DISCIPULOS No Se Trata de Caminar Con Él, Sino de Seguirlo Spanish PDF

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DISCÍPULOS

“NO SE TRATA DE CAMINAR CON ÉL SINO DE SEGUIRLO”.


JOEL BARRIOS
© Copyright 2017, Joel Carlos Barrios

Dirección de Arte: 7Media Productions, LLC


Diseño de portada: Noelia Dutra y Marcelo Bressán para 7Media
Productions, LLC Diagramación general: Marcelo Bressán para 7Media
Productions, LLC

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fotocopiado, etc., sin la autorización por escrito del titular del Copyright.

Impreso en los Estados Unidos de Norteamérica Printed in the United States


of America

INTRODUCCIÓN
Este libro habla de un maestro; pero no sólo de un maestro, ya que para que
haya un maestro debe haber enseñanzas y cuando las enseñanzas del maestro
son aceptadas, asimiladas y abrazadas como propias por alguien que ha
decidido seguirlo, entonces surge un discípulo. Este libro habla directamente
de Jesús e indirectamente de ti. A través de sus páginas te invitaré a que
camines conmigo contemplando al Maestro, escuchando sus enseñanzas,
interactuando con sus discípulos, conociendo a aquellos que lo buscaron y
también a aquellos que se oponían al establecimiento de su reino. No será
fácil, ya que habrá momentos en los que te verás impelido a tomar las
decisiones más incómodas de tu vida. Sin embargo, habrá otras ocasiones en
que comenzarás a percibir los monumentales sueños que Dios tiene para ti.
Estoy seguro de que en algún pasaje llegarás a la conclusión de que no
puedes permanecer sentado en una iglesia pretendiendo ser un cristiano
promedio. También sé que la sencillez de los conceptos muchas veces
ofenderán tu grandeza intelectual y tus esquemas mentales no soportarán la
pretensión de poder encontrar una gran revelación durmiendo en un humilde
pesebre. La decisión será tuya y siempre serás libre de cerrar este libro, unas
veces para pensar en el Maestro, otras para asimilar el golpe dado por el
Espíritu al revelarte las intenciones corrompidas de tu ser. Quiero dejarte
claro que el centro de este libro es un Humilde Carpintero; tú y yo seremos
simplemente sus discípulos. No pretendo reclamar todo lo que aquí escribo
como si fuera verdad, eso tendrás que analizarlo tú. Sin embargo, le pido a
Dios con todo mi corazón que todo aquel que me acompañe en esta travesía
sea llevado a toda verdad por su Santo Espíritu y que por la influencia de esta
experiencia sea motivado y constreñido a comenzar una relación íntima de
discipulado con el Maestro a fin de preparar un pueblo para su segunda
venida.

Joel Carlos Barrios

HUMILDAD PARA ACEPTAR EL CAMINO


“Cuando José despertó del sueño hizo como el ángel le había mandado, y
recibió a María como esposa”. Mateo 1:24

Era el peor momento de la vida de José. El amaba entrañablemente a María


pero no podía creer lo que ella le estaba diciendo. El sabía muy bien que ese
niño que venía en camino no era suyo, por lo tanto debía ser de otra persona.
José hubiera preferido morir antes que estar viviendo esa pesadilla. María
decía que era el Espíritu Santo, y aseveraba que un ángel así se lo había
anunciado. ¿Estaba María experimentando un delirio místico o estaba
queriendo tapar su pecado con un cuento santo? José quería creerle a María
pero las evidencias y el sentido común le decían que ella estaba mintiendo. Él
la amaba tanto que en su dolor prefirió dejarla secretamente y de esa manera
hacer parecer a la sociedad que él había sido en parte el responsable del
estado de María.

Dios estaba llamando a José, pero él no se había dado cuenta, porque cuando
Dios llama lo hace de formas muy diferentes a las que nosotros imaginamos
que debieran ser.
Sin embargo, cuando estaba planeando su estrategia de huida “he aquí, un
ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas
recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu
Santo es”. ¡Qué alivio!... ¡No! ¡Qué alivio, nada! Ahora surgían otras
preguntas: ¿Era este un sueño motivado por la presión de las circunstancias
de los últimos días o era que realmente Dios le había hablado? Si hubieras
estado en el lugar de José ¿qué hubieras pensado?

Cuando Dios le reveló a María sus propósitos, envió al ángel Gabriel a una
región y ciudad específicas para que le comunicara a María en su propia casa
y en persona lo que sucedería. Sin embargo, con José ¡utilizó sólo un sueño!
¿No podría haber sido Dios un poco más evidente con José? ¿Por qué puso a
José en esta disyuntiva? Otra pregunta que me viene a la mente es: ¿Por qué
Dios esperó a que primero María le comunicara a José lo que estaba
sucediendo y luego recién le envió un sueño? ¿No debería haberle mandado
Dios a Gabriel el mismo día en que lo mandó a la casa de María que pasara
por la carpintería de José y que le aclarara a ese pobre muchacho lo que
pasaría? ¿Por qué Dios actuó de esa manera? No tengo una respuesta
específica. Lo que sí puedo decir es que José tuvo que ejercer fe con más
fuerza que nunca para no mirar las circunstancias que lo rodeaban y aferrarse
a las evidencias que Dios le daba de que él estaba en el control de todo.

José tuvo que humillar su corazón y al igual que María tuvo que dejar que
Dios destruyera sus planes y sueños, sus propios pareceres y conclusiones,
para entrar en los planes y sueños de Dios. Jesús estaba llegando y su llegada
estaba marcada con las evidencias que tendrían que ser experimentadas por
cada uno de sus discípulos.

Me imagino a José siendo un eco de María: “Yo soy tu siervo, hágase


conmigo conforme a tu palabra”. Sin embargo, a José no se le pasaba ningún
detalle y le dijo a Dios: “Señor, dile a uno de tus ángeles que vaya por la
iglesia y le explique al pastor y a los miembros lo que realmente sucedió…”
No tenemos registro de que haya habido tal aclaración. A los miembros de la
iglesia de Nazaret también se les estaba sometiendo a una prueba y ellos
deberían decidir entre creer o hacerle la guerra a los elegidos por Dios. Si
hubieras sido un miembro de esa iglesia ¿hubieras creído o hubieras sido un
“guerrero santo”?
Si bien la fe se basa en evidencias, siempre habrá lugar para poner a las
revelaciones de Dios en duda, tú debes decidir entre creer o seguir tu propia
lógica. Tú debes decidir entre la humildad de la aceptación o el orgullo que se
resiste.

Cuídate de indicarle a Dios cómo debe manifestarse en tu vida porque si


haces eso, le estarás abriendo la puerta al enemigo. Pídele hoy a Dios
humildad que haga brotar la fe para aceptar el camino por el cual Dios te está
guiando hacia la eternidad.

NO CUESTIONES, SÍGUELO
“Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides, aunque falte el
fruto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean
quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales, con todo yo me
alegraré en el Señor, y me alegraré en el Dios de mi salvación”. Habacuc
3:17, 18

¿Qué es lo que Dios te promete y te asegura cuando te elige? ¿Una vida


tranquila? ¿Riquezas? ¿Comodidad? Si quieres saberlo, solamente echa un
vistazo a las circunstancias de María. Ella podría haber dicho “Señor, tú me
elegiste para que tuviera la tarea más importante que se le haya encomendado
a una mujer: ser la madre del Mesías. ¡Por lo menos quisiera un buen hospital
para dar a luz al Salvador del mundo! Señor, si en realidad éste es el Elegido
¡no lo hagas nacer en medio de un montón de animales olorientos!”

¿No te parece que hubiera sido lógico que María hubiera tenido los siguientes
pensamientos?: “¿Será que Dios está guiando todo esto? No puedo tener mi
bebé en casa junto a mi madre. Tengo que irme a Belén, a punto de dar a luz
y a lomo de burro, y después de un viaje cansador y desgastante, sufriendo
contracciones, por lo menos esperaría encontrar un cuarto en el hotel... pero
no, ni siquiera eso... estoy aquí, dando a luz entre la paja y el barro con mi
esposo de partero y con un montón de vacas y cabras de testigos”.

Desde el punto de vista humano, María tenía mil y una razones para dudar,
sin embargo, ella había comenzado el camino del discipulado y a pesar de
que no entendía todo lo que vivía, ella creía la palabra del ángel y esa era la
razón por la que aceptaba el camino que Dios tenía preparado para llevar a
cabo sus propósitos.

Las circunstancias difíciles de la vida de María no le hicieron perder su fe


porque su vista no estaba puesta en las circunstancias sino en la Palabra de
Dios: “Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su
nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo…”

Ella creyó, y para mantener su fe en medio de las circunstancias difíciles lo


único que podía hacer era aferrarse a la Palabra. Tú también fuiste elegido
por Dios, sin embargo, el hecho de que hayas sido elegido no quiere decir
que entenderás todo aquello que te suceda, es más, quizás aquello que te
suceda será la más grande tentación que se te presente para dudar si Dios está
en el control de tu vida.

No te olvides que cuando Dios eligió a la madre de su Hijo la hizo dar a luz
en un establo, no porque Dios la estaba disciplinando, sino porque Jesús
escogió nacer allí, y donde está el Maestro allí está su discípulo. Cuando
Jesús te llamó a ser su discípulo no te pidió que lo entendieras, te pidió que lo
siguieras, y en la medida en que permanezcas siguiéndolo, aprenderás a ver
su gloria hasta en un establo. Pídele hoy a Dios que te dé su manera de ver las
cosas.

EN LAS COLINAS DE BELÉN


“Yo habito en la altura y en la santidad, y con el contrito y humilde es
espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y dar vida al corazón de
los contritos”. Isaías 57:15

El templo de Jerusalén estaba en calma. Ese día había sido un día más en el
ceremonial acostumbrado. El sacrificio se había hecho, las lámparas se
habían prendido, las bendiciones se habían pronunciado y el coro había
cantado. No hubo nada dejado al azar, todo estaba perfectamente organizado.
Sin embargo no había gozo, tampoco había fervor, lo único que había era un
alto grado de profesionalismo que hacía llenar de orgullo el corazón de un
pueblo formalista y de los dirigentes eclesiásticos.
Ese hermoso templo estaba preparado para recibir a gobernantes y eruditos;
predicadores de renombre y millonarios filántropos y a los más talentosos
concertistas y vocalistas; sin embargo no estaba preparado para recibir a un
coro de ángeles que cantaran: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz,
¡buena voluntad para con los hombres!”.

Cuando el cielo eligió un lugar para dar un concierto, no eligió el templo de


Jerusalén, eligió las colinas de Belén. No tenía tanto que ver con el lugar en
sí, sino con aquellos que estaban en él. La gente del templo no hubiera
soportado recibir la revelación que este coro de ángeles venía a compartir.
Eran demasiado educados, demasiado justos, demasiado institucionalizados
como para creer el “he aquí os doy nuevas de gran gozo” y el “esto os servirá
por señal: hallareis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.
“¡En un pesebre! ¡Ese no puede ser el Mesías!
–responderían ellos– ¡Esas no pueden ser nuevas de gran gozo! ¡Estos
ángeles no pueden venir del cielo! ¡Sería la más grande irreverencia que el
Mesías naciera en un establo, teniendo este templo tan hermoso para nacer!”.

Todo el profesionalismo de los líderes del templo para lo único que los había
preparado era para rechazar al Mesías, por eso los ángeles aquel día no
eligieron cantar allí, eligieron como público a unos humildes pastores y como
escenario las colinas de una pequeña aldea.

Para esos pastores, lo que el cielo les comunicaría realmente serían nuevas de
gran gozo. Tenían el corazón abierto para recibir las revelaciones de Dios en
la forma y lugar que él quisiera y no de acuerdo a lo que ellos les parecía.
Ellos podrían salir corriendo para Belén y no chasquearse porque el Mesías
dormía en un pesebre junto a dos jóvenes padres que no tenían apellido. Los
pastores habían aprendido a conocer a Dios en medio de la sencillez y eso los
había preparado para recibir la revelación más grande que se presentara
alguna vez al mundo.

De igual manera, todos tus logros profesionales, tus talentos, tu riqueza y


conocimiento, tus posiciones y honores, tus títulos y todo aquello que haces
bien y por lo que la gente te admira, si lo usas con el deseo de lograr una
posición destacada ante los hombres, lo único que hará en tu vida será
prepararte para rechazar al Mesías. No gastes tus energías tratando de formar
parte de la hueste que habita en el templo porque puede ser que algún día te
des cuenta de que a pesar de que muchos te admiran y te alaban tú has sido
pasado por alto para recibir las revelaciones más grandes que tiene el cielo
para la humanidad.

Recuerda que no es en las grandes y monumentales catedrales donde cantan


los ángeles, ellos cantan en las colinas de Belén. “Y volvieron los pastores
glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto,
como se les había dicho” (Lucas 2:20). Únete hoy a esos humildes pastores
que habitan en las colinas donde la pompa y la ostentación llegan a ser la
cosa más hueca y ridícula. Únete hoy a ese grupo de humildes discípulos que
pudieron reconocer a Dios durmiendo en un pesebre.

DEJA QUE LA NAVIDAD TE OFENDA


“Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios por guardar
vuestra tradición”. Marcos 7:9

La verdadera navidad es ofensiva, la navidad tradicional es agradable. Si la


humanidad se hubiera enterado de que el Mesías, el Hijo de Dios, el Ser
coeterno con el Padre, nacía en un establo, se hubiera ofendido. Si los
devotos de la religión se hubieran enterado de que las buenas nuevas eran
comunicadas a un grupo de pastores que nadie conocía, se hubieran ofendido.
Si los dirigentes religiosos se hubieran enterado de que Dios les revelaba una
profecía acerca del Mesías a un grupo de caldeos que no tenían niguna
relación directa con el aparato eclesiástico de aquellos que se creían el único
pueblo de Dios, se hubieran ofendido. Si los reyes y gobernantes de entonces
se hubieran enterado que Jesús nacía para morir en una cruz, se hubieran
ofendido ya que un rey en este mundo no gana las batallas muriendo, sino
que las vence matando y destruyendo. Si un grupo de empresarios se
hubieran enterado de que el Mesías nacía para ser parte de una familia pobre,
se hubieran ofendido, ya que en este mundo la riqueza espiritual es vista
como miseria, y a la miseria materialista se la ve como verdadera riqueza.

Por otro lado, la navidad de hoy, la tradicional, la agradable al corazón


humano, es una verdadera muestra de la actitud humana que ha prevalecido a
través de los siglos. Hoy celebramos la forma de la navidad con alegría y
placer, cuando si nos pidieran celebrarla como aquella primera, esa que fue la
verdadera, nos ofenderíamos.

Es que hoy la religión tradicional contruye grandes iglesias que pretenden ser
cristianas, pero si hoy Jesús viniera como un humilde carpintero a predicar la
esencia de su evangelio en sus púlpitos, ofendería y sería el primero en ser
prohibido. Hoy la tradición dice que es bueno seguir a Cristo, pero cuando
escuchamos su mensaje y nos dice que la salvación es solamente por la fe en
lo que él hizo sin las obras de la ley, nos ofendemos y decimos que eso es
libertinaje. De la misma manera, cuando le escuchamos decir a Jesús que la
evidencia de la salvación se manifiesta andando en su ley, nos ofendemos y
decimos que eso es fanatismo.

La sociedad mata a aquellos que predican la verdad del evangelio y luego la


tradición le construye monumentos. ¿Sabés por qué? Porque la revelación de
Dios siempre ofende al orgullo humano. La revelación de Dios es siempre
verdadera navidad. Es por eso que la religion institucional, no la verdadera,
se ha encargado de preservar la forma de la religión con tal de erradicar su
esencia, ya que su esencia ofende, así como la verdadera navidad ofende.

La tradición en la cual se basa toda iglesia institucional (no importa como se


llame) representa un esfuerzo por reemplazar a esa revelación fresca que Dios
está dispuesto a dar cada día a sus seguidores a través de la contemplación
diaria de la vida de Jesucristo. Esa revelación siempre rompe nuestros
esquemas mentales llevándonos justamente al arrepentimiento (“metanoia”,
cambio de mente). ¿Te ofenden estas palabras? ¿Te parece que este mensaje
es peligroso?

Da la casualidad que eso también les pareció a los contemporáneos de Jesús.


La tradición luego se encargó de hacer de la navidad algo agradable y no
ofensivo. ¿Te das cuenta por qué Jesús siempre se opuso a considerar a la
tradición por sobre el mensaje del evangelio? Por eso Jesús denunció que los
que lo perseguían y rechazaban decían: “Si hubiéramos vivido nosotros en los
días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para
derramar la sangre de los profetas”. La tradición del presente siempre venera
a aquellos que fueron ejecutados por la tradición del pasado.

¿Te das cuenta entonces por qué la mayoría de los contemporaneos de Jesús
lo rechazaron? Jesús no era tradición, era revelación. El verdadero evangelio
siempre ofende así como la verdadera navidad también ofende. Cuando Jesús
se convierte en tradición, deja de ser el Dios encarnado, y se transforma en
una idea humana de Dios. Entonces hablamos de él, le oramos, le cantamos y
lo metemos dentro de un agradable credo, pero cuando las circunstancias nos
impelen a seguir su ejemplo preferimos aferrarnos a la tradición con tal de no
seguir en sus huellas.

Cuando Jesús es la revelación del Espíritu, convence de pecado, justicia y


juicio y nos ofende para llevarnos al arrepentimiento.

SENCILLEZ
Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a
los otros en amor”. Efesios 4:2

La persona de María me llena de admiración. No debe haber habido una


mujer más sencilla que ella. Era justamente eso que la hacía grande a los ojos
de Dios.

Debe haber habido pocas personas probadas en su fe como lo fue ella.


Alguien puede decir: “Bueno, si a mí se me hubiera aparecido el ángel
Gabriel para anunciarme mi misión y si hubiera quedado embarazada
milagrosamente como lo fue ella, yo no dudaría”.

La Biblia nos da a entender claramente que los milagros no son la causa de tu


fe, sino que son el resultado de ella. En otras palabras, para el que cree, todo
lo que sucede a su alrededor es un milagro; para el que no cree, aunque se le
aparezca el mismo Cristo en persona, y presencie los más grandes portentos y
señales, aún así dudará y cuestionará.

Tú y yo podemos caminar bajo una nube en el desierto, cruzar a través de un


mar por un camino seco, podemos ver brotar agua de la roca para saciar
nuestra sed, comer maná todos los días, y con todo y eso, seguir dudando. La
fe no está relacionada al milagro sino con Aquel que hace el milagro. Por eso
si tu no quieres creer, no se debe al hecho de que no hayas visto milagros sino
al hecho de que has decidido no creer en Aquel que los hace.
María había decido creer en Aquel que hace los milagros. Lo interesante es
que ella fue protagonista del milagro de la concepción pero no presenció
ningún milagro para encontrar un cuarto con una cómoda cama para dar a
luz. Me imagino a María acostada en la paja, pocas horas después de haber
dado a luz. ¿Cuáles habrán sido sus pensamientos? Si hubiera sido una mujer
promedio de esta época me la imagino diciendo: “José, ¿por qué no arreglaste
esto con más anticipación? ¿No te diste cuenta que en un censo iban a estar
todas las posadas llenas? ¿Dónde tienes la cabeza? Si quieres seguir en esto
vas a tener que estar a la altura de las circunstancias. ¡Mira todo esto lo anti
higiénico que está resultando! ¡El niño se puede morir y a mí me puede
agarrar una infección! ¡Haz algo y busca tan siquiera alguien que venga a
limpiar y saque todas estas vacas de este lugar!”.

¿Te das cuenta por qué Dios no podría haber elegido como madre del Mesías
a una niña acomodada, que pensaba solamente en la moda y que era popular
entre sus amigas? La razón de ello se debe a que muchas veces esas niñas,
que han tenido una vida fácil y llena de oportunidades, son tan egocéntricas y
huecas que no podrían aceptar el camino de la sencillez que Dios prepara
para todos aquellos que quieren llegar a tener una corona en su reino.

La quejas marcan el camino de toda persona orgullosa y egocéntrica.


Imagínate a una de esas niñas dando a luz en un establo. Imagínate a una de
esas niñas la cara que tendría al recibir la visita de unos humildes pastores.
Aunque no nos guste, si no aprendemos a ser sencillos, nos quedaremos fuera
del plan de Dios.

Ahora pensemos en la realidad de ese establo y no simplemente en la fantasía


que nos ha enseñado la tradición. ¿Cómo crees que debe haber olido ese
lugar? ¿Cuál crees que debe haber sido su temperatura? ¿Con cuánta agua
habrá contado José para higienizar al bebé Jesús y a María? ¿Cuántos paños
habrán tenido para limpiar toda la sangre? ¿A dónde habrán puesto después
todos esos paños?

María eligió el camino de la fe. Ella aceptada la soberanía de Dios en su vida.


Ella no cuestionaba, simplemente aceptaba y escogía sacar provecho aunque
sea de la circunstancia más desalentadora. Dios no la dejó sola. En su
misericordia envió un coro de ángeles a unos humildes pastores con la
indicación de que vayan a visitarla a Belén.
Pero ¿por qué no envió Dios el coro de ángeles directamente a María y a
José? Es interesante, pero Dios siempre hace las cosas de una manera
diferente a la que nosotros esperaríamos y es por eso que pueden disfrutar del
camino de Dios solamente aquellos que aprendieron a ser sencillos.

Mientras los pastores le contaban a José y María lo que habían visto y oído de
los ángeles, el corazón de María debe haber latido fuertemente de gozo y
emoción al recibir la confirmación de que todo lo que estaba haciendo, a
pesar de que no entendía las circunstancias, tenía sentido. María no se detenía
a pensar en los detalles de la historia que estaba viviendo, sino que podía
contemplar el resultado. Por eso la Biblia dice “pero María grababa todas
estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lucas 2:19).

No es tu cama, ni tu casa, ni tu auto, ni tu cuenta bancaria lo que le da sentido


a tu vida. Tampoco es la falta de todo eso la causa de tus problemas. Nuestra
insatisfacción y sufrimiento tiene su raíz en el hecho de que no hemos
aprendido a ser sencillos. Somos demasiado orgullosos para aceptar los
caminos de Dios.

Si esa es tu situación, estoy seguro que estas palabras te enojan e incomodan.


No estás acostumbrado o acostumbrada a dejar las cosas en el control de
Dios. Tú quieres tener el control, y justamente ese es tu problema. Es
necesario que te rindas, que dejes de luchar en contra de la vida y que aceptes
de una vez por todas que cuando Jesús está en el centro, hasta se puede
experimentar gozo en medio de un sucio establo.

LOS MAGOS DE ORIENTE


“Llamaré pueblo mío, al que no era mi pueblo; y amada, a la no amada”.
Romanos 9:25

Primero, Dios elige como padres de su Hijo a dos jovencitos pobres y sin
apellido. Segundo, hace el anuncio de su nacimiento a unos humildes
pastores desconocidos que pastoreaban sus rebaños en las colinas de Belén.
Tercero, permite que su Hijo nazca sin que nadie lo note, en un establo
rodeado de animales. Cuarto, guía específicamente a unos magos de oriente,
que no eran judíos ni tenían ninguna relación con el pueblo visible de Dios
mas que el hecho de estudiar sus Escrituras, para que lo adoren y le lleven sus
presentes. Es como si Dios pasara por alto a aquellos que él mismo escogió
para que cumplieran con sus propósitos divinos porque, a causa de la
elección, pensaron que tenían derechos sin tener ninguna obligación.

¿Era el plan de Dios que Jesús naciera en un pesebre? Me atrevería a decir


que no lo era, pero a falta de una cama normal, entonces Dios escogió un
pesebre. ¿Era el plan de Dios que los pastores de Belén comunicaran las
buenas nuevas del nacimiento del Mesías? Igualmente pienso que no. Sin
prentender ser adivino, puedo arriesgarme a decir que el plan de Dios era que
los sacerdotes fueran los que le comunicaran al pueblo y a los pastores la
llegada del Mesías, para eso habían sido apartados. Pero a falta de sacerdotes
dispuestos, Dios escogió a unos humildes pastores. ¿Era el plan de Dios que
los magos le comunicaran al rey y a los escribas la llegada del Mesías?
Nuevamente creo que no lo era. El plan de Dios era que el rey y los escribas
le comunicaran al mundo la llegada del Mesías, y como parte de ello a los
magos. Pero a falta de reyes y escribas dispuestos, Dios escogió a magos del
oriente.

¿Te das cuenta de cuál es la dinámica de la elección de Dios? El hecho de que


Dios elija a alguien para una misión no determina que esa persona o pueblo
cumplirá la misión que Dios le ha asignado. Para que la elección de Dios se
cristalice en una misión, el objeto de la elección debe estar dispuesto, y si no
lo está, Dios lo pasará por alto hasta encontrar un instrumento que responda.
El instrumento que responda activará las promesas de Dios para hacer posible
la misión que fue profetizada y posibilitará que la elección se manifieste de
una manera tan perfecta en aquellos que no fueron originalmente elegidos.

Veamos cómo se ilustra este pensamiento en la experiencia de los magos.


Dios escogió a su pueblo en Israel con el propósito de que anunciara la
llegada del Mesías y la salvación a los magos. Como su pueblo no respondió
a la elección, entonces llamó a los magos del oriente para que predicasen la
salvación a su pueblo. Los magos incircuncisos, por una revelación especial
supieron que el Mesías había nacido. Su pueblo circuncidado sabía, por el
estudio de la profecía, dónde Jesús iba a nacer, sin embargo no pudo entender
las circunstancias ni reconocerlo.

Pareciera ser que cuando no hay actitudes correctas en el estudio de la


profecía se pueden saber muchos detalles, pero no se puede entender
justamente aquello que es lo más importante. Los magos no sabían dónde
había nacido el Mesías, pero sí sabían que había nacido. La estrella les dijo
dónde. Ellos estuvieron dispuestos a viajar de tres semanas a un mes para
encontrarse con el Prometido. Los escribas, que teoricamente “tenían la
verdad”, sabían dónde el Mesías nacería, pero no estuvieron dispuestos a ir a
Belén para corroborar el cumplimiento de la profecía. ¿De qué le sirvió al
pueblo de Dios tener la profecía, si al final no pudo descubrir al objeto de
ella? ¿De qué sirve ser parte de un pueblo escogido si es que el pueblo no
puede encontrar al que lo escogió? ¿De qué sirve saber donde nacerá el
Mesías si es que estamos tan ocupados en el templo que no queremos dedicar
tiempo a ir a Belén para ver si la profecía se ha cumplido? ¿De qué sirve ser
elegido si es que esa elección no lleva a responder en misión?

La misión que Dios llamó a cumplir será realizada por aquellos que no eligió,
si es que los elegidos no están dispuestos a hacer lo que se pide hacer por los
no elegidos.

“Pero entonces si es que los elegidos tienen tanta responsabilidad sobre sus
hombros ¡prefiero no ser elegido!”. Justamente quiero que entiendas que
nadie puede escapar a la elección de Dios, tu respuesta determinará si la
elección se transformará en misión o en condenación para ti mismo. Dios
nunca te elige solamente para que “seas parte” sino también para que “hagas
tu parte”. Si no la haces es porque todavía no has llegado a “ser parte” o
porque has rechazado el llamado de Dios.

Pablo después lo dijo de la siguiente manera: “Porque no es judío el que lo es


exteriormente, ni es circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; Al
contrario, es verdadero judío el que lo es en lo interior, y la verdadera
circuncisión es la del corazón, por medio del Espíritu, no en letra...(Romanos
2:28,29).

Pídele hoy a Dios que te haga entender que un mago oriental será el que te
predicará a ti si es que tú no les predicas a ellos. “¡Pero es que mi abuelo era
muy consagrado y un pionero en la causa de Dios!” Entonces pídele a Dios
que te dé el espíritu de tu abuelo porque el Espíritu Santo no se hereda, se
recibe por oración.
Dios te ama y por eso te ha escogido. Pero es necesario que comprendas que
los planes de Dios se van a cumplir contigo o sin ti. Si no hay una cama para
que Jesús nazca, él nacerá en un pesebre, pero de todas maneras nacerá. Si no
hay un pueblo dispuesto a predicar el evangelio al mundo, el evangelio será
predicado, si es necesario por magos del oriente, pero el evangelio se
predicará y Cristo vendrá.

NO TRATES DE DESTRUIRLO
“Al oir esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él”. Mateo 2:3

La encarnación de Cristo no era sólo una revelación para los humanos y el


resto del universo, fue la más grande revelación que alguna vez Satanás
pudiera haber recibido de la persona de Dios. Esa revelación era lo opuesto a
su carácter egoísta, hipócrita y descomprometido con el dolor. Satanás había
caído por querer subir, y ahora Dios mostraba su gloria al bajar y compartir
las miserias mismas del hombre para ponerlo en el lugar en que él mismo
estaba antes de semejante sacrificio. Esta revelación del carácter de Dios fue
demasiado grande para Satanás y lo enervó de tal manera que todos sus
instintos destructivos se despertaron desenfrenadamente.

Satanás no tenía permiso de tocar a Jesús, como no tiene permiso de tocar


directamente a ninguno de sus discípulos. Sin embargo, él sí podía usar a
otros seres humanos para causarle dolor a Aquel que venía a salvar al mundo
(no puedo explicar por qué las cosas son de esta manera, lo único que puedo
decir es que como Satanás sabía que no podía escupir a Jesús en la cara en los
preámbulos de la crucifixión, utilizó un soldado romano para hacerlo). Es así
que en ocasión del nacimiento de aquel niño, que era el Todopoderoso Dios
hecho un indefenso bebé, Satanás se valió de un hijo suyo, Herodes, alguien
formado a su imagen y semejanza. Alguien que se había destacado por buscar
el poder y mantenerse en él a través de tramas políticas y haciendo un hábil
uso de las personas que tenía a su alrededor. Alguien que en la historia fue
reconocido como un genio administrativo, pero que ante los ojos de Dios era
un anticristo.

No toda persona que se destaca está dirigida por el cielo y Herodes es un fiel
ejemplo de ello. Así como Satanás se sintió amenazado por la presencia de
Jesús en el mundo, Herodes se sintió amenazado por la presencia de Jesús en
su reino, y en vez de darle la bienvenida, mandó a destruirlo.

Un ángel le anticipó a José lo que sucedería, pero lo que no entiendo es por


qué ese ángel no lo hizo con los cientos de padres que esa noche perdieron a
sus hijos en Belén. ¿Dónde estaba Dios para ellos? No tengo respuesta. Lo
que sí puedo decir es que algún día llegará Cristo a tu vida y tú tendrás que
decidir entre él y tú mismo, entre renunciar a todos tus deseos de poder o
hacerlo reinar a él. Entre seguir reinando tú (para eso tendrás que destruirlo),
o entregarle todos tus derechos y dejar que él tome el control total de tu vida.

Pero quiero decirte algo, a Jesús tú no lo podrás destruir, sin embargo sí lo


podrás echar. Lo que te debe quedar claro es que si lo echas, entonces sin
duda destruirás a muchos inocentes que están a tu alrededor y que habitan
dentro de los límites de tu dominio. La evidencia de que alguien desea matar
a Jesús se ve cuando desea destruir a los demás no importa que sea en el
nombre de la religión o por una “buena causa”.

Jesús, si muere, no es porque lo destruyan los demás, sino porque él da su


vida por aquellos que tratan de destruirlo. Ya la dio por ti para que puedas
dejar de ser un esclavo de ti mismo y puedas gozar de la libertad que Herodes
nunca recibió. ¿Estás deseando destruir a los que están a tu alrededor que no
piensan como tú? ¿Lo estás queriendo hacer con tus palabras, politiquerías o
pensamientos? Esa es la mayor evidencia de que estás queriendo echar a
Jesús de tu reino y en ese intento pueden estar sufriendo muchos inocentes
por tu causa. Haz un alto, humíllate delante del que nació en un pesebre,
reconoce tu problema y pídele al cielo salvación de ti mismo, no sólo para
gozar de esa paz que únicamente Jesús puede dar, sino también para que los
que te rodean sean salvos de la calamidad que tú resultas ser para ellos
cuando no quieres seguir al Señor.

Hay una verdad bíblica que no puede ser refutada: Los hijos de Dios siempre
serán perseguidos pero nunca serán perseguidores. De allí que si hoy te
encuentras persiguiendo a alguien ya sea por querer purificar la iglesia, o por
eliminar la herejía o por defender a los pobres, haz un alto porque esa es la
mayor evidencia de que tú todavía no formas parte del pueblo de Dios.
EGIPTO
“Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños
a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y
permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes
buscará al niño para matarlo”. Mateo 2:13

José y María salieron de Nazaret pensando que en poco tiempo regresarían.


Ellos recién regresaron a casa después de cuatro años. Así son los caminos de
Dios cuando decides seguir a Jesucristo. Alguien puede decir: “¡Esos no
fueron los caminos de Dios, fueron los caminos de Herodes!” Es verdad, pero
Dios tomó a los caminos de Herodes para transformarlos en sus propios
caminos. De alguna manera José y María estaban viviendo la misma
experiencia de quienes decidan ser portadores de Jesús en sus vidas a través
de la obra del Espíritu Santo. Los caminos para ellos serán inentendibles,
totalmente contradictorios con la lógica humana.

Muchas veces para proteger al niño Jesús que llevas dentro, Dios te pedirá
que salgas presurosamente para Egipto, donde nadie te conoce, donde eres
minoría, donde pareciera que socialmente no eres nadie, donde el idioma no
es el tuyo y donde puedas captar la realidad de que hay verdaderos seres
humanos en lugares que están más allá de tu propia cultura e iglesia.

José y María tuvieron que desaparecer de la escena con el propósito de que


Jesús crezca. Dios no los dejó sin manifestaciones de su amor. El regalo
hecho por los magos fue lo que posibilitó que esta nueva familia pudiera
transformarse en una familia de inmigrantes.

¿Te puedes imaginar a José buscando trabajo en Egipto? ¿Tratando de


aprender el idioma? Posiblemente, en estas nuevas circunstancias José y
María tendrían más tiempo para dedicarle a Jesús en esos primeros años de
vida, que según dicen los entendidos son los años más importantes en el
desarrollo de un niño. José y María gracias a la experiencia que obtuvieron en
esos años con Jesús, lo conocieron mejor y pudieron sentar las bases para su
relación con él en el futuro. ¿Será que por eso también Dios te llevó a tí a
Egipto?
La familia de Jesús estaba siguiendo los principios del Reino. Las cosas de
Dios nacen en semillas, pequeñas y humildes. Tal vez en Egipto o en un lugar
que nadie conoce. Por el otro lado, las cosas del mundo se construyen en su
forma más grande, buscan llamar la atención, son despampanantes y
ostentosas.

Justamente quien fue el causante de la inmigración de la familia del Mesías


era llamado “el grande”. Él era un claro exponente de los caminos del mundo.
La grandeza sin esencia lo único que produce es inseguridad. La seguridad de
un edificio es directamente proporcional con sus fundamentos. Mientras más
superficiales los fundamentos, a más alto el edificio, más inseguro es.
¿Entiendes este principio? La inseguridad de Herodes estaba basada en que
siempre buscó ser “el grande” y no dedicó tiempo a lo pequeño.

Mientras más rápido una persona llegue a ser considerada “grande”, sin haber
dedicado tiempo a la construcción de fundamentos, más insegura y peligrosa
será para las personas que la rodeen. Para esas personas inseguras, toda
semilla será vista como una amenaza. El crecimiento de otros en vez de
causar alegría, causará perplejidad e impulsivamente se buscará todo medio
para aniquilarlo.

Sin embargo Dios utilizó las inseguridades de Herodes para permitir que en
Egipto crezca la pequeña “Simiente”. Tratando de destruir a la Semilla,
Herodes la empujó al lugar propicio, lejos del ruido y la ostentación mundana
para que ella crezca y se transforme en un árbol que pueda cobijar a las aves
del cielo.

Hay algo importante para destacar: tú y yo solamente podemos ser portadores


de la Semilla. Si eso es así, entonces tarde o temprano tendremos que
experimentar un Egipto motivado por las inseguridades de Herodes “el
grande”. Por el otro lado, cuidémosmos de no perder a la Semilla en ninguna
parte del camino, porque de lo contrario nos transformaremos en Herodes
“los grandes”. Si así fuera, continuamente nos sentiremos amenazados por el
crecimiento de cualquier semilla y gastaremos todas nuestras energías
planificando cómo aplastarlas.

Dedica ese tiempo que parece una tardanza o un desvío en tu camino para
desarrollar aquello que permitirá que Jesús sea grande en ti. Si así lo haces,
cada día serás de grande bendición para muchas personas.

NO SUPONGAS NADA
“Pensando que Jesús estaba con la compañía, anduvieron camino de un
día”. Lucas 2:44

“¿Dónde está Jesús?” “Debe estar con los hijos de tu hermano”. Así volvían a
Nazaret José y María suponiendo que Jesús volvía con ellos. Ellos estaban
muy entretenidos con toda la excitación que provocaba el reencuentro con
viejos amigos como para corroborar si Jesús venía con ellos. Sin embargo,
ellos sólo “suponían” acerca de Jesús. Pensaban que Jesús estaba en la
compañía. Lo que ellos no se daban cuenta es que Jesús nunca está en la
compañía. Jesús tampoco está entre los parientes ni entre los conocidos. Si
Jesús no está contigo, entonces es porque se quedó en algún lado.

Tu puedes decir: “¡Pero Jesús pudo haber avisado que se quedaba!¡Eso fue
una falta de consideración para conmigo!”. Démos vuelta a la situación y
digamos que tú le pudiste haber avisado a Jesús que te ibas. ¿Para qué fuiste a
la fiesta de Pascua? Jesús nunca se apartó del propósito por el cual subió a
Jerusalén. Sus padres, sin embargo, entretenidos en cosas buenas, aunque no
en las más importantes, lo perdieron de vista suponiendo que venía con ellos.

Nunca supongas nada acerca de Jesús. Si no lo ves en tu experiencia, es


porque no está. En algún momento dejaste de estar centrado en él. En algún
momento te olvidaste del propósito por el cual Dios te llevó a Jerusalén.
Cometerías un error muy grande al suponer que él está contigo debido a que
tienes un cónyuge muy consagrado o porque tu familia ha sido líder en la
iglesia en el pasado, o porque eres muy responsable en la función que te
asignaron en una iglesia que parece viva y activa. Si Jesús no está contigo, él
no está.

Las cosas urgentes generalmente son las mayores enemigas de aquellas que
son las más importantes y Jesús siempre está en las importantes. Tendemos a
cometer la equivocación de José y María, pensamos que porque Jesús fue con
nosotros a Jerusalén y debido a que hemos sido elegidos para una misión
importante para el adelanto su causa, es él quien debe seguirnos. ¡Jesús no te
sigue a ti! Si vas delante de Jesús seguramente se debe a que en algún lugar
lo has dejado.

Sin embargo, si después de andar un día te diste cuenta de que no estaba


contigo, búscalo, y búscalo con angustia, porque no es Jesús quien está en
peligro, el que está en peligro eres tú. El tiempo de búsqueda no será
proporcional al trayecto que anduviste sin él, será un poco más largo. Pero no
te desanimes porque “el que busca, encuentra y al que llama se le abrirá”.

Cuando lo encuentres, después de algunos días de renuncia a aquellas cosas


que tomaron tus principales intereses en el camino, sé humilde y acepta que
lo dejaste. No digas: “¿Por qué nos has hecho así?” No trates de aparentar
ante todos los demás que el descuido fue de Dios y no tuyo. Porque si así lo
haces, estarás nada mas y nada menos que tratando de manipular a Jesús,
poniéndote como una víctima de sus decisiones cuando en realidad él siempre
estuvo donde debía estar.

De una vez por todas, debes aprender a andar detrás de Jesús y a no


adelantártele. Por eso, pídele a Dios en este día que te ayude a mantenerte en
el propósito por el cual te llevó a Jerusalén y que te ayude a no distraerte con
aquello que es bueno pero que no es lo mejor. No supongas nada en tu
relación con Jesús, mantén tu vista siempre en él.

QUEDA EN SILENCIO
“En esos días, Jesús vino desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan
en el Jordán”. Marcos 1:9

Allí está Juan el Bautista, predicando desde el agua. Toda la gente escucha,
sin embargo no todos entienden. Tú estás un poco más alejado, ya que sientes
que algo extraño está sucediendo. No lo puedes explicar.

Las palabras de Juan despiertan en ti una necesidad de algo profundo, pero no


sólo sus palabras, sino que también el agua fresca del Jordán, los árboles, los
pájaros y todo el entorno natural te hace sentir que estás descubriendo una
nueva dimensión en la religión que nunca habías experimentado. Te empiezas
a dar cuenta de que Dios puede manifestarse a través de un hombre que
predica vestido de pieles de camello y que la verdadera reverencia no
depende de corbatas estampadas o zapatos de charol, todo lo contrario. Notas
que Juan está hablando, pero el Espíritu es el que predica. Tu corazón se llena
de convicción y deseas decir “aquí estoy, tómame como enteramente tuyo”.

De repente, Juan queda en silencio, mira hacia la colina con ojos saturados de
admiración y reverencia. La gente trata de seguir los ojos de Juan, sin
entender el porqué de la expresión solemne y profunda en su rostro. El
Bautista parece haber encontrado en una persona la ilustración de lo que tanto
había tratado de transmitir en sus mensajes, y dice: “He aquí el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo”. Tu corazón arde por ver quién es aquel
a quien Juan se refiere.

De repente ves a alguien igual, pero a la vez diferente. Tu sentido común y


tus prejuicios te demandan ver a alguien vestido de ropas reales, pero la
revelación del momento desafía tus preconceptos y te muestra a un rey
vestido de humilde carpintero. Tu corazón se llena de reverencia, sin
embargo, para la mente de los fariseos allí presentes, el impacto de la escena
se ve totalmente diluido al ver el contexto de la misma. Para ellos, la
reverencia está determinada por usar el traje más caro, por cantar siempre el
mismo himno, y por no permitir que nada desafíe las tradiciones que una vez
sus abuelitas les enseñaron. Para un fariseo es prácticamente imposible
reconocer a un profeta vestido de piel de camello o ver al Mesías vestido de
humilde carpintero.

El Carpintero entra lentamente al agua y le pide a Juan que lo bautice. Tú


contemplas la escena, te conmueve, te das cuenta de que algo diferente está
pasando, sin embargo no entiendes. Si este es el Mesías, ¿por qué se bautiza
como si tuviera pecado o necesitara arrepentimiento? Tú estabas dudando si
debías hacerlo o no, pero ahora te das cuenta de que si él lo hace, ¿por qué tú
no lo harías?

El Bautista queda perplejo. Tú puedes notar que le dice algo al Carpintero y


que se resiste a bautizarlo. Ves la mano del que dicen que se llama Jesús
apoyarse en su hombro y que su sonrisa es suficiente para convencer al
profeta, a ti y a todos los espectadores de que es necesario que así se haga. En
ese momento, en aquel santuario natural, se puede sentir la misma atmósfera
del cielo. Parece que cuando está el Carpintero en el centro de la escena, no
se necesitan órganos de tubos, ni grandes púlpitos, ni menciones de títulos y
honores; todo eso frente a su presencia se puede transformar en la más
ignominiosa irreverencia. Si Jesús es el centro, sólo puede haber corazones
contritos y rendidos que no ponen el énfasis en las apariencias sino en la
realidad de las esencias. Su presencia trae amor y gozo para los sinceros, y
desconcierto y reprensión para los orgullosos. Su presencia hace hasta del
más humilde lugar el más glorioso templo. Todos estos pensamientos pasan
como un rayo por tu mente, pero vuelves rápido a la escena.

El Bautista levanta la mano, toma al Carpintero, lo sepulta en el agua y como


símbolo profético, Jesús sale de ella como un rey vencedor. Una luz
desciende del cielo y algo como con forma de paloma se posa sobre él. Sin
duda, este humilde carpintero es alguien diferente, y para confirmar todas
estas convicciones, tú sientes una voz, que no te habla directamente a ti, sino
a él. Sin embargo pareciera que en él, esa voz se está comunicando contigo y
a ti se te da el privilegio de escucharla. “Tú eres mi Hijo amado y en ti me
deleito”. Jesús sale del agua, saluda a Juan, le sonríe a todos y sin decir una
palabra, toma su manto y se va rumbo al desierto. Nadie quiere hablar, ni
siquiera Juan. ¿Sabes por qué? Porque cuando Jesús irrumpe en la vida, es
momento de escuchar.

Queda en silencio… Síguelo.

TÚ NO ELIGES EL CAMPO DE BATALLA


“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por
el Diablo”. Mateo 4:1

La Biblia dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de


Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie”. ¿Será
que aquí encontramos una contradicción?

La Biblia puede estar llena de aparentes contradicciones cuando la leemos


superficialmente. Nota lo siguiente: en el primer pasaje no dice que el
Espíritu llevó a Jesús al desierto para tentarlo o empujarlo a la tentación. Allí
dice que lo llevó al desierto para ser tentado por el diablo. ¿Cuál es la
diferencia?
El diablo no se iba a quedar tranquilo dejando que Jesús comenzara su
ministerio sin tratar de impedirlo y sin hacer todo lo posible por hacerlo caer.
La amenaza de Jesús para su diabólico reino era demasiado grande como para
quedarse de brazos cruzados.

Por otro lado el Espíritu sabía las intensiones de Satanás y entonces lo que
hizo fue elegir el campo de batalla en el cual se desarrollaría el conflicto.

Este hecho es muy importante. El Espíritu eligió el desierto debido a que


consideró que era el lugar apropiado para preparar a Jesús para el conflicto
que tenía por delante. Generalmente es al desierto que el Espíritu nos lleva
para que seamos tentados o probados, sin embargo, muchas veces nos
resistimos a entrar en él. Pero ¿por qué Jesús debía ser tentado? ¿Acaso no
era él el Hijo de Dios?

Precisamente era porque Jesús había venido a compartir la suerte del hombre,
y como hombre debía vencer al tentador, mostrándonos que no sólo vino a
pagar la sentencia por nuestro pecado, sino que vino a mostrarnos cómo se
vence el pecado.

Por eso, cuando entres en tentación, asegúrate de que fue el Espíritu Santo el
que eligió el campo de batalla y que no fuiste tú. Analiza: ¿Hay algún lugar
que estás frecuentando al que Dios te ha dicho que no vayas? Entonces
aléjate porque el Espíritu no te ha llevado allí. ¿Hay alguna amistad que estás
desarrollando que sabes que no está de acuerdo con la voluntad de Dios?
Entonces pide fuerza y déjala, no te expongas a algo a lo que Dios no tuvo la
intención de exponerte. ¿Estás comenzando un negocio que compromete tu
integridad? Interrúmpelo ya mismo, aunque pierdas dinero, porque Dios no te
está guiando en ese asunto. ¿Estás mirando algún tipo de películas que no
están de acuerdo con los principios bíblicos? No te justifiques y déjalas, antes
de que tu mente quede preparada para una gran caída.

Tú y yo seremos tentados lo queramos o no lo queramos. Sin embargo, no


nos corresponde a nosotros elegir el campo de batalla de la tentación, eso le
corresponde al Espíritu, porque si nosotros lo hacemos, por seguro caeremos.
Suficientes tentaciones tenemos en nuestra vida como para que andemos
eligiendo los lugares para ser tentados.
Una cosa debes aprender como discípulo y es que no debes buscarte tus
propias tentaciones. Tú no debes elegir el campo de batalla.

El Maestro siempre te pedirá que seas arriesgado para declararte fiel y ser
firme con respecto a sus principios, pero nunca te pedirá que te arriesgues a
meterte por ti mismo en tentación.

Haz un alto y entrégale hoy a Dios todo tu corazón con todos los minutos de
tu día, pídele perdón por tu temeridad y huye de ese lugar o circunstancia a
donde el Espíritu no te ha llevado. Deja que él sea quien elija los campos de
batalla de tus pruebas y entonces todos tus momentos estarán asegurados con
la victoria.

SOMETIENDO TUS DESEOS


“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.
Gálatas 5:16

Para las personas que somos pecadoras la tentación apunta a que


satisfagamos nuestros apetitos, pasiones o sentimientos en forma
desordenada. Eso nos hace alejar de la comunión con Dios y nos lleva
entonces al pecado. Esa fue la razón por la cual Dios le pidió a Jesús que
ayunara 40 días.

Era el propósito de Dios que el apetito de Jesús creciera de una manera tal
para que se identificara con nuestros apetitos y pasiones que continuamente
luchan por controlar nuestra razón santificada (cuando no estamos con Dios
ellos no luchan por controlarla sino que la controlan).

Jesús estaba en el desierto preparándose para el gran conflicto que tenía por
delante. Él estaba pidiéndole a Dios fuerza y valor moral para mantenerse
firme a pesar de toda la oposición y de los fieros obstáculos que Satanás
intentaría poner en su camino. El hecho de que tuviera hambre después de
cuarenta días nos dice que Dios le dio la fuerza espiritual necesaria para
vencer, sin embargo, en esa concesión no hizo ninguna alteración física en él,
ya que Jesús estaba verdaderamente hambriento.
¿Estás pidiendo victoria sobre un apetito en tu vida o sobre una pasión que te
domina? Si Dios no le quitó el hambre a Jesús, quiere decir que no te quitará
tampoco a ti aquella pasión que trata de dominarte. Dios no actuará sobre tus
apetitos, lo que hará contigo será lo mismo que hizo con Jesús, te fortalecerá
espiritualmente y moralmente para que con el poder de su Palabra puedas
someter tus apetitos y pasiones al control de tu razón santificada.

Muchas veces tendemos a pensar que si oramos y pedimos ayuda, Dios


eliminará la tentación. Con eso estamos queriendo que Dios nos permita
vencer sin luchar. Grave error. Dios no eliminará la tentación, pero nos dará
fuerzas para que la venzamos.

Pongamos un ejemplo, supongamos que tienes el vicio de fumar. Has tratado


de vencerlo muchas veces pero no has podido. Sin embargo, un día te das
cuenta de que la cuestión no es luchar y después buscar a Dios, sino que es a
la inversa. Primero te rindes al Dios Todopoderoso, le entregas tu corazón y
voluntad y luchas por permanecer en esa entrega. Dios va a actuar en ti
porque así lo prometió y tu deber es creerlo. Sin embargo, él no te quitará el
deseo de fumar, sino que te fortalecerá de tal manera que cuando venga el
deseo, tú puedas, en su nombre y con el poder de su Palabra, someterlo y
dominarlo por medio de la decision de someterte a la voluntad de Dios en vez
de seguir los reclamos de tu cuerpo.

Jesús venció a Satanás en el desierto, sin embargo no por eso dejo de tener
hambre por el resto de su vida. Si buscaste a Dios para vencer, él te dio la
victoria por medio de su poder, pero no cometas el error de pensar que por
eso no tendrás más la tentación o que tu debilidad habrá desaparecido.

Sin duda que por la victoria que obtuviste por el poder de Dios en la batalla
pasada, te habrás fortalecido espiritualmente. No obstante, quiero decirte que
el deseo de fumar aparecerá nuevamente en el futuro, pero con una
diferencia: te parecerá menos intenso, no porque en sí haya disminuido, sino
porque tu poder espiritual se habrá fortalecido por medio del Espíritu Santo.
Así, en la medida en que busques a Dios, dependas de él y busques fuerza en
su Palabra, cada día serás más libre, porque con el poder del Espíritu Santo
dominarás todo aquello que antes te esclavizaba, sean vicios, actitudes
negativas, malos pensamientos, descontroles, enojos, etc.. Por eso, no te
desanimes cuando vengan a tí las mismas tentaciones del pasado, porque
Dios nunca dijo que te quitaría las tentaciones, sino que prometió darte poder
para vencerlas.

Sin embargo, quisiera advertirte algo: no busques el poder de Dios solamente


en el momento de la tentación, ése es el momento de permanecer firme en la
decisión de aferrarte a su Palabra para que la tentación no te aleje de tu
permanencia en él. Es ahora el momento de buscar el poder de Dios, y no
sólo ahora, también en cada momento del día por medio de la determinación
a permanecer en su presencia ejerciendo fe en sus promesas. Cuando así lo
hagas verás entonces que tu vida estará llena de victorias.

SI ERES HIJO DE DIOS


“Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Mateo 4:3

“Si tú fueras hijo de Dios, tu novia no te habría dejado”. “Si fueras hijo de
Dios, no te habrías quedado sin trabajo”. “Si fueras hija de Dios, no tendrías
problemas económicos”. “Si fueras hijo de Dios, no tendrías esa
enfermedad”. “En realidad, todos estos problemas los tienes porque Dios no
se ocupa de ti, no le interesas”. “Él existe, pero está muy lejos, te ha dejado”.
“¿De qué te sirve la fidelidad a un Dios que cuando más lo necesitas deja que
te aplasten los problemas?”. Estas son las maneras en que Satanás te tienta,
porque esa fue la manera en que tentó a Jesús. Sus métodos han sido siempre
los mismos.

Vayamos al desierto y veamos lo que pasó. “Si eres Hijo de Dios, di que estas
piedras se conviertan en pan”. En otras palabras: “Te estás muriendo de
hambre, y todo esto por venir a buscar fuerza de parte del que es
supuestamente tu Padre. Tú lo buscas, y él te deja así, hambriento. ¿Será que
en realidad eres el Hijo de Dios? Hay una manera de saberlo. Si lo eres,
entonces deberías poseer poderes sobrenaturales. Mira, pruébate a ti mismo
que lo eres. Transforma esas piedras en pan, y eso te demostrará si todo esto
es producto de tu imaginación o no. Prueba esto: si tú dices unas palabras y
las piedras siguen siendo piedras, entonces dejas de buscar todo este
sufrimiento inútil y te vuelves a Nazaret a disfrutar de la vida como todo
joven normal lo hace. Allí podrás comer una rica comida de tu madre, que de
paso, te extraña bastante”.
La tentación era fuerte. Jesús, cuarenta días atrás, había escuchado una voz
del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado y en ti me deleito”. En estos
momentos la voz la recordaba en su razón. Pero todas las circunstancias
desafiaban lo que la voz había dicho. El objetivo de la tentación del diablo
era hacer dudar a Jesús de esa palabra.

