Pedagogia y Valores
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1. Valores y Educación.
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En igual sentido se pronuncia S. Jerez (1996: 101): “ Más que enseñar valores lo
importante es vivirlos, configurar un mundo humano, en el cual los valores sean una guía
a lo largo del camino”.
Es un hecho cierto que: “en los centros escolares se está produciendo una evolución: los
objetivos, actividades, contenidos, procedimientos metodológicos y sistemas evaluativos
incrementan su intencionalidad hacia los valores, disminuyendo su dirección hacia la
dimensión cognoscitiva.” (E. Sánchez Correa, L. Díaz del Valle, 1996)
Otros autores subrayan la importancia tanto de los factores externos, curriculares, como
internos en la educación de valores: “ La educación moral, incluyendo la educación de
valores democráticos, debería ser un proceso explícito y planificado, que esté basado en
principios de la psicología del desarrollo del niño y adolescente y de la psicología del
desarrollo moral”. E. Villegas de Reimers ( 1996: 270)
F. Savater, (1997) retoma los criterios del experto Juan Delval , quien afirma que el tema
de la educación moral o educación de valores morales es un aspecto inseparable,
esencial de la educación, constituye su fin último, su objetivo más alto y considera que el
cambio más importante que abren las nuevas demandas de la educación es la necesidad
de la incorporación, en forma sistemática, de la tarea de la formación de la personalidad.
Sostiene que las instituciones educacionales deben formar en lo adelante no sólo el
núcleo básico del desarrollo cognitivo, sino también el núcleo básico de la personalidad .
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Estos tres aspectos constituyen los pilares básicos de la tarea educativa, según afirman
LL. Carreras y otros, ( 1999 ). Estos autores conciben la educación como un proceso de
realización de valores, y subrayan la trascendencia de la llamada ” pedagogía de los
valores” o educación ética.
Este interés en la formación axiológica de los estudiantes también se expresa con fuerza
en la educación superior. En la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior,
celebrada en París, en 1998, se señala la necesidad de que en este nivel de enseñanza
se preste particular atención a :...” los principios fundamentales de la ética humana,
aplicados a cada profesión y a todos los ámbitos del quehacer humano”.
Por todo lo anteriormente señalado, es posible concluir que la educación, en todos los
niveles de enseñanza, tiene entre sus funciones fundamentales el desarrollo moral,
axiológico de los educandos, lo cual permite satisfacer necesidades tanto sociales y
profesionales, como personales de los estudiantes, a la vez que constituye uno de los
principales índices de calidad de la educación.
Resulta evidente que el enfoque pedagógico de los valores está estrechamente vinculado
a la comprensión filosófica, sociológica y psicológica de estos. Es por ello que existen
diferentes modelos de educación de los valores, a partir de distintas bases teóricas.
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como: adecuación a las normas sociales, desarrollo del pensamiento, relativismo moral,
desarrollo de la autonomía, la absolutización del aspecto subjetivo de los valores en
detrimento de la comprensión de su determinación social, la ignorancia o consideración,
dialéctica de las relaciones entre los polos objetivo y subjetivo del valor. A partir de estas
diferentes concepciones se sostienen diversas interpretaciones y vías para su formación
y desarrollo.
2.1 Socialización:
En este sentido se plantea que “...la única tarea que corresponde a cada uno de los
sujetos en formación es averiguar la naturaleza y la necesidad de las normas sociales, es
decir, llegar a conocer su razón de ser. Es a partir de este momento ...cuando el
conformismo adaptativo deja de ser presión o imposición y se convierte en reconocimiento
y aceptación de la necesidad de las normas sociales. La heteronomía comprendida se
habrá transformado en cierto modo en autonomía”, afirma J. Puig Rovira.
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Los valores son realidades personales y subjetivas, por lo tanto, la educación moral se
identifica con la clarificación de valores, no se trata de enseñar determinado sistema de
valores, de orientar este proceso, sino de facilitar los procesos personales de valoración.
