La Pobreza en El Salvador PDF
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El Salvador
Desde la
mirada de sus
protagonistas
Serie
Miradas
La pobreza en
El Salvador
desde la mirada de sus protagonistas
ISBN: 978-99923-55-55-8
CONTENIDO
4 Presentación
6 Prólogo
8 Introducción
10 Definir la pobreza
60 Sobrellevar la pobreza
74 Metodología
81 Glosario
Recuadros
25 Deseos de belleza
31 La 13 de Febrero
44 Tres apuntes sobre la realidad laboral de quienes viven en pobreza
63 El mundo de “la pavimentada”
Tablas
80 1. Comunidades consultadas
PRESENTACIÓn
Al día de hoy resulta difícil asegurar que la pobreza es el resultado de cuántos
ingresos tiene una familia o una persona, al estar estos por debajo de un mon-
to mínimo que permita sobrevivir. Las décadas que han pasado desde que
se inició el análisis sobre las condiciones de vida de las personas a finales del
siglo XIX nos ofrecen evidencias sobre ello. Pero, ¿ha sido suficiente?
Como parte de este trabajo, la oficina del PNUD en El Salvador, con el apo-
yo generoso del Gobierno del Gran Ducado de Luxemburgo y la invaluable
ayuda de la fundación TECHO, inició un trabajo de investigación en el terre-
no, mediante la realización, entre otras cosas, de numerosos encuentros con
comunidades que viven en situación de pobreza a lo largo y ancho del país,
con el fin de conocer aquellos aspectos que les han impedido sobrepasar las
barreras que les ha impuesto la pobreza, y que, en general, también sufrieron
sus progenitores.
El documento que está en sus manos ofrece las miradas de esos cientos de
personas con las cuales fue posible conversar, con el ánimo de entender la
pobreza desde su vivencia. Su diagnóstico constituyó una guía para la crea-
ción de una mejor medición, pero más importante aún, de estrategias para
erradicar, de una vez por todas, la pobreza en el país.
Roberto Valent
Representante Residente del PNUD y
Coordinador del Sistema de Naciones Unidas en El Salvador
PRÓLOGO
Para nadie es nuevo que la pobreza es más que falta de
ingresos. Por años hemos argumentado no solo que en
el país se ha estado midiendo erróneamente la pobreza,
sino que esta es multidimensional y que es preciso
medirla de esta manera.
Es así como se inicia este viaje con varias decenas de salvadoreños. Gente que
sin conocernos, de la manera más atenta, nos recibió en sus comunidades y
nos compartió los sentimientos y memorias que hay en sus corazones y que
ahora transmitimos a todos ustedes. Sabemos que estamos en deuda con
cada una de esas personas, porque por más libros o ensayos que hayamos
estudiado sobre la pobreza, no hay fuente más pura que la de sus miradas.
Nuestra manera de saldar esta deuda es dando cuenta de esta realidad e invi-
tando a que cada lector se pregunte: ¿qué puedo hacer yo para cambiar esta
realidad? En tal sentido, no es nuestro interés identificar culpables, sino hacer
un llamado a que todos, desde la posición que tengamos en la sociedad, sea-
mos protagonistas de la erradicación de la pobreza en El Salvador.
William Pleitez
En nombre del equipo de consultas
introducción
Este libro considera que para definir bien el fenómeno y
dar pistas para su erradicación es indispensable tomarle la
palabra a quienes viven en pobreza. Es decir que, para hacer
un diagnóstico apegado a la realidad se requiere un cambio
de informante.
Este pequeño libro recoge y organiza las opiniones que compartieron las co-
munidades consultadas por el equipo del PNUD. Su objetivo es iniciar una
suerte de “contagio afectivo”, de identificación con las personas menos aven-
tajadas de la sociedad salvadoreña. Pretende facilitar la capacidad humana de
ponerse en los zapatos del otro. Está claro que un documento por sí solo no
va a cambiar la realidad, pero sí puede incidir en el ánimo de la sociedad. En
ese sentido, es un llamado a romper con la impasibilidad, indiferencia y apatía
ante el sufrimiento ajeno. A romper con la falta de indignación ante la injusticia
y la exclusión social.
El documento inicia con una reflexión sobre la definición de pobreza, sus ni-
veles y las percepciones sobre ricos y pobres, que los participantes de las co-
munidades identificaron. Después, se presentan las dimensiones en que se
origina, vive o manifiesta la pobreza. Luego, se elabora sobre las estrategias
empleadas para intentar salir de la pobreza, o en el peor de los casos, para
sobrellevarla. Se cierra con un acápite que contiene reflexiones y consideracio-
nes finales. Además, el libro incluye una breve caracterización de la metodo-
logía de las consultas así como un glosario con palabras técnicas y localismos.
