Bastidas Zambrano, C. - Género Policial, Ilusión Cómica y Teatralidad Narrativa en Triste, Solitario y Final de Osvaldo Soriano PDF
Bastidas Zambrano, C. - Género Policial, Ilusión Cómica y Teatralidad Narrativa en Triste, Solitario y Final de Osvaldo Soriano PDF
Bastidas Zambrano, C. - Género Policial, Ilusión Cómica y Teatralidad Narrativa en Triste, Solitario y Final de Osvaldo Soriano PDF
de Osvaldo Soriano
1Para un análisis de los procesos, etapas y evoluciones del relato policial argentino, véase Lafforgue y Rivera.
2Para un análisis del relato policial de enigma y el hard-boiled, véase Piglia.
3Véase, por ejemplo, a finales de los sesenta, el caso de Serie Negra, colección dirigida por Ricardo Piglia.
4A propósito de la politización del género policial en América Latina y la novela negra, véanse Martín
Escribá y Sánchez Zapatero y Fraser, entre otros estudios.
5Acerca de la literatura policial argentina de la posdictadura, nos remitimos a Gail González.
obras más representativas de la década 6 , la elusión de lo histórico es un carácter propio de
sus estéticas. Esta particularidad podría entenderse tanto como una estrategia para evadir la
censura del régimen militar de la época, como una la salida que esta generación dio a la
polémica de los años sesenta y setenta entre la escritura comprometida (Sábato, Viñas,
Walsh) y los escritores afiliados a la revista Sur (Borges, Bioy Casares, Ocampo). Estos
fenómenos, que están asociados con lo que de Diego (2000), en su estudio del contexto
histórico-literario de los años setenta, denomina “crisis del canon realista de
representación” .
El punto es que, más allá de lo que trajo consigo que las narrativas policiales de los setenta
se apropiaran de las fórmulas de la novela negra, que cambiaran de paradigmas literarios, lo
que caracteriza a esta generación es el uso de modos discursivos que exceden el realismo y
el relato intelectual borgeano. Elementos como la apología deliberada y paródica del
género, la referencia a la cultura de masas, la apropiación de los prototipos y clisés, la
exacerbación del artificio, el homenaje, la elusión de lo histórico, entre otros, son valores y
estrategias literarias de la época 7 .
En las literatura de los setenta, como en Triste, solitario y final (1973), de Osvaldo Soriano,
o en The Buenos Aires affair (1973), de Manuel Puig, el uso de lo policial implicó
recuperar para la literatura el universo paraliterario (magazines, pulp) y extraliterario (cine,
televisión), que enmarcaban al género dentro de la cultura de masas. La novelas policiales
de los setenta tipifican paródicamente al género, sus modos e íconos. Por otra parte, su
objetivo no es ser precisamente literaturas policiales. El género no es un fin en sí mismo, y
6En el estudio de Lafforgue y Rivera se señalan las siguientes obras policiales como ejemplares de la
producción literaria de esta generación: The Buenos Aires affair (1973), de Manuel Puig; Los tigres de la
memoria (1973), de Juan Carlos Martini; Triste solitario y final (1973), de Osvaldo Soriano; El agua en los
pulmones (1973), de Juan Carlos Marini; El jefe de seguridad (1973), de Julio Cesar Galtero; Un revolver
para Mack (1974), de Pablo Urbanyl; Ni un dólar partido por la mitad (1975) y Noches sin lunas ni soles
(1975), de Rubén Tizziani; Su turno de morir (1976), de Alberto Laiseca; La mala guita (1976), de Pablo
Leonardo; Los últimos días de la víctima (1979), de José pablo Feinmann.
7“Los narradores que se acercan al género a lo largo de los años setenta parecen acentuar la línea paródica,
que borda sus florituras sobre tics, convenciones, manierismos, estilos y lenguajes que exigen, sobre todo, un
público entrenado en el desciframiento y la fruición de cierto tipo de claves, aportadas por el cine negro, la
historieta, Hollywood, el erotismo de las pin up girls, la mitología del jazz, el revivalismo Kitsch, el culto de
los antihéroes, la novela ‘dura’, la gestualidad Humphrey Bogart, la moda de los años 40, etcétera”.
(Lafforgue y Rivera, 94)
se hablaría más de una apología desviada y paródica. En este caso, más que parodia —en su
sentido clásico—, valdría mejor referirse a un tipo de parodia contemporánea asociada al
pastiche (Amar Sánchez): los autores policiales de los setenta, más que distanciarse del
objeto evocado, de elevar a lo literario el lenguaje de la cultura de masas, lo que hacen es
asumir sus formas, entender al género y sus prototipos culturales como un modo de
expresión literaria y de experimentación.
