Humanismo Integral PDF
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frente a
VIEJOS y NUEVOS MARXISMOS
1
A esa gran familia mía, cuya
paciencia y generosidad han
sido para mí el mejor estímulo.
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4
La letra mata, el Espíritu vivifica.
2 Cor.3:7
INTRODUCCION
ace ya más de medio siglo, cuando el imperialismo soviético
H se extendía sobre una extensa parte del mundo, Roger Ga-
raudy ofrecía la siguiente entusiástica versión del Marxismo, en-
tonces identificado con el "Socialismo Real".
Marx y su obra polarizan la esperanza o la cólera de todos; han
conquistado la cabeza y el corazón de millones de hombres y de mu-
jeres, la cabeza y el corazón de quienes antaño fueran esclavos..., de
esos para quienes el trabajo se presenta bajo la figura de tiránico
destino inexorable y a quienes se les había negado hasta la facultad
de pensar...
Decía esto el ecléctico Roger Garaudy (primero cristiano, luego
marxista, por último musulmán) hace unos cincuenta años, en
tiempos del imperialismo soviético sobre una extensa parte del
mundo.
Entrado el siglo XXI, para millones de antiguos simpatizantes ya
han resultado claramente desprestigiados no pocos acontecimien-
tos históricos realizados en nombre de Marx y con escenario en lo
que se llamó la Unión Soviética: desde la mítica Revolución de
Octubre (1917) de Troski y Lenin hasta la edulcorada Perestroika
de Gorbachov (1985-1991), pasando por las “praxis marxistas” de
Stalin (1924-1953), Kruschov (1953-1964), Breznev
(1964-1982), Andropov (1983-1984) y Chernenko (1984-1985)
nos llegan elocuentes pruebas de que no es ése el verdadero cami-
no hacia una mejor forma de vivir.
Claro que, a pesar del espectacular derrumbamiento del Imperio
Soviético" (1989-1991), autoproclamado depositario de la ortodo-
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xia marxista, sigue viva la doctrina, para unos como soporte de po-
der y, para otros, como "vía de salvación".
Han sucedido y se siguen sucediendo revoluciones y praxis mar-
xistas a la par que no faltan profesionales del pensamiento que se
esfuerzan en mantener al Marxismo como “lo mejor que creó la
humanidad” (Lenin) ni, tampoco, profesionales de la política que
lo toman como valioso medio para conquistar voluntades, mante-
nerse en su posición o "conquistar el poder" para alcanzar las ci-
mas de todo su poder ser.
Vemos que siguen "fieles a la estela de Marx" no pocos escri-
tores de renombre, numerosos núcleos autoproclamados pro-
gresistas y, en el plano de la política activa, muy conocidos
líderes de la izquierda tradicional con referencia expresa a los
regímenes que privan en Cuba, Corea del Norte, China....y,
ahora, Venezuela según ese inventado y esperpéntico matrimo-
nio entre Bolívar y Marx
No es de extrañar, pues, que muchos millones de pobladores de
todo el Planeta sigan viendo en el Marxismo el remedio a todos sus
males hasta el punto de hacer de él una especie de vademécum del
día a día; junto a estos fervorosos fieles e, incluso, arrebolados
místicos, muchos otros millones lo ven como “respetable interpre-
tación de la realidad“ y aún muchos más lo aceptan como pauta de
solución a tal o cual grave problema de índole política, económica,
social, filosófica e, incluso, religiosa.
Todo ello es como una desviación del Humanismo integral, del
que tan precisa y elocuentemente habló Maritain 1
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Primera Parte
CREENCIAS, SUPUESTOS E
IMAGINACIONES
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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LA VID Y LOS SARMIENTOS
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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EL HOMBRE, ESE DESCONOCIDO.
LaLibertad,
Paleontología y la Historia han demostrado que, en uso de su
hija natural de la Inteligencia, el Hombre se mostró
capaz de acelerar e incluso mejorar el proceso de autoperfeccio-
namiento que parece seguir el mundo material; pero también se ha
mostrado capaz de, justamente, lo contrario: de terribles regresio-
nes o palmarios procederes contra natura.
Destino comprometedor el del Hombre: abriendo baches de de-
gradación natural y en línea de infra-animalidad, el hombre ha ma-
tado y mata por matar, come sin hambre, derrocha por que sí,
acapara o destruye al hilo de su capricho u obliga a la Tierra a
abortar monstruosos cataclismos.
Claro que también puede mirar más allá de su inmediata circuns-
tancia, embridar el instinto, elaborar y materializar proyectos para
un mayor rendimiento de sus propias energías, amaestrar a casi
todas las fuerzas naturales, deliberar en comunidad, dominar a
cualquier otro animal, sacrificarse por un igual, extraer conse-
cuencias de la propia y de la ajena experiencia, educar a sus manos
para que sean capaces de convertirse en cerebro de su herramienta
y formular conclusiones al estilo de:
“Se sabe que el espacio es redondo, que el mundo se compone de
fuerzas ciegas e incognoscibles, que nosotros somos partículas infi-
nitamente pequeñas en la superficie de un grano de polvo perdido
en la inmensidad del cosmos”.... “Un materialista y un espiritualis-
ta aceptan la misma definición de un cristal de cloruro de sodio,
pero no se entienden sobre el ser humano”...“El hombre no ha sabi-
do organizar un mundo para sí mismo y es un extraño en el mundo
que él mismo ha creado”...
Sin perdernos en tan fáciles conclusiones o divagaciones al uso,
cabe preguntar ¿qué sabemos, en realidad, del hombre? ¿qué
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LA ESCUELA DE SOCRATES
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otros, que ni tan siquiera hay nada que pueda ser movido; a unos,
que todo nace y perece; a otros, que nada ha nacido ni perecido".