Comunidad San Julián, Sonsonate
DEFINIR LA POBREZA
“No saber si se tiene para mañana”.
12 Definir la pobreza
“La pobreza es vivir en lo más pésimo que puede haber”, dijo una de las
personas consultadas al pedirle que definiera qué es la pobreza. “Pobreza
es tener escasez, pero de todo”, apuntó Rigoberto, de la comunidad Santo
Domingo, en Guazapa, San Salvador. O como señaló Xiomara, de la comu-
nidad Santa Lucía, en San Julián, Sonsonate:
“Pobreza no es que yo no me pueda vestir, porque hay ropa barata”, dice una ma-
dre, de la comunidad Chorro Abajo, del municipio de Izalco, en el departamento
de Sonsonate. “Pero sé de muchas mamás que no alcanzan a darle un sostenimien-
to adecuado a sus niños. Dígame una cosa, ¿voy a traer hijos al mundo y no les voy
a dar de comer? Para mí eso es pobreza”. Sea “tener” para ropa o para darle de
comer a los hijos, se refiere a la misma cosa: cuestiones indispensables para la vida.
Cada día es una nueva lucha. La vida transcurre en un sobrevivir perpetuo.
“Por momentos me he sentido bien y por momentos uno no deja de sentir triste-
za”, responde José, de la misma comunidad Chorro Abajo, al preguntarle cómo
se sentía acerca de sus condiciones de vida. En la pobreza hay días buenos y días
malos, igual que para todo el mundo. Entre esos días malos, José cuenta aquel
en que la lluvia convirtió en lodo el piso de tierra de su vivienda. También cuando
no consiguió el trabajo en la finca y no pudo llevar un par de dólares a su casa,
o cuando no pudo pasar consulta en la unidad de salud después de un día de
espera. Igual el día en que solo tuvo para comer tortillas con sal.
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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A comentarios de este tipo se añade el hecho de que vivir frente a una altísima
torre de apartamentos de lujo puede ser intimidante y triste, mientras que ellos
temen cada invierno porque sus casas no colapsen en la quebrada que pasa a su
lado. “Si nos afecta, realmente depende de la situación psicológica de cada uno”,
dice alguien, mientras una voz continúa con la descripción:
“El problema es que creen que en las comunidades solo vive gente de mala
fe, mañosos, pues”, dice Elías, intentando explicar la situación. Señalan que
esto no es solo un problema para acceder a servicios de comida rápida a
domicilio. Donde más molesta esta mezcla de estigmatización y exclusión es
a la hora de buscar trabajo. “Es que mire, cuando uno viene y dice que es de
la comunidad tal, casi de inmediato le dicen que no están contratando gente
que viva ahí”, termina de exponer Elías.
“No tengo mucho, pero tampoco estoy en la nada”, dice Lidia, de Perquín. La
pobreza no es solo absoluta o extrema, también –como lo denominan los es-
tudiosos– puede ser relativa. Por regla general, en las comunidades humanas,
el nivel de bienestar se determina en relación con los otros. En Nuevo Ama-
necer, en Santa Ana, una de las comunidades con mayores carencias que par-
ticipó en esta consulta, Evelyn se empeñó en ver el lado bueno de las cosas:
Dentro de la pobreza hay estratificación, no solo objetiva (gente que vive peor
que otros), sino también subjetiva. Nadie quiere sentirse en el fondo de la
escala social. Por ello, aunque objetivamente alguien viva igual o peor que
otros, se vale de otras dimensiones de la vida para nivelar su condición. “Lo
que los hace ricos es el dinero que tienen”, y en esa dimensión objetiva del
ingreso, los pobres están en un nivel más bajo de bienestar. Sin embargo,
“(quizás) están igual que uno, en que tienen sus problemas”, apunta Marvin,
de Chorro Arriba, en Izalco, Sonsonate. Un punto frecuente de comparación
es considerarse sano y apto para el trabajo. “Yo no me considero pobre. Ten-
go mis dos manos. Pobre es aquel inválido que está vegetal, que necesita que
le vayan a dar la mano, que lo levanten para ponerlo en una silla de ruedas”,
dice Walter, de Altos del Matazano, en Santa Tecla, La Libertad.
Las carencias marcan dos niveles de pobreza, cuya frontera se traza en el ali-
mento diario. Aquellos que viven en una comunidad, pero saben procurarse
los alimentos de cada día, probablemente digan que no se sienten muy po-
16 Definir la pobreza
bres al analizar su situación. Saben que viven en pobreza, pero ni sus hijos ni
ellos duermen con el estómago vacío. “Somos pobres sí, pero el pan diario es
lo que tenemos que procurar y ahí está por la gracia de Dios, pero la pobreza
no la podemos quitar”, señala Elena, de la comunidad Santo Domingo, en
Guazapa, San Salvador. Ahora bien, el no tener alimento seguro es otro mun-
do. Aun peor es no tener un techo para resguardarse en la noche. El extremo
de la pobreza es no tener ni casa ni alimento para todos los días. Como se dice
en el habla popular, “es comer salteado”.
