Constitucion IAFCJ 2016 PDF

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CONSTITUCION 2016

Iglesia Apostólica de la Fe en
Cristo Jesús A.R.
Primera sección.
Capítulo primero.
Del nombre y sus propósitos.

Artículo 1. Del nombre.


Artículo 2. Propósitos.
Artículo 3. De las relaciones con otras organizaciones eclesiásticas.
Artículo 4. De la vinculación de la Iglesia con las asociaciones religiosas.

Capítulo segundo
Principios doctrinales
Artículo 5. Unicidad divina.
Dios
Jesucristo
Espíritu Santo
Resurrección de Jesucristo
Artículo 6. De la Institución.
La Iglesia
La Iglesia y el Estado
Servicio Militar
Sistema Económico de la Iglesia
El Cuerpo Ministerial
Artículo 7. Sacramentos, prerrogativas y requerimientos.
Bautismo
Comunión
Matrimonio
Sanidad Divina
Santidad
Pecado de Muerte
Artículo 8. Escatología.
Resurrección de Justos e Injustos
Recogimiento de la Iglesia y el Milenio
Juicio Final

Segunda sección.
Capítulo tercero.
De la Mesa Directiva General.

Artículo 9. Organización de la Mesa Directiva General.


Artículo 10. Elección.
Artículo 11. Comisión Calificadora.
Artículo 12. Requisitos para ser miembro de la Mesa Directiva General.
Artículo 13. Deberes del Obispo Presidente.
Artículo 14. Atribuciones del Obispo Presidente.
Artículo 15. Deberes del Secretario Supervisor en los Estados Unidos de
América.
Artículo 16. Atribuciones del Secretario Supervisor en los Estados Unidos
de América.
Artículo 17. Deberes del Secretario General.
Artículo 18. Atribuciones del Secretario General.
Artículo 19. Deberes del Secretario Administrador General.
Artículo 20. Atribuciones del Secretario Administrador General.
Artículo 21. Deberes del Secretario de Misiones Internacionales.
Artículo 22. Atribuciones del Secretario de Misiones Internacionales.
Artículo 23. Deberes del Secretario de Educación Cristiana.
Artículo 24. Atribuciones del Secretario de Educación Cristiana.
Artículo 25. Deberes del Secretario de Evangelización.
Artículo 26. Deberes del Secretario de Asistencia Social.
Artículo 27. Poderes de la Mesa Directiva General.

Capítulo Cuarto

Artículo 28. Atención a la obra.


Artículo 29. Decesos, renuncias y ceses.
Artículo 30. Derechos.
Artículo 31. Credenciales, nombramientos y cartas de recomendación.
Artículo 32. De las Convenciones Generales.
Artículo 33. Reuniones episcopales.
Artículo 34. De la obra misionera.
Artículo 35. Requisitos para ser misionero.

Tercera sección.
Capítulo quinto.
De los distritos.

Artículo 36. Organización de los distritos.


Artículo 37. Supervisión de los distritos.
Artículo 38. Requisitos para ser obispo.
Artículo 39. Deberes de los obispos.
Artículo 40. Atribuciones de los obispos.
Artículo 41. De las elecciones de los obispos.
Artículo 42. De la elección del secretario y el administrador distrital.
Artículo 43. De la comisión calificadora.
Artículo 44. El secretario de distrito.
Artículo 45. El Administrador Distrital.
Artículo 46. Del sistema económico de los distritos.
Artículo 47. De las convenciones de distrito.

Capítulo Sexto.
De los presbiterios.

Artículo 48. Organización de los Presbiterios.


Artículo 49. Requisitos para ser presbítero.
Artículo 50. Deberes de los presbíteros.
Artículo 51. Atribuciones de los presbíteros.

Cuarta sección.
Capítulo séptimo.
Iglesias locales.

Introducción.
Artículo 52. De los miembros de la iglesia.
Artículo 53. Reglamentos de admisión.
Artículo 54. Significado de plena comunión.
Artículo 55. Disciplina para los miembros de la Iglesia.
Artículo 56. Disciplina correctiva.
Artículo 57. Aplicación de la disciplina.

Capítulo octavo.
Funcionamiento de las iglesias locales.

Artículo 58. Requisitos para que un grupo se constituya en iglesia.


Artículo 59. Procedimiento para constituir una iglesia.
Artículo 60. Establecimiento de nuevas iglesias con el nuevo modelo
eclesial. Además del establecimiento de iglesias en
conformidad con los artículos 58 y 59, se establecerán
obligatoriamente nuevas congregaciones de acuerdo a las
siguientes reglas.
Artículo 61. Templos y predios.
Artículo 62. De la autoridad pastoral.
Artículo 63. Obligaciones de los pastores.
Artículo 64. Deberes de los pastores.
Artículo 65. Derechos de los pastores.
Artículo 66. De los cambios pastorales.
Artículo 67. De los secretarios de las iglesias locales.
Artículo 68. De los administradores de las iglesias locales.
Artículo 69. Elección del secretario y administrador local.
Artículo 70. De las sesiones de negocios.
Artículo 71. Red de células y ministerios.

Quinta sección.
Capítulo noveno.
El ministerio de todos los creyentes.

Introducción.
Artículo 72. Ministerio de todos los creyentes.
Artículo 73. De los ministros ordenados.
Artículo 74. Obligaciones morales y espirituales de los ministros.
Artículo 75. Duración y ubicación del ministerio.
Artículo 76. De los asistentes de pastor.
Artículo 77. De los evangelistas.
Artículo 78. De los ministros en receso.
Artículo 79. De la lealtad.
Artículo 79 Bis. De los Obispos Eméritos

Sexta sección.
Capítulo décimo.
Economía.

Introducción.
Artículo 80. Deberes económicos de la Mesa Directiva General y de los
obispos.
Artículo 81. Obligaciones económicas de evangelistas y misioneros.
Artículo 82. Deberes económicos de ministros y pastores.
Artículo 83. Deberes individuales.
Artículo 84. Deberes económicos de las iglesias.
Artículo 85. Ayuda de manutención.
Artículo 86. En los distritos.
Artículo 87. En las iglesias.
Artículo 88. Fondo de la escuela bíblica y de ministerios.
Artículo 89. Otros fondos.
Artículo 90. Otras indicaciones.

Séptima sección.
Capítulo décimo primero.
Reformas.

Artículo 91. Violaciones a la Constitución.


Artículo 92. Reformas a la Constitución.
Primera sección.
Capítulo primero.
Del nombre y sus propósitos.

Artículo 1. Del nombre.

El rubro con que se denominará esta corporación será:


Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús.

Artículo 2. Propósitos.

La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús se ha


organizado con los siguientes propósitos:

I. Predicar el evangelio de nuestro Señor Jesucristo y


practicar su doctrina, según el orden apostólico, para la
regeneración y salvación de las almas.

II. Agrupar bajo un mismo rubro a todas las iglesias


existentes o congregaciones que estén de acuerdo con estos
principios doctrinales, de disciplina, de organización y
económicos.

III. Organizar conforme a los principios de doctrina,


organización, economía y disciplina delineados en esta
Constitución, a las iglesias que se vayan estableciendo y las que
se adhieran al movimiento.

IV. Mantener la comunión espiritual entre todos los


miembros que forman esta Iglesia y estimular el crecimiento y
extendimiento de la obra de nuestro Señor Jesucristo en todo el
mundo (Mateo 28:19; Marcos 16:15; Lucas 24:47).

V. Procurar por todos los medios posibles la ayuda mutua y


la protección entre todos los miembros, para elevar así en el más
alto grado su vida espiritual, moral y social, dentro de las reglas
del cristianismo y el amor fraternal (Hebreos 13:1,2).

VI. Seleccionar, preparar y ordenar a los ministros que


sean necesarios para atender las diferentes funciones en la
Iglesia. Para su preparación se establecerán las escuelas bíblicas
y colegios que sean necesarios.
VII. Para cumplir con las finalidades mencionadas en los
incisos anteriores, la Iglesia deberá adquirir y administrar las
propiedades necesarias, de acuerdo con las leyes que en materia
religiosa rijan en cada país donde la Iglesia esté establecida.

Artículo 3. De las relaciones con otras organizaciones


eclesiásticas.

I. Creemos en la universalidad de la Iglesia y que ésta


debe estar unida por los vínculos del amor y lealtad a los
principios doctrinales señalados en la Palabra de Dios.

II. Creemos también que la unidad de la fe es meta a la


cual podemos llegar sólo conservando la unidad del espíritu en el
vínculo de la paz (Efesios 4:3). Por lo tanto, estimamos y
respetamos a todas las organizaciones cristianas, aclarando que
podemos asociarnos en el compañerismo cristiano para impulsar
los ideales comunes, con aquellos de creencias similares a las
nuestras, pero deseamos conservar nuestra propia
independencia y no aceptamos ningún pacto o compromiso que
nos prive de predicar el evangelio a toda criatura.

III. Aunque estimamos y respetamos a todas las


organizaciones evangélicas que difieren de nuestras creencias
básicas, en ningún caso podemos aceptar que se nos prive por
algún compromiso o por la simple aceptación del compañerismo,
de la libertad de presentar nuestros puntos doctrinales y de recibir
en plena comunión en nuestra Iglesia a aquellas personas que
voluntariamente los acepten. Recomendamos que los ministros
de nuestra Iglesia traten con respeto y consideración a todas las
personas de otras creencias, pero que en ningún momento
comprometan sus principios doctrinales a su libertad de acción.

IV. Extenderemos siempre nuestra diestra de compañía a


quienes sirvan sinceramente a Dios de conformidad con los
principios expuestos en las Sagradas Escrituras, y se esfuercen
por extender su reino en la tierra, y además reiteramos nuestro
apoyo a la causa bíblica; recomendando a todos nuestros
ministros y miembros de la Iglesia, que cooperen desinteresada y
activamente para que las Sagradas Escrituras circulen con
profusión.
V. Creemos que las condiciones raciales, geográficas,
históricas, culturales, tradicionales y nacionales producen
diferencias en el modo de pensar y actuar. Consecuentemente,
en nuestras relaciones con organizaciones de doctrinas similares
a las nuestras, aceptamos y respetamos estas características,
cuando no impliquen desobediencia a las enseñanzas bíblicas
fundamentales (Hechos 10:34,35; Romanos 14:1-23; 15:1,2; 1
Corintios 8:5-13).

Artículo 4. De la vinculación de la Iglesia con las


asociaciones religiosas.

La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús y la misma


como asociación religiosa, constituyen dos organizaciones
vinculadas pero diferentes y la segunda estará subordinada a la
primera. Esto se debe a la doble naturaleza de la Iglesia:
Bíblicamente, Dios a través de las edades ha estado llamando y
formando un pueblo a través del cual, asimismo, ha estado
actuando en la historia humana. De esta manera el Señor
constituyó a la Iglesia la cual es considerada como la comunidad
del Espíritu Santo, el cuerpo de Cristo que existe ahora tanto en
la tierra, como en los lugares celestiales (Efesios 1:3; 2:6; 3:10).
Por lo tanto, la Iglesia es una realidad compuesta de elementos
divinos y humanos que implican que la misma tiene que estar
sujeta a la ley de Dios y a sus propias normas, así como también
tiene que moverse en el marco jurídico justo que las autoridades
civiles le señalen. No obstante, esto último no significa que la
Iglesia tenga que subordinarse a la figura jurídica que le asigne el
Estado, de asociación religiosa, corporación, etc., que de por sí
es de procedencia meramente social y por ende temporal, sino al
contrario, la Iglesia por su origen, naturaleza y trascendencia,
como ya se mencionó antes, tendrá que estar por encima de
aquella. De este modo, las asociaciones religiosas sólo cumplen
la función de instrumentos necesarios e inseparables para que la
Iglesia realice los fines que previene la ley, como son que por
conducto de ellas, la misma Iglesia tenga propiedad de bienes
inmuebles, así como una representación ante las autoridades
civiles y para gestionar ante las mismas, la autorización
relacionada con los actos de culto público, etc. Por otra parte,
téngase presente que las asociaciones religiosas no son la
misma Iglesia, sino a la que necesariamente están vinculadas
dichas asociaciones, pues estas sólo existen en función de la
Iglesia, misma a la que le deben estar subordinadas. En tal virtud,
reafirmamos que:

I. La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, a través


de su Mesa Directiva General, tiene la autoridad de formar
conforme a las leyes conducentes de cada país y para todos sus
efectos legales, la o las asociaciones religiosas que necesite,
ayuden a cumplir los propósitos y estén al servicio de la misma
Iglesia, de su pueblo fiel y de sus directivos.

II. Para efecto de coordinar el correcto funcionamiento,


vinculación y subordinación de las asociaciones religiosas a la
Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, así como para que
cumplan los fines para los cuales fueron creadas, se organizará
una asociación religiosa general, a la cual estarán subordinadas
todas las asociaciones religiosas donde se encuentre establecida
la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús.

III. La organización y funcionamiento de cualquier otra


asociación religiosa, se hará con la autorización de la Mesa
Directiva General de la Iglesia y de acuerdo con la formación de
nuevos distritos, además de alguna otra necesidad específica que
lo requiera, manteniendo la vinculación y subordinación con la
Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús.

IV. Puesto que la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo


Jesús es diferente a las asociaciones religiosas, éstas son una
parte vinculadas a ella, cada asociación tendrá sus propios
reglamentos siempre y cuando sean aprobados por la Mesa
Directiva General de la Iglesia. Dichos reglamentos en ningún
caso se contrapondrán a los de la Constitución de la Iglesia.

V. La vinculación y subordinación de las asociaciones


religiosas a la Iglesia, se estipularán claramente en los estatutos
de las mismas, puntualizando la autoridad que tiene la Mesa
Directiva General de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús
para nombrar a los asociados y para dar directrices, por conducto
de los mismos asociados que los órganos de cada asociación
religiosa deben acatar.

VI. La disolución de alguna de las asociaciones religiosas,


será por alguna causa justificada, y cuando así lo considere
conveniente la Mesa Directiva General de la Iglesia Apostólica de
la Fe en Cristo Jesús, y de acuerdo con la ley vigente del país
respectivo.

Capítulo segundo
Principios doctrinales

Artículo 5. Unicidad divina.

Dios.

Creemos que hay un solo Dios que se ha manifestado al


mundo en distintas formas a través de las edades y que
especialmente se ha revelado como Padre en la creación del
universo, como Hijo en la redención de la humanidad y como
Espíritu Santo derramándose en los corazones de los creyentes.

Este Dios es el creador de todo lo que existe, sea visible o


invisible, eterno, infinito en poder, Santo en su naturaleza,
atributos y propósitos y poseyendo una Divinidad absoluta e
indivisible; es infinito en su inmensidad, inconcebible en su modo
de ser e indescriptible en su esencia; conocido completamente
sólo por sí mismo, porque una mente infinita sólo ella puede
comprenderse a sí misma. No tiene cuerpo ni partes y por lo tanto
está libre de todas las limitaciones.

“El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor


nuestro Dios, el Señor uno es” (Deuteronomio 6:4; Marcos 12:29).
“Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios...” (1 Corintios
8:5,6).

Jesucristo.

Creemos que Jesucristo nació milagrosamente del vientre


de la virgen María, por obra del Espíritu Santo, y que al mismo
tiempo es el único y verdadero Dios (Romanos 9:5; 1 Juan 5:20).
El mismo Dios del Antiguo Testamento tomó forma humana
(Isaías 60:1-3). “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros...” (Juan 1:14). “Y sin contradicción, grande es el
misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne, ha sido
justificado en el Espíritu; ha sido visto de los ángeles; ha sido
predicado a los gentiles; ha sido creído en el mundo; ha sido
recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16).
Creemos que en Jesucristo se mezclaron en una forma
perfecta e incomprensible los atributos divinos y la naturaleza
humana. Por parte de María, en cuyo vientre tomó forma de
hombre, era humano; por parte del Espíritu Santo, que fue el que
lo engendró en María, era divino; por eso se le llama Hijo de Dios
e Hijo de hombre. Por lo tanto, creemos que Jesucristo es Dios “y
que en él habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente”
(Colosenses 2:9), y que la Biblia da a conocer todos los atributos:
es Padre Eterno, a la vez que es un niño que nos ha nacido
(Isaías 9:6). Es creador de todo (Isaías 45:18; Colosenses
1:16,17). Es omnipresente (Deuteronomio 4:39; Juan 3:13). Hace
maravillas como Dios Todopoderoso (Salmos 86:10; Lucas
5:24:26). Tiene potestad sobre el mar (Salmos 107:29,30; Marcos
4:37-39). Es el mismo siempre (Salmos 102:27; Hebreos 13:8).

Espíritu Santo.

Creemos en el bautismo del Espíritu Santo, prometido por


Dios en el Antiguo Testamento y derramado después de la
glorificación del Señor Jesucristo, que es quien lo envía (Joel
2:28, 29; Juan 7:37-39; 14:16-26; Hechos 2:1-4).

Creemos, además, que la demostración de que una


persona ha sido bautizada con el Espíritu Santo, son las nuevas
lenguas o idiomas en que el creyente puede hablar, y que esta
señal es también para nuestro tiempo.

Creemos también, que el Espíritu Santo es potencia que


permite testificar de Cristo (Hechos 1:8), y que sirve para la
formación de un carácter cristiano más agradable a Dios (Gálatas
5:22-25). El mismo Espíritu da dones a los hombres, que sirven
para la edificación de la Iglesia (Romanos 12:6-8; 1 Corintios
12:1-12; Efesios 4:7-13), pero no aceptamos que haya en ningún
hombre la facultad de impartir a otro algún don, pues “todas estas
cosas obra uno y el mismo espíritu, repartiendo a cada uno como
quiere” (1 Corintios 12:11). “Y a cada uno es dada la gracia
conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7).

Todos los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en


Cristo Jesús, deben buscar el Espíritu Santo y tratar de vivir
constantemente en el Espíritu, como lo recomienda la Palabra de
Dios (Romanos 8:5-16; Efesios 5:18; Colosenses 3:5).
Resurrección de Jesucristo.

Creemos en la resurrección literal de nuestro Señor


Jesucristo que se efectuó al tercer día de su muerte, como lo
relatan los evangelistas (Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-20; Lucas
24:1-12, 36-44; Juan 20:1-18). Esta resurrección había sido
anunciada por los profetas (Isaías 53:12) y es necesaria para
nuestra esperanza y justificación (Romanos 4:25; 1 Corintios
15:20).

Artículo 6. De la Institución.

La Iglesia.

Creemos que la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo es


una, universal e indivisible, formada por todos los hombres, sin
distinción de nacionalidad, idioma y cultura, que hayan aceptado
a nuestro Señor Jesucristo como Salvador y hayan sido
bautizados en agua por inmersión en su nombre (Mateo 28:19;
Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5; Romanos 6:1-4; Colosenses.
2:12), crean en el bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 1:5; 2:1-
4), vivan separados de la práctica del pecado, y perseveren
sirviendo al Señor (Mateo 24:13; Romanos 2:7; 6:11-13; Efesios
4:22-32; 5:1-11). Los vínculos que unen a los miembros de la
Iglesia son el amor de Dios y la fe cristocéntrica comunes, y su
estandarte o bandera es el nombre de Jesucristo, ante cuyo
emblema marcha gallardamente la Iglesia imponente como
ejércitos en orden (Cantares 6:10).

La Iglesia y el Estado.

Creemos en la separación del Estado y la Iglesia y que


ninguno debe intervenir en los asuntos internos del otro, pues
aquí se cumple el precepto bíblico de dar lo que es de César a
César y lo que es de Dios a Dios (Marcos 12:17). Los miembros
de la Iglesia deben tomar participación en actividades cívicas de
acuerdo con su capacidad e inclinaciones políticas, pero siempre
reflejando sus ideas personales y no las de la Iglesia, que
siempre es neutral y tiene cabida para los hombres de todos los
credos políticos. Al mismo tiempo, todos los miembros de la
Iglesia deben obedecer las autoridades civiles y todas las leyes y
disposiciones que de ellas emanen, siempre que no contradiga
sus principios religiosos o los obliguen a hacer cosas en contra
de su conciencia (Romanos 13:1-7).

Servicio militar.

La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, reconoce el


gobierno humano como de ordenación divina (Romanos 13:1,2) y
al hacerlo así, exhorta a sus miembros a que afirmen su lealtad a
su patria. Siendo discípulos del Señor Jesucristo, es deber de
todo cristiano obedecer sus preceptos y mandamientos que
enseñan como sigue: “No resistáis al que es malo” (Mateo 5:39).
“Tened paz con todos los hombres” (Hebreos 12:14). También
Mateo 26:52; Romanos 12:19; Santiago 5:6; Apocalipsis 13:10.
Por estas Escrituras, se cree y se interpreta que los seguidores
de nuestro Señor Jesucristo no deben destruir propiedades
ajenas o quitar vidas humanas.

Se considera un pecado, que después de haber recibido el


conocimiento de la verdad, haber sido perdonados de todos los
pecados, y haber sido hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús,
participe en acciones y actos diferentes a aquellos recomendados
por la divina Palabra de Dios (Hebreos 6:4-9; 10:26,27).

Por lo tanto, todos los miembros son exhortados a


responder voluntaria y libremente al llamado de su gobierno, en
tiempo de paz o de guerra, y prestar servicio en todas las
capacidades no combatientes. La doctrina enseña que se ore
porque tengamos siempre hombres de Dios como gobernantes, y
orar por ellos para que tengan siempre guianza divina, y para que
como naciones, seamos guardados fuera de la guerra, con honor,
y vivir en paz continuamente (1 Timoteo 2:1-3).

Sistema económico de la Iglesia.

Creemos que el sistema que la Biblia enseña para la


obtención de fondos necesarios para el cumplimiento de la misión
de la Iglesia es el de diezmos y ofrendas, y que debe ser
practicado por ministros y laicos igualmente (Génesis 28:22;
Malaquías 3:10; Mateo 23:23; Lucas 6:38; Hechos 11:27-30; 1
Corintios 9:3-15; 16:1,2; 2 Corintios 8:1-16; 9:6-12; 11:7-9;
Gálatas 6:6-10; Filipenses 4:10-12; 15-19; 1 Timoteo 5:17,18;
Hebreos 13:16).
Sabiendo que la obra de Dios no tan sólo tiene el aspecto
espiritual, sino también el material, creemos que es necesario
reglamentar la manera en que se adquieran y distribuyan los
fondos necesarios para responder a las necesidades materiales
de la obra.

El cuerpo ministerial.

Creemos que para el desempeño del ministerio oficial de la


Iglesia, Dios llama a cada persona, y que el Espíritu Santo
confiere a cada ministro la facultad de servir a la Iglesia en
distintas capacidades y con distintos dones, cuyas
manifestaciones son todas para edificación del cuerpo de Cristo
(Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:5-11; Efesios 4:11,12).

Creemos también, que aunque el llamamiento al ministerio


es de origen divino, la Palabra de Dios contiene suficientes
enseñanzas sobre los requisitos que debe llenar la persona que
vaya a servir en el ministerio, y que corresponde a los gobiernos
eclesiásticos organizados, examinar a los candidatos al ministerio
y determinar cuándo son dignos de aprobación, y la tarea a que
se deban dedicar (Hechos 1:23-26; 6:1-3; 1 Timoteo 3:1-10; 4:14;
5:22; Tito 1:5-9).

Creemos además, que el Espíritu Santo usa al ministro en


distintas formas, según las necesidades de la obra de Dios y la
capacidad y disposición personal del ministro. Nadie puede ser
colocado en una posición más elevada que aquella a que se
haga merecedor (Romanos 12:3; 1 Timoteo 3:13).

Creemos que el obispado es el cargo más elevado en el


ministerio, y que a quienes lo ocupan se les debe dar muestras
especiales, consideraciones y respeto, sin menoscabo de los que
ocupan posiciones de menor responsabilidad.

Artículo 7. Sacramentos, prerrogativas y requerimientos.


Bautismo.

Creemos en el bautismo en agua, por inmersión y en el


nombre de Jesucristo, el cual debe ser administrado por un
ministro ordenado. El bautismo debe ser por inmersión, porque
sólo así se representa la muerte del hombre al pecado, que debe
ser semejante a la muerte de Cristo (Romanos 6:1-5). Y en el
nombre de Jesucristo, porque esta es la forma en que los
apóstoles y ministros bautizaron en la edad primitiva de la Iglesia,
según lo prueban las Sagradas Escrituras (Hechos 2:38; 8:16;
10:48; 19:5; 22:16).

Comunión.

Creemos en la práctica literal de la Cena del Señor, que él


mismo instituyó (Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:15-
20; 1 Corintios 11:22-31).

En esta ordenanza se debe usar pan sin levadura, que


representa el cuerpo sin pecado de nuestro Señor Jesucristo, y
vino sin fermentar, que representa la sangre de Cristo, que
consumó nuestra redención.

El objeto de esta ceremonia es conmemorar la muerte de


nuestro Señor Jesucristo y anunciar que un día regresará al
mundo, y al mismo tiempo para dar testimonio de la comunión
que existe entre los creyentes. Ninguna persona debe participar
de este acto si no es miembro fiel de la Iglesia y está en plena
comunión, pues al hacerlo sin cumplir estas condiciones, no
podrá discernir el cuerpo del Señor (1 Corintios 10:15-17; 11:
27,28; 2 Corintios 13:5). El Señor, al terminar de tomar la cena
con sus apóstoles, celebró un acto que de momento los maravilló,
y que fue el lavatorio de pies. Al terminar este acto, el maestro
explicó a sus discípulos el significado de él, y les recomendó que
se lavasen los pies los unos a los otros. La Iglesia practica este
acto en combinación con la Cena del Señor o indistintamente,
como un acto de humildad y confraternidad cristiana (1 Timoteo
5:10).

Matrimonio.

Creemos que el matrimonio es sagrado, pues fue


establecido desde el principio y es honroso en todos (Génesis
2:21-24; Mateo 19:1-5; Hebreos 13:4).

Los matrimonios deben verificarse según la Biblia y las


parejas que no estén casadas deberán cumplir con este requisito.

Creemos que el matrimonio es la unión de un hombre y


una mujer declarados como varón o hembra en el momento de su
nacimiento y que debe perdurar mientras vivan los dos cónyuges.
Al morir uno de ellos, el otro está libre para casarse y no peca si
lo hace en el Señor (Romanos 7:1-3; 1Corintios 7:39).

Creemos, además, que los matrimonios deben verificarse


exclusivamente entre los miembros fieles. Ningún ministro deberá
casar a un miembro de la iglesia con una persona inconversa.

Los miembros que estando en plena comunión y se


casaren con persona inconversa, deberán ser juzgados por los
pastores.

Sanidad divina.

Creemos que Dios tiene poder para sanar todas las


enfermedades, si así es su voluntad, y que la sanidad divina es
un resultado del sacrificio de Cristo, pues él llevó nuestras
enfermedades y sufrió nuestros dolores (Isaías 53:4).

La sanidad se efectúa por una combinación de la fe del


creyente y el poder del nombre de Jesucristo que se invoca sobre
el enfermo. El Señor Jesucristo prometió que los que creyeran en
su nombre, pondrían las manos sobre los enfermos y éstos
sanarían (Marcos 16:18). Los enfermos deben ser ungidos con
aceite en el nombre de Jesucristo por ministros ordenados para
que el Señor cumpla sus promesas (Salmos 103:1-4; Lucas 9:1-
3; Juan 14:13; 1 Corintios 12:9; Santiago 5:14-16).

Creemos que la sanidad divina se obtiene por la fe, y que


en caso de que algún hermano tenga necesidad de someterse a
los cuidados y ministraciones de la ciencia médica, los demás no
deben criticarlo, sino considerarse a sí mismos y guardarse de
encontrar condenación con lo que ellos mismos aprueban
(Romanos 14:22). Recomendamos que los miembros y ministros
se abstengan de lanzar críticas indebidas a la ciencia médica,
cuyos adelantos nadie puede negar, y que se originan en la
habilidad que Dios ha dado a los hombres para ir descubriendo
los secretos del funcionamiento del organismo humano.

Al mismo tiempo, los exhortamos a que no se opongan a


las campañas de higiene, vacunación y limpieza que sean
iniciadas por el gobierno, sino que, por el contrario, colaboren
decididamente en los lugares donde sea posible.
Santidad.

Creemos que todos los miembros del cuerpo de Cristo


deben ser santos, es decir, apartados del pecado y consagrados
al servicio de Dios. Por esta razón deben abstenerse de practicar
toda clase de diversiones malsanas e inmundicias de carne y de
espíritu (Levítico 19:2; 2 Corintios 7:1; Efesios 5:26,27; 1
Tesalonicenses 4:3,4; 2 Timoteo 2:21; Hebreos 12:14; 1 Pedro
1:16).

Sin embargo, en la práctica de la santidad, creemos que


debe evitarse toda clase de extremismos, ascetismos y
privaciones que tienen "...cierta reputación de sabiduría en culto
voluntario, en humildad y en duro trato de la carne;... la cual es
sombra de lo porvenir; mas el cuerpo es de Cristo" (Colosenses
2:17,23). En lo que respecta a alimentos, sabiendo que “todo lo
que Dios creó es bueno, y nada hay que desechar, tomándolo
con acción de gracias” (1 Timoteo 4:4).

