Ibañez, Roberto.-FALTA ENVIDO
Ibañez, Roberto.-FALTA ENVIDO
Ibañez, Roberto.-FALTA ENVIDO
“FALTA ENVIDO”
DE R. IBAÑEZ
Personajes:
-Graciela
-Ricardo
-Martín
(Ambiente pequeño y modesto. Entra Ricardo con pava y mate. Graciela está en el
baño. Estuvieron haciendo el amor. La radio está encendida. La acción transcurre en
horas de la tarde.)
Graciela:
(Desde el Baño) ¿Estás solo?
Ricardo:
¿Qué?
Graciela:
(Saliendo del baño) Tenía miedo que ya hubiera llegado tu viejo. (Trata de jugar
con él) ¡Ay cosita de mamá!
Ricardo:
Dale che. Vestite. (Ella vuelve a intentarlo) Apagá la radio que no quiero
escuchar el informativo.
Graciela:
(Apaga la radio y lo enlaza con un tubo de goma de irrigador que trajo del baño)
Si venís te doy una novedad calentita, calentita
Ricardo:
¿Vos te creés que yo no tengo ganas? Lo que pasa…
Graciela:
Lo que pasa es que puede llegar tu papá. Decime, ¿vos te creés que tu viejo es
boludo? (Juguetea buscándolo nuevamente)
Ricardo:
(Le da un mate cebado) Pará che. Tomá y tranquilizate.
Graciela:
No es lo mismo.
Ricardo:
No. No es lo mismo. (Ella juega a chupar la bombilla y luego sorbe y le
desagrada)
Graciela:
¡Puaj! ¿No ves que vos sos un mate amargo?
Ricardo:
Le compré dos paquetes de azúcar la semana pasada y los puso en la cocina
debajo del caño ése. Sabe que el caño gotea. Se enchastró toda. La tuve que tirar.
Graciela:
Pero que gil que sos pibe. Hubiéramos hecho algo. Arroz con leche…
Ricardo:
¿Y qué querés que haga ahora? ¿Que la saque de la basura?
Graciela:
Bueno está bien. ¿Está chinche eh? (Le hace cosquillas)
Ricardo:
Dejá ¿querés? Viejo estúpido.
Graciela:
Pero qué decís. Se habrá olvidado el pobre. ¿No viste lo que hizo el otro día?
Envolvió la basura con el diario que acababa de comprar. Hizo un lindo paquetito… ¡y
lo tiró!
Ricardo:
Vive en la luna. Todo el tiempo pensando en pavadas. En las plantas… Mirá un
día agarro todo esto y se lo tiro a la mierda. (Se refiere a las plantas)
Graciela:
Está viejo. Y al fin de cuentas es lo único que tiene.
Ricardo:
Es un hincha pelotas.
Graciela:
Está viejo… y me parece que vos también te estás poniendo viejito.
Ricardo:
Largá. El sábado te llevo a un telo y después charlamos.
Graciela:
¡Huy! ¡Mirá cómo tiemblo!
Ricardo:
Ya vas a ver.
Graciela:
Y claro. Cada quince días… lógico
Ricardo:
¿Qué me decís? No sabés que acá nunca estamos tranquilos. Y no somos
millonarios para ir más seguido a un telo ¿no?
Graciela:
Salí… son pretextos de jovato.
Ricardo:
Vení para acá.
Graciela:
¡Argentina! ¡Argentina! ¡Argentina! (Comienza un juego erótico interrumpido
por algún ruido que proviene de la puerta)
Ricardo:
Mirá… algún día vamos a tener tiempo, guita y todo… nos vamos a pasar todo
el día jugando finales. ¿Te pone feliz la idea?
Graciela:
Vos me ponés feliz.
Ricardo:
¿Con mate amargo y todo?
Graciela:
Con mate amargo y con chinches. Total cuando el nene sea grande… ¿Va a
cambiar no es cierto? (Ricardo tomó un paquete de cartas extrayendo una y se dispone a
leerla) ¡Ay mi Dios! (Le sirve un mate) Che… ¿Vos estás de novio con ese hippie?
Ricardo:
(Le devuelve el mate sin probarlo) ¡Está frío!
Graciela:
Y al mate como al fierro hay que golpearlo en caliente.
Ricardo:
¿Qué te pasa hoy que estás con la idea “fifa”?
Graciela:
¿No viste acaso que el mate es lo más erótico del mundo? O por lo menos
sugestivo. ¿No lo inventé yo no? Mate calentito… de a dos es mejor… No querés que
tomemos un mate papito… (Comienzan otro jugueteo que fracasa como el anterior)
(Ella comienza a vestirse)
Ricardo:
¿Ya son las seis?
Graciela:
Si… qué excitante la guardia en el hospital hasta mañana… Encuestas para
ECOSUR S.A….Esta noche voy a estar acá cuando vuelvas del examen.
Ricardo:
¡Hasta cuándo flaquita… hasta cuándo!
Graciela:
Hasta que se amplíe el presupuesto señorita (remendando a su jefa) Mientras
tanto tendré que seguir haciendo refuerzos nocturnos.
Ricardo:
¡Ya tengo las bolas como pan dulce de todo esto!
Graciela:
¿De qué tenés las bolas como pan dulce?
Ricardo:
De esto… del hospital… ¡de todo esto!
Graciela:
Ah, mirá vos. ¿Y qué tendría que decir yo entonces eh? Qué te pasa a vos hoy
que estás tan… tan…
Ricardo:
¿Tan qué?
Graciela:
Nada. Estas son las pastillas para tu viejo. Tiene que tomar una cada seis horas.
Que no abuse, que son muy fuertes… ¡Che te estoy hablando!
Ricardo:
(Estaba ensimismado en la carta) ¿Eh?
Graciela:
Nada. Las pastillas. (Se las tira)
Ricardo:
Recibí otra carta de Fernando.
Graciela:
¿Cuándo?
Ricardo:
Antes de ayer.
Graciela:
¿Y por qué no me dijiste nada? ¿Ya te propuso matrimonio?
Ricardo:
Te estoy hablando en serio.
Graciela:
¿Y qué dice?
Ricardo:
Dice que todo marcha bien… que pronto puede haber novedades…
Graciela:
Bueno Ricardo… en serio se me hace tarde… yo creo que es mejor que pienses
bien en todo esto después del examen. Además vos ya sabés lo que opino…
Ricardo:
Si ya sé. Que son todas fantasías mías. Que estoy loco…
Graciela:
Está bien… ¡Andate y listo! Pero que lástima che… había sido una tarde tan
linda.
Ricardo:
Graciela yo… quiero que decidamos esto juntos.
Graciela:
Si te sirve… yo te quiero.
Ricardo:
¡Entonces vení conmigo y salvate…!
Graciela:
Bajá por favor… no hagás que se pudra todo de nuevo…
Ricardo:
Pero nosotros nos estamos pudriendo acá Graciela… ¿Sabés lo que me cuenta?
La vez pasada se fueron a pasar un fin de semana largo a París. Están pensando pasar las
vacaciones en Grecia… ¿Te das cuenta en lo que están ellos?
Graciela:
Me doy cuenta de que cuando yo hablo no me escuchás. Estoy podrida de decirte
que me pienso ir de éste país hasta que no agote todas mis posibilidades de… Ellos son
ellos.
Ricardo:
¡Pero por qué nosotros no podríamos!
Graciela:
Abrí los ojos. ¡Esas cartas te están volviendo loco!
Ricardo:
Los tengo bien abiertos.
Graciela:
Entonces tenés que verme.
Ricardo:
¡Estás encaprichada como una mocosa!
Graciela:
Bueno… mirá, a mi ya se me hace tarde. Pensá mejor… después hablamos.
Después del examen ¿eh?
Ricardo:
Bueno pero no aquí, bajamos a… un bar a cualquier lado pero acá no.
Graciela:
¿Por qué vos crees que él no se la ve venir?
Ricardo:
Claro que no se la ve venir. Yo hablaré con él cuando llegue el momento… no
antes.
Graciela:
Bueno, hacé… arroz con leche y después nos castigamos. Chau.
Ricardo:
Graciela…
Graciela:
¿Si?
Ricardo:
No sé… tal vez dé ese examen famoso.
Graciela:
¡Bien! Usted es un bocho. ¡Seguro que la metés! (Nuevo ruido en la puerta de
entrada)
Ricardo:
La puta que lo parió.
Graciela:
Por favor Ricardo. (Entra Don Martín. Trae una planta)
Martín:
Buenas.
Graciela:
Que dice Don Martín, tenemos que festejar hoy… (Con un gesto Ricardo
silencia a Graciela)… linda planta trajo ¿eh?
Martín:
¿Viste?... me la regaló un amigo. Dice que no crece mucho así que no va a
molestar. Una vez quise traer un gatito y éste no quiso…
Ricardo:
Graciela… (Martín para la oreja)… nada, nada…
Graciela:
Chau. (Se va) (Ricardo se recluye a leer apuntes. Martín ubica un sitio para la
nueva planta)
Martín:
Dice la señora del kiosco que las hormigas le están comiendo todos los
malvones, y claro como no se los van a comer… si no les hace el canterito se lo van a
morfar todos. Todos los días le digo… oiga doña, tiene que hacerle un canterito y
pintarlo con cal, santo remedio, pero a mi no me da bolilla. No sé por qué será no, pero
mirá cuando vos le hacés un canterito y lo pintas con cal… las hormigas no se acercan.
