Las Familias en El Proceso de Rehabilitación - Sara Fernández Guinea, Juan Manuel Muñoz Céspedes
Las Familias en El Proceso de Rehabilitación - Sara Fernández Guinea, Juan Manuel Muñoz Céspedes
Las Familias en El Proceso de Rehabilitación - Sara Fernández Guinea, Juan Manuel Muñoz Céspedes
Hasta hace unos quince años, el tema de las repercusiones del daño cerebral sobre las
familias era algo prácticamente inexistente en la literatura científica, centrada
fundamentalmente en las alteraciones médicas, físicas, cognitivas y emocionales que
sufría el paciente. Sin embargo, hoy en día es frecuente ver en las revistas y en los libros
especializados algún artículo o capítulo que trate sobre las consecuencias más
importantes del daño cerebral en la familia o sobre los métodos de afrontamiento más
eficaces para facilitar el proceso de adaptación a la discapacidad de un ser querido.
Podemos decir entonces que cada vez hay una mayor preocupación por conocer cómo
viven las familias la aparición de una lesión cerebral en uno de sus miembros. ¿Qué es
lo que ha hecho cambiar este enfoque? La razón fundamental ha sido la observación del
papel que ejercen los familiares, no sólo ya como apoyo en todo el proceso de la
recuperación, sino también por la asistencia que pueden ofrecer a lo largo del tiempo
(Peters, Atambrook, Moore y Esses, 1990).
En esta misma línea cabe destacar también el documento "Una política coherente para la
rehabilitación de las personas con minusvalía" presentado por el Consejo de Europa en
1992, donde se formulan una serie de recomendaciones para que los gobiernos destinen
recursos específicos de atención y apoyo a las unidades familiares que presten cuidado a
colectivos vulnerables. Y más recientemente, dentro de la iniciativa HELIOS II (1996),
se ha vuelto a insistir en la importancia de preparar adecuadamente a las familias y al
entorno para la incorporación de las personas con discapacidad, entre las que se
encuentran los individuos afectados por lesiones cerebrales.
Los estudios sobre el tema nos han permitido adquirir una mayor conciencia del gran
impacto que el daño cerebral tiene sobre la familia. Por ejemplo, es bien conocido que la
aparición de un traumatismo craneoencefálico (en adelante T.C.E.) crea una crisis
inmediata en la unidad familiar al modificar las relaciones entre los diferentes
miembros, los roles que cada uno ejercía, las expectativas y los planes de futuro
establecidos. Algunas investigaciones han llegado a plantear que muchas familias
soportan un nivel de estrés incluso mayor que la que sufren los propios pacientes
(Brooks, 1991). Es importante tener en cuenta que esta carga tiende a ser crónica al
igual que algunos de los cambios producidos por el daño cerebral (como las alteraciones
cognitivas y emocionales), y en muchos casos puede incluso aumentar con el paso del
tiempo. Sin embargo, se ha publicado muy poco y de modo general sobre la inclusión de
las familias como agentes activos en el proceso de recuperación (Shaw y McMahon,
1990) y sobre la conveniencia de prestar más atención a las necesidades de atención,
educación, orientación y ayuda de las familias (Smith y Godfrey, 1995). Por tanto, desde
el enfoque que aquí se plantea, la familia es covíctima y parte del problema pero
también es parte de la solución.
En el presente artículo nos vamos a detener a analizar los principales factores que
generan estrés entre los familiares, las distintas fases por las que atraviesan en su
respuesta ante el daño cerebral, algunas investigaciones que se han centrado en el efecto
diferencial que tiene el daño cerebral sobre los distintos componentes del grupo familiar,
la importancia de las familias en la rehabilitación y el desarrollo y aplicación de los
programas de intervención con los familiares de personas afectadas.
Es necesario tener en cuenta que el impacto que causa el daño cerebral no afecta del
mismo modo a los diferentes miembros y a las relaciones establecidas dentro de la
familia, porque cada componente desempeña diferentes roles y responsabilidades dentro
del grupo familiar, tiene características de personalidad distintas y utiliza diversas
habilidades de afrontamiento para hacer frente a los problemas que van apareciendo. Por
ello es especialmente importante prestar atención a los efectos que tiene la aparición de
lesiones cerebrales sobre las relaciones de pareja, sobre las relaciones de padres e hijos e
incluso entre los hermanos. Las personas especialmente interesadas en esta temática
pueden consultar los trabajos de Florian y Katz (1991), Kreutzer, Gervasio y Camplair
(1994) y Bruna, Mataró y Junqué (en prensa).