Pecado de muerte.

Creemos, a la luz de la Palabra de Dios, que hay pecado


de muerte y que si este es cometido en los términos que expresa
la misma Biblia, se pierde el derecho a la salvación (Mateo
12:31,32; Romanos 6:23; Hebreos 10:26,27; 1 Juan 5:16,17). Por
tanto, recomendamos que todos los fieles se abstengan de dar
oído a doctrinas en que se promete seguridad eterna al cristiano
sin importar su conducta, y la idea de que “una vez salvo,
siempre salvo”, pues la Biblia enseña que es posible ser
reprobado y se necesita ser fiel hasta el fin (Romanos 2:6-10; 1
Corintios 9:26,27).

Artículo 8. Escatología.

Resurrección de justos e injustos.

Creemos que habrá una resurrección literal de los muertos


en el Señor, en la cual serán revestidos con un cuerpo glorificado
y espiritual, con el cual vivirán para siempre en la presencia del
Señor (Job 19:25-27; Salmos 17:15; Juan 5:29; Hechos 24:15; 1
Corintios 15:35-54; 1 Tesalonicenses 4:16).
Los cristianos que estén en pie en el momento en que el
Señor recoja a su Iglesia, serán igualmente transformados y así
irán a estar con el Señor por siempre en gloria (1 Corintios
15:51,52; 1 Tesalonicenses 4:18).

Creemos también, que habrá resurrección de injustos, pero


éstos despertarán del sueño de la tumba para ser juzgados y oir
la sentencia que los hará herederos del fuego eterno (Daniel
12:2; Mateo 25:26; Marcos 9:44; Juan 5:29; Apocalipsis 20:12-
15).

Recogimiento de la Iglesia y el milenio.

Creemos que la Iglesia compuesta de los muertos en el


Señor y los fieles que estén sobre la tierra en el momento del
rapto, será levantada para ir a encontrar a su Señor en los aires y
participar en las bodas del Cordero. Después vendrá con el Señor
a la tierra para hacer el juicio de las naciones y reinar con Cristo
mil años. Este periodo será precedido por la Gran Tribulación y la
batalla del Armagedón, a la cual dará fin el Señor cuando
descienda sobre el monte de los Olivos con todos sus santos
(Isaías 65:17-25; Daniel 7:27; Miqueas 4:1-3; Zacarías 14:1-6;
Mateo 5:5; Romanos 11:25-27; 1 Corintios 15:51-54; Filipenses
3:20,21; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Apocalipsis 20:1-5).

Juicio final.

Creemos que hay un juicio preparado en el cual


participarán todos los hombres que hayan muerto sin Cristo y los
que estén sobre la tierra en el tiempo de su verificación. Este
juicio se efectuará al final del Milenio y también se conoce con el
nombre de Juicio del Trono Blanco. La Iglesia no será juzgada en
esta ocasión, sino que ella misma intervendrá en el juicio que se
haga a todos los hombres de acuerdo con lo que está escrito en
los libros que Dios tiene preparados. Al terminarse este juicio, los
cielos y la tierra que hoy existen serán renovados por fuego y los
fieles habitarán en la Nueva Jerusalén. La dispensación cristiana
habrá terminado y entonces Dios volverá a ser todas las cosas en
todos (Daniel 7:8-10, 14-18; 1 Corintios 6:2,3; Romanos 2:16;
14:10; Apocalipsis 20:11-15; 21:1-6).

Segunda sección.
Capítulo tercero.
De la Mesa Directiva General.

Artículo 9. Organización de la Mesa Directiva General.

I. Para gobernar y dirigir esta corporación se nombrará una


Mesa Directiva integrada por: Un Obispo Presidente, un
Secretario General, un Secretario de Misiones Internacionales, un
Secretario de Evangelización, un Secretario de Educación
Cristiana, un Secretario de Asistencia Social, un Secretario
Supervisor en los Estados Unidos de América y un Administrador
General.

II. Ninguna persona podrá ocupar más de un puesto en


esta Mesa Directiva.

III. Los miembros de la Mesa Directiva General fungirán por


un período de cuatro años o hasta que sus sucesores sean
electos.

IV. Los miembros de la Mesa Directiva General asumirán


su cargo al finalizar la Convención que los eligió.

V. Los miembros de la Mesa Directiva General pueden ser


reelectos para el mismo puesto sólo una vez en sucesión. Para
figurar de nuevo como candidatos al mismo puesto deberán
haber pasado cuando menos cuatro años desde la ocasión
anterior en que la ocuparon.

VI. Los miembros de la Mesa Directiva General, podrán


permanecer en la misma, en diferentes puestos hasta por tres
periodos consecutivos, exceptuando, exclusivamente si fueren
electos Obispo Presidente o Secretario General respectivamente
para un cuarto período, con todo el derecho de ser reelectos; de
no ser así, deberán pasar cuatro años por lo menos, para poder
ocupar otro puesto en la Mesa Directiva General, por sólo un
período más; mismo derecho que tienen los demás miembros de
la Mesa Directiva General.

Artículo 10. Elección.

I. La Mesa Directiva General de la Iglesia en funciones o


una comisión de la misma, deberá formular el programa de la
Convención General, anunciándose el día en que se verificarán
las elecciones cuando competa y dándolo a conocer a todos los
ministros afiliados con la debida anticipación.

II. Una mayoría simple será suficiente para ganar las


elecciones y ocupar el cargo correspondiente, y los ministros
ausentes no tendrán derecho a presentar objeciones.

III. Un día antes de las elecciones se nombrará la Comisión


de Elecciones y la Comisión Calificadora.

IV. El día de elecciones todos los ministros deberán


presentarse en oración y ayuno.

V. Las elecciones se efectuarán en el siguiente orden:


Obispo Presidente, Secretario General, Secretario de Misiones
Internacionales, Secretario de Evangelización, Secretario de
Educación Cristiana y Secretario de Asistencia Social.

VI. La selección de los candidatos a los primeros seis


puestos de la Mesa Directiva se hará por el voto secreto de todos
los ministros. Los seis miembros electos, se reunirán y
seleccionarán dos ministros que hayan terminado un período
completo como obispo de distrito o miembro de la Mesa Directiva
General para candidatos a Secretario Supervisor en los Estados
Unidos de América. Los seleccionados serán presentados a la
asamblea, la que por medio del voto mayoritario decidirá cuál de
los dos ocupa el cargo. Para la elección del Secretario
Administrador General, se seguirá este mismo proceso.

VII. Para hacer la selección de candidatos a cada puesto,


los ministros presentes que llenen los requisitos para votar,
escribirán secretamente en la boleta impresa que se les entregue,
el nombre de su candidato.

VIII. La Comisión de Elecciones recogerá todas las boletas


y después de hacer el cómputo correspondiente, presentará los
resultados a la Comisión Calificadora.

IX. Los nombres de los ministros que fueren aprobados


como candidatos, serán dados a conocer por la Comisión de
Elecciones ante la asamblea.
X. Cuando algún candidato no desee ocupar el cargo para
el cual es seleccionado, tendrá derecho a declinar, después de
ser presentado y antes de que se ore por él.

XI. La declinación de un candidato debe hacerse ante la


Comisión Calificadora, previamente, y sólo podrá anunciarse a la
asamblea si fuere aprobada por la mencionada Comisión.

XII. Una vez aceptada una declinación, se hará nueva


selección para sustituir al declinante.

XIII. El Presidente de la Comisión de Elecciones,


presentará a los candidatos ante la asamblea y se orará por ellos.

XIV. A continuación cada ministro votante anotará en la


boleta correspondiente el nombre del candidato a su elección.

XV. La Comisión de Elecciones hará el cómputo de los


votos, dará a conocer el resultado a la asamblea y presentará al
candidato electo.

XVI. Si en las elecciones definitivas hubiere empate, se


seguirán haciendo votaciones hasta por tres veces y si no ocurre
el desempate, se decidirá por suerte.

Artículo 11. Comisión Calificadora.

I. Un día antes de las elecciones, la Mesa Directiva


General de la Iglesia nombrará una Comisión Calificadora, que
será integrada por tres miembros de la Mesa Directiva General de
la Iglesia y dos obispos de distrito en funciones y dos exobispos,
la cual se encargará de aprobar a los precandidatos. En el caso
de la elección del Obispo Presidente, esta Comisión Calificadora
tomará en cuenta de entre los primeros diez que tengan mayor
número de votos en la primera ronda, su capacidad, idoneidad y
derecho, y aprobará a tres de ellos como precandidatos. En caso
de que el décimo lugar lo obtuvieran varios ministros, todos ellos
serán considerados por la Comisión Calificadora para la
aprobación de los tres precandidatos. Estos tres pasarán a la
segunda ronda de donde se seleccionarán a los dos que hayan
obtenido mayor número de votos para pasar a la tercera ronda en
donde saldrá electo el que tenga mayor número de votos. La
Comisión de Elecciones pasará la relación de los diez o más
precandidatos a la Comisión Legal para su conocimiento; para
que ésta posteriormente verifique que los candidatos propuestos
por la Comisión Calificadora se encuentren dentro de ese
número.

II. En el caso de los demás miembros de la Mesa Directiva


General, esta Comisión Calificadora tomará en cuenta de entre
los diez o más que tengan mayor número de votos, su capacidad,
idoneidad y derecho, y aprobará a dos de ellos como candidatos,
siendo electo el que tuviere mayoría simple de votos.
La Comisión de Elecciones pasará la relación de los diez o más
precandidatos a la Comisión Legal para su conocimiento, para
que ésta posteriormente verifique que los candidatos propuestos
por la Comisión Calificadora se encuentren dentro de ese
número. Si se diera el caso de que el décimo lugar lo obtuvieran
varios ministros con el mismo número de votos, todos ellos serán
mencionados en la relación que la Comisión de Elecciones le
presente a la Comisión Legal para su conocimiento y verificación.

III. En caso de que los precandidatos propuestos, a juicio


de la Comisión Calificadora, no llenen los requisitos establecidos
en la presente Constitución o carezcan de capacidad, idoneidad o
derecho para figurar como candidatos, podrá ordenar que se
haga una nueva selección.

IV. Si después de ser presentados los candidatos y antes


de que se ore por ellos, hubiere objeciones en contra de
cualquiera de ellos, se suspenderán las elecciones entre tanto
que el objetante discute en privado ante la Comisión Calificadora.
Las objeciones deben de ser de importancia y el objetante debe
presentar pruebas fehacientes, para que la Comisión Calificadora
pueda ordenar se suspenda la elección de un candidato. Si esto
sucediere, podrá ordenar entre quien en turno tenga mayoría de
votos y llene los requisitos o se haga una nueva selección.

V. Ninguna objeción será presentada ni discutida en plena


asamblea. Las deliberaciones de la Comisión Calificadora serán
secretas y sus decisiones definitivas.

VI. Si cualquiera de los miembros de la Comisión


Calificadora resultare propuesto como precandidato y quisiera
participar en las elecciones, no tendrá derecho a opinar sobre los
pre-candidatos propuestos, sino que invariable e inmediatamente
deberá retirarse momentáneamente de la Comisión Calificadora,
para permitir que el resto de los integrantes deliberen. Una vez
concluida la deliberación, podrá volver a ocupar su puesto.

Artículo 12. Requisitos para ser miembro de la Mesa


Directiva General.

I. Para figurar como candidato a la Mesa Directiva General


se requiere:

a. Ser ministro ordenado.

b. Tener como mínimo 35 años de edad y tener salud


física.

c. Haber terminado o aprobado cursos teológicos


reconocidos por el Sistema de Educación Teológica de
nuestra Iglesia.

d. Haber terminado estudios de secundaria o su


equivalente.

e. Haber servido como pastor de la iglesia de manera


satisfactoria y exitosa en la misión y la administración
por un periodo no menor de diez años y de preferencia
haber sido presbítero.

II. Para figurar como candidatos a Obispo Presidente y


Secretario General se requiere ser ministro con experiencia y
capacidad en la supervisión, que haya desempeñado
satisfactoriamente cuando menos dos periodos un cargo de
obispo de distrito, o bien un periodo de obispo de distrito y uno
como miembro de la Mesa Directiva de la Iglesia o dos periodos
completos un cargo en la Mesa Directiva General de la iglesia y
que esté actuando como obispo de distrito, miembro de la Mesa
Directiva General de la iglesia, presbítero o cuando menos como
pastor de una iglesia.

III. Para figurar como candidato al cargo de Secretario de


Misiones Internacionales, se requiere ser ministro con experiencia
y capacidad en la supervisión, así como también que tenga la
cultura académica y teológica mínima que se requiere para el
asesoramiento, equipamiento e impulso de las misiones, y que
haya desempeñado satisfactoriamente por cuatro años el cargo
de obispo de distrito o bien un periodo completo como miembro
de la Mesa Directiva General de la Iglesia y que esté actuando
como obispo de distrito, miembro de la Mesa Directiva General de
la Iglesia, presbítero o cuando menos como pastor de una iglesia.

IV. Para figurar como candidato a los demás puestos,


deberá tener un mínimo de 35 (treinta y cinco) años de edad, y
que esté actuando como obispo de distrito, miembro de la Mesa
Directiva General de la Iglesia o pastor y que tenga cuando
menos 10 (diez) años de experiencia en esta última
responsabilidad.

Artículo 13. Deberes del Obispo Presidente.

I. Tendrá la representación de la Iglesia en general, y


deberá ejercerla en cualquier momento y lugar que sea
necesario, para la atención y supervisión de toda la Iglesia, y su
autoridad se extiende hasta los campos misioneros dependientes
de la organización. Por lo tanto, deberá visitar todos los distritos
en la frecuencia que sea necesaria. Esto lo hará para enterarse
del estado de la obra y ordenar lo que deba hacerse en cada
caso.

II. Velará porque los obispos de distrito y demás miembros


de la Mesa Directiva General de la Iglesia cumplan fielmente sus
obligaciones.

III. Presidirá las convenciones generales, reuniones


episcopales, congresos legislativos y reuniones de la Mesa
Directiva General de la Iglesia. Cuando por alguna razón
justificada no pueda asistir a las actividades que le correspondan
deberá delegar su representación a cualquier miembro de la
Mesa Directiva General de la Iglesia u obispo en funciones.

IV. Deberá asistir a las convenciones distritales para


asesorar a los obispos e intervenir en aquellas cosas que lo
requieran, o delegar su representación como se expresa en el
inciso anterior.

V. Representará a la Iglesia en todas las gestiones oficiales


que se deba hacer, o delegará su representación como ya está
indicado, utilizando si las circunstancias lo requieren a más de
una persona.

VI. Firmará, juntamente con el Secretario General, todas


las credenciales, certificados de ordenación, nombramientos y
demás documentos que requieran su firma.

VII. Exigirá que los obispos de distrito y demás miembros


de la Mesa Directiva General de la Iglesia le informen de sus
actividades cuando lo estime conveniente.

VIII. Presentará un informe de su administración y de sus


actividades personales ante las convenciones generales y
reuniones episcopales.

IX. Exigirá que se cumplan los acuerdos de las


convenciones generales, de las reuniones episcopales,
congresos legislativos y convenciones de distrito. Cuando no se
cumpla un acuerdo, deberá informar ante la Convención General,
Reunión Episcopal o de la Mesa Directiva General de la Iglesia,
explicando los motivos que lo impidieron. En el caso de acuerdos
de convención distrital deberá requerir su cumplimiento al obispo
correspondiente.

X. Deberá cumplir, impulsar y supervisar los programas


que la Convención General o Reunión Episcopal hayan
aprobado, o en su defecto, si no existiere, deberá proponer en
conjunto con la Mesa Directiva un plan de trabajo ante la
Convención General o Reunión Episcopal para su estudio, y en
su caso, aprobarlo en la fecha que convenga.

XI. Hará la entrega oficial de su cargo a su sucesor al final


de la Convención. La entrega física se hará en un plazo no mayor
de un mes, y ante una reunión plenaria de la Mesa Directiva
General de la Iglesia. Entregará por inventario las oficinas, bienes
y demás enseres que estén en su poder y que sean para el uso
de la presidencia de la Iglesia. Se enviará copia del inventario a
los obispos de distrito.

Artículo 14. Atribuciones del Obispo Presidente.


I. Podrá nombrar obispos que asuman, hasta por seis
meses, la dirección de aquellos distritos que súbitamente queden
sin titular.

II. Si faltaren más de seis meses para la terminación del


período correspondiente a un obispo que muera, renuncie, o cese
de sus funciones, el Obispo Presidente deberá convocar a todos
los ministros del distrito en cuestión y hacer la elección de un
obispo que cubra el interinato.

III. Tiene la facultad de remover los funcionarios generales,


que no cumplan con sus obligaciones o que por alguna razón
justificada no puedan o no deban permanecer en sus puestos,
previo consenso con la Mesa Directiva General.

IV. Tiene la facultad de solicitar la remoción de los obispos


de distrito y de los miembros de la Mesa Directiva General de la
Iglesia que no cumplan con sus obligaciones o que por alguna
razón justificada no puedan o no deban permanecer en sus
puestos. En la Reunión Episcopal se estudiará la solicitud de
remoción, la cual podrá ser aprobada o rechazada. En casos de
emergencia, el Obispo Presidente puede hacer las remociones y
presentar sus motivos a la Mesa Directiva General de la Iglesia,
la cual las ratificará o rectificará, según convenga.

V. Queda autorizado el Obispo Presidente para cambiar a


cualquier ministro que a su juicio pueda suplir una necesidad de
emergencia, con la anuencia del ministro en cuestión, del obispo
de distrito de donde sale y la de aquel a donde vaya a
desempeñar su vocación voluntaria, si fuere dentro de un distrito
constituido.

VI. Cuando un funcionario de puestos generales, dejara de


fungir en su puesto por fallecimiento, renuncia o cese, el Obispo
Presidente ordenará un suplente que tome posesión del cargo
vacante, después de rendir la protesta de rigor ante él o su
representante. En la siguiente Reunión de la Mesa Directiva
General de la Iglesia, se ratificará o modificará el nombramiento
si faltaren más de seis meses.

VII. Tendrá facultad de intervenir en la distribución de los


fondos que se acumulen en las tesorerías de las redes de células
y ministerios generales.
VIII. Tendrá facultad de ordenar la revisión de los libros de
las tesorerías generales y distritales, y nombrará una comisión o
un contador que revise o certifique los informes que deban
rendirse en las convenciones generales, reuniones episcopales y
en las convenciones distritales, y cuando lo crea conveniente
podrá ordenar una auditoría a cualquiera de las tesorerías
mencionadas.

IX. Tendrá la facultad de aprobar o rechazar las solicitudes


que los obispos hagan para utilizar los fondos de las tesorerías
de sus distritos, cuando se trate de cubrir gastos no previstos y
cuando las circunstancias lo requieran, podrá intervenir para
reajustar algunas asignaciones que se haya hecho a las
tesorerías de distrito.

X. Tendrá la facultad para requerir a los obispos e


intervenir en asuntos distritales en circunstancias que a su juicio
lo ameriten, previa consulta con la mayoría de los miembros de la
Mesa Directiva General. Esta intervención sólo se dará una vez
que se hayan agotado los recursos de orientación y consejo
necesarios para la atención del asunto en cuestión, debiendo
informar en Reunión Episcopal, donde se ratificará o rectificará la
decisión, según convenga.

XI. Tendrá la facultad de tomar decisiones de carácter


extraordinario en casos de emergencia debiendo informar en
Reunión Episcopal, donde se ratificará o rectificará según
convenga.

XII. Nombrará junto con el Secretario General y el


Secretario Administrador General, al personal que trabaje en las
Oficinas Generales de la Iglesia y le asignará el salario
correspondiente.

XIII. Será responsable del funcionamiento de las Oficinas


Generales de la Iglesia y aprobará las erogaciones necesarias
para la adquisición del equipo de las mismas, así como para los
demás comités generales y redes de células y ministerios.

Artículo 15. Deberes del Secretario Supervisor en los


Estados Unidos de América.
1. A fin de que la Iglesia en los Estados Unidos de América
reciba una mejor atención pastoral, el Secretario Supervisor será
el colaborador inmediato del Obispo Presidente para que le
ayude en todas las comisiones asignadas por el mismo.

2. Atenderá por instrucciones del Obispo Presidente los


conflictos que se generen entre los obispos y los pastores. Una
vez atendidas las comisiones deberá informar ampliamente
acerca de la comisión atendida.

3. Impulsará el avance del programa general de la Iglesia.

4. En casos necesarios, el Obispo Presidente, la Mesa


Directiva General o la Convención General, podrá asignarle
cualquier otro tipo de encomienda según las necesidades de la
obra de Dios.

Artículo 16. Atribuciones del Secretario Supervisor en los


Estados Unidos de América.

1. Podrá convocar con suficiente anticipación,


especificando lugar, fecha y hora a las personas involucradas en
la encomienda que reciba del Obispo Presidente.

2. A fin de colaborar con el avance del programa general,


podrá solicitar a los obispos o quienes visite, información acerca
del desarrollo y cumplimiento del programa distrital.

Artículo 17. Deberes del Secretario General.

I. Llevará un libro, en el cual levantará las actas de todas


las convenciones generales, reuniones episcopales y reuniones
de la Mesa Directiva General de la Iglesia.

II. Archivará las copias de las actas de las convenciones


distritales; además compilará y encuadernará en un libro las
copias de dichas actas.

III. Llevará un expediente de cada ministro afiliado a la


Iglesia, anotando en él los datos concernientes a los diferentes
cargos que haya desempeñado en cada lugar y las distintas
comisiones que se le hayan conferido.
IV. Será el responsable de todas las publicaciones oficiales
que se hagan en el órgano oficial de la Iglesia.

V. Expedirá todas las credenciales ministeriales,


certificados de ordenación, nombramientos y demás documentos
oficiales que se requieran.

VI. Será el encargado de extender las credenciales


ministeriales, los certificados de ordenación, nombramientos y
demás documentos que requieran su firma.

VII. Representará a la Iglesia en aquellas gestiones en que


sea necesaria su participación directa.

VIII. Protocolizará ante un Notario Público las actas de


elecciones de la Mesa Directiva General de la Iglesia y todos
aquellos documentos que requieran protocolización.

IX. Dará curso a la correspondencia oficial y formará el


archivo correspondiente.

X. Informará por medio de circulares a todos los obispos,


presbíteros, pastores y encargados de la obra, evangelistas,
misioneros y demás miembros de la Mesa Directiva General de la
Iglesia, todos los acuerdos tenidos en las convenciones
generales, reuniones episcopales y reuniones de la Mesa
Directiva de la Iglesia y además, todas aquellas cosas que sean
de interés general.

XI. Dirigirá un departamento de estadística que reunirá


todos los datos pertinentes a la obra, con asesoramiento del
Obispo Presidente y la cooperación de todos los obispos,
presbíteros, misioneros, evangelistas y funcionarios de la Mesa
Directiva General de la Iglesia, las estadísticas citadas abarcarán
el mismo período de la administración anual de la Mesa Directiva
General y deberá publicarse cada año en forma de memoria.

XII. Desempeñará todas las comisiones que le sean


conferidas por la Convención General, reuniones de la Mesa
Directiva General de la Iglesia y por el Obispo Presidente.

XIII. Cuando el Obispo Presidente cesare en sus funciones


por fallecimiento, renuncia o cese, faltando más de seis meses
para la finalización del período de la Mesa Directiva General de la
Iglesia, el Secretario General asumirá la dirección de la Iglesia
por un período no mayor de cuarenta y cinco días, dentro del cual
se hará la elección de un nuevo Obispo Presidente conforme se
indica en el artículo 27 de esta Constitución.

XIV. Si el Obispo Presidente cesare en sus funciones por


fallecimiento, renuncia o cese, faltando seis meses o menos para
la finalización del período de la Mesa Directiva General de la
Iglesia, el Secretario General asumirá las funciones del Obispo
Presidente después de rendir la protesta respectiva ante el
Cuerpo Episcopal y la presencia del resto de los miembros de la
Mesa Directiva General de la Iglesia, en un período no mayor de
veinte días después del día en que el Obispo Presidente cese en
sus funciones, y terminará el período de actividades
correspondientes.

Artículo 18. Atribuciones del Secretario General.

I. Demandará de los obispos, presbíteros, pastores,


evangelistas y encargados de la obra, los datos que considere
necesarios para la formación de sus archivos y para la redacción
de informes.

II. Exigirá que los obispos de distrito le envíen, por


conducto de las personas que competa, los datos relativos a la
ordenación, cambio o cese de ministros y los datos relativos al
establecimiento de nuevas iglesias, construcción y dedicación de
templos.

III. Exigirá que se le envíe por parte de los obispos de


distrito o sus secretarios, copia de las actas levantadas en sus
convenciones distritales y demás reuniones ministeriales.

Artículo 19. Deberes del Secretario Administrador General.

I. El Secretario Administrador General tendrá a su cargo los


fondos que se reúnan de porcentajes de las iglesias, ofrendas
misioneras, diezmos de obispos y miembros de la Mesa Directiva
General de la Iglesia, y demás fondos que se acuerde que sean
manejados por la Tesorería General.
II. Será el responsable de todos los fondos puestos bajo su
cuidado.

III. Será responsable del registro de ingresos y egresos de


cada uno de los fondos que se le encomienden, manejando estos
en cuentas bancarias mancomunadas, de ahorros o de cheques
a nombre de la Iglesia, según determinen los acuerdos de la
Mesa Directiva General, con la firma del Obispo Presidente o de
la persona o personas que mejor convenga.

IV. Hará los gastos que hayan sido autorizados por


acuerdo de las convenciones generales, reuniones episcopales,
reuniones de la Mesa Directiva General de la Iglesia, o por
órdenes escritas del Obispo Presidente, quien en todo caso
indicará con toda claridad el motivo del gasto y de qué fondo se
hará. No debiendo utilizar los fondos para ningún otro fin.

V. Será responsable de que se extienda recibo por todas


las cantidades que lleguen a la Tesorería General, que se hagan
las anotaciones en los libros, y los depósitos del dinero en las
cuentas bancarias correspondientes.

VI. Rendirá un estado de cuentas, certificadas por un


contador ante las convenciones generales, Reunión Episcopal
anual ordinaria y un informe económico cuantas veces el Obispo
Presidente se lo demande. Entregará una copia de sus informes
al Secretario General para su archivo.

VII. Dará curso a toda la correspondencia que competa,


formando el archivo correspondiente.

VIII. Llevará un registro en el que se anote separadamente


las contribuciones de cada distrito.

IX. Entregará a su sucesor los fondos que hubiera al


finalizar sus funciones según el estado de cuenta, los libros
respectivos y todos los enseres pertenecientes a la Iglesia que
sean para uso de la Tesorería General.

X. La entrega por inventario deberá hacerla el Obispo


Presidente o una comisión nombrada por él mismo, haciéndose
constar en el acta respectiva lo que se entrega, juntamente con el
balance correspondiente, y deberán firmar los que intervengan en
el caso. La entrega física deberá hacerse en un plazo no mayor
de un mes posterior a la elección de su sucesor.

Artículo 20. Atribuciones del Secretario Administrador


General.

I. Velará porque los pastores y encargados de iglesias


cumplan con el envío de los porcentajes correspondientes, y
cuando haya negligencia u omisión, pedirá la intervención de los
presbíteros o de los obispos de distrito.

II. Velará porque los miembros de la Mesa Directiva


General de la Iglesia y obispos de distrito, hagan el envío de sus
diezmos y demás porcentajes correspondientes.

III. Vigilará que las tesorerías distritales y demás que se


acuerden, envíen sus porcentajes correspondientes, y además
podrá solicitar un informe anual de todos los ingresos y egresos
de aquellas iglesias que juzgue necesario.

IV. Cuando el Secretario Administrador General lo crea


conveniente, podrá solicitar que los miembros de la Mesa
Directiva General de la Iglesia, los obispos de distrito, los
presbíteros o los pastores hagan la revisión de los libros que a
juicio del Secretario Administrador General deben ponerse en
orden, y especialmente cuando estén faltando al cumplimiento de
sus deberes económicos. También podrá practicar las auditorías
que el Obispo Presidente le ordene.

Artículo 21. Deberes del Secretario de Misiones


Internacionales.

I. Será el encargado de dirigir el programa misionero,


supervisando el avance del mismo en todos los países en donde
ya existe y abriendo nuevos campos. Será el representante de la
organización en el extranjero, y ejercerá su función por conducto
de los misioneros supervisores y demás ministros que se envíen
o sean iniciados y ordenados en los campos misioneros.

II. Visitará con la frecuencia que lo acuerden las


convenciones generales, o la Reunión Episcopal, los países en
donde haya iglesias establecidas y también los lugares en donde
se determine establecerlas, para equipar, asesorar y orientar a
los misioneros supervisores y demás colaboradores, sobre la
forma de llevar a cabo el plan de trabajo de la iglesia, a fin de
lograr el mayor desarrollo posible.

III. Elaborará planes de desarrollo y crecimiento del


proyecto misionero y los presentará ante las convenciones
generales, reuniones episcopales o reuniones de la Mesa
Directiva General.