En el otro extremo de la escala social están los ricos. Ellos son los que no pa-
decen escasez. Son “ricos” todos los que viven en una realidad que, a juicio
de las personas consultadas, parece inalcanzable. Jairo, de la comunidad San-
to Domingo, explica así la contracara de la pobreza:
¿Cómo se vive y sufre la pobreza? ¿Cuáles son sus causas? En esta sección
se exponen las ocho dimensiones principales identificadas por la población
en la consulta realizada. Estas son: el ingreso, la vivienda, la alimentación, la
diversión o esparcimiento, el trabajo, la salud, la seguridad y la educación.
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4 8
1INGRESO
Cuando el dinero es escaso o mal administrado
“A veces nosotros los pobres creemos que con que nos den un manojo de
dinero con eso vamos a arreglar todo”, dice José, de la comunidad santaneca
de Nuevo Amanecer. Visto desde quienes viven en pobreza, el problema no es
solo de falta de ingreso. Un componente importante es no saber administrarlo.
Edmundo, de la comunidad La Mascota, en San Miguel, lo explica así:
“Yo pienso que con una mentalidad positiva se puede salir adelante, aunque sea con el pan diario”.
Deseos de belleza
2VIVIENDA
Protección inadecuada
Ser pobre es no tener una vivienda digna. “En el polvo uno se acuesta”,
dice un habitante de la comunidad La Cuchilla, en Antiguo Cuscatlán. “En
el polvo uno tira capas y se acuesta, pero en el suelo enlodado, ¿cómo?”,
dice José, de comunidad La Esmeralda, en Tepecoyo. Luego, él y otros
detallan la angustia que provocan los temporales y las quebradas, la
época lluviosa. Algunos desearían que no hubiera lluvias, pero pronto se
corrigen: sin lluvias no habría cosechas, y muchos como ellos subsisten
gracias a la agricultura.
cocina. La mayoría tienen el piso de tierra. En una de estas casas viven cuatro,
cinco o seis personas. “Nosotros vivimos todos amontonados, prácticamente
como que fuéramos cuches, por decirlo así”, describe Sandra, de Chorro
Arriba, en Izalco.
¿Cuál es la casa que desean? Fue una pregunta que se realizó en las distintas
comunidades consultadas. La “que tiene la capacidad de que resista un
terremoto y un huracán, inundaciones también”. “Una casita más o menos...
que no esté rodeada de lámina picada, como que es zaranda”, dicen dos
habitantes de Altos del Matazano, en Santa Tecla.
Comasagua, La Libertad
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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“¿Cuál es la casa que desean? Una casita más o menos... que no esté rodeada de
lámina picada, como que es zaranda... una con capacidad de resistir un terremoto y un
huracán, inundaciones también”.
30 Entender las manifestaciones más sentidas de la pobreza
las comunidades rurales. Luz eléctrica, para no gastar en candil y para estar
más seguros: “los pícaros y mañosos no tienen dónde esconderse cuando hay
luz”. En cuanto al servicio sanitario, las tuberías de aguas negras son ideales,
pero muchos saben que es prácticamente imposible que sus comunidades
lleguen a tener tuberías, aun en la ciudad. En el campo, ni siquiera se sueña;
los sanitarios de fosa o las letrinas aboneras bastarán y que los vecinos sepan
tratarlas para evitar las enfermedades.
“Cuando yo compré ese lotecito donde estoy viviendo… lo hice con un fin,
verdad, para construirme una casita, una medio defensa, para defenderme
ahí”, dijo Rina, decepcionada, porque su casa, aun como ella la había
mandado a construir, no fue capaz de protegerla de “la correntada”, porque
el terreno era muy escabroso. Sin embargo, mencionó con orgullo algo con
lo que sueñan los habitantes de muchas otras comunidades: ella “compró” el
terreno donde vive. Eso la distingue de los demás.
La 13 de Febrero
La memoria colectiva de los salvadoreños recuerda el 13 de febrero como la
fecha de uno de los terremotos del año 2001. De ahí el nombre de esta joven
comunidad situada en San Cristóbal, Cuscatlán. Sus habitantes perdieron sus
casas en un deslave y fueron desplazados. “Era más bonito donde vivíamos
antes”, dice doña María, la matriarca del grupo. Luego añade: “era bonito
porque era propio”. El nuevo nombre de la comunidad les recuerda lo que
perdieron.
