Prueba de ADN
Prueba de ADN
Prueba de ADN
Magistrado ponente
STC1976-2019
Decide la Corte la impugnación formulada contra el fallo de tutela proferido el treinta y uno de octubre
de dos mil dieciocho por la Sala Civil Familia del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Cundinamarca, en la
acción de tutela promovida por M.J.V.T (menor de edad) contra el Juzgado Segundo Promiscuo de Familia de
Girardot, trámite al cual se ordenó vincular al Juzgado Primero Promiscuo de Familia de ese municipio, a la
Defensoría de Familia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, al Procurador 128 Judicial II de Familia y a
las partes e intervinientes en el proceso donde se origina la queja.
I. ANTECEDENTES
A. La pretensión
La accionante, quien, cuenta con 15 años de edad, solicitó el amparo de sus derechos
fundamentales que estima vulnerados por el juzgador accionado al obligarla a practicarse la prueba de ADN con
miras a establecer su filiación natural, no obstante que no es su deseo saber si el demandante es o no su
progenitor, pues desde su nacimiento tiene establecida plenamente su familia.
En ese sentido, explicó la adolescente: “[a]l único papá que he conocido durante toda mi vida ha sido
J.F.V.R”; en el colegio sus compañeros la conocen “con mis nombres y apellidos que tengo. No quiero que se
burlen de mi ni de mi familia”, ni “que alguien que aparece casi 16 años después de que nací aparezca en mi
vida y me la revuelque, saber eso me ha hecho sufrir mucho, ya estoy para graduarme y me tocaría cambiar
todos los papeles (…) [e]se señor nunca me dio nada y si me causa ahora un gran malestar y quiere desbaratar
mi familia que son mi mamá, mi papá y mi hermanita”. [Folio 1, c.1]
B. Los hechos
1. El 11 de mayo de 2018, Javier Giovanny Capera Quintana, presentó demanda de impugnación de
la paternidad contra J.F.V.R., L.G.T.Y. y la tutelante, los dos primeros, en condición de padres inscritos de la
última.
2. El conocimiento del asunto correspondió por reparto al Juzgado Primero Promiscuo de Familia de
Girardot, autoridad que mediante auto de 7 de junio de 2018, lo admitió a trámite, ordenó la notificación del
extremo demandado y la práctica de la prueba de ADN, de conformidad con lo establecido en el numeral 2º del
artículo 386 del Código General del Proceso, en concordancia con el artículo 1º de la Ley 721 de 2001. Como
fecha para llevar a cabo el procedimiento se señaló el 10 de julio de 2018.
3. El 6 de julio de 2018, se notificó a los demandados la orden para la práctica del examen genético.
4. El 9 de julio de 2018, los demandados confirieron poder para su representación a un profesional
del derecho, quien presentó incapacidad médica prescrita a la accionante por los días 9 a 11 de ese mes y año,
como justificación para no asistir a la toma de las muestras de sangre.
El día 18 del mismo mes, la madre de la adolescente también planteó las referidas censuras.
7. El 8 de agosto de 2018, el juzgado mantuvo la orden de practicar el examen al considerar que los
requisitos formales para admitir la demanda estaban satisfechos y que la norma sustancial no restringe al padre
biológico el derecho de impugnar la paternidad del reconociente; sin embargo, no hizo pronunciamiento sobre la
salvaguarda rogada en favor de la niña. Por último, negó la impugnación subsidiaria.
8. El 6 de septiembre del mismo año, el extremo pasivo contestó la demanda; manifestó su oposición
a las pretensiones y propuso las excepciones que denominó “inexistencia de la menor de edad”, “prevalencia
del derecho que le asiste a la menor de edad de repeler el derecho que le pueda corresponder a conocer su
identidad y filiación (en este caso solo referida a quién sería su padre) y conservar el nombre, familia, estado
civil ante la sociedad y el atributo de la personalidad jurídica que ha llevado y tenido por más de 15
años”, “prevalencia del derecho que le asiste a la menor de edad MJ de preservar su status frente al tardío e
insano afán del demandante de establecer si es su padre o no”, “negativa justificada a practicarse la prueba”,
“violencia psicológica y obstaculización abrupta del ejercicio de los derechos de la menor de edad MJ”,
“vulneración del derecho a la vida, a la calidad de vida, a un ambiente sano, a la integridad personal y a tener
una familia”, “infracción a los deberes de custodia, cuidado personal y alimentos”, “transgresión al derecho a la
intimidad”, “la ley no puede tutelar derechos del infractor de la misma”, “la menor MJ tiene derecho a conservar
su identidad”, “indemnización de perjuicios a favor de la menor de edad MJ”, “importunación arbitraria de las
libertades que le asisten a la menor MJ” y “excepción de inconstitucionalidad”. Entre otras pruebas, pidió
escuchar a la adolescente.
