Tarea Lectura y Actividades
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ENTRADA VIGÉSIMA
Querido Fermín:
¿Cómo estás? ¿Te has recuperado ya? Acabo de recibir una carta urgente de Mar
en la que me cuenta lo que te ha pasado. ¡Menudo susto me he llevado, niño! Y además
que tu hermana me lo ha contado de un modo que ya ya...; parecía que se recreaba en
eso de describirte caído, con el cuello torcido, los ojos cerrados, ...¡a lo mejor para
meterme el susto en el cuerpo! Y lo ha conseguido, ¡vaya que sí!, porque he ido saltando
línea tras línea hasta encontrar donde pusiera que te encontrabas bien.
Ya con esa tranquilidad, volví a leer su carta para enterarme bien de lo que te
había pasado. ¡No te puedes ni imaginar, aunque ya supiera que no había sido nada
grave, la angustia con que he ido leyendo lo de tu caída y lo de todas esas horas que has
estado sin conocimiento! ¿De verdad que ya estás bien? ¿Y cómo es que tú no has
querido decirme nada? (…)
Lo que también me decía Mar, que el mismo día que te despertaste quisiste
regresar a la ciudad con tu padre, me ha dejado muy preocupada: ¿de verdad de verdad
que ya estás bien? Mira, niño, que los golpes en la cabeza son muy malos...; aunque si te
ha visitado un médico ya te lo habrá dicho. ¡Cuídate mucho, Fermín mío!
Al parecer, si querías regresar cuanto antes era para no perder ni una sola clase
de las que estás recibiendo. ¿Tan fuerte te ha cogido lo de la recuperación? Según Mar
estás hecho todo un empollón. ¡No sabes la alegría que me ha dado leer esas noticias
sobre tu “fiebre” estudiosa! Eso quiere decir que, si todo te va bien en los exámenes de
septiembre, el curso que viene aún podrás seguir en el Insti... ¡Ánimo! Estoy segura de
que, te cueste o que te cueste, te vas a salir con la tuya, ¡con la nuestra!, y que vas a
obligar a más de uno de esos profes bordes a que se traguen el haberte dado por
imposible. ¡Menudo chasco se van a llevar cuando no les quede más remedio que
aprobarte!
Mar también me dice que estás muy cambiado, que no pareces el mismo, y que
cuando te vea no te voy a reconocer... La verdad es que no me dice nada nuevo, porque
yo ya sabía que cuando a ti te diese la gana de ponerte a estudiar adelantarías una
barbaridad; aunque en tus cartas, de momento, no se note mucho... Bueno, entre la
primera y la tercera la verdad es que hay ya un verdadero abismo; de todos modos, aún
me cuesta mucho entenderlas, porque tienes una letra que ya ya...
Pero lo que tú quieres saber, ya me lo imagino, es por qué he tardado tanto en
escribirte, ¿verdad?
No es fácil empezar, ni sé muy bien tampoco por dónde hacerlo. En realidad no
sé ni siquiera si debería escribirte o no... Casi estaba decidida a esperar hasta que nos
viéramos allí. Pero como ya he empezado, ahora no puedo volverme atrás. Si dudaba
era porque me asusta un poco escribirte ciertas cosas, luego las leerás, que no estoy
muy segura de saber explicar. ¿Y si no me sé explicar? ¿Y si tú no me comprendes bien,
o tomas una cosa por otra? ¡A ver quién te convence a ti, entonces, de que si aquí quería
decir esto y allí lo otro! Siempre podrías restregarme esta carta por la cara y decir que
no hay tu tía, que lo escrito escrito está y que no significa más que lo que significa. (…)
Ya sé que esto es un poco lioso, pero en el fondo lo único que significa es que
tengo miedo: miedo de equivocarme, miedo de no saber explicarme.
Vaya por delante, Fermín, que yo te quiero, que yo te quiero muchísimo, y tú lo
sabes. Pero los dos nos hemos dicho siempre también que habíamos de ser siempre
sinceros el uno con el otro; que no teníamos que engañarnos, y que si algo cambiaba en
alguno, en ti o en mí, nos lo teníamos que decir a las claras. ¡No te anticipes! No te voy
a decir que ya no estoy enamorada de ti. Lo estoy, sí; pero lo que no sé es si lo seguiré
estando.
(…)
Ya en las últimas ocasiones en las que estuvimos juntos, antes de venirme al
pueblo, te darías cuenta de que estaba algo rara. En parte se debía a que no me apetecía
separarme de ti tanto tiempo; pero también, y no sabía entonces por qué, porque tenía
miedo de que nuestra separación nos pudiera afectar, ya te digo que sin saber de qué
modo. Ahora mismo aún sería incapaz de decirte a qué se deben esas dudas que tengo
sobre nosotros.
