Plan de Fertilización en Maíz

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Plan de fertilización en maíz

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El objetivo de esta revisión es definir los criterios para elaborar un plan de fertilización en maíz

Fuente: michaeltoora

El manejo eficiente de la nutrición en el cultivo de maíz es uno de los pilares fundamentales para
alcanzar rendimientos elevados sostenidos en el tiempo y con resultados económicos positivos, no
sólo en el mismo cultivo de maíz, sino en los que participan en su rotación, ya que por los elevados
volúmenes de rastrojos dejados por el maíz, facilitan el reciclado de nutrientes y mejoran las
condiciones físicas del suelo, y cuando el cultivo sucesor es soja, mejora la eficiencia de la fijación
simbiótica del N. Los nutrientes que limitan en mayor medida la productividad del cultivo en la
Región Pampeana son el nitrógeno, el fósforo y más recientemente el azufre.

Enfoque integral y planificación de la fertilización

El manejo nutricional es uno de los pilares fundamentales para optimizar el resultado de los
sistemas de explotación de maíz en la Región Pampeana. Sin embargo, a nivel de establecimiento
agropecuario, lafertilización representa una tecnología más que debe ser integrada dentro del
proceso de producción. Por ello, para que la utilización de herramienta impacte favorablemente en
los resultados técnico-económicos de la empresa, es fundamental que exista un proceso
de planificación y programación de la producción, dentro del cual se deberá definir un plan de
fertilización.
Es muy importante que las estrategias de fertilización se definan a nivel de lote al igual que se hace,
por ejemplo, con la elección de los híbridos utilizados y/o o el manejo de herbicidas. Cada lote posee
características intrínsecas provenientes de la interacción compleja del tipo de suelo, antecedentes
(historia agrícola, cultivos antecesores, manejo de labores, etc.) y el efecto del clima local.
Asimismo, la unidad de producción no debería ser el cultivo sino la rotación en su conjunto.
Dentro de este esquema, el rendimiento esperado es el factor determinante de todo el programa de
fertilización.

Determinación de un plan de fertilización

El proceso de planificación de la fertilización podríamos dividirla en varias etapas:

1. Muestreo y Análisis de suelos

El análisis de suelos es una práctica básica para determinar la fertilidad actual y potencial
de cada lote. El objetivo de efectuar un análisis de suelos es determinar la oferta de
nutrientes del lote, para que, junto con la extracción de nutrientes (demanda) se puede
efectuar un balance y establecer las cantidades a agregar como fertilizantes.

De la precisión del muestreo dependerá la utilidad y valor de los resultados obtenidos en el


análisis de suelo. Por ello, es importante efectuar el muestreo considerando la variabilidad
espacial y temporalpresente en el lote, procurando tomar muestras en zonas
representativas homogéneas y evitando mezclar muestras de suelo de zonas diferentes en
el momento adecuado en relación al momento de siembra. La intensidad de
muestreo dependerá del nutriente a evaluar y de la variabilidad particular del lote, por
ejemplo un muestreo para evaluar el nitrógeno disponible como nitratos requiere mas
densidad de observaciones que para determinar potasio o magnesio. A modo orientativo, se
debería realizar por lo menos 20-30 piques por cada muestra compuesta. Si el lote es
relativamente parejo, esa muestra podría representar 40-50 ha. La frecuencia cada vez
mayor de lotes bajo siembra directa por un periodo largo de años hace que se deban
extremar precauciones para tomar una muestra representativa, por la estratificación en el
perfil y presencia de bandas de fertilización más antiguas.

La incidencia económica de su utilización es muy baja y brinda información altamente


rentable, ya que un buen diagnóstico de la fertilización puede modificar el costo del
uso de fertilizantes y el beneficio derivado de su respuesta en una magnitud varias
veces el costo del análisis.