“En segundo lugar, observaba también que los que están instruidos
en los asuntos humanos pueden utilizar a voluntad en la vida sus co-
nocimientos en provecho propio y ajeno, y (se preguntaba entonces)
si, análogamente, los que buscaban las cosas divinas, después de
llegar a conocer las necesidades en virtud de las cuales acontece
cada cosa, creían hallarse en situación de producir el viento, la llu-
via, las estaciones del año y todo lo que pudieran necesitar, o si, por
el contrario, desesperados de no poder hacer nada semejante, no les
queda más que la noticia de que esas cosas acontecen". “Esto era lo
que decía de los que se ocupaban de estas cosas. Por su parte, él no
discurría sino de asuntos humanos, estudiando qué es lo piadoso,
qué lo sacrílego; qué es lo honesto, qué lo vergonzoso; qué es lo jus-
to, qué lo injusto; qué es sensatez, qué insensatez; qué la valentía,
qué la cobardía; qué el Estado, qué el gobernante; qué mandar y
quién el que manda, y, en general, acerca de todo aquello cuyo co-
nocimiento estaba convencido de que hacia a los hombres perfectos,
cuya ignorancia, en cambio, los degrada, con razón, haciéndolos
esclavos”.
Eso mismo es lo que Aristóteles expresa cuando escribe “Sócra-
tes se ocupó de lo concerniente al éthos, buscando lo universal y
siendo el primero en ejercitar su pensamiento, en definir.” (Mét.,
987, b. 1.). En tratar de definir, más bien, apuntamos nosotros
puesto que él mismo cifraba su sabiduría en el “saber que no sabía
nada”. Claro que, incapaz de resistirse al afán de aprender a en-
cauzar su conducta de la mejor de las posibles maneras, vivió
preocupado de lo que hacían y pensaban sus conciudadanos para
sacar sus propias conclusiones: “ni las estrellas, ni los árboles, ni
los montes me dicen nada; pero sí los hombres en la ciudad”.
Por ello lo de Sócrates, es bastante más que una simple abstrac-
ción filosófica: el “conócete a ti mismo para vivir de acuerdo con
lo que eres”, conciso imperativo categórico muy anterior a Kant,
rompe con cualquier apología del pensamiento estéril para marcar
la pauta de la acción hacia la humanización del mundo.
La gente se pregunta ¿Fue Sócrates un filósofo? Si por filósofo
se entiende el que tiene un “ordenado sistema de explicaciones”,
no; si se entiende el que busca una inasequible explicación del sus-
trato de las cosas, quizá tampoco. Si, en cambio, por filósofo en-
tendemos al “amigo de la sabiduría”, que, instalado
conceptualmente en la praxis ética, se erige en vocero implacable
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“causa eficiente” al por qué de que exista esa cosa y “causa final”,
al último papel que esa cosa ha de desempeñar en el conjunto de
toda la Realidad existente.
Al sabio le resultó relativamente fácil extenderse en las “causas”
materiales y formales de las realidades físicas que, una a una, fue
examinando a lo largo de su vida. Ya no lo fue tanto explayarse en
lo de causa eficiente y causa final; a la luz de las sucesivas aporta-
ciones de lo que Teilhard llamó noosfera (la “corteza” pensante de
la tierra) trataremos de acercarnos a una respuesta que, en honor a
la verdad, solamente podremos encontrar en las cercanías de lo
que el propio Aristóteles llamó Motor Inmóvil (no tan inmóvil,
creemos nosotros).
Diremos ahora que cualquiera de las “causas” sí que han de ser
conocidas por el Creador e Impulsor de todas las cosas, sean tal
cual o hayan sido formadas y desarrolladas por cualquiera de los
“caminos”, por donde se hayan podido formar o desarrollar (crea-
tio ex nihilo, evolución, etc…)
La materia y la forma son dos conceptos básicos en el realismo
aristotélico: materia será aquello con que está hecho algo (tangible
o intangible) mientras que forma será la idea-plano-molde de ese
algo tanto en la mente de su creador como en la capacidad de inte-
ligencia de su perceptor: por la forma ( que pude confundirse con
lo que otros filósofos llaman esencia) las “cosas son como son” así
como, por la materia, las cosas tienen la consistencia que tienen.
Aunque han corrido ríos de tinta en sentido contrario, nosotros
creemos que en el realismo aristotélico late la necesidad de Dios:
Aristóteles cree innecesario demostrar la existencia del Creador
puesto que la simple existencia de algo implica la existencia de su
hacedor (no hay reloj sin relojero, diríamos hoy).
Dios es el Necesario; el mundo y lo que vemos, incluidos noso-
tros mismos, es lo contingente: cosas o personas que pueden ser o
no ser, vivir o no vivir, nacer y morir sin que el Ser Necesario deje
de ser Necesario.
A Dios se le admite so pena de caer en el absurdo de aceptar que
una cosa existe sin que haya habido Alguien que la ha proyectado,
hecho y formado. Uno y Necesario por encima de lo múltiple y de
lo contingente, incluidos el Olimpo y todos los inquilinos del Par-
tenón al que unos seres tan contingentes como los que hoy pueblan
el planeta han otorgado la categoría de dioses.
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EL HIJO DE DIOS Y SU DOCTRINA
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TRABAJO Y PROPIEDAD PRIVADA EN
GENEROSIDAD Y LIBERTAD
Encuentra
el campo del amor y del trabajo es donde el ser humano en-
su específica razón de ser: amor amplio, directo y
comprometedor; trabajo de variadísimas facetas, con la cabeza o
con las manos, a pleno sol o desde la mesa de un despacho, parien-
do ideas o desarrollándolas.
Gran cosa para el ser humano la de vivir en trabajo solidario.
Una posibilidad al alcance de cualquiera: hombre o mujer, negro o
blanco, pobre o rico... empresario o trabajador por cuenta ajena,
sea en el Campo, en la Industria o en los Servicios, canales necesa-
rios para amigarse con la Tierra y facilitar el desarrollo físico y
espiritual de toda la Comunidad Humana.
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Gen. 3,19) es man-
dato fundamental del Libro Sagrado como elemental expresión de
que es en la “ley natural del Trabajo” en donde radica la personali-
zación de todos y cada uno de nosotros.
