Lectura 07 Generalidades Teatro y Drama Romanos
Lectura 07 Generalidades Teatro y Drama Romanos
Lectura 07 Generalidades Teatro y Drama Romanos
LECTURA COMPLEMENTARIA
Dos cuestiones plantean las tragedias y las paliatas, a saber: sobre la elección del ori-
ginal griego y sobre el tipo y alcance de la adaptación. Ambas se refieren a la facultad de
asimilar lo extranjero que tuvo el romano.
La tragedia se apoy a principalmente en Eurípides, el autor "más trágico " según de-
nominación de Aristóteles; su "pathos" retórico, y aun acaso su racionalismo, impresiona-
ban en Roma. En segundo lugár viene Esquilo y a continuación la tragedia posclásica.
Rara vez se encuentra Sófocles entre los modelos, pues era demasiado "ático". El coro
de la tragedia helénica se adoptó juntamente con las obras teatrales, pero transformán-
dose sobre el escenario romano en una especie de comparsa con un locutor; es que el
teatro romano no ofrecía espacio al juego de danzas rítmicas que acompañasen al canto
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coral. En Séneca el coro actúa por completo a la manera helénica; pero aquí se trata de
una producción puramente literaria, sin conexión ninguna con el teatro. La antigua
tragedia romana era para los actores rica en escenas cantadas, en parte monódicas· y en
parte corales. Se preferían sobre todo las escenas de solos o arias en versos de metro
lírico, sin división estrófica, como eventualmente aparecen en el de Eurípides tardío,
y en esto quizá haya ido más lejos la tragedia posterior a Eurípides. Los autores roma-
nos de tragedia limitaron la profusión musical de la lírica coral helénica; sus escenas
líricas son métricamente más unitarias pero también más monótonas. En cambio deja-
ron amplio espacio a las partes cantadas o declamadas al son de la flauta (cantica), en·
relación con el diálogo hablado (diuerbium), lo que aún puede verse a través de parale-
los. Entre los versos líricos se prefieren evidentemente aquellos que hacen juego con
el latín, copioso en sílabas largas y, por tanto, Ja acumulación de tetrámetros báquicos
y créticos (u-- y -u- en grupos de cuatro). Se encuentra un tetrámetro báquico
ya entre los escasos fragmentos de tragedias de Livio Andrónico (Danae fr. 5). El pú-
blico romano, que se seritía alejado de la temática de la tragedia ática, pedía claramente
mucha música junto al esplendor del montaje (cfr. Hoi:. Epíst. 2, 1, 187 ss.). El elemento
musical, unido al "pathos" del lenguaje, dio a la tragedia romana un carácter extraña-
mente barroco.
Este pequeño mundo crea tipos característicos; la comedia Jos toma y Jos elabora:
el padre enérgico o condescendiente, el hijo que lleva una vida licenciosa (pero que veinte
años más tarde tendrá las mismas preocupaciones con su hijo), la muchacha seducida ":i
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Terencio apela a la práctica de los autores antiguos como Nevio, Plauto y Ennio. Se pone
de manifiesto, por ejemplo, en el Rudens de Plauto, pero muy pocas veces es posible de-
mostrarlo. Pequ eñas divergencias y contradiccion es, de las que suele ser\rirse el análisis
dramático, prueban bien poco, sobre todo en la comedia romana, con su composición
más suelta. No es preciso ver una "contaminac ión" en muchas de las obras que implican
una dobl e acción (por ejemplo, en la de Plauto titulada Bacchides y en cinco de las
seis comedidas de Terencio). Puede que Terencio haya tenido una preferencia por esto
Y_ que h_aya rast~eado su ma!erial en la comedia griega; según su propia confesión, tan
solt> ha rntroduc1do una accion marginal, tomada de otra obra, en su Andria ; en su Eunu-
chus añade un personaje y en su Adelphoe una escena de alguna otra obra.