Evidentemente, Jesús no tenía recuerdos de su preexistencia cuando estaba en


gloria con su Padre, de otro modo esta tentación no hubiera tenido sentido.
Jesús sabía que era Dios por la fe. Él tuvo que aprender desde niño que era
Dios por el testimonio de las Escrituras, el testimonio de sus padres, y las
providencias de Dios en su vida. Él tuvo que vivir por fe en la Palabra de
Dios de la misma manera que se te pide a ti como discípulo que vivas.

Las cosas en el presente no son diferentes cuando Satanás te tienta. Él quiere


hacerte dudar de que eres hijo de Dios señalándote tus circunstancias y
problemas como la evidencia de que no eres tratado como un verdadero hijo.
El quiere que te desesperes para que pienses que tu permanencia en Dios no
tiene sentido. Esos momentos son momentos de gran angustia.

Sin embargo, tú ya sabes cómo fue que venció Jesús, y es así que tú debes
vencer también. Jesús no tenía ventajas sobre ti. Un hombre había perdido la
tierra (Adán), por lo tanto un hombre debía salvarla. Jesús no podía vivir
como Dios porque si así lo hacía no sería un representante de la raza humana
en sus victorias. Jesús debía vivir como hombre y debía vencer de la misma
manera en que tú puedes vencer.

Por eso Jesús respondió al tentador: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios”. En otras palabras: “Yo no
comeré una piedra para demostrarme que soy Hijo de Dios, me aferraré y
creeré en aquella palabra que escuché hace cuarenta días y eso será
suficiente”.

Eso es verdadera fe y esa es la manera de vencer. La Biblia dice: “Mas a


todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). ¿Crees esto? No dejes que Satanás te
haga poner la vista en tus problemas y así te haga dejar el camino que
comenzaste en el Señor. ¡Aférrate a la Palabra y cree! Y aunque tus
circunstancias no sean en el presente las mejores, saldrás victorioso
confiando en que, a pesar de todo, eres un verdadero hijo de Dios.

Satanás no solamente te hace mirar tus circunstancias sino que también hace
que pongas tu vista en tus equivocaciones y pecados. Jesús si se miraba a sí
mismo, solo podía ver bondades, mientras que tú y yo vemos tantas cosas
malas que llegamos a pensar que Dios nos dejó en esta situación por causa de
nuestros errores. Sin embargo es necesario que entiendas que tus errores y
equivocaciones no son más grandes que su amor y su poder. Y si llegaste a
estas circunstancias por no poner a Dios en primer lugar, Jesús te dice: “Ven,
yo soy capaz de enderezar todas tus veredas porque quiero perdonarte aunque
me hayas dejado”. Dios nos acepta “en Jesús”. Eso quiere decir que la base
de tu aceptación delante de Dios no está relacionada con lo que tu hiciste o
haces sino en lo que Jesús hizo. Con él tu pasado no cuenta.

Sin embargo Jesús no tenía esa posibilidad. Si él se equivocaba no había


nadie que enderece sus veredas. No había nadie que muera por él. No tenía
substituto que ocupara su lugar porque él era el substituto. Si Jesús miraba
sus circunstancias tenía motivos como para desconfiar, así como cuando tú
miras las tuyas. Sin embargo, él se aferró a la Palabra y venció.

Si tú hoy te aferras a ella vencerás también. Pero si por si acaso piensas que
Dios te está castigando por tus errores, levanta un poco más la vista hacia el
monte Calvario y verás allí una cruz que es la garantía de que tus pecados ya
han tenido su castigo en la persona de Jesús.

No dejes que el diablo te haga dudar del llamado que te hizo Jesús a ser su
discípulo. No dejes que las miserias del reino de Satanás te quiten el deseo de
estar en el reino de Dios. Somos peregrinos en un mundo que no es el
nuestro. ¿Has entendido eso o pretendes quedarte a vivir en el desierto?

Busca hoy a Dios en oración, reenfoca nuevamente tu vista en el Maestro,


pon tu oído en sintonía con sus promesas, permanece confiando en ellas y
vencerás como venció el Maestro.

CUÍDATE DEL PINÁCULO


“Entonces el diablo le llevó a la Ciudad Santa, lo puso sobre el alero del
templo”. Mateo 4:5

No siempre estar en la ciudad santa, y específicamente en el pináculo del


templo, significa que has sido guiado por Dios a aquellos lugares. Él puede
haberlo permitido para que sea la prueba de tu vida. Dios lo usará para su
gloria y para tu crecimiento, no obstante, no necesariamente fue lo que Dios
planeó para tu misión de servicio. Recuerda que Jesús estuvo en el pináculo
del templo sólo por un instante, lo necesario como para ser probado. Sin
embargo, Jesús debía enseñar en los atrios del templo donde la gente pudiera
escucharlo.

A los ojos de Dios no es tan importante dónde estás parado sino por qué estás
allí parado. Es más importante que te escuchen en vez de que te vean, si es
que en realidad tienes un mensaje para dar.

Si toda tu seguridad está basada en la posición que tienes, lo más probable es


que cuando alguien te pida que desciendas a los atrios a mezclarte con el
pueblo, te aferres con uñas y dientes al pináculo. La misión de tu vida no está
determinada por la altura de tu posición, sino que está determinada por la
cantidad de personas que puedes afectar con el mensaje de Dios.

Si allí en la altura hay gente que puedes tocar, entonces allí es tu lugar, sin
embargo considera que si allí permaneces debes pedir mucho equilibrio ya
que mientras más alto estés, más bajo puedes caer. Por otro lado, no debería
ser el miedo a la altura lo que determine que ese no sea tu lugar, debido a que
todo lo que te falte Dios lo suplirá. Tampoco debería ser tu experiencia en
montañismo lo que te haga pensar que debes estar allí, porque no es tu
habilidad de escalar montañas lo que te hace capaz de estar en el pináculo,
sino tu capacidad de permanecer en Dios y de resistir al diablo, humilde
habilidad y equilibrio que muy pocos en la historia han demostrado poseer.

“Échate abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti y en


sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”. Ten
cuidado de pensar que, por tener una función de gran responsabilidad en la
iglesia de Dios tienes derecho a usar su Palabra a tu antojo y a pensar que las
demás personas no son tan capaces como tú y que están por debajo de ti.
Cuando eso suceda, no necesitarás arrojarte hacia abajo para seguir las
indicaciones de Satanás porque sin duda que ya habrás caído. Entre la
presunción y la fe hay un abismo de diferencia en sus esencias, sin embargo
solamente parecen estar separadas por un hilo muy delgado en las
apariencias.

Tú puedes preguntar: ¿Cómo podré saber claramente si he caído? Muy


sencillo. “Por cuanto no disteis un vaso de agua a uno de estos niños, a mi
tampoco me lo disteis”. Lo ampliaré con más palabras: cuando te encuentres
faltándoles el respeto a tus compañeros, cuando el autoritarismo se esté
posesionando de tus acciones, cuando creas que tus opiniones son las mejores
y no quieras escuchar ni considerar las de otros, y cuando te encuentres
atacando a aquel que no piensa como tú, entonces ten la seguridad de que has
caído y que no habrá ningún ángel enviado a sostenerte en sus manos. Si no
te arrepientes, tarde o temprano te estrellarás contra el piso.

Ahora bien, quisiera decirte que cuando se haya acabado tu hora de estar en
el pináculo, Dios no te pedirá que te arrojes a la vista de todos los adoradores,
mostrando de esa manera que “tú” confías y que “tú” tienes fe en las
promesas. Recuerda que tú no eres el centro. Tú no eres un héroe, tú eres un
discípulo.

Dios no te pedirá que te arrojes, sino que te pedirá que desciendas


humildemente y ocupes tu posición allí, en ese lugar a donde él ahora te
llama. Tal vez esa ya no sea una tentación, tampoco la prueba de tu vida, sino
el lugar de tu gloriosa misión y donde cumplas en su totalidad el propósito
por el cual Dios te llamó en el pasado. Puede ser que allí sea el lugar donde
disfrutes realmente de las recompensas que trae el ser un instrumento para
servir a la gente.

No olvides que Jesús fue más útil en los atrios del templo que en su pináculo,
porque en el servicio de Dios la verdadera satisfacción no se obtiene al ser
visto por todos, sino al servir a los demás en el Espíritu.

ACEPTAS O NO ACEPTAS
“Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Mateo 4:9

“Todos los caminos llevan a Roma”. No es así en los planes de Dios. Él tiene
sólo un camino, y quiero decirte que no es tu tarea decir cuál es, esa decisión
está reservada sólo para él. Tú lo aceptas o no, y eso es lo que eliges, pero a ti
no te toca decirle a Dios cómo debe trazar el camino.

En la vida del discípulo no hay tal cosa como una discusión para llegar a una
conclusión. Las condiciones y la conclusión de lo que se debe hacer o seguir
ya están puestas por Dios, tú eres libre de aceptarlas o no, pero en ningún
momento te toca opinar respecto al asunto.

“¡Pero eso no es libertad!” No sé qué es lo que entiendes por libertad, pero


aquí estamos hablando de la libertad de la que habla la Biblia. Esa es la razón
por la que Jesús siempre señaló que para entrar al reino de los cielos era
necesario nacer de nuevo, ya que un corazón orgulloso como el tuyo y el mío
naturalmente desea imponerle a Dios las condiciones. Esa es la evidencia de
que todavía no hemos recibido ese maravilloso milagro que nos hace
humildes para aceptar las condiciones de Dios.

“Todo esto te daré, si postrado me adorares”. ¿Qué era lo que había venido a
hacer Jesús al mundo? ¿No había venido a recuperarlo para Dios? Ahora
Satanás le estaba ofreciendo todo lo que él había venido a buscar pero con
una diferencia, se lo estaba ofreciendo a través de otro camino, uno que Dios
no había señalado, un camino mucho más cómodo, más rápido y sin tanto
sufrimiento. Con sólo un segundo de adoración Jesús podría conseguir
aquello que venía a buscar. ¡Solamente un segundo! En otras palabras,
Satanás le estaba ofreciendo a Jesús un camino alternativo a la cruz.

Quiero decirte que esta tentación no fue fácil para el Maestro. Por el episodio
sucedido en Getsemaní años después, podemos ver que para Jesús no fue
fácil seguir el camino que Dios le marcaba. Tres veces Jesús le pidió a su
Padre que cambiara el camino que debía recorrer para salvar al hombre, y
entonces podemos leer en uno de los evangelios que Dios le respondió: “Creo
que lo que me estás pidiendo es sensato, vamos a ver, dime tú cómo piensas
que debería ser”. ¡No! ¡Eso no está en los evangelios! Eso se encuentra en
nuestro propio evangelio, aquel que queremos escribir con la tinta de nuestro
orgullo. La Biblia nos dice que cuando Jesús oró, derramó gotas de sangre en
su ruego, sin embargo Dios, el Padre, Aquel que se deleitaba en su Hijo, el
que había mandado ángeles para anunciarlo, el que había creado el universo
por medio de él, Aquel que era el centro de todas las enseñanzas del
Carpintero… no dijo nada. Dios hizo silencio. Ese silencio fue suficiente para
que Jesús entendiera que había un sólo camino y ese era el camino de la cruz.

Algunas veces cuando tú ores a Dios, él tambien hará silencios, y cuando eso
suceda, no dejes de rogarle, pero entiende que ese silencio quiere decir que
debes seguir el camino que está delante de ti, aunque no sea el de tu agrado.
No trates de forzar la voluntad de Dios. No te olvides de rogar también por el
“hágase tu voluntad, no la mía”.

Satanás no tuvo éxito con Jesús porque en el corazón del Maestro estaba
claro que aunque el camino de Dios no era el más fácil ni el más atrayente,
era el único. Recuerda a Abraham, a Jacob, al pueblo de Israel, a Sansón y a
David, quienes cuando quisieron tomar un atajo, lo único que lograron fue
hacer el camino más largo.

No busques lo más fácil, porque si así lo haces, puede ser que te encuentres
postrado frente a aquel que quiere destruirte. Recuerda que tu libertad está en
aceptar o rechazar, no en poner las condiciones. Y aunque no nos guste, la
única manera de llegar al trono es a través de la cruz.

LA BODA DE LAS GARGANTAS SECAS


“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas
os serán añadidas”. Mateo 6:33

“A esta altura ya estamos cortos con la comida y el vino para la fiesta de


nuestro casamiento y ¿todavía tú quieres que invitemos a tu primo?” “¡Para
colmo, si viene, no viene sólo, sino con su grupo de amigos que andan con él
de arriba para abajo!” “¡En qué familia me metí! Uno de tus primos
predicando por el desierto disfrazado de Elías, y el otro haciéndose pasar por
el Mesías!”.

No sé si esta debe haber sido la forma de pensar de la prometida del novio de


Caná, pero lo que sí sé es que invitar a la fiesta a Jesús podría haber causado
bastantes pérdidas a los novios. Quizás no hubiera sido tanto si asistiera él
solo, pero ¿por qué con sus discípulos? ¿Quién los conocía?
Si tú hubieras sido la novia ¿hubieras estado contenta con que se acabara el
vino a la mitad de la celebración con tal de que Jesús entrara a la fiesta?
Quiero decirte algo, siempre que Jesús venga a tu vida, te traerá aparentes
pérdidas. Tú tendrás que renunciar a cosas que te parecen importantes y si
usas la lógica, te parecerá que las cosas no saldrán tan bien.

Era lógico que la novia de Caná pensara que el vino faltaría, pero para
bendición de ella, pareciera que no pensó de esa manera. La lógica humana
siempre contradice la divina y por eso si es que pretendes recibir al Maestro
en tu vida debes comenzar con el ejercicio de la fe.

Lo que es pérdida a los ojos de los hombres llega a ser la más grande
ganancia con Jesús. Si lo llegaras a conocer realmente como él es, te darías
cuenta de que no es la boda lo más importante, sino que lo más importante es
que él esté en la boda. No es el vino, el vestido, el souvenir, los arreglos
florales, ni siquiera la novia ¡es Jesús!

Cuando Jesús está en tu fiesta, a pesar de que hayas tenido que renunciar a
ciertas cosas para asegurar su presencia, con él lo tienes todo y no habrá
problema que él no pueda resolver.

“Y faltando el vino…”

“¡Te lo dije! ¡Si no hubiera venido tu primo con sus amigos, no nos hubiera
faltado el vino!”–podría haber reclamado la novia. Sin embargo, el vino
hubiera faltado igual, a la mitad o un poco después de la mitad de la fiesta.
Los cálculos estuvieron mal hechos y punto. Sin embargo, lo que no sabía la
novia era que Jesús había venido precisamente a la fiesta para proveer el vino
que sabía que se iba a acabar.

De acuerdo con lo que podemos calcular, el vino que Jesús produjo en esa
fiesta pudo ser embotellado por lo menos en unas doscientos sesenta y cuatro
botellas de un litro. A la mitad de la fiesta y del mejor vino. Eso nos puede
dar la pauta que los novios siguieron destapando botellas por mucho tiempo
después de la boda ya que cuando Jesús hace algo, no lo hace a medias.

¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiera sido invitado? Sin duda, hubiera
habido un poquito más de comida y el vino hubiera durado tal vez unas horas
más, no obstante sin él todo se hubiera acabado para siempre. Es más, esa
boda, sin Jesús, hubiera sido recordada sólo por un tiempo, y quizás se la
recordaría como “la boda de las gargantas secas”.

Mira qué interesante: con Jesús esa boda llegó a ser la más famosa, por lo
menos del mundo occidental. Después de dos mil años, todavía seguimos
hablando de ella.

¿Te das cuenta dónde está la diferencia? La diferencia está en Jesús, ya que él
tiene la capacidad de llenar todo aquello que de otra forma sería hueco. La
mayor bendición es que cuando Jesús está en la boda lo mejor siempre está
por delante y nunca detrás. Por eso, pide sabiduría para entender qué es lo
más importante en tu hogar y en la vida. Deja entrar a Jesús en tus situaciones
a pesar de que parezca que vendrán pérdidas. Las pérdidas que él te cause
terminarán resultando en tus mayores ganancias. No continúes organizando
una boda de gargantas secas, déjalo entrar.

DEJA QUE TE LIMPIE


“Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas
y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas”.
Juan 2:15

El templo era el centro de la religión judía. Por cientos de años, allí se habían
realizado los sacrificios y las ceremonias que Dios mismo le había ordenado
a Moisés que se hicieran. Nadie dudaba del origen divino del ritual. Sin
embargo, con el paso del tiempo, tejemanejes humanos se habían mezclado
con aquello que una vez fuera de origen divino. Poco a poco se fue perdiendo
la esencia del culto para dar lugar a un comercio “santo” que beneficiaba a la
cúpula sacerdotal. Las ambiciones terrenales tomaron el lugar de las
celestiales.

Es interesante notar que los sacerdotes y el pueblo se podían sentir


amenazados por la colocación de un estandarte romano en el templo y
reaccionando ante tamaña agresión espiritual por parte de los paganos, podían
hasta llegar a dar la vida en defensa de la santidad de aquel venerado edificio.
Sin embargo, cuando los estandartes satánicos de la ambición, el deseo de
poder, el autoritarismo y la codicia fueron siendo colocados poco a poco por
los mismos miembros del pueblo de Dios, nadie les hizo frente, y hasta
llegaron a pensar que eso era lo que Dios había mandado.

A medida que se perdían las esencias del culto, se ponía cada vez más énfasis
en las formas y esto hacía pensar que la fidelidad hacia ellas era fidelidad a
Dios mismo.
La vestimenta de los sacerdotes, la organización y el orden, la imponencia
ceremonial y la grandilocuencia con la que hablaban los dirigentes religiosos
y doctores de la ley, le hacía pensar al pueblo que si debían tener una
referencia de lo que era verdadera religión, la encontrarían en estos dirigentes
que pretendían ser espirituales.

De repente todo este sistema llegó a ser puesto en duda. Alguien se atrevió a
desafiar el orden establecido, diciendo que las cosas debían hacerse de otra
manera. Lo peor del caso es que esta persona era un joven, sin estudio formal,
carpintero, sin apellido y para colmo, venía de Nazaret. No sólo eso, sino que
desafiantemente se atrevió a tirar las mesas donde estaba el dinero, creando
desorden, desconcierto y confusión en los adoradores ritualistas que nunca se
habían cuestionado nada. Tamaña irreverencia debía ser castigada
rápidamente porque de otra manera este hecho podría traer insubordinación y
hasta un cisma en el seno de la iglesia.

Lo más interesante es que este joven, parecía no estar interesado en el poder


jerárquico, porque después de haber limpiado el templo y echado a todos los
que consideraba mercaderes, en vez de autoproponerse sumo sacerdote, se
quedó con el pueblo hablando de pajaritos y semillas y hasta por ahí se le caía
alguna lágrima sanando a algún enfermo.

Sin duda, este muchacho no era nada más ni nada menos que un
desequilibrado emocional, aunque muy carismático, hay que reconocerlo, que
tomaba demasiado en serio el misticismo divino y que a las realidades
concretas, como el dinero, el aparato del templo y la diplomacia eclesiástica,
las consideraba sin ningún tipo de valor. Un joven irreverente que se atrevía a
decirles a los sacerdotes lo que Dios pretendía.

Todo esto produjo una división instantánea, porque siempre así sucede
cuando aparece Jesús en la escena, nadie puede quedarse neutral. Cada
espectador elegiría de qué lado estar de acuerdo a cómo considerara a ese
joven. Para los dirigentes, era un rebelde irrespetuoso que debía morir; para
otros, había que disciplinarlo, pero atraerlo hacia el aparato del templo; para
el pueblo miedoso que no pensaba y que aceptaba ciegamente la palabra de
los sacerdotes, ese joven era un irreverente al que no había que escuchar
porque levantaba muchas preguntas que daba miedo contestar. Para los
enfermos, era su médico del cuerpo y para otros, del alma; para los que leían
la Palabra de Dios, un posible profeta que traería reavivamiento. Para los
rebeldes sin causa, uno más de ellos, a quien le faltaba visión para seguir
hasta el final y derrocar a los corruptos sacerdotes.

Cuando aparece Jesús en la escena solamente tienes una alternativa: seguirlo.


Todas las demás opciones, desde aquellas que desean matarlo, hasta aquellas
que pretenden defenderlo sin someterse a él, terminan siendo bandos que se
pueden oponer entre sí, pero que forman una misma alternativa. Para Dios
hay solamente dos opciones: estás con él, o en su contra.

Si tú hubieras estado allí ¿quién hubiera sido Jesús para ti? Lo que es Jesús
para ti hoy es lo que hubiera sido para ti en aquella época. ¿Lo conoces por lo
que te dicen los sacerdotes y rabinos acerca de él o lo conoces por ti mismo?
¿Has tenido un encuentro personal con él o simplemente su figura representa
una idea de tu tradición religiosa? ¿Apoyas sus enseñanzas porque ellas te
dan la oportunidad de atacar a aquellos que dicen seguir a Dios pero que por
maniobras políticas obtuvieron las posiciones en las cuales a ti te gustaría
estar?

Pídele a Dios reconocerlo hasta en aquellas cosas que van en contra de tus
más queridas ideas porque muchas veces, cuando él entre al templo de tu
cuerpo, lo hará con un látigo, no para castigarte sino para derribar todo
aquello que nada tiene que ver con la adoración a él. Aunque él derribe
aquellas cosas que son las más queridas, no se lo impidas porque es para tu
bien, esas cosas están impidiendo que tú llegues a ser casa de su Padre.

Lo maravilloso de todo esto es que tú elegiste ser un discípulo, de otro modo


no estarías leyendo este libro. Él te eligió y tú has decidido dejar que él
limpie el templo de tu alma hasta que su gloria pueda manifestarse
enteramente a través de ti. Por eso pídele a Jesús hoy que no guarde su látigo
y que siga derribando todo aquello que en tu vida no da gloria a su Padre.
NACIDOS DE LA CARNE
“Lo que es nacido de la carne, carne es”. Juan 3:6

¿Qué significa la frase “lo que es nacido de la carne”? Es toda mejora en la


conducta que no viene como consecuencia de la oración o contemplación de
Jesucristo. Es un apasionado celo por la causa de Dios, pero no por el Dios de
la causa. Es querer servir a Dios sin tomarse tiempo para buscar la fuerza que
viene de él. Es sentirse necesitado por Dios, pero sin tener necesidad de él. Es
defender las doctrinas correctas sin las actitudes correctas.

Es sentirse importante por un puesto que nos fue asignado y pretender ser
servido por los subordinados. Es mencionar a Dios en las oraciones pero no
hacer de Dios la motivación de la oración. Es leer la Biblia para cumplir con
un ejercicio espiritual pero sin sentir necesidad de leerla. Es vivir dando lo
mejor de uno, sin haberlo entregado todo. Es entender intelectualmente que
somos salvos solamente por gracia, pero no poder entender a aquel que ha
caído en el pecado.

Es usar estrategias humanas para alcanzar objetivos personales, dejando de


lado los procedimientos divinos. Es considerar que los pecados peores tienen
que ver con conductas y no con actitudes. Es ser inamovible con las normas
de la iglesia y flexible con los principios del Reino de los Cielos. Es justificar
los pecados propios por causa de los pecados de otros.

Es dejar de usar joyas para considerarnos más santo que aquel que las usa. Es
dejar de tomar para sentirnos con el derecho de criticar al que todavía toma.
Es luchar por crear una cultura denominacional sin pretender reflejar el
carácter de Cristo. Es diezmar la menta, el eneldo y el comino, dejando de
lado la justicia, la misericordia y el amor.

Es aferrarse a la silla en que estamos sentados y tratar de derribar la del que


está a nuestro lado. Es trabajar para Dios, pero no tomarse tiempo para
escucharlo. Es tratar de enseñar a los otros de Dios sin dejar que Dios le
enseñe a uno. Es dejar de comer carne animal para degustar con nuestra
lengua envenenada carne humana.
Es pensar que Dios nos perdona por causa de nuestro arrepentimiento. Es
reconocer nuestra incapacidad para salvarnos por nuestros propios medios,
pero no reconocer nuestra total inhabilidad para hacernos más santos. Es
justificar nuestra impiedad debido a nuestra incapacidad humana de hacernos
más santos. Es enfocar los esfuerzos hacia el mejoramiento de la conducta y
no a la dependencia de Dios. Es minimizar el esfuerzo humano en la vida
cristiana, poniendo como argumento el gran esfuerzo divino hecho para que
seamos salvos. Es justificarse por ser liberal, debido a los excesos cometidos
por los conservadores, o viceversa.

Es creer que Dios nos perdonará porque lo que hicimos no fue tan malo. Es
pensar una cosa y decir otra. Es temer a los hombres que están por sobre uno
para pisotear a los que están por debajo nuestro. Es estar en contra del aborto
y a favor de la guerra. Es no amar a Jesús con toda el alma, la mente y las
fuerzas. Es ser conservador o liberal dentro de una iglesia, pero no ser un
discípulo de Cristo.

Nicodemo se sintió un poco golpeado cuando Jesús le dijo que él era alguien
nacido de la carne pero no del Espíritu. Lo más interesante es que los que han
nacido de la carne, tienen la seguridad de la salvación. Pero ellos basan su
seguridad no en lo que Jesús es, sino en lo que ellos son. Piensan que están
salvos, pero están perdidos. Es el problema de Laodicea.

“Lo que es nacido de la carne, carne es”. Y tú ¿de qué eres nacido? No
olvides que lo que es nacido de la carne no puede entrar en el reino de los
cielos. Necesitas nacer de nuevo.

NACIDO DEL ESPIRITU


“Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Juan 3:6

¿Qué significa nacer del Espíritu? La carne tiene que ver con las acciones. El
espíritu tiene que ver con las actitudes. Tú puedes decidir hacer algo y lo
haces, sin embargo tú no puedes decidir tener cierta actitud y tenerla. Tú
puedes decidir comer y comes, pero tu no puedes decidir tener paz y la tienes.
Tú puedes decidir dar una ofrenda y la das, pero tú no puedes decidir no tener
rencor por aquello que te hicieron. Es más, quizás has intentado vencer el
rencor por mucho tiempo, pero por más que decidiste superarlo, el rencor
siempre volvió a surgir.

A las acciones nosotros las podemos controlar con nuestra propia fuerza de
voluntad, sin embargo no podemos controlar nuestras actitudes. La realidad
nos muestra que como seres humanos tenemos un problema en la fuente. Lo
que Jesús trataba de hacerle entender a Nicodemo era que su servicio a Dios
era el resultado de sus decisiones, pero no el resultado de una transformación
provocada por el Espíritu.

Nicodemo había llegado a practicar acciones buenas, pero seguía teniendo


actitudes malas, motivadas por el orgullo. Nicodemo todavía no había hecho
una entrega de su ser, él había mejorado conductas. El propósito de Jesús no
es que seamos cristianos mejorados, sino cristianos transformados. “Entonces
¿cómo puedo saber si me he entregado o no?”. Muy sencillo. Tú puedes
saberlo analizando la manera en que respondes cuando Dios te pide que
hagas algo que no te gusta. Si tratas de minimizar la importancia de esa
petición dejando que tu parecer dicte lo que harás, entonces todavía no estás
entregado. Pero si te arrodillas, buscando el rostro del Señor, reconociendo el
pecado que mora en ti y pidiéndole a Dios que te dé fuerza desde el interior
para poner tu vida en armonía con su voluntad, entonces estás entregado.

La entrega es una decisión basada en el reconocimiento de nuestra


impotencia. Esa imposibilidad nos lleva a buscar a Aquel que puede crear un
deseo nuevo y santo dentro de nosotros por medio de su Espíritu. Eso es
vencer desde el espíritu por medio del Espíritu. Nacer del Espíritu significa
una transformación interior que se manifiesta en conductas. Pero recuerda, no
todo el que tiene buena conducta ha recibido transformación interior.

Muchos cristianos hoy se están esforzando por mejorar, sin embargo su


orgullo no les permite pasar por el proceso de ser transformados. Si tú quieres
mejorar, lo que debes hacer es poner mucha fuerza de voluntad en tratar de
hacer lo bueno y ocuparte en un montón de actividades excitantes en la
iglesia, no necesitas buscar fuerza de Dios, no necesitas orar, ni estudiar la
Biblia. Esa es la razón por la que nos atrae tanto la idea de mejorar y nos
repele tanto la idea de ser transformados. Para mejorar no es necesario dejar
el orgullo.
Por otro lado, para ser transformado, necesitas poner todos tus esfuerzos en
pasar tiempo con Dios, en estar en continua oración, buscar su voluntad en
todo lo que hagas y velar para poner tus pensamientos bajo el control del
Espíritu. Esto es justamente aquello que le da asco a tu orgullo y es por eso
que no puedes pretender que esto se produzca en ti sin la quiebra de ti mismo.

A eso se refería el Maestro cuando decía “entren por la puerta estrecha”.


Todo esto requiere un esfuerzo de tu parte, debido a que tendrás que decidir ir
en contra de ti mismo. Tú debes llevar tu orgullo a la presencia de Dios y él
será fuego consumidor para ese que es tu peor pecado. Como resultado
experimentarás paz, alegría y verdadera libertad, haciendo aquello que antes
te causaba fastidio.

“Pero, ¿no es que a Dios me debo presentar humildemente?” Sí, es verdad,


pero presentarse humildemente no significa hacerlo pareciendo humilde. La
verdadera humildad es el resultado de la pulverización del orgullo por medio
de la presencia de Dios; por lo tanto, para ser humilde, debes llevar tu orgullo
a Dios y él entonces te hará nacer del Espíritu. Parecer humilde es presentarse
delante de Dios sin querer entregar la soberanía de la vida. Para cubrir esa
falta de entrega puedes ser tentado a usar esas famosas frases que tratan de
disimular el orgullo y la soberbia como: “este humilde servidor”, o “la gloria
sea para él”, o “gracias a Dios, lo hemos logrado y somos los primeros”. Así
transformas tu una oración en la más fina y culta exposición de hipocresía.

Para Nicodemo, esta verdad fue un duro golpe dado por Jesús y aprovechado
luego por el Espíritu, sin embargo su historia posterior nos revela el poder de
Dios transformando la vida de un orgulloso fariseo en un humilde discípulo.

Eso es justamente lo que Jesús quiere hacer hoy de ti y de mí. Es necesario


que hoy mismo dejes de hacer esfuerzos por disimular tu orgullo para hacer
el sacrificio de entregárselo de una vez por todas completamente al Maestro.
Lo importante no es parecer humilde, sino que Dios nos haga conscientes de
nuestro orgullo.

TU DEBES MENGUAR
“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”. Juan 3:30
“¡Pastor Juan! Quiero decirle que el que estaba con usted en la Asociación
del Jordán, de quien usted era amigo, bautiza y todos vienen a él”. ¿Cómo te
hubieras sentido si hubieras estado en la posición del pastor Juan? Fuiste
usado, estabas acostumbrado a bautizar a miles y también a que miles
escucharan tus mensajes, pero ahora aparece alguien que también bautiza y
que es usado con más poder que tú. Tienes un grupo de amigos que se
acercan a ti, celosos de tu persona y de la posición que ellos mismos
adquirieron por estar a tu lado y con sus comentarios te dan la oportunidad
para que expreses tu opinión: “Sí, me he dado cuenta, y es una lástima porque
contando historias tristes de hijos pródigos y ovejas perdidas maneja las
emociones de la gente para que se bauticen”. O tal vez comentas:
“¡Alarmista! Hablando a la gente del lloro y el crujir de dientes del infierno,
los asusta y de esa manera logra una gran cantidad de bautismos”. O tal vez:
“En los pueblos, cualquiera reúne a tanta gente, pero él debiera salir a
predicar al desierto. Allí entonces veremos si tiene tanto éxito como este
humilde servidor”.

¿Cómo hubieras considerado el mensaje de Jesús si hubieras sido un


predicador en esos días? ¿Cómo hubieras reaccionado si tú hubieras sido el
predicador más conocido y Jesús comienza a predicarle a tu gente? Juan dijo:
“Es necesario que él crezca y que yo mengüe”. Tú me puedes decir: “¡Para
Juan era fácil dejar predicar a Jesús, ya que Jesús era el Mesías!”. Déjame
decirte que Juan, cuando dijo esto, no se estaba refiriendo a la persona de
Jesús en Palestina, Juan se estaba refiriendo a la persona de Jesús en su
corazón. El Bautista amaba a Jesús y le había entregado totalmente su
corazón. Como era consciente de su pecaminosidad, sabía que para pasar esa
prueba que se le estaba presentando era “necesario” que la vida de Jesús
creciera en él y que él, su yo, su deseo propio de exaltación, su espíritu
competitivo, su viejo hombre y todo lo que era él mismo, disminuyera.

¿Estás teniendo problemas con una persona? Entonces ¡deja que Jesús crezca
en tu corazón y que tu yo disminuya! ¡Deja de criticar y deja que el Humilde
Carpintero crezca en ti! No justifiques las manifestaciones miserables de tu
yo. Deja que el Maestro crezca y que pulverice el orgullo que siempre está
listo para justificarse y exaltarse. “Pero, es que en este caso tengo razón para
criticar. ¡Esta persona es realmente mala!”. Vuelvo a repetirte, es necesario
que él crezca en ti. Cuando aceptaste al Maestro, llegaste a ser su discípulo y
él puso su vida dentro de ti, no trates de matarla dejando que tu yo crezca y se
defienda. Recuerda que Jesús ya murió una vez y no podrás matarlo dos
veces. Si tu yo persiste en tomar el lugar y destruir al Maestro dentro de ti, él
ya no morirá, él simplemente saldrá de ti y el que morirá serás tú.

Para Juan no era fácil pasar esa prueba, como tampoco lo es fácil para ti, pero
él sabía que la única solución estaba en dejar que el Maestro hiciera lo que
quisiera, como quisiera y donde quisiera. Esa también será la verdadera
solución para cada situación de tu vida, él deberá crecer y tú disminuir.
Cuando prepares tus planes, cuando hagas tus elecciones, cuando alguien te
declare la guerra, cuando escuches música, cuando te recrees, cuando
prediques un sermón y cuando otra persona tenga mas éxito que tú, siempre
él deberá crecer y tú disminuir. Cuando permitas que eso suceda, llegarás a
ser verdaderamente grande porque tu vida de discípulo será simplemente la
manifestación de la vida del Maestro. Dile hoy a Dios que estás contento con
haber recibido la vida de Jesús en ti y que estás dispuesto a que tu yo sea
pulverizado.

VERDADERA FE
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho
más que ellas?”. Mateo 6:26

Jesús quiere que entiendas que eres importante para él y desea que comiences
tu discipulado y crezcas espiritualmente creyendo exactamente eso. A pesar
de que esa verdad es una de las primeras cosas que el Maestro desea que un
discípulo acepte, es una de las cosas en la que más nos cuesta creer. Si
analizas dónde comienzan la gran mayoría de tus problemas de personalidad,
verás que comienzan cuando dejas que ese sentimiento de baja estima
determine tu manera de pensar y accionar.

Cuando piensas que no tienes valor, tienes muchos problemas al relacionarte


con la gente. Vives a la defensiva porque piensas que te van a rechazar.
Continuamente estás pensando que los demás están hablando mal de ti o que
te están criticando. Muchas veces trataste mal a los que te rodeaban porque
pensaste: “Antes de que me hieran, mejor los hiero a ellos primero”. Cuando
hay mucha gente que no conoces, te sientes muy incómodo y no sabes qué
decir. Piensas que si dices algo, seguramente dirás algo que no es importante.

A veces sientes envidia por aquellas personas que parecen muy sueltas y muy
seguras de sí mismas. Quizás en alguna oportunidad comenzaste una linda
conversación con alguien y te fuiste contentísimo a tu casa, pensando que
habías encontrado a una persona que podía ser tu amiga. Sin embargo,
cuando te encontraste nuevamente con ella, no se mostró tan contenta como
tú estabas de encontrarla y por dentro pensaste: “Ahí está, siempre me pasa lo
mismo, esa persona no me quiere y me desprecia”, cuando en realidad esa
persona estaba preocupada por un problema que había tenido con su auto.

Todo eso te lleva a evaluar y preguntarte: ¿Qué piensan los demás de mí? Te
sientes un esclavo de la gente y a la vez continuamente estás tratando de
rendir homenaje a los que admiras para descubrir que, a pesar de todo eso,
nadie te ofrece homenaje a ti.

¿Cuántas veces quisiste enfrentar una situación con convicción tratando de


parecer seguro ante la gente, y al comenzar a hablar sentiste un calor por toda
la cara sabiendo que esa sería la evidencia que delataría tu timidez? ¡Que
impotencia! El problema se agrava cuando descubres que esta sociedad no te
ayuda a salir de aquello que tanto odias, ya que esta sociedad desprecia a los
“débiles” y ensalza a los “fuertes”. Ser fuerte para el mundo secular significa
tener iniciativa, tratar continuamente de ganar, mostrarles a todos cuáles son
sus errores y poseer un orgullo que es admirado si está acompañado de logros
económicos, sociales o académicos.

Después de luchar por muchos años y pasar por diferentes circunstancias en


la vida, te has endurecido un poco y eres ya una persona adulta. Para no sufrir
tanto, has construido paulatinamente una cáscara alrededor de ti, creando
artificialmente aquello que siempre admiraste y odiaste de los otros. Si bien
eso te dio ciertos resultados, ya que antes sentías que no te respetaban, no
estás seguro de qué fue lo mejor, si esto o aquello, porque ahora muchos te
tienen miedo y eso por momentos te hace tener la sospecha de que eres un
tirano que no puede ser amado.

Estás solo, y a pesar de que tu orgullo no te permitirá reconocerlo, tienes una


gran necesidad de amor, de que alguien te acepte así como eres, sin tener que
estar disimulando absolutamente nada. Tienes una gran necesidad de sentir
que eres importante para alguien y que alguien ponga su mano sobre tu
hombro simplemente por aprecio, aceptándote con tu debilidad, enojo,
timidez e impotencia.

Conociendo la miseria de tu corazón herido, Jesús hoy se encuentra contigo a


través de esta reflexión y mirándote a los ojos te dice: “tú eres importante
para mí y quiero que sepas que conozco muy bien todas tus debilidades y
miedos”.

Todas tus experiencias pasadas saltarán como una catapulta en tu mente para
decirte que eso es una mentira, que nuevamente estás ante una situación que
fracasará y que te traerá más dolor. Sin embargo, el Maestro se acerca más a
ti y te dice: “tienes que tener fe”.

“¡Pero si yo siempre he tenido fe, siempre he creído que existes!”. Jesús te


dice: “En realidad, tú creíste que tenías fe, pero si hubieras tenido la
verdadera fe, hoy tendrías paz y no te sentirías emocionalmente solo”.
“Señor, entonces dame esa verdadera fe para que no me sienta más solo.
¿Qué es la fe verdadera?”

“Fe es creer que te amo y acepto así como eres. No necesitas fingir o actuar.
Relájate. Descansa en mí. Yo sé quien eres y conozco todos los rincones de
tu vida, y aunque sé de tus problemas vine a decirte que te amo”.

Cuando Jesús le anunció a Pedro que Satanás lo había pedido para


zarandearlo, le dijo: “Yo he rogado por ti para que tu fe no falte”. ¿Cuál era la
fe que Pedro debía tener y que lo sostendría en la mayor prueba de su vida?
¿Que Jesús todavía seguía existiendo? ¿Que algún día estaría en el reino con
él? ¡No! Jesús había rogado para que Pedro siguiera creyendo que él todavía
lo amaba y lo consideraba su amado discípulo a pesar de haberlo negado tres
veces, de haberlo traicionado y de haberlo insultado en su misma presencia.

La esencia de la verdadera fe es creer que Dios te ama y que eres de infinito


valor a sus ojos aunque todavía estés lleno de imperfecciones. Esa es la fe
que libera, es la fe que trae paz, es la fe que aniquila la soledad.

Tus experiencias pasadas te hacen hasta dudar del amor de Dios, pero por eso
es necesario que comiences a ejercer fe desde ahora mismo en lo que él te
dice. “¡Pero es que yo quiero creer que él me ama, pero no lo siento de esa
manera!” No esperes a sentir, simplemente cree y actúa como si así lo
sintieras. La fe no es un sentimiento, es una decisión. Tú decides creer lo que
Jesús te dice y no le haces caso a lo que sientes. Ese es el secreto de la
victoria. Con el tiempo, a medida que ejerzas esa decisión en las diversas
circunstancias de tu vida, esa fe será acompañada por sentimientos.

Lo que te estoy diciendo es verdad y si estás dispuesto a creer y empezar a


actuar de acuerdo con lo que decidiste creer será el comienzo de la liberación
de las cárceles emocionales y espirituales que te encierran. En realidad, si
ejerces esa verdadera fe, llegarás a cumplir el propósito para el cual Dios te
trajo a este mundo. Tú eres importante y Jesús hoy a llegado a tu vida para
recordártelo a través de esta meditación.

Sin embargo, para que crezcas en la verdadera fe, es necesario que tu hagas
algo. Primero busca los versículos de la Biblia que hablan de lo importante
que eres para Dios, subráyalos, apréndelos de memoria, y cada vez que
Satanás te quiera atacar con pensamientos de que no vales, o que no puedes,
o que no te quieren, repítelos, y decide creer en ellos. Para recordarlos mejor,
cántalos. “¡Pero no sé la música!”. Créala tú, haz tu propia canción. “¡Pero no
soy músico!”. Ahora lo serás. Es necesario que estés concentrado en esto y
estés atento a no perder la verdadera fe.

Segundo, debes dejar de pensar mal de los demás. “Pero yo no pienso mal de
los demás, ellos piensan mal de mí”. Justamente eso, cuando tú piensas que
los demás piensan mal de ti, estás pensando mal de ellos. Déjalos a ellos en
las manos de Dios y no trates de ponerte en el lugar del Espíritu Santo. Tu
único interés debe ser estar concentrado en creer aquello que Dios piensa de
ti, buscando estar en total armonía con él.

Tercero, como ahora comenzarás a tener la seguridad que Jesús da a sus


discípulos, habrá personas que tratarán de crucificar al Jesús que está
creciendo en tu vida. Satanás utilizará esos verdaderos rechazos para que el
miedo tome posesión de tu mente y, de esa manera, vuelvas a estar encerrado
en tus cárceles del pasado. Acuérdate de que al que están rechazando es a
Cristo y que si él fue rechazado por ti, para ti será la más grande gloria ser
rechazado por causa de él. Cuando eso suceda, no te auto proclames como un
mártir, simplemente sigue tu camino cantando aquellas canciones de fe que el
Maestro te dio la oportunidad de componer para él.

VIAJES MISIONEROS
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él
solos; si te oyere, has ganado a tu hermano”. Mateo 18:15

El uso de la fuerza no puede eliminar el mal, solamente puede contenerlo y


limitarlo. La fuerza y el control pueden producir cambios externos, pero
nunca podrán producir los cambios que están relacionados con el alma. Estos
dos elementos son usados por aquellos que buscan resultados rápidos y que
no han desarrollado la virtud de esperar que la aplicación de principios
correctos traiga de por sí misma resultados verdaderos. En otras palabras,
aquellos que los usan, no ejercen fe en los fundamentos del Reino de los
Cielos. Son incrédulos que parecen creyentes porque buscan los resultados de
la fe sin tener la fe misma.

Es por eso que la exhortación será la herramienta que el discípulo usará en


contraposición a la fuerza y el control. La exhortación puede hacer que el
instrumento que abraza el mal busque ayuda para cambiar su actitud. Si bien
el Maestro no quiere que ninguno de sus discípulos sea autoritario, sí
pretende que cada uno de ellos sea firme y no tenga temor de exhortar a aquel
que se está descarriando.

“Pero es que yo no quiero tener problemas con nadie”. Esa es la actitud que
muestra que todavía estás centrado en ti mismo y que no estás dispuesto a
soportar las consecuencias de ser un verdadero discípulo de Cristo. Cuando tú
decidiste seguir al Maestro decidiste vivir para él, no para ti. Por eso,
permanecer en esa decisión te traerá muchas incomodidades. Muchas veces
tendrás que hacer justamente aquello que a tu naturaleza más le repele.

Exhortar al pecador puede traer su salvación y eso será fuente de regocijo y


de alegría para tu vida, sin embargo, también exhortar al pecador puede
provocar la persecusión dirigida al instrumento que lo amonesta. Esta última
consecuencia es la que muchas veces hace que alguien que pretende ser
discípulo no haga nada cuando está siendo testigo de una violación de los
principios divinos.

Esa actitud cómoda y descomprometida corrompe a la iglesia, enfría la


comunidad de creyentes y hace que el amor desaparezca bajo la bandera de
una mal entendida tolerancia. Tú nunca verás al Maestro dejando que alguien
que se dirige a un precipicio continúe su camino sin advertirle de alguna
manera que cambie su rumbo.

De la misma manera, nunca verás a un discípulo suyo quedarse


indiferentemente callado cuando es testigo del pecado que está cometiendo
alguno de sus hermanos. El amor también se debe manifestar en exhortación;
de lo contrario, no es amor verdadero. El amor está comprometido no sólo
con las bonanzas de tu hermano, sino también con sus problemas.

¿Qué hubiera pasado con Jesús si es que nunca hubiera exhortado? Nunca
hubiera tenido problemas con nadie, nunca hubiera sido llevado a un juicio y
nunca hubiera estado colgado de una cruz. Sin duda, él hubiera vivido
cómodamente. Tal vez hubiera sido un gran gobernante terrenal o un gran
filántropo. Sin embargo, nunca hubiera sido nuestro Maestro y Salvador.

De la misma manera, si tu no estás dispuesto a exhortar a quien debes


exhortar entonces quizás te asegures una vida cómoda y sin muchos
problemas, pero con esa actitud estarás eligiendo ir en contra de uno de los
principios fundamentales del Reino de los Cielos, a saber, comprometerte con
el bienestar de tu hermano.

“Pero, a pesar de que yo no exhorto, siempre trato de ayudar a los pobres y


desamparados”. Eso está muy bien, y continúa haciéndolo; no obstante ¿de
qué sirve que salgas en viajes misioneros a países lejanos a construir casas de
personas materialmente carenciadas, cuando hay hermanos que están
muriendo espiritualmente a tu lado y no los amonestas porque deseas evitarte
los problemas que ello te traería?

No dejes de hacer los viajes misioneros al extranjero, pero recuerda que


tienes un viaje misionero mucho más importante todos los días con tu hijo,
cuando lucha por continuar con ese capricho que al final terminará
destruyéndolo. Tienes un viaje misionero con tu hermano de iglesia que tú
sabes que está en pecado, pero con el propósito de evitar incomodidades y
supuestos malos entendidos lo has pasado por alto.

Tu viaje misionero comienza cuando eres testigo de algo que no da gloria a


Dios.

Pero no te confundas, no debes exhortar cuando te cuentan algo, porque si así


lo haces estarás asumiendo la responsabilidad que le toca al que te cuenta. En
ese caso debes exhortar al que te trajo la información para que no te
embarque en un viaje misionero al cual él o ella no está dispuesto a ir.

Hay muchas maneras de exhortar, pero la más eficaz es la firmeza amorosa


que no se deja manipular por presiones. La verdadera exhortación está más
ligada a actitudes que a palabras. Jesús nunca dijo que el discipulado sería
algo fácil, todo lo contrario. Pero él prometió que todo discípulo sería
bienaventurado y victorioso si es que, buscando fuerza en su nombre, está
dispuesto a amar como él amó.

Dios te dé hoy ese amor que se compromete y exhorta y no esa debilidad


egoísta que lo único que busca es asegurarse un espacio cómodo.

EL TE DARÁ LO QUE REALMENTE


NECESITAS
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan?”. Lucas 11:13

“¡Por favor! ¡Déjennos pasar!” La gente no quería dejar pasar a la comitiva


de cuatro que cargaba a una persona inválida de cuerpo y espíritu. ¿Por qué
iban a dejar pasar a aquel que había desperdiciado todas sus energías
juveniles en diversiones, vicios y locuras? La iglesia de Capernaum estaba
llena, en realidad era una casa, la casa de Pedro. Sin embargo, era una casa
que se había transformado en un hermoso templo, porque donde está
hablando el Humilde Carpintero no se necesitan coros ni órganos, ni liturgias
complicadas o costosas alfombras, vitrales ni plataformas. Donde está Jesús,
lo que más interesa es su Palabra y, cuando ella se escucha, entonces todo lo
demás tiene su lugar.
“¡No puedes pasar!, ¿no ves que todo está lleno?” “Pero allí cerca de Jesús
hay un lugarcito pequeño” “¡Estás loco! ¡Ese lugar está reservado sólo para
los que tienen corbata!” “Pero es que yo no puedo caminar”. “¡Por supuesto
que no puedes caminar! ¡Todo es consecuencia de tu vida pasada! Si quieres
escuchar a Jesús, sólo tienes derecho a hacerlo desde fuera. Los palcos están
reservados para aquellos que hemos sido bien criados, que hemos recitado
lindas poesías desde niños en la iglesia y que tenemos un apellido que ha
ganado prestigio por generaciones. Son para aquellos que somos “príncipes
de Israel”.

La iglesia de la casa de Pedro no era muy diferente a muchas otras iglesias.


En ese lugar había mucha gente que rodeaba al Maestro y que lo único que
hacía era impedir el acceso a él. Muy pocos se sentían realmente necesitados.
Había curiosos, oportunistas, fariseos actores, fariseos sinceros pero fariseos
al fin, incrédulos y algunos discípulos.

Al ver a toda esta gente, el inválido les dijo a los que lo cargaban:
“¡Llévenme a mi casa, si esta es la gente que rodea al Maestro, no quiero
tener nada con él!” ¡No! De alguna manera, al paralítico se le había revelado
que el Maestro no se hace responsable de la gente que lo rodea, solamente se
hace responsable de la gente que lo sigue.

Había algo en el corazón del paralítico que estaba queriendo resucitar. El


Espíritu Santo estaba llamando a su corazón y cuando el Espíritu llama y tú
decides aceptar ese llamado, no habrá curiosos ni fariseos, incrédulos ni
hipócritas, formalistas ni seguidores ciegos que te impidan llegar a él. Porque
cuando el Espíritu Santo está trabajando, un inválido puede abrirse paso en
medio de una multitud de caminantes, un desauciado puede comenzar a vivir
en un mundo de seres que sólo existen y un herido puede sanar en medio de
una guerra donde los ilesos se quiebran por dentro.

Si es que estás lejos del Maestro, es porque así lo has decidido y has dejado
que los pecados de los que le rodean sean más grandes que la necesidad que
tienes de él. El paralítico y sus amigos no se dieron por vencidos y pusieron
su voluntad de parte del Espíritu que los impulsaba. Si no se podía entrar por
la puerta, sería por una ventana; y si no se podía por una ventana, sería por el
techo. Cuando Jesús está en Capernaum, no puedes dejar pasar la oportunidad
de tener un encuentro con él, porque puede ser la última de tu vida.
“¡Irreverencia!” –gritó un diácono– “¡Alguien quiere entrar a la iglesia y no
es por la puerta!”. Si la puerta hubiera estado libre, lo que el diácono
declaraba hubiera sido una gran verdad, pero como la puerta estaba
clausurada por aquellos que no tenían necesidad de nada, el Espíritu Santo
decidió que el techo era el mejor lugar de entrada. Cuando el Espíritu Santo
quiere llevar a alguien a Jesús, no trates de indicarle por dónde es la entrada,
porque él, mejor que nadie, sabe cómo llegar a la verdadera puerta que es
Jesús.

“Maestro, mi techo no está asegurado!” –dijo ansiosamente Pedro. Jesús le


dijo con una sonrisa: “Tu techo no estará asegurado, pero lo que sí tienes
asegurada es la vida eterna. Porque de cierto te digo: cualquiera que perdiere
un techo por mi causa, recibirá cien techos más en esta vida y en la venidera”.
¡Gloria a Dios por Jesús! Porque cuando eres su discípulo, puedes perder
techos o casas, trabajos o amigos, dinero o posiciones, pero con él lo tienes
todo y a la vez estás dispuesto a darlo todo con tal de que otra alma
necesitada conozca a tu Maestro.

Mientras el paralítico era bajado a duras penas, la gente murmuraba y se


preguntaba en qué terminaría todo esto. Alguien comentó que este cambio en
la liturgia tendría que haber sido pasado por junta... sin embargo, estaban
todos tan expectantes por ver lo que sucedería que no hicieron mucho caso
del comentario. El paralítico fue puesto delante del Maestro. La iglesia quedó
en total silencio. Jesús miró a la gente, y luego miró al paralítico. La ansiedad
del inválido se dejaba ver por las palpitaciones de la arteria yugular en su
cuello. ¿Qué haría Jesús? El silencio se interrumpió por la voz temblorosa del
paralítico que, entre sollozos, dijo: “Señor, he desperdiciado mi vida en
pecado, y como resultado de eso he quedado postrado. Quiero pedirte que, si
quieres, me hagas caminar”,

Jesús, mirándolo fijamente le respondió: “Hijo mío, lamento decirte que


cuando alguien peca, Dios perdona pero no quita las consecuencias. Ahora
tendrás que seguir arrastrándote por el resto de tu vida”. Y Jesús mirando a la
gente continuó diciendo: “Aquí tienen un ejemplo de lo que hace el pecado,
por lo tanto, si no quieres tener problemas en la vida pórtate bien, come sano,
no le seas infiel a tu esposa, ve a la iglesia todas las semanas y condena a
todos los que no andan rectamente”. ¡No! ¡Ese sermón está escrito en el
evangelio barato de los mundanos eclesiásticos que lo único que lograrán será
quemarse por un poco menos de tiempo en el infierno! Tú no debes dejar de
pecar por las consecuencias que te traerá el pecado. ¡Tú debes dejar de pecar
por amor al Maestro! Esa debe ser tu motivación y ese debe ser el centro del
mensaje de todo predicador que anuncie el mensaje del reino.

