La Libertad Religiosa

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

2020 LA LIBERTAD RELIGIOSA

UNIVERSIDAD
CATÓLICA
DEL ESTE
(UCADE)

CARRERA DE
LICENCIATURA EN
DERECHO

Facilitador: José Tejeda


Tejeda
Materia: Fundamentos de
Teología G-2
“La libertad religiosa
según Vaticano II”
Alumna: Amy Linnet
Rodriguez Nuñez .
Matrícula: 2020-7010.
Introducción
La libertad de culto o libertad religiosa es un derecho fundamental que se
refiere a la opción de cada ser humano de elegir libremente su religión, de no
elegir ninguna (irreligión), o de no creer o validar la existencia de un Dios
(ateísmo y agnosticismo) y ejercer dicha creencia públicamente, sin ser víctima
de opresión, discriminación o intento de cambiarla a la fuerza.

Este concepto va más allá de la simple tolerancia religiosa que permite, como
una concesión graciable, el ejercicio de religiones distintas a la impuesta
oficialmente, en situaciones de confesionalidad del Estado propias del Antiguo
Régimen. En las democracias modernas generalmente el Estado garantiza la
libertad religiosa a todos sus ciudadanos, pero en la práctica la elección del
credo está dada generalmente por costumbres familiares y sociales,
asociándose frecuentemente ciertas sociedades a ciertas religiones. Además las
situaciones de discriminación religiosa o intolerancia religiosa siguen siendo
muy frecuentes en distintas partes del mundo, registrándose casos de
intolerancia, preferencia de una religión sobre otras y persecución a ciertos
credos o a quienes no siguen ninguno.

La libertad religiosa es reconocida por el derecho internacional en varios


documentos, como el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y el artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos;
el art. 27 de este mismo pacto garantiza a las minorías religiosas el derecho a
confesar y practicar su religión. De la misma forma lo hace la Convención de los
Derechos del Niño, en su art. 14, y el artículo 9 de la Convención Europea de
Derechos Humanos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el citado artículo 18,


indica:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de


religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia,
así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y
colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la
práctica, el culto y la observancia.
Desarrollo
Objeto y fundamento de la libertad religiosa
Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la
libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar
inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y
de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa,
ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe
conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de
los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está
realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la
conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural. Este
derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el
ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en
un derecho civil.Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas,
es decir, dotados de razón y de voluntad libre, y enriquecidos por tanto con una
responsabilidad personal, están impulsados por su misma naturaleza y están
obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere
a la religión. Están obligados, asimismo, a aceptar la verdad conocida y a
disponer toda su vida según sus exigencias. Pero los hombres no pueden
satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza, si no
gozan de libertad psicológica al mismo tiempo que de inmunidad de coacción
externa. Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la
disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el
derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la
obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de
que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.

La libertad religiosa y la vinculación del hombre


con Dios
Todo esto se hace más claro aún a quien considera que la norma suprema de la
vida humana es la misma ley divina, eterna, objetiva y universal, por la que
Dios ordena, dirige y gobierna el mundo y los caminos de la comunidad
humana según el designio de su sabiduría y de su amor. Dios hace partícipe al
hombre de esta su ley, de manera que el hombre, por suave disposición de la
divina Providencia, puede conocer más y más la verdad inmutable. Por lo tanto,
cada cual tiene la obligación y por consiguiente también el derecho de buscar la
verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando los medios adecuados, se
forme, con prudencia, rectos y verdaderos juicios de conciencia.

Ahora bien, la verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la


persona humana y a su naturaleza social, es decir, mediante una libre
investigación, sirviéndose del magisterio o de la educación, de la comunicación
y del diálogo, por medio de los cuales unos exponen a otros la verdad que han
encontrado o creen haber encontrado, para ayudarse mutuamente en la
búsqueda de la verdad; y una vez conocida ésta, hay que aceptarla firmemente
con asentimiento personal.

