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LECCIÓN 1

POSIBILIDAD Y SENTIDO DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO

1. QUÉ ES LA FILOSOFÍA DEL DERECHO

2. EL SABER FILOSÓFICO Y EL DERECHO

3. FILOSOFÍA Y CIENCIA

4. EL DERECHO COMO FENÓMENO CULTURAL


5. EL DERECHO Y EL ESTADO EN JOSÉ ORTEGA Y GASSET

1. QUÉ ES LA FILOSOFÍA DEL DERECHO


El término “filosofía del derecho” es bastante moderno, lo empieza a usar
HEGEL a principios del S. XIX, y lo encontramos en su obra "Líneas
fundamentales de la filosofía del derecho" (1821).
Esto no significa que anteriormente no existiera esta disciplina, sino que
anteriormente se llamaba de otro modo o se encontraba integrada en otros saberes
más amplios.
Realmente, el origen de esta materia se remonta a mucho tiempo antes, y lo
encontramos en el pensamiento griego del s. V a. C. donde encontramos, por
primera vez, una reflexión profunda y debates filosóficos sobre el hombre, sus
relaciones en la comunidad política y la justicia.
No obstante, no es hasta el s. XIX cuando esta materia, la filosofía del
derecho, empieza a gozar de independencia temática y metodología propia.
Hasta el s. V a. C. las preocupaciones epistemológicas de los pensadores griegos
estaban centradas en el estudio del mundo, en concreto de la naturaleza y sus
leyes (physis).
En el s. V a. C. se produce el llamado “giro antropológico”, término que
expresa un cambio en las preocupaciones filosóficas de los pensadores griegos,

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los cuales centran ahora sus reflexiones en el estudio del hombre, y muy
especialmente, en la ética y el derecho.
Así lo vemos en autores como SÓCRATES, PLATÓN y ARISTÓTELES.
En el pensamiento griego observamos cómo se encuentran interrelacionados
la moral, la política y el derecho.
Platón también reflexiona sobre el derecho y justicia en su obra “La
República". En dicha obra afirma que: “las leyes serían innecesarias en un Estado
justo”. En esta primera época, Platón resta importancia al papel que cumplen las
leyes en la sociedad porque pretende resaltar que lo relevante es establecer una
comunidad ideal con las relaciones justas entre sus miembros.
En una obra posterior, "Las leyes", Platón matiza su postura y reconoce que
las leyes son importantes porque tienen una función real educativa y pedagógica
de los ciudadanos, por tanto ayudan y fortalecen la acción virtuosa/justa al
servicio de la comunidad política.
Esta idea anticipa la intuición griega de que existe una íntima conexión
entre las leyes y la justicia. Mostrando así que las leyes deben orientar las
relaciones hacia el ideal de justicia.
Aristóteles, discípulo de Platón, en su obra: "La Política", reflexiona sobre el
derecho y la ética, buscando las interrelaciones entre la acción humana con
relevancia social (jurídica) y la acción humana con dimensión moral (ética).
En dicha obra, reflexionando sobre la polis, ARISTÓTELES dice que “el
ciudadano es el que participa del gobernar y ser gobernado con miras a una
actuación excelente”, con lo que destaca la profunda conexión entre la
participación política del ciudadano y el logro de una forma de vida éticamente
valiosa (excelente).
Como se ve, ya en el pensamiento clásico griego, las leyes tenían una
función normativa e ideal ya que pretendían ayudar a lograr formas de vida
valiosas, orientando la acción del ciudadano.
Ideas parecidas encontramos, posteriormente, en Roma. CICERÓN, en su obra:
"De legibus", afirma que el verdadero conocimiento del derecho debe sacarse del
corazón de la filosofía. Con esta frase, Cicerón, muestra la necesidad de que el
saber jurídico está impregnado de reflexión y fundamento filosófico.
La integración entre la reflexión ética y la reflexión jurídica continúa
durante siglos. Así se aprecia en pensadores clásicos muy posteriores como
AGUSTÍN DE HIPONA (s. IV d.C.), en su obra: “La Ciudad de Dios”, o del
mismo modo, en TOMÁS DE AQUINO (s. XIII) , en su obra:"La suma
teológica", en la que se encuentran la mayoría de sus reflexiones filosóficas.
El término principal para referirse a la filosofía del derecho en el siglo S.
XII es el de “Derecho Natural”, y el principal problema que tratan de resolver es:
cómo conseguir que el Derecho sea justo, esto es, cómo podemos “descubrir”
las mejores leyes para ordenar la comunidad política.

