Natividad Del Señor

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LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Visto: 22
Pauta para un Estudio de Evangelio. Josep Maria Romaguera Bach
Que esta Navidad sea la Navidad del Señor, no otra clase de Navidad que nos quieren vender. Dejémonos
sorprender por el Dios que nos visita para quedarse.
 
25 diciembre 2019
 
Evangelio según Juan (1,1-18)
1
En el principio ya existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
2
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
3
Por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
4
En él había vida,
y la vida era la luz de los hombres.
5
La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.
6
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: 7 éste venía como testigo, para dar testimonio
de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. 8 No era él la luz, sino testigo de la luz.
9
Existía la luz verdadera, que vino al mundo
y alumbra a todo hombre.
10
Al mundo vino y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
11
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
12
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
13
Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
14
Y la Palabra se hizo carne,
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
15
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: “el que viene detrás de mí, pasa delante de mí, porque existía antes que yo”».
16
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia:
17
porque la ley se dio por medio de Moisés,
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
18
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a
conocer.
 
Pauta para hacer Estudio de Evangelio, personal o compartido
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de
este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana

3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

4. Ahora anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que
escucho...
Conocer y amar a Jesucristo, “Palabra que se hizo carne”, ¿en qué me ha hecho valorar y amar la
vida humana?

5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...
Me fijo en el testimonio de personas que acogen a Aquél que ha venido.

6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...


 
Notas por si hacen falta
 
Notas sobre el Evangelio de Juan y como contempla a Jesús
 
 Estamos ante una contemplación del Dios hecho hombre. Juan insiste mucho en mostrar a Jesús
como hombre: aquí está el hombre (Jn 19,5). Y, a la vez, ya comienza situándolo como el que “estaba
junto a Dios” desde el “principio” (1).
 Jn quiere ayudar a creer que Dios no permanece en la lejanía de un cielo extraño a la vida
humana y que, al contrario, asume la carne humana con todas sus consecuencias. Creer esto nos hace
mirar al mundo y a la humanidad con los mismos ojos de Dios, que se lo mira con amor y se da del
todo porque lo ama: Jn 3,16. No tenemos que buscar a Dios en las estrellas o en los pliegues de la
mano, ni en religiosidades que recluyen a Dios en los ritos, en los templos, en objetos e imágenes
sagradas... Él… viene ahora a nuestro encuentro en cada ser humano y en cada acontecimiento, como
agradecíamos en las misas de Adviento.
 
