Porque Estudiar La Agricultura Tradicional PDF

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¿Por que estudiar la agricultura tradicional?

Miguel A. Altieri
División de Control Biológico -Universidad de California, Berkeley
Tomado de: AGROECOLOGIA Y DESARROLLO
Revista de CLADES
Numero Especial 1
Marzo 1991
http://www.clades.org/r1-art2.htm

El estudio de la agricultura tradicional no es algo nuevo. Los antropólogos han estudiado


las sociedades indígenas y sus sistemas agrícolas a lo largo de diversas regiones geográficas
por más de un siglo. En los últimos años, han
emergido numerosas descripciones detalladas
de los distintos modelos tradicionales de
subsistencia en diversas comunidades
agrícolas (Rappaport, 1968; Brokenshaw et
al., 1980). Varias preguntas importantes han
surgido en torno a las relaciones sociales de la
producción, las interacciones entre los seres
humanos y su medio ambiente (que resultan
en patrones típicos de utilización de la tierra),
y las interacciones entre ciertos pueblos y el
resto del mundo (Rhoades, 1984). Estos
trabajos han contribuido al desarrollo de una
perspectiva de ecología humana muy necesaria en la investigación de agroecosistemas
(Rambo y Sajise, 1984). El objetivo de algunos cientistas sociales ha sido el de convencer a
planificadores y agentes del desarrollo a tomar en cuenta los conocimientos acumulados,
las habilidades tradicionales y las tecnologías locales. Muchos de los administradores de
recursos que han sido entrenados en el occidente terminan aconsejando y a veces hasta
manejando los recursos agrícolas de otras tierras y culturas. Mucho daño se podría evitar si
estas personas entendieran las bases culturales y ecológicas del sistema donde trabajan
(Klee, 1980).

Recientemente, varios agroecológicos se han interesado en estudiar los agroecosistemas


tradicionales. Dos tipos de beneficios se pueden derivar del estudio de estos sistemas.
Primero, en la medida que suceden cambios en el Tercer Mundo frente a la inevitable
modernización de la agricultura, el conocimiento de los sistemas tradicionales de
producción, las prácticas de manejo y la lógica ecológica detrás de éstas se está perdiendo.
Debido al desarrollo de la agricultura moderna, la cual se caracteriza por recomendaciones
tecnológicas que han ignorado la heterogeneidad ambiental, cultural y socioeconómica de
la agricultura tradicional, el desarrollo agrícola no ha empatizado con las necesidades delos
agricultores ni con los potenciales agrícolas locales (Alverson, 1984; Conway, 1985).
Entendiendo los rasgos de la agricultura tradicional, tales como la habilidad de evitar
riesgos, las taxonomías biológicas folklóricas y las eficiencias de producción de las mezclas
simbióticas de cultivos, es posible obtener información importante para desarrollar
estrategias agrícolas más apropiadas, más sensibles a las complejidades de los procesos
agroecólogicos y socioeconómicos y así diseña tecnologías que satisfagan las necesidades
específicas de grupos campesinos y agroecosistemas locales.

El segundo beneficio es que los principios ecológicos extraibles del estudio de


agroecosistemas tradicionales pueden ser utilizados para diseñar agroecosistemas
sustentables en los países industrializados y así corregir muchas de las deficiencias que
afectan a la agricultura moderna (Altieri, 1987). Los sistemas modernos de agricultura son
un producto de una evolución estructural que substituye interacciones ecológicas
estabilizadoras por insumos de alta energía. Muchas de las interacciones ecológicas
significativas presentes en ecosistemas naturales no existen en monocultivos altamente
perturbados, lo que precluye el desarrollo de sistemas de producción alternativos basados
en principios ecológicos (Edens y Haynes, 1982). Por el contrario, los sistemas de
agricultura tradicional han surgido a través de siglos de evolución biológica y cultural, y
representan experiencias acumuladas de interacción entre el ambiente y agricultores sin
acceso a insumos externos, capital o conocimiento científico. Estas experiencias han guiado
a los agricultores en muchas áreas del mundo en el desarrollo de agroecosistemas
sustentables, manejados con recursos locales y con energía humana y animal (Altieri y
Anderson, 1986). La mayoría de los agroecosistemas tradicionales están basados en una
diversidad de cultivos asociados en el tiempo y en el espacio, permitiendo a los agricultores
maximizar la seguridad de cosecha aún a niveles bajos de tecnología (Chang, 1977;
Clawson, 1985). Muchos de estos sistemas tradicionales aún utilizan insumos mínimos,
carecen de disturbancias continuas y exhiben interacciones complejas entre cultivos, suelos,
animales, etc.; por esto, muchos agroecólogos los consideran escenarios óptimos para
evaluar propiedades de estabilidad y sustentabilidad y para obtener criterios sobre el diseño
y manejo de agroecosistemas alternativos (Gliessman et al., 1981).

