléfono, pero
no le conocía personalmente. Unos días antes de la primera entrevista
personal con él había oído diversos comentarios y “criticas” y estuve a
punto de renunciar a dicho trabajo. Pero me dije: “No pierdo nada por
conocerle, ya que estoy en Roma”. A los dos minutos de estar con él, se
me quitaron las dudas. Me encontraba frente a un hombre de una gran
acogida, simpatía, normalidad y saber estar. En marzo de 1977 me fui 81
con él al Centre de Spiritualité Manrèse de Quebèc, que él acababa de
fundar. Se me abría un mundo nuevo y genial de la espiritualidad igna-
ciana: los Ejercicios en la vida corriente. Un modo nuevo de trabajar en
la misión.
Posteriormente, como fruto de mi experiencia en el Centre de Spiritua-
lité Manrèse, donde conocí al P. Michel Boisvert sj. Nos hicimos muy ami-
gos, y después de largas conversaciones, vimos la “necesidad de replante-
arnos la experiencia de los Ejercicios y la metodología necesaria para el
mundo de hoy”. Y nos lanzamos a publicar conjuntamente: “LOS EJER-
CICIOS PERSONALIZADOS EN LA VIDA CORRIENTE. Orientaciones
pedagógicas y fichas de trabajo”. Ed. Sal Terrae 1981. Michel lo haría en
edición canadiense.
Personalmente este encuentro con Gilles Cusson me marcó el modo de
entender, vivir y transmitir los Ejercicios en la Vida Corriente.
Gilles era un hombre de estatura física pequeña, pero de una gran cate-
goría humana; sencillez hasta desconcertarnos, y una gran capacidad de
reflexión, pensamiento y visión de futuro. Eso hacía que fuese una persona
que caía bien a grandes y pequeños.
Es verdad que gran parte de su trabajo lo dedicó, además del estudio, al
acompañamiento de sacerdotes y de la vida religiosa, pero no dejó de lado
Manolo Plaza

al mundo de los pequeños, los laicos, los matrimonios. Tenía el don de la


comunicación y de la acogida.
Después de tantos años como han pasado revivo la experiencia personal
de haber sido acompañado por él. El hombre, creyente, ignaciano, que sabe
ser respetuoso, libre, afectivo. En los años posterio-
res, que no perdí el contacto con él ni con las per-
De una generosidad sonas que trabajaron con él, fui confirmando cómo
extraordinaria, ha ido despertando a toda una nueva generación de
buscó el “bien de las jesuitas jóvenes –religiosos/as– a una nueva expe-
riencia renovada de los Ejercicios Espirituales y de
almas” allí donde acompañadores en la experiencia creyente.
la Compañía de Jesús De una generosidad extraordinaria, buscó el
“bien de las almas” allí donde la Compañía de Jesús
le envió.
le envió. Fue instructor de tercera probación duran-
te 15 años: acompañó y formó unos 115 jesuitas de
25 países.
La fundación del Centro de Espiritualidad Manrèse hay que situarlo en
este contexto: formar guías expertos en el acompañamiento y en la espiri-
tualidad ignaciana para mejor responder a las necesidades del mundo y de
82
la Iglesia en el momento que él se encontraba. Después de tantos años, el
Centro sigue aportando una experiencia sólida y unos medios de alta cali-
dad como es la revista Cahiers de Spiritualité Ignatienne. Es en ese centro
donde empezó la práctica de los ejercicios en la vida corriente según la ano-
tación 19. Hoy nos suena a una experiencia de pastoral normal, pero en
aquellos años solamente aparecía con algunos jesuitas en USA y Francia.
Fue clave en esos momentos su libro “Conduis-moi sur le chemin d´éter-
nité” (1973).
Gilles, hombre de gran formación en teología espiritual, fue un auténti-
co especialista en espiritualidad ignaciana. A él se debe, como acabo de
comentar, la puesta al día de los Ejercicios Espirituales en la vida corrien-
te. Su libro “Experiencia personal del misterio de Salvación” (1968) es
básico para la compresión de la dinámica ignaciana en los ejercicios. La
explicitación de la dinámica interna y de las bases pedagógicas (la gracia a
pedir, la dialéctica de lo objetivo y subjetivo, la circularidad de la expe-
riencia) ha permitido un nuevo acercamiento en el conocimiento de los
ejercicios. Consigue una nueva presentación de la meditación de El Reino,
la distinción entre elección fundamental y elecciones secundarias, como en
la contemplación para alcanzar Amor.
En la introducción dice: “Se ha dedicado a dirigir nuestra atención
hacia los bienes futuros, dejando a veces en la sombra la realidad del “don
Gilles Cusson S.J.: un hombre del camino, la verdad y la vida. Canadá (1927-2003)

de Dios” y de su permanencia en nosotros. Si scires donum Dei. Nuestra fe


en el don de Dios al hombre necesita ser ilustrada: debemos recobrar con-
ciencia de su actualidad y de significado. De lo contrario, lo conoceremos
a medias y sin plena conciencia de su realidad, dejaremos soterrado el
talento más precioso, sin llevar los frutos de que sería capaz. Seguiremos
en nuestra ignorancia, pidiendo donde que no llegan…”.
Al final de sus años se puso a soñar en el proyecto que el Padre Gene-
ral de la Compañía de Jesus, P. Kolvenbach, tenía: “Sería interesante que
Ud. hiciese con el Ignacio de las Constituciones, lo que ha hecho con el
Ignacio de los Ejercicios”. Hacer un estudio sobre la interioridad y el com-
promiso apostólico de Ignacio. Proyecto que no llegó a realizarse, pero dice
mucho de este hombre menudo, pero de una gran talla jesuítica y ciudada-
no de este mundo.
Para Gilles el “guíame por el camino de la eternidad” fue una música
interior que le llevó a hacer de la vida un auténtico camino físico, pues
recorrió medio mundo dando conferencias y ejercicios; y un camino espi-
ritual: los ejercicios en la vida una autentica experiencia vital. Muchas de
sus publicaciones tienen que ver con el “camino”. Y en el comienzo de su
libro dice: “Los Ejercicios en la vida corriente” no proponen ningún cami-
83
no fácil: en cambio, están al alcance de cualquiera que dese aprender a
vivir, en todo, de Dios. Utilizan el “pan cotidiano” de nuestra experiencia,
para educar el corazón y la fe, para abrirnos a la acción del Espíritu y
para iniciarnos en la amistad del Señor. No falsean en nada la realidad
personal de cada uno: ni el peso de sus mecanismo psicológicos, más o
menos armónicos, ni las constantes relaciones con sus respectivos grupos
de vida y de trabajo, ni tampoco la interior alianza –que debe renovarse
incesantemente– con un “Dios celoso”, con un “Dios peligroso”, “con el
insensato amor de Dios” al hombre. Se trata, pues de un “camino de liber-
tad” –y libremente tomado– para transformarse, siguiéndolo, desde la
interioridad del silencio que nos va realizando, en hijos del Padre, herma-
nos de los hombres y servidores de la vida”.
Su aterrizaje en el Centro Espiritual El Tabor (Tegucigalpa, Honduras)
lo vivió como una luz sorpresiva en el seguimiento de Jesús, “buscando el
bien de las almas”, durante los 7 años que estuvo y donde murió (3 abril
2003): un verdadero compañero de Jesús y un enamorado de Ignacio de
Loyola.
Mensajero - Sal Terrae
Universidad Pontificia Comillas
COLABORACIONES

Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 85-94

El acompañamiento espiritual en la
elección desde los Directorios ignacianos
Joana Barbado

L
os Directorios son orientaciones ignacianas que reflejan una pro-
funda finura espiritual y contienen una riqueza que sigue siendo
muy actual. En ellos encontramos elementos para ayudarnos a
acompañar personas en su proceso espiritual de elección. Son además fuen-
tes en las que podemos beber el auténtico espíritu ignaciano1.

