Temas de Las Posadas 2019

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María como modelo de fe, de caridad y de

unión con Cristo


Catequesis completa del Santo Padre: María como imagen y modelo de
la Iglesia

Por: Papa Francisco | Fuente: Zenit.org

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuando con la catequesis sobre la Iglesia, hoy me gustaría mirar a


María como imagen y modelo de la Iglesia. Y lo hago recuperando una
expresión del Concilio Vaticano II. Dice la constitución Lumen gentium:
"Como enseñaba san Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la
Iglesia en el orden de la fe, la caridad y de la perfecta unión con Cristo»
(n. 63).

1. María como modelo de fe

Partamos desde el primer aspecto, María como modelo de fe. ¿En qué
sentido María es un modelo para la fe de la Iglesia? Pensemos en quién
fue la Virgen María: una joven judía, que esperaba con todo el corazón
la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Israel,
había un secreto que ella misma aún no lo sabía: en el designio del
amor de Dios estaba destinada a convertirse en la Madre del Redentor.
En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama "llena de gracia" y le
revela este proyecto. María responde "sí", y desde ese momento la fe de
María recibe una nueva luz: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que
se hizo carne en ella y en quien que se cumplen las promesas de toda la
historia de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de
Israel, en ella realmente está reunido todo el camino, la vía de aquel
pueblo que esperaba la redención, y en este sentido es el modelo de la
fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, la encarnación del amor
infinito de Dios.

¿Cómo ha vivido María esta fe? La vivió en la sencillez de las miles de


ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo
ofrecer los alimentos, la ropa, la atención en el hogar... Esta misma
existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolla una
relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su
hijo. El "sí" de María, ya perfecto al principio, creció hasta la hora de la
Cruz. Allí, su maternidad se ha extendido abrazando a cada uno de
nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su Hijo. María siempre ha vivido
inmersa en el misterio del Dios hecho hombre, como su primera y
perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del
Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de
Dios.

Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de


María, que es Madre nuestra? ¿O la creemos lejana, muy diferente a
nosotros? En tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la vemos a
ella como un modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y
solamente nuestro bien? Pensemos en ello, ¡tal vez nos hará bien
reencontrar a María como modelo y figura de la Iglesia por esta fe que
ella tenía!

2. María, modelo de caridad

Llegamos al segundo aspecto: María, modelo de caridad. ¿De qué modo


María es para la Iglesia ejemplo viviente del amor? Pensemos en su
disponibilidad hacia su prima Isabel. Visitándola, la Virgen María no solo
le llevó ayuda material, también eso, pero le llevó a Jesús, quien ya
vivía en su vientre. Llevar a Jesús en dicha casa significaba llevar la
alegría, la alegría plena. Isabel y Zacarías estaban contentos por el
embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María la
que les lleva el gozo pleno, aquel que viene de Jesús y del Espíritu
Santo, y que se expresa en la caridad gratuita, en el compartir, en el
ayudarse, en el comprenderse.

Nuestra Señora quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús; y


con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como
María, la Iglesia no es un negocio, no es un organismo humanitario, la
Iglesia no es una ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y
su evangelio; no se ofrece a sí misma –así sea pequeña, grande, fuerte
o débil- la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a
visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María? A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús:
¡este el centro de la Iglesia, llevar a Jesús! Si hipotéticamente, alguna
vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, ¡esta sería una Iglesia
muerta! La Iglesia debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús, la
caridad de Jesús.

Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Con


nosotros que somos la Iglesia? ¿Cuál es el amor que llevamos a los
demás? Es el amor de Jesús que comparte, que perdona, que
acompaña, ¿o es un amor aguado, como se alarga al vino que parece
agua? ¿Es un amore fuerte, o debil, al punto que busca las simpatías,
que quiere una contrapartida, un amor interesado?

Otra pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado? No, no le gusta,


porque el amor debe ser gratuito, como el suyo. ¿Cómo son las
relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos
tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos,
hablamos mal de los demás, cuidamos cada uno nuestro "patio trasero"?
O nos cuidamos unos a otros? ¡Estas son preguntas de la caridad!

