Estudio bíblico-WPS Office
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(Jn 10:1-21) "De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que
sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha
sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al
extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo
Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que
antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que
por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y
matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen
pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y
conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y
pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también
debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo
mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para
ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. Volvió a haber
disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí;
¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los
ojos de los ciegos?"
Introducción
Las hermosas lecciones sobre Cristo como "Puerta" y "Pastor" surgen directamente del incidente
precedente. Los fariseos de la sinagoga de Jerusalén demostraron ser malos pastores que pensaban sólo
en mantener su autoridad arbitraria, sin sentir compasión por el hombre nacido ciego, ni gozo alguno
por la restauración de su vista. En cambio, el Señor se preocupó sinceramente por la vida de aquel pobre
ciego, quien por fin le siguió fuera del redil del judaísmo, después de que los judíos lo expulsaran (Jn
9:34).
Y como veremos a continuación, el Señor usó el caso del ciego para ilustrar lo que él, como el buen
pastor, iba a hacer también con todos los verdaderos creyentes que se encontraban dentro aquella
religión muerta que era el judaísmo. Él mismo los iba a sacar de aquel redil para conducirlos a buenos
pastos bajo su cuidado y dirección. De este modo iba a formar su rebaño, en el que serían incluidas
también otras ovejas que vendrían del mundo gentil. Sin duda, lo que encontraremos aquí es un anuncio
de la formación de su Iglesia, que sería integrada por judíos y gentiles sacados del mundo por medio del
sacrificio del buen pastor.
En cuanto al pasaje, todo él gira entorno al símil del pastor y las ovejas. Este lenguaje era familiar a sus
oyentes y lo entendían bien, porque el pastoreo había sido por siglos una ocupación común en Israel.
Jesús ya lo había utilizado frecuentemente en sus discursos (Mt 10:5-6) y parábolas (Mt 25:31-33) (Lc
15:3-7).
También en el Antiguo Testamento encontramos que muchos profetas habían usado la relación del
pastor con sus ovejas para describir la relación de Dios con su pueblo Israel. En otras ocasiones, sin
embargo, fueron los líderes de la nación quienes eran considerados "pastores" del pueblo, aunque con
frecuencia fueron denunciados por los profetas como "falsos pastores" (1 R 22:17) (Jer 10:21) (Jer 23:1-
2).
Ahora, en el nuevo escenario ante el que nos encontramos, los dirigentes religiosos de Israel se creían
los verdaderos pastores del pueblo y perseguían a Jesús porque lo consideraban un intruso y un
impostor. Pero tal y como había quedado demostrado en el caso del ciego al que el Señor había sanado,
eran ellos los falsos pastores del rebaño que no se preocupaban por las ovejas. En realidad, lo que en
ese momento estaba ocurriendo era lo que todo el Antiguo Testamento había estado anunciando. Ante
el fracaso de los hombres para pastorear a su pueblo Israel, Dios mismo iba a intervenir en persona para
salvar a las ovejas.
A continuación vamos a analizar los diferentes elementos de la alegoría que el Señor empleó:
El Buen Pastor
De todas las figuras que se aplican a Dios en el Antiguo Testamento, la del pastor es una de las más
entrañables. Otras pueden ilustrar mucho mejor su gloria y majestad, pero ninguna como ésta expresan
la ternura y solicitud divinas en favor de su pueblo.
En nuestro pasaje Jesús se identifica como aquel a quien pertenecen las ovejas, "el Buen Pastor" al que
oyen y siguen. Aquel que las guía a buenos pastos y las protege de los enemigos, dando incluso su vida
por ellas. Sin duda, se trata de un término muy sugerente que nos habla de propiedad, cuidado,
protección, conocimiento íntimo, amor ilimitado y sacrificado.
En este versículo Jesús manifiesta que el verdadero pastor se distingue en cinco aspectos:
Cada día saca a su rebaño a comer, deseando que esté sano y bien alimentado.
Ahora bien, el título de "pastor" resonaría en los oídos de los judíos como una pretensión de ser
considerado el Mesías prometido. No olvidemos aquellas profecías que anunciaban que ante el fracaso
de los "pastores" de Israel, Dios levantaría a un descendiente de David como el Pastor definitivo:
(Ez 34:23) "Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y
él les será por pastor."
Así lo entendieron los apóstoles cuando se refirieron a Jesús como "el Príncipe de los pastores" (1 P 5:4),
o como "el gran pastor de las ovejas" (He 13:20).
En todo caso, es importante que observemos que si bien hasta este momento el Pastor de Israel había
sido Jehová, ahora es Jesús quien reclama solemnemente ese título para sí mismo, dando a entender
con toda claridad su divinidad.