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
 
 Este comienzo de Jn nos quiere recordar el comienzo de la Biblia: Al principio creó Dios el cielo y
la tierra (Gn 1,1). Y otros pasajes bíblicos: El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras,
desde la eternidad... (Pr 8,22-26). También: Eclo 24,1-22.
 “La Palabra” (1.14) es Jesucristo, como se afirma al final del prólogo (17-18). El evangelio irá
contemplando a este Jesucristo que ha bajado del cielo y ha subido (Jn 3,13; 6,62; 8,58; 17,5.24).
 En el v.1 encontramos que Jesucristo existe desde antes de la creación. Jn tiene interés en
vincularlo a la realidad creada (3). Él ha intervenido en la Creación. Está unido al Creador, unido en la
acción de quien da la vida (Jn 5,17). Y se convierte en la luz que ilumina a aquellos que han recibido
esta vida (9). Otras páginas que podemos leer: Pr 8,22; Sab 9,1; 1Co 8,6; Col 1,16-17; Hb 1,2-3; Ap
3,14.
 La afirmación “en él había vida” (4) la encontramos desarrollada más adelante, cuando Jesús es
cuestionado por haber hecho posible que un cojo camine (Jn 5,1ss). En la respuesta a la interpelación,
Jesús se manifiesta unido al Creador, el Padre que sigue trabajando (Jn 5,17). Y afirma: Así como el
Padre tiene vida en sí mismo, también ha dado al Hijo tener vida en sí mismo (Jn 5,26).
 “La luz” (4.5.7.8.9) no aparece en oposición a “la tiniebla”, sino como la que “brilla en
la tiniebla” (5). Es cierto que existe una oposición de “la tiniebla” a “la luz”: vino la luz al mundo, y
los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas (Jn 3,19). Pero aquél
que es “la luz” viene para brillar, no para hacer oposición.
 “La luz verdadera” (9) es para todo el mundo: “vino al mundo y alumbra a todo
hombre” (9). Sin embargo, muchos no la han reconocido (10), “no la recibieron” (11).
 Estos que no la reconocieron ni recibieron son “el mundo” (10), son “los suyos”, los de “su casa”
(11). Cuando dice “el mundo”, Jn se refiere a la oposición radical que Jesús encontró y encuentra en
su misión. La palabra “mundo” significa eso sobre todo en los cc. 13-17 (Jn 14,17.19.27; 15,18.19;
16,8.20; 17,9.14.16.25). Por ello, Jesús no es del mundo (Jn 8,23) y los discípulos tampoco (Jn
17,14.16). Pero también es Jn quien afirma que Dios ama al mundo y le envía a su Hijo (Jn 3,16), y
que también los discípulos serán enviados al mundo (Jn 17,18; 20,21). El mundo es una realidad
amada por Dios.
 Respecto a “los suyos”, los de “su casa” (11), se trata de una referencia a Israel, el pueblo que
ha rechazado a su Mesías. Al mismo tiempo, es una referencia al conjunto de la humanidad que, como
tal, no ha aceptado la Palabra hecha carne. No es fácil aceptar a un Dios que viva con nosotros.
 El contraste: hay quienes sí que “lo recibieron” (12). Son quienes “creen en su nombre” (12)
y no son “los suyos”, no son los de “su casa” (11), no son los de un grupo determinado. Ello
nos cuestiona: ¿qué entendemos por “creer”? Para responder Juan no apunta a la posesión de un
conjunto de creencias y, menos, de ideas, sino a la acogida de una persona, Jesucristo, “la
Palabra hecha carne” (14), el que se identifica totalmente con Dios y totalmente con la
humanidad.
 A los que “creen” les ha dado “poder para ser hijos de Dios” (12). Más adelante Juan insiste:
Jesús da la vida no sólo por el pueblo, sino también para reunir a los hijos de Dios que estaban
dispersos (Jn 11,52). Ser hijo de Dios es un don. Nadie lo es sino por la muerte y resurrección de
Jesucristo. Nadie puede presentar currículum para serlo: no se es hijo de Dios por haber “nacido de
sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano” (13). Y, en cambio, todo el mundo puede recibir este
regalo: solamente hay que “recibir” (12) a quien es “la luz verdadera” (9). San Pablo lo dice así:
todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Ga 3,26).
 La palabra traducida por “carne” (14), significa la condición humana en su vertiente de
debilidad y limitación. Este es el núcleo de este prólogo y de todos los escritos joánicos (Jn 6,53-
55; 1Jn 4,2; 2Jn 7). Y esto, precisamente, es lo que celebramos por Navidad: que Dios asume esta
condición humana y vive “entre nosotros”.
 “Acampó” (14) també se podría traducir por ‘habitó’. Pero acampar o plantar la tienda alude al
templo o tabernáculo donde Dios se manifestaba en medio de su pueblo en su camino hacia la libertad
(Ex 40,34-35) –como aquí cuando dice “hemos contemplado su gloria” (14)–. Con Jesús cambia el
concepto de culto, que ya no depende de un edificio: es una ofrenda de la propia
existencia (Rm 12,1) y tiene que ser hecha en Espíritu y en verdad (Jn 4,23). Los cristianos
son templos del Espíritu Santo (1Co 6,19; 2Co 6,16).

Jesús se hizo pobre para enriquecernos a todos con su pobreza, y hacer presente entre nosotros el infinito
amor del Padre. Al enviar a sus discípulos a anunciar el Evangelio, les dijo que no llevaran nada, que
anunciaran la Buena Nueva desde la pobreza más grande. Sólo así podrían ser libres y manifestar el amor
de Dios.
 
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  2, 1-14 En aquella época apareció un
decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este
primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su
ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de
Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su
esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser
madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos
pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el
Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para
todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el
Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y
acostado en un pesebre.» Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los
hombres amados por él!»
 
Jesús elige ser pobre desde antes de nacer. Sus padres eran personas sencillas, trabajadores pobres,
sometidos a todos los condicionamientos y exigencias sociales de la gente normal y corriente del pueblo
llano. Para cumplir con la orden del censo, tuvieron que viajar del norte al sur del país. Por lo visto, no
tenían familia en aquel pueblo, ni amistades que los acogieran, ni conocidos. Y como eran pobres, no
pudieron conseguir que les dieran un espacio en la posada. Y tuvieron que ir a parar a un lugar donde
había animales. Parece que los animales, en algunas circunstancias, acogen mejor que las personas y
comparten sin problemas el lugar donde habitan. Esto nos recuerda a tantos y tantos inmigrantes que
vienen a nuestro país y no tienen ni casa , ni trabajo, ni nadie que los acoja. O también a los
desahuciados que de la noche a la mañana se quedan en la calle, o a las 42.000 personas que en España
no tienen hogar y viven en la calle. Jesús eligió todas las situaciones extremas en las que puede vivir y
estar el ser humano.
 