“Hijo, tus pecados te son perdonados”–le dijo Jesús al desesperado paralítico.


De la misma manera, puede ser que hoy estés buscando a Jesús para que
solucione tu problema económico, tu problema familiar o tu problema físico.
Sin embargo, cuando te encuentres con él, recibirás de su parte lo que
realmente necesitas. El paralítico necesitaba perdón, necesitaba saber que, a
pesar de todos sus pecados, Dios todavía lo seguía amando y seguía teniendo
un plan para él. ¿De qué le servía caminar si su carga interna no era aliviada?
¿De qué sirve ser libre de una enfermedad si todavía no somos libres de
nosotros mismos?

El paralítico mostró a través de sus ojos un alivio que no podía ser descrito
con palabras. Ya no le interesaba caminar físicamente porque en ese
momento había comenzado a caminar espiritualmente con su Maestro. Sus
músculos se relajaron, ya no estaba ansioso por saber qué sucedería mañana,
lo importante era que hoy él lo había ganado todo.

Muchas veces pensamos que nuestras necesidades reales son aquellas que
están fuera de nosotros. Hoy quiero decirte que tu mayor necesidad está
dentro de ti. Necesitas poner tu corazón en armonía con el Maestro. La
miseria que produce la vida de pecado en ti no te deja ser feliz. Cuando digo
vida de pecado no me refiero solamente a una desenfrenada vida de vicios,
sino a aquella vida que puede parecer intachable pero que está totalmente
centrada en la complacencia propia y en la búsqueda de ambiciones egoístas.
Muchas veces ríes pero por dentro lloras; otras veces tratas de mostrar que
eres fuerte, pero por dentro te estás quebrando. ¿Hasta cuándo estarás
intercambiando verdadera felicidad por ambiciones huecas y vacías?¿Entrega
total por formalidad y responsabilidad eclesiástica? ¿Vida eterna por muerte
eterna? ¿Paz y satisfacción por intranquilidad y miseria?

Búscalo, porque lo hallarás. Llama porque te abrirá. Recuerda que cuando te


encuentres con él, quizás no te dé lo que buscas pero ten la seguridad de que
te dará lo que realmente necesitas y eso para ti será suficiente.
SENCILLO PARA EL HOMBRE, COMPLICADO
PARA DIOS
“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me
acordaré de tus pecados”. Isaías 43:25

Cuando Jesús perdonó los pecados del paralítico, pudo percibir los
pensamientos de incomodidad y acusación que surgieron en las mentes de los
escribas presentes: “¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede
perdonar pecados sino sólo Dios?”.

Jesús entonces, levantando su vista confronta estas incrédulas cavilaciones


preguntando: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son
perdonados, o decirle: levántate y anda?”

A pesar de que Jesús no dio oportunidad para responder esa pregunta, hoy es
necesario que tú y yo la respondamos, y de acuerdo a cuál sea nuestra
respuesta, entonces se evidenciará nuestra actitud hacia el Maestro. Tómate
un tiempo y responde: ¿Qué era más fácil para Jesús: perdonar los pecados
del paralítico o hacerlo caminar?

Hacer caminar a este pobre hombre era algo muy sencillo para el Maestro.
Solamente darle una orden era suficiente. Para el mismo poder que trajo a los
mundos a la existencia, que hizo las grandes constelaciones del universo y
que creó los mecanismos complicados de las células, hacer caminar a un
paralítico era más fácil que participar en un juego de niños. Lo que para
nosotros parece lo más complicado es lo más sencillo para Dios.

Por otro lado, lo que a nosotros nos parece lo más sencillo, termina siendo lo
más complicado para Dios, aunque no imposible. El Maestro siempre desea
comenzar su obra por lo que le es más difícil y es por eso que lo primero que
hizo fue perdonar los pecados del paralítico.

“Pero yo no creo que para el todopoderoso Dios sea más difícil perdonar
pecados que hacer caminar a un paralítico, me parece que eso es minimizar su
poder”. Lamentablemente, ese concepto es el que hace que tanta gente viva
un evangelio de pésima calidad, que no transforma ni hace honor a los
infinitos esfuerzos del Maestro. ¿Qué tuvo que hacer Jesús para que el
paralítico caminara? Solamente dar una orden. ¿Qué tuvo que hacer Jesús
para que el paralítico fuera perdonado? Dejar el trono celestial, la comunión
cara a cara con su Padre, la gloria y la honra de los ángeles para venir a este
oscuro mundo, nacer en un pesebre, ser malentendido, perseguido,
abofeteado, escupido, crucificado y, para colmo, experimentar la eterna
separación de la persona a quien más amaba: su Padre.

¿Crees que para Jesús y la Divinidad fue fácil hacer accesible el perdón?
Decir que fue fácil podría llegar a ser la más grande blasfemia. No te
confundas, el hecho de que Dios esté tan dispuesto a perdonar no quiere decir
que fue fácil el proceso por el cual tuvo que pasar para hacerlo. El perdón
solamente se obtiene con derramamiento de sangre en favor del ofensor, y ser
consciente de ese inmenso sacrificio es lo que hace que un pecador pueda
vivir en continuo agradecimiento y tener deseos de permanecer con Aquel
que ha hecho tanto por él.

Para los soberbios escribas que ese día estaban en la casa de Pedro, era muy
difícil tener la seguridad de la aceptación de Dios. Ellos se habían esforzado
toda su vida por lograrlo. Lo que para ellos era tan difícil, aunque no
imposible de acuerdo a sus conceptos legalistas, pensaban que era fácil para
Dios. Dios solamente debía prestar atención al estilo de vida que ellos
trataban de seguir, la devolución fiel de sus diezmos, su asistencia sabática a
la iglesia, la obediencia inflexible a las normas de las Sagradas Escrituras (no
a los principios), la defensa que ellos hacían de las instituciones que una vez
habían sido establecidas por Dios, y la guerra que ellos le declaraban a
quienes consideraban livianamente lo que ellos abrazaban como la causa de
su salvación. Todo esto hacía que la salvación fuera como un gran esfuerzo
para el ser humano y algo muy sencillo para Dios.

Es por eso que, cuando apareció Uno que vino a vivir y derramar su sangre
para establecer un puente entre el hombre y la divinidad y así lograr que la
salvación (un proceso infinitamente complicado para Dios) sea una realidad
simple para el hombre, lo rechazaron porque era demasiado humillante para
todo el esfuerzo que habían realizado durante todas sus vidas.

La salvación es fácil para el hombre porque fue infinitamente difícil para


Dios. Es por eso que ningún discípulo del Maestro podrá tomar con liviandad
el gran esfuerzo hecho por el Cielo para que un indigno pecador pueda llegar
a ser hecho hijo de Dios. Lo único que el Maestro pedirá a cambio será la
entrega total del corazón. Entonces, cuando eso suceda, lo que para un
miserable escriba es el más grande sacrificio, para un humilde discípulo de
Cristo será la más grande satisfacción.

Cuando tú basas tu salvación en lo que haces, transformas a Dios en un ser


pasivo que sólo debe aceptar o rechazar tus esfuerzos. De esa manera, te
resulta prácticamente imposible aceptar la idea de que Dios acepte a alguien
que no se ha esforzado lo suficiente como para tener una apariencia que lo
recomiende ante la sociedad.

Por otro lado, cuando basas tu salvación en lo que él hizo, entonces se te


empieza a hacer natural el hecho de poner tu seguridad en Aquel que
activamente tomó la iniciativa para redimirte. Ante la magnitud de tan grande
sacrificio, comienzas a darte cuenta de que sería una traición contra el Cielo
pensar que puedes hacer algo para merecerte su favor. Como consecuencia,
estarás preparado para recibir en la unidad del Espíritu a cualquier persona
que desee tener una íntima comunión con el Maestro, aunque a tu criterio
carnal le parezca que esa persona no merece ser salva.

Acepta que tampoco tú mereces la salvación, y recíbela como un don sobre


humano que significó el mayor esfuerzo en el que jamás se empeñó la
Divinidad. Dios hizo de lo más complicado e imposible para tí algo sencillo y
fácilmente accesible. Acepta esa verdad y descansa en Jesús ya que él trabajó
incansablemente por tí para que tú puedas entrar en su bendito descanso
sabático.

DEJA QUE TU FE SE VEA


“Al ver Jesús la fe de ellos”. Lucas 5:20

Si deseas que Jesús actúe en tu vida, entonces debes tener una fe que él pueda
ver. “Pero la fe es algo interior, algo intangible que sólo puede sentirse”–
puedes decir.

Si tu fe no se ve, entonces es una fe falsa, es aquella que se llama


“presunción”. La fe verdadera, de la que habla la Biblia, y la que Dios da a
sus hijos, es una fe que siempre se manifiesta en acciones coherentes con la
voluntad de Dios y sus mandamientos.

La verdadera fe que viene de Dios nace en el interior como un don de Dios,


pero él ha decidido que esa fe se manifieste en obediencia. Debe ser una fe
que se vea.

Déjame explicártelo de la siguiente manera: cuando tienes fiebre, náuseas o


dolor de cabeza, tú sabes que esos son síntomas de una enfermedad; sin
embargo, también sabes que no son la enfermedad misma. Por los síntomas,
tú puedes saber que tienes gripe, diabetes o cáncer. Los síntomas dan
evidencia de la enfermedad que se está formando en el interior de tu cuerpo.
De la misma manera, la obediencia a Dios es el síntoma de la verdadera fe. Si
tienes fe en Dios, se podrá ver a través de tu obediencia.

Por otro lado, así como cuando estás enfermo puedes tomar una aspirina y
hacer desaparecer momentáneamente el síntoma de la enfermedad sin curar la
enfermedad misma, de la misma manera una persona puede tratar de producir
obediencia momentánea sin tener fe.

Hay personas que tratan de producir el síntoma de la fe sin querer pasar por el
proceso de buscar la fe misma. Obedecer sin fe es moralidad, y cuando esto
ocurre, llega a ser una de las peores maldiciones que se puede ver en el
pueblo de Dios. “Pero ¿cómo puedo saber si lo que hago es fruto de la fe o
simplemente moralidad?”. Muy fácil, si la base de tu obediencia es una
relación constante con Jesús a través de la oración, el estudio de la Biblia y
una permanencia en él en todo momento, entonces tu obediencia proviene de
la fe. Sin embargo, si has perdido la capacidad de admirarte de los sencillos
pasajes de la Biblia, si la oración ha llegado a ser un recurso mecánico en tu
rutina diaria y has perdido la noción de vivir constantemente en la presencia
de Jesús, lamento decirte que tu obediencia es moralidad y entonces has
llegado a ser una piedra de tropiezo en el camino de mucha gente. Con esa
actitud has tratado de mostrar que eres un verdadero cristiano, cuando
realmente no tienes una relación íntima con la Fuente del cristianismo.

Para poder sentir de alguna manera seguridad en tu condición, te has adherido


a una tradición denominacional que te ha hecho profesar un estilo de vida
aparentemente bueno. Sin embargo, así como en el joven rico, hay algo en tu
interior que te hace pensar que todo eso no es suficiente.

Los verdaderos discípulos caminan con su Maestro, conversan con él, lo


siguen por dondequiera va. Lo conocen y, por lo tanto, su mayor empeño no
está enfocado en poseer un buen estilo de vida sino en dejar que nada estorbe
su íntima relación con el Maestro. Esa relación con Jesús produce aquella fe
que entonces puede ser vista en humilde obediencia a Dios y en amor y
respeto hacia los demás.

Si realmente quieres tener verdadera fe, Jesús debe verla; de lo contrario, es


una fe falsa. Así como la transgresión de Adán se hizo evidente por la acción
de comer del árbol prohibido, tu lealtad al Maestro se verá en acciones
coherentes con la fe que profesas.

Por eso, comienza hoy tu día buscando al Maestro. Si permaneces en


comunión con él, la fe que te dará se verá manifestada en tu vida mediante
una gozosa obediencia.

IGLESIA MORAL O SALVADORA


“Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho:
No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no
es tu marido; esto has dicho con verdad”. Juan 4:17, 18

Después de casarse, se había dado cuenta de que su marido era un mujeriego.


Ella lo había perdonado muchas veces; no obstante, sabía que él nunca había
cambiado. Ahora estaba sola, él vivía con la amante no muy lejos de allí, y el
rencor cada día la invadía al ver a aquella mujerzuela descarada que, a pesar
de tener tan mala reputación entre las mujeres del pueblo, parecía gozar de la
amistad y el reconocimiento masculino.

Días atrás la había encontrado junto al pozo, pero el escándalo, el desprecio y


la discusión fueron tales que una batalla había sido ganada: la mujerzuela no
se atrevería nunca más a mezclarse como una mujer normal entre las otras
mujeres. Ella era una pecadora rompe matrimonios.
¿Puedes imaginarte lo que se siente por una persona que te roba a tu
cónyuge? Ahora te hago otra pregunta ¿puedes imaginarte lo que se siente
por un Mesías que elige como discípulo a la persona con quien tu cónyuge te
traicionó? ¿Crees que esa persona herida por la infidelidad podría haber
creído en Jesús?

Otra pregunta: ¿por qué Jesús eligió llamar a la samaritana y no eligió llamar,
de acuerdo con lo que sabemos, a la víctima de la samaritana? Sin duda, que
el proceder de Jesús levanta muchas preguntas para las cuales quizás no
tengamos respuesta. Sin embargo, una cosa sí podemos saber, y es que Jesús
siempre llamará al más necesitado.

Por otro lado, siempre que Jesús irrumpe en la escena, lo hará rompiendo los
esquemas humanos tradicionales. ¿A quién se le ocurriría llamar a una
adúltera como discípulo? Es más, hasta los discípulos que caminaban, comían
y dormían con él se maravillaron al ver la escena.

“¡Qué imagen deplorable para la iglesia naciente!” –diría un celoso de la


causa– “¡Yo nunca podría asistir a esa iglesia!” –diría otro–. Sin embargo,
desde el punto de vista divino, esta sí era la más sublime imagen que el
universo podía apreciar de aquella iglesia que nacía para arrasar al mundo:
Dios buscando a una pecadora indigna para hacerla un recipiente de su
gracia.

Si tuvieras que ponerle un nombre a tu iglesia ¿cuál le pondrías? ¿la Iglesia


Moral o la Iglesia Salvadora? Si te estás esforzando por ponerle “Iglesia
Moral” déjame decirte que en tu iglesia no está el Mesías. La misión de Jesús
no se centraba en enseñar moralidad, sino en salvar a las personas del pecado
y la inmoralidad.

Por otro lado, si tu quieres que tu iglesia se llame “Iglesia Pecadora”, déjame
decirte que estás totalmente confundido. Jesús buscó a la mujer samaritana
para salvarla de su adulterio ya que en su vida de pecado ella nunca
encontraría esa agua de vida que apagaría su sed de satisfacción espiritual. La
iglesia de Jesús aceptaba a los adúlteros, pero condenaba el adulterio.

¿Y qué le decimos a la mujer a quien la samaritana le quitó el marido?


Digámosle lo que Jesús le dijo a Pedro: “Lo que yo hago tú no lo comprendes
ahora, pero lo entenderás después”. ¡Qué prueba! Esa es la realidad, el amor
del Maestro es tan inexplicable que, siempre que seas testigo de su
manifestación, amenazará con quebrar radicalmente tus ideas, conceptos y
valores. Si no estás dispuesto a renunciar a tus naturales y “lógicas” formas
de pensar, las acciones del Mesías te causarán la más profunda irritación y
entonces, tarde o temprano, gritarás con la multitud enfurecida: ¡Crucifícale!

Por eso, pídele hoy a Jesús que te dé la suficiente humildad como para
aceptar una manifestación de su gran amor, incluso en aquellas personas que
tanto odias, no sea que ellas formen parte de la Iglesia Salvadora y tú te
pierdas en la Iglesia Moral.

EN ESPIRITU Y EN VERDAD
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que le adoren”. Juan 4:24

De acuerdo a las palabras del Maestro, es necesario que los que adoran lo
hagan con dos componentes: espíritu y verdad. Satanás se las ha arreglado
para que muchos de los que pretenden adorar, adoren con un solo
componente. No obstante, Jesús dijo que deben estar presentes estos dos
elementos y que acercarse a su Padre con uno solo no es completa adoración.

¿Qué quiere decir adorar en espíritu? Cuando la Biblia habla de espíritu se


refiere a lo interior, a aquella parte del ser que se alimenta de la vida de Dios.
Es aquello que tiene que ver con las actitudes. No se puede adquirir la
plenitud espiritual por el simple hecho de desearlo; tiene que haber algo más.

Aquel que adora en espíritu es aquel que ha permitido que Dios lo vacíe de sí
mismo para quedar de esa manera en completa armonía con lo divino. Para
hacer más notorio este concepto, te diré que el hecho de creer
intelectualmente la verdad no asegura que tengas el espíritu correcto. Es más,
si estás en la verdad y no tienes el espíritu correcto, estás en problemas y tu
adoración no sirve de nada.

De igual manera, si tienes el espíritu correcto y no estás en la verdad,


empezaste bien, pero si no buscas la verdad como consecuencia del gran
anhelo que despertó el espíritu correcto en tu corazón, entonces perderás el
espíritu y tarde o temprano terminarás en la mentira.

¿Qué es la verdad? Hay cuatro cosas que la Biblia define como verdad. Jesús
es la verdad (Juan 14:6). La ley de Dios es verdad (Salmo 119:142), los
mandamientos de Dios son verdad (Salmo 119:151) y la Palabra de Dios es
verdad (Juan 17:17). De esta manera, el que adora en espíritu y en verdad
estará en armonía con estas cuatro definiciones de verdad que la Biblia
presenta. Lo que es importante destacar es que estas definiciones de verdad
son dadas en un contexto relacional y no en un contexto legalista.

Podemos encontrar a muchas personas que intelectualmente están de acuerdo


con estas cuatro definiciones de verdad y que, a pesar de esto, no tienen el
espíritu correcto. A estas personas les gusta discutir y argumentar para
demostrarles a los demás que están en el error. Se sienten muy satisfechos
cuando, por medio de su argumentación lógica y rebuscada, pueden dejar
totalmente humillados a aquellos que no conocen demasiado las doctrinas
bíblicas. La verdad para ellos no es para construir relaciones sino para ganar
discusiones.

En realidad, cuando predican y dan testimonio, están más interesados en


mostrar cuánto saben acerca de una verdad intelectual y cuán poco saben los
demás. Utilizan su conocimiento de la verdad como un instrumento de
exaltación propia. Pueden hablar mucho de doctrinas, pero les es muy difícil
hablar del Maestro. El conocimiento adquirido lo han recibido a través de una
institución eclesiástica o libros teológicos, pero no por medio de una
experiencia con el Espíritu Santo.

También encontramos a muchas personas que se llaman a sí mismas sinceras


porque “sienten” un gran amor por Jesús y tienen constantemente su nombre
presente en su vocabulario. Sin embargo, ese autoproclamado amor
sentimental nunca termina mostrándose en una obediencia total al Maestro,
ya que cuando en algún aspecto específico Jesús dice “sígueme”, encuentran
mil y una excusas para no hacer las cosas que la Biblia enseña. Algunas de
esas excusas pueden ser: “ese mandamiento era para los judíos”; “la
salvación es por gracia, por lo tanto, no es necesario obedecer la ley de
Dios”; “esforzarse por obedecer sería legalismo”; “todos los caminos
conducen a Roma, por lo tanto, con que en una iglesia se hable de Dios es
suficiente”; “es que ser fiel a lo que dice la Biblia me haría un fanático y eso
no es lo que Dios quiere de nosotros”.

Hay en cada ser humano la tendencia de querer hacer a Dios a la imagen del
hombre y no al hombre a la imagen de Dios. Es por eso que se piensa que, si
se sigue a Jesús, con tal de nombrarlo de vez en cuando e ir a una iglesia se
puede seguir escuchando la misma música, vistiendo de la misma manera,
hablando de la misma forma, teniendo las mismas costumbres.

“Ah no, pero yo desde que voy a la iglesia dejé la droga”. Yo conozco
personas que sin ir a la iglesia también la dejaron. A Jesús realmente le
parece superficial que hayas dejado la droga si todavía no has dejado la droga
del pecado de querer hacer las cosas como a ti te parece y no como él te lo
pide en la Biblia. Cuando Jesús llega a la vida de alguien, lo transforma todo,
no sólo algunas cosas. Es un proceso, pero es un proceso que nunca termina y
que toca absolutamente todas las areas de tu vida.

“¿Pero entonces, quiere decir que cuando dejé la droga no fue por él?”. Lo
que quiero decirte es que a Jesús no le interesa tanto que dejes la droga como
que llegues a ser un verdadero discípulo suyo, ese fue el motivo por el cual te
hizo dejar la droga. El desea restaurar su imagen en ti y que tú vivas como él
viviría si estuviera aquí en la tierra.

Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que adoran, en espíritu y en verdad es


necesario que adoren”. Jesús aquí no presentó una opción, sino que presentó
una necesidad. Por lo tanto, si deseas adorar al Padre de una manera real y no
en tu propia fantasía, tú debes adorar en espíritu y en verdad, de lo contrario
no se dan en ti los requisitos que el Padre busca en un adorador. Por eso, dile
hoy al Padre que estás dispuesto a ser un adorador verdadero, como Jesús lo
definió y no como a ti te parece.

PUEBLO DE DIOS
“Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén
adoraréis al Padre”. Juan 4:21

Jesús estaba profetizando que la pelea entre judíos y samaritanos acabaría ya


que ninguno de ellos sería el pueblo elegido. La adoración a Dios no
dependería de lugares, sino de actitudes. La verdadera adoración se
encontraría donde hubiera verdaderos adoradores que adoraran en espíritu y
en verdad.

Jesús le aclaró a la samaritana que la salvación venía de los judíos; no


obstante, quiso mostrar que la salvación no dependía de pertenecer a un
pueblo o de adorar en el lugar correcto, sino de aceptar a quien eligió al
pueblo y a quien ordenó adorar en un lugar.

No nos sirve de nada adorar en el lugar correcto, si no adoramos a Jesús


como él pidió que lo adoraran. No sirve de nada (en términos de salvación y
de vida eterna) no ser un adúltero, si no estoy unido a quien me mandó a no
adulterar. No sirve de nada tener una conducta honesta, si no estoy unido a la
fuente de la actitud honesta. No sirve de nada pertenecer a una iglesia, si no
he entrado a ella a través de quien es la puerta. No sirve de nada dejar de
trabajar en el día de reposo, si no he aceptado el reposo que ofrece Cristo.

Como seres humanos, tendemos a aferrarnos a un mandamiento, cuando


dejamos de lado al autor del mandamiento. “Por eso, yo amo a Jesús y eso es
suficiente. No necesito guardar todos sus mandamientos”– me puedes decir.
No me lo digas a mí, dile eso a Jesús y él te responderá: “Si me amas,
guardarás mis mandamientos” (Juan 14:15).

Nos hemos polarizado tanto entre las iglesias cristianas que no queremos
aceptar una verdad bíblica por el hecho de que una de las iglesias
“contrincantes” la enseña. ¡Olvídate de las iglesias y vive lo que Jesús te
pide! Para hacerlo, no necesitas dejar tu iglesia; produce una revolución en la
tuya y haz que tu iglesia sea una iglesia verdadera porque en ella se adora en
espíritu y en verdad. Tendemos a pensar que la iglesia es un templo, una
organización, o una estructura institucional. La verdadera iglesia está
formada de verdaderos adoradores que siguen a Jesús a través de la Biblia.

Dios hace un llamado a un grupo de personas que desean responderle con


fidelidad. Los hace depositarios de su revelación, les da una misión y los
capacita para cumplirla. Eso hizo con Abraham y el pueblo de Israel. Sin
embargo, cuando el pueblo de Israel rechazó a Jesús, los apóstoles
continuaron llamando Israel a aquellos que adoraban en espíritu y en verdad
sin importar que tuvieran sangre israelita o no.

De la misma manera, tú eres parte del pueblo de Israel, no importa a qué


denominación pertenezcas, si aceptas a Jesús como tu Maestro, Salvador y
Señor, y lo adoras en espíritu y en verdad. Cuando Jonás fue a predicar a
Nínive, no constriñó a sus habitantes a hacerse judíos para que sean
perdonados. Simplemente les habló de Dios y lo que Dios pedía de ellos.
¿Piensas que los ninivitas después de arrepentirse no llegaron a ser pueblo de
Dios? ¿Se tuvieron que trasladar a Jerusalén para pertenecer a la iglesia
verdadera? ¡Claro que no! Ellos entraron a la iglesia verdadera simplemente
por aceptar el mensaje de Dios y por estar dispuestos a poner sus vidas en
armonía con el llamado que Dios les hacía a través de su profeta. Si después
del paso de Jonás por Nínive se encontraban en un mismo lugar un israelita
verdadero con un ninivita convertido ¿crees que no hubiera existido armonía?
Por supuesto que sí, porque a pesar de pertenecer a diferentes naciones
tendrían la misma actitud hacia el mismo Dios.

Si somos verdaderos discípulos, para estar unidos no necesitamos pertenecer


a la misma denominación, lo único que necesitamos es adorar en espíritu y en
verdad, como Jesús lo dijo. Si eso se da, perteneceremos a la misma iglesia a
pesar de estar en diferentes denominaciones, guardaremos los mismos
mandamientos y seguiremos al mismo Maestro.

BIENAVENTURADO EL QUE NO TROPIEZA


EN JESÚS
“Y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”. Mateo 11:6

Chasco, tristeza, dolor, confusión y soledad, era lo que sentía después de


haber dado todo por cumplir fielmente la misión que se le había
encomendado. ¿Dónde estaba Dios en esos momentos? ¿Sería que él también
se había confundido y el Humilde Carpintero no era nada más que
precisamente eso: un humilde carpintero?

Juan lo había presentado, lo había bautizado, había permitido que sus


discípulos fueran sus discípulos. Él había dado un paso al costado para que
Jesús pudiera crecer y se había gozado en la seguridad de que era el Mesías.
Sin embargo, ahora Jesús parecía haberse olvidado de quien le había
preparado el camino. Juan no pedía volver al desierto a predicar y ocupar el
mismo lugar que había ocupado antes, lo único que pedía era poder ser
testigo directo, si es que en realidad Jesús era el Mesías, de sus obras y no
estar encerrado allí en una cárcel solo, sin poder comunicarse con el objeto de
su misión, la gente. Él quería seguir colaborando, quería seguir preparando
más camino, quería continuar siendo simplemente una voz que clamaba en el
desierto. A todo esto parecía que Jesús no tenía ni la mas mínima intención
de hacer algo por el profeta. El Maestro continuaba su misión como si nada
hubiera pasado. ¿Cómo te hubieras sentido si hubieras sido Juan el Bautista?
¿De qué te habría servido dar todo por el Señor?

Juan no sabía si quejarse, reclamar, organizar un plan desde la cárcel o qué.


Juan estaba en uno de los momentos más difíciles que le toca vivir a un
discípulo. Ese momento en que parece que Dios desaparece. El momento en
que la lógica de los pensamientos humanos se deshace y se estrella contra la
cruda realidad.

“¿Es o no es? ¿Le pregunto o no le pregunto? ¡Pero si yo recuerdo en ocasión


de su bautismo haber sido impelido por el Espíritu Santo a describirlo como
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! ¿Habrán sido sólo
impresiones?”.

El más grande profeta que existió en el mundo tuvo que aprender a vivir por
fe, como tú y yo debemos hacerlo. A veces pensamos que aquellos que
enseñan y que predican no tienen pruebas. Si es así, pregúntale a Juan el
Bautista. Todos, absolutamente todos debemos perseverar en la fe, y a cada
uno se nos prueba individualmente de acuerdo con la capacidad que Dios nos
concede para resistir.

“Pero si Juan era el más grande profeta ¿qué era lo que Dios creía que él
todavía debía desarrollar a través de esa prueba?”. No tengo ni la menor idea.
Me atrevo a afirmar que Juan fue puesto en esa circunstancia por ti y por mí,
para que a través de su experiencia nosotros entendiéramos que el hecho de
servir a Dios con todo el corazón no nos pondrá automáticamente fuera del
chasco y del dolor.

Entonces Juan, viendo que Jesús no hacía nada, se dio cuenta de que todo lo
que había hecho durante su vida había sido en vano. “Al final – pensó–
muchos de aquellos que actúan sin escrúpulos ni principios están gozando de
muchos privilegios: Caifás, sumo sacerdote; Herodes, adúltero y rey; Judas,
tesorero de la naciente iglesia cristiana y así una cantidad de gente que
profesa seguir a Dios y que lo traiciona con sus actos. ¿De qué sirve ser fiel si
pareciera que los infieles son los que adquieren las recompensas?”.

Como sus discípulos le habían propuesto por mucho tiempo un plan para
escapar de la cárcel y Juan siempre lo había rechazado, ahora decidió
aceptarlo. Es así que unos días después Juan se encontraba fuera de ella, pero
no para predicar en el desierto. En esta ocasión lo encontramos sentado en un
recinto secreto del templo, con los fariseos y saduceos, tramando un plan para
liberarse del yugo romano y, a la vez del Humilde Carpintero que lo único
que hacía era estorbar los planes de independencia y grandeza nacional.

Aunque lo que acabo de escribir no fue lo que sucedió, creo que de una forma
u otra Juan hubiera terminado luchando contra Jesús si no hubiera aceptado el
plan que Dios tenía para su vida. Eso es lo que siempre pasa cuando un
discípulo pierde la paciencia. “Yo sé que eso está mal, pero todo el mundo lo
hace”. ¿No has escuchado muchas veces esa frase? Si tú también estás
tentado a decirlo es necesario que hagas un alto y analices la razón de tu
“servicio”.

Es necesario que entiendas que las recompensas de Dios son mucho más
abarcantes que aquellas cosas que nosotros vemos como recompensas, que no
son nada más ni nada menos que migajas miserables que da el mundo. “Sí,
seguro–puedes decir– pregúntenle a Juan el Bautista... si es que le puedes
preguntar, porque su cabeza está en una bandeja”.

No te confundas. Si bien el final de Juan fue aparentemente trágico, ese final


fue en realidad el comienzo de la más grande recompensa que pueda recibir
un ser humano y la concresión de los deseos más profundos de su corazón. Te
voy a mostrar ahora cuál fue la recompensa que tuvo Juan el Bautista. Si bien
lo que te diré puede ser una especulación, me atrevo a decir que no me
equivoco, conociendo la actitud que Dios siempre ha tenido para con sus
hijos.

Lee Mateo 27: 51–53: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa
ciudad, y aparecieron a muchos”. Bien, me atrevo a decir con un noventa y
nueve por ciento de seguridad que Juan el Bautista estaba entre esos santos
resucitados.

¿Tuvo recompensa? No sólo la tuvo en esta tierra, sino que la está teniendo
ahora mismo en el Cielo. El deseaba colaborar con Jesús en su obra y
colaboró con él de una manera que nunca hubiera imaginado. Así como
sucedió con Moisés, Elías y otros, por momentos puede parecer que Dios
desaparece de la escena de la vida de sus hijos; sin embargo, el hecho de
tener la percepción de que desaparece no quiere decir que él desampara.

A tan grande la prueba resistida con fe, tanto más grande será la recompensa
que Dios te dará. Dios es un Dios de maravillosas sorpresas y no dejará a
ninguno de sus hijos sin darle la plenitud de sus bendiciones. Juan, en vez de
quedarse con quejas y dudas en su mente, decidió llevar su caso al Maestro.
Esa debiera ser nuestra actitud ante toda perplejidad. Por medio de sus
discípulos le preguntó: “¿Eres tú el que había de venir o esperamos a otro?”.

Para el corazón de Jesús, esto resultó en un gran dolor. El más grande profeta
que alguna vez haya existido dudaba de su manera de actuar y de quién era en
realidad. ¿Qué podía esperar entonces de sus discípulos? Jesús no argumentó,
solamente les pidió a los disicípulos de Juan que lo acompañaran y vean lo
que hacía y que justamente eso le contaran a Juan.

Los discípulos de Juan volvieron a su maestro. Le contaron todo aquello que


habían visto. Mientras ellos hablaban, el Espíritu Santo impresionaba el
corazón del Bautista de la misma manera que aquel día que había dicho: “He
aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Juan ahora no
dudaba y la paz embargó su corazón a pesar de las circunstancias que lo
rodeaban. Sus discípulos terminaron su reporte con un mensaje del Maestro:
“Bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí”.

Ese es el mismo mensaje que el Maestro te envía a ti. Sigue siendo fiel, no
desesperes, no pierdas la paciencia del Espíritu, ya que hay una recompensa y
es más grande y gloriosa de lo que tú te imaginas.
¿PAZ O ESPADA?
“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer
paz, sino espada”. Mateo 10:34

¿Pero no fue Jesús quien dijo que los pacificadores heredarán la tierra? ¿No
dijo también él “mi paz os dejo, mi paz os doy”? Aquí pareciera haber una
contradicción en nuestro Maestro. Sin embargo, nota que él cuando habla de
la espada está hablando en un contexto mundial y cuando habla de la paz que
deja está hablando en un contexto personal.

¿Qué quiere decir todo esto?: Jesús te dará paz, gozo y alegría cuando lo
sigas, sin embargo, esa paz del corazón provocará la guerra de aquellos que
están controlados por el odio. Al ser discípulo de Jesús no esperes transitar
por un camino de rosas. Mira la experiencia de Jesús: cuanto más bien hacía,
más procuraban destruirlo. De la misma forma, mientras más te parezcas a él,
más te perseguirán. Pero déjame decirte algo, no busques la persecución para
demostrarles a los demás que eres un discípulo de Cristo, porque entonces lo
único que conseguirás será perder aquella humildad que obtuviste por tener
comunión con el Maestro.

Por otro lado, cuando te persigan, no devuelvas la persecución con


persecución, de lo contrario, esa será la evidencia de que el mismo espíritu
del que te persigue ha tomado posesión de ti, llevándote al infierno junto con
tu enemigo. Recuerda que hay algo exquisitamente extraño en la vida de un
discípulo, y es que si te persiguen por causa de Jesús y sigues aferrado a él
con todas tus fuerzas, serás bienaventurado.

No olvides también que entre aquellos que hoy te tiran piedras puede haber
un Saulo de Tarso que al ser testigo de tu muerte se convierta en un apóstol
de los gentiles. La paz de la comunión con el Maestro es tan fuerte, tan firme,
tan poderosa que ni las llamas del infierno pueden prevalecer contra ella.

Cuando Jesús te dice que al ser perseguido serás bienaventurado, con eso
quiere decir que tú puedes llegar a ser tan maduro en él que ni el
acontecimiento más grave de tu vida podrá afectar tu paz. Es verdad que el
discípulo muchas veces tendrá dolor en la vida, a nadie le causa alegría que lo
persigan. No obstante, es muy distinto a tener una vida con dolor a tener una
vida de sufrimiento.

El sufrimiento es el resultado de no tener fuerza espiritual para asimilar el


dolor. Cuando estás en comunión con el Maestro, lo único que hace el dolor
es transformar el conocimiento en experiencia, haciéndote más sabio y útil en
el camino al cielo. Por eso cuando te persigan, recuerda que no es a ti a quien
persiguen, sino al Maestro que vive en ti. Donde haya corazones necesitados,
siempre tendrás paz en tus circunstancias, pero donde haya corazones
orgullosos, siempre habrá personas que deseen crucificar a Aquel que los está
llamando por medio de su instrumento.

Todo lo mencionado nos lleva a la conclusión de que si bien el discípulo es


un pacificador, a la vez es un soldado que lucha con armas no
convencionales: la justicia, la misericordia y el amor. Por eso, no te asustes si
estás en medio de una guerra, sólo ocúpate de que la guerra no te haga perder
la comunión con tu General.

LEVÁNTATE
“Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos.
Jeremías”. 8:20

Levántate, toma tu lecho y anda. “¿Por qué voy a hacerle caso a la voz de este
extraño que de repente me da una orden que, más bien que una orden, parece
una burla?”.

Levántate, toma tu lecho y anda. “Antes de obedecer ¿me podría decir su


nombre?”.
Levántate, toma tu lecho y anda. “¡Pero Señor, hace 38 años que estoy aquí
tirado y no puedo ni siquiera mover un dedo!”. Levántate, toma tu lecho y
anda. “No tengo quien me ayude a levantarme”.

Levántate, toma tu lecho y anda. “Señor, así no es. Debe ser cuando se mueve
el agua, entonces me arrojas al estanque y yo salgo caminando”.

Levántate, toma tu lecho y anda. “¡Pero, es que yo soy demasiado débil!”.


Levántate, toma tu lecho y anda. “Sí, quiero hacerlo, pero no quedaría muy
bien que ande cargando mi lecho en sábado”. Levántate, toma tu lecho y
anda. “¿Cómo puedo saber que lo que me dices es verdad?”.
Levántate, toma tu lecho y anda. “¿Y qué pasa si es que empiezo a caminar y
me caigo?”.
Levántate, toma tu lecho y anda. “Señor, el lecho es muy pesado para andar
cargándolo”.
Levántate, toma tu lecho y anda. “Está bien, caminaré si es que también me
permites volar”.
Levántate, toma tu lecho y anda. “¿Habrá alguien que camine conmigo?”.

Levántate, toma tu lecho y anda. “Si no sanas a todos los que están en el
estanque, no quisiera tampoco que me sanaras a mí, sería como una
injusticia”.

Levántate, toma tu lecho y anda. “Muy bien, comenzaré a hacer ejercicio para
que se fortalezcan mis piernas y luego caminaré”.

Levántate toma tu lecho y anda. “Explícame cómo lo harás”.

Levántate, toma tu lecho y anda. “La verdad es que si camino, tengo miedo
de perder los amigos que hice en estos treinta ocho años en el estanque”.

Levántate, toma tu lecho y... “Quisiera caminar pero... ¿podría dejar mi lecho
en el estanque?”.
Levántate, toma tu lecho ...“Hasta mis manos están entumecidas como para
tomar el lecho”.

Levántate, toma... “Señor, acabo de ponerme de novio con una chica del
estanque ¿puedes esperar a que me case y después me haces caminar?”.

Levántate... “¡Tanto tiempo estuve tirado que cualquier esfuerzo me daría


mucho dolor!”.

Levántate... “Sí, Señor, yo sé que un día me voy a levantar, pero no hoy”.


(Silencio en el estanque) ...quédate tirado ...acurrúcate en el lecho que tanto
amas porque el Maestro se fue...
Dios te está dando una nueva oportunidad, no pongas más excusas. La
dinámica con Jesús es muy sencilla, solamente haz rápido lo que él te pide.
No pierdas más el tiempo, de lo contrario, tal vez el Maestro se vaya para no
volver nunca más.

Por eso, en el nombre de Jesús “levántate, toma tu lecho y anda”.

LA RELIGION DE LA ABSTINENCIA
“Entonces los judíos le dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de
reposo; no te es lícito llevar tu lecho”. Juan 5:10

Los fariseos sabían muy bien (de acuerdo con sus tradiciones) lo que no se
debía hacer en sábado, pero si alguien les preguntaba qué era lícito hacer,
probablemente no lo sabían. Ellos profesaban la religión de la abstinencia: no
hagas esto, no hagas aquello, no camines así, no digas asá. Eran personas que
gastaban todas sus energías en el “no hacer”. ¿Has sido víctima alguna vez de
este tipo de religión?

Cuando alguien centra todo su pensamiento en tratar de no equivocarse, lo


más probable es que no haga nada correcto. Estos religiosos podían ver que
alguien llevaba un lecho en el día de reposo, pero no podían darse cuenta del
espectacular milagro que había ocurrido: un hombre que había sido paralítico
durante treinta y ocho años, ahora caminaba. No preguntaron: “¿quién fue el
que te sanó?”. Sino “¿quién es el que te dijo toma tu lecho?”.

Eso es lo que produce la religión de la abstinencia, una ceguera tal que no


permite ver los milagros maravillosos de Dios y que llega a ser tan cerrada
que termina achicando el intelecto. Recuerda que, cuando eres discípulo de
Jesús, la cuestión no es abstenerte de lo malo, sino estar continuamente
buscando hacer aquello que es bueno para beneficio temporal y eterno de los
demás. Siempre que Jesús trató de expresar lo que es la verdadera religión, la
presentó en términos de servicio y no en términos de dejar de hacer lo malo.
¿Recuerdas cuando estabas aprendiendo a andar en bicicleta? Cuando
tratabas de concentrarte en no caerte, te caías. Cuando te diste cuenta que el
equilibrio se lograba por pedalear entonces anduviste seguro.
Nota a lo que lleva la religión de la abstinencia. Los dirigentes religiosos se
enteraron más adelante de que Jesús era el que le había dado esa orden al
paralítico y, como consecuencia de ello, procuraban matarle. ¡Que
incoherencia! Era un terrible pecado llevar un lecho en el sábado, pero no era
pecado planear asesinar a una persona (más aún tratándose del Hijo de Dios).

Te voy a presentar una revelación que la Biblia nos muestra: siempre que
veas a alguien en la religión de la abstinencia, compadécete de él o de ella
porque, sin lugar a duda, esa persona está escondiendo algún pecado en su
vida. Jesús lo dijo: “Cuelan el mosquito, pero se tragan un camello”. Tú
puedes tragarte un mosquito sin darte cuenta, quizás alguna vez te pasó y no
lo recuerdas. Sin embargo, es imposible que te tragues un camello sin darte
cuenta.

El fariseo hace énfasis en el mosquito que se tragó el otro, porque está


consciente del camello que tiene atravesado en su garganta. Por eso, no te
dejes engañar por aquellos defensores de lo correcto, que levantan su dedo
para acusar a otros pero que no entienden nada de lo que significa seguir al
Maestro. Por otro lado, no te burles de ellos ni les hagas guerra, porque
recuerda que tú alguna vez estuviste en esa situación.

En los tiempos de Jesús había un dicho muy popular que decía: “No hagas
con los demás lo que no te gustaría que hicieran contigo”. Religión de la
abstinencia. Jesús lo modificó de esta manera: “Haz con los demás lo que te
gustaría que hicieran contigo”. Religión del servicio.

Recuerda que si quieres dejar el mundo sin seguir a Cristo, eso es religión de
la abstinencia, pero si quieres seguir a Cristo, como consecuencia servirás a
las personas que están en este mundo. Religión del servicio.

¿QUEBRANTÓ JESÚS EL SÁBADO?


“Por esto lo judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo
quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio
Padre, haciéndose pasar por Dios”. Juan 5:18

Aquí encontramos la única referencia en la Biblia que nos dice que Jesús
quebrantó un mandamiento. Esto nos pone en un grave problema y
necesitamos analizarlo. Si Jesús quebrantó un mandamiento, entonces debía
morir, pero ya no podía hacerlo en favor de otros, sino simplemente para
cumplir la condena que él mismo se merecía por ser pecador y haber violado
la ley de Dios.

Si Jesús murió en una cruz por su propio pecado, entonces no debiera haber
resucitado ya que Dios sería injusto al darle vida eterna a alguien que merecía
condenación. Si Jesús no resucitó, entonces la iglesia cristiana nació gracias a
un grupo de ingenuos que creyeron las mentiras de unos astutos pescadores
que decían que su Maestro regresaría nuevamente. Si la iglesia es una
fantasía, entonces tampoco Jesús vuelve por segunda vez para instaurar su
reino eterno.

Te pregunto ¿crees que la historia de Jesús es una realidad o que es sólo un


cuento? Si crees que es una realidad, entonces tú crees también que la iglesia
existe gracias a la proclamación del evangelio, hecha por un grupo de
discípulos de Jesús que fueron llenos del Espíritu Santo.

Si crees que la iglesia es una realidad espiritual en esta tierra, entonces


también crees que Jesús resucitó de los muertos y que vive para interceder
por sus hijos. Si crees que Jesús resucitó y vive para interceder por sus hijos,
entonces también crees que murió en favor de toda una humanidad
descarriada. Si crees que él murió en favor de toda la humanidad, entonces
también crees que su vida fue perfecta y sin mancha. Si crees que su vida fue
perfecta y sin mancha, entonces crees que él guardó perfectamente la ley de
Dios.

Si crees que él guardo la ley de Dios, entonces crees que guardó todos los
mandamientos. Si crees que guardó los mandamientos, entonces crees que
mientras estuvo aquí en la tierra guardó el séptimo día como sábado, de
acuerdo con lo que Dios había pedido en su ley.

¿Te das cuenta por qué el decir que Jesús quebrantó un mandamiento hace
que todo lo demás no tenga sentido? “Pero entonces ¿por qué Juan escribe en
su evangelio que Jesús quebrantó el sábado?”. Cuando Juan escribió que
Jesús quebrantaba el sábado, estaba escribiendo desde el punto de vista de los
dirigentes religiosos, con el objeto de mostrar la razón por la cual deseaban
matarlo.

Jesús no quebrantó el sábado de la ley de Dios, sino que quebrantó las


tradiciones que los judíos habían creado alrededor del sábado. Dios había
creado el día sábado para que el hombre se deleitara en su presencia durante
ese espacio de tiempo, pero ese día había llegado a ser un fin en sí mismo y
las personas habían perdido de vista al Dios del sábado.

La Biblia es bien clara en decirnos que Dios estableció un día de reposo. Por
otro lado, Juan nos dice que los judíos querían matar a Jesús porque se hacía
igual a Dios (Juan 4:18). Pero respecto a esto debemos aclarar que Jesús no
se hacía igual a Dios sino que era igual a Dios. Nuevamente, Juan está
escribiendo desde el punto de vista de los dirigentes religiosos. Los dirigentes
judíos no aceptaban la divinidad de Cristo como tampoco aceptaban su
enseñanza ejemplar acerca de cómo debía guardarse el sábado. Jesús no
estaba quebrantando el sábado, sino que estaba poniendo a un lado las
tradiciones humanas sobre el sábado para que ese día llegara a ser realmente
aquello por lo cual fue creado: un día para deleitarse en comunión especial
con un Padre de amor.

Por eso, no digas más que Jesús abolió un mandamiento, porque si así lo
haces, estarás poniéndote a riesgo de negar la divinidad de Cristo viendo las
cosas desde el mismo punto de vista de aquellos dirigentes religiosos. Lo
peor de todo es que, al tener esa actitud, también estarás negando el proceso
necesario para la realidad de tu propia salvación.

LA NUEVA RELIGIÓN
“Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo”. Marcos 2:28

Jesús sabía mejor que nadie cuál era el propósito del sábado. Por otro lado,
los fariseos sabían muy bien, en el concepto de ellos, qué no era lícito hacer
en sábado. Sin embargo, desconocían totalmente el propósito de ese día y,
como consecuencia se atribuían a sí mismos el derecho de decirle al Señor
del sábado qué era lo que no se debía hacer en el mismo.

La tendencia de los fariseos todavía existe hoy día entre aquellos que
profesamos servir a Dios. Muchas veces tenemos muy claro lo que no
debemos hacer pero no sabemos nada de lo que debemos hacer. Muchas
veces nuestra religión está enfocada en el no equivocarse, pero no se centra
en servir. Hablamos mucho de Dios y defendemos sus “normas”
públicamente con lógica e inteligencia (no con sabiduría). Eso nos hace creer
que somos más santos que otros, y esa misma creencia nos lleva a pensar que,
como somos tan santos, no necesitamos consultar la voluntad de Dios para
nuestra vida personal ya que nosotros estamos más allá del bien y del mal.

Los fariseos habían hecho del sábado un fin en sí mismo. Creían que lo
guardaban porque eran estrictos con aquellas tradiciones que ellos habían
creado alrededor de él. Su disciplina religiosa había hecho de ese día santo
una penitencia y no una delicia. Eso es lo que pasa siempre que perdemos el
propósito por el cual hacemos las cosas. Muchas veces leemos la Biblia
porque “tenemos”que leerla, oramos porque “tenemos que hacerlo”, vamos a
la iglesia porque “tenemos” que ir, como si el discipulado fuera una
costumbre, algo mecánico o una tradición impuesta.

Cuando hacemos de todas estas cosas buenas un fin en sí mismas,


terminamos desvirtuándolas y dejan de cumplir el propósito por el cual
fueron instauradas. Tendemos a desvirtuar aquellas cosas que fueron creadas
para que sean nuestra delicia espiritual. Eso fue exactamente lo que hicieron
los contemporáneos de Cristo con el sábado.

Ante este realidad te propongo una idea. Para solucionar este problema
creemos una nueva religión donde no haya que leer la Biblia, ni orar ni ir a la
iglesia. ¿Qué te parece? Si hay tanta gente que lo hace solamente por hacerlo
y sin ningún sentido ¿por qué entonces seguir haciéndolo? Si es así ¡que
nadie nunca más lo haga! (más allá de esto, todos estos fueron ejercicios
espirituales que llegaron al cristianismo a través del judaísmo).

Siguiendo los principios de esta nueva religión que estamos creando


¿deberíamos anular el sábado como día de reposo porque los fariseos lo
transformaron en una penitencia? ¡Por supuesto que sí! Si anulamos el
estudio de la Biblia, la oración y el hecho de congregarnos porque mucha
gente lo hace mecánicamente, entonces también y con mucha más razón
debemos anular el sábado.
Una cosa más: como la mayoría de los contemporáneos de Cristo y muchos
hoy día usan la ley de Dios como un medio de salvación. Eliminémosla
también para que no seamos legalistas.

¿Cómo podríamos llamar a esta nueva religión? Llamémosla la Religión de la


Liberación Sutil. Su principio fundamental será anular todo aquello que los
seres humanos desvirtúan. ¿Cuál es el mayor beneficio de esta religión?
Primero: los problemas se solucionan muy rápido. Segundo: no se necesita
más exhortar a la fidelidad, ya que hasta el amor está desvirtuado. Tercero:
esta será la religión que acepte desde sus mismos principios que el hombre es
corrupto. Cuarto: no es necesario pasar por la puerta estrecha, ya que cada
vez que el hombre falle en algo que Dios pide, anularemos esa exigencia sin
esperar que sea el hombre el que espiritualmente cambie para andar en esa
norma. ¿Cuál es el papel de Jesús en esta nueva religión? Muy sencillo, él
seguirá siendo nuestro Salvador y Perdonador y es a raíz de eso que nos
podremos tomar la “libertad” de anular todo aquello por lo cual él murió.
También Jesús cumpliría la función de un maestro iluminado: si deseas,
sigues sus enseñanzas y si no lo deseas, también está bien, lo mismo serás su
discípulo, ya que esforzarse por seguir las enseñanzas de Jesús lo
consideraríamos “enseñalismo”, o sea, tratar de ganar la salvación por seguir
las enseñanzas de Jesús.

¿Qué te parece? Con esta religión, creo que tendríamos muchísimos adeptos,
hasta tal vez tendríamos más seguidores que los que Jesús tuvo cuando
estuvo en la tierra, ya que él exigía que lo siguieran y que dejaran todo por él.
Nosotros no exigiremos eso, porque si exhortamos a seguir a Jesús y dejar
todo, sería como querer salvarse por seguir a Jesús y uno no se salva ni por
seguirlo, la salvación es por Jesús mismo y por lo que él hizo en la cruz (en
este sentido estaríamos más avanzados en nuestra enseñanza que hasta el
mismo Cristo). ¿No te suena esta filosofía como más cristiana que el mismo
cristianismo?

Déjame decirte que, a pesar de que en mi corazón está esa religión por
naturaleza, no creo que sea, bajo ningún punto de vista, la religión del
Humilde Carpintero. Es verdad que el hombre es corrupto desde sus mismas
raíces. También es verdad que Jesús es nuestro Salvador y no hay nada que
podamos hacer por nosotros mismos para ser salvos. Pero, mi querido amigo,
cuando camines en la salvación, no trates de anular aquello que es parte y
fundamento del nuevo reino al que perteneces sólo porque la gente que
pretende seguir a Dios lo ha desvirtuado. Si hicieras eso, sería como querer
eliminar el matrimonio porque hay muchos divorcios.

Por eso, ruega hoy por el Espíritu para que tu estudio de la Biblia, tu oración,
tu asistencia a una iglesia y tu descanso espiritual en el sábado sean para
profundizar tu relación salvífica con el Maestro. Y recuerda: no trates de
anular aquello de lo que Jesús mismo se declaró Señor porque, si así lo haces
puede ser que un día llegues a prescindir hasta del mismo Maestro.

EL PADRE QUE VIVIÓ POR EL HIJO


“El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había
dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa”. Juan 4:53

Su hijo estaba siendo torturado y carcomido por una cruel enfermedad. Como
padre, debía ser protagonista de una lenta despedida que terminaría en la
muerte. Ver un hijo sufrir esperando la muerte debe ser la peor prueba por la
que algún ser humano tenga que pasar en esta vida. ¿De qué servía tener una
posición prominente en la sociedad si su hijo estaba muriendo? ¿De qué
había servido ahorrar dinero por tanto tiempo? ¿Qué beneficio tenía ser
respetado y admirado por todos si ahora, en este momento de enfermedad,
nadie, absolutamente nadie lo podía ayudar?

Mientras trabajaba, caminaba o dormitaba sin poder descansar, pensamientos


de diferente índole golpeaban su cabeza: ¿Habré sido un buen padre?, ¿habré
amado lo suficiente a mi hijo?, ¿por qué justo a él?, ¿dónde está Dios? La
culpa también desempeñaba su papel más cruel, trayendo a la mente aquellos
momentos específicos donde no hubo tiempo para compartir un sencillo
juego; aquella palabra hiriente en un momento de impaciencia o esa pequeña
caricia que no tuvo respuesta por la insensibilidad nacida de la urgencia de
terminar el trabajo comenzado.