Yo estaba deseando recibir noticias tuyas. En realidad no hacía sino esperar con
ansiedad, cada día, tu primera carta. ¡Y por fin llegó! No puedo negar que daba saltos
de alegría cuando recogí el sobre. Luego corrí a mi habitación para encerrarme y leerla
a solas, sin testigos; pero nada más acabar de hacerlo y a pesar de que tus expresiones
cariñosas lograron emocionarme, me entró una tristeza que me dejó fatal: te vi como si
lo hiciera a través de la ventana de mi cuarto, paseando en compañía de Manglano, y
me pareció que no eras tú el mismo Fermín a quien yo quería, o que no sabía en
realidad por qué te quería; te vi como a un extraño, y de repente tu carta se me volvió
incomprensible, como si no supiera quién ni por qué me escribía...
Te recuerdo que estoy intentando ser sincera, y te repito que no saques
conclusiones apresuradas, porque con eso sólo te harías daño a ti mismo y me lo harías
a mí también.
Tenía la sensación, no sé..., como de verte como a un niño, empequeñecido,
inmaduro...; aunque a lo mejor inmaduro no es la palabra. Yo esperaba la carta de un
amante, pero había recibido la de un..., no sé cómo decirlo, de verdad..., en todo caso
una carta distinta. Tú ya sabes que yo de cursi no tengo un pelo, o sea, que no te hagas a
la idea de que esperaba una carta boba que fuera como un poema o tonterías así, no.
Quizás esperaba una carta que aún no puedo recibir de ti, una carta en la que me
hablases de nuestro futuro, de una aventura común en la vida... ¡Ni yo misma sé de qué
hubiera querido que me hablases en esa carta! Lo que sí sé es que la imagen que me
representé de ti, en compañía de Manglano, no era la imagen tuya que podía servirme
para consolarme por tu ausencia...
En todo este tiempo he estado pensando mucho en nosotros, en ti, en mí, en
nuestras conversaciones, en nuestros paseos, en nuestros..., en fin, ya sabes, y me he
dado cuenta de que aparte de gustarnos, porque tú me gustas mucho, casi somos, el
uno para el otro, unos desconocidos. Entiéndeme lo que te quiero decir: que no sé qué
piensas o dejas de pensar sobre cualquier cosa, porque a ti siempre te ha dado pereza
eso de pensar, y mucho más aún opinar, y todo se nos ha ido siempre en no oír yo sino
lo mucho que me quieres, porque de ahí no te he logrado sacar nunca...
(…)
Antes me he callado que Mar también me ha dicho, en su carta, que tu cambio
no tiene sólo que ver con lo de los estudios, sino que tú mismo, en tu modo de ser,
habías cambiado una barbaridad. Me decía que ahora hasta la respetabas e incluso que
no le extrañaría la posibilidad de acabar llegando a ser amiga tuya... Si lo que me dice es
verdad, en vez de cambio, habría que hablar de metamorfosis, porque lo tuyo con tu
hermana iba bastante más allá de la simple antipatía. También me ha alegrado leer esa
noticia, claro; casi tanto como me ha sorprendido.
(…)
Ahora, ya ves, estoy deseando regresar para saber qué Fermín me voy a
encontrar... En cierta manera es un estupendo aliciente:¡quién sabe si haré en
descubrimiento de mi vida! ¡Igual eres un tesoro que se ha mantenido oculto bajo la
indiferencia tuya por todo lo que te rodea, y a lo mejor ahora logro por fin descubrir
cuál es tu verdadera personalidad...!
Tienes que reconocerme, Fermín, que tú no eres una persona a la que se pueda
conocer con facilidad... En el fondo, no lo sé, igual es que has tratado siempre de
disfrazar tu inseguridad con una postura desafiante..., pero si es ese el caso, ése es
también el mejor camino hacia el fracaso...
Muchas veces me has gastado bromas con mi apellido, y yo te las he reído, pero
incluso en eso he pensado durante este mes que llevo aquí. Hasta he llegado a pensar,
fíjate tú, que yo tengo alguna responsabilidad, ¡no en llamarme como me llamo, claro!,
sino en que yo para ti haya sido un espejo mudo que se complacía incluso con la imagen
que en él se reflejaba y la animaba para que siguiera siendo así, para que no cambiara...
¡Ojalá en vez de llamarme Espejo me llamara Ventana!, porque así mirarías a través de
ella y me verías a mí..., ¡que a lo mejor también tú has de descubrirme a mí!
Ya sé que me estoy liando, y que también te estoy liando a ti, que quizá no
debería haberte dicho nada hasta que nos hubiésemos visto, ¡pero me hubiera sido tan
difícil decírtelo de viva voz, cerca de ti, abrazada a ti!
(…)
Mar me decía también que ha sido tu profe particular el que te ha hecho
cambiar. ¿Es verdad? ¡Muy particular, desde luego, habría de ser ese profe para
conseguir que tú no le vieras de entrada como a un enemigo! No digo que no sea así,
por supuesto, pero no me hago a la idea de que, obligado como estás ha recibir esas
clases, hayas acabado llevándote bien con él...Pero yo de ti me espero cualquier cosa...,
¡buena, claro!
Aunque no te lo creas, no me lo he pasado muy bien aquí sobre todo porque no
he dejado ni un momento de pensar en nosotros y en todas estas cosas de las que te
estoy hablando. Claro que he salido, y he ido a bailes, y he hecho excursiones y todo
eso, pero lo que tenía dentro, esta confusión constante, me ha impedido disfrutar con
libertad.
