Analisis de Rio de Congojas

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RÍO DE LAS CONGOJAS,

DE LIBERTAD DEMITRÓPULOS: CUESTIONES DE


TEXTUALIDAD Y GÉNERO *

Por Ricardo E. Mónaco

E n el complejo panorama de la narrativa de las tres o cuatro últimas décadas, la


especie denominada novela histórica ha adquirido un desarrollo importante en casi
todas las literaturas de occidente. El interés del discurso ficcional por los temas históri-
cos se ha visto incrementado por diferentes causas, según la crítica especializada (Ainsa,
1996), entre las que cabe mencionar la búsqueda de un sentido al presente desde una
visión crítica del pasado, la recuperación de un origen que sustente una identidad, la
necesidad de otorgar una voz a personajes marginados por el discurso de la historia, la
intención de llenar los espacios, los vacíos de significación dejados por la versión oficial
y develar una verdad oculta, la “crisis epistemológica” del propio discurso histórico que
tiende a simplificar la complejidad del acontecer dentro de un modelo teórico o ideoló-
gico. En este sentido, desde mediados de los 50, hay una tendencia a superar dicha crisis
en la historiografía buscando la interdisciplinaridad con los estudios de la antropología,
la sociología, las ciencias sociales en general, para recuperar la visión totalizadora del
pasado. Y esta apertura también ha favorecido la entrada de la novela en el entramado
de la historia. De uno u otro modo, se propone una relectura que cuestiona creencias y
valores establecidos.
Historia y narración histórica se unifican discursivamente en la categoría de relato. Y
en cuanto tal, se ofrecen como el resultado de una construcción en la que interviene un
proceso de selección, organización e interpretación del material que proporciona el
pasado. Se afirma el concepto de que toda historia no es más que una versión, limitada y
personal, de lo que ocurrió y no ya un discurso omnicomprensivo del suceder humano.
Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos, fue publicada en 1981; constituye
un importante testimonio de indagación del pasado americano. La hipótesis de lectura es
que en esta obra se evidencia un cruce de líneas fuertemente operantes tanto en el nivel
de las estrategias de representación como en la construcción del referente que la susten-

*
Este estudio fue leído en el X Congreso Nacional de Literatura Argentina realizado en Bahía
Blanca, Argentina, entre el 3 y el 5 de noviembre de 1999.
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ta, de manera que es posible postular que, como consecuencia de dicho cruce, la hibridez
es la nota resultante, en el marco de una problematización que en la historia y en el
discurso atraviesa la totalidad de la novela. Considero que es posible observar una
perspectiva diversa del concepto de género en su pluralidad semántica: como modalidad
ficcional y como construcción cultural, aquí referido a lo femenino. En este sentido, el
entramado discursivo fusiona las categorías de novela histórica y de novela lírica a partir de
una reconstrucción del pasado que se efectúa desde los monólogos interiores de los
protagonistas. Y con respecto a la imagen de mujer que configura, transgrede los para-
digmas oficiales vigentes en el imaginario social en el momento de la conquista y
fundación de Santa Fe y de Buenos Aires por Juan de Garay, hechos que otorgan el
marco histórico a la narración. De modo que no sólo se establece una mirada crítica al
discurso que instituye la heroicidad de los conquistadores, propia de cierto tipo de
narrativa histórica, sino que se apunta a rescatar, además, el protagonismo de la mujer en
su lucha para sobrevivir en un mundo que la margina o la somete.
Las diferentes figuras femeninas que aparecen en la historia conforman un espacio
de amor y de guerra, de lucha por la vigencia de sus derechos y se convierten en voces
transmisoras de saberes que sostienen una verdad alternativa a la versión hegemónica.
El referente central de la historia es la fundación de Santa Fe, en 1573, y de Buenos
Aires, en 1580, por Juan de Garay. Otros acontecimientos complementan la información
histórica: la rebelión de los Siete Jefes mestizos que encabezaron un motín en contra de
Garay, en 1580, y fueron violentamente muertos por los españoles; las luchas permanen-
tes contra los indios, que convirtieron la conquista en un verdadero calvario, para unos
y otros contendientes.
La obra responde a la categoría genérica de novela histórica, pues a partir de la
selección de tal referente construye un texto, mediante un proceso de representación que
conlleva una propuesta de revisión de la versión sostenida por la historiografía oficial.
(Jitrik, 1995)
En este sentido, es muy amplio el registro de cuestiones que se problematizan
vinculadas al acontecer de la conquista y colonización en suelo americano. En primer
lugar, más que como una empresa heroica, se la muestra como una cadena de peripecias
signadas por la frustración, la traición y la muerte. Se advierte además cómo desde su
fundación, Buenos Aires se convierte en puerto de comercialización y condiciona el
desarrollo de toda otra población del interior.
La burocracia y lentitud de la justicia es otro de los aspectos que subraya la mirada
crítica sobre los años iniciales. Asimismo, las reflexiones de Blas de Acuña, su protago-
nista, y la decisión de quedarse en Santa Fe conllevan un rechazo al exilio como alterna-
tiva de vida frente a situaciones límites.
Las conflictivas relaciones de poder en las que el español impone la razón de su
fuerza sobre indios, negros, mestizos y mujeres, se denuncian a partir del otorgamiento
de la voz narrativa a quienes son, precisamente, los sometidos o marginados del sistema:
Blas, el mestizo; María Muratore e Isabel Descalzo, mujeres relacionadas con él.
Desde Blas, principalmente, se enfatiza el desprecio de Garay hacia el mestizo:
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Al mestizo –decía Garay- tenerlo aislado; comida bordeando la