El amor que sentía por su hijo hacía la prueba aun más profunda. Sin
embargo, en su mente, no era esa virtud la que motivaba tanto el deseo de la
sanidad, sino el querer tener una nueva oportunidad de amar aún más al
objeto de su preocupación, para despejar toda duda sobre un pasado donde el
amor tal vez no hubiera sido suficiente. Allí estaba este oficial del rey, en el
momento más oscuro de su vida, ensayando una tierna sonrisa para aliviar el
dolor de quien amaba, disimulando ese indecible gemido que estaba
amordazado por dentro.

Curiosamente, él siempre se había enorgullecido de su hipocresía diplomática


cuando muchas veces había sonreído sin tener el más mínimo deseo de
hacerlo o cuando había adulado a alguien simplemente por concretar ese
negocio que reportaba grandes ganancias. Pero ahora, el tener que mostrarse
fuerte frente a un ser tan débil, lo hacía sentir totalmente frágil, dándose
cuenta de que aquella habilidad desarrollada por los años no era nada
comparada con la habilidad que se requiere para dar apoyo a un hijo al que se
lo lleva la muerte.

Había ido a los médicos, había hecho promesas y votos, había pasado noches
en oración y rezo, pero nada había sucedido. Sólo le quedaba probar un cosa,
y aunque hasta ahora se había resistido a hacerlo, lo que sentía por su hijo era
muy superior a los prejuicios que estaban arraigados en su mente.

En esos días, había oído que Jesús, ese humilde carpintero, venía a
Capernaum. Le habían comentado que él no sólo enseñaba, sino que también
sanaba. Incluso, algunos se atrevían a especular con la idea de que tal vez
fuera el Mesías. ¿Sería posible que ese joven rebelde pudiera tener la
solución que tanto ansiaba y rogaba? En ese momento, quietamente se
levantó de donde su hijo dormía sufriendo, para ir en busca de la última
opción que le quedaba. Mientras cruzaba el umbral de la puerta, sus ojos se
rebelaron, y dejaron salir todas las lágrimas tanto tiempo contenidas, mientras
que la voz, que deseaba intensamente acompañarlas prorrumpiendo en
ruidoso llanto, quedó tensamente sumisa haciendo un nudo en la garganta.
Eso apresuró aún más su salida para ir en busca de aquello que no sabía si
encontraría.

Mientras caminaba, sentía como que algo lo impulsaba. A pesar de que iba en
busca de la sanidad de su hijo, caminaba como si fuera en busca de su propia
sanidad. Por momentos dudaba de lo sensato de su empresa, pero al recordar
el rostro de su hijo enfermo, sentía que cualquier esfuerzo valdría la pena,
aunque no tuviera ningún resultado.
Algunos le habían hablado de Jesús con esperanza, otros con recelos,
poniendo en duda la autenticidad de lo que sus discípulos decían que era,
otros hablaban de él con intenso odio, a pesar de nunca haberlo conocido. Se
decía que muchos lo seguían y que Juan en el Jordán lo había señalado como
el elegido. “¿Será que el Mesías ya está con nosotros? Si él lo es, me lo
demostrará sanando a mi hijo y entonces creeré –pensaba el noble– si no hace
lo que le pido, entonces es un impostor. Si es un impostor... ¡sería un
verdadero bochorno que me vean junto a él!”.

Después de caminar por unas horas, se dio cuenta de que por primera vez en
mucho tiempo su mente había dejado de estar centrada en los padecimientos
de su hijo para pensar en aquel supuesto Mesías. De repente, volvió a la
realidad y divisó una multitud. Sabía que por allí debía estar el tal Jesús. Su
imaginación le había anticipado que se encontraría con un hombre de imagen
y apariencia imponentes. Se metió entre la multitud y, forcejeando, trató de
llegar al lugar donde todos miraban. Después de un prolongado esfuerzo por
llegar al centro, quedó sorprendido al no encontrar nada más que gente y
preguntó: “¿Quién es Jesús?”. Un joven que estaba a su lado, lleno del polvo
del camino y despeinado por el viento, le contestó con tranquila autoridad:
“Yo Soy”.

Silencio... Una mirada de desconcierto, prejuicio y hasta un poco de


desprecio fue suficiente como para que el Maestro se diera cuenta de la
realidad de aquel corazón que lo buscaba. Sonrió tiernamente y, en silencio,
lo miró a sus ojos con una mirada que llegó hasta las mismas entrañas de
aquel hombre desesperado. El noble bajó la vista como avergonzado y con la
voz entrecortada le “rogó que descendiese y sanase a su hijo que estaba a
punto de morir”. “Si no viereis señales y prodigios, no creeréis”– respondió
Jesús desnudando ante la vista de todos los presentes el corazón incrédulo de
este noble desesperado.

En ese momento, el noble comenzó a darse cuenta de algo que nunca había
considerado. La enfermedad física de su hijo lo había hecho sentir tan
impotente que estaba haciendo algo que, en circunstancias normales, nunca
hubiera hecho: venir a pedirle un milagro a un humilde carpintero. Ante la
presencia de este joven viajero, el noble empezó a entender que hay algo peor
que la enfermedad física y eso es la enfermedad del corazón. Él era el que
estaba realmente enfermo, sin embargo, clamó sin pensar demasiado, tratando
de desviar la atención de su propia miseria hacia el dolor de a quien tanto
profesaba amar: “Señor, desciende antes que mi hijo muera”. El noble,
acostumbrado a estar en el control de las cosas, traía un plan para Jesús. Pero
Jesús tenía un plan para él. “Vé, tu hijo vive” –le respondió. En otras
palabras: “tu hijo tiene falta de salud, pero tú tienes un problema aún mayor:
necesitas creer y aceptar la manera en que Dios desea hacer las cosas. Debes
aceptar que la sanidad puede venir de un viajero despeinado y cubierto de
polvo”.

“¡No Señor, desciende a mi casa, yo tengo que ver cómo lo haces!”. Pero
Jesús dijo: “Ve, tu hijo vive”. “Pero mira Señor que yo he puesto como
condición que creeré en ti si sanas a mi hijo, por lo tanto, tienes que venir a
mi casa para que yo vea que realmente lo sanas”. “Ve, tu hijo vive, porque
mira qué interesante
–pudo haber dicho Jesús –yo he puesto como condición que tú creas en mí
para que tu hijo se sane”. “El hombre creyó a la palabra de Jesús y se fue”.
Cuando el noble creyó que su hijo vivía, él mismo vivió. Tanto fue lo que
creyó, que no necesitó correr a su casa para comprobar que su hijo había
sanado.

Al otro día, volvió tranquilamente, dándose cuenta de que la enfermedad de


su hijo había sido el camino usado por Dios para su propia sanidad y que no
era tan importante la salud física de su hijo como la salud espiritual de él
como padre. ¿De qué servía que ese niño fuera sanado si no tenía a nadie que
lo encaminara a la vida eterna?

Jesús sanó a ese niño, porque ahora había un padre que le mostraría la
salvación. La enfermedad de ese niño fue la razón por la cual ese padre se
encontró con su propia salvación. Pero nota lo siguiente: ese niño creció y se
hizo hombre y un día murió. ¿Crees que cuando murió no habrá tenido hijos
y esposa que también oraban para que fuera sano y no muriera? Sin duda que
sí, sin embargo, lo que deseo que notes es que cuando ese niño murió ya
siendo un adulto, murió con la seguridad de la eternidad porque había tenido
un padre que había “creído” en un Polvoriento Viajero que andaba en Galilea.

Para nuestra mente finita, incrédula y egoísta, son las bendiciones temporales
de Dios las que nos causan más alegría recibir. Pero no olvides que Dios
piensa en términos de vida eterna y que, aunque ahora no lo entiendas,
aunque tengas momentos de mucho dolor, aunque un hijo tuyo esté sufriendo,
Jesús fue abandonado por su Padre en la cruz del Calvario para que ninguno
de nosotros fuera abandonado en el peor momento de desesperación.

Pero si tienes un hijo sano, quiero amonestarte en el nombre del Señor para
que no seas incrédulo, no vaya a ser que el sufrimiento de él sea la
herramienta que haga que por fin salgas desesperado a buscar al Maestro. Si
todavía no has decidido seguir al Maestro, debes reconocer que la única razón
para ello es tu egoísmo e incredulidad.

¿Qué crees que demuestra más amor: desear 70 años de salud física para un
hijo o rendirse ante Dios para que nuestros hijos puedan heredar la vida
eterna? No seas egoísta, más que darle años a tu hijo es necesario que le des
eternidad.

¿Sabes cuál es tu verdadero problema? Todavía no creíste de todo corazón en


Aquel Viajero despeinado. Recuerda que, para que haya un milagro en la
vida de tu hijo, primero debe ocurrir un milagro en ti. Aquel padre le
reclamaba a Dios por la enfermedad del hijito cuando no se había dado
cuenta de que Dios le estaba reclamando a él que eligiera la vida eterna. El
padre debía ser sanado espiritualmente primero para que la sanidad física de
su hijo tuviera sentido.

LA BIENAVENTURANZA DEL VITUPERIO


“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y
digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”. Mateo 5:11

Hay algo indómito y paradójico en la vida del discípulo. El puede estar


pasando una de las pruebas más duras que le puedan tocar vivir a un ser
humano, a saber, que digan toda clase de mal contra él mintiendo, y sin
embargo en esas circunstancias, él puede considerarse bienaventurado. Lo
interesante es que Jesús dice “bienaventurados sois”, y no dice
“bienaventurado debes considerarte”. Si fuera así, esto simplemente sería un
consejo para sobrellevar sicológicamente mejor la tragedia de la calumnia.
El que está sufriendo por causa de Jesús “es” bienaventurado y eso quiere
decir que el Maestro se estaba refiriendo a la condición interior del verdadero
discípulo y no simplemente a un mecanismo de defensa. Pedro, el discípulo
que se consideraba sobresaliente por perdonar siete veces a su hermano,
después de haber pasado por la experiencia de la entrega y siendo un apóstol
de Jesucristo, amplía aún más lo que Jesús quería decir y nos presenta la
razón por la cual el que padece vituperio por causa de Cristo es
bienaventurado. El escribe en su primera carta: “Si sois vituperados por el
nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios
reposa sobre vosotros” (1 Pedro 4:14).

Si el Espíritu de Dios mora en ti, debe ser suficiente. Él es la presencia de


Jesús en tu vida. Él es la fuente de gozo y a la vez la fuente de fortaleza.
Cuando tú respondiste al llamado de Jesús a seguirlo, llenó por medio del
Espíritu tu vida y si tú seguiste cultivando esa comunión por medio de la
contemplación y la obediencia, el vituperio es el clímax de tu experiencia. La
gente que te persigue y vitupera no te está persiguiendo a ti, está persiguiendo
al Maestro que está en ti. Jesús ha decidido que por medio del Espíritu tú seas
el recipiente por el cual él se muestre.

Los que moran en tinieblas odian la luz en cualquier lugar donde se


manifiesta y si se manifiesta en ti, al ser imposible para ellos cortar la
energía, tratarán de destruir al foco. Sin embargo, no te olvides que lo que
hacen es por odio a la luz. Por eso ¡alégrate en la persecución porque quiere
decir que has entrado a una etapa de más íntima comunión con el Maestro!

Pero déjame decirte algo: esta nueva etapa, aunque sea bienaventurada,
exigirá de ti una mayor concentración espiritual que la etapa anterior.
Cualquier descuido puede llevarte a pensar que tú eres el blanco de los
ataques en la batalla que el enemigo te declara y no Jesucristo. Cualquier
reacción de tu parte puede transformarse en una vil venganza, cosa que es
ajena al espíritu de un verdadero discípulo. Cualquier lugar que dejes en tu
mente para el pensamiento de que eres una víctima se transformará en la
misma clase de rencor y odio que tienen aquellos que atacan a Jesús en tu
persona.

Por eso, debes estar atento para no perder la bienaventuranza del vituperio, de
lo contrario, llegarás a encontrarte peleando y revolcándote en el mismo lodo
de aquellos que andan en tinieblas. Si el Maestro vive en ti, deja que él sea el
que te defienda porque, cuando llegue ese momento, él no se defenderá a sí
mismo, él nunca lo hizo, sino que defenderá a aquel que ha decidido ser su
vehículo.

Por lo tanto, la ecuación de la etapa del vituperio es la siguiente: tú te


concentras en permanecer en comunión activa con el Maestro, siendo fiel a
sus principios y gozándote de este nuevo escalón al que Dios te llama a subir,
y Jesús se encarga del resto.

Mientras más grandes sean las mentiras que dicen de ti, más grande será la
satisfacción cuando veas la revelación de la gloria de él. Nunca olvides que el
que anda en tinieblas, donde vea a Cristo, va a querer crucificarlo, y si tu has
sido llamado a llevarlo en ti, no esperes otra cosa que la persecución de él, no
de ti.

Por eso, si el centro de tu vida es el Maestro, no dejes que la consecuencias


de seguirlo sean aquello que lo quiten a él del centro de tus pensamientos.
Pídele a Dios que te dé aquella concentración que hará que permanezcas
continuamente con Jesús y alégrate hoy con todo tu corazón porque Dios te
ha escogido para que Cristo sea representado en ti.

PUEDES DESCANSAR AUNQUE ESTES EN


TORMENTA
“Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.
Marcos 4:40

Los discípulos remaban y se desesperaban, el Maestro dormía como si no


sucediera absolutamente nada. Una tormenta furiosa azotaba la barca al punto
que parecía que se anegaba. Sin embargo, doce tripulantes, la mayoría
experimentados en este tipo de circunstancias, sentían tanto temor que se
olvidaban de quiénes eran y con Quién iban.

¿Cuál hubiera sido tu actitud si hubieras estado en esa barca? ¿Hubieras


dormido plácidamente junto a Jesús o te hubieras unido a los discípulos
remando frenéticamente para no dejar que aquel bote se hundiera? ¿Cuál es tu
actitud hoy con respecto a la tormenta que estás viviendo?

Si tú hubieras sido un tripulante más a quien no se le hubiera permitido ni


dormir ni remar, sino solamente ser un testigo de la escena, ¿qué hubieras
pensado de los discípulos y qué hubieras pensado del Maestro? Supongamos
que Jesús no hubiera hecho ningún milagro con la tormenta. Si tuvieras que
haber dado una conferencia de prensa al llegar a la otra orilla ¿cuál hubiera
sido tu análisis de la experiencia? Me imagino que podrías haber dicho lo
siguiente:

“Bueno, primero quiero decirles que los doce discípulos se comportaron


heroicamente tratando de salvar la barca para que no se hundiera, es por eso
que llegamos hasta aquí. Quisiera que todo el reconocimiento fuera para
ellos. Lo que me llamó la atención fue la actitud de su Maestro. Yo la
calificaría como una actitud de profunda irresponsabilidad. En esta
circunstancia, creo que podemos ver claramente a lo que lleva seguir al
Nazareno. Les pide a estos doce jóvenes que lo sigan, que dejen todo por él,
sin embargo, cuando hay que remar en medio de una tormenta, él duerme
plácidamente mientras que esos doce jovencitos reman con toda su fuerza
para poder hacer que él llegue a tierra. En esta experiencia vemos
confrontadas dos actitudes opuestas: la responsabilidad por un lado, y la
irresponsabilidad por el otro”.

“¿Usted cree que el cansancio de Jesús no era una buena razón para que
durmiera en momentos de tanta tensión?”–pregunta un periodista.
“Recordemos la experiencia de nuestro profeta Jonás y nos daremos cuenta
de que quizás estamos ante el mismo caso, alguien que duerme para olvidar y
evadir. No vale la pena seguir a un Maestro que duerme cuando sus
seguidores reman para no que no se hunda la barca donde justamente él está
yendo. Muchas gracias y que tengan un buen día”.

Si éste hubiera sido tu análisis, sin duda que hubiera sonado muy lógico, sin
embargo, debiéramos recordar que la lógica humana es opuesta a la lógica
divina, como la actitud del Maestro frente a la tormenta fue opuesta a la
actitud de los discípulos.

Muchas veces aquellas actitudes que parecen tan responsables para la


sociedad no son nada más y nada menos que la evidencia más grande de
nuestra falta de fe. Es por eso que Jesús, después de calmar la tormenta, hizo
una de sus clásicas preguntas de tierna reprensión que, para el corazón natural
y que no entiende de discipulado, puede sonar como la más flagrante burla:
“¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”

“Pero Señor, estábamos pasando la tormenta más grande de nuestra vida y tú


nos preguntas ‘¿por qué estais amedrentados?’” “¿Qué es lo que pretendes?
¿que estemos tranquilos y que no perdamos el sueño ante semejante problema
que nos hiciste pasar? Además nosotros no nos buscamos este problema, tú
fuiste el que nos dijiste: ‘Pasemos al otro lado’. Nosotros simplemente te
hicimos caso y mira a dónde nos llevaste ¡al medio de una tormenta!”

Cuando el Maestro te invitó a ir al otro lado, él nunca te prometió que no


pasarías por tormentas, él simplemente te aseguró que la barca no se hundiría,
la tormenta será aquello que hará mas evidente la fidelidad de su promesa y
mostrará cuál es la actitud que todavía reina en tu corazón.

“Está bien, pero si él tiene poder para hacer una gran bonanza ¿por qué no la
hizo desde el mismo principio?”

Tú y yo tendemos a pensar que los más grandes milagros del Maestro se


realizan calmando una tormenta en el mar de Galilea, levantando un muerto
después de haber estado en la tumba durante cuatro días o abriendo un mar
delante de su pueblo que es perseguido por sus enemigos. Sin duda que esos
son grandes milagros, pero me atrevo a decir que no son aquellos que más le
gusta hacer al Maestro. El mayor milagro que él quiere hacer no lo realizará
fuera de ti, él quiere realizarlo dentro de tu corazón, en tus actitudes. El
quiere que puedas llegar a tener la misma experiencia que él tiene. El desea
hacer un milagro tan grande en tu mente que ni la más grande tormenta que
atravieses pueda quitarte el sueño debido a que has aprendido a poner tu
seguridad en sus promesas de la misma manera que un niño confía en lo que
le promete su padre amante.

Cuando los discípulos salieron con Jesús en la barca, estaban aparentemente


tranquilos porque el mar estaba tranquilo. En medio de la calma no podían
percibir la tormenta profunda que estaba escondida en su interior. La
tormenta natural lo único que hizo fue conectarse con la tormenta espiritual
que estaba rugiendo dentro de ellos y dio a luz la desesperación, la ansiedad,
y el pánico.

“Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó


el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: “¿Por qué estáis
amedrentados?” “Entonces sacó de su bolsillo unas píldoras ansiolíticas y las
repartió a sus discípulos diciéndoles: tomen estas drogas diariamente porque
lo que es imposible para Dios es posible para los hombres” (Evangelio según
San Humano: 6:66).

Para nosotros los seres humanos, es mucho más natural seguir


desesperadamente remando que hacer un alto y buscar al Maestro para que
nos dé aquella fe que nos haría dormir a pesar de pasar por una gran
tormenta. Es mucho más “creíble” seguir los métodos humanos para calmar
nuestros temores que ir en busca del poder divino. Somos demasiado
desconfiados y tan orgullosos de nuestro pragmatismo que nos es imposible
encontrar soluciones reales a nuestros problemas que tienen su origen en
nuestra necesidad espiritual.

Es interesante notar que cuando los discípulos se dieron cuenta de que toda la
experiencia que tenían como marineros ya no les servían de nada para
enfrentar la tormenta que los azotaba, entonces recién en ese momento se
acordaron del Maestro. Y en ese preciso momento no fue que llamaron a
Jesús para que los salvara, sino que lo llamaron para retarlo y hacerle notar
que su actitud era totalmente irresponsable con respecto a lo que estaba
sucediendo. “¿No tienes cuidado que perecemos?”

Eso es lo que siempre sucede cuando tú has estado remando en el mar de tu


vida sin depender de Jesús y dependiendo de tu habilidad para resolver
problemas. Siempre quieres estar en el control y a pesar de que en algunos
momentos preguntas dónde está Jesús, no es para pedirle salvación de ti
mismo, sino solamente para indicarle qué es lo que él debiera estar haciendo
mientras tú “responsablemente” remas contra la tormenta. Tú quieres decirle
a él cómo, cuándo y dónde debe hacer las cosas.

Es fácil seguir a Jesús en aquellas cosas en las cuales no tienes la más mínima
experiencia, aquellas áreas que no te son naturales ni manejables, pero
cuando él va en tu barca, en esa barca que tú mismo has comprado y que te
ha dado renombre como pescador experimentado, es difícil dejar el mando.
No es que tú no quieras que vaya contigo, pero la sutil diferencia está en que
hagas de él solamente un pasajero. Esa actitud quedará de manifiesto
especialmente cuando atravieses aquella tormenta por la que nunca pasaste,
aquella tormenta que comienza a revelarte la cruda realidad de que todo lo
que estudiaste, lo que trabajaste, lo que escuchaste, lo que aprendiste, lo que
construiste con esfuerzo durante tanto tiempo no te sirvió de nada cuando de
ir con el Maestro se trata.

Es así que en esas circunstancias gritas exigiendo, en vez de suplicando:


“¡Señor estoy remando y tú no estás haciendo nada!” Recuerda que siempre
que le exijas algo al Maestro es porque en algún momento de la travesía tú
decidiste tomar el control de la nave y no dejaste que él fuera el capitán de la
misma.

“¿Pero cómo se puede dormir plácidamente cuando parece que la barca se


hunde?” Aunque parece algo imposible para ti, no es imposible para Cristo.
Para una persona que está agotada físicamente por el servicio no hay nada
más placentero que descansar y ¡cuánto más en medio de una tormenta!

¿Recuerdas aquellas tardes de lluvia cuando escuchabas las gotas repiquetear


en el techo de tu casa? El sonido de la lluvia más bien resultaba en una
canción de cuna que te tentaba a dormir aún más profundamente. Pero
recuerda aquella noche en que deseabas dormir y que escuchabas el sonido de
una gotera cayendo en el baño de tu casa. ¡Qué molesto resultaba para poder
conciliar el sueño! Hasta que no te levantabas para arreglar ese asunto no
podías pensar en la posibilidad de descansar tranquilo. ¡Nota qué interesante!
Un millón de gotas golpeando con toda su fuerza en el techo de tu casa puede
ser la más linda canción de cuna, pero una gota sonando en el baño puede
transformarse en el más grande impedimento para conciliar el sueño. ¿Dónde
está la diferencia? La diferencia está en el lugar en el que golpea la gota.

Cuando las gotas golpean afuera, no importa si lo hacen fuerte o suavemente,


pero cuando golpean dentro, una sola gota puede sonar como la más
tempestuosa catarata. ¿Entiendes lo que lees? Tu problema no está en la
tormenta que estás enfrentando, está en la tormenta con la que vives por
dentro, que está golpeando tu corazón de tal manera que la desesperación
llega a gobernarte por completo. Tú le pides y le exiges desesperadamente a
Dios que calme la tormenta, sin embargo, no te has dado cuenta de que lo que
él tiene que solucionar es esa gota molesta de desobediencia e incredulidad
que está dentro de ti y que te hace vulnerable frente al más pasajero
chaparrón.

“Pero si él sabe que el problema está dentro mío ¿por qué no hace un milagro
y lo soluciona de una vez?” La razón es que Dios puede hacer un milagro
fuera de ti sin tu consentimiento. Es más, lo hizo un sinnúmero de veces y tu
ni siquiera te diste cuenta. Sin embargo, para hacer ese milagro de plomería
espiritual en tu corazón necesita tu permiso, tu deseo, tu petición y tu entrega
total. El pretende que dejes de remar y te acuestes junto a él para dejar de
mirar la tormenta y entrar en armonía con su corazón.

No es tu habilidad de remar lo que hará que tu barca no se hunda sino tu


conciencia de la presencia del Maestro en ella que hará que la gran bonanza
se produzca en tu interior y de esa manera confíes de una vez por todas que
cuando él está, a pesar de que las olas azoten la barca, tú puedes
tranquilamente descansar.

PIENSA POR TI MISMO


“Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido
engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los
fariseos?”. Juan 7:47

Cuando tú decides creer en algo ¿cuál es el criterio que utilizas para aceptarlo
como verdad? ¿La apariencia del que lo enseña? ¿Si la verdad es proclamada
con palabras rebuscadas y la persona que la presenta tiene altos títulos
académicos? ¿Si hay alguna persona importante dentro del medio eclesiástico
que aprueba lo que se dice? ¿Si la persona que habla tiene un puesto de
influencia en la institución a la que pertenece?

Si esos son los criterios que usas en la discriminación de la información que


llega a ti, déjame decirte que si hubieras vivido en la época de Jesús entonces
hubiera sido muy difícil para ti aceptarlo como maestro. Por otro lado,
también hay una cruel realidad en tu vida y es que no has aprendido a pensar
por ti mismo.
Para ser discípulo del Maestro, debes permitir que el Espíritu desarrolle en ti
una mente aguda y crítica. Pero no te confundas, el hombre natural desarrolla
esa mente a base de dudas, el discípulo la desarrolla a base de certezas. El
Espíritu es tan convincente cuando la verdad se presenta que el discípulo no
necesita de la confirmación de la moda, ni de la autoridad que dan los títulos
académicos ni los cargos institucionales.

Cuando se necesita recurrir a esos criterios superficiales en los temas que


tienen que ver con lo espiritual, lo más probable es que se esté queriendo
disfrazar una filosofía que no se puede sostener por sí misma como si fuera
una gran verdad pero que no ha afectado en ninguna forma al que la
promueve.

La realidad exige que el discípulo de Jesús ponga a prueba sus facultades


mentales, analice, tome decisiones por sí mismo por el conocimiento que él
mismo tiene de lo que es verdad. Es por eso que el Maestro dijo: “por sus
frutos los conoceréis”.

Déjame ser un poco más categórico: la Biblia da a entender que el que no


piensa por sí mismo está perdido. La salvación es el resultado de lo que
Cristo hizo por nosotros, pero que se hace una realidad en nuestra vida a
través de una decisión personal. A su vez, para permanecer en la salvación,
debes ejercer cada día y cada momento esa facultad personal e individual
porque eso es lo que Cristo te pide.

“Señor, te seguiré luego que agrade a mis padres en aquello que me piden”.
Estás en peligro. “Señor, yo sé que lo que me dices en tu Palabra es verdad,
pero antes de tomar una decisión, déjame ver si mi pastor lo aprueba”. Estás
en peligro. “Jesús, tu teología es muy simple y a pesar de que suena bien es
una afrenta a toda la preparación de mi vida. Si hablaras un poquito más
complicado y citaras en tus declaraciones doctores en teología reconocidos en
el mundo entero, entonces para mí sería más atractivo”. Estás en grave
peligro. “Señor, lo he entendido, pero tú sabes que si aplico tus enseñanzas,
algunas personas se pondrían en mi contra y estaría en peligro mi estabilidad
laboral”. Estás poniendo en un gran riesgo a tu salvación. “¡Ya sé lo que
podemos hacer! Nadie lea ni escuche al Humilde Carpintero hasta que el Rabí
Fulano nos diga si está bien o está mal lo que enseña”. En esta última
circunstancia, el Rabí Fulano tiene más posibilidades de salvarse que tú.
Lee en la Biblia la historia del rey Manasés y verás que fue un rey perverso,
autoritario y degenerado. Él influyó para que el pueblo escogido dejara el
culto al verdadero Dios por el culto orgiástico a Baal, y pasó a su hijo por
fuego. Fue uno de los reyes más sanguinarios de la historia sagrada. Pero nota
cuán interesante termina la historia de su vida. Después de ir cautivo a
Babilonia, buscó a Dios y se arrepintió. Dios lo perdonó y lo devolvió a su
trono en Judá. Manasés, en el último período de su vida, intentó traer
nuevamente al pueblo escogido al culto del Dios verdadero, pero la Biblia
nos dice que el pueblo estaba tan descarriado que los intentos del rey fueron
vanos. Fíjate qué interesante, el rey Manasés se arrepintió y murió salvo, sin
embargo, aquellos a los que él influyó y a quienes descarrió murieron
perdidos. En otras palabras, alguien que está en el mal por su propia decisión
tiene más posibilidades de salvarse que aquellos que están en el bien o en el
mal por decisión de otros.

Dios no puede salvar a alguien por estar en una inercia tradicional o cultural,
Dios sólo puede darle los beneficios de la muerte de su Hijo a quienes lo
aceptaron por una decisión personal e individual, y de eso se trata el
bautismo. Te repito: es más peligroso estar en el bien por la decisión y
presión de otros que estar en el mal por decisión propia.

No hay estado más desesperado para el ser humano que el depositar su


capacidad de decidir y pensar en otros. Cuando Jesús te llamó al discipulado
te llamó para que pensaras, decidieras, actuaras y enseñaras a otros a pensar
por sí mismos.

El andar con Cristo es algo inteligente y racional que desafiará el


pensamiento de las masas, la estupidez de la moda, y la vanidad de las
apariencias. Sin embargo, recuerda algo, que aunque Jesús te llamó para que
pensaras, no te llamó para que pensaras en lo que te dé la gana, sino para que
tus pensamientos fueran juzgados por los principios del Reino de los Cielos
que se encuentran como un tesoro en su Palabra.

“Si esto es así ¿qué función tiene la iglesia?”–alguien puede decir. La iglesia
está compuesta del grupo de discípulos que han decidido hacer de Jesús y su
Palabra la guía y base para sus vidas. Es justamente, estando en relación con
esa iglesia como tu creces, eres exhortado y alimentado. Dios estableció la
iglesia porque, cuando está sometida a Cristo, es la mejor y mayor influencia
que un ser humano puede tener en su vida.

Pero recuerda algo, la iglesia está para cobijar a todos los que han decidido
personal e individualmente hacer de Jesús su maestro. En otras palabras, los
miembros de la iglesia de Cristo no creen que tienen la verdad, sino que
saben que la verdad la tiene Cristo. Él es la cabeza de la iglesia. Esto genera
la humildad necesaria para poder escuchar y dialogar en respeto entre los
miembros. Por eso, cuando alguien habla, tú escucha, ora, razona, analiza y
compara.

Pero no te confundas. El hecho de pensar por uno mismo no implica tener


una actitud independiente. Todo lo contrario. Cuando piensas por ti mismo y
reconoces que a la verdad la tiene Cristo entonces posees la habilidad para
dialogar, escuchar, averiguar y preguntar. Si lo que una persona dice está de
acuerdo con los principios de la Biblia acéptalo y en esa persona has
encontrado un condiscípulo que dará más fuerza a esa bendita institución
fundada por el Maestro que es la iglesia. Sin embargo, si una persona trata de
imponerte una verdad simplemente por la fuerza del cargo que ocupa, por el
título que tiene o por el color de ojos con que nació, escúchalo y no lo
desprecies, pero ten bien claro que Dios no te pide que le hagas caso.

La última iglesia estará compuesta por discípulos que solamente tengan temor
de Dios y no de los hombres (Ap 14:7). No hay mayor maldición para un ser
humano que ser esclavo de otro ser humano, de una institución o de presiones
de bandos. Tú has sido llamado a ser libre porque has conocido la verdad de
Jesucristo y es a ella que debes permanecer fiel.

Pídele a Dios hoy que te dé esa valentía de permanecer firme a sus principios
a pesar que se desplomen los cielos. Bienaventurados los que piensan por sí
mismos basados en la Palabra de Dios porque ellos serán los que harán crecer
el Reino de los Cielos aquí en la tierra.

JUEZ Y ABOGADO
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra
contra ella”. Juan 8:7
La diferencia es impactante: los escribas y fariseos con toda su aparatosidad y
el Humilde Carpintero con su sencillez. Los escribas y fariseos trayendo a
colación la ley para destruir a una persona. Jesús enseñando la ley para que
sus seguidores vivan en ella. Los escribas y fariseos usando una pobre mujer
adúltera para resaltar su fingida santidad. Jesús cargando el pecado de la
adúltera para poder enseñarle en su propia persona verdadera santidad.

Ante toda esta situación, la gente que había estado escuchando a Jesús queda
paralizada. Los escribas y fariseos parecen por primera vez estar
reconociendo la autoridad del Humilde Carpintero, pues cuando arrojan a la
mujer a sus pies le dicen “maestro”.

¿Es que realmente lo están reconociendo? ¿Por qué no llevaron a la mujer al


Sanedrín? ¿Será que al fin reconocieron que la autoridad del Humilde
Carpintero era mayor que la que ostentaba aquella ancestral institución? Sin
darse cuenta, estos actores de santidad, al poner a Jesús como juez,
justamente estaban haciendo aquello que era lo que siempre se habían
prometido no hacer.

Estos fanáticos de la apariencia se habían olvidado de ciertos detalles de su


propia historia: Amán terminaría su vida colgado en la horca que preparó
para Mardoqueo. Los funcionarios de Babilonia morirían en el foso de los
leones preparado para Daniel, y los hermanos de José terminarían inclinados
ante aquel que en su odio vendieron como esclavo.

Jesús los mira a los ojos, no dice nada, se agacha y escribe sobre las baldosas
llenas de polvo. La diplomacia de los acusadores ahora es reemplazada por
descontento e impaciencia y exigen una respuesta de aquel humilde maestro
que se transformaría en momentos en el juez de ellos.

La mujer permanece en el piso a un lado. Sus cabellos le sirven de velo para


ocultar la vergüenza y miseria que revelaba su rostro. Sus brazos débiles
permanecen en tensión, apoyando las palmas de sus manos contra las
baldosas frías como tratando de evitar que el piso se estrelle contra su rostro
en su humillante desesperación. El silencio para ella era espantoso. Siempre
había tratado de evitarlo justamente con aquello por lo cual la estaban
condenando con el fin de huir de la voz de su conciencia que le señalaba la
suciedad de su propio corazón. Prefería que de una vez llegara la condena y
ya acabar con aquella vida que ella misma muchas veces había intentado
cambiar para sólo encontrarse en un lugar peor.

Si no se entendía a sí misma, menos entendía aquellas voces que la


condenaban pero que con sus ojos a la vez la deseaban. Algunos de los que
estaban allí habían disfrutado acostándose con ella, pero ninguno estaba
dispuesto a vivir junto a ella. Otros le habían prometido amor a cambio de su
cuerpo para luego pagarle con el más intenso odio, asco y desprecio. ¡Amor
humano! Basado en necesidades físicas, emocionales y sociales, pero no en la
razón limpia que viene como fruto de la regeneración del alma.

¿Qué sentido tenía seguir viviendo? Al final de todo, los escribas y los
fariseos hipócritas le estaban haciendo un gran favor. Sin embargo, lo que
esta mujer adúltera no sabía era que cuando alguien te quiere condenar, no
logrará su propósito si lo que hace es arrojarte a los pies del Maestro.

Allí seguía él escribiendo y los fariseos insistiendo. Tranquilamente, pero con


la autoridad de un juez de índole celestial, Jesús se enderezó y mirando a los
ojos de los acusadores, pronunció sentencia: “El que de vosotros esté sin
pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Esa frase, para los
acusadores era más que una frase. Los ojos de aquel a quien querían tentar
fueron como llamas de fuego que analizaban los lugares más secretos de sus
corrompidos corazones. Era imposible resistir su presencia. Era imposible
intentar levantar una piedra. Aunque nunca habían compartido sus secretos
con nadie, ahora todos entendían que él sabía.

Cuando los acusadores trajeron a la mujer, habían estado tan ansiosos de que
el Carpintero cayera en la trampa, que no se habían dado cuenta de aquello
que él estaba escribiendo en el polvo. Ahora que Jesús continuaba con ese
extraño acto, se sintieron obligados por una fuerza extraña a prestar atención.
Ese mismo dedo que había definido lo que era santidad en la roca sinaítica,
en ese mismo momento estaba escribiendo lo que era pecado en el polvo del
templo de Jerusalén. Vergüenza, horror y confusión. Uno a uno comenzó a
sentir el peso de su conciencia, y como no estaban interesados en pedir
perdón, tuvieron que irse en silencio con el fin de diseñar nuevas estrategias
para justificar aquellos pecados que los llevaban a esconderse detrás del
disfraz de escribas y fariseos.
“Y quedó sólo Jesús y la mujer que estaba en medio”. Jesús se enderezó y no
vio a nadie, e hizo una pregunta a la mujer que seguía como hipnotizada
mirando al piso. “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te
condenó?” Por primera vez la mujer levanta el rostro tímidamente y contesta
como confundida “Ninguno, Señor”. El Maestro pronunció entonces una de
las frases más bellas registradas en la Biblia: “Ni yo te condeno; vete, y no
peques más”.

Las fuentes del corazón de la mujer se abrieron y un tipo de lágrimas de


alivio, que ella nunca había experimentado brotaron de sus ojos anunciando
el nacimiento de la fe. “¿Quién es este que no me condena?”; “¿Qué razón
tenía este maestro para perdonarla?”; “¿Acaso él no había leído lo que la ley
de Moisés decía de las adúlteras?” Por supuesto que él lo sabía, él mismo era
quien la había inspirado. Sin embargo lo que esta mujer todavía no había
entendido, era que ese humilde maestro en poco tiempo estaría colgado de
una cruz para pagar la condena que el pecado había provocado en ella.
Nunca te olvides que el Maestro se deleita en perdonar, porque eso es lo que
le da sentido a su sacrificio. Cuando tú también llegues a deleitarte en
perdonar, entonces será una maravillosa evidencia de que has llegado a andar
en íntima comunión con el Maestro. Por eso, recuerda algo muy importante,
siempre que vayas a Jesús tratando de condenar a alguien el se transformará
en un juez para ti y un abogado para el que condenas. Porque él no vino para
condenar sino para salvar.

COMO CREISTE
“Ve, y como creíste, te sea hecho”. Mateo 8:13

Así le contestó Jesús al centurión que vino a él en Capernaum buscando


sanidad para su siervo. ¿Qué pasaría en tu vida si Jesús te dijera lo mismo?
¿Crees que habría algún cambio?

“Como creíste te sea hecho”. Las palabras de Jesús dan a entender que Dios
se autolimita de acuerdo a la fe de cada individuo. Analicemos situaciones
reales de tu vida. Cuando pides perdón por algún pecado específico ¿qué
crees que pasaría en tu vida si Jesús te contestara: “como creíste, te sea
hecho”? ¿Crees que serías perdonado? Cuando estás en un momento de
inminente peligro físico y clamas a Dios por salvación ¿qué crees que
sucedería si él te contestara: “como creíste te sea hecho”? Cuando le estás
pidiendo a Dios por la salvación de una persona ¿crees que se produciría
algún cambio en la persona si Dios te contestara “como creíste, te sea
hecho”? Cuando alguien está haciendo una injusticia contra tí y clamas para
que Dios tome control de la situación y Dios te contesta: “como creíste, te sea
hecho” ¿crees que recuperarías la paz y el sentimiento de seguridad
inmediatamente?

Tenemos muchas veces la costumbre de clamar a Dios porque sabemos que


tenemos que hacerlo, sin embargo vamos a él con duda, pensando que “tal
vez” contestará nuestra petición. Es por eso, que cada vez oramos menos y
nuestra falta de fe va siendo sutilmente suplida con métodos y estrategias
humanas para resolver los problemas de nuestra vida.

Cuando eso sucede, comenzamos a ver a aquellos que creen que Dios se
mueve por el clamor de sus hijos como “místicos” o poco prácticos. En esas
circunstancias, es lógico que pensemos así ya que Dios se manifiesta en cada
vida de acuerdo a cómo cada una cree. En otras palabras, si creemos que Dios
contestará nuestra oración, él la contestará. Si creemos que él puede
hablarnos directamente por medio del Espíritu Santo, él nos hablará. Si
creemos que Dios puede vencer en la batalla contra las huestes malignas
espirituales, él vencerá. Si pensamos que Dios es un Dios de milagros, él
entonces lo será.

Sin embargo no cometamos la necedad de llegar a pensar que nuestra fe es la


causa por la que Dios obra, porque entonces como resultado nos
encontraremos tratando de darle órdenes a Dios como si fuéramos su jefe.
Tampoco debiéramos caer en el error de pensar que es nuestra fe en lo que
pedimos lo que hace la contestación posible. No es tu fe en lo que pides, sino
tu fe en la Persona a quien le pides.

La fe es el medio por el cual tú te haces testigo y beneficiario de las acciones


maravillosas de Dios. Dios continuamente está trabajando y creando
bendiciones para sus hijos, sin embargo solamente pueden experimentar la
obra de Dios aquellos que creen que Dios actúa. “Como creíste, te sea
hecho”.
Cuando el centurión se acercó a Jesús pidiéndole la sanidad de su siervo, la
Biblia nos dice que Jesús estaba dispuesto a descender a su casa, sin embargo
el centurión creyó que Jesús tenía poder de solamente dar la orden para que el
milagro sucediera. Tal cual como el centurión creyó en Jesús, así sucedió. El
creer del centurión no estaba basado en lo que él pensaba que Jesús debía
hacer, sino en lo que él creía que Jesús era. El centrurión creyó en él y fue
recompensado. Jesús se maravilló de la fe sencilla de este “pagano”.

“Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su


criado fue sanado en aquella hora”. Te hago ahora la misma pregunta que te
hice al principio: si hoy Jesús te dijera lo mismo que al centurión aquel día
¿sucedería algo en tu vida? Pidámosle hoy a Dios que nos de aquella fe
sencilla que se amolda racionalmente a los esquemas de Dios para que Jesús
nos pueda decir libremente: “Ve, y como creíste te sea hecho” y como
resultado de ello comencemos a ser testigo de los milagros de Dios.

TU NO ERES EL PANADERO
“Dadles vosotros de comer”. Lucas 9:13

Eran cinco mil personas sin contar las mujeres y los niños. Para seguir la
orden de alimentar a la multitud había solamente una solución, ir y comprar
pan en el pueblo más cercano. Era ya la tarde y en la aldea no había panadería
tan grande que pudiera abastecer a tanta gente sin que se le hubiera avisado
por lo menos con una semana de antelación.

Cuando Jesús dio la orden de dar de comer a la multitud, los discípulos


comenzaron a pensar en cómo iban a conseguir o producir el pan. Ellos
pensaban que Jesús les pedía que sean panaderos cuando Jesús les estaba
pidiendo que sean distribuidores.

Ante esta confusión los discípulos sugirieron lo más práctico. “¿Por qué no
los dejamos que vayan a buscar su propio pan y así nosotros no cargamos con
toda la responsabilidad de alimentarlos?” Esa era la solución más lógica.
Aparte era una muy buena estrategia institucional. En vez de hacer que la
responsabilidad de la alimentación caiga sobre doce, cada uno debería
hacerse responsable de su propia comida. Vendría a ser como una medida
descentralizadora y pondría menos cargas sobre los hombros de unos pocos.
Si esa sugerencia era aplicada, Jesús y sus discípulos deberían hacer
exactamente lo mismo que todos, buscar su propio pan. Si alguien se quedaba
sin comer a causa de esa medida se podía solucionar el problema con un
slogan que dijera: “la alimentación es personal”. Con eso ya no importaría si
los distribuidores repartían pan o no lo repartían y daría la oportunidad para
que el pan no sea el centro, cada uno podría dedicar el tiempo a sus asuntos
personales.

Eso era exactamente lo que Jesús no quería, que cada uno buscase su propio
pan. Sin embargo Jesús pretendía que cada uno comiera por sí mismo. Jesús
había llamado a sus discípulos para que sirvan y no para que den ideas de
como cada uno debía servirse a sí mismo. Los discípulos estaban
proponiendo una comida individualista, Jesús estaba proponiendo una comida
comunitaria y justamente sus discípulos eran los llamados a organizarla.
Jesús estaba comenzando a enseñarles cuál era la verdadera función de los
líderes de su iglesia aquí en la tierra.

“Dadles vosotros de comer”. Los discípulos habían sido llamados a servir,


pero ante la magnitud de la tarea muchas veces estuvieron tentados a tratar de
depositar la responsabilidad sobre aquellos que ellos debían alimentar.
Imaginemos lo que ellos podrían haber pensado con el fin de justificar su
sugerencia: “Bueno, son tantos que nosotros no podemos alimentarlos,
seguramente Dios enviará sus ángeles para que sean guiados a una buena
panadería”.– puede haber pensado Mateo.

Judas cuando escuchó lo que Jesús mandó, vio una gran oportunidad para
recoger una ofrenda entre los cinco mil. “Con que cada uno de un centavo,
tendremos $500, cinco mil panes nos saldrán alrededor de $250, nos quedará
un superavit de $250 para la ‘causa’. La cuestión será hacer una buena
apelación porque sin dinero no podremos hacer nada”.

Pedro, siempre con tanta iniciativa, había organizado a los discípulos


restantes y sobre unas rocas estaba haciendo masa para hacer el pan, mientras
que Santiago y Juan, muy acostumbrados a orar para que descienda fuego del
cielo pedían que sea enviado para que cocine los panes que amasarían. Si
llegaban a hacer pan tan siquiera como para quinientas personas ¡serían
considerados un poco más que héroes!
Un hijo o un sobrino de un discípulo tenía cinco panes y dos peces. Digo un
hijo o sobrino ya que alguien dio por sentado que su merienda les pertenecía.
“No tenemos más que cinco panes y dos pescados”.“Hacedlos sentar en
grupos de cincuenta y cincuenta”. –mandó Jesús. En otras palabras,
organícenlos para que reciban el pan.

–“Pero Señor, ¡solamente tenemos pan para una persona y nos pides que los
hagamos sentar a todos a la mesa!”
–“Hazlos sentar porque yo no te pedí a ti que seas el panadero simplemente te
pedí que les dieras de comer”.

“Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo,
los bendijo y los partió, y dio a los discípulos para que los pusiesen delante
de la gente”. Los discípulos comenzaron a hacer lo que tenían que hacer, ser
distribuidores del pan que Jesús les daba.

–“Señor, para que hagamos mas rápido, divide los 5000 panes que deseas
producir entre 12. Ya saqué la cuenta y nos tocaría repartir a cada uno 416.6
panes, pero contando que las mujeres y los niños tambien tienen hambre
podrías repartirnos de una vez 700 panes a cada uno. Si cada uno reparte 10
panes por minuto, serían 600 panes por hora y en una hora y media, más o
menos, tendríamos todo terminado. De paso eso nos serviría para determinar
quién de nosotros es el más rápido y darle un premio.

– “¿Por que estás apurado por terminar? Disfruta de distribuir el pan y de ver
cómo se sacian las personas hambrientas. Disfruta porque esto es una fiesta.
Tú y la gente necesitan tiempo para darse cuenta qué es lo que realmente aquí
está sucediendo. Recuerda que el objetivo de este milagro no es repartir panes
es alimentar personas”.

Los discípulos iban y venían a Jesús por más pan fresco. Se les daba en
abundancia sólo para lo que necesitaban inmediatamente. No había apuros
para terminar, pero había eficiencia y disposición para hacer la tarea. Los
discípulos comenzaron a darse cuenta que no había que tener todo el pan para
comenzar, solamente tenían que comenzar sin perder de vista al Panadero.

–“Señor, Bartolomé parece que no entendió bien porque les está dando de
comer a cada uno en la boca”.
–“Bartolomé ¿qué estás haciendo?”
–“Señor, tú nos dijiste que les diéramos de comer”.
–“Bartolomé, tú tienes que llevarles el pan, ponerlo delante, pero ellos son los
que lo tienen que comer”.

–“Pero Señor, pensé que no querías una actividad individualista”.

–“Es verdad, pero tampoco quiero una comida sin responsabilidades. Cuando
ustedes que son los líderes cumplen con la responsabilidad de distribuir el
pan, entonces inspiran a la comunidad de creyentes para que cumpla con su
responsabilidad de comerlo. Pero si ustedes no hubieran querido distribuir
pan, o por falta de interés en buscarlo se hubieran quedado simplemente
organizando a la gente ¿cómo ellos hubieran podido comer? Una comida
comunitaria requiere responsabilidad tanto de líderes como de liderados. Si
hay alguien que te está pidiendo que le des el pan en la boca, esa persona
simplemente está queriendo desligarse de aquello que le corresponde, de la
misma manera que cuando ustedes proponían que cada uno compre su propio
pan. Tu tarea es servir el pan que yo te sirvo y la responsabilidad de ellos es
comerlo”.

–“Señor, ¡Tomás se acaba de desmayar de hambre porque piensa que hasta


que no termine de repartir el pan él no puede comer!”

–“Señor es que el pan no es para mí, es para ellos. Además es una linda
forma de mostrar a la gente cómo me sacrifico por la causa”.

–“Tomás, ¿quien te enseñó que el pan no es para tí? El hecho de que me


sirvas no quiere decir que no puedes participar de mis bendiciones. Tú no
eres mi esclavo eres mi amigo. Sin embargo lo único que te pido es que no le
cobres al pueblo por haberlo servido. Si fuera así, entonces estarías revelando
que no disfrutas de repartir el pan que te sirvo”.

–“¿Que haces Simón?”


–“Estoy tomando nota de cuántas personas hay presentes”.
–“¿Con que propósito?”

–“Mmmm..... sé Señor que quizás a ti no te guste, pero ¡que linda noticia


podríamos mandar al diario y cuán populares podríamos ser con este gran
número que tenemos para informar en el próxima asamblea general! ¡Creo
que los disicípulos de Juan nunca hicieron algo como esto!”.
–“Simón, Simón ¿todavía no te has dado cuenta que mi Padre odia los
números cuando son más importantes que las personas? Cuando las personas
pasan a ser números en tu tarea, tú no las sirves, las usas. Si estás contando a
las personas para hablar del milagro que Dios hizo y para resaltar que para
Dios no hay nada imposible, dale el dato a Mateo que lo necesitará para
escribir su evangelio. Pero si estás usando esas estadísticas para ensalzarte a
tí mismo, has corrompido el propósito del servicio”.

Así pasó el resto del día, mientras los discípulos iban y venían a Jesús por
más pan, era la oportunidad aprovechada por el Maestro para enmendar todos
esos falsos conceptos de servicio que se habían formado en la mente de ellos
por años. La multitud aquel día fue saciada, pero los más beneficiados fueron
los discípulos ya que entendieron que cuando Jesús dijo “dadles de comer”
les estaba pidiendo que sean los distribuidores del pan y no los panaderos.

DATE PRISA
“...date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”
Lucas 19:5

Hoy, no mañana. Date prisa porque es necesario que Jesús pose en tu casa.
Desciende del árbol en el que estás subido. Has estado contemplando al
Maestro por mucho tiempo. Ya te has dado cuenta de que es alguien
diferente, que lo necesitas.

Los problemas en tu hogar han ido en aumento. No encuentras como


solucionar esa frialdad que ha tomado tu corazón y el de tu cónyuge. ¡Date
prisa! Tus hijos se están descarriando en los caminos sutiles del formalismo o
en el camino ancho de la mundanalidad. Desciende... búscalo de rodillas, en
oración. Es necesario que sea hoy, no lo dejes para mañana porque
posiblemente para esta hora el Maestro se haya ido. Déjalo entrar en tu casa.
Para el Maestro es necesario hacerlo porque ve tu sincero deseo de
experimentar algo real, de conocerlo como él realmente es, y está dispuesto a
recompensar la necesidad de tu alma.
“¡Pero es que yo ya he hecho demasiado daño!” Justamente por eso, Jesús
tiene mas de mil maneras de desenredar los problemas en que estás metido de
las cuales tú no sabes nada. En este momento él se ha acercado a ti porque
desea hacer un milagro en tu corazón, en tu vida, en tu hogar. Él se
especializa en tomar las consecuencias de nuestros errores y transformarlas
en la más gloriosa bendición, sino pregúntale a Adán. Para que él fuese
perdonado Jesús se transformó en su propio hermano. Los problemas que hoy
tienes pueden ser la causa de la bendición mayor de tu vida: que Jesús pose
desde hoy en tu casa. Sin embargo el Maestro no entrará si es que tu no
aceptas su invitación. Fíjate qué interesante, Jesús te invita a que lo dejes
posar en tu casa. El toma la iniciativa, no espera tu invitación porque sabe
que tu estás trabajado y cargado. El solamente espera tu aceptación. El te
invita a que aceptes su descanso. Si no fuera por él tu no estarías leyendo
estas palabras. Es que a través de esta sencilla lectura el Maestro te dice:
“date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”.

Cuando Jesús lo invitó a Zaqueo a descender del árbol, el publicano lo hizo


gozoso. Cuando tu respondas de corazón a la invitación del Maestro, el gozo
que por tanto tiempo ha estado ausente en tu vida de esclavitud nacerá como
un río de agua viva. Es sencillo, solamente baja de ese sicómoro. Si bien ese
árbol fue un buen instrumento para que puedas divisar a Jesús, el Maestro no
pretende que sigas sentado allí arriba contemplándolo. Desciende, porque hoy
es el tiempo para que empieces a caminar con él.

Después de comer, Zaqueo comenzó a experimentar una libertad de la cual


nunca había gozado. Toda su vida había estado trabajando para obtener más
bienes y riquezas. Con ese objetivo había pisoteado, abusado y usado a todo
tipo de personas. La sola presencia del Maestro en su hogar le hizo dar cuenta
de que sus posesiones lo habían poseído miserablemente y que los daños que
había causado por permanecer en esa esclavitud, junto al Maestro podían ser
restituídos.

Junto con Jesús ahora podía encontrar la felicidad que había buscado al robar
y aprovecharse de la gente. Zaqueo ahora estaba dispuesto a devolver y
restituir, pedir perdón para comenzar a respetar y amar. Jesús hizo que vea la
vida con otros ojos, y está dispuesto a hacer ese mismo milagro en este
momento por tí. Estás subido a un árbol contemplándolo a través de esta
lectura. Pero no te quedes con eso. ¡Desciende y déjalo entrar a tu vida!
Cuando Jesús te llama debes darte prisa. ¡La vida eterna la tienes solamente a
distancia de caer de rodillas y decirle a Jesús que le entregas tu vida! ¡Hazlo!
Allí donde nadie te ve.