Existen diferentes razones que pueden explicar esta discrepancia, y que han sido
comentadas entre otros por Lezak (1988), Brooks (1991) y Junqué, Bruna y Mataró
(1995):
a) En primer lugar, hay que pensar que la persona que sobrevive a un daño
cerebral traumático puede volverse más infantil y exigir más cuidados. Para
los padres estos cambios implican volver a asumir un rol con el que ya
estaban familiarizados; sin embargo, para la pareja supone tener que
adaptarse a un nuevo estilo de vida muy diferente a las expectativas que
tenían respecto a la vida futura en común.
b) Si los dos padres están vivos pueden apoyarse mutuamente y compartir
las cargas del cuidado de su hijo. En cambio, en los cónyuges son más
patentes los sentimientos de soledad, depresión y aislamiento social.
d) Para los cónyuges la lesión cerebral suele suponer además una reducción
o incluso pérdida del contacto sexual con la pareja. Las principales causas
que se argumentan en relación con este problema son la pérdida de
atractivo, los cambios de personalidad que hacen sentirles como "extraños"
y los propios cambios en los roles familiares que los convierten más en
padres que en esposos.
Ha habido muy poca investigación en relación con el impacto que supone para los hijos
la lesión cerebral del padre o la madre, pero éstos también sufren por los drásticos
cambios en la atmósfera de la casa (Brusselmans,1995). Los pacientes se fatigan e
irritan con facilidad ante asuntos triviales e incluso pueden golpear a los niños. Los hijos
también se dan cuenta de la pérdida de interés y la ausencia de manifestaciones de
cariño, o toleran mal a un padre que exhibe comportamientos infantiles o sólo parece
preocupado por él mismo. Pero además, con frecuencia, los niños experimentan no sólo
la pérdida de afecto y apoyo por parte del padre afectado, sino también del otro miembro
de la familia. Por ejemplo, el padre no afectado acude habitualmente al hospital o ha de
trabajar horas extras. Y cuando está en casa suele encontrarse cansado, irritable y
emocionalmente exhausto, con poca energía y motivación para tratar los asuntos de
importancia relativos a los niños.
Para valorar mejor el papel que ejercen las familias a lo largo del proceso de
recuperación de las personas afectadas por lesiones cerebrales conviene acudir al trabajo
publicado por Jacobs (1989), del que vamos a destacar de forma resumida, las múltiples
contribuciones positivas que pueden hacer los familiares en la rehabilitación global de
sus seres queridos:
Se puede decir que, en general, en el ámbito del daño cerebral, se ha prestado muy poca
atención a las necesidades que tienen las familias y a intentar identificar las posibles
estrategias que minimicen el estrés y maximicen la adaptación de la familia a la nueva
situación. Incluso los esfuerzos más heroicos neuroquirúrgicos y la subsiguiente
rehabilitación física pueden producir muy pocos beneficios si el paciente no puede
integrarse de forma exitosa en la unidad familiar y volver a sentirse útil dentro de la
sociedad.
El primer paso a dar en la intervención con las familias de personas con daño cerebral es
la realización del diagnóstico de sus problemas y la evaluación de sus necesidades.
Siguiendo la propuesta de Rosenthal y Glecker (1986) podemos destacar tres
componentes principales en este proceso:
En este sentido es necesaria una evaluación adecuada del sistema familiar, que recoja el
análisis de los roles que desempeñan cada uno de los miembros, incluyendo la persona
con lesión cerebral, la naturaleza de las relaciones entre ellos y los canales de
comunicación dentro de la familia. Es importante considerar también los factores que
puedan generar estrés a los distintos individuos, algunos de los cuáles ya han sido
comentados. De igual forma, se deberían explorar las reacciones emocionales y las
necesidades específicas de los hijos y de los hermanos. Asimismo es conveniente
conocer los recursos financieros de la familia, el apoyo y ayuda por parte de otros
allegados y amigos y la posibilidad de dejar el trabajo temporalmente. Por último,
conviene tener información sobre el nivel educativo y los valores que rigen el sistema
familiar (Ponsford, Sloan y Snow, 1995).
Las familias forman parte del proceso de recuperación y por ello deben recibir también
ayuda profesional. En general, los familiares se suelen quejar de que el proceso de
rehabilitación diseñado por los profesionales no tiene en cuenta sus necesidades
emocionales. Las familias se tienen que enfrentar a una situación totalmente
desconocida para ellos, tomar decisiones para las que a veces no están preparados y en
momentos en los que las emociones no les dejan pensar con claridad. Además, como
Barringer y Bowe (1984) han señalado, todo el apoyo que las familias reciben del
personal sanitario, los amigos, otros allegados, etc., durante las fases iniciales en el
hospital se va desvaneciendo a medida que pasa el tiempo y que la rehabilitación
continúa en la casa.