IV. Solicitará a las convenciones generales o reuniones de


la Mesa Directiva General de la Iglesia, la autorización para llevar
a cabo convenciones y congresos en aquellos países en donde la
obra lo requiera, y cuando sea autorizado para ello, él mismo las
presidirá o el representante que él mismo acuerde con el Obispo
Presidente.

V. Será responsable de promover la transnacionalización


de la iglesia, equipándola a través del involucramiento de las
diferentes secretarías generales, a fin de que esté debidamente
organizada en cada país según el artículo 3, fracción V.

VI. Propondrá ante el Comité de Misiones a los candidatos


a misioneros para que sean examinados y si fueren aprobados,
saldrán a cumplir con su noble misión, a aquellos lugares en
donde hubiere necesidad de ellos.

VII. Presentará un informe de la obra misionera ante las


convenciones generales y Reunión Episcopal.

VIII. Será el responsable de informar y certificar con el


Comité de Misiones Internacionales, sobre los nuevos proyectos
misioneros que serán establecidos en campo.

IX. Informará constantemente al Obispo Presidente del


estado de la obra misionera y solicitará al comité de misiones el
acuerdo para los problemas que requieran inmediata solución.

X. Con la frecuencia que lo crea necesario, girará


instrucciones a los obispos, misioneros y demás ministros
nacionales, orientándolos sobre la forma en que deben
desarrollar su función.
XI. Llevará un registro personal de todos los misioneros
que se envíen al campo y de los obreros nacionales que se vayan
ordenando como ministros y pastores, y formará el archivo con
las actas de las convenciones y demás datos importantes de
acontecimientos que Dios realice en los países donde haya obra
misionera.

XII. Llevará un registro de todas las propiedades que a


nombre de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, se
adquieran en el campo misionero; lo anterior lo hará en
colaboración con el Secretario General de la Iglesia según el
artículo 61.

XIII. Demandará de los campos que tengan personería


jurídica, un informe anual durante sus convenciones, según los
requerimientos de los países donde esté establecida, de los
cuales, enviará una copia al Secretario General de la Iglesia y
otra a la Secretaría de Misiones Internacionales.

XIV. Acordará con el Comité de Misiones todo lo relativo a


gastos que deban hacerse en los campos misioneros.

XV. Pugnará porque en los campos misioneros se


establezcan escuelas bíblicas o institutos, para la preparación de
los ministros nacionales.

XVI. Para cumplir con la finalidad mencionada en el inciso


anterior, pugnará porque se adquieran las propiedades
necesarias, se construyan los edificios y se conviertan en realidad
estos planes.

XVII. Pugnará porque en cada país, donde las leyes lo


permitan, se logre el establecimiento de la personería jurídica de
la iglesia, con el apoyo y asesoramiento de la Secretaría General,
según el artículo 17, fracción VII.

XVIII. Girará instrucciones y orientará a los misioneros,


pastores y ministros nacionales sobre la forma en que deben
desarrollar su función en el campo misionero.

XIX. Será el encargado de solicitar a la Secretaría General


de la Iglesia las credenciales y nombramientos ministeriales para
los misioneros y pastores nacionales según los reglamentos
legales de cada país.

XX. Al finalizar sus funciones, entregará por inventario y


ante el Obispo Presidente o la comisión que él nombre para el
caso, todos los libros, archivos, enseres, personería jurídica y
documentos que amparen las propiedades que en los distintos
países misioneros se hayan adquirido a nombre de la Iglesia
Apostólica de la Fe en Cristo Jesús o a nombre de la iglesia que
representa a la A.R. de México en otro país.

Artículo 22. Atribuciones del Secretario de Misiones


Internacionales.

I. Exigirá a los misioneros el estricto cumplimiento de sus


deberes y requerirá un informe trimestral de sus actividades.

II. En sus visitas de supervisión resolverá todos los


problemas que requieran una solución inmediata e informará a la
Mesa Directiva en pleno o al Obispo Presidente de sus
decisiones.

III. Presidirá, en ausencia del Obispo Presidente las


convenciones y reuniones ministeriales que se celebren al visitar
los campos misioneros, o podrá delegar esta función enviando un
representante de él, previa autorización del Obispo Presidente.

IV. Propondrá a los ministros que fungirán como


misioneros supervisores en los países que sea necesario, previa
consulta y aprobación de la Mesa Directiva General de la Iglesia.

V. Tendrá la faculta de nombrar supervisores regionales de


misiones que atenderán diferentes países misioneros según sea
necesario, previa consulta y aprobación con la Mesa Directiva
General.

VI. En las convenciones y reuniones ministeriales que


verifique en los campos misioneros, ordenará ministros, con la
anuencia previa de los misioneros supervisores y por acuerdo de
las convenciones. Pugnará porque se cumplan siempre los
requisitos que establece la presente Constitución, tanto para la
ordenación como para la remoción de ministros.
VII. Sera el Secretario de Misiones quien determinará las
funciones y atribuciones del misionero supervisor y supervisores
regionales, con el visto bueno del Comité de Misiones.

VIII. Tendrá la facultad de remover a los siguientes


elementos: supervisores regionales, misioneros supervisores,
misioneros y pastores en campo, con la aprobación del Comité
de Misiones.

IX. Tendrá la facultad de intervenir en los campos


misioneros para resolver los problemas que se presenten.

X. Podrá solicitar a la Administración General, que


periódicamente, haga una revisión de los libros de tesorerías y
archivos en todos los campos misioneros.

XI. Vigilara que los misioneros, pastores y ministros de los


campos misioneros cumplan con sus obligaciones económicas
según el artículo 81.

XII. Tendrá la facultad de tomar decisiones de carácter


extraordinario en casos de emergencia en el campo misionero.

XIII. Podrá convocar a las convenciones misioneras


especificando las fechas para cada una de ellas.

XIV. Representará a la Iglesia Apostólica en el campo


Misionero en aquellas gestiones que sea necesaria su
participación.

XV. Designara, cuando así se crea conveniente, a


representantes de los diferentes campos misioneros para asistir a
las convenciones generales, los congresos legislativos y otros
eventos.

XVI. Podrá celebrar convenios de apoyo o desarrollo


misionero con aquellas personas, iglesias, distritos o instituciones
que tengan como meta impulsar el avance de la obra misionera
en otras naciones. Cuidando que los convenios antes
mencionados garanticen en todo momento la estabilidad y
continuidad de la obra de Dios, velando que estos convenios no
interfieran el derecho de dirigir y gobernar en asuntos que le
corresponden al Comité de Misiones
XVII. Velará porque en cada país se organicen las iglesias,
de modo que los creyentes nacionales aprendan a cumplir con
sus deberes cristianos, diezmando, ofrendando y haciendo todas
las aportaciones que dentro de sus posibilidades se acuerden,
para ayudar a los misioneros en sus gastos de viaje y supervisión
y a los ministros nacionales en sus funciones pastorales,
procurando los medios para que la obra llegue a sufragar sus
gastos de operación.

Artículo 23. Deberes del Secretario de Educación Cristiana.

I. Redactará las lecciones de las escuelas bíblicas y


cuando esta tarea sea desempeñada por otras personas, él
revisará los originales y con su aprobación se publicarán.

II. Promoverá el establecimiento de escuelas bíblicas y la


celebración de institutos para la preparación de maestros y
funcionarios de las mismas.

III. Colaborará con los distritos en la celebración de


institutos y establecimiento de escuelas para la preparación de
ministros.

IV. Pugnará porque las escuelas bíblicas o institutos ya


establecidos desarrollen un buen programa de enseñanza
teológica, pedagógica y homilética, y que establezcan escuelas
bíblicas permanentes que sirvan para la preparación de ministros.
Los nuevos proyectos para el establecimiento de institutos
bíblicos, deberán presentarse por el Secretario de Educación
Cristiana ante las convenciones generales, reuniones episcopales
o reuniones de la Mesa Directiva General de la Iglesia para su
aprobación, a fin de que reciban un mayor impulso.

V. Desempeñará todas las tareas que le sean


encomendadas por las convenciones generales, reuniones
episcopales, las reuniones de la Mesa Directiva General de la
Iglesia o por el Obispo Presidente.

VI. En la Convención General o reunión ordinaria de la


Mesa Directiva de la Iglesia, rendirá un informe de sus
actividades.
VII. Entregará a su sucesor por inventario en un plazo no
mayor de treinta días y ante la comisión que para ello nombre el
Obispo Presidente, los libros, archivos y enseres
correspondientes a la Secretaría a su cargo.

Artículo 24. Atribuciones del Secretario de Educación


Cristiana.

I. Elaborará un programa general de educación con la


aprobación de la Convención General, Reunión Episcopal o la
reunión de la Mesa Directiva General de la Iglesia que se pondrá
en práctica en todas las escuelas bíblicas e institutos bíblicos
permanentes. Examinará los programas de educación de las
escuelas bíblicas temporales, sin cuya aprobación no podrán
desarrollarse.

II. Firmará junto con los funcionarios de las escuelas


bíblicas e institutos, los certificados de estudios, promociones a
nuevos grados y diplomas que se extiendan a los estudiantes en
institutos bíblicos permanentes y escuelas bíblicas temporales.

III. Exigirá que se cumpla, por parte de los pastores, con el


envío del 10% de los ingresos de todas las escuelas bíblicas y de
ministerios y demás aportaciones que se aprueben para reforzar
los fondos de la tesorería del comité de educación cristiana, y en
casos de negligencia u omisión pedirá la intervención de los
presbíteros y de los obispos de distrito. En última instancia pedirá
la intervención del Obispo Presidente.

Artículo 25. Deberes del Secretario de Evangelización.

I. En coordinación con los obispos de distrito, proyectará


establecer congregaciones en lugares estratégicos tanto urbanos
como rurales no alcanzados.

II. Presidirá un comité que estará integrado además de él


mismo, por el Secretario Administrador General y el Obispo
Presidente como asesor.

III. Presentará sus planes de desarrollo y crecimiento a


consideración y aprobación de la Reunión Episcopal.
IV. Hará las gestiones con los obispos de distrito para la
asignación de los campos, debiendo firmar en cada caso su
correspondiente convenio. Por su parte, los evangelistas deberán
siempre estar integrados a los distritos que les corresponda y en
contacto permanente con sus autoridades, a fin de mantener una
supervisión conjunta y adecuada para el establecimiento de las
nuevas iglesias. En caso de necesidad de remoción de algún
evangelista, deberá hacerse previo acuerdo entre el Secretario de
Evangelización y el obispo del distrito que corresponda.

V. El comité de evangelización, de común acuerdo con el


obispo del distrito que corresponda, asignará a los evangelistas
nacionales la compensación, ayuda o sostenimiento que
convenga.

VI. Promoverá lo necesario para la provisión de fondos que


sirvan para impulsar la vocación evangelística en los países
donde la Iglesia esté debidamente organizada.

VII. El Secretario de Evangelización designará, de común


acuerdo con el resto del comité, a los ministros que habrán de
desempeñar la función de Evangelista Itinerante. En cada caso
se establecerán las condiciones específicas sobre las cuales
funcionará el evangelista respectivo.

VIII. La adquisición de propiedades para el establecimiento


de nuevas iglesias se hará bajo la dirección de esta Secretaría,
debiéndose tener cuidado en todos los casos de que su
documentación esté debidamente legalizada a nombre de la
Iglesia. Los títulos de las propiedades adquiridas deberán ser
remitidos a la Secretaría General para su archivo.

IX. Presentará un informe de sus actividades ante las


convenciones generales y reuniones episcopales.

X. Al finalizar sus funciones, entregará a su sucesor por


inventario, en un plazo no mayor de treinta días, todos los
enseres, libros y archivos correspondientes ante el Obispo
Presidente o la persona o personas que él designe.

Artículo 26. Deberes del Secretario de Asistencia Social.


I. La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, con el
deseo de cumplir el deber moral de ayudar al indigente, proteger
al huérfano y a la viuda, y muy especialmente a aquellos
ministros que lleguen a la ancianidad sin recursos económicos,
cuenta en su Mesa Directiva con un Secretario de Asistencia
Social.

II. El Secretario de Asistencia Social promoverá lo


necesario para que la Iglesia en general, los distritos y las iglesias
locales, contribuyan en la medida de sus posibilidades a resolver
los problemas sociales que dentro de la comunidad cristiana y,
hasta donde sea posible a la sociedad ajena a sus principios, se
les presenten; ya sea por orfandad, viudez, ancianidad o
cualquier desgracia fortuita.

III. Para cumplir con las finalidades enumeradas en el


inciso anterior, el Secretario de Asistencia Social presidirá un
comité que estará integrado además de él mismo, por el
Secretario Administrador General y el Obispo Presidente como
asesor.

IV. Será el encargado de tramitar la ayuda de manutención


de los ministros que por haberse llegado el tiempo para ello, se
retiren de toda responsabilidad y de acuerdo con los reglamentos
respectivos tengan derecho a recibir alguna ayuda de
manutención, ya sea directamente de algún fondo de la Iglesia o
de instituciones de seguros que se hayan contratado con ese fin.
Lo mismo hará en el caso de viudas de pastores o ministros que
según el reglamento respectivo tengan derecho a alguna
subvención económica.

Artículo 27. Poderes de la Mesa Directiva General.

I. La Mesa Directiva General es el conjunto representativo


más elevado de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús y
se organiza con el propósito de dirigir y controlar todas las
actividades de la misma organización, velar porque los acuerdos,
planes y proyectos aprobados por las convenciones generales,
reuniones episcopales y las reuniones de la Mesa Directiva
General de la Iglesia se cumplan. Es también el organismo que
durante el tiempo que pasa entre una Convención General y otra,
tiene autoridad para resolver de inmediato todos los problemas
que se presenten, tomando las decisiones que competa,
representando así la voluntad de toda la Iglesia.

II. Las decisiones de la Mesa Directiva General de la


Iglesia, deben ser respetadas y obedecidas por todo el conjunto
ministerial y sólo podrán ser rectificadas por los acuerdos de una
Convención General o Reunión Episcopal.

III. La Mesa Directiva General de la Iglesia se reunirá


cuando menos una vez al año, para estudiar y resolver todos los
problemas que requieran una inmediata solución, ya sea que se
presenten inesperadamente o que le hayan sido encomendados
por la Convención General o la Reunión Episcopal. También
podrá estudiar y resolver asuntos que por su delicadeza
requieran una consideración muy especial y detenida.

IV. La Mesa Directiva General de la Iglesia tiene la


autoridad para reglamentar la forma en que funcionará la obra de
Dios en aquellos países que tienen leyes y disposiciones distintas
a los demás Estados, también reglamentará lo necesario para el
funcionamiento interior de la Iglesia en los distintos países en
donde exista obra misionera.

V. Cuando en un distrito se considere que no haya


elementos calificados para la elección de obispo, la Mesa
Directiva General se reunirá previamente con los ministros del
distrito en cuestión para comprobar el caso, y si sólo hubiere un
elemento aprobado por la Comisión Calificadora, se procederá a
su designación; en caso de haber agotado los recursos de la
investigación y no se encuentren elementos calificados dentro del
distrito, la Mesa Directiva General designará a dos candidatos
que llenen los requisitos que se marcan en el artículo 36 de esta
Constitución para que se desarrolle la elección correspondiente.

VI. Cuando se presentaren problemas de emergencia en


distritos o presbiterios que las autoridades del mismo distrito no
puedan o no quieran resolver, la Mesa Directiva General de la
Iglesia en conjunto o representada por el Obispo Presidente
podrá avocarse a su resolución, y tomará las medidas inmediatas
que se requieren.

VII. Tendrá la facultad de decidir sobre todos los asuntos y


cuestiones no previstas en la presente Constitución.
VIII. La Mesa Directiva General designará los directivos
generales de las redes de células y ministerios señoras, señores
y jóvenes.

Capítulo Cuarto

Artículo 28. Atención a la obra.

I. El Obispo Presidente, el Secretario General y el


Secretario Administrador General deberán invariablemente
atender sus obligaciones administrativas desde las Oficinas
Generales de la Iglesia.

II. La Mesa Directiva General de la Iglesia, electa,


determinará cuáles otros funcionarios de la misma, aparte de los
indicados en el inciso anterior, deberán residir en el mismo lugar
donde están las Oficinas Generales de la Iglesia o en lugares
cercanos de donde fácilmente puedan desplazarse al desempeño
de sus funciones.

III. Los miembros de la Mesa Directiva General de la Iglesia


que fueren electos o designados para el obispado de un distrito,
deberán renunciar a su cargo en la mencionada Mesa Directiva,
la cual se reservará el derecho de aceptar o rechazar su
renuncia.

IV. Los obispos que estando en funciones sean electos o


designados para cargos en la Mesa Directiva General de la
Iglesia, deberán presentar su renuncia al obispado ante el Obispo
Presidente el cual la turnará a la Mesa Directiva General, quien
se reserva el derecho de aceptarla o rechazarla, en la inteligencia
que ningún ministro podrá ser miembro de la Mesa Directiva
General y obispo de distrito simultáneamente por más de seis
meses.

V. La Mesa Directiva General de la Iglesia, determinará en


su oportunidad, cuáles de sus miembros deberán dedicarse
exclusivamente a sus funciones dentro de ella, para lo cual
deberán entregar en la fecha que se acuerde las
responsabilidades que tuvieren, ya sea a nivel distrital o local.
VI. A todos los funcionarios de la Mesa Directiva General
de la Iglesia que tengan que despachar desde las Oficinas
Generales de la Iglesia, se les proporcionará una residencia
adecuada para ellos y sus familias, según los acuerdos que tome
la misma Mesa Directiva General en pleno o el Obispo
Presidente, Secretario y Secretario Administrador General.

VII. Los miembros de la Mesa Directiva General de la


Iglesia, deberán recibir la ayuda de manutención justa y decente
que acuerde la Convención General o la Reunión Episcopal.

VIII. La Reunión Episcopal determinará las modificaciones


que se deban hacer a las ayudas de manutención acordadas,
tomando en cuenta la variación y los costos de la vida y las
posibilidades de la Iglesia en general y de los fondos
correspondientes a las diferentes Secretarías.

IX. Los miembros de la Mesa Directiva General de la


Iglesia que deseen ocupar o retener un pastorado, deberán antes
recabar la autorización de la misma Mesa Directiva, la cual podrá
revocar el acuerdo cuando lo considere necesario.

Artículo 29. Decesos, renuncias y ceses.

I. Cuando el Obispo Presidente considere necesario


presentar su renuncia a este puesto, lo hará por escrito ante la
Mesa Directiva General de la Iglesia en pleno. Los demás
funcionarios podrán presentar su renuncia por escrito ante el
Obispo Presidente.

II. Cuando desafortunadamente el Obispo Presidente


quedase incapacitado moral o físicamente siendo esto certificado
satisfactoriamente por personal facultativo en cada caso, será
relevado de sus funciones temporal o definitivamente después de
que el resto de la Mesa Directiva General presidida por el
Secretario General haya hecho el juicio y tomado la decisión
correspondiente.

III. Si el Obispo Presidente falleciere, renunciare o fuese


cesado de su puesto faltando más de seis meses para la
finalización del período de sus actividades, el Secretario General
convocará a Reunión Episcopal para elección, convocará en un
período no mayor de cuarenta y cinco días después del
fallecimiento, renuncia o cese, al resto de los miembros de la
Mesa Directiva General de la Iglesia y a todos los obispos, más
un presbítero por cada distrito, designado por el mismo obispo
para llevar a cabo la elección.

IV. En la fecha indicada en la convocatoria y en el lugar


indicado, la Reunión Episcopal más un presbítero por cada
distrito, presidida por el Secretario General, seleccionará por voto
secreto a dos candidatos para el puesto de Obispo Presidente,
los cuales se darán a conocer para hacer la votación
correspondiente, debiendo quedar como nuevo Obispo
Presidente el candidato que obtuviere mayoría simple de votos.

V. Si el Obispo Presidente que resultare electo, fuere


miembro de la Mesa Directiva General de la Iglesia, ésta misma
procederá de inmediato a designar la persona que cubra el
puesto vacante.

VI. Si el Obispo Presidente falleciere, renunciare o fuere


cesado cuando faltaren seis meses o menos para la finalización
del período de actividades de la Mesa Directiva General de la
Iglesia, el Secretario General asumirá el puesto de Obispo
Presidente ante la Mesa Directiva General y finalizará el
correspondiente período de actividades.

VII. Si cualquiera de los demás miembros de la Mesa


Directiva General de la Iglesia, fallecieren, renunciaren o fueren
cesados de sus puestos, el resto de la Mesa Directiva General
nombrará a quien finalice el correspondiente período de
actividades.

VIII. Los obispos de distrito y demás funcionarios generales


que deseen renunciar a sus puestos, deberán presentar la
renuncia por escrito ante el Obispo Presidente.

IX. Los presbíteros, pastores, encargados y ministros


ordenados, así como otros funcionarios de distrito, deberán
presentar su renuncia ante los obispos de distrito respectivos.

X. Los ministros ordenados deberán presentar su renuncia


ante los pastores respectivos.
XI. La renuncia de cualquier ministro o funcionario deberá
ser presentada por escrito. Las autoridades a quienes competa,
según el caso, como se indica en los incisos anteriores, deberán
estudiarla cuidadosamente. En tales ocasiones la renuncia en
cuestión se aceptará cuando sea justificada, habiendo agotado
todos los requisitos legales y de persuasión, a menos que sea
irrevocable.

XII. El funcionario que reciba las renuncias, procederá


según las circunstancias a designar o elegir a las personas que
cubran las vacantes respectivas, conforme a lo que se indica en
esta Constitución.

Artículo 30. Derechos.

I. El Obispo Presidente saliente tiene derecho a ocupar el


puesto que ocupaba su sucesor sin necesidad de que se siga el
proceso de elecciones; cuando se trate de un cargo de esta
naturaleza, en tal caso terminará el período correspondiente. Si lo
prefiere podrá dedicarse al pastorado de la iglesia que se le
asigne o dedicarse a la obra misionera o evangelística.

II. Los miembros de la Mesa Directiva General de la Iglesia


que no fueren reelectos para el mismo puesto o electos para otro,
tendrán derecho a que la Mesa Directiva General de la Iglesia
gestione su acomodo de conformidad con los obispos de distrito,
en algún pastorado acorde con su categoría ministerial.

III. Los obispos supervisores que al terminar su período de


actividades no fueren reelectos, tendrán el privilegio de dedicarse
al pastorado de una iglesia o cualquier otra función que les sea
conferido por la Mesa Directiva General o el obispo del distrito.

Artículo 31. Credenciales, nombramientos y cartas de


recomendación.

I. Todos los ministros ordenados, afiliados a la Iglesia


Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, deberán portar una
credencial ministerial, en la cual se indique su categoría y el lugar
en que estén desempeñando sus funciones. La vigencia de su
credencial y la cuota que deberán cubrir será acordada por la
Mesa Directiva General de la Iglesia. La credencial vigente
concede a los ministros el privilegio de ejercer su ministerio
dentro de las iglesias, y gozar de los privilegios que la Palabra de
Dios señala para con aquéllos que no andan fuera de orden.
También es una demostración del compañerismo que debe existir
entre los que estamos afines en doctrina, sistema de
organización, sistema económico y de disciplina.

II. Las credenciales deberán llevar las firmas del Obispo


Presidente y del Secretario General. Para que se les extienda, los
ministros deben llenar una solicitud, con el visto bueno de sus
obispos supervisores, presbíteros autorizados o por el Secretario
de Evangelización y de Misiones Internacionales cuando
desempeñen su vocación voluntaria en el extranjero, y por los
pastores cuando lo hagan en su localidad.

III. Sólo se extenderán credenciales a los ministros que


estén desempeñando fiel y activamente las obligaciones que les
corresponden y que sean cumplidos en sus deberes económicos
para con el distrito a que pertenecen, y a los pastores que,
además de lo anterior, comprueben que sus iglesias están al
corriente para con la Tesorería General de la Iglesia.

IV. El obispo y los presbíteros de cada distrito, elaborarán


con la suficiente anticipación, una lista que enviarán al Secretario
Administrador General de los ministros ordenados y pastores que
sean fieles en el envío de sus diezmos y porcentajes. Después
que se haya comprobado el cumplimiento de los pastores, la
turnará al Secretario General para que expida las credenciales y
las envíe por conducto de los obispos.

V. A los pastores que no se les haya expedido credencial


ministerial por las razones expuestas en los incisos anteriores, se
les concederá un plazo de dos meses para que se pongan al
corriente, y si en el término de dicho plazo algún pastor
continuara siendo incumplido e indiferente a sus deberes, los
obispos podrán relevarlo de sus responsabilidades pastorales.

VI. Todos los ministros que visiten iglesias fuera de su


respectivo distrito deberán llevar consigo, además de su
credencial ministerial vigente, una carta de recomendación
firmada por el pastor respectivo si se trata de ministros bajo su
pastorado, o por el presbítero o el obispo de distrito si se trata de
pastores. Los presbíteros deberán recabar carta de
recomendación firmada por el obispo del distrito.
VII. Sólo se cederá el púlpito a ministros que porten la
credencial ministerial vigente y la carta de recomendación
mencionada en el inciso anterior.

VIII. Los obispos de distrito y miembros de la Mesa


Directiva de la Iglesia, quedan exentos de portar carta de
recomendación.

IX. Ningún ministro podrá oficiar como pastor encargado de


un templo de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, sin
contar con un nombramiento firmado por el Obispo Presidente, el
Secretario General y el obispo del distrito a que pertenezca el
templo. Dicho nombramiento perderá su validez cuando el
ministro sea cambiado a otro lugar o cesado del cargo pastoral
correspondiente.

X. Las credenciales para los ministros misioneros, deberán


llevar además de las firmas del Obispo Presidente y el Secretario
General, la del Secretario de Misiones y durará su vigencia por el
término de cinco años, o por el tiempo que en el convenio esté
especificado. Perderán su validez estas credenciales cuando el
misionero regrese al país de origen sin permiso o se le retire de
su cargo por un acuerdo de la Mesa Directiva General de la
Iglesia.

XI. Los obispos de distrito deberán portar, además de su


credencial ministerial vigente, un documento firmado por el
Obispo Presidente y el Secretario General, en el cual se
especifique su nombramiento, el perímetro que abarca su distrito
y el término correspondiente al ejercicio de su función.

XII. Los ministros nacionales de los campos misioneros,


deberán portar un nombramiento ministerial en el que se
especifique su categoría y donde desempeñan su vocación
voluntaria, expedido por la Secretaría General con la firma del
Obispo Presidente y el Secretario General.

XIII. Los misioneros que tengan funciones especiales en el


extranjero, deberán portar, además de su credencial ministerial
vigente, el nombramiento respectivo en el cual se especifique en
qué consiste su comisión, las facultades que se le conceden y el
tiempo por el cual podrán ejercer estas funciones.
XIV. Cuando algún ministro o grupo de ministros sean
designados para cumplir con alguna comisión especial, dentro o
fuera del país, el Obispo Presidente y el Secretario General,
deberán extender la documentación correspondiente, en la cual
se especifique en qué consiste la comisión, las facultades que se
les conceden y el tiempo que se les permite para cumplir con su
encomienda.

Artículo 32. De las Convenciones Generales.

I. Cada dos años se verificará una Convención General


ordinaria, tocando a la Mesa Directiva de la Iglesia acordar el
lugar y fecha, y a la cual deberán asistir todos los miembros de la
Mesa Directiva de la Iglesia, los obispos supervisores, los
presbíteros, los pastores, los evangelistas distritales, nacionales y
misioneros. También podrán asistir, cuando así se convenga, los
miembros de la Iglesia en general para participar en el programa
que se indica en el inciso IX de este artículo.

II. Tendrán derecho a voz y voto en las convenciones


generales los siguientes ministros: Los miembros de la Mesa
Directiva General de la Iglesia, los obispos de distrito, los obispos
eméritos, los presbíteros, los misioneros que desempeñen su
vocación en el extranjero y estén presentes, los evangelistas
distritales y nacionales, y un representante de cada iglesia, que
será invariablemente el pastor o encargado respectivo u otro
ministro que designe el pastor en caso de que él no pueda asistir,
y para lo cual deberá extenderle la constancia respectiva. Sin
excepción, los votantes deberán portar su credencial ministerial
vigente.

III. Cuando la Mesa Directiva General de la Iglesia lo crea


conveniente, podrá convocar a Convenciones Generales
extraordinarias para tratar en ellas los asuntos que la misma
Mesa Directiva decida. A estas convenciones asistirán los
mismos ministros que se indica en el inciso anterior y el programa
a seguir quedará a juicio de la Mesa Directiva General de la
Iglesia.

IV. La Mesa Directiva General de la Iglesia nombrará un


comité pro-Convención General, ya sea ordinaria o extraordinaria,
el cual se encargará de orientar a los que deban asistir, respecto
a los planes y programas de la convención, y este comité se
encargará de hacer todos los preparativos y desarrollar la
convención en la mejor forma posible. El comité estará integrado
por los miembros que se consideren necesarios en cada caso.