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Durante siglos, la reflexión sobre el “Derecho natural” trata de integrar el
saber que procede de la teología (cristiana) con el saber filosófico y científico,
bajo el presupuesto de que si la realidad es una, todos los saberes acerca de la
misma tienen que ser necesariamente coherentes y compatibles entre sí.
En los siglos S. XVII y XVIII se produce un cambio de enfoque en la
Filosofía del Derecho, ya que se pretende separar el Derecho y la moral de la
religión. Autores como PUFFENDORF Y KANT proponen dicha separación
para lograr mayor precisión científica y autonomía de los saberes. Dichos autores
buscan una ciencia y una filosofía máximamente rigurosa (más “pura”) y para
ello entienden que debe la Filosofía debe depurarse” de categorías y conceptos
procedentes de la Teología y la Ética.
Por ello, poco a poco la materia “Derecho Natural” empieza a reemplazarse
por “Filosofía del Derecho”, y en esta materia se intenta evitar las reflexiones
éticas o religiosas.
Como consecuencia de dicho enfoque novedoso, la Filosofía del Derecho
destacará la importancia de centrarse en el estudio del Derecho positivo (de las
leyes vigentes en los estados).
Así, como ejemplo claro de la trascendencia de este enfoque, a principios
del sigo XX, HANS KELSEN, en su obra “La teoría pura del derecho”, pretende
estudiar el Derecho en estado “puro”, como un fenómeno que se puede estudiar al
margen y separado de otros saberes, libre de contaminaciones conceptuales que
impedirían su análisis científico jurídico.
Hay dos fenómenos que contribuyen al cambio de enfoque mencionado que se
originó en los s. XVII y XVIII:
1) Proceso codificador (S. XVIII).
Este proceso expresa la racionalidad ilustrada, trata de recoger todas las
leyes dispersas de distintas fuentes y textos para, posteriormente, reunirlas en un
único cuerpo jurídico, construyendo así un sistema completo de derecho
(ejemplo de ello es el Code 1804 o el Código francés 1791).
El estudio del Derecho tiende a centrarse así en las normas recopiladas, su
coherencia y estructura.
2) Escuela Histórica del Derecho (SAVIGNY)
Esta escuela jurídica propone estudiar el Derecho en su evolución histórica,
estudiar la sucesión de normas en el tiempo, en la historia. Y comprender así el
Derecho tal y como se aparece desde su origen.
El estudio del Derecho tiende a centrarse así en las normas recopiladas, su
origen y evolución.
Pese a que la transición narrada en la Filosofía del Derecho ha ido
destacando cada vez más la importancia del estudio del Derecho positivo y el
estudio autónomo del saber “jurídico”, este cambio de enfoque no ha
significado ni la resolución ni la disolución de los problemas relativos a

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cuestiones morales o ideales sobre la justicia que tanta importancia tenían en el
Derecho Natural.
Las reflexiones filosóficas contemporáneas sobre el Derecho
necesariamente se ven abocadas a integrar el análisis de las normas jurídicas
vigentes y confrontarlas con nuestras más profundas apiraciones de justicia.