Pese a que sus casas quedaron destruidas, no querían irse. Después de todo,
los terrenos eran propios. “Como nunca habíamos tenido todo eso, sentíamos
dejar el puestecito”. Pero la zona quedó inhabitable y no hubo opción. Se
establecieron en el terreno actual, sin permiso de nadie. Para su fortuna,
Techo los escogió como comunidad favorecida y desde entonces guardan un
cariño inmenso por quienes les ayudaron en una hora oscura. “Nosotros nos
alegramos cuando ellos vienen, mire, porque desde que pasó eso, ellos nos
hicieron estas champitas”.
¿Por qué este conjunto de casas y las personas que viven en ellas se llaman
13 de Febrero? Porque fue el día en que perdieron sus hogares. Es como una
protesta silenciosa, quizás inconsciente. Una forma de recordar la vulnerabilidad
de miles de comunidades que, como ellos, debieron abandonar sus terrenos
y sus casas, lo que, por muy sencillo que haya sido, les daba la seguridad y la
sensación de que pertenecían a algo, a un lugar, a un grupo de gente.
3Alimentación
Comer lo mismo y, en ocasiones, salteado
Uno de los comentarios que se utilizó con mayor frecuencia para describir la
pobreza es que “solo se tiene para la comida, y para nada más”. Se realiza un
esfuerzo para tener “aunque sea frijoles”, pero no alcanza para otros gastos.
Pobreza es rebuscarse para el alimento del día, no importando su calidad o si
este es el mismo de ayer o de toda la semana.
“Lo que uno come… eso es lo que llamo bazofia: cuando come tortilla con sal,
y allá de vez en cuando algo diferente. Perdónenme la expresión, pero es que
nosotros… para qué le cuento. Aquí sufrimos”, dijo Jorge, de la comunidad
Santa Lucía, en San Julián, Sonsonate, al caracterizar la alimentación diaria.
Privaciones identificadas en
este ámbito para la construcción
del Índice de Pobreza
Multidimensional
1 Inseguridad alimentaria:
monotonía de alimentos o
privación de algún tiempo de
comida
siendo pobres, estas familias no pueden asegurarse un buen precio para los
alimentos comprando por volumen.
Tamanique, La Libertad
1
4Esparcimiento
La monotonía de la vida
“¡A la iglesia va!”, gritó una voz femenina cuando le preguntaron a Marta
cómo se divertía. “¡Ese es su hobby!”, dijo Gloria, de la comunidad Santo
Domingo, en Guazapa, San Salvador. Todos rieron. Les pareció extraño
considerar la iglesia como una diversión. Pero la religión, sin duda, le ayuda a
Marta a relajarse y le da oportunidad de pasar un rato con las amistades.
“Un rato veo televisión y, si me aburro, voy a buscar leña”, fue la respuesta de Juan
Isabel, de la comunidad Santo Domingo, cuando le correspondió hablar sobre
el tiempo de ocio. Semejante fue el comentario de Yesenia, de Dos Amates, en
Chiltiupán, La Libertad: “Cuando me queda tiempo, voy a traer leña. Si no, agarro la
Biblia y me pongo a leer un rato”. En términos generales, la vida diaria gira en torno
a las tareas cotidianas: los oficios de la casa, el trabajo, recolectar agua, leña y cocinar.
vivir en pobreza puede ser una experiencia muy “aburrida”. “Como no hay
nada cerca, con los bichos lo que nos gusta es jugar a ver las motos y bicis
que pasan los domingos”, comentaba una niña de 10 años, refiriéndose a los
paseos de bicimontaña y enduro que, de tanto en tanto, pasan por algunas
comunidades.
La escasez de espacios públicos es muy sentida, sobre todo por los más
pequeños. “Chivo fuera que por lo menos tuviéramos donde jugar o algunos
columpios aquí por la casa”, dice Kimberly de 8 años, de una comunidad
en San Julián, Sonsonate. En otros casos, el problema es la percepción de
inseguridad de los espacios existentes: “A mi papá le da miedo que vaya
a jugar pelota porque cerca (de la cancha) dice que pasan unos mareros…
entonces lo que hacemos es turnarnos esa patineta en la cuadra”, dijo
Arístides, de 11 años, en la comunidad Nuevo Amanecer de Santa Ana.
En los peores casos, cuando hay espacios para recreación, están restringidos
por la misma marginación. Un caso particular es el de las comunidades La
Cuchilla y El Tanque en Antiguo Cuscatlán, cuyos habitantes están separados
por no más que una amplia y transitada carretera de los centros comerciales
más modernos de la capital, en donde al menos podrían ir a vitrinear, pero
lastimosamente tienen prohibido entrar.