Allí nació Jesús y su madre lo colocó en un pesebre, que anunciaba el sepulcro donde sería colocado
después de entregar su vida por nosotros. Nació fuera de la ciudad y murió fuera de la ciudad. Estaba en
el mundo, pero no era del mundo. No pudo Jesús manifestar mayor libertad ante la organización y
estructura del mundo. El que venía a anunciar la Buena Noticia a los pobres, a los excluidos por el sistema
y la organización de la humanidad, no lo hizo desde otra situación y desde una vida distinta a la de
aquellos que iba a evangelizar, sino compartiendo su misma vida, y, al parecer un poco más baja. Para
liberar y enriquecer a la humanidad, no eligió la fuerza de la riqueza, del poder o la fama, sino la pobreza,
la debilidad, y la irrelevancia, desde su nacimiento hasta su muerte.
 
En este espacio de la dureza y soledad del pesebre, y en la tristeza de vino a los suyos y los suyos no lo
recibieron, aparece la alegría y el esplendor de la Pascua cuando de pronto, se les apareció el Ángel del
Señor a los pastores y la gloria del Señor los envolvió con su luz. «No temáis, porque os traigo una buena
noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que
es el Mesías, el Señor. Del sepulcro, signo de muerte y de hundimiento, surge la resurrección. Del pesebre
expresión de marginación y de rechazo, surge la gloria de Dios que envuelve a todos con su luz.
 
Y los únicos a los que Dios llama para que sean testigos del nacimiento del Mesías, son los más pobres y
de peor fama, que, libres de toda atadura, se mostraron disponibles para encontrarse y reconocer al
Enviado de Dios. Su condición de gente humilde, los hacía abiertos para reconocer, en aquel niño colocado
en el pesebre, la presencia del que tenía que venir, anunciado por los profetas. Vemos como Dios oculta
estas cosas tan grande a los sabios y entendidos y las revela a la gente sencilla, como constataría el que
había nacido en el pesebre.
 
Estas eran las señales para encontrarse con el Mesías: encontraréis a un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.» La debilidad de un niño, la soledad del establo y la pobreza extrema
del pesebre, son las señales para descubrir al Hijo de Dios.
 
Desde su nacimiento, Jesús da un carácter sacramental-sagrado a la pobreza y a los pobres, como
condiciones para descubrir su presencia y para encontrarnos con él. Es la pobreza y la humildad,
manifestaciones del amor, algo inherente a la naturaleza del Dios en el que creemos y que se nos ha
revelado en Jesús. Desde su nacimiento hasta su muerte, Jesús manifiesta el amor infinito de Dios. El
amor no se puede manifestar en la prepotencia, el bienestar insolidario y autosuficiente, sino en la
donación humilde y la cercanía más grande a aquellos a quienes se ama. Jesús, al manifestar el amor de
Dios en su nacimiento, nos enseña a amar, como lo hará en la institución de la Eucaristía y en el lavatorio
de los pies.
 
El nacimiento de Jesús, comprendido y vivido desde la fe, ha de transformar nuestras vidas y nuestras
comunidades, como transformó la vida de Antonio Chevrier, y nos ha de hacer llegar a la conclusión que
llegó él: La contemplación de Jesús en su nacimiento nos ha de encaminar a encontrar la felicidad en una
vida pobre y humilde en todos los sentidos, convencidos de que “cuanto más pobre se es y más uno se
humilla, más se glorifica a Dios, y más uno se hace útil al prójimo”. Para enriquecer a los demás, no hay
otro camino que hacerse pobre.
 
 
A partir de la comprensión evangélica del nacimiento de Jesús, podríamos analizar y ver, no con espíritu
negativita y despreciativo, sino movidos por el amor de Dios y con muchos deseos de ofrecer el Evangelio
a todos, en qué ha quedado la Navidad en nuestro mundo occidental y cómo es utilizada para otros fines
que no tienen nada que ver nada con el encuentro con el que viene a traernos la salvación.    
 
 ¿Cómo el nacimiento de Jesús orienta mi vida y el mi compromiso evangelizador, en todos los
sentidos?
 ¿Cómo acercar y ofrecer la Buena Noticia del Nacimiento de Jesús a los pobres y excluidos de
nuestra sociedad y de toda la humanidad?
 ¿Cómo ayudar a vivir la alegría de la aparición de Jesús entre nosotros, a nuestras comunidades
cristianas de las que formamos parte, y liberarlas de la falsa alegría, insolidaria y superficial, de la
sociedad de consumo?
 ¿Cómo ayudar a descubrir el valor sagrado de la humildad y la pobreza, expresiones del amor,
como camino de liberación y de felicidad en seguimiento cercano de Jesús?

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