Cuando Jesús vio en acciones aquello que había puesto en actitudes en aquel
corazón necesitado, se gozó porque nuevamente su poder creador se había
manifestado. Jesús vio lo que había hecho y vio que era bueno en gran
manera. Entonces dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”.

Deja hoy que la salvación tambien entre en la tuya. Deja que el Maestro
cambie tu visión de las cosas y verás que la felicidad comienza pidiendo
perdón, devolviendo lo que quitaste y dando al que necesita. Si estás
dispuesto a hacer esto con gozo y lo llevas a la acción, será eso la evidencia
de que la salvación de ti mismo llegó a tu corazón y de que empezaste a
transitar el camino al cielo con el Maestro.

INSOLENCIA SANTA
“Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues
da voces tras nosotros”. Mateo 15:29

Ella clamaba, ellos le rogaban, pero Jesús no respondía palabra. Ella clamaba
para que Jesús libre a su hija de un demonio. Los discípulos le rogaban para
que la despidiese porque molestaba. Jesús no respondía esperando que se
manifieste con claridad qué motivaba cada corazón.

El clamor de la mujer era motivado por una gran necesidad, el ruego de los
discípulos era motivado por prejuicios, orgullo y egoísmo. La actitud de la
mujer molestaba a los discípulos pero agradaba a Jesús. La actitud de los
discípulos hería a la mujer y por consecuencia hería también al Maestro.

No siempre los discípulos por el simple hecho de ser discípulos tienen las
cosas claras. A veces se muestran más confundidos y extraviados que una
mujer pagana. Puede suceder que el mismo hecho de tener una experiencia
con Jesús puede despertar en nuestro corazón aquello que el Maestro mas
aborrece: el desprecio a los demás motivado por un orgullo “santo”. En
realidad no es nuestra experiencia con Jesús lo que motiva este grave pecado
sino nuestra actitud hacia esa experiencia.

Jesús nos llamó a seguirlo, sin embargo ahora pensamos que somos más
importante que los demás por el privilegio que el Maestro nos dio de caminar
junto a él. Sin darnos cuenta, hemos cambiado el centro de atención, en vez
de ponerlo en Jesús, nos hemos comenzado a enfocar en la posición que
tenemos junto él. Inconscientemente comenzamos a comparararnos con los
que están a nuestro alrededor, que a nuestro criterio no tienen las actitudes o
aptitudes que nosotros creemos que debieran tener. Ellos tampoco hacen lo
que pensamos que deberían hacer. Entonces nos exasperamos, y lo peor del
caso, es que ¡llegamos a pensar que el Maestro piensa como nosotros! En
nuestra ceguera, así como los discípulos, pensamos que Jesús se molesta del
clamor de los otros y que se deleita con nuestro ruego egoísta.

Jesús hace silencio, y no nos responde ni a nosotros ni a la mujer. La mujer


clama aún más y entonces nos exasperamos en proporción a la actitud de ella.
Jesús corta el silencio y contesta: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas
de la casa de Israel”. –“Señor si es así –tu contestas– ¿entonces que haces
caminando conmigo?– El Maestro se sonríe y con su mirada pareciera decirte
“... justamente...parece que todavía no lo has entendido”. Tú oyes al Maestro
pero tu razón se resiste a entenderlo porque sería muy humillante para ti
asimilar esa gran verdad presentada.

La pagana se postra ante él. Tú la miras desde tu posición y la desprecias


porque te parece que hace demasiada ostentación de sentimientos. Ella clama:
“¡Señor socórreme!” Tú, parado y mirando al Maestro pretendes dar una
orden: “¡Señor despídela!” El Maestro se dirige a ella y por primera vez salen
palabras de sus labios que están en armonía con tus propios sentimientos:
“No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”.

–¡Al fin! Parece que el Maestro está entendiendo–. “Sí, Señor; pero aún los
perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”–responde la
mujer–.

“¡Pero qué insolencia es esa! ¡Maestro, escucha como esta pagana te


responde! ¡Despídela!” “Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer,
grande es tu fe; hágase contigo como quieres”.
¿Grande es tu fe? ¿Qué es la fe para Jesús? ¿Puede ser que en toda mi
experiencia de discipulado yo he pensado que la fe era una cosa y para el
Maestro era otra? La fe para Jesús es lo que a nuestro corazón orgulloso le
puede parecer la más grande insolencia. Nosotros le rogamos a Jesús que
despidiera a esa pagana y Jesús no lo hizo, la pagana le rogó a Jesús que
sanara a su hija y Jesús le dijo: hágase contigo como quieres.
Cuando nuestro ruego está basado en nuestro orgullo Jesús no puede hacer
nada. Cuando tu ruego viene de la fe que es fruto de entender a su persona
reconociendo tu total indignidad, él te dice: “Hágase contigo como quieres”.

El orgullo de los discípulos hacía que rueguen en contra de alguien con el fin
de estar más cómodos y sentirse mejor. La fe de la mujer rogaba a favor de
otra persona para que pueda ser libre del pecado. Una pagana despreciable
que había entendido mejor la fe que aquellos que caminaban con el Maestro.
Una pagana que estaba dispuesta a rogar por alguien que está en pecado,
cuando discípulos como nosotros nos exasperamos con aquellos que no
tienen nuestros mismos privilegios. Nuestro desprecio por aquellos que no
“creen” como nosotros, que no se “visten” como nosotros lo hacemos o que
no tienen las “mismas costumbres” que nosotros seguimos es la evidencia
que un orgullo miserable todavía nos domina a pesar de caminar con el
Maestro. Aprendamos de la pagana a rogar e interceder por aquellos que no
han alcanzado la libertad que nosotros nos jactamos de gozar.

Pidámosle hoy a Dios que humille nuestro corazón poniendo la fe que


necesitamos para hacer que nuestros ruegos muevan al Maestro y para que no
nos exasperemos con la aparente insolencia de una pagana. Esa clase de gente
es la que llena de verdadera alegría el corazón del Maestro y es la que Dios
usa para bajarnos del pedestal al que nos subimos. Nunca olvides que Jesús
vino a salvar a las ovejas perdidas de Israel de las cuales tú y yo somos las
primeras.

EL CONCILIO DE JERUSALEN
“ En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los
entendidos, y las revelaste a los niños”. Mateo 11:25
Cierto día, en la ciudad de Jerusalén, se realizó un concilio liderado por el
Sanedrín con el fin de analizar cual era la forma más rápida y conveniente de
traer más miembros a la iglesia. Con tal motivo en mente, se pidió a la
facción de los fariseos, quienes eran mayoría, que presenten un informe y den
razón de su rápido crecimiento. También se les pidió a los influyentes
saduceos que hagan lo mismo con respecto de sus estrategias, planes y
actividades, ya que ellos estaban logrando ganar el respeto de los romanos
consiguiendo ocupar más espacios de poder en favor de la causa.

Nicodemo y José de Arimatea hicieron una propuesta bastante arriesgada.


Dijeron que si se invitaba a los fariseos y saduceos, ellos también proponían
que se invitara a los discípulos del mentado Nazareno, ya que a pesar que
todavía no se les atribuía la calidad de secta, era sabido que el movimiento
gozaba de mucha simpatía entre los miembros del pueblo.

Esta propuesta levantó mucha discusión en tan honorable asamblea, pero la


presencia de Gamaliel y su conocida actitud de darle una oportunidad de
expresarse a todas las facciones influenció para que la medida sea aprobada.

Anás junto a los príncipes y gobernantes que formaban parte del Sanedrín
deseaban encontrar el método para lograr que la causa nacional crezca más
que cualquier otro movimiento en la tierra. Para ello habían preparado una
serie de preguntas a las que serían sometidos los líderes de cada facción. He
aquí un resumen y reporte de lo sucedido en tan importante asamblea:

Anás (A): Pedimos a los representantes de los fariseos que se adelanten (pasa
una comitiva de fariseos influyentes con aire de importancia).

Una vez ubicados comienza el interrogatorio:


(A): ¿Cuánto esfuerzo toma formar un fariseo?

Fariseos (F): No podemos decir que es una tarea fácil, sin embargo para los
fines de los informes y reportes formar una fariseo es mucho mas rápido y
fácil que formar un discípulo. Para hacer de una persona común un fariseo no
se requiere transformación del corazón del iniciado, simplemente se requiere
que esa persona común se convenza de que está equivocada y hacer que tenga
conciencia de que Dios no la puede aceptar si es que sigue creyendo de la
manera que cree. Para dicho fin hemos preparado una batería de argumentos
basados en las Escrituras y en los escritos de nuestros maestros para
convencer y demostrar los sofismas de las otras filosofías.

A: ¿Cuánto tiempo creen que puede llevar este proceso?

F: Bueno, en realidad después de haber hecho una profunda investigación


hemos llegado a la conclusión de que el promedio de tiempo para convertir
una persona común en fariseo es de unas 2 semanas a 3 meses. Sin embargo
sabemos de líderes que ultimamente han convertido a personas en fariseos en
una semana. Nosotros no recomendamos mucho este tipo de campañas muy
rápidas ya que si bien están de moda, esas personas tienen una alta probalidad
de volverse saduceos porque no llegaron a estar muy convencidos de su
manera incorrecta de pensar. Sin embargo debemos reconocer que a los fines
de los informes ayudan mucho para demostrar que somos más poderosos que
los discípulos y los saduceos.

A: ¿Cuál es la filosofía que sustenta sus esfuerzos?

F: Nosotros estamos muy preocupados por la identidad de la iglesia.


Sentimos que el mundo está entrando a ella y que estamos perdiendo aquello
que nos hace peculiares. La religión en que nosotros crecimos era muy
diferente a la religión que se vive hoy en nuestras escuelas, instituciones e
iglesias y es por eso que creemos que nuestro método es el apropiado para
sacar al mundo de la iglesia.

A: Abunden más sobre eso.

F: Es muy simple. Con nuestro método nosotros convencemos a la gente de


que están equivocados y después exaltamos las normas y el estilo de vida que
nos ha distinguido como pueblo por tanto tiempo y las imponemos como una
condición para entrar al Cielo. Los saduceos se escandalizan de esto, pero si
ustedes se alistaran en el ejército se les pediría que se pongan un uniforme y
nadie tendría derecho a discutirlo. De la misma manera, si somos un ejército
para Dios nosotros creemos que tenemos el derecho de pedir a los prosélitos
lo mismo. Ustedes pueden ver uniformidad a lo largo de todas nuestras
iglesias, todos se visten igual, tenemos la misma liturgia, los líderes son
respetados como generales, y nadie tiene derecho a cuestionar, el deber es
seguir.
A: ¿Pero no les parece esto un poco autoritario?

F: Sí, pero un poco de autoritarismo siempre es necesario de lo contrario toda


esta gente ignorante que entra a la iglesia lo único que haría sería diluir el
estilo de vida que nos ha distinguido por tantos años de los demás pueblos y
por el cual nos sentimos sanamente orgullosos. Por mucho tiempo hemos
visto la mala influencia de los saduceos que con su laxitud y en nombre de la
tolerancia han rebajado nuestra preciosas normas de tal manera que ya, en los
sectores donde ellos dominan, no hay diferencia entre la ropa que usa el
mundo y la de ellos, entre lo que habla el mundo y lo que hablan ellos y entre
las diversiones del mundo y las diversiones de ellos. Por el otro lado, el
autoritarismo de alguna manera crea seguidores ciegos de los dirigentes y eso
es lo que ahora ustedes más necesitan: lealtad ciega e indivisa.

A: ¿Cual es vuestra actitud con respecto a los Escritos Sagrados?

F: Nosotros los tenemos en muy alta estima. Sin embargo creemos que las
interpretaciones que se han hecho de ellos que han normatizado nuestro
peculiar “estilo de vida” son fundamentales y autoritativas para cualquier
fariseo. Tenemos grandes maestros entre nosotros que nos hacen entender los
Escritos y que codifican en normas aquellas cosas que un hombre común no
puede entender. Es debido a la ignorancia de la gente que se ha hecho
necesario tener un manual de reglamentos que hace más accesibles las
normas de las Escrituras para el pueblo. Esta herramienta es una de las claves
de la gran uniformidad que gozamos y es más, admirablemente hay personas
que a pesar de no saber un versículo de memoria de los Escritos Sagrados,
pueden repetir de memoria con gran precisión párrafos enteros de esta útil
herramienta. ¡Dígannos si no hemos tenido éxito con esto! (se escuchan
amenes desde el sector de los fariseos).

A: ¿Qué con respecto a los diezmos y ofrendas?

F: Tenemos un porcentage muy alto de adherencia de parte de los prosélitos.


Ellos dan el diezmo de la menta el eneldo y el comino y aunque tienen un
poco de problemas aplicando la justicia, la misericordia y el amor,
justamente, la falta de esas virtudes es lo que hace que nuestro sistema
normativo se mantenga. Quiero darle un ejemplo de entrega a la causa: uno
de nuestros fariseos pudientes, Bardolar, después de una apelación enfática
que hicimos en una de nuestras reuniones donó $50,000 para el templo
cuando sus padres ancianitos estaban necesitando la misma cantidad para
reconstruir su casa que se les había incendiado a causa de una revuelta local
que los zelotes organizaron contra los romanos ¡No es admirable ese espíritu
de entrega! ¡Sacrificar a los padres con tal de ver que el templo llene sus
arcas! Como quisimos que los demás reconocieran este acto de entrega, le
hemos pedido a Herodes que a una recámara del templo, la cual está siendo
edificada en estos días, la nombren “salón Bardolar”. Este tipo de incentivos
que damos a aquellos que dan con generosidad son en parte el motivo de
nuestra gran cantidad diezmos que comparado con las otras asociaciones nos
ponen segundos en el ranking y pronto seremos los primeros; cabe destacar
humildemente que en bautismos estamos primeros (nuevamente se escucha
un eufórico amén de parte de la asamblea).

A: ¿No corren peligro que se desanimen aquellos que no pueden dar mucho
dinero?

F: Para ellos también tenemos otra clase de incentivos. Aunque los pobres no
pueden pasar a la plataforma, ni ser parte del sanedrín, ellos pueden con
nuestro método sencillo de “conversión por convicción” traer prosélitos a la
iglesia y a los que pasan los 100 bautismos por año entonces les damos como
premio unas vacaciones completas a la isla de Creta con todos los gastos
pagos. Como ya lo mencionamos antes, en bautismos estamos primeros.

A: Muchas gracias por vuestro informe y no tenemos ningún tipo de duda de


que ustedes viven por esta iglesia y para ella. Les pedimos a nuestros
humildes servidores fariseos que tomen asiento. Pedimos ahora que pasen los
líderes Saduceos para presentar su informe (pasa un séquito de personas muy
distinguidas y muy bien vestidas).

A: ¿Por favor menciónennos cuánto tiempo lleva formar un saduceo?

S: Bueno, en realidad no podemos decir que es tan rápido como formar un


fariseo debido a que nosotros no trabajamos con gente ignorante sino con
gente más educada y adinerada. Es verdad que en el pasado no hemos podido
dar extensos informes de bautismos como lo hicieron los fariseos, pero
queremos hacerles notar que sí podemos dar abultados informes de diezmos y
ofrendas que a los fines de lo que se considera éxito para estas épocas puede
ser de mucho valor para ustedes. Nosotros estamos primeros en las
estadísticas de diezmos con respecto a todas las asociaciones, y estamos
trabajando también para hacer crecer nuestros bautismos.

A: ¿Pero cuánto tiempo puede llevar formar un saduceo?

S: Bueno no es tánto tampoco. Nuestros esfuerzos no se basan en campañas


proselitistas sino en programaciones excitantes que llamen la atención de la
gente y que hagan el mensaje atractivo y relevante, especialmente para los
jóvenes. Hemos llegado a la conclusión que nuestro secta se tiene que ver
como algo divertido y que no esté fuera de moda. Debemos tomar todo lo que
la sociedad hace y hacerlo saduceo. Por ejemplo si los jóvenes escuchan rock,
nosotros le daremos rock saduceo, si van a la discoteca, nosotros les damos
discotecas saduceas, si ellos fornican, nosotros no les preguntamos nada con
tal que lo hagan responsablemente y entre saduceos. Dios ama a todos como
son y como están ¿no es verdad? En realidad no es tan lento ganar un
prosélito. Nuestro mensaje es muy atractivo, la gente solamente tiene que
entender que Dios es perdonador y que lo único que necesitan es creer. Eso
hace que muchas personas que sienten culpa por la vida que llevan
encuentren una alternativa sicológica que mejorará su ánimo y que los libera
de sus fantasmas del pasado, más si fueron personas que vivieron atados a la
tradición farisaica. Todo tipo de esfuerzo y disciplina es considerada
legalismo. Para dar un ejemplo: el año pasado, un empresario estaba pasando
por una gran depresión debido a que la amante le pedía que dejara a su
familia para casarse con ella y él no sabía que hacer. Un día recibió una
invitación de su socio a venir a uno de nuestros programas y ahora esta
asistiendo él, su esposa y su amante a nuestra iglesia y han aprendido a
soportarse y tolerarse los unos a los otros. Ellos creyeron que Dios los
perdonaba, y creyeron que la culpa es simplemente el resultado de haber
vivido en una cultura farisaica donde se creía que tener una sola esposa era lo
correcto (a pesar de que todos sabemos en estas esferas que los fariseos
tienen sus amantes pero a escondidas). Ellos ahora entendieron que la
poligamia no está mal ni bien, con tal que se la practique con responsabilidad,
es una cuestión de elección personal. De paso este hombre esta dando el 50%
de sus ganancias a la iglesia. ¡Díganme si no valió la pena lo que estamos
haciendo por él! (se escuchan calurosos aplausos desde el público). Lo último
que deseamos mencionar sobre este asunto es que si no fuera por nuestros
abultados diezmos y ofrendas la causa judía a lo largo del imperio romano
estaría languideciendo. Si no fuera por nosotros ¿cómo se mantendrían las
sinagogas de Alejandría, Roma, Efeso y Antioquía, solo por nombrar algunas
que están fuera de Judea?

A: ¿Cuál es la filosofía que sustenta vuestros esfuerzos?

S: Nosotros estamos preocupados por la identidad de la iglesia. Vemos que


estamos perdiendo relevancia con la sociedad y si queremos sobrevivir y
alcanzar a esta generación debemos dejar que la cultura popular nos
transforme, nos modernice. Debemos adoptar los métodos usados por las
grandes corporaciones si es que queremos estar a la par de ellas y competir
con ellas. Si ellas están usando estrategias de “marketing” para crecer ¿por
qué no no adoptar esas estrategias para nosotros? ¿Acaso no estamos
trabajando por una causa superior? Lo importante es estar actualizado y ser
pragmático. Para darle un ejemplo de lo que está sucediendo, Bencarisma,
que es hijo de un líder saduceo muy importante, está siendo llamado a dar
conferencias de liderazgo empresarial por organizaciones gubernamentales y
ahora ya no trabaja para el templo. El es millonario y es C.E.O. de la
Secularity Co. y los diezmos que aporta son mayores que los beneficios que
nos daba trabajando para nosotros.

A: ¿Cual es su actitud con respecto a Moisés, los profetas y los Salmos?

S: Bueno, en realidad no tenemos ningún tipo de problema con Moisés y


creemos que con él es suficiente. Todo lo que es más que eso lo
consideramos mera tradición. Sin embargo, a pesar que desechamos la
tradición farisaica queremos que sepan que estamos muy contentos con los
nuevos pensadores que están surgiendo en Alejandría ya que nos están
presentando una perspectiva filosófica y religiosa más acomodada y
conectada con las filosofias del mundo contemporáneo. Ellos a pesar de ser
hebreos están presentando nuestro pensamiento con una esencia platónica y
con eso estamos ganando para la causa a muchos pensadores griegos que
comienzan a admirar y citar nuestros escritos.

A: ¿Pero cuál sería la diferencia filosófica entre ustedes y los fariseos?

S: Los fariseos han hecho de las normas eclesiásticas una barrera para que
entren nuevos conversos. Las normas no se necesitan y crean divisiones.
Nosotros hemos prohibido todo tipo de limitación, por ejemplo: los fariseos
no permiten a sus conversos caminar mas de 50 pasos en sábado, nosotros
eliminamos todo ese tipo de reglas sin sentido. El sábado es para el hombre,
tiene que ser disfrutado; por lo tanto es un día especial para ir a las carreras,
hacer deportes, mirar comedias con la familia y pasar un momento
entretenido, y por supuesto también creemos que es un día para ir a nuestros
programas en la iglesia donde todos pueden divertirse y participar con
alegría. Lo importante no es que nosotros nos adaptemos a Dios ya que eso es
imposible, es Dios el que se debe adaptar a nosotros. Esta nueva manera de
ver las cosas nos está poniendo segundos en los rankings de bautismos y sin
duda que dentro de poco pasaremos en las encuestas a las iglesias de los
fariseos legalistas y llegaremos a estar primeros. Nosotros le estamos dando
aire a la iglesia y ahora nos respetan como una iglesia actualizada y relevante.
A: ¿Cuál es el principio fundamental de esta secta?

S: Cuidamos a raja tabla el espíritu de tolerancia y es por eso que somos


totalmente intolerantes con aquellos que no son tolerantes. Somos
ampliamente inclusivos, y para conservar este liberal espíritu no aceptamos a
aquellos que no se conforman a la amplitud de nuestro pensamiento. Nos
amamos los unos a los otros, pero no hay nada que odiemos más que a
alguien que no ama. Aceptamos todas las ideas que entren dentro de la gran
variedad de pensamientos que tenemos. Creemos que cada uno es totalmente
libre de decidir, siempre que no decida algo que creamos que es
diametralmente opuesto. Como testimonio final queremos decir que muchos
de nosotros somos hijos de fariseos y estamos muy contentos de haber
evolucionado a este sector del espectro religioso. El saduceísmo nos salvó del
legalismo y ahora sentimos que nos consideran “normales” dentro de la
sociedad greco–romana y no un grupo de fanáticos (el público saduceo
aplaude con vehemencia).

A: Realmente estamos convencidos que ustedes están cubriendo una


necesidad que por mucho tiempos fue relegada a un segundo plano. No cabe
duda que la presencia de vuestra secta en nuestro medio es muy útil para el
adelanto de nuestra causa en el mundo. Después de tan interesante informe
les pedimos que tomen asiento (se oye un murmullo en la asamblea).
A: Dr Nicodemo (con un tono de impaciencia) si han llegado ya los
discípulos del Nazareno dígales que pasen ya que no tenemos mucho tiempo
para el informe de ellos.

Nicodemo (N): estamos teniendo una leve demora ya que no trajeron corbata
y José de Arimatea les esta consiguiendo una y a la vez hay algunos saduceos
que dicen que su ropa es muy sencilla como para presentarse ante tan
honorable asamblea.

A: Mmmm... bueno, de todas maneras hoy los observadores romanos no


están con nosotros, simplemente que se pongan la corbata y pasen. (pasan dos
discípulos sencilla pero ordenadamente vestidos). Les pedimos a los
miembros asignados del Sanedrín que comiencen con sus preguntas.

A: ¿Cuanto tiempo toma llegar a formar un discípulo?

Discípulos (D): No podemos determinar un tiempo. Nosotros simplemente


nos transformamos en discípulos por aceptar el llamado del Maestro a
seguirlo. Lo único que él requiere, es que alguien esté dispuesto a dejarlo
todo por causa de él. Para algunas personas es algo relativamente rápido.
Puede ocurrir en un día, especialmente para aquellos que son pobres en las
cosas de este mundo. Para otras puede tomar hasta 3 años o más (se oye un
murmullo en la asamblea).

S: Pero ¿qué puede tomar tanto tiempo?

D: Bueno, para hacer un discípulo debemos enseñar a una persona lo que el


Maestro nos enseñó a nosotros. A veces a una persona se le hace difícil
entender que la vida eterna se encuentra en tener comunión íntima con Dios y
con Aquel a quien Dios envió.

S: Bueno, eso lo sabemos todos y no es nada nuevo que Dios es nuestro


Padre y que por medio de los escritos de su profeta enviado Moisés podemos
tener mas íntima comunión con él. Pero dejémosnos de cosas abstractas y
dígannos cuántos bautismos tienen.

D: No lo recordamos (murmullo en la asamblea)


S: ¡¿No lo recuerdan?! Pero ¿que clase de organización tienen ustedes?
¿Acaso ustedes no bautizan?

D: Nosotros bautizamos y es un mandato que nos dio el Maestro, sin


embargo en este momento no recordamos el número, el que lo debe recordar
es el Maestro.

S: ¿Pero cómo se vienen a presentar ante esta asamblea sin ese dato tan
importante? ¿Cómo vamos a saber entonces en que lugar están en el ranking
con respecto a las asociaciones de fariseos y saduceos? ¿Cómo vamos a saber
quien está ganando? Además si no fuera por los informes de bautismos
¿como podríamos saber si la iglesia esta creciendo o no?

D: El problema es que para nosotros no es tan importante que la gente entre a


la institución de la iglesia como que la gente entre al Reino de los Cielos
(murmullo en la asamblea).

S: ¿Quiere decir que para ustedes los bautismo no son importantes?

D: Para nosotros los bautismos son inmensamente importantes, y como ya les


dijimos es parte de la comisión que nos dio el Maestro. Si fuera por nosotros
nos gustaría que se bautizara todo habitante del planeta, y para eso
trabajamos. Sin embargo creemos que los bautismos son una consecuencia de
la aceptación del Maestro y no un fin en sí mismo para llenar estadísticas. El
Maestro nos enseñó que más importante que los bautismos son la personas
que se bautizan y es por eso que no recordamos el número de bautismos pero
sí recordamos el nombre de las personas que hemos bautizado (silencio en la
asamblea). Esa es la razón por la que no creemos en técnicas de presión, ni en
estrategias sicológicas para que alguien tome una decisión. La única presión
que conocemos es la presión del Espíritu que se genera como consecuencia
de presentar un evangelio puro y sin alteraciones. El Maestro nos enseñó que
bauticemos a aquel que lo pida voluntariamente con un deseo profundo de
aceptarlo en su vida como Salvador y Señor. Lo que no es hecho de esa
manera para el Maestro no tiene ningún valor (murmullo). A estas instancias,
si bien hemos bautizado bastantes discípulos, posiblemente no lleguen a ser
tantos como los prosélitos de los fariseos y saduceos.

S: Eso es todo lo que queríamos saber. No tienen muchos bautismos y por esa
filosofia pseudo–democrática nunca estarán primeros en las estadísticas.
Pasemos a otro tema ¿qué hay de los diezmos? Ya que las estadísticas no les
gustan (con sarcasmo) ¿nos podrían dar entonces el nombre de las personas
que diezman? (risas en la asamblea).

D: (silencio)

S: Bueno, parece que no les gusta que pongamos en esta asamblea un poquito
de humor. ¿Que nos pueden decir de sus diezmos?

D: Creemos que los diezmos son el acto de adoración con el que cada
discípulo muestra su dependencia de Dios como dador y sustentador. De la
misma manera que con los bautismos, pensamos que es más importante el
dador de diezmos que el diezmo mismo. El Maestro nos enseñó que Dios no
necesita de nuestros diezmos, somos nosotros lo que necesitamos devolverlos
como un acto de fe (murmuración de horror en la asamblea).

S: Todos sabemos muy bien que Dios no necesita los diezmos, no vengan,
ustedes pescadores ignorantes, a querer darnos una lección de teología justo
en este lugar. ¡La iglesia es la que necesita los diezmos!

D: El Maestro nos enseñó que si la iglesia está con Dios tampoco necesita de
los diezmos a pesar que es el plan de Dios que los use. Les hacemos una
pregunta: ¿qué es más importante Dios o los diezmos? (silencio) Volvemos a
preguntar ¿qué es más importante Dios o los diezmos?

Nicodemo: ¡Dios! (recibe un codazo del fariseo que está a su lado).

D: Si es Dios más importante que los diezmos ¿por qué entonces se


preocupan por los diezmos? Y si consideran que los diezmos son más
importantes, entonces es necesario que analicen cuál es su verdadera
vocación (silencio y murmullo de la asamblea). Es por eso que nosotros no
nos preocupamos si los diezmos bajan o suben, nos preocupamos si es que
hay fidelidad o no la hay. El Maestro no desea que prediquemos los diezmos,
sino que predicamos la fidelidad a él y los diezmos vendrán como
consecuencia lógica y será una de las evidencias de la fidelidad de sus
discípulos. Muchas veces podemos confundir la lealtad al Maestro con lealtad
a ejercicios espirituales.
S: Con esa filosofia entonces el pueblo ignorante entonces no sabrá lo que
tiene que hacer. El pueblo necesita que se le den reglas, que se le dicte el
camino, que se le diga precisamente que es lo que tiene que hacer. Para eso
ellos nos buscan como sus líderes.

D: Precisamente eso es lo que el Maestro no quiere. El Maestro nos enseñó


que la función de un líder no es decirle al pueblo lo que tiene que hacer sino
llevarlo a las Escrituras para que descubran allí el plan de Dios para sus
vidas. Si el pueblo es ignorante, ¿de dónde salieron ustedes? Cuando tenemos
que imponer una enseñanza es porque no la vivimos.

S: ¿Pero ustedes que son judíos no nos dirán que los samaritanos no son
ignorantes con respecto a nuestras tradiciones? O ¿acaso ustedes también
aceptan a samaritanos como discípulos?

D: Nosotros somos discípulos que venimos del judaísmo, pero el Maestro


hace algunas semanas llamó como discípulo a una mujer que era samaritana...
S: ¡¿Una mujer?! ¡Y samaritana! ¡Este movimiento es el colmo del
libertinaje! ¡Esto es demasiado! (Se cae el sumo sacerdote sentado en su
silla).

D: Cuando aceptamos al Maestro no solo nos transformamos en sus


discípulos sino que nos hicimos ciudadanos de su Reino donde ya no hay, en
cuestiones de privilegios, judío ni samaritano, hombre ni mujer, esclavo o
libre. Todos los que entramos al Reino hemos renunciado a nuestras propias
etnicidades y ahora somos todos discípulos del Maestro. En ese sentido,
nosotros no somos mas judíos (murmullos de mucho horror en la asamblea y
algunos se rasgan las vestiduras).

S: ¡Pero no me digan que ustedes también tienen a samaritanos como líderes!


(Risas). ¡Imagínense un samaritano como miembro del Sanedrín! ¡Qué tipo
de decisiones podría tomar un “discípulo” de estos, sin tener ni la más
mínima idea de las tradiciones de nuestra cultura! Podríamos aceptar que un
samaritano sea un utilero del sanedrín, pero uno con derecho a voto y
decisión ¡Imposible! Recordemos que ellos no tienen una tradición cultural
tan civilizada como la nuestra.

D: El Maestro dice que Dios es mucho más poderoso que nuestros vicios
culturales. Es por eso que en el reino de Dios un samaritano convertido puede
enseñarle el camino de Dios a un judío tradicionalista ya que cuando
entramos al Reino de los Cielos entramos a algo más que una institución
religiosa. Por medio de la transformación espiritual aceptamos un sistema de
principios establecidos por Jesús mismo y eso hace posible que podamos
estar unidos a pesar de que vengamos de diferentes países y culturas.
Nosotros ya no somos mas judíos somos cristianos.

S: ¡Pero ustedes entonces están diciendo que las normas que nos han
distinguido durante tanto tiempo como pueblo pueden ser superadas!

D: Precisamente lo que el Maestro nos ha enseñado es que cuando ponemos


las normas por sobre los principios de su reino estamos cambiando la
fidelidad a su Padre por la fidelidad a una institución. Las normas son
necesarias pero siempre que estén conectadas a un principio sagrado y no
solamente a una tradición. De lo contrario podemos estar colando un
mosquito y tragándonos un camello.

S: ¡Esto es demasiado! ¡Qué tipo de iglesia tendríamos con ustedes!


¡Perderíamos nuestra identidad! ¡Todo aquello que no ha distinguido como
pueblo! ¡Nuestra preciosa organización! (murmullo y gritos en la asamblea)
¡Fuera de aquí pescadores ignorantes! ¡Nunca vuestra filosofía atraerá al
mundo! ¡Que satisfacción y realización puede tener un líder en vuestro
movimiento si es que no le prestan atención a las estadísticas y los números!
¡Cómo podremos saber entonces quién es el mejor! ¡Fuera de aquí ridículos y
místicos! (Los discípulos salen cabizbajos y empujados por la multitud
burlona y violenta). ¡Díganle a vuestro Maestro que pronto sabrá lo que
significa seguir proclamando estas enseñanzas!

Si bien este concilio nunca se llevó a cabo, todos los días tenemos una lucha
entre seguir los principios del reino o continuar en una tradición cultural que
nos hace sentir cómodos pero que no genera ningún cambio. Dios no quiere
revolución, él quiere consagración. Dios no quiere anarquía, desea verdadera
fidelidad. Dios no quiere libertinage, Dios desea libertad. Dios no quiere
legalismo, desea relación. Dios no quiere que sigamos normas frías, pretende
que vivamos por principios aunque se desplomen los cielos. Dios no quiere
que seamos atractivos para la sociedad, pretende que la impactemos y
transformemos. Dios no desea crecimiento de estadísticas, Dios desea el
crecimiento de su reino. Dios no desea que vivamos por alcanzar objetivos
mezquinos, Dios quiere que vivamos para alcanzar al mundo. Dios no quiere
estar más en el cielo, él ya quiere estar con nosotros. El Espíritu Santo es el
único que nos puede dar el equilibrio para no apartarnos ni a derecha ni a
izquierda. Es por eso que cada mañana necesitamos de su bautismo para no
hacer de nuestras propias ideas de Dios, nuestro dios.

SEGUIDOR O CAMINANTE
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24

Caminar con Jesús y seguirlo pueden ser dos cosas diferentes. No todos los
que caminan con Jesús lo siguen, sin embargo todos los que lo siguen
caminan con él. La diferencia está en la actitud y en la entrega. ¿Cómo
puedes saber si caminas con él o lo sigues? Es muy fácil, solamente debes
esperar a llegar a una encrucijada donde el camino se divida hacia dos
direcciones. Es allí que lo sabrás.

Déjame explicarlo de una forma más concreta: supongamos que debes tomar
una decisión importante y tus sentimientos te aconsejan tomar un camino
mientras que tu razón basada en lo que Dios dice en su Palabra te dice que
debes seguir por otro. Cuando decidas dejarte llevar por lo que piden tus
sentimientos sin obedecer lo que dice su Palabra, estarás demostrando que
caminas con Jesús pero que todavía no lo sigues. Esa actitud te llevará a una
serie de discusiones con Dios en la que tratarás de forzarlo a que acepte y
bendiga el camino que tomaste.

Si bien, tú no pretendes dejar a Dios, cuando procedes de esa manera es como


que él tiene la obligación de adaptarse a ti y a lo que tú sientes y no tú de
adaptarte a lo que él te pide y desea. Cuando eso suceda, encontrarás un sin
fin de excusas para justificar la decisión que tomaste y bien en el fondo
sentirás un gran enojo con el Maestro ya que lo verás demasiado severo y
autoritario al notar que su voluntad no se doblega ante tus caprichos
sentimentales.

Cuando solamente caminas con Jesús puedes compartir con él todas tus
experiencias, puedes ser consciente de su presencia, hasta puedes concordar
con él en muchas cosas, sin embargo cuando llega el momento de decidir la
voluntad de quien se hará en algún desacuerdo, tu impones la tuya.

El discípulo que a sigue a Jesús no ha perdido sus sentimientos pero ha


aprendido a someterlos a la voluntad del Maestro. Mira a Jesús en el
Getsemaní, él deseaba ir por otro camino para salvar al hombre, expresó
sinceramente sus sentimientos al Padre. Pero cuando el Padre le dijo que
debía seguir el camino que menos deseaba, buscó fuerza por medio de la
oración en Aquel que le daba la orden para someter sus sentimientos a la
razón y no dejar que la razón se sometiera a sus sentimientos. A pesar que
sentía otra cosa, se sometió a lo que el Padre le pedía.

Posiblemente la causa de tu depresión espiritual, tu inestabilidad y falta de


rumbo, se deba a que nunca has tenido la humildad de someter tus
sentimientos en oración a la voluntad de Cristo. Caminas con él mientras te
sientes bien, pero tomas tu propio camino cuando tus sentimientos te dicen
otra cosa. De esta manera eres miembro de la iglesia más grande y de más
rápido crecimiento de esta época: “La Iglesia Sentimentalista de Todos los
Días”.

Hoy tienes ganas de leer la Biblia y la lees, mañana no tienes ganas ni


tiempo, entonces es muy simple, no lo haces. Hoy estás alabando y cantando
a Dios con todo fervor, mañana te acuestas con tu novia y buscas vivir una
novela que sabes que Dios desaprueba. El sábado vas a la iglesia y vibras con
un buen sermón, esa misma noche vibras con más intensidad mirando la
última película de Hollywood que barre todo aquello que habías aprendido
acerca del Maestro.

Esa es la religión donde el sacrificio es visto como represión, donde la


disciplina es cosa de los legalistas, donde los sentimientos son los reyes que
usan al nombre del Maestro como disfraz del culto a sí mismos. Es la iglesia
de los caprichosos espirituales, que tratan de manipular a Dios para que haga
las cosas de acuerdo a pareceres particulares y no de acuerdo a su Palabra.

En esa iglesia el pastor se llama Balaam que piensa que porque Dios le
permite ir a Moab entonces está aprobando lo que hace. Los ancianos se
llaman Saul, que le piden al profeta que venga con ellos, solo por quedar bien
con el pueblo. Los diáconos se llaman Sansón, solamente deben encontrarse
con una mujer o una actividad excitante para traicionar la razón de su
llamado. Las diaconisas se llaman Betsabé, que sienten que porque el rey
tiene fama de consagrado entonces está bien acostarse con él. Gente que
camina con Jesús pero que no lo sigue. Gente que ha hecho de sus
sentimientos el timón de su vida y que no puede entender la verdadera razón
de la tibieza de la iglesia. Judas caminaba con Jesús, sin embargo nunca lo
siguió. El caminar con Jesús puede ser la introducción al discipulado, pero si
nunca se transforma en compromiso y entrega, termina siendo un tobogán a
la perdición.

Lo interesante de esto es que Jesús bendice de una manera u otra a todos los
que se acercan a él. Judas hizo milagros, fue enviado a hacer misión, repartió
los panes y peces multiplicados milagrosamente por el Maestro y manejó la
tesorería de la iglesia naciente. Jesús sabía que Judas lo traicionaría, sin
embargo nunca lo trató por lo que haría sino por lo que hacía. Si Judas
caminaba con Jesús, Jesús lo bendecía con su amor para que eso fuera motivo
de su entrega total y de su entrada al Reino de los Cielos.

Lo que debes entender es que Jesús no te trata de acuerdo a tu pasado o a tu


futuro, sino de acuerdo a tu presente y mientras estés cerca de él, entregado o
no, serás de alguna manera u otra receptor de sus bendiciones. Por eso, no te
confundas. El hecho que Dios te bendiga mientras caminas con él no quiere
decir que lo estés siguiendo, ni que hayas entrado a su reino. Recuerda que
Dios te bendice porque te ama, para que de una vez por todas llegues al
arrepentimiento.

Judas caminó con Jesús pero nunca lo siguió, él siempre siguió sus
sentimientos y estos llegaron a ser tan predominantes en su vida que cuando
le ordenaron que se colgara de un árbol no tuvo el coraje ni la fuerza para
contrariarlos.

Por eso, pídele hoy a Dios que te haga un seguidor y no un simple caminante.
No te olvides que para que eso suceda tu debes tomar la decisión de entregar
tus sentimientos que son el tan famoso “yo”. No esperes más y hazlo hoy
mismo en oración y deja que el Maestro te haga su discípulo.
EL DIOS DEL COMPROMISO VERSUS EL DIOS
DE LAS PARCIALIDADES
“Ninguno puede servir a dos señores…”. Mateo 6:24

Jesús dijo que es imposible tratar de servir a dos amos. Esta exigencia viene
de parte de Dios y no de parte del diablo. Dios no se puede conformar con
menos que una entrega total ya que él es un ser totalmente comprometido con
sus criaturas y con lo que hace. Por lo tanto, él pide lo mismo de sus
seguidores si es que ellos desean parecerse a él.

Sin embargo la exigencia del diablo es diferente. El dice: “Tú puedes


servirme a mí aunque creas que no estás totalmente conmigo”. A Satanás no
le interesa si lo sirves completamente o a medias. Como Dios pide lealtad
total, el diablo sabe que si no estás enteramente con Dios, le perteneces
totalmente a él.

¿Alguna vez viste a Jesús hacer algo a medias? ¿Alguna vez leíste en la
Biblia que Jesús hizo algo por obligación o sin ganas? Quizás alguno pueda
decir que eso pudo haber sucedido en el Getsemaní cuando pidió a su Padre
que le quitase la copa de sus sufrimientos. Sin embargo, nada está más lejos
de la realidad que eso. Jesús en el Getsemaní estaba siendo sincero, porque
esa es la más clara característica que posee una persona que no tiene dobleces
en su corazón. La sinceridad de Jesús estaba motivada por el compromiso que
tenía con su Padre, con su misión y con el mundo que venía a salvar.

La sinceridad de una persona está directamente relacionada al compromiso


que tiene con algo, ya que cuando el compromiso no existe entonces da luz al
fingimiento.

¿Has estado alguna vez con gente que no es sincera? Entonces seguramente
habrás sido testigo de sonrisas fingidas que en realidad esconden odio, frases
tiernas que tratan de disimular rencores, miradas que aparentan prestar
atención cuando los oídos están cerrados; mentiras camufladas de excusas
razonables, silencios que parecen afirmar pero que en realidad niegan,
obligación sin vocación, presencia con ausencia, mucha puntualidad para irse
pero poca para llegar.
La naturaleza de Jesús se resistía a separarse de su Padre en sustitución de la
raza caída, sin embargo su compromiso con lo que hacía le hizo aceptar el
camino que Dios le presentaba para la salvación del hombre. Jesús había
renunciado a sus propios pareceres, a sus derechos, a sus deseos, a su
bienestar con tal de servir al Padre de todo corazón. El sabía que en el reino
de los cielos al único que le toca señalar lo que se debe hacer es al Padre, y a
los discípulos simplemente les toca obedecer.

Esa era la razón por la cual Jesús al vivir comprometido con lo que hacía,
podía ser sincero con Dios diciéndole lo que sentía. Jesús pedía al Padre que
le presentara otra alternativa para salvar al hombre que no sea por medio de la
separación que pronto experimentarían. El estaba siendo sincero porque no
tenía nada que esconder, ni tenía conflicto de lealtades. Es por eso que
cuando Jesús decidió ir a la cruz, no lo hizo por presión ni por obligación,
sino que lo hizo porque él, aunque no sin ardua lucha, así lo decidió después
de haber presentado su caso a su Padre. Jesús no fue a la cruz sin ganas. Él
fue a ella en total compromiso con tu salvación y la mía. Muchas veces el
compromiso podrá hacerte transpirar gotas de sangre, sin embargo sus frutos
serán para vida eterna y salvación propia y de nuestros semejantes.

¿Has trabajado alguna vez en algo sin ganas y por obligación? No hay estado
mas lamentable que ese. Trabajas, pero lo haces lamentándote. Tu cuerpo está
en el lugar donde se desarrolla la actividad pero tu mente está en el lugar
donde estarías sino te sintieras obligado a hacer lo que estás haciendo. No
disfrutas del trabajo, sino que lo único que haces es pensar en el pago.
Preguntas: ¿qué es lo menos que tengo que hacer con tal de no ser despedido?
Trabajas a desgano. Por fuera muestras que sirves a tu jefe pero en realidad tu
corazón está dividido. Lo haces porque las circunstancias te presionan o
porque alguien te obligó a hacerlo. Miras el reloj a todo momento sin darte
cuenta de lo que hiciste (porque en realidad hiciste muy poco) sino mirando
todavía lo que te falta por hacer. Estás tratando de servir a dos señores.
Imposible. No hay mayor maldición para un empleador que un empleado que
vive y trabaja en esas condiciones. Ese empleado no tiene compromiso con lo
que hace. El que trabaja con esa actitud no decidió trabajar, simplemente se
las arregló para que lo contrataran.

Esa es la condición de muchos cristianos hoy en día. Sin darse cuenta están
engañados sirviendo a un diablo que se disfraza de Dios. Van a la iglesia
porque “tienen” que ir, pero cuando acumulan muchas asistencias deciden
tomarse unas vacaciones ya que piensan que se las merecen por todo lo que
asistieron. Son aquellos miembros de iglesia que se las arreglan para obtener
cargos eclesiásticos pero que hacen muy poco para beneficiar con ese cargo a
los demás. Les gusta el poder pero no el sacrificio. Son rápidos en
desaparecer y lentos en estar en los momentos de necesidad. Tratan de hacer
un buen papel en las cosas grandes pero no soportan el papel de las pequeñas.
Muchas veces son brillantes en sus trabajos seculares y oscuros en los
espirituales. Personas con el corazón dividido, que no disfrutan con los
negocios del Maestro, simplemente cumplen. Son miembros de iglesia que
todavía no han llegado a ser verdaderos discípulos de Jesús.

Dios es un Dios de totalidades y el diablo es el dios de las parcialidades y


divisiones. Por eso si quieres empezar a disfrutar de los frutos de una vida
plena, comprométete hoy con el Maestro y tendrás paz. Comprométete hoy
con tu matrimonio, y tendrás satisfacción. Comprométete hoy con tu misión y
le encontrarás sentido a la vida. Comprométete hoy con los principios eternos
de la Biblia y se enderezará lo que hoy está torcido. Pídele hoy a Dios que
por medio del poder del Espíritu Santo y la entrega total te haga un discípulo
comprometido para que así llegues a ser una honra para el Maestro.

VIENE CON VARA DE HIERRO


“Los quebrantarás con vara de hierro. Como vasija de alfarero los
desmenuzarás”. Salmos 2:9

¿Has escuchado alguna vez frases como: “Los judíos no aceptaron a Jesús
porque ellos esperaban un Mesías que los liberara del yugo romano”? “El
problema de los judíos fue que no estudiaron bien las profecías, ellos
esperaban un Mesías político”.

Te hago una pregunta: ¿Has estado alguna vez en problemas económicos? En


esas circunstancias ¿Has orado a Dios para que te provea el dinero que
necesitabas o para que te salve de tus pecados? Me imagino que pediste por
el dinero. Yo creo que hubiera pedido por lo mismo.
Si hubieras sido un judío de la época de Jesús ¿no hubieras esperado un
Mesías que tenga poder de salvarte de los romanos? Para nosotros puede
parecer muy fácil saber cómo debían esperar los judíos al Mesías porque él
ya vino y sabemos lo que sucedió. Sin embargo si hubieras sido un judío de
aquella época y hubieras buscado en las profecías del Antiguo Testamento
¿crees que hubiera sido fácil para ti llegar a la conclusión de que el Mesías
iba a ser un siervo sufriente y morir en una cruz?

Nota lo siguiente: el profeta Isaías hablando del Mesías y de su pueblo


escribe: “Saquearán también a los de oriente; Edom y Moab les servirán, y
los hijos de Amón los obedecerán” (Isa. 11:14). “Porque tu quebraste su
pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el dia
de Madián... Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrá límite, sobre el
trono de David y sobre su reino...” (Isa. 9:4,7).

En el Salmo 2 se lee: “ Jehová dijo: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy.


Pídeme y te daré por herencia a las naciones, y como posesión tuya los
confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de
alfarero los desmenuzarás...” (Sal. 2:7–9).

Podría mencionar muchos otros pasajes que dan a entender que el Mesías iba
a ser un libertador político. Pregunta: ¿el Antiguo Testamento estaba
equivocado?” En ninguna manera. ¿Por qué entonces decimos que los judíos
se equivocaron? Los judíos no estaban equivocados en los alcances políticos
de la misión del Mesías. En lo que ellos se equivocaron fue en no prestar
atención a los alcances espirituales y de no aceptarlos como la base para que
sucedieran los cambios políticos.

Las profecías daban pautas de cómo sería la misión del Mesías e incluso el
tiempo en que vendría. El hecho que en ocasión del nacimiento de Jesús los
sacerdotes y escribas le dieron a Herodes detalles de la profecías mesiánicas
nos muestra que muchos judíos estudiaban las profecías. Sin embargo el sólo
hecho de leer y estudiar la profecía no asegura que alguien entienda o acepte
la obra de Cristo.

El pueblo de Dios debía estar dispuesto a que el Mesías dictara la aplicación


específica de la profecía y no pretender decirle a él como debía cumplirla.
Algunas personas del pueblo estuvieron dispuestos a someterse al Mesías, sin
embargo la mayoría no lo estuvo. Reconocer al Mesías estaba relacionado
más con una actitud espiritual que con el conocimiento intelectual con
respecto a fechas y eventos. Era una cuestión de fe verdadera que deja que
Dios dicte las condiciones y no una cuestión de erudición.

La profecía también decía que Jesús sería un reformador político. A pesar que
el plan ideal de Dios no se pudo cumplir totalmente debido a la dureza de su
pueblo en aceptarlo, podemos corroborar claramente en la historia las
consecuencias políticas del movimiento fundado por Jesús. Ningún ejército
hizo tambalear al imperio romano como lo hizo el verdadero cristianismo.
Roma puso toda su maquinaria política para destruir ese movimiento que
había nacido con un Humilde Carpintero, sin embargo no lograba aniquilarlo.
Roma no se daba cuenta que la persecución que parecía en algunos
momentos tener éxito, lo único que hacía era depurar al movimiento cristiano
de la hipocresía para que luego creciera aún con más fuerza.

El cristianismo estuvo a punto de hacer caer el imperio sin armas


convencionales, sin ejércitos ni generales, sin odio ni venganzas. Este
movimiento liderado por un grupo de humildes pescadores sacudió al mundo
usando solamente la fuerza del amor impulsado por la lealtad indivisa de sus
adherentes a las enseñanzas y la persona de un joven judío que murió
crucificado.

La liberación espiritual de los seguidores de Jesús llegó a tener enormes


consecuencias políticas. Sin embargo, ante tan grande amenaza, Roma
ensayó una estrategia que le aseguraría un éxito rotundo y la perpetuación de
un sistema que no moriría hasta la segunda venida de Cristo. Roma logró
infiltrar este bendito movimiento y la política llegó a ser la base de acción y
estrategia para hacer de la iglesia naciente una gran institución que se
levantaba para ocultar la falta de aquel espíritu original que había sido la
fuente de su verdadero poder.

La mayoría de los cristianos cayeron en la trampa y a cambio de la libertad


física o política estuvieron dispuestos a relegar la libertad espiritual. Para
librarse de la persecución aceptaron que el estado dictara la religión y que los
gobernantes políticos fueran los dirigentes religiosos. Unión de iglesia y
estado, un fatídico cóctel que daría nuevamente a luz persecución e
intolerancia pero ahora a través de un estado “cristiano” político religioso.
La historia nos da suficientes evidencias como para afirmar que las empresas
espirituales pueden tener grandes consecuencias políticas, y que, cuando la
religión se mezcla con la política, aniquila en los corazones la semilla
espiritual que le da frescura, dinamismo y verdadera fuerza a un movimiento.

Jesús vino a liberar a los judíos de la opresión romana, sin embargo para que
la liberación política pueda ser una realidad, primero ellos debían aceptar la
liberación espiritual. El éxito de Roma estribó en lograr que las personas
piensen que los ámbitos políticos eran tan o más importantes que los
espirituales y terminó centrado en ello para luego tratar de afectar lo
espiritual.

De la misma manera, hoy día la iglesia de Dios está destinada a vencer, sin
embargo nunca vencerá siendo cómplice con el estado. Tal vez una actitud en
este sentido logre darle éxito político e institucional, pero nunca logrará el
éxito espiritual que la haga una agente transformador de la sociedad. De allí
que es necesario que como cristianos en nuestros países protejamos con
nuestra voz y energía la libertad individual que cada ser humano tiene de
adorar a Dios o de no hacerlo, no favorecer ninguna religión en especial y
proteger los derechos individuales de cada ser humano.

Si una iglesia desea ser verdaderamente cristiana debe tener muy claro que si
bien la religión puede influenciar a los políticos nunca debiera estar unida a la
política. Tanto el ateísmo como el cristianismo–estado han restringido
historicamente la libertad, generando persecución e intolerancia. No son nada
más ni nada menos que imágenes del imperio romano que se disfrazan con
otros nombres.

Paradójicamente, si algún individuo no desea seguir al Dios de la Biblia lo


mejor que puede hacer es buscar un estado que esté “influenciado” por los
principios del verdadero cristianismo, y si lo encuentra, entonces allí podrá
profesar su creencia o su carencia de ella y vivirla con plena libertad si es que
eso no afecta a los derechos de otros seres humanos.

Recuerda que la iglesia de la que habla la Biblia es un grupo de personas


sinceras y fieles que han sometido sus vidas a la dirección de Dios. Esas
personas sinceras y fieles se unen para servir, predicar la salvación a la
humanidad y crear medios para que ese servicio sea más eficiente. Pero no te
confundas, los medios que se han creado son simplemente medios, no son la
iglesia.

Repitiendo la idea, la iglesia cristiana será siempre bien definida cuando la


definamos como un movimiento de personas fieles a Cristo y sus enseñanzas.
Ella no puede ser definida como si fuera una institución, organización o
templo. Cuando esta diferencia se confunde entonces se abre en el grupo de
creyentes una brecha para dar lugar a personas que no les interesa la
verdadera religión pero que se sirven de ella. Ellas se apoderan de los medios
que creó la iglesia y los utilizan como pedestales para hacer crecer sus
ambiciones políticas tratando de hacer creer a los fieles que ellos son
indispensables para hacer que la iglesia crezca.
La situación llega a ser muy sutil, porque bajo la administración de estas
personas que manejan la política las estructuras pueden crecer, el dinero
puede llenar los alfolíes, los prosélitos pueden hacer fila frente a los
bautisterios, sin embargo el verdadero pueblo de Dios (su iglesia) decrece, el
mensaje se diluye y los métodos humanos reemplazan a los divinos.