En relación con este punto es preciso destacar que las familias necesitan apoyo y una
información precisa en todas las etapas pero que sus necesidades van cambiando con el
tiempo (Hall et al., 1994). Cualquier programa de ayuda a las familias ha de tener en
cuenta este hecho y ajustarse tanto a la naturaleza de la discapacidad de la persona
afectada como al momento en que se proporciona dicha intervención. Por ejemplo, en
las primeras fases los allegados suelen mostrarse especialmente preocupados por la
escasa información que reciben de los profesionales y por la incertidumbre inicial
respecto al pronóstico; sin embargo, en etapas posteriores, la persistencia de los
problemas cognitivos y emocionales, la falta de recursos disponibles de tratamiento, y
las cuestiones legales y financieras constituyen las principales preocupaciones de los
familiares en la mayoría de los casos. En la Tabla 2 se presentan algunas de las
expresiones más características de los familiares en los diferentes estadios del proceso
de adaptación (Powell, 1994).
Estadio 1. SHOCK
"Deseo que sobreviva"
Estadio 2. ESPERANZA
"Se pondrá bien"
Estadio 3. REALIDAD
"Todavía está progresando, pero la recuperación es
muy lenta"
Estadio 4. ACEPTACIÓN
"No volverá a ser el mismo"
Estadio 5. AJUSTE
"Nuestras vidas son ahora muy diferentes"
De forma general, los programas de intervención con familias de personas que han
sufrido un daño cerebral incluyen diferentes tipos de procedimientos (véase Tabla 3):
Información y educación.
Consejo familiar.
Terapia familiar.
Tratamiento de problemas específicos en otros miembros
de la familia.
Creación y promoción de asociaciones de autoayuda.
Educación a la familia. Las familias necesitan información sobre el daño cerebral y sus
consecuencias a nivel físico, cognitivo y emocional, los patrones de recuperación, los
fármacos empleados con más frecuencia, el proceso de rehabilitación y el trabajo de los
diferentes profesionales, así como otras orientaciones generales en relación con las
actividades sexuales, recreativas, educativas y vocacionales (Eisner y Kreutzer, 1989).
La realización de cursos o seminarios para las familias es, posiblemente, el área del
trabajo con las familias mejor conocido. Pero conviene señalar que no es suficiente con
proporcionar información. Lo más adecuado es que este mismo formato educativo en
grupo se aproveche para incluir el desarrollo de habilidades útiles para enfrentarse a las
secuelas de las lesiones cerebrales y que apoyen el papel de las familias como parte del
proceso de rehabilitación .
Consejo familiar. Constituye éste un tipo de intervención más individualizada que suele
estar dirigida por un psicólogo/a y que pretende ofrecer a la familia instrucciones muy
concretas sobre las estrategias de afrontamiento más adecuadas ante problemas
particulares que no pueden ser abordados en una estructura de sesiones grupales.
Otros objetivos importantes que se pretenden cubrir a través del consejo familiar son: a)
proporcionar el apoyo emocional necesario. para los sentimientos de culpa, ansiedad,
desesperanza, negación, depresión, enfado, tristeza, pérdida, etc., que son frecuentes
después de un T.C.E., b) preparar a la familia para la realidad de vivir con una persona
con daño cerebral mejorando la comprensión y aceptación de la discapacidad y sus
consecuencias potenciales y, c) mantener una comunicación estrecha con ellos para
proporcionarles el apoyo que tanto se necesita pero que rara vez se ofrece (Leber y
Jenkins, 1996).
La mayor parte de estas alteraciones en los cónyuges guardan relación con los trastornos
de ansiedad - fundamentalmente trastornos de ansiedad generalizada y trastornos
psicofisiológicos -, y con episodios de naturaleza depresiva, consecuencia en la mayoría
de las ocasiones del aislamiento social y de la pérdida de actividades gratificantes que
anteriormente realizaban. Y en los niños no son infrecuentes los trastornos de
aprendizaje, las alteraciones de la personalidad y otros problemas de relaciones sociales.
Información.
Comunicación.
Apoyo emocional.
Defensa de los derechos.
Oferta de servicios.
En primer lugar resulta muy beneficioso que las familias puedan hablar unas con otras
durante y después de la fase de rehabilitación, compartiendo información y apoyo
emocional, porque los amigos y otros familiares no suelen entender por lo que están
pasando. El hecho de hablar con otras personas que han vivido situaciones y problemas
parecidos constituye una perspectiva única que hace que se sientan más comprendidos y
apoyados.