No sé por que será. Tal vez se creerán que se van a meter dentro de un desierto, que se
van a morir de hambre, andá a saber. Pero no se acercan ni locas… son unos bichos más
raros ésos… Alguno dicen que son muy inteligentes… que carajo van a ser inteligentes,
si uno les hace un canterito pintado con cal y con eso las engrupe, muy inteligentes que
digamos no son… ¿Vos leíste algo sobre las hormigas? (Ricardo no contesta) ¡Eh!
¿Leíste algo sobre las hormigas vos?
Ricardo:
¿Sobre las hormigas? No. No leí nada sobre las hormigas. (Continúa leyendo)
Martín:
¿No leíste nada? Yo creí que habías leído algo. Como leés tantas cosas… yo
digo ¿éste por ahí ha leído algo no? Ahora yo digo una cosa… si no ven… ¿Sabés lo
que me dijo otro tipo? Viste que arriba tienen unos chirimbolos que son como dos
antenas… Bueno…
Ricardo:
Papá, papá… estoy tratando de leer esto. ¿Puede ser?
Martín:
Y claro como no va a poder ser. Si querés leer, las… (Martín continua el cuidado
de sus plantas) ¡Ah! (Ricardo gira sobresaltado) ¿Comiste?
Ricardo:
No papá. No comí
Martín:
No comiste. Bueno, yo me voy a hacer de comer, te hago un poco para vos
también…
Ricardo:
No… no voy a comer tampoco (Toma los apuntes y su saco)… me tengo que ir
a… Tengo que salir. Tomá, Graciela dejó esto para vos. (Le da las pastillas)
Martín:
¿Qué es?
Ricardo:
No sé. Es un remedio… no sé. Chau. (Se va)
Martín:
Esto debe ser para el asunto de la presión…chau. Mah que se lomen ellos… (Se
queda contemplando las plantas) ¿Qué estarán por festejas estos? (Descubre una
hormiga y silenciosamente se quita la chinela y la descarga sobre el insecto.) ¡Ñácate!
¡Sonaste turra! Capaz nomás que son cieguitas las pobres…
Martín:
¡Ojo, eh! Que eso hay que ponerlo en el momento justo. ¿Sabés lo que tendrías
que hacer vos? Aprovechar mi experiencia.
Graciela:
Escúcheme. Quedamos en que cocinaba yo. ¿No es cierto?
Martín:
Si.
Graciela:
¡Entonces téngame confianza caramba!
Martín:
Está bien. ¿Pero le pusiste el asunto ese con el pincelito? ¿Le pusiste?
Graciela:
Menos pregunta Dios y perdona, dicen ¿No?
Martín:
Está bien… pero a mí me lo dejás probar ¿eh? A mí no me vas a intoxicar así
nomás. (Mete el dedo)
Graciela:
¡Saque ese dedo!
Martín:
(Se chupa el dedo) ¡Mmm! Que porquería (Ríe de su broma, pausa)… Eso es lo
primero que hacía allá ¿Sabés? Le ponía el chimichurri ese con el pincelito… ¡y bueno!
¿Después sabés lo que hacía? Lo ponía ahí al costado para que chupe bien la masa y…
¿sabés como quedaba no? ¡Así!
Graciela:
¿Le salía rico?
Martín:
¡Uh! ¡Una barbaridad! Ricardo solo es capaz de comerse una fuente.
Graciela:
Bueno usted vió que yo me esmeré. Espero ahora que horno no me falle. No lo
quiero defraudar.
Martín:
Espero que venga temprano…así comemos todos juntos.
Graciela:
Bueno… no sé. A lo mejor se demora un poco…
Martín:
(Mientras finge revisar las plantas) ¿Fue a la facultad, no?
Graciela:
Ajá (Continúa con el pastel) Bueno, esto ya está… Pero que lindas que están las
plantas don Martín. Siempre tan limpitas… uno siente envidia de ver como las cuida.
Las poda, les habla…
Martín:
Y claro… las pobres están ahí agarradas a la maceta. (Descubre otra hormiga y
silenciosamente se acerca y la aplasta con su alpargata) ¡Ñácate! Hoy ya me bajé dos
¿Sabés? Pero las hormiguitas, mirá vos… esas no tienen ningún problema… ellas no
necesitan a nadie para que las ponga a la luz ni que las saquen del sol… ni que las
rieguen. Nada. Ellas se las rebuscan solitas.
Graciela:
Pobres… solitas. Usted que las persigue y que ya es todo un experto. ¿Vió que
andan siempre en fila, en patota? ¿A que no sabe por qué?
Martín:
Que se yo.
Graciela:
Porque han formado una liga contra el chancletazo. En serio.
Martín:
(Ríe) Andá… eso lo inventaste vos… Che, va a dar un examen ¿no?
Graciela:
Si. Si… rinde una materia.
Martín:
Por fin se decidió. Espero que sea la última. A mí nunca me cuenta nada.
Graciela:
Por si le va mal supongo. Bueno, vamos a hacer una cosa don Martín. Usted no
le pregunte nada.
Martín:
Con razón estaba tan nervioso estos días.
Graciela:
Creo que es una de las materias más difíciles.
Martín:
Recibe cartas de España. ¿Sabías?
Graciela:
Si. (Se sumerge en lo que está haciendo)
Martín:
Bueno mirá Graciela, yo no quiero meterte en líos pero acá alguien tiene que
sentar cabeza…
Graciela:
Bueno no. Lo único que me falta es que por ponerme a charlar se me queme todo
y haga un papelón. (Se va a la cocina)
Martín:
Mi padre era español ¿Sabías?... ¡España! (Canturrea) Me dejó mi madre/
además de la luna y el sol/ una bata cuajada en lunares/ que conmigo el mundo recorrió/
una bata de / y unas ganas lo que no hacer nah´… (Sufre un mareo)… ¡Hap!... Ya
está, ya está…
Graciela:
Usted es un pibe encantador.
Martín:
Piba…no. Yo soy un viejo. Pero un viejo cantor… ¿sabés una cosa? El buen
humor me llegó con los años… Tarde.
Graciela:
No ¿Por qué tarde? (Entra Ricardo, Está borracho)
Ricardo:
(Tropieza con algo) La farolera tropezó, por la calle se cayó, al pasar por un
cuartel, se enamoró de un coronel…
Graciela:
¿Querés tomar un café?
Ricardo:
No. Nou coffes… ni nada. Total para qué. Estamos todos en el tobogán del
infierno. Coqueteando con la parca. El carnaval del mundo/ taritatirari/ ¡mientras que
los misiles nos harán volar! Estamos todos al borde de una devastadora hecatombe
nuclear que arrasará con todas las bellezas y virtudes de éste nuestro privilegiado
planeta. Tic-toc-tic-toc… ¡Boom! Menos mal que volarán también los miserables. No.
No volarán. Se achicharrarán. Se convertirán en vapor de seres humano. Un vaporcito
fétido… todos mezclados como el tango… Puf-puf ¡que olor me dijo mi tía que fuiste
vos!
Graciela:
Bueno pará un poco Ricardo.
Martín:
Éramos pocos… y parió la abuela.
Ricardo:
Sería una vieja putita (Martín se acerca amenazante. Ricardo rehuye el
enfrentamiento) (Ricardo se dirige a la mesa que está puesta para cenar y toma la botella
de vino sirviendo dos vasos)
Graciela:
Dejá eso Ricardo ¿No creés que ya está bien?
Ricardo:
¿Bien? Bien. El bien y el mal… dos mentiras envueltas en celofán. Brindemos
por la virtud mayor de nuestra especie… la imbecilidad congénita. ¡Salud! El vino…
quintaesencia de la luz nos permite descubrir que las espinas del camino… puestas por
dios en el camino, nos pinchan y nos pinchan y nos pinchan, ¡hasta el desinfle total!
Psssssss. Las prístinas personalidades, las honorables mariposas no soportan el
espectáculo del culo del mundo al desnudo.
Graciela:
¿Que pasa Ricardo?
Ricardo:
Nada.
Graciela:
¿Diste el examen?
Ricardo:
No. ¡No seré! Basta de exámenes y de calificaciones. Basta de libros inútiles.
Graciela:
Por favor no tomés más.
Ricardo:
Graciela… tengo un secretito… no voy a terminar mi carrera. Un carajo de
sociología. ¡Un carajo! (Martín se va a la cocina)
Graciela:
¿Y por qué te achicaste?
Ricardo:
Yo no me achiqué ¿entendés? pero decime quién está aquí en condiciones de
examinar a los demás ¿Quién? Y menos esos viejos hediondos y carcamanes.
¡Hediondos! Tienen las manos sucias Graciela… en cuanto uno se les acerca empieza a
mancharse con esa roña en la que viven y te impregnan de inmundicia. Mirá como me
ensuciaron. Sentí el olor que me dejaron… olé mi amor, olé. (La aprieta violentamente
contra de si) (Ella se suelta)
Graciela:
Vení mi amor. Date un baño… vení conmigo.
Ricardo:
No. No se trata de jabón ni de agua Graciela. ¡El vino! ¡Sólo el vino redimirá!