escasez; dormir, lo mínimo; ayuno riguroso; rezo suficiente; nada de
cantar ni fumar ni olgar( ...) ¡Cuidado! Esta raza puede conmovernos y
hacernos tambalear. Infame engendro de la desesperación.
(Demitrópulos,.31)

Y en Blas se aúna el dolor de mestizo por tener que matar a quienes integran la
misma raza india de su madre, con la conciencia de ser diferente, de recibir un trato
distinto:

El mestizaje no es únicamente un alboroto de sangre: también una


distancia dentro del hombre, que lo obliga a avanzar, no sobre caminos,
sobre temporalidades. Todo se va trabajando al revés de los otros.
¿De cuáles otros? Ahí está la cuestión. Todos son los otros. Uno es el
mestizo, el distinto.
(Demitrópulos, 31)

Sin embargo, es significativo para una propuesta de revisión historiográfica, que sea
él, el mestizo, el híbrido, quien se salve y perdure, además de ser centro o eje de la
historia. A nivel simbólico, su figura, asociada al río, es simiente de una nueva raza en
América que desde su origen padece concientemente la discriminación del europeo.
La recreación ficcional de los acontecimientos mencionados justifica la inclusión de
la obra en la categoría de novela histórica. Ahora bien, el proceso de verosimilización que
implica recrear un pasado histórico verificable, se cruza, se entrelaza a nivel discursivo
con ciertos procedimientos propios de la novela lírica. En este sentido, estructurar la
trama ficticia a partir de los monólogos interiores de los protagonistas, posibilita com-
plementar la acción narrativa con la expresión consciente de la experiencia vivida. Cada
voz fusiona su yo con el acontecer de modo que resultan igualmente relevantes la serie
de los sucesos y la particular vivencia con la que se los ha padecido. Lo narrativo se
transfigura en un proceso lírico en el que cada sujeto construye en imagen, desde su
punto de vista, el mundo que lo rodea y los seres con quienes se relaciona. Diversas
pasiones subjetivizan esas miradas. Esperanzas, frustración, rencores, odios, resignación,
anhelos son algunos de los sentimientos vividos con intensidad pasional por las sufrien-
tes criaturas de esta historia. Ellos dibujan una lírica trama de amores desencontrados y
la expresión de sus emociones se sustenta en un registro de oralidad poética que poten-
cia el efecto estético.
Numerosos momentos ejemplifican este enlace entre lo narrativo y lo lírico, en
donde la palabra del relato deviene poética. Dice Blas mientras cuida a su María herida,
agonizante:

Los verdes ojos que conocí altivos se opacaban con cortinas oscuras que ella
tendía. Se iba en ayes(...) bien entendía yo(...) que se presentaba con
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dulcedumbre triste, un goce hachado, medioencanto, mediocielo, medialuna,


mediobeso.
(Demitrópulos, 42)

La misma escena es recreada desde la visión de María:

Alguien que seguramente odia el amor me está castrando para que nunca más lo
sienta. Alguien( ...) deslava la tentación: me vuelve estatua. Me aparta de quien
quiero, me quita la voluntad. Alguien confina mi cáliz(...) ¿Qué queda de mí?
Opacidad. Vacío. Medioencanto. Mediocielo. Medialuna. Mediobeso.
(Demitrópulos, 50)

En virtud de la repetición de la imagen, el discurso logra diseñar el símbolo. Creo


pertinente, entonces, proponer la hibridez genérica como nota peculiar y enriquecedora
de esta novela, que se desplaza con igual efecto de significación entre la reconstrucción
histórica y la construcción de sujetos que la padecen.
También el concepto de género vinculado a lo femenino es objeto de un tratamien-
to destinado a conmover las bases ideológicas que lo sustentan. La mayoría de las figuras
femeninas que protagonizan la historia transgreden el imaginario paradigma de época en
lo que se refiere a los roles asignados de madre protectora y esposa fiel. Consolidan
fuertes individualidades capaces de abandonar todo, hasta sus hijos, por ir en busca de
un amante deseado o de arriesgar la vida para vengar un ultraje padecido.
La mujer española, traída con el fin de consolidar un hogar y una familia, obtenía a
través del casamiento consideración y respeto social. Por eso Ana Rodríguez es rechaza-
da tras su embarazo de mujer soltera en el barco que la conduce a América. Y se con-
vierte para la iglesia y para el pueblo en imagen de la perdición cuando se hace amante
de Garay. Y el mismo prejuicio social se hace evidente en el trato que comienza a recibir
María Muratore tras el forzado casamiento con Blas:

Ahora soy una respetable señora gracias a que tengo un marido legítimo. Mi
pobre casa se ha transformado en hogar(...)¿Qué más puede aspirar una infeliz
abandonada por su madre, no reconocida por su padre(...) ? ¿Qué pretende esta
María Muratore cuando sale a caminar(...) y se cruza con las matronas
que ahora la saludan y se interesan por su salud? ¿No está aún satisfecha?
(Demitrópulos, 87)

La ironía del discurso enfatiza la hipocresía instalada.


Diferente es la valoración de la mujer india y mestiza quienes, en principio, están
destinadas a satisfacer sexualmente al hombre o a servirlo como al amo que detecta el
poder. Su posición dependiente y marginal es expresada en reiteradas oportunidades:
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(...) las mujeres, como los negros, como los indios, y hasta como nosotros, los
mestizos, estaban tan desvalidas que cuando veían el pan, aunque duro, lo
mordían(...) es una mujer, y para más, pobre. Mujer, pobre y mestiza...¿qué le
queda...?
(Demitrópulos, 85)

