Encuentro Con Simón Rodríguez
Encuentro Con Simón Rodríguez
Encuentro Con Simón Rodríguez
En 1801 Simón Rodríguez se halla en Bayona (Francia), de donde pasa a París y allí traduce, ese mismo
año, la Atalade Chateuabriand. En esta ciudad se encuentra de nuevo con Simón Bolívar en,
convirtiéndose a partir de este momento en una figura decisiva en el rumbo que tomará la vida del
futuro Libertador de América. En tal sentido, juntos parten en abril de 1805. Hicieron parte del recorrido
a pie, al cruzar los Alpes. En Roma, un día de agosto de 1805, subieron a la cima del Monte Sacro. Tras
una visita a Nápoles, Bolívar regresa a París donde a comienzos de 1806 se afilia por breve tiempo a la
masonería. A fines de ese mismo año se embarca en Hamburgo en un buque neutral que toca
Charleston en enero de 1807; recorre una parte de los Estados Unidos, y regresa a Venezuela a
mediados del mismo año. Durante su permanencia en la República del Norte - según lo declaró más
tarde - vio por primera vez en su vida el ejercicio de la "libertad racional". En Milán presencian la
coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia.
Finalmente, la gira culmina en Roma, donde el 15 de agosto del mismo año, Bolívar, junto a Rodríguez y
Fernando Toro, jura dedicarse por completo a la causa de independencia de Hispanoamérica.
HUMBOLFD
Alexander Von Humboldt fue el gran viajero, geógrafo y naturalista alemán, estudió la flora, la fauna,
geología y arqueología de muchos países sudamericanos. Humboldt finalizó su viaje al continente
americano en Estados Unidos, donde fue recibido por el presidente Thomas Jefferson, un aficionado a
los estudios geográficos.
El polifacético científico almacenó para siempre importantes datos sobre el clima, los recursos naturales,
la orografía, fauna y flora de la región y a partir de 1804, cuando llegó a París, volcó todo ello en una
obra de 34 tomos: Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Necesitó sin embargo casi 30
años para sacar las conclusiones de sus investigaciones.
A finales de 1803 Bolívar desembarcó en Cádiz y de allí se dirigió a Madrid. Para los primeros días de
mayo de 1804 se traslada a París, donde coincidió con el viajero Alejandro Von Humboldt donde se
conocieron. Desde entonces el Libertador solía decir que el alemán era "el descubridor científico del
Nuevo Mundo, cuyo estudio ha dado a América algo mejor que todos los conquistadores juntos".
A Cuba legó sus estudios valiosos acerca de la Isla, además de su afán por apreciar los grandes valores
de su geografía, flora y fauna que a las actuales generaciones de cubanos nos toca preservar.
Humboldt se instaló en capital francesa, hasta 1827, en la cual se expresaba del libertador venezolano
Simón Bolívar, quien diría de él: "Fue el verdadero descubridor de América... sus estudios beneficiaron a
América más que todos los conquistadores juntos."
CORONACIÓN DE NAPOLEÓN
El imperio
Con la esperanza de consolidar su puesto, Fouché le sugirió a Bonaparte que la mejor forma de
apaciguar conspiraciones sería transformar el consulado vitalicio en un imperio hereditario, el cual, dado
que tendría un heredero, quitaría toda esperanza de cambiar el régimen por asesinato. Bonaparte acoge
la sugerencia y en 28 de mayo 1804 se proclama el imperio.
Bolívar regresó a Venezuela en 1807 después de una breve visita a los Estados Unidos. En 1808
Napoleón instaló a su hermano, José, como Rey de España. Esto instigó una gran revolución popular en
España conocida como la Guerra Peninsular. En América, como en España, juntas regionales se formaron
para luchar contra el nuevo rey. A diferencia de las juntas españolas, las juntas americanas lucharon
contra el poder del rey, no solo la persona de José Bonaparte.