“¿Quiere decir que la iglesia de Dios puede llegar a ser aniquilada?”. Eso
nunca pasará. Mientras hayan dos verdaderos discípulos del Maestro que
vivan de acuerdo a los principios de del Reino de los Cielos, la iglesia de
Dios estará viva y amenazante. Recuerda que ni las puertas del infierno
pueden prevalecer contra ella.

“¿Pero como puede estar la iglesia viva y amenazante cuando está dirigida
por personas influenciadas por la política?” Nuevamente te estás
confundiendo, los políticos pueden dirigir o manejar los medios que creó la
iglesia pero nunca dirigirán a la iglesia porque la iglesia no es una
organización o institución, la iglesia es el conjunto de verdaderos discípulos
que viven en misión y ellos siembre tendrán como cabeza a Jesucristo.

La iglesia de Jesucristo es invencible. Es tan fuerte que cuando es perseguida,


sus hostigadores sin darse cuenta lo único que están haciendo es hacer que
ella se purifique. La persecución es para la iglesia verdadera lo que es la
gasolina al fuego.

“No entiendo, si la iglesia son los verdaderos discípulos ¿Cómo podemos


encontrar políticos manejando los medios que los discípulos crearon para ser
más eficientes en el servicio al Maestro?”. Muy simple, el hecho de ser hijo
de un discípulo no te hace consagrado al Maestro, como el ser hijo de médico
no te hace cirujano. Muchos hijos de discípulos no saben vivir de otra manera
que la que vieron en sus padres pero nunca tomaron la decisión de entregarse
de todo corazón al Maestro. Ellos pueden conservar la forma de la religión
pero no la esencia. Son “cristianos de cuna” pero nunca llegaron a ser
cristianos de corazón. Eso pasó con el pueblo judío en la época de Jesús.

Por otro lado, algunos discípulos amenazados por las presiones del mundo
cedieron en sus corazones a sus normas y principios con tal de evitar el
sacrificio o la pérdida de la aprobación de la mayoría. Estos individuos llegan
a ser los políticos de los medios creados por la iglesia y así debilitan
eficazmente la fuerza del pueblo de Dios dando un confuso testimonio que
engaña a aquellos que no son parte de ella y que de otra manera desearían
serlo. Para ellos, lo más importante no es liberación espiritual sino la fuerza y
el poder político. Ponen el énfasis en el “ejército y la fuerza” pero no en el
“Espíritu”. Utilizan a las instituciones que fueron creadas para servir a las
personas como pedestales bajo sus pies. Piden entonces que las personas
sirvan a las instituciones en vez de promover que las instituciones sigan
sirviendo a la personas.

Estas personas se resisten al reavivamiento y la reforma debido a que eso


implicaría una desestabilización de su poder personal y una amenaza a su
comodidad. Son muy hábiles en lograr que las masas confundan la institución
con Dios mismo, pidiéndoles un servicio indiviso a las instituciones ya que
ello significa un servicio indiviso a ellos mismos. Ellos hablan mucho de la
iglesia, pero poco de Dios. Siempre están al tanto de la última herejía, pero
no saben nada de la verdad. Saben muy bien las estadísticas de las ofrendas
pero nunca dieron una limosna. El único sacrificio que realizan es el de pedir
que los demás hagan sacrificios. Defienden doctrinas correctas con actitudes
incorrectas. Hablan corporativamente porque no tienen autoridad individual.
Tratan de impresionar a la gente porque no saben como inspirarlas. Utilizan
los métodos humanos porque nunca aceptaron los principios divinos.
Personas que ya salieron pero que fingen estar dentro. Son los primeros en
perseguir “herejes” y serán los primeros en ayudar a la persecución cuando al
final del tiempo venga desde fuera. Lobos vestidos de ovejas que no tienen
piedad por el rebaño. Estos individuos debilitan eficazmente la influencia del
pueblo de Dios ante el mundo, intentando persuadir a sus miembros para que
crucifiquen a Cristo en la persona de sus discípulos. Trocan la fidelidad a los
principios divinos por fidelidad a normas eclesiásticas.

Mi querido amigo, Cristo viene y viene muy pronto, y quiero decirte que esta
vez viene a terminar la obra que comenzó en su primera venida. Él está
formando un pueblo que ha entendido, aceptado y recibido la liberación
espiritual, y es así que ahora vendrá como un Mesías político, Rey de Reyes y
Señor de señores a instaurar su imperio que de una vez por todas liberará a
los verdaderos judíos del imperio romano.

En el nombre del Señor clamamos para que no intentemos mezclar políticas


humanas con los principios divinos, porque si así lo hacemos el Mesías nos
tendrá por culpables de violar el segundo mandamiento, a saber, levantar una
imagen de la bestia (el que tiene oídos, oiga). Si no deseamos entregar
nuestra vida para el cambio espiritual que el Mesías se ha propuesto hacer en
nosotros, entonces será mucho mejor que nos atemos una piedra de molino al
cuello y nos echemos a lo profundo del mar porque el Mesías viene, pero
ahora viene con vara, y la vara con la que viene es de hierro.

VE EN PAZ
“Simón una cosa tengo que decirte”. Lucas 7:40

“¡Qué escena repulsiva! Si realmente fuera un hombre de Dios no dejaría que


esta chica le bese los pies como lo está haciendo!” “Está bien que predique,
pero que permita que uno de sus interesados haga semejante espectáculo ¡es
demasiado! Además todos sabemos el historial de esta pecadora”.

¿Qué hubieras pensado de Jesús si hubieras sido uno de los invitados a la


casa de Simón? Simón, era fariseo, sin embargo en un momento de
desesperación había buscado a Jesús. La lepra había llegado a su vida y a
pesar de que todo su entorno había rechazado al Humilde Carpintero, a él no
le interesó buscarlo con tal de que eso fuera para su propio beneficio. Jesús
no solamente lo recibió sino que también lo sanó.

La pecadora había sido arrojada a los pies de Jesús. Todos conocían las
circunstancias en que se habían encontrado. Era el comentario general que el
Maestro había impedido su apedreamiento y que de allí en más la había
recibido dentro de su entorno. El pueblo sabía que de no ser por esa situación,
ya la hubieran linchado. No sólo porque los fariseos eran muy perseverantes
en conseguir sus objetivos, sino porque ella era el testimonio viviente de su
fracaso espiritual.

Ellos la condenaban, pero con ella se acostaban. Ellos la odiaban


publicamente, sin embargo secretamente la deseaban. Ellos hablaban de ella,
pero la amenazaban para que ella no hablara. Justicia de fariseos. Mucha
ostentación y aparatosidad para tapar los pecados más horribles y espantosos.

Simón, si bien pretendía ser discípulo de Jesús, todavía poseía un corazón de


fariseo. Porque una cosa es reconocer a Jesús como profeta y comenzar a
caminar con él por los beneficios que eso puede reportar, pero otra cosa es
llegar al conocimiento de quién realmente uno es como resultado de seguirlo
y conocerlo a él.

Todos llegamos a Jesús por alguna motivación egoísta: algún problema que
no pudimos solucionar, un deseo de plenitud y felicidad no satisfecho o por
algún interés familiar o material. Jesús sabe muy bien que estando lejos de él
nada bueno puede motivarnos. Él sabe muy bien cuál es nuestra condición y
miseria. Lo que a él le interesa es que vengamos, entonces él se hará cargo de
todo lo demás.

Simón, si bien estaba agasajando al Maestro con una cena, todavía no había
andado lo suficiente con él como para darse cuenta de que nada de lo que se
hace por el Maestro sustituye al hecho de rendirse a él. Esa puede ser también
tu situación. Caminar con Jesús no significa necesariamente que lo estés
siguiendo. Entregarle tus alabanzas en la iglesia cada fin de semana no
sustituye al hecho de entregarle aquello que impide que él sea el Señor de tu
vida. Seguir a Jesús es un camino de auto conciencia donde por mirarlo te
comienzas a dar cuenta de quien realmente eres. Eso puede ser
espeluznantemente incómodo y doloroso.

Hay dos maneras de confrontar nuestra realidad: nos rindimos y aceptamos a


Jesús como nuestro Señor y Maestro o buscamos excusas para justificar la
maldad que se te está revelando dentro nuestro para continuar en nuestra
miseria. Simón estaba frente a esa disyuntiva. Todavía no se conocía a sí
mismo y ese fue el momento donde Jesús comenzó a hacerle la revelación
más dolorosa de su vida.

Entonces Jesús le dijo: “Simón una cosa tengo que decirte”. Cuando Jesús
mencionó su nombre, el fariseo intuyó que algo escalofriante se venía.
Justamente las dudas que se habían levantado en su mente debido a la actitud
de Jesús con respecto a la pecadora serían ahora expuestas y Jesús se
revelaría ante él no como un profeta, sino como Dios mismo viviendo en la
carne. Simón contestó temblando por dentro y asumiendo seguridad por
fuera: “Dí, Maestro”. “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía
quinientos denarios y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con que pagar,
perdonó a ambos. Dí, pues ¿Cuál de ellos le amará más?”. Jesús en su
misericordia respondió a los perversos pensamientos de Simón con una
parábola. El Maestro muy bien pudiera haber preguntado: “Simón, ¿cómo
sabes que esta mujer es pecadora? ¿No será que lo sabes porque tu alguna vez
te acostaste con ella?”. Eso era lo que Simón más temía porque entonces toda
la estrategia de legalismo farisaico que había diseñado por años para esconder
su propio pecado iba a ser expuesta delante de todos aquellos que lo
consideraban una gran persona.

Ese era justamente el propósito de Jesús: desbaratar la falsedad del fariseo


para que sea transformado en un humilde discípulo. Jesús no lo haría
mediante la humillación pública sino mediante la humillación del corazón,
porque hasta cuando Jesús nos corrige no puede dejar de lado su amor por
nosotros.

Simón comenzó a contestar sintiendo que de alguna manera entraba en el


camino de la auto condenación: “Pienso a quien perdonó más” –contestó.

–“Rectamente has juzgado” contestó Jesús. Ahora el Maestro mira a la mujer


pero le habla al fariseo: “¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste
agua para mis pies, sin embargo esta mujer pecadora ha regado mis pies con
lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos”.

Las palabras de Jesús decían mucho más para Simón que para aquellos que
estaban sentados a la mesa y las escuchaban. En otras palabras, Jesús le
estaba diciendo: “Tú me has invitado por devolverme un favor. Tu orgullo no
te permite recibir algo. Como tú cobras los favores que haces, también
piensas que tú debes pagarles a aquellos que te los hicieron. No me lavaste
los pies porque el que vive de trueques y de intercambios nunca da todo,
solamente da lo que que considera una devolución”. Jesús prosiguió: “No me
diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies”. Al
orgulloso fariseo le daba asco la mujer pecadora, sin embargo se había
deleitado con su cuerpo. Esa es la actitud del fariseo. Disimula su pecado
echándole la culpa a la persona con la cual pecó.

La mujer pecadora ahora sentía asco por su pecado pero no sentía asco de
besar los pies polvorientos y transpirados de Quien la había valorado y
perdonado. Simón nunca podría haber hecho eso, no solo porque no lo sentía,
sino porque él había recibido curación fisica pero todavía no había permitido
la sanidad de su lepra espiritual. A su orgullo le daría asco besar los pies del
Maestro.

Jesús continuó: “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son
perdonados, porque amó mucho, mas aquel a quien se le perdona poco, poco
ama”. Aquí Jesús declaró una de las verdades más grandes pero tal vez más
incomprendidas de la Biblia. El amor y el perdón están estrechamente
relacionados. Aquel que no puede amar es porque su orgullo nunca le ha
permitido recibir el perdón. El problema es que el corazón orgulloso de un
fariseo vive haciendo esfuerzos para auto justificarse con pensamientos
como: “en realidad no soy tan malo”, “¡cuánto he soportado esta persona, que
bueno que soy!”. “Lo que hice no estuvo bien, pero tampoco estuvo tan mal,
si no fuera por culpa de fulano, yo nunca lo hubiera hecho”. “Al final, ¡quién
da tantas ofrendas como yo!”. “Dios me usó ayudando a aquella persona, si
fuera malo no la hubiera ayudado”. “Hay un montón de personas que me
agradecen por los favores que les hago eso quiere decir que no soy tan malo”.
“Si Dios no me contesta esta oración, después de todo lo que hice por él,
entonces no vale la pena seguirlo”. Esta y muchas más son las maneras de
pensar de un fariseo orgulloso y miserable. Esa era la manera de pensar de
Simón. Esa actitud no permite discernir la necesidad del perdón y por lo tanto
solamente se cree merecedora del amor.

Jesús entonces dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados... Tu fe te ha


salvado, ve en paz”. Eso era justamente lo que necesitaba Simón: la paz. La
tenía junto a él, sentada a su mesa y ese día, si es que así lo decidía y
aceptaba, podía irse también de la misma manera que la mujer pecadora.
Simón estaba haciendo una cena para pagar un favor, la mujer estaba
derramando su perfume en los pies del Maestro por agradecimiento. La mujer
había sido liberada y perdonada para amar. El fariseo no podía amar porque
vivía trabajado y cargado tratando de disimular su propia miseria.

Esta también es tu oportunidad. Necesitas lo mismo que aquel orgulloso


fariseo. Necesitas paz en tu hogar, en tu trabajo, en la iglesia, en tu corazón.
Tú necesitas ser perdonado. No son tus circunstancias las que deben cambiar,
el que debe cambiar eres tú. Arrodíllate en este mismo momento, admite la
verdadera causa de tu problema, aférrate a los pies sangrantes del Maestro y
pídele perdón antes de que muera el deseo que el Espíritu ha levantado en tu
corazón. No te hagas más miserable a ti mismo echándole la culpa de tu
miseria a aquellos que te rodean. Deja que el Espíritu del Maestro te quiebre
por dentro y desarme esa cáscara de santidad hipócrita que has llevado por
tanto tiempo. Hoy Jesús quiere decirte “ve en paz”. El te perdona, pero tú
debes creerlo y aceptarlo con todo tu corazón y entonces nacerá en ti la fe que
salva para transformarte de un orgulloso fariseo en un humilde discípulo.

AMOR Y FIRMEZA VS. FUERZA Y PRESION


“Y le dijo uno: he aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren
hablar. Respondiendo él al que decía esto dijo: ¿Quién es mi madre, y
quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos,
dijo: He aquí mi madre y mis hermanos”. Mateo12: 46–49

¿Cómo te sentirías si alguna vez vas a buscar a tu hijo a la casa de sus amigos
y cuando llegas él te manda a decir que su madre y hermanos son aquellos
que están en la casa que él está visitando? ¿Te alegrarías de su respuesta o te
ofenderías?

En los evangelios encontramos algunos pasajes que nos muestran la gran


confianza que existía entre Jesús y María. No podemos tener dudas de que
María era una persona sometida al poder del Espíritu de Dios y es por eso que
Jesús podía directamente llamarle la atención cuando ella estaba influenciada
por las circunstancias o presionada por personas.
María recordaba muy bien aquel momento cuando Jesús tenía sólo doce años,
en el que lo había dejado en Jerusalén en ocasión de la Pascua por causa de
estar entretenida por las compañías del momento. Después de tres días de
búsqueda ella había querido reprender a Jesús, sin embargo terminó siendo
reprendida por él: “¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es
necesario estar?”. En aquella ocasión María le quería hacer entender a Jesús
que ella y José tenían autoridad suprema sobre él. Grave error. Jesús
suavemente, pero con la firmeza de una roca estableció que la autoridad
suprema para él era su Padre Celestial.

Ahora María nuevamente venía a buscar a Jesús pero junto a sus hermanos
mayores. Pareciera que ellos pretendían tener el derecho de decirle a Jesús
qué era lo que tenía que hacer. Sin embargo Jesús sabía que la razón de la
búsqueda estaba basada en el hecho de que como familia podían quedar
expuestos a las críticas de los dirigentes religiosos por quienes los hermanos
sentían cierta admiración y respeto.

Ante esta circunstancia Jesús estableció un principio que debe regir la vida de
todos aquellos que desean ser sus discípulos: la relación con aquellos que
hacen la voluntad de Dios debe estar por sobre las relaciones de carne y
sangre.

“¡Pero yo siempre pensé que el cristianismo como filosofía resguardaba el


bienestar de la familia y su conservación!”. Eso es verdad, pero nunca la
lealtad a la familia puede estar por encima de la lealtad a Dios. Nada ni nadie
debiera manipular a un discípulo con le objetivo de desviarlo de hacer lo que
Dios le mandó.

Nota el contexto de lo que está sucediendo: los hermanos de Jesús estaban


manipulando a María para que se interponga en el camino de Cristo. Jesús
sabía esto y entonces de la misma manera que en su niñez, suave pero
firmemente, estableció Quién era su autoridad suprema y a Quién le debía
rendir cuenta en cuanto a su agenda. Si bien Jesús siempre fue todo amor y
ternura, nunca dejó que otros lo manipularan.

A veces como cristianos nos confundimos y pensamos que dejarnos


manipular es una evidencia de humildad. Nada está más lejos de la realidad
que ese pensamiento. Dios nunca se dejó manipular ni nunca dejará que lo
manipulen. Pero tú me puedes decir: “Jesús dejó que lo escupan, que lo
pateen y que le den puñetazos ¿acaso eso no es dejarse manipular?”. Jesús se
humilló, eso es algo totalmente diferente a dejarse manipular.

“Entonces ¿cual es la diferencia entre humillarse y dejarse manipular?”.


Cuando te humillas tú decides lo que vas a hacer porque es lo conveniente
para que se revele la gloria de Dios en tu vida. Es una decisión tuya. En la
humillación no existe cambio de rumbo, de propósitos ni lealtades. Por el
contrario, en la manipulación dejas que los que te presionan decidan por ti y
por agradarlos, cambias tus propósitos, lealtades y rumbo. Jesús en su
humillación permitió que los soldados le pegaran porque esa era justamente
la manera que Satanás usaba para hacerlo cambiar de rumbo y lealtad. El
permaneció firme a pesar de la presión, y con su humillación mostró la gloria
de su Padre.

La humillación busca agradar a Dios, la manipulación nos lleva a agradar a


los hombres. “¡Pero siempre pensé que si quería ser una buena persona debía
dejarme manipular por mi esposo, esposa o hijos!”. Bueno, ahora sabes que
estabas equivocado/a.

El dejar que te manipulen llega a ser la falsificación satánica de la


humillación. Cuando te dejas manipular lo que evidencias es que has
decidido poner a un ser humano por sobre la autoridad de Dios. Si persistes
en esa actitud irresponsable, tarde o temprano terminarás explotando con una
ira satánica y tal vez sea en contra de aquellos que no tuvieron nada que ver
con la manipulación.

Esteban es otro caso que muestra lo que significa la humillación que es el


resultado de permanecer firme en lealtad a Cristo. El decidió humillarse ante
sus enemigos evidenciando su fidelidad a Dios y su deseo de seguir por el
mismo camino que recorrió Jesús. Esteban fue apedreado debido a que no se
dejó manipular por esos miserables dirigentes religiosos que en el nombre de
Dios trataban de perpetuar sus pecaminosas ambiciones.

Sin embargo debes tener algo claro: si bien Dios te manda a que no te dejes
manipular, nunca te pide que resistas a la manipulación manipulando. A la
manipulación se la resiste con humillación, amor y firmeza. Nunca debes
dejar de imitar al Maestro.
Recuerda que en la manipulación tú decides que otra persona decida por tí, en
la humillación te sometes a la voluntad de tu Padre y no dejarás que nada te
aparte de ella. Tú eres manipulado si como resultado de agradar a alguien
dejas de poner a Dios en primer lugar en tu vida. Tú te humillas si es que
decides mostrar el carácter de Jesús en todo momento con amor y firmeza a
pesar de las presiones. En la humildad no se pierde la dignidad, en la
manipulación estás dispuesto a perder todo con tal de ganar la aprobación de
alguien.

María entendió muy bien lo que Jesús le estaba queriendo decir y es por eso
que no leemos en el relato bíblico que ella se ofendió o hizo un escándalo
ante la negativa de Jesús de atender su pedido. La firmeza de Jesús le hizo
dar cuenta que se estaba dejando presionar y manipular por sus otros hijos.
Como aquella vez en Jerusalén, ella entendió que nadie debía usarla para
estorbar la obra de Cristo.

De la misma manera hoy es necesario que le pidas perdón a Dios por haber
dejado que otras personas te aparten de él. La mejor manera de humillarte
ante un manipulador es no hacer aquello que te está pidiendo y que va en
contra de lo que dicta tu conciencia. Sin embargo, cuando no son cuestiones
de conciencia el Maestro te manda a que cuando tu enemigo te quiera
manipular pidiéndote que lleves su carga por una milla, le muestres que has
decidido amarlo humillándote llevándosela dos.

Y LOS NUEVE, ¿DONDE ESTAN?


“¿No hubo quien volviese y diese Gloria a Dios sino este extranjero?”.
Lucas 17:18

El agradecimiento es una de las principales evidencias de una vida espiritual


sana. Sin embargo como seres humanos egoístas tendemos a centrarnos mas
bien en las bendiciones que pedimos que en la Fuente de las bendiciones. Eso
fue lo que les pasó a los nueve leprosos que no volvieron a agradecer a Jesús
después de haber sido sanados. Estaban tan contentos con la bendición
recibida por el Maestro que se olvidaron del mismo Maestro.

Presento nueve posibles excusas razonables que podrían haber sido la causa
para que estos nueve no volvieran a Jesús: “Sí, él fue el que me sanó, pero
déjame primero ir a ver a mi esposa e hijos”.

“Sí, Jesús me sanó y estoy agradecido, pero ahora tengo que ir a ver a mi
socio y decirle que podemos continuar con el negocio”.

“Bueno, en realidad no volví porque hice lo que Jesús me dijo. Él me dijo que
vaya y me muestre a los sacerdotes, ¿o acaso eso estuvo mal?”.

“Jesús me sanó, pero perdí mucho tiempo con esa enfermedad, él me podría
haber sanado antes”.
“Jesús me sanó, pero mi familia es pariente de Caifás, es mejor que nadie lo
sepa”.

“Bueno, en realidad no sé si fue él, si bien en un momento lo pensé, después


me dijo el médico que de vez cuando pasa que cuando un leproso corre al
templo para corroborar si se le fue la lepra, queda limpio. A ese fenómeno los
científicos lo llaman ‘síndrome leprosal mentaloide’”.

“Yo quería volver, pero como ninguno de los otros ocho judíos volvieron,
decidí seguir con ellos. ¡No iba a volver con aquel despreciable samaritano
que adora en el monte Gerizim!”.

“Es que estaba tan contento que me olvidé”.


“Sí, me curó la lepra, pero ¡la uña encarnada no me la sanó!”.

“Estoy contento que me sanó, pero estoy seguro que si vuelvo a él me va a


pedir que deje todo y lo siga, y realmente me encuentro bien así como estoy,
más ahora que no tengo lepra”.

Nueve posibles respuestas que pueden haber dado los otros nueve cuando su
conciencia les preguntó dónde estaban. ¿Cuáles sería tu respuesta si Jesús te
preguntara a dónde te encuentras después de esa gran bendición que te dio?

La falta de agradecimiento es el primer paso que una persona da para alejarse


del Maestro y entrar en el terreno de la incredulidad y la falsedad. Nunca,
pero nunca encontrarás a un soberbio agradecido. Y si tú no eres agradecido
es porque todavía no te has dado cuenta de que estás casi perdido.
Cuando el samaritano volvió a Jesús para agradecerle, el Maestro le dijo:
“Vete, tu fe te ha salvado”. En otras palabras Jesús pone a la fe y al
agradecimiento en el mismo plano, como medios de salvación. Son los dos
elementos que nos hacen que veamos a la bendición como un medio para ir a
la Fuente. Jesús dio la misma bendición a los diez leprosos, pero solamente a
uno pudo darle vida eterna. Los nueve se quedaron con la bendición pero sin
la salvación.

Las bendiciones de Dios pueden transformarse, cuando las disfrutamos sin él,
en la maldición más grande de nuestra vida. ¿Cuantas veces vivimos la vida
de la misma manera que estos ingratos? Oramos por algo, y cuando lo
tenemos, nos olvidamos de Aquel que nos lo concedió. “¡Pero es que yo no
tengo muchas manifestaciones de Dios en mi vida!”. No las tienes porque
nunca te interesó descubrir la Fuente de las bendiciones que disfrutas por
tratar de sacar el máximo provecho de las bendiciones mismas. Eso te llevó a
una religión fría y formalista que no tiene nada para contar, ni para alabar, ni
para dar testimonio. Esa es la religión basada en la soberbia que seguramente
despreciará a un samaritano agradecido acusándolo de sentimental.

Hoy te propongo que hagas un alto en esa carrera loca que comenzaste
después de haber recibido tu bendición. Es necesario que empieces a darte
cuenta que la misma respiración que tienes es un regalo que te ha dado y
mantiene el Maestro para que de una vez por todas vuelvas a él para recibir
salvación. Lo último que Jesús desea es que mueras espiritualmente leproso
en tu falta de agradeciemiento. Al volver a Jesús y al humillarte en su
presencia en agradecimiento, comenzarás a experimentar ese santo gozo que
viene del Espíritu y tu frío corazón comenzará a latir incluso por aquellos que
antes ignorabas y despreciabas.

Aprende a hacer un alto para agradecer hasta por las más pequeñas
bendiciones que recibas. Reúne a tu familia y hazle ver a ellos qué es lo que
Dios está haciendo e hizo por ti. Que tus hijos puedan ver dónde es que Dios
se manifiesta, y allí levanta un altar como lo hacían los patriarcas. Como
resultado verás a la fe brotar de una manera tan natural en tu vida que al
tiempo se tranformará en la más gozosa dependencia.

Pídele hoy a Dios que te haga un discípulo agradecido y que antes de salir
corriendo a disfrutar de las bendiciones que el Maestro te da, puedas volver a
él en agradecimiento para asegurarte que por la bendición concedida no
perderás la Fuente de la vida eterna.

CUANDO JESUS SE HACE ESPERAR


“Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó pues que
estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba”. Juan
11:5,6

La primera parte de este pasaje es fácil de entender y armoniza con lo que


pensamos acerca de Jesús. Él amaba profundamente a las personas, más si
eran sus amigos. Sin embargo la última parte del verso es totalmente
contradictoria. Si fuera escrito con la lógica humana el pasaje tendría que
leerse de la siguiente manera: “Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a
Lázaro. Cuando oyó pues que estaba enfermo se apresuró para ir a Judea a
sanarlo”.

¿No te parece que así sería más lógico? Sin embargo las cosas no son como a
ti y a mí nos parecen sino como la Biblia las presenta. Jesús se quedó dos días
más en el lugar donde estaba antes de ir a Judea.

¿Has estado en algún momento desesperado y clamaste a Jesús y él en vez de


responder prontamente se quedó dos días más donde estaba? ¿Que piensas
acerca de él en esas circunstancias? Quizás en este momento estás esperando
una respuesta de él que se tarda.

Déjame decirte algo, aprovecha esa espera para desarrollar tu fe porque


cuando el Maestro se tarda es porque está planeando hacer algo tan
maravilloso que tú ni siquiera lo puedes imaginar. Sin embargo no arruines el
plan del Maestro perdiendo tu fe y paciencia, desesperándote y dando lugar al
pensamiento pecaminoso de que él no te escucha. No cometas el error de
enfocarte en lo que le estás pidiendo. Centra tus pensamientos, tus energías y
tus esperanzas en quien es al que le estás pidiendo. No es tan importante lo
que pides como a quien le pides y si eso está claro en tu mente y experiencia
entonces la fe, mientras esperas, dará a luz a la más bendita esperanza.

Entre los judíos había una tradición que enseñaba que cuando alguien moría
el alma trataba de volver al cuerpo por tres días con la esperanza de entrar en
él. Cuando al fin de ese período ella observaba que el rostro se había
desfigurado, se alejaba y nunca regresaba. Esa era la razón por la cual la
gente iba a la tumba continuamente durante los primeros tres días de muerto
el difunto y si nada sucedía entonces se lo daba irremisiblemente por muerto.

Jesús se estaba tardando con el propósito de que su acción realmente


fortaleciera la fe de aquellos que serían testigos de uno de sus más recordados
milagros. Por amor a Marta, María, a ti y a mí, Jesús debía hacer de aquella
experiencia un anticipo del día final donde ningún ser que pretende ser
racional pudiera cuestionar la realidad de las acciones de Dios.

Dios muchas veces debe llevarte hasta ese momento donde parece que no hay
ninguna salida. Ese momento en que parece que todas las estrategias se
agotaron. Esa situación donde ya no quedan fuerzas humanas para hacer
aquello que de otra manera intentaríamos hacer. El Maestro necesita hacer
esto con el fin de que cuando te responda no tengas ninguna oportunidad de
atribuírselo a la casualidad.

Cuando eso sucede, la bendición que él te da es entonces el resultado de la fe


y no su causa. El desea que entiendas de una vez por todas que él es un Dios
de milagros y que realmente desea hacerlos. Sin embargo debes tener en
cuenta que si Jesús se está tardando no se debe a que no presta atención a tu
ruego sino que se debe a que desea realizar su mayor milagro dentro de ti.

A veces Jesús dejará morir a los seres que más quieres con tal de que tú no te
pierdas. A veces el dolor por el que pasamos en esta vida se transforma en el
medio que Dios usa para que busquemos la vida eterna. El mira más allá de
lo que tú puedes mirar. Él te mira con una proyección de eternidad y hará
todo lo posible para que no pierdas la espectacular herencia que te ha
reservado.

Por eso no pienses que es en vano seguir rogando por aquello que estás
pidiendo. Sigue haciéndolo y el fervor creciente en tu ruego será la evidencia
de que Dios está realizando el milagro de hacer que tu vista deje de enfocarse
en la bendición que estás pidiendo y se torne hacia él mismo. Cuando eso
ocurra ya no te importará si Dios te da lo que le pides o no. Tu oración se
verá completamente recompensada en la experiencia íntima que obtuviste con
él. En esas circunstancias, no te extrañes si es que llegas a darte cuenta que lo
que le pedías no era realmente lo que necesitabas. Por otro lado, tampoco te
extrañes de que Dios entonces te conceda tu petición, y si así sucede, ten por
seguro que disfrutarás plenamente del don concedido. La experiencia que
obtengas en la espera te preparará para que la bendición concedida no sea un
obstáculo para tu salvación ni para seguir al Maestro.

Aprovecha entonces los momentos de tardanza de Dios para trasformarte en


un hombre o mujer de oración. Búscalo porque de seguro lo hallarás, llámalo
porque de seguro que te abrirá. Arrodíllate en este mismo momento y
agradécele a Dios por la tardanza en la respuesta y pídele que tu fe crezca de
tal manera que puedas comenzar a deleitarte en la espera porque eso resultará
en una mayor intimidad con él.

NO TE VAYAS CON LOS GRIEGOS


“Había unos griegos entre los que habían subido a adorar a la fiesta. Estos
pues se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron,
diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Juan 12: 20, 21

Los sacerdotes y gobernantes estaban empeñados en matar a Jesús. La gente


del pueblo estaba dividida. Unos razonaban que si los dirigentes no lo
aceptaban no debía ser alguien en quien se debía confiar. Otros lo creían un
profeta pero no el Mesías. Por otro lado, algunos creían que era el Enviado,
pero por miedo a las presiones institucionales no se animaban a confesarlo.

Por momentos parecía que los esfuerzos que Jesús había hecho al ministrar a
este pueblo durante tres años no habían tenido ningún sentido. Si bien había
muchos que sentían gran cariño por el Maestro, no llegaban a entender la
importancia de los momentos que estaban viviendo. La muerte de Jesús era
un hecho inminente y en esas circunstancias se acercan unos griegos ávidos
de ver y de saber más de Aquel a quien los judíos estaban rechazando.

No había nada más satisfactorio y compensador para el corazón del Maestro


que encontrar un alma sedienta por saber más de los principios de su reino.
Sin embargo Jesús sabía muy bien lo que el sabio Salomón había escrito por
inspiración en el libro de Eclesiastés: “todo tiene su tiempo...”
“Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a
Jesús. Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora en que el Hijo del
Hombre ha de ser glorificado” – y continuó – “De cierto, de cierto os digo
que no hay profeta en su propia tierra. Estos griegos sin conocerme piden
verme, mientras que este pueblo viéndome todos los días pedirá matarme. Es
hora que el evangelio sea predicado a los gentiles”.

Es así que Jesús salió del templo y junto con los griegos descendió a Jope y
tomando una nave se embarcaron hacia Atenas. ¿Que crees que hubiera
pasado si Jesús se hubiera ido con los griegos? ¿No crees que Jesús tenía
suficientes y justificados motivos como para dejar Jerusalén e ir a predicar a
aquellos que querían oir su mensaje?

Si tu hubieras estado en el lugar de Jesús ¿cómo hubieras sabido cuál era la


voluntad de Dios para tu vida en ese momento? Si los griegos querían saber
más de Dios ¿no era suficiente ese deseo que tenían como para saber que
Dios los estaba mandando? ¿Por qué entonces Jesús no se fue con los
griegos?

¿Sabes por qué? Porque Jesús veía en todo esto una tentación del maligno.
“¡Ah no, en esto ya no puedo estar de acuerdo! Satanás estaba tratando de
matar a Jesús por medio de los sacerdotes y gobernantes y ahora me dices
que el maligno estaba enviando estos griegos para que se lo lleven a Jesús a
Grecia, ¡en esto hay una gran contradicción!”.

Sería un error pensar que Satanás quería que Jesús muera. El quería que Jesús
sufra y que sufra como ningún hombre en esta tierra, pero lo último que
quería era que muera. El sabía que si Jesús moría sin pecar, él estaba
irremisiblemente perdido. Es por eso que trató de hacer el camino al Calvario
lo más tortuoso posible con el fin de que Jesús de una vez por todas pierda la
paciencia (lo que equivaldría a pecar) o que Jesús, al ver tanta incomprensión,
decida volver al cielo a sentarse nuevamente junto a su Padre. Es por eso que
cuando Jesús colgaba de la cruz, Satanás lo tentaba a través de los que se
burlaban diciendo: “Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”; “Confió en Dios,
líbrele ahora si le quiere...”

Con la presencia de los griegos y su interés en Jesús, Satanás se proponía


presentar otra tentación. Tomando algo que era bueno y muy atractivo para el
corazón y las intenciones del Maestro pretendía que él se distrajera del
propósito por el cual había subido a Jerusalén. “Pero entonces ¿quien puso el
deseo en los griegos de ver a Jesús, Dios o Satanás?” Sin ninguna duda que
fue Dios, sin embargo Satanás al ver el interés de los griegos no puso ningún
obstáculo como lo solía hacer en otras ocasiones con tal de lograr que Jesús
se desviara de su propósito.

Jesús conocía muy bien la astucia de su adversario, y así como una vez
después de su bautismo el enemigo de la Palabra de Dios había usado la
misma Palabra de Dios para tentarlo, ahora Jesús sabía que estaba usando el
sincero interés de estos griegos para desviarlo del camino que Dios le había
trazado.

De este pasaje puedes aprender algo muy importante en cuanto a cómo


vencer a las tentaciones del maligno. Primero: es necesario que descubras
cuál es el propósito de Dios para tu vida. Será muy fácil para Satanás
vencerte si es que todavía no sabes para qué estás en este mundo, cuál es tu
misión y qué es lo que pretende Dios de ti. Si es que todavía no lo has
descubierto, cualquier cosa buena puede llegar a ser la más grande piedra de
tropiezo en tu vida. Segundo, es necesario que te des cuenta que desde el
momento que descubras tu propósito Satanás usará un sin fin de cosas buenas
para apartarte del mismo.

“Pero ¿como puedo saber cuál es mi propósito?”. Descúbrelo en la Biblia.


“¡Pero la Biblia es muy general!”. Entonces, déjame decirte que todavía no
has comenzado a estudiar la Biblia seriamente de tal manera que sea la voz de
Dios para ti. Debes comenzar a aplicar los pasajes de la Biblia a tu vida.
Debes aceptar los llamados que allí Dios hace a sus siervos como si fueran
llamados dirigidos a ti. Eso es lo que hace de la Biblia un libro diferente y es
por eso que ha sido fuente de guía para todos los hijos de Dios en todas las
épocas.

La otra manera de saber cuál es el propósito divino para tu vida es muy


sencilla: si eres parte del pueblo de Dios, descubre el propósito por el cual él
levantó a su pueblo y si lo descubres entonces ese y ningún otro es el
propósito para tu vida. Si Dios levantó un pueblo para preparar el camino
para su venida, entonces ese es el propósito en tu vida. Sería ilógico pensar
que si Dios te hizo parte de su pueblo sea para que simplemente prepares
programas interesantes y atractivos en tu iglesia, o que cantes en un coro
himnos de hermosas melodías, o que seas simplemente el pastor de la iglesia
de más rápido crecimiento en el mundo.

Dios permitió todas esas cosas en tu vida como un medio para que cumplas el
propósito que él tiene para su pueblo, pero si has tomado estas cosas como un
fin en sí mismo entonces te fuiste con los griegos. Al aceptar el propósito por
le cual Dios te eligió, es necesario que recuerdes algo: el enemigo es muy
astuto y si él ve que tus intenciones son santificadas utilizará para desviarte
aquello que un corazón santificado pueda disfrutar. “¿Esto quiere decir que la
vida del discípulo es una vida de sufrimiento y que todo aquello de lo que
puede disfrutar es una tentación?”.

No necesariamente, pero el discípulo verdadero tendrá que pasar por muchos


pasajes donde se encontrará cara a cara con el dolor. Es justamente allí donde
las cosas buenas que nos evitarían el dolor que requiere el compromiso se
transforman en una tentación casi irresistible. No se puede cumplir el
propósito de la vida sin estar dispuesto a pasar por la cruz así como un
gusano no puede llegar a ser mariposa si no esta dispuesto a romper su
capullo. Sin embargo, eso no quiere decir que si eres discípulo no disfrutarás
de lo que haces. Todo lo contrario, la capacidad de un discípulo de disfrutar
de las cosas es tan grande que por medio de la fe llega a sentir satisfacción
hasta de aquello que el corazón natural justamente trata de evitar. El ser
carnal disfruta de hacer lo que le parece, lo que le dictan sus sentimientos. El
discípulo ha aprendido a experimentar una profunda satisfacción cuando es
consciente que esta llevando la cruz de su Maestro.

Cuando en la vida del discípulo se llega al punto de disfrutar del hecho de


llevar la cruz, ya no hay tormenta grande que quite la paz, ya no hay escupida
que arranque odio, ya no hay traición que ate al rencor, ya no hay pecado que
no se pueda perdonar; todo es acallado frente al privilegio y el gozo que da el
hecho de ser un imitador de Cristo. No habrá momento más sublime en la
vida que cuando imitamos al Maestro al llevar nuestra cruz.

Hay algo maravilloso y misterioso en todo esto: cuando tomes tu cruz y lo


sigas, ella se transformará en el acto en un yugo que trae descanso a tu
corazón cansado y cargado porque irá caminando a tu lado Aquel que te hace
descansar.
Por último, ten en cuenta que si hay alguien que supera en astucia al enemigo
y que lo supera sin ningún tipo de comparación es aquel Humilde Carpintero
que anduvo en Galilea. Él quiere darte esa misma habilidad. Sin embargo la
astucia sin conciencia de propósito es como manejar muy bien un auto sin
saber hacia donde estás yendo. Para tener victoria y que tu discipulado tenga
consecuencias eternas es necesario que aceptes y vivas para el propósito por
el cual has sido llamado. Si lo aceptas y vives para él, recibirás la misma
astucia que Jesús tenía pudiendo descubrir al enemigo detrás de aquellas
cosas que son buenas, como el trabajo, los buenos amigos, la actividad en la
iglesia o tu familia. Muchas veces ellas son usadas para apartarte del camino
que Dios ha trazado para ti.

Pídele hoy a Dios que te de su Espíritu para gozar de la astucia que tuvo el
Maestro para que en ningún momento te vayas con los griegos.

CÍÑETE LA TOALLA
“Sabiendo Jesús que él Padre le había dado todas las cosas en las manos, y
que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su
manto, y tomando una toalla, se la ciñó”. Juan 13:4

La consciencia plena de su divinidad y grandeza hizo que Jesús hiciera algo


que daría un claro pincelazo al cuadro que presentaba acerca de su Padre. La
verdadera grandeza en el Reino de los Cielos es diametralmente opuesta a la
grandeza mundanal. En el mundo eres tan grande mientras más puedes subir.
En el Reino de los Cielos eres tan grande mientras más puedes bajar. En el
mundo eres tan grande mientras más personas te sirven. En el Reino de los
Cielos eres tan grande mientras a más personas tú sirves. Es por eso que en
todo el universo no hay nombre más grande que Jesucristo, porque nadie fue
capaz de bajar como él bajó. Por eso es que el episodio del lavamiento de los
pies de los discípulos es uno de los cuadros más patéticos y descriptivos de la
grandeza de Dios. Allí se nos dice que Dios “tomando la toalla se la ciñó”.

En el reino de los cielos no hay nada de malo en desear ser grande. Dios
pretende que cada discípulo lo desee y lo desee de todo corazón. Sin embargo
es necesario entender que la grandeza que Dios valora se demuestra bajando
y no subiendo. El determinó que aquel que desea tomar parte en su obra en la
tierra debe estar determinado y concentrado en bajar y no en subir.

Presta mucha atención a la dinámica del Reino de los Cielos: Dios es el que
nos sube y es por eso que lo ejemplificó en Jesucristo exaltándolo sobre todo
nombre que es dado a los hombres. Sin embargo él espera de ti y de mí que
continuamente nos estemos esforzando en bajar.

Podemos deducir entonces que si Dios es el que sube a un discípulo, a este


nunca le tocará hacer un esfuerzo en ese mismo sentido, de lo contrario, tarde
o temprano se encontrará representando justo a aquel que odia con toda su
alma y fuerzas al Humilde Carpintero. La Biblia nos dice que el pecado de
Lucifer comenzó justamente en aquel punto. “Tu que decías en tu corazón:
Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y
en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas
de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tu derribado eres hasta
el Seol, a los lados del abismo”. (Isaias 14:13–15, énfasis del autor).

¿Te das cuenta? Lucifer se esforzó por subir y será derribado por Dios. Si tú
te esfuerzas por bajar serás exaltado por él. Esa es la dinámica del Reino de
los Cielos.“¡Pero es que yo no disfruto el hecho de andar bajando!”.
Justamente eso es lo que el Maestro quiere que aprendas. Las personas que
no disfrutan bajar, están continuamente buscando subir y ese es exactamente
el espíritu que no representa a Jesús.

“Pero yo siempre pensé que en la vida había que tener ambiciones”. Es


verdad. Las ambiciones no están mal, Dios nos pide que las tengamos para
salir del area de la mediocridad y la ineficiencia. Sin embargo no debes
confundir ambiciones espirituales con ambiciones mundanales. Nuestras
ambiciones debieran ser en términos de servicio y no de posiciones, de lo
contrario podemos llegar a encontrarnos trabajando en la viña del Señor pero
compenetrados del espíritu de Lucifer.

¿Te parece que Jesús no tenía grandes ambiciones? Por supuesto que las
tenía, sin embargo al leer los evangelios puedes notar claramente en la
dirección que iban dirigidos sus esfuerzos.

–“¡Pero, si yo aplico este principio en mi vida, todos los que están a mi


alrededor me pisotearán!”–.
Deja a tu persona y a los demás en las manos de Dios. A ti te toca servir, para
que Dios te exalte. A los otros que se esfuerzan en exaltarse y como
consecuencia de eso pisotean continuamente a la gente, déjalos que Dios los
derribe cuando él considere que sea el tiempo oportuno para ello.
–“¡Pero, es que ya hace un largo tiempo estoy bajando y pareciera que nunca
llega el tiempo de que suba!”–.

El Maestro nunca te dijo que tú debes determinar cuando será el tiempo de tu


exaltación. Eso le toca a Dios y posiblemente en el sentido pleno será recién
en su segunda venida, sino pregúntale a Juan el Bautista. Por otro lado, el
propósito de Dios es que encuentres la verdadera exaltación en el servicio y
eso ya será para ti la más grande recompensa.

Debes pedirle a Dios que quite de ti ese deseo desenfrenado por subir y que te
comience a dar gozo y plena satisfacción en ceñirte la toalla como lo hizo tu
Maestro.

El evangelio dice: “Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas
en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba...se ciñó la toalla”. En
otras palabras podríamos decirlo de la siguiente manera: “Sabiendo Jesús
quien era... se ciñó la toalla”.

Cuando no sabes quien eres o no estas conforme con lo que eres, es entonces
que buscas subir para tener una posición más alta con respecto a los demás.
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que aquel que está esforzándose en
subir está mostrando por esa actitud que es víctima de aquello que
comunmente lo denominamos como complejo de inferioridad. Es el deseo de
sentirse alguien, que hace que una persona busque su identidad a través de las
posiciones.

“Pero yo pensaba que Lucifer fue motivado por el orgullo”. Justamente el


orgullo es aquello que nos hace estar desconformes con lo que somos y no
nos permite aceptar el lugar que Dios nos asignó en esta vida. Ese complejo
comenzó con Lucifer y si tu entraste en el discipulado, es justamente ese
mismo complejo que el Maestro desea erradicar de tu vida.

“Un momento. Yo siempre pensé que el complejo de inferioridad se debía a


que uno no había recibido el suficiente amor en la niñez y esa situación causa
que un individuo experimente un sentimiento de miseria y poca importancia
que luego en la edad adulta se transforma en un complejo”. Estás en lo
correcto, esa puede ser una causa del sentimiento de inferioridad, y puede ser
la principal. Sin embargo lo importante para un discípulo de Cristo está en
descubrir cual será el camino que tomará para solucionar ese problema.

Dios tiene la solución perfecta: aceptar el amor que nos dió en Jesús y aceptar
el llamado a servir que hace a todos sus seguidores. El ser humano busca
solucionar su complejo de inferioridad buscando altas posiciones, tratando de
ser el centro y pisoteando a aquellos que considera que serán un obstáculo
para la afirmación de su persona. Eso es justamente lo que es el orgullo, no
aceptar ni creer lo que Dios dice de ti.

“Pero ahora hay algo que no está claro: Lucifer cuando cayó no tenía el
problema de no sentirse amado y sin embargo el quiso y anheló subir”. Allí
encontraste la otra razón por la cual alguien cae en el complejo de
inferioridad que habíamos comenzado a mencionar más arriba. Lucifer no
aceptó el lugar que Dios le había asignado en su plan.

Cuando no aceptas el lugar que Dios te asignó en la vida caerás en la miseria


que produce el rechazo hacia tí mismo. Esa es una de las armas más
poderosas de Satanás. Cuando eso sucede, te esfuerzas por ser y ocupar el
lugar para el cual no fuiste asignado ni llamado. Eres como aquel pichón de
águila que se crió en medio de pollos y que piensa que es pollo porque creció
pensando como los pollos. Cuando otras águilas tratan de convencerlo de que
puede volar y actuar como un águila se excusa con el siguiente razonamiento:
“Desde que tengo memoria pienso como pollo. Es verdad, mi forma es de
águila, pero mis gustos son de pollo, nunca he volado, ni tengo deseos de
hacerlo. No disfruto en lo más mínimo la compañía de las águilas, por lo
tanto déjenme seguir aquí porque a pesar que tengo forma de águila soy un
pollo”.

El único impedimento que tendrá esta águila para experimentar en plenitud lo


que realmente es, será su falta de decisión de ocupar el lugar que Dios le
asignó en la vida. Es verdad, no será fácil hacerlo porque sus alas están
debilitadas. Él está acostumbrado a vivir como un pollo. Requerirá disciplina
y esfuerzo mental basado en la fe el hecho de comenzar a cambiar los hábitos
de pollo de gallinero en hábitos de águila de montaña. Sin embargo eso es
justamente lo que el Maestro está empeñado en hacer: cambiar el espíritu de
pollo que se desarrolló por años en nosotros como resultado de no aceptar ni
ocupar el lugar que Dios en su plan nos había asignado. El derramará la
plenitud de su Espíritu Santo que fortalecerá esas alas para que comencemos
a volar como un águila.

“Pero ¿qué tiene de malo que un águila quiera vivir como pollo? Es una
cuestión de elección personal”. Eso puede ser válido para aquellos que no
aceptan el orden establecido por Dios, pero no lo es para aquellos que han
decidido vivir en los parámetros del Reino de los Cielos. Si deseamos ser
discípulos del Maestro debemos tener bien claro que es él es el que diseña el
plan de nuestra vida y a nosotros nos toca aceptarlo. Esa es la razón por la
cual cuando el Maestro te llamó te dijo: “¡Sígueme!” y no te dijo:
“¡Acompáñame!”.

–“Pero todo esto ¿que tiene que ver con todo lo que veníamos diciendo antes
del bajar y del subir?”–.

Tiene mucho que ver, el bajar como Cristo lo hizo no necesariamente tiene
que ver con el hecho de descender de una montaña a un valle literal. Tiene
que ver con actitudes y especialmente con una vida de renuncia a nosotros
mismos que se transforma en una vida de servicio. Cuando aceptes dejar de
mirarte a tí mismo y te enfoques en cómo hacer felices a los demás, entonces
podrás al mismo tiempo aceptar el lugar que Dios te asignó en esta vida y tu
mayor satisfacción será experimentada al ceñirte la toalla. Cuando de esa
manera llegues a identificarte con el Maestro entonces sin duda que Dios te
exaltará junto con él. Eso no será una experiencia que se dará solamente
cuando él venga, sino que comenzarás a experimentarlo desde el mismo
momento que decidas creer en quien eres en Cristo y verte a ti mismo como
un príncipe del Reino de los Cielos. Es allí que comenzarás a disfrutar del
servicio como un fin en sí mismo y no como un medio para ser reconocido.
Tu vida será una bendición para todos los que te rodean. La consciencia que
tendrás al saber quien eres, de donde vienes y hacia donde vas te dará una
seguridad interior que te permitirá disfrutar plenamente la etapa de servicio
que estarás viviendo sin desear una situación futura mejor. Es allí entonces
que empezarás a disfrutar de tu presente y el lugar que se te asignó en esta
vida y de esa manera te prepararás para vivir un futuro mejor.
LO MÁS IMPORTANTE
“Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al
siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba
Malco”. Juan 18:10

Siempre que leía este pasaje me preguntaba ¿qué hacía Pedro con una espada
después de haber caminado tres años con Jesús? ¿Acaso Pedro no sabía que
los discípulos de Jesús no debían usar espadas? ¿Por qué el Maestro permitía
que uno de sus más cercanos seguidores portara un arma? ¿Estaba de acuerdo
Jesús con el uso de espadas?

Con toda seguridad podemos afirmar que Jesús no estaba de acuerdo con el
uso de espadas porque él nunca apoyó la violencia. Es así que es más
desconcertante aún encontrar a Pedro a estas alturas portando una.

Aquí, tal vez, podríamos señalar la única gran equivocación del Maestro.
Cuando llamó a Pedro a ser pescador de hombres y a seguirlo debería haberle
pedido que dejara la espada antes que cualquier otra cosa. No solamente
debería haber hecho eso con Pedro. Jesús debería haberle exigido a cada
discípulo ponerse un uniforme para que todos ellos se vean iguales
especialmente al final de su ministerio ¿no te parece? Hubiera sido tan útil
para Jesús haber preparado un “Manual para Discípulos” donde se
estableciera la vestimenta que debieran haber usado, la conducta a seguir en
caso de una emergencia, qué palabras usar en una predicación, cómo caminar,
cómo contestar preguntas difíciles o cómo reirse.

Este manual debería haber sido algo así como una Biblia resumida, cosa que
los discípulos no tengan que perder tanto tiempo leyendo, ni orando para
saber cuál era la voluntad de Dios para sus vidas. Esta herramienta les
hubiera ahorrado mucho trabajo posterior, ya que Jesús podría haber
designado a un discípulo temperamental como líder del grupo (que podría
haber sido el mismo Pedro) para controlar que los demás sigan las reglas del
manual y si eso no sucedía, entonces se los echaba del grupo asegurando la
pureza del mismo.

¡Mira cuáles fueron las consecuencias de no haber hecho eso! Antes del
momento más importante de la vida del Maestro, cuando todos los ojos de las
personas estaban puestos sobre él, cuando más que nunca se necesitaba
mostrar una imagen homogénea de la iglesia que estaba naciendo, allí lo
vemos a Pedro cortándole la oreja a Malco con aquella espada que el Maestro
había permitido. ¿Qué harías con Pedro si fuera un miembro de tu iglesia?
¿Crees que el Maestro aprendió la lección?

Ahora viene la pregunta más importante ¿Estaba equivocado Jesús en el


método que usaba para formar a sus discípulos? ¿Debería haber prohibido la
espada de Pedro en el mismo momento de iniciarlo? ¡Por supuesto que no!
Déjame decirte que a pesar que Jesús no aprobaba la espada de Pedro, Jesús
no estaba tan interesado en que Pedro dejara la espada como en que Pedro le
entregara totalmente el corazón. El Maestro sabía que si eso sucedía entonces
su espada, en consecuencia, caería.

Me imagino que para Jesús era una tristeza constante ver a Pedro llevar una
espada, porque sabía que tarde o temprano eso terminaría en el hecho de que
a alguien le faltara una oreja. Más aún, Jesús sabía que con ese futuro suceso
el observador superficial tendría una excusa para juzgar mal su mensaje por
causa de uno sus seguidores. Sin embargo ¿de que valía si Jesús le quitaba la
espada a Pedro sin que la dejara voluntariamente? Si Jesús se lo hubiese
impuesto, Pedro quizás lo hubiera aceptado, pero en algún momento de
impaciencia futuro hubiera buscado golpear a alguien con un garrote, o su
lengua se hubiera transformado en su arma más afilada. Eso es lo que pasa
cuando dejamos algo por imposición y no por convicción. Tarde o temprano
la misma actitud que teníamos cuando llevábamos la espada en la cintura
florece en otra area de nuestra vida.