1. Los Directorios elegidos2

Dada la amplitud del tema, nos centraremos en los Directorios que están
más próximos al origen y han sido considerados, por eso, textos de enorme 85
valor ignaciano: los Directorios de Ignacio, Polanco, Miró y Acquaviva
(Directorio oficial).
Sin duda que el autor inicial de Directorios es San Ignacio, puesto que el
libro de los Ejercicios Espirituales con sus anotaciones, adiciones, notas y
reglas, ya es en sí mismo un primer Directorio. Sin embargo, también nos han
llegado escritos posteriores con normas y consejos que, de modo directo o
indirecto, proceden del santo de Loyola y serán objeto de nuestro estudio: D.
1, 2, 3, 4 (dictado al P. Vitoria), D. 5 (cartas), D. 6 (memorial del P. Cámara).
El P. Mercuriano, cuarto P. General de la Compañía, encargó a los PP.
Miró y Polanco que hicieran unos Directorios. Por esta razón, Miró, tras el
esquema del D. 15, elaboró el D. 22, que tuvo gran difusión en su tiempo.
Polanco, por su parte, elaboró el D. 20.
Posteriormente, el P. Acquaviva, quinto P. General de la Compañía de
Jesús, entregó todos los escritos que estaban en los archivos para revisión y
elaboración de un Directorio oficial. De este trabajo nacieron los siguientes
Directorios: 1) D. 33 (de diversos autores), es un mosaico de fragmentos de

1
Para este artículo utilizamos como fuente principal: LOP SEBASTIÀ, M. Los directorios de los
Ejercicios. Colección Manresa. Mensajero - Sal Terrae. Bilbao (2000). También de enorme cono-
cimiento en este tema es la obra de SAMPAIO, A. Los tiempos de elección en los directorios de los
Ejercicios. Colección Manresa, Mensajero - Sal Terrae. Bilbao (2004).
2
Op. cit., LOP SEBASTIÀ, M., 15-17.
Joana Barbado

diversas fuentes; 2) D. 34, es el anterior con las correcciones que le hicieron


los asistentes y “otras personas”, y es el que fue enviado a toda la Compañía
con carácter experimental; y 3) D. 43, el definitivo Directorio oficial.
Al tener delante estos textos, la pregunta que nos mueve es: ¿qué
podemos encontrar en ellos referido a la elección,
Una buena elección va que nos pueda ayudar en el acompañamiento espiri-
a depender íntimamente tual a otras personas, para que se encuentren con
Jesús y puedan vivir con alegría su vocación?
de una buena
disposición. En ello 2. La elección en los Directorios seleccionados
tiene el que da los
Al leer estos Directorios llama la atención la gran
ejercicios un papel extensión que ocupa en ellos el tratado de la elec-
fundamental. ción, lo cual hace comprender ya desde el inicio su
misma importancia y complejidad y, por lo tanto, el
desafío que se nos presenta al acompañar esos procesos3. A continuación,
señalamos distintos aspectos de dicho acompañamiento que aparecen en
esos Directorios.
86
a) Disposición4

Una buena elección va a depender íntimamente de una buena disposi-


ción5. En ello tiene el que da los ejercicios un papel fundamental. A este
respecto se señala que, para ayudar a la disposición hay que encerrarse6
sin querer ver ni sentir cosas que no sean de arriba (D. 1, 6), recogerse
todo dentro de sí y durante todo el tiempo que dura esta deliberación,
cerrar los sentidos para que el alma no se deje distraer con otros pensa-
mientos, sino trate únicamente de esto y a esto sólo esté atenta, apartan-
do de sí todos los demás asuntos. En este proceso el hombre debe buscar
el único principio, que es el deseo de la gloria de Dios y de cumplir su

3
“No hay lugar más difícil en todos los ejercicios o que requiera más destreza y discreción
espiritual que el de la elección; porque este tiempo está expuesto a diversos movimientos del alma
y muchas veces aun a errores, ya que el hombre no solo es vencido por el mal, sino la mayor parte
de las veces es engañado por la apariencia de lo recto y bueno”. D. 33-34-43, 162
4
Javier Melloni afirma que se pueden percibir tres estadios progresivos en la “disposición”.
MELLONI, J. La elección, el nombre ignaciano de la unión. Manresa 83 (2011), 124-125.
5
A este respecto véase: GARCÍA DOMÍNGUEZ, L. Elección y unión con Dios en el texto de los
Ejercicios. Manresa 83 (2011), 110.
6
Efectos del apartamiento. Está en juego la delicada atención al proceso de pensamientos y
deseos “poniendo todo [el cuidado] en una sola cosa y buscar con diligencia lo que tanto desea;
la soledad favorece la experiencia de Dios y la intimidad con Él”. GARCÍA DE CASTRO, J. “Ejer-
citante”, en Diccionario de espiritualidad ignaciana, Mensajero – Sal Terrae, Bilbao – Santander
(2007), 718.
El acompañamiento espiritual en la elección desde los Directorios ignacianos

voluntad y para ello solo debe tener en cuenta las razones del cielo (D.
20, 79; D. 33-34-43, 173)7.
Los Directorios marcan todavía más la importancia del recogimiento al
entrar en los tres tiempos de elección: el ejercitante debería recogerse más
de lo común de modo que no viera ni sintiera el que elige nada más que lo
celeste o divino (D. 22, 84). Además, se debe disponer a desear más los
consejos que los preceptos (D. 1, 9).
Con el fin de disponerse para entrar en este proceso se aconsejan: a)
ánimo generoso, para desear grandes dones con recta intención de agradar
a Dios; b) poner los medios convenientes y ordenados por la divina provi-
dencia; y c) cooperar con la divina gracia (D. 20, 5).

b) Condiciones para elegir

El proceso de elección supone unas condiciones previas: la entera resig-


nación de su voluntad al Señor8 (D. 20, 16) y, si es posible, que llegue al
tercer grado de humildad (D. 1, 17) o por lo menos al segundo (D. 33-34-
43, 171). La indiferencia para la elección y la inclinación al santo beneplá-
cito de Dios (D 33-34-43, 164, 171) son esenciales y, si no se logra esta
87
indiferencia, debe abandonarse completamente el tratado de elección (D.
22, 78). La tranquilidad de la mente también es esencial en todo el proce-
so (D. 22, 90) y, por supuesto, la elección deberá tratar siempre de cosas
buenas (D. 33-34-43, 178).

c) Metodología

Con la contemplación del rey temporal, fundamento de todas las con-


templaciones siguientes, se comienza a disponer el alma (D. 22, 63; D. 33-
34-43, 208). Posteriormente, la meditación de los tres binarios de hombres
tiende a examinar y conocer nuestro mayor o menor afecto hacia lo mun-
dano (D. 20, 71). A lo largo de todo el proceso, el ejercitante ha de enten-
der y tener ante los ojos cuánto importa elegir el estado de vida (D. 33-34-
43, 163). No debe meditar sobre la elección durante todo el tiempo de la
meditación, sino que lo debe hacer al acabar o en alguna de sus partes, y
siempre que el alma esté reposada y serena. Debe procurar con diligencia
que las contemplaciones de la vida de Cristo (…) se hagan a su tiempo, con

7
Óptima disposición es la que trata de adaptar su voluntad a lo que es más perfecto (D. 33-
34-43, 172).
8
“En este sentido es indispensable que el que elige salga del propio amor para unirse con
Quien le constituye”. Op. cit. MELLONI, J.,127.
Joana Barbado

cuidado, puesto que robustecen e iluminan el alma y la hacen más apta


para conocer y abrazar la voluntad de Dios, sin las cuales el alma queda-
ría más oscura y débil (D. 33-34-43, 218).
Sobre las meditaciones que marcan el tratado de elección encontramos
distintas opiniones: para Polanco9 la discusión de la elección debe
empezarse a partir de la contemplación del tercer día, donde se dará el pre-
ludio de la consideración de los estados, hasta la contemplación del quinto
día inclusive (D. 20, 74); mientras que para Miró, a partir de la contem-
plación del bautismo se empieza la discusión de las elecciones (D. 22, 75).
Es llamativa esta diferencia, y podemos preguntarnos el porqué de estas
opciones. La opción de Polanco se acerca más al texto ignaciano, mientras
que Miró parece decantarse por una opción más “teológica”, quizá porque
piensa en el bautismo como origen de la conciencia explicita de la misión
en Jesús y, por eso, como el momento en el que el ejercitante puede tam-
bién recibir su misión y el contenido de la elección.
Después del ejercicio del niño en el Templo se darán el ejercicio de las
dos banderas y la meditación de tres binarios10 (…), para que se examine y
conozca su afecto a las cosas mundanas; y si se encuentra que está en el
primero o en el segundo binario, se esfuerce por pasar al tercero (D. 33-
88
34-43, 210). Es importante examinar la voluntad porque si el ejercitante
nota que la voluntad se inclina demasiado de parte de las riquezas y poco
hacia la pobreza, ese tal no está bien dispuesto ni hay que esperar haga
buena elección (D. 22, 72). Por lo tanto, no conviene proseguir hacia los
tres tiempos de elección, pero se puede dar el ejercicio del sexto día y el
preludio para hacer elección. Después, repetir el ejercicio de los tres bina-
rios y los tres modos de humildad, cuidando la disposición (D. 20, 78) por-
que ayudarán a una mayor madurez espiritual (D. 33-34-43, 171).
Después de haber contemplado la salida de Cristo de Nazareth y el bau-
tismo, se deben proponer los tres modos de humildad para que la persona
se ocupe de ellos todo el día, y desee de alcanzar el tercer modo de humil-
dad (D. 22, 76; D. 33-34-43, 215).
El que da los ejercicios debe notar si el ejercitante está resignado, si se
acerca o se aleja del deseo de encontrar la voluntad de Dios. Si se aparta,
no debe pasar a los tres tiempos de elección y proponerle algunos otros
ejercicios según convenga. Si se acerca a la resignación pero todavía no se
ha conseguido, se pueden proponer otros ejercicios de Segunda o Tercera
semana (D. 20, 79). Las reglas de discernimiento de Segunda semana,

9
El Directorio oficial va en la misma línea.
10
Op. cit. GARCÍA DOMÍNGUEZ, L. Elección y unión con Dios…, 112.
El acompañamiento espiritual en la elección desde los Directorios ignacianos

deben ser explicadas antes del preámbulo para hacer elección de modo
claro (D. 22, 79).