Hay que dejarlo correr libre por las cavernas y que ahogue a los vampiros en su propio
elemento. ¡Del vino vienen, y en vino se convertirán! ¡Que el feudo de los simios sea
purificado!
Martín:
(Acaba de entrar y le quita la botella a Ricardo) El horno va bien Graciela.
Ricardo:
Y allá en el horno se vamo´ a encontrar…
Martín:
Vení sentate Graciela. Vamos empezando.
Ricardo:
Papá, papito no me interrumpas. Estoy tratando de enunciar mis profecías
papá… (Trata de tomar la botella) Dame la botella papá…
Martín:
Dejá esa botella y andá a bañarte.
Ricardo:
¡Dame esa botella viejo de mierda!
Martín:
¡En pedo o no me vas a respetar carajo!
Graciela:
Bueno basta Ricardo.
Ricardo:
(Se desprende de Graciela con violencia) ¡Vos no te metás!
Martín:
¡Cuidate de lo que hacés!
Graciela:
Basta Ricardo. Pará.
Ricardo:
¡Dejáme te digo! (Vuelve a empujar)
Martín:
¡Ojo con lo que hacés te digo! Así que el señor es borrachín ahora también.
¡Bueno se acabó la joda! ¡Andá a bañarte!
Ricardo:
(Tiene en sus manos la manguera del irrigador. Amenaza a usarla) dame esa
botella.
Martín:
¡Ojo con lo que hacés que te parto la cabeza de un botellazo!
Ricardo:
Si. Es capaz de partirme la cabeza de un botellazo… así como me dabas con tu
cinturón cuando era pibe, como a un animal… todavía me acuerdo de tus lonjazos
papito. Y la vieja en el medio tratando de impedir que se sacara la mufa conmigo… y
ahora soy un desobediente… y de vos lo aprendí.
Martín:
Siempre fuiste un desobediente.
Ricardo:
Claro… y eso lo justificaba todo ¿no? Pero ahora no señor. Ahora yo hago lo
que se me da la gana… así que dame esa botella… ¡dame esta botella! (Estalla en
llanto) Dame esa botella…. (Graciela le lleva la botella y se la pone sobre la mesa)… Y
todas las tardes de domingo en penitencia cuando todos los pibes del barrio iban al cine,
al centro…que se yo. Tu justicia es inolvidable papá… Tengo tantas siestas
amontonadas acá… tantos rincones húmedos hay en mi cabeza… me acuerdo de
memoria la cortina de la cocina con todas esas rayas entrecruzadas formando un
masacote impresionante acá… y la vieja que planchaba calladita porque el señor decidió
que yo no podía ver una película de… película (Llora desconsoladamente) Hay tantas
cosas que no me olvido… se me pegotean aquí se me pegotean… esa tarde que yo volví
del colegio y mamá tenía la mano vendada y vos dormías como cerdo…
Graciela:
Cortala querés.
Martín:
¿Qué tarde?
Ricardo:
Y el olor a alcohol se sentía desde el ascensor…
Martín:
¡Pero que pavadas…!
Ricardo:
¿Cómo se lastimó la mano esa tarde mamá, eh?
Martín:
¿Cómo cómo se lastimó? Con la tijera se lastimó
Ricardo:
Si, con la tijera. ¿Pero cómo sucedió?
Martín:
Sucedió como sucedió. Cosiendo esas pavadas que hacía a escondidas.
Ricardo:
¡Pavadas que hacía a escondidas porque el señor se lo prohibía!
Martín:
No tenía necesidad de trabajar de costurera. Nunca tuvo necesidad de hacer otra
cosa que atender su casa. ¿Y sabés por qué? Porque en esta casa jamás faltó lo
necesario. ¡Ni a ella ni a vos! Porque yo siempre supe ganarme el mango.
Ricardo:
Lo que vos considerabas necesario. Para tener un mango de ella… para eso lo
hacía. ¿Por eso le lastimaste la mano papá? ¿Porque se salió del reglamento? Vení…
lastimame la mano papá…
Martín:
Mirá no entiendo que mierda me echás en cara.
Ricardo:
Siempre rodeado por su cerco de miedo. Decidiendo por los demás. ¡Ahí está el
secreto de tu éxito!
Graciela:
¡Terminen con esto!
Martín:
¡Me maté laburando toda mi vida!
Ricardo:
Allá vos si lo decidiste. ¿Pero por qué nos mataste a la vieja y a mi?... además en
vez de ciencias económicas me metí en sociología. (Ricardo toma del piso la tijera con
la que Martín poda las plantas) ¡A ver! Vení, cortame la mano papá.
Martín:
La lengua te cortaría desagradecido.
Ricardo:
No papá… (Se baja los pantalones) vení cortame las bolas… total es lo
mismo…. ¡lastimame como ese día hiciste con mamá…!
Martín:
Mirá mejor me voy… ¿Sabés que sos vos? Sos un resentido, eso sos… un
fracasado. Y me voy antes de hacer macana. ¡Fracasado! (Sale Martín)
Ricardo:
Andate, andate… y no te olvidés de morirte. Ay vieja, vieja….
Graciela:
Bueno tranquilizate. Ya se fue, mi vida.
Ricardo:
Fracasado me dijo… fracasado. ¿Por qué? ¿Porque no fui contador?
Graciela:
Basta Ricardo. Tranquilizate por Dios. Sentate.
Ricardo:
Lo escuchaste. Porque me dijo eso. ¿Por qué es tan hijo de puta?
Graciela:
Dejalo que hable. No le des bola. Son cosas que se dicen en un momento de
rabia.
Ricardo:
Él no me las dijo. Él me las hizo durante años. (Se abraza desesperadamente a
ella) ¡Vámonos a España Graciela! ¡Vamonos de éste país de mierda!
Graciela:
Te hago un café.
Ricardo:
Bueno si mi amor. Haceme un café. Lo que pasa es que cuando uno es pibe…
vuela, sueña y cree. Sobre todo eso. Uno cree. Y ahí está la joda (Estrella libros en el
piso) Porque siempre te están mintiendo. Después uno quiere vivir… y no es así. Es
asá. Siempre como quieren ellos. Los que juzgan y toman examen. ¡¿Pero quién carajo
les dio el título de examinadores?! Y después claro los sueños envejecen y deambulan
por ahí hasta que se mueren… o lo que es pero, los asesinan en nombre de las grandes
mentiras. Porque solo la mentira es capaz de justificar sus crímenes. Y yo tengo que dar
examen. ¿Para qué? Sociólogo. ¿Pero si será pelotudo no? mirá… ¡el error está en
soñar! Habría que prohibir los sueños. ¿Prohibieron los sueños Graciela? ¿Los tenemos
que tirar a la basura para siempre?
Graciela:
No. Al pastel lo vamos a tener que tirar a la basura.
Ricardo:
¿Al pastel? ¿Por qué al pastel?
Graciela:
Se quemó.
Ricardo:
¿Se quemó? Pobrecito, se quemó. Y bueno tomamos mate entonces.
Graciela:
¿Por qué no te das primero un baño? (Ricardo comienza a embadurnarse con el
pastel. Graciela lucha por impedírselo) ¿Pero que hacés?
Ricardo:
¡Dejame, dejame! Me merezco este olor a carcamán. ¡Me lo gané! (Lo limpia)
Graciela:
Basta Ricardo. ¡Date un baño y despejate la cabeza! (Lo limpia)
Ricardo:
¿Por qué me dijo fracasado? Estamos solitos…. Como una plantita… y
fracasamos. Cualquiera puede fracasar. ¡Estamos todos fracasados!
Graciela:
Sos el rey del optimismo esta noche vos ¿Eh?
Ricardo:
(Hace una pila de libros) piden pan, no les dan. Piden queso, les dan hueso….y
les cortan el pescuezo…
Graciela:
¿Qué pasó con la facultad?
Ricardo:
La facultad… de fracasar. Esa es la única facultad que nos va quedando. Mirá…
la mala suerte se nos pegotea desde pibes y después vamos por ahí dando pena…
hechos unos campeones de la frustración. (Se trepa a la pila de libros como a un podio)
¡Argentina! ¡Argentina! ¡Argentina!
Graciela:
Y dale con el fracaso y la frustración y la mar en coche. Yo no sé de qué te
quejás tanto Ricardo. Después de todo estamos juntos, nos queremos… no sé, estamos
sanos… estamos vivos ¿no? Y si tenemos problemas, ¿quién no los tiene? Hay que
saber encontrar la manera de ser feliz también che.
Ricardo:
Si mi amor… hay que saber. Decime Graciela ¿Vos sos feliz?
Graciela:
Si.
Ricardo:
Pero feliz Graciela… ¡Feliz!
Graciela:
Creo que si. ¡Bueno pero yo por lo menos no vivo torturándome todo el santo
día como hacés vos! Vamos che no lo veas todo tan negro. Date un baño. Vení
conmigo.
Ricardo:
¿Nos bañamos juntas eh?
Graciela:
Bueno vamos a ver. Sáquese ese pantalón don frustrado
Ricardo:
Frus…frus. Fru-fru. Madame fru- fru… ¿En qué andará esa putita?
Graciela:
Vamos ayudame a sacarte esto.
Ricardo:
(Repentinamente violento) Me habías ofrecido un café… ¿Era mentira también
eso?
