Capítulo I - José Bermejo

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Capítulo I

José Carlos Bermejo: Introducción al counselling (Relación de ayuda)


Concepto de «counselling»
EL counselling es una forma de ayuda como otras, tales como las que puedan prestar los
profesionales del trabajo social, de la medicina, del acompañamiento espiritual o los psicólogos y
psicoterapeutas.
No resulta fácil establecer las líneas divisorias entre la cada vez más conocida «relación de ayuda»,
el counselling, la psicología clínica y la psicoterapia. Todas estas formas de relación tienen en
común la clara voluntad de acompañar a una persona a afrontar sus dificultades y -a excepción de
la relación de ayuda, que es expresión más genérica-, se practican en ámbitos de alguna manera
profesionalizados, que no son los exclusivos en los que los seres humanos nos ayudamos unos a
otros.
Hay entre estas expresiones una cierta progresión hacia la gravedad de la dificultad que vive la
persona a la que se pretende ayudar, hasta llegar al trastorno psicopatológico necesitado de
psicoterapia. Pero no es incompatible su desarrollo simultáneo por profesionales distintos,
ofreciendo apoyo complementario una y otra intervención. Hay también indicaciones específicas
para ellas, tanto más cuanto más grave es la problemática del ayudado y más competencia
específica se requiere por parte del ayudante. Es obvio que la psicoterapia está reservada a los
psicoterapeutas entrenados y que la intervención psicológica sólo la puede realizar un psicólogo
debidamente adiestrado.
Ahora bien, hay numerosas situaciones en la vida en las que muchas personas no se encuentran
bien a causa de problemáticas diferentes, a causa de relaciones insanas consigo mismo y con los
demás, a causa de conductas no saludables para alcanzar un modo gratificante de vivir la propia
vida. Son situaciones en las que se experimenta la necesidad de un cierto «consejo», algún tipo de
«orientación» o «apoyo» para alumbrar las tinieblas experimentadas, los bloqueos emocionales,
relaciónales o de conducta. Situaciones como problemas en el trabajo, la decisión o no de cambiar,
la elección de una u otra carrera, problemas de pareja, con los hijos o los padres, etc., enfermedades
con fuerte impacto emocional, pérdidas significativas, duelos difíciles, necesidad de realizar
procesos de integración social, y otras, en las que un experto debidamente adiestrado en
counselling puede ofrecer una ayuda significativa mediante su relación para lograr un más alto
nivel de felicidad, de gratificación, de eficacia, de adaptación, de salud en el modo de vivir la
propia vida, incluida la enfermedad.
En todas estas situaciones, el consejero intentará promover el máximo de autonomía de la persona
a la que quiere acompañar, proporcionándole estrategias para estimular el cambio, al mismo
tiempo que garantiza una aceptación incondicional, le comprende y se muestra auténtico en la
relación.
1. El counselling, una forma de humanización
Uno de los ámbitos privilegiados de humanización es la relación. En la relación interpersonal nos
hacemos, nos autoafirmamos. nos construimos como personas.
Humanizar es un proceso del individuo y de la colectividad de hacer digno de la condición humana
cuanto de vive. Aplicado al mundo de la salud, el compromiso por humanizar pasa por el ámbito
político, donde se marcan los modos de promover la salud, de prevenir la enfermedad y de curarla.
Pasa también por el ámbito jurídico, donde se marcan límites de protección y defensa de la
vulnerabilidad humana. Pasa asimismo por el ámbito de las decisiones éticas y del afrontamiento
de los conflictos y la modalidad como se resuelven. Humanizar pasa por el estilo asistencial y de
desarrollo de los programas y servicios de salud, por el talante y el modo como se atiende a las
personas necesitadas de la profesionalidad de otros. Pero en todo caso, humanizar pasa, nos
refiramos al ámbito que nos refiramos, por la relación interpersonal. Se diría que la relación es el
ámbito por excelencia de humanización. En ella o con ella todo puede tender hacia la
personalización y hacia la dignificación o hacia la despersonalización y deshumanización.