Salir a pasear más lejos resulta prohibitivo para quienes viven en pobreza: “Yo
no salgo, no tengo dinero para ir a vagar”, dijo un habitante de la comunidad
de Santo Domingo. “¿Cómo le digo a mi esposa ‘te voy a invitar’? ¿De dónde?
(Si usted) no trabaja, no hay dinero”. Los esposos proveedores cargan con la
incapacidad de poder “sacar” a la familia. “Mi esposa me dice: “viejo, ¿cuándo
vamos a ir con los niños a pasear al pueblo o a la capital?’. Híjole, digo yo.”
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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“¡A la iglesia va!”, gritó una voz femenina cuando le
preguntaron a Marta cómo se divertía. “¡Ese es su hobby!”,
dijo Gloria, de la comunidad Santo Domingo, en Guazapa,
San Salvador. Todos rieron.
5Trabajo
Escaso, inestable y mal pagado
4 Trabajo infantil:
• Menor de 14 años que trabaja en cualquier ocupación;
• Menor entre 14 y 15 que trabaja más de 6 horas diarias;
• Menor de 16 a 17 años que trabaja más de 8 horas diarias;
• Menor de 14 a 17 años que trabaja por la noche o en tareas
peligrosas
• Todo menor de 9 a 13 años que realiza tareas domésticas que
4 exceden más de 28 horas a la semana
a trabajar a una finca pero van un quince y al siguiente quince ya no les dan”, se
quejó una participante de la comunidad La Mascota, en San Miguel.
En este sentido, los trabajos que no requieren muchos estudios son muy apreciados.
Por ejemplo, “en una maquila no hay requisito que si puede leer, si puede escribir,
si usted es patojito, o sea, discapacitado, le dan empleo a uno… ahí quizás es
la única fuente de empleo en que puede entrar el que quiera trabajar”, dice un
participante de la comunidad sonsonateca de Santa Lucía.
44 Entender las manifestaciones más sentidas de la pobreza
“Todavía nos sentimos con deseo de hacer bien las cosas”. Ese era el proceso
en que se encontraban las mujeres de Dos Amates, quienes descubrían una
nueva satisfacción con el proyecto de huertos caseros que desarrollaban con
ayuda de la alcaldía. Más allá de que una mata de tomates puede ser la dife-
rencia entre comer bien un día o no, lo más significativo era su emoción al ver
cómo crecía algo que ellas mismas habían hecho.
La dicha de trabajar en algo que satisfaga los bolsillos y las aspiraciones de rea-
lización no se puede ignorar. Hacer lo que “a uno le guste” puede ser un lujo
hasta para los no pobres. Sin embargo, para la gente en situación de pobreza,
elegir la ocupación es una opción que no existe.
“Antes decían ‘¿tiene sexto grado?’, ‘sí’, a pues ya iba a trabajar. Ahora no, hoy
cuesta, para un bachiller no es tan fácil que consiga trabajo”, dice Felipe, de la
comunidad San Luis, en La Paz. Para los jóvenes, en muchos casos, no es fácil
conseguir empleo. “Por la falta de trabajo, los muchachos andan ahí molestan-
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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Adultos mayores
Otro adulto mayor de esa comunidad se expresó así al hablar sobre el trabajo:
La mayoría lo único que dice es “ah, yo voy a tener hijos y los voy a cui-
dar bien, los voy a tratar bien para cuando estén grandes”, o sea que
la esperanza la ponen en los hijos. Pero de ahí, que van a tener algo
seguro para ellos, quizás casi nadie.
1
6Salud
Servicio deficiente, menos ingresos y más gastos
“Si está alentadito, la alegría es trabajar para ganarse el pan de cada día”,
dice Ovidio, de la comunidad Tierras de Israel, en San Pedro Masahuat, La
Paz. Mientras se está sano, la salud es ausencia de preocupación, algo que se
da por sentado, pero cuando falta, la situación puede tornarse complicada e
incluso trágica.
Imagínese a María: tiene cuatro hijos y cuarenta y tres años de edad. Vive en una
comunidad aislada cerca de la costa. Trabaja en la agricultura, en la milpa. Este
año ha hecho seis tareas en un terreno alquilado. Cuando no cultiva, se rebusca
con la venta de lo que sea que le regala la tierra y viaja hasta el pueblo. Su esposo
también trabaja en la agricultura, pero hace poco le salió una oportunidad
Hospital Rosales, San Salvador
afuera de la comunidad y por varias semanas ha estado ausente. Por eso María
hizo sola la última tarea y desde hace algunos días tiene un fuerte dolor en la
rabadilla. Le duele estar de pie, no puede pasar mucho tiempo sentada o en
cama, y ya no puede hacer sus quehaceres tranquilamente. Aprovechando que
el compañero de vida está ganando un poco extra, decide saltarse un día en la
“rebusca” del trabajo e ir a pasar consulta a la unidad de salud.