No es propiamente trabajo el esfuerzo irreflexivo del animal por
procurarse alimento. El trabajo, en su acepción como disciplinada
aplicación de las capacidades físicas y mentales, es un privilegio
que constituye la nobleza del hombre en cuanto supone la esforza-
da tendencia hacia el razonable aprovechamiento de los bienes na-
turales. Con el trabajo cada ser humano adquiere responsabilidad
moral y mérito para formar su personal eslabón de solidaridad con
los otros seres humanos hasta el punto de que si ese ser humano se
niega a trabajar son los otros seres humanos los que han de hacerlo
por él. San Pablo vio muy bien la estrecha relación entre trabajo y
solidaridad cuando, sin tapujos, enseñaba: “El que, pudiendo ha-
cerlo, no trabaja, no tiene derecho a comer” (2 Tes.3,10).
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“¡Ay de los que añaden casas a casas, de los que juntan campos
y campos hasta acabar el término, siendo los únicos propietarios
en medio de la tierra!” (Is.5,8)
“Ved como se tienden en marfileños divanes e, indolentes, se
tumban en sus lechos. Comen corderos escogidos del rebaño y
terneros criados en el establo... Gustan del vino generoso, se un-
gen con óleo fino y no sienten preocupación alguna por la ruina
de José” (Am.6,4)
“Codician heredades y las roban, casas y se apoderan de ellas.
Y violan el derecho del dueño y el de la casa, el del amo y el de la
heredad” (Miq.2,2)
Es el propio Jesucristo quien ilustra el tema con la siguiente
parábola:
“Había un hombre rico, cuyas tierras le dieron una gran co-
secha. Comenzó él a pensar dentro de sí diciendo: ¿Qué
haré pues no tengo en donde encerrar mis cosechas? Ya sé lo
que voy a hacer: demoleré mis graneros y los haré más
grandes, almacenaré en ellos todo mi grano y mis bienes y
diré a mi alma: alma, tienes muchos bienes almacenados
para muchos años: descansa, come, bebe, regálate... Pero
Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te pedirán el alma y
todo lo que has acaparado ¿para quien será? Así será el que ate-
sora para sí y no es rico ante Dios” (Lc. 12,16)
De algunos de los ricos de su época, Jesucristo arrancó el si-
guiente compromiso: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los
pobres. Y, si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuá-
druplo” (Lc. 19,8) A sí se expresó Zaqueo y demostró cómo una
privilegiada situación económica puede traducirse en bendición
social.
La función social del derecho de propiedad era una de las prin-
cipales preocupaciones de San Pablo, quien recomendaba a sus
discípulos: “A los ricos de este mundo encárgales que no sean al-
tivos ni pongan su confianza en la incertidumbre de las riquezas,
sino en Dios quien, abundantemente, nos provee de todo para que
lo disfrutemos, practicando el bien, enriqueciéndonos en bue-
nas obras, siendo liberales y dadivosos y atesorando para el
futuro con que alcanzar la verdadera vida” (I Tim.6,14)
El rico de este mundo puede serlo sin sentirse por ello con espe-
ciales derechos sobre las personas que le rodean; por contra, exis-
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EL RELATIVISMO BURGUÉS
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3 .- Ya los sarracenos habían sido empujados hacia más acá del Ebro, los
normandos se habían estabilizado en el noroeste de Francia, los
húngaros, convertidos al Cristianismo y medianamente civilizados,
habían dejado de hostigar la frontera oriental del Imperio mientras que
se vivía una especie de tímida "pax europea" tutelada por los otónidas,
en la ocasión titulares del llamado Imperio Sacro Romano Germánico.
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superen las mil libras en renta anual siempre que no sean miem-
bros de la nobleza, en cuyo caso habrán de superar las cinco mil
libras para estar exentos de cualquier fiscalidad” 5.
Es justamente en Francia en donde fructificarán los primeros ju-
ristas burgueses. Encontrarán la más propicia de las ocasiones
bajo el reinado de Felibe IV que otorgó a los abogados burgueses
el título de “caballero en leyes”.
A la recíproca, los “caballeros en leyes” consagran como cate-
goría suprema en la escala de valores el culto al Estado, al tiempo
que formulan la necesidad de que todo precepto moral esté supe-
ditado a la razón de estado o ley del más fuerte. No hay para ellos
poder espiritual distinto del que emana de la nueva concepción
del Estado, el cual está facultado, incluso, para reglamentar los
actos de culto, considerar a los clérigos de distintas categorías
como funcionarios propios, imponerles el contenido de sus ho-
milías... Tal se expresa en documentos de la época como el titula-
do “Diálogo entre un clérigo y un caballero” cuyo es el siguiente
pasaje: “Poned freno a vuestra lengua, señor clérigo, y reconoced
que el Rey está por encima de todas vuestras leyes, costumbres y
libertades. Reconoced que tiene derecho a añadir y quitar cuanto
le plazca en el momento que lo considere justo y razonable.
Cuando constateis que una parte de vuestra doctrina ha sido mo-
dificada porque así lo exige la protección del Reino, aceptadlo
como así os lo ordena el Apóstol San Pablo en su epístola a los
Romanos: cualquiera que resiste a la autoridad resiste a la volun-
tad divina”
Ese Felipe IV de Francia, que había logrado del acomoda-
ticio Clemente V que trasladara la corte papal a Avignon, se jacta-
ba de tener como vasallo al propio Vicario de Jesucristo y sucesor
de Pedro. Por demás, encuentra el respaldo de sus “soberanas
arbitrariedades” en el término “rey por la gracia de Dios” con que
le honran sus zalameros juristas. Uno de sus sucesores, Luis
XI, luego de hacerse admitir como “hermano y compañero” en
la “Gran Cofradía” de los burgueses de París, les concede la ex-
clusiva de los cargos administrativos, en ocasiones, objeto de pú-
blica subasta, y pone bajos sus órdenes a la Guardia Nacional
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EL HUMANISMO DEL RENACIMIENTO
Enpos”1445móviles,
Gutemberg (1397-1468), por primera vez y usando “ti-
imprimió un fragmento del Juicio Final del
Sibyllenbuch o Libro de las sibilas (la llamada Biblia de Guten-
berg lo fue en 1455). Gracias a esa prodigiosa novedad que fue la
imprenta, los libros, hasta entonces reproducidos uno a uno y tras
muchas horas de paciencia y laboriosidad por parte de especializa-
dos monjes y otros copistas, dejaron de ser privativos de los mo-
nasterios y escasas bibliotecas para el uso y disfrute de las élites
intelectuales para “salir a la calle” y, progresivamente, resultar
asequibles al gran público en un proceso que podemos llamar so-
cialización de la cultura. Si los primeros libros editados fueron de
carácter religioso, pronto aparecieron nuevas “versiones” de los
clásicos más o menos paganos o paganizantes; es así como la cul-
tura que, hasta entonces, estaba encauzada y dirigida por teólogos
y filósofos, más o menos fieles, desbordó ese marco y facilitó la
entrada de todo aquello que, comercialmente, resultaba editable.