Cada persona debe discernir los valores que quiere hacer suyos, mediante procesos
individuales de reflexión y autoanálisis que lo sensibilicen sobre sus propios valores y
debe hacerlo, en la medida de lo posible, superando condicionamientos y presiones
sociales impuestas.
“Educar en valores significa liberar las fuerzas existentes en la persona, despertar o avivar
su capacidad de hacer opciones libremente, tomando en peso la responsabilidad
inherente a cada elección....En definitiva, ayudarle a descubrir los valores que viven, a
analizarlos, criticarlos, contrastarlos, hasta que lleguen a ser verdaderamente suyos”.
M.A. Marín, (citado en Padilla, 1996)
Por su parte, A. Padilla Garrido (1996), subraya el vínculo entre la educación de valores y
el desarrollo de la autonomía y la autoconciencia, cuando afirma que la educación en
valores contribuye al conocimiento de las capacidades y limitaciones de cada individuo,
permitiéndole tener una clara conciencia personal ...” su finalidad es que el educando,
entrando dentro de sí, encuentre su unicidad, desarrolle sus potencialidades y asimile sus
experiencias” (op. cit. : 294).
En estas definiciones se enfatizan los aspectos más internos, subjetivos del valor que la
educación debe ayudar a despertar, a potenciar, desarrollando la autoconciencia que
permita la autonomía y el ejercicio de la responsabilidad individual.
Raths (citado por Ojalvo, 1997) distingue siete procesos fundamentales que conducen a
la integración de un valor en la vida del individuo:
“Elegir libremente.
Elegir entre varias opciones.
Elegir después de una cuidadosa consideración de las consecuencias de cada opción.
Apreciar y disfrutar la elección hecha.
Afirmarla públicamente.
Actuar de acuerdo con el valor elegido.
Aplicar repetidamente en la vida la opción hecha.”
En esta tendencia, ante situaciones de conflictos de valores, sólo es posible algún tipo de
decisión subjetiva del individuo implicado en él. Se niega la posibilidad de hallar
soluciones generalizables a los problemas morales, cada cual debe esclarecer su
jerarquía de valores y tomar decisiones más o menos ilustradas, teniendo en cuenta que
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en la sociedad coexisten muchos valores distintos y que es difícil definir una opción de
valor preferible a las demás.
Resulta positivo el énfasis que hace este enfoque en el papel activo del sujeto en el
proceso de valoración y la toma de conciencia de los valores propios y su jerarquía. Sus
partidarios pretenden lograr la transparencia y coherencia en el sistema de valores
personal, a partir de lo cual se lograría la felicidad personal. No obstante, el individuo se
aísla de los contextos históricos, culturales y sociales que de forma decisiva influyen en el
desarrollo de sus valores.
Aunque cada uno de estos autores desarrolla modelos propios, en sus posiciones pueden
distinguirse coincidencias: la comprensión de la educación moral como un proceso de
desarrollo del pensamiento, que se basa en la estimulación de estructuras cognitivas que
garantizan la formación de juicios morales, para facilitar la evolución de la persona a
través de distintas etapas del pensamiento lógico, así como la comprensión del desarrollo
moral a través de diferentes estadios cada vez mas complejos.
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“Es esta experiencia de consideración de muchos puntos de vista ajenos, lo que facilita en
el niño la posibilidad de superar el egocentrismo inicial, la capacidad de ubicarse en el
lugar del otro, permitiéndole construir en su intercambio con los demás una relación de
“reciprocidad” mediante la cual importaría tratar a los demás como quisiera que lo
trataran a él mismo. R. Flórez Ochoa, (1996:97).
Otra crítica a este enfoque es que, al considerar la moral sustentada solo en el principio
de la reciprocidad, de la igualdad y de la justicia, no tiene en cuenta otros valores
esenciales para el ser humano.