Graciela:
Ay Ricardo… bueno ahora te lo traigo, ¿pero después te bañás eh? (Va a la
cocina)
Ricardo:
¿Sabés una cosa Graciela? A veces vos… me hacés acordar a mi vieja. (Intenta
recoger los papeles del piso)… Graciela, ¡¡¡Graciela!!! (Graciela vuelve) ¿Qué hacés en
el hospital cuando… por las noches no llegan heridos…?
Graciela:
Siempre llegan.
Ricardo:
Llegan y llegan… esta es una ciudad húmeda y acorralada que sangra por los
cuatro costados… es una res descuartizada. ¡Somos carne de matadero! Somos esquirlas
de una granada que viene estallando tan lentamente… que todavía no nos hemos dado
cuenta. Va a ser necesario que veamos volar por el aire nuestros propios pedazos para
convencernos del desastre.
Graciela:
(Le da el café) Tomá. No hay mal que dure cien años.
Ricardo:
A mi ya se me fueron mas de treinta… me quedan setenta todavía (Prueba y se
aleja) Está caliente.
Graciela:
Tomalo caliente. Te va a hacer bien.
Ricardo:
Está amargo.
Graciela:
Si. Caliente y amargo. ¡Tomalo de una vez!
Ricardo:
¿Todo amargo Madame Fru-fru? Somos todas prostitutas del petit-café, tatatata.
Somos unas putas. ¡Qué hediondas de mierda…!
Graciela:
Decime Ricardo, ¿Por qué no rendiste? ¿Qué pasó?
Ricardo:
Voy a bañarme. (Se dirige al baño. Graciela lo retiene)
Graciela:
¿Qué estás haciendo con esto Ricardo?
Ricardo:
¿Con qué?
Graciela:
Con nosotros.
Ricardo:
Yo… no sé Gracielita. Yo no soy el que hace las leyes ni los reglamentos. Yo
soy solamente un boludo que quiso ser sociólogo en un gallinero. No quiero ser un
cacareador más, un inútil como dice el viejo. Yo no voy a terminar esa carreras absurda.
Graciela:
Y venís a descubrirlo ahora… después de tantos años. ¿Te das cuenta que no
tenés derecho?
Ricardo:
¿Se puede saber a qué si tengo derecho yo? No quiero ser un sociólogo que pinta
paredes… ¡yo prefiero ser pintor de brocha gorda y listo!
Graciela:
Pintor… si vos lo aceptás así… como un cordero vas a ser mucho menos que
eso. Hay que pelearla viejo. Si acatás todo lo que te manda el destino… si sos tan
obediente y te quedás con los brazos cruzados… vos sos un candidato a morirte
ahogado. Díaz Ricardo, oíme por favor. Vos creés que yo no sé que estamos en medio
de una correntada tremenda. Creés que no lo sé. Pero que carajo conseguís con
lamentarte… ¡Mirame por favor mi vida! Hay que nadar Ricardo… hay que nadar… o
flotar como un corcho, o como un sorete, ¡o como lo que mierda puedas! Hay que vivir
y hay que cantar. Y hay que tener hijos… y no llorar más. ¡Ya no más! (Abraza
desconsolada a Ricardo. Este lentamente la separa de si)
Ricardo:
Vos también me querés tomar examen Graciela.
Graciela:
No. Yo te quiero solamente a vos. Pero entero.
Ricardo:
¿Te puedo tutear?
Graciela:
Como tutear… ¡claro!
Ricardo:
(Ricardo le hace cornetita en una teta) Tu- tú.
Graciela:
(Le da una bofetada) Sos un boludo Ricardo.
Ricardo:
No Graciela… si yo también quiero. ¡La obediencia es una hermosa virtud!
¡Hermosa! La puta que lo parió… que chiste, que tomada de pelo que nos hicieron.
Apenas vimos una seña y nos fuimos de boca. Y el lonjazo nos cruzó la cara. ¡Teniendo
tantos puntos nos comimos el envido y caímos en el truco como angelitos! ¡Qué
generación! ¿No? ¡Llegamos bárbaros al dos mil así! ¡Nos robaron el partido carajo!
Treinta y tantos que debimos haber tenido ocupados en algo menos… lúgubre. A mi me
queda un dos Graciela… me queda un dos. Yo no quiero más carta… (Estalla en llanto)
… ¡ay que cagada mi Dios!
Graciela:
(Lo acaricia maternal) Te estás portando como un chico.
Ricardo:
Decime… ¿Qué pasó? ¿Dónde quedó todo Graciela? ¿Qué pasó con mis amigos,
los pibes del secundario? Está todo inundado de nostalgia. Es tan difícil hablar del
futuro sin saber dónde está enterrado el pasado… en que oscura fosa se revuelcan los
sueños muertos. ¡Qué lo parió! ¿Te acordás del gordo Faustino?... ¿y el gordo Faustino?
(Llora desconsoladamente)
Graciela:
Cortala querés. ¿Me querés decir que ganás llorando?
Ricardo:
¿Y qué querés que haga Graciela? ¿Que agarre un chumbo y salga a la calle?
¿Que me suicide querés? ¿Qué querés que haga? Contestame…
Graciela:
Hablás como si solamente a vos te fueran mal las cosas. Como si fueras el único
que sufre. ¿Creés que sos el centro del universo? ¿El ombligo del mundo? ¿Qué te
sentís?
Ricardo:
Un pollito al espiedo me siento… A mí me escupieron el asado Graciela… Feo,
¡muy feo! (Refiriéndose a los libros y apuntes que cubren el piso) Mirá todo esto
Graciela… esto es guitarra, ¡pura guitarra! No sirve para nada… Me estafaron. ¡A todos
nos estafaron! (Hace una antorcha de papel y lo enciende. Graciela recoge los papeles
del piso sin verlo) ¡Hay que quemar esto! ¡Hay que quemar! ¡En este país un sociólogo
puede llegar a vender remeras en el subterráneo y si le dan permiso!
Graciela:
(Lucha por evitar que queme los papeles) No, pará Ricardo. ¡Basta! (Forcejean.
Ricardo le da una violenta cachetada que la arroja al medio de la escena. Pausa)
(Ricardo queda estupefacto) Estás acabando con todo Ricardo. Con el amor, con el
respeto, con la dignidad. Con todo. Estás acabando con vos mismo y no te das cuenta.
Vos pensás conseguir todo a golpes. Mirá, mirá adonde estamos desembocando.
Ricardo:
Perdoname Graciela.
Graciela:
A veces parecés un animal.
Ricardo:
Si mi amor. Nos estamos convirtiendo en animales… ¡nos han matado la
esperanza Graciela!
Graciela:
¡Eso no! Hay que vivir mi amor. ¡Hay que vivir!
Ricardo:
¿Pero así? ¿Sin ternura? ¿Peor que animales?
Graciela:
Abrazame.
Ricardo:
(Se abrazan desesperadamente) yo quiero vivir mi amor, yo quiero ser un
hombre… Quiero tantas cosas… ¡Tantas!
Graciela:
Don Martín. Pero… es cualquier hora.
Martín:
Las cinco y media de la mañana.
Graciela:
Creí que me había dormido apenas un ratito.
Martín:
¿Viste como pasa el tiempo en ese ratito? Siempre es igual. ¿Está?
Graciela:
No.
Martín:
El tiempo… va a llover toda la noche… ¿y esto? (El desorden)
Graciela:
Discutimos. Y salió. ¿Usted dónde estuvo?
Martín:
Mirá ni sé. Esto ya es como un sueño. Estamos llegando demasiado lejos.
(Traslada las plantas a la ventana) ¡Demasiado lejos! Las burradas que me dijo anoche.
Tengo sesenta y cinco años Graciela, ¿es esto lo que me gané después de tanto luchar?
Graciela:
¿Por qué no trata de olvidarse de lo de anoche? Él se va a tranquilizar y
hablando se van a tener que entender… asi que…
Martín:
¿Vos te llevas así con tus padres? ¿Les contestás como él me contesta a mí?
Graciela:
Si viviera con ellos… no sé cómo sería.
Martín:
¿No es posible vivir en paz carajo? ¿Con el tiempo los hijos siempre se tienen
que volver contra de uno? Mirá… así como me ves, yo también tuve sueños. Nos
hacíamos tantas ilusiones con su madre… ¡Bah pavadas!
Graciela:
No, no son pavadas.
Martín:
Si.
Graciela:
No don Martín. Pero los sueños de Ricardo no tienen por qué ser exactamente
igual a los suyos. ¿Entiende?
Martín:
¡Entonces es soñar a la macana!
Graciela:
No. Soñar es necesario para vivir. Pero si se vive soñando, nada más, mire la
comida. El vino, los hijos en que se convierte. Él no tiene la culpa de haber soñado otra
cosa. No se hace ésas cosas a propósito. En realidad son tan pocas las cosas que uno
elige.
Martín:
La cosa no es así, ¡no señor!
Graciela:
Y a lo mejor no siempre tiene razón usted, ¿no cree?
Martín:
¿Y vos y los demás siempre tienen razón? Si vos pensás lo mismo que él.
Decime también que soy un viejo de mierd… (Martín sufre un mareo)
Graciela:
¿Qué le pasa don Martín?