Es difícil separar el estudio de los sistemas agrícolas del estudio de las culturas que los
nutren. Por esta razón, aquí se trata simultáneamente la complejidad del sistema de
producción y la sofisticación del conocimiento de la gente que los maneja. También se
intenta integrar los argumentos propuestos por cientistas sociales y biólogos, para justificar
la necesidad de continuar estudiando agroecosistemas tradicionales. Se argumenta que el
rescate de este conocimiento tradicional debe ocurrir rápidamente, no sólo porque está
siendo perdido en forma irreversible, sino también porque es crítico para el avance de la
ecología agrícola.

LA NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO TRADICIONAL

Los términos conocimiento tradicional, conocimiento indígena técnico, conocimiento rural


y etnociencia (ciencia de la gente rural) han sido usados en forma intercambiable para
describir el sistema de conocimiento de un grupo étnico rural que se ha originado local y
naturalmente. Este conocimiento tiene muchas dimensiones incluyendo aspectos
lingüísticos, botánicos, zoológicos, artesanales y agrícolas, y se deriva de la interacción
entre los seres humanos y el medio ambiente. La información es extraída del medio
ambiente a través de sistemas especiales de cognición y percepción que seleccionan la
información más útil y adaptable, y después las adaptaciones exitosas son preservadas y
transmitidas de generación en generación por medios orales o experienciales. Sólo
recientemente algunos de estos conocimientos han sido descritos por investigadores. La
evidencia sugiere que la discriminación más fina evoluciona en comunidades donde el
medio ambiente tiene inmensa diversidad física y biológica y/o en comunidades que existen
al margen de la sobrevivencia (Chambers, 1983). También es común que los miembros más
viejos de estas comunidades posean conocimientos mejores y más detallados que los
jóvenes.

Varios aspectos de estos sistemas tradicionales de conocimiento son importantes para los
agroecólogos:

x El conocimiento sobre el medio ambiente físico


x Las taxonomías biológicas folklóricas (o sistemas nativos de clasificación)
x El conocimiento sobre prácticas de producción.
x La naturaleza experimental del conocimiento tradicional

Los conocimientos de grupos indígenas sobre suelos, clima, vegetación, animales y


ecosistemas, suelen traducirse en estrategias multidimensionales de producción (por
ejemplo ecosistemas diversificados con múltiples especies) y estas estrategias generan
(dentro de ciertas limitantes técnicas y ecológicas) la autosuficiencia alimentaria de las
familias rurales en una región (Toledo et al., 1985).

Conocimiento sobre el medio ambiente

El conocimiento indígena sobre el medio ambiente físico suelo ser muy detallado. Muchos
agricultores a lo largo de todo el mundo han desarrollado calendarios tradicionales para
controlar la programación de actividades agrícolas. En el este de Africa, por ejemplo,
muchos agricultores siembran de acuerdo con las fases de la luna, creyendo que hay fases
lunares de lluvia. Muchos agricultores predicen fluctuaciones climáticas basados en la
fenología de la vegetación local. Por ejemplo, en Java occidental el Gadung sp. es un
indicador climático porque se espera que la temporada lluviosa empiece poco tiempo
después que se inicie el crecimiento de sus hojas. En la misma región, el pomelo tiene una
función parecida; el inicio de la fructificación anuncia la temporada anual de labranza
(Christanty et al., 1986).