VIAJE A ROMA
El segundo viaje llega por propósito la distracción de la viudez temprana dura 3 años en los cuales disipa
una cuantiosa fortuna material en su segundo viaje también se observa una faceta diferente a la del
primer viaje; aquí el interés era evidentemente político, le atrae el dominio en el manejo de los bienes
del estado y el bienestar de su patria. Puso especial atención a la relación de influjo y veneración que
había logrado Napoleón con el pueblo Francés en esos días de gloria, de Francia, Bolívar pasó a Italia, y
en Roma rodeado de los recuerdos de la época republicana se consolidó su convicción plena de que
debía lucha por la libertad de los pueblos americanos y de que esa tarea a ejecutar de ahí en adelante.
Esto culmina en el Monte Sacro y en el juramento definitivo: Es el viaje de aprendizaje con Rodríguez
visita España Inglaterra, Francia, Portugal, Italia y parte de Australia y Alemania a su regreso desembarca
en los Estados Unidos. El tercer viaje a Europa, va de diplomático a la Gran Bretaña, como interprete de
una de las primeras embajadas venezolanas. Bolívar tiene ocasión de gusta calmadamente la vida
Inglesa, siente una admiración extraordinaria por el pueblo ingles y también estabilidad respeto,
dignidad, sensatez, sentido práctico, le produce la más alta y viva impresión.
Afiliado a la masonería y empapado de las ideas liberales, ya en 1805 juró en Roma que no descansaría
hasta liberar a su país de la dominación española. Y, aunque carecía de formación militar, Simón Bolívar
llegó a convertirse en el principal dirigente de la guerra por la independencia de las colonias
hispanoamericanas. Además, le proporcionó al movimiento una base ideológica mediante sus propios
escritos y discursos.
En esa época Con él estaban sus amigos Simón Rodríguez, quien contaba entonces unos 36 años y había
sido su maestro en Caracas, y Fernando Rodríguez del Toro, de 32. Habían salido de París el 6 de abril
anterior, y por la vía de Lyon, Chambéry, Turín, Milán, donde vieron a Napoleón coronarse como Rey de
Italia, Montichiari, Venecia y Florencia, llegaron hacia el mes de julio a Roma. Ahí, según la tradición, se
alojaron en una posada de la plaza España, cerca de la imponente escalinata que conduce al templo de
Santa Trinitá dei Monti.
Durante varias semanas recorrieron la ciudad, visitando sus monumentos y sus ruinas llenas de
evocaciones históricas, testimonios de la grandeza y la decadencia de los imperios. El 15 de agosto se
dirigieron los 3 al llamado Monte Sacro, situado entonces fuera del recinto de la ciudad, a orilla del río
Anio. Ese lugar era célebre en la historia de la antigua Roma, que los 3 venezolanos conocían bien,
porque allí se habían retirado los plebeyos en sus desavenencias con los patricios en la época de la
República.
Es muy probable, como lo insinuó el mismo Bolívar años más tarde, que al dirigirse al Monte Sacro tanto
él como sus compañeros tuvieran el propósito de realizar un gesto simbólico, como venezolanos que
deseaban la independencia de la patria nativa y de toda la Américaentonces dominada por España.
Ascienden por las laderas de la colina, y en la cima conversan sobre la sucesión de las civilizaciones, su
apogeo y su declinación a través de los siglos. Son hombres penetrados por el espíritu de la Ilustración
racionalista, que creen en el progreso indefinido del género humano, influenciados también por el
nacionalismo y el romanticismo presentes ya en la Europade aquellos años.
Simón Bolívar es un joven madurado por el infortunio: la aún reciente muerte de su esposa; la presencia
de su antiguo maestro, convertido ahora en consejero y amigo, es un poderoso estímulo intelectual.
Simón Rodríguez Bolívar llamará más tarde «El Sócrates de Caracas», usa un método similar al de este
filósofo de la Grecia antigua, basado en preguntas que poco a poco conducen a su interlocutor a
descubrir las realidades. Es cuando Bolívar pronuncia a viva voz lo siguiente:
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi
Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen por voluntad del poder español!