Sale de casa a las seis de la mañana. Entre los tramos que hay que caminar y el
trayecto en pick-up a la calle pavimentada, el viaje le toma una hora. Cuando
llega a la unidad de salud, se da cuenta de que tuvo un buen juicio al ir en
día miércoles, porque los martes y jueves solo dan consultas para niños y
48 Entender las manifestaciones más sentidas de la pobreza
embarazadas. Pero son las diez y no parece que vaya a pasar consulta pronto.
De rato en rato, cuando el dolor se vuelve intolerable, se levanta a caminar y
dar un par de vueltas, hasta que la situación se revierte y lo doloroso es estar
de pie. En la espera, se encuentra a una hermana de la iglesia, Felícita, y un
conocido de otra comunidad, Ramón. Le dicen que ni modo, vale la pena
esperar o regresar otro día, porque la alternativa, ir al hospital, más lejos y
costoso, con frecuencia es peor.
pesticida luego de las jornadas. ¿Cómo iban a bañarse con el cuerpo caliente?
Entonces las enfermeras los reprendían aún más por esas “creencias”. Ellas
decían que el no bañarse y dormir en hacinamiento con el pesticida fue lo que
los agravó.
Claro, como mujer temerosa de Dios, Felícita no los juzga, pero deja en claro
que faltaron a las enseñanzas de compasión y piedad con los malos tratos que
dieron a sus papá y a todos los demás pacientes que conoció en esas épocas.
Algunos médicos y enfermeros, muy molestos, los trataban de ignorantes, y se
molestaban cuando a veces no sabían cómo seguir las instrucciones para sus
medicinas. Por supuesto, no todos los trataron mal, pero nadie debió hacerlo.
No es de Dios, dice Felícita.
Al final del día, Ramón y Felícita logran pasar consulta, y María, no. Aunque
de ninguna manera es consuelo, a Ramón le dan una receta con una medicina
que cuesta treinta dólares, así que seguramente “no sale de nada”, al menos
por ahora. Se desean bendiciones entre todos cuando se despiden. Ni modo,
María regresará a casa sin haber podido encontrar una solución para su
dolencia. El viernes tal vez eche mano de la bendición de la hermana y logre
pasar consulta. Su fe es grande, pero mejor saldrá de casa una hora antes.
7seguridad ciudadana
La amenaza de perder lo poco que se tiene
1 Restricciones debidas a la
inseguridad: no es posible salir
por la noche, tener un negocio
en casa, dejar sola la casa o
permitir que los niños salgan a
la calle a jugar
2 Incidencia de crimen y delito: al
2
menos un miembro del hogar
ha sido víctima de robo, hurto,
asalto o lesión.
donde hay una distinción física muy marcada entre el “adentro” (la pequeña
comunidad) y el “afuera” (la nada, grandes extensiones de matorrales, maizales,
cañaverales o simplemente aridez). En el ámbito urbano, las comunidades pueden
estar mezcladas con el resto de la ciudad, que es donde se dan las verdaderas
amenazas. “Me da miedo que mi hijo vaya a trabajar a San Salvador, porque él
un día se quería ir a manejar buses. Cuántos motoristas y cobradores han muerto,
por eso no quiero que se vaya”, dice Cristina, de Dos Amates.
Tepecoyo, La Libertad
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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que para quien goza de un mejor nivel socioeconómico. Así como todos los
salvadoreños sienten la amenaza constante de la delincuencia, la gente en
pobreza no puede descuidar sus posesiones o las medidas de seguridad.
“Siempre hay que dejar a alguien cuidando su casita, porque puede venir
algún pícaro a quitarles el poquito de maicito que uno ha recogido”, dice
Soledad, de la comunidad El Llano, en Santa Ana.
Mire, bendito Dios, que yo tengo una hermana que está en Estados
Unidos y me mandó la remesa, porque hace poco que a mi esposo
por robarle en el bus, le golpearon y tuvimos un gran gasto en la
herida, si no a saber cómo hubiéramos hecho.
8Educación
Un camino empedrado
“No, mamá, mucho sufre usted”, cuenta Alba que le dijo el menor de sus
cinco hijos. Ella vive en Dos Amates, una comunidad que se asienta a poca
distancia de una de las playas de La Libertad. Vive de vender cosas, de la
pesca, de la milpa. Todos sus hijos tienen al menos el noveno grado, pues la
escuela está a solo unos cuantos minutos caminando, pero el bachillerato es
otra historia; solo hay un instituto en el puerto y es necesario tomar algunos
autobuses para llegar hasta allá.