A pesar de sus aportes, este enfoque ha suscitado polémicas y serias objeciones. Tal
como vimos antes, se hace un énfasis excesivo en el aspecto cognoscitivo, en detrimento
del afectivo y conductual. Otra crítica se refiere a la omisión de los efectos positivos que
sobre los educandos puede producir la enseñanza explícita de lo moral. Se objeta
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también la escasa atención que se presta en este enfoque a las diferencias individuales
en el ritmo de desarrollo moral y el limitado reconocimiento de los factores sociales y
culturales en la educación axiológica. Por último, se señala la imposibilidad de entender
la complejidad de las situaciones de la vida real desde este enfoque, ya que no tiene en
cuenta el contexto social donde se mueve el ser humano, sino que se basa
fundamentalmente en “situaciones de laboratorio”.
A partir del rechazo a las posiciones cognitivo-evolutivas del desarrollo moral por algunos
estudiosos del tema, hoy en día se revitalizan distintas propuestas de educación moral
entendidas como adquisición de virtudes, como formación del carácter o como
construcción de hábitos que se expresan principalmente en el aspecto conductual de la
moral, sobre la base de la psicología conductista. Estas propuestas tienen mucho en
común, lo que les da una cierta uniformidad y una larga tradición, tan antigua como la
filosofía aristotélica.
Son representantes de esta tendencia autores como R.S. Peters, I.P. Nucii, W. Brezinka y
R. Medina. La característica que mejor define este paradigma es la consideración de que
no basta conocer intelectualmente la virtud, es necesario que se mantenga una línea de
conducta virtuosa que se constituya en hábito. Pero, ¿cuál es el criterio de virtud?. Este
es uno de los aspectos más discutibles de esta tendencia .
Esta tendencia da gran importancia a la escuela y los maestros, ya que, según afirman
estos autores, la cultura y las tradiciones son transmitidos por ellos. El proceso de
educación moral está conformado por dos momentos:
El educador debe estar fuertemente comprometido en esta labor, debe ser modelo
personal para sus alumnos, explicar concienzudamente que es una conducta moral,
exhortar y persuadir acerca de las conductas morales que deben practicar, ser exigente,
controlar y evaluar. Otro aspecto imprescindible en el desempeño del educador es el
diseño de “entornos institucionales densos en prácticas virtuosas”, que contagien a todos
los que los frecuenten.
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social e interpersonal donde se manifiestan los valores, los aspectos tanto positivos como
negativos de la práctica educativa y sus consecuencias para el individuo.
Se evidencia en ella la influencia del constructivismo, tal como aparece en los trabajos de
algunos de sus representantes: J. Rubio Carracedo, S. Nino y A. Cortina. Se afirma que la
educación moral supone una tarea constructiva y reconstructiva personal y colectiva de
formas morales valiosas: “La moral ni está dada de antemano ni tampoco se descubre o
elige casualmente, sino que exige un trabajo de elaboración personal, social y cultural”. J.
Rubio Carracedo, (Citado en Puig Rovira, J. Ma.)
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El individuo enfrenta a lo largo de su vida diferentes problemas morales, pero para que los
mismos contribuyan a la construcción de la personalidad moral es necesario que se
enfrenten mediante determinados instrumentos que permitan trabajarlos, ellos son: el
juicio moral, la comprensión y la autorregulación.
La autorregulación se refiere al esfuerzo que lleva a cabo cada sujeto para dirigir por sí
mismo su propia conducta, posibilitando una alta coherencia entre el juicio y la acción
moral, así como el autoperfeccionamiento.
Aunque esta tendencia brinda una valiosa integración de los aportes realizados en el
campo de la educación de valores desde diferentes ópticas, su fundamentación teórica
constructivista le imprime un sello característico, en el sentido de la sobrevaloración del
aspecto subjetivo del valor, la aceptación de cierta forma de relativismo moral, al ignorar
la relación dialéctica entre ambos polos del valor , el subjetivo y el objetivo.
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región, constituyendo una “moda” , que pudiera brindar a los docentes la sensación de
modernidad, pero que en algunas de sus variantes puede servir a las posiciones más
reaccionarias del neoliberalismo.