Las ovejas tienen varios enemigos importantes que son descritos aquí. Por un lado hay ladrones y
salteadores que intentan robar las ovejas a su legítimo dueño. También están los asalariados, que sin ser
enemigos de las ovejas, su interés por ellas es totalmente egoísta. Por último está el lobo, que solo viene
a arrebatar y matar.
1. Ladrones y salteadores
Los ladrones y salteadores se distinguían porque no entraban por la puerta del redil, sino que subían por
otras partes. Usaban de la astucia y el engaño para pasar inadvertidos, y llegado el caso, no dudarían en
usar la violencia. Esto lo vimos en el capítulo anterior cuando tratamos el caso del ciego: los judíos no
dudaron en intimidar, amenazar y finalmente expulsar a todo aquel que se acercara a Jesús (Jn 9:22). Y
del mismo modo, persiguieron hasta la muerte al mismo Señor.
Por lo tanto, en un principio el Señor se estaba refiriendo con estas palabras a los líderes religiosos de la
nación judía. Ellos ya habían demostrado que no les importaba nada la curación del ciego, sino que sólo
les interesaba su propia gloria y prestigio. Eran guías ciegos que habían perdido toda inteligencia y
sensibilidad espiritual. Como muchos otros falsos pastores de la antigüedad de Israel, estos también
querían dominar sobre las ovejas para su propia honra y prestigio. Así robaban a Dios su gloria y a los
hombres sus bienes y sus almas. En lugar de salvarlos, los apartaban de Dios, conduciéndoles de este
modo a la condenación y a la misma muerte.
Parecían pastores, pero sólo se apacentaban a sí mismos. Eran como aquellos a los que describió
Ezequiel:
(Ez 34:2-4) "Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha
dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los
pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no
apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la
perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis
enseñoreado de ellas con dureza y con violencia."
Pero, además de ser falsos pastores, añadieron a su pecado el hecho de rechazar a Cristo, el verdadero
pastor. Es por eso que el Señor se refirió a ellos con estas duras palabras: "Todos los que antes de mí
vinieron, ladrones son y salteadores".
Por supuesto, no sólo aquellos religiosos con los que Jesús se enfrentó abiertamente eran ladrones y
salteadores, también lo es todo aquel que usurpa el lugar de Cristo. Puede ser cualquiera que hable de
Dios con el fin de atraerse hacia sí mismo las miradas de las personas. O aquellos que anuncian la vida
eterna aparte de la fe en Jesús. Y también debemos huir de quienes no reconozcan la obra de Dios en
Cristo.
Todo esto nos lleva a reflexionar sobre el hecho de que el Señor nos está advirtiendo del peligro de
aceptar a cualquier líder espiritual sin haber examinado previamente su carácter, su enseñanza y su
obra. En este sentido, es necesario que ejercitemos cada vez más nuestra capacidad de discernimiento,
dado que no han desaparecido los falsos pastores y que el daño que pueden hacernos es muy grande.
2. El asalariado
Más adelante el Señor se refirió también a los asalariados como otro tipo de enemigo de las ovejas. A
diferencia del verdadero pastor, de quien son propias las ovejas, el asalariado se distingue por su falta
de compromiso. Estos son los que aman el beneficio más que el oficio, y sólo piensan en términos de lo
que pueden lograr, por eso, cuando llega el peligro, huyen y dejan el rebaño desprotegido. Pueden ser
incluso hombres "buenos", que se ocupan del pastoreo como un trabajo más que les proporciona un
salario con el que mantener a su familia y les da también un puesto respetable dentro de la comunidad,
pero en el fondo, sólo están interesados en su propio interés y seguridad. Así que, puede ser que
mientras todo vaya bien, tal vez puedan hacer de pastores, y hasta cierto punto sacar su trabajo
adelante, pero cuando tengan que hacer algún sacrificio personal en favor de las ovejas, se echarán
atrás y abandonarán. Como dijo el Señor: "El asalariado ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata las ovejas y las dispersa".
En realidad, el problema que señala el Señor es que no amaban a las ovejas. Y también de esto los
fariseos eran un buen ejemplo. Ellos no habían mostrado ningún tipo de interés por el paralítico sanado
por el Señor que encontramos en (Jn 5:1-18), ni tampoco habían manifestado siquiera un poco de
piedad por la mujer sorprendida en el acto de adulterio que encontramos en (Jn 8:1-11), ni tampoco
fueron capaces de alegrarse cuando el hombre que había nacido ciego recuperó la vista (Jn 9:1-41).
Todo su interés en esos casos se limitaba a usar a las personas como un medio para desprestigiar o
prender a Jesús.