d) Durante tiempo de elecciones

Se dice que se deben simultanear contemplaciones de la vida de Cristo


con ejercicios de elección, pero en el cuarto día no se debe proponer nin-
gún misterio de la vida de Cristo (D. 1, 76). Se debe continuar con ejerci-
cios de Segunda semana hasta que se haya hecho elección. Los ejercicios
de Tercera semana no son muy propicios para elegir (“llevan consigo tris-
teza y congoja”) y deben darse después de la elección hecha (D. 22, 90).
La elección es un tiempo que requiere destreza y discreción espiri-
tual: “no hay lugar más difícil en todos los ejercicios o que requiera más
destreza y discreción espiritual que el de la elección; porque este tiem-
po está expuesto a diversos movimientos del alma y muchas veces aun a
errores, ya que el hombre no solo es vencido por el mal, sino la mayor
parte de las veces es engañado por la apariencia de lo recto y bueno”
(D. 33-34-43, 162).
89
e) Orden de los tiempos y lo especifico de cada uno

Nos encontramos con un modo de proceder a la hora de proponer los


tres tiempos de elección. Se dice, que si Dios no mueve en el primer tiem-
po, se debe pasar al segundo (D. 1, 18) y cuando por el segundo modo no
se tome resolución (porque no siente en si ninguna moción o la siente por
igual hacia una y otra parte) se pase al tercer tiempo (D. 1, 19; D. 20, 83).
Concretamente, sobre el primer tiempo se dice que no se debe buscar
(D. 1, 10), que surge claramente de la voluntad de Dios, es demasiado
extraordinario, no está sometido a reglas, no hay que pedirlo ni esperarlo,
no hay que insistir mucho en la consideración de este estado y debe expo-
nerse de paso (D. 33-34-43, 187).
Sobre el segundo tiempo, que es más ordinario que el primero, se dice
que se debe declarar qué es la consolación y la desolación, y proponer ante
Dios lo que se quiere deliberar, con total resignación de la propia volun-
tad, deseando sentir en sí la divina voluntad, no entregándose a discursos
propios, sino disponiéndose lo mejor que pueda, a recibir la moción del
Espíritu Santo por la experiencia de consolación y desolación (D. 1, 18; D.
22, 86). Las reglas de discernimiento de Segunda semana son muy oportu-
nas en este tiempo, y sin ellas andará casi en tinieblas. De este modo, la
persona debe notar y advertir en sí mismo, cuando siente la consolación, a
Joana Barbado

qué parte le inclina la tal consolación y la tranquilidad del alma; y al con-


trario, cuando siente la desolación, a qué parte le inclina más (D. 33-34-
43, 194).
Si en el segundo tiempo de elección se logra la confirmación, la elec-
ción está hecha, pero si no, se pasará al tercer tiempo (D. 33-34-43, 198).
En este tiempo se presentan a Dios, por ejemplo, un día consejos y otro pre-
ceptos, y se observa dónde Dios le da más señal de su voluntad (D. 1, 21 y
D. 22, 89).11
En el primer modo del tercer tiempo se deben escribir por separado
las razones que se presentan de cada una de las partes, ver cuáles ofre-
cen más pistas a la verdad y tienen mayor fuerza para mover la voluntad.
Tratarlo después con el acompañante o instructor (D. 22, 88; D. 33-34-
43, 225), asegurando previamente que el alma está tranquila (D. 33-34-
43, 201) y verificando que las razones vengan del deseo del servicio
divino (D. 33-34-43, 202).
En el caso de que las razones del tercer tiempo se vean iluminadas con
señales del segundo tiempo (paz, consolación, etc.) entonces adquiere el
alma mayor satisfacción y claridad (D. 33-34-43, 206). La elección del ter-
cer tiempo confirma la de los anteriores tiempos: “se debe notar también
90
que estos dos modos con los que se caracteriza el tercer tiempo, no solo se
deben emplear cuando nada se ha concluido en el segundo tiempo, sino
también, si se ha llevado a cabo la elección, porque ayuda a confirmarla y
asegurarla”.
Para concluir este apartado, hagamos referencia al diferente papel de la
voluntad y del entendimiento en los tres tiempos de elección: en el primer
y segundo tiempos, la voluntad va por delante arrastrando al entendimien-
to sin ningún discurso, mientras que en el tercer tiempo el entendimiento
precede a la voluntad proponiéndole razones para estimularla. El primer y
segundo tiempos son considerados caminos más altos y excelentes; el ter-
cer tiempo, al decir de algunos autores, es más seguro y firme (D. 33-34-
43, 190).12

11
A este respecto: hacemos referencia a la comparación que usa Ignacio. “Hay también otra
manera para esto, que N. P. Ignacio expone con aquella comparación de quien presenta a su
príncipe un manjar para averiguar si le agrada. Así el alma, con humildad profunda, con amor
ferviente y con deseo de corresponder a Dios, ofrézcale en diversos tiempos, ahora una cosa,
luego otra, observando cuál de ellas la acoge y admite más Dios, diciendo siempre: ‘Señor ¿qué
quieres que haga?’. Y esto no solamente lo ha de decir con la boca o con ligero afecto de la
mente, sino que lo ha de decir y sentir con todo el corazón y con muchos corazones, si tantos
tuviera.” D. 33-34-43, 195.
12
No hay unanimidad en los autores respecto a algunos de los temas tratados en este aparta-
do. Alfredo Sampaio en su trabajo de investigación lo trata con profundidad: Op. cit. SAMPAIO, A.
El acompañamiento espiritual en la elección desde los Directorios ignacianos

f) Declarar qué es la consolación y qué es la desolación

Comentamos anteriormente la importancia de declarar qué es la conso-


lación y qué es la desolación. Analizando las definiciones que se presen-
tan13, encontramos dos elementos que se repiten en todas las definiciones:
el amor y la esperanza. También la paz, gozo espiritual y alegría espiritual,
la fe, las lágrimas y la elevación de la mente son comunes a casi todas las
definiciones. El Directorio oficial antes de dar la definición hace referencia
a que la consolación es gracia de Dios y mientras el sujeto se encuentra en
consolación los actos virtuosos se realizan con facilidad mientras las obras
de la carne causan desabrimiento.
En cambio en la desolación14 todo procede del mal espíritu o de la atrac-
ción de las cosas bajas. Observamos que en el Directorio de Ignacio (D. 1,
12), éste lo expresa enfrentando lo que provocan ambas experiencias. Este
modo de presentarlas se ha perdido en los otros Directorios. A nuestro pare-
cer tiene una fuerza motriz grande, porque siendo dadas ambas experien-
cias al que hace los ejercicios, es importante para él sentir internamente lo
que es propio de Dios y lo que viene del mal espíritu, y así inclinarse más
a Dios y rechazar al malo15.
91
g) El que da los Ejercicios y el proceso de elección

Propio del instructor o acompañante, que es el maestro, está la firmeza


de quien pregunta, advierte y avisa, pero también la ternura, de quien alien-
ta y confirma.
Una primera condición esencial16 en el que da los Ejercicios es que debe
tener la práctica de haberlos hecho (D. 5, 17), y estar además indiferente
frente al resultado de la elección17.

13
D. 1, 10, 18; D. 20, 81; D. 22, 85; D. 33-34-43, 192.
14
D. 1, 12, 18; D. 20, 81; D. 22, 85; D. 33-34-43, 193.
15
Notamos que el Directorio oficial cita prácticamente de modo integral al Directorio de
Polanco, no solo en mismo orden sino también prácticamente las mismas palabras, mientras que
el Directorio de Miró cita al Directorio autógrafo de Ignacio. Sin embargo, aunque con algunos
elementos distintos, el orden se mantiene en todos los Directorios.
16
Es notorio el cuidado y el rigor a la hora de emplear los verbos que expresan el papel del
instructor. Le cabe fomentar la disposición, ayudar a discernir, declarar, visitar, pedir cuenta,
observar, usar (de las reglas de discernimiento), dirigir, alentar, exhortar, confirmar, advertir,
sostener, estar atento para guiar al ejercitante si no se trata de una elección.
17
“Guárdese el instructor de inclinar, según el afecto de su ánimo al que elige. (…) su oficio
consiste en disponer a la creatura a ser enseñada por su Creador” (D. 20, 84); “Solamente sea
diligente en confortar y dirigir a quien el Señor ha encomendado a su cuidado y protección” (D.
33-3-43, 175).
Joana Barbado