Para A. Cortina (1995), la educación del hombre y del ciudadano ha de tener en cuenta la
dimensión comunitaria de las personas, su proyecto personal y su capacidad de
universalización , que debe ser dialógicamente ejercida, tomando a la otra persona como
fin y no como medio. Adoptar una actitud dialógica en el terreno moral significa, para esta
autora:
• Que se reconoce a los demás como interlocutores válidos, con derecho a expresar
sus intereses y a defenderlos con argumentos.
• Que uno está dispuesto también a expresar sus intereses y a presentar los
argumentos necesarios.
• Que no cree tener toda la verdad, el interlocutor no es alguien a quien convencer, sino
alguien con quien dialogar , y el dialogo es bilateral, no unilateral.
• Que está interesado en entenderse con su interlocutor, lo que no significa acuerdo
total, pero sí descubrir lo que ambos tienen en común.
• Que sabe que la decisión final, ante un conflicto moral, para ser correcta, tiene que
atender no a intereses individuales o grupales, sino a intereses universalizables.
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• Que sabe que las decisiones morales deben tomarse desde el acuerdo de todos los
afectados, porque satisface los intereses de todos.
• Quien asume una actitud dialógica, “toma en serio” su autonomía y la de los demás, le
importa atender a los derechos e intereses de todos, desde la posición solidaria de
que nada de lo humano le es ajeno.
La moral como actitud dialógica es sin dudas una formidable aspiración pero cuya
consecución no será posible sin un régimen de justicia social. Este hecho ha sido
subrayado por A. Cortina, quien ha reclamado dos derechos sociales para el hablante
competente: el derecho a condiciones materiales y el derecho a condiciones culturales
que hagan posible que los interlocutores lo sean de verdad y discutan y decidan en
condiciones de igualdad.
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como un proceso de construcción y reconstrucción por parte del sujeto, que se apropia de
conocimientos, habilidades, actitudes, afectos, valores, y sus formas de expresión . Este
aprendizaje se produce en condiciones de interacción social en un medio socio-histórico
concreto.” T. Sanz, M. E. Rodríguez, ( 2000: 193 ). En su concepción se integran las
categorías psicológicas de actividad y comunicación, se introduce el concepto de “ zona
de desarrollo próximo “ , de enorme importancia no sólo para el desarrollo cognitivo , sino
también para el desarrollo moral .
De esta forma, la propia concepción de educación del enfoque histórico –cultural supone
el desarrollo de la personalidad, y, por ende, el desarrollo moral del individuo. La
educación moral se concibe a partir de una adecuada organización de la vida escolar, de
todo el sistema de influencias específicas que se ejercen sobre los educandos, de sus
actividades y relaciones comunicativas; por otra parte se requiere de los alumnos que
adopten una actitud activa, de sujetos ante su propia formación y no meramente de
objetos de influencias externas. El logro de este complejo objetivo implica necesariamente
una nueva concepción y organización de la educación, es imprescindible entonces,
transformar la escuela tradicional para que realmente cumpla su función formadora.
.
El tema de los requerimientos de una nueva concepción de educación, de una nueva
escuela que logre el desarrollo personal del estudiante ha sido ampliamente tratado en la
Pedagogía de orientación marxista; entre los autores que lo desarrollan se encuentran A.
M. Abramov, B. M. Bim-Bad, V. V. Davidov, I. S. Kon, V. I. Slobodchikov, entre otros. Las
principales características de esta nueva concepción de educación son las siguientes:
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Un aspecto esencial es el principio laboral de la escuela, el trabajo como factor rector del
desarrollo de la personalidad . En esta concepción, el trabajo adquiere una nueva
dimensión, una significación personal y social que contribuye de forma efectiva al
desarrollo de la personalidad de los educandos.
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I. S. Kon (1991) señala que la educación exitosa de la juventud en esta época requiere
de tres condiciones fundamentales:
1) Tener en cuenta que la educación es el arte de lo posible, por lo que debe partir de la
evaluación sensata de las condiciones objetivas y las tendencias del desarrollo y es
incompatible con el voluntarismo.