El ámbito de la humanización de la salud, de los servicios sociales, de la gestión, etc., por tanto, la
relación cobra una especial relevancia. Con ella se diagnostica, con ella se pauta un tratamiento,
con ella se conforta, con ella se comunican malas noticias, con ella se procura soporte emocional,
con ella se trabaja interdisciplinarmente, con ella se delibera en medio de los conflictos éticos...
Pesa sobre la relación, en todo caso, y sobre el análisis de sus variables, una especie de sospecha
de estar ante una parte «blanda», poco consistente, de la que se pueden decir poco menos que
obviedades, o de la que, cuando se presenta un estilo relacional y sus ingredientes, estuviéramos
en un área de poca hondura intelectual y de segunda categoría. En el fondo, una sospecha que, en
ocasiones, lleva a despreciar la formación en counselling en ámbitos universitarios, en profesiones
que por su propia naturaleza son de ayuda (como las que se producen en las interacciones entre
profesionales de la salud y pacientes). Una sospecha que lleva a afirmar que poco o nada se puede
aprender sobre este campo o que el propio estilo relacional es bueno por definición porque es
propio, porque es natural, porque está movido por la buena voluntad o porque caracterizado por la
simpatía y la amabilidad.
Parecería incluso que someterse al aprendizaje de habilidades de relación constituyera un
rebajamiento para altos intelectuales que son fuertes en el ámbito de la inteligencia intelectiva y
que relegarían a un segundo plano el mundo emocional. La experiencia y la praxis en el campo de
las relaciones en el mundo de la salud, del ámbito educativo y de la exclusión social, muestran, en
cambio, que la eficacia de muchos procedimientos diagnósticos y terapéuticos pasa por el buen
manejo del counselling.
Pues bien, cuando la relación quiere ser auxiliante, de apoyo, terapéutica, cuando la asimetría del
encuentro propio de las relaciones profesionales pretende usar el recurso de la persona del
ayudante, sus actitudes y sus habilidades al servicio de las necesidades del otro, entonces hablamos
de counselling. Por eso entendemos el counselling como aquella relación que intenta hacer surgir
una mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso más funcional
de ésto.
Con frecuencia la expresión relación de ayuda y counselling son utilizadas como sinónimos.
Algunos autores indican algunas diferencias, concediéndole al counselling una forma más
articulada, relacionándolo con un modelo concreto, especializado, con claridad de roles, donde
uno ejerce la tarea de counsellor y el otro solicita consejo. De alguna manera, y más allá del debate
no resuelto de la relación y diferencia entre relación de ayuda, counselling y psicoterapia2, la
relación de ayuda es un concepto amplio, aplicable también a las relaciones en el ámbito de la
salud (como lo es también en el ámbito de la educación, de la terapia, etc.). En todo caso, el sustrato
(las actitudes y habilidades), suelen coincidir y con mucha frecuencia se intercambian las palabras.
Hablamos de counselling, normalmente, desde una perspectiva centrada en la persona del ayudado,
considerada en sentido holístico, y no directiva. Aplicada al mundo de la salud, nos referimos al
conjunto de actitudes y habilidades que el profesional conoce, interioriza y despliega en la relación
terapéutica, dotándola de competencia relacional y emocional.
En los últimos años el counselling está adquiriendo una divulgación y protagonismo en las
profesiones que se dedican a la ayuda. Están surgiendo programas de formación en couselling
destinados a profesionales y voluntarios que ejercen su labor de servicio en ámbitos tan distintos
como: la educación, la salud, la geriatría, los ambientes de exclusión y marginación, la empresa,
los cuidados paliativos, y muchos otros donde se practican las relaciones de ayuda.
Esta forma de entender la ayuda no es nueva. Desde que Cari Rogers introdujese el término
counselling, en sus sistematizaciones sobre su método terapéutico, allá por los años cincuenta, se
ha desarrollado todo un fenómeno cultural, más allá, incluso, del mundo de la psicología, que ha
marcado una nueva forma de entender la ayuda a las personas que se encuentran en situaciones de
sufrimiento.