El que da los Ejercicios debe tener en cuenta la condición de la perso-


na18, no solo en lo referente a las fuerzas y a la inclinación, sino también
en lo que toca a las dotes y talentos que tiene, para rendir a Dios un obse-
quio mayor (D. 33-34-43, 183).
A lo largo de la Segunda semana, debe ir fomentando la disposición que
ya se ha empezado con la meditación del Reino de Cristo (D. 33-34-43,
208), y le cabe obviamente ayudar a discernir los efectos del buen espíritu
y del malo (D. 1, 19), declarando previamente qué es consolación y qué
desolación (D 22, 85; D. 33-34-43, 191).
En esta tarea de acompañar al ejercitante, debe visitarle hasta dos veces al
día cuando está en elecciones (D. 1, 69). En esta visita debe pedir cuenta de
lo que ha hecho, observar si está dispuesto para avanzar en la elección (D. 20,
78), recordarle las reglas de discernimiento y declarar lo que le parezca con-
veniente para guiarle en el proceso. Además, debe también alentarle y exhor-
tarle “a que siga el mismo camino acerca de la elección propuesta, para exa-
minar si perseveran las mismas mociones o suceden otras contrarias; y des-
pués, si comprueba que persisten las mismas y parecen proceder del buen
espíritu, ya tiene dónde aprobar la elección. Si ocurrieran las contrarias,
trate de discernir mediante las reglas” (D 20, 82).
92
De gran relevancia también en la entrevista es que el ejercitador avale la
elección: “Cuando se da cuenta al instructor del razonamiento hecho, y pare-
ce que ha procedido sólidamente y bien, apruebe” (D. 20, 84). Sin embargo, si
observa que el razonamiento procede o la voluntad es movida por algún prin-
cipio falso o por afecto o espíritu no bueno (…), avísele y diríjale (D. 20, 84)
ayudándole de modo a que el afecto vuelva a rectitud (D. 20, 86). Debe vigilar
porque de falsos principios nacen falsas conclusiones (D. 33-34-43, 176).
De este modo, el ejercitador debe ser cauto y hábil para prever y pre-
caver, porque aunque uno entre en la elección con buena disposición, en el
momento de elegir puede aparecer algún afecto torcido (D. 33-34-43, 177).
Puede darse el caso de que el ejercitante no responda, y en este caso se
dice que el que le da los Ejercicios debe “sostenerle pacientemente, y espe-
rar que poco a poco, como por pasos, supere los obstáculos que se le opo-
nen. Y en esto también hay que imitar la costumbre de la divina Bondad,
con la que colaboramos, que todo lo dispone suavemente, y espera con lon-
ganimidad los retardos del alma en llegarse a Él” (D. 33-34-43, 227). Tam-
bién puede suceder que el ejercitante se alucine y, en este caso, el ejercita-

18
Ignacio aprendió también que no todos podemos realizar los “ejercicios espirituales” de la
misma manera, y comprobó que unos tienen un ritmo, otros otro [Ej 4], unos asimilan antes, otros
después, debido a su naturaleza psicológica, a sus condiciones antropológicas o a su experien-
cia (D. 18, 102; D. 21, 2).Op. cit. GARCÍA DE CASTRO, J.,716.
El acompañamiento espiritual en la elección desde los Directorios ignacianos

dor debe animarle;“lo prudente es que el instructor no ponga mucha resis-


tencia (…), ni tampoco confirme la elección hecha; más bien muestre que
a él no le ha satisfecho gran cosa; pero que espera que, andando el tiem-
po, el Señor le mostrará más claramente su voluntad; y así le deje un tanto
dudoso e incierto de tal elección. Después instrúyale cómo debe disponer-
se para no cerrar la puerta a la luz divina” (D. 33-34-43, 234).
Así como hicimos referencia a los ejercicios de Segunda semana previos
al tratado de la elección, también ahora hay que hacer una pequeña referencia
a la Tercera semana. Dice el Directorio oficial que en la tercera semana se
confirma la elección de mejor vida y en ella se consolida, y reafirma la elec-
ción, y la voluntad de servir a Dios, poniendo ante los ojos tal y tan grande
ejemplo, como es la Pasión del Señor y Salvador nuestro (D. 33-34-43, 240).
El que da los Ejercicios también debe estar atento para guiar al ejerci-
tante, aun cuando no se trate de una elección sino de una reforma de vida.
En ese caso, debe darle ejercicios de Segunda o Tercera semana y proponer
lo que se dice después del segundo modo de elección acerca de “conside-
rar cuánta casa y familia debe tener” (nivel de vida), que es lo que San
Ignacio llama enmendar y reformar la propia vida y estado (D. 20, 92).
Por fin, trascribimos un párrafo que expresa de forma muy completa estepa-
93
pel del que da losEjercicios:

“cooperar a la moción divina y no precederla sino seguirla; y disponer para


esto el alma del que hace los ejercicios removiendo los impedimentos, a saber, los
errores, engaños, aficiones e inclinaciones desordenadas. No debe moverlo ni a una
parte ni a otra (…) sin ninguna persuasión humana, es mucho mejor dejar que Dios
solo trate con su criatura” (D. 33-34-43, 174).

3. Consideraciones finales

Después del recorrido hecho, podemos constatar agradecidos la profun-


da riqueza de los Directorios contenida en sus líneas orientativas.
Sin ninguna duda que es fundamental para ello el conocimiento del
hombre de hoy y sus circunstancias. En este sentido, la llamada universal
a ser como Jesús y a vivir como Él debe vivirla cada uno de acuerdo con
su vocación particular19. A esta llamada sigue el proceso de discernimien-
to donde la búsqueda de la vocación es una responsabilidad y a la vez, una
oportunidad. Discernimiento implica tomar la vida en las propias manos,
no dejando que elecciones vitales sean tomadas pasivamente por fuerzas

19
GARCÍA DOMÍNGUEZ, L. El libro del discípulo. El acompañamiento espiritual. Sal Terrae.
Bilbao (2011), 82-84.
Joana Barbado

externas y motivaciones internas no siempre reconocidas.20 Creemos ser


muy iluminador lo que Ignacio Boné afirma:

La imagen de lo nuevo de nuestro tiempo sería la de un ciclista cuya tarea es


elegir por dónde correr sin meta definida, con encrucijadas
Discernimiento implica constantes y múltiples consejeros, muchas pequeñas elecciones
y una cuestión obligatoria: seguir pedaleando para no caerse,
tomar la vida en las seguir siempre en movimiento… Esta situación de continuo
propias manos, no movimiento provoca incertidumbre, miedos y malestar. (…)
Otra alternativa es vivir siempre en la flotación sin vincularse
dejando que elecciones en serio con nada ni con nadie.21
vitales sean tomadas De este modo, por parte del que acompaña es indis-
pasivamente. pensable que haga su propio discernimiento personal
sobre el material que la persona le comunica y sobre
lo que él mismo como acompañante siente y discierne respecto al contenido
(las experiencias, mociones e inclinaciones que le comunica el candidato) y
respecto a todo el proceso (si lo está realizando bien o no).22
Para buscar y hallar a Dios, el ejercitador debe tener en cuenta que en el
proceso de acompañamiento saldrán miedos e inseguridades23. Ignacio Boné,
94 citando a Otto Dörr, hace referencia al relato de los discípulos de Emaús,
desde el que podemos aprender de Jesús: delante del miedo de los discípulos,
Jesús se acerca, se acopla a sus tiempos y ritmos y les da su confianza y segu-
ridad, desde donde pueden empezar su crecimiento y elegir nuevos caminos.
Este camino de crecimiento en la unión con Dios nos lleva a actuar en la vida
en actitud de discernimiento, ya se trate de pequeñas o grandes decisiones.24
A modo de conclusión, quisiera terminar con una expresión del P. Ipa-
rraguirre, cuando dice que el ejercitador ha de juntar una discreta lejanía
con una santa intimidad.25 Ojalá podamos acompañar estos procesos trans-
parentando la Bondad de un Dios que se acerca a cada uno y le invita a
seguir a Su Hijo en pobreza y humildad, según su vocación particular.

20
Ibíd., 82-84.
21
BONÉ, I. Acompañamiento, elección y unión: apuntes culturales y psicológicos. Manresa 83
(2011), 137-138.
22
GARCÍA DOMÍNGUEZ, L. Discernir la llamada. San Pablo-Universidad de Comillas. Madrid
(2008), 32.
23
Además, una de las dificultades a la hora de acompañar puede ser la necesidad de buscar siem-
pre una confirmación. Los autores se dividen en la necesidad de esta búsqueda. También la relación
entre los tiempos, su excelencia y autonomía es otro aspecto muy debatido. Op. cit. SAMPAIO, A.
24
Discernimos para conocernos mejor a nosotros mismos y lo que Dios quiere de nosotros;
pero también discernimos para actuar, pues tanto la vida natural como la espiritualidad cristia-
na nos piden continuamente tomar pequeñas y grandes decisiones. Op. cit. GARCÍA DOMÍNGUEZ,
L. El libro del discípulo, 174.
25
CEBOLLADA, P. “Ejercitador”, en GARCÍA DE CASTRO, J. (Ed.), Diccionario de espiritualidad
ignaciana. Mensajero – Sal Terrae, Bilbao – Santander (2207), 712.
Vol. 90 (2018) MANRESA pp. 95-102

Recensiones

GRUPO DE ESPIRITUALIDAD IGNACIANA (ed.), nen significación para nuestro presente”, y