2) La juventud no es objeto, sino sujeto del desarrollo social, es necesario tomar en
cuenta sus intereses y características, “ la situación real, la experiencia personal, y la
propia actividad vital influyen sobre la persona con más fuerza que los llamamientos y
los sermones verbales” . I. S. Kon (1991)
3) Es necesario utilizar el diálogo problémico con la juventud, no el conservador ni el
protector. No ocultar o minimizar los problemas, sino plantearlos a tiempo y con la
profundidad necesaria , para contribuir a su solución.
Otro principio del desarrollo moral ampliamente tratado tanto teórica como
metodológicamente por la psicología de orientación marxista a partir de las posiciones
vigotskianas, es concebir la educación de la personalidad en el sistema de interrelaciones
con los coetáneos, en el colectivo; entre nosotros han trabajado esta temática M. Fuentes,
B. González Rivero, O. Kraftchenko, A.V. Castellanos y V. Ojalvo.
Dentro del grupo son amplias las posibilidades de educación moral, para lograrlo es
preciso el desarrollo de actividades conjuntas y de la comunicación grupal. En la medida
en que el grupo actúe colectivamente en situaciones específicas directamente
relacionadas con sus objetivos, la influencia sobre la personalidad individual v colectiva
será más efectiva, ya que el grupo constituye la vía o mediación entre la estructura social
y la estructura individual de la personalidad.
Existe una gran cantidad de literatura sobre el tema, que es imposible abordar aquí; a
modo de ejemplo citaremos una experiencia desarrollada en la comuna leningradense
“Frunze”, organizada por tres pedagogos: I. P. Ivanov, L. G. Borizova y F. Ya. Shapiro.
Esta comuna tenía como objetivo central el restablecimiento de valores humanos, morales
universales en las relaciones reales y en el comportamiento de los niños y adultos
participantes en la misma. Para lograr este objetivo, se elaboró un método de actividad
organizativa colectiva, con sus eslabones: planificación colectiva, trabajo organizativo
diario , discusión y evaluación colectiva de lo realizado.
El eje de toda la experiencia es la actividad vital colectiva: “ Las diversas partes de este
todo (los asuntos prácticos, la comunicación, los procedimientos independientes de
organización de las iniciativas, los valores del colectivo y de la personalidad ) están
entrelazadas e interactúan de tal manera que se genera- ¡ no de golpe, no de forma
inmediata! – la verdadera camaradería, la hermandad comunera”. M. G. Kazákina (1991)
• El enfoque personal: La eficacia del método educativo se .mide por las adquisiciones
personales de carácter moral y creativo, como son: los motivos y los actos, los valores,
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Haciendo una valoración critica de los aportes y limitaciones del enfoque histórico cultural
en la educación de valores, puede afirmarse que el mismo supera en sus propuestas,
tanto las concepciones mecanicistas de corte conductista del desarrollo moral, como las
interpretaciones puramente cognitivistas del proceso, tratadas anteriormente. Las
propuestas de L. S. Vigotsky y sus seguidores, subrayan la importancia de lo afectivo
motivacional en la educación de valores, así como el papel de las condiciones
sociohistóricas concretas de interacción con los otros. Aunque este enfoque insiste en la
relación dialéctica entre los factores objetivos y subjetivos en la educación de valores, en
ocasiones, en sus aplicaciones en la escuela, este principio se ha manejado de manera
inadecuada, haciendo un mayor énfasis en lo objetivo, en la organización de las
actividades y condiciones externas, restando importancia a los factores subjetivos de los
educandos. Aun es necesario profundizar en las investigaciones sobre la concepción
histórico- cultural y sus principios aplicados al desarrollo de la esfera moral de la
personalidad, perfeccionar las estrategias propuestas, acorde al momento histórico y a las
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En realidad, tal como afirma M. López Calva (1995) esta es una pregunta errónea, que
parte de concepciones falsas del currículum y de los valores. Es un hecho cierto que en
cualquier diseño curricular están presentes de modo implícito, una serie de valores que la
sociedad sustenta y la institución hace suyos e instrumenta como objetivos educativos.