9. El 25 de septiembre siguiente, el juez señaló que, por imperativo legal, la prueba de ADN debía
practicarse tal y como se ordenó en el auto admisorio, por lo que indicó a las partes que era su deber prestar la
colaboración necesaria para llevarla a cabo. En consecuencia, reprogramó la diligencia para el 23 de octubre de
2018.
10. El apoderado de los demandados solicitó una vez más que «…en pro de los derechos
prevalentes de la menor MJVT, se le escuche en esta actuación y antes de la práctica del examen de ADN
decretado, dado que conforme lo expresan mis poderdantes es su voluntad hacerlo, esto con intervención del
Ministerio Público- Procuraduría General de la Nación, trabajadora social del Despacho y la Defensoría de
Familia asignada si [es] el caso.»
11. En auto de 2 de octubre de 2018 se dispuso iniciar trámite sancionatorio contra el profesional del
derecho, por estimar que sus peticiones tendientes a evitar la práctica de la prueba constituían infracción a sus
deberes, pues “la mera enunciación de la voluntad de la menor, no varía la orden judicial emanada de la misma
Ley en desarrollo de sus derechos fundamentales”.
12. El día 10 del mismo mes y año, el apoderado de los demandados presentó renuncia al poder
conferido.
13. En criterio de la peticionaria del amparo, en el referido trámite se vulneraron sus garantías
superiores, toda vez que se le está obligando a realizarse un examen con el que no está de acuerdo porque no
tiene interés en establecer la eventual existencia de un lazo sanguíneo con el demandante, pues durante sus
más de 15 años de vida, solo ha tenido por tal a quien le dio su apellido. Por lo anterior, reclamó la protección de
su nombre y familia, que la han identificado desde su nacimiento.
C. El trámite de la instancia
1. Mediante auto de 22 de octubre de 2018, la Sala Civil Familia del Tribunal Superior de Distrito
Judicial de Cundinamarca admitió la acción de tutela y dispuso la vinculación de los intervinientes en el litigio y
ordenó correrles traslado para que ejercieran su derecho de defensa. [Folio 4, c.1]
2. El Juzgado accionado reseñó con detalle la actuación objeto de reproche y manifestó que no ha
vulnerado ningún derecho a la promotora del amparo, toda vez que el proceso está en la fase inicial, donde lo
que se está exigiendo a las partes es su colaboración con la administración de justicia para que pueda llevarse a
cabo la prueba de ADN, tal como lo manda el legislador en este tipo de procesos. [Folios 16-18, c.1]
El señor Capera Quintana contestó uno a uno los hechos narrados en la queja constitucional y
argumentó que la adolescente está siendo manipulada por quienes figuran como sus progenitores y que, en
todo caso, los eventuales efectos adversos que puedan derivarse para la menor en su entorno escolar pueden
solucionarse mediante “la aplicación del manual de convivencia de la institución educativa”, y que “una vez en
firme la providencia, el juez de instancia remitirá el caso al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)
grupo interdisciplinario para lo pertinente”. [Folios 21-24, c.1]
4. Inconforme, la accionante impugnó la decisión sin exponer los motivos de su inconformidad. [Folio
46, c.1]
II. CONSIDERACIONES
1. Tal como ha sido sostenido por la jurisprudencia nacional, por regla general la acción de tutela no
procede contra providencias judiciales y, por tanto, sólo en forma excepcional resulta viable la prosperidad del
amparo para atacar tales decisiones cuando con ellas se causa vulneración a los derechos fundamentales de
los asociados.
Los criterios que se han sostenido para identificar las causales de procedibilidad en estos eventos
están cimentados en el reproche que merece toda actividad judicial arbitraria, caprichosa, infundada o rebelada
contra las preceptivas legales que rigen el respectivo juicio, con detrimento de las garantías de las personas que
han sometido la resolución de sus conflictos a la jurisdicción.