Su hijo debe caminar, pero asiste a la escuela. Hasta este momento la historia
parece alentadora. Sin embargo, Edith luego añade:
Por ello la educación se trata de una vía bloqueada, pues los niveles más
altos a los que pueden acceder (y con muchísimo esfuerzo) quienes viven
en pobreza no garantizan que obtengan los trabajos que les permitan salir
de esa situación. No es sorpresa, entonces, que haya personas escépticas
respecto de la utilidad de la educación. “La gente dice ‘a mí no me hizo falta,
qué falta les va a hacer a ustedes, eso es perder el tiempo, por gusto’. Hay
gente que así piensa”, dice Alicia, en Altos del Matazano.
En las partes anteriores de este libro hablamos de las carencias que viven las
personas en situación de pobreza en cada una de las dimensiones relevantes
para su bienestar, con el objetivo de tener un mejor entendimiento de qué
es y cómo se vive la pobreza. “Si de algo puede estar usted seguro, es
que el salvadoreño siempre tiene ese espíritu de trabajo, jamás nos hemos
doblegado, han venido desastres, han venido tantas cosas, y siempre nos
hemos levantado”, decía Dolores en Nuevo Amanecer, Santa Ana, como
introducción a su testimonio de cómo se las arregla para salir adelante, a
pesar de las condiciones adversas en las que vive.
Lo más cercano a la civilización en Boca Poza es una pequeña escuela y una calle
pavimentada. Cuentan con una cantarera para el consumo comunal de agua y
sus casas. Nada más. El resto lo da la naturaleza. Viven de la pesca artesanal, de
aquello que los árboles de los alrededores les regalen y del garrobo ocasional.
En caso de emergencia médica, deben pagar cuatro dólares de ida y cuatro de
vuelta al pick-up que hace el viaje hasta la unidad de salud más cercana. Más
allá de eso, la vida transcurre sin sobresaltos, salvo los días en que las lluvias
amenazan sus casas. Están acostumbrados, dicen, al mismo tiempo en que
hablan de “la pavimentada” como si de otro mundo se tratase.
Las mujeres son las que más padecen el aislamiento. Sus estudios se truncan
en el sexto grado, pues el camino hacia la otra escuela es muy peligroso para
que viajen solas, pues “para el varón es más fácil que se monte en una bicicleta
64 Sobrellevar la pobreza
y se vaya, en cambio la hembra no... es más difícil para ellas”. Más allá de
eso, no tienen posibilidades de conocer otro mundo, más que cuando se
“aventuran” a ir a la unidad de salud, o a vender algo al pueblo. Al recibir al
equipo a cargo de las consultas que llegó para hablar con ellos, salieron de
sus casas como si se tratara de alguna cueva donde habían pasado sin ver
el sol en mucho tiempo. Ahí viven sus días haciendo los oficios, haciendo la
comida, cuidando a los niños. Antes de los dieciocho años, su vida escolar ya
se ha interrumpido, y acompañarse y tener hijos es el siguiente paso.
La rebusca
“Aquí usted encontrará de todo, hay un señor que hoy vende minutas, otros que salen a ver si
trabajan en alguna obra (construcción), hay muchachas que limpian casas y otros como yo que
aprovechamos el tráfico para vender frutas, mango, garrapiñadas... bueno, hasta chocolates
vendemos ahora… Todo menos lo que sabemos hacer, trabajar la tierra”.
Sonsonate, Sonsonate
66 Sobrellevar la pobreza
El viaje a la ciudad
Salvador. Si bien algunos no se aventuran a dar el salto para migrar fuera del
país, si se animan a dar un paso intermedio: dejar el pueblo o el cantón para
buscar una oportunidad laboral en el centro urbano más cercano.
No se está tan lejos como en el caso de una migración internacional, pero al final
se trata de una estrategia que compite con la convivencia de la familia. “Lo que
él hace es que me pone saldo y así nos mantenemos comunicados... Si él no me
habla, yo le hablo… sí, nos hacemos falta, no crea”, decía al respecto Norma.
Bueno, ¿y por qué no viajan todos los días?, es la pregunta que cualquiera se
haría. Hay una respuesta, contundente: “no es que uno no quiera viajar, pero si
uno quiere ir a la ciudad todos los días entonces ya no es negocio”, explicó el
sobrino de Norma, Juan. En otras palabras, para muchos, la estrategia rinde en
la medida que ese pasaje diario sea ahorrado. Además, “así uno no gasta en
alimentación: se lleva las tortillas con el conqué desde la casa”, agregó Juan.
La fortaleza de espíritu
José María, de la comunidad Santa Lucía, arrugado y curtido por años de trabajo
en la milpa, apela a otra fuente que lo dignifica en su pobreza: “Yo soy un hombre
sin letras, no sé leer y no sé escribir... lo único que sé es que un día acepté al
Señor”. Por muy precaria que sea la situación que se viva, quienes viven en pobreza
procurarán animarse al percatarse de que siempre hay gente que “está peor”: el
que vive en la calle, el que no tiene a Dios, el que no tiene una comunidad, etc.
