Merck - Caso de Etica

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Profesor: Edwin A.

Osorio Lema → Caso de Ética

“la Ceguera del Río”

Merck & CO., INC: Una empresa estadounidense de productos farmacéuticos .

La ceguera del río es una enfermedad mortal que afecta a unos 18 millones de
personas sin recursos, que viven en lugares remotos cerca de los causes de loa ríos, en las
regiones tropicales de África y América Latina. La causa del mal es un pequeño gusano
parasito que se transmite de una persona a otra mediante el piquete de la mosca negra,
que se reproduce en las aguas rápidas de los ríos. Los diminutos gusanos se introducen
debajo de la piel, donde, al crecer, llegan a medir hasta 60 centímetros, y se enrollan dentro
de los nódulos que miden entre 1 y 1,25 centímetros de diámetro. Dentro de los nódulos el
gusano se reproduce dejando millones de descendientes microscópicos llamados
microfilarias, que se abren paso por todo el cuerpo bajo la piel, decolorándola a su paso;
además, causan lesiones y una comezón tan intensa que las victimas han llegado a
suicidarse. Con el tiempo las microfilarias, invaden los ojos y provocan ceguera en la victima.
En algunas aldeas de África occidental, el parasito ha llegado a cegar a mas del 60% de los
habitantes mayores de 55 años de edad. De acuerdo en estimaciones de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad a provocado ceguera a unas 270,000 personas y
discapacidad visual a otras 500,000.

El esparcimiento de pesticidas para erradicar la mosca negra fracasó cuando esta


desarrolló inmunidad a ellos. Mas aún, con los únicos medicamentos disponibles para tratar
el parasito en los humanos eran muy costosos, tenían efectos secundarios severos y
requerían humildes victimas que vivían en las comunidades aisladas. En muchos países, los
jóvenes han abandonado las áreas cercanas a los ríos, que por lo general son tierras fértiles.
Quienes se quedaron a vivir a la orilla de los ríos aceptaron la posibilidad de infectarse, la
tortura de la comezón y el peligro de contraer ceguera como parte irremediable de la vida.

En 1980 los doctores Bill Campbell y Mohammed Aziz, científicos investigadores que
trabajaban para Merck, descubrieron que el Ivermectín – uno de los medicamentos para

Fuente: Ética en los Negocios – Manuel G. Velásquez – 7 Edición - PEARSON


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animales de mayor venta de la compañía – podía matar el parásito que causa la ceguera del
río. El doctor Aziz, quien ya había trabajado en África y conocía la ceguera del río, viajo a
Dakar, Senegal, donde probó el medicamento en aldeanos que sufrían infecciones activas.
De manera asombrosa, descubrió que una dosis única del medicamento no solo
exterminaba las microfilarias, sino que también hacía que el gusano quedará estéril e
inmunizaba al paciente durante meses. Cuando Aziz regresó a Estados Unidos, él y el doctor
Campbell visitaron al jefe de investigación y desarrollo de Merck, el doctor P. Roy Vagelos.
Le mostraron los resultados y le recomendaron que Merck desarrollara una versión del
medicamento para suministrarla a los seres humanos.

En aquella época, desarrollar un nuevo medicamento, probarlo en clínicas y a gran


escala, de acuerdo con estándares que el gobierno de los Estados Unidos requería, podía
llegar a costar mas de $100 millones de dólares. Roy Vagelos se dio cuenta de que aun
cuando la compañía tuviera éxito en el desarrollo de una versión del medicamento
adecuada para administrarse a las victimas de la ceguera del río, “tenía claro que no podrían
vender el fármaco a esas personas, quienes no tenían suficientes recursos económicos para
comprarlo, aun cuando el precio fuera de unos centavos de dólar al año”. Todavía más, en
que caso de que pudiera pagar ese precio, sería imposible hacer llegar el medicamento a la
mayoría de las victimas, puesto que estas vivían en lugares remotos y no tenían acceso a
médicos, hospitales, clínicas o expendios de medicamentos comerciales. Además, si el
medicamento provocaba efectos secundarios adversos al administrarse a humanos, esto
podría afectar la venta de la versión del fármaco para animales, que representaba alrededor
de $300 millones de dólares al año. Por ultimo, en caso de estar disponible una versión de
bajo costo del medicamento, se podría introducir en los mercados negros y venderse para
administrarse a animales, lo que minaría las ganancias que los veterinarios obtenían a partir
de las ventas de Ivermectín.

Aunque las ventas mundiales de Merck ascendían a $2.000 millones de dólares al


año, su ingreso neto como porcentaje de las ventas disminuían por varias razones, como el
rápido incremento en los costos de desarrollo de nuevos medicamentos, los reglamentos
cada vez mas restrictivos, los elevados impuestos, la falta de descubrimientos científicos
básicos y la disminución en la productividad de los programas de investigación de la
compañía. Por otro lado, el Congreso de los Estados Unidos estaba listo para aprobar la Ley
de Regulación de Medicamentos, lo que intensificaría la competencia en la industria
farmacéutica, al permitir que los competidores copiaran y comercializaran con mayor
rapidez los medicamentos de otras empresas. Asimismo, el seguro de salud Medicare
acababa de imponer límites máximos para el rembolso por compra de medicamentos y
requería el uso de productos genéricos de menor costo en lugar de los de marca, los cuales
constituían la mayor fuente de ingresos de Merck.