En consecuencia, abundaron los descubridores de “nuevos mun-
dos” en el terreno de las artes y de las letras. A eso se ha llamado
Renacimiento.
Primeros y principales beneficiarios de este proceso de sociali-
zación de la cultura, además de los clérigos, nobles y ricos comer-
ciantes, fueron los habitantes de las ciudades y burgos y, entre
éstos, los que, por su nacimiento y fortuna, contaban con el tiempo
y los recursos necesarios o vivían a la sombra o protección de los
poderosos.
Por avatares de la historia, en Flandes e Italia prendió con espe-
cial fuerza ese movimiento de culturización: ambas contaban con
núcleos burgueses muy importantes y sus nuevos ricos deseosos
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"EJUS REGIO, CUJUS RELIGIO" A LA
SOMBRA DE MAQUIAVELO
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DESCARTES Y LA REVOLUCIÓN
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EL OPIO DE LA CONCIENCIA COLECTIVA
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LA REVOLUCION DE 1789 Y NAPOLEON
Eltomó
14 de julio de 1.789, una parte del pueblo de París asaltó y
la Bastilla, todo un símbolo de viejas opresiones. Cuen-
tan que, al enterarse, Luis XVI exclamó: “¡Vaya por Dios, un nue-
vo motín!”. “No, señor, le replicó el duque de Rochefoucauld; esto
es una Revolución”. El simple y orondo Luis Capeto no dejó de
creer que asistía a una sucesión de injustos y pasajeros motines
hasta el 21 de enero de 1.893 en que era guillotinado a la vista de
todo el pueblo en la Plaza de la Revolución, hoy llamada Plaza de
la Concordia.
Efectivamente, aquel movimiento fue bastante más que un mo-
tín o sucesión de motines. En primer lugar, fue la culminación de
un cambio en la escala jerárquica social (la oligarquía sucedió a la
aristocracia); fue un subsiguiente río de sangre (murieron más de
50.000 franceses bajo el Reino del Terror) fue una larga sucesión
de guerras que llevó el expolio y la muerte a Italia, Egipto, España,
Rusia, Países Bajos, etc., etc.... primero protagonizada por los au-
toproclamados cruzados de la libertad, enseguida por Napoleón,
el “petit caporal” que, en oleadas de ambición, astucia y suerte,
llegó a creerse una ilustrada reedición de Julio César; fue la re-
construcción para peor de muchas cosas previamente destruidas,
algunas de ellas logradas a precio de amor, sudor y sangre... Fue o
debía ser una formidable lección de la Historia.
Muchos consideran o dicen considerar a la Revolución Francesa
el “hito más glorioso de la Historia”, “la más positiva explosión de
racionalismo”, “la culminación del siglo de las luces”, “el fin de la
clase de los parásitos”, “el principio de la era de la Libertad”....
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HACIA EL DETERMINISMO ECONÓMICO
Conmotora
carácter general, se acepta a Inglaterra como principal pro-
de la "moderna Economía", apodada por ello mismo
Economía política inglesa. Y, ciertamente, más que en cualquier
otra potencia europea, es en la Inglaterra del siglo XIX en donde
se abordaron con mayor amplitud y devoción los procesos econó-
micos hasta el punto de considerarlos el eje de una "ciencia exac-
ta", tanto que se trató de prestar “raiz metafísica” a lo que no
pasaba de ser convencionales relaciones entre humanos..
Esa Economía política inglesa, que, para Lenín y sus discípulos,
constituye una de las tres “fuentes” de la producción intelectual de
Karl Marx y pasa por ser la más ilustrativa referencia de lo califi-
cado como Ciencia Económica, es consecuente con precedentes
teorizaciones en las que se presentaba al “carácter emprendedor”
de unos pocos como eco de una pretendida Ley Natural (lo que
Max Weber llamará “Espíritu del Capitalismo”).
Era un oportunista posicionamiento que apelaba a una supuesta
predestinación de los más capaces en el mundo de los negocios al
tiempo que manipulaba la tradicional escala de valores para exi-
mir de responsabilidad personal a los actores de harto frecuentes
excesos en el uso y abuso de los medios y modos de producción.
Con ello se daba un paso más en el desvío de las doctrinas sociales
respecto a lo que entendemos por "Humanismo integral".
De hecho, los argumentos de la Economía Política Inglesa, eran
secuencia de precedentes doctrinas y postulados desarrollados
por los teorizantes al uso y al gusto de la "Clase Burguesa", tanto
en la propia Inglaterra como en el Continente.
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La doctrina mercantilista.