En relación a esto el apóstol Pedro hizo una seria advertencia a todo aquel que pensara dedicarse al
pastoreo en la iglesia de Cristo por cualquier otro motivo que no fuera un sincero amor por las ovejas:
(1 P 5:2) "Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto"
3. El lobo
Y por último, otro de los grandes peligros para las ovejas es el lobo, que en las Escrituras es usado como
un símbolo de nuestro enemigo el diablo. El lobo ataca a las ovejas con la clara intención de matarlas
para alimentarse de ellas, pero con frecuencia, muchas otras también resultan heridas, son dispersadas
o mueren como consecuencia de estos ataques.
El Señor advirtió a sus discípulos de que este enemigo estaría siempre presente: "He aquí, yo os envío
como a ovejas en medio de lobos" (Mt 10:16). También les dijo que el lobo no siempre parece lo que es,
razón por la que tendrían que estar vigilantes: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7:15). Y el apóstol Pablo avisó de lo que
iba a ocurrir incluso dentro de las iglesias: "Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio
de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño" (Hch 20:29).
Las ovejas
Las ovejas dependen absolutamente de que el pastor las vigile, proteja y guíe. Por sí solas son animales
indefensos y torpes, con una inclinación natural a descarriarse. En este sentido sirven muy bien para
representar a los hombres, tal como dijo el profeta Isaías: "Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Is 53:6). También el Señor Jesucristo usó este mismo detalle
cuando contó la parábola de la oveja perdida (Lc 15:1-7).
La actitud de la oveja es la sumisión y la dependencia, razón por la cual el Señor las escogió en
numerosas ocasiones para ilustrar lo que debería ser un verdadero creyente.
El portero
El portero era uno de los pastores u otra persona que dormía a la entrada del redil, y que en realidad se
convertía en "la puerta". Ninguna oveja podía entrar o salir del redil sin pasar por él.
Ahora surge la duda sobre quién era este "portero" que abrió la puerta al Señor. Las interpretaciones
son muy variadas, pero parece que lo más razonable es pensar que se refiere a Juan el Bautista, quien ya
había sido anunciado en las profecías como el precursor y heraldo del Mesías. Recordamos su
testimonio cuando todo el pueblo estaba expectante pensando que tal vez él sería el Mesías que
esperaban, pero Juan lo negó y apuntó con claridad hacia el Señor Jesús:
(Jn 1:29,34) "El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo... Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios."
De esta manera Cristo cumplió todo lo que estaba escrito acerca de él.
A lo largo de esta alegoría Jesús se identifica como "la puerta de las ovejas" y "el buen pastor". Esto no
implica ninguna contradicción. Jesús es tan grande que su significado no se puede nunca llegar a
expresar plenamente. Ningún símbolo puede por sí mismo describir su plenitud. Lo mismo ocurre en
Apocalipsis donde es descrito como "león de la tribu de Judá" (Ap 5:5), y en el siguiente versículo como
"un Cordero como inmolado" (Ap 5:6); o en (Ap 7:17) donde el "Cordero" es también quien los
"pastoreará".
De cualquier modo, en este caso no es difícil entender que pudiera ser las dos cosas a la vez, pues como
ya hemos señalado anteriormente, un pastor se podía colocar en la puerta del redil, dando acceso a los
otros pastores, actuando como si fuera la puerta de las ovejas.
La figura de Jesús como "la puerta de las ovejas" nos recuerda que él es el único acceso legítimo para
entrar en el Reino de Dios. Sólo entrando por medio de él podemos encontrar la salvación de nuestras
almas. No hay otra puerta, y quizá por eso el Señor la describió como una "puerta estrecha" (Mt 7:13-
14).
Cristo mismo es la puerta entre el cielo y la tierra que vio Jacob en Bet-el (Gn 28:17). Sólo por medio de
él se puede llegar al Padre (Jn 14:6). No hay otra forma de acercarnos a Dios, y aunque algunos piensen
que puede haber otras puertas, como la religión o los méritos propios, en realidad son falsas puertas.
Sólo por medio de su muerte en la cruz, nuestro Señor Jesucristo ha abierto una puerta por medio de la
cual podemos recibir el perdón de nuestros pecados y ser limpiados de ellos para estar en la presencia
de Dios.
(1 P 3:18) "Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios"
Ahora bien, se requiere de aquellos que quieran ser salvos que entren: "Yo soy la puerta; el que por mí
entrare, será salvo". Para ello es necesario recibir a Cristo por la fe en un acto personal. De nada sirve
quedarse afuera contemplando la puerta.
Cuando entramos por Cristo a la nueva vida que él nos ofrece, comienza entonces para nosotros una
nueva vida de comunión con Dios y de seguridad: "El que por mí entraré será salvo". Y entonces nos da
alimento y bendición: "Entrará y saldrá y hallará pastos".