Tipos de suelo, sus grados de fertilidad y sus categorías de uso son también descritos en
detalle por muchos agricultores. Los tipos de suelos suelen ser distinguidos por su color,
textura y a veces hasta por su gusto. Los cultivadores itinerantes suelen clasificar sus suelos
de acuerdo con la cubierta vegetal. En general, los sistemas de clasificación dependen de la
naturaleza dela relación del campesinado con la tierra (Williams y Ortiz Solorio, 1981). Por
ejemplo, los sistemas aztecas de clasificación son muy complejos, ya que reconocen más de
dos docenas de tipos de suelos que son identificados por su fuente de origen, color, textura,
olor, consistencia y contenido orgánico. Estos suelos son también clasificados de acuerdo
con su potencial agrícola y tales rangos se utilizan en evaluaciones del valor de las tierras y
en censos rurales (Williams, 1980). Campesinos andinos en Coporaque, Perú, reconocen
cuatro tipos principales de suelos. Cada tipo de suelo posee características que definen el
cultivo más adecuado (McCamant, 1986). Más ejemplos de clasificaciones de suelos
desarrolladas por grupos rurales se encuentran en Chambers (1983).
Taxonomías biológicas folklóricas

Se han documentado muchos sistemas complejos utilizados por pueblos indígenas para
clasificar plantas y animales (Berlín et al., 1973). En general, el nombre tradicional de una
planta o animal revela el estatus taxonómico de este organismo. Varios investigadores han
encontrado que, en general, hay una buena correlación entre la taxa folklórica y la
científica.

La clasificación de animales, especialmente insectos y pájaros, es común entre agricultores


y grupos indígenas (Bulmer, 1965). Varios insectos y artrópodos relacionados además de
considerarse plagas de cultivos o agentes transmisores de enfermedades, pueden servir
como alimento, agentes medicinales y también como importantes figuras dentro del mito y
folklore local. En muchas regiones, ciertas plagas agrícolas son toleradas porque también
constituyen recursos, al ser consumidos como plantas y/o animales comestibles, aunque en
otros casos puedan ser considerados plagas. En Indonesia, una plaga de saltamontes del
arroz es capturada por la noche y consumida con sal, azúcar y cebollas, o vendida como
comida para pájaros. Un pájaro que es plaga en los campos de arroz de Indonesia es una
especie de Lonchura la cual es capturada en trampas para luego ser consumida. Las ardillas
y termitas también causan daños a cultivos, pero aún así son consumidas en Indonesia. Los
cultivadores itinerantes en Borneo capturan y comen cerdos salvajes que son atraídos a sus
cultivos. En el noreste de Tailandia, los habitantes comen en forma habitual ratas, termitas
y camarones que dañan los tallos del arroz (Brown y Marten, 1986).

Las hormigas, algunas de las cuales son plagas importantes, son una de las comidas de
insectos más populares en varias regiones tropicales. En su estudio de la etnoentomología
del Amazonas Brasilera, Posey (1986) describió el conocimiento detallado de los Kayapo
sobre los ciclos de vida de los insectos, sus usos y su manejo. El manejo complejo de abejas
sin aguijón (Meliponinae) para la producción de miel ilustra el profundo conocimiento
ecológico de los Kayapo sobre la biología de estas abejas. El papel de los insectos sociales
como "modelos naturales" para los indios Kayapo es especialmente interesante; el
comportamiento de estos insectos es reconocido simbólicamente en sus ritos y ceremonias
(Posey, 1986).

Las etnobotánicas son las taxonomías más frecuentemente documentadas (Alcorn, 1984).
El conocimiento etnobotánico de ciertos campesinos en México es tan elaborado que los
Mayas de Tzeltal y del Yucatán, y los Purepechas pueden reconocer más de 1200,900 y 500
especies de plantas respectivamente (Toledo et al., 1985). Igualmente, indígenas de
Botswana identificaron 206 de 211 plantas colectadas por investigadores (Chambers, 1983),
y agricultores Hanunoo en las Filipinas pueden distinguir más de 1600 especies de plantas
(Conklin, 1979).

Una característica importante de los sistemas tradicionales es su nivel de diversidad vegetal


en el tiempo y en el espacio en la forma de policultivos y/o sistemas agroforestales (Chang,
1977; Clawson, 1985). El desarrollo de estos agroecosistemas no es casual, sino que está
basado en un profundo entendimiento de los elementos y las interacciones de la vegetación,
guiada por sistemas complejos de clasificación etnobotánica. Esta clasificación ha
permitido a campesinos asignar a cada unidad de paisaje una práctica productiva,
obteniendo así una diversidad de productos vegetales mediante una estrategia de uso
múltiple (Toledo et al., 1985). En México, por ejemplo, los Huastecas manejan un cierto
número de campos agrícolas y otros en barbecho, huertos familiares complejos y predios
forestales que en total suman unas 300 especies de plantas. Areas pequeñas alrededor de las
casas tienen un promedio de 80 y 125 plantas útiles, la mayoría de las cuales son plantas
medicinales nativas (Alcorn, 1984). En forma semejante, el sistema tradicional de huerto
pekarangan de Java occidental suele contener 100 o más especies de plantas. De éstas, más
o menos el 42 por ciento contribuye con materiales de construcción y combustible, 18 por
ciento son árboles frutales, 14 por ciento son hortalizas, y el resto constituye plantas para
ornamentos, medicinas, especies y cultivos comerciales (Christanty et al., 1986).