Los grandes descubrimientos y colonizaciones de los siglos XVI
y XVII “universalizaron” el horizonte comercial de Europa, de cu-
yos puertos partían hacia los cuatro puntos cardinales grandes bar-
cos en busca de oro, plata, especias, esclavos... 1
Y surgen teorizantes que presentan como principal valor so-
cial el afán de enriquecimiento: son los llamados “mercantilis-
tas” que forman escuelas al gusto de los poderosos de sus
respectivos paises: la “metalista” o española (Ortiz, Olivares,
Mariana), la “industrialista” o francesa (Bodin, Montchrestien,
Colbert), la “comercial” o británica (Mun, Child, Donevant,
Petty)... Todas ellas gozan de protección oficial en cuanto bus-
can la riqueza y el poder a expensas de las colonias y de los
competidores más débiles. Tal como, al respecto, señaló el eco-
nomista ruso Enrique Storch (1766-1835), fueron doctrinas que
aportaron más inconvenientes que ventajas:
“No hay exageración al afirmar que, en política, se cuentan po-
cos errores que hayan causado mayor número de males que el siste-
ma mercantilista: armado del poder soberano, ordenó y prohibió
cuando no debía hacer más que auxiliar y proteger. La manía regla-
mentaria que inspiraba, atormentó de mil maneras a la industria
hasta desviarla de sus cauces naturales y convertirse en causa de
que unas naciones mirasen la prosperidad de las otras como incom-
patible con la suya: de ahí un irreconciliable espíritu de rivalidad,
causa de tantas y tantas sangrientas guerras entre europeos. Es un
sistema que impulsó a las naciones a emplear la fuerza y la intriga a
fin de efectuar tratados de comercio que, si ninguna ventaja real les
habían de producir, patentizarían, al menos, el grado de debilidad o
ignorancia de las naciones rivales”.
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Los Fisiócratas
Es en Francia en donde, primeramente, se acusa la reacción con-
tra la corriente mercantilista la cual, en su modalidad “industria-
lista”, goza de todas las protecciones oficiales en detrimento del
cuidado de la Tierra: la encabezan los llamados “fisiócratas”,
quienes, apelando a una especie de determinismo natural que di-
luiría en puro formulismo las voluntades de poderosos y súbdi-
tos, se alzan en portavoces de la libertad de acción económica:
“laissez faire, laissez paser” (Gournay), es una de sus proclamas
que ha hecho historia.
El tal determinismo natural ya late en el “Espíritu de las Leyes”
de Montesquieu2, publicado en 1748. En 1758, diez años más tar-
de, apareció lo que se considera el primer tratado de Economía Po-
lítica y fué la referencia principal de los fisiócratas: el “Tableau
Économique” de Francisco Quesnay (1694-1774). En él se afirma
que, en el substratum de toda relación económica, existen y se de-
sarrollan ineludibles “leyes naturales”; que la fuente de todas las
riquezas es la Agricultura; que las “sociedades evolucionan según
uniformidades generales”, que constituyen “el orden natural que
ha sido establecido por Dios” para la felicidad de los hombres; que
el interés personal de cada individuo no pude ser contrario a ese
“orden providencial”, lo que significa que, buscando el propio in-
terés, cada uno obra en el sentido del interés general; será, pues,
suficiente dar rienda suelta a todas las iniciativas individuales,
vengan de donde vengan y vayan a donde vayan, para que el mun-
do camine hacia el orden y la armonía: es cuando se desarrollan a
plenitud “las leyes naturales que rigen la repartición de las
riquezas en armonía con los sabios designios de la Providencia”.
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
El catastrofismo de Malthus
No comparte el optimismo de Adam Smith el pastor anglicano
Tomás Roberto Malthus (1.7661.834), otro de los teorizantes de la
Economía Política Inglesa: No cree Malthus en la prédica de los fi-
siócratas sobre el “orden espontáneo debido a la bondad de la Na-
turaleza” ni, tampoco, con Smith en que el juego de las libertades
individuales conduzca necesariamente hacia la armonía universal.
Pero sí que reconoce como inexorables a las “leyes económicas”
y, en consecuencia, no admite otro posicionamiento que el ya clá-
sico laissez faire, laissez paser.
Desde esa predisposición, Malthus presenta los dos supuestos de
su célebre “teoría de la población” cuyo corolario final es la extin-
ción de la Humanidad por hambre:
1º Cada veinticinco años, se dobla la población del mundo lo que
significa que, de período en período, crece en “progresión geomé-
trica”.
2º En las más favorables circunstancias, los medios de subsisten-
cia no aumentan más que en progresión aritmética.
Como “consuelo” y “propuesta para restablecer el equilibrio”
Malthus no ofrece otra solución que una “coacción moral” que fa-
vorezca el celibato y la restricción de la natalidad. Discreta, tímida
y cínicamente, tambien apunta que “solución más eficaz, aunque
no deseable”, es provocar guerras o masacres de algunos pueblos.
El eclectismo de Riccardo.
Sobre David Riccardo (1772-1823), de familia judía y otro de los
seguidores “pesimistas” de Adam Smit, ha dejado escrito Carlos
Marx en su “Miseria de la Filosofía”:
Riccardo es el jefe de una escuela que reina en Inglaterra desde la
Restauración; la doctrina riccardiana resume rigurosa e implaca-
blemente todas las aspiraciones de la burguesía inglesa, ejemplo
consumado de la burguesía moderna.
Es particularidad de Riccardo el haber desarrollado teorías que
Adam Smith se contentó con esbozar: Teoría del “valor trabajo”
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Humanismo integral frente a viejos y nuevos marxismos
que dice que “el valor de los bienes está determinado por su costo
de producción”; teoría de la “renta agraria diferencial”, según la
cual “el aumento de la población favorece a los grandes terrate-
nientes en detrimento de los pequeños propietarios y consumido-
res”; teoría de los “costos comparados” (a cada país corresponde
especializarse en los productos para los cuales está especialmente
dotado) y teoría del “salario natural”: “el salario se fija al mínimo
necesario para que viva el obrero y perpetúe su raza”. Este último
“descubrimiento” de la pretendida “ciencia económica” ya había
sido apuntado por el “fisiócrata” Turgot, será base de todo un
“darwinismo social” y pasará a la historia con el nombre de “ley de
bronce de los salarios”.
Por demás, Riccardo no tolera la intervención del Estado sino es
para eliminar las últimas trabas a la total libertad de Intercambio.