Pero al mismo tiempo que entramos por Cristo a esta nueva dimensión de vida, también estamos
escapando del mundo y del pecado. Por lo tanto, se puede decir que Cristo como "la puerta" divide a los
hombres en dos grandes grupos, porque mientras que unos entran, otros quedan fuera; unos reciben la
vida eterna mientras que otros quedan en la condenación.
En cualquier caso, es necesario subrayar que esta puerta está abierta para todos los hombres, sin
importar cuán pecadores sean. Aunque también es cierto que llegará un día cuando será cerrada para
siempre, del mismo modo que lo fue la puerta del arca de Noé y entonces vino el juicio para la
humanidad (Gn 7:16).
El redil
El redil era un terreno cercado en el que cada pastor metía a sus ovejas al atardecer dejándolas al
cuidado de un portero. Por la mañana los pastores volvían y el portero les abría. Entonces cada uno
separaba sus propias ovejas llamándolas. Una vez reunidas, el pastor las sacaba fuera y le seguían a
donde quiera que las guiara.
En la alegoría, el redil representaba al pueblo de Israel, separado de los otros pueblos gentiles. Dios les
había dado su ley que los mantenía apartados de las otras naciones.
Dentro del redil de Israel estaban las auténticas ovejas del Señor. Queda claro en la alegoría que no
todos los israelitas eran ovejas del Señor. De hecho, a lo largo de toda la historia de Israel, muchos
habían demostrado que eran judíos circuncidados como su padre Abraham, pero que no habían
depositado su fe en Dios. Por ejemplo, una generación entera había perecido en el desierto sin llegar a
entrar en la tierra prometida por causa de su incredulidad (He 3:16-19). Por lo tanto, es cierto que eran
el pueblo escogido de Dios, pero únicamente el resto fiel sería salvo.
Más adelante el Señor añadió: "También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también
debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor". Estas otras ovejas eran los creyentes que
provenían de entre los gentiles. El Señor habló de ellas en otras ocasiones también (Jn 11:52) (Jn 17:20).
Finalmente el Señor las reuniría en un solo rebaño, lo que apunta indudablemente a la iglesia, formada
por judíos y gentiles que siguen al buen Pastor (Ef 2:11-22). De este modo, la visión profética del Antiguo
Testamento de que la bendición del Mesías se desbordaría de la nación judía, alcanzando a las naciones
gentiles, sería cumplida (Gn 12:1-3) (Is 42:6) (Is 49:6). Así pues, con estas palabras el Señor estaba
anunciando con toda claridad la próxima conversión de los gentiles. Después de la crucifixión de Cristo
se derribaría la pared intermedia de separación entre judíos y gentiles para formar un solo pueblo
espiritual, la iglesia. Y no habría dos rediles diferentes, uno para judíos y otro para gentiles, sino que
ambos permanecerían juntos, bajo la dirección de Cristo. Porque no lo olvidemos, no puede haber
auténtica unidad sino es en torno a la Cruz.
Había quedado claro que era imposible reunir a toda la nación judía bajo el cuidado del Señor en un solo
redil. La creciente hostilidad de los líderes religiosos era prueba palpable de esto. Se hacía necesario, por
lo tanto, separar a los verdaderos creyentes de aquella religión de grandes ritos y ceremonias, pero
muerta espiritualmente.
¿Cómo haría el Señor esta separación? El texto nos dice que no lo haría por la fuerza, sino llamando a las
ovejas por su nombre. Ellas, por su parte, obedecerían gustosas a la voz de su pastor.
Esto se complementa con lo que los líderes religiosos del judaísmo estaban haciendo con aquellos que
se confesaban discípulos de Jesús. Ya vimos cómo el ciego fue expulsado de la sinagoga. Ambas cosas
son ciertas y se complementan: por un lado el Señor llama a los suyos para que salgan, y por otro, los
líderes de la nación expulsaban a quienes creían en Jesús. Los falsos pastores las echaban fuera para
deshacerse de ellas, pero el buen pastor las llamaba fuera para conducirlas a buenos pastos. Así pues, en
este caso ser echados fuera por el mundo equivale a ser llamado por Dios a salir.
Notemos también que el Señor no dejaría ninguna auténtica oveja dentro del redil del judaísmo oficial:
"Cuando ha sacado fuera todas las propias". Desde este punto de vista no es razonable pensar que un
verdadero creyente se quede dentro de un sistema religioso que no honra al Señor, sea el que sea, una
vez que se ha convertido de verdad.
Una vez que las ha sacado, el buen pastor "va delante de ellas". Esto es algo que no debemos olvidar: el
Señor nunca hace ir a sus ovejas allí donde él no vaya delante. No hay tentación que tengamos que
enfrentar por la que él no haya pasado antes y siempre permanece a nuestro lado para socorrernos:
"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno
que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (He 4:15).