Los agroecosistemas tradicionales también son diversos genéticamente, conteniendo


poblaciones de variedades criollas (Landraces) adaptadas, al igual que especies silvestres
botánicamente emparentadas con los cultivos. Las poblaciones de variedades criollas
consisten en mezclas de varias líneas genéticas, las cuales evolucionaron, pero que difieren
en sus reacciones a enfermedades y plagas de insectos. Algunas líneas son resistentes o
tolerantes a ciertas razas de patógenos y algunas a otros factores (Harlan, 1976). La
diversidad genética resultante confiere por lo menos resistencia parcial a enfermedades que
son específicas a variedades particulares del cultivo. La diversidad genética permite además
a los agricultores explorar distintos microclimas y derivar usos nutritivos múltiples y de
otros tipos, aprovechando las variaciones genéticas de cada especie.

En los Andes, los agricultores cultivan más de 50 variedades de papas en sus predios y
poseen sistemas taxonómicos especiales para clasificar las papas, los cuales juegan un
papel importante en la selección de distintas variedades de papa (Brush, 1982). En
Tailandia e Indonesia los agricultores mantienen en sus predios una diversidad de
variedades de arroz adaptadas a un rango amplio de condiciones ambientales. La evidencia
sugiere que las taxonomías folklóricas se hacen más relevantes en la medida que las áreas
se tornan más marginales. En Perú, por ejemplo, en la medida que se asciende en altitud, la
diversidad genética nativa se enriquece rápidamente. En el sudeste de Asia, los agricultores
siembran variedades modernas semi-enanas de arroz durante la temporada seca y siembran
variedades tradicionales durante la temporada de monzón, aprovechando así la
productividad de variedades modernas irrigadas durante meses secos y la estabilidad de
variedades nativas durante la temporada húmeda, cuando suelen ocurrir explosiones de
plagas (Grigg, 1974). Clawson (1985) describe varios sistemas tropicales en los cuales los
agricultores tradicionales siembran variedades múltiples de cada cultivo, aumentando la
diversidad interespecífica e intraespecífica, mejorando así la seguridad de la cosecha.

Varias plantas dentro y alrededor de los sistemas agrícolas tradicionales son parientes
silvestres de cultivos. Así, mediante la práctica del desmalezamiento selectivo, los
agricultores han inadvertidamente elevado el flujo de genes entre los cultivos y sus
parientes silvestres (Altieri y Merrick, 1987). Por ejemplo, en México, ciertos agricultores
permiten que el teosinte permanezca dentro o alrededor de los campos de maíz, de manera
que cuando el viento poliniza al maíz, ocurran cruzamientos naturales (Wilkes, 1977).
Mediante esta asociación continua se ha establecido un equilibrio relativo entre cultivos,
malezas, enfermedades, prácticas culturales y hábitos humanos (Barlett, 1980). Este
equilibrio es complejo y difícil de modificar sin interrumpir el balance y arriesgar la
pérdida de recursos genéticos. Por esta razón, Altieri y Merrick (1987) han apoyado el
concepto de conservación "in situ" de la diversidad nativa de cultivos es solamente posible
a través de la preservación de agroecosistemas bajo manejo tradicional y aún más, sólo si
este manejo es guiado por los conocimientos íntimos que tienen los agricultores locales
sobre las plantas y sus requisitos.