La evolución y puesta en práctica del counselling ha determinado en los Estados Unidos, la
creación de un título universitario. Este título designa a la persona que ejerce el counselling, como
consejero psicológico, como una persona capacitada profesionalmente para desempeñar las tareas
v funciones del consejo.
2. Qué entendemos por «ayudar»
El término ayudar deriva del latín odiuvare, que significa «provocar alivio». Una persona intenta
aliviar, hacer más ligero el peso y disminuir el malestar de quien, a causa de diferentes motivos
sufre. No afrontaremos aquí las diferentes teorías de la ayuda y de la comunicación eficaz, desde
el punto de vista de las diferentes corrientes psicológicas.
Ayudar, de alguna manera, es ofrecer recursos a una persona para que pueda superar una situación
difícil o para afrontarla y vivirla lo más sanamente posible. Estos recursos pueden ser materiales,
técnicos o relaciónales. Cuando los recursos que ofrecemos son relaciónales, es decir, la misma
persona del ayudante se ofrece como recurso para acompañar en el proceso de afrontamiento de la
dificultad del ayudado (incluso si se hace de manera simultánea al ofrecimiento de los otros tipos
de recursos), entonces hablamos de counselling.
Carkhuff (nacido en 1934) dice: «por ayuda entiendo cualquier relación entre una persona más
conocedora o asesor, ya sea consejero, profesor o padre, y otra menos conocedora o asesorada, ya
sea cliente, estudiante o hijo»5. Un diccionario de counselling define ayuda como «cualquiera acto
de asistencia a una persona».
Quien ha acuñado la expresión de relación de ayuda centrada en la persona ha sido Carl Rogers
(1902-1987), considerado como el psicólogo humanista caracterizado por una orientación
comprensiva de las diferentes dimensiones de la persona, que bautizó su propuesta de psicoterapia
como «no directiva» y más tarde «centrada en el cliente»
Detrás del no directivismo propio de la relación de ayuda hay un antidogmatismo (en el que
también puede caer la misma no directividad), a la vez que una apertura a diferentes corrientes
dentro de la psicología y la psicoterapia. Rogers era antidogmático hasta el punto de que él prefería
ayudar a un psicólogo o a un psicoterapeuta que prefiere una forma de terapia directiva y
controladora, a aclarar sus pretensiones y significados, antes que disuadirle para que se adhiera a
la posición centrada en la persona.
Un posible problema del enfoque centrado en la persona surge cuando la actitud antidogmática se
presenta de manera irreflexiva y no suficientemente apoyada en el compromiso profundo de
acompañar al ayudado a hacer su propio proceso de crecimiento personal y de afrontamiento de
sus dificultades con los recursos existentes. Y, por otra parte, un riesgo es la popularidad con la
que fácilmente se puede adherir al modelo debido al atractivo de la reacción contra el dogma.
El no directivismo de Rogers ha sido completado por Robert Carkhuff, preocupado más por la
eficacia de la relación de ayuda y por el convencimiento de que hay situaciones en las que el
ayudante ha de confrontar, introduciendo nuevos elementos en el campo perceptivo del ayudado;
proponiendo, en el fondo, una cierta directividad.
3. En busca de una definición de counselling
Aunque la traducción más literal de la palabra counselling sería «consejo», es obvio que no
significa dar consejos, sino acompañar a la persona o al grupo que vive la dificultad a ayudarse a
sí mismo. En nuestra realidad española podríamos afirmar que el counselling cada vez está siendo
más conocido por los profesionales de la ayuda. Quizás, el anglicismo counselling, unido a la
tendencia a crear conceptos en terminología inglesa, no ha ayudado mucho a su clarificación y
divulgación. En la bibliografía que podemos encontrar en lengua castellana se ha utilizado más la
expresión relación de ayuda.