2. Diagnóstico de la fertilización
El proceso de diagnóstico se efectúa analizando en forma integral los resultados
provenientes del análisis de suelo en conjunto con las características de calidad de cada lote
(rotación, cobertura de rastrojos, antecesores, historia agrícola, aspectos físicos, etc.) y el
clima local. Para la etapa de diagnóstico de fertilización es importante disponer
de información histórica propia de cada lote (rindes, resultados de análisis de suelos
históricos, tecnología aplicada, etc.) y de ensayos realizados en el propio campo o
eventualmente en la zona. De esta manera podemos saber si la información obtenida es
representativa de las condiciones locales y por ende valioso para considerarla dentro del
manejo nutricional.

Para el maíz con rendimientos corrientes, específicamente debe considerarse que el nivel
critico defósforo asimilable debe ser inferior a 20 ppm (Bray 1) para recomendar el uso de
fertilizantes. Valores superiores a ese nivel ameritan el uso de fertilizantes solo si se desea
cubrir los requerimientos de un cultivo subsiguientes, o se esperan rendimientos superiores
al promedio, o simplemente se desea reponer el fósforo que se exportará con esa cosecha.

Por otro lado, es importante definir los objetivos de producción para la campaña que
estamos planificando y la estrategia definida deberá tener coherencia con esa meta de
producción. Esto es específico para el manejo del nitrógeno como veremos mas adelante, ya
que la dosis de este nutriente es directamente dependiente del rinde esperado.

3. Diseño del plan de fertilización

Una vez realizado el diagnóstico (en el cual se debería establecer la necesidad o no de


fertilizar y en el caso de hacerlo, las cantidades de nutrientes a aplicar), es necesario armar
un plan de fertilización ajustado a cada lote. Este plan consiste en la definición de
las cantidades y tipos de fertilizantes a aplicar, así como del momento y tecnología de
aplicación para satisfacer las necesidades del cultivo. En la determinación de estos aspectos
intervienen diferentes factores: operativos (disponibilidad de máquinas, piso en los lotes,
etc.); económicos (disponibilidad de fertilizantes en la zona, precio por unidad de nutriente
del fertilizante, etc.) y por supuesto ambientales (distribución e intensidad de lluvias,
temperatura, etc.).

4. Ejecución y monitoreo del plan de fertilización

La ejecución es la implementación efectiva en la práctica del plan definido. Sin duda, a


medida que se va ejecutando el plan pueden surgir cuestiones no previstas durante la
planificación que requieren del ajuste según el nuevo escenario, por ejemplo, lluvias
menores a las previstas o cambios de precios del grano que inciden en la dosis aplicadas.
5. Evaluación y análisis de los resultados del plan de fertilización

Una vez ejecutado el plan es necesario analizar y evaluar si la estrategia de fertilización utilizada
funcionó y con que grado de eficiencia. Para poder hacerlo, es necesario contar con alguna parte del
lote dejada comotestigo con la practica tradicional o sin fertilización por ejemplo, y puede ser
solamente una franja del ancho de una maquinada. En el mejor de los casos se pueden realizar
algunas pruebas o ensayos más elaborados.

Manejo de la fertilización fosfatada

A diferencia de lo que ocurre con el nitrógeno, al abordar la fertilización fosfatada en maíz hay que
considerar que el funcionamiento del fósforo (P) en el sistema suelo-planta es totalmente
diferente al del nitrógeno. Desde el punto de vista del manejo nutricional, el principal aspecto a
considerar es su baja movilidad en el suelo, lo hace principalmente por difusión, y la presencia de
retención específica de los fosfatos en las arcillas, cuya magnitud depende de la cantidad y
mineralogía de esta fracción. Por otro lado, el pH es un factor que impacta considerablemente
sobre la disponibilidad de fósforo. La mayor disponibilidad ocurre con pH´s entre 5.5 y 6.5,
mientras que valores fuera de este rango su concertación en la solución del suelo se reduce
significativamente.