El hombre percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la


ley divina; conciencia que tiene obligación de seguir fielmente, en toda su
actividad, para llegar a Dios, que es su fin. Por tanto, no se le puede forzar a
obrar contra su conciencia. Ni tampoco se le puede impedir que obre según su
conciencia, principalmente en materia religiosa. Porque el ejercicio de la
religión, por su propia índole, consiste, sobre todo, en los actos internos
voluntarios y libres, por los que el hombre se relaciona directamente a Dios:
actos de este género no pueden ser mandados ni prohibidos por una potestad
meramente humana . Y la misma naturaleza social del hombre exige que éste
manifieste externamente los actos internos de religión, que se comunique con
otros en materia religiosa, que profese su religión de forma comunitaria.Se
hace, pues, injuria a la persona humana y al orden que Dios ha establecido
para los hombres, si, quedando a salvo el justo orden público, se niega al
hombre el libre ejercicio de la religión en la sociedad.

Además, los actos religiosos con que los hombres, partiendo de su íntima
convicción, se relacionan privada y públicamente con Dios, trascienden por su
naturaleza el orden terrestre y temporal. Por consiguiente, la autoridad civil,
cuyo fin propio es velar por el bien común temporal, debe reconocer y
favorecer la vida religiosa de los ciudadanos; pero excede su competencia si
pretende dirigir o impedir los actos religiosos.

La libertad religiosa y la paz


A nadie puede escapar el hecho de que la dimensión religiosa, arraigada en la
conciencia del hombre, tiene una incidencia específica en el tema de la paz, y
que todo intento de impedir y coartar su libre expresión se traduce
inevitablemente, con graves hipotecas, en la posibilidad de que el hombre
pueda vivir en concordia con sus semejantes.

Se impone una primera consideración. Como escribía ya en la mencionada carta


a los Jefes de Estado firmantes del «Acta Final» de Helsinki, la libertad religiosa,
al incidir en la esfera más íntima del espíritu, sostiene y es como la razón de ser
de las restantes libertades. Y la profesión de una religión, aunque consista ante
todo en actos interiores del espíritu, implica toda la experiencia de la vida
humana y, por consiguiente, todas sus manifestaciones.La libertad religiosa,
además, contribuye de modo determinante a la formación de ciudadanos
auténticamente libres, pues —al consentir la búsqueda y la adhesión a la
verdad sobre el hombre y el mundo— favorece en cada hombre una mayor
conciencia de la propia dignidad y una aceptación más motivada de sus
responsabilidades. Una relación leal con la verdad es condición esencial de una
auténtica libertad (cf. Enc. Redemptor hominis, 12).

En este sentido se puede afirmar que la libertad religiosa es un factor


importante para reforzar la cohesión moral de un pueblo. La sociedad civil
puede contar con los creyentes que, por sus profundas convicciones, no sólo no
se dejarán dominar fácilmente por ideologías o corrientes totalizadoras, sino
que se esforzarán por actuar de acuerdo con sus aspiraciones hacia todo lo que
es verdadero y justo, condición ineludible para la consecución de la paz (
Decl. Dignitatis humanae, 8).

LA PERSPECTIVA DE DIGNITATIS
HUMANAE ENTONCES Y AHORA
El significado que dieron los Padres conciliares a la libertad religiosa como derecho
inalienable de toda persona. Veremos brevemente la percepción que tenía la Iglesia
antes Concilio Vaticano II y su recepción en el Magisterio reciente.

Antes del Concilio Vaticano II

La Declaración del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa revela una


maduración del pensamiento del Magisterio sobre la naturaleza propia de la
Iglesia en conexión con la fórmula jurídica del Estado. La historia del
documento muestra la importancia esencial de esta correlación para la
evolución homogénea de la doctrina, debido a cambios fundamentales del
contexto político y social en los que se transforma la concepción del Estado y su
relación con las tradiciones religiosas, con la cultura civil, con el orden jurídico y
con la persona humana. Dignitatis humanae atestigua un progreso sustancial
en la comprensión eclesial de estas relaciones debido a una inteligencia más
profunda de la fe, que permite reconocer la necesidad de un progreso en la
exposición de la doctrina. Esta mejor inteligencia de la naturaleza y de las
implicaciones de la fe cristiana, que bebe de las raíces de la Revelación y de la
tradición eclesial, implica una novedad de perspectiva y una actitud distinta con
respecto a algunas deducciones y aplicaciones del Magisterio anterior.