Martín:
Pará, pará, pará… ¡Ah la puta che! (Se toma la cabeza)
Graciela:
Levante la cabeza don Martín. Venga, siéntese acá. (Lo lleva a la mesa) levante
la manguita que ya que estamos lo controlo un poco. (Extrae de su cartera un aparato
para tomar la presión y realiza la operación)
Martín:
Anduve dando vueltas anoche… ¿sabés? Hay mucha menos gente en la calle
ahora… Antes me gustaba salir por el centro… mirar vidrieras, letreros. Claro… antes
era distinto.
Graciela:
La gente siempre es la gente don Martín.
Martín:
Pero antes era distinto…
Graciela:
Bueno, supongo que de a poco debe haber ido cambiando ¿No?
Martín:
Cambió mucho… Vos no conociste esta ciudad…
Graciela:
(Comienza a preparar una inyección) ¿Usted de cuándo me habla? ¿Del sesenta?
Martín:
(Continúa como abstraído) de antes… mucho antes…
Graciela:
Eh… yo no había nacido todavía entonces…
Martín:
Te podría contar tantas cosas de ésta ciudad. La cancha de San Lorenzo con los
tablones… el grito de la popular. Esos eran domingos de alegría. El sol… y durante la
semana, otra vez la rutina. El frigorífico… las cámaras… el matadero. Muuu… (Gesto
de degollar) Y ese olor a sangre… que no se va con el tiempo. Había que romperse las
manos en ese frigorífico… Aquí murió ella…
Graciela:
Bueno basta con eso. Ahora va a ser mejor que se acueste y duerma unas horas.
Martín:
No, dejame de dormir. Si te descuidás la vida se pasa durmiendo. Como a vos en
ese ratito. El tiempo que me queda… quiero ser feliz… feliz. (Recién nota que Graciela
tiene lista una inyección) Bueno… ¡ya estoy fenómeno!
Graciela:
¿A dónde va? Venga acá y quédese quietito.
Martín:
Dale… ¡hacete unos mates!
Graciela:
Yo le hago unos mates. Pero primero…
Martín:
Es que me asustás cuando me apuntás con ese chirimbolo.
Graciela:
¿Y por eso no confía en mí, llorón?
Martín:
Yo confiar, confío. Pero el brazo lo pongo yo.
Graciela:
Bueno. A ver el brazo. (Le coloca la goma etc. para una endovenosa)
Martín:
¿Sabés una cosa? Vos antes no me caías nada bien a mí.
Graciela:
¿No le caía bien? ¿Y por qué?
Martín:
No me gustabas para mi hijo.
Graciela:
¿Por qué?
Martín:
¿Qué se yo? No me gustabas.
Graciela:
¿Y ahora? ¿Le caigo mejor?
Martín:
Ahora si. Y vos lo sabés. (Recibe la inyección)
Graciela:
¿Calor?... bueno ya está. Espero que no las necesite más.
Martín:
Y yo también. ¿Qué te parece? Son fenómenas ¿Eh? (Se levanta y va al
pueblecito)
Graciela:
Fenómenas son las manos que las ponen.
Martín:
(Busca una cajita) ¿Son importadas che?
Graciela:
Son de aquí a la vuelta.
Martín:
Mirá las cosas que inventan ¿No? Pronto no se va a morir más nadie. (Saca de la
cajita un anillo que entrega a Graciela) Tomá… era de mi mujer.
Graciela:
No. Yo se lo agradezco mucho… pero este es un recuerdo suyo.
Martín:
Pronto yo también voy a ser un recuerdo.
Graciela:
Mire las pavadas que dice. De todas maneras esto le pertenece a Ricardo.
Martín:
Es lo mismo. Ustedes pronto se van a casar y vas a ser como si fueras mi hija.
Graciela:
No sé.
Martín:
¿Cómo no sé?
Graciela:
Claro don Martín no se puede. Los tiempos están muy difíciles…
Martín:
Para eso los tiempos siempre estuvieron difíciles… ¿Sabés lo que decía mi
viejo? Este es un gran país… con un gran futuro. Con el esfuerzo y el sacrificio de todos
vamos a hacer de esto… un paraíso. Y mi viejo tenía razón.
Graciela:
¿Y qué fue?
Martín:
Yo hice lo mío. Me rompí las manos trabajando.
Graciela:
¿Y dónde estamos?
Martín:
En esta casa… que es mía… ¡y que no se llueve adentro!
Graciela:
¿Se da cuenta? ¿Cómo hablar de casarnos? Yo también quiero una casa que no
se llueva… con aire, con sol.
Martín:
Hay que tener paciencia.
Graciela:
Si paciencia. ¿Cómo decía su viejo? ¿Cómo dice usted? ¿También su nieto dirá
lo mismo? ¡Hay que tener paciencia!
Martín:
Hay que tener paciencia.
Graciela:
Ese es un disco rayado.
Martín:
Hay que tener paciencia… ¡mientras hay vida, hay esperanzas! Oíme… ustedes
se pueden venir a vivir acá.
Graciela:
¿Acá? ¿Los tres acá?
Martín:
Y si. Hacemos una parecita… digamos desde aquí hasta…
Graciela:
Usted y su hijo son exactamente iguales. ¿Cómo va a hacer una pared en este
departamento?
Martín:
Me voy a vivir a la cocina. ¡Duermo en la cocina y listo!
Graciela:
No. ¡Me está cargando!
Martín:
Meto un catrecito acá. Se arma y se desarma. Cierro la puerta y listo… ¡dos
ambientes!
Graciela:
Venga para acá. ¿Dónde paso la noche usted? ¿Anduvo fumando algo raro?
¿Cómo se va a ir a vivir a la cocina? ¿Qué delirio es ese?
Martín:
¿Y qué? Meto un catrecito y no voy a molestar a nadie…
Graciela:
¿Lo dice en serio? (Arregla el desastre de la noche)
Martín:
(La ayuda a recoger papeles del piso) hacelo cambiar de idea.
Graciela:
¿Qué idea? No lo entiendo don Martín.
Martín:
Vos entendés mejor las cosas. Lo que él necesita es sentar cabeza Graciela.
Adquirir responsabilidades. ¿Entendés?
Graciela:
¿Por qué no hablamos claro don Martín?
Martín:
Está bien, hablemos claro. ¡Hablo de las cartas! Las cartas esas de España que
llegan y llegan… quiere irse ¿Entendés? Irse de aquí.
Graciela:
¿Y usted cómo sabe que quiere irse?
Martín:
Porque sé leer.
Graciela:
¿Usted le espía las cartas?
Martín:
¿Para qué cría uno a un hijo?
Graciela:
¿Para qué lo cría?
Martín:
Oíme. Vos podés… ayudarlo Graciela.
Graciela:
¿Cómo quiere que lo ayude don Martín?
Martín:
Vos… le hacés falta y… ¡Tiene que quedarse! ¿Qué haría yo solo?
Graciela:
¿Se da cuenta de lo que me está pidiendo?
Martín:
¡Claro!... vos también te querés ir.
Graciela:
No. No quiero irme.
Martín:
Si. ¡Vos también te querés ir!
Graciela:
¿Por qué no habla claramente con su hijo? ¿Por qué me dice esto a mí?
Martín:
Ya lo viste. Él me odia. Y yo o me arrastro delante de nadie.
Graciela:
No. No lo odia. No es así. Tranquilícese…
Martín:
(Le entrega el título de propiedad) Tomá. Quiero que el departamento esté a
nombre tuyo. Él es muy loco. Te estoy hablando claro. Hacelo cambiar de idea Graciela.
Graciela:
No. Yo no estoy en venta. Todavía no.
Martín:
Pero…no. Yo no quiero comprarte Graciela. Yo quiero ayudarlos… No quiero
quedarme solo.
Graciela:
Me da mucha pena oírlo.
Martín:
¡Pena! A mí nadie me tiene lástima. Antes me tomo todo el frasco de pastillas.
(Se apodera del frasquito. Forcejean)
Graciela:
Basta… ¡Basta carajo! Disculpe… Usted tiene que sentarse con Ricardo y hablar
acerca de todo esto. ¡¿Por qué lo hacen todo tan difícil?!
Martín:
(Se sienta en un extremo del departamento) Yo solo te pedí que hables con él.
Graciela:
No don Martín. Usted quiere usarme. Y no me gusta.
Martín:
Estoy al final de mi vida… ¡y todo se me deshace carajo!
Graciela:
Hasta luego don Martín. (Va a irse)
Martín:
Graciela… nadad e esto a Ricardo.
Graciela:
No se preocupe… no se va a enterar. Vivo… entre dos fuegos. (Se va)
Martín:
Graciela…
Graciela:
¿Qué? (Se levanta toma el paraguas y se lo ofrece)
Martín:
Tomá, llevate el paraguas.
Graciela:
No…. Gracias. (Sale)
Ricardo:
Menos mal que no saliste. (Saca una carta de la bolsa) (Se quita la campera)
Martín:
No estaba como para sacar la cabeza. (Ricardo sacude con violencia la campera)
Ricardo:
No. No estaba. (Toma la carta. Vuelve a dejarla)
Martín:
¿Te mojaste mucho?
Ricardo:
Está todo húmedo. (Toma la carta) Papá…
Martín:
Te hago un poco de té caliente…
Ricardo:
No papá… veces uno habla y dice cosas, y después como que uno se
arrepiente… ¿Entendés?