Y por parte de las ovejas, ellas "le siguen, porque conocen su voz". Este conocimiento implica una
relación personal, no únicamente conocimiento teológico o intelectual, porque es muy cierto que se
puede saber mucho acerca de Dios sin conocerle a él. Finalmente, la prueba de que alguien conoce a
Dios es porque escucha su voz y le sigue. No se puede aceptar que un auténtico creyente no siga al
Señor ni le obedezca. Eso es prueba inequívoca de que no le pertenece.
La razón por la que le siguen es por el atractivo de su persona, por la gratitud que sienten por lo que el
buen Pastor ha hecho por ellas. Le siguen porque confían en él y saben que les llevará a los mejores
pastos por el mejor camino.
Esto implica necesariamente también que "al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños". ¡De ninguna manera seguirán al extraño! Aun la más sencilla oveja de
Cristo es capaz de diferenciar entre la doctrina de Cristo y la de los hombres, entre la verdad y el error.
Su Palabra nos guía con claridad y también tenemos la unción del Santo, de modo que conocemos todas
las cosas y somos librados de los falsos pastores (1 Jn 2:18-29). Por lo tanto, cuando una persona no
sabe distinguir la voz de los extraños del verdadero Pastor, hemos de concluir que no es una oveja del
redil del Señor.
Del mismo modo que el Señor había usado las parábolas en otros momentos para hacer una separación
entre sus oyentes en función de su disposición a escuchar con el corazón, en esta ocasión empleó "esta
alegoría". Y los líderes judíos volvieron a manifestar que no eran parte de sus ovejas, porque "no
entendieron qué era lo que les decía". A pesar de esto, el Señor no desmayó y volvió a repetir la alegoría
con más detalle, agregando ciertos detalles importantes que sirvieron para explicar y ampliar lo que ya
les había dicho. Pero a pesar de todo, siguieron sin entender, porque no eran de sus ovejas y no le
conocían.
Acabamos de ver que las ovejas conocen al pastor, pero también el pastor conoce a sus ovejas: "Yo soy
el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen". Con estas palabras el Señor expresó la
comunión íntima y cercana que existe entre Cristo y su pueblo, una unión que sólo entienden
plenamente aquellos que la sienten. Y es precisamente este conocimiento mutuo el que hace que la
oveja confíe en su Señor.
Como buen pastor, Jesucristo conoce a todos los creyentes. Sabe cuáles son sus nombres, dónde viven,
qué circunstancias los rodean, qué sentimientos los agitan, qué sufrimientos los afligen. Conoce su
pasado, con sus tristes y amargos fracasos, y su presente con sus anhelos no realizados. Conoce lo que
los demás ven de él, pero también sus pensamientos y motivaciones más profundas. Pero lo más
asombroso de todo, es que a pesar de que los conoce bien, no los desprecia.
El rey David expresó este asombro por el conocimiento que Dios tiene de cada uno de nosotros en un
hermoso salmo:
(Sal 139:1-6) "Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi
levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y
todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú
la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado
maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender."
La realidad es que un conocimiento así podría resultar aterrador para muchos, pues ante la mirada
penetrante del Omnisciente, ¿quién puede mantenerse tranquilo? Esa mirada discierne todo lo que de
pecaminoso hay en la conducta y en el corazón de cada ser humano. Otro escritor bíblico se hacía esta
misma reflexión: "Dios, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse?" (Sal 130:3).
Sin embargo, vemos que cuando el rey David escribió su salmo, vio en este conocimiento de Dios un
motivo de admiración reverente. ¿Cómo es posible? La razón es porque Dios no sólo nos conoce,
también nos ama de manera entrañable.
Notemos la comparación que el Señor Jesús establece a continuación: "Yo soy el buen pastor; y conozco
mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida
por las ovejas". Aquí el Señor está comparando el tipo de conocimiento mutuo que hay entre el pastor y
las ovejas, con el que existe entre el Padre y el Hijo. Ahora bien, ¿cómo es este conocimiento que hay en
el seno de la Trinidad? Pues se basa en la comunión y el amor mutuos. Y este mismo amor es el que
Cristo tiene por sus ovejas, como queda manifestado por su inquebrantable disposición a poner su vida
por las ovejas.
Así que, no sólo somos conocidos, sino que también somos amados. Y esto nos abre las puertas para
presentarnos delante de él con toda confianza, sin necesidad de disfrazarnos o hacer largas
explicaciones ante Dios.