Pero a medida que estos grupos se van organizando las asociaciones pueden desempeñar
otras funciones relevantes (Florian y Katz, 1991; Smith y Godfrey, 1995). Por un lado
contribuyen a dar a conocer a la población general la importancia de los problemas
asociados al daño cerebral y a sus consecuencias. Por otra parte, constituyen los
principales defensores de las necesidades que tienen este grupo de personas y de los
derechos de este colectivo. Y, en tercer lugar, a medida que alcanzan un mayor nivel de
desarrollo como sucede en otros países de nuestro entorno, pueden llegar a ofrecer un
conjunto de servicios tanto de asistencia directa a los afectados (neuropsicología,
logopedia, terapia ocupacional, fisioterapia, etc.) como de asistencia familiar (ayuda a
domicilio, recursos sociales, asesoramiento legal y financiero, etc) adecuados a las
necesidades específicas que requieren estas personas.
Por último, conviene finalizar indicando que los programas de intervención y evaluación
de las familias se encuentran en la actualidad en un período de cambio. Inicialmente se
puso el énfasis en los aspectos educativos, como un proceso que permitía proporcionar
información sobre la naturaleza de las lesiones cerebrales y la rehabilitación, con el fin
de que las familias utilizaran esta información para optimizar la recuperación de la
persona afectada y la forma de adaptarse al cambio drástico sufrido en el sistema
familiar. Sin embargo, como hemos señalado en otro lugar (Fernández Guinea y Muñoz
Céspedes, en prensa) el desarrollo de estos programas está poniendo de manifiesto que
las principales demandas de los asistentes no giran en torno a la necesidad de
información sino fundamentalmente sobre otros tres aspectos:
Por ello, en los próximos años será necesario hacer mayor hincapié en estos elementos
con el objetivo de conocer y tratar mejor a este colectivo y a sus familias, y contribuir en
definitiva a mejorar su calidad de vida.
Referencias
Barringer, C., y Bowe, B. (1984). Family dynamics, traumatic head injury and
the rehabilitation process. En Head Injury: Help, hope and information. Albany,
NY: New York State Head Injury Association.
Brooks, D. N. (1991). The head injury family. Journal of Clinical and
Experimental Neuropsychology, 13, 155-188.
Bruna, O., Mataró, Mª., y Junqué, C. (en prensa). Impacto e intervención sobre
el medio familiar. En C. Pelegrín, J. M. Muñoz-Céspedes y J. I. Quemada
(Eds.). Neuropsiquiatría del daño cerebral traumático. Aspectos clínicos y
terapeúticos. Barcelona: Prous Science .
Brusselmans, W. (1995). Marital relationships and consequences for children.
Ponencia presentada en el First World Congress on Brain Injury. May 14-17.
Copenhagen, Denmark.
Campbell, C. H. (1988). Needs of relatives and helpfulness of support groups in
severe head injury. Rehabilitation Nursing, 13, 320-325.
Consejo de Europa (1992). Una política coherente para la rehabilitación de las
personas con minusvalía. Estrasburgo: Ediciones del Consejo de Europa.
De Pompei, R., y Zarski, J. (1994). Assessment of the family. En J. Williams y
T. Kay (Eds.). Head Injury: A Family Matter. Baltimore: Paul H. Brookes
Publishing Co.
Eisner, J., y Kreutzer, J.E. (1989). A family information system for education
following traumatic brain injury. Brain Injury, 3, 79-90.
Fernández Guinea, S., y Muñoz Céspedes, J.M. (en prensa). Programa de
intervención en daño cerebral adquirido: las familias y la falta de conciencia
de las limitaciones en el proceso de rehabilitación. Mapfre Medicina.
Florian, V., y Katz, S. (1991). The Other Victims of Traumatic Brain Injury:
Consequences for Family Member. Neuropsychology, 5(4), 267-279.
Guth, M. (1988). Head Injury Rehabilitation: The Role of the Family in TBI
Rehab., No. 19. En W. H. Burke, M. Wesolowski, y W.F. Blackerby (Eds.). The
HDI Professional Series on Traumatic Brain Injury. Houston: HDI Publishers.
Habermans, B. (1982). Cognitive dysfunction and social rehabilitation in the
severely head-injured patient. Journal of Neurosurgical Nursing, 14, 220-224.
Hall, K. M., Karsmark, P., Stevens, M., Englander, J. O., Hare, P., y Wright, J.
(1994). Family stressors in traumatic brain injury: A two-year follow-up.
Archives of Physical Medicine and Rehabilitation, 75, 876-884.
Fernández Guinea, S., Muñoz Céspedes, J. M. (1997). Las familias en el proceso de rehabilitación de las personas con
daño cerebral sobrevenido. Psicologia.COM [Online], 1 (1), 53 párrafos. Disponible en:
http://www.psiquiatria.com/psicologia/vol1num1/art_7.htm [1 Agosto 1997]
NOTA: la fecha indicada entre corchetes será la del día que se haya visualizado este artículo.
© INTERSALUD, 1997. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin
la autorización por escrito del titular del copyright.