El problema de Pedro no estaba en su espada, estaba en su corazón y mientras


su problema de fondo no estuviera solucionado, tratar de taparlo sería como
pensar que un enfermo de neumonía está sano porque le bajamos la fiebre
con una aspirina. Lastimosamente muchas veces nosotros tampoco
entendemos el método que Jesús usaba para formar verdaderos discípulos.
Muchas veces encontramos a aquellos que profesan seguir a Jesús muy
preocupados por uniformar a los prosélitos. Pareciera que lo más importante
para esta gente es mostrar una imagen de rectitud que el hecho de salvar
personas del pecado y de la esclavitud de sí mismos.
Es verdad, de acuerdo a los métodos usados en estos tiempos, uniformar
personas podría ser la forma mas rápida para lograr cuantiosos resultados y
obtener aparente éxito en una iglesia que no ha experimentado el poder
transformador del Espíritu. El hecho de uniformar gente en la iglesia puede
darnos la sensación de seguridad que necesitamos para pensar que estamos
haciendo las cosas bien cuando en realidad nos falta el poder del Espíritu.
Nuestra preocupación por uniformar puede esconder una falta de disposición
a humillarnos para buscar el Poder que hará realmente los cambios.

Uniformar personas puede estar motivado en el deseo de hacer crecer la


institución que hemos usado como pedestal para subirnos con el fin de sacar
del centro al Maestro. Hacer discípulos requiere de un consciente esfuerzo
por no estorbar la obra que el Espíritu quiere hacer en el corazón de las
personas con el fin de que ellos alineen su valores voluntariamente con los
principios del Reino de los Cielos. Formar un discípulo requiere tiempo,
esfuerzo, respeto sacrificado y en algunos casos caminar hasta tres años
soportando que alguien lleve una espada colgada de su cintura.

A pesar que Jesús nunca aceptó la violencia, él estaba más interesado en


aquel que portaba la espada, que en la espada misma. Para Jesús ver la espada
en la cintura de Pedro era un continuo dolor, sin embargo eso no le impidió
amar a Pedro. El objetivo de Jesús no era que Pedro deje de usar espadas,
sino salvarlo.

En los evangelios no se registran enseñanzas en contra de la portación de


espadas. Posiblemente Jesús en algún momento habrá hablado algo acerca de
eso. Sin embargo cuando los apóstoles, siendo inspirados por Dios,
escribieron los evangelios registraron allí lo más importante y esencial del
mensaje del Maestro: el perdón, la misericordia, el servicio y la entrega
completa y voluntaria del corazón a quien se dio todo para que seamos
salvos.

Gracias a Dios, que Jesús nunca impuso nada, sin embargo en aquellos que lo
aceptaron consiguió la entrega de todo. Por eso, si somos predicadores,
dejemos de predicar sobre la espada y prediquemos a Cristo, porque de lo
contrario puede ser que un día la gente se de cuenta que en el pasado nos
quitamos la espada de la cintura con el fin de llevárnosla a la boca.
Por otro lado, si todavía estamos cargando la espada es una evidencia de que
aún no hemos llegado al Calvario y de que todavía no estamos listos para ser
transformados en apóstoles. Si entregamos hoy plenamente nuestro corazón
al Maestro, como consecuencia estaremos felizmente dispuestos a entregar
nuestra espada y de esa manera no traeremos confusión sobre el movimiento
que se está empezando a formar por el poder del Espíritu. Recuerda que lo
que más le preocupa a Jesús es tu persona, no tu espada. Sin embargo, si
todavía la estás cargando, búscalo pronto y entrégale tu corazón, no sea que
antes que cante el gallo lo niegues tres veces.

CONSERVADORES Y LIBERALES VERSUS


CRISTO
“No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal”.
Proverbios 4:27

Dos sectas que históricamente se habían odiado a muerte, ahora están unidas.
Los fariseos por un lado que se autoproclamaban como guardias de la
moralidad y santidad y en el otro, los saduceos que parecían mostrar que lo
único que les importaba era la posición política y el dinero. Los primeros
mayoría entre el pueblo, los segundos mayoría en la cúpula sacerdotal. Unos
tratando de salvaguardar la tradición, los otros tratando de salvaguardar los
pocos espacios de poder que como pueblo conquistado todavía se les
concedía en favor. Las dos sectas enemigas trabajaban por el bien de la causa,
pero desde ideologías que parecían diametralmente opuestas. Esto daba lugar
a un sin fin de disputas y controversias internas que terminaban
manifestándose en el más intenso odio de unos contra los otros.

Esa madrugada las cosas fueron diferentes. Nunca antes se habían dado
cuenta los miembros de estas dos sectas que a pesar que diferían tanto en el
terreno de las ideas los unía un mismo espíritu en el plano de las actitudes.
Había algo miserable y corrompido que ambas sectas tenían en común y eso
se hacía cada vez más evidente a medida que las enseñanzas de un humilde
carpintero se propagaban a través del pueblo.

El celo moralista, irracional e intolerante de los fariseos conservadores, se


unía al odio que los liberales saduceos siempre habían manifestado para con
aquellos que de alguna manera se atrevían a denunciar sus excesos y
desviaciones. Ahora en un mismo lugar, a una misma hora, en plena sesión
del tan respetado Sanedrín se manifestaban esos mismos sentimientos sin una
pizca de disimulo demostrando que tanto fariseos como saduceos era nada
más ni nada menos que la misma cosa, un montón de gente que haría todo lo
que fuera necesario para destruir a todo aquel que amenace sus más queridas
ideas, influencias y posiciones.

¿Quien era el acusado? Un humilde carpintero que se había atrevido a vivir


tan cerca del pueblo que había revelado la gran distancia que ellos tenían con
él. Un humilde carpintero que estaba más interesado en la felicidad de la
gente que en el crecimiento de las instituciones. Un humilde carpintero al que
lo seguían prostitutas, publicanos y pescadores y que hablaba de la fidelidad
al Padre como la esencia de la vida plena. Un humilde carpintero que se había
atrevido a mostrar que se puede vivir sin aparentar y que su obra apuntaba a
destruir el pecado para restaurar plenamente al pecador.

Ese día, ante el venerado Sanedrín este humilde carpintero era el acusado,
pero por su actitud y porte, sin decir palabra alguna, por momentos parecía
transformarse en el juez de aquel reino que el pueblo había profesado por
tanto tiempo esperar. Esa misteriosa revelación hacía enfurecer más aún a los
obstinados oponentes que profesando un sincero interés por el bienestar
futuro del pueblo trataban de acallar los llamados que el Espíritu Santo les
hacía al estar frente a la fuente original de toda verdad.

Los fariseos y saduceos tocaban los puntos más sensibles de la religión


nacional como para sacar la aprobación de una condena a muerte por parte
del pueblo. Sin embargo todo era tan contradictorio que el objetivo parecía
diluirse justo en el mismo momento que ellos tanto habían esperado.

Historicamente siempre ha sucedido lo mismo, aquellos que profesan un


desmedido celo por la causa de Dios usan ese mismo celo para esconder su
falta de celo por el Dios de la causa. Lamentablemente el pueblo ignorante de
los principios divinos no entiende que aquellos actores de santidad que
acusan a los discípulos del Maestro son aquellos que todavía no han entrado
al Reino de los Cielos.

Si hubieras estado allí ¿con quien te hubieras identificado? ¿Con los fariseos
o los saduceos?
–“Yo no me hubiera identificado con ninguno, yo hubiera defendido a
Jesús”–puedes decir.

Muy bien, te hago otra pregunta: En tu vida actual ¿con quién te identificas?
¿con aquellos que se autoproclaman conservadores o con los liberales? Ojalá
que tu respuesta todavía siga siendo la misma, porque si nos identificamos
con una de estas corrientes lo más probable es que en aquel día lo
hubiésemos condenado y puede ser que hoy, sin darnos cuenta, también lo
estemos condenando. Cuando Jesús nos llamó a ser sus discípulo nos llamó a
seguirle, y si lo estamos siguiendo no seremos ni conservadores ni liberales,
seremos fieles.

El problema que se da cuando nos identificamos con un sector es que ya no


estaremos en condiciones de descubrir lo que el Maestro piensa sino que
comenzaremos a pensar que él piensa como el sector con el cual nos
identificamos. Jesús nos ha llamado con el propósito de que nos
identifiquemos con él mismo y eso a la vez será aquello que nos identificará
como sus discípulos. Es un pecado pensar en bloque, porque al hacerlo se
renuncia a la consciencia individual que debe dar cuentas solamente a Dios
para seguir a la consciencia de la mayoría que lo único que le interesa es
vencer a su oponente.

Hay en el verdadero discípulo de Jesús una independencia de pensamiento


que le permite ser fiel al Maestro a pesar de las presiones y circunstancias.

“¿Pero no dijo Jesús que debemos ser uno?”. Es verdad, pero no seremos uno
con Cristo y sus discípulos a menos que nos independicemos de sectores,
partidos, corrientes teológicas, alas, etc. La fuerza de la iglesia de Cristo no
estriba en el hecho de que en ella se imponen las ideas del Reino de los
Cielos sino que en ella sus miembros han decidido voluntariamente abrazar y
vivir en los principios que estableció el Maestro. Eso, como consecuencia,
trae verdadera unidad y una fuerza que puede hacer caer hasta el más grande
imperio.

La historia ha demostrado un sin número de veces que aquellos grupos que


parecen opuestos en las formas son idénticos en los principios que los
sustentan. Los fariseos tenían normas de conducta muy diferentes a la de los
saduceos pero los principios que los motivaban eran exactamente los mismos:
orgullo, deseo de exaltación propia y ambición de poder terrenal. El pecado
tiene más de mil maneras de ser camuflado, la santidad solamente puede ser
mostrada con sinceridad.

“Pero ¿qué significa ser conservador o liberal en términos de vida cristiana?”.


Déjame presentarlo de la siguiente manera: conservadora (hablando desde el
punto de vista práctico y no filosófico) es aquella persona que quiere obligar
a los demás a hacer lo que Dios pide pero que no se toma tiempo para
entender los principios del Reino de los Cielos y escuchar a Dios. Liberal es
aquella persona que sabe qué es lo que Dios pide en su Palabra pero que hace
lo que le parece. En esencia tanto unos como los otros son iguales y
terminarán haciendo lo que su corazón natural les dicte en beneficio de sí
mismos.

“Pero yo siempre creí que los conservadores trataban de ser fieles”. Es


posible que así sea pero la pregunta es: ¿Fieles a qué?

Satanás es muy astuto y en este sentido con sólo cambiar un énfasis ya logra
lo que él se propone. Los fariseos eran fieles a un sin número de normas pero
no eran fieles a Dios. Ellos habían puesto a las normas en un lugar más
importante que los principios divinos y a pesar de que esa actitud producía
corrupción y adulteración de la verdad hacían creer al pueblo de que ellos
eran verdaderamente fieles y santos.

“No entiendo bien ¿no son las normas importantes en la religión?”. Por
supuesto que sí, pero ellas no tienen la más mínima importancia para Dios si
es que no están adheridas a un principio divino.

Déjame definir un poco mejor estos dos elementos. Las normas son la
manifestación práctica de un principio. Ellas pueden ser temporales, locales y
discutibles. Por otro lado los principios divinos son la razón que debiera
sustentar una norma, ellos son eternos, universales e indiscutibles. Cuando
una norma deja de estar adherida a un principio divino o lo contradice
entonces llega a ser una tradición sin sentido o un pecado.

Te lo ejemplificaré de la siguiente manera: cuando el pueblo de Israel estaba


peregrinando en el desierto Dios les pidió que pusieran en práctica la
siguiente orden: “Tendrás también entre tus armas una estaca; y cuando
estuvieres allí fuera, cavarás con ella, y luego al volverte cubrirás tu
excremento” (Deut. 23:13). ¿Esta era una norma o un principio? Era una
norma ya que era una regla de conducta. ¿En qué principio estaba basada esta
norma? Esta norma estaba basada en el principio de que Dios deseaba que su
pueblo sea limpio, higiénico y santo. ¿Debemos seguir cumpliendo hoy esta
norma como discípulos de Cristo? Esta norma dejó de estar adherida a un
principio divino porque debido a los adelantos modernos nosotros no
necesitamos llevar una estaca en nuestros viajes ya que contamos con baños
públicos. En este caso puedes ver que el principio de ser limpios e higiénicos
todavía está vigente y es eterno pero la norma cambió. ¿Qué le dirías a una
persona que dice que ella cuando viaja lleva una estaca en su maleta porque
está siguiendo una norma bíblica y divina?

El fariseo cuando lee la Biblia solo busca normas y reglas que disimularán su
infidelidad al nivel de los principios. Como su consciencia le da testimonio
de esa incoherencia trata de acallarla tratando de imponer la “voluntad de
Dios” a los otros y controlando las vidas de aquellos que lo rodean. Con el
tiempo llega a creer que las formas de la religión son la esencia y que su
consciencia intranquila es simplemente el resultado de la incomodidad que le
produce el ejemplo de los “infieles”.

Por otro lado encontramos al saduceo que culturalmente es más acomodado.


El intenta ser racional y coherente, sintiéndose así con la autoridad y derecho
de denunciar el fanatismo farisaico. El saduceo es pragmático. Tiene la
habilidad de intuir qué es lo más conveniente para una situación y se mueve
dentro de los esquemas que el mundo maneja para conseguir los resultados
que “Dios se propone”.

Para el saduceo si eso de la estaca es una norma del pasado entonces ahora
realmente no tiene importancia cómo hagamos las cosas en el presente lo
importante es resguardar cierta clase de identidad como pueblo de Dios
siguiendo algunas normas razonables y siendo flexibles con los principios
divinos que de acuerdo a las costumbres actuales parecen ser anticuados y
poco aplicables.

Para el saduceo es más importante acomodarse a la sociedad y cultura que


acomodarse a los principios del Reino de los Cielos. Es así que donde hay
fariseos y saduceos siempre habrá división, acusaciones, juicios, falta de
respeto, racismo camuflado de practicidad, control y demostraciones de poder
basadas en resultados obtenidos. Ellos usarán la Biblia para apoyar sus ideas
pero no dejarán que ellas sean transformadas por la Biblia.

Nosotros no somos ni fariseos ni saduceos, somos discípulos del Maestro y


por lo tanto nos pide que seamos fieles y firmes como una roca a los
principios divinos que se encuentran en su Palabra sean anticuados o no, ya
que ellos son eternos. A veces esos principios se manifestarán de una manera
y otras veces de otra, sin embargo ellos siempre tendrán que ser el sustento de
nuestra conducta y nuestra amistad con el Maestro.

Sin embargo no cometamos el error de confundir las normas con los


principios porque de esa manera terminaremos empantanado en el lodo de la
hipocresía y nuestro discipulado será simplemente una mera fantasía. Si
leemos la Biblia, más que leerla deberíamos estudiarla con la dirección del
Espíritu Santo para descubrir esos principios que sustentan su mensaje y que
serán la base de todas nuestras acciones. No son las letras de la Biblia las que
muestran quien es Dios sino que es el mensaje que ellas transmiten. Ese
mensaje se encuentra simétricamente ejemplificado en la vida de Jesucristo.
Y es justamente eso lo que él nos ha encomendado predicar como resultado
de haberlo experimentado en nuestra persona.

Allí estaba Jesús, acusado por los conservadores de ser un liberal por hacer
énfasis en el amor y acusado por los liberales de ser un conservador porque
enseñaba a sus discípulos a ser fieles hasta la misma muerte. Los discípulos
todavía no entendían, sólo miraban anodadados por tan escalofriante
revelación. Por un lado se veía a Jesús firme, por el otro al populacho y los
gobernantes contradiciéndose en sus palabras como una evidencia de la
contradicción de sus propias vidas. Jesús estaba siendo juzgado por aquellos
que él tendría que juzgar. Conservadores y liberales, expertos en hacer juicios
que se transformarán en el día final en la base de su propia condenación.

Pidámosle hoy a Dios que nos de la sabiduría para no dejarnos engañar por
ninguna de estas dos corrientes y que no seamos tan ingenuos de buscar
enredarnos en una discusión con alguno que pretende pertenecer a estos dos
sectores. Recuerda que a aquellos que se identifican con bandos no les
interesa la verdad, solamente les interesa el poder y es por eso que muchas
veces utilizan a la verdad para engañar a los sinceros buscadores. Jesús hoy te
dice lo mismo que una vez le diría a Josué: “No te apartes ni a derecha ni
izquierda para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas”.

Recuerda siempre que el Maestro nunca te llamó a que te identifiques con un


grupo, el te llamó con el propósito que te identifiques con él mismo.

VERDADERAMENTE LIBRE
“Desde entonces procuraba Pilato soltarle…”. Juan 19:12

No es suficiente estar convencido si es que esa convicción no lleva a la


acción. No es suficiente tener buenas intenciones si es que esas intenciones
no se manifiestan en la práctica. Hacer lo mejor con respecto a alguna
situación es como si no hubieras hecho nada si es que no hiciste todo. Sino
pregúntaselo a Pilato.

Él llegó a estar convencido de que Jesús era inocente, sin embargo su


convencimiento no fue suficiente. Es claro que Pilato tuvo intenciones de
liberar a Jesús. Intentó hacer lo mejor que pudo con tal fin, sin embargo no
hizo todo lo que podía. De esa manera fue como si no hubiera hecho nada.

¿Cuáles crees que serán las excusas de Pilato en el día del juicio final?
“¡Señor, yo lo intenté! ¡Hice lo mejor que pude! Mira, discutí con ese grupo
de sacerdotes empedernidos y no me escucharon. Hablé contigo para que me
dieras un argumento que los convenciera, sin embargo no me dijiste nada! Te
hice azotar para ver sin con eso se conformaban, y no lo apreciaron. Ofrecí
soltarte, y para convencerlos te puse al lado del criminal más vil y odiado, sin
embargo no lo entendieron. Te presenté a ellos con una corona de espinas que
te hacía sangrar el rostro y dejé que vieran tus carnes desgarradas por los
latigazos que te dieron mis soldados para que te tengan lástima, pero ¡que
sabía yo que a esos hipócritas al verte flagelado se les profundizaría aún más
su odio! ¡Yo no sabía cómo actuar ante este grupo de insaciables sacerdotes!
Me di cuenta que te entregaban por envidia y por eso traté de hacer lo mejor
que pude! Además quiero que sepas que odié con todo mi corazón a aquellos
que te entregaban, pero ¿qué más podía hacer? ¡Tú mismo me dijiste que
ellos tenían más culpa que yo!”.
¿Te parecen razonables las excusas de Pilato? Cuando sabes lo que tienes que
hacer y tratas de seguir un camino diferente al que te indica el deber con el
fin de agradar a aquellos que te presionan, vas a dar miles de vueltas pero
llegarás a hacer justamente aquello que estabas tratando de evitar. Pilato lo
único que debería haber hecho era no hacerle caso a esos sacerdotes y soltar a
Jesús. Como no quería tener problemas con ellos, pero a la vez quería salvar
a Jesús intentó un sin número de estrategias para tratar de quedar bien con las
dos partes, sin embargo al final hizo lo que le pedían aquellos a quienes más
odiaba. Pilato hasta llegó a sentir cariño y admiración por Jesús, sin embargo
eso no fue suficiente.

Para ser seguidor de Jesús no basta tu cariño, es tu lealtad hacia él lo que


cuenta o de lo contrario tu cariño no vale nada. El mundo cristiano actual está
lleno de Pilatos que tratan de hacer lo mejor pero que sin embargo no hacen
todo, eso es exactamente lo mismo que nada. Tal vez lloramos y nos
emocionamos al contemplar el sufrimiento de Jesús, sin embargo sabiendo
que es inocente lo mandamos a azotar para quedar bien con los miserables
sacerdotes.

¡No! Nunca te muevas de la lealtad al Maestro ni en un ápice porque de lo


contrario lo estarás entregando. “Pero es que yo cedo un poco a la presión de
ellos para que después ellos me escuchen”. Mira cómo lo escucharon a Pilato.

Cuanto estás frente a un manipulador no pienses que por ceder en un punto se


conformará. Todo lo contrario, cuando vea tu flaqueza moral cediendo en
aquello que crees que es correcto, no parará hasta sacarte aquello por lo cual
te presiona. Ten la total seguridad que no hay nada más despreciable para un
manipulador que alguien débil, sin embargo a la vez no hay nada más útil
para la concreción de sus fines egoístas.

“Pero es que yo cedo porque quiero ser humilde”. No confundas debilidad


con humildad.

“¿Pero acaso Jesús no dejó que lo escupiesen y lo crucificaran?” Cristo no es


que dejó que lo escupiesen y crucificaran sino que eligió que así lo hagan
pero en ningún momento se apartó de la voluntad de su Padre. Cuando por
agradar a alguien te apartas de tu lealtad al Maestro lo único que estás
mostrando es una debilidad enfermante que te hace ser un juguete
despreciable del que te presiona.

La facultad de decidir y la libertad de hacer lo que crees que es correcto es


una responsabilidad que no la puedes echar sobre los hombros de nadie, de lo
contrario serás culpable de infringir el segundo mandamiento, idolatría.
Estarás adorando una persona en vez de adorar a Dios. Ser libre y dueño de
uno mismo en el Espíritu requiere mucha disciplina, valor y firmeza. No es
fácil, pero con Cristo es posible y es un hecho. Para ser verdaderamente libre,
continuamente tendrás que tomar decisiones, tendrás que estar dispuesto a
que se enojen contigo, a quedar mal, a que te ridiculicen, te critiquen y digan
toda clase de mal contra ti mintiendo. Esas son las armas de los
manipuladores. Requiere de paciencia y esfuerzo el hecho de ser libre, sin
embargo el resultado se verá en una personalidad simétrica, madura que
dejará un perfume agradable a libertad por donde pase.

Por eso no cometas el error de evitar toda esta disciplina y esfuerzo tratando
de lavarte las manos cuando las cosas se ponen difíciles. Recuerda que no
puedes vivir sin decidir. Cuando no decides nada estás decidiendo no decidir.
Los resultados de no hacer nada ante una crisis serán responsabilidad tuya y
no podrás echarle la culpa a nadie. Cuando crees que algo es correcto pero
haces lo contrario, o no haces nada con tal de agradar al que te presiona,
recuerda que en el día del juicio final no podrás decir: “Yo no decidí nada,
ellos lo decidieron y me presionaron”. Si ese fuera el caso tú decidiste dejarte
presionar por esos manipuladores y serás responsable de las consecuencias.
Pilato se lavó las manos tratando de evitar decidir. Decidió lo peor, y así
entregó al Maestro.

Hoy Dios te da la oportunidad de que tomes las riendas de tu vida. Tienes que
decidir. Tienes que decidir con respecto a ese pecado, con respecto a esa
persona de tu familia que quiere controlarte, con respecto a ese amigo que te
presiona, con respecto a ese novio/a que te usa, con respecto a ese sacerdote o
pastor que usa su imagen espiritual para manipularte.

Cristo está dispuesto a sacarnos de cualquier yugo de esclavitud si es que


tomamos la decisión de darle nuestra total lealtad a él. De esa manera
comenzaremos a gozar de plena libertad y nuestra personalidad se irá
formando para que con ella demos gloria al Maestro.
Los discípulos que cambiaron el mundo fueron aquellos que prefirieron estar
encerrados en una cárcel material antes que ser esclavos de personas,
sistemas o bandos. Ellos fueron verdaderamente libres porque pusieron su
entera lealtad del lado del Maestro.

Hoy Jesús te está llamando a que formes parte de ese grupo de valientes que
estuvieron dispuestos a ser fieles hasta la muerte. Hoy tenemos que decidir,
porque estar convencido no será suficiente y tener buenas intenciones
tampoco. Hacer lo mejor con respecto a algo será como no hacer nada si es
que no hicimos todo.

CONCENTRADOS
“Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle
puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban bofetadas”.
Marcos 14:65

¿Qué era lo que hacía que ante tanta humillación Jesús permaneciera sereno y
en calma? No sé si tú has sido provocado alguna vez, pero ¡cómo nos
exasperamos solamente cuando alguien nos toca un bocinazo cuando
manejamos nuestro auto! ¿Por qué Jesús no descargaba ni una mirada de
impaciencia ante los golpes? La respuesta la debemos encontrar en sus
mismas enseñanzas.

Había una actitud que Jesús siempre recomendaba a sus discípulos como el
secreto de la victoria y que parece que ellos no lo entendieron muy bien hasta
que experimentaron las miserias del fracaso. Jesús decía: “Velad”. ¿Qué
significa velar? Significa lo que en el deporte llamaríamos estar
concentrados. Por ejemplo, si has jugado alguna vez al tenis sabes por
experiencia que el secreto de la victoria se da en el balance que existe entre la
técnica y la concentración. Tú puedes ser el jugador que tiene el golpe más
fuerte, tu saque puede ser el más veloz, puedes tener la mejor resistencia,
pero si no te concentras seguramente perderás.

Cuando pierdes la concentración no sería justo decir que tu contrincante te


ganó, sino que tú perdiste, ya que cuando te desconcentras pierdes más por
los errores que comentes que por los tantos que te hacen.
¿Cómo se aplica esto al discipulado? Tú puedes haber sido muy bien
educado, puedes tener muchos talentos, puedes saber mucho de la Biblia,
hasta puedes tener tu devoción personal todos los días, allí es donde se forma
la técnica, pero si no estás concentrado durante todo el partido, no es que el
diablo ganará sino que tu mismo perderás a pesar de tu buena técnica.

La vida cristiana es como un deporte. Tienes que estar concentrado


continuamente para dar los mejores golpes, saber cuando subir a la red y
cuando quedarte, saber cómo te pararás cuando te jueguen con efecto y a la
vez no perder tu conexión con el Maestro. Nada debe distraerte del partido.

El problema es que tu contrincante siempre te jugará sucio y lo primero que


tratará de hacer, si es que tienes buena técnica, es desconcentrarte. El usará
todo tipo de estrategias para hacerlo, gente de la tribuna, los aplausos, un
resbalón, pensamientos que estén más allá del partido, el trofeo, trampas, y
muchas cosas más. Todas estas cosas serán amenazas en tu juego, pero si no
dejas que quiten tu concentración en el Maestro, la victoria será tuya.

Sin embargo recuerda que a pesar de que estés concentrado y tengas buena
técnica, de vez en cuando perderás algún tanto o algún set, pero ten por
seguro que no perderás el partido si es que el Maestro está contigo. Cada
tanto perdido será una oportunidad de traer a tu consciencia aquello que
estabas descuidando y con concentración y técnica el diablo no podrá
nuevamente hacerte un tanto de la misma forma. De esa manera cada vez más
se le irán achicando las oportunidades al enemigo para vencerte y, si sigues
concentrado y mejorando tu técnica, el Maestro te asegura que ganarás el
partido.

“¡Pero vivir tan concentrado todo el tiempo cansa!”. Es verdad, por eso en la
vida cristiana tienes a la comunidad de creyentes, los sermones, retiros
espirituales, santas cenas, reuniones de oración, congresos, actividades de
misión etc., que si participas en ellos, y si son más que eventos de
entretenimiento social, serán momentos en los que renueves tu concentración
para poder seguir jugando con frescura tu partido. De allí que si pretendes
ganar un partido sin ser regular en estos espacios en los cuales renuevas tu
concentración estas tratando un imposible.

Por otro lado hay personas que tratan de ganar el partido sólo con
concentración pero sin nada de técnica. Si ese es tu caso, empezaste
perdiendo. La concentración debe enfocarse en la aplicación de la técnica y a
medida que lo hagas, cada vez te será más natural jugar bien. No podemos
estar concentrados en Dios si no estudiamos la Biblia todos los días y
buscamos espacios especiales para la oración. Esos son los momentos en que
aprendemos la técnica, y ella es esencial para ganar los tantos en el partido.

Déjame ahora mencionarte una de las maneras más efectivas para perder la
concentración: es estar pendiente de los tantos. Los tantos son la evidencia de
tu habilidad para el juego pero no son el juego en sí, por lo tanto no debes
prestarles más atención de lo que merecen. Por ejemplo: si perdiste un tanto
no aflojes la concentración pensando en la pérdida. Debes usar la
concentración para aprender rápidamente del error que cometiste. Por otro
lado, si ganaste uno, no te quedes hablando y celebrando lo que hiciste. La
celebración sólo corresponde al final del partido y será totalmente incensato
hacerlo durante su transcurso, porque eso te llevará a actuar como si ya
hubieras ganado la guerra cuando sólo saliste bien de un combate.

Posiblemente tu eres uno de esos discípulos que se siente un poco


desconcertado pensando “yo hago mi culto todos los días, asisto a los
servicios de la iglesia, y pongo todo de mi parte para ser sistemático y
¡todavía sigo fracasando!”.

Tu problema no está en la técnica, está en la concentración. Te falta velar. No


es suficiente alimentarse espiritualmente, debes también vivir
espiritualmente. Tú piensas que es suficiente para fortalecerte espiritualmente
leer la Biblia todos los días. Eso es muy bueno, pero no es todo. Debes
permanecer concentrado en el Señor para seguir siendo un fiel cristiano
cuando alguien te contesta mal, cuando tus hijos parecen probarte la
paciencia, cuando tu jefe te maltrata, cuando alguien se te cruza delante tuyo
en la avenida o cuando el mozo se equivocó en el pedido que hiciste en el
restaurante. Ese es el verdadero partido, lo otro es el entrenamiento. No te
sirve de nada la técnica si es que no aprendes a vivir concentrado en Jesús.

Satanás hará mil y una cosas para quitarte tu concentración, pero si no le das
espacios, cada vez te podrá hacer menos tantos y cada día disfrutarás más del
partido.
Jesús no dejó de estar concentrado ni por un solo momento, esa fue la razón
por la cual podía tener la misma actitud tanto en el monte de las
bienaventuranzas como cuando lo abofeteaban y le escupían en su rostro.

Pídele a Dios que te de esa concentración que hará que tus emociones se
comporten de acuerdo a la seriedad de aquello que está en juego. Las
diferentes circunstancias cotidianas de la vida serán los instrumentos que te
darán la oportunidad de poner la técnica en práctica. Tú has sido llamado a
ganar el partido más desafiante que existe, no a perderlo. Recuerda, que
perder un tanto no es perder el partido y si estás concentrado en el Maestro no
serás derrotado.

EL DISCIPULO NUMERO 13
“Entonces todos los discípulos, dejándolo, huyeron”. Marcos 14:50

Yo era un discípulo de Jesús, el número 13. Desde que oí a Jesús por primera
vez me di cuenta que él tenía un mensaje diferente. Pasé mucho tiempo
observándolo y quedé convencido de que si no era el Mesías, por lo menos
debía ser un gran profeta.

A pesar de mis buenas impresiones y sus hermosas enseñanzas, no después


de mucho tiempo de haberlo conocido, pude notar que no manejaba muy bien
el concepto de “marketing”. Me di cuenta que si él quería instaurar un reino
como decía, necesitaba darle a la causa una imagen diferente. Justamente él
necesitaba de alguien como yo, que le aclarara algunos métodos y estrategias.

Me acerqué a él y discutimos el asunto. El me escuchaba pero no parecía


entender lo que yo le quería decir. A medida que más me relacionaba con él,
cada día me daba cuenta de que era un hombre con una personalidad genial,
con un poder de mente, palabra y acción extraordinario, sin embargo también
en algunos aspectos me parecía un poco “cabeza dura”. Si deseábamos ganar
más adeptos ¿Cómo iba andar vestido con ropas de un humilde carpintero?
¡La gente esperaba otra cosa del Mesías! La imagen que Jesús proyectaba era
poco atrayente para las masas, hasta aburrida. Un sin número de veces le dije
que si queríamos ganar el apoyo de la cúpula eclesiástica a favor de nuestra
causa ¡que por lo menos se pusiera una corbata! El sólo me respondía:
“Todavía no entiendes el principio de mi reino”.

Es verdad, había algo en él que yo no entendía, pero por otro lado había un
montón de cosas que él tampoco las entendía. Por ejemplo, una vez la gente
lo buscaba después de haber hecho un espectacular milagro de alimentar una
multitud con cinco panes y dos peces y los desanimó a todos diciéndoles que
él sabía que sólo lo buscaban porque se habían llenado el estómago y que si
querían verdaderamente seguirlo debían comer de él porque él era el
verdadero pan. ¡Cómo le va a decir a la gente entusiasmada de que él es un
pan y que se lo coman! ¡No se daba cuenta que eso los desanimaría! A raiz de
eso, muchos desde allí se apartaron. ¡Teníamos cinco mil personas dispuestas
a entrar a la iglesia y él con una frase los ahuyentó a todas! ¡Si se hubieran
bautizado esas cinco mil almas, después del informe que hubiéramos enviado
a Jerusalén, sin duda que a Jesús lo hubieran contratado como maestro del
templo donde tendría un aula junto al Dr. Gamaliel! ¡Que influencia
hubiéramos tenido!... Todas estas cosas eran para mí una continua fuente de
desánimo.

Un día que caminábamos hacia Galilea hablé nuevamente con él y le dije:


“Me encanta como hablas de la felicidad, la paz interior y todo lo que
significa ser un discípulo, pero ¿por qué siempre tienes que andar diciendo
que para seguirte es necesario dejar absolutamente todo? ¡Ese no es un
mensaje atractivo! A la gente hay que apelarle a su deseo de realización, hay
que presentarle un mensaje llamativo, ¡ellos tienen que ver algo deseable en
todo esto! Los otros días teníamos la oportunidad de que un joven riquísimo,
con talentos e influencia se una a nuestra causa y nuevamente hiciste lo
mismo: desanimarlo con un mensaje exigente y aburrido. No sólo el mensaje,
sino que cuando se acercó a ti y vio tus sandalias gastadas me di cuenta que
ya eso fue suficiente para que comenzara a desanimarse…”.

Como siempre, mi sugerencia pareció que entró por un oído del Maestro y
salió por el otro.

Después de tres años de caminatas, desvelos y trabajos y a pesar de estas altas


y bajas, parecía que teníamos más adeptos que nunca. Había gente que estaba
dispuesta a dar cualquier cosa por nuestra causa, especialmente aquellos que
habían sido sanados. Muchos nos ofrecían sus bienes y sus casas, otros
firmaban testamentos a nuestro favor y entonces le sugerí al Maestro: “Dios
nos ha bendecido mucho, y en este momento creo que es necesario que
afiancemos la causa. Pienso que se acabó el tiempo de andar durmiendo
debajo de olivos y comiendo trigo por los campos. Tenemos muchos
seguidores y hay muchas donaciones con las cuales podemos poner una
oficina en Jerusalén que tenga las comodidades necesarias y tecnología de
punta para hacernos más eficientes. Es más, creo que tenemos presupuesto
como para poner dos secretarias por discípulo y tres secretarias para ti”.

Esta realmente me pareció una de mis más geniales ideas, sin embargo la
suave contestación del Maestro destrozó todos mis sueños. “Mi querido
amigo –me dijo– no subo a Jerusalén a sentarme en una oficina, sino a morir
colgado de una cruz...”

¡¿Y la causa?! ¿Qué iba a suceder con todo el esfuerzo, los bautismos, los
seguidores, la estructura que de a poco habíamos estado formando? ¡Nuestra
imagen! Yo sabía que a él se le había puesto en la cabeza que tenía que
morir... pero ¡cómo no eligió una manera un poquito más elegante de hacerlo!
Podría morir como un héroe rescatando a niños que se estén ahogando en el
río Jordán, o salvando a gente de las llamas de un gran incendio, o tal vez
como guerrillero luchando por la causa del pueblo judío, pero ¡en una cruz!
¡como un criminal! ¡Eso ni nos dejaría margen para que después usemos su
imagen para beneficio de la causa!

Lo que pasó después fue lo más vergonzoso y humillante que pude


experimentar en mi vida. Fuimos a Jerusalén y uno de nosotros lo traicionó...
por decir uno, creo que fuimos los trece... en realidad uno no se arrepintió.

Después de juzgarlo, lo tomaron y lo desnudaron; lo azotaron y le pusieron


una corona de espinas. Yo miraba de lejos... no lo podía creer. Podía ver
como alguien le pegaba con una caña en la cabeza, otro le daba una patada,
mientras que otro esbozaba una carcajada y con rabia le escupía la cara. Ese
era mi Maestro... mientras miraba atónito alguien se acercó, me tomó
fuertemente del brazo y me dijo: “¡Tú eres uno de ellos!” Un terror
paralizante se apoderó de mí. Instantáneamente grité: “¡No!” – “Si no eres
uno de ellos ven, te llevaré frente a él y escúpelo!”– ...

Lo único que puedo contarte.... es que después de unos momentos me


soltaron... porque yo escupí al Maestro. Me avergoncé de él... Yo tambien lo
traicioné.
Esa tarde lo seguí mezclado entre la turba. Mi corazón estaba destrozado.
Curiosamente, por temor lo había escupido, pero ahora no me importaba
nada, solamente quería verlo y quedarme con él al pie de aquella cruz que yo
tanto había odiado. Esa tarde pude comprender que Jesús nunca había
trabajado por una causa, Jesús había trabajado tres años por mí y yo no me
había dado cuenta. Esa tarde descubrí que yo había dado mi corazón a un
proyecto pero que nunca le había entregado el corazón a mi Maestro. Esa
tarde al pie de la cruz entendí que Jesús había evitado sentarse en una oficina
para que yo no fuese colgado de una cruz. Esa tarde, en el Monte Calvario,
por primera vez rendí mi corazón totalmente a mi Maestro.

Es conocer y entender la obra de la cruz lo que logrará el real cambio en


nuestras vidas.

EL DIRIGENTE RELIGIOSO Y LA BRUJA


“De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndoles con
los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: a otros salvo, a sí mismo no
se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y
creeremos en él”. Mateo 27:41, 42

Hay algo pérfido y escalofriante en toda esta situación, gente que tortura al
Hijo de Dios pensando que sirve a Dios mismo. Ni hechiceros, estafadores o
narcotraficantes han hecho lo que han hecho personas que creen que siguen a
Dios pero que no están dispuestos a seguir su Palabra.

Esa es la realidad que siempre ha revelado la historia. Los “religiosos” han


sido aquellos que se atrevieron a impedir la obra de Aquel que decían seguir.
Lamentablemente, para que esta situación ocurra, siempre tiene que haber un
grupo de seguidores ciegos que no estén dispuestos a pensar por sí mismos y
que se dejen engañar por trajes costosos, vocabularios eclesiásticos y
apariencias de piedad sin esencias. Satanás tiene estrategias que es necesario
que todo discípulo las reconozca para no confundirse.

Voy a intentar describir su estrategia de la siguiente manera: Supongamos


que hay una bruja inspirada por un demonio que hace toda clase de ritos
ocultistas que abiertamente desafían las esencias del cristianismo. Por otro
lado, encontramos un dirigente religioso que se dice cristiano que es
intolerante, autoritario e institucional, inspirado y dirigido por otro demonio.

Satanás, maestro de destrucción, división y engaño insita a que el dirigente


religioso persiga y trate de destruir a la bruja. La gente que dice ser cristiana
pero que no conoce los principios del Reino de los Cielos y que es testigo de
esta situación, al ver el celo con que el dirigente religioso persigue a la bruja
piensa que ese dirigente es alguien que está defendiendo el cristianismo.

Por otro lado, los que han visto los excesos y la intolerancia del dirigente
religioso y que se creen un poco más iluminados en su pensamiento, se ponen
del lado de la bruja porque razonan que si el cristianismo es tan intolerante
como su dirigente no debiera ser considerado como una opción para el ser
humano.

Es así que se genera una guerra superlativa que llega a ser la antesala del
mismo infierno. En determinado momento el dirigente religioso que tiene la
mayoría de su lado hace matar una bruja y entonces la gente ciega piensa: “la
bruja y el dirigente religioso están en bandos opuestos”. Este pensamiento se
profundiza más aún cuando un grupo de simpatizantes de la bruja se
encuentran con un colaborador del dirigente religioso y lo matan en
venganza.

Mientras todo esto está ocurriendo hay un grupo de verdaderos discípulos que
predican las enseñanzas de Jesús. Como resultado de este esfuerzo hay
muchos brujos que dejan la brujería y también muchos profesos cristianos se
dan cuenta que la intolerancia es un grave pecado para quien dice ser un
discípulo de Jesús.

Ahora se presenta un problema para el dirigente religioso porque no solo


debe salir a matar brujas sino que tambien ahora debe salir a matar
verdaderos cristianos.

Después de haber redoblado sus esfuerzos, el dirigente religioso consigue


juntar a algunas brujas y algunos verdaderos discípulos de Cristo para
hacerlos ejecutar públicamente en una plaza. De esa manera los seguidores
ciegos del dirigente que se dice cristiano razonan: “Si éstos que dicen que
siguen a Jesús son ejecutados junto a una bruja entonces son parte del mismo
bando”.

Como argumento a favor de este prejuicio, el dirigente religioso presenta


como prueba el hecho de que uno de los más grandes brujos ahora forma
parte del grupo de aquellos que decían ser discípulos de Cristo. Eso es
verdad, pero el dirigente religioso no aclara que el brujo en consecuencia de
su decisión se alejó de la brujería.

De la misma manera, ahora los brujos tienen un problema: gracias a la


predicación de los verdaderos discípulos muchos están dejando la brujería.
Por eso en un lugar público y donde los brujos son mayoría ejecutan a un
seguidor ciego del dirigente religioso y a un verdadero discípulo de Cristo.
Los brujos que contemplan la escena piensan: “Si un discípulo de Cristo esta
muriendo ejecutado junto a los seguidores ciegos del dirigente religioso, eso
nos muestra que ellos son del mismo bando ¡y cuánto más cuando todos
dicen que son cristianos!”.

Para enfatizar esta idea la bruja presenta como testimonio el hecho de que
uno de los dirigentes de la institución del dirigente religioso había aceptado
las enseñanzas de los verdaderos discípulos. Eso es verdad, pero ella no
aclara que ese dirigente religioso como consecuencia de eso dejó de ser
autoritario y de defender la corrupción que era perpetrada por la institución y
que camuflada bajo un manto de aparente santidad.

A medida que pasa el tiempo tanto el dirigente religioso como la bruja


comienzan a odiar más a los verdaderos discípulos que a sus acostumbrados
oponentes ya que los discípulos consiguieron algo que era lo que ellos más
temían, abrirle los ojos a sus seguidores y sacarlos de su lado para ponerlos
del lado de Cristo.

Ahora tanto la bruja como el dirigente religioso se encuentran sentados


alrededor de una misma mesa firmando un acuerdo de paz y convivencia
mutua. No es que que se están uniendo, sino que han encontrado un punto en
común que los puede hacer cómplices en un mismo proyecto. El odio que
ahora sienten por los verdaderos discípulos supera los prejuicios que sentían
el uno por el otro. Tanto el dirigente religioso como la bruja ahora hablan a
sus seguidores de los beneficios de este acuerdo y acerca del período de paz
sin precedentes que se está inaugurando gracias al mismo.

Sin embargo, ellos aclaran que la paz está siendo estorbada por un grupito de
discípulos de Cristo que no desean sentarse en la mesa de negociaciones. Si
bien ese acuerdo es una demostración de tolerancia, para preservarla y lograr
la paz que por tanto tiempo fue anhelada habría que destruir a ese grupo de
discípulos que lo único que hace es traer división en una sociedad que ahora
no tiene fronteras.

Ahora los seguidores ciegos del dirigente religioso, como los seguidores
ciegos de la bruja se unen en un mismo propósito que es el de destruir la
amenaza que se cierne sobre sus instituciones. Esa unión es momentánea y
por la fuerza, ya que los que están inspirados por los demonios pueden ser
cómplices pero nunca pueden estar unidos.

¿Quiénes son los que quedan del lado del dirigente religioso y la bruja?
Aquellos que no quieren pensar por sí mismos, los cobardes y aquellos que
han decidido creer en una mentira a pesar de tener todas las evidencias para
no hacerlo.

La misma situación se experimentó aquel día en el monte Calvario.


Dirigentes religiosos que decían servir a Dios, burlándose de Dios mismo.
Seguidores ciegos que cuando veían que sus dirigentes se burlaban, también
lo hacían por miedo a recibir una reprensión o porque razonaban que si sus
dirigentes se burlaban de ese Jesús que colgaba allí crucificado debía ser
porque fue una persona muy mala, cuánto más si estaba crucificada en medio
de dos criminales. A la misma vez, allí también había algunos soldados
romanos que se burlaban de Jesús porque conocían muy bien las
incoherencias de los dirigentes judíos y razonaban que si Jesús era judío
debía ser igual a esos dirigentes.

Sin embargo en medio de esa escena hubo un centurión romano que


reconoció que el que estaba allí colgado era el Hijo de Dios. Un ladrón judío
que lo aceptó como Salvador y un grupo de galileos que eran sus discípulos
que comenzarían el movimiento más poderoso de la historia.

No nos engañemos, los que crucificaron a Cristo no fueron ni judíos ni


romanos, fueron personas que estaban más empeñadas en seguir a sus propias
ideas de Dios más que a Dios mismo y que desgraciadamente, de la misma
manera que en los tiempos actuales, formaban la mayoría. Usando el ejemplo
que mencioné arriba podríamos decir que el dirigente religioso que decía
servir al Dios del cielo llevó a Jesús a la bruja para que sus seguidores lo
crucificaran.

Lo que pasó en aquel monte es lo que se ha repetido durante toda la historia y


que sin duda se repetirá nuevamente. Por eso, si quieres ser honesto con el
Cielo es necesario que no te dejes engañar ni por dirigentes religiosos que se
dicen cristianos, no importa a que denominación pertenezcan, ni por brujas
que rechazan el cristianismo porque fueron testigos de los excesos que
cometieron aquellos pseudo líderes.

Si tú eres sincero y deseas vivir en la verdad que te mantiene libre, es


necesario que des un paso a favor de Jesús y los principios del Reino de los
Cielos. Es necesario que no te dejes llevar sólo por lo que te dijeron de él,
sino que estés dispuesto a descubrirlo y conocerlo por ti mismo. Ese paso
exigirá valentía de tu parte, renuncia y abnegación, pero dará como resultado
que formes parte de un movimiento que será el que preparará el camino para
la venida de Aquel al que la mayoría rechazó.

APRENDE A BEBER DE SU VINO


“Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó”. Marcos
15:23

Era la costumbre que se le ofreciera a un crucificado vino y mirra como una


especie de analgésico para mitigar los dolores de aquella despiadada tortura.
Jesús no quiso beberlo. ¿Por qué? Porque el Maestro fue consecuente con la
actitud que había mantenido durante toda su vida y que ahora lo había traído
hasta el umbral de la victoria.

Jesús sabía que en ningún momento debía darle una ventaja al enemigo,
porque, si lo hacía, el diablo en su astucia aprovecharía esa oportunidad para
dar un golpe que sería mortal tanto para Jesús como para la raza humana.
Jesús cuidaba las avenidas del alma. Él no permitiría que haya algo que
debilitara su mente o su cuerpo y que hiciera que no pueda estar alerta en la
guerra que libraba con Satanás.

“Después de haberlo probado no quiso beberlo”. Jesús sabía muy bien lo que
el sabio Salomón había escrito en sus proverbios novecientos años antes: “El
vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra
no es sabio” (Proverbios 20:1). “No mires al vino cuando rojea, cuando
resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como
serpiente morderá, y como áspid dara dolor” (Proverbios 23:31, 32).

En realidad Jesús no necesitaba leer los proverbios para saber lo nocivo de las
bebidas alcohólicas. Con solo ver los resultados y consecuencias del uso de
ellas podía notar claramente que en la lucha entre el bien y el mal no era un
elemento usado por su Padre Celestial para la instauración de su Reino en los
corazones humanos. Rencillas, hogares deshechos, asesinatos, inmoralidad y
violencia. ¿Te parece que Jesús podría apoyar el uso de bebidas alcohólicas
cuando justamente destruía aquello que él venía a restaurar?

“Bueno, pero él convirtió el agua en vino en las bodas de Caná?”. Es verdad.


Sin embargo es necesario que sepas que de acuerdo al original griego (idioma
en que se escribió el Nuevo Testamento) no podemos saber si él convirtió el
agua en vino fermentado o en jugo de uva. En el griego hay un solo vocablo
para describir tanto al vino fermentado como al jugo de uva y ese vocablo es
el que usa Juan en el pasaje de las bodas.

“Bueno, pero eso no me dice nada, ya que el contexto del pasaje nos da a
entender que el vino que Jesús hizo fue fermentado porque dice que fue
mejor aún que el primero que se había bebido en la fiesta ¿Quién juzgaría un
simple jugo de uva como mejor que el vino que habían tomado al comenzar
la celebración?”.

Yo responderé quien: Juan, el escritor del evangelio. Un hombre que había


sido transformado de hijo del trueno a apóstol del amor; que había caminado
con Cristo por las polvorientas calles de Galilea; que fue sumergido en una
tinaja de aceite hirviendo por amor a su Maestro. Para alguien como Juan un
simple jugo de uva hecho por Jesús puede ser infinitamente mejor que una
burda bebida alcohólica que embota la mente.

El hombre degenerado solamente puede ver placer en participar de las cosas


que están en contra de Dios y que destruyen justamente aquello que él desea
restaurar. Ese es el espíritu de Satanás. El hombre degenerado no puede hallar
placer yendo a una iglesia, sin embargo sí lo encontrará en la discoteca. El
hombre degenerado no puede encontrar satisfacción amando solamente a una
mujer, pero hallará inmenso placer acostándose con la mayor cantidad que
pueda. El hombre degenerado no encuentra la forma de ser sistemático en el
estudio de la Biblia, pero sí encuentra que le resulta muy fácil ser sistemático
mirando su programa preferido de televisión. El hombre degenerado no
entiende el camino que lleva a la verdadera felicidad y es por eso que vive
continuamente huyendo de las consecuencias que le provocan sus propias
decisiones. El hombre degenerado vive cuestionando las costumbres sencillas
de los verdaderos discípulos porque todavía no se le ha caído la venda que
tiene en los ojos para entender que él mismo vive en la miseria. El hombre
degenerado no puede entender como un sencillo jugo de uva hecho por el
Maestro puede superar el mejor vino que se sirva en la más importante fiesta.

Juan era regenerado por el Espíritu Santo y es por eso que escribe las cosas
desde la perspectiva de un discípulo del Maestro. Quizás tú también seas de
aquellas personas que piensan que para disfrutar verdaderamente de la vida
hay que disfrutarla practicando el pecado. Quizás seas de esas personas que
confunden placer con felicidad. Hoy quiero decirte que es necesario que
empieces a evaluar a dónde te está llevando esa manera de pensar.

Si es que puedes ser razonable, te darás cuenta que estás yendo hacia el
mismo destino al que llegaron aquellos que tanto admiraste a través de la
pantalla: insatisfacción, esclavitud de los vicios, depresión, sonrisas plásticas
que esconden profundas heridas o soledad emocional debido a la incapacidad
de mantener relaciones significativas. Yo sé que lo que escribo te incomoda.
Lo sé porque yo soy igual a ti. Si es que hoy pienso diferente es por la
transformación que Dios ha hecho en mi vida, pero no porque sea mejor que
tú.

Es necesario que despiertes y que levantes tu vista hacia el Calvario. Allí hay
una cruz que fue el instrumento de tortura destinado a Aquel que estuvo
dispuesto a experimentar el sufrimiento con el propósito de que tú y yo
tengamos la oportunidad del perdón, restauración y salvación eterna. No
dejes pasar este momento. Es la oportunidad de llenar ese vacío que
paradójicamente nos hace huir de aquello que nos daría verdadera
satisfacción. Es la oportunidad que tienes de entrar en el camino de la
felicidad duradera y de una vida con sentido.

Por otro lado, si ya eres un discípulo del Maestro, entiende que él te pide que
cuides de tal manera las avenidas de tu alma con el fin de no dejar ni la más
mínima puerta abierta para que se meta el enemigo. Dios es un Dios de
libertad, y es por eso que no puede admitir que sus hijos tengan costumbres
que los esclavicen.

“Pero es que yo no soy un bebedor empedernido, solamente tomo cuando


salgo con mis amigos”. Parece que no entendiste. Jesús no dejó ni la mas
mínima puerta abierta para la tentación y espera que tú hagas exactamente lo
mismo.

“Pero en la Biblia encontramos hombres de Dios que tomaban”. Es verdad.


En la Biblia también encontramos hombres de Dios que fueron polígamos,
adúlteros, asesinos y mentirosos. Si analizas bien las historias de esas
personas descubrirás que esas conductas llegaron a ser la causa de las
miserias que experimentaron en sus vidas y que fue, justamente de esas
cosas, por las que Dios se movilizó para salvarlos.

La Biblia no es un libro que debemos leer para aprender acerca de cómo los
hombres se comportaron, sino que es un libro para aprender acerca de cómo
Dios trató a los seres humanos a pesar de sus errores. La Biblia enseña que si
estás dispuesto, Dios puede liberarte de aquellos vicios que te esclavizan, ser
lavado, perdonado y regenerado por el Espíritu Santo. Para que eso sea
posible, solamente debes aceptar la condición: aceptar el llamado de Jesús,
dejar todo y seguirlo.

Pídele a Dios hoy que te haga un imitador de Jesús. Decide cuidar que no
haya nada en tus hábitos que debilite el poder de tu mente y tu capacidad de
tomar decisiones para el Señor. No te olvides que cuando Jesús se dio cuenta
que le estaban ofreciendo vino, no quiso beberlo para que de esa manera tú y
yo podamos disfrutar en el Reino de los Cielos del mejor jugo de uva que
alguna vez se haya bebido. “Y os digo que desde ahora no beberé más del
fruto de la vid, hasta el día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de
mi Padre” (Mateo 27:29).
IDEAS PULVERIZADAS POR LA CRUZ
“Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y Rufo,
que venía del campo, a que llevase la cruz”. Marcos 15:21

¿Dónde estaban los discípulos? Jesús, durante mucho tiempo, los había
preparado para ese preciso momento. “El que no lleva su cruz y viene en pos
de mí no puede ser mi discípulo”. Los discípulos vieron a Jesús tropezar,
caerse bajo el peso de la cruz, vieron como lo arrastraban los soldados, y sin
embargo ninguno se ofreció para hacer una realidad el consejo que Jesús
durante tanto tiempo les había dado.