Una vez que el buen Pastor ha sacado sus ovejas fuera, las conduce a lugares de pastos y agua donde
son bien alimentadas. Esto viene a complementar otras afirmaciones que el Señor ya había hecho: él nos
da el agua de vida para que nunca más tengamos sed (Jn 4:13-14) (Jn 7:37-39); él es el pan de vida que
calma toda hambre (Jn 6:35). Y ahora, con esta nueva afirmación, se cumple lo que ya había anunciado
el salmista: "El Señor es mi pastor, nada me faltará" (Sal 23:1).
Puede que tengamos que pasar por lugares desiertos y peligrosos, pero el Señor siempre estará con
nosotros cuidándonos y proveyéndonos de todo lo necesario para nuestro bienestar espiritual.
Estos delicados pastos representan las bendiciones espirituales que tenemos en Cristo. Fuera de él no
queda nada más que el desierto donde las ovejas perecen.
¡Qué diferencia con la árida enseñanza de los judíos! Cualquier podía notar la diferencia con la
enseñanza de Jesús (Mr 1:21-22).
A diferencia de los falsos pastores, el Señor no había venido a quitar la vida de las ovejas, sino a dar su
vida por ellas. Hay aquí un fuerte contraste con Satanás, el enemigo de nuestras almas, que no viene
sino para robar, matar y destruir. Le roba al hombre la pureza, la santidad, la felicidad, la paz y la vida
entera a cambio de nada.
Pero el propósito de la venida del Hijo de Dios a este mundo era completamente diferente: "Yo he
venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia". En realidad, él dejó su morada
celestial para que el hombre pudiera tener vida eterna.
Y también para que pudiera disfrutar de esta vida abundantemente. De hecho, su venida trajo una
nueva luz que alumbraba con toda claridad el camino a la justificación, el perdón, la paz, la adopción
como hijos, y otras muchas cosas más que habían estado veladas para los creyentes del antiguo orden.
Como dijo Pablo, "Cristo sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Ti 1:10).
Esta vida comenzamos ya a disfrutarla aquí y ahora. Algunos piensan que la vida cristiana es una vida
aburrida y llena de prohibiciones, en la que no podemos hacer nada de lo que realmente nos gustaría
hacer. Pero lo cierto es que es el pecado lo que nos priva de la felicidad y trae la desdicha a nuestras
vidas. No lo olvidemos; no hay bien más grande que hacer la voluntad de Dios y entregarle nuestras
vidas a su servicio.
Jesús no vino sólo a dar vida a las ovejas, sino a dar su vida por las ovejas. Esta era la única forma de
conseguirlo. Las ovejas no podrían llegar a tener vida sin que el buen Pastor entregara la suya a favor de
ellas.
Como ya sabemos, el trabajo del pastor es duro y muy sacrificado. Jacob lo sabía muy bien por
experiencia propia. Así le relataba a su suegro Labán todas las penurias por las que había pasado en el
cuidado de sus ovejas:
(Gn 31:38-40) "Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí
carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de
día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño
huía de mis ojos."
Otras veces, sin embargo, para salvar a las ovejas, el pastor tal vez tenga que llegar incluso a arriesgar su
propia vida. Así le pasó al rey David:
(1 S 17:34-36) "David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un
león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y
si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso,
tu siervo lo mataba.."
El Señor Jesucristo iba a hacer mucho más que pasar algunos desvelos, frío y peligros por causa de las
ovejas. Él iba a dar su propia vida por ellas de la forma más literal que cabría esperar. Y lo iba a hacer de
manera calculada, no como algo fortuito o inevitable. Esta era su disposición inquebrantable y lo reitera
hasta en cuatro ocasiones en este pasaje (Jn 10:11, 15, 17, 18).
El Señor ya había anticipado otras veces que él iba a dar su vida en sustitución por la de sus ovejas.
Cuando fueron a prenderle, Jesús les dijo: "Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a
estos" (Jn 18:8). Y unas horas antes, cuando estaba a solas con sus discípulos, les dijo: "Nadie tiene
mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Jn 15:13).
Aquí tenemos la auténtica razón por la que Cristo murió en la cruz. No fue por imposiciones puestas
desde afuera. Sino que por el contrario, fue su amor al Padre en primer lugar, y también su amor a las
ovejas perdidas, lo que le llevó a la cruz.
No debemos pensar ni por un momento que nuestro Señor no tenía poder para evitar sus sufrimientos y
que fue entregado a sus enemigos y crucificado porque no pudo escapar de ello. Nada puede haber más
lejos de la verdad que esa idea. La traición de Judas, el grupo armado enviado por los sacerdotes, la
enemistad de los escribas y fariseos, la injusticia de Poncio Pilato, el trato brutal de los soldados
romanos, el escarnio, los clavos y la lanza, todas estas cosas no podrían haber dañado un solo cabello de
la cabeza de nuestro Señor si él no lo hubiera permitido. El no murió agobiado por unos enemigos de los
que no se pudo librar.