2. Una de las causas que autorizan la intervención del Juez de tutela en estos asuntos, corresponde
a aquellos eventos en que el juzgador, con desconocimiento del ordenamiento constitucional o legal, adopta
decisiones o actuaciones que lesionan derechos fundamentales de las partes o intervinientes, circunstancia que
autoriza, incluso, superar el incumplimiento de los requisitos de procedibilidad de la acción de amparo, en aras
de dar prevalencia al derecho sustancial.
En ese sentido, si bien se ha dicho que la acción de tutela no puede utilizarse como un mecanismo
paralelo, ni adicional al trámite judicial ordinario establecido por el legislador para resolver las controversias, es
lo cierto que en casos como el de ahora, no resulta razonable desestimar el amparo con fundamento en que el
juzgador cognoscente aún no ha dirimido la litis, porque, precisamente la salvaguarda incoada está orientada a
evitar que se llegue a esa instancia procesal.
Al respecto, no puede perderse de vista que las distintas peticiones elevadas en el proceso por la
tutelante, a través de sus representantes legales y ahora, de manera directa por esta vía constitucional, tienden
a mantener intactos los lazos filiales consolidados con la única persona que respecto suyo se ha comportado
como un padre, e impedir la invasión indebida a su fuero interno e intimidad, porque es su deseo conservar sus
apellidos y el núcleo familiar que ha tenido desde su nacimiento.
Luego, negar la protección para deferir al juzgador accionado la decisión del asunto al momento de
dictar sentencia, conlleva permitir que se consume la vulneración alegada.
Tampoco resultaría efectivo ordenarle resolver de fondo las solicitudes que, en el sentido ya descrito,
se han elevado insistentemente en nombre de la peticionaria del amparo, dado el tiempo transcurrido sin que
ello ocurra, de una parte; y de otra, porque las especialísimas circunstancias que este caso plantea, ameritan la
intervención del juez constitucional, con miras a materializar la prevalencia de los derechos fundamentales de la
accionante a pertenecer a una familia y no ser separado de ella, identidad, personalidad jurídica,
autodeterminación, libre expresión de su opinión y libre desarrollo de la personalidad, en acatamiento al artículo
44 Superior y demás normas que lo desarrollan y complementan.
3. El ordenamiento superior nacional, en armonía con los tratados internacionales sobre los derechos
de los niños, niñas y adolescentes, establece que se les debe garantizar “…la vida, la integridad física, la salud
y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser
separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión.
(…) [la protección] contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual,
explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en
la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia”
De allí nace la obligación para la familia, la sociedad y el Estado de “asistir y proteger a los niños,
niñas y adolescentes” para “garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de
sus derechos, así como el compromiso de los países signatarios de la Convención sobre los Derechos
del Niñ
El artículo 7° establece que los menores de edad tienen derecho a ser cuidados por sus
padres, y el precepto siguiente impone a los Estados Partes la obligación de “respetar el derecho
del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones
familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas” (se subraya).
Ahora bien, el artículo 9° asigna a los países signatarios el deber de velar “porque el niño
no sea separado de sus padres contra la voluntad de éstos, excepto cuando, a reserva de revisión
judicial, las autoridades competentes determinen, de conformidad con la ley y los procedimientos
aplicables, que tal separación es necesaria en el interés superior del niño...”.
Tal prerrogativa acompasa con la garantía superior de las niñas, niños y adolescentes de
“tener una familia y no ser separados de ella”¸ reconocida por el artículo 44 de la Carta Política,
que es desarrollada por el precepto 22 de la Ley 1098 de 2006 (Código de la Infancia y la Adolescencia) en
los siguientes términos:
«Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a tener y crecer en el seno de la
familia, a ser acogidos y no ser expulsados de ella.
(…) sólo podrán ser separados de la familia cuando esta no garantice las condiciones para
la realización y el ejercicio de sus derechos conforme a lo previsto en este código. En
ningún caso la condición económica de la familia podrá dar lugar a la
separación”. (subrayado propio)
(…) No se trata apenas de una aspiración explicable e importante de los menores sino de un
verdadero derecho suyo con rango de fundamental. La familia es el núcleo humano que
acoge al niño desde su nacimiento, le prodiga cuidados y protección, le facilita la adecuada
y oportuna evolución de sus caracteres físicos, morales y síquicos, estructura
paulatinamente su personalidad, moldea y orienta sus más diversas inclinaciones y
preferencias, forja su personalidad, al menos en las fases iniciales, y le ofrece permanente e
integral amparo para sus derechos.