Las consideraciones previas tienen implicancias muy relevantes en el manejo de la fertilización. Así,
la baja movilidad del fósforo (P) permite independizarnos del efecto del clima (lluvias) sobre la
dinámica del nutriente en el suelo, siendo las perdidas por lavado y escorrentía mínimas desde el
punto de vista práctico, siempre y cuando no haya erosión hídrica. Esto determina que haya
residualidad del efecto de la fertilización, es decirparte del fósforo aplicado queda disponible
para próximos cultivos de la rotación.

La determinación de la dosis de fósforo aplicada dependerá principalmente del nivel de


disponibilidad y secundariamente de otros factores, como potencial de rendimiento, aplicación para
otros cultivos de la rotación, colocación en bandas o voleo, fitotoxicidad de la mezcla que contenga
el fertilizante fosfatado, etc. En la tabla 2 se presentan dosis orientativas de P según nivel del
nutriente en el suelo y niveles de producción medias.

Los umbrales de P Bray I (0-20 cm) por debajo del cual existen altas probabilidades de obtener
aumentos considerables de rendimiento por fertilización están en el orden de 18 a 20 ppm. Por
encima de estos niveles las probabilidades de obtener aumentos significativos de rendimiento por
agregado de fósforo son bajas. Este rango de suficiencia no ha sufrido grandes modificaciones desde
su publicación hace mas de cincuenta años y ha sido validada en numerosos ambientes incluidas las
regiones maiceras del país. Sin embargo, y a pesar de su amplia difusión, no existen calibraciones de
las dosis recomendadas como la presentada en la Tabla 1, elaboradas mas bien siguiendo un criterio
de reposición.

Tabla 1. Dosis de fosfatos (como pentóxido: P 2O5) recomendadas según nivel de disponibilidad de
fósforo en el suelo (P-Bray I, 0-20 cm) para dos rendimientos esperados de maíz (Echeverría y
García, 1998).
 

Nivel de P del Suelo

Rinde Esperado >5 5–9 9 – 13 13 – 20 < 20

Kg/ha ............................................ kg de P2O5 / ha ............................................ 


 

7,000 71 58 49 37
 

10,000 89 76 67 56
 

13,000 107 95 86 73

Para expresar en kg/ha de fosfato diamónico o superfosfato triple multiplicar por 2,2

La necesidad de disponibilidad del fósforo durante los estadios iniciales determina que el
momento de aplicación de los fertilizantes fosfatados deba ser junto con la siembra,
aplicándolo en bandas, y preferentemente por debajo y al costado de la línea de siembra.
Ocasionalmente si no se dispone de una sembrador con trenes de fertilización separados puede
colocarse el fertilizante junto con la línea de semillas; si el fertilizante no tiene una alta proporción
de nitrógeno, y las dosis no son demasiado altas, no hay riesgo de perdidas de plantas por
fitotoxicidad. Se estima entre 20 y 30 kg/ha de N aplicado junto con la semilla en
espaciamientos de 70 cm como límite de tolerancia para evitar efectos fitotóxicos durante la
implantación del cultivo.

En suelos con niveles medios a altos de fósforo disponible P normalmente puede


recomendarse aplicaciones al voleo. Respecto de las fuentes fosfatadas disponibles en el mercado,
puede optarse entre los superfosfatos, simple o triple y los fosfatos de amonio, mono o diamónico.
Todos tienen el P soluble en agua e inmediatamente disponible, varían en el nutrientes acompañante,
azufre en el superfosfato simple y cantidades variable de N en los fosfatos de amonio. Su elección
dependerá principalmente de la necesidad de estos nutrientes acompañantes y fundamentalmente de
su disponibilidad comercial.

En los últimos años se ha difundido en el mercado de fertilizantes las mezclas físicas multinutrientes,
tanto en bolsas como a granel. Todas estas mezclas poseen en su composición fertilizantes simples
como los mencionados previamente y por ende, para su manejo, caben las mismas pautas efectuadas
para los demás fertilizantes.