Juramento hecho por Simón Bolívar en Roma el 15 de agosto de 1805, cuando era un joven de 22 años
de edad.
REGRESO A VENEZUELA
Bolívar regresó a Caracas convencido de la misión que decidió atribuirse. Miranda no tardaría en
seguirlo; su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo tiempo que pasó en el exterior
como por su participación en la Independencia de Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie
lo conocía, pero Bolívar, convencido de la utilidad de este hombre para la empresa que se iniciaba, lo
introdujo en la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía (creada en agosto de 1810). Ganados
ambos a la idea de proclamar una Independencia absoluta para Venezuela, instaron a los miembros de
la Sociedad a pronunciarse a favor de ello ante el Congreso Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de
marzo de 1811. Fue a propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable: "Pongamos sin
temor la piedra fundamental de la libertad suramericana. Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el
Congreso declaró la Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los estados de
Venezuela.
La primera República se perdió como consecuencia de las diferencias de criterios entre los criollos, de
los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las incursiones de Domingo Monteverde, capitán
de fragata del ejército realista, en Coro, Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y,
finalmente, Caracas. Estaba claro que una guerra civil iba a desatarse de inmediato, pues la empresa en
cuestión era todo menos monolítica. Bolívar tomaría conciencia del carácter clasista de la guerra y
reflexionaría sobre ello a lo largo de todas sus proclamas políticas. En esta oportunidad, sin embargo, le
tocó defender la República desde Puerto Cabello. A pesar de su excelente labor política y militar en
defensa del castillo, todo fue inútil; las fuerzas del otro bando eran superiores, y a ello se le sumaba la
ruina causada por los terremotos ocurridos en marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la capitulación
del generalísimo Francisco de Miranda; si bien necesaria en su opinión, esta acción llenó de ira a Bolívar,
quien, al enterarse de los planes de Miranda de abandonar el territorio, participó en su arresto en el
puerto de La Guaira: "Yo no lo arresté para servir al rey sino para castigar a un traidor".
La estrategia de Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena. Su intención,
arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar apoyo en las fuerzas neogranadinas
para emprender en Venezuela la reconquista de la República. "Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz
Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas": con estas palabras
prosiguió el Manifiesto de Cartagena, carta de presentación de Bolívar ante el Soberano Congreso, en el
cual hace un diagnóstico de la derrota al tiempo que ofrece sus servicios al ejército de esa región. Los
vecinos lo acogieron otorgándole el rango de Capitán de Barrancas.
Bolívar libró unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo procedimiento
emprendió su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de 1813 la Campaña Admirable, gesta que
consistió en la reconquista de los territorios del occidente del país y en forma simultánea los de Oriente
a cargo de Santiago Mariño hasta entrar triunfalmente en Caracas en agosto del mismo año. ¡Vuelve la
República! A su paso por Mérida le llamaban "el Libertador", y con ese nombre fue ratificado por la
municipalidad de Caracas, que le nombró, además, capitán general de los ejércitos de Venezuela.
19 DE ABRIL DE 1810
Este desconocimiento a la autoridad del Capitán General de Venezuela es un paso al 5 de julio de 1811,
con la firma del Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela, en la que Venezuela declara
formalmente su independencia.