Cristo tenía poder para poner su vida y también para volverla a tomar. Su muerte no fue algo que los
hombres impusieron sobre él. Nada tenía que ver con la muerte de un pastor que arriesga su vida para
salvar a las ovejas del lobo y finalmente pierde su propia vida porque las cosas se han complicado. Él
tampoco murió como un mártir que no tuvo otra opción, ni fue un error en su programa mesiánico.
Todo ocurrió conforme al "determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios" (Hch 2:22-23).
¡Qué equivocados que estaban los judíos! Ellos pensaron que la muerte de Cristo en la cruz era la
prueba definitiva de que Dios no amaba a Jesús, cuando la realidad era todo lo contrario, como tres días
después quedó demostrado por medio de la resurrección.
Es interesante notar que en algunos lugares la resurrección de nuestro Señor se atribuye al Padre (Hch
2:24-32), pero aquí el mismo Hijo nos dice que tenía el poder "para volver a tomar su vida". ¿Por qué
entonces no se resucitó a sí mismo? Pues porque era necesario que el Padre manifestase su aprobación
sobre el sacrificio de su Hijo, y lo hizo cuando lo resucitó de entre los muertos. De ese modo quedó fuera
de toda duda que él es su Hijo amado y también que su sacrificio en la cruz había sido del agrado del
Padre y podía justificar a cuantos pecadores se acerquen a él por la fe en su Hijo.
Todo esto nos muestra una vez más que la obra de la cruz sólo podía estar completa con la resurrección
de Cristo. Sin ella, sería una obra incompleta.
Finalmente el Señor dice: "Este mandamiento recibí de mi Padre". Esto nos indica que toda su obra
había sido diseñada y autorizada por su Padre. Se subraya así una vez más que él no actuaba por su
cuenta, sino en íntima comunión y obediencia a su Padre. El sacrificio del Hijo a favor de las ovejas era la
voluntad del Padre y del Hijo unidos en un mismo propósito y amor. El Padre entregó al Hijo a la muerte
(Jn 3:16), y el Hijo se entregó a sí mismo (Ef 5:2).
Ahora bien, no debemos suponer que cuando el Señor dice que "recibió este mandamiento de su
Padre", esta expresión implique alguna clase de inferioridad del Hijo frente al Padre. No es de esto de lo
que se está tratando aquí, sino del amor que existe entre las diferentes personas de la Trinidad. Desde
nuestra perspectiva humana, quien manda es superior al que obedece, pero no debemos extrapolar lo
que ocurre en las relaciones humanas con lo que pasa dentro del seno de la Trinidad. No olvidemos que
la relación del Padre y el Hijo es una relación de tal amor que a nosotros nos resulta imposible entender
plenamente. Los hombres hemos sido muy afectados por el pecado y nos cuesta mucho obedecer a
cualquier principio de autoridad, y de hecho, si finalmente lo hacemos, es porque de alguna manera nos
sentimos forzados a ello. Pero sería un grave error pensar que la relación entre el Padre y el Hijo es así
también, más bien, lo que el Señor nos estaba intentando enseñar era un nuevo modelo de obediencia
por amor, algo muy extraño de encontrar en nuestro mundo.
La persona de Jesús siempre despertaba reacciones entre quienes le escuchaban. Tan penetrante era su
mensaje que nadie quedaba indiferente ante él.
Una vez más las palabras de Jesús causaron disensión entre sus oyentes (Jn 7:43) (Jn 9:16). Y esto era
algo que él mismo ya había anunciado que sería el resultado de su ministerio:
(Mt 10:34-36) "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino
espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre,
y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa."
En cualquier caso, hay que aclarar que el problema no estaba en lo que el Señor decía o hacía, sino en la
mala actitud de los hombres que rechazaban de este modo la verdad. Y tampoco a los cristianos les
debe extrañar si cuando predican el evangelio de Jesucristo siguen experimentando el mismo tipo de
oposición.
Es evidente que a muchos no les gustó la predicación del Señor. ¿Qué interés podía tener para ellos un
Pastor muerto? Este mensaje era incompresible para ellos. No lograban entender que, aunque este era
un planteamiento que no se ajustaba a sus pensamientos, sin embargo era exactamente lo que ellos
necesitaban.