Manejo de la fertilización nitrogenada

El maíz requiere alrededor de 20 a 25 kg/ha de nitrógeno (N) por cada tonelada de grano
producida. Por ello, para producir por ejemplo 10 t/ha de grano, el cultivo debería disponer de
alrededor de 200 a 250 kg de N/ha absorbidos por el cultivo. Esta cantidad sería la demanda de
nitrógeno para este nivel de rendimiento. La oferta del lote (nitrógeno en el suelo + N del
fertilizante) debería satisfacer esa necesidad para mantener el sistema en equilibrio nutricional. Esta
aproximación es lo que se conoce como criterio o modelo de balance. Sin embargo, la diferencias
entre las cantidades de N en el suelo y las absorbidas por el cultivo son determinadas por las
llamadas eficiencias de absorción, que varían según se considere al N presente en el suelo a la
siembra, al N mineralizado durante el cultivo y al N aportado como fertilizantes.

Diferentes ensayos realizados en la Región Pampeana indican que para maximizar los rendimientos
del cultivo, la oferta del suelo debería ser del orden de los 140 a 150 kg/ha. Sin embargo, estos
rangos de nitrógeno presentan variaciones regionales, definidas por el potencial de rendimiento.
Asimismo, en sistemas más intensivos, bajo riego y mayor desarrollo tecnológico los rendimientos
potenciales serían mayores, y por ello la oferta de nitrógeno para cubrir la demanda del cultivo sería
superior, llegando hasta 200 a 250 kg/ha.

Esta llamada oferta en realidad es el nitrógeno asimilable (nitratos mas amonio) medido por


análisis de suelo presente al momento de la siembra mas el nitrógeno ofrecido de los fertilizantes,
pero no considera al N que se mineraliza durante el ciclo del cultivo. Este dato es  muy difícil de
evaluar ya que depende de las condiciones climáticas y de suelo, que a través de las variaciones de
humedad y temperatura modifican la velocidad de nitrificación. En general para hacer
los balances se trabaja sobre valores promedios ya se asigna una eficiencia igual a uno, es decir los
nitratos que se producen son absorbidos inmediatamente sin pérdidas. Para tener una idea de ese
potencial de mineralizar N, se evalúa la concentración de nitratos de la capa superficial hasta los 20 a
30 cm de espesor al momento que el cultivo esta en el estadio de 4 a 6 hojas. Este valor se
correlaciona con la estimación de potencial de nitrificación, ya que los presentes a la siembra habrán
sido o bien absorbidos o bien lavados fuera del alcance de las raíces. Por otra parte ese valor tendrá
relación directa con la temperatura y humedad que reguló el crecimiento del maíz hasta el estadio de
4 a 6 hojas. En varias regiones maiceras, se ha establecido que un valor de alrededor de 18 a 20 ppm
de N de nitratos (N-NO3-) en esas condiciones es indicador de suficiencia, ofreciendo bajas
posibilidades de respuesta económica al agregado de N como fertilizante.

Las posibles pérdidas de nitrógeno son contempladas en la eficiencia de uso, normalmente oscila


alrededor del 50 %, con máximos de 70 %, si se aplica durante los momentos de máxima capacidad
de absorción, dosis no excesivas, proporcionales a su utilización y con fuentes de bajo potencial de
volatilización como amoniaco. El maíz comienza su mayor consumo de nitrógeno alrededor de seis
hojas completamente expandidas (V-6 a V-7), por lo que antes de comenzada esta etapa fenológica,
el cultivo debería de disponer de una oferta de nitrógeno adecuada para satisfacer su demanda para
crecimiento. Las estrategias de fertilización podrían resumirse en tres posibilidades:

1-Fertilizar únicamente a la siembra o incluso antes.

2-Fertilizar sólo con el cultivo implantado entre dos y siete hojas (V-2 a V-6).

3-Fraccionar la dosis entre la siembra y V-7 en dos aplicaciones.

De las tres alternativas, la aplicación a la siembra integra globalmente ventajas en los aspectos
operativos, agronómicos y económicos. Sin embargo, los equipos de siembra que disponen de doble
cajón fertilizador para colocar separadamente al nitrógeno fuera de la línea de semillas no son
abundantes.