V. Al Obispo Presidente y al Secretario General,


corresponderá hacer la convocatoria respectiva, dando a conocer
los nombres de los integrantes del comité pro-Convención, el cual
seguirá haciendo la publicidad que crea pertinente, y hará su
presupuesto de gastos y el plan para la financiación de la
convención, el cual será llevado a la práctica una vez aprobado
por la Mesa Directiva General de la Iglesia.

VI. Todos los ministros y miembros de la Iglesia,


contribuirán para los gastos de las convenciones generales, y por
lo tanto darán su apoyo al plan y al presupuesto del comité pro-
Convención, haciendo sus aportaciones en la forma que se les
indique.

VII. La Mesa Directiva General de la Iglesia nombrará


también un comité de programa, el cual formulará, con la debida
anticipación, un buen plan de actividades que constituyan la
verdadera fiesta en que se logren las mejores metas en los
adelantos espirituales e intelectuales en favor de la Iglesia. En las
convenciones generales de elecciones, deberán anunciarse
claramente el día y la hora en que se verificarán las elecciones.
Una vez que el programa de cada convención sea aprobado por
el Obispo Presidente, se publicará con la debida anticipación.

VIII. Al finalizar las actividades de la Convención General,


el comité que la dirige rendirá un informe a la Mesa Directiva
General en el que se hará el corte de caja respectivo y se enviará
copia del mismo a los pastores y a todos los obispos
supervisores.

IX. El programa de las convenciones generales ordinarias


incluirá dos partes: La primera consistirá en cultos, programas
especiales, estudios bíblicos y todo tipo de actividades que
contribuyan a la espiritualidad, a la fraternidad y al mejor
conocimiento de la Iglesia, sus deberes, progreso y programas.

La parte de negocios incluirá lo siguiente:


1) Inauguración de la Convención.
2) Inscripción de ministros.
3) Nombramiento de comisiones.
4) Informe del Obispo Presidente.
5) Informe del Secretario Administrador General.
6) Informe del Secretario de Misiones Internacionales.
7) Informe del Secretario de Evangelización.
8) Informe del Secretario de Educación Cristiana.
9) Informe del Secretario de Asistencia Social.
10) Otros informes.
11) Presentación de ponencias.
12) Discusión de ponencias.
13) Elecciones (cuando competa).
14) Designación y nombramientos.
15) Informes de comisiones.
16) Asuntos generales.
17) Clausura.

Artículo 33. Reuniones episcopales.

I. Considerando que los miembros de la Mesa Directiva


General y los obispos de los distritos son auxiliares del Obispo
Presidente, serán convocados por él a una reunión anual
ordinaria con el objeto de orientar la función de supervisión,
proponer y aprobar planes prácticos para cumplir la misión de la
Iglesia.

II. En las reuniones episcopales se convendrá la forma en


que deben aplicarse los acuerdos convencionales y de la Mesa
Directiva General de la Iglesia. Es una obligación primaria del
Obispo Presidente y los obispos supervisores cumplir con lo que
establece la presente Constitución y con los acuerdos que se
tomen en las convenciones generales, reuniones de la Mesa
Directiva General de la Iglesia y de las convenciones distritales,
por los obispos correspondientes.

III. La Reunión Episcopal tendrá la facultad de determinar


el territorio que deben cubrir los distritos y de decidir cuándo se
les puede ampliar o reducir para formar otros.

IV. Los acuerdos que se tomen en las reuniones


episcopales, tendrán plena validez y deberán ser observados y
obedecidos por todos los ministros, a menos que sean
rectificados por una Convención General.

V. Cuando las circunstancias lo requieran, el Obispo


Presidente también podrá convocar a reuniones episcopales
extraordinarias, en cuyo caso bastará que esté presente una
mayoría simple de miembros de la Mesa Directiva General y de
obispos de distrito.

Artículo 34. De la obra misionera.

I. El Secretario de Misiones Internacionales presidirá un


Comité de Misiones que estará integrado, además de él mismo,
por el Secretario Administrador General y el Obispo Presidente
como asesor, con el propósito de presentar y deliberar los
proyectos que competen a la obra misionera.

II. El Secretario de Misiones, además de presidir el comité,


cumplirá con las funciones que le señala el artículo 21 de la
presente Constitución. Será el supervisor general de la obra de
Dios en los países extranjeros donde está o se establezca la
Iglesia.

III. El Secretario de Misiones pugnará porque se organicen


otros comités, que subordinados al comité de misiones,
coadyuven en la realización de los planes misioneros que sean
aprobados por las convenciones generales, Reunión Episcopal o
las reuniones de la Mesa Directiva General de la Iglesia.

IV. En los países en donde la Iglesia Apostólica de la Fe en


Cristo Jesús tenga suficiente desarrollo y por lo tanto, se organice
un distrito o distritos, éste o éstos realizarán programas similares
a los que en la Iglesia en general se desarrollan, en favor del
extendimiento del proyecto misionero en otros países.

V. Todos los ministros y congregaciones establecidas en el


país, contribuirán económicamente para el sostenimiento del
programa misionero, según acuerdos que sean tomados por la
Reunión Episcopal. Lo mismo se hará en los países donde haya
obra misionera en apoyo de sus propios comités de misiones.

VI. El presidente del comité de misiones, juntamente con el


Secretario Administrador General, deberá elaborar los planes de
desarrollo y crecimiento, y proponer ante las convenciones
generales o reuniones episcopales, la forma en que se puedan
reunir fondos para el sostenimiento e impulso de la obra
misionera. Una vez aprobados estos planes, deberán ponerse en
práctica en todas las iglesias. Las proposiciones respectivas
serán hechas por conducto del Secretario de Misiones
Internacionales.

VII. Cuando el trabajo misionero en alguna nación o grupo


étnico avance y surjan diferentes grupos o congregaciones, o
bien haya presencia de dos o más misioneros, corresponderá al
Secretario de Misiones proponer un candidato a Misionero
Supervisor para ser aprobado por la Mesa Directiva General.

VIII. El Misionero Supervisor podrá organizar el campo


misionero a su cargo formando los presbiterios que crea
necesarios, con la autorización previa del Secretario de Misiones.
Nombrando como presbíteros a otros misioneros o ministros
nacionales.

IX. Con el deseo de asegurarse de que el proyecto iniciado


en cualquier país llegue al éxito completo, el comité de misiones
hará que sus misioneros permanezcan en cada país el tiempo
necesario, hasta que la Iglesia establecida cuente con los
elementos suficientes y necesarios para su organización interna y
se constituya en distrito o distritos, según convenga.

X. Cuando el crecimiento, progreso y desarrollo de la


Iglesia en cualquier país, sea tal, que se considere que reúne los
requisitos necesarios para que el Comité de Misiones retire sus
responsabilidades, la Convención General o la Reunión Episcopal
podrá convenir la forma en la que el campo en cuestión deberá
organizarse para que funcione según las normas generales de la
Iglesia.

XI. La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, no


pretende hacer conquistas en las naciones o grupos étnicos en
donde se estén realizando esfuerzos misioneros, ni desea ejercer
señorío sobre los habitantes de esos lugares, tampoco busca
algún provecho material de ellos, sino que se propone ayudarlos
a que conozcan, acepten y practiquen la doctrina de nuestro
Señor Jesucristo, reciban los beneficios de la salvación en el
desarrollo integral de sus vidas y así establecer el reino de Dios
(Mateo 5:3; 6:10; 10:7; Marcos 1:15) en todas las esfera de la
sociedad sin distinción étnica ( Apocalipsis 5:9; 7:9).

XII. Para la realización de los proyectos misioneros, la


Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, pugnará por adquirir
personería jurídica en aquellos países donde exista obra
misionera. Esta personería jurídica tendrá como finalidad adquirir
y administrar los bienes y servicios necesarios para su
funcionamiento, como pueden ser: nombramientos pastorales,
templos, casas pastorales, escuelas bíblicas, institutos para la
preparación de maestros en materias seculares y religiosas,
colegios, hospitales, sanatorios, orfanatos, asilos para ancianos y
todas aquellas propiedades que sirvan para realizar una misión
integral con enfoque en la transformación social.

Artículo 35. Requisitos para ser misionero.

I. Para realizar la vocación misionera se requiere un


llamamiento especial y quienes lo sientan deberán demostrarlo
en sus acciones y con sus palabras, de tal manera que los
pastores o los obispos puedan comprobar ese llamamiento en
ellos.

II. Los aspirantes a misioneros, deben recibir una


preparación especial antes de salir a los campos. Por lo tanto, a
quienes den muestras de tener el llamamiento, se les deberá
tomar en cuenta y darles la oportunidad para que se preparen,
tanto en el idioma del pueblo, como en sus costumbres, cultura,
condiciones de vida y todo lo que se relacione con los habitantes
que se pretenda evangelizar.

III. Cuando se pretenda enviar un misionero, se deben


tomar en cuenta a aquellos ministros que hayan recibido la
preparación adecuada o que tengan suficiente experiencia como
evangelista o pastor con buen éxito por un tiempo mínimo de
cuatro años.

IV. Los ministros y laicos que sientan el llamamiento para


misioneros, que no tengan experiencias previas, pueden
adquirirlas bajo la dirección de un pastor, de un evangelista y aun
de un misionero, contando para ello con la debida aprobación del
Comité de Misiones.
V. Al Secretario de Misiones tocará presentar a los
candidatos a misioneros, que a su juicio llenen los requisitos
indispensables; pero el Comité de Misiones Internacionales
deberá examinarlos, y si fueren aprobados, se les enviará a
cumplir con su vocación con todo el apoyo que se les pueda
proporcionar.

VI. Los misioneros que salgan al campo, deben estar


dispuestos a dedicar toda su vida a tan noble ministerio; o cuando
menos por cinco años con todo el empeño y buena voluntad. Si
por alguna causa quisieran regresarse antes de cubrir este
período, deberán hacer su solicitud al Secretario de Misiones,
quien estudiará sus causas, y si fueren justificadas podrá
autorizar su regreso, consultando previamente a la Mesa
Directiva General de la Iglesia, o cuando menos al Obispo
Presidente. Quienes sin previo permiso se regresen, perderán
todo derecho, y sus gastos los harán por su propia cuenta.

VII. Los misioneros supervisores con categoría de obispos,


pueden ser enviados por acuerdo de la Convención General o
reunión de la Mesa Directiva General de la Iglesia, también
pueden recibir tal nombramiento, aquellos misioneros que su
vocación haya sido desempeñada satisfactoriamente cuando
menos por cinco años en los mencionados campos, y que tengan
cuando menos doce iglesias en el país o zona que vayan a
supervisar.

VIII. A la Mesa Directiva General de la Iglesia corresponde


señalar el perímetro en que deben desempeñar su vocación los
misioneros, y especialmente el país o países en que deben
ejercer los misioneros supervisores, debiendo extenderles los
documentos que los identifiquen y el nombramiento y facultades
que se les concedan.

IX. Los obispos misioneros deben organizar la obra,


formando los presbiterios que crean necesarios, con la
autorización previa del Secretario de Misiones y por acuerdo de
las convenciones que se verifiquen en su campo misionero,
nombrándose como presbíteros a otros misioneros o a ministros
nacionales que llenen los requisitos señalados en la presente
Constitución.
X. Con el propósito de que los ministros nacionales vayan
adquiriendo la capacidad y experiencia suficiente, y en el futuro
puedan asumir los cargos de dirección y supervisión de la Iglesia,
se les deberá impartir instrucción adecuada y darles las
facilidades convenientes para que una vez llenados los requisitos
establecidos, puedan desempeñarse en la atención de estas
responsabilidades.

XI. Los misioneros que en el ejercicio de su vocación en los


campos no demuestren fidelidad al sistema de organización,
económico, doctrinal y disciplina y que por lo tanto quebranten los
principios de unidad con la organización que los envió, serán
retirados de tal comisión. Si se rehusaren a obedecer las órdenes
del Secretario de Misiones, podrán ser desconocidos, una vez
que la Mesa Directiva General de la Iglesia conozca plenamente
el caso y por lo tanto lo determine. En tal caso los misioneros
perderán todos los derechos, y la Iglesia cesará en sus
responsabilidades para con ellos.

XII. Los misioneros que por alguna emergencia, ya sea por


asuntos personales u otras circunstancias, salgan de los campos
misioneros, deberán sufragar sus propios gastos. Para que el
Comité de Misiones pueda asumir alguna responsabilidad
económica, deberán exponer sus razones ante el Secretario de
Misiones, quien consultando previamente a la Mesa Directiva
General de la Iglesia, podrá determinar si los misioneros vuelven
o no a los campos, y también si los gastos hechos se cubren de
la Tesorería de Misiones o por el que los hizo sin previo permiso.

XIII. Por cada cinco años, los misioneros podrán gozar de


una ayuda de manutención de noventa días para regresar a su
país de origen, con goce de sueldo. Podrán utilizar sus
vacaciones también para descansar en los mismos campos o
visitar otros países, cuando deseen permanecer trabajando por
uno o más períodos con tal nombramiento. Todos los arreglos
sobre el particular se harán entre los misioneros y el Secretario
de Misiones; pero la Mesa Directiva General de la Iglesia deberá
ser debidamente informada. Los misioneros que al finalizar los
cinco años deseen regresar definitivamente al país de origen,
tendrán derecho a los gastos de viaje y a los tres meses de
ayuda de manutención que se indica. Además, la Mesa Directiva
General de la Iglesia deberá gestionar su acomodo en
conformidad con los obispos de distrito en algún pastorado de
acuerdo a su categoría ministerial.

XIV. Los misioneros que al regresar a su país de origen,


con el entendido de que regresarán al campo, deseen prolongar
su ausencia por más de los noventa días, deberán obtener
permiso por escrito del Secretario de Misiones, el cual podrá
concederse sin ayuda de manutención, por el tiempo que exceda
al de los noventa días.

XV. Cada misionero, antes de salir a los campos, deberá


firmar un convenio en el cual se especifique sus obligaciones y el
término por el cual las acepta y las responsabilidades que
adquiere la Iglesia para con él y su familia.

Tercera sección.
Capítulo quinto.
De los distritos.

Artículo 36. Organización de los distritos.

I. Para facilitar la supervisión y la organización de las


iglesias locales, que deben conservar su unidad y comunión con
las demás congregaciones, se dividirá la obra en distritos, que
quedarán cada uno bajo la supervisión de un obispo.

II. Para facilitar la supervisión de un distrito, se organizará


en presbiterios según las condiciones geográficas, económicas y
de afinidad cultural, a fin de facilitar la integración de las iglesias
incluidas en el mismo.

III. Las delimitaciones de los presbiterios se llevarán a cabo


después del estudio correspondiente, y por regla general se
darán a conocer en las convenciones de distrito, con el visto
bueno del Obispo Presidente o su representante.

IV. Corresponde a la Reunión Episcopal determinar el


perímetro que abarcará cada distrito, tomando en cuenta para
ello el número de iglesias que lo constituirán, las facilidades de
supervisión y comunicación, el número de miembros de las
iglesias y ministros, recursos y posibilidades de crecimiento.
V. Los distritos serán organizados y funcionarán conforme
a lo que se indica en el artículo 36:II-III de esta Constitución.

Artículo 37. Supervisión de los distritos.

I. La obra de supervisión de las iglesias y ministros de cada


distrito, estará a cargo de los obispos, con el auxilio de los
presbíteros respectivos.

II. Cada distrito contará con una mesa directiva que estará
formada por el obispo, un secretario y un administrador distrital,
quienes serán electos o designados conforme se indica en esta
Constitución. El secretario y el administrador distrital serán
electos de entre los pastores del mismo distrito que cuenten con
una trayectoria pastoral mínima de seis años.

III. La mesa directiva del distrito, acordará con los


presbíteros, en reunión especial para ello, el perímetro que
deberá supervisar cada presbítero como auxiliar del obispo.

IV. Los pastores que sean comisionados en convención


distrital para auxiliar al obispo en la supervisión de las iglesias en
el perímetro que se acuerde, se les reconocerá con el título de
presbíteros, en cuya función se constituirán en la instancia
intermedia respecto del obispo y los pastores a ellos
encomendados.

V. Los presbíteros deberán convocar a los pastores y


reunirse con ellos, por lo menos una vez al mes, a fin de
supervisar, asesorar y definir la forma en que impulsarán la
realización de los planes, visión y estrategias misionológicas
acordadas por la Convención General, Reunión Episcopal y la
convención del distrito. Esto deberá incluir la fundación de nuevas
iglesias con la cooperación conjunta de todo el presbiterio. En los
casos donde las distancias geográficas de las iglesias del
presbiterio lo permiten, dicha reunión se deberá hacer por lo
menos cada quince días.

VI. Los obispos tendrán la facultad para reunirse con los


presbíteros y pastores en los lugares y ocasiones que consideren
conveniente y tratar con ellos todos los planes relativos a la
atención de la obra.
VII. Los obispos deberán reunirse con los presbíteros, por
lo menos una vez al mes, a fin de ministrar, evaluar e impulsar el
cumplimiento de la misión en cada área presbiterial y planificar
con ellos aspectos relativos de atención a la obra y a sus familias.
En los casos en que las situaciones geográficas no lo permitan,
los obispos solicitarán al Obispo Presidente un cambio en la
frecuencia de la reunión.

VIII. La mesa directiva del distrito, constituye el cuerpo


representativo más elevado del mismo, razón por la cual se
encargará de la implementación, designación y coordinación de
todos los planes del distrito, para la observancia del programa
general de la Iglesia, y demás funciones que se requieran,
teniendo la autoridad para designar a las personas que se
encarguen de realizar el programa aprobado durante el tiempo
que la mesa directiva distrital considere conveniente. También se
encargará de lo relativo al financiamiento del mismo programa.

IX. La mesa directiva de cada distrito fungirá por un periodo


de cuatro años o hasta que sus sucesores sean electos.

X. Para supervisar en casos especiales el funcionamiento


de las iglesias organizadas o en formación, y demás
organizaciones de acuerdo con los reglamentos respectivos, el
obispo podrá comisionar para ello al secretario, secretario
administrador u otro funcionario del distrito.

XI. Los obispos de distrito sólo podrán fungir en su puesto


por dos periodos en sucesión, y para volver a ocupar el puesto en
el mismo distrito, se necesitará que hayan pasado cuando menos
cuatro años desde el tiempo que cesaron en sus funciones como
tales y que sean propuestos, aprobados y electos para el mismo
cargo. Pueden ser nombrados por la Mesa Directiva General de
la Iglesia para ocupar el obispado de un distrito de reciente
organización, para cubrir un interinato o para suplir una vacante
que se llegue a producir por emergencia, o por causa de que en
algún distrito no haya elementos caracterizados para realizar
dicha tarea.

Artículo 38. Requisitos para ser obispo.

Para ser obispo de un distrito se necesita llenar los


requisitos siguientes:
I. Tener las cualidades morales y espirituales señaladas
por la Palabra de Dios (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-
3).

II. Tener cuando menos 35 (treinta y cinco) años de edad y


que tenga salud física.

III. Haber servido como pastor de la iglesia de manera


satisfactoria y exitosa en la misión y administración por un
período de diez años.

IV. Estar dedicado activamente al ministerio pastoral en el


tiempo de la elección.

V. Estar de acuerdo con el sistema doctrinal,


organizacional, económico, disciplinario y plan de la misión de la
Iglesia, y comprometerse públicamente a cumplir con la parte que
a él le toca.

VI. Haber ejercido, por lo menos, en los últimos diez años,


un ministerio pastoral fructífero de tal manera que en la iglesia o
iglesias que haya pastoreado, haya logrado el crecimiento
numérico, conservación de creyentes, multiplicación de células y
reproducción de líderes en la iglesia.

VII. Haber terminado o aprobado cursos teológicos


reconocidos por el Sistema de Educación Teológica de nuestra
Iglesia.

VIII. Tener estudios seculares mínimos de secundaria y


habilidades para asesorar, transmitir, desarrollar e impulsar
respectivamente la misión de la Iglesia, el equipamiento del
ministerio pastoral, la organización y el desarrollo de los
ministerios, así como la atención eficaz de la obra.

Artículo 39. Deberes de los obispos.

I. Los obispos deben recordar siempre que los distritos bajo


su cuidado forman parte de una unidad mayor, que es la Iglesia
en general, y su primera obligación es velar por la conservación
de la unidad de la Iglesia y porque la obra a su cargo se sienta
estrechamente unida a la de los otros distritos.
II. Los obispos son los inmediatos responsables de la obra
bajo su cuidado, y para su mejor atención deberán velar porque
se organice cada congregación local, siguiendo los lineamientos
del sistema de organización aprobado en esta Constitución;
además deberán exigir el cumplimiento de todos los deberes
atribuidos a la responsabilidad pastoral.

II Bis. El obispo que fuere electo deberá continuar


pastoreando la iglesia en la cual ejercía su ministerio previo a su
elección, en caso de ser necesario un cambio a otra iglesia,
deberá contar con la aprobación del Obispo Presidente, así como
también desarrollar un ministerio pastoral integral y efectivo en su
nueva responsabilidad distrital. Excepcionalmente el obispo
electo podrá solicitar dedicarse únicamente a la supervisión,
contando con la aprobación del Obispo Presidente.

III. Deberán establecer y organizar nuevas iglesias, con la


coordinación de los ministros bajo su cuidado conforme a lo
establecido en esta Constitución.

IV. No deberán considerarse independientes en su


actuación, sino reconociendo su dependencia al sistema de
organización de la Iglesia y a las indicaciones del Obispo
Presidente e informar trimestralmente de sus actividades al
mismo.

V. Debe velar porque cada uno de los pastores bajo su


cuidado sean cumplidos en lo que respecta a la organización de
la estructura celular y de ministerios, escuelas bíblicas,
contribución y apoyo para la obra misionera, envío de porcentajes
a la Tesorería General y cualquier otra aportación que sea
acordada.

VI. Deben velar porque los ministros bajo su supervisión


sean cumplidos en la entrega fiel de sus diezmos, y ellos mismos
deben ser ejemplo enviando fielmente sus diezmos al fondo de
Asistencia Social.

VII. Deben asesorar y velar porque los pastores bajo su


cuidado cumplan con la misión de la Iglesia, multiplicando células
y ministerios, reproduciendo líderes, consolidando creyentes y
generando un crecimiento numérico en la iglesia local respectiva.
VIII. Deberán organizar los presbiterios en que se
conformará el distrito, según lo ordenan los procedimientos de
esta Constitución.

IX. Deben proponer en acuerdo con la Mesa Directiva del


Distrito y visto bueno del Obispo Presidente la cantidad de
presbíteros que necesite el distrito bajo su supervisión,
escogiendo para ello de entre aquellos pastores que en sus
iglesias locales estén cumpliendo satisfactoriamente con la
misión de la Iglesia, desarrollando líderes, multiplicando células y
ministerios, generando crecimiento numérico y consolidando a los
miembros, y que tengan por lo menos cinco (5) años de
experiencia pastoral.

X. Deben velar porque los pastores bajo su supervisión


observen el sistema doctrinal, organizacional, económico,
disciplinario y plan de trabajo de la Iglesia.

XI. Son responsables de que en su distrito se cumplan los


acuerdos tomados en las convenciones generales, congresos
legislativos, reuniones episcopales o de la Mesa Directiva
General de la Iglesia y de las convenciones de sus respectivos
distritos. Velará por el cumplimiento de todas las convocatorias
generadas en los programas generales.

XII. Deberán rendir un informe por escrito de sus


actividades ante cada convención distrital, incluyendo la
estadística correspondiente.

XIII. Deberán organizar actividades evangelísticas,


campañas de sanidad divina, cultos de confraternidad y toda
clase de actividades que tengan por objeto beneficiar en forma
espiritual y material al distrito bajo su cuidado.

XIV. Deberán velar porque se administren correctamente


los fondos del distrito, así como los de las iglesias, escuelas
bíblicas, y demás correspondientes a la localidad.

XV. Deberán cumplir con todas las obligaciones que


señalan para ellos los reglamentos de las redes y ministerios de
damas, señores y jóvenes.
XVI. Velarán porque en su distrito se distribuya el órgano
oficial de la Iglesia, expositores y demás literatura aprobada.

XVII. Velar porque todos los bienes muebles e inmuebles


adquiridos con recursos de la iglesia o cualquier otra dinámica de
recaudación bajo cualquier figura jurídica establecida, estén a
nombre de la Iglesia.

XVIII. Hará la entrega oficial a su sucesor de su cargo al


final de la convención. La entrega física se hará en un plazo no
mayor de un mes ante la nueva mesa directiva del distrito.
Entregará por inventario las oficinas, bienes y demás enseres que
estén en su poder y que sean para el uso de la supervisión del
distrito.

Artículo 40. Atribuciones de los obispos.

Las atribuciones de los obispos serán las siguientes:

I. Harán por regla general, el cambio o remoción de


ministros en convención distrital o en reunión ministerial previa
consulta con el Obispo Presidente.

II. Cuando en forma repentina una iglesia quedare sin


pastor, podrán asumir el pastorado de la misma hasta normalizar
la situación.

III. Cuando algún pastor actuare infielmente respecto de


sus obligaciones, o fuere incumplido en sus deberes económicos,
o que le sea comprobado que su iglesia no está al corriente para
con la Tesorería General de la Iglesia, el obispo del distrito
deberá retenerle su credencial ministerial, concediéndole un
plazo no mayor de dos meses para que se ponga al corriente o
rectifique su actitud. Si al término del plazo fijado continuare
siendo incumplido e indiferente a sus deberes, podrá cesarlo de
sus responsabilidades pastorales.

VI. Cuando alguno de los ministros bajo su supervisión


faltare en el cumplimiento de sus deberes ministeriales y
cometiere yerros por los cuales deba ser cesado de su ministerio,
el obispo deberá juzgar el caso correspondiente y tomar las
medidas que sean necesarias. Ningún obispo juzgará él solo a un
ministro, sino que deberá solicitar la ayuda de dos o más
presbíteros. En casos excepcionales se pedirá la colaboración de
otro distrito, previa consulta del Obispo Presidente, y proceder de
acuerdo con lo estipulado en esta Constitución y el Manual de
Ceremonias y Ordenanzas.

Artículo 41. De las elecciones de los obispos.

Cuando los obispos sean electos en las convenciones


distritales se procederá en la siguiente manera:

I. El cuerpo ministerial estará en oración y ayuno.

II. El Obispo Presidente o su representante, nombrará una


Comisión de Elecciones formada por tres miembros.

III. Tendrán derecho a votar: Los miembros de la Mesa


Directiva General que no sean pastores y que radican en el
distrito, pastores, ministros que hayan ocupado alguna función de
supervisión y que en el momento de la votación no estén
pastoreando, y los ministros que estén encargados de alguna
congregación. Cada votante escribirá en secreto, en la boleta de
votación, el nombre de su candidato.

IV. La Comisión de Elecciones recogerá todas las boletas


de votación y después de hacer el recuento, entregará a la
Comisión Calificadora los nombres de todos los ministros que
hayan sido mencionados como precandidatos.

V. La Comisión Calificadora aprobará a los candidatos, y


dará a conocer los nombres de los mismos para que se haga la
elección.

VI. Si uno de los candidatos, a juicio de la Comisión


Calificadora, no llena los requisitos que señala el artículo 38 de
esta Constitución, se hará una nueva selección.

VII. Después de que se anuncie el nombre de los dos


candidatos aprobados, se les presentará a la asamblea y se orará
para que Dios indique cuál de ellos debe ser el obispo.

VIII. Después de la oración cada elector escribirá en la


boleta de votación el nombre del candidato de su elección.
IX. La Comisión de Elecciones recogerá las boletas de
votación, y después de hacer el recuento, anunciará el nombre
del candidato que haya obtenido mayoría de votos. Si en la
elección definitiva hubiere empate, se seguirán haciendo
votaciones hasta por tres veces, y si no ocurre el desempate, se
designará por suerte.

X. El obispo electo, para ser confirmado en su puesto,


deberá comprometerse públicamente a obedecer los principios
doctrinales, económicos, de disciplina y el sistema de
organización delineados en esta Constitución.

Artículo 42. De la elección del secretario y el administrador


distrital.

I. El secretario y administrador distrital de cada distrito


serán electos por la convención distrital de entre los candidatos
propuestos por el obispo electo o designado.

II. El obispo electo o designado propondrá dos candidatos


para cada uno de los puestos indicados, de entre los cuales la
asamblea de ministros elegirá a uno por mayoría simple.

III. Los candidatos a secretario y administrador distrital,


deberán ser previamente aprobados por la Comisión Calificadora
y en caso de que haya objeciones en su contra, se procederá en
la misma manera que se indica en el artículo 43 de esta
Constitución.

IV. Cuando por necesidades o circunstancias que ameriten


la elección de un secretario- administrador distrital, éste será
electo de entre dos candidatos que sean propuestos por el obispo
electo del distrito. Excepcionalmente podrá ser designado por el
propio obispo electo con la aprobación de la convención.

Artículo 43. De la comisión calificadora.

I. Para determinar si una persona tiene o no derecho,


capacidad o idoneidad, para figurar como candidato a obispo, a
secretario o administrador distrital, se nombrará, cada vez que
haya elecciones, una Comisión Calificadora, que constará del
Obispo Presidente o su representante y de dos o cuatro personas
más que sean propuestas por el Obispo Presidente o su
representante y aprobadas por la asamblea.