3. María, modelo de unión con Cristo

Y un último punto brevemente: María, modelo de unión con Cristo. La


vida de la Virgen fue la vida de una mujer de su pueblo: María rezaba,
trabajaba, iba a la sinagoga... Pero cada acción se realizaba siempre en
perfecta unión con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario:
aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la
vida al Padre para la salvación de la humanidad. Nuestra Madre ha
abrazado el dolor del Hijo y ha aceptado con Él la voluntad del Padre, en
aquella obediencia que da fruto, que trae la verdadera victoria sobre el
mal y sobre la muerte.

Es hermosa esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a
Jesús. Podemos preguntarnos: ¿Nos acordamos de Jesús sólo cuando
algo está mal y tenemos una necesidad? ¿O tenemos una relación
constante, una profunda amistad, incluso cuando se trata de seguirlo en
el camino de la cruz?

Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra


vida y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de
María, Madre de la Iglesia. ¡Que así sea!
¿Cómo era la Sagrada Familia?

María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le


faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.

José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo


reconocen como el “hijo del carpintero”.

María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.

Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás
moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo.
Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a
trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso,
obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.

¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso
palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo
esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y
dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa
de Nazaret.

Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús
tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad,
humildad, caridad, laboriosidad, etc.

La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos,
donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde
se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la
personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y
delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo.
Esto se hace con amor y cariño.

“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el


hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas,
sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en
Chihuahua 1990).

El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los
esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios,
para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse
continuamente en el amor.

Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras
familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser
amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar
en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.

Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada
Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades
pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.

Oración

“Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su
vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.
Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades
o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida
para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

“Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a
Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de
la felicidad eterna.”

“Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas
por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre
nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

“Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades
espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús.
Amén.”
 

 Esposo de la Virgen María


Martirologio Romano: Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada
Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de
padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le
estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor
como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.
Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.
Breve Semblanza

Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos
pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos
sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El
hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María.
La tradición popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes
aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según
la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros
quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco
del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal.


Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y,
aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo
“hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación
es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso
admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable.
La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su
esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en
este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y
ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada
Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los
doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el
templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una


sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía
bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad
el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente
murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en


efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de
marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica
del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El
último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de
la misa.

La personalidad de San José


Fiesta de San José - 19 de marzo / Mateo 1, 16. 18-21. 24. Es santo quien vive
santamente, realizando en su vida cotidiana, de la manera más perfecta posible, la
misión que el Padre le ha dado.

Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer

Mateo 1, 16. 18-21. 24


Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús,
llamado Cristo. Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Su madre,
María, estaba desposada con José y, antes de que vivieran juntos,
sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo.
José, su esposo, como era justo, no queriendo ponerla en evidencia,
resolvió repudiarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un
ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no
dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido
del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del
sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado.

Reflexión
Si dejamos actuar en nuestra alma los rasgos concretos de la
personalidad de san José, guiándonos para ello por la Sagrada Escritura,
entonces muy pronto constataremos una marcada semejanza y
parentesco entre él y el Salvador. San José está ante nosotros como:

- El ideal de la santidad de la vida diaria.


- El ideal de la piedad de alianza.
- El ideal de la piedad instrumental.
- En último término, está ante nosotros como un inalcanzable ideal de un
estilo de vida virginal, puro.

¡Ahí está ante nosotros la persona de san José, bajo la luz de nuestra
propia grandeza, tal como nosotros hemos sido ideados por el Padre
Dios desde la eternidad.

¿Quién es María?
María nació en Nazaret, Galilea, 15 ó 20 años antes del nacimiento de Cristo. Sus
padres, según la tradición, fueron Joaquín y Ana. María era judía. Fue educada en
la lectura de los libros santos y en la obediencia a la ley de Dios. Hizo voto de
virginidad. Se desposó con José estando ambos de acuerdo en permanecer
vírgenes por amor a Dios. Un ángel del Señor se le apareció y le comunicó que el
Espíritu Santo descendería sobre ella, y que de ella nacería el Hijo de Dios (Lc. 1,
35). María aceptó tan maravilloso destino con estas palabras: «Hágase en mí
según tu Palabra», y en aquel instante Jesús fue concebido en su seno. El
nacimiento del Niño fue en Belén de Judea y fue acompañado de diversas
circunstancias, que refieren los Evangelios de Mateo y de Lucas.