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
Puntualizaciones y reservas
Bueno es realzar el carácter positivo de la libertad de iniciativa;
pero resulta exagerado el dogmatizar sobre el supuesto de que una
libertad movida por el capricho de los poderosos haga innecesario
cualquier apunte corrector del poder político, cuya razón de ser es
la promoción del Bien Común: la más palmaria realidad nos mues-
tra cómo el afán de lucro, dentro de una jerarquía de funciones, es
factor motivante para el trabajo en común, pero requiere las con-
trapartidas que marcan las necesidades de los otros en una desea-
ble confluencia de derechos, apetencias y capacidades. Para ello
nada mejor que unas leyes que “hagan imposibles las inmoralida-
des y atropellos de unos a otros” (algo que ya apuntó el maestro
Aristóteles).
Cualquiera podría ejercer de hedonista redomado si viviera en
radical soledad; en cuanto constituye sociedad con uno solo de sus
semejantes ya está obligado a relacionar el ejercicio de sus dere-
chos con la conveniencia de los otros y viceversa. Y obvio es re-
cordar lo variopinta que, en voluntades, disponibilidad y
capacidades resulta la sociedad humana: no cabe, pues, dogmati-
zación alguna sobre los futuros derroteros de una economía pro-
movida y desarrollada por sujetos libres, incluso de optar por lo
irracional.
A decir verdad, la Realidad ha desprestigiado lo que fué visceral
pretensión de la llamada Economía Clásica: ser aceptada como
ciencia exacta al mismo nivel que la Geometría o la Astrofísica.
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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LA EVASION IDEALISTA
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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LUCHA DE CLASES, UTOPIA Y SOCIALISMO
Esyentes
Francia la cuna o lugar de “remodelación” de los más influ-
movimientos sociales de la historia de Europa, desde el
feudalismo hasta el socialismo pasando por la “conciencia bur-
guesa” que inspiró a Renato Descartes su fiebre racionalista. Tam-
bien lo de la “lucha de clases” en la que, hasta nuestros días, tanta
fuerza cobra cualquier forma de colectivismo, en el que, el ser hu-
mano ha de renunciar a obrar como persona para convertirse en in-
diferenciado miembro del rebaño: tal como si, por sí mismo,
hubiera de situarse en los antípodas del Humanismo integral.
El “moderno” concepto de lucha de clases como presunto motor
de la historia fue copiado por Carlos Marx a Francisco Guizot
(17871874), ministro del Interior francés el año en que se publicó
el Manifiesto Comunista (1848).
Eran los tiempos de la llamada Monarquía de Julio, “parlamen-
taria y censitaria”, una especie de plutocracia presidida por el lla-
mado “Rey Burgués”, Felipe de Orleans o Philippon cuya
consigna de gobierno fue el “enrichessez vous” y cuyos principa-
les ministros fueron los llamados “doctrinarios” con Constant, Ro-
yer Collard y el propio Guizot.
En ese régimen se reniega tanto del “absolutismo” que represen-
ta “la autoridad que se impone por el despotismo” como de la “de-
mocracia igualitaria” o “vulgarización del despotismo” cuya
“preocupación es dañar los derechos de las minorías industriosas
en beneficio de las mayorías” (Constant).
Según los “doctrinarios”, la garantía suprema de la estabilidad
política y del progreso económico está basada en el carácter censi-
tario del voto (se precisa un determinado nivel de renta para ejer-
cer como ciudadano) puesto que, tal como asegura el propio
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LOS MERCADERES DE FILOSOFÍA.
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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EL HUMANISMO ATEO DEL SIGLO XIX
Sontendencia
muchos hombres y mujeres los que viven su religiosidad o
natural a la adoración a merced de una o varias de
las numerosas corrientes de paganismo que aún perviven entre
nosotros. Corrientes que sublimizan lo acomodaticio y cuyos pro-
fetas gozaron y gozan de enorme audiencia. Para cuantos mantie-
nen su pensamiento al pairo, la vida moderna brinda un nutrido
catálogo de dioses: desde un esclavizante vicio hasta la deslum-
brante figura de un sexsimbol pasando por el Becerro de Oro, la
reivindicación, el lujo, la envidia, la aberración en cualquiera de
sus formas... etc. etc..,. todos ellos presentados y admitidos como
objetos de fervoroso culto con sus numerosos y concurridos tem-
plos..., todos ellos falseando, degradando o negando una compro-
metedora Realidad, que gira en torno al Hijo de Dios vivo, Dios
verdadero de Dios verdadero.
Palabras, palabras, infinitas palabras…, tal vez con brillo pero
sin sustancia, han velado el horizonte de Amor y de la Libertad al
que, independiente de su credo y por imperativo de la propia con-
ciencia, tienden todas las personas de buena voluntad. Si no se di-
luye en el mar de los propósitos estériles la preocupación de unos
pocos por el bien de la Humanidad es porque, a lo largo de la His-
toria, personajes como Agustín de Hipona, Tomás de Aquino,
Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Teresa de Calcuta… se to-
maron en serio lo de “creer y pensar para obrar en consecuencia”
(Gal.2,16), que nos recomendara el “primero después del Único”.
***************
Saturación de supuestos y palabras sin brillo y sin substancia era
fenómeno habitual en el mundillo de los “jóvenes hegelianos”, al
que hemos hecho referencia en el capítulo anterior. Aquellos
"doctores" y seudodoctores de nueva hornada echaban en falta un
asidero para su rebeldía: algo más consistente que la crítica por la
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
17
LAS SINTESIS DE MOISES HESS, EL
PRECURSOR
Elgel”,
comunismo es una necesaria consecuencia de la obra de He-
escribió Moisés Hess en 1.840. Era el primero de cinco
hermanos en una familia judía bien acomodada y respetuosa con la
ortodoxia tradicional. Apenas adolescente, hubo de interrumpir
sus estudios para integrarse en el negocio familiar; pero siguió
con curiosidad las tendencias intelectuales de la época aliñadas
con una previa simpatía por la obra de Spinoza y de Rousseau, de
quienes, respectivamente, tomó lo del panteísmo y de la concien-
cia colectiva.
Cuando apenas ha cumplido los veinte años, Hess pasa una larga
temporada en París que, a la sazón, vive la fiebre de mil ideas so-
ciales en ebullición bajo la displicente tolerancia de la oligarquía
en el poder. Muy seguramente contactó con varios de los teorizan-
tes de la cuestión social, en particular con el anarco-socialista
Pedro José Proudhon.