Otra dimensión importante del conocimiento etnobotánico local está relacionada con el
hecho que muchos campesinos utilizan, mantienen y preservan áreas de ecosistemas
naturalizados (bosques, praderas, lagos, laderas, arroyos, pantanos, etc.) dentro o adjunto a
sus propiedades, áreas de las cuales recogen suplementos alimenticios importantes,
materiales de construcción, medicinas, fertilizantes orgánicos, combustibles, objetos
religiosos, etc. (Toledo, 1980). Aunque la recolección de plantas ha sido normalmente
asociada con condiciones de pobreza (Wilken, 1969), evidencias recientes sugieren que esta
actividad está estrechamente asociada con la persistencia de una fuerte tradición cultural.
Inclusive la recolección de vegetación tiene una base económica y ecológica, ya que las
plantas silvestres contribuyen en forma importante a la economía de subsistencia del
campesino, especialmente durante períodos de baja producción agrícola debido a
calamidades naturales u otras circunstancias (Altieri et al., 1987). De hecho, en muchas
áreas semiáridas de Africa, campesinos y grupos tribales continúan siendo exitosos
nutritivamente aún cuando hay sequía, dada sus actividades de recolección (Grivetti, 1979).

La recolección es prominente entre cultivadores itinerantes cuyos campos cultivados son


espaciados en forma de mosaico a través del bosque. Al viajar de un campo a otro, muchos
agricultores coleccionan plantas silvestres y sus frutos, para agregar a las ollas de la unidad
familiar (Lentz, 1986). La recolección también es prevalente en biomasa desérticos. Por
ejemplo, los indios Pima y Papago del desierto Sonora, suplen muchas de sus necesidades
de subsistencia con no más de 15 especies de leguminosas silvestres y cultivadas (Nabhan,
1983). En condiciones tropicales húmedas el procuramiento de recursos vegetales de los
bosques primarios y secundarios es todavía más impresionante. Por ejemplo, en la región
de Uxpanapa de Veracruz, México, los campesinos locales explotan más o menos 435
especies de animales y plantas silvestres, de las cuales 229 son utilizadas como alimentos
(Toledo et al., 1985).

Prácticas agrícolas

En la medida que se hace más investigación, muchas de las prácticas agrícolas campesinas
que antes fueran consideradas mal guiadas o primitivas, están siendo reconocidas como
sofisticadas y apropiadas. Confrontados con problemas específicos de pendientes en
declive, inundación, sequía, plagas y enfermedades, baja fertilidad de suelos, etc., los
pequeños agricultores a lo largo del mundo han desarrollado sistemas originales de manejo
dirigidos a superar estas limitantes (Tabla 1).
Tabla 1
Algunos ejemplos de sistemas de manejo de suelos, agua y vegetación utilizados por
agricultores tradicionales en el Tercer Mundo
LIMITANTES OBJETIVOS O SISTEMAS O PRACTICAS AGRICOLAS
AMBIENTALES PROCESOS ESTABILIZADORAS
Espacio limitado Utilización máxima Policultivos, agroforestería, cultivos a distintos pisos, huertos
de recursos familiares,
ambientales y tierra zonificaciones de cultivo según altitud, fragmentación de la
finca, rotaciones, etc.
Pendiente Control de erosión, Terrazas, agricultura en contorno, barreras vivas y muertas
conservación de agua cubierta de barbecho
y/o cultivo continuo, muros de piedra, arrope, etc.

Fertilidad del suelo Mantención de la Barbecho natural y/o mejorado, rotaciones de culti- vos y
fertilidad, reciclaje de policultivos con
materia orgánica leguminosas, recaudación de litera, abonamiento, abonamiento
verde, pastoreo
animal en campos en barbecho, desechos humanos y basura
del hogar, restos de
hormigueros que pueden ser usados como fertilizantes, uso de
depósitos alu- viales,
uso de malezas y barro acuático, cultivo en hi- leras con
leguminosas, incorporación
de hojas, ramas y otros residuos, quema de vegetación,
compost, etc.

Inundación o Utilización de Agricultura sobre camellones (ej. chinampas, tablo- nes, waru-
exceso de agua cuerpos de agua en warus), campos
forma integra- da con zanjados, diques, etc.
la agricultura
Manejo de agua a Uso óptimo del agua Control de drenaje con canales y presas de freno, campos
través del riego disponible hundidos hasta nivel del
agua, riego salpicado, riego de canal alimentado por agua de
pozos o agua subterránea,
de lagos o depósitos.
Lluvia impredecible Optima utilización de Uso de cultivos y variedades tolerantes a la sequía, uso de
la humedad indicadores de clima,
disponible cultivos múltiples que utilicen mejor la humedad residual al
final de la tem porada
lluviosa, uso de cultivos con períodos cortos de crecimiento,
arrope (mulch)

Temperaturas Mejoramiento del Sombreamiento, espaciamiento de la siembra, uso de cultivos


extremas micro- clima tolerantes a la sombra,
manejo de viento con vallas, cercos vivos, rompevientos,
control de malezas, arado
poco profundo, labranza mínima, policultivos, agroforestería,
cultivo en callejones,
arrope.