La palabra consejo evoca el término aconsejar, que, para los profesionales, y para el público en
general, supondría desempeñar un estilo de ayuda unidireccional, directivo y de experto, que
colocase al sufriente en una actitud pasiva frente a sus problemas. La ayuda vendría en forma de
directrices, recomendaciones, exhortaciones, que el ayudado tendría que asimilar y poner en
práctica, asumiéndolas como buenas. El objetivo sería la solución momentánea del problema, pero
al dejar de lado el ejercicio de su autonomía, no se produciría el aprendizaje de estrategias para
lograr cambios duraderos en los comportamientos y estilos de vida.
Autores como, Miguel Costa y Ernesto López, dos de las personas que han divulgado el
counselling, proponen la utilización del término «consejo» porque dicen que es recomendable
reivindicar el valor profundo de muchos de los usos de la palabra consejo (consejo de amigo, un
buen consejo, consejero, consiliario, consejo de salud, aconsejar, dar un parecer a alguien), y de
su raíz etimológica (consilium, concilio, conciliar). El uso del término «consejo» no tiene
necesariamente connotaciones directivas, no tiene que significar «decir a alguien lo que tiene que
hacer» y no impide el «hacer algo con alguien». Representa un compromiso ético y social.
Nosotros, quizás influidos por estas acertadas aportaciones, y, porque no podemos luchar contra
esta tendencia cultural a denominar nuevos ámbitos o fenómenos del conocimiento con
anglicismos, elegimos mantener el término counselling. Creemos que esta forma de ayuda, como
señala Barbero, es un tipo de «tecnología humana punta» de gran poder y eficacia en nuestros
contextos. Recogemos a continuación algunas definiciones que pueden contribuir a comprender el
significado y el alcance del counselling.
Carl Rogers, utilizando la expresión «relación de ayuda» dice: «Podríamos definir la relación de
ayuda diciendo que es aquella en la que uno de los participantes intenta hacer surgir, de una o de
ambas partes, una mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso
más funcional de éstos».
Georg Dietrich define el counselling recogiendo doce elementos que pueden ser susceptibles de
profundización y análisis, puesto que la definición es elaborada y con visos de pretensión de
completa: «Counselling es, en su núcleo sustancial, esa forma de relación auxiliante, interventiva
y preventiva, en la que un consejero, sirviéndose de la comunicación lingüística y sobre la base de
métodos estimulantes y corroborantes intenta en un lapso de tiempo relativamente corto provocar
en un sujeto desorientado, sobrecargado o descargado inadecuadamente un proceso activo de
aprendizaje de tipo cognitivo- emocional, en el curso del cual se puedan mejorar su disposición a
la autoayuda, su capacidad de autodirección y su competencia operatoria».
Jesús Madrid Soriano, que tanto ha influido en la formación de personas en el teléfono de la
esperanza y que se sitúa en una orientación humanista, aunque utilizando la expresión «relación
de ayuda» (y presentando sus razones) dice: «La idea fundamental que subyace a todo proceso de
relación de ayuda, especialmente dentro de la corriente humanista, es la de facilitar el crecimiento
de las capacidades secuestradas de la persona en conflicto. El fundamento que sustenta toda la
relación de ayuda debe ser una visión positiva de las capacidades de la persona para crecer y
afrontar positivamente sus conflictos. (...)
La relación de ayuda, pues, es una experiencia humana privilegiada que ofrece el marco adecuado
para facilitar el desarrollo de las capacidades bloqueadas»13. Más adelante, en otro trabajo dirá
que es «un encuentro personal entre una persona que pide ayuda para modificar algunos aspectos
de su modo de pensar, sentir y actuar, y otra persona que quiere ayudarle, dentro de un marco
interpersonal adecuado».
Bárbara Okun define el counselling así: «Una relación de ayuda centrada en el cliente y orientada
a la resolución de problemas en la que los cambios conductuales pueden tener su origen en 1) la
exploración y comprensión por parte del cliente de sus sentimientos, pensamientos y acciones, o
en 2) la comprensión por parte del cliente de las variables ambientales y sistémicas que intervienen
en sus dificultades y su decisión de cambiarlas. En este tipo de terapia se utilizan estrategias
cognitivas, afectivas y conductuales por separado o de manera conjunta cuando la persona que
proporciona la ayuda y la que la recibe decide que son necesarias y es el momento adecuado. Y
algunas estrategias combinan varios aspectos de varias teorías formales de la ayuda».