Aunque en cierto sentido, tampoco en nuestros tiempos es un planteamiento que entendamos con
facilidad. En este mundo parece que se ha asumido que no pasa nada si cientos o miles de personas
mueren para proteger y defender a sus líderes nacionales, y no dudan en sacrificarse para que sus
gobernantes vivan bien y fuera de todo peligro. Se asume que frente a las crisis o los problemas, quienes
deben hacer los grandes sacrificios son los ciudadanos, mientras que sus gobernantes continúan con su
vida de lujo y confort. Pero el planteamiento del Mesías de Dios iba a ser completamente diferente: él
mismo se sacrificaría y daría su vida a favor de sus ovejas.
Por su parte, a los judíos de los tiempos de Jesús, les pareció que sería completamente inútil tener un
Mesías que muriera en su intento de levantarse contra los romanos. Esto no haría sino empeorar las
relaciones con ellos.
Pero su problema radicaba en que no querían aceptar la obra que el Mesías de Dios les estaba diciendo
que iba a llevar a cabo a su favor. Ellos anhelaban un Mesías político y militar que les condujera a la
victoria sobre los romanos, pero como ya hemos considerado en otras ocasiones, el Señor Jesucristo
vino a salvar a los hombres de un enemigo mucho mayor, vino a salvarnos de la esclavitud al pecado y
del mismo Satanás y su reino de tinieblas. En esa batalla, de nada servirían las espadas y las lanzas. Sólo
la muerte sustitutoria de Cristo podía traer el perdón al pecador. Y por eso mismo, aunque ellos
menospreciaban el mensaje de la cruz, el Señor no dudó en volvérselo a repetir, aunque nuevamente
recibiera las mismas críticas y menosprecios que en otras ocasiones: "Muchos de ellos decían: Demonio
tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?".
Otras personas, sin embargo, se dieron cuenta de que ni sus palabras ni sus obras eran propias de un
endemoniado: "Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los
ojos de los ciegos?". Ni la excelencia de su doctrina, ni el poder manifestado en las señales que hacía,
podían favorecer la idea de que Jesús fuera un endemoniado. Eso no tenía ningún sentido.
El relato termina después de habernos mostrado a dos grupos enfrentados entre sí en cuanto a la
persona de Jesús. Y parece que el segundo grupo ha dejado una pregunta en el aire sin contestar, como
esperando que seamos nosotros mismos quienes le demos la respuesta.
Al fin y al cabo, todo el mundo tiene que enfrentarse con esta misma cuestión que inquietaba a los
judíos: Jesús de Nazaret, ¿era un loco o un ser divino? No hay término medio. O bien era simplemente
un hombre que se creyó Dios, y por lo tanto tenían razón los que le acusaban de estar endemoniado, o
realmente era cierto que era el Hijo de Dios tal cómo él insistía en afirmar, y en ese caso, todos los
hombres deberíamos creer en él y rendirnos a sus pies. Lo que de ninguna manera tiene ningún sentido
es afirmar que era un gran hombre y un buen maestro si no aceptamos su afirmación de que era Dios.
Debemos examinar bien su enseñanza y su obra y ser coherentes. ¿Qué decisión vamos a tomar en
cuanto a Jesús de Nazaret?
Preguntas
1. ¿Qué relación tiene este pasaje con el caso del ciego del capítulo anterior?
2. Explique cuáles son los enemigos que tienen las ovejas. ¿Cuáles son sus características? ¿Cómo se
puede aplicar a nuestros días?
Anuncios de que el gran Hijo de David, el Mesías prometido se haría cargo de las ovejas abandonadas.
Comentarios
Colombia
Bendiciones para todos, Dios me ha enseñado mucho a través de este pasaje, he aprendido que la
puerta es la palabra de Dios, osea el evangelio de Jesucristo, el llevar su yugo, sabiendo discernir cuál es
el verdadero pastor o siervo de Dios.
Estados Unidos
Me ha sido de gran bendición. Cuando encontré este link, me sentí muy bendecida, y ha servido para
bendecir a otros. Dios siga usando su vida en gran manera.
Argentina
Hola!! Quiero agradecerles por el trabajo tan ilustrado y de excelencia que le han permitido hacer a Dios
a través de ustedes. En lo personal ha sido muy edificante pero también en mi trabajo con adolescentes
lo he podido aplicar satisfactoriamente. He podido compartirlo con ellos y a su vez, ellos con sus padres
y familia. Les bendigo!! Oramos con mi grupo para que Dios siga trabajando de la misma manera
impecable a través de uds y les siga desafiando a más para gloria suya. Les envío mis mas sinceros
saludos, hasta el próximo estudio biblico en el que cada uno nos encontramos con uds y Dios.
Macedonia
Gracias!! mucha sabiduría y revelación del Padre amado !Mi espíritu recibió con gozo esta enseñanza
.DIOS LES SIGA BENDICIENDO !!
Perú
Excelente estudio y es de gran ayuda para los que han puesto su mirada en su Señor Jesús. Dios los
bendiga .
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