El Arte de Desinformar
El Arte de Desinformar
El Arte de Desinformar
Si en los regímenes totalitarios se lava el cerebro con el martilleo incesante de las mismas
verdades manipuladas, en estas sociedades nos lo están lavando a punta de estupidez
(1) Después de los noticieros de televisión, que aquí tienen el esquema ineluctable de balas,
goles y colas (dos tercios se van en deporte y farándula), entre las 8 y las 11 de la noche,
el horario en que los ciudadanos corrientes tenemos más tiempo para ver televisión, los
colombianos estamos sometidos a la más vergonzosa licuadora de estupidez televisiva, a
la más devastadora ausencia de información. No hay análisis, no hay conocimiento, no hay
debate, no hay un solo instante de reflexión o seriedad: todo está dedicado a la vulgaridad
más frívola y al entretenimiento tonto para personas con una edad mental de 8 años (salvo
el contenido sexual, que es para chorros hormonales adolescentes).
(2) Antes, al menos, los que pudiéramos permitirnos algún tipo de televisión por cable y
supiéramos inglés, podíamos enterarnos de algo más a través de CNN, o pensar en algo
distinto gracias a los debates independientes y a la información ponderada de la BBC. Pero
en mi cable (EPM) también esto se acabó y quedamos en manos de la información
vergonzosamente manipulada de Fox, un canal de un nivel tan malo que parece
colombiano, si no peor. Así las cosas, el panorama nacional e internacional se ha vuelto
desolador y la única opción que tiene una persona que no quiera ser manipulada, o que no
quiera probar la tenebrosa experiencia de que su encefalograma se vuelva una línea plana,
es apagar la televisión, abrir un libro, o tratar de informarse por Internet.
(3) Al cabo de los años, y en manos de un ente de control eunuco y sin ganas de controlar
nada (la inútil y cara Comisión Nacional de Televisión), podemos darnos cuenta de la
marranada que cometimos al permitir que los canales de televisión más importantes de
Colombia les fueran entregados a los dos grupos económicos más grandes del país. Como
reses pasivas que van al matadero sin saber que las van a degollar, les entregamos la
herramienta fundamental de información pública a los dos grupos económicos con mayor
poder: Ardila y Santo Domingo. Y estos han demostrado que lo que les interesa es
multiplicar sus millones, no formar ciudadanos informados, pensantes y conscientes. Nos
tratan como aquello en lo que nos están convirtiendo: consumidores de basura.
(4) Esto se puede ver a lo largo de todo el año, pero en coyunturas excepcionales como el
período electoral, la aberración informativa en la que estamos se hace más evidente. De
algunos candidatos hay publicidad, hay propaganda, hay eslóganes, pero no hay una
brizna de inteligencia, de discusión, de debate de ideas por televisión. Lo poco que se nos
dice es pagado, y brevísimo, con lo cual nos meten por ojos y nariz al que más plata tenga,
no a quienes tengan las propuestas mejores o peores. La condición primordial para poder
hacer un acto libre (y votar se supone que es un ejercicio de la libertad), es informarnos
bien antes de decidir, pero la televisión colombiana nos niega esa posibilidad, con pocas
excepciones para noctámbulos o para televidentes de canales regionales o capitalinos.
(5) Si en los regímenes totalitarios se lava el cerebro con el martilleo incesante de las mismas
verdades manipuladas del régimen, en estas sociedades supuestamente libres nos lo
están lavando a punta de un detergente mental si se puede más corrosivo: la estupidez, la
ausencia total de pensamiento, la frivolización de todos los problemas, o la negación de lo
compleja que es la realidad, mediante su total ocultamiento (la realidad suplantada por el
reality). Se nos somete a la manipulación de los instintos (tetas y nalgas), a la falsa
liberación de un entretenimiento sin reflexión, a la reproducción interminable de
banalidades, lugares comunes, o mentiras que acaban por parecer verdades por el efecto
de la reiteración sin fin.
(6) Si al menos los grandes canales nos dieran cada día -y así fuera por turnos obligatorios- la
opción de elegir, no entre dos ridiculeces sino entre un programa serio y una idiotez, es
verdad que tal vez uno de ellos perdería publicidad y plata por algunas horas, pero al
menos esa parte de la población que está harta de ser tratada como si fuéramos
retrasados mentales, lo agradecería. La televisión es también un servicio público, no una
simple máquina de hacer billetes.
(7) Los 'enfrentados' de las horas con mayor audiencia no pueden ser siempre dos o tres
programas idiotas seguidos, que además tienen la desfachatez de postergar las noticias, ni
siquiera hasta el muy tardío horario previsto, sino hasta casi la media noche. La libertad se
da cuando hay más de una opción; si las opciones son casi idénticas en su tontería, la
única elección posible es no elegir: apagar la televisión. Aunque los ciudadanos pensantes
que pedimos otro servicio fuéramos solamente el 10 por ciento, esta minoría tiene derecho
a una televisión distinta a la espantosa porquería que nos están vendiendo. Y aunque esta
perorata no sirva de nada, la escribo para que quede como constancia de que hay reses
que vamos al matadero protestando, bramando por una televisión menos estúpida que la
que nos dan.