Para el niño, ser separado de su familia significa violencia, crisis, peligro, desestabilización,
tragedia. Es su derecho el de permanecer en el seno de ella, como lo es también el de
reclamar la presencia constante, o al menos regular, de sus padres, aun en situaciones de
ruptura conyugal, no menos que la compañía de los hermanos. De donde resulta que la
separación del entorno familiar afecta al menor en lo más profundo y delicado de su ser en
desarrollo y puede causar, además de la desprotección física, gravísimos problemas
sicológicos y emocionales y traumas de difícil solución posterior.
Desde luego, el concepto de familia no incluye tan sólo la comunidad natural compuesta
por padres, hermanos y parientes cercanos, sino que se amplía, incorporando aun a
personas no vinculadas por los lazos de la consaguinidad, cuando faltan todos o algunos
de aquéllos integrantes, o cuando, por diversos problemas -entre otros los relativos a la
destrucción interna del hogar por conflictos entre los padres, y obviamente los
económicos- resulta necesario sustituir al grupo familiar de origen por uno que cumpla con
eficiencia, y hasta donde se pueda con la misma o similar intensidad, el cometido de
brindar al niño un ámbito acogedor y comprensivo dentro del cual pueda desenvolverse en
las distintas fases de su desarrollo físico, moral, intelectual y síquico.
El Estado tiene la obligación de obrar en tales casos con la mira puesta en la mejor
protección del niño. Pero, naturalmente, no bajo la perspectiva de una función ciega y
predeterminada, independiente de las circunstancias, sino fundada en la realidad. Es decir,
la intervención estatal sólo tiene cabida en cuanto se requiera su actividad y en búsqueda
de mejores condiciones que las actuales; no para desmejorar la situación del menor, ni para
someterla al albur de mundos desconocidos cuando el que lo rodea es adecuado a la
finalidad perseguida. (CC, T-049-99, 1° feb. 1999, rad. T-182058; se subrayó para enfatizar)
A voces del artículo 1º del Decreto 1260 de 1970, el estado civil de una persona «…es su situación
jurídica en la familia y la sociedad, determina su capacidad para ejercer ciertos derechos y contraer ciertas
obligaciones, es indivisible, indisponible e imprescriptible, y su asignación corresponde a la ley.». Sus elementos
son la individualidad, la edad, el sexo, el lugar de nacimiento y la filiació, los cuales pueden derivar de los
hechos, los actos o las decisiones judiciales (C-109 de 1995, T-909 de 2000, T-721 de 2010, T-006 de 2011 y T-
023 de 2016).
El artículo 8° de la Ley 1098 de 2006 define el primero como “ el imperativo que obliga a
todas las personas a garantizar la satisfacción integral y simultánea de todos sus Derechos Humanos, que son
universales, prevalentes e interdependientes”.
En tanto el artículo 9° preceptúa que “En todo acto, decisión o medida administrativa, judicial
o de cualquier naturaleza que deba adoptarse en relación con los niños, las niñas y los
adolescentes, prevalecerán los derechos de estos, en especial si existe conflicto entre sus
derechos fundamentales con los de cualquier otra persona…” (subrayado y negrilla para
destacar).
Por mandato del artículo 5° de la obra normativa citada, los anteriores principios, al igual
que las normas y reglas allí contenidas en relación con los menores de 18 años “se aplicarán de
preferencia a las disposiciones contenidas en otras leyes”.
Por ello, en aras de materializar el interés superior de los niños, niñas y adolescentes en cada
conflicto, la jurisprudencia ha señalado algunos criterios jurídicos orientadores, tales como: (i) la
garantía del desarrollo integral del menor; (ii) la preservación de las condiciones necesarias para el pleno
ejercicio de los derechos fundamentales del menor; (iii) la protección del menor frente a riesgos
prohibidos; (iv) el equilibrio con los derechos de los parientes biológicos sobre la base de la
prevalencia de los derechos del meno
En relación con el penúltimo, la sentencia T-393 de 2004 precisó que «en situaciones que se haya de
determinar cuál es la opción más favorable para un menor en particular, se deben necesariamente
tener en cuenta los derechos e intereses de las personas vinculadas con tal menor, en especial los
de sus padres, biológicos o de crianza; “sólo así se logra satisfacer plenamente el mandato de
prioridad de los intereses de los niños, ya que éstos son titulares del derecho fundamental a
formar parte de una familia, por lo cual su situación no debe ser estudiada en forma aislada, sino
en el contexto real de sus relaciones con padres, acudientes y demás familiares e interesados”.