¿Qué se sabe acerca de María después del nacimiento de Jesús?

Al cabo de algún tiempo, vemos a María, a José y al Niño instalados en Nazaret.


Allí hay un solo episodio notorio: la pérdida y hallazgo del Niño, a los 12 años, en
Jerusalén. Fue el tiempo que llamamos de la «vida oculta» de Jesús, su vida de
hogar, de familia, de trabajo. Jesús empieza su vida «pública», su vida apostólica y
misionera, hacia los 30 años. María lo acompaña, a veces de cerca, a veces más
lejos. El Evangelio nos la muestra en Cana asistiendo a un matrimonio, y al pie de
la cruz en que Jesús está muriendo. También en varias otras oportunidades. El
libro de los Hechos la menciona en el Cenáculo junto a los apóstoles, después de
la Resurrección del Señor. La Tradición sugiere que murió en Efeso -en el Asia
Menor- en casa de Juan el Evangelista.

¿Cómo era María?

Del Evangelio se desprende que María era humilde y pura; que era decidida y
valiente para enfrentar la vida; que era capaz de callar cuando no entendía y de
reflexionar y meditar; que se preocupaba de los demás y que era servicial y
caritativa; que tenía fortaleza moral; que era franca y sincera; que era leal y fiel.
María es, como mujer, un modelo para las mujeres. Es también para los hombres
el tipo ideal de mujer.

¿Por qué se hace el pesebre?


El pesebre nos muestra el comienzo de la vida de nuestro Señor en el mundo

Por: P. Pinto | Fuente: fatherpinto.com

El pesebre lo inventó San Francisco de Asís, el santo de la humildad y de la


pobreza, en la Navidad de 1223, hace muchos años ya, en el pueblecito de
Greccio, en Italia. Francisco estaba débil y enfermo, y pensando que tal vez
aquella sería su última Navidad en la tierra, quiso celebrarla de una manera
distinta y muy especial.
Un amigo de Francisco, el señor Juan Velita, era dueño de un pequeño bosque en
las montañas de Greccio, y en el bosque había una gruta que a Francisco se le
parecía mucho a la cuevita donde nació Jesús, en los campos de Belén, y que él
había conocido hacía poco en su viaje a Tierra Santa.
Francisco habló con su amigo, le contó su idea de hacer allí un “pesebre vivo”, y
juntos lo prepararon todo, en secreto, para que fuera una sorpresa para los
habitantes del pueblo, niños y grandes.
Entre la gente del pueblo, Francisco y Juan escogieron algunas personas para que
representaran a María, a José, y a los pastores; les hicieron prometer que no
dirían nada a nadie antes de la Navidad, y, siguiendo el relato del Evangelio de
San Lucas, prepararon la escena del nacimiento. ¡Hasta consiguieron un hermoso
bebé para que representara a Jesús!
La noche de Navidad, cuando todas las familias estaban reunidas en sus casas,
las campanas de la iglesia empezaron a tocar solas… ¡Tocaban y tocaban como
si hubiera una celebración especial!… Pero nadie sabía qué estaba pasando… El
Párroco del pueblo no había dicho que fuera a celebrar la Misa del Gallo… la Misa
de Medianoche….