El agotamiento de sus recursos obligó a Hess a volver a Alema-
nia para reintegrarse en los negocios de la familia. Siguió aprove-
chando el tiempo libre con nuevas lecturas y cursos. De esa forma
tuvo cumplido conocimiento de las diversas interpretaciones del
omnipresente Hegel.
Inició su actividad en el mundo de las ideas con una pretenciosa
“Historia Sagrada de la Humanidad”. Apunta en ella una especie
de colectivismo místico de raíz panteísta; la ha llamado “Historia
Sagrada” “porque en ella se expresa la vida de Dios” en dos gran-
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I.- Creencias, supuestos e imaginaciones
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Segunda Parte
VIDA Y OBRA DE CARLOS MARX
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
1
EL ENTORNO FAMILIAR, SOCIAL Y
ACADEMICO
finales del siglo XVIII, el rabino Marx Leví había roto con la
Atradición secular de la familia al permitir a su hijo Hirschel
ha-Leví Marx salir del círculo de una más rígida ortodoxia judía
para seguir una educación laica y convertirse en brillante abogado
y cultivado hombre de mundo, admirador de los “ilustrados” fran-
ceses y de su equivalente alemán, los “Aufklaerer”. Hirschel Marx
casó con Enriqueta Pressborck, hija de un rabino holandés; tuvo
con ella ocho hijos, de los cuales solamente uno, el segundo, llegó
a la madurez. Esté nació en Tréveris - Westfalia el 5 de mayo de
1818 y se llamó Karl Heinrich Marx o, simplemente, Karl Marx.
Para un abogado judío, aún de brillante carrera, era muy difícil el
pleno reconocimiento social por parte de las reaccionarias autori-
dades prusianas; para soslayar tales dificultades Hirschel ha-Leví
Marx pidió ser bautizado con toda su familia. Recibió el bautismo
con sus hijos el año 1824 (su esposa, Enriqueta, fue bautizada un
año más tarde). Karl contaba seis años.
Wesfalia era y es mayoritariamente católica; pero no así el go-
bierno prusiano del que Wesfalia dependía en la época que nos
ocupa: “poderosa razón” por la cual la familia Marx fué bautizada
en el rito luterano y solamente en público hizo ostentación de con-
fesión cristiana según la pauta oficial: era un “protestante a lo Les-
sing”, lo que, para el mundillo aquel, significaba " más abierto a la
cultura, al arte y al diálogo que a las complejidades del Dogma”.
Heinrich Marx no acusó para nada la situación de judío conver-
so, situación que, en otros casos (Heine, por ejemplo), fuera causa
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
del “saber vivir” del vecino aristócrata? Que esto último no le fue
indiferente al joven Marx parece demostrado por lo de “al amigo
paternal, que saluda todo progreso con el entusiasmo y convicción
de la verdad”, dedicatoria de su tesis doctoral. No menos poderosa
influencia hubo de ejercer el precoz enamoramiento hacia la her-
mosa Jenny von Westphalen, cuatro años mayor que él y, por lo
que sabemos, de harto desvaídas convicciones.
Sea cual fuere la fuerza de una u otra influencia, todas ellas que-
daron chiquitas en relación con lo que, para Marx representó la
Universidad de Berlín, “centro de toda cultura y toda verdad”
(como escribió a su padre). Compatibiliza sus estudios con la par-
ticipación activa en lo que se llamaba el “Doktor Club”, centro de
reunión de los "jóvenes hegelianos", y con una desaforada vida de
bohemia que le lleva a derrochar sin medida, a fanfarronear hasta
el punto de batirse en duelo, a extrañas misiones por cuenta de una
sociedad secreta, a ir a la cárcel....
Le salva el padre quien le reprocha “esos imprevistos brotes de
una naturaleza demoníaca y fáustica” que tanto perjudican el buen
nombre de la familia y de su novia: “no hay deber más sagrado
para un hombre, le escribe el padre, que el deber que se acepta para
proteger a ese ser más débil que es la mujer”.
Carlos Marx acusa el golpe y distrae sus arrebatos con utópicos
proyectos, “disciplinadas rebeldías”, trasiego de cerveza, la bohe-
mia metódica y vaporosa y..., también, encendidos poemas con los
que quiere
conquistar el Todo,
ganar los favores de los dioses
poseer el luminoso saber,
perderse en los dominios del arte
Parece que los religiosos fervores, que presidieron sus ilusiones
de primera juventud, se traducen ahora en apresurada fiebre por
transformar el mundo, ahora desde una especie de descorazonador
nihilismo. Lo expresa en una extraña tragedia que escribe por esa
época; vale la pena recordar un soliloquio de Oulamen, el
protagonista:
¡Destruido! ¡Destruido! Mi tiempo ha terminado.
El reloj se ha detenido; la casa enana se ha derrumbado.
Pronto estrecharé entre mis brazos a toda las Eternidad;
pronto proferiré gruesas maldiciones contra la Humanidad.
¿Qué es la Eternidad? Es nuestro eterno dolor,
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
2
LA MATERIA, LA ESPECIE Y
LA LUCHA DE CLASES
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MARX Y ENGELS, TANDEM INSEPARABLE
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
4
DEL “VERDADERO SOCIALISMO” AL
COMUNISMO
AlHess,
igual que Marx, Engels conocía de cerca la obra de Moisés
promotor de lo que se llamó “verdadero socialismo ”. 1
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
5
EL MANIFIESTO COMUNISTA
Elmos“acta(sentimentaloides,
de fé” y la mayor requisitoria contra los otros socialis-
farfuleros, utópicos, burgueses... en el
decir de Marx) lo constituyó, sin duda alguna, el MANIFIESTO
COMUNISTA, “libro sagrado” del revolucionarismo mundial.