Y, por su parte, Miguel Costa y Ernesto López subrayan que se trata de «una alianza estratégica
entre consultores o consejeros y consultantes que está comprometida con las experiencias difíciles
de la vida y que se acerca a ella con la responsabilidad compartida de ofrecer apoyo, potenciación
y orientación para el aprendizaje y el cambio cuando los consultantes están haciendo frente a la
adversidad, a decisiones difíciles o a problemas personales, interpersonales y grupales que les
ocasionan sufrimiento y daño emocional a ellos y a otras personas o grupos de su entorno
habitual».
No han faltado autores como Luis Cibanal (y yo mismo, en diferentes publicaciones y programas
de capacitación) que han profundizado en el tema aplicado al ámbito de la enfermería que, aunque
muy centrado en la relación de este tipo de profesionales y en su interacción con los pacientes, nos
ayudan a perfilar el concepto. Él se refiere a «un intercambio humano y personal entre dos seres
humanos. En este intercambio, uno de los interlocutores (en nuestro caso el profesional de la salud)
captará las necesidades del otro (usuario, paciente, cliente), con el fin de ayudarle a descubrir otras
posibilidades de percibir, aceptar y hacer frente a su situación actual»17. El mismo, se apoya en
los modelos de procesos de enfermería de H. Peplau y de F. Orlando y su sintonía con el concepto
de counselling.
También centrado en el ámbito de la salud, particularmente al final de la vida, los autores Arranz,
Barbero, Barreto y Bayés, definen el counselling como: «Un proceso interactivo, en el que,
rescatando el principio de autonomía de la persona, se ayuda a ésta a tomar las decisiones que
considere más adecuadas para ella en función de sus valores e intereses. En otras palabras: es el
arte de hacer reflexionar a una persona, empatizando y confrontando, por medio de distintas
estrategias comunicativas, de tal modo que pueda llegar a tomar las decisiones que considere
adecuadas para ella y siempre teniendo en cuenta su estado emocional. No es hacer algo por
alguien; sino hacerlo con él». Nuestro modelo se define, pues, como un modelo ecléctico, que
incorpora aquello que nos parece válido y congruente para ayudar a las personas bajo esta forma
llamada counselling.
Estamos, pues, ante un concepto de counselling en el que algunas claves son fundamentales:
—Se produce una relación entre el counsellor y la persona que sufre, el ayudado necesitado y
dispuesto a dejarse ayudar.
—Esta relación pretende ejercer un influjo saludable sobre la otra persona para afrontar
dificultades, tomar decisiones, emprender cambios, crecer personalmente, modificar actitudes,
aprender a vivir sanamente lo que no se puede cambiar.
—El ayudado sufre, pero cuenta con recursos y el counsellor apuesta por el protagonismo del
ayudado en el proceso de afrontamiento de las dificultades.
—El mundo de los sentimientos ejerce un influjo importante en la persona, tanto en el ayudado
como en el counsellor, de tal manera que el cambio de conducta no es el único referente, puesto
que sentirse comprendido en el corazón tiene un gran poder terapéutico.
—Se utilizan técnicas de relación, y además se apuesta por el valor terapéutico de las actitudes que
el counsellor es capaz de desplegar y actualizar en el encuentro.
—No sólo se cree en el potencial de cambio del ayudado, sino en el proceso de potenciación
posible, de refuerzo y confrontación fruto de la interacción; en las posibilidades de aprender nuevas
estrategias y valorar nuevas alternativas para afrontar la situación de sufrimiento.
—Se considera fundamental la autonomía del ayudado, aun en el caso de situaciones en las que
sea necesaria la persuasión directa ante posibles conductas desadaptativas o que generen mal sobre
sí mismo o sobre terceros.