Sorprendidos y asustados a la vez, todos los habitantes de Greccio salieron de


sus casas para ver qué estaba sucediendo… Entonces vieron a Francisco que
desde la montaña los llamaba, y les indicaba que subieran donde él estaba.
Alumbrándose con antorchas, porque la noche estaba muy oscura y hacía mucho
frío, todos se dirigieron al lugar indicado, y cuando llegaron quedaron tan
admirados, que cayeron de rodillas, porque estaban viendo algo que nunca habían
pensado poder ver. Era como si el tiempo hubiera retrocedido muchos, muchos
años, y se encontraran en Belén, celebrando la primera Navidad de la historia:
María tenía a Jesús en sus brazos, y José, muy entusiasmado, conversaba con un
grupo de pastores y pastoras, que no se cansaban de admirar al niño que había
acabado de nacer…
Después, cuando todos se calmaron, el sacerdote, que había sido cómplice de
Francisco y de Juan Velita en aquel secreto, celebró la Santa Misa, y Jesús se
hizo presente en el Pan y el Vino consagrados, como pasa siempre que se celebra
una Misa en cualquier lugar del mundo.
Terminada la Eucaristía, Francisco, lleno de amor y de alegría, les contó a todos
los presentes, con lujo de detalles, la hermosa historia de la Navidad, y Jesús, “luz
del mundo”, llenó sus corazones de paz y de amor.
Tres años más tarde, Francisco de Asís murió, dejándonos esta hermosa
costumbre de hacer el pesebre todos los años, que a todos nos gusta tanto.
El pesebre nos muestra el comienzo de la vida de nuestro Señor en el mundo,
mas bien fuera del mundo, rechazado desde que llegó, y Su historia comienza
fuera del mesón, Lucas 2:7, lo cual era un símbolo de lo que sería también Su
muerte en la Cruz, fuera del otro mesón, del espiritual, fuera del templo de
Jerusalén. Pero hay otro mesón donde Cristo está a la puerta y llama para entrar
en él, si se Le abre, claro, el mesón de nuestro corazón.
El mundo no recibió al Señor, pero Él nos invita a Su casa, a la del Rey, la casa
de Dios nuestro Padre. Cristo es consecuente con su propia enseñanza desde
que viene al mundo y pone la otra mejilla, la del recibimiento y la acogida, siendo
hospedador, pero a la manera de un Rey, el Rey de reyes, quien nos trata como a
reyes: …voy, pues, a preparar lugar para vosotros… …en la casa de mi Padre
muchas moradas hay… Evangelio de Juan 14.
El pesebre tiene dos significados comúnmente usados, se refiere tanto al lugar
o especie de establo como a un recipiente hecho de piedra en el que se pone la
comida del rebaño. Jesús se denomina a Si mismo nuestro Pan del cielo, ese
Pan nuestro de cada día que en la famosa oración pedimos nos sea dado hoy, es
decir el Alimento de Su rebaño, la Iglesia, sí, Él mismo como lo dice Su Palabra,
es el Pan vivo, la Palabra viva de la que nos alimentamos cada día “Yo soy el pan
de vida”. Por lo tanto hay que acostumbrase a ir al pesebre cada día a comer de
Cristo, a comer de la Biblia, para que nuestro espíritu no muera de hambre. Esta
es la comida que habremos de compartir cada día con nuestro prójimo. Porque el
Maestro ya nos enseñó que hay otra comida que hemos que comer, cuando
estaba con la Samaritana y los discípulos le trajeron de comer; se refería a hacer
la voluntad del Padre. La voluntad de Dios y esa voluntad está en Su Palabra, Su
Hijo Jesucristo.
Desde que Cristo nace en el pesebre de nuestra alma, Dios no encuentra un
trono de oro sino un lugar no digno de Él, donde reina el yo, pero donde
precisamente por invitarle cada uno de nosotros en una oración personal e íntima,
entra para hacer una nueva creación, sí, en nuestra propia alma, pues nunca más
volvemos a ser lo que éramos antes de nacer de nuevo, y qué felicidad y paz
celestial trae Él a nuestras vidas.
Que valiente y humilde ha sido nuestro Dios, que gran ejemplo de compañerismo,
de amor piadoso y amigable, entrañable, majestuoso y omnisciente Su forma de
amarnos, viniendo a este mundo, a un mundo enemigo de Él, que le había
arrebatado a Su esposa, la que el Padre le dio, y por la que Él decidió dar Su vida.
Que gran noticia para cada uno de nosotros, y para todos en unidad, que Él haya
venido a este pesebre de nuestras almas.
A continuación trataré cada una de las figuras del pesebre, en su significado
espiritual en el que veremos como Dios nos muestra la profundidad de Su obra de
salvación, en el principio, cuando vino a rescatarnos de este mundo.
El pesebre lo armamos en casa para que sirva cada Navidad para acercar al