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A la luz de esas condiciones que incidían negativamente en la industria farmacéutica,


¿era una buena idea me Merck emprendiera un proyecto costoso que no ofrecía una
retribución económica considerable? Vagelos escribió después:

Había una posible desventaja para mí en lo personal. Yo no llevaba mucho tiempo en


el puesto y aún estaba aprendiendo cómo promover el desarrollo de nuevos
medicamentos en un ambiente corporativo. Aunque teníamos algunos proyectos de
grandes innovaciones en trámite, yo aún era un novato en el mundo de los negocios.
Gastaría una considerable cantidad de dinero de la compañía en un campo, el de la
medicina tropical, que pocos de nosotros – a excepción de Mohammed Aziz –
conocíamos… el director general, Henry Gadsden, estaba preocupado (y con razón)
en relación con los proyectos en trámite de nuevos productos de Merck, y me habían
contratado para resolver ese problema. Era tan evidente para mí como para
Mohammed y Bill que incluso si el Ivermectín tenía éxito en la cura de la ceguera de
río, no iba a incrementar las ganancias de la empresa ni a hacer felices a los
accionistas. Así que la petición significaba un riesgo para mi y para los laboratorios.

Vagelos sabía que enfrentaba una decisión que, como decía, “tenia un componente ético
importante”. Sin considerar el riesgo para la compañía y para su carrera profesional, era
claro que, sin el medicamento, millones de personas estarían condenadas a una vida de
sufrimiento intenso y a la ceguera total o parcial. Después de muchas discusiones con
Campbell, Aziz y otros directivos, Vagelos llego a la conclusión de que los beneficios
potenciales del medicamento para evitar la ceguera de río eran demasiado significativos
como para ignorarlos. A fines de 1980, aprobó un presupuesto que aportaba los fondos
necesarios para desarrollar una versión de Ivermectín para administrarse a seres humanos.

Después de siete años, Merck logró desarrollar la nueva versión del medicamento,
llamada Mectizán. Tomar una sola píldora una vez al año podría erradicar del cuerpo
humano todo rastro del parásito que causa la ceguera de río y prevenir nuevas infecciones.
Por desgracia, justo como lo había sospechado Vagelos, nadie corrió a comprar la píldora
milagrosa. En los años siguientes, los ejecutivos de Merck (especialmente Vagelos, quien
para ese entonces era el director general de Merck) solicitaron a la OMS, al Gobierno de los
Estados Unidos, y a los gobiernos de las naciones aquejadas por el mal, que alguien – quien
fuera – comprara el medicamento para proteger a los 100 millones de personas que en
riesgo de contraer la enfermedad. Nadie respondió a los ruegos de la compañía.

Cuando finalmente quedó claro que nadie compraría el medicamento, Merck


decidió que donaría el Mectizán a las victimas de la enfermedad. Sin embargo, incluso este
plan fue difícil de realizar porque, como lo temía la compañía, no había canales de

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distribución establecidos para hacerlo llegar a la gente que lo necesitaba. No obstante, en


colaboración con la OMS, la compañía financio un comité internacional para proporcionar
a las naciones en desarrollo la infraestructura adecuada de distribución del medicamento,
y con la finalidad de evitar que llegara al mercado negro para administrarse a animales.
Pagar por estas actividades aumentó la suma que Merck invirtió en desarrollar, probar y
ahora distribuir Mectizán a mas de $200 millones de dólares, sin contar el costo de
fabricarlo. Para 2010, Merck había donado mas de 2,500 millones de pastillas de Mectizán
con un valor aproximado de $3,500 millones de dólares y donaba el medicamento a 80
millones de personas al año en África, América Latina y Oriente Medio. Además de usar el
medicamento para aliviar los intensos sufrimientos de la ceguera del río, la compañía ha
ampliado el programa para incluir el tratamiento contra la elefantiasis, una enfermedad
parasitaria que con frecuencia coexiste con la ceguera del río, y que, según descubrieron
los investigadores de Merck, también se podía tratar con Mectizán para tratar la
elefantiasis, y 70 millones mas lo recibieron el año siguiente.

Cuando se le pregunta porque la compañía invirtió tanto dinero y esfuerzo en la


investigación, el desarrollo, la fabricación y la distribución de un medicamento que no es
redituable, el doctor Roy Vagelos, director ejecutivo, responde que, una vez que la
compañía sospecho de uno de sus medicamentos para animales podía curar una grave
enfermedad que asolaba a la gente, la única opción ética era desarrollarlo. También
comento que las personas de los países en desarrollo recordaran que Merck los ayudó, y en
el futuro responderán de manera favorable a la compañía. Con el paso de los años, la
empresa ha aprendido que, a largo plazo, este tipo de acciones tienen ventajas estratégicas
importantes. “cuando fui por primera vez a Japón, las personas de negocios me dijeron que
había sido Merck quien llevo la estreptomicina a ese país después de la segunda Guerra
Mundial, para eliminar la tuberculosis que estaba acabando con la población. Nosotros lo
hicimos. No ganamos dinero. Pero no es casualidad que hoy Merck sea la mayor compañía
farmacéutica estadounidense en Japón”.

Fuente: Ética en los Negocios – Manuel G. Velásquez – 7 Edición - PEARSON


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Consideraciones

• Dicen los expertos que la ética en los negocios es una contradicción de términos (un
oxímoron), porque existe un conflicto inherente entre la ética y la búsqueda
interesada de ganancias. Se insinúa que cuando la ética entra en conflicto con las
ganancias, los negocios siempre elegirán a las segundas sobre la primera.
• Preguntes, si es mas probable que usted, como consumidor compre el producto de
una empresa a la que reconoce como honesta y confiable, o el de una que se ha
ganado la reputación de deshonesta y poco confiable.
• Pregúntese si, como empleado, es mas probable que sea leal a una compañía cuyas
acciones hacia usted son justas y respetuosas, o a una que habitualmente trata a sus
empleados de manera injusta e irrespetuosa.

Fuente: Ética en los Negocios – Manuel G. Velásquez – 7 Edición - PEARSON

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