Incidencia de Protección de Siembre densa, permitir algo de dano, uso de vallas y/o cercos,
plagas cultivos, mantención uso de variedades resistentes, policultivos, aumento de
de poblaciones bajas enemigos naturales caza colecta directa uso
de poblaciones bajas enemigos naturales, caza, colecta directa, uso
de plagas de insecticidas y repelentes botánicos, siembra en épocas con
bajo potencial de
plagas, etc.

En general, los agricultores tradicionales han satisfecho los requisitos ambientales de sus
sistemas de producción concentrándose en algunos principios y procesos (Knight, 1980).

a. Mantención de la diversidad y la continuidad temporal y espacial. Diseños de


cultivos múltiples son adaptados para asegurar la producción constante de alimentos
y una cubierta vegetal para la protección del suelo. La provisión regular y variada
de alimento asegura una dieta diversa y nutricionalmente adecuada. La cosecha
continua de cultivos reduce la necesidad de almacenamiento, actividad difícil bajo
climas lluviosos. Una secuencia continua de sistemas de cultivos permite además la
mantención de una serie de interacciones bióticas (complejos predador-presa,
fijación de nitrógeno, etc.) que pueden beneficiar al agricultor.

b. Utilización óptima de recursos y espacio. El agrupamiento de plantas con


distintos hábitos de crecimiento, follajes, estructuras radiculares, etc., permiten una
mejor utilización de los factores ambientales tales como nutrientes, agua y radiación
solar. Las mezclas de cultivos hacen un uso más extenso de un ambiente particular.
En sistemas agroforestales complejos donde el follaje de los árboles deja pasar una
cantidad sustancial de luz, permite el crecimiento de cultivos en la estrata inferior.

c. Reciclaje de nutrientes. Los pequeños agricultores mantienen la fertilidad de los


suelos cerrando los ciclos de nutrientes, energía, agua y desechos. Así, muchos
agricultores enriquecen sus suelos juntando materiales y nutrientes (abonos
orgánicos, desperdicios forestales, etc.) en zonas adyacentes a sus predios o
adoptando sistemas de rotación o barbecho y/o incluyendo leguminosas en sus
policultivos.

d. Conservación y/o manejo de agua. En áreas de secano la distribución y cantidad


de las lluvias son los determinantes más importantes de los sistemas de cultivos, por
lo tanto los agricultores adoptan patrones de cultivos adaptados a la cantidad y
distribución de las lluvias. Así, donde las condiciones de humedad son
desfavorables, los cultivos tolerantes a la sequía son preferidos (por ejemplo,
Cajanus, batata, yuca, millet, sorgo), así como técnicas de manejo que enfatizan la
cobertura de suelo (por ejemplo arrope) para evitar la evaporación y escurrimiento.
En zonas donde la precipitación supera los 1500 mm/anual, la mayoría de los
sistemas de cultivos se basan en el arroz. Bajo condiciones de inundación continua,
en vez de desarrollar sistemas costosos de desagüe, los agricultores prefieren
desarrollar sistemas integrados de agricultura-acuacultura, tal como las chinampas
del centro de México.

e. Control de la sucesión y provisión de protección de cultivos. Los agricultores


han desarrollado un número considerable de estrategias para cautelar la invasión y
competencia de organismos no deseados. Ciertas mezclas de varias especies de
cultivos confieren protección contra insectos-plagas o ataques de enfermedades.
Ciertos policultivos con follajes complejos pueden suprimir efectivamente el
crecimiento de malezas y minimizar la necesidad de su control. Los agricultores han
desarrollado además un número de prácticas culturales que incluyen cambios en la
época y densidad de siembra, el uso de variedades resistentes, el uso de insecticidas
botánicos y/o repelentes para minimizar la incidencia de plagas.