4. Objetivos del counselling
Rescatando la definición de counselling de Dietrich, constatamos que los objetivos del counselling
son diversos: por un lado, se trata de una relación auxiliante, por tanto, de ayuda para afrontar y
solucionar problemas. Por otro es una relación que interviene en situaciones de dificultad, pero
también con una valencia preventiva. Por otro pretende realizar un proceso en el que el ayudado
realice un aprendizaje y refuerzo de sus capacidades de autoayuda.
Desgranando brevemente algunos de estos objetivos, podemos decir que la persona sobrecargada,
sufriente por razones diversas, cargada con situaciones problemáticas, puede, mediante el
counselling, afrontar y solucionar algunos de sus problemas. Es cierto que es el ayudado, el
protagonista, quien se ayuda a sí mismo, en realidad, pero gracias al counsellor consigue afrontar
los problemas al identificarlos, explorarlos, responsabilizarse de ellos, reconocer los recursos con
los que cuenta, movilizarlos hacia el cambio más adecuado entre las posibilidades existentes. Sin
duda, hay aquí un componente ético presente. No se trata del cambio por el cambio, sino aquel
cambio que produce mayor bien a las personas implicadas en el problema. De hecho, el counselling
contempla la confrontación como hipótesis en la que la escala de valores del counsellor pueda
servir de ayuda al ayudado a la búsqueda del bien. Digamos, pues, que no es un mero cambio de
conducta, sino un compromiso ético compartido por buscar el bien para sí mismo y para los demás.
No esconderemos que esta referencia ética es, con frecuencia, obviada en ciertos planteamientos
psicológicos en los que se habla simplemente de cambio o de adaptación, sin referentes de valores
y de sentido.
Pero Dietrich, en la definición que estamos manejando, no sólo propone como objetivo el cambio.
En realidad, la prevención juega un papel fundamental en el horizonte del counselling. Se trata de
anticiparse y salir al paso de conductas y dificultades que pueden sobrevenir en el futuro
(adicciones, duelos patológicos, consecuencias evitables de decisiones tomadas, por ejemplo).
Las posibilidades preventivas del counselling afectan a los tres clásicos niveles de prevención. En
la prevención primaria, el counsellor puede afrontar cuestiones como orientación para padres,
conductas no violentas en la familia, hábitos saludables, prevención de enfermedades de diferente
tipo (de transmisión sexual, consecuencias de adicciones o dietas inadecuadas...). Así también en
el ámbito organizacional, el counsellor puede intervenir para ayudar a la organización y a los
trabajadores al logro de sus objetivos disminuyendo las situaciones problemáticas o dotando de
herramientas para afrontar los conflictos de manera saludable.
En la prevención secundaria, el counsellor interviene directamente mediante programas de
reducción de riesgos. Y esto lo puede realizar de manera especial en instituciones prestadoras de
servicios a personas con necesidades particulares, tales como hospitales, centros sociosanitarios,
servicios de seguridad o asistencia en catástrofes producidas por el hombre o la naturaleza. En este
entorno hay una tarea de contención y de asesoramiento altamente útil.
En la prevención terciaria encontramos al counsellor como miembro de un equipo de trabajo, en
una instrucción en la que su labor con la persona que sufre consiste en el acompañamiento a
afrontar problemas concretos, reforzando los recursos personales para recuperar relaciones
saludables consigo mismo, con los demás -en los diferentes entornos en los que se mueve- y, si es
el caso, con Dios para los creyentes.
Dietrich subraya también entre los objetivos del counselling el desarrollo y crecimiento personal
del ayudado. En efecto, el que hace uso de servicios de counselling desarrolla y potencia sus puntos
fuertes, integra sus sombras, sana sus relaciones, reestructura su escala de valores. En una palabra,
se desarrolla personalmente y crece y madura humanamente. Conocerse mejor a sí mismo -las
luces y las sombras-, aprender habilidades, modificar modos de gestionar los sentimientos, los
pensamientos, las conductas, los valores, constituye un modo concreto de crecimiento personal.