II. La comisión deliberará en lugar por separado de la


asamblea y sus decisiones serán inapelables.

III. Cuando un ministro tenga objeciones a la candidatura


de otro ministro, presentará en forma privada sus objeciones ante
la Comisión Calificadora. Mientras se discuten las objeciones se
suspenderá la elección. No se permitirá la discusión de
objeciones delante de la asamblea.

Artículo 44. El secretario de distrito.

I. Será un colaborador del obispo supervisor, con quien


debe trabajar estrechamente unido, coadyuvará en todos los
planes correspondientes al buen funcionamiento de las iglesias
del distrito, de sus ministros y de las propiedades que para bien
de la Iglesia sean adquiridas.

II. Llevará un libro de registro de todos los templos y demás


edificios que estén al servicio de la Iglesia.

III. De todo templo que quede funcionando debidamente


conforme a la ley, deberá enviar constancias o copias de los
documentos de propiedad, a la Secretaría General de la Iglesia,
para su archivo.

IV. Deberá llevar un registro de todos los ministros,


anotando sus datos personales, tiempo en que fueron
bautizados, en que recibieron el Espíritu Santo, fecha de
iniciación al diaconado, de ordenación ministerial, y todos los
datos correspondientes a su carrera, incluyendo el tiempo que
hayan dedicado en los cargos que se les hayan conferido,
enviando copia de estos datos al Secretario General.

V. Deberá coadyuvar con los obispos en la formación de


estadísticas que cada dos años deben ser dadas a conocer al
Secretario General, para que sean incluidas en el informe que el
Obispo Presidente rendirá ante cada Convención General.

VI. Levantará las actas en las convenciones distritales,


incluyendo en ellas el corte de caja que el tesorero del comité de
cada convención le presente, enviando copia de minutas a cada
pastor del distrito, al obispo, al Secretario General, al Secretario
Administrador General y al Obispo Presidente.

VII. Archivará toda la documentación que sirva para formar


la historia del desarrollo de la actividad en su distrito, compilando
en un libro grande y bien empastado, las actas de acuerdos de
las convenciones distritales, de las reuniones ministeriales que se
verifiquen dentro del distrito y de aquellos acuerdos que se tomen
en las reuniones del obispo y los presbíteros por emergencia.

VIII. El secretario del distrito, además, colaborará con el


Secretario General en todo lo que sea necesario para que cada
ministro tenga sus documentos en regla, como credenciales,
nombramientos y certificados de ordenación, que aunque se
expiden por el Obispo Presidente y el Secretario General, se
presentan en circunstancias en que puede ayudar el secretario,
cuando le sea solicitado.

IX. El secretario del distrito será electo en convención de


su distrito, por el voto mayoritario de los ministros y fungirá por
cuatro años, pudiendo ser reelecto por una vez en sucesión.

Artículo 45. El Administrador Distrital.

I. El administrador distrital será electo en convención


distrital para que lleve el control económico del distrito,
recogiendo los diezmos de todos los ministros y demás
aportaciones que se convengan por las convenciones generales,
Reunión Episcopal, reuniones de la Mesa Directiva de la Iglesia,
o por las convenciones del distrito a que pertenezca.

II. El administrador distrital deberá llevar un libro de


ingresos y egresos, en el cual se anotarán las aportaciones que
lleguen a sus manos, especificando el carácter de cada ingreso y
el motivo de cada gasto.

III. Deberá acusar recibo de cada cantidad que llegue a sus


manos, dejando constancia de ello en el talonario de recibos
correspondiente.

IV. Hará los gastos que se acuerden en las convenciones


de su distrito, en las reuniones especiales del obispo y los
presbíteros y en casos de urgente necesidad, por orden expresa
del obispo supervisor; además enviará mensualmente a la
Tesorería General los porcentajes acordados.

V. Los fondos los llevará en cuenta bancaria a nombre de


la iglesia, con su firma mancomunada con el obispo
correspondiente, y no deberá utilizar el dinero para ningún otro
fin.

VI. El administrador distrital puede ser el tesorero del


comité de convención de su distrito, pero en caso de que se
nombre a otro, deberá participar en la liquidación de los gastos de
convención, archivando una copia del corte de caja del
mencionado comité.

VII. El administrador deberá rendir un informe proyectado


digitalmente en cada convención distrital. El informe deberá
incluir las minutas y corte de caja de los ingresos y gastos de las
convenciones.

VIII. Llevará un registro individual de los diezmos que cada


ministro le entregue, así como las aportaciones de las iglesias, y
recibirá y dará el curso correspondiente a los informes mensuales
de las tesorerías de las iglesias locales.

IX. Al finalizar sus gestiones deberá hacer la entrega


correspondiente a su sucesor, en presencia del obispo del distrito
o de su representante y del secretario de distrito.

Artículo 46. Del sistema económico de los distritos.

I. Para sufragar los gastos de cada distrito, todos los


ministros del mismo, enviarán la décima parte de sus ingresos
mensuales al administrador distrital correspondiente.

II. En cada convención distrital se acordará la ayuda de


manutención que mensualmente recibirá el obispo.

III. Los fondos de los distritos servirán para los gastos de


administración, obra de evangelización, asistencia social,
construcción de templos, la ayuda de manutención del obispo,
según el presupuesto que presente en cada convención el obispo
respectivo, ya sea personalmente o por conducto de una
comisión nombrada para el efecto.

IV. En caso de emergencia, el obispo podrá ordenar que


de la tesorería del distrito se hagan gastos imprevistos e
informará de ellos al Obispo Presidente de la Iglesia.

Artículo 47. De las convenciones de distrito.

I. Cada año, en el lugar y la fecha aprobados por la Mesa


Directiva General de la Iglesia, se verificará una convención con
la asistencia de todos los ministros de cada distrito.

II. El calendario de convenciones distritales será formulado


por la Mesa Directiva General de la Iglesia de acuerdo con el
cuerpo episcopal y dado a conocer por el Obispo Presidente y el
Secretario General. Una vez que cada obispo haya recibido la
comunicación oficial sobre la fecha y lugar de la convención de su
distrito, deberá hacer la convocatoria respectiva entre los
ministros bajo su supervisión y procederá a nombrar el comité
pro-convención.

III. La forma de sufragar los gastos de convención será


acordada por la mesa directiva del distrito y el comité pro-
convención respectivo, según indicaciones de la Mesa Directiva
General de la Iglesia o del Obispo Presidente.

IV. Las convenciones de distrito, cuando no fueren de


elecciones, serán presididas por el obispo respectivo con el
asesoramiento del Presidente de la Iglesia o de la persona a
quién él delegue su representación.

V. El programa de cada convención distrital incluirá lo


siguiente:

1. Inauguración.
2. Inscripción de ministros y delegados.
3. Nombramiento de comisiones.
4. Informe de actividades del obispo del distrito.
5. Informe del administrador distrital.
6. Presentación de ponencias.
7. Discusión de ponencias.
8. Elección de obispo, secretario y administrador
(cuando competa).
9. Informe de comisiones.
10. Asuntos generales.
11. Ordenación de ministros.
12. Clausura.

VI. La convocación, preparación, programación, circulares


e instructivos, desarrollo y arreglos para hospedaje y
alimentación, se hará bajo la responsabilidad del obispo
respectivo y el comité pro-convención.

VII. Los acuerdos tomados en las convenciones distritales,


sólo serán efectivos en dicho distrito, a menos de que sean
presentados ante una Convención General y ratificados por la
misma.

VIII. El administrador distrital deberá hacer un corte de caja


de cada convención especificando todos los ingresos y egresos, y
enviará una copia al Secretario General de la Iglesia.

IX. Ninguna convención de distrito puede invalidar,


desconocer, o modificar los acuerdos tomados por las
convenciones generales, reuniones episcopales o las decisiones
de la Mesa Directiva General de la Iglesia.

Capítulo Sexto.
De los presbiterios.

Artículo 48. Organización de los Presbiterios.

Para facilitar la supervisión en un Distrito, este se


organizará en Presbiterios según las siguientes condiciones:

I. Geográficas. Se considerará que las iglesias de un


mismo presbiterio se encuentren geográficamente accesibles una
de otra para facilitar su comunicación entre ellas.

II. Económicas. Las iglesias que conformen un presbiterio


deben tener como cabecera una iglesia que este en el proyecto
misionológico, sea grande y tenga la capacidad económica tal
que le permita coadyuvar al desarrollo de las iglesias más
pequeñas. Los obispos velarán por la salud de los presbiterios
que organicen cuidando que tengan equilibrio en las iglesias que
lo conformen.

III. De cantidad de iglesias. A fin de facilitar a los


presbíteros su labor, los presbiterios se compondrán
preferentemente de por lo menos tres iglesias y como máximo
cuatro congregaciones. En los distritos donde no se preste este
criterio, el obispo decidirá la opción más conducente y efectiva
para la supervisión.

Artículo 49. Requisitos para ser presbítero.

Para ser presbítero en un distrito se necesita llenar los


siguientes requisitos:

I. Tener las cualidades morales y espirituales de un


supervisor señaladas por la palabra de Dios.

II. Tener cuando menos 30 (treinta) años de edad.

III. Haber servido como pastor de la iglesia por un periodo


no menor a cinco años y haber demostrado en ese tiempo,
capacidad para desarrollar misionológica y administrativamente
una congregación.

IV. Ser aprobados por la mayoría en asamblea de pastores


de su distrito después de ser presentados por el obispo de la
misma y previa consulta con el Obispo Presidente.

V. Haber terminado o aprobado cursos teológicos


reconocidos por el Sistema de Educación Teológica de nuestra
Iglesia.

Artículo 50. Deberes de los presbíteros.

I. Los presbíteros deben estar sujetos a las autoridades


superiores de la Iglesia.

II. Deben ayudar al obispo de su distrito en todas las tareas


encomendadas.

III. Deben velar porque cada uno de los pastores bajo su


cuidado sean cumplidos en lo que respecta a la organización de
su congregación para el cumplimiento de la misión, así como que
tengan la organización debida para el cumplimiento de sus
obligaciones y aportaciones con el distrito y la Iglesia en general.

IV. Deben velar porque cada pastor organice su


congregación acorde con el programa General de la Iglesia.

V. Deben rendir un informe de todas las actividades


realizadas en su presbiterio según se lo pida el obispo de distrito.

VI. Al ser evaluado un presbítero y encontrar deficiencias


en su desempeño, podrá ser sustituido de su función, a solicitud
de los pastores del presbiterio y del obispo del distrito.

Artículo 51. Atribuciones de los presbíteros.

Además de las comisiones que el obispo le asigne, el


presbítero tendrá las siguientes atribuciones:

I. Visitar las congregaciones de su presbiterio, en agenda


dispuesta con los pastores bajo su responsabilidad, para
supervisar el buen desarrollo de las mismas.

II. Solo por comisión delegada del obispo del distrito podrá
revisar la administración de las tesorerías de las iglesias de su
presbiterio.

III. Podrá nombrar con la anuencia de los pastores, de


entre los miembros de su presbiterio, los elementos que él
considere le pueden ayudar y sean necesarios para la buena
organización del mismo.

Cuarta sección.
Capítulo séptimo.
Iglesias locales.

Introducción.

El Nuevo Testamento, a partir de los Hechos de los


Apóstoles, presenta a la Iglesia ocupada no sólo en predicar el
evangelio, orar por los enfermos, bautizar a los convertidos y
anunciar el regreso de Cristo, que pudieran considerarse las
tareas básicas de la Iglesia, sino también se da tiempo para
organizarse, para encarar la pobreza y carencias de sus
miembros y aun de los extraños, así como para responder a las
necesidades económicas más urgentes, especialmente en lo
concerniente al sostenimiento de los ministros en el ámbito local y
el extranjero. También podemos advertir que muy pronto se
establece la diferencia entre la Iglesia y las iglesias,
entendiéndose que aquel término se refiere a la colectividad de
creyentes y congregaciones esparcidas por todas partes, pero
identificados con la Iglesia como concepto místico, pluralista y
universal; mientras que las iglesias son las colectividades locales,
también místicas y pluralistas, pero nunca vistas como
agrupamientos aislados o independientes. Son más bien todas
estas iglesias parte del conjunto mayor, que es la Iglesia. Los
apóstoles son considerados como fundamentos y columnas de la
Iglesia (Efesios 2:20; 4:11; Gálatas 2:9), pero muy pronto el
cuerpo de servidores de la Iglesia se va aumentando con la
presencia de hombres a quienes se les llama diáconos (Hechos
6; 1 Timoteo 3:8-13), y posteriormente se advierte que las iglesias
locales constan de "Santos en Cristo Jesús... con los obispos y
diáconos" (Filipenses 1:1).

Sin embargo, descubrimos que el Nuevo Testamento nos


dice muy poco sobre los métodos que utilizaban los cristianos
primitivos para organizarse en la forma de funcionar, aun los
títulos con que se identificaban a funcionarios y a las
organizaciones. Creemos entonces que los métodos son ideados
por los mismos cristianos, ayudados naturalmente por el Espíritu
Santo y en un ambiente de paz. Los principios y los objetivos
deben someterse al patrón bíblico, pero la forma particular de
organizarse depende de la actualidad, del presente, no del
pasado, y está sujeta a variaciones y a evolución. Así se abre un
interminable campo de acción en asombrosa libertad. Por
ejemplo: según Hechos 20, los ancianos convocados por Pablo
en Mileto, eran simultáneamente pastores, presbíteros y obispos.
La Iglesia de Filipos se formaba de santos, obispos y diáconos, y
en la carta que se les dirige no se menciona al pastor, aunque
probablemente el pastor era uno de los obispos, pues sería
absurdo suponer que no había pastor en Filipos. Esto nos dice
entre otras cosas, que estamos en libertad de hacer distinciones
entre diferentes grupos y señalar funciones y jerarquías,
utilizando los nombres que nos parezcan más apropiados,
conservando también la libertad de cambiar distinciones y
nombres cuando así se necesite.

Según la Biblia, la Iglesia deberá estar en condiciones de


actuar como cuerpo de Cristo, de modo que en ella puedan
observarse los dones, las operaciones y los ministerios que
menciona la Palabra de Dios (1 Corintios 1:7; 12:4-11), así como
las manifestaciones del Espíritu. Para lograr esto, se requiere la
aspiración a que todos o cuando menos la mayoría de los
miembros bautizados en agua reciban el Espíritu Santo como
inicio de una vida más fructífera, espiritual y útil, con miras a la
manifestación del fruto del Espíritu Santo.

El buen funcionamiento de la Iglesia primitiva se daba en


virtud de que había obispos, que pudieran ser los ministros
encargados de predicar la Palabra, quienes estaban unidos a los
diáconos, hombres dedicados al ministerio cotidiano y material de
la Iglesia (Filipenses 1:1). Entonces una iglesia requiere la
presencia no sólo de santos o miembros, sino también de la
operación del ministerio de la supervisión de la Iglesia (por los
obispos) y del servicio de la misma en sus aspectos materiales
(diaconado). Por otra parte, el hecho de que la Iglesia vive y
funciona en libertad del Espíritu Santo no significa que se mueva
al impulso de la anarquía o el desorden. Todo parece indicar que
en la Iglesia primitiva, la función de gobernar a la Iglesia era
ejercida por los obispos y los diáconos como manifestación de un
carisma o un don particular. Pretender que la Iglesia se maneje
sin la presencia y aportación de hombres que ejerzan estos
dones es semejante a pretender que una barca llegue a su
destino sin la presencia y dirección de un hombre que lleva el
timón en sus manos.

La experiencia nos hace sentir que para que un grupo


alcance la meta de un funcionamiento adecuado, se requiere la
presencia de un número suficiente de miembros. Lógicamente es
difícil lograr un funcionamiento eficiente a base de un número
reducido de miembros, lo pesado de la carga del sostenimiento
que recae sobre unos pocos miembros o de hecho, la falta de
sostenimiento por la misma razón la multiplicación de
responsabilidades que se asignan a unas pocas personas, de
modo que unos pocos miembros tienen que realizar muchos
ministerios, cuando la Biblia dice que no todos tienen dones y
que quienes los tienen deben ejercerlos con especial dedicación
al don en particular que han recibido (1 Corintios 12:29,30;
Romanos 12:6-9).

Además, si bien es cierto que el cristiano se mueve


principalmente en un ambiente de fe, también resulta verdad el
hecho de que los cristianos tienen que aprender a bastarse a sí
mismos, tanto para las necesidades familiares como para las de
los miembros menos privilegiados o verdaderamente indigentes
(1 Timoteo 5:16; Tito 3:14). También deben hacer provisión
económica para el sostenimiento del ministro, pues negarse a ello
equivaldría a un despojo de otros y a recibir el evangelio de balde
(2 Corintios 11:7-9). El Nuevo Testamento también enseña que
hay cargas materiales que se deben compartir proporcionalmente
por parte de las iglesias, sin "holgura" para unas, ni "estrechez"
para otras, sino con "igualdad", consistiendo esta igualdad en que
la abundancia de unas iglesias supla la escasez de otras (2
Corintios 8:13,14). De ahí que resulte indispensable que cada
congregación cuente con los recursos materiales necesarios para
funcionar satisfactoriamente.

Consideramos, pues, ineludible el deber de fijar ciertas


normas mínimas para definir lo que es una iglesia funcional y lo
que se debe hacer para lograr una mayor eficiencia espiritual,
administrativa y material de los grupos ya organizados y las
iglesias que se vayan estableciendo en el futuro.

Artículo 52. De los miembros de la iglesia.

Con base en lo que enseña la Palabra de Dios creemos


que se puede establecer una diferencia en el significado de los
términos "El cuerpo de Cristo" y la "Iglesia". El cuerpo de Cristo
es el conjunto místico de creyentes que han sido bautizados en él
por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:13) y se forma de todos los
que han sido justificados y santificados por la fe en Jesucristo, y
aunque agrupados orgánicamente bajo diferentes nombres y
sistemas, están vinculados entre sí por el mismo Espíritu Santo y
constituyen así la Iglesia de Jesucristo. Sólo esta clase de
cristianos, vivos o muertos, son los que Cristo vendrá a recoger
en el día del rapto de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:13-17).

Sabemos además, que la Biblia no usa el término


"Miembros de la Iglesia", sino el de "Miembros del cuerpo de
Cristo" (Romanos 12:5; 1 Corintios 12:12-14, 27; Efesios 1:22,23;
2:16; 4:15,16; Colosenses 1:18). Esto se debe a que la palabra
"iglesia" se refiere primordialmente a la "Asamblea o compañía
de llamados", término que fue adoptado por los cristianos
primitivos para indicar el conjunto de creyentes de una localidad o
los grupos similares esparcidos por diferentes regiones o países,
así como para referirse al llamamiento que habían recibido para
ser una "gente santa", "Iglesia de Dios" o "Cuerpo de Jesucristo"
(Romanos 1:6,7; 1 Corintios 1:2; 10:32; 11:16; Gálatas 1:13;
Efesios 1:22; 4:4; 5:32; 2 Tesalonicenses 1:4; Tito 2:14; 1 Pedro
2:9).

La iglesia local se constituye así en el lugar en que se


reúnen los que han de ser salvos y que son añadidos a ella por el
Señor Jesucristo (Hechos 2:47).

Después de las anteriores consideraciones, podemos


llegar a las siguientes conclusiones:

1. Siendo el cuerpo de Cristo un misterio y estando


formado de gentes de todas las razas y colores, y teniendo los
miembros militantes y triunfantes, reconocemos que el cuerpo de
Jesucristo en su totalidad, sólo será conocido en el día que se
conoce como "Fin de siglo" (Mateo 13:36-43), aunque en la
actualidad "conoce el Señor a los que son suyos" (2 Timoteo
2:19).

2. Creemos que la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo


Jesús, es, en el sentido universal, parte del cuerpo de Cristo, y
nos esforzamos porque cada grupo local tenga también el mismo
carácter aun cuando sufra las limitaciones de tamaño y de
naturales imperfecciones humanas.

3. Creemos, además, que la Palabra de Dios nos indica


que cada "iglesia" "asamblea" o "congregación" está integrada
por hombres y mujeres que han creído y obedecido fielmente las
ordenanzas del Señor, se han consagrado a él, se reúnen en el
nombre de Jesucristo con la frecuencia necesaria, perseveran en
la doctrina de los apóstoles, cultivan la comunión unos con otros,
y juntos pugnan por llevar a cabo en esta tierra los planes que el
Señor les ha señalado como iglesia (Hechos 2:42-47).

Teniendo la Iglesia el carácter antes descrito, también


disfruta de la autoridad para juzgar todas las cosas y para aplicar
la disciplina bíblica necesaria a quienes voluntariamente han
ingresado en la Iglesia (1 Corintios 5:2; 6:2,3), razones por las
cuales se señalan en seguida los requisitos de admisión a la
Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, los derechos que
disfrutan sus miembros y las razones que pueden obligar a la
misma Iglesia a privar, temporal o definitivamente, de estos
derechos a las personas que por su conducta se hicieren
acreedoras a tal disciplina. Debe entenderse que esta disciplina
se aplica con respeto a las iglesias locales y a la denominación
como un todo, pero que el juicio final está reservado para el
Señor Jesucristo.

Artículo 53. Reglamentos de admisión.

En cada congregación existen miembros en plena


comunión que disfrutan de todos los derechos, privilegios y
prerrogativas, si cumplen con las siguientes condiciones:

1. Ser mayores de catorce años, creer en Cristo y su


Palabra, arrepentirse y bautizarse por inmersión en el nombre del
Señor Jesucristo conforme se estipula en Mateo 28:19; Marcos
16:16; Hechos 2:38; 10:47,48; 19:3-5; Romanos 6:3-7.

2. Vivir en el temor y la justicia de Dios, apartados de toda


clase de pecado (Mateo 24:13; Romanos 2:7,8; 6:11-13; Efesios
4:22-32; 5:1-11; 5:18).

3. Observar el sistema doctrinal de organización, de


economía y disciplina delineado en la Palabra de Dios y en esta
Constitución.

4. Ser fieles a Dios y a su Iglesia hasta la muerte (Hebreos


10:25; Apocalipsis 2:10).

Existen además, en las iglesias locales niños menores de


catorce años, los cuales, por la naturaleza de su propia edad y
por las declaraciones del Señor Jesucristo (Mateo 19:14) son
participantes del reino de los cielos. Estos niños, traídos por sus
padres, que pueden ser cristianos o inconversos, o por
consentimiento propio, son presentados a Dios, disfrutan de la
atención pastoral, el cuidado, las oraciones y el testimonio de
toda la iglesia, a fin de que cuando se llegue su tiempo, puedan
ser bautizados y comenzar a disfrutar de todos los derechos de
miembros en plena comunión.

En tercer lugar, asisten a las iglesias locales personas


inconversas, solas o con sus familias, evangélicos de otras
denominaciones y personas que por algún motivo fueron privadas
temporal o definitivamente de su comunión con la Iglesia
Apostólica de la Fe en Cristo Jesús. Todas las personas
mencionadas tienen derecho a disfrutar del compañerismo de la
iglesia, la atención pastoral y el privilegio de servir, siempre que,
a juicio del pastor, observen una conducta digna y no pongan en
entredicho la reputación y el testimonio de la Iglesia, y que no se
contradiga ninguno de estos reglamentos.

Artículo 54. Significado de plena comunión.

Por plena comunión dentro de la Iglesia Apostólica de la Fe


en Cristo Jesús se entiende lo siguiente:

1. Todo el derecho a la salvación plena en Cristo Jesús,


con sus dimensiones terrenas y celestiales, que se obtiene por la
fe en Jesucristo, la obediencia a su Palabra y la Gracia Divina, y
cuyo derecho sólo Jesucristo puede darlo o retirarlo.

2. El formar parte de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo


Jesús que resulte más accesible o conveniente en el caso de que
en la misma ciudad exista más de una Iglesia Apostólica.

3. Ejercer el derecho a voz y voto en las sesiones de


negocios de la iglesia o de la red a que le corresponda
pertenecer.

4. Participar en todas las actividades de la congregación,


incluyendo la ceremonia de la Cena del Señor.

5. Disfrutar de los beneficios de la atención pastoral.

6. Ocupar los puestos de elección o designación dentro de


la iglesia.

Artículo 55. Disciplina para los miembros de la Iglesia.


I. Todos los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en
Cristo Jesús que sean aceptados en cualquiera de las iglesias
locales afiliadas a esta organización, deberán cumplir con lo
establecido en la doctrina de nuestro Señor Jesucristo, según el
orden apostólico y obedecer esta Constitución.

II. Todas las personas que creen y aceptan la doctrina de


nuestro Señor Jesucristo según el orden apostólico y que forman
parte de la membresía de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo
Jesús, tienen el derecho a las promesas de nuestro Señor
Jesucristo y a los privilegios y prerrogativas de la Iglesia, y no
podrán ser privadas de estos privilegios a menos que se hagan
indignas de ello y procedan en contra de la doctrina fundamental.

III. La violación de la doctrina de nuestro Señor Jesucristo,


hace a la persona que la cometiere, indigna de pertenecer a la
Iglesia; pero no podrá ser destituida de la misma, si no se hace
antes un juicio legal, con las debidas formalidades, en que se
compruebe a la luz de la Palabra de Dios que el delito o pecado
cometido hace a la persona merecedora de la excomunión.

IV. Toda persona que pertenece a la Iglesia Apostólica de


la Fe en Cristo Jesús, deberá llevar una vida de santidad y
honestidad. Por tanto se advierte que es pecado el relajamiento
moral, la venta y consumo de bebidas embriagantes, uso del
tabaco, diversiones malsanas, falta de consagración y asistencia
a los cultos, y todo aquello que tienda a pervertir los sentimientos
de humildad y espiritualidad.

V. Los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo


Jesús, deben abstenerse del uso de anillos, joyas, pinturas
faciales, vestidos costosos o inmodestos y cuidarse de todas las
formas de ostentación y vanidad.

VI. Los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo


Jesús, deben considerar que sus cuerpos son santos y que en
ellos habita el Espíritu Santo, razón por la cual deben guardarse
de la fornicación y el adulterio y toda forma de lascivia. En esta
relación, que los noviazgos se conduzcan con toda honestidad,
respeto y temor de Dios y que los cristianos ya casados se rindan
el respeto y la consideración mutua que recomiendan las
Sagradas Escrituras.
VII. Los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en
Cristo Jesús, deben mostrar en los cultos la debida reverencia y
compostura. En el culto, el hombre debe descubrir su cabeza y la
mujer cubrirla con un velo apropiado (1 Corintios 11:4-7). La
mujer no se debe cortar ni encrespar el cabello.

VIII. Todos los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe


en Cristo Jesús, deben mostrar su amor a la obra de Dios
entregando sus diezmos y ofrendas para que sean suplidas las
necesidades de la obra de Dios, "no con tristeza o por necesidad,
porque Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9:6,7; 1 Timoteo
6:7).

IX. Todos los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en


Cristo Jesús, deben mostrar obediencia a Dios y sujetarse a las
potestades superiores de la Iglesia, porque éstas han sido
puestas por Dios y velan por su bien (Romanos 13:1; Efesios
4:11,12; Hebreos 13:17).

X. Cuando un miembro de la Iglesia cambiare su


residencia, deberá congregarse en la Iglesia Apostólica de la
localidad a donde se hubiere cambiado o en la del lugar más
cercano.

XI. Todo miembro de la Iglesia Apostólica de la Fe en


Cristo Jesús, que cambiare su membresía, deberá llevar una
carta de traslado firmada por el pastor y presentarla al pastor o
encargado de la iglesia donde se vaya a congregar. En dicha
carta se informará sobre su fidelidad y cumplimiento y también se
indicará si el miembro que se traslada a otro lugar, está privado
temporalmente de sus derechos. Los pastores que reciban un
miembro en tales condiciones deberán sujetarse a lo indicado en
la carta de traslado.

XII. Los miembros de la Iglesia Apostólica de la Fe en


Cristo Jesús, que vayan de viaje de paseo o negocios, deberán
portar una carta de recomendación firmada por su pastor y
presentarla al pastor de la iglesia del lugar que visiten.

Artículo 56. Disciplina correctiva.

Dado que la Iglesia se forma de seres humanos que están


propensos a la imperfección y a caer en diversas tentaciones, nos
vemos obligados a tomar en cuenta las siguientes indicaciones y
clasificaciones que se encuentran en la Palabra de Dios:

1. Hay casos en que el creyente es sorprendido en alguna


falta y existe la obligación de restaurarle con espíritu de
mansedumbre (Gálatas 6:1; Santiago 5:19-20).

2. Hay pecados que incapacitan a quienes los cometen


para heredar el Reino de Dios (1 Corintios 6:9-11; Gálatas 5:19-
21).

3. En los casos en que se peca después de haber recibido


el don del Espíritu Santo o se peca voluntariamente, no puede
haber renovación (Hebreos 6:4-6; 10:26-27).

4. Hay distinción entre pecados que no son de muerte y los


que son de muerte, en cuyo último caso no se recomienda la
oración en favor de quien lo cometió (1 Juan 5:16,17).