Y respecto de la última de las pautas generales señaladas, indicó: « (…) En todo caso, es necesario
que las autoridades o los particulares encargados de adoptar una decisión respecto del bienestar
del niño implicado se abstengan de desmejorar las condiciones en las cuales se encuentra éste al
momento mismo de la decisión…» (se subrayó).
4. En el asunto puesto a consideración de la Sala, la solicitante del amparo estima transgredidos sus
derechos fundamentales porque el juez accionado le ha ordenado practicarse una prueba de ADN con la cual el
demandante pretende demostrar su paternidad biológica, ignorando su derecho de pertenecer a la única familia
que ha conocido durante sus quince años de vida, en la cual está incluido el hombre a quien ella considera su
padre.
De acuerdo con las manifestaciones de la menor M.J.V.T., entre ella y el hombre le dio su
apellido, se construyó durante varios años una relación de paterno-filial, en la que éste le ha prodigado
cariño, protección y una adecuada crianza, tal como un padre lo hace con sus hijos, amén de proveer su
educación, alimentación y sostenimiento, y velar por su bienestar emocional y físico.
Desde el recurso de reposición que los padres de la adolescente presentaron contra el auto
admisorio de la demanda, se puso de presente al juzgador que por tratarse de un «…tema tan delicado que
puede llegar a afectar profunda y gravemente la integridad sicológica, social y personal de la niña MJVT», es
imperioso que «…a la actuación se le imponga la atención, reserva y cuidado extremos y necesarios para evitar
lastimar o afectarla, máxime que goza de especial protección constitucional y que por más de 15 años ha tenido
una familia, entorno social y cultural propicios, es decir, la estabilidad sicológica armoniosa y edificante que
garantiza la Carta Política y que merece protección y respeto, entorno que no puede verse resquebrajado
catastróficamente por intentos harto extemporáneos y acompañados de no se sabe qué fin, a estas alturas
malsanos, de terceros».
Por último, en escrito posterior, se insistió en que «…en pro de los derechos prevalentes de la menor
MJVT, se le escuche en esta actuación y antes de la práctica del examen de ADN decretado, dado que
conforme lo expresan mis poderdantes es su voluntad hacerlo, esto con intervención del Ministerio Público -
Procuraduría General de la Nación, trabajadora social del Despacho y la Defensoría de Familia asignada si [es]
el caso».
Sin reparar en ello, el juez del conocimiento de la causa impugnatoria, luego de decretar la
práctica de la probanza, ha sido insistente al punto de la obstinación en la realización de tal
examen, a pesar de que en varias oportunidades se le ha solicitado no someter a la menor a la
verificación sanguínea del vínculo filial alegado en la demanda , dados los efectos psicológicos y
sufrimiento que la pretensión del demandante le está causando ante la posibilidad de ser separada de su núcleo
familiar, pedimentos frente a los cuales se limitó a señalar que «…la mera enunciación de la voluntad de la
menor, no varía la orden judicial emanada de la misma Ley en desarrollo de sus derechos fundamentales…»
5.2. Esta Sala, en múltiples pronunciamientos, ha destacado que en algunos casos debe
prevalecer la afectividad como generador del vínculo filial, permitiendo al hijo conservar su estado civil a
pesar de la inexistencia de parentesco consanguíneo con quien pasaba como su padre.
Hizo referencia a la familia de crianza como aquella en la que priman «vínculos afectivos
entre el menor y los integrantes de dicha familia», desarrollados durante un período de tiempo
suficiente para el surgimiento de sentimientos filiales (CSJ, STC14680-2015, 23 oct., rad. 2015-
00361-02; se subrayó).
(…) debe estudiarse cada caso en particular para verificar si prevalecen los afectos y el
trato social, así como el consentimiento del padre sobre lo puramente biológico para que, aun
conociendo la veracidad de la prueba científica, se dé prioridad a los afectos y se permita al hijo
accionado mantener el statu quo civil en la forma en que lo ha sustentado durante toda su vida,
impidiendo que razones ajenas a intereses puramente familiares permitan despojarlo de una
filiación que ha detentado con la aquiescencia de aquel que la ha tratado siempre como su padre.