Escritos esenciales de los primeros jesui- cuyo conjunto “ofrece un mosaico vivo y
tas. De Ignacio a Ribadeneira. Mensaje- sugerente de teología espiritual” (p. 14).
ro, Sal Terrae, Universidad P. Comillas, Sigue una introducción que pondera la
Colección Manresa nº 62, Bilbao, San- riqueza del carisma ignaciano, el modo de
tander, Madrid 2017, 887 pp. leer la antología y las características de la
edición. Los autores elegidos son los jesui-
La edición de este libro es obra del tas espirituales más relevantes de la segun-
Grupo de Espiritualidad Ignaciana, un da mitad del siglo XVI. Escribieron en
equipo de cinco jesuitas, coordinados por tiempos difíciles de alumbrados, recogidos
José García de Castro, que representan los y erasmistas. Y utilizaron toda clase de
centros ignacianos de Comillas-Madrid, géneros literarios: relatos autobiográficos, 95
Deusto, Granada, Padua y Manresa. “Los cartas, tratados, sermones, pláticas, ins-
primeros jesuitas” se han convertido en trucciones, etc. Sus experiencias propias,
expresión conceptual desde que J. W. los “textos del yo”, revelan unas relaciones
O’Malley publicó con ese título su famoso íntimas con Dios que se convierten en
libro (Bilbao-Santander 1995, col. Manre- camino pedagógico espiritual. Pese a sus
sa nº 14). Ahora se nos ofrecen sus “Escri- diferencias, todos se muestran fieles a las
tos esenciales”, en forma de antología de directrices del fundador. La antología no es
textos. Hacer una antología no es cosa un conglomerado de textos yuxtapuestos,
fácil, pues requiere un conocimiento sino un conjunto armónico de la experien-
exhaustivo de los textos y una asimilación cia ignaciana. La introducción sugiere dos
profunda de los mismos para realizar la maneras de leer la antología: la que sigue
selección acertada. Este tipo de trabajos, al el orden establecido, y la que escoge los
igual que el Diccionario de Espiritualidad temas con ayuda del índice de materias del
Ignaciana (2007), requiere una labor de final.
equipo, cuyo número supera, seguramente, El libro tiene 21 capítulos. El primero
a los seis dirigentes del grupo, como se reúne tres textos fundacionales básicos. El
reconoce en los “Agradecimientos” (p. último escoge algunos decretos de las tres
28). Afortunadamente, la presente antolo- primeras Congregaciones Generales. Entre
gía nos ha demostrado el magnífico traba- medias está el meollo de la antología: los
jo y la buena coordinación del numeroso textos de 19 jesuitas, que se dividen en tres
equipo que la ha hecho posible. grupos. 1º, los diez primeros compañeros
El libro comienza con un prólogo del fundadores. 2º, seis jesuitas importantes
hasta hace poco Provincial de España, Fran- para el primer desarrollo de la Compañía
cisco José Ruiz Pérez, en el que resalta la (Borja, Nadal, Polanco, Ribadeneira,
hondura y realidad de unos textos, que “tie- Gonçalves da Cámara y Canisio). 3º. Tres
Recensiones

maestros del espíritu en temas de oración que equivalen a un promedio de 45. Aunque
(Baltasar Álvarez, Cordeses y Mercurián). también hay diferencias. Nadal es el más
Los textos de cada autor no se presentan por favorecido, con 66 páginas y 104 textos. El
orden cronológico, sino agrupados en los tercer grupo lo forman tres jesuitas, que se
tres grados del dinamismo espiritual: expe- reparten 70 páginas y 94 números.
riencia, doctrina y praxis. En la introduc- Sería interminable referir los sentimien-
ción se reconoce “que no siempre ni en tos o sugerencias de tantos textos. Ha sido
todos los textos es clara esta distinción” (p. un acierto incluir las deliberaciones de 1539
24). En cada apartado se mezclan a menudo entre los documentos de la primera Compa-
los tres elementos. Y en algunas biografías ñía. En cambio, resulta extraño que se haya
no aparecen los tres grados, o se enuncian preferido la fórmula del Instituto de 1550
dos en un mismo apartado. (bula de Julio III) a la de 1540 (bula funda-
Cada uno de los capítulos va precedido cional de Paulo III).
por una introducción temática o biográfica Los textos dedicados a San Ignacio son
en letra cursiva, seguida de una cuidada 203. La “experiencia” aparece clara en los
bibliografía dedicada a las fuentes (cuyas textos de la Autobiografía y del Diario. La
siglas aparecen en las abreviaturas de las “doctrina” se sustenta en los Ejercicios y
páginas 29-36), a las biografías y a los estu- Constituciones. Y la “praxis” fundamental-
dios. Estas bibliografías parciales explican mente en las cartas. Siempre resulta grato
la omisión de una bibliografía general, que recordar los textos claves del Fundador. En
es sustituida ventajosamente con un abun- la selección de las Constituciones aparecen
dante índice de materias (pp. 853-887). Los los textos medulares de la espiritualidad
textos son habitualmente breves, pues los ignaciana, tomados del Examen General,
96 más largos se suelen dividir en varios núme- que se formulaban en las antiguas reglas
ros. Al final de cada número se ofrecen las del sumario de las Constituciones (reglas
palabras claves que serán recogidas en el 1, 11, 12, 17, 31, 34, 45, 46, 51, por ejem-
índice global de materias. Hay dos iniciati- plo). Preciosos los textos tomados del
vas que favorecen el atractivo del libro. En Memorial de Fabro, en los que junta histo-
la primera página de cada autor espiritual ria y oración, y de sus cartas, tan devotas y
aparece, junto a su firma, el retrato del mis- cordiales. Lo mismo puede decirse de las
mo, recreado por Ignasi Flores con trazos cartas de Javier, en las que confiesa sus
que definen el carácter de las personas. consolaciones, su celo apostólico y el
Es lógico que la extensión de las pági- recuerdo entrañable de sus compañeros.
nas y números sea desigual, a tono con la Javier era conversador (el diálogo con el
importancia de los personajes. De las 887 brahmán, p. 272) y realista (al exigir cuali-
páginas del libro, la mayor parte (770) se dades para la misión, “más es para mance-
dedican a los 19 escritores. Los diez prime- bos que no para viejos”, p. 278). Laínez
ros compañeros llenan 430 páginas, aunque nos dejó datos importantísimos de los
de manera desigual, pues los tres primeros compañeros de París y Venecia. En la doc-
(los santos Ignacio, Fabro y Javier) ocupan trina decía cosas sustanciosas en breves
la mitad de ese espacio, mientras los otros palabras. También Salmerón guardaba
siete se reparten la otra mitad (Laínez, Sal- buen recuerdo de Ignacio, que “nos engen-
merón, Bobadilla, Rodríguez, Jayo, Broët y dró a todos en Cristo” (p. 360), aunque
Codure). Los tres últimos escribieron poco años después no ocultaba sus quejas ante
y murieron pronto, lo que explica el escaso algunas desconsideraciones, ni tenía repa-
espacio que ocupan en la antología. El ro en criticar un libro de Laínez. Bobadilla
segundo grupo lo forman seis figuras señe- es todo “experiencia y praxis” en su auto-
ras, a las que se han dedicado 270 páginas, biografía pintoresca y sincera. No le ponen
Recensiones