Así, en la novela de Osvaldo Soriano (1943-1997) Triste, solitario y final (1973), lo policial
es más una impronta, una apropiación deliberada y paródica de íconos del hard-boiled y el
cine estadounidense, que una escritura que pueda catalogarse como afiliada propiamente al
género. Así, y aunque existe toda una parafernalia de figuras y formas literarias que indican
el vínculo de la novela con la ficción policial, pretender definirla dentro de los límites del
género es, por lo menos desde una visión clásica de esta literatura, insuficiente. El mundo
de Triste, solitario y final está construido bajo la idea de artificio e intertextualidad; aquí la
ficción enfatiza en su carácter de artefacto literario y de homenaje cómico, brutal y
nostálgico al escritor norteamericano Raymond Chandler y su detective Philip Marlowe.
En el capítulo quinto de su Teoría y estética de la novela, Mijaíl Bajtín plantea que las
funciones cómicas e icónicas de algunos personajes prototípicos de la cultura cómica y
popular de la Edad Media y el Renacimiento, concretamente el bufón, el tonto y el pícaro,
fueron apropiadas por la novela moderna. De estas figuras, Bajtín enfatiza en tres atributos
fundamentales: 1) están relacionadas con el teatro y las mascaradas populares (el carnaval);
2) la forma exterior, sus gestos, actos y expresiones no evocan un sentido propio, literal,
sino que son figurados y dobles, y 3) son el reflejo de otra existencia, un reflejo indirecto;
son “los comediantes de la vida, su existencia coincide con su papel, y no existen fuera de
ese papel” (311). Por otra parte, el autor enfatiza en el hecho de que el carácter teatral,
popular y público de estos personajes los pone fuera de los espacios de la realidad
ordinaria; son festivos, pertenecen al carnaval y esta posición les permite un cierto grado de
libertad ante la censura. Al ser estos personajes la representación de la risa popular, al ser
existencias volcadas a la representación de su papel, dice Bajtín, crean “una modalidad
especial de exteriorización del hombre por medio de la risa paródica” (311).
Para Bajtín existen dos momentos en que estas figuras se convierten en elementos
constitutivos de la literatura moderna: 1) en la novela moderna el autor se apropia y
enmascara; asume la voz del bufón y el tonto como una manera de controvertir las
convencionales sociales y políticas. El enmascaramiento le permite desarrollarse en un
plano intermedio entre la literatura y el escenario teatral: un espacio de libertad y de
parodia, de desdoblamiento e intromisión en las dimensiones privadas y públicas de los
sujetos. 2) El segundo momento, que es el que nos interesa resaltar, es la transformación de
estas figuras en personajes esenciales de la literatura moderna, portadoras del punto de
vista del autor, así como de las funciones cómico-críticas teatrales y paródicas que les son
propias.
Ahora bien, según lo propone Adorno, en “La posición del narrador en la novela
contemporánea”, las particularidades del mundo contemporáneo se contraponen al
desarrollo de una experiencia narrativa que dé cuenta del mundo objetivo; tanto lo real
como el mismo sujeto narrativo están expuestos a la crisis de la objetividad literaria. De
acuerdo con Adorno, la novela contemporánea tiene una relación contradictoria con las
formas realistas y descriptivas de la novela moderna. El estatus objetivo del narrador ya no
es ahora una posición dada de por sí, inmanente al relato, sino que está intervenida por
diferentes estratos subjetivos y narrativos que suspenden la integridad objetiva (espacio-
temporal) de la narración. Así, la inmanencia de lo real en lo literario es controvertida por
la intervención reflexiva del narrador sobre la forma de lo narrado, y por la
autorreflexividad y autorreferencialidad de la escritura. La posición del narrador trasciende
el ámbito de la representación de las formas humanas y pretende ahora ir en búsqueda del
mismo lenguaje, demostrar la irrealidad de la ilusión de realidad; recuperando, como lo
afirma Adorno, “aquel carácter de broma superior que en otro tiempo poseyó, antes de que,
con la ingenuidad de falta de ingenuidad, se presentara con la apariencia demasiado lisa de
verdad” (50). Finalmente, según lo aclara el autor, en la novela contemporánea el narrador
sitúa el eje discursivo y argumental dentro de los procesos mismos de la ficción literaria. El
lector no asume el papel del espectador de la escena dramática, sino que ve los ensayos, la
intromisión épica del narrador, los errores deliberados, la maquinaria lingüística detrás de la
cortina del discurso literario, el acto mismo de la creación literaria.
El autor argentino no se limita a la parodia del personaje de la novela policial, sino que se
apropia de un mito literario del hard-boiled con todo lo que ello implica. Soriano no quiere
ocultarlo ni someterlo a otros contextos ––recurso literario que usaría Borges––, ni menos
aún lo desfigura o caricaturiza. Por el contrario, Soriano conserva las cualidades que lo
definen como figura de la ficción popular y masiva. Por otro lado, es significativa la
función paratextual del título y del epígrafe (fragmentos de El largo adiós, de Chandler).