2. EL SABER FILOSÓFICO Y EL DERECHO


El saber filosófico se cuestiona cosas cotidianas, y no por eso poco
importantes, que todas las personas nos planteamos en un momento u otro.
Una de esas ideas sobre las que trata la Filosofía es la justicia de las leyes.
La filosofía se plantea, entre otras cuestiones, qué significa afirmar que una ley es
justa o injusta, aporta luz sobre porqué debemos obedecer al Derecho, sobre la
legitimación de la autoridad del gobernante en la sociedad, sobre la legitimidad
de las fuerzas coercitivas que actúan en una comunidad o sobre las condiciones
que avalan la justicia de una decisión judicial.
¿Qué aporta la perspectiva filosófica al estudio del Derecho?
1) La filosofía aporta justificación a nuestras decisiones
La filosofía propone interrogantes, plantea cuestiones radicales sobre el
Derecho porque todo ordenamiento jurídico necesita justificación, es decir,
legitimación teórica.
Las personas necesitamos justificaciones para llevar a cabo determinados
comportamientos, para obedecer ciertas normas o para acatar ciertas decisiones
judiciales (y no verlas como meras formas arbitrarias de poder).
El filósofo, BERTRAND RUSELL, afirmaba que el valor de la filosofía está
más en cuestionarse cosas que en proponer soluciones a los problemas.

2) La filosofía amplía nuestra imaginación a nuevas realidades


La perspectiva filosófica desarrolla la imaginación intelectual, abre el
espíritu. En este sentido, la filosofía no es nada “conservadora” sino que es
revolucionaria ya que abre nuevos caminos.
La reflexión de todos los pensadores clásicos sobre problemas importantes
no nos resulta ajena de ningún modo. XAVIER ZUBIRI (1898-1983), afirmaba:
“nosotros somos los griegos” y nos planteamos los mismos asuntos que ellos.
Para este pensador español del s. XX, “el hombre no solo ha tenido y está
teniendo historia; el hombre es su propia historia, en parte. Ésta es la justificación
del estudio del pasado como parte del estudio del presente. El pasado no
sobrevive en el presente en forma de recuerdo, sino bajo forma de realidad. En
esta forma, el pasado se conserva”.
ZUBIRI nos está diciendo que los autores cásicos nos interpelan con sus
reflexiones y sirven de ocasión para realizar nuestra propia reflexión, hoy y
ahora.
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3) La filosofía tiene un interés “practico”
La filosofía implica un interés práctico, vital, como dice JOHN DEWEY
(1859-1952), “la reflexión filosófico-jurídica tiene que ver con la experiencia
humana”, en un mundo complejo filosofar es una práctica “urgente”,
necesaria frente a dos situaciones en las que nos encontramos con
frecuencia: la perplejidad (ausencia de respuestas a problemas importantes)
y el nihilismo (la experiencia de ausencia de sentido acerca de la vida).
Para ORTEGA Y GASSET la filosofía realiza dos tareas:
En primer lugar es búsqueda (porque tenemos muchas preguntas y
queremos encontrar respuestas razonables), y en segundo lugar, es una forma de
construcción, de fundamentación conceptual.
“Fundamentar” deriva del término latino “fundamentum”, que hacía
referencia a la construcción de edificios.
En un sentido parecido, en su obra “Qué es Filosofía” ORTEGA Y
GASSET dice que “filosofar es buscar el mundo en su integridad, completarlo en
universo y a la vez construirle un todo donde se aloje y descanse”.

4) La filosofía tiene una función crítica y desenmascaradora.


En sus obras, KANT nos ha mostrado la función crítica que realiza la
Filosofía. La filosofía cuestiona las creencias establecidas, las opiniones
dominantes más o menos en voga. En sus obras: Crítica de la razón pura y Crítica
de razón práctica, KANT nos muestra cuáles son las condiciones del auténtico
conocimiento (siguiendo el método propuesto por Descartes siglos antes).
En segundo lugar, respecto a la función desenmascaradora de la Filosofía.
NIETZSCHE en su obra “Así habló Zaratustra”, muestra claramente el papel
desenmascarador que puede tener la Filosofía. Desenmascarar significa liberar a
una realidad de la máscara que la oculta, mostrar la auténtica realidad que se
esconde bajo lo aparente.
NIETZSCHE consideraba que la Filosofía era como “un martillo”, que
rompe y cuestiona aquello que damos por sentado, muestra lo insostenible de
muchas de nuestras creencias y nos hace, en ese sentido, mucho más libres.
Esto es interesante, en la actualidad, porque nos vemos frecuentemente
acosados por “fake news”, y usos de términos muy nobles como dignidad,
justicia o derechos humanos (usados con frecuencia para esconder algún interés
oculto particular)
ORTEGA Y GASSET (1883-1955), considerado como uno de los autores
más importantes en la filosofía española del siglo XX, consideraba que el
conocimiento filosófico es una especie de heroísmo intelectual que implica, por
ello, nadar contracorriente, cuestionando lo establecido. Un héroe es el que se
arriesga, el que realiza acciones valerosas porque valen la pena, sin saber con

