Desarrollo económico
Actividad 3
Presentado por:
Saira Yaznith Silva Bonilla ID: 555339
Corporación universitaria minuto de Dios Uniminuto
Programa en administración de empresas
Decimo semestre
Ibagué, Tolima
2020
Desarrollo economico
Actividad 3
Presentado por:
Saira Yaznith Silva Bonilla ID: 555339
Presentado a
Fabiola Vargas Avilez
NRC: 20052
Corporación universitaria minuto de Dios Uniminuto
Programa en administración de empresas
Decimo semestre
Ibagué, Tolima
2020
Introducción
Uno de los objetivos de toda política gubernativa es lograr el desarrollo económico y social
de un país, y con tal fin se elaboran planes nacionales y sectoriales de desarrollo. Mediante
la planificación se trata de acelerar la tasa de crecimiento del Producto Geográfico Bruto,
redistribuir los ingresos y la propiedad, y elevar el nivel de vida de los pueblos. También se
busca lograr metas de empleo, facilitar la movilidad social y la geográfica de la mano de
obra y el capital, evitar presiones inflacionarias y mantener el endeudamiento externo
dentro de cifras manejables
ensayo argumentativo sobre el desarrollo económico y sus
subjetividades
Desarrollo local, economía solidaria y nuevas subjetividades. La presente ponencia
constituye un intento de aproximación a la construcción de un modelo de abordaje de la
problemática laboral. En primer lugar, nos interesa debatir teóricamente algunos
constructos con los que se aborda la problemática de referencia y los modelos de
intervención que parten del campo teórico generalmente reconocido como desarrollo local.
Como advertencia preliminar queremos destacar que los conceptos desarrollados en este
trabajo son el producto de la ejecución de líneas de investigación sobre las problemáticas
laborales que articulan el material conceptual existente en el campo con nuestra experiencia
en terreno. Partimos de considerar la necesidad de problematizar el propio concepto de
trabajo, entendiendo que este no constituye la totalidad de la vida humana, sino que es una
de las herramientas que los sujetos disponen para poder construir sus proyectos de vida.
Desde esta perspectiva, el trabajo posee un valor instrumental, más que un carácter esencial
con respecto al desarrollo de la existencia humana. Trabajamos para proveernos de los
elementos necesarios para satisfacer las necesidades que se nos plantean en el habitat en el
que se desenvuelve nuestra vida social. En el capitalismo industrial, el trabajo fue
frecuentemente reducido a una de sus expresiones funcionales al sistema, se lo consideraba
como sinónimo de empleo. Creemos que esto llevó durante el siglo veinte, a que se tomaran
decisiones con respecto a las políticas laborales privilegiando acciones que tenían como
objetivo el logro del pleno empleo, el que podía llegar a ser posible en el marco de una
sociedad demandante de mano de obra de carácter permanente. Los objetivos del plan de
vida que cada trabajador se trazaba eran determinados con un horizonte de visibilidad de
largo alcance. Un trabajador, dice Sennett[ 1], dimensionaba su futuro midiéndolo en
término de décadas. Con bajas posibilidades de cambiar de empleo, una persona en su vida
tenía un empleo o tal vez dos, muy difícilmente más. Con el desarrollo de la Tecnologías de
las Informaciones y las Comunicaciones (TICs) y el desarrollo de la globalización se
transmutó el panorama del mundo del trabajo. No solo se requirieron competencias cada
vez mayores para acceder a puestos de trabajo, se incrementó el índice de rotación de un
trabajador por diferentes empleos. El crecimiento de los procesos de automatización y
robotización hicieron impacto en la demanda de empleo disminuyendo año a año la masa
de población asalariada en términos relativos y también absolutos. Por ignorar estos datos
nuestro país perdió ingentes recursos que fueron dilapidados en programas de
empleabilidad (Proyecto Joven, Proyecto Ocupacional, etc.) que tuvieron como objetivo la
búsqueda del pleno empleo y capacitaron en competencias laborales de alta saturación en el
mercado de trabajo. Sus resultados fueron nulos o casi nulos sobre la problemática de la
desocupación. Frente a las políticas de empleabilidad un sector de los expertos en
problemas laborales comenzó a utilizar el concepto de ocupabilidad que implicaba
capacitar para el trabajo, brindando al usuario de estas políticas formación en competencias
laborales de alto contenido tecnológico, incluyendo la formación en la autogestión de su
fuerza de trabajo. Surge entonces la 33 idea de brindar una atención integral a la masa de
trabajadores con problemas laborales, que no tenga como única variable la búsqueda de
empleo en relación de dependencia, definiéndose las políticas de trabajo por la integralidad
de su abordaje, incluyendo en su oferta tanto la formación en competencias laborales, la
atención al desarrollo de conocimientos de gestión y la atención a los problemas sociales y
sanitarios del desocupado. Avanzar en esta dirección supone también repensar las
características de las políticas laborales impulsadas por el Estado. Durante la década del 90’
asistimos a recetas que suponían el desarrollo de programas de empleos de carácter
centralizados. Estos, al ser elaborados desde la administración central, con desconocimiento
de las realidades regionales y sobre la base de encuadramientos teóricos y técnicos
artificiales condujeron al fracaso, dejando como saldo un fuerte clientelismo y la pérdida
cada vez mayor de fuerza de trabajo que no fue readecuada a las nuevas exigencias del
mercado productivo. El desarrollo Local (D.L.) Como alternativa a la centralización de los
programas de empleo surgen los proyectos de D.L. que constituyen, soluciones creativas a
los problemas suscitados por la robotización y automatización en la era de la globalización.