Por otro lado, entre los objetivos o espacios de aplicación posibles del counselling, encontramos
también la intervención en crisis. Hoy en día cada vez más personas ayudan en situaciones de crisis
que implican el uso a corto plazo de habilidades y estrategias específicas para ayudar a superar
momentos de confusión provocados por situaciones o sucesos de emergencia. La intervención en
crisis es una aproximación en parte diferente al desarrollo habitual del counselling por ser activa,
directiva, breve, aplicada inmediatamente después de la manifestación de la crisis traumáticas o
catastróficas. El principal objetivo a corto plazo de la intervención en crisis es el de proporcionar
todo el apoyo y ayuda posibles a los individuos y a sus familias para facilitar la rápida recuperación
del equilibrio emocional de la persona.
Claramente, para cumplir con este objetivo, será necesario el uso de estrategias concretas de
reducción del estrés, menos frecuentes en el counselling fuera de este ámbito, tales como:
relajación, reestructuración cognitiva, técnicas para dar malas noticias, detención del pensamiento,
solución de problemas, etc.
5. Algunos límites del counselling y ámbitos de aplicación
Como es obvio, el counselling tiene también sus límites. El counsellor bien formado, será capaz
de derivar a otros profesionales de la ayuda según criterios de profesionalidad. En principio, el
destinatario tipo del counselling es la persona sin trastorno psicológico, es decir, está indicado
privilegiadamente a realizarse con personas que no han sido diagnosticadas de una patología
psíquica, si bien, como digo, la experiencia nos muestra que también es solicitado y eficaz con
ciertas personas que nos son derivadas de otros tratamientos y como complemento. En todo caso,
el counsellor puede realizar su tarea como tal en distintos ámbitos institucionales, privados y
públicos, atendiendo a una gran diversidad de destinatarios aquejados de diferentes dificultades
que la vida les depara.
En buena medida, hemos de decir que lo que limita el counselling es la consideración de su objetivo
final. Este no es la curación de una alteración psicológica, sino, más bien, conseguir un cambio
constructivo en la personalidad del ayudado, tal como hemos recogido en las diferentes
definiciones más arriba. El objeto es lograr que los recursos del ayudado sean utilizados en el
afrontamiento de su situación de sufrimiento.
Patterson, teniendo en cuenta los argumentos a favor y en contra de los defensores de la distinción
entre psicoterapia y counselling, resume su opinión, con la que estamos de acuerdo, en los
siguientes términos: «Se concluye que no hay diferencias esenciales entre counselling y
psicoterapia, tanto en lo tocante a la naturaleza de las relaciones personales que se establecen,
como en lo que respecta a los procesos, a los métodos o técnicas, o a los fines u objetivos,
considerándolos en su conjunto, o incluso al tipo de pacientes. Ahora bien, por conveniencia, por
razones prácticas o políticas, el counselling suele referirse al trabajo con clientes perturbados
menos seriamente o con pacientes que tienen algunos problemas específicos acompañados de una
personalidad levemente dañada, normalmente en un contexto no médico; mientras que la
psicoterapia se refiere al tratamiento de pacientes con perturbaciones más graves, normalmente en
un contexto clínico».
El crecimiento personal, el afrontamiento sano de las dificultades, el cambio a mejor, el
aprendizaje, la maduración y el crecimiento personal son algunas de las variables que contribuyen
a definir el objetivo y los límites del counselling.
Una de las características importantes del counselling es que se trata de una forma de intervención
limitada en el tiempo y breve (no así otras formas de psicoterapia). En la práctica que llevamos a
cabo en nuestro Centro San Camilo, el proceso de counselling pretendemos que no se prolongue
más allá de los ocho meses y que las intervenciones no superen las veinte sesiones, con una
frecuencia ideal de una vez por semana.
Está claro que estos límites son demasiado arbitrarios y pretenden ser sólo indicativos de una
praxis. En efecto, determinar la duración y frecuencia de los encuentros de counselling debe
realizarse teniendo en cuenta un conjunto de variables como la biografía concreta del ayudado, su
personalidad, las circunstancias del ayudado, etc.

Referencia:

• Bermejo, J. (2011). Introducción al couselling (Relación de ayuda). España: Editorial Sal


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