Por esa razón, serían más recomendables las aplicaciones fraccionadas, donde se garantice una gran
parte de la necesidad total de nitrógeno a la siembra (70 a 80 %), regulando luego la cantidad de
nitrógeno restante en función de la evolución de la campaña y de las posibilidades ofrecidas por las
condiciones climáticas, ya que muchas veces, al coincidir la primavera lluviosa con ese periodo, se
pierde la oportunidad y el follaje avanza impidiendo una fácil circulación entre líneos, agravada por
la tendencia creciente a sembrar con espaciamiento de 52 cm. Una recomendación intermedia en este
sentido es fraccionar en dos veces, pero aplicando en lugar de a la siembra la mayor proporción del
N en estadios muy tempranos hasta 3 hojas, cuando la planta es flexible y admite trafico de
maquinaria de aplicación con cubiertas de alta flotación

En la tabla 2 se resumen las ventajas y desventajas de cada modalidad de aplicación. También se ha


cuestionado cual es el valor que efectivamente se pierde del N aplicado en presiembra; descontando
que aun cuando haya lixiviación, un frente de lavado de nitratos nunca va tan lejos en profundidad.
En particular considerando las texturas franco limosas de los Argiudoles pampeanos, como para que
no lo alcancen las raíces durante el desarrollo del cultivo.
Tabla 2. Ventajas y desventajas de diferentes momentos de fertilización con nitrógeno (N) en maíz

Momento Ventajas Desventajas

Presiembra Simplicidad operativa Riesgo de lavado de nitratos hasta desarrollo de las raíces.
No recomendable antes de 30 días de la siembra.

A la siembra Simplicidad operativa Riesgo de lavado (lixiviación) de nitratos hasta desarrollo


de raíces.

  El N queda disponible Riesgo de fitotoxicidad en aplicaciones junto con la


inmediatamente para el cultivo. semilla. Depende de dosis y ambiente.

  Facilidad para incorporar al suelo.  

Entre 2 y 8 Mayor eficiencia de utilización Si no se incorpora al suelo, hay riesgo de pérdida de N por
hojas con fuentes de fertilizantes que no volatilización de amoníaco (fertilizantes con urea).
volatilizan Depende del ambiente (temperatura y humedad de suelo)

(V-2 y V-8)

    Dependencia de las lluvias que a veces ocasiona retrasos o


imposibilidad de aplicar por falta de piso (común en ciclos
húmedos como el actual).

Fraccionada Necesaria para aplicar dosis Mayor complejidad operativa.


elevadas.

  Distribuye y reduce el riesgo Mayores costos de aplicación


económico de la práctica.

Manejo de la fertilización azufrada

En los últimos años se han presentado numerosas evidencias que demuestran aumentos de
rendimiento por agregado de azufre como fertilizante. Estas respuestas son mas frecuentes con
lotes con alto potencial de rendimiento y que presentan respuestas importantes a nitrógeno y fósforo.

No se han intentado correlaciones entre estas respuestas y los niveles de azufre de sulfatos (S-SO 4=)
sin embargo es posible inferir mayores posibilidades de respuesta con valores bajos, menores a 5
ppm. Así como con suelos degradados, con baja materia orgánica (MO) y/o baja relación
MO/arcillas (indicador de baja proporción de MO joven o recientemente agregada), o con textura
gruesa.

La magnitud de las respuestas dependerá de la fertilidad del lote y dosis utilizada. En términos
generales la misma normalmente cubre el costo del fertilizante aplicado. Las respuestas son del
orden de los 10-12 kg de maíz por kg de S/ha, y las dosis asociadas a los máximos rendimientos son
entre 5 y 15 kg de S/ha como Sulfato. Sin embargo en algunos trabajos se encontraron respuestas a
dosis más altas en buenas condiciones hídricas, como la presentada en la figura, promedio de cinco
localidades (Caamaño y Melgar, 1998).

Ing. Agrs. Ricardo Melgar  y Martín Torres Duggan

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