La homilía resume la celebración de la Santa Cena del Señor como el inicio del Triduo Pascual, en el que conmemoramos el paso de Jesús de la muerte a la vida. En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía al partir el pan y bendecir el vino, gestos que resumen su vida entera de entrega y servicio a los demás. Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús mostró que su amor significa servir humildemente. Al celebrar la Eucaristía, crece
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La homilía resume la celebración de la Santa Cena del Señor como el inicio del Triduo Pascual, en el que conmemoramos el paso de Jesús de la muerte a la vida. En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía al partir el pan y bendecir el vino, gestos que resumen su vida entera de entrega y servicio a los demás. Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús mostró que su amor significa servir humildemente. Al celebrar la Eucaristía, crece
La homilía resume la celebración de la Santa Cena del Señor como el inicio del Triduo Pascual, en el que conmemoramos el paso de Jesús de la muerte a la vida. En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía al partir el pan y bendecir el vino, gestos que resumen su vida entera de entrega y servicio a los demás. Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús mostró que su amor significa servir humildemente. Al celebrar la Eucaristía, crece
La homilía resume la celebración de la Santa Cena del Señor como el inicio del Triduo Pascual, en el que conmemoramos el paso de Jesús de la muerte a la vida. En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía al partir el pan y bendecir el vino, gestos que resumen su vida entera de entrega y servicio a los demás. Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús mostró que su amor significa servir humildemente. Al celebrar la Eucaristía, crece
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Homilía del Jueves Santo: Celebración de la Santa Cena del Señor
Queridos hermanos, con esta celebración vespertina estamos iniciando el santo
triduo pascual, triduo que comprende la Santa Cena del Señor, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y la Vigilia Pascual, una única celebración que se prolonga a lo largo de tres días. Demos gracias al Señor porque nos permite también este año, aunque rodeados de circunstancias del todo especiales debido a la pandemia que padece el mundo, celebrar el paso de la muerte a la vida, del miedo y la desolación a la confianza y al reencuentro con el Dios que ama la vida. En breve, celebrar la Pascua. El centro de esta primera parte del triduo pascual lo constituye el memorial de la santa Cena del Señor: “hagan esto en memoria mía”. “Por eso (nos dice el Apóstol Pablo) cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Y es que, como ha dicho alguien, definitivamente hay signos, hay gestos que resumen toda una vida. Este es el caso de la última cena de Jesús con sus discípulos. En esa cena, en el contexto de la Pascua de Israel que proclamaba la liberación de la esclavitud de Egipto, Jesús cambió el ritual tradicional, utilizó pan y vino, que recordaban las ofrendas pacíficas del sacerdote Melquisedec en el Antiguo Testamento, y, sobre todo las palabras que acompañaban los gestos, palabras del todo inéditas: “esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”, “este es el cáliz de la nueva alianza que se sella con mi sangre”. Hay gestos que resumen toda una vida porque precisamente la vida entera de Jesús fue eso: un continuo donarse, darse, entregar su vida para que otros vivan, para que muchos vivan, y vivan en abundancia. ¿Cómo lo realizó?: acercándose con sencillez a todos, especialmente a los más pequeños y abandonados, predicando la llegada del Reinado de Dios, sanando, curando, liberando a los oprimidos por el maligno, desatando yugos, poniendo al descubierto injusticias, consolando a los sufridos, acariciando y bendiciendo a los niños, anunciado la llegada del año de gracia del Señor, revelando el rostro misericordioso del Padre, y todo ello despejado de la investidura del poder mundano, asumiendo la condición de siervo, pasando por uno de tantos. Hay gestos que resumen toda una vida, y esto lo dejó plasmado para la posteridad Juan en su evangelio cuando tradujo en el lavatorio de los pies lo que significa “tomen y coman esto es mi cuerpo, tomen y beban este es el cáliz de mi sangre”: Es Jesús que se levanta, se despoja de sus vestiduras, se ciñe y se pone a servir a sus amigos. Servir, sí, que equivale a decir, como lo recordó el Papa Francisco el domingo de Ramos, “no te he amado en broma”. Su amor lo llevó a sacrificarse por nosotros. “En verdad, no hay amor más grade que el que da la propia vida por sus amigos”. Para que, a su vez, nosotros no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Él que por nosotros murió y resucitó. Celebrar eucaristía es crecer en nuestra identidad cristiana: vivir para los demás. Celebrar eucaristía es reconocer, agradecidos, el don del sacerdocio ministerial. Porque la eucaristía hace la Iglesia, y la Iglesia hace la eucaristía. Celebrar la eucaristía es, en fin, una y otra vez dejarnos amar por quien nos amó primero, para poder amarnos los unos a los otros, cumpliendo así el mandamiento del amor recíproco. Eucaristía, escuela de servicio, fuente y culmen de la vida cristiana.