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certeza el resultado de su apuesta. ORTEGA entendía que la Filosofía muchas
veces nos conduciría por caminos oscuros y, en ocasiones, sin salida, pero que
vale la pena recorrerlos e intentarlo, al menos.
ORTEGA Y GASSET decía en este sentido que filosofar “es como una
inmersión en el pequeño abismo, un fértil buceo sin escafandra”, ya que filosofar
supone cuestionarse las cosas que pensamos, arriesgarse a descubrir la
debilidad de nuestros argumentos. Pero es una tarea que resulta fértil, con fruto
y resultado que siempre vale la pena.

3. FILOSOFÍA Y CIENCIA
La ciencia y la filosofía son dos formas de saber, son dos maneras distintas
de aproximarse a la realidad existente.
Durante mucho tiempo no se diferenciaron nítidamente sino que se consideraron
un saber unitario.
En muchas ocasiones ha existido una tensión para delimitar el ámbito de
competencia de cada uno de estos saberes. No está del todo claro qué problemas
son puramente científicos y qué problemas son específicamente filosóficos.
La diferenciación clara entre ambas perspectivas de conocimiento se acentúa
a partir del S. XVI.

Para distinguir ambos saberes, podemos decir lo siguiente:


a) La ciencia:
- Formula hipótesis para explicar la causalidad de los fenómenos.
- Estudia la parte de la realidad existente que nos es accesible empíricamente (con
los sentidos, midiendo, pesando, comprobando…)
- Propone leyes abiertas a la crítica y “falsables” (abiertas a falsación), es decir:
con la posibilidad de que algún experimento posterior más avanzado muestre que
estaban equivocadas en algún aspecto y pueden, así, corregirse.
- Detecta las regularidades que hay en el mundo (por ej. las mareas, sucesión del
día y la noche, etc)
- Pretende ser exacta, emplea un método empírico basado en la observación de
los fenómenos sensibles (reales observables) y los trata de medir y cuantificar. Ej.
Cuántos planetas hay, distancia entre estrellas, órbita exacta de un meteorito…

b) La filosofía:
- Es una forma de saber complementaria a la científica.
- Accede a la realidad a partir de la experiencia de ésta en nuestras vidas,
intentando responder las cuestiones que se nos presentan.
- Se pregunta por la causa y fundamento último de las realidades.
- Propone razones y argumentos para comprender con mayor profundidad la
realidad.
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- Propone tesis con argumentos abiertos a la crítica racional.
Por tanto la filosofía adopta una perspectiva distinta a la ciencia. Ningún
conocimiento es mejor que otro, simplemente son distintas aproximaciones a la
realidad, complementarias porque cada una aporta lo que le es propio, aportan
perspectivas distintas con respecto a la misma realidad.
Tanto la ciencia como la filosofía persiguen lo mismo: esclarecer la realidad
que nos rodea y los problemas que nos plantea al hombre de manera verdadera,
con fundamento.
Pero…¿qué es la verdad?
El término griego para referirse a la verdad era "aletheia”. Dicho verbo
significaba “verdadear”, acción de buscar y degustar la verdad. Los griegos
tenían claro que la meta de la ciencia y de la filosofía era desvelar la verdad
sobre la realidad (al menos aproximada y con las limitaciones del hombre).
Tomás de Aquino proponía una interrelación entre los saberes. El saber
teológico, el saber filosófico y el saber científico se exponían integrados y con
continuidad, porque se entendía que el mundo es uno y no puede haber una
contradicción entre una verdad filosófica o teológica y una verdad científica: el
mundo es uno y la razón es una.
En la modernidad, desde s. XV y XVI, se produce un cambio y la búsqueda
de la verdad se identificó con la búsqueda de un conocimiento “cierto”, seguro.
Se buscaba la “certeza” del conocimiento.
COPÉRNICO y GALILEO lograron grandes avances en el conocimiento
usando el método científico, empírico. La ciencia aporta así un conocimiento
seguro, con certeza.
Así lo hicieron tanto DESCARTES como HOBBES, padres de la filosofía
moderna. DESCARTES, en el ámbito de la teoría del conocimiento y HOBBES
en el de la teoría política, intentaron establecer en la filosofía, la misma seguridad
y certeza que se había encontrado en el ámbito de la ciencia.
KANT, s. XXVIII, siguiendo el impulso de la modernidad iniciado por
DESCARTES y HOBBES, propuso delimitar el ámbito propio de la filosofía
separándolo de la ciencia. Y así, dijo que lo propio de la Filosofía es la teoría del
conocimiento, el saber acerca de las condiciones que posibilitan cualquier
conocimiento. A esta tarea KANT la llama metafísica trascendental. La
metafísica trascendental estudiaría las condiciones de posibilidad del
conocimiento, aquello que permite tener un conocimiento seguro sobre la
experiencia.
KANT realiza esta tarea en dos obras fundamentalmente:
1. “La crítica de la razón pura teórica”: obra en la que Kant intenta establecer las
categorías de la razón humana que posibilitan el conocimiento científico y
filosófico para así distinguirlo de las meras opiniones o valoraciones subjetivas.