La libertad religiosa después del Concilio Vaticano II

Una vez definido claramente el principio de la libertad religiosa en cuanto


derecho civil del ciudadano y de los grupos para vivir y para manifestar la
dimensión religiosa inherente al ser humano, los Padres conciliares dejan
abierta la posibilidad de profundizar más. Habiendo subrayado los cimientos,
la Dignitatis humanae favorece la maduración de los puntos que emergen del
documento conciliar. De hecho, tampoco hoy «faltan regímenes en los que, si
bien su constitución reconoce la libertad de culto religioso, sin embargo, las
mismas autoridades públicas se empeñan en apartar a los ciudadanos de
profesar la religión y en hacer extremadamente difícil e insegura la vida de las
comunidades religiosas. Saludando con alegría los venturosos signos de este
tiempo, pero denunciando con dolor estos hechos deplorables, el sagrado
Concilio exhorta a los católicos y ruega a todos los hombres que consideren con
toda atención cuán necesaria es la libertad religiosa, sobre todo en las
presentes condiciones de la familia humana» (DH 15b-c). Así, cincuenta años
después, las nuevas amenazas a la libertad religiosa han adquirido dimensiones
globales, poniendo en riesgo otros valores morales y cuestionando el Magisterio
papal en sus principales intervenciones internacionales, discursos y enseñanzas.
Los Papas de nuestra época dejan claro que este tema, como expresión más
profunda de la libertad de conciencia, plantea cuestiones antropológicas,
políticas y teológicas que ahora aparecen como discriminantes para el destino
del bien común y de la paz entre los pueblos del mundo.

- Para san Pablo VI el derecho a la libertad religiosa es una cuestión que está
ligada a la verdad de la persona humana. Dotado de entendimiento y voluntad,
el hombre tiene una dimensión espiritual que lo convierte en un ser de
apertura, de relación y de trascendencia. La verdad del hombre revela que
busca atravesar los límites de la temporalidad, hasta llegar al reconocimiento de
su ser criatura de Dios y, en cuanto creyente, alcanzar la conciencia de estar
llamado a participar en la Vida divina. Esta dimensión religiosa está enraizada
en su conciencia y su dignidad consiste, precisamente, en corresponder a la
verdad de los compromisos morales y en dialogar con otros. En el contexto
actual el diálogo incluye también a las religiones, que deben tener una actitud
de apertura las unas hacia las otras, sin condenas previas y evitando polémicas
que puedan ofender sin razón a los otros creyentes.

- San Juan Pablo II afirma que la libertad religiosa, fundamento de todas las
demás libertades, es una exigencia irrenunciable de la dignidad de todo
hombre. No es un derecho entre otros, sino que constituye «la garantía de
todas las libertades que aseguran el bien común de las personas y de los
pueblos». Se trata de «una piedra angular del edificio de los derechos
humanos» como aspiración y tensión hacia una esperanza más alta, como
espacio de libertad y de responsabilidad. Por lo tanto, la libertad del hombre en
la búsqueda de la verdad y en la profesión de las convicciones religiosas debe
encontrar una clara garantía en el ordenamiento jurídico de la sociedad, es
decir, debe ser reconocida y sancionada por el derecho civil. Es necesario que
los Estados se comprometan, a través de documentos normativos, a reconocer
el derecho de los ciudadanos a la libertad religiosa, que es la base de la
coexistencia civil pacífica y un elemento esencial de una verdadera democracia,
garantía necesaria para la vida, la justicia, la verdad, la paz y la misión de los
cristianos y de sus comunidades.

“En conclusión la libertad de culto es sólo un ejemplo más del libre


albedrío tan importante en la vida del ser humano, por lo que quienes se
encuentran firmes en sus creencias no debe ser descalificados por quienes no
las comparten.”

También podría gustarte