Martín:
Ajá. (Ricardo toma un paquetito de regalo de la bolsa y se lo entrega. Le da un
beso)
Ricardo:
¡Feliz cumpleaños papá! (martín deshace el paquete) (Su cara se ilumina)
Martín:
¡Una regaderita! ¿Cómo se te ocurrió? Justo lo que yo quería mirá.
Ricardo:
¡Qué se yo! Ese jarrito que tenés chorrea por todos lados asi que…
Martín:
El otro día pasé por una ferretería y vi una, del mismo color y todo. Y me dije…
en cuanto tenga unos manguitos me la compro… muchas gracias che… (Va hacia
Ricardo y lo besa. Este se queda con los brazos extendidos buscando el abrazo en vano)
Al tarro ese lo pateo en seguida… pero mirá vos. ¿Sabés lo que voy a hacer? Me voy a
regar a la mustiona esta. Yo no se que carajo le pasa a esta, pero se me vino abajo…
para mí que alguien me la engualichó, porque no puede ser que una planta de estas se
me venga asi abajo… ¡Señoras y señores! ¡El debut de la regaderita va a ser con la
mustiona...!
Ricardo:
(Saca de la bolsa una botella y la destapa) ¡Para brindar!
Martín:
(Ríe) ¡Esto ya es una fiesta completa! ¿Es bueno no?
Ricardo:
Si, es bueno.
Martín:
Si. Los que vienen en esas botellitas son siempre buenos. Bueno dale. (Ricardo
sirve los dos vasos) Chinchín… ¡por el viejo…!
Ricardo:
Por el viejo. Salud.
Martín:
Salud. Cumpleaños feliz/ cumpleaños feliz…
Ricardo:
Papá mirá… entre vos y yo creo que…
Martín:
(Sirve nuevamente su vaso. Ricardo no tocó el suyo) un traguito…
Ricardo:
No, gracias. Pará che que no son vitamina ¿Eh?
Martín:
Dale, un cachito más… (Bebe) una vez al año…
Ricardo:
Yo a veces me exalto, es verdad… pero…
Martín:
Cuando llegaba el día de mi cumpleaños, la vieja me hacía un tortón así
grande… todo lleno de velitas ¿Sabés?... entonces me cantaban… (Ricardo le extiende
el encendedor encendido a guisa de velitas. Martín sopla loco de alegría) ¡Che, vos estás
en todo hoy…! Te voy a contar una cosa a ver si te acordás. Una vez resulta que tenía
unos mangos y me dije… “Voy a celebrar mi cumpleaños como se debe, que joder”… y
nos fuimos a una cantina. ¿A qué no sabés lo que había colgado del techo de la cantina?
Ricardo:
(Tiene un sobre en sus manos sin saber que hacer) Que se yo… jamones.
Martín:
Si. Jamones. ¿Y cómo te acordás vos si eras así chiquitito?
Ricardo:
Yo no me acuerdo papá. Pero en todas las cantinas hay jamones colgados del
techo.
Martín:
Bueno. Entonces estábamos en la cantina… yo me había puesto unos zapatos
bien “lustré” como se decía entonces, ¿no? Y…agarro la carta y lo llamo al mozo.
“Mozo” /Ricardo coloca frente a Martín la carta que tenía en sus manos)
Ricardo:
Papá, papá…creo que vamos a tener que ir hablando de… futuro.
Martín:
(Queda en silencio. Se levanta y se sienta en un extremo alejado) ¿Sabés una
cosa? Yo ya casi no tengo futuro.
Ricardo:
Yo tampoco. (Se sienta en el otro extremo. Los dos mirando hacia delante)
bueno mirá. Ese es el tema.
Martín:
Yo no quiero empezar con que esto o aquello…
Ricardo:
Papá escuchame. Por favor, escuchame…
Martín:
¿Y cómo están tus amigos?
Ricardo:
Son unos amigos argentinos que ahora viven allá. En España.
Martín:
España. Dicen que está llena de argentinos… debe ser como vivir en Buenos
Aires…
Ricardo:
España y medio mundo está lleno de argentinos papá. Todo el mundo se manda
a mudar de acá.
Martín:
Bueno. Todos no. Si no esto parecería un cementerio.
Ricardo:
¿Y qué parece? ¿Una kermesse? ¿Una maratón que no va a ninguna parte? O si.
¡Que va derecho a la mierda!
Martín:
Y allá… ¿Todas son rosas?
Ricardo:
Ahí estoy de acuerdo con vos ¿ves? El mundo entero se va a la mierda. Pero
allá… por lo menos podés elegir la manera de reventar. Nadie te la impone ¿entendés?
Martín:
Me parece que vos sos muy pesimista che. A veces me pregunto… ¿qué querés
de la vida?... así te vas a volver viejo antes de tiempo…
Ricardo:
Mucho antes papá. Mucho antes… o si ni me voy a convertir en un vegetal. Aquí
tenés dos opciones… o sos un vegetal o un zombie.
Martín:
¿O qué?
Ricardo:
Zombie… un marmota ¿entendés? ¡A mí no me van a agarrar!
Martín:
A mí tampoco. ¡Joder!
Ricardo:
Esos amigos, me han escrito… y me dicen que tienen un enganche para mí.
Martín:
Un enganche…
Ricardo:
Si… un enganche.
Martín:
Allá…
Ricardo:
Si papá, allá… un enganche, una manera bastante piola de empezar y después…
bueno, iríamos viendo ¿no?
Martín:
¿Y de que es ese enganche?
Ricardo:
Ellos trabajan en una feria…
Martín:
¿Y te vas a ir a España a vender verdura?
Ricardo:
No papá… Es una feria de artesanías.
Martín:
¿Y que venden?
Ricardo:
(Murmura algo inteligible)
Martín:
¿Qué?
Ricardo:
Muñequitos.
Martín:
¡¿Muñequitos?! ¡Pero dejate de joder! ¿Te vas a ir a España a vender
muñequitos? ¿Y por qué no vendés muñequitos acá?
Ricardo:
¡Porque acá te cagas de hambre si querés vender muñequitos! ¡¡Además acá yo
no quiero vender muñequitos, que joder!!
Martín:
Y no vendas muñequitos. ¿Quién empezó con los muñequitos yo o vos?
¿Te das cuenta que sos un sonado? ¿Qué no sabés lo que querés?
Ricardo:
Si sé lo que quiero papá.
Martín:
¡Qué vas a saber!
Ricardo:
Quiero vivir papá. Quiero vivir como la gente papá. Quero vivir en un lugar
como la gente.
Martín:
¿Y acá no podés vivir como la gente? No. En España vas a vivir como la gente.
Vendiendo muñequitos. Pero dejate de joder. (Lo toma del pelo y lo aprieta contra si)
Acá el que molesta soy yo.
Ricardo:
No viejo, no.
Martín:
Si, si. Te va quedando chico el departamento… y eso te ahoga. Como fuiste
creciendo, lo ves achicarse. En cambio yo que lo construí pedazo a pedazo. Que me
rompí las manos para pagar las cuotas…
Ricardo:
Si ya sé papá, ya sé. “Con muchos años de sacrificio”…
Martín:
Si señor… ¡Con muchos años de sacrificio! Lo que pasa es que vos te creés que
todo es joda. ¡Tendrías que aprender a valorar lo que tenés…!
Ricardo:
Si lo valoro papá…
Martín:
¿Entonces qué me cargás? ¿Sabés adonde iría a parar yo si no tuviera este techo?
A una de esas casas que cuidan viejos. ¡Ahí iría a parar…!
Ricardo:
¿Y qué? Hay buenos lugares… hoy en día. Buenas residencias… con televisión,
con atención médica permanente… ¡buenos lugares!
Martín:
¿Y qué?
Ricardo:
Nada…eso. Que… hay buenos lugares…
Martín:
Me alegro por los que los necesitan. Yo gracias a Dios y a mi trabajo tengo esta
casa que es mía, donde estoy muy bien y muy cómodo. Y si no te gusta te podés ir… ¡a
España o a la mierda…! ¿Pero quién carajo te creés que sos sabelotodo? ¿Mi salvación?
¡Mi desgracia sos! yo todavía tengo dos brazos bien fuertes ¿Entendés? Ya voy a
encontrar algún rebusque para aumentar esta miserable jubilación. Pero de acá te
mandás a mudar ya mismo. ¡A España o a la misma mierda! pero acá no te quiero ver
más ¿Entendés? ¡Yo no necesito que me tengas lástima! ¡Así que a la mierda de acá…!
(Se encierra en el baño de un portazo) (Ricardo duda un instante. Toma una valija y un
puñado de prendas y comienza a preparar su equipaje)
Ricardo:
No va a estar mejor en una casa para viejos… ¡vive pegado a estas paredes como
una babosa…! (Entra Graciela. Viene contentísima)
Graciela:
¡Ay menos mal que estás mi amor! A que no sabés que… ¿Qué pasa? ¿Te vas?
Ricardo:
Si me voy.
Graciela:
¿A dónde te vas?
Ricardo:
No sé. Pero por favor no intervengas. Vos no te metás más.