el apartado de “doctrina”, pues lo suyo era humildemente perdón por sus defectos (p.
ser apóstol ambulante e incansable. Rodrí- 740).
guez hizo también memoria de sus prime- El tercer grupo de autores espirituales
ros compañeros. Su fama de hombre dísco- enfoca sus escritos con preferencia al tema
lo no casa con la ternura y devoción de sus de la oración. Sus textos revelan la impor-
cartas y avisos espirituales. Jayo dejó tancia que se daba no sólo a la oración en
constancia de su labor en Alemania, Broët sí, sino al modo de hacerla. Álvarez y Cor-
de su difícil misión en Irlanda, y Codure, el deses recomendaban un modo de oración
primero que murió (1541), redactó la deli- de quietud y misticismo que, según Mercu-
beración de los diez primeros compañeros. rián, se apartaba del modo de orar de los
Borja nos proporciona datos históricos Ejercicios. Baltasar Álvarez fue maestro
muy interesantes (carta de despedida a Car- de oración y director espiritual (se transcri-
los V). Su diario espiritual es devoto y jugo- be la carta a Santa Teresa consolándola en
so. Expone la doctrina con buen estilo cas- la adversidad, p. 783). Cordeses fue un
tellano en el evangelio meditado y en su tra- buen comentarista de los Ejercicios, y pro-
tado sobre la oración. En la praxis insiste en puso en su Itinerario de la perfección sie-
que los súbditos deben ser tratados con cari- te jornadas de progreso espiritual desde la
dad, blandura y comprensión para los más penitencia hasta la oración intelectiva.
débiles. Nadal es el eco de Ignacio y su Frente al posible iluminismo de estos
mejor devoto. Los datos de su vocación métodos, el General Mercurián propugna-
contienen datos históricos interesantes. ba la oración apostólica propia de la Com-
Nadie como él supo captar, en sus adnota- pañía y el modo ignaciano “el cual es har-
tiones y pláticas, la doctrina del fundador y to llano” (p. 822). Su carta sobre el modo 97
el modo de proceder de la Compañía. de gobernar con caridad y sensatez ha
Polanco no se limitó a ser el fiel secretario merecido figurar entre las cartas selectas
de Ignacio. Fue un gran pastoralista, que de los Padres Generales.
consolaba a su madre cuando quedó viuda y Los textos de esta antología no dejarán
aconsejaba a la Duquesa de Florencia sobre indiferentes a los lectores. Hay algunos de
los peligros y remedios de su cargo. Propo- sobra conocidos, que serán recordados con
nía también soluciones para la reforma de la agrado. La mayor parte resultarán novedo-
Iglesia. El relato del P. Cámara sobre cómo sos para los no especialistas. Pero todos son
logró arrancar a Ignacio las confidencias de oportunos en su diversidad. Los primeros
su Autobiografía no tiene desperdicio. jesuitas han trazado verdaderos retratos
Ribadeneira fue el primer biógrafo oficial espirituales de sí mismos. Sus aventuras en
de Ignacio, al que se dirigió con oraciones la búsqueda de Dios se expresan de muchas
que serán recitadas por generaciones de maneras, en oraciones, decisiones o refle-
jesuitas. Por otra parte criticaba los defec- xiones de hondo calado espiritual. Los datos
tos, aunque no formó parte de los memoria- históricos aparecen aquí y allá, sembrados a
listas descontentos. No hubiera estado de voleo. Y junto a ellos, toda una gama de
más incluir algunos párrafos sobre los soluciones doctrinales o prácticas, desde las
defectos de la Compañía, y –como contras- recetas ascéticas hasta los fervores místicos.
te– la “summa et scopus nostrarum Consti- La antología será un instrumento útil para
tutionum”, que se le atribuye en la primera los dedicados a la teología espiritual y para
edición de las mismas. San Pedro Canisio los estudiosos de espiritualidad ignaciana.
cierra el apartado con textos de su autobio- Será también una herramienta preciosa para
grafía, diario espiritual y testamento espiri- los que practiquen Ejercicios Espirituales.
tual. Cuando tenía 75 años escribió a Aqua-
viva una carta conmovedora pidiéndole Manuel Revuelta González, S.J.
Recensiones

LAMBERT WILLI (Ed.), Von Ignatius inspi- apretadas descripciones –(si prescindimos
riert. Erfahrungen und Zeugnisse [Inspi- de “entrantes y salientes de la obra”, quedan
rado por Ignacio. Experiencias y testimo- 120 pgs. para 44 testimonios en total…)–
nios]. Ignatianische Impulse [Impulsos del impacto que los encuestados confiesan
ignacianos] (nº 50) Echter Verlag, Würz- haber recibido en los Ejercicios ignacianos;
burg 2011; 19x11 cm., 125 pp. de ahí el título («inspirados por Ignacio»),
EISENBACH FRANZISKUS, Eucharistie und de ahí el subtítulo («experiencias y testimo-
Exertitienweg. Das Leben feiern und ges- nios»).
talten [La Eucaristía y el camino de los Dada la calidad de las personas interro-
Ejercicios. Celebrar y configurar la vida] gadas y la libertad de tema, no es de extra-
Ignatianische Impulse (nº 69) Echter Ver- ñar que los editores acusen, por un lado,
lag, Würzburg 2015; 19x11 cm., 89 pp. lagunas y por otro, repeticiones en las res-
puestas. Lo que no obsta, sin embargo, para
Presentamos conjuntamente los dos que hayan podido agrupar en cinco grandes
libritos. bloques y, por encima de ellos, apretándo-
A los dos les une un común denomina- los, en una misma y única tesis, el fondo
dor externo: la colección en la que vienen convergente de las «experiencias y testimo-
publicados; ambos participan, consiguien- nios». A cualquier buen conocedor de los
temente, de un mismo horizonte de fondo: Ejercicios, los solos títulos de los cinco blo-
«IMPULSOS IGNACIANOS» es el mote de la ques le ponen fácilmente sobre la pista de la
serie, cuyo carnet de identidad, según sus orientación de las «experiencias y testimo-
dirigentes, es que, (a) «se basan en la espi- nios» de los encuestados: tras las huellas del
98 ritualidad de Ignacio de Loyola», (b) deseo, alabar y amar en libertad, conversión
«abordan cuestiones actuales y existencia- a la vida, en el camino del seguimiento, en
les así como temas discutidos, abiertos al todo amar y servir…
mundo y concretos, pegados a la vida y De más significativa me atrevería a cali-
con proyección de futuro, de fácil lectura ficar la tesis de fondo en la que los editores
y personalmente sugerentes (que) interpe- parecen intentar condensar la quintaesencia
lan a personas en búsqueda y les ayudan a de los ejercicios y que ellos mismos afirman
interpretar y configurar espiritualmente su ser «el punto culminante y centro neurálgi-
vida diaria» y (c) están dirigidos por co de la espiritualidad ignaciana»: «el peso
Jesuitas que eligen y agrupan sus temas en del alma es el amor…»
torno a los cuatro ejes que, tal como los Amor reverente (“Su Divina Majestad”
definió la Congregación General 34 que no le impide a Ignacio vivir la “familia-
(1995), constituyen el Proyecto apostólico ridad con Dios”). Amor comunicativo (“el
de la Compañía de Jesús para el siglo amor consiste en comunicación de las dos
XXI: «FE CRISTIANA - JUSTICIA SOCIAL - partes…”). Amor consagrado (de Dios al
DIÁLOGO INTERRELIGIOSO - CULTURA hombre y del hombre a Dios: “dadme vues-
MODERNA». tro amor…, esto me basta). Amor teocéntri-
La primera obra, «INSPIRADOS POR co (“a Dios en todas las cosas y…”). Dis-
IGNACIO. EXPERIENCIAS Y TESTIMONIOS» cernido (“discreta charitas). Amor libre.
trae un aire de pequeño jubileo: hace el Amor activo, en ejercicio. Amor crucifica-
número 50 de la serie y, a modo de celebra- do. Amor servicial (“en todo amar y ser-
ción, se complace en una mirada al trecho vir…). Amor real y realista (“más en obras
recorrido hasta aquí. Es una mini-semi- que en palabras”. Amor en dinámica cre-
encuesta, con muestra premeditadamente ciente (“magis…”).
heterogénea y abierta, sin cuestionario pre- ¡Espléndida síntesis de la dinámica de
vio e incluso sin tema definido. Se trata de una espiritualidad!, “en peregrinaje, en
Recensiones

camino”… Que es, como diría Rahner, «la II. Rito penitencial y alabanza / Proceso
mística de a diario». de purificación en los EE: Primera semana.
El segundo libro es temático: «EUCA- III. Liturgia de la palabra / Llamada y
RISTÍA Y MÉTODO DE LOS EJERCICIOS. CELE- respuesta al seguimiento de Cristo: Segunda
BRAR Y ORDENAR LA VIDA». Parte el autor de semana.
un presupuesto doctrinal: la Liturgia, y en IV. Preparación del ofertorio/ «Elec-
especial la celebración de la Eucaristía es ción» en los EE.
«la cumbre a la que tiende la acción de la V. Canon eucarístico/Unificación con el
Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de Cristo sufriente: unificación con Cristo cru-
donde mana toda su fuerza» (Vat. II/Sacr. cificado: Tercera Semana.
Concil. nº 10). Porque, en efecto, comenta VI. Comunión/Encuentro con el resuci-
el autor, «la celebración eucarística es la tado: Cuarta Semana.
actualización dinámica y dramática de la Fin: «Ite Missa est»: la Misa ha termi-
obra salvadora de Jesucristo mediante la nado, comienza la misión»/«Los EE han
Iglesia y en su centro» (Pg.10). Esta concluido: la vida comienza desde la fuerza
«actualización sacramental» remite a un de estos EE: «Dios en todas las cosas, todas
proceso espiritual personal de asimilación las cosas…» (Contemplación para alcanzar
de- y de asimilación a- Cristo, fuente y amor).
cumbre de la vida espiritual cristiana; y el Todo concluye con un objetivo: vivir
proceso personal exige una vía metódica. espiritualmente-vivir eucarísticamente.
En este horizonte, los Ejercicios de S. La celebración diaria de la Misa y la
Ignacio son un camino de espiritualidad repetición anual de los Ejercicios exponen a
personal cualificado. Sobre este presu- la Eucaristía y a los EE a la temida rutiniza- 99
puesto, el autor fija a su obra un objetivo ción del carisma. Tal vez la vivencia actua-
dual: intentar «ver la celebración eucarís- lizada de los EE y una metódica aplicación
tica a la luz de los Ejercicios Espirituales de los modos ignacianos de oración (repeti-
para mejor entenderla», por un lado, y por ción, resumen, aplicación de sentidos…) en
otro, inversamente, «iluminar e interpretar la celebración de la Misa puedan rebajar el
el camino de los Ejercicios Espirituales peligro de trivialización del misterio en la
desde la experiencia de la celebración de celebración de la Eucaristía y mantener viva
la Eucaristía». Esta es, sin duda. una pri- la experiencia de los EE en «la mística de a
mera originalidad: el juego conjunto y diario».
complementario de rito celebrado en la
Misa y de proceso espiritualmente vivido Melecio Agúndez S.J.
en el camino de los EE. Dicho más sintéti-
camente: vivir la Eucaristía a la luz de los
EE y vivir los EE a la luz de la Eucaristía. CARTS ESENCIALES. IGNACIO DE LOYOLA.
Abierto queda un ancho campo de aplica- INTRODUCCIÓN Y EDICIÓN DE MANUEL
ción a la espiritualidad personal. RUIZ JURADO S.J. Mensajero, Bilbao
La segunda originalidad es una conse- 2017, 237 pp.
cuencia: presentar en paralelo rito y méto-
do: lo que configura el grueso de la obra. Este libro contiene una selección de las
Basten unas pinceladas de esta presentación cartas más célebres de san Ignacio de Loyo-
paralela. la. Un conjunto de misivas escritas en su
Seis grandes bloques de la celebración – mayoría en original en castellano antiguo y
Seis grandes bloques de los Ejercicios: que muestran la diplomacia de Ignacio, pero
I. Preparación: apertura de la celebra- sobre todo su deseo más profundo de orien-
ción Eucarística / Principio y Fundamento. tar a sus respectivos destinatarios hacia
Recensiones