5. En el caso de faltas o pecados, según su gravedad,


puede haber amonestación de individuo a individuo, ante testigos
o ante toda la iglesia (Mateo 18:15-19), así como aplicación de
sanciones por parte de la iglesia como un todo (1 Corintios 5:4,5)
o del ministro en particular (1 Timoteo 5:20; Tito 3:10,11).
Con base en lo anterior se formula el siguiente reglamento:

Artículo 57. Aplicación de la disciplina.

I. Los ministros, al descubrir faltas o pecados en sus


miembros, procederán a aplicar la disciplina correspondiente,
cuyos principales fines son por una parte, restaurar en todos los
casos posibles a quienes sean sorprendidos en faltas, y por la
otra, preservar la pureza y buen testimonio de la Iglesia en el
mayor grado en que sea posible.

II. Los miembros que habiendo recibido el bautismo del


Espíritu Santo, cometieren pecados de fornicación, adulterio,
impurezas sexuales, de otra naturaleza, o cometieren actos que
impliquen (1) una violación al templo del Espíritu Santo, (2) faltas
por las cuales no se puede hacer restitución, serán privados de la
plena comunión con la Iglesia, tal como está definido en el
artículo número 54 de esta Constitución.
III. Los ministros que cometieren los pecados que se
menciona en el párrafo II de este apartado, además de las
sanciones allí mencionadas, no podrán volver a ejercer el
ministerio en ninguna categoría.

IV. Se entiende que al aplicar esta disciplina, la Iglesia


Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, ejerce una prerrogativa
bíblica, pero al mismo tiempo sabe que el juicio final le
corresponde al Señor (Hebreos 13:4) y que todo juicio es por ello
deficiente e incompleto (1 Timoteo 5:24). Se entiende además
que toda persona que haya sido sujeta a la disciplina que aquí se
indica, seguirá disfrutando del derecho de congregarse en la
iglesia y participar en las actividades de la misma, sin más
limitaciones que las señaladas en esta Constitución y en el
Manual de Ceremonias y Ordenanzas, a menos que hubiera
otras, temporales o definitivas, que deban imponerse a juicio de
los pastores.

Capítulo octavo.
Funcionamiento de las iglesias locales.

Artículo 58. Requisitos para que un grupo se constituya en


iglesia.

I. Las iglesias se constituirán de los miembros en comunión


que residan en una ciudad, pueblo, aldea o ejido, en una zona de
la ciudad o en varias poblaciones aledañas, que puedan ser
atendidos satisfactoriamente por un pastor y los ayudantes
(ministerios y líderes), que se requieran.

II. Los grupos que sean declarados iglesias, deberán llenar


los siguientes requisitos mínimos:

1. Tener un mínimo de 50 miembros bautizados y en


comunión, entre los cuales deberá haber cuando menos
diez matrimonios bautizados en comunión, que residan
permanentemente en el perímetro que abarque la
iglesia.

2. Contar con los elementos capacitados para que realice


eficientemente sus funciones educativas, directivas,
administrativas y de alabanza.
3. Tener ingresos suficientes para encargarse de todas sus
necesidades locales y proporcionarle al pastor con el
50% de los ingresos mensuales de diezmos y ofrendas
su ayuda de manutención necesaria, tomando como
marco referencial, cuando menos el salario mínimo
oficial de la región, aparte de estar en condiciones de
contribuir generosamente a los planes económicos del
distrito y de la Iglesia general.

4. Estar en condiciones de proporcionarle al pastor,


habitación adecuada para él y su familia, ya sea en
casa pastoral o en local adquirido o rentado por la
iglesia en otro sitio fuera del templo.

5. Contar con un lugar permanente de reunión, ya sea


propio o que se esté adquiriendo para ser propiedad de
la iglesia, que obviamente debe contar con recursos
para este fin. Estos terrenos deben ser adecuados para
las necesidades presentes y futuras de la congregación
y los proyectos de construcción deben sujetarse a las
exigencias de la arquitectura y la ingeniería. Los
documentos de propiedad de los mismos terrenos
deben también estar en orden antes de que se inicie
cualquier proyecto de construcción, según se indica en
el artículo 61 de esta Constitución.

Artículo 59. Procedimiento para constituir una iglesia.

I. Cuando a juicio del pastor, un grupo determinado a su


cargo deba ser declarado iglesia, lo solicitará por escrito al obispo
respectivo con la aprobación y firma del mismo grupo, a fin de
que él o una comisión que designe, verifique lo relativo a la
Constitución de la Iglesia.

II. Una vez que se verifique por el obispo o las personas


que él designe al efecto, el cumplimiento de los requisitos
señalados, se dará por reconocido el status de iglesia, debiendo
hacerse la correspondiente notificación en la convención distrital
inmediata.

III. Si en el transcurso del tiempo el grupo comprobara que


no puede operar satisfactoriamente según las normas
establecidas, las autoridades del distrito decidirán la forma en que
se seguirá atendiendo dicho grupo y lo notificarán al Obispo
Presidente y a la convención distrital más próxima.

Artículo 60. Establecimiento de nuevas iglesias con el nuevo


modelo eclesial. Además del establecimiento de iglesias en
conformidad con los artículos 58 y 59, se establecerán
obligatoriamente nuevas congregaciones de acuerdo a las
siguientes reglas.

1. Para garantizar la estabilidad de nuestra Iglesia como un


todo, las congregaciones no rebasarán desproporcionalmente los
dos mil quinientos miembros, ya que tal número garantiza
suficientemente el establecimiento y funcionalidad de los
ministerios, así como el sostenimiento de un misionero en otro
país del orbe.

2. Cuando una congregación alcance los mil miembros, o


antes de tener ese número, si así lo desea el pastor, podrá
establecer una nueva iglesia, desprendiéndose de una cantidad
suficiente de miembros que garantice el sostenimiento del pastor,
la renta de un local y la eficiente funcionalidad del proyecto de
crecimiento que la Iglesia como un todo esté promoviendo;
designando para el efecto al líder ordenado para el ministerio que
tenga el mejor perfil, y al que le asistan un mayor derecho dada
su labor desarrollada en el trabajo celular.

3. Habiendo llegado a los dos mil quinientos miembros,


todo pastor está obligado a abrir nuevas congregaciones.

4. Cuando un líder que haya sido ordenado como ministro,


que ha colaborado leal y eficientemente, llenando el perfil para
que se le asigne un grupo conforme a las fracciones 1 y 2 de este
artículo, ya que la iglesia en la que colabora ha rebasado los dos
mil quinientos miembros, podrá hacerle saber sus anhelos al
pastor y al obispo del distrito, quienes analizarán el caso y
determinarán lo conducente.

Artículo 61. Templos y predios.

I. La misma naturaleza del trabajo de la Iglesia exige la


adquisición de terrenos y construcción de templos, casas
pastorales y otras instalaciones para el servicio de la
congregación y por tanto nos obliga a observar las reglas que
aquí se indican para la adquisición, construcción y mantenimiento
de las propiedades indicadas.

II. Los terrenos que se adquieran deben ser apropiados


para las necesidades de construcción de cada iglesia, y los
documentos de propiedad deben estar en regla, habiéndose
adquirido los terrenos por acuerdo de la congregación y el obispo
y puestos a nombre de la iglesia.

III. Los proyectos de construcción deben estar a cargo de


personas capacitadas para ello, autorizados por el obispo y
deben sujetarse a las exigencias de la arquitectura y la ingeniería;
no se iniciará la construcción de ningún templo, casa pastoral o
cualquier otra instalación sin que se cumpla previamente con este
requisito.

IV. Una vez concluidos los trabajos de construcción,


particularmente de los templos, se fijará la fecha para su
inauguración de acuerdo con el obispo del distrito y el Obispo
Presidente, quien presidirá el acto. Cuando lo crea conveniente
podrá delegar esta función en la persona que él mismo
determine.

V. Cuando fuere necesaria la adquisición de un inmueble


para uso de la iglesia, las autoridades competentes de la misma,
deberán observar todo lo que sobre el particular establece la Ley
Reglamentaria del Culto Público.

VI. Cuando la Secretaría de Gobernación emita


declaratoria de procedencia de la adquisición de algún bien,
deberá sacarse copia fotostática de la misma, y enviarse a la
Secretaría General para su integración al archivo
correspondiente. Lo mismo se hará remitiendo en su oportunidad
copia de las escrituras notariales de dichos inmuebles.

VII. Los pastores o encargados de las iglesias, serán


responsables de los templos, mobiliario de los mismos, casas
pastorales y demás enseres que pertenezcan a la congregación,
los cuales recibirán por inventario al asumir la responsabilidad de
encargados, y deberán velar por su conservación y mejoramiento
y observar todas las leyes de culto que nos rigen.
VIII. Ningún ministro ni miembro, podrá disponer de
ninguna propiedad o inmueble adquiridos para el uso de las
iglesias, pues sólo se deben destinar a los usos para lo que han
sido adquiridos.

IX. La Mesa Directiva General de la Iglesia Apostólica de la


Fe en Cristo Jesús, llevará un registro de los templos y
conservará copia de los documentos de propiedad o custodia de
los mismos con la facultad y obligación de velar por su
conservación y consagración al culto que sean dedicados, no
podrá gravarlos ni enajenarlos, pues de acuerdo con las leyes de
culto vigentes en México, son propiedad de la Nación.

Artículo 62. De la autoridad pastoral.

I. Los pastores están investidos de autoridad para predicar


la Palabra de Dios, instruir, amonestar y corregir a los miembros
de las iglesias (1 Tesalonicenses 5:14; 2 Timoteo 4:1,2), y
demandar de ellos el cumplimiento de la doctrina del Señor. Cada
pastor debe considerarse un mayordomo de las heredades del
Señor, nunca debe obrar con señorío, ni despotismo, sino que
debe ser manso para con todos, apto para enseñar, sufrido,
dechado de la grey.

II. A los pastores toca corregir las faltas o desobediencias


que los miembros cometan contra la doctrina, imponiendo
correctivos a los infractores por medio de pruebas. Cuando
hubiere pecados por los cuales la Palabra de Dios condena,
podrán privarlos de sus derechos, debiendo en este caso obrar
con toda justicia y apego a la Palabra de Dios, y de acuerdo a los
lineamientos señalados en el Manual de Ceremonias y
Ordenanzas en su capítulo sobre los juicios.

III. Los pastores podrán requerir a los ministros locales el


cumplimiento de sus deberes, y en caso de que no se coloquen a
la altura de sus responsabilidades, solicitarán al obispo respectivo
se estudie la situación de ellos, tomándose las medidas
necesarias y si el caso lo amerita, se suspendan temporal o
definitivamente de sus funciones ministeriales.

Artículo 63. Obligaciones de los pastores.


I. Ningún pastor puede asumir la responsabilidad de una
iglesia si no está de acuerdo con los puntos doctrinales, sistema
de organización, economía y disciplina de la Iglesia Apostólica de
la Fe en Cristo Jesús. Si durante el ejercicio de su ministerio
llegare a diferir respecto a alguno de los puntos doctrinales, el
sistema de organización, de disciplina o económico, deberá
presentar sus objeciones ante el obispo del distrito, el cual
considerará y determinará lo que se debe hacer, previa consulta
con el Obispo Presidente.

II. Creemos que la ética cristiana nos justifica al requerir de


cada ministro que no esté de acuerdo con los puntos doctrinales,
nuestro sistema de organización, economía y disciplina, a que
renuncie a su cargo y se exima de hacer males y causar
deshonra o división en la Iglesia. Quien actúe en esta forma, se
expone a que la Iglesia, por medio de sus autoridades
constituidas, considere sus motivos y tome una determinación
según los criterios establecidos en el Manual de Ceremonias y
Ordenanzas.

III. Cuando un pastor actúe en contra de los principios


doctrinales, el sistema de organización, economía y disciplina de
la Iglesia, o realice cualquier acción que traiga perjuicios a la
misma, será juzgado por el obispo de distrito, según las
instrucciones dadas en la Palabra de Dios y el proceso marcado
en el Manual de Ceremonias y Ordenanzas.

IV. Ningún ministro deberá intervenir en los asuntos


internos de la iglesia que ha pastoreado antes, si no recibe una
solicitud oficial de parte de una autoridad competente.

V. Todo ministro se abstendrá de hacer labor de promoción


en favor o en contra de la precandidatura y candidatura de otro
ministro o para sí mismo en período de elecciones en cualquier
nivel de la Iglesia.

VI. Todo ministro prescindirá de hacer, y evitará que se


haga labor proselitista entre miembros de la Iglesia Apostólica de
la Fe en Cristo Jesús, para que alguien traslade su membresía a
otra congregación.

Artículo 64. Deberes de los pastores.


I. Los pastores deberán elaborar, presentar y desarrollar un
plan de trabajo anual, entregando copia al presbítero. Este plan
de trabajo deberá estar acorde con el proyecto general de la
Iglesia, cuidando de que mantenga un sano equilibrio entre sus
elementos integrales (atención de cultos, red celular, formación
de líderes, ministerios, misiones mundiales, etc.).

II. Los pastores deben organizar en sus respectivas


iglesias las redes de células y ministerios. Cada pastor es
responsable de que estas redes y ministerios cooperen con las
respectivas coordinaciones y secretarías generales.

III. Los pastores son responsables de que sus


congregaciones cumplan con lo relativo a los envíos de todos los
porcentajes que correspondan a la Tesorería General de la
Iglesia. Deben también reunir las ofrendas evangelísticas,
misioneras y de cualquier otro tipo que se acuerde y remitirlas a
donde corresponda. Los pastores y encargados que no cumplan
con estos deberes, serán requeridos por la autoridad
correspondiente, y si persisten en no aceptar esos acuerdos, los
supervisores deben tomar las medidas necesarias para la
corrección de tales anomalías.

IV. Los pastores deben asistir a las convenciones distritales


y generales o nombrar un ministro de su iglesia para que los
representen. Los gastos de viaje a las convenciones deberán
hacerse por cuenta de la iglesia local, según sus posibilidades
económicas.

V. Los pastores tienen el deber de cumplir con todos los


acuerdos tomados en las convenciones distritales y generales,
reuniones episcopales y en las reuniones de la Mesa Directiva
General de la Iglesia, los cuales les serán comunicados
oportunamente por escrito.

VI. A los pastores toca enseñar los puntos de doctrina que


cree y enseña la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús,
cumplirla y hacerla cumplir en conformidad con la presente
Constitución y su parte reglamentaria, de administrar ordenanzas
con la mayor reverencia y solemnidad y exigir el cumplimiento de
la disciplina de la Iglesia.
VII. Es deber de los pastores atender en la mejor forma
posible a sus superiores cuando les visiten, presentarlos con toda
atención ante la iglesia y cederles la palabra para que prediquen
y comuniquen a la iglesia los asuntos que correspondan.
Igualmente deben interesarse en hospedar y atender a todos sus
compañeros, aun cuando fueren inferiores en categoría (Hebreos
13:1,2).

VIII. Es obligación de los pastores cuidar de los templos,


mobiliario de los mismos, casas pastorales y demás objetos que
pertenezcan al culto, de los cuales no podrán disponer para
provecho personal.

IX. Cuando una congregación no tuviere templo propio, el


pastor deberá pugnar porque se construya, y acordará con la
iglesia a su cargo y el supervisor respectivo, todo lo relacionado
con la adquisición del terreno y materiales, forma de agenciarse y
administrar los fondos respectivos y regularización de la
propiedad conforme a la ley.

X. Los pastores son responsables de la recta


administración de los fondos de sus iglesias. Es preferible que
ellos no funjan como administradores de sus congregaciones,
pero de todas maneras deben vigilar por la recta administración
de todos los bienes de la iglesia. Deben tener cuidado de que los
fondos se usen para el fin con que se reúnen, y cuando se trate
de erogaciones extraordinarias, deberán contar con la aprobación
de la mayoría de los miembros de la iglesia.

XI. Los pastores deben convocar y presidir las juntas


generales de las iglesias, las cuales se celebrarán cuando ellos lo
crean conveniente. Sólo tendrán derecho a voz y voto en estas
juntas los miembros que disfruten de plena comunión.

XII. Los pastores deberán convocar y presidir, ya sea en


conjunto o por separado, a reuniones de ministros y funcionarios
para tratar con ellos los asuntos que consideren pertinentes.

XIII. Los pastores deberán designar a todo el personal de


sus escuelas bíblicas y de ministerios así como a las comisiones
o funcionarios que exija la misión de la Iglesia.
XIV. El pastor, con el visto bueno del obispo y del
presbítero respectivo, deberá planear e impulsar la formación de
nuevas iglesias, para lo cual deberá cuidar hasta donde sea
posible no desestabilizar a la iglesia madre. Procurará escoger
áreas estratégicas tomando en cuenta la distancia geográfica, el
difícil acceso al templo existente, el desarrollo habitacional de la
zona, y otros aspectos importantes que se consideren.

XV. Cuando una iglesia esté patrocinando la formación de


otra congregación, los detalles administrativos internos y el
cumplimiento de deberes del grupo en formación para la iglesia
patrocinadora, el distrito y la Tesorería General, serán
determinados por el pastor y la persona que esté al frente de la
iglesia en formación, de acuerdo con el obispo del distrito o el
presbítero respectivo, sin dejar de cumplir con lo indicado en el
artículo 84 de esta Constitución.

XVI. Los pastores deben revisar mensualmente todos los


libros de los administradores de la iglesia. Tesorería local,
escuelas bíblicas y de ministerios, redes de células y ministerios y
demás.

XVII. Los pastores son responsables de todos los edificios,


enseres, documentos y demás posesiones de la iglesia y deberán
entregarlos por inventario a sus sucesores a satisfacción de la
iglesia y del obispo de distrito.

XVIII. Los pastores, son los responsables de formar a


todos los creyentes en sus ministerios respectivos, poniendo
particular interés en el desarrollo de un estilo de vida acorde a su
vocación, para lo cual el pastor deberá enseñarlos y entrenarlos
de manera sistemática. De la misma manera procurará discipular
a toda la membresía de su iglesia, a fin de que descubran sus
dones y los pongan al servicio de la obra de Dios.

Artículo 65. Derechos de los pastores.

I. Los pastores tienen derecho al reconocimiento y


obediencia de parte de todos los ministros y miembros de la
congregación que presidan, así como la consideración y respeto
de sus supervisores y directivos de la Iglesia (1 Tesalonicenses
5:12,13; 1 Timoteo 5:17,19).
II. Todos los pastores y presbíteros tienen derecho a un
sostén decoroso para ellos y sus familias de parte de la iglesia
que pastoreen, así como a una vivienda también decorosa
construida o rentada por la misma congregación.

III. Los pastores también tienen derecho a recibir los


emolumentos necesarios para el desempeño de sus funciones a
nivel local y participación en actividades distritales y generales,
según la forma en que se indica en la presente Constitución o sea
acordada por las autoridades de la Iglesia y de acuerdo con las
posibilidades de la congregación.

Artículo 66. De los cambios pastorales.

I. El nombramiento o función de un pastor de una iglesia es


un cargo oficial, y por otra parte, es bíblico que los ministros y
demás grupos compartan mutuamente sus recursos materiales y
capacidades espirituales sin limitación o discriminación alguna.
Los ministros podrán permanecer por tiempo indefinido en el
pastorado de una misma iglesia, siempre que: Goce de una sana
relación con la congregación, y que ésta sea constatada por el
obispo, que ya esté realizando un proyecto a largo plazo y que ya
esté dando fruto, que además esté acorde con el programa
general de la Iglesia, como también que se comprometa a ser leal
con la Institución, además de sujetarse en todo tiempo a los
señalamientos, requerimientos y recomendaciones del obispo del
distrito y demás autoridades de la Iglesia.

II. Los cambios por excomunión, renuncia o fallecimiento


de los pastores, serán automáticos, entendiéndose que de todas
maneras se seguirá el proceso aquí delineado para instalar a los
respectivos sucesores.

III. Todos los cambios pastorales deberán tener como


razón de ser, dos tipos de causa: En primer lugar, las
necesidades patentes para el buen funcionamiento de la obra de
Dios; en segundo lugar, los cambios deberán justificarse sobre la
base de deficiencias en el trabajo, la conducta, administración,
negligencia o cualquier otra falla del pastor, siempre y cuando se
haya estudiado su caso y el obispo haya hablado con él,
señalándole las deficiencias, aconsejándolo y asesorándolo para
que enmiende su actuación, dejando constancia del hecho; y
nunca antes de un plazo razonable que le permita corregir las
fallas que le sean señaladas. Si la falla fuere de carácter moral,
se deberá hacer el estudio correspondiente y proceder en
consecuencia, según las normas establecidas en esta
Constitución y el Manual de Ceremonias y Ordenanzas.

IV. A fin de dar continuidad a los proyectos de las iglesias,


el obispo supervisor procurará que los pastores que estén
realizando con éxito su función, continúen en esa misma
congregación sin ser removidos de su cargo. En el caso de que
algún pastor que tenga un proyecto integral y se sienta afectado
por la propuesta de cambio, podrá apelar ante el Obispo
Presidente quien nombrará una comisión para que estudie su
caso y dé un fallo definitivo. Lo anterior no impide que el obispo
siga utilizando toda su capacidad de persuasión para convencer
al pastor de que le ayude a resolver con su cambio la necesidad
de la obra de Dios.

V. La facultad para instalar y cambiar pastores,


corresponde al obispo del distrito previa consulta con el Obispo
Presidente. Por lo tanto las solicitudes de remoción y/o las
gestiones en favor de sustitutos, no serán elementos suficientes
para llevar a cabo cambios pastorales. Los miembros de las
iglesias disfrutarán del derecho de presentar ante el obispo las
quejas que tuvieren en contra de la actuación de sus pastores,
siempre y cuando lo hagan individualmente y por escrito y con la
obligación de presentarse a un careo ante su pastor en la fecha y
lugar que el obispo determine.

VI. El obispo supervisor previa consulta con el Obispo


Presidente, deberá hacer con suficiente anticipación, la lista de
cambios pastorales que desee presentar ante la convención
distrital y darla a conocer al resto de la Mesa Directiva del distrito
para su consideración y sugerencias.

VII. En todo cambio pastoral, el obispo se encargará de


notificar oportunamente, a la iglesia involucrada, el cambio
pastoral convenido, así como la fecha en que se realizará y los
preparativos que se deberán hacer con respecto al pastor que
sale y al que llega.

VIII. Los cambios, así como los gastos de mudanza de los


pastores que sean trasladados a otras iglesias, se realizarán en
la fecha y según acuerdo mutuo entre el obispo y los pastores
involucrados.

IX. Cuando un pastor entregue la responsabilidad de una


iglesia y no reciba otra, la Mesa Directiva del distrito por conducto
del obispo, se encargará de decidir lo relativo a gastos de
mudanza y alguna compensación material para él, según las
condiciones económicas de la iglesia y el tiempo que haya
trabajado en ella.

Artículo 67. De los secretarios de las iglesias locales.

I. El secretario de la iglesia local puede ser cualquier


ministro ordenado o miembro fiel que tenga la capacidad o
aptitudes para desempeñar el puesto.

II. Es deber de los secretarios de las iglesias llevar los


libros de memorias de cada congregación, tales como bautismos,
presentación de niños, matrimonios, defunciones y demás
apuntes históricos que sean de interés y utilidad.

III. Los secretarios de las iglesias tienen derecho a que se


les dé lo necesario para la adquisición de libros, papel, tinta y
demás utensilios para el desempeño de su cargo.

IV. A fin de optimizar el tiempo y los recursos en las


iglesias donde las necesidades lo requieran, podrá contratarse
personal administrativo de tiempo parcial o completo, cuidando
de cumplir en todos los casos con las responsabilidades legales y
fiscales que lo anterior demande, así como contar con la
aprobación de la iglesia local y con el visto bueno del obispo.

Artículo 68. De los administradores de las iglesias locales.

I. El administrador(a) de la iglesia puede ser cualquiera de


los miembros que reúnan las siguientes cualidades:

a. Fiel diezmador(a).

b. De preferencia que tenga conocimientos contables


mínimos o tenga la capacitación adecuada para cumplir
con la función.
c. Que goce de la confianza del pastor y la congregación.

d. Que esté involucrado en la Red de Células y Ministerios.

e. De buen testimonio dentro y fuera de la iglesia.

f. Que tenga un mínimo de dos años de bautizado(a).

II. Es deber del administrador local rendir un informe


mensual del estado económico de la iglesia al pastor y al
ministerio de administración de la congregación, indicando los
ingresos y egresos con todos los detalles que sean necesarios.
Además, deberá enviar copia del mismo, acompañado de los
comprobantes de gastos respectivos, al administrador distrital.

III. De los fondos bajo su cuidado, los administradores


harán las erogaciones correspondientes al agua, luz, la ayuda de
manutención pastoral, contribuciones y demás, según los
acuerdos tomados por la iglesia o las órdenes recibidas del
pastor.

IV. Los administradores deberán de enviar o entregar


dentro de los primeros diez días de cada mes al administrador
distrital los informes, documentación comprobatoria y los
porcentajes correspondientes a la Tesorería General de la Iglesia
y al distrito. Además deberán enviar a tiempo las ofrendas
especiales y asignaciones que hayan sido fijadas por acuerdo de
la Convención General, reuniones episcopales, convenciones
distritales o reformas aprobadas en los congresos legislativos.

V. Los administradores no deberán hacer más gastos que


los que sean autorizados por el pastor o hayan sido aprobados
por la iglesia.

VI. Los administradores serán autorizados para tomar de


los fondos a su cuidado el dinero para la adquisición de libros y
demás utensilios que empleen en su función.

VII. El pastor y el administrador local deberán poner los


fondos bajo su cuidado, en cuenta bancaria a nombre de la
iglesia con firma mancomunada.

Artículo 69. Elección del secretario y del administrador local.


I. El pastor propondrá a la iglesia dos candidatos para el
puesto de secretario y otros dos para el puesto de administrador
local que llenen el perfil señalado en la fracción I del artículo 68.
La iglesia elegirá por mayoría simple a cualquiera de los dos para
el puesto y por el período que corresponda. Cuando por
necesidades o circunstancias donde no sea posible cumplir con el
perfil establecido, el pastor podrá designar al secretario o
administrador local o a uno de éstos, con la aprobación de la
iglesia.

II. Los secretarios y administradores locales podrán fungir


por tiempo indefinido, siendo evaluados anualmente por el pastor
y el ministerio de administración local.

III. Los secretarios que hayan concluido o sean cesados en


sus funciones, deberán entregar a sus sucesores todo el archivo
a su cuidado y en el caso de los administradores deberán
también entregar los fondos correspondientes a satisfacción del
pastor y a satisfacción del ministerio de administración local.

IV. En el caso en que los secretarios o administradores


cesen en sus funciones por la razón que sea, el pastor podrá
designar a la persona que desempeñe las actividades por el resto
del año correspondiente.

Artículo 70. De las sesiones de negocios.

I. El pastor podrá convocar y presidir sesiones de negocios


de la iglesia en las cuales se tratarán los asuntos que sean
necesarios, y se harán las comunicaciones que competa.

II. Tienen derecho a voz y voto en estas sesiones todos los


miembros de la iglesia que disfruten de plena comunión.

Artículo 71. Red de células y ministerios.

I. Las iglesias locales se organizarán a través de las redes


de células y ministerios con el propósito de encauzar por la vía
del progreso espiritual, moral y social a la membresía,
proveyéndole la oportunidad y medios de servir a la obra del
Señor.
II. Las redes de células y ministerios se integrarán y
funcionarán de acuerdo con los manuales respectivos.

III. El perfil de los supervisores y líderes de la red de


células y ministerios será el mismo que se pide para los
ministerios de todos los creyentes . (Artículo 72 inc. IV).

Quinta sección.
Capítulo noveno.
El ministerio de todos los creyentes.

Introducción.

El ministerio de todos los creyentes es propio del pueblo de


Dios, llamado también pueblo de sacerdotes, (Ex. 19:6, 1ª. Pe
2:4-10, Ap. 1:6, 5:10, 20:6). Este despliegue que hace el Nuevo
Testamento de este asunto central para la vivencia de los
ministerios lo hemos decidido caracterizar de la siguiente manera:

1. Universalidad. El ministerio de todos los creyentes es


una característica de la iglesia de Dios. El cuerpo de Cristo se
forma por el Espíritu, quien ha constituido a todos sus llamados
en servidores de los demás. El ministerio en el Nuevo
Testamento es obra de todos y cada uno de los miembros del
pueblo de Dios (1 Corintios 7:7, 12:7, 11, 18). Todos los
miembros, según la Biblia, han recibido por lo menos un don, y
este don está marcado por el servicio a los demás. Visto de esta
forma el ministerio no puede significar otra cosa que lo que se
entiende de su origen etimológico diaconía: servicio. Y este
servicio, en lugar de ser una facultad que es propia de algún tipo
de especialistas religiosos, a diferencia de los demás miembros,
es una característica de todo el pueblo de Dios.

