Aunque La Mona Se Vista de Seda

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AUNQUE LA MONA SE VISTA DE SEDA

Había una vez una mona que era muy coqueta. Era tan presumida que se
pasaba el día mirándose en el rio o en los lagos como si fueran espejos.
Un día iba de paseo y vio por la ventana que una linda señora se vestía para ir
a una gran fiesta. Como a la mona le gustaba mucho disfrazarse, en cuanto
aquella dama se marchó, entro en la habitación de aquella casa y empezó a
probarse cuantos vestidos encontraba.
-Con esto pareceré una gran señora -se dijo al mirarse en el espejo. Pero lo
que más le gusto fue hallar un traje rosa precioso. Cuando se lo puso, le
brillaron sus ojillos pequeñitos. Y decidió salir a lucirlo. Creía que era mucho
más que una mona. Creía que era una gran señora.
-Mirad a la mona disfrazada -comentaba un cerdito riéndose.
-No soy una mona, soy una gran señora -le contesto la mona muy enfadada.
¿Dónde vas con esos ropajes? -le pregunto el oso extrañado de verla así
vestida.
-Voy a una fiesta -dijo la mona.
-¿A una fiesta? -replico un zorro.
-SÍ, porque yo ya no soy una mona, soy una gran dama -contestó la mona
sonriente.
Y así se fue a la ciudad para que admiraran su elegancia en una fiesta. Pero
cuando entró en el gran salón cuál sería su sorpresa cuando, al verla, todos
empezaron a reír.
-Mirad como va disfrazada esa mona -dijeron muchas señoras.
La mona pasó tanta vergüenza que salió corriendo de aquel lugar. Y por el
camino, perdió el sombrero, los zapatos, los guantes, el vestido de seda…
Aprendió una gran lección. Y es que:
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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