Al final, con quien mejor me he llevado, ¡imagina qué casualidad!, ha sido con
un primo de Alcaraz, sí, de Casto Alcaraz, uno de tu clase que también era repetidor
como tú; ése que te caía tan mal. Este primo suyo es mayor que él, porque ya está en la
Universidad, estudiando Psicología. Se llama Gabriel... ¡A que ya estás pensando mal!
Pues te cuelas de lo lindo, listo, porque a mí me da la espina que es un poco afeminado,
no digo que sea marica, porque no lo sé ni me importa, pero lo cierto es que a mí, por
ejemplo, no se me ha insinuado, ni, que yo sepa, a ninguna de las amigas que tengo por
aquí... Por mí, ya te digo, puede ser lo que le dé la gana; si te lo menciono es para que
no te montes una película de cuernos-ficción...
Yo he simpatizado con él en seguida, y hemos tenido largas conversaciones, que
con él da gusto hablar, de todo, de cualquier cosa... Al principio no me hacía mucho
caso. No sé, me vería muy cría aún, o algo así. Pero luego nos dimos cuenta de que nos
entendíamos muy bien, y casi siempre acabábamos los dos charla que te charla al
margen de los demás. “¡Ni que hubierais comido lengua!”, solían decirnos. Y yo es que,
la verdad, no me cansaba de hablar con él. No te preocupes, porque de ti era de lo único
que no le hablaba. Con Gabriel, que ya sé que rabias porque te lo diga, pues hablaba de
todo: de las películas que hemos visto, de lo que nos parece esta sociedad nuestra, del
mundo, de la religión, de la relación con los padres, de nuestras esperanzas para el
futuro, de libros, de música, ¡hasta de sueños!, ¡qué sé yo!, de todo, ya te digo. Y lo que
más me gusta de él es que sabe escuchar y que realmente se interesa por lo que le estás
contando, aunque a mí a veces me daba la impresión de que yo no decía sino tonterías...
En fin, que hay un abismo entre tratar con él y tratar, por ejemplo, con muchos
de esos bestias del Insti, que van de pavos machotes por la vida, como si el mundo se
acabara en las motos, el deporte, los músculos, la cerveza, el dinero (…)
Como estudia Psicología, yo trataba de sonsacarle para que me explicara cómo
se puede conocer a las personas, pero él nunca quería hablar de ello. Le daba corte,
decía, porque estaba empezando y no quería confundirme, ni tampoco le agradaba eso
de pasar por “enteradillo”. Me ha dicho que sin dudad se aprende más psicología, y a
conocer mejor a los demás, leyendo novelas, viendo películas, o simplemente hablando
con los amigos, por ejemplo...; y que todo consiste en saber ser receptivos, en estar
abiertos a lo que nos llega de fuera.
Bueno, no quiero aburrirte, ¡ni encelarte!, con esta historia de lo único
interesante que he vivido desde que llegué aquí. Pero me parece que este verano, a
pesar de todo, lo recordaré siempre porque, por primera vez en mi vida, creo que he
logrado hacer un amigo. ¡Claro que a ti no te incluyo, tonto! Lo tuyo y lo mío es muy
distinto. Dicen que es imposible que haya esa relación de amistad entre dos personas de
distinto sexo, pero después de haber conocido a Gabriel creo que es más que posible. Lo
que me gustaría, en realidad, es que tú también lo conocieras, aunque no sé yo si tú...
¡Pues que seguro que estás leyendo estas líneas con la boca torcida, el ceño fruncido y
dando algún que otro bufido de gato asustado, o peleón...!¡Y ya sabes cómo me gusta a
mí esa carita de gato enfurruñado que se te pone a veces!
Antes de ponerme a escribirte estuve dudando si hacerlo o si llamarte por
teléfono, que fue mi primera intención. Si te hubiera llamado, no te habría contado
todo lo que ahora te he dicho, claro, y en el fondo lo que deseaba era contártelo; por
eso, aunque tardara más la carta, me decidí a escribirte. Incluso ahora, que ya estoy
acabando, aún no sé si romperla y bajar a llamarte. En cierto modo tenía miedo de
hablar contigo, miedo de que me notaras extraña y de que, por ser una conferencia, no
tuviera tiempo para explicarme como ahora lo he hecho. Estoy segura de que me
comprenderás, ¿verdad?, quizá no sea miedo la palabra, ¿te acuerdas de lo que te dije a
principio de la carta?, pero ésa es la que me ha salido. Espero que tú no te quedes sólo
en mis palabras, sino que vayas más allá de ellas, hacia lo que en realidad te he querido
decir desde que la empecé, porque en aquel comienzo estaba ya este final, querido
Fermín.
Tu Lloli.
A. LECTURA
Lee el texto anterior con detenimiento y busca las palabras que no comprendas.
Puedes incluirlas en tu diccionario particular al final del cuaderno, que luego
habrá de servir para formar el Diccionario de Aula del curso.
C. TEMAS DE CREACIÓN
Escribe una “carta” a un amigo o amiga.