Graciela:
(Se sienta un tanto displicente) Punto uno. Estuve en ECOSUR…
Ricardo:
De eso también estoy hasta acá. ¡Mirá cuando la cos viene tan cruzada lo mejor
es cambiar de cancha y listo! (Continúa con la valija)
Graciela:
Punto dos. Parece, que quieren proponerte… la dirección de una encuesta…
Ricardo:
Cómo la direcc… Mirá Graciela si vos estás de joda… yo no estoy de joda.
Graciela:
No. No estoy de joda. Mirá a ver si adivinás una cosa. Una encuesta de… (Gesto
de fumar y toser)
Ricardo:
De cigarrillos.
Graciela:
¡Si de cigarrillos! ¡Usted es una lumbrera! Uno le da un datito así, ¡y él
enseguida adivina…! ¿Sabe lo que significa eso?
Ricardo:
Si. Guita… buena guita.
Graciela:
¡Toda la guita!
Ricardo:
¿Y de donde sacaste eso vos?
Graciela:
Ah no puedo hablar todavía porque no hay nada decidido…
Ricardo:
Pero rajá de acá tarada. Me venís a cargar justo hoy mirá…
Graciela:
No. No soy una tarada imbécil. Es cierto… y venía a que lo festejáramos.
Ricardo:
¿Pero cómo?... ¿Yo dirigir una encuesta?... che sería bárbaro. (Entra Martín que
viene del baño. Trae una taza en la mano. Cae y deja caer la taza antes de desplomarse)
Graciela:
¡Don Martín!
Ricardo:
(Llega a tiempo para impedir que Martín llegue al suelo. Queda entre sus brazos)
¡Papá…! ¡Papá…! ¡Papá…!
Graciela:
(Improvisa una almohada con la ropa de la valija)Acá. Traelo acá Ricardo…
Ricardo:
No me vas a cagar justo ahora… ¡no tiene nada Graciela! Dejalo!
Graciela:
Yo le puse una inyección…
Ricardo:
No tiene nada… ¡Está haciendo teatro! (La levanta y la lleva a un extremo) ¿De
dónde sacaste eso vos?
Graciela:
Ricardo, está tu padre ahí…
Ricardo:
Lo de la encuesta. ¿De dónde lo sacaste?
Graciela:
Hubo una reunión… y Ferrán te nombró. ¡Llamá al hospital!
(Graciela va al teléfono. Ricardo se acerca a martín)
Ricardo:
¡Papá…papá…!
Graciela:
¿Hola? Con el doctor Méndez por favor… Graciela Puente…
Ricardo:
Papá… ¡el fracasado va a salir del pozo...! ¡Voy a dirigir una encuesta viejo!
Graciela:
Si ¿doctor Méndez? Graciela. Mal. No, yo no. El padre de un amigo mío… si.
No sé. Sesenta y cinco años. Creo que no conoce doctor… por favor. Sarandí 1321,
1ºC. Gracias doctor.
Ricardo:
(Levantó a Martín y lo sentó en una silla) ya está viejo… ya pasó… ya está
papá… ¡Ayudame carajo! Ya pasó viejo… ¡Ayudame!
Graciela:
¿Qué hacés? ¡Ricardo! (trata de colocarlo nuevamente en el suelo) Don
Martín…Don Martín… Ayudame Ricardo. ¡Ayudame! (Lo acuestan) Don Martín… ya
viene la ambulancia… don Martín… mirá Ricardo, ya abrió los ojos…
Ricardo:
Pero no te ve Graciela. No te ve… (Ricardo está aturdido. Pausa) Gra… si me
ponen a cargo de una encuesta… después me pueden dejar en el puesto…
Graciela:
(Va hasta él y le tapa la boca) Ricardo… está tu padre. ¿Qué te pasa a vos?
Ricardo:
Pero no escucha Graciela. No escucha.
Graciela:
Bueno. Por favor. (Vuelve a Martín) es una pavada… pronto va a estar bien…
Ricardo:
Mi amor… ahora podemos casarnos…
Graciela:
Después Ricardo… ¡después!
Ricardo:
Pero miralo a Ferrán. ¿Quién lo hubiera dicho, no? Director de encuestas de
ECOSUR. ¿Te das cuenta cómo se hacen las cosas en este país? ¿Para qué carajo quiero
el título de sociólogo?
Graciela:
Bueno basta Ricardo. Y yo no dije encuestas. Dije encuesta.
Ricardo:
Graciela… ahora podemos hacer el pibe. Yo quiero un hijo.
Graciela:
¿Ricardo qué te agarró a vos? Aparte de que este no es momento, vos mismo
siempre decís que estos últimos años los chicos que llegan a nacer es porque los padres
no lograron juntar la plata para el aborto…
Ricardo:
Pero nosotros ahora agarraríamos guita suficiente. Nos podemos dar ese lujo mi
amor.
Graciela:
Bueno…está bien. Está bien.
(Se oye una sirena que se va acercando hasta invadir la escena. Sale la valija y la
ropa. Martín se instala en la silla de ruedas que entró) (Mientras Ricardo y Graciela se
cambian de ropas. Pase de tiempo)
Ricardo:
¿Sabés una cosa? Jamás me hubiera imaginado que algún día me iba a ver
obligado a usar traje. Con lo que me molestar estar ensillado.
Graciela:
Qué tragedia ¿Eh?
Ricardo:
¿Y qué querés…? ¡No soporto la corbata!
Graciela:
El que quiere celeste…
Ricardo:
Graciela… mirá que pinta de boludo…
Graciela:
La verdad…
Ricardo:
Y bueno…
Graciela:
Yo en cambio… hay días que extraño tanto el hospital…
Ricardo:
No Graciela… en cuanto podamos, nos vamos a mudar a un lugar más grande…
Graciela:
A un lugar más grande…
Ricardo:
A un lugar más… grande…
Graciela:
A algún lugar…
Ricardo:
Algún…día…
(Graciela sale. Martín esta en la silla frente al televisor. Ricardo tiene puesto un
traje. Pasó algún tiempo)
Ricardo:
Papá… ¿Cómo estás viejo? ¿Bien? ¿Qué querés papá? ¿Querés que te prenda la
tele?... yo te prendo la tele. (Enciende el televisor.) (Va hacia la puerta) Te cuida bien
Graciela ¿no? (Sale) (Tiempo) (Han pasado algunos meses. Martín sufrió una lesión en
el cerebro, está frente al televisor encendido en su silla de ruedas)
Martín:
Gaaaaaaaa, gaaaaaaaaa, goooorrrr…..ooooo… (Graciela ordena el ámbito)
Graciela:
¿Qué pasa?
Martín:
Añññoooo…. (Lo lleva al baño de mala gana. Mientras Martín hace sus cosas
ella arregla otras en el departamento/ Está asfixiada por la sordidez que oscurece su
vida. Martín la llama. Luego que desocupa a Martín vuelve a dejarlo en su sitio)
(Continúa con sus tareas) (Martín descubre que el televisor está apagado. No quiere
molestar pero no obstante comienza a llamar a Graciela)
Martín:
¡Lllaaaa!
Graciela:
¿Y qué pasa ahora? (Martín mira implorante el televiso)
Martín:
¡Ooorrrr…!
Graciela:
Estuvo toda la tarde con el televisor, por favor che, deje un rato aunque sea.
¡Después le duele al cabeza…!
Martín:
¡Maaaoooolll…!
Graciela:
Más tarde. (Graciela va a la cocina. Martín mira con ojos fijos la pantalla opaca.
Llora en silencio. Entra Ricardo. Nota el estado de Martín. Enjuaga las lágrimas del
viejo, deja por ahí su portafolios. Entra Graciela)
Graciela:
Hola. No te escuché entrar.
Ricardo:
Hola.
Graciela:
¿Comiste algo? ¿Querés tomar alguna cosa? Te hago unos mates.
Ricardo:
(Acepta el mate) ¿Qué pasa Graciela? ¿Estuvo llorando de nuevo?
Graciela:
No se. ¿Qué pasa?
Ricardo:
¡Si vos no sabés que pasa!
Graciela:
Se habrá puesto así porque le apagué el televisor hace un rato. Estuvo toda la
tarde mirando. Yo ya tengo los nervios de punta… Pero bueno. Enseguida se lo prendo.
Ricardo:
Si. Prendéselo.
Graciela:
En diez minutos. Ahora se pone así por cualquier cosa el pobre. Después de
todo… te la regalo. ¿Hasta cuando estará asi…?
Ricardo:
El lo mismo que yo me pregunto. Ésta es la factura del fisioterapeuta…
¡Trescientos cincuenta palos! ¿Qué tal?
Graciela:
¡Pero que animal! ¿Y que vas a hacer?
Ricardo:
¿Qué querés que haga? ¡Se lo pagué!
Graciela:
Claro…que mala pata ¿no? Ahora…
Ricardo:
¡Ahora un carajo Graciela! Tendremos que aguantarnos aquí los tres unos
meses… ¡años! ¡Que se yo! ¿Qué querés que haga? ¿Qué lo tire en un hospital? ¡Miralo
cómo está!
Graciela:
Está bien, está bien. Yo no estoy diciendo otra cosa che. Qué le vamos a hacer…
si no se puede, no se puede… (Va hacia Martín a prepararlo para su merienda)
Ricardo:
¡No se puede!