Son casos en que una certeza jurídica o social debe primar sobre la verdad biológica (CSJ,
SC12907-2017, 25 Ago., Rad. 2011-00216-01, negrilla y subrayado para resaltar).
5.2.4. En pronunciamiento de 9 de mayo de 2018, señaló que era necesario ir más allá de
las concepciones tradicionales, entendiendo que el grupo familiar «no solo se constituye por el
vínculo biológico o jurídico, sino también a partir de las relaciones de hecho o crianza, edificadas
en la solidaridad, el amor, la protección, el respeto, en fin, en cada una de las manifestaciones
inequívocas del significado ontológico de una familia» y reconoció la necesidad de brindar
protección a la nacida de la afectividad (CSJ, STC6009-2018, 9 May. 2018, Rad. 2018-00071-01).
El Estado, a través de sus agentes debe promover que los niños, niñas y adolescentes
crezcan y se desarrollen física y psicológicamente en el seno de una familia; por lo que si el menor
cuenta con un núcleo familiar que lo protege, asiste, educa, le da afecto y le brinda el sostén necesario
para su formación y desempeño en sociedad, a las autoridades públicas no les está permitido irrumpir
en la tranquilidad de aquel grupo, ni descomponerlo o fracturar su unidad. Tampoco pueden ignorar los
vínculos emocionales que con el paso de los años se han formado entre sus miembros.
Quebrar abruptamente la identidad parental que ha formado un menor y que viene desde la
primera infancia, en la cual se produce la identificación de las figuras materna y paterna, conlleva
necesariamente daños a nivel de la psiquis y de la emocionalidad de un individuo que se encuentra en
pleno proceso de formación y de estructuración de su personalidad.
6.2. Es de notar que ninguna de las manifestaciones de la parte demandada en relación con la
necesidad de escuchar la opinión de la menor fue atendida. A ese respecto, no debe olvidarse que los niños,
niñas y adolescentes tienen derecho a que su opinión sea tenida en cuenta para efectos de adoptar decisiones
que alteren su vida de algún modo y así lo ha reconocido la Corte Constitucional en providencias que esta Sala
acoge:
En este sentido, el Comité de los Derechos del Niño ha señalado que el artículo 12
de la Convención sobre los Derechos del Niño no sólo establece el derecho de cada
niño de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que lo afectan, sino el
artículo abarca también el subsiguiente derecho de que esas opiniones se tengan
debidamente en cuenta, en función de la edad y madurez del niño. No basta con
escuchar al niño, las opiniones del niño tienen que tomarse en consideración
seriamente a partir de que el niño sea capaz de formarse un juicio propio, lo que
requiere que las opiniones del niño sean evaluadas mediante un examen caso por
caso. Si el niño está en condiciones de formarse un juicio propio de manera
razonable e independiente, el encargado de adoptar decisiones debe tener en
cuenta las opiniones del niño como factor destacado en la resolución de la cuestión
“Siguiendo las recomendaciones que emitió el Comité sobre los Derechos del Niño
acerca de esta importante garantía, la Corte considera relevante señalar que la
opinión del menor de dieciocho años debe siempre tenerse en cuenta en donde la
razonabilidad o no de su dicho, dependerá de la madurez con que exprese sus
juicios acerca de los hechos que los afectan, razón por la que en cada caso se
impone su análisis independientemente de la edad del niño, niña o adolescente.
La joven M.J.V.T., quien tiene una edad suficiente para darse a entender, expresar y exigir el respeto
de sus prerrogativas (15 años y 9 meses), es decir, se trata de una menor adulta, ha sido clara y contundente al
señalar que con la práctica de la prueba científica que se le exige realizar, siente amenazados sus derechos a
conservar su familia, su nombre, identidad y personalidad jurídica, razones más que valederas, con las cuales
busca impedir la invasión a su fuero interno, la intimidad familiar y la suya.
El juzgador optó por dar aplicación a los preceptos legales que imponen la práctica de la
prueba de ADN en esta especie de juicios, sin reparar en que el artículo 5º de la Ley 1098 de 2006
consagra la preferencia de los principios contenidos en esa normativa como el del “interés
superior del menor” sobre otras disposiciones jurídicas.