Con este recurso el autor revela el carácter literario del detective Marlowe y la
autorreferencialidad y ficcionalidad de la escritura. De igual manera, el efecto
autorreferencial de los paratextos afecta la condición de Soriano como autor-personaje y,
como se hizo referencia anteriormente, hace que cohabiten en la figura del periodista lo
intra, lo para y lo extratextual.
El segundo tipo de personajes, las figuras del cine de Hollywood como Laurel y Hardy,
Chaplin, Dick van Dyke, John Wayne, entre otros, aunque son claramente parodiados y
ridiculizados en la novela, mostrados y desacralizados como ídolos de la cultura de masas,
cumplen la función de reproducir el sentido de extrañamiento de los actores centrales de la
novela. Estos personajes, según la terminología de Bajtín, encarnan una existencia volcada
irremediablemente a la representación de su condición escénica. Las estrellas del cine, tal
como son mostrados por Soriano, al ser fenómenos identificados con la cultura de masas,
son simultáneamente ídolos y actores que tienen la particularidad de que su condición
problemática, más que estar en lo intrasubjetivo, existe en el plano de lo espectacular. En
ellos lo subjetivo opera como negación, como la petrificación de la identidad y de lo
corpóreo en la máscara escénica que llevan consigo. Lo que podría ser interpretado como el
vacío interior de los personajes, es en el relato del escritor argentino el presupuesto que
configura la ausencia de identidad y la simulación-simulacro de lo subjetivo en la escritura
contemporánea. Quizá el único momento en el que algo como la condición humana se
proyecta en la novela sea en el proceso de degradación corporal de algunos personajes.
En relación con el valor genérico de la novela, hay que establecer, en principio, que uno de
los elementos que distancian a la novela de Osvaldo Soriano del género policial clásico ––
incluso, con el hard-boiled estadounidense y los géneros literarios afines–– es que la intriga
policiaca es una estructura narrativa ausente en el relato. El hecho de que las líneas
argumentales en Triste, solitario y final no sean resueltas en el desarrollo del relato, sino
que estén constantemente falseadas por su irresolución, por su vuelta al punto de partida,
hace que las lógicas narrativas de la literatura policial sean formas vacías de valor
estructural, que sean más un efecto, una simulación de estructura. Sin embargo, el fracaso
de la intriga policial sugiere, a su vez, la revaloración de lo policial. Así, como en el caso de
esta novela, la heterodoxia posmoderna de las literaturas contemporáneas hace que los
géneros sean un campo de explotación y experimentación literaria. De ahí la ambigüedad
en la categorización de novelas como la de Osvaldo Soriano o la de Manuel Puig, The
Buenos Aires affair; novelas que no solo bordean lo policial, sino que usan paródicamente
su parafernalia, la desfiguran con otros propósitos y, más allá de su carácter paródico, 8
hacen otra literatura policial en función de la renovación de los paradigmas del género.
En este sentido, es necesario retomar la idea de los géneros literarios según la propone
Jorge Luis Borges en “El cuento policial”. Borges afirma en este ensayo que los géneros,
más que arquetipos literarios, más que una abstracción, son un fenómeno estético que
involucra “la conjunción del lector y el texto” (Borges 230). 9 En otras palabras, los géneros
son un tipo de marca literaria que depende del modo como cada texto es leído. Así, por
ejemplo, es el caso de la novela policial.
Según el escritor argentino, Poe no solo instituye las fórmulas del género policiaco, sino
que además crea un tipo de lector especializado en estas literaturas, un lector capaz de
encontrar ciertas particularidades, cierto tipo de convenciones que guían el desarrollo de su
lectura. Ahora bien, no interesa por el momento discutir qué tan válidos o no son los
argumentos de Borges en torno a la idea de los géneros. Su lectura está en función de sus
propios intereses literarios. Lo que habría que resaltar de su tesis es el hecho de que en
obras como la de Osvaldo Soriano se trabaja con la idea de frustrar a este tipo de lector
8Para Amar Sánchez, la parodia “Se burla del original y presupone la existencia de una norma lingüística. El
pastiche, en cambio, es una práctica neutral [...] una parodia vacía y solo es posible en un momento en que se
desvanecen las reglas y no tenemos más que diversidad y heterogeneidad de estilos. Por otra parte, esta
práctica no tiene como punto de referencia una cultura superior sino que está muy ligada a las formas
masivas, dominantes de la época. A diferencia de la parodia que implica una mirada ridiculizadora desde la
alta cultura sobre las formas que descalifica, el pastiche iguala, nivela sin establecer juicios de valor sobre los
diversos elementos puestos en contactos” (25).