Varios agroecosistemas tradicionales combinan elementos de todos los procesos y


principios descritos arriba, resultando en patrones únicos de utilización de suelos y de
vegetación en el tiempo y en el espacio. Algunos de estos sistemas, discutidos en detalles
por Beets (1982), Marten (1986) y Altieri (1987) incluyen los cultivos de arroz del sudeste
de Asia, los agroecosistemas Andinos basados en la papa, las chinampas de México, los
sistemas de cultivo itinerantes de Africa y un gran número de sistemas agroforestales que se
encuentran en el trópico bajo húmedo. Todos estos agroecosistemas tradicionales han
demostrado ser sustentables dentro de su contexto histórico y ecológico (Cox y Atkins,
1979). Aunque estos sistemas evolucionaron en tiempos y áreas geográficos distintas,
comparten sin embargo una serie de características estructurales y funcionales (Norman,
1979):

x Combinan un gran número de especies y poseen diversidad estructural en el tiempo


y en el espacio según la organización vertical y horizontal de los cultivos.

x Explotan la heterogeneidad microambiental dentro de un campo o región, resultante


de los gradientes de humedad, suelos, temperatura, altitud, pendiente, fertilidad, etc.
x Mantienen cerrados los ciclos de materiales y desperdicios mediante el uso de
prácticas efectivas de reciclaje.
x Dependen de una compleja interdependencia biológica, que condiciona estabilidad
al sistema contra plagas y otras limitantes biológicas.
x Dependen de recursos locales, de energía humana y animal, por lo que utilizan
niveles bajos de tecnología.
x Dependen de variedades locales de cultivos e incorporan el uso de plantas y
animales silvestres. La producción suele ser para consumo local. El nivel de ingreso
es bajo por lo que la influencia de factores no económicos es importante en la toma
de decisiones.

La naturaleza experimental del conocimiento tradicional

La fuerza del conocimiento tradicional de los agricultores deriva no sólo de observaciones


agudas sino también del aprendizaje experimental. La naturaleza experimental del
conocimiento es muy aparente en la selección de variedades de semilla para ambientes
específicos, pero también es implícita en la búsqueda y ensayo de nuevos métodos de
cultivos para sobrepasar limitantes biológicas o socioeconómicas particulares. De hecho,
Chambers (1983) argumenta que ciertos agricultores frecuentemente obtienen una riqueza
de observación y fineza de discriminación que sería accesible a científicos occidentales
solamente a través de largas y detalladas computaciones y mediciones.
En estudios del saltamontes (Zonocerus variegatus) en el sur de Nigeria, Richards (1985)
encontró que el conocimiento de los agricultores locales era equivalente al de un equipo
científico en lo que se refería a los hábitos alimenticios, ciclos de vida, factores de
mortalidad, grado de daño cometido por los saltamontes a la yuca y también en relación al
comportamiento de oviposición y de selección de sitios por la hembra para colocar los
huevos. Los agricultores contribuyeron con datos sobre las fechas, severidad y alcance
geográfico de algunas explosiones del saltamonte y con el hecho de que los saltamontes son
de importancia especial para mujeres, niños y gente pobre ya que los consumen como
alimentos. Así la recomendación final de los científicos de controlar los saltamontes
sacando los huevos de los sitios de oviposición en el campo no requirió que muchos de los
agricultores aprendieran conceptos nuevos, incluso para algunos la práctica no fue nada
nuevo.

CONCLUSIONES

En el último siglo han ocurrido cambios globales dramáticos en los ambientes rurales.
Recursos abundantes, energía barata, innovaciones tecnológicas y factores culturales han
fomentado el crecimiento agrícola en los países industrializados. El énfasis en el
incremento de la producción agrícola ha sido transferido a países subdesarrollados sin
considerar sus condiciones ecológicas y socioeconómicas. Esta visión ha sido justificada al
considerase el problema de la pobreza rural y el hambre como problemas ligados en gran
parte a la producción. Ejemplos de las consecuencias ambientales asociadas a cambios
tecnológicos dramáticos sobran en países en desarrollo y pueden ser ejemplificados por la
sustitución de la fuerza de tracción por bueyes por la de tractores en Sri Lanka
(Senanayake, 1984).