Ningún currículum es neutral o ajeno a posiciones ideológicas, éticas o políticas.
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Son muy variadas las experiencias de educación de valores a través del proceso
docente. En la educación general se trabaja actualmente el modelo de la transversalidad
educativa: “Por definición, la transversalidad en el curriculum actúa permeabilizándolo en
su totalidad, es decir, impregnando toda la vida de un Centro Educativo, lo que no
significa agregar algo más , sino que relacionar sus propósitos con lo que está
programado, conformando un todo, a manera de fusión/impregnación “. A. Padilla Garrido
(1996).
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El autor subraya que los modelos profesionales deberán incluir explícitamente un perfil
humanístico axiológico, resultando imprescindible la integración de la formación
humanística (axiológica) y científica.
• A. Delgado (1994) propone como aspecto central del currículum formador de valores
el desarrollo del pensamiento crítico, que implica la valoración y preferencia por lo
correcto, la búsqueda de la verdad y el bien, la sensibilidad a los problemas del
contexto y su inserción en la realidad, donde cobra su significado verdadero. Sostiene
que el ejercicio del pensamiento critico proporciona a los alumnos no solo la solidez
del conocimiento científico sino también los elementos de juicio que se requieren para
orientar la conducta a partir del discernimiento y la reflexión.
Insiste en que es necesario contar con un modelo educativo que sustente el trabajo, con
una organización dinámica propia de los factores que intervienen en el proceso de
enseñanza aprendizaje.
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A diferencia de los objetivos informativos, los formativos se alcanzan a largo plazo y con
el trabajo coordinado de todos los docentes.
Es importante destacar el hecho sostenido por C. Zarzar de que los objetivos formativos
se alcanzan, no con nuevos contenidos, sino con la manera como se trabaja los
contenidos. Se señala que es necesario aprovechar al máximo los contenidos que
presentan los diferentes diseños curriculares, explotándolos desde el punto de vista de los
valores : “ Es preferible que una persona aprenda a pensar en términos de valores cuando
analiza una realidad matemática, física o de ciencias naturales, que sólo en un espacio y
en una hora determinada “ y agrega: “No es posible entrenarse en el dominio de los
procedimientos y actitudes necesarios para la construcción autónoma de la personalidad
moral de cada uno de nosotros, si no abordamos tal construcción a partir de la interacción
social y del diálogo sobre contenidos concretos”. M Martínez Martín (1996: 207)
El logro de la formación de los estudiantes tiene lugar, tal como lo plantea C. Zarzar por
medio de los objetivos de aprendizaje, tanto los informativos como los formativos, pero
especialmente de estos últimos. El punto de partida de todo este proceso es que se defina
de forma correcta y adecuada, el perfil del egresado, ya que esta es la guía que orienta
todas las acciones posteriores del proceso.
Con relación a los tipos de conocimientos que debe incluir este nueva concepción de
currículum, se han propuesto los siguientes:
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La definición correcta de los objetivos de aprendizaje, tanto los informativos, como los
formativos a nivel de los programas de estudio, así como el diseño adecuado de
estrategias v actividades de aprendizaje, integran la elaboración de un currículum
formador. Para lograr estos propósitos es imprescindible que el profesor conozca el
modelo del perfil del egresado, las relaciones de su materia con otras, así como los
criterios metodológicos que rigen a todas las materias.
Aquí el autor hace una distinción entre valor y valoración; el valor es la cualidad que hace
a una persona o cosa digna de aprecio, mientras que la valoración es el juicio que una
persona realiza respecto al valor de un objeto, acción o persona.
De ahí que la formación valoral conlleve tanto el conocimiento teórico de los valores como
el ejercicio valorativo. Es necesario tanto conocer los valores como practicar la valoración
en diferentes contextos y situaciones, pero se requiere además, tal como subraya este
autor, que este sea un acto libre , sin presiones externas, para que realmente contribuya
al desarrollo moral del estudiante.