Graciela:
Ay don Martín, don Martín… que cosa con usted don Martín. Bueno… Hoy se
prendió los botones de la camisa él solito. ¿Eh don Martín? Se merece un premio. En
cuanto se ponga mejor… cuando yo vuelva a trabajar… ¡le vamos a comprar un
televisor en colores…! ¿No Ricardo?
Ricardo:
Si. Un televisor en colores… ¡y un negro que lo apantalle! (Se saca la camisa)
¡Qué calor de mierda! Decí vos que esa oficina es fresca… ¡porque lo que era el
colectivo! Para colmo viene un gordo y me pisa el pié… ¡le hubiera mordido el culo
mirá! (Ríe divertido)
Graciela:
(Se suma a la risa) ¿De qué te reís?
Ricardo:
Nada. Pavadas. ¿Te imaginás que despelote se arma en el colectivo…si le
mordés el culo a una gorda…? (Ríen los dos. Ella se acerca por detrás mirándolo. Lo
seca con algo)
Graciela:
Estás todo transpirado… (Ríe) Estaba imaginando… (Se saca el corpiño)… el
culo de la gorda…
Ricardo:
¡Y no sabés que culo…! (Ella apoya sus pechos en la espalda de el) (Se besan
apasionadamente. Ricardo la sienta sobre sus rodillas y explora con sus manos debajo
de la pollera. Se interrumpen ante al presencia de martín. Ricardo se levanta y se dirige
a la silla de rueda. Un segundo de duda y hace girar a Martín hacia la pantalla de modo
tal que no pueda ver. Vuelve a Graciela. Ella le baja los pantalones y se abraza a su
cintura. El le quita furioso los guantes de goma que ella aún tenía puesto y los estrella
contra el suelo. La da vuelta y la apoya contra la mesa. Van a pasar a mayores.)
Martín:
¡Soooraaaalllleee…!
(Se separan en silencio. El se levanta los pantalones y recoge los guantes de
goma. Va hacia Martín)
Ricardo:
¿Regaste las plantas?... (Se acuclilla frente al viejo. Ella va a la cocina) (Ricardo
vuelve a la mesa con intenciones de vestirse y salir de allí) (Entra Graciela)
Graciela:
¿Vas a salir de nuevo vos?
Ricardo:
Si. Voy a salir. (Ella trae a Martín al otro extremo. Le coloca una servilleta de
babero. Etc.)
Graciela:
¿Vas a volver?
Ricardo:
¿Por?
Graciela:
No…porque…A ver don Martín ¿Está rico? ¿Cómo está?
Martín:
Tiiiccoooo…
Graciela:
¿Sabés que pasa Ricardo? Que hoy comienza ese curso de instrumentista
quirúrgica del que yo te había hablado…
Ricardo:
¿Por qué no me coses esta camisa?
Graciela:
(Interrumpe la alimentación de Martín y va a buscar un costurero) Bueno mirá…
te acordás que te hablé de unos alemanes que venían a introducir en el manejo de unos
aparatos de alta sensibilidad… Además estos tipos después te dan el certificado que
habilita para trabajar en cualquier centro de salud ¿Entendés?
Ricardo:
Bueno, ¿me arreglás la camisa o me la pongo como está?
Graciela:
¿Por qué no te ponés la marrón por ejemplo…?
Ricardo:
¡Porque está inmunda la marrón! Y dale que llego tarde…
Graciela:
Ya va… ya va…sos un jefe ahí ¿no? No sos un cadete ni nada por el estilo…
Ricardo:
¡Jefe las pelotas! ¡Jefe…! Todo el mundo anda detrás de mí controlándome
como si yo fuera un inútil… ¡un incapaz!
Graciela:
Y bueno… ¡Vos hacé lo tuyo y no te calentés! Volviendo a lo del curso… yo
tengo media hora de viaje y empieza a las cinco… si vos te vas ahora no vas a volver
para…
Ricardo:
Bueno… ¿Cuesta guita eso?
Graciela:
Me parece que todavía no me contestaste si vas a volver a las cua…
Ricardo:
Bueno dame. ¡Me la pongo como está…!
Graciela:
¡Estoy buscando el hilo y no se dónde mierda se habrá metido…!
Ricardo:
Si vos no sabés donde guardas los hilos… ¡qué querés!
Graciela:
No está. El blanco no aparece por ningún lado… (Martín que estuvo todo el
tiempo tratando de comer solo tira al piso con gran estrépito al bandejota con puré)
Ricardo:
¿Y qué hacés vos también, no podés esperar un poco? Escuchame muerto de
hambre… si no podés solo, tené un poco de paciencia, ¡carajo! ¡Mirá el despelote que
armo éste ahora…!
Graciela:
Pará un poco que no tengo veinte manos. ¡Que el cuello, que tu viejo…!
Martín:
¡Mmmmmllllaaa…!
Ricardo:
¡Y dejá de llorar por favor papá…!
Graciela:
¡A él no le grités así Ricardo…!
Ricardo:
Vos te callás la boca. ¡Buscás el hilo y cosés la camisa…! ¡Y cortala con cursos
y con pavadas! ¡Cursos! ¡¿No te das cuenta que a éste se lo deja un minuto sólo y mirá
el despelote que arma…?! ¡La nueva ahora…cursos! ¡Mirá vos…!
Graciela:
Ricardo dejá eso como está y vení por favor… (Va a un costado)
Ricardo:
¿Qué querés?
Graciela:
¿Ricardo vos supones que yo pienso pasarme toda la vida cuidando a tu papá?
Vos sabés que hace mucho tiempo que quería hacer un curso de esos. Antes no podía
porque trabajaba todo el día…Ahora…
Ricardo:
Ahora no trabajás porque con lo que yo gano mas o menos nos damos vuelta…
¡Además está el viejo!
Graciela:
Hablá bajo por favor… ¿Vos te creés que mi vocación es cuidar a tu viejo? No
tengo la menor intención de abandonar mi trabajo. Yo me estoy cansando de todo
esto…
Ricardo:
¿De qué te estás cansando vos?
Graciela:
Desde que dejé mi trabajo me puse… ¿Me miraste bien? Empezó toda esta
historia.
Ricardo:
Esta historia… ¡es mi papá!
Graciela:
¿Te agarró de golpe el “hijismo” a vos? Hablás así porque recién lo ves a la
noche… no sabés las cosas que tengo que hacer durante el día…
Ricardo:
¡¿Bueno me arreglás o no me arreglás la camisa?!
Graciela:
No te la voy a arreglar porque no está el hilo.
Ricardo:
(Con un violento manotazo le quita la tijera que tenía Graciela en la mano)
¡Entonces andá a comprar el hilo!
Graciela:
¡Ay! ¿Qué haces? ¡Me lastimaste!
Ricardo:
(Absolutamente fuera de sí. Como hipnotizado por la tijera que le quema las
manos) ¡¡Andá a comprar el hilo!!
Graciela:
Mi mano… Ricardo…
Ricardo:
¡¡¡Andá a comprar el hilo!!! (Ella va)
Graciela:
¡Sos igual a tu viejo!
Ricardo:
¡No!...¡¡Si!!(Va hacia la silla de ruedas) ¡Ay papá…papá! ¿Qué hago papá?
¿Qué hay que hacer? (Toma una silla y se sienta simétricamente en el otro extremo)
¿Sabés que se van a cumplir todas tus profecías papá? No fui sociólogo. Los sueños se
pudrieron en sangre… no me saqué el prode ni me tiré al río. ¡Ni chicha ni limonada! Y
no me mirés así viejo… ¡Por favor no me mirés así…! Está bien no quise recibirme de
tuberculoso en un frigorífico… No me rompí las manos… Pero igual se me rompió el
alma ¿no? Vos te preguntarás que quiero… no sé papá. Nos hicieron tan bien el truco
que perdimos el quiero. Nos dejaron mudos. Y todavía hay puntos golpeando y
golpeando… pero el envido no corre más. Lo dejamos pasar en un descuido estúpido.
¡Y nos clavaron el as de espadas en la mitad del pecho! Alguien le está robando los
porotos a la esperanza papá… (Entra Graciela.)
Graciela:
Aquí tenés el hilo.
Ricardo:
Entonces coseme la camisa. (Graciela toma el costurero y la camisa y los coloca
en las manos de Ricardo)
Graciela:
No. Cosetela vos. Yo me tengo que ir al curso antes que se me haga tarde.
Ricardo:
¿Con esa traza te vas al curso…?
Graciela:
Si. Chau. (Se va) (Ricardo la ve irse impotente. De repente cae al piso el
costurero con estrépito. Cayó como la bandeja de Martín son dos figuras idénticas frente
a frente. Cada cual en su silla. Ricardo va tomando conciencia y desesperando. Toma
una decisión y se pone la camisa trayendo luego la valija. Va a irse)
Ricardo:
Perdoname papá… pero me ocupé de vos ¿no? Bueno, que eso te baste. Me voy
como un delincuente… ¡mirá lo que son las cosas! (Esta abrazando la valija con
desesperación. Besa a Martín. Estalla en llanto.) Me voy papá… y no quiero volver a
nunca más ¿entendés? ¡Nunca más! (Se va. Se detiene y vuelve hasta Martín. Gira y va
suavemente hacia la salida. Se detiene y retorna para luego irse nuevamente. Coloca la
valija sobre su cabeza y comienza a girar en redondo sobre si mismo. Bajan las luces)
FIN