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2. “La crítica de la razón pura práctica”: obra en la que Kant trata de hacer lo
mismo, conocer las condiciones formales del conocimiento pero en el ámbito de
la acción humana, es decir, en el ámbito de la ética y de lo jurídico.
Por ello, para KANT y para la Modernidad cuajada de este mismo
planteamiento, la principal tarea de la filosofía consiste en establecer la
objetividad de las pretensiones de conocimiento. Así, podremos determinar
cuando tenemos autentico conocimiento y cuando, por el contrario, sólo hay
meras opiniones o expresiones infundadas.

4. El Derecho como fenómeno cultural.


El filósofo del Derecho estudia el mundo jurídico.
El mundo del derecho es una realidad cultural, forma parte del mundo que
habitamos pero es una realidad en la cual el papel del ser humano es muy
relevante: el ser humano crea y configura el mundo jurídico.
Como vimos, el ámbito físico se rige por relaciones causa-efecto (unos
hechos generan otros hechos) expresando una dinámica teleológica.
Por el contrario, lo que mueve la realidad jurídica, es la libertad humana,
configuradora de realidades jurídicas tales como la categoría de “derecho” o la
creación de los sistemas políticos.
El Derecho como fenómeno cultural revela lo siguiente:
1. El Derecho es una creación de los seres humanos: las normas son creadas por
los hombres para alcanzar ciertos fines y garantizar ciertas necesidades.
2. El Derecho es creado en un momento histórico determinado. Esto es así
porque su creador es histórico (el hombre se despliega en el tiempo). Todas las
normas jurídicas surgen para dar respuesta a determinados problemas más o
menos particularizados.
3. El Derecho es un fenómeno universal al ser humano (ya que donde hay ser
humano que convive con potros, surge el Derecho) y particular a cada sociedad
(ya que las necesidades y conflictos de la convivencia son parcialmente
diferentes).

BOBBIO distingue una triple dimensión en el Derecho:


a. La dimensión social del Derecho: El Derecho se presenta como hecho social,
constata que en nuestras vidas está presente lo jurídico de diversas maneras:
orientando, prohibiendo, incentivando...
b. La dimensión valorativa del Derecho: toda norma jurídica encarna algunos
valores que se proponen como importantes. Por ejemplo, en el Estatuto de los
trabajadores se impone la obligación de descanso para el trabajador (se valora la
salud), o en el Código Penal se castiga el homicidio (se valora la vida).