La diaconía no es un ministerio especial, si así fuera


obviamente sólo algunos podrían tener acceso; de lo contrario, no
habría privilegios. Pero si los ministerios son un servicio, el
servicio es una característica de todos los miembros del pueblo
de Dios, desde el mismo Jesús, hasta el más reciente de sus
miembros, “Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o
el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy
entre vosotros como el que sirve.” (Lucas 22:27).
2) Diversidad. Otra característica del ministerio en la Biblia
es su diversidad. Si nos asomamos a las comunidades a quienes
están dirigidas las cartas, las veríamos más o menos así:

A. Comunidad de Corinto: Maestros, profetas, sanar


enfermos, hacer milagros, hablar en lenguas, interpretar las
lenguas, discernimiento, conocimiento, fe, sabiduría, (1
Corintios 12:8-10). Apóstoles, profetas, maestros, sanidad,
ayuda, administradores, hablar en lenguas (1 Corintios
12:28). Apóstoles, profetas, maestros, hacer milagros,
sanidad, hablar en lenguas, interpretación (1 Corintios
12:29-30). Profecía, hablar en lenguas, entender misterios,
conocimiento, fe, entrega (1 Corintios 13:1-8).

B. Comunidad de Roma: Profecía, maestros, servicio,


presidir, hacer misericordia (Romanos 12:6-8). Apostolado y
diaconía asignado a mujeres (Romanos 16:1,7).

C. Otras comunidades paulinas: Apóstoles, profetas,


evangelistas, pastores y maestros (Efesios 4:11). Obispos
(supervisores) y diáconos (Filipenses 1:1) Obispos,
diáconos, diaconisas (1 Timoteo 3:1-13). Ancianos
educadores, (1 Timoteo 5:17). Evangelistas (2 Timoteo 4:5).
Obispos, ancianos, ancianas. (Tito 1:5-7, 2:2-3).

D. Otras comunidades apostólicas: Ancianos, pastores, y


también el verbo episkopein (supervisar), en 1 Pedro 5:1-5.
Pedro aparece como "anciano" (presbítero). Maestros,
ancianos (Santiago 3:1, 5:14). Diaconía cotidiana de las
mesas, así como diaconía de la palabra (Hechos 6:1-6).
Profetas y maestros (Hechos 13:1). Ancianos y obispos
(Hechos 20:17, 28; 21:18). Evangelistas (Hechos 21:8).

Si enlistáramos los ministerios de los colaboradores y


colaboradoras de Pablo, nuestra lista fuera exhaustiva, baste los
ejemplos para denotar la diversidad de los ministerios en la vida
de las comunidades eclesiales del inicio.

Es natural pensar que los ministerios tienen que ser por


necesidad variados, debido a la variedad de las congregaciones
locales, en distintas culturas, y en distintas épocas. Las listas de
ministerios en el Nuevo Testamento son en esencia listas
abiertas, pudieran ampliarse según las necesidades y
oportunidades. No podemos reducir la diversidad de los
ministerios del Nuevo Testamento al binomio obispos
(supervisores) y diáconos (Fil. 1:1), porque estos eran servidores
que sobrellevaban la diversidad misma de los ministerios. Esto es
lo que caracteriza al Nuevo Testamento y lo que es realmente
consonante a la Iglesia Apostólica de nuestro tiempo.

3) Pluralidad. Otra característica de los ministerios en el


Nuevo Testamento es su pluralidad. Los textos que hemos
mencionado para denotar los ministerios dan la imagen de que
son varias personas las que ejercen el mismo ministerio y no la
idea de que una persona ejerce un ministerio especial. No cabe la
idea que solamente hubiera un diácono o un supervisor o uno
hablando en lenguas o uno profetizando, más bien parece muy
claro que eran varias personas las que estaban capacitadas por
el Espíritu para ejercer los ministerios. Hasta los "supervisores",
que después llamaron "obispos" vivían en esta pluralidad. Si
vemos en la carta a los filipenses como el libro de los Hechos nos
percataremos de que las iglesias tenían varios supervisores.
(Filipenses 1:1; Hechos 20:28).

4) Mutualidad o servicio mutuo. El ministerio en la Biblia


pasa de ser elitista o exclusivo, en el sacerdocio de Israel, al
sacerdocio de todos los creyentes. La comunidad de creyentes se
caracteriza por el servicio mutuo. Cada miembro recibe un
ministerio en favor de los demás. La existencia de ancianos-
supervisores no tiene equivalencia al sacerdocio
veterotestamentario sino a la comunidad sacerdotal que es la
iglesia de Cristo. Pablo utiliza a veces la jerga sacerdotal
(Romanos 15:16; 1 Corintios 9:13), pero lo usa como metáfora. A
veces compara a los gentiles alcanzados por su ministerio con la
ofrenda que hacían los sacerdotes del Antiguo Testamento; otras
veces compara su derecho a ser sustentado por la comunidad
con los derechos de los sacerdotes de Israel. Pero más allá de
este lenguaje figurado, el ministerio de Pablo no aparece como
un sacerdocio, sino como un apostolado, que no está ligado a las
funciones del santuario, sino al anuncio del evangelio (1 Corintios
1:17).

No hay un solo don espiritual que les asegure a los


miembros del pueblo de Dios una situación de posición o
privilegio. La comunidad de creyentes no se divide entre
sacerdotes y laicos, todos son una comunidad sacerdotal, entre
carismático y no carismático, todos son una comunidad
carismática. Lo que no se puede ignorar es la teología que está
de fondo, todos los ministerios están para anunciar el reinado de
Dios por Jesús. El pueblo de Dios se caracteriza por el servicio
mutuo, y es este servicio lo que lo hace pueblo de Dios, de tal
forma que todos han de poner sus dones al servicio de los demás
en el cumplimiento del propósito de Dios.

Si la comunidad sacerdotal es aquella Iglesia destinada a


bendecir en nombre de Jesucristo al resto del mundo, resulta muy
claro que la bendición, desde el punto de vista de la Iglesia
Apostólica, consiste en mostrar al mundo unas relaciones
interhumanas caracterizadas por el servicio, no por el poder o la
dominación. Esta forma de relacionarse es lo que se convierte en
su proclama más poderosa de la llegada del reino de Dios, no
sólo en el futuro, sino ya desde hoy. Pertenecer a la iglesia
entonces se convierte en bendición, en tanto todos se sirven
unos a otros. Cuando Pablo le escribió a Filemón intercediendo
por Onésimo, le solicita que acepte a Onésimo, "no ya como
esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado…
tanto en la carne como en el Señor". Claramente se trata de una
hermandad que no se reduce al ámbito espiritual, sino que atañe
a la vida cotidiana. Pablo incluye en la disertación que hace de
los dones, una conclusión que pone su teología en completa
continuidad con el mensaje de Jesús, busquen el don más alto, el
que trasciende sobre todos los dones: el del amor.

5) Reproductividad. El ministerio como servicio para crear


servidores, nos hace pasar a los propósitos de esta dotación de
dones y el apóstol lo expresa de la siguiente manera: “…a fin de
capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo del Cristo, a fin de que todos lleguemos a
la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo"
(Efesios 4:12, 13). Al parecer nada desvía la proclamación del
evangelio a cuantos se puede, pero siempre poniendo especial
interés en una persona hasta verla convertida y evolucionando en
todos los aspectos de su vida y donde cada uno en su hogar, su
vecindario, su trabajo, su escuela y entre sus amigos y familiares
es multiplicador porque atrae a otros a nuestro Señor Jesucristo.
Por sus servicios a la palabra, sus ayudas, su vida cristiana de
amor, por todos los modos posibles, que estén haciendo una
influencia en la vida de otros. Hasta verse en las cuatro
generaciones de 2 Timoteo 2:2: “Y lo que has oído de mí en la
presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que
sean idóneos para enseñar también a otros: PABLO-TIMOTEO-
HOMBRES FIELES- OTROS. Esta multiplicación, espera Dios de
quien le sirve.

6) Institucionalidad. Muy rápido en la naciente iglesia se


observa que recibir un don se relacione con la imposición de
manos (Hechos 6:6; 13:3; 1 Timoteo 4:14). Pero no se puede
relacionar este signo a las posteriores “ordenaciones”, que crea
una división ministerial en la comunidad cristiana. Por cierto, la
imposición de manos se administraba también a grupos amplios
en momentos importantes, cuando se integraban al pueblo de
Dios, cuando se buscaba la salud de los enfermos o para la
conversión (Hechos 8:17, 9:17, 19:6, 28:8).

En la Iglesia de los primeros años encontramos que los


ministerios son diversos, mutuales, universales y plurales, pero
que esta gama de ministerios navegaron al modelo monopastoral
ya en las cartas de redacción de fecha muy posterior a los textos
de Pablo (1 y 2 Timoteo, Tito). Ya aquí aparece la imagen de un
obispo gobernante de varias congregaciones, muy acomodado al
ideal monárquico de la época.

Estamos ante un proceso de institucionalización. La


institución aparece como constructora, estabilizadora y protectora
de la comunidad en sus orígenes de la Iglesia, donde es
importante establecer unos mínimos de liderazgo que normen la
dirección de la Iglesia, con ciertos criterios básicos; y por otro
lado, la Iglesia primitiva, está perdiendo la generación de
Apóstoles.

Lo que muestran estas cartas posteriores es la importancia


de que exista en las iglesias ministerios moderadores como la
desempeñada por los ancianos-supervisores. Estos ministerios
moderadores son ministerios juntos a otros ministerios pues
todos los miembros del cuerpo de Cristo tienen ministerios
plurales y diversos. Dicho sea de paso estos ministerios de
ancianos-supervisores no monopolizaban todos los ministerios de
liderazgo como bien se observa por ejemplo, en la iglesia de
Antioquía que tiene como líderes a profetas y maestros (Hechos
13). La Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, en su
responsabilidad institucional delante de Dios, genera una forma
de organizar los liderazgos y ministerios que recuperen el ideal
de Dios de que todos estén integrados al cuerpo de Cristo desde
la vivencia de los ministerios.

Artículo 72. Ministerio de todos los creyentes.

I. El ministerio de todos los creyentes son, en primer lugar,


hombres y mujeres llamados por Dios al servicio de la iglesia
local según el don o llamado que haya recibido de parte de Dios.
Involucrándose también en cuestiones materiales, el orden de los
cultos, la administración y demás detalles cotidianos de las
congregaciones. Igual, se podrán dedicar al ministerio de la
proclamación y al servicio de la Iglesia.

II. Desde los inicios de la Iglesia vemos cómo la diaconía


era un servicio de entrada en las iglesias locales, que aunque se
había instalado para el servicio de las mesas, también se podía
participar en la predicación de la Palabra de Dios y en el
desarrollo de la misma obra de Dios, tal como lo vemos en
Esteban, Felipe (Hechos 6:8-10; 8:4-17, Romanos 16:1, 6). Este
camino sigue abierto para el ministerio de todos los creyentes en
nuestro tiempo, también admitimos que el ministerio de todos los
santos puede desempeñarse exclusivamente en una
congregación y se debe considerar honorable.

III. Corresponde a los pastores observar a los miembros


fieles de sus congregaciones que demuestren vocación para un
ministerio o ministerios determinados y, en el caso de
comprobarla, probarlos y proponerlos para dicho ministerio o
ministerios en la manera que se indica enseguida.

IV. Para ser aceptados en el ministerio de todos los


creyentes, las personas propuestas por el pastor, deben cumplir
los siguientes requisitos:

1. Satisfacer las exigencias espirituales y morales que


señala la Palabra de Dios (Hechos 6:3; 1 Timoteo 3:8-
13).

2. Haber sido bautizados en agua, por inmersión, en el


nombre de Jesucristo y haber recibido el bautismo del
Espíritu Santo con la señal de nuevas lenguas.
3. Creer y practicar la doctrina de nuestro Señor Jesucristo,
según se define en esta Constitución y estar de acuerdo
con el orden de organización, doctrina, economía y
disciplinas aquí delineadas.

4. Haberse congregado con regularidad y haber


desempeñado a satisfacción del pastor todas las
actividades que se hayan encomendado por un periodo
mínimo de un año antes de ser propuestos y
examinados para el ministerio correspondiente.

5. Ser cumplido en el pago de diezmos y generoso en sus


aportaciones para la obra de Dios.

6. Tener una edad mínima de dieciséis años.

7. Haber cursado cuando menos los estudios de primaria y


presentar las correspondientes constancias.

8. Que comprenda y viva la visión integral de la Iglesia


Apostólica.

9. Cursar satisfactoriamente la Escuela Bíblica y de


Ministerios.

10. Estar activamente involucrado en una célula.

V. El proceso que se seguirá para la selección, examen,


aprobación e instalación de los ministerios locales será el
siguiente:

1. El pastor que haya descubierto en una persona la


vocación a un ministerio o ministerios y que lo haya
probado en el funcionamiento de la iglesia, hablará con
dicha persona para invitarle a que ingrese oficialmente
en dicho ministerio, explicándole claramente cuáles son
sus responsabilidades, funciones y privilegios en caso
de que sea aprobado.

2. Una vez hecho lo anterior, el pastor presentará el asunto


a los miembros más representativos de la Iglesia y si
ellos estuvieran de acuerdo, se darán los siguientes
pasos.
3. Los candidatos a tal ministerio contestarán y firmarán un
cuestionario especial que le será proporcionado por el
pastor, el cual acompañará del certificado de estudio
bíblico que se indica en el párrafo 9 del inciso IV.
Cuando esto no sea posible, la comisión local se
informará del desempeño y capacidad del candidato.

4. Los candidatos al ministerio o ministerios determinados


se presentarán ante una comisión examinadora
formada por tres miembros representativos de la iglesia
local, que serán designados por el pastor. Todo examen
será individual.

5. Si la comisión que se indica en el párrafo anterior diere


un dictamen favorable, la persona será instalada como
ministro de dicho ministerio de la iglesia donde se
congregue en un servicio especial presidido por el
pastor y el presbítero del área o su representante.

VI. La función del ministerio de todos los creyentes


consistirá en realizar todas las encomiendas que les asigne el
manual del ministerio relativo a su funcionamiento.

VII. Los integrantes del ministerio de todos los creyentes


estarán en todo tiempo sujetos a la autoridad pastoral. Los
pastores y la comisión que los examinó harán una evaluación
anual del grado de responsabilidad, eficiencia, superación
ministerial e intelectual de estos ministros, y quedará a juicio de
ellos determinar si siguen o no en su ministerio o ministerios. Al
tomar esta decisión deberán notificar por escrito al presbítero.

VIII. Los ministros que hayan cesado de sus funciones por


las razones que se indican en el párrafo anterior, que hayan
renunciado a tal ministerio o dejado de ejercerlo por cualquier
otra razón, excepto la excomunión, seguirán disfrutando de todos
sus derechos y obligaciones como miembros de su respectiva
congregación. Para ser reinstalado al ministerio tendrán que ser
examinados de nuevo por la comisión local.

IX. Cuando un integrante del ministerio de todos los


creyentes, por alguna razón pasare a ser miembro de una
congregación distinta a aquella en la que haya iniciado su
respectivo ministerio, su carta de traslado indicará su condición
como tal y quedará a criterio del pastor que lo recibe, la
integración para el ejercicio de su ministerio.

X. Los ministros deben procurar que se conserve entre los


miembros de sus iglesias el espíritu de fraternidad cristiana.

Artículo 73. De los ministros ordenados.

I. Para llegar a ser ministro ordenado de la Iglesia


Apostólica se necesita desempeñar previamente con eficacia y
lealtad su llamado en el ministerio o ministerios de todos los
creyentes, y luego demostrar, antes de la ordenación su
capacidad de liderazgo en las células y/o los ministerios.

II. Un ministro varón que se sienta llamado al ministerio


ordenado se lo comunicará a su respectivo pastor para que, en
caso de que éste comparta la misma opinión, se inicie el proceso
que se menciona enseguida. En los casos en que los mismos
pastores comprueben la vocación ministerial, podrán hablar con
éstos, y si estuvieren dispuestos a iniciarse en el proceso
correspondiente, se procederá como sigue:

III. El pastor propondrá, con la autorización de su


presbítero, al obispo del distrito, el nombre del varón aspirante al
ministerio ordenado, para que enseguida el ministro sea
examinado, ya sea por el mismo obispo o por los ministros
ordenados que él designe.

IV. Para recibir la ordenación ministerial se deberán llenar


los siguientes requisitos:

1. La edad mínima de ordenación será de dieciocho años y


máxima de sesenta años.

2. Haber servido satisfactoriamente en la iglesia local en el


ministerio de todos los creyentes cuando menos por dos
años.

3. Estar desempeñándose satisfactoriamente en el trabajo


de supervisor en la red de células de multiplicación, y
que durante ese tiempo se haya visto el desarrollo de
las células bajo su supervisión. En caso de que no haya
sido supervisor, se requerirá que esté ejerciendo un
ministerio y tenga experiencia de líder celular.

4. Haber concluido los cursos de capacitación pastoral que


la Institución decida para el caso.

5. Estar durante todo el tiempo sujeto a la autoridad del


pastor de la iglesia a que pertenece, debiendo acatar
sus instrucciones y enseñar a los creyentes bajo su
cuidado el reconocimiento a la autoridad pastoral y la
práctica de la doctrina, organización, economía y
disciplina de la Iglesia, pugnando además porque se
conserve la unidad de los creyentes para con la iglesia
patrocinadora.

6. Ser recomendado para la ordenación por el pastor


respectivo y aprobado para ello por el obispo del
distrito.

7. Ser aprobado por una comisión examinadora de tres


ministros designados por el obispo, quienes se
encargarán de comprobar que el candidato a la
ordenación llena todos los requisitos que aquí se
establecen. Todo examen será individual.

8. El candidato a la ordenación se presentará ante la


comisión que se indica en el párrafo anterior habiendo
contestado previamente un cuestionario que se le
entregará con suficiente anticipación. El examen de la
comisión se basará en las respuestas del candidato al
cuestionario escrito y a las preguntas que oralmente le
haga la comisión. Esta comisión tomará muy en cuenta
la fidelidad del candidato, su sujeción a la Palabra de
Dios, su devoción personal, el testimonio ante otros, sus
relaciones familiares y su obediencia a los sistemas de
doctrina, organización, economía y disciplina de la
Iglesia, así como la capacidad que el candidato haya
demostrado para hacer crecer al grupo, para predicar,
enseñar y administrar los bienes de la iglesia y también
su tacto pastoral. En casos necesarios el obispo del
distrito podrá también hacerle un examen al candidato a
la ordenación, ya sea por separado o junto con la
comisión examinadora.
9. Que no se encuentra en los supuestos contemplados y
el artículo 57, Fracción II de la Constitución en vigor.

10. En el caso de que se tome la decisión de no ordenar al


candidato, se le concederá dos oportunidades más para
ser examinado.

11. El candidato que haya recibido la ordenación, estará en


condiciones de pastorear una iglesia o trabajar adjunto
a un pastor.

V. Por regla general, la ceremonia de ordenación de


ministros se hará en convención distrital presidida por el Obispo
Presidente o su representante. En casos excepcionales podrá
efectuarse en otra ocasión, siempre y cuando sea autorizado por
el Obispo Presidente.

Artículo 74. Obligaciones morales y espirituales de los


ministros.

“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra


desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido
de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto
para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de
ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que
gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda
honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo
cuidará de la Iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es
necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que
no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Timoteo 3:1-7).

“El que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y


tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de
rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible,
como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al
vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño
de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido
enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza
y convencer a los que contradicen” (Tito 1:6-9).
El ministro debe recordar que la manera de cumplir con su
misión, es por medio de una conducta personal irreprensible y un
ejemplo intachable. Debe ser hombre de oración y fiel creyente
en la Palabra de Dios; debe cultivar pensamientos limpios, y en
su contacto con los demás, especialmente con el sexo opuesto,
debe proceder con toda pureza y tratar a todos los miembros de
su congregación con sabiduría, amor y limpieza, preocupándose
por las necesidades espirituales de sus correligionarios y
orientándolos para que resuelvan sus problemas materiales.

Debe ser activo y cumplido con todos sus deberes


cristianos; serio, formal, honrado; un hombre que cumpla con
todos sus compromisos, y en quien se pueda confiar. Debe
administrar todos los bienes del Señor con honradez y rectitud,
de tal manera que no traiga vituperio sobre el ministerio. Debe
guiar a toda su familia por el camino de Dios y ser amable y
considerado con su esposa y un buen ejemplo para sus hijos.

En sus relaciones con los demás ministros, debe guiarse


por normas de la más elevada ética cristiana y respeto. Debe
obedecer a sus superiores, enseñar a sus subalternos; debe
tratar a todos sus compañeros con profunda estimación y
abstenerse de críticas que hieran la reputación de sus hermanos
y compañeros de vocación.

Debe siempre recordar que su vocación es la más elevada


de la tierra, porque tiene la responsabilidad de inculcar a los
creyentes bajo su cuidado, principios espirituales que
determinarán su destino eterno (Hechos 6:1-3; 20:18-20; 1
Corintios 4:1,2; 9-13; 2 Corintios 6:4-10; 1 Timoteo 4:12-15;
5:21,22; 6:11-14; 2 Timoteo 2:1-6, 22-26; 1 Timoteo 5:1-5; Tito
2:7,8,15; 1 Pedro 5:1-4).

Artículo 75. Duración y ubicación del ministerio.

I. El ministerio es un llamamiento para toda la vida,


mientras el hombre llamado mantenga la fidelidad a la doctrina, la
organización, la economía y la disciplina de la Iglesia.

II. El ministerio se desempeñará en distintas formas, sea


en la Mesa Directiva de la Iglesia, en el obispado, en la
supervisión o en el pastorado de las iglesias, así como en la obra
de evangelización distrital, en la vocación misionera o en
cualquier comisión que sea encomendada al ministro por el
obispo de su distrito, la Mesa Directiva de la Iglesia, Reunión
Episcopal o la Convención General.

III. El ministerio también podrá desempeñarse bajo la


dirección de un pastor, cumpliendo con todo lo que se le
encomiende a la persona y sujetándose a la autoridad. Los
ministros en estas condiciones también estarán a disponibilidad
de los obispos, quienes podrán asignarles responsabilidades
pastorales, de evangelización o de cualquier otro tipo, según se
presente la oportunidad.

IV. Quienes hayan sido ordenados para el ministerio,


podrán ser designados o electos para el puesto que se requiera,
sin más limitaciones que las impuestas por la presente
Constitución.

Artículos 76. De los asistentes de pastor.

I. En cada iglesia donde las circunstancias lo requieran, se


podrá nombrar un asistente de pastor.

II. Los asistentes de pastor podrán fungir en una iglesia


sólo por decisión del pastor de la misma.

III. Los asistentes de pastor son designados precisamente


con el objeto de ayudar a los pastores en las tareas que éstos les
asignen y por lo tanto, no pueden ejercer mayor autoridad, ni
desarrollar otras funciones que las que los pastores les confieran.

IV. El pastor será la persona encargada de designar en el


tiempo que las necesidades lo requieran, al ministro que fungirá
como asistente suyo. Esta designación se hará para que el
asistente funja por un año a partir de la fecha, pudiendo ocupar
nuevamente el puesto por otro año, si el pastor lo ve conveniente.

V. Los asistentes de pastor deberán realizar las funciones


que sus pastores les señalen y cooperar con ellos en la
administración y buena marcha de la iglesia. Deberán mostrar
interés y buena voluntad en la función que se les asigne, de
manera que puedan ganarse para sí, buen grado y experiencia
que los capacite para realizar otras funciones en la Iglesia de
Dios.
VI. Deben esforzarse y asistir a todos los cultos de la
iglesia y participar en ellos según las indicaciones que reciban de
sus pastores.

VII. Al salir temporalmente el pastor, los asistentes podrán


asumir la dirección de la iglesia de acuerdo con las instrucciones
y condiciones que el pastor les señale.

VIII. Los asistentes de pastor deben estar dispuestos a ir a


desempeñar su vocación a otros campos, según lo requieran las
circunstancias, ya sea en la misma categoría o para hacerse
cargo directo de una congregación.

IX. Los asistentes de pastor deben ser respetados por


todos sus compañeros en el ministerio de la iglesia de donde son,
y si la cantidad de miembros, posibilidades y necesidades de la
congregación lo requieren, pueden dedicarse exclusivamente a la
pastoral y ser ayudados de los fondos de la misma iglesia, según
los acuerdos que se tomen.

Artículo 77. De los evangelistas.

I. Los evangelistas son aquellos ministros que han sido


llamados por Dios especialmente para predicar el evangelio en
forma intensiva y permanente en todas partes, ya sea en iglesias
constituidas o en campos nuevos.

II. La categoría de evangelista difiere según el lugar donde


se ejerce el ministerio. Cuando el evangelista ejerza su vocación
dentro de una iglesia constituida, se le deben dar toda clase de
facilidades, y deberá obrar en todo bajo la autoridad pastoral,
pero cuando ejerza en un campo en donde no haya pastor,
tendrá todas las facultades y derechos correspondientes a esta
categoría.

III. Es compromiso de los evangelistas velar siempre por la


salvación de las almas, pues sólo así cumplirán con su ministerio
y andarán como es digno de su vocación (2 Timoteo 4:5). Deben
por lo tanto, dedicar su tiempo a la predicación evangelística,
promoviendo el despertamiento espiritual de la Iglesia.
IV. Cuando los evangelistas estén bajo algún pastorado,
tendrán facultades para bautizar y administrar las demás
ordenanzas a solicitud de los pastores. De lo contrario, podrán
doctrinar a las personas y traerlas al pastor para que éste las
bautice.

V. Cuando los evangelistas ejerzan su vocación en un


campo donde no haya pastor, serán responsables de las almas
que se conviertan, a las cuales cuidarán con las mismas
responsabilidades y privilegios de los pastores y administrarán el
bautismo y demás ordenanzas. Deberán formar el archivo
correspondiente a la iglesia a su cargo y pugnar por la
formalización de ésta.

VI. Además, deberán comunicarse constantemente con su


supervisor y procurar porque los grupos que se conviertan al
evangelio se constituyan en iglesias formales. En estos casos, el
obispo supervisor determinará si se hace cargo de la iglesia el
mismo evangelista que la estableció o se le asigna un nuevo
campo.

VII. La forma en que serán ayudados económicamente los


evangelistas, será acordada por las autoridades
correspondientes.

VIII. Los evangelistas que estén bajo la dirección de la


Secretaría de Evangelización, estarán sujetos a los respectivos
reglamentos.

IX. Los evangelistas itinerantes serán aquellos que sean


designados por el Secretario de Evangelización para desempeñar
tareas especiales en las áreas o regiones que se especifiquen en
cada caso. La función de evangelista itinerante es equiparable a
la de un pastor en cuanto a la consideración de derechos y
obligaciones. Los evangelistas itinerantes deberán dar cuenta al
Secretario de Evangelización de la tarea que se les encomendó,
con la regularidad que se convenga. Los evangelistas itinerantes
deberán pertenecer a una iglesia y distrito determinado.

Artículo 78. De los ministros en receso.

I. Cuando algún ministro tenga motivos justificados para


dejar de ejercer su ministerio temporalmente, deberá recabar
indispensablemente un permiso por escrito del obispo que lo
supervise, en el cual se definirá el término y las condiciones a
que habrá de quedar sujeto.

II. Los ministros en receso, deberán cumplir con todas las


obligaciones cristianas, entregar sus diezmos a la tesorería de su
distrito y cooperar en todo lo posible para el bien de la obra de
Dios, recordando que su posición exige una conducta acorde con
la vocación para la cual fueron llamados.

III. Al vencimiento del permiso que se le haya dado a un


ministro, deberá éste comunicarse con el obispo respectivo y
hacerle saber que está listo para continuar en el ministerio y
aceptar el cargo que se le confiera.

IV. En los casos señalados en el inciso anterior, se


necesitará una carta firmada por el pastor de la iglesia donde
permaneció el ministro en receso, haciendo constar su conducta
y actividad durante aquel tiempo.

V. Los ministros que al vencimiento del término de su


permiso no acepten la responsabilidad que se les confiera y se
rehúsen a continuar en el ministerio activo, serán cesados de
todas sus funciones. Para su reinstalación posterior se requerirá
que ejerzan su vocación cuando menos un año bajo la dirección
de un pastor, y con la recomendación de éste y la aprobación del
obispo, podrán ser aceptados nuevamente, siempre que durante
el tiempo de receso no hayan cometido actos que los hagan
indignos de tal posición.

VI. Los ministros que sin autorización alguna estén


retirados o se retiraren de las funciones de su ministerio, deberán
ser llamados y requeridos en convención del distrito en que
residan, señalándoles las necesidades de la obra de Dios y si no
aceptaren ninguna responsabilidad, serán cesados. Para su
reinstalación posterior, se seguirán las indicaciones del inciso V.

VII. Cuando algún ministro se separase de su iglesia de


origen y fuere a residir a otro lugar, al ministro en funciones
pastorales tocará determinar si lo incluye o acepta entre sus
colaboradores o no.

Artículo 79. De la lealtad.


I. Para ser ministro de la Iglesia Apostólica de la Fe en
Cristo Jesús, se requiere llenar una serie de requisitos contenidos
en la Palabra de Dios y en la presente Constitución, entre cuyos
requisitos figuran fundamentalmente el de creer y practicar la
doctrina de Cristo conforme al orden apostólico y estar de
acuerdo y practicar el sistema económico y de organización de
esta Iglesia.