Esto es darse dignidad.
La reflexión en este apartado final del documento está motivada por la misma
pregunta. Después de tantos conversatorios realizados en distintas comunidades,
urbanas y rurales, ¿qué se puede aprender de estas personas en situación de pobreza?
Comasagua, La Libertad
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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Podría pensarse que además de las limitaciones conocidas en los estudios de carácter
cualitativo, como la incapacidad de generalizar resultados para grandes grupos o
realidades muy diferentes, este tendría un cuestionamiento adicional derivado del
posible sobredimensionamiento asignado a las privaciones relacionadas con la
calidad de la vivienda en la selección de las comunidades consultadas. Este, sin
embargo, no es el caso, dado que el trabajo de Techo ya no se centra, como en el
pasado, en proveer soluciones habitacionales provisionales a las comunidades.
1. Objetivo de la investigación
2. Tipología de la investigación
4. Método de análisis
· Transcripción verbatim
· Bracketing y reducción fenomenológica
· Escuchar la entrevista dándole sentido de un todo
· Definir unidades mínimas de significado
· Vaciar las UMS en matriz según preguntas de investigación
· Crear clústers y subclústers de temas emergentes
· Interpretar
· Redactar una narrativa que dé cuenta de los hallazgos
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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5. Selección de sujetos
· Físicamente aisladas
· Situadas en zonas de alto riesgo
· Desplazados por desastre natural
· Con y sin organización comunitaria
· Asentamiento urbano precario (AUP)
· Asentamiento ilegal reciente
· Asentamiento con amenaza de desalojo
· Indígenas
· Desmovilizados
· Deportados
· Receptores de remesas
· Franja costera
· Zona norte del país
Participantes de
varias comunidades Perquín Morazán
de Perquín
La pobreza desde la mirada de sus protagonistas
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GLOSARIO
Bicho/a Niño/a, joven.
Cabuda Contribución económica voluntaria de varias personas para
un fin común.
Capacidades Lo que cada persona es capaz de hacer y ser; conjunto de
oportunidades, usualmente interrelacionadas, para elegir y
actuar en libertad; incluyen las habilidades de las personas,
de forma combinada con el entorno político, social,
económico y ambiental.
Champa Casucha que sirve de vivienda.
Chivo Bonito, bueno.
Comer salteado Dejar de comer algún tiempo (desayuno, almuerzo o cena).
Conqué Comida con la que se acompañan las tortillas de maíz.
Cora Veinticinco centavos de dólar (por quarter).
Correntada Corriente impetuosa de agua desbordada.
Coyote Persona que se encarga oficiosamente de hacer trámites,
especialmente para los emigrantes que no tienen los
papeles en regla, mediante una remuneración.
Cuche Cerdo.
Desarrollo humano Proceso de ampliación de las opciones de las personas y
fortalecimiento de sus capacidades para llevar al máximo
posible lo que cada sujeto puede ser y hacer.
Enjaranarse Endeudarse.
Estigmatización Acción de desacreditar y menospreciar a personas
pertenecientes a ciertos grupos sociales, en razón de
atributos o rasgos considerados “inferiores” o “anormales”.
Estratificación Conformación de grupos de acuerdo a criterios establecidos
y reconocidos socialmente. Da cuenta de la desigualdad
estructurada e institucionalizada de una sociedad en la
distribución de los bienes y atributos socialmente valorados.
82 Glosario
Nota editorial: Las definiciones del glosario han sido adaptadas del Diccionario de la
lengua española de la Real Academia Española (www.rae.es), de los informes sobre
Desarrollo Humano El Salvador (IDHES) publicados por el PNUD en años anteriores, del
Mapa de pobreza urbana y exclusión social (FLACSO, MINEC, PNUD, 2010) y de otros
documentos de las Naciones Unidas.
Este pequeño libro recoge y organiza las
opiniones que compartieron comunidades en
situación de pobreza consultadas por el equipo
del PNUD. Su objetivo es iniciar una suerte de
pEQPVCIKQ CHGEVKXQq FG KFGPVKƂECEKÏP EQP NCU
personas menos aventajadas de la sociedad
salvadoreña. Pretende facilitar la capacidad
humana de ponerse en los zapatos del otro.
Está claro que un documento por sí solo no
va a cambiar la realidad, pero sí puede incidir
en el ánimo de la sociedad. En ese sentido,
es un llamado a romper con la impasibilidad,
indiferencia y apatía ante el sufrimiento ajeno;
y con la falta de indignación ante la injusticia y
la exclusión social.
ISBN: 978-99923-55-55-8