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c. La dimensión normativa del Derecho: todo derecho se compone de normas que
pretenden orientar nuestra conducta (y normalmente, se orienta de manera
coercitiva, con la advertencia de sanción, en caso de incumplimiento).
Existen varias corrientes filosóficas que acentúan una u otra dimensión, y se
suele distinguir:
- Normativismo: teorías jurídicas que acentúan la dimensión del Derecho en
cuanto que norma
- Sociologismo: teorías jurídicas que acentúan la dimensión que el Derecho
fundamentalmente un hecho social
- Iusnaturalismo: teorías jurídicas que acentúan la dimensión valorativa del
derecho (estudiando los fines que persiguen las normas).
Estos tres enfoques no son contradictorios, sino que son complementarios.
Suponen tres niveles de reflexión sobre el fenómeno jurídico (que es único).
En función de esto, dentro del saber jurídico sobre el Derecho se suele
distinguir:
- La Ciencia del Derecho: tiene fundamentalmente como objeto estudiar la
validez del derecho, si está vigente, si ha sido aprobado por el procedimiento
previsto, etc.
- La Sociología del Derecho: tiene como objeto de estudio la eficacia del
derecho; si se cumple o no, cómo repercute en la sociedad, etc
- La Filosofía del Derecho: estudia el problema de la justicia: estudia el Derecho
desde su legitimidad, justificación, capacidad de humanización, intentando
esclarecer sus fines propios, etc.
Todos estos saberes estudian las normas jurídicas. El punto de partida de
todos ellos es la experiencia. Y se intenta comprender el Derecho íntegramente:
todas las reflexiones surgen de la observación de la realidad, y tratan de explicar la
experiencia vital del ser humano con otros, desde un punto de vista racional.
Como vemos, la ciencia jurídica y la filosofía jurídica tratan de entender el
mismo fenómeno, el Derecho, pero desde perspectivas distintas. La ciencia
jurídica no se basta por si sola, es insuficiente para entender el derecho en algunos
aspectos. Sí es adecuada para entender algunos asuntos, pero los más urgentes
necesitan de una reflexión filosófica.
Precisamente lo que aporta la reflexión filosófica es una reflexión sobre
los fundamentos del derecho, por eso se suele decir que la filosofía del
derecho es un saber metajurídico, esto es: una saber que trata de los
fundamentos de lo jurídico.

5. EL DERECHO Y EL ESTADO EN JOSÉ ORTEGA Y GASSET


a) La vida humana como realidad radical
El punto de partida de la reflexión en Ortega siempre es la vida humana,
entendida como realidad primaria. Ortega descubrió esta idea durante su segunda
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estancia en Alemania: “que la vida personal es realidad radical y que la vida es
circunstancia”. Ésta idea tan original se terminará convirtiéndose en el eje
central de su teoría raciovitalista, con influencias de Kierkegaard y Dilthey.
El animal está gobernado por el contorno que le circunda, por ello tiene una
permanente incapacidad para mirar dentro de sí propio. El hombre emerge del
animal cuando se concentra en sí mismo, en lo que Ortega llama el
ensimismamiento.
El hombre se proyecta hacia afuera sobre el mundo para dominarlo.
Entonces el hombre se encuentra con su contorno y al lado de las cosas, se
encuentra con otros hombres. Ahí se inicia el diálogo del yo con el tú.
El yo se define conociéndose: "Mi conocimiento de los tus va podando,
cercenando a ese yo abstracto, pero que, en abstracto, creía ser todo. Tu talento
matemático me revela que yo no lo tengo. Tu garbo en el decir me hace caer en la
cuenta que yo no lo tengo. Tu recia voluntad me demuestra que soy un
blandengue. Claro que también viceversa : tus defectos destacan a mis propios
ojos mis dotes. De este modo, es en el mundo de los tus y merced a éstos (en la
convivencia) donde se me va modelando la cosa que yo soy, mi yo . .
.Siguiendo a Heidegger la relación interindividual es una existencia
caracterizada por “el ser con otros”.
En lo social, la acción depende de los demás, viene inventada desde fuera,
sin que sepamos siquiera quién fue el primer ocurrente que la fraguó, es una
acción que cumplimos sin ser propiamente nuestra, manada de orígenes
anónimos. Lo social surge en el ámbito de la convivencia de los individuos, de
la relación entre vidas individuales.

b) El Derecho como “uso social”.