En la ciudad de Caracas a 19 de abril de 1810, se juntaron en esta sala capitular los señores que abajo
firmarán, y son los que componen este muy ilustre Ayuntamiento, con motivo de la función eclesiástica
del día de hoy, Jueves Santo, y principalmente con el de atender a la salud pública de este pueblo que se
halla en total orfandad, no sólo por el cautiverio del señor Don Fernando VII, sino también por haberse
disuelto la junta que suplía su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y defensa de sus dominios
invadidos por el Emperador de los franceses, y demás urgencias de primera necesidad, a consecuencia
de la ocupación casi total de los reinos y provincias de España, de donde ha resultado la dispersión de
todos o casi todos los que componían la expresada junta y, por consiguiente, el cese de su funciones. Y
aunque, según las últimas o penúltimas noticias derivadas de Cádiz, parece haberse sustituido otra
forma de gobierno con el título de Regencia, sea lo que fuese de la certeza o incertidumbre de este
hecho, y de la nulidad de su formación, no puede ejercer ningún mando ni jurisdicción sobre estos
países, porque ni ha sido constituido por el voto de estos fieles habitantes, cuando han sido ya
declarados, no colonos, sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido llamados
al ejercicio de la soberanía interina, y a la reforma de la constitución nacional; y aunque pudiese
prescindirse de esto, nunca podría hacerse de la impotencia en que ese mismo gobierno se halla de
atender a la seguridad y prosperidad de estos territorios, y de administrarles cumplida justicia en los
asuntos y causas propios de la suprema autoridad, en tales términos que por las circunstancias de la
guerra, y de la conquista y usurpación de las armas francesas, no pueden valerse a sí mismos los
miembros que compongan el indicado nuevo gobierno, en cuyo caso el derecho natural y todos los
demás dictan la necesidad de procurar los medios de su conservación y defensa; y de erigir en el seno
mismo de estos países un sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo los derechos
de la soberanía, que por el mismo hecho ha recaído en el pueblo, conforme a los mismos principios de la
sabia Constitución primitiva de España., y a las máximas que ha enseñando y publicado en innumerables
papeles la junta suprema extinguida. Para tratar, pues, el muy ilustre Ayuntamiento de un punto de la
mayor importancia tuvo a bien formar un cabildo extraordinario sin la menor dilación, porque ya
pretendía la fermentación peligrosa en que se hallaba el pueblo con las novedades esparcidas, y con el
temor de que por engaño o por fuerza fuese inducido a reconocer un gobierno legítimo, invitando a su
concurrencia al señor Mariscal de Campo don Vicente de Emparan, como su presidente, el cual lo
verificó inmediatamente, y después de varias conferencias, cuyas resultas eran poco o nada
satisfactorias al bien político de este leal vecindario, una gran porción de él congregada en las
inmediaciones de estas casas consistoriales, levantó el grito, aclamando con su acostumbrada fidelidad
al señor Don Fernando VII y a la soberanía interina del mismo pueblo; por lo que habiéndose aumentado
los gritos y aclamaciones, cuando ya disuelto el primer tratado marchaba el cuerpo capitular a la iglesia
metropolitana, tuvo por conveniente y necesario retroceder a la sala del Ayuntamiento, para tratar de
nuevo sobre la seguridad y tranquilidad pública. Y entonces, aumentándose la congregación popular y
sus clamores por lo que más le importaba, nombró para que representasen sus derechos, en calidad de
diputados, a los señores doctores don José Cortés de Madariaga, canónigo de merced de la mencionada
iglesia; doctor Francisco José de Rivas, presbítero; don José Félix Sosa y don Juan Germán Roscio,
quienes llamados y conducidos a esta sala con los prelados de las religiones fueron admitidos, y estando
juntos con los señores de este muy ilustre cuerpo entraron en las conferencias conducentes, hallándose
también presentes el señor don Vicente Basadre, intendente del ejército y real hacienda, y el señor
brigadier don Agustín García, comandante subinspector de artillería; y abierto el tratado por el señor
Presidente, habló en primer lugar después de su señoría el diputado primero en el orden con que
quedan nombrados, alegando los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre otras