II. Es deber primordial conservar la unidad del Espíritu en


el vínculo de la paz, hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe, por lo que cada ministro debe esforzarse por conservar la
armonía y convivencia entre todos los miembros de la iglesia y
del ministerio, y entre todas las congregaciones y distritos que
formen aquellas.

III. Cada ministro, al asumir el cargo que se le confiere,


protestará el fiel cumplimiento como cristiano de todos los
deberes que asume, comprometiéndose a proceder con toda
lealtad y honradez, aceptando todos los derechos y obligaciones
inherentes, sin violar los principios doctrinales, de organización,
de economía y disciplina.

IV. Si en el transcurso del tiempo cualquier ministro se


viere impedido, ya sea por conciencia, por convicción personal o
por incapacidad física o moral, o por haber perdido la voluntad de
sacrificarse por el bien de la causa de Dios, por lealtad al
compañerismo y por fidelidad a Dios, deberá presentar su
renuncia a quien corresponda y retirarse de sus funciones sin
causar daño a la grey del Señor.

V. Cuando cualquier ministro fuere desleal al voto de


fidelidad a los principios doctrinales, sistema de organización,
economía y disciplina de la Iglesia e hiciere labor contraria a la
misma, poniendo en peligro la integridad y unidad de la Iglesia,
deberá ser requerido por las autoridades indicadas y en caso de
que manifieste haber variado en sus convicciones religiosas o
que no pueda seguir ejerciendo fielmente el ministerio que se le
confirió, será cesado de su cargo, y si el caso lo amerita,
destituido del ministerio o de la membresía de la Iglesia.

Artículo 79. Bis. De los Obispos Eméritos.


El título de Obispo Emérito se establece para reconocer
con carácter de categoría ministerial a aquellos ministros que
hayan concluido su servicio voluntario y vocacional, y que se
hayan distinguido en el ejercicio de una función ejecutiva
episcopal en el campo misionero, a nivel distrital o general, que
mantengan un testimonio íntegro y digno según los establece la
Palabra de Dios (Romanos 13:7; 1 Timoteo 3:13), y lo consigna la
constitución de la iglesia (Articulo 72), mismo que se otorgara de
acuerdo a las fracciones que siguen:

I. Podrán ser distinguidos con ese título:

1. Los ministros que hayan fungido como Obispo


Presidente.

2. Los ministros que hayan ejercido una función de


Episcopado, en cualquiera de los distritos organizados
de la iglesia.

II. El otorgamiento de este nombramiento se hara de


acuerdo al siguiente procedimiento:

1. La Mesa Directiva de la iglesia a través de la Secretaria


de Asistencia Social, hará las recomendaciones acerca
de las personas que puedan recibir esta distinción,
independientemente de que los interesados también
podrán hacer su solicitud directamente. Después de lo
anterior, la Mesa Directiva de la iglesia hará las
investigaciones y consultas necesarias.

2. Una vez aprobado el candidato la Mesa Directiva de la


iglesia extenderá un certificado que avale el
nombramiento.

3. El documento anterior podrá ser entregado en


ceremonia especial, según los acuerdos que al respecto
se tomen.

III. Esta investidura concederá los siguientes derechos y


privilegios:

1. Voz y voto y aun cuando no ejerza función oficial alguna.


2. Formar parte de comisiones consultivas, ejecutiva y/o
legales, a solicitud de autoridades competentes de la
iglesia.

3. Colaborar en la edificación y fortalecimiento de la iglesia,


en cualquiera de sus niveles impartiendo sus
conocimientos y experiencias adquiridas a lo largo de
su vida ministerial.

4. Conservar esta categoría de manera vitalicia, no


pudiendo ser anulada a menos que exista de por medio
alguna causa que esta Constitución de la Iglesia
tipifique como limitante de la plena comunión (Arts. 55-
57).

5. Recibir los beneficios de los programas de soporte


preventivos o asistenciales ya establecidos o que
llegaren a establecerse por la iglesia para los pastores.

IV. La ostentación de esta acreditación, estará sujeta a las


siguientes obligaciones y limitantes:

1. Dar honra a su nombramiento y distinción,


manteniéndose en fidelidad y sujeción a los
requerimientos que la Constitución establece para los
ministros en activo (Art. 65.I; 74; 75.I).

2. No aspirar a algún puesto de elección después de que


se le haya conferido esta prerrogativa.

3. Al asignar alguna comisión, la autoridad competente


tomara en cuenta la capacidad y experiencia, así como
las aptitudes físicas y mentales del ministro en cuestión.

4. Disponer de la capacidad y experiencia, así como de las


aptitudes físicas y mentales suficientes para el
desempeño de la tarea encomendada.

Sexta sección.
Capítulo décimo.
Economía.
Introducción.

El análisis de la Iglesia Apostólica primitiva nos revela que


aquellos primeros cristianos tuvieron que encarar desde el primer
momento la cuestión material, y la resolvieron admirablemente y
en forma ejemplar para los cristianos de todas las épocas
(Hechos 2:44,45). También nos damos cuenta que tal
generosidad partía de una base individual (Hechos 4:32-37), que
era reflejo de una vida y en condiciones de trabajar y producir lo
necesario para ayudar a otros (Efesios 4:28).

Advertimos también en nuestro análisis del sistema


económico que se practicaba en la Iglesia Apostólica primitiva,
las medidas que se fueron tomando para producir un método
adecuado para la recolección de fondos, este método se
distinguía por (1) las exhortaciones a hacerlo con propósito y no
por accidente, (2) el propósito y la alegría que son contrarios a la
mala gana o la idea de una obligación forzosa (2 Corintios 9:7),
(3) la regularidad (1 Corintios 16:2), y (4) la proporcionalidad
“según haya prosperado” o “según lo que haya ganado” (1
Corintios 16:2).

Aparte de lo anterior, también descubrimos que en la era


primitiva de la Iglesia, no sólo participaban los miembros de las
iglesias en los deberes económicos, sino que también las mismas
congregaciones debían hacerlo sobre la base de (1) la buena
disposición (2) la igualdad entre las iglesias, igualdad que no se
expresa en aportaciones de la misma cantidad, sino en
proporción a los recursos de cada congregación, de modo que no
haya holgura para unas y estrechez para otras (2 Corintios 8:1-
15).

Por su parte, la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús,


considera que el diezmo, o décima parte de los ingresos
personales, que tiene antecedentes previos al establecimiento de
la ley mosaica (Génesis 14:17-20; 28:22), y sigue mostrando su
validez y actualidad por la forma en que se siguen cumpliendo las
promesas de bendición y abundancia (Malaquías 3:10), es la
medida más justa para la aportación individual de los miembros
de la Iglesia, como muestra del reconocimiento que hace de Dios
como dueño de las cosas, incluyendo el diezmo, y como Señor
de la vida (Levítico 27:30; Salmo 24; 1 Corintios 10:26). La
generosidad debe surgir siempre de la nueva vida en Cristo y de
la consagración que el creyente hace de su vida y bienes a Dios,
lo cual le impide considerarse propietario de las cosas y le inspira
a asumir el papel del administrador o mayordomo de la bendición
recibida (1 Crónicas 29:11-16; 2 Corintios 8:5).

El privilegio de dar no fue disfrutado en la Iglesia primitiva


sólo por los individuos, sino también por las mismas iglesias, que
unían así sus esfuerzos para responder en forma práctica y más
abundante a las necesidades de otros individuos y otras iglesias
(Hechos 11:27-30; Filipenses 4:10-16). También se enseñaba a
las iglesias a responder de sus obligaciones económicas, pues el
no hacerlo exigía el uso de recursos de otras congregaciones, lo
cual se consideraba una forma de “despojo” (2 Corintios 11:7, 8).
Los fondos recogidos en la Iglesia primitiva se destinaban
primordialmente a (1) las necesidades de los miembros, (2) al
sostenimiento de los ministros y (3) la atención a enfermos,
desnudos y hambrientos, con especial referencia a “los de la
familia de la fe” (Hechos 2:44-47; 4:32-37; 11:27-30; 2 Corintios
8; 9; Gálatas 6:6-10; Santiago 2:14-17; 1 Juan 3:17). La misma
Iglesia dio la debida importancia al sostenimiento de los ministros
dedicados a la predicación y la obra del Señor, como
reconocimiento a su vocación, de modo que el ministro pueda
satisfacer las necesidades propias y las de su familia a través de
la ayuda de manutención.

Finalmente, encontramos en el estudio de la Iglesia


primitiva que desde entonces se insiste en la necesidad de una
recta administración en los fondos de las iglesias, de modo que
todas las cosas se hagan honradamente ante Dios y ante los
hombres, sean para la gloria del Señor, satisfagan las
necesidades y constituyan una muestra de obediencia al
evangelio por medio de la liberalidad (2 Corintios 8:18-21; 9:12-
15). En particular, los ministros de la Iglesia Apostólica de la Fe
en Cristo Jesús se sienten obligados para con este ideal de una
recta administración y la necesidad de ponerse por ejemplo de
generosidad.

En vista de todo lo anterior, se establece el sistema


económico de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús para
todos los miembros, así como para todas las iglesias organizadas
o en proceso de formación.
Artículo 80. Deberes económicos de la Mesa Directiva
General y de los obispos.

I. Los miembros de la Mesa Directiva General de la Iglesia


y obispos que ocupen pastorado, diezmarán de los ingresos
recibidos por este concepto a la tesorería de su respectivo
distrito.

II. Los ingresos que obtengan los ministros mencionados


en el inciso anterior por concepto del puesto de elección o
cualquier otro concepto que no corresponda al sostén pastoral,
serán diezmados a la Tesorería General para aumentar el fondo
de Asistencia Social.

Artículo 81. Obligaciones económicas de evangelistas y


misioneros.

I. Los evangelistas que estén bajo la dirección del Comité


de Evangelización, y los misioneros que ejerzan su vocación en
el extranjero, diezmarán en la forma que sea determinada por la
Mesa Directiva General de la Iglesia.

Artículo 82. Deberes económicos de ministros y pastores.

I. Todos los ministros que sean encargados de un campo


supervisado por el distrito, enviarán sus diezmos al tesoro del
mismo distrito.

II. Todos los pastores y ministros ordenados entregarán


sus diezmos y demás aportaciones de todos sus ingresos al
distrito correspondiente.

Artículo 83. Deberes individuales.

I. Todos los miembros de las iglesias contribuirán


espontáneamente cuando menos con la décima parte de sus
ingresos para las necesidades y deberes económicos de su
congregación. Los administradores de las iglesias recibirán estas
aportaciones, que se harán preferentemente cada domingo, las
anotarán en los libros y las distribuirán en la forma que aquí se
indica.
II. Los diezmos deberán entregarse en el culto como parte
de la adoración y, además, en cada uno de los mismos, se
invitará a todos los presentes a dar una ofrenda generosa para
suplir las necesidades de la iglesia.

III. Los pastores podrán solicitar ofrendas especiales para


las necesidades que se presenten, y tanto ellos como los demás
ministros y miembros deberán hacer su aportación.

Artículo 84. Deberes económicos de las iglesias.

I.- De los ingresos a la tesorería de diezmos y ofrendas de


regla, las iglesias locales con excepción de las iglesias de los
Estados Unidos, enviarán el 3.5% para Seguridad Social a la
Tesorería General, privilegiando la cobertura médica de los
pastores en instituciones públicas; y del 96.5% restante se
enviará el diezmo que se distribuirá así: el 8% se remitirá a la
Tesorería General y el 2% a la tesorería de su respectivo distrito.
Aclarando que el 8% se subdivide de la siguiente manera: El 1%
a Educación Cristiana, el 2% a Asistencia Social, el 4% a Tegral y
el 0.5% a distritos de escasos recursos y el 0.5% a Misiones
Internacionales.

II.- El fondo para Seguridad Social será administrado desde


las Oficinas Generales por un Comité integrado por el Secretario
de Asistencia Social y cinco integrantes más que podrían ser
obispos de distrito y/o secretarios y/o administradores distritales,
donde haya por lo menos dos obispos de distrito y conforme a
una delimitación territorial, regional que se defina conforme a los
distritos de México.

III. Las escuelas bíblicas y de ministerios enviarán a la


Tesorería General el 10% de sus ingresos.

IV. Se integrará un comité de Seguridad Social que


revisará e informará cada dos años (cada Convención General)
los cálculos respectivos para reducir el 3.5% o bien aplicar el
excedente en otros beneficios para el pastor y someterlo a
votación para que la asamblea apruebe o desapruebe la
propuesta.
V. Es deber de cada iglesia reunir y enviar a donde
corresponda las ofrendas evangelísticas y misioneras y demás
que se acuerden.

VI. Del porcentaje que las iglesias envían a la Tesorería


General, se destinará el 4% para sufragar los gastos de
administración, ayuda de manutención de funcionarios,
mantenimiento de las Oficinas Generales, además para todos los
fines que sean aprobados por la Convención General, Reunión
Episcopal o la Mesa Directiva de la Iglesia.

VII. Del porcentaje que envíen las iglesias a la Tesorería


General, el 1% más el 10% que envíen las escuelas dominicales
a ésta misma, se dedicarán a la promoción de los programas y
proyectos de Educación Cristiana, gastos de administración de
las Oficinas Generales y a la ayuda de manutención del
Secretario respectivo, según los acuerdos de la Mesa Directiva
de la Iglesia o Reunión Episcopal.

VIII. Las demás aportaciones para la obra misionera que


sean enviadas a la Tesorería General, serán aplicados a la
promoción y realización del programa misionero, a los gastos de
administración de las Oficinas Generales, a la ayuda de
manutención de los misioneros y al Secretario respectivo, según
los acuerdos de la Mesa Directiva de la Iglesia o Reunión
Episcopal.

IX. Del porcentaje que envíen las iglesias a la Tesorería


General, se destinará el 2% más los diezmos de los miembros de
la Mesa Directiva y de los obispos, para el programa de
Asistencia Social, ayuda de manutención de ministros eméritos,
gastos de administración de las oficinas generales, conforme a
los acuerdos de la Mesa Directiva y Reunión Episcopal.

X. Las ofrendas evangelísticas y misioneras y demás


aportaciones que reciba la Tesorería General destinadas al fondo
de Evangelización y Misiones Internacionales, se aplicarán a la
promoción y realización de los programas que se aprueben, a la
adquisición de terrenos y construcción de templos en campos de
evangelización y misioneros, ayuda de manutención de los
evangelistas y misioneros y de los Secretarios respectivos, así
como a los gastos de administración de las Oficinas Generales,
según acuerdos de la Mesa Directiva de la Iglesia o Reunión
Episcopal.

XI. La Convención General o Reunión Episcopal


determinarán sobre las aportaciones destinadas a cualquier
propósito, así como la manera de recoger ofrendas especiales,
ordinarias o extraordinarias, para la realización de los programas
respectivos.

Artículo 85. Ayuda de manutención.

I. La ayuda de manutención de los miembros de la Mesa


Directiva General de la Iglesia serán acordadas según se indica
en el artículo 28, incisos VII y VIII de la presente Constitución.

II. La ayuda de manutención para los obispos serán


acordadas por la correspondiente convención distrital, tomando
en cuenta sus ingresos como pastor y la capacidad económica
del distrito, además de contar con la autorización del Obispo
Presidente o su representante.

III. Para la atención pastoral se destinará el 50% del 96.5%


de los ingresos mensuales de la iglesia respectiva por concepto
de diezmos y ofrendas de regla, teniendo como marco referencial
y límite veinte salarios mínimos, sin necesidad de acuerdos
oficiales. Los pastores recibirán una ayuda de manutención
extraordinaria en los meses de julio y diciembre, siempre y
cuando la iglesia tenga la capacidad económica para otorgarla
sin ser acumulable.

IV. En los casos en que la cantidad destinada a la atención


pastoral sea insuficiente, se podrá disponer hasta de un 60% de
los ingresos indicados en el párrafo anterior (siempre y cuando
estos pastores estén necesitados y dedicados exclusivamente al
pastorado), para ello se debe contar con el consentimiento previo
del obispo del distrito y la aprobación de la iglesia respectiva.

V. Los pastores recibirán como ayuda el 25% de los


ingresos mensuales a su respectiva escuela bíblica.

VI. En casos excepcionales en que haya otras personas a


quienes se les deba dar ayuda de manutención, aparte de lo
destinado a la atención pastoral, deberá obtenerse previamente
la autorización de la iglesia y el obispo respectivo.

VII. La convención distrital o la mesa directiva del distrito


estarán autorizadas para fijar ayudas de manutención
permanentes o temporales, a las personas designadas para
realizar otras funciones dentro del mismo distrito.

VIII. Los pastores serán inscritos por el comité para su


atención médica en instituciones públicas por convenio.

Artículo 86. En los distritos.

I. Los ingresos que tengan las tesorerías distritales por


concepto de diezmos de los ministros y asignaciones hechas por
las convenciones o la mesa directiva del distrito, se destinarán a
la administración del distrito y a la realización de los programas y
cumplimiento de los deberes económicos del mismo y a la ayuda
de manutención del obispo.

II. Cuando en un distrito surjan gastos no previstos, los


obispos podrán ordenar que se cumpla con ellos, previa
autorización del Obispo Presidente.

Artículo 87. En las iglesias.

I. Los ingresos a las iglesias se destinarán para los gastos


de administración y mantenimiento de las mismas, los
porcentajes y asignaciones correspondientes a la Tesorería
General y a la del distrito, para la construcción, pagos de agua,
luz, la vocación pastoral, contribuciones y demás necesidades de
la iglesia, según los acuerdos que se tomen.

Artículo 88. Fondo de la escuela bíblica y de ministerios.

I. En todas las escuelas bíblicas y de ministerios se reunirá


una ofrenda en cada sesión de estudios, que se destinará a los
gastos de administración de la misma, adquisición de materiales
y equipos de estudio, porcentajes, ayudas al pastor y demás fines
que sean previamente aprobados por la iglesia o el pastor
respectivo.
II. Todas las escuelas bíblicas y de ministerios entregarán
al pastor por concepto de ayuda el 25% de sus ingresos
mensuales.

III. Todas las escuelas bíblicas y de ministerios enviarán


mensualmente a la Tesorería General de la Iglesia los
porcentajes aprobados para el programa de Educación Cristiana.
Cuando lo apruebe la Reunión Episcopal o la convención distrital
deberán hacerse además las aportaciones que se indique.

Artículo 89. Otros fondos.

I. En cada iglesia se deberá organizar bajo la dirección del


pastor la forma de ayudar a las viudas, huérfanos, enfermos e
indigentes.

II. Los fondos que se reúnan para la adquisición de


terrenos, construcción, ampliación y reparación de templos, así
como cualquier otro proyecto especial, deberán usarse
precisamente para esos fines.

Artículo 90. Otras indicaciones.

I. Ningún pastor podrá negarse a recibir la ayuda de


manutención que le corresponda.

II. Los pastores son responsables de la buena


administración de los fondos de sus respectivas iglesias.

III. Ningún ministro deberá malversar los fondos de la


iglesia, ni hacer uso de ellos con fines ajenos al bien de la obra
de Dios.

IV. Ningún miembro, está exento de cumplir con los


deberes económicos personales que se indican en la presente
Constitución.

V. Ninguna iglesia constituida o en formación queda exenta


del deber de enviar mensualmente a la Tesorería General el 8%
del 96.5% de sus ingresos por concepto de diezmos y ofrendas
de regla, el 10% de sus ingresos de las escuelas bíblicas, así
como las ofrendas para los distintos programas que acuerde la
Convención General, Congreso Legislativo o Reunión Episcopal.
De la misma manera deberá enviar el 2% para presupuesto
distrital.

VI. Ninguna red celular y de ministerios de damas, señores


y jóvenes estará exenta de enviar a las coordinaciones distritales
las ofrendas que sean aprobadas por la Convención General o
Reunión Episcopal.

VII. Además de lo indicado en el inciso anterior, ninguna


iglesia constituida o en formación, escuela biblica o red quedarán
exentas de enviar a la tesorería de su respectivo distrito, las
aportaciones que sean acordadas por la convención distrital.

VIII. Ningún distrito está exento de enviar el 10% de sus


ingresos por concepto de diezmos de ministros a la Tesorería
General para el programa de Asistencia Social.

Séptima sección.
Capítulo décimo primero.
Reformas.

Artículo 91. Violaciones a la Constitución.

La Biblia es la Palabra de Dios y se reconoce como el libro


supremo. Además, la Iglesia acepta y reconoce como ley a la que
deben sujetarse todos los ministros y miembros a la presente
Constitución, y por lo tanto establece las siguientes sanciones:

I. El Obispo Presidente al ser electo, para ser confirmado


en su puesto, deberá protestar públicamente cumplir con todos
los ordenamientos establecidos en la presente Constitución,
velando celosamente porque se cumplan todos sus deberes y se
ejerzan todos sus derechos con apego a la justicia, exigiendo de
los demás miembros de la Mesa Directiva General de la Iglesia y
de los obispos supervisores, el cumplimiento de sus obligaciones
prescritas.

II. Los demás miembros de la Mesa Directiva General de la


Iglesia y los obispos supervisores, deberán hacer igual protesta y
ejercer sus funciones con apego a la justicia, exigiendo también
de los demás miembros de la Mesa Directiva General de la
Iglesia y de los obispos supervisores el cumplimiento de todas
sus obligaciones prescritas.

III. Si por desventura el Obispo Presidente violare algunas


de las partes de la Constitución, los demás miembros de la Mesa
Directiva de la Iglesia, presididos por el Secretario General,
deberán constituirse en una comisión de honor y justicia, y con
todo respeto deberán hacerle un llamado de atención al Obispo
Presidente, para que rectifique su actitud y vuelva a situarse
dentro del cumplimiento de sus deberes, considerando que su
alta investidura lo requiere.

IV. Si la violación a la Constitución fuera hecha por


cualquiera de los miembros de la Mesa Directiva de la Iglesia o
por alguno de los obispos supervisores, el Obispo Presidente,
con el Secretario General y tres miembros más que él designe,
deberán constituirse en una comisión de honor y justicia, para
llamarle la atención al violador y volverlo al marco de la legalidad.

V. Si cualquiera de los funcionarios violadores se resistiera


a hacer la rectificación señalada, la comisión de honor y justicia
podrá dictar una sentencia de destitución que deberá ser
respetada por todos los funcionarios de la Iglesia y aceptada por
todo el pueblo del Señor.

VI. En caso de destitución del Obispo Presidente, el resto


de los miembros de la Mesa Directiva General de la Iglesia,
convocarán a todos los obispos de distrito para la toma de
posesión del nuevo Obispo Presidente. Esta convocatoria la hará
el Secretario General inmediatamente después de que se dicte la
destitución, y los convocados deberán reunirse en un plazo que
no exceda de quince días, a partir de la fecha de convocación.

VII. Si fuere destituido un miembro de la Mesa Directiva


General de la Iglesia, la comisión de honor y justicia que dictó la
sentencia de destitución, convocará al resto de los miembros de
la Mesa Directiva General de la Iglesia para hacer el
nombramiento del funcionario que deberá cubrir la vacante.

VIII. Si con violación a la presente Constitución se tuviere


cualquier acuerdo en Convención General, Reunión Episcopal,
Reunión de la Mesa Directiva General o Convención Distrital, la
comisión de honor y justicia propondrá que la Reunión de la Mesa
Directiva General de la Iglesia o la Convención General más
próxima nulifique el acuerdo y se respete la Constitución en la
parte violada.

IX. El desacato a la Constitución en cualquiera de sus


partes es una violación, aun cuando se haga por ignorancia. Por
lo tanto debe nombrarse en cada Convención General, reunión
de la Mesa Directiva General, convención distrital o Reunión
Episcopal, una comisión legal formada por dos o tres expertos
que aprueben todo acuerdo que esté en conformidad con la
Constitución, o reprueben aquellos que se opongan a la misma.

Artículo 92. Reformas a la Constitución.

Entendiendo que nuestra Iglesia se encuentra en un


contexto social que se transforma constantemente y que dichas
transformaciones impactan el quehacer eclesial, cuando por
alguna circunstancia algún ministro de la Iglesia considere que
existen aspectos de la Constitución que se deben integrar o
modificar e incluso deben derogarse, podrá presentar una
iniciativa correspondiente en la que exprese las consideraciones
que justifican su iniciativa.

I.- Podrán elaborar y presentar iniciativas de ley todos los


ministros ordenados de la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo
Jesús, en lo personal o en forma colectiva y comisiones de
investigación nombradas por la Mesa Directiva General para el
efecto.

II.- Todas las iniciativas de ley propuestas deberán tratarse


sobre aspectos que se desprenden de la vida de la Iglesia y su
proyecto que no están contempladas en la Constitución o
estando en ella, ameriten ser modificadas.

Para dar cumplimiento a la fracción que precede, la Mesa


Directiva General en pleno nombrará una comisión de reformas
constitucionales, integrada por cinco miembros. Será conformada
por dos miembros de la Mesa Directiva General y tres más que
pueden ser obispos y/o pastores.

III.- La Mesa Directiva General convocará a los ex obispos


presidentes, obispos eméritos y a los pastores designados de
cada distrito a un Congreso Legislativo, el cual se llevará a cabo
cada dos años alternando cada Convención General o antes
cuando la Mesa Directiva General y la Reunión Episcopal lo
consideren necesario o haya las propuestas de reforma
suficientes para realizar dicho congreso. Cada distrito enviará un
pastor por cada setecientos cincuenta miembros. Cuando la
fracción restante de la membresía rebase los cuatrocientos
miembros, podrá enviar uno más de sus pastores a dicho
congreso quienes tendrán voz y voto. El obispo de distrito
encabezará la lista de los seleccionados sin que esto afecte el
número de representantes. En aquellos distritos donde la
membresía no alcance el mínimo requerido, invariablemente
enviarán dos delegados por distrito y su obispo. La Mesa
Directiva General será la instancia responsable de coordinar el
congreso, teniendo derecho a voz y voto.

lV. La selección de los representantes al Congreso


Legislativo se realizará en reunión pastoral del distrito, quienes
contarán con estos requisitos:

a) Un mínimo de cinco años de experiencia pastoral.


b) Que goce del respeto por el cuerpo pastoral.
c) Que sean propuestos y votados en la reunión de
pastores.

V. Dado que la presente Constitución aplica sus


lineamientos para todos sus miembros en todos los países donde
se encuentra la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús y a fin
de considerar la opinión y perspectiva de los países donde se
cuenta con obra misionera de la Iglesia Apostólica de la Fe en
Cristo Jesús, se convocara en cada Congreso Legislativo a una
representatividad de quienes ejercen el ministerio misionero en
las diversas naciones. Para esto, el Secretario de Misiones
deberá designar en una representatividad estratégica, a un grupo
e entre tres y cinco misioneros, para que asistan al Congreso
Legislativo y viertan su opinión en las reformas propuestas,
ejerciendo en plena libertad su derecho a voz y voto.

VI. Las propuestas de reforma deberán presentarse


cuando menos con seis meses de anticipación a la celebración
del Congreso Legislativo. La Mesa Directiva General tendrá la
obligación de programar la investigación necesaria en aquellas
propuestas que lo requieran. En el caso de aquellas iniciativas
que se presenten después de este plazo serán recibidas, pero su
análisis será propuesto para el siguiente congreso legislativo.

VII. Una vez recibidas las propuestas de reforma y faltando


cinco meses para celebrarse el Congreso Legislativo, la Comisión
de Reformas Constitucionales iniciará los trabajos relativos a su
función, acto mediante el cual se declarará la apertura del
proceso legislativo, teniendo un mes para analizar, seleccionar y
modificar las propuestas, pasará a la Mesa Directiva General sus
conclusiones, quien después de aprobar las propuestas las dará
a conocer a los legisladores para su reacción, de modo que se
defina el proyecto de ley que concluirá al finalizar el congreso.

Vlll. Una vez recibido el proyecto enviado por la comisión,


aquellos ministros que resultaren electos para asistir al congreso
en la fecha que corresponda, deberán llevar consigo la copia del
proyecto de reformas. Lo anterior, a efecto de estudiar el mismo y
estar en condiciones de participar en la mesa de debates
correspondiente.

lX. Las reformas constitucionales aprobadas por el


congreso entrarán en vigor una vez clausurado el mismo, a
menos que en algunas reformas se apruebe un transitorio.

X. Cuando una reforma constitucional aprobada por el


Congreso Legislativo pusiera a juicio de la Mesa Directiva en
peligro la unidad de la Iglesia, la Mesa Directiva acordará
suspender la aplicación de dicha reforma, hasta tanto no sea
ratificada, rectificada o rechazada por la siguiente Convención
General.

En dicha Convención General, la Mesa Directiva


presentará los argumentos por los cuales decide suspender la
aplicación de dicha reforma.

En base a lo anterior, ninguna reforma constitucional


entrará en vigor sino después de sesenta días. Si la Mesa
Directiva no ejerce su derecho de suspensión en ese tiempo,
dicha reforma entrará en vigor.

XI. La presente Constitución puede ser adicionada o reformada.


Para que las adiciones o reformas lleguen a ser partes de
la misma, se requiere de la mayoría simple de votos.

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