Cuando alguien hable de un hecho jurídico, que indique la sociedad
portadora de ese derecho y previa a él. En el vacío social no hay ni nace
Derecho. Este requiere como substrato una unidad de convivencia humana.
Para Ortega, “lo jurídico” es fáctico e históricamente relativo, está medido
por la razón histórica para cada coyuntura humana. Para Ortega, la realidad
jurídica se halla inserta en la vida social. No cabe entender la parte –el Derecho y
el Estado– sin recurrir al todo: la vida social, que es el ámbito en el que radica la
opinión pública y que, en última instancia, es la fuente de lo jurídico.
El Derecho es un uso necesario para la vida colectiva. Sin Derecho no hay
sociedad. En un primer momento el Derecho es poder social expresión de la
estructura que la sociedad ofrece en cada caso. Sólo en la modernidad, el
Derecho se transforma en asunto estatal: el Estado aparece como ordenación
más segura y permanente del poder social a la sociedad.
La sociedad es un sistema de usos que se imponen al individuo. Así, desde
que nacemos, lo mismo que aprendemos la significación de los sonidos, que son

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los vocablos de un idioma, adoptamos los estilos vitales, los modos, las ideas,
del horizonte que nos circunda.
¿Y qué es un “uso”?
El “uso” consiste en “ser una norma de comportamiento”, que se impone
coactivamente a los individuos, sin que su ejecución sea voluntaria. Le son
impuestos por su contorno de convivencia: por los ‘demás’, por la ‘gente’, por la
sociedad”.
La sociedad regula la conducta humana a través de la realidad coactiva
de los usos.
Para Ortega, el Derecho es “un uso entre usos”, eso sí, con
características peculiares, ya que es un uso declarado, reforzado y aplicado
como norma social a través de un órgano especializado del poder público: el
Estado.

c) El Estado como límite de la insociabilidad


Dado que la sociedad no se regula espontáneamente, es necesario crear un
órgano especializado de ese poder público que asegure un mínimo de
sociabilidad. Por tanto, el Estado, que a fin de cuentas es ese órgano
especializado, es contemplado por Ortega como un mal menor (aunque necesario)
para garantizar que perdure la sociedad.
“El Estado es siempre y por esencia presión de la sociedad sobre los
individuos que la integran. Consiste en imperio, mando, por tanto coacción, y es
un ‘quieras o no’ (…) El Estado es sólo una de esas presiones sociales, la más
fuerte, la compresión máxima (…)
Así pues, el Estado debe ser entendido como un órgano diferenciado de la
sociedad que sirve para el ejercicio del poder político.
La aparición del Estado se produce, según Ortega, en el preciso instante en
que se produce dentro de la sociedad una tensión entre sus elementos y
comportamientos “efectivamente sociales”, y sus comportamientos y elementos
“disociadores y antisociales”. Es entonces cuando esta sociedad, cuya vida se ha
ido haciendo más compleja se muestra como una realidad constitutivamente
enferma y deficiente que necesita poner en funcionamiento su interno poder
público por medio de un cuerpo especialmente creado para este cometido que se
denomina Estado. El Estado no es más que determinada organización del
poder social en ciertas coyunturas de madurez histórica.
Junto al Estado, que al principio es muy rudimentario, aparece
correlativamente la ley como forma extremada del uso. A diferencia de los usos
fuertes, la ley es un mandato de una persona individual con la pretensión de
imponerse sobre todos los miembros de la colectividad. Mientras que la
colectividad esté cohesionada y no se encuentre en peligro su continuidad, la ley
puede haber existido en forma de costumbre jurídica y las fuerzas de la
insociabilidad que van minando desde dentro a la sociedad, se hallan aún
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reprimidas por la coacción que ejerce la gente sobre cualquier iniciativa de
carácter disgregador.
“Miro en torno, pero por ninguna parte descubro el Estado. En derredor mío
sólo veo hombres que me consignan uno a otro: el gendarme al director de
Policía, éste al ministro del Interior, éste al Jefe del Estado y éste, últimamente, y
ya sin remedio, otra vez al Estado. Pero ¿quién o qué cosa es el Estado? ¿Dónde
está el Estado? ¡Que nos lo enseñen! ¡Que nos lo hagan ver! ¡Vana pretensión la
nuestra: el Estado no aparece sin más ni más! Está siempre oculto, no se sabe
cómo ni dónde”