Dios. Cada texto muestra cómo es Ignacio acaba en él, sino que propone a los otros
en sus múltiples facetas. Es capaz de escri- releer su propia historia y la búsqueda cons-
bir a sus compañeros y amigos, a su familia, tante de Dios.
a la Compañía universal, a los reyes de su
época o al ejército destinado en el norte de Álvaro Lobo S.J.
África y siempre manteniendo un tono tan
firme como respetuoso y conciliador.
Manuel Ruiz Jurado S.J. introduce con THIBODEAUX, MARK, E. SI “Recrear el exa-
sencillez y claridad a través de su gran men ignaciano”. Nuevas formas de orar
experiencia cada uno de los textos, de desde la vida diaria. Mensajero. Bilbao,
manera que el lector comienza la lectura 2017. 133 pp.
con una buena precomprensión. Un libro
que presenta las cartas fundamentales de El examen ignaciano es una buena
Ignacio de un modo muy accesible a todo el herramienta para poder llegar a ser “con-
que quiera acercarse a la espiritualidad templativos en la acción”, es decir para
ignaciana. La selección comprende un aba- buscar y encontrar a Dios en todas las cosas,
nico suficiente para tener una visión del y acercarnos un poco más al ideal de “en
parecer de Ignacio de temas tan variados todo amar y servir”. No es un examen de
como los votos, la política, la espiritualidad, conciencia, ni se trata de ver únicamente
el ayuno o la salud entre otros muchos mis pecados, sino de revisarnos cada día
Esta edición de Ruiz Jurado S.J. puede con el Señor, para descubrir dónde y cómo
resultar interesante por varios motivos. Por se ha hecho presente, y cómo me invita a
100 un lado el valor histórico. Ignacio es uno de seguirle más y mejor en lo concreto de mi
los personajes más célebres de su tiempo. vida.Este ejercicio diario de autoevaluación
No es solo interesante por el lenguaje y y reflexión es uno de los principios funda-
vocabulario típicos, sino que a lo largo de mentales de la espiritualidad ignaciana
sus páginas queda reflejada la cosmovisión Mark Thibodeaux nos invita, en este
del mundo en el pleno siglo XVI. Se mues- libro, a explorar nuevas versiones del Exa-
tran algunos de los miedos, acontecimien- men, totalmente flexibles y modificables.
tos, intuiciones y acentos de una etapa de la En este cuarto de hora de oración diaria nos
historia de Europa apasionante. Una época ofrece la posibilidad de adaptarla a las nece-
que bebe en parte de la Edad Media pero sidades y situacionales personales para ir
que se ancla en una nueva arena política en mejorando nuestra respuesta al Señor en
medio de una tormenta religiosa. Por otro nuestra vida cotidiana.
lado, el lector podrá acercarse y estudiar la ¿Cambiaría hoy San Ignacio algo en la
espiritualidad ignaciana desde otra perspec- forma de hacer el Examen, teniendo en
tiva tan válida como sugerente como son las cuenta lo que ha cambiado la sociedad en
cartas. En ellas Ignacio aporta su visión la que vivimos y desde la mentalidad de la
práctica de los problemas de las personas y persona del siglo XXI? Tal vez esta es la
del mundo y sus prioridades. Por último, pregunta que se ha hecho el autor. Desde
este libro invita a la oración. Cada carta su misión de maestro de novicios, como
sugiere implícitamente poner en el centro profundo conocedor de la espiritualidad
de la vida a Dios y a partir de ahí situar el ignaciana, sobre todo en temas de oración
resto de aspectos. Anima a la lectura pausa- y discernimiento, y tratando de transmitir
da que transmite la experiencia de Dios en este precioso legado de su Fundador a
Ignacio. Es complicado para el lector no jóvenes de hoy, ha tratado de recrearlo sin
sentirse interpelado por ninguna de las pala- perder la esencia y la estructura del Exa-
bras de Ignacio. Una experiencia que no se men ignaciano.
Recensiones

Después de leer atentamente el libro se poder descubrir, a través del Examen, cuán-
descubre con claridad que su finalidad es la do y en qué momentos me he sentido más o
de acercar el Examen a diversas circunstan- menos libre.
cias que podemos experimentar en la coti- Al leer el libro, y sobre todo después de
dianidad de la vida. En esta variedad de poner en práctica algunos de los Exámenes
modos de hacer el Examen, que él presenta, que aquí se presentan, se constata como rea-
se muestra como un profundo conocedor de lidad lo que el autor dice en la Introducción:
la psicología humana y al mismo tiempo “el examen es la oración más sorprendente
ayuda, con estas diversas formas, a ir cono- de la que hayas oído hablar. Y también la
ciendo aspectos concretos de nuestro ser afirmación que el mismo Ignacio de Loyola
“en situación”: conocimiento personal, hacía, que el cuarto de hora del Examen dia-
mundo de relaciones con Dios y con los rio es el ejercicio de oración más importan-
demás, hábitos, miedos, apegos, deseos, te del día”.
actividades, heridas, estados de ánimo,
variaciones que se van dando en la vida de Mª del Carmen Simón FI
cada día, y un largo etc. Hasta 34 aspectos
en los que puedo fijarme para centrar un
Examen sobre mi vida de cada día. JOSÉ MARÍA GUIBERT S.J.., El liderazgo
Las preguntas que plantea en cada uno Ignaciano – Una senda de transforma-
de los Exámenes ayudan a tomar conciencia ción y sostenibilidad, Editorial Sal
de cómo estamos, a dar gracias o a suplicar Terrae, Santander 2017, 207 pp.
ayuda al Señor para cambiar de actitud.
En cada una de las modalidades que El momento actual bien puede descri- 101
presenta nos va ayudando a descubrir el birse como uno en el que la crisis de lide-
valor del discernimiento, que el Examen razgo es un punto más de turbación entre los
ignaciano proporciona, cuando se hace con muchos problemas con que nos planteamos.
sinceridad y constancia. Este libro propone un modelo de liderazgo
Al final del libro presenta un Breve desde las intuiciones ignacianas, en una
Glosario que ayuda a comprender mejor perspectiva que se basa y parte desde lo
algunos términos que emplea en los distin- espiritual, pero en un abordaje que permite
tos modos de Examen: al no creyente –e incluso al escéptico– acer-
Deseos: término importante para San carse y entender qué puente se puede tender
Ignacio porque los grandes deseos del cora- entre la visión empresarial y las buenas
zón movilizan a la persona hacia el bien y el prácticas de la sabiduría ignaciana.
amor y el Examen es un buen momento ¿Será posible que una institución con
para ser conscientes de ellos. quinientos años –como la Compañía de
Gracias: en el sentido de don o virtud Jesús– tenga algo a aportar en este tema?
espiritual, que el Examen ayuda a pedirlo o Es precisamente por ser una institución
a recibirlo. con quinientos años, que acumula sabidu-
Imaginación orante: usar la imagina- ría y buenas prácticas, que puede aportar
ción como medio valioso para que Dios lle- en temas como el liderazgo y las relaciones
gue a mí a través de ella y también usarla humanas. Basada en una espiritualidad que
para visualizar el próximo día en aspectos busca el vivir desde la interioridad, sus
concretos que quiero vivir. Esta imagina- buenas prácticas institucionales pretenden
ción orante me aporta sabiduría y pasión que la organización, más que un grupo de
para ponerlos por obra. gente que busca un mismo objetivo, sea un
Libertad espiritual y falta de libertad: cuerpo.
Señala unas cuantas notas de cada una para Un conjunto de buenas prácticas puede
Recensiones

entenderse como algo poco encarnado, es tuciones mismas, a su intencionalidad, y los