El D. L. constituye un proceso orientado a la autonomía, producto de los sujetos que toman
decisiones en un territorio determinado. Privilegia la toma de decisiones en el espacio mas
limitado de la región y en un marco fuertemente participativo, en el cual los sujetos son
actores de la diagramación de las acciones que los involucran y que determinan su destino.
Reconocemos que estas decisiones no solo se toman a una escala local, existen decisiones
que tomadas en otra escala (por ejemplo, a nivel nacional o internacional) tienen incidencia
en el desarrollo de un territorio dado, pero consideramos que es precisamente la particular
preeminencia de las decisiones que toman los actores en el territorio, por sobre otras
decisiones que no responden a los intereses locales, es lo que define un proceso de
desarrollo local. Otra característica importante del D. L. es la estructura reticular que
intenta tejer en la programación de las actividades de cooperación, se define de esta manera
un territorio en el que transcurre la escena, que es un territorio-red en el que los actores
interactúan de manera solidaria y cooperativa. No hablamos del territorio como espacio de
contigüidad geográfica, como el lugar específico en el que se organiza la producción,
definimos al territorio como red de relaciones (de mercado, de cooperación, de
proveedores) que se configura y que opera como nódulo de una red internacional o
regional. El D. L. se constituye en un modelo solidario, caracterizado por constituir un
modelo “a escala humana” en los que lo económico, lo social, lo cultural y lo humano
tienen como referencia la inserción de la gente en un territorio - red, en el que la
movilización local de los recursos y saberes existentes, permite la recuperación y el
desenvolvimiento de las iniciativas locales basados en el fortalecimiento de las
solidaridades y relaciones de cooperación. El desafío más importante del D.L., además de
la posibilidad de modificar las condiciones materiales de existencia, es la capacidad para
cambiar las formas culturales y conductuales que establecen los sujetos a partir de una
visión creadora desde la cual se constituyen en actores sociales y económicos cuya meta es
llegar a desarrollar una mentalidad de creadores. El paradigma del D. L. no constituye, a
nuestro entender un modelo cerrado y homogéneo, dentro de él conviven propuestas
diferentes que implican imaginarios distintos con respecto a como aportar al desarrollo de
los sectores vulnerables y marginalizados por el desarrollo vertiginoso de las fuerzas
productivas en los últimos veinte años. Existen dos tipos de propuesta de D.L.: el
Desarrollo Local Descendente fuertemente criticados por quienes sostienen el Desarrollo
Local Ascendente. Estos últimos afirman que las ideas y modelos mas comunes de D.L., al
tener una fuerte tendencia a operar en el nivel macro y ser descendentes, resolviendo en el
ápice estratégico lo que se ejecuta en la base, no consideran lo que desde su perspectiva
constituye un importante factor de sustentabilidad de las propuestas de D. L., la
participación comunitaria. En los enfoques clásicos (descendentes y tecnocráticos) las
relaciones entre planificadores y habitantes, tienden a ser conflictivas con cargas de
parasitismos, enfrentamientos, sometimientos, manipulaciones, clientelismo, etc. Las
buenas intenciones, los objetivos nobles, naufragan en el nivel de las interrelaciones y con
esto la razón de ser de estas propuestas -el desarrollo solidario y cooperativo- se ve
empobrecido o inhibido. La UNESCO, propone considerar al desarrollo como: a) Integral,
lo que implica un modelo de crecimiento que además de económico es tambien cultural,
educativo, tecnológico, comunicacional y científico. b) Equitativo, ya que no puede haber
desarrollo económico real si se basa en la desigualdad entre las Naciones y entre grupos de
poblaciones al interior de esas Naciones. C) Endógeno, porque se pone el eje en lo
autogestionario, movilizando en las comunidades formas de pensamiento y acción que le
son propias, a los fines y valores acordados, a la detección de necesidades y a los recursos
de los que disponen. Como alternativa al modelo tradicional se ha estructurado lo que se
denomina el Desarrollo Local Ascendente (D. L. A.) que se basa fundamentalmente en la
estructuración de redes solidarias en las que los distintos grupos de productores se
constituyen en nodos de la red, recuperando las potencialidades y el desarrollo de los
mismos, mediante la construcción y sistematización de instrumentos pertinentes al tipo de
planificación, y el reconocimiento de las singularidades de cada localidad. Es la población,
inmersa en un entramado reticular, la que con el aporte de los saberes técnicos, planifica y
ejecuta desde abajo los programas consensuados por los participantes. El desarrollo,
pensado de este modo, se transforma en la promoción de redes de relaciones y de
interacciones entre los recursos económicos, sociales, culturales y personales de un
territorio. Es en el centro de esa complejidad territorial, donde se encuentran las
potencialidades creadoras de los colectivos sociales. En la tradición del desarrollo a escala
humana, el desarrollo local ha incorporado a la dimensión socioeconómica, las dimensiones
sociocultural y psicosocial. Las tendencias actuales de este tipo de enfoque sostienen la
imposibilidad de un desarrollo local sin la dimensión cultural y psicosocial, es decir el
desarrollo integral del territorio. Otra característica es esta noción de lo ascendente, que lo
diferencia del modelo tradicional basado en planes generados “en laboratorio”, que
descienden en su aplicación a los beneficiarios, es que se trabaja un modelo de
sustentabilidad, que parte de un diagnóstico de dificultades y recursos definidos en la
localidad. La participación y capacitación son las llaves para la planificación, por lo que
hablamos de D. L. participativo o desarrollo social local. El concepto de asociatividad.
Trabajamos con la idea de la socialización de recursos como medio de optimización de los
mismos y orientada a reducir los costos de producción. Originalmente, la idea de
asociatividad la encontramos en los distritos industriales italianos en los que las pequeñas
empresas, confluyeron en un espacio territorial común y desarrollaron una red de servicios
comunes para lograr una máxima optimización de los recursos.
Bibliografía
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