6.3. La Corte no avizora ninguna razón que consulte los intereses y derechos de la joven que
justifiquen la injerencia del Estado en su intimidad, autodeterminación, identidad, personalidad jurídica y
familia; por el contrario, el accionado desatendió que el conocimiento del verdadero origen biológico, es
un derecho fundamental que puede ser ejercido libremente por el hijo y que no constituye una
obligación para él, de modo que si no es su deseo establecer con certeza la existencia o inexistencia de
una relación biológica con quien afirma ser su progenitor, la Administración de Justicia no puede
obligarlo.
Según lo estatuido por el artículo 116 del Decreto 1260 de 1970 “ No se podrá exigir prueba
de la filiación de una persona sino en los casos en que sea indispensable la demostración del parentesco, para
fines personales o patrimoniales, en proceso o fuera de él.
Si la accionante se encuentra integrada a una familia, en la cual encuentra el apoyo necesario para
desarrollar a plenitud sus prerrogativas superiores, aun si ésta no se halla compuesta por los dos progenitores
biológicos, sino por uno de ellos y su padre afectivo, es la solidificación de los vínculos emocionales allí
compartidos, la que genera la consolidación del estado civil que le figura en su registro de nacimiento, y de allí
deriva su derecho de no aceptar la paternidad del demandante y de permanecer en el seno de su grupo familiar,
el cual debe recibir la protección del Estado como institución base de la sociedad, a fin de que pueda asumir
plenamente sus responsabilidades, siendo improcedente cualquier injerencia que la perturbe.
6.4. Este es un caso en el que la seguridad jurídica del estado civil consolidado entre la tutelante y
sus padres debe prevalecer sobre la verdad biológica, por lo que en la pugna surgida entre los derechos
fundamentales del impugnante de la paternidad y la menor de edad, es inobjetable que de acuerdo con las
premisas que en esta providencia se han dejado consignadas, y a partir del mandato contenido en los artículos
44 de la Carta Magna y el artículo 9º de la Ley 1098 de 200, al no ser posible la armonización de tales
prerrogativas, el criterio constitucional que impone aplicarse es la prevalencia de los derechos de la segunda.
Ello supone, como lo ha dispuesto esta Corte en otros casos, reconocer el derecho de la
promotora del amparo de conservar el statu quo de su estado civil en la forma en que lo ha
sustentado durante sus casi 16 años de vida.
7. De lo expuesto queda claro que tanto la interpretación como la aplicación de los artículos 1º
de la Ley 721 de 2001 y 386 del estatuto procesal general realizada por el accionado, resulta violatoria,
en este asunto concreto, de los derechos fundamentales reconocidos en la Carta Política a la menor
involucrada en el litigio, tornándose procedente la tutela en cuanto se infringió directamente el
ordenamiento superior.
A efectos de proteger las garantías fundamentales de M.J.V.T. a tener una familia y no ser separado
de ella, a la identidad, al libre desarrollo de la personalidad, a la autodeterminación, a la intimidad, a la libertad
de expresión y a que su opinión sea tenida en cuenta en los asuntos que son de su interés, la Sala revocará la
sentencia impugnada y, en su lugar, concederá el amparo en el sentido de ordenar al juez accionado que
disponga el archivo inmediato de las diligencias adelantadas con fundamento en el juicio de impugnación e
investigación de paternidad promovido por Javier Giovanny Capera Quintana contra L.G.T.Y. y otros, dada la
ausencia de consentimiento de la menor para establecer si existe o no el parentesco que se alega, y en atención
a que su estado civil se halla consolidado.
III. DECISIÓN
PRIMERO: ORDENAR al Juez Primero Promiscuo de Familia de Girardot (Cund), que disponga el
archivo inmediato de las diligencias adelantadas con fundamento en la demanda de impugnación e investigación
de paternidad, promovida por Javier Giovanny Capera Quintana contra L. G.T.Y. y otros, en virtud de las
consideraciones expuestas en la parte motiva de esta sentencia.
SEGUNDO: COMUNÍQUESE lo aquí resuelto a las partes por el medio más expedito. De los fallos
emitidos en este trámite, envíese copia al promotor del amparo; y, en su oportunidad, remítase el expediente a
la Corte Constitucional para su eventual revisión.
Presidente de Sala