A primera vista, la sustitución de la fuerza de tracción por bueyes por la de tractores parecía
involucrar un intercambio entre una siembra más a tiempo y el ahorro en mano de obra por
un lado, y la provisión de leche y abono por el otro. Sin embargo, asociados a los búfalos
están las pozas de los búfalos, las cuales proporcionan un número insospechado de
beneficios. En la temporada seca sirven como refugio para los peces que después vuelven a
los campos de arroz en la época lluviosa. Algunos peces son atrapados y consumidos por
los agricultores constituyendo una fuente importante de proteína. Otros peces consumen las
larvas de mosquitos que portan malaria. Los arbustos que rodean las pozas refugian
culebras que comen ratones, plagas del arroz y lagartijas que a su vez consumen los
camarones que dañan las plantas de arroz. Las pozas también son usadas por los pobladores
para preparar las fondas de coco utilizadas para techos. Así, si se eliminan las pozas
también se eliminan estos beneficios. Por otra parte, las consecuencias adversas no
terminan ahí. Si se aplican pesticidas para eliminar a las ratas y las jaivas o las larvas delos
mosquitos, pueden surgir problemas de contaminación y/o resistencia a pesticidas. Al igual,
si se substituyen frondas por tejas se puede acelerar la deforestación, ya que se necesita leña
para cocer las tejas (Conway, 1986).

A pesar del avance por la modernización y de los cambios económicos, algunos sistemas de
conocimiento y de manejo agrícola tradicional aún permanecen. Estos sistemas exhiben
elementos importantes de sustentabilidad: son bien adaptados al ambiente local, dependen
de recursos locales, son de pequeña escala y descentralizados y suelen conservar la base de
recursos naturales. Por lo tanto, estos sistemas constituyen una herencia neolítica de
importancia considerable. Desgraciadamente, la agricultura moderna amenaza la estabilidad
de esta herencia.

El estudio de los agroecosistemas tradicionales puede proporcionar invaluables principios


agroecológicos, que son necesarios para desarrollar agroecosistemas más sustentables tanto
en países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo.

Hoy en día, han surgido preguntas serias respecto a la sustentabilidad a largo plazo de la
agricultura mundial frente a la presión poblacional, escasez de recursos, empobrecimiento
económico y degradación ambiental. De hecho, los Centros Internacionales de
Investigación Agrícola miembros de la CGIAR y algunas universidades de EE.UU. han
empezado a reconocer la importancia de la sustentabilidad agrícola. El nuevo énfasis en el
manejo de los recursos va más allá de elevar el rendimiento de los cultivos para abarcar
aspectos de conservación de suelos y agua y tecnologías que ayuden a los agricultores a
reducir su dependencia de pesticidas y fertilizantes químicos (Wolf, 1986). Los países
industrializados tienen mucho más que aprender y probablemente se beneficiarán más del
estudio de la agricultura tradicional que los países subdesarrollados donde este
conocimiento todavía existe. Se espera que la investigación agrícola enfocada en la
sustentabilidad no sólo sea una "transferencia de tecnología" en una dirección, sino que las
innovaciones y perspectivas fluyan entre los países industrializados y los subdesarrollados.
Sin embargo, se debe asegurar que esta transferencia sea justa y equitativa, especialmente
en el área de la biotecnología, que depende en gran medida de la disponibilidad de
diversidad genética de cultivos, mucha de la cual es aún preservada en campos agrícolas
tradicionales. Es poco ético que genetistas y mejoradores de países industrializados
continúen teniendo acceso gratis al germoplasma nativo preservado en los países del Tercer
Mundo, para desarrollar a partir de este germoplasma nuevas variedades comerciales que
después venden a los países del Tercer Mundo a un precio considerable.

Realísticamente, necesitamos modelos de agricultura sustentable que combinen elementos


de ambos conocimientos, el tradicional y el moderno científico. Complementando el uso de
variedades, con tecnologías ecológicamente correctas se puede asegurar una producción
agrícola más sustentable. En los Estados Unidos y otros países industrializados, la adopción
de estos nuevos enfoques tecnológicos requerirá reajustes considerables en la estructura
capitalista de la agricultura intensiva. En los países subdesarrollados también se requerirá
de cambios estructurales, pero dirigidos mayormente a corregir las desigualdades en la
distribución y acceso a recursos, aunque también se necesitará el reconocimiento por parte
de los gobiernos de que el conocimiento tradicional es un recurso natural de vital
importancia. El desafío entonces consiste en maximizar la utilización de este recurso en
estrategias autónomas de desarrollo agrícola. Algunos intentos en esta línea ya han sido
iniciados por ONGs latinoamericanas con resultados estimulantes (Altieri y Anderson,
1986).
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