decir, sin carne, sin relación, sin conexión modelos de liderazgo que mejor las sirven;
incluso con la realidad, sea con aquella en por fin, la cuarta y última parte, bien que se
que habita, sea aquella a la cual tiene pre- puede leer a modo de resumen, pues reúne
tensión de dirigirse. En los actuales plante- mucho de lo que es presentadoalo largo de
amientos en torno a las organizaciones hay la obra, como una síntesis dónde podemos
un excesivo peso de la técnica, que nos hace ser desafiados a reflexionar. Para aquél que
perder de vista a las personas. El liderazgo ya esté bastante familiarizado con el tema,
ignaciano es un ejercicio de «recuperación el capítulo 9 del libro –Liderazgo ignacia-
de las intuiciones de la vida y la práctica de no: una guía marco– es indudablemente un
Ignacio de Loyola y su aplicación a la pro- texto que tener cerca en su día a día.
blemática actual del liderazgo, al reto de Los textos que componen el libro, origi-
acompañar personas hacia el logro de una nalmente se presentaron como textos para
misión determinada».El abordaje de este revistas de temas empresariales, revistas de
libro pretende que la institución llegue a ser espiritualidad ignaciana o conferencias. Tal
algo más que jerarquía y distribución de vez sea este su punto más débil: bien orga-
tareas, pretende que esta llegue a ser una nizado, con buenos puentes, pero sin lograr
unidad orgánica. Para eso, en el seguimien- ultrapasar el shock entre distintos estilos de
to del encanto por el texto de los Ejercicios, escrita, o la repetición de temas. Sin embar-
entiende el autor que es la hora de presentar go, al lector a quien ayuda que se le presen-
al público el texto de las Constituciones de te el tema desde puntos de partida distintos,
la Compañía de Jesús, que Ignacio escribió este trazo puede resultar enriquecedor. Es
102 para que esta orden religiosa mejor cumpla posible que a quienes les gusta un abordaje
su fin, un texto con lo cual todos necesita- cristiano en una perspectiva más de «o Dios
mos recuperar intimidad. o nada» no se encuentre a gusto entre las
El libro está dividido en cuatro partes: páginas, pero el autor no esconde que no es
la primera presenta la intención del autor de a ese público que se dirige, aunque tampo-
unir el entusiasmo y debate actuales en tor- co lo excluye. El objetivo principal no es
no al liderazgo y la espiritualidad; el segun- demostrar la mayor valía de la creencia,
do está dedicado a la persona líder, desde la pero sí la evidencia de una sabiduría divina
vida de Ignacio de Loyola y la visión de que en todo está y que alcanza más lejos que
liderazgo de la Compañía, en contacto con nuestras pretensiones.
otras aportaciones actuales; en la tercera
parte, el autor dedica su atención a las insti- Nelson Faria S.J.
Colección MANRESA

19. SAN FRANCISCO JAVIER. Itinerario místico del apóstol, por


Xavier León-Dufour, 283 págs., 12,00 €
20. DECIR AL INDECIBLE. Estudios sobre el texto de los Ejerci-
cios, por Peter-Hans Kolvenbach, General de la Compañía de Jesús, 205
págs., 8,40 €
21. EN EL CORAZON DE LA REFORMA. Recuerdos espirituales
del Beato Pedro Fabro, Introducción, traducción y notas por Antonio
Albuquerque, 351 págs., 18,00 €
22. TEOLOGÍA DEL CAMINO. Una aproximación antropológico-
teológica a Ignacio de Loyola, por Francisco José Ruiz Pérez, 275 págs.,
12.60 €
23. LOS DIRECTORIOS DE LOS EJERCICIOS (1540-1599), por
Miguel Lop Sebastiá, 704 págs., 30 €
24. LA MISTAGOGÍA DE LOS EJERCICIOS, por Javier Melloni,
300 págs., 15,00 €
25. EL VOTO DE CASTIDAD EN LA COMPAÑIA DE JESÚS, por
Thomas Hollweck, 163 págs., 9,00 €
26. EL DIOS EMERGENTE. Sobre la consolación sin causa, por
José García de Castro, 359 págs., 18,60 €
27. SERVIR EN MISIÓN UNIVERSAL, por Ignasi Salvat, 300
págs., 17,00 €
28. LA POLÍTICA DE SAN IGNACIO. El análisis social, por
Dominique Bertrand, 699 págs., 37,00 € 103
29. LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO. UNA
DEFENSA, por Francisco Suárez, S.J., Introducción, notas y comenta-
rios de Josep Giménez Melià, 184 págs., 15,60 €
30. PSICODINÁMICA DE LOS EJERCICIOS IGNACIANOS, por
Carlos Domínguez Morano, 304 págs., 20 €
31. AUTOBIOGRAFÍA Y OTROS ESCRITOS, por San Pedro Cani-
sio. Versión y comentarios de Benigno Hernández, S.I., 208 págs., 25 €
32. LOS TIEMPOS DE ELECCIÓN EN LOS DIRECTORIOS DE
EJERCICIOS, por Alfredo Sampaio, 336 págs., 23,50 €
33. DIEGO LAÍNEZ, S.J., PRIMER BIÓGRAFO DE S. IGNACIO,
por Antonio Albuquerque, 247 págs., 20 €
34. GLORIA DE DIOS EN IGNACIO DE LOYOLA, por Nuria
Martínez-Gayol Fernández, ACI, 524 págs., 49 €
35. SIMÓN RODRIGUES. ORIGEN Y PROGRESO DE LA COM-
PAÑÍA DE JESÚS. Estudio introductorio, traducción a partir de los ori-
ginales portugués y latino, y notas, por Eduardo Javier Alonso Romo,
156 págs., 17 €
36. ACOGER EL TIEMPO QUE VIENE. Estudios sobre San Ignacio
de Loyola, por Maurice Giuliani, 251 págs., 21 €
37 y 38. DICCIONARIO DE ESPIRITUALIDAD IGNACIANA
(Grupo de Espiritualidad Ignaciana, ed.). Dos tomos. 1.816 págs., 99 €
39. JERÓNIMO NADAL. Vida e influjo, por Juan Nadal Cañellas SJ.,
250 págs., 20 €
40. IGNACIO DE LOYOLA Y LA ESPIRITUALIDAD ORIENTAL.
Guía para la lectura de los Ejercicios Espirituales, por Tomáš Špidlík S.J.,
167 págs., 14 €
41. HANS URS VON BALTHASAR. Textos de Ejercicios Espiritua-
les (Selección e introducción por Jacques Servais, S.J.), 290 págs., 25 €
42. PEDRO DE RIBADENEIRA. Autobiografía documentada (Edi-
ción y selección de textos por Miguel Lop, S.J.), 283 págs., 24 €
43. GASTON FESSARD. La dialéctica de los Ejercicios espirituales de
San Ignacio de Loyola, 469 págs., 35 €
44. LUIS MARÍA GARCÍA DOMÍNGUEZ. La entrevista en los Ejer-
cicios Espirituales, 318 págs., 18 €
45. JERÓNIMO NADAL. Las pláticas del P. Jerónimo Nadal, 408
págs., 24 €
46. ANDRÉ DE JAER. Formar un cuerpo para la misión. 217 págs., 16 €
47. URBANO VALERO AGÚNDEZ. El proyecto de renovación de la
Compañía de Jesús (1965-2007. 362 págs., 20 €
48. JOSÉ Gª DE CASTRO. Polanco. El humanismo de los jesuitas
(1517-1576). 420 págs., 30 €
49. IGNACIO IGLESIAS (selección e introducción de José A. García).
“Sentir y cumplir”. Estudios ignacianos. 434 págs., 23,50 €
50. DIEGO LAÍNEZ (1512-1565). Jesuita y teólogo del Concilio. 178
págs., 15 €
51. EL ESPÍRITU EN LA FORMA. Las Constituciones a la luz de la
retórica, por J. Carlos Coupeau Dorronsoro. 417 págs., 17 €
52. SUPRESIÓN Y RESTAURACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE
JESÚS. Documentos, por Urbano Valero Agúndez. 325 págs., 17 €
104 53. LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO, por Álvaro Barrei-
ro Luaña. 248 págs., 16,50 €
54. ALFONSO SALMERÓN (1515-1585). Una biografía epistolar, por
Miguel Lop Sebastiá. 398 págs., 24 €
55. PEDRO ARRUPE, CARISMA DE IGNACIO, por Darío Mollá
Llácer. 320 págs., 21 €
56. A LA LUZ DEL CARISMA IGNACIANO, por Manuel Ruiz Jura-
do. 326 págs., 24,50 €
57. “MÁS ÉL, EXAMINÁNDOLO BIEN...” (Au 27). EL EXAMEN
DE CONCIENCIA EN LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA, por Adel-
son Araujo Santos. 439 págs., 26 €
58. LA PNEUMATOLOGÍA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES,
por José María Lera Monreal. 400 págs., 26 €
59. LOS DIRECTORIOS DE J. A. DE POLANCO, por José García de
Castro Valdés (ed.). 424 págs., 21,90 €
60. NICOLÁS DE BOBADILLA, por Juan Cristóbal Pasini. 240 págs., 18 €
61. MERCURIANO. LA CULTURA JESUÍTICA (1573-1580), por Thomas
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Vol. 90 - Nº 354

Enero - Marzo 2018


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