¿Que era lo que hacía que quedaran paralizados sin ayudar a Aquel que tanto
los había ayudado? Miedo, dudas y chasco. ¿Sentían dolor? Sí lo sentían.
¿Sentían compasión por su Maestro? Sí la sentían. Sin embargo ninguno
estuvo dispuesto a llevar su cruz cuando Jesús más lo necesitaba. ¿Sentían
vergüenza de haberlo seguido? No sé, puede haber habido algo de eso.
¿Sentían miedo? Sin duda que sí. No eran mayoría ni mucho menos. Parecía
que ahora todos los miraban como diciéndoles: “¿Vieron? ¿Dónde está el rey
que ustedes decían seguir?... ¡No era nada mas ni nada menos que un humilde
carpintero!”.

Los acontecimientos parecían apoyar esa aseveración, pero ahora, el cariño


que sentían por su Maestro, por más que todo fuera una mentira, les hacía
imposible pensar en la idea de separarse de él. Era como si todo el camino de
la fe estuviera comenzando nuevamente. Era como si estuvieran conociendo a
un nuevo Maestro.
Las escenas eran tan impresionantes que iban, una a una, demoliendo
aquellas ideas acariciadas de reinos terrenales, tronos y conquistas que ellos
habían desarrollado mientras caminaban con Jesús. Los discípulos en ciertos
momentos por haber estado a su lado se sintieron importantes y admirados.
Los panes y los peces, la resurrección de Lázaro, la entrada triunfal a
Jerusalén. Muchas veces habían sentido que los demás los miraban como si
ellos fueran privilegiados. Así también ellos lo habían sentido. La idea de ser
famosos les había resultado muy atractiva y disfrutaban muchísimo del hecho
de sentirse parte de la escena cuando Jesús hacía un milagro. Sin embargo
ahora se sentían tan insignificantes que hubieran preferido que los tragase la
tierra. Estaban experimentando el mayor desengaño de sus vidas. Estaban tan
absortos en sus pensamientos, dudas y chasco que no se daban cuenta de que
el Maestro necesitaba alguien que lleve su cruz.

Simón, un judío de África, sin darse cuenta, tuvo el privilegio de hacer


aquello que hoy muchos, solamente después de conocer la historia, se
hubieran ofrecido a hacer. Sin embargo todo esto era peor que estar en medio
de una tormenta en el lago. Era más amenazante que estar frente a
endemoniados saliendo al encuentro. Era más chasqueante que descubrir que
el sumo sacerdote era un hipócrita. Jesús era alguien que había aseverado ser
igual a Dios, y que ahora parecía no ser nada más ni nada menos que... un
humilde carpintero.

¡¿Quién es él?! Cada golpe, cada puñetazo, cada caída, cada burla, cada
escupida agrandaba el chasco en el corazón de los discípulos, pero
increíblemente profundizaba el amor y el cariño que sentían por él.
Admiración, nunca habían sentido tanta admiración por él. Vergüenza, eran
los últimos manotazos de un orgullo herido que no quería admitir que estaba
siendo aniquilado.

¿Quién es él? ¿Sería otro Juan Bautista? Pero ¿por qué las dudas ahora, si en
un pasado tenían la seguridad de que era el Mesías? Es que las revelaciones
más profundas de Dios tienden a aniquilar las ideas que tenemos de él.
Debemos aprender que nuestras ideas acerca de Dios no son Dios mismo.

Hay un momento en la vida de cada discípulo en el cual las ideas acerca de él


deben dar lugar a la realidad de él mismo. La realidad de él mismo produce la
más grande confusión a la mente, pero comienza de una vez a subyugar
completamente el corazón. Ese es el comienzo de la identificación con Jesús.
Es el momento en que el discípulo comienza a ser un apóstol.

Ya no importa si no te hace sentar a su lado en su trono. Ya no interesa si


contesta tu petición o no. Ya no es importante si por servirlo duermes en el
polvo o en la cómoda cama de un palacio. Ya no importan las recompensas,
ni siquiera las posiciones. Lo único que interesa es él y saber qué significa su
persona para tu vida. Este es el sello espiritual que garantizará que no lo
dejarás nunca. Desde ese momento de sellamiento y aunque no buscarás
hacerlo, siempre estarás preparado para morir si es que eso contribuyera a
una manifestación mayor de su gloria.

Los discípulos contemplaban al Maestro chasqueados, sin embargo lo que


ellos no se daban cuenta era que estaban chasqueados de sus propias ideas,
pero no de él. Porque el Maestro nunca chasquea. Cuando nos chasqueamos,
nos chasqueamos de las ideas que tenemos acerca de él. Ese es el momento
crucial en la vida de un discípulo en el cual se debe tomar una decisión:
seguirlo a él o seguir aferrados a nuestras ideas de él.

Jesús siempre había sido coherente consigo mismo y con sus enseñanzas, y
en el contexto de la cruz, más que nunca. Los que habían sido incoherentes
eran los discípulos, porque sus ideas acerca de él muchas veces no les habían
permitido descubrir quien realmente él era. Ellos siempre habían mirado a
Jesús desde la perspectiva de su propio beneficio. El Maestro siembre había
querido revelarse a ellos desde la perspectiva del servicio.

Curiosamente en ese momento comenzaba a nacer una fuerza interior que


nunca habían experimentado, que aunque no quisieran, los hacía ir hasta la
misma cruz y contemplar a Aquel que allí colgaba. Las ambiciones
personales quedaron pulverizadas. Parecía como que cada discípulo era
empujado al vacío. Ya nada tenía sentido, solamente lo que importaba era
aprender quién realmente era el que estaba allí crucificado.

Nunca el Maestro les había parecido tan extraño como esa tarde en el
Calvario. Sin embargo nunca lo habían reverenciado tanto. Sin darse cuenta,
el momento más negro de sus vidas estaba transformándose en el momento
de la revelación de su gloria. Curiosamente, aquella cruz que no habían
estado dispuestos a cargar por él, había hecho que las ideas acerca de él
dieran paso a la realidad de él mismo. A través de la experiencia de ese día,
Dios estaba preparando a cada discípulo a tomar su cruz y seguirlo, porque el
momento del chasco y la derrota es el momento de la gloria para Aquel que
con su muerte aseguraba victoria.

“Consumado es” –dijo. Con esas palabras ahora el extraño Maestro estaba
anunciando que no había habido, ni habría jamás en la historia del mundo, ni
del universo una revelación más grande de la gloria de Dios que la que se
había consumado en la cruz. El Espíritu Santo era ahora liberado para actuar
plenamente en los corazones de los hombres de acuerdo a la revelación que
había sido dada.

Con esa revelación quedaría aniquilado el poder del mal. Los hombres más
que nunca podrían crecer en la imagen de Dios y el rechazo de tan grande
manifestación aceleraría la ejecución del juicio. La revelación era plena, ya
no habría excusa para aquel que decidiera seguir sus propias ideas de Dios en
vez de seguir a Dios mismo. La sinceridad ya no sería suficiente en el camino
al cielo aunque sí podría contarse como uno de los pasos iniciales. La obra
del Espíritu ahora sería completa, porque la revelación era completa.

Los discípulos fueron testigos de la muerte del Maestro pero junto con su
muerte comenzaron a morir sus ideas acerca de él. Ese será el momento más
difícil en la vida de un discípulo. Ese será el momento más doloroso de tu
vida. Sin embargo, no te olvides que ese será el comienzo de la revelación de
su gloria.

Es necesario que hoy dejes que la revelación de Jesús por medio de su


Espíritu aniquile tus ideas acerca de él, tus ideas acerca de lo que es religión,
de lo que es la iglesia y de todas tus prácticas “cristianas”. Ya no es suficiente
que solamente sigas a Jesús, hoy es necesario que comiences a identificarte
con él. Jesús ya no debe ser alguien que va delante de ti, él desde hoy tiene
que estar dentro de ti por medio de su Santo Espíritu para que sus
pensamientos sean los tuyos, sus sentimientos te subyuguen, y tu obendiencia
sea el resultado de él obedeciendo en ti.

Abre tu corazón para que él te convenza de pecado de justicia y de juicio


pulverizando tus ideas acerca de él para que no sean más un impedimento
para encontrarte con él mismo. Hoy podrás dejar de ser un discípulo porque
Dios te transformará en un apóstol.

CONSUMADO ES
“Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto expiró”. Lucas 23:46

Jesús llegó al peor momento de su vida. Estaba experimentando aquello que


siempre había querido evitar, la separación de su Padre. Este también era el
momento más negro de la vida de los discípulos, allí estaba colgando Aquel
que ellos habían identificado como el Mesías. Lo que habían visto en esas
últimas horas confirmaba lo que ellos creían acerca de su identidad pero los
chasqueaba y confundía con respecto a la misión que ellos habían pensado y
soñado que el Mesías cumpliría. Era como si hubieran saltado a un gran
abismo.

Al mismo tiempo Jesús sufría las injurias y las burlas descaradas de aquellos
que había venido a salvar. ¿Por qué tanto odio para alguien que lo único que
había hecho era comprender al pecador? ¿Por qué tanta desidia para Aquel
que solamente había hablado con amor? ¿Por qué la presentación de
enseñanzas frescas y verdaderas causaba el más intenso odio y repulsión?

En el Calvario se presentan los contrastes más patéticos de la realidad. Allí se


encuentran la miseria y la corrupción humana frente a la grandeza y santidad
divina. Allí se encuentran frente a frente el odio con el amor; la hipocresía
con la sinceridad; la maldad con el perdón. Satanás estaba a minutos de
perder la guerra. Paradójicamente sería derrotado presenciando aquello que él
mismo había provocado: la muerte. Es que no estaba muriendo cualquier
persona, estaba muriendo la encarnación de Dios en el hombre. Estaba
muriendo Aquel que había declarado que el resultado del pecado era la
muerte. No moría pagando su propia deuda sino que moría ofreciéndose a sí
mismo en substitución de la raza humana para confirmar y dar la seguridad
de que su Palabra no puede ser modificada. Él no había pecado, pero moría
por aquellos que lo habían hecho. Un hombre había perdido la tierra, fue
Adán. Ahora un hombre estaba recuperándola tomando no solo su lugar, sino
el de toda lo humanidad.

Desde allí en adelante todo aquel que libremente aceptara ese regalo iba a
tener derecho a tomar la vida y las recompensas que Jesús se merecía. En
momentos más se abriría una puerta de rescate que jamás podría ser cerrada.
En momentos más la revelación de quien era Dios sería plena en la persona
de un humilde carpintero y esa revelación sería tan poderosa que repercutiría
hasta el rincón más lejano del universo. Lo interesante es que en ese
monumental y grandioso evento estaba implicado el pequeño e injusto ser
humano.

El cielo y el universo contemplan la escena con asombro y devoción. Los


seres humanos sin saber todo lo que esto significa siguen burlándose,
injuriando y a la vez nombrando a Dios pretendiendo tenerlo de su lado. Lo
más escalofriante de esta situación es que a pesar de que lo que piensan
acerca de Jesús está totalmente equivocado, Dios nunca había estado más
cerca de ellos que en ese momento, ni nunca había estado mas lejos de Jesús.

Jesús entonces hace a su Padre una de sus famosas preguntas que si logramos
encontrar una respuesta estará basada en la razón más injusta: “Padre, ¿por
qué me has desamparado?” A pesar de que el Padre en ese momento está en
el más grave silencio, las circunstancias dan una nítida y escalofriante
respuesta: “Te he desamparado por esos sacerdotes que creen que te estoy
castigando por tus pecados. Te estoy desamparando por esos soldados
romanos que te pusieron una corona de espinas y clavaron tus extremidades a
un madero. Te estoy desamparando por esos discípulos que te traicionaron.
Te estoy desamparando por esos dos ladrones que están colgados a tu lado.
Te estoy desamparando por Barrabás y Pilato que se seguirán peleando. Te
estoy desamparando por aquellos que están en la ciudad y que no tienen la
mas mínima idea de lo que está pasando. Te estoy desamparando por aquella
prostituta que entrega su cuerpo para ser envilecida y abusada. Te estoy
desamparando por aquel que abusa de un niño y que vive esclavo de sus
concupiscencias. Te estoy abandonando por aquella persona que no acepta el
sexo con el cual nació y pretende cambiarlo. Te estoy abandonando por aquel
que niega mi existencia y que cree que porque es más inteligente que un
mono puede entender todos los secretos del universo. Te estoy abandonando
por aquel que está dispuesto a abandonar a sus hijos por ir detrás de una
pasión prohibida. Te estoy abandonando por aquel que no ha sufrido tanto en
la vida y que siente que la religión es solamente para los débiles. Te estoy
abandonando por ese millonario que solamente piensa en tener más dinero y
que no tiene las más mínima sensibilidad por aquel que está en necesidades.
Te estoy abandonando por aquel pastor que no cree aquello que predica pero
que sabe que eso le resulta en un gran negocio. Te estoy abandonando por
aquel que está enojado conmigo porque la vida no le dio lo que esperaba. Te
estoy abandonando por aquel que está leyendo este libro y que no ha
entendido que mi amor lo abarca todo. Te estoy abandonando por el que
escribió este libro y que puede creerse que es mejor que aquel que no escribió
nada. Te estoy abandonando por aquel que ha sido herido por el rechazo y
que nunca pudo llenar ese vacío que le causó el no tener nadie que lo abrace.
Te estoy rechazando para que aquel que ha sido rechazado sea bienvenido. Te
estoy abandonando por aquellos que escogieron morir y que no tienen
derecho a vivir. Aunque sé que tu me amas, te abandono para darles
oportunidad a aquellos que me odian”.

Si Jesús no fue Dios como muchas personas lo aseveran, de todas maneras lo


que sucedió en el Calvario llega a ser la injusticia más grande que pudo haber
ocurrido en la historia. Si él no fue Dios, ¿por qué estuvo dispuesto a rogar
para que sus verdugos fueran perdonados? Si él no fue Dios, ¿qué fue lo que
lo llevó a vivir una vida de servicio desinteresado donde él daba todo sin
recibir nada a cambio? Si él no fue Dios, ¿Qué lo hizo a él tan diferente a
aquellos que lo rodeaban? Y si la historia de Jesús fue un invento ¿Quién
inventó una historia que revelara la miseria del ser humano tan patéticamente
como esta? ¿Quién inventó este personaje que su único pecado fue pretender
ser una revelación perfecta de alguien que no existe? ¿Si esto es un cuento, a
quien se le hubiera ocurrido inventar esa fábula con elementos tan
descriptivos y propios a la raza humana y con un personaje central tan
diferente a ella? Si Jesús no era Dios ¿a quien se parecía? Si Jesús es un
invento entonces los que lo inventaron describieron la encarnación de la
nada. Pero ¿me puedes explicar entonces como la encarnación de la nada
puede ser descripta de una manera tan perfecta? ¿Cómo de una mente
miserable y soberbia que pretendía engañar a las masas puede salir una
historia de amor, pureza, sinceridad y verdad como la que describen los
evangelios?

Si Jesús es un invento, entonces también Dios es un invento. Si Dios no


existe, la realidad última somos los seres humanos, hasta que encontremos
vida en otros planetas. Si el ser humano es la realidad última, entonces
estamos determinados por nuestras propias características a la
autodestrucción, la guerra y la condenación. Eso y solamente eso es lo que ha
mostrado el ser humano que es capaz de dar y si no es así muéstrame algo
diferente en la historia. Todas las filosofías humanas que se han transmitido
hasta el día de hoy muestran la realidad miserable del ser humano, sin
embargo una sola muestra la realidad de Dios de una forma concreta y
práctica y esa es la historia de Jesús.

Es interesante notar que los seres humanos estamos dispuestos a creer que
puede haber vida en otros planetas sin nunca haber tenido para ello ni la mas
mínima prueba, sin embargo no estamos dispuestos a aceptar que Dios existe
por el hecho que eso sería aceptar que nosotros entonces no somos dioses. La
negación por parte del ser humano de la existencia de Dios es una evidencia
poderosa de su existencia.

Confirma este hecho en nuestra propia historia. A ningún ser humano le gusta
aceptar que existe alguien por encima de él. Es por eso que surgen los
dictadores autoritarios, es por eso que existen las guerras, es por eso que un
deportista criticará a aquel que le hace sombra. Esa es la razón por la cual
envidiamos, peleamos, robamos, y esa es la razón por la cual no podemos
aceptar que Dios existe. Es por eso que el ser humano no tiene problema de
aceptar una teoría acerca de Dios pero tiene una enorme dificultad para
aceptar la revelación de Dios misma. Esa es la razón por la cual las
instituciones cristianas pretendieron tomar propiedad de esa revelación con el
fin de usarla para su propio beneficio. Sin embargo el hecho, de que
multitudes digan creer en Jesús y que a la vez lo nieguen con sus vidas es
totalmente coherente con aquello que sucedió en el Calvario. Los dirigentes
religiosos, pretendiendo seguir a Dios, condenaban a Aquel que era Dios
mismo.

Hasta la irrupción de Jesús en la historia, todavía podía ser excusable no creer


en la existencia de Dios, sin embargo, es interesante notar que hasta que él
vino, todas las culturas de alguna manera u otra aceptaban la existencia de un
ser superior. Sin embargo cuando el personaje de Jesús aparece en Palestina,
y al comenzar a revelarse en la persona de un humilde carpintero rasgos tan
diferentes y sobrenaturales, entonces ya no hay más lugar para excusas ni
para la negación de aquella realidad infinita. Aceptamos su revelación o
tratamos de destruirla. Nuestro orgullo y nuestra miseria humana harán
naturalmente un esfuerzo decidido para rechazar la realidad divina.

¡Que coincidencia! El hombre hace en el presente exactamente aquello que


describen las escenas del Calvario. La actitud del hombre de hoy sigue
demostrando que lo que allí pasó no es un invento sino una patética
descripción de la realidad humana interactuando con la realidad divina. El ser
humano natural ante la manifestación de esa revelación lo primero que
intentará hacer es crucificarla. Por eso cuando Jesús exclama colgando de la
cruz: “¡Consumado es!” está anunciando que nuestro rechazo de esa
revelación es el resultado de nuestra ignorancia voluntaria, de nuestra
soberbia y de nuestra condición miserable de seres humanos que enfermamos
y convalecemos en el pecado….

Volvamos al Calvario. La culpa en la mente de Jesús es terrible. Él ahora


carga todos los sentimientos de culpabilidad del hombre, para que nadie que
en el futuro acepte su sacrificio tenga que vivir cargando con su pasado. La
ansiedad que esa experiencia provoca en él, quebranta aquella paz que le
permitía dormir confiadamente en el mar embravecido en medio de una gran
tormenta. Desde la cruz él podrá asegurar la tranquilidad de aquel que vive
ansioso por los problemas de su vida. La culpa de toda la humanidad invade
su ser para ser aniquilada en su persona. Una gran tensión se manifiesta en su
cuerpo cerrándole la garganta. La soledad emocional que experimenta llega a
su clímax, es como que su mente tan sabia y poderosa quisiera desquisiarse al
cargar con el desquisio que implica vivir en el pecado. Su corazón luchando
por generar más sangre para poder mitigar los efectos físicos de esa prueba
espiritual comienza a latir frenéticamente. Nadie lo entiende. Algunos que
miran se compadecen pero no pueden apreciarlo. Algunos se burlan y gritan
con el deseo de disimular la convicción que los impele a reconocer que frente
a ellos esta ocurriendo algo sobrenatural y extraño. Jesús gime y llora, emite
sonidos de tristeza que nunca nadie había escuchado salir de un ser humano.
La gente queda inmóvil. Las burlas se acallan. Así como cuando alguien no
puede dejar de reir ante una risa contagiosa, nadie que está allí puede
abstraerse ante tan profunda tristeza. Aunque la mayoría no siente
compasión, extrañamente caen lágrimas de sus rostros como si sus cuerpos
quisieran simpatizar con Aquel que sus espíritus rechazan. La respiración de
Jesús evidencia la gran lucha de su cuerpo por apropiarse de oxígeno. El
corazón de Jesús está por colpasar porque en momentos más Jesús llegará
emocionalmente al abismo. La prueba llega a ser tan grande como la
naturaleza de la persona que debe atravesarla. Tan abarcante como la
cantidad de criaturas que serán afectadas por ella. Tan dolorosa como la
experiencia de quiebre que produce la separación eterna de dos personas que
se aman infinitamente. Las multitudes alrededor de la cruz quedan en silencio
y pueden notar que algo sucede en el interior del cuerpo de Aquel que cuelga
del madero. Su pecho se contrae y se descontrae para sacar fuerza y expresar
las últimas palabras: “¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu!”. El
corazón de Jesús revienta y muere Aquel que los seres humanos tanto
odian…

Aquello que parece la derrota más grande de Dios comienza a convertirse en


una victoria universal. Cristo Jesús muere sin haber pecado ni siquiera en un
pensamiento. El universo, a pesar de que está totalmente sorprendido por la
insensatez y maldad del hombre, comienza a encenderse en alabanzas por el
amor y la bondad de Dios hacia sus criaturas. Nunca hubo ni habrá revelación
más grande y profunda del amor de Dios que la que se consumó ese día.

Paradójicamente en ese mismo momento se comienzan a abrir las puertas del


perdón. Todo aquel que acepte ahora la revelación del Calvario tiene la
posibilidad de descargar toda su culpa en Jesús para vivir una nueva vida sin
condenación y recriminaciones por su pasado. Jesús muere para dar vida. No
solamente eso, desde allí en más, todo aquel que quiera vivir como el vivió,
aceptando morir en él, se le concederá poder para vivir su vida.

La fuerza del amor desatada en el Calvario fue tan poderosa que desde ese
mismo momento los que intenten rechazarla nunca más vivirían en paz.
Vivirán tratando de resistir lo que saben muy en el fondo que les conviene.
Cuando la convicción del Espíritu Santo es profunda, solamente habrá dos
alternativas: aceptar y dejarse llevar por ella, o rechazar y vivir toda la vida
tratando de apagar esa certeza.

Paradójicamente esa revelación se manifiesta para los seres racionales más


diminutos, insignificantes e ingratos del universo. ¿Por qué tanto esfuerzo por
salvar un mundo que a la final ni cerca de la mayoría de sus habitantes lo
aceptará? ¿Sabes cuál es la razón? Dios “es” amor. Entiende bien esto, no es
que el tiene amor, sino que él “es” amor. Dios no puede dejar de amar porque
es su esencia. El amor verdadero no esta tan interesado en multitudes como
en individuos y es por eso que para Dios su esfuerzo hubiera valido la pena si
es que como resultado del mismo tú hubieras sido el único salvado. Sin
embargo el amor verdadero no puede dejar de ser respetuoso y es por eso que
no puede dejar de darle a cada uno lo que elije.

Cuando Jesús proclamó en la cruz “Consumado es” estaba diciendo que él


había hecho todo lo necesario para que tengas la oportunidad de vivir con él
por la eternidad, sin embargo ese esfuerzo será salvador par ti solamente si
estás dispuesto a aceptarlo. No puedes evadir el dar una respuesta a Jesús. Lo
tomas o lo dejas, pero no puedes permanecer neutral. Lo aceptas y le entregas
tu vida o vivirás de aquí en adelante gastando todas tus energías para
justificar con razones necias tu cobardía y orgullo. No es cuestión de que
entres a una iglesia. No es cuestión de que trates de portarte bien. Es cuestión
de que formes parte del pueblo que vive para él preparando el camino para su
segunda venida.

Después de esta lectura tu vida no será igual. No te resistas más, ríndete,


porque Jesús nos trajo hasta este momento y tiene una misión para ti.
¿Aceptas?

VERDADERO SUFRIMIENTO
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama
sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Mateo 27:46

La mayoría de aquellos que morían crucificados agonizaban durante dos o


tres días en la cruz y eso hacía de esta tortura algo terrible. Jesús sufrió
solamente algunas horas. ¿Es justo decir entonces que la agonía del Maestro
no puede ser comparada con ninguna otra agonía?

¿Vemos a los padecimientos de Jesús como algo extremo por el hecho de que
es una muestra de su gran humillación o realmente el sufrió más que ningún
ser humano en la tierra? ¿Sufrió Jesús más que Juan el Bautista? ¿Sufrió
Jesús más que aquel que murió quemado por causa de sus creencias en manos
de los verdugos de un tribunal de la inquisición? ¿Sufrió Jesús más que un
judío en un campo de concentración Nazi? ¿Sufrió Jesús más que aquel que
exprimentó un accidente por causa de un automovilista irresponsable y quedó
cuadripléjico de por vida? ¿Sufrió Jesús más que aquella niña que es huérfana
y tuvo que crecer abandonada en un horfanato?

De la misma manera que los seres humanos somos incapaces de evaluar lo


que es la verdadera felicidad, así también somos incapaces de evaluar lo que
es verdadero sufrimiento. En nuestro mundo actual vivimos engañados
pensando que la felicidad se obtiene a través de la posesión de cosas
materiales y es por eso que desperdiciamos nuestra vida en una carrera loca
por conseguirlas. Un sin número de personas llegan al final de sus vidas
teniendo de todo pero sin poseer nada, y desgraciadamente mueren sin
haberle encontrado el menor sentido a la vida.

Desde esa perspectiva es imposible evaluar lo que es verdadero sufrimiento.


Tendemos a pensar que el sufrimiento peor es el físico o la pérdida material y
es por eso que ante la tortura o ante la amenaza de la pobreza estamos
dispuestos a renunciar a nuestros más caros principios y hacer los
intercambios más viles.

Sin embargo hay un sufrimiento que es peor que aquel que denominamos
físico o material. Es el espiritual. A pesar que la tortura física de Jesús fue
algo terrible, lo que fue inmensamente más grande fue su sufrimiento
espiritual.

Cuando tú y yo sufrimos tenemos, aunque por momentos no lo sintamos, la


ayuda de Dios a nuestro lado. Jesús tuvo que sufrir solo. Tu tienes un ángel
que siempre te apoya y trata de influir consuelo y esperanza en tu espíritu
abatido. Jesús estaba solo. Contra ti lucha Satanás pero puedes pedir
liberación y ayuda por medio de la oración sincera y la tienes. Jesús recibía el
odio de la gente, la negación de sus disicípulos, la violencia del populacho, la
ira satánica de las huestes del mal pero no le era permitido a ningún ángel
ayudarlo.

Tú no sabes lo que significa que el Padre se aparte de ti y esconda su rostro.


A veces cuando tus pecados hacen separación entre él y tu persona puedes
percibir una pizca de esa angustia. Sin embargo, comparado con lo que Jesús
experimentó es como comparar al tamaño de nuestro mundo con el tamaño
de la vía lactea.

No duele tanto que alguien de quien nunca has recibido amor te de vuelta la
cara, pero es tremendo reponerse de la situación en la que alguien de quien
has recibido amor toda la vida repentinamente parezca que se transforma en
alguien que favorece a aquellos que te hacen daño y que a ti no te responde.
Quizás la infidelidad y la traición en un matrimonio puedan compararse
pálidamente con esto. Ese fue el sufrimiento de Jesús.
Él estaba solo. Su Padre lo había abandonado con el propósito de no
abandonarnos a nosotros. Aquellos por los cuales estaba haciendo ese infinito
esfuerzo no entendían, lo escarnecían y lo escupían. Jesús no tenía ningún
Calvario al cual mirar y de esa manera entender que alguien había pasado por
ese camino para asegurar la victoria. Él había aceptado ser desechado con tal
que nosotros fuesemos recibidos. El Hijo de Dios fue abandonado para que su
Padre demuestre su amor a los hijos del diablo.

Él sí podía reclamar con toda razón al Padre el hecho de que había hecho
matar el becerro gordo para dárselo a aquellos hijos prodigos que ni siquiera
todavía aspiraban regresar a casa. Sin embargo no lo hizo. “Como cordero
fue llevado al matadero”.

La agonía espiritual, la culpa, la tristeza y la soledad de Jesús fueron tan


intensas que se reventó su corazón de angustia. ¿Has conocido alguien que
haya sufrido así? El dolor y el sufrimiento son directamente proporcionales a
la capacidad que un ser tiene de ofrecer felicidad a los que lo rodean. Esa es
la razón por la cual nadie pudo ni puede sufrir más de lo que Jesús sufrió. Sin
embargo lo que hace más patético el sufrimiento de Jesús es descubrir la
razón por la cual lo hizo. Cuando trates de encontrarla no descubrirás un
argumento racional que satisfaga la lógica de aquel que para todo quiere
encontrar respuestas. Hay una sóla razón por la cual Jesús murió y es la razón
más injusta que alguna vez hayas oído. La razón por la cual Jesús murió eres
tú.

“Pero esa no es una razón del todo injusta, ¿acaso no valgo mucho para él?”
Analiza tus actitudes con respecto a Jesús, tu interés con respecto a su obra,
tu respuesta en referencia a su llamado, tu firmeza en ser leal a los principios
de su reino, la fidelidad con la que cumples la misión que te encomendó de
preparar el camino para su reino y entonces podrás darte cuenta lo injusta que
fue su muerte. Comparemos el dolor que una vez experimentó con el
desinterés que mostramos por él. Muchas veces nuestras actitudes hacen que
ese dolor se perpetúe hasta el presente. Jesús ya sufrió demasiado para que
continuemos haciéndolo sufrir. ¿Qué te hace pensar que puedes estar en el
medio? ¿Cuál es la razón por la cual no estás dispuesto a darlo todo? ¿Por
qué pretendes todavía ser un cristiano promedio sin querer ser un verdadero
discípulo? ¿Por qué piensas que este llamado es solamente para aquel que es
ignorante de las cosas celestiales y no para tí? ¿Qué te hace pensar que el
hecho de trabajar en su iglesia te libera de la necesidad de una entrega sin
reservas que por fin tranforme tu corazón orgulloso y ambicioso? ¿Por qué te
conformas con ser tibio?

Dios dio a su Hijo para que no sufras, pero ten por seguro que si no valoras
todo el esfuerzo que el Cielo hizo por ti, el Padre no te tendrá por inocente.
Una cosa es que estés confundido y perdido y otra es que rechaces
deliberadamente su llamado a hacer una diferencia y ponerte de su parte.

No es discípulo de Cristo aquel que no toma posiciones con tal de seguir


teniendo el aplauso de la gente. No es un verdadero discípulo el que confunde
el amor a una institución con el amor al Maestro. No es un verdadero
discípulo aquel que por evitar el dolor que causa la pérdida física o material,
se alía con aquellos que buscan el poder mundanal disfrazándose de
seguidores del Maestro. No es un verdadero discípulo aquel que se queda
callado cuando hay que hablar o que habla cuando hay que callar. No es
discípulo del Maestro aquel que se muestra liberal entre un grupo de
saduceos o conservador entre un grupo de fariseos. No es discípulo el que
trata de hacer lo mejor sin estar dispuesto a hacer todo.

“¡Pero es que yo ya estoy cansado de sufrir por causa de la rivalidad de todos


aquellos que no desean vivir de acuerdo a los principios del Reino de los
Cielos!” ¿Sufrir? Tú y yo no sabemos lo que es sufrir. Ese es el punto. Aquel
que todavía no recibió la vida espiritual del Maestro considera como el mayor
sufrimiento la pérdida de una posición laboral, el rechazo de los
administradores de una institución o al hecho de no poder nunca llegar a
sentarse en una oficina. Es debido a eso que estamos dispuestos a hacer
cualquier canje con tal de no pasar por aquellos sufrimientos mundanales. Sin
embargo aquel discípulo que está por transformarse en apóstol piensa de una
manera totalmente diferente.

¿De qué sirve obtener una posición si se perdió la vida espiritual? ¿De qué
sirve tener la aprobación de los administradores si no se tiene la aprobación
del Maestro? ¿De qué sirve sentarse en una oficina, si no estamos sentados
junto al Maestro? Para el nacido del Espíritu el hecho de participar de estos
viles trueques significará el mayor sufrimiento y la pérdida del sentido de la
vida.
Debido a todo esto, aquello que sucedió en el Calvario será percibido desde
diferentes perspectivas. Si somos carnales el sufrimiento para nosotros estará
centrado en el quebrantamiento del cuerpo, los latigazos, la corona de espinas
y en los clavos y eso será lo que justamente trataremos de evitar aunque
profesemos seguir al Maestro. Si ese fuera el caso, tal vez pensemos que
Jesús en realidad no sufrió tanto como otros seres humanos porque el tiempo
en el cual colgó de la cruz no fue tan largo como el de otros malhechores.

Para los que han tenido transformación espiritual el sufrimiento de Jesús será
magnificado por el quebrantamiento de su corazón, la sensación del peso del
pecado y la desesperación de quedar eternamente separado de Dios.
Justamente ese será el sufrimiento que realmente tratarán de evitar aquellos
que decidan seguirlo de todo corazón. Ese fue el sufrimiento del cual el
Maestro fue nuestro substituto.

La corona de espinas, los clavos y la cruz simplemente fueron los


condimentos que Satanás agregó en el camino con el fin de evitar que el
Maestro sea un sustituto del ser humano en el peor sufrimiento que se puede
experimentar. Jesús en el Calvario experimentó el sufrimiento de “juicio
final”. Absolutamente nadie todavía bebió esa copa porque en su misericordia
Dios puso a su Hijo en propiciación para que ninguno tenga que pasar por
semejante sufrimiento.

Desgraciadamente no apreciamos el sacrificio infinito que se hizo en nuestro


favor y es por eso que muchas veces estamos dispuestos a canjear beneficio
mundanal al costo de la pérdida espiritual. El que no tiene vida espiritual
solamente le importa evitar el dolor físico o material.

Por otro lado cuando eres discípulo de Cristo el sufrimiento que sientes por
apartarte un poco de su voluntad te es una alarma para no desviarte del
camino que te trazó y es justamente ese dolor que tratarás de evitar aunque
sea hasta la misma muerte.

Pídele hoy a Dios que te de la firmeza de permanecer fiel al Maestro y que te


de la disposición de perder todo con tal de no perderlo a él. Pídele que te de
la valentía de enfrentar el dolor con tal de no experimentar el sufrimiento de
perder su aprobación.
RESURRECCION
“No está aquí, sino que ha resucitado”. Lucas 24:6

¿Cuál es el significado de la resurrección para tu vida y la mía? Si realmente


creemos que es cierta, entonces Jesús viene otra vez como lo prometió. Todo
lo que hizo en esta tierra tuvo un solo objetivo: restaurar el reino perdido
donde no necesitaremos más de la oración para hablar con él. Un reino donde
no necesitaremos luchar con nuestras tendencias interiores que han llegado a
ser la principal causa de nuestras caídas. Un reino tan concreto donde
podremos invitar a Jesús a cenar a nuestra mesa y donde Abraham, Elías y
Moisés serán nuestros vecinos.

Lastimosamente el hecho de la resurrección ha llegado a ser tratado en el


mundo cristiano de la misma manera que la navidad. Todos la celebramos,
cantamos y hablamos acerca de ella, sin embargo cuando la festejamos es
cuando más mostramos nuestra falta de deseos de vivir como Aquel que
supuestamente es el motivo de nuestra fiesta.

Tanto la resurrección como la segunda venida de Cristo han llegado a ser


para el cristianismo simplemente una idea cultural. Terminamos nuestras
asambleas generales diciendo las famosas frases: “Ojalá que la próxima sea
en el cielo” pero mientras transitamos el camino que debemos recorrer para
llegar a ese acontecimiento bendito vivimos como si el único objetivo de
nuestra vida sería solamente llegar a la próxima asamblea donde repetiremos
esas hermosas frases vacías de contenido.
Si Cristo ha resucitado y viene otra vez no podemos seguir viviendo
simplemente para cumplir nuestras metas personales que se apegan a este
mundo. Si hemos creído en Jesús y él ha resucitado debemos unirnos a él en
sus propósitos y ambiciones. Él solamente tiene un sueño y ese sueño es
venir a buscarte a tí y a mí. No se trata solamente de ser una “buena persona”
se trata de vivir con un propósito. Ese propósito es vivir para el reencuentro
porque él resucitó. ¿Lo crees?

Esto no tiene que ver con trabajar para llenar iglesias, se trata de preparar
camino para su segunda venida e intentar que la mayor cantidad de personas
puedan participar de esta tarea que hace que la realidad del futuro afecte
nuestro presente. Eso es esperanza. La esperanza es una espera activa que
hace que la certeza de lo que esperamos haga que nos preparemos para ello.

¿Te cuesta creer todo esto? Estoy seguro que sí. ¿Sabes por qué? Porque
tenemos una mente posmoderna. Hemos sido testigo de cómo históricamente
los religiosos han juzgado, vilipendiado y crucificado a Cristo en la persona
de sus verdaderos discípulos. Esa realidad te lleva a estar desilusionado de las
instituciones religiosas y paradójicamente las actitudes incoherentes de ellas
te han hecho pensar que el que colgaron de una cruz fue simplemente un
humilde carpintero. Tú no experimentas algo muy diferente a lo que
experimentaron los discípulos.

Tú necesitas que Jesús resucite en ti. Sin darte cuenta tu desilusión ha hecho
que también tú seas responsable de su maltrato. Ha pesar de que sientes
admiración por él y sus enseñanzas, cuando has tenido que confesarlo lo has
negado e injuriado. Te has parado en la vereda de enfrente para criticar a
aquellos hipócritas que crucificaron al Maestro, pero no has hecho
absolutamente nada para no traer más dolor a su corazón. Has llegado a
pensar que el hecho de darte cuenta de que los que crucifican a Jesús son
personas malintencionadas es un justificativo para no entregarte a Aquel que
dio su vida por ti. Es como si estuvieras contemplando cómo unos ladrones
golpean a tu madre y dices: “Mamá, yo sé que tu eres buena, pero no me
acercaré nunca a tí por causa de esos salvajes que te rodean. Déjame seguir
con mi vida”. Tu actitud no es muy diferente a la de esos ladrones que
criticas y tal vez sea peor, porque tú te das cuenta de lo que no se tendría que
hacer, sin embargo abstenerte de hacer algo malo no significa que estés
haciendo lo bueno.

Termino diciéndote que cuando te hablo de Jesús no te estoy hablando de


iglesias. El plan de Jesús es que tú lo conozcas por ti mismo. Tú debes
entregarte a él sin que haya ningún intermediario. Pero te guste o no te guste,
cuando lo hagas, formarás parte de un grupo que será su iglesia y te unirás a
ellos para preparar camino para su segunda venida. No podrás evitarlo,
formarás parte de su iglesia que está compuesta de todas aquellas personas
sinceras que viven en función de reencontrarse con su Maestro porque creen
que realmente ha resucitado.

Es verdad, los religiosos llevaron a Jesús a la cruz, pero ellos no fueron los
que lo mataron. Él fue quien dio su vida por ti y por mí. Los religiosos fueron
los que mataron a Jesús en tu vida. En realidad no mataron a Jesús, sino a las
ideas que tú heredaste sobre él. Es por eso que has llegado a ser un ateo.
Siempre digo que es necesario que todos lleguemos a ser ateos. Todos
debemos llegar a ser ateos con respecto a las ideas de Dios, para llegar a
encontrarnos con Dios mismo a través de Jesucristo.

Cuando experimentes un real encuentro con Jesús, entonces no podrás dejar


de ser un creyente y también un miembro de su iglesia. Ese será el comienzo
de la mejor etapa de tu vida, que a la vez tendrá una proyección de eternidad.
Tú tienes hoy la llave en tus manos para permitir que Jesús resucite en ti. Esa
llave es la fe, y si tu quieres, ella se manifestará en una esperanza que hará
que empieces a experimentar la sensación de su presencia a pesar de que
todavía no haya regresado. Comenzarás a vivir con propósito y ese propósito
estará alineado con el sueño de Jesús: encontrarse personalmente contigo.

EL CAMINO A EMAUS
“Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y
caminaba con ellos. Pero sus ojos estaban velados para que no le
reconocieran”. Lucas 24:15, 16

¿Por qué no nos dimos cuenta antes? ¿Por qué no nos dijo quién era? ¿Por
qué se mostraba como un forastero? Esas deben haber sido las preguntas que
se hacían Cleofas y su amigo mientras volvían apresuradamente a Jerusalén
para contarle a los discípulos de la gran experiencia que habían tenido con
Jesús resucitado.

¡Cómo les hubiera gustado tener consciencia durante esas dos o tres horas
pasadas de que estaban caminando con el mismo Dios del universo! Sin
embargo esa circunstancia estaba planeada y calculada de esa manera por el
Maestro para que tenga el resultado esperado: Cleofas y su amigo debían
entender a través de las Escrituras quién era Jesús.

Para Jesús era más importante el mensaje que salía de sus labios que su
misma persona. El Creador de los cielos y la tierra decidió mostrarse como
un forastero con tal que sus discípulos se centren en el mensaje de su Palabra.
¡Qué diferente es Dios a nosotros! El es infinitamente grande, y es por eso
que, cuando desea taparse o esconderse, debe hacerlo a través de su forma
más pequeña. No es que Dios busca engañarnos, sino que lo pequeño está
incluído en lo grande, y es por eso que él puede pasar como un forastero sin
violentar su propia identidad.

Por otro lado, lo grande nunca puede estar incluído en lo pequeño, ya que lo
pequeño no lo puede contener. Es por eso que cuando alguien pequeño trata
de aparentar algo grande, la Biblia señala a esa actitud como hipocresía u
orgullo, y en el caso que esa actitud llegue a un extremo puede considerarse
una blasfemia.

¿No crees que el hecho de tratar de aparentar grandezas es una actitud muy
común en nosotros? La consciencia de nuestra pequeñez nos lleva a buscar
una apariencia de algo que todavía no somos. Nos encanta hablar a la gente
de nuestras hazañas para tratar de impresionarlas. Nos gusta usar nuestros
títulos académicos como un pedestal donde pararnos y de esa manera marcar
la pauta de que somos superiores. Nos agrada resaltar la posición que
ocupamos en una organización para merecer respeto y atención. Todos los
esfuerzos que hacemos por ostentar nuestra “grandeza” muestran que todavía
vivimos encerrados en la realidad de nuestra propia pequeñez. Por el
contrario, la consciencia de la verdadera grandeza lleva a una persona a tratar
de refugiarse en la imagen más simple que puede representar. En el caso de
Jesús fue la de un humilde forastero.

Volvamos al camino a Emaús. ¿Qué crees que hubiera pasado si Jesús se


hubiera presentado a Cleofas y su amigo como el Cristo recién resucitado?
Los cansados y tristes discípulos se hubieran maravillado de tal manera que
no hubieran prestado ni la más mínima atención a sus palabras. Mientras
Jesús hubiera hablado estarían pensando: “¿Le dolerán las heridas todavía?”;
“¿Qué pasó con su naturaleza divina cuando estuvo en la tumba?”; “¿Por qué
ahora tiene otro cuerpo?”; “No sé que es lo que me está diciendo pero lo que
sé es que esta aparición se la contaremos a todos”. La gloria de Jesús lo único
que hubiera hecho en el corazón de personas que vivían encerradas en su
pequeñez era despertar la curiosidad superficial que no puede ver más allá de
aquello que está delante de los ojos.

Tú eres un discipulo de Cristo. El hecho de haberlo aceptado en tu vida te


hace inmensamente grande a causa de quien es él y a la vez te da un mensaje
que es más precioso que el oro y la plata. La grandeza que Dios te da y los
beneficios de su mensaje te pueden llevar a ser muy conocido, renombrado y
reconocido. Pero déjame advertirte algo, si realmente has aceptado la
grandeza que viene de Dios escóndete en la forma más sencilla y simple de tu
persona.

Recordemos que lo más importante no es nuestra persona, es el mensaje. No


cometamos la torpeza de opacar el mensaje con nuestra persona, porque si así
lo hacemos estaremos mostrando que hemos vuelto nuevamente a estar
encerrado en los esquemas de nuestra propia pequeñez.

La fama será el comienzo del fin de tu misión. Cuando seas famoso la gente
ya no se acercará a ti por tu mensaje, sino que te irá a oir simplemente porque
estás de moda. Cuando seas famoso entrarás en la etapa de mayor soledad de
tu vida ya que la gente no te aceptará por lo que tú eres sino que te aplaudirán
por lo que ellos se han imaginado de ti. La moda no hace pensadores,
solamente atrae muchos admiradores que toman posiciones solamente por lo
que dicta la conveniencia. La moda hace que a un humilde pesebre de
madera, se lo transforme en un mueble laminado en oro y se lo exiba en una
catedral donde los pobres no tienen acceso. La moda transforma a una cruz
aspera y llena de sangre en una cruz suave, brillante y llena de piedras
preciosas. La moda hace que un predicador que presenta la Palabra, se
transforme en un orador que enseña a su auditorio acerca de la aplicacion de
estrategias necesarias para tener una vida exitosa. La moda hace a la fama y
la fama termina matando la verdadera misión. Es por eso que el verdadero
discipulado y la moda están en corrientes opuestas.

Jesús, durante su ministerio, por muy cortos momentos estuvo de moda, pero
sabiendo la amenaza que ella significaba para su misión, le hizo frente y la
deshizo con una confrontación directa a través de su Palabra. Jesús nunca se
agradó de tener admiradores que se maravillaban de su poder de hacer
milagros materiales, el buscaba seguidores que creyeran en él y asimilaran
sus palabras. Es por eso que lo encontramos confrontando a una multitud de
posibles fanáticos diciéndoles: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis,
no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os
saciasteis”(Juan 6:26). El apóstol Juan luego registra: “Desde entonces
muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él”. (Juan
6:66)

Tú eres un discipulo. Eres grande a los ojos de Dios. Aleja a la fama de tu


vida confrontándola con la incomodidad que genera la presentación de la
Palabra. No sacrifiques el mensaje por causa de llamar la atención sobre tu
persona. Sacrifica a tu persona por causa de presentar el verdadero mensaje.
Recuerda que si hoy estás haciendo esfuerzos para que los demás vean tu
grandeza, será porque sin darte cuenta has vuelto a estar encerrado en los
esquemas estrechos de tu propia pequeñez.

APOSTOL
“Por tanto, id, y haced discípulos…”. Mateo 28:19

Llegar a ser apóstol es el propósito del discipulado. Todos los que son
apóstoles fueron alguna vez discípulos pero no todos los discípulos llegan a
ser apóstoles.

El discípulo sigue a Jesús, el apóstol es enviado por él. El discípulo se


maravilla de lo que hace el Maestro, el apóstol lo imita. El discípulo es
sincero, el apóstol es entregado. El discípulo predica, el apóstol vive. El
discípulo muchas veces duda, el apóstol ora. El discípulo deja todo por seguir
al Maestro, el apóstol da todo para hacerlo conocer. El discípulo muchas
veces queda chasqueado por las pruebas, el apóstol sabe que son la
confirmación de su ministerio.

El discípulo necesita ver al Maestro caminando junto a él, el apóstol camina


con él aunque no lo vea. El disicípulo puede decidir volver atrás en el
discipulado, el apóstol será fiel hasta la muerte. El discípulo se alimenta
espiritualmente yendo a la iglesia, el apóstol va a la iglesia para alimentar. El
discípulo deja que el Maestro le lave los pies, el apóstol ha aprendido a lavar
los pies de los discípulos. El discípulo puede desear sentarse junto a Jesús en
un trono, para el apóstol es un privilegio compartir con él su cruz.

El discípulo está conociendo al Maestro y es por eso que todavía no se


conoce demasiado a sí mismo. El apóstol ha conocido al Maestro y como
consecuencia sabe muy bien lo débil y corrompida que es su propia
naturaleza. El discípulo intenta velar y se duerme, el apóstol no puede dormir
por velar. El discípulo estudia la profecía, el apóstol la cumple. El discípulo
busca impresionar al Maestro, el apóstol busca agradarlo haciendo su
voluntad.

El discípulo estudia la Escritura, el apóstol escribe un evangelio. El discípulo


pregunta por las señales de su venida, el apóstol no puede dejar de verlas. Al
discípulo le preocupa cuándo vendrá Cristo, al apóstol predica el evangelio
para que venga. Los discípulos se encierran en el aposento alto por temor a
los judíos, los apóstoles salen del aposento para predicarles.

Los discípulos temen ir a la cárcel por predicar, los apóstoles predican y no


les importa si van a la cárcel. Los discípulos se chasquean en el Calvario, los
apóstoles dan gloria a Dios por encontrar la tumba vacía. Los discípulos oran
pero tienen problemas entre ellos, los apóstoles oran juntos porque en Cristo
los solucionaron. El discípulo está lleno de fervor, el apóstol está lleno del
Espíritu. El discípulo lee las cartas de los apóstoles, los apóstoles mandan
cartas a los discípulos.

Los discípulos viven con Jesús, los apóstoles mueren por él. El discípulo ora
para no ser orgulloso, el apóstol ora para que Dios lo haga consciente de su
orgullo. El discípulo enseña doctrinas bíblicas, el apóstol presenta en su
experiencia los principios del Reino de los Cielos. El discípulo trata de imitar
a Jesús, el apóstol se ha identificado con él. El discípulo todavía no ha
llegado al Calvario, el apóstol ha sido transformado en ese monte.

Pídele a Dios hoy que te de la fuerza de continuar con el Maestro hasta el


Calvario, porque si así lo haces entonces llegarás a ser un apóstol y ya nunca
más lo dejarás. Que el Maestro te bendiga y guarde hasta su segunda venida.

ÍNDICE
INTRODUCCIÓN .............................................................................. 5
HUMILDAD PARA ACEPTAR EL CAMINO....................................... 6
NO CUESTIONES, SÍGUELO............................................................ 9
EN LAS COLINAS DE BELÉN ......................................................... 11
DEJA QUE LA NAVIDAD TE OFENDA .......................................... 13
SENCILLEZ ...................................................................................... 16
LOS MAGOS DE ORIENTE............................................................. 19
NO TRATES DE DESTRUIRLO ........................................................ 22
EGIPTO ........................................................................................... 25
NO SUPONGAS NADA .................................................................. 28
QUEDA EN SILENCIO .................................................................... 30
TÚ NO ELIGES EL CAMPO DE BATALLA....................................... 33
SOMETIENDO TUS DESEOS.......................................................... 35
SI ERES HIJO DE DIOS ................................................................... 38
CUÍDATE DEL PINÁCULO .............................................................. 41
ACEPTAS O NO ACEPTAS ............................................................. 44
LA BODA DE LAS GARGANTAS SECAS........................................ 46
DEJA QUE TE LIMPIE ..................................................................... 49
NACIDOS DE LA CARNE ............................................................... 52
NACIDO DEL ESPIRITU .................................................................. 54
TU DEBES MENGUAR ................................................................... 57
VERDADERA FE.............................................................................. 59
VIAJES MISIONEROS ..................................................................... 63
EL TE DARÁ LO QUE REALMENTE NECESITAS ........................... 66
SENCILLO PARA EL HOMBRE, COMPLICADO PARA DIOS ......... 70
DEJA QUE TU FE SE VEA............................................................... 73
IGLESIA MORAL O SALVADORA ................................................... 75
EN ESPIRITU Y EN VERDAD........................................................... 77
PUEBLO DE DIOS ........................................................................... 80
BIENAVENTURADO EL QUE NO TROPIEZA EN JESÚS ............... 82
¿PAZ O ESPADA?............................................................................ 86
LEVÁNTATE..................................................................................... 88
LA RELIGION DE LA ABSTINENCIA .............................................. 90
¿QUEBRANTÓ JESÚS EL SÁBADO?.............................................. 92
LA NUEVA RELIGIÓN ..................................................................... 95
EL PADRE QUE VIVIÓ POR EL HIJO .............................................. 98
LA BIENAVENTURANZA DEL VITUPERIO ................................... 103
PUEDES DESCANSAR AUNQUE ESTES EN TORMENTA ........... 106
PIENSA POR TI MISMO................................................................ 112
JUEZ Y ABOGADO....................................................................... 116
COMO CREISTE ........................................................................... 120
TU NO ERES EL PANADERO ....................................................... 122
DATE PRISA .................................................................................. 127
INSOLENCIA SANTA .................................................................... 130
EL CONCILIO DE JERUSALEN..................................................... 133
SEGUIDOR O CAMINANTE ......................................................... 146
EL DIOS DEL COMPROMISO VERSUS
EL DIOS DE LAS PARCIALIDADES ............................................... 149
VIENE CON VARA DE HIERRO .................................................... 152
VE EN PAZ..................................................................................... 159
AMOR Y FIRMEZA VS. FUERZA Y PRESION................................ 164
Y LOS NUEVE, ¿DONDE ESTAN? ................................................ 168
CUANDO JESUS SE HACE ESPERAR .......................................... 171
NO TE VAYAS CON LOS GRIEGOS ............................................. 174
CÍÑETE LA TOALLA ..................................................................... 179
LO MÁS IMPORTANTE ................................................................ 184
CONSERVADORES Y LIBERALES VERSUS CRISTO..................... 188
VERDADERAMENTE LIBRE .......................................................... 195
CONCENTRADOS........................................................................ 199
EL DISCIPULO NUMERO 13 ........................................................ 203
EL DIRIGENTE RELIGIOSO Y LA BRUJA...................................... 207
APRENDE A BEBER DE SU VINO................................................. 212
IDEAS PULVERIZADAS POR LA CRUZ ......................................... 216
CONSUMADO ES......................................................................... 220
VERDADERO SUFRIMIENTO ....................................................... 227
RESURRECCION ........................................................................... 232
EL CAMINO A EMAUS ................................................................. 235
APOSTOL...................................................................................... 239

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