De modo que desde el punto de vista del español dominante, la mujer mestiza, por
serlo, ocupa el mismo lugar que un objeto de uso y socialmente es tan marginal y someti-
da como el negro o el indio porque representan lo distinto, lo otro, lo que se debe
discriminar o someter.
Hay dos mujeres en la ficción de la historia que condensan la mayor carga crítica
y metaforizan en sus actos la revisión misma del género: María Muratore e Isabel
Descalzo.
María escenifica la transgresión a todo lo instituido. Consciente de ser destinada a
fundar una nueva raza, se revela, sin embargo, decidida a ser algo más que simiente. Yo
no soy solo naturaleza, dice en una de sus reflexiones. Rechaza las tradicionales tareas
asignadas a la mujer y también se distingue porque ha aprendido a leer y escribir, destrezas
poco femeninas según el imaginario cultural de época. Ama con pasión, primero a Alonso
Martínez, y luego a Juan de Garay, y en ambos casos ese amor se cruza con la guerra y la
desdicha. Diestra en el manejo de las armas, se reconoce libre y con fuerzas suficientes
para luchar por sus sueños de afectos compartidos. María aúna la violencia de la batalla
con la ternura del amor. Se desplaza de un lugar a otro con la misma intensidad y com-
promiso vital. En la agonía, justifica su proteica vida como única alternativa para poder ser
libre siendo mujer en un mundo de varones. María deviene en símbolo en la lucha de la mujer
por conquistar un espacio de consideración y respeto en un ámbito social que, desde sus
orígenes, la inferioriza en hechos y discursos y la condena a desempeñar tan solo su
natural función reproductiva.
Isabel, costurera pobre de damas aristocráticas, enmascara tras su aparente fragili-
dad, una personalidad fuerte y de variados matices. Es artista en el manejo de las manos
y la palabra. Dueña de su oficio, admirada por su prolijidad y buen gusto, diseña con
creatividad el vestido de la mujer: sabe cómo hacerlo para que insinúe, desdiga, agrade,
consuele... Su paciente fortaleza le posibilita vencer el empecinado rechazo de Blas;
consolida un hogar y se convierte en centro, en base de una numerosa familia. El arte de
la palabra persuasiva lo ejerce no sólo en su relación con Blas sino también en la reitera-
da narración de la historia de María que escuchan sus hijos y nietos. Isabel construye el
mito de María a partir de un proceso de repetición de un relato que se enriquece con
nuevos detalles en cada versión recreada y se folcloriza en su transmisión oral. En el
final, Isabel comprende que su hija, ya abuela, se ha marchado para continuar contando
la historia portadora de un pasado fundacional, que trasciende la propia muerte meta-
morfoseada en arte.
El enlace entre historia y ficción propuesto por la novela se reinserta en la propia
historia construida y transmitida por los personajes, a través de un cíclico proceso en el
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que se desdibujan los límites de una verdad única y se ofrecen múltiples versiones que
enriquecen y potencian la pluralidad significativa del relato.
En un contexto como el actual, caracterizado por la constante revisión de paradig-
mas, pierde eficacia la rigidez expresiva y gana terreno la hibridez genérica como forma
de testimoniar la heterogénea complejidad del presente. Por otra parte, el cruce genérico
que advertimos permite ver en la narración del pasado una versión que puede enrique-
cerse desde diferentes puntos de vista, y la necesidad de humanizar el discurso de la
historia, desmitificar héroes de bronce y aproximarse a una historia vivida y construida
por hombres y mujeres sin estatura de dioses.
Y en cuanto a la necesidad de cuestionar paradigmas culturales, parece importante
destacar que la propuesta de Libertad Demitrópulos no se realiza desde el margen, desde
la diferencia para ahondarla sino para transgredir la norma, lo establecido, el género y
promover su discusión.
La mirada hacia el pasado que propone la novela histórica puede ser vista como un
índice más de una profunda crisis de valores que obliga no sólo a sostener esperanzadas
utopías sino también a buscarlas en un acontecer que el deseo reconstruye y proyecta
para entender la pluralidad de un presente inaprehensible.

BIBLIOGRAFÍA

Ainsa, Fernando (1996): “Nueva novela histórica y relativización del saber historiográfico”,
Revista Casa de las Américas N° 202, La Habana, Cuba, 9-18
Calabrese, Elisa (1992): “Ficción y crónica: Río de las congojas de Libertad Demitrópulos”
Revista del Centro de Letras Hispanoamericanas N° 2, Universidad Nacional de Mar del
Plata, 43-53
Demitrópulos, Libertad (1981): Río de las congojas, Buenos Aires, Sudamericana.
Freedman, Ralph (1972): La novela lírica, Barcelona, Barral Editores.
Jitrik, Noé (1995): Historia e imaginación literaria, Buenos Aires, Biblos.
Lozano, Jorge (1987): El discurso histórico, Madrid, Alianza.
Romera Castillo, José y otros (1996): La novela histórica a finales del siglo XX, Madrid, Visor.
Tieffemberg, S. (1996): “Libertad Demitrópulos, la escritura de la historia”, Revista del CE-
LEHIS 6-7-8, Universidad Nacional de Mar del Plata, 611-617.

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