Junto al drama de origen helénico había también un teatro que hunde sus raíces
~n la costumbre popular y que, al menos en sus comienzos, desconocía las influencias
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extranjeras. Ya hemos mencionado las atelanas. Sus actores eran ciudadanos que no
recibían por esto el estigma de desconsideración que recaía sobre los autores profesiona-
les (Liv. 7, 2, 12). Era una farsa de rasgos vulgares, en la que tenían un papel predomi-
nante la tomadura de pelo, el engaño y la ambigüedad obscena. Los títulos que se con-
servan de las atelanas literarias de época tardía subrayan Jo provinciano y rural ; tam-
bién hay parodias míticas, v. gr., "Hércules como recaudador de impuestos" (Hercules
Coactor) _ Ambos aspectos podrán atribuirse a la época anterior. Las p iezas eran cortas
(después, lo mismo que los mimos, se representarían como complemento de una tra-
gedia, denominándose exodia ) y abrieron ancho campo a la improvisación. Los actores
llevaban máscaras y solían gesticular con vivacidad. Las atelanas tenían personajes
fijos (personae Oscae ), y nos recuerdan las " máscaras" de la Commedia dell' Arte . Macus
(el clo~n)'. Buceo (e~ que abre la boca: " bobalicón , idiota"), Pappus (el "viejo" al que
de ordmar10 se engana) y Dossennus (probablemente el "jorobado", término proceden-
te de una fonna dialectal dossum en vez de dorsum). Según una difundida creencia po-
pular, este último debía ser el intrigante; Horacio lo conoce como glotón (Epíst. 2, 1,
173). No es segura la existencia de un quinto personaje llamado Manducus (Jo que signi-
ficaría también "glotón"); preferiría interpretar la primera palabra como adjetivo, en el
pasaje frecuentemente citado de Varrón (Ling. 7,95), en el que presuntamente se coloca
en un mismo plano a Manducus y Dossennus (manducus de mander<', como caducus de
cadere ), y esto en caso de que Dossenus esté correctamente interpretado.
El " mimo" era muy diferente. En todo el mundo es habitual la imitación realista
de escenas de la vida diaria. En Roma perte necían los mimos a la fiesta floral del 28 de
abril, que, introducida en el 238, se celebró anualmente a partir del 173. La palabra
mimus es· griega. Los griegos conocieron ya de antiguo el mimo como una forma literaria,
lo mismo en ltalia que en su patria. Pero, por lo que de ellos sabemos, los mimos lit.era-
rios de un Sofrón (siglo V) o de un Herondas (siglo III) no tuvieron influencia alguna
sobre los mimos romanos_ Quizá se organizaban los cuadros de actores conforme al modo
griego. No llevaban ni máscara ni calzado escénico (coturno, zoco), por lo que se llama-
ban p/anipedes; los papeles femeninos los representaban las mujeres, a diferencia de las
otras obras teatrales: la "estrella" femenina (archimima) se presenta junto a la masculina
(archim imus) . Las mimas que aparecían en escena con mucho colorete y escaso vesti-
do pasaban por indecentes. Puede decirse que este género es parecido a las atelanas, al
menos desde que alcanza rango literario; también se atestiguan parodias de mitos (Ter-
tuliano , Apol. 15, 1). También el mimo tenía personajes fijos, el sannio (que hace muecas)
y el imbécil (stupidus) con el pelo cortado al rape.
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en Fest. p. 238 L.). También desconoc emos cuántos formaban un cuadro o grupo
de
actores. En todo caso no se indica que se representa se cada pieza con el mínimo de acto-
res, como sucedía en Atenas durante el siglo V. Y aun empleando las posibilidades
de
ejecutar un doble papel, muy pocas de las piezas conservadas se pueden represent
ar
con tres o cuatro actores, qu e era la norm a del teatro griego.
El escenario era ancho, pero no profundo; de ordinario presentab a una calle con
varias casas, que permitían a los autores entrar y salir. Los accesos laterales se relaciona-
ban, según una convención nada clara, con el interior de la ciudad (Forum) y el campo
o
la costa; las excepciones, como en el "Rudens" de Plauto, se notificaban al público en
prólogo. En el proscenio se hallaba un altar en el que podía refugiarse algún personaje el
perseguido La acción se desarrollaba al aire libre y aun la representación de un festín
se desplazaba a la calle, convención plausible para los meridionales. En la época primi-
tiva no había telón , la acción se represent aba sin interrupc ión; la división en actos de nues-
tras obras teatrales pertenece a un tiempo posterior. Las convenciones escénicas eran
la~
del teatro griego, incluida la de la ilusión del tiempo dramático; en esto, como en todd
lo demás, Terencio es el menos ingenuo, pues tenía más presente que sus antecesore~la
verosimilitud realista.
Las partes cantadas y recitadas eran acompañadas por la flauta (tibia); a veces el
tibicen se interpreta ba también en los entreacto s (Cfr. Plaut. Pseud. 573). Había
diver-
sas clases de flauta , que se escogían según su sonido conforme lo pedía el carácter peculiar
del drama. Para cada pieza de teatro se componía su música propia. Por las didascalia
so
instrucciones conocemos el nombre de Marcipor Oppi, que escribió Ja partitura para
el
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