cosas el señor Presidente, que no quería ningún mando, y saliendo ambos al balcón notificaron al
pueblo su deliberación; y resultando conforme en que el mando supremo quedase depositado en este
Ayuntamiento muy ilustre, se procedió a lo demás que se dirá, y se reduce a que cesando igualmente en
su empleo el señor don Vicente Basadre, quedase subrogado en su lugar el señor don Francisco de
Berrío, fiscal de Su Majestad en la real audiencia de esta capital, encargado del despacho de su real
hacienda; que cesase igualmente en su respectivo mando el señor brigadier don Agustín García, y el
señor don José Vicente de Anca, auditor de guerra, asesor general de gobierno y teniente gobernador,
entendiéndose el cese para todos estos empleos; que continuando los demás tribunales en sus
respectivas funciones, cesen del mismo modo en el ejercicio de su ministerio los señores que
actualmente componen el de la real audiencia, y que el muy ilustre Ayuntamiento, usando de la
suprema autoridad depositada en él, subrogue en lugar de ellos los letrados que merecieron su
confianza; que se conserve a cada uno de los empleados comprendidos en esta suspensión el sueldo fijo
de sus respectivas plazas y graduaciones militares; de tal suerte, que el de los militares ha de quedar
reducido al que merezca su grado, conforme a ordenanza; que continuar las órdenes de policía por
ahora, exceptuando las que se han dado sobre vagos, en cuanto no sean conformes a las leyes y
prácticas que rigen en estos dominios legítimamente comunicadas, y las dictadas novísimamente sobre
anónimos, y sobre exigirse pasaporte y filiación de las personas conocidas y notables, que no pueden
equivocarse ni confundirse con otras intrusas, incógnitas y sospechosas; que el muy ilustre
Ayuntamiento para el ejercicio de sus funciones colegiadas haya de asociarse con los diputados del
pueblo, que han de tener en él voz y voto en todos los negocios; que los demás empleados no
comprendidos en el cese continúen por ahora en sus respectivas funciones, quedando con la misma
calidad sujeto el mando de las armas a las órdenes inmediatas del teniente coronel don Nicolás de
Castro y capitán don Juan Pablo de Ayala, que obraran con arreglo a las que recibieren del muy ilustre
Ayuntamiento como depositario de la suprema autoridad; que para ejercerla con mejor orden en lo
sucesivo, haya de formar cuanto antes el plan de administración y gobierno que sea más conforme a la
voluntad general del pueblo; que por virtud de las expresadas facultades pueda el ilustre Ayuntamiento
tomar las providencias del momento que no admitan demora, y que se publique por bando esta acta, en
la cual también se insertan los demás diputados que posteriormente fueron nombrados por el pueblo, y
son el teniente de caballería don Gabriel de Ponte, don José Félix Ribas y el teniente retirado don
Francisco Javier Ustáriz, bien entendido que los dos primeros obtuvieron sus nombramientos por el
gremio de pardos, con la calidad de suplir el uno las ausencias del otro, sin necesidad de su simultánea
concurrencia. En este estado notándose la equivocación padecida en cuanto a los diputados nombrados
por el gremio de pardos se advierte ser sólo el expresado don José Félix Ribas. Y se acordó añadir que
por ahora toda la tropa de actual servicio tenga press y sueldo doble, y firmaron y juraron la obediencia
a este nuevo gobierno.
Vicente de Emparan; Vicente Basadre; Felipe Martínez y Aragón; Antonio Julián Alvarez; José Gutiérrez
del Rivero; Francisco de Berrío; Francisco Espejo; Agustín García; José Vicente de Anca; José de las
Llamosas; Martín Tovar Ponte; Feliciano Palacios; J. Hilario Mora; Isidoro Antonio López Méndez;
licenciado Rafael González; Valentín de Rivas; José María Blanco; Dionisio Palacios; Juan Ascanio; Pablo
Nicolás González, Silvestre Tovar Liendo; doctor Nicolás Anzola; Lino de Clemente; doctor José Cortes,
como diputado del clero y del pueblo; doctor Francisco José Rivas, como diputado del clero y del pueblo;
como diputado del pueblo, doctor Juan Germán Roscio; como diputado del pueblo, doctor Félix Sosa;
José Félix Ribas; Francisco Javier Ustáriz; fray Felipe Mota, prior; fray Marcos Romero, guardián de San
Francisco; fray Bernardo Lanfranco, comendador de la Merced; doctor Juan Antonio Rojas Queipo,
rector del seminario; Nicolás de Castro; Juan Pablo Ayala; Fausto Viana, escribano real y del nuevo
Gobierno; José Tomás Santana, secretario escribano.