mundo el inicio de la Historia de las historias, la del nacimiento del Rey del
Universo, nuestro amado Señor y Salvador Yahshua, más conocido como Jesús
de Nazaret, nacido en Belén, conforme a la profecía, nacido en el pesebre.
LAS FIGURAS DEL BELÉN ESPIRITUAL
Vamos a Belén, esta vez solo de paso, para inscribirnos en el censo del cielo
porque Cristo ha nacido en nuestra alma, luego volvemos a Nazaret, nuestra vida,
pasando antes por Egipto, el desierto. Terminamos en Jerusalén para morir a
nuestro hombre viejo en la cruz con Cristo, nuestro Señor y Salvador, para
resucitar con Él.
La virgen María simboliza toda alma en la que nace Cristo por ser engendrado del
Espíritu. Ella, cualquiera de nosotros, no se considera digna, y sin embargo
bienaventurada. No tiene este engendramiento procedencia de José, quien
representa nuestra carne, porque Cristo nace en nosotros por la fe que nos da el
Espíritu Santo, y no por nuestras obras de la carne, nuestra moral, o nuestros
esfuerzos de justicia.
José, nuestra carne, no usa normalmente la mente para las cosas de Dios, sino
para racionalizar y explicar científicamente como funcionan las cosas. Por eso
quiso dejar a María secretamente, ya que, como diríamos hoy: ¿En que cabeza
cabe la mente de Cristo? Es necesario nacer de nuevo para asimilar que uno tiene
que negarse a si mismo.
No temas recibir a Cristo en tu alma, porque el es EMANUEL, Dios con nosotros.
Así está profetizado que el Cristo nacería de una virgen. Isaías 7:14.
En el pesebre que se representa cada navidad se encuentran además
los animales, de los que destacan dos, la burra y el buey. Jesús entró
triunfalmente en Jerusalén cabalgando a lomos de un pollino hijo de asna.
Estos dos animales, de la misma manera que acompañaban a Cristo en el
pesebre, nos acompañan a nosotros desde nuestro nacimiento; en el día de
reposo, descansará tu buey, animal que tira del arado, representando este nuestra
misión en el mundo y en Cristo, nuestra obra, y descansará tu asno, animal de
carga, representando la carga espiritual y la responsabilidad en la vida, porque ya
no llevarás tu carga, sino que voluntariamente llevarás tu cruz; ambas cargas.
Siempre que hayamos hecho como recomienda el Señor: …Llevad mi yugo sobre
vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis
descanso para vuestras almas, 30porque mi yugo es fácil y ligera mi carga. Mateo
11:29. De manera que al llevar nuestra cruz, y nuestro yugo con Cristo está
siendo de beneficio a aquellos por los que se lleva la carga. Vea el estudio
SACERDOTE.
La visita de los pastores, y las ovejas, son los hermanos que pastorean el
rebaño del Señor que hemos de visitar una nueva alma en la que ha nacido Cristo,
para adorar al Señor en un nuevo pesebre, donde vemos la obra que Él ha hecho
en una persona dándole el don de la fe que hace que nazca de nuevo, el mayor de
los milagros, que tantas veces pasa desapercibido. Los pastores deben mirar a
una nueva alma como un tesoro, como a un hijo de Dios que ha nacido y que hay
que cuidar hasta que crezca espiritualmente haciendo uso de todo aquello que
Dios les haya dado para que la Iglesia, el rebaño de las ovejas que somos todos
incluyendo a líderes, pastores y maestros de las Escrituras, seamos enriquecidos
con la coyuntura de una nueva alma de Dios.
La visita de los reyes magos o sabios, como no podía ser de otro modo
simboliza el reconocimiento de los líderes del mundo de que en nosotros hay una
sabiduría, un amor, y una mente superior, la cual es de Dios. El conocimiento de
Dios es superior a toda ciencia humana y sorprende a aquellos que con sinceridad
buscan el conocimiento y la sabiduría, los cuales traen, al Señor en nosotros, oro,
incienso y mirra: el metal precioso simboliza el nivel de rey (…un reino de reyes y
sacerdotes para Dios, Su Padre…), el incienso simboliza la unción que han visto
en nosotros y con la que nos unimos a Dios, y la amargura de la mirra en la
persecución de este mundo al llevar la cruz del mensaje de Cristo, ante una
sociedad opuesta y enemiga de Dios.
La estrella que guía a los sabios simboliza que Dios es Dios del Universo, que Él
está por encima de la creación, pues es Suya. Que Dios se vale de toda ciencia
para mostrar Su supremacía a los que la observan, y por esta dirige al mundo a
los pies de Su Hijo Jesucristo, Quien está en nosotros.

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