d) Riesgos del Estado contemporáneo


Tales peculiaridades convencen a Ortega de la singular amenaza que
supone el Estado para la sociedad contemporánea. Porque el Estado es
concentración de poder social imbuido de opinión pública, que no es sino efecto
de la interacción entre minoría y masa, y que, como toda vigencia social, es
producto también de la dinámica espontánea de la sociedad.
Ahora bien, cuando los términos de la ecuación: Sociedad/Estado se
invierten hasta el punto de que es el Estado quien paulatinamente va
invadiendo más y más espacio social hasta que termina por ocuparlo todo,
succionando toda la energía vital de los individuos que integran la colectividad,
entonces se consuma inevitablemente el aplastamiento de la espontaneidad
social por “un Estado desproporcionadamente perfecto”.
A este fenómeno es al que Ortega se refiere concretamente cuando nos alerta
del peligro del “estatismo”, y cuyo principal efecto consistiría en que el Estado
pasaría de ser una prótesis (o servicio) de la sociedad a convertirse en un
parásito para ésta. “El estatismo –y esto fue en forma extrema el Imperio
romano– significa que la relación entre Estado y la sociedad se invierte y, en vez
de servir aquél a ésta, la sociedad entera va a convertirse en carne vil de que el
Estado se alimenta. Los individuos no tendrán ya vida pública: quedan
condenados a encerrarse en su vida privada, y aun esto en la medida en que el
Estado no tiene la conveniencia de entrar también dentro de ésta, de imponerle
formas desde fuera, de reglamentarla”.
Así pues, nos encontramos ante una nueva paradoja: el Estado, cuya
superorganización habría servido originalmente para ayudar a la sociedad a
conjurar el peligro de disolución, con el paso del tiempo ha ido incrementando de
tal modo su intervención en la vida pública, a través de una ingente actividad
legislativa, que ha terminado no sólo asfixiando al individuo, sino que también
ha eclipsado la espontaneidad y la energía vital de la sociedad.
“¿Se advierte cuál es el proceso paradójico y trágico del estatismo? La
sociedad, para vivir mejor ella, crea como utensilio el Estado. Luego el Estado se
sobrepone, y la sociedad tiene que empezar a vivir para el Estado. Pero al fin y
al cabo el Estado se compone aún de los hombres de aquella sociedad (…) A esto
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lleva el intervencionismo del Estado: el pueblo se convierte en carne y pasta que
alimenta el mero artefacto y máquina que es el Estado. El esqueleto se come la
carne en torno a él”.
¿Y la justicia?
Ortega nos advierte de la necesidad de que el valor de la justicia no se
conciba como un mero ideal abstracto de deber ser, válido en sí mismo al
margen de la experiencia, sino que se piense en él como un valor vital penetrado
de las perfecciones manifestadas en los mejores modelos históricos. Debemos
pues, dotar al valor de la justicia de las condiciones de socialidad, historicidad y
vitalidad que son constitutivas de la filosofía raciovitalista.
Por ello, debemos contemplar el Derecho en su realidad, desenvolviéndose
en la vida humana, dejándonos llevar por él mismo, descubriendo los sucesivos
aspectos que presenta y las realidades aludidas en ellos: la Sociedad y la Persona.
“Valorar no es dar valor a quien por sí no lo tenía; es reconocer un valor
residente en el objeto. Nuestro derecho en sentido estricto representa sólo una
clase específica de valor: el valor de la justicia”.
El concepto raciovitalista de justicia que nos propone Ortega no puede
entenderse como un valor ajeno a la experiencia, sino como un valor vital que se
realiza en la sociedad y que, fundamentalmente, encuentra su expresión en los
mejores modelos históricos de la juridicidad (concretamente, en la Roma
clásica y en la tradición del Common Law).

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