9Por su parte, Claudio Guillen afirma que “El lector está a la expectativa de unos géneros. Tratándose de
formas artísticas populares, orales o comerciales, el asunto está muy claro: el cuento, el poema épico, la
novela policiaca, la película de terror o del Oeste. Piénsese en la comedia de Lope de Vega, que supo crearse
un público. ¿Es más importante este factor cuando Lope improvisa una comedia que cuando compone una
epopeya culta como la Jerusalén conquistada? (1609). Es raro que el ‘receptor’ tome un libro, o asista a una
función, u oiga un relato, sin esperas o esperanzas previas y ultraindividuales. El escritor innovador es quien
se apoya en este entendimiento para construir, muchas veces, sus sorpresas” (147).
especializado. Soriano vuelve sobre estas convenciones, pero las despoja de su valor y
lógica estructural para hacerlas meros significantes. Lo policiaco se transforma en una
escenografía literaria. Esta cuestión se evidencia en el uso de modos de escritura (la
parataxis y los diálogos), de atmósferas (Los Ángeles), de la acción desbordante, de
personajes prototípicos (la mujer fatal) y de un héroe (Philip Marlowe) representativos del
hard-boiled estadounidense. A diferencia de lo que sucede en “La muerte y la brújula”,
Soriano no pretende cambiar las lógicas del género, variar su sentido y progresión, sino
desplazarlas e, incluso, obviarlas, para enfatizar en el componente de imágenes e
imaginarios canónicos. Se podría afirmar que el vacío estructural en Triste, solitario y final,
más que negar el carácter policial de la novela, afirma el valor imaginario e icónico del
género.
Aun considerando el quiebre de la lógica estructural del relato policiaco, Triste, solitario y
final puede definirse como una novela policiaca, si se evalúa su valor icónico, es decir, la
escenificación de los imaginarios populares y masivos de la novela negra estadounidense se
constituyen como el soporte genérico de la obra. Philip Marlowe no es un personaje más,
sino que carga con todo el valor simbólico y popular de esta figura. No se pretende con esta
afirmación categorizar la novela de Soriano como policiaca ––quizá sea mucho más que
eso––. Sin embargo, en cuanto a la temática de lo policiaco, es necesario enfatizar en estos
imaginarios.
Los íconos de lo policial en la novela, si bien son meros significantes vacíos de valor
estructural, se instituyen como el referente inmediato con el cual se puede asociar el
carácter y valor de la novela. Lo policial es estructura, pero también superficie; es una
historia de representaciones que han ido constituyendo la cultura de lo policial (basta un
cigarrillo, un sobretodo y un sombrero de los años cuarenta para que venga a la mente la
idea del detective). Triste, solitario y final representa el valor de ficción, de artificio, de
convención iconográfica de la novela negra estadounidense. Soriano no pretende transponer
la novela negra al contexto latinoamericano, sino exaltar el valor de traducción, de
apropiación inadecuada de una literatura cuyo contexto específico es Norteamérica. Este
hecho se revela en el uso del periodista Soriano (personaje/autor), de un extranjero
inadaptado e incapaz de hablar la lengua.
Amar Sánchez, Ana María. Juegos de seducción y traición: literatura y cultura de masas.
Rosario: Biblioteca Estudios culturales, 2000. Impreso.
Borges, Jorge Luis. “El cuento policial”. Obras completas. Vol. 2. Barcelona: Emecé, 1996.
189-197. Impreso.
Lafforgue, Jorge y Jorge Bernardo Rivera. Asesinos de papel: ensayos sobre narrativa
policial. Buenos Aires: Colihue, 1996. Impreso.
Lukács, Georg. El alma y las formas: teoría de la novela. México: Grijalbo, 1985. Impreso.
Neyret, Juan Pablo. “Los textos bastan y sobran. La conformación del espacio paratextual
en Triste, solitario y final”. Espéculo 25 (2003-2004). Web. Abril 15, 2012.
Piglia, Ricardo. “Lo negro del policial”. Juego de cautos: La literatura policial: de Poe al
caso Giubileo. Comp. Daniel Link. Buenos Aires: La Marca, 1992. 55-59. Impreso.
Martín Escribá, Àlex y Javier Sánchez Zapatero. “Una mirada al neopolicial
latinoamericano: Mempo Giardinelli, Leonardo Padura y Paco Ignacio Taibo II”.
Anales de Literatura Hispanoamericana 36 (2007): 49-58. Impreso.
Sobre el autor
Sobre el artículo
El artículo está basado en la tesis de grado titulada “La novela policial argentina de la
década de los setenta”, aprobada por la Maestría en Literatura, de la Pontificia Universidad
Javeriana (abril de 2012).