La institución educacional debe garantizar las condiciones necesarias para que se cree el
hábito de reflexión crítica, de valoración moral, mediante métodos de enseñanza
aprendizaje que lo propicien.
Una vía para lograrlo es el diseño de experiencias de aprendizaje que conjuguen los
contenidos, las habilidades y los valores como fundamentos para la reflexión crítica, de
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tal manera que faciliten la formación del habito de discernir antes de decidir, tomar
conciencia de las implicaciones de sus actos, tomar decisiones libres y actuar en
consecuencia. Es decir, tanto el funcionamiento de la institución educativa como el
currículum v los planes de estudio deben propender a que el alumno alcance su
autodeterminación y autorregulación.
En este momento, el trabajo con los valores se lleva a cabo por la metodología de tipo
didáctico- pedagógica que aplique el profesor en su clase, por la forma en que imparte su
materia, su estilo de relacionarse con los alumnos y con el conocimiento.
C.M. Shelton (1994) formula una serie de recomendaciones a los docentes para ayudar a
los estudiantes universitarios a tomar decisiones morales, las principales son:
• Otro aspecto esencial que funciona en este nivel es el ejemplo personal del profesor,
en que medida es portador de los valores que pretende formar en sus alumnos. En un
estudio llevado a cabo por V. Ojalvo y O. Kraftchenko acerca del carácter del modelo
del profesor universitario, se estableció una distinción entre el modelo objetivo,
portador de una serie de condiciones relativas a su desempeño docente, profesional y
humano, y el modelo subjetivo, el cual analiza en que medida el profesor es percibido
como modelo por sus alumnos, donde juega un papel fundamental las relaciones de
comunicación que se establecen entre ellos. Se evidenció en este estudio la
importancia de la condición de modelo no solo objetivo, sino subjetivo del profesor,
para influir en la personalidad de los jóvenes. Este aspecto se abordará con mayor
profundidad en el capítulo siguiente.
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• Cursos de extensión.
• Asignaturas facultativas.
• Trabajo de las Cátedras Honoríficas.
• Proyectos de Trabajo Comunitario.
• Estudiantes como promotores culturales.
• Opciones culturales, recreativas y deportivas.
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Se parte del principio de que para llevar a cabo la educación de valores a través del
proceso docente es necesario integrar los valores al aprendizaje de manera intencionada
y consciente, lo que significa no sólo pensar en el contenido como conocimientos y
habilidades, sino en la relación que ellos poseen con los valores:
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Entre las cualidades que deben tener las estrategias a seguir se proponen
las siguientes: problematizadora, participativa, valorativa, creativa,
integradora, sistémica, flexible y grupal. En estas estrategias el diálogo, le
reflexión los sentimientos, las motivaciones son el ejes centrales. Se
plantea la importancia del aprendizaje grupal, ya que expresa el carácter
social del aprendizaje y la unidad de la actividad y la comunicación.
A modo de conclusión del presente capítulo, se presentará una síntesis de las propuestas
de principios básicos que deben regir la educación de valores a través de las
instituciones educativas, integrando los aportes de diferentes tendencias y experiencias
en este campo de estudio:
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• Educar no solo los juicios valorativos, sino la acción moral. Más que inculcar valores,
vivirlos en la institución educativa, a partir de un adecuado funcionamiento de la
misma, que propicie el ejercicio sistemático de los valores por parte de todos sus
integrantes, así como la estimulación de conductas éticas.
• En la educación de valores, resulta fundamental el modelo de relaciones
interpersonales entre los profesores, y entre cada profesor y sus estudiantes. Más que
transmitir valores, estimular su construcción por los estudiantes a partir de la
comunicación entre las personas implicadas en el proceso, con los valores que ellos
encarnan, irradian o estimulan. Creación de un clima moral favorable, donde impere la
comprensión mutua.
• Necesidad de capacitación de los docentes para asumir la educación de valores a
partir no solo de la adquisición de conocimientos sobre el tema, sino de cambios en
sus actitudes y hábitos profesionales y la implicación de sus propios valores en el
proceso educativo.
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