Es entre los años 1843 y 1848 cuando Marx considera superada
su dependencia teórica de Hegel y de sus acólitos, los “mercade-
res de filosofía”, para centrar su atención en los diversos movi-
mientos socialistas de la época y en las “científicas aportaciones”
de Smith, Riccardo, Malthus, etc... y formular lo que no se recatará
de presentar como “socialismo científico”, al que identifica con el
genuino Comunismo.
Es para Marx el momento de la acción y de hilvanar sin titubeos
su método y su teoría o, lo que es igual, de perfilar la lógica en que
hacer valer sus “verdades”. Se muestra convencido de que “más
que teorizar lo que procede es obrar” (“Manuscritos 1844”). Es un
obrar expresado en una acción social-revolucionaria que presenta
como inevitable consecuencia de la evolución en los medios y
modos de producción.
Ya Carlos Marx se dice comunista, pero será lo que podríamos
llamar un comunista “ilustrado”: racional más que sentimental,
cauteloso más que espontáneo, cerebral más que visceral, existen-
cial más que puramente coyuntural, analista frío más que juguete
de tal o cual circunstancia: manifestándose comunista y revolucio-
nario, puede decir Marx que en él confluyen el pensamiento y la
acción, que obra por que piensa y piensa por que obra...
Asegura Marx que su obra y pensamiento van en el sentido de la
Historia, en perpetua tensión social como natural consecuencia del
carácter y evolución de la Materia, única realidad substancial que
admite. Esa tensión social produce, inevitablemente, sucesivas re-
voluciones como pasos previos hacia mayores niveles de libertad.
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Humanismo integral frente a viejos y nuevos marxismos
Los años que siguen a 1844 son los años de cobertura de la tabla
rasa, presentada como tal por una crítica desarrollada desde la pro-
gresiva “liberación” de la Religión, de la Filosofía y de la Teoría
Polìtica tradicionales. Son los años del parto del Sistema o
Religión marxista.
En sus obras “Die Heilige Familie” (1845), “Thesen über Feuer-
bach” (1845) y “Die Deutsche Ideologie” marca Marx sus diferen-
cias tanto con los otros críticos como con el materialismo de
Feuerbach, al que acusa de contemplativo y demasiado teórico.
Tambien se enfrenta a Hegel el cual, si bien, según Marx, descu-
brió el camino del progreso o alquimia esencial entre pensamiento
y acción (la Dialéctica), no acertó a romper las cadenas de la
abstracción y del sin-sentido.
Todo ello por que él ha descubierto la piedra angular en que se ha
de basar la ciencia del futuro: la revolución proletaria por la cual el
Proletariado se erige en árbitro de la Historia. Lo será no por que
se lo merece o por que así lo dicta la Justicia si no por ser necesaria
consecuencia de los actuales modos y medios de producción.
Carlos Marx vive en París tiempos difíciles en que, agotados sus
recursos económicos, su esposa Jenny ha de regresar con las dos
niñas mayores a Alemania, a la casa de su madre, la baronesa Ca-
rolina von Westphalen. Marx tiene entonces ocasión de compro-
bar lo artificioso de las nuevas amistades que se ha hecho (salvo la
del siempre fiel Engels). Tambien comprueba la estéril exaltación
o rampante mediocridad de sus compañeros de lucha: hablan de
sangre y de rebeldía, pero en un plano puramente especulativo y
sin un serio compromiso de acción continua y disciplinada. Marx
lo ve desde la trágica soledad de un Prometeo con todas las ener-
gías de su juventud encadenadas a la retórica de circunstancias,
mientras que el mundo real del trabajo y de la explotación “bur-
guesa” sufre todas las miserias e infamias fermentando y pudrién-
dose en una caldera a punto de estallar. Ve cercano ese estallido y
sueña con que, al producirse, se abrirán los horizontes al mundo de
la “sociedad sin clases”: “la podredumbre, dirá, es el laboratorio
de la vida”.
Es entonces cuando ciertos incisivos artículos despiertan las iras
del embajador alemán y consecuente intervención del gobierno
Guizot que decreta la expulsión de Marx, quien se traslada desde
París a Bruselas, en donde reside tres años.
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DAS KAPITAL Y OTROS TRABAJOS
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
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MUERE EL HOMBRE, NACE EL MITO
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II.- Vida y obra de Carlos Marx
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Tercera Parte
DE LOS VIEJOS A LOS NUEVOS
MARXISMOS
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
1
FIELES, REVISIONISTAS Y RENEGADOS
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
2
DOGMATICA MARXISTA Y PODER
SOVIETICO
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
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EL MATERIALISMO COMO PLAN DE VIDA
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DESDE EL SOCIALISMO REAL AL
NACIONAL-SOCIALISMO
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EL DESPERTAR DE CHINA
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EL MARXISMO ACADEMICO Y
EL MAYO FRANCES DEL 68
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MARCUSE
Heribert Marcuse, judío alemán, llega al marxismo desde su
devoción por Hegel, en cuya estela encuentra a los marxistas ra-
dicales de la primitiva social democracia alemana. Consolidó sus
posiciones al verse obligado a emigrar a Estados Unidos por su
condición de judío y el fatídico Lebensraum de Hitler.
La producción intelectual de Marcuse quiere ser una síntesis de
los legados de Hegel, Marx y Freud. Ligó a Marx con Freud
(1856-1939) gracias a las enseñanzas de otro judío alemán,
W.Reich (1897-1957), médico sicoanalista empeñado en demos-
trar el “absoluto paralelismo” entre la lucha de clases y la sublima-
ción sexua, tal como dejó escrito:
Aunque es necesario acabar con la represión sexual de forma que
se despliegue todo el potencial biológico del hombre, solamente en
la sociedad sin clases, podrá existir el hombre nuevo, libre de cual-
quier sublimación.
Reich había venido a Estados Unidos por “escapar de una doble
incomprensión”: de una parte, el Partido Comunista le acusaba de
obseso sexual mientras que, en los círculos freudianos, no se en-
tendía muy bien esa relación entre las luchas políticas y el sicoaná-
lisis. Ya en Estados Unidos, Reich sigue cultivando su obsesión
por la “síntesis entre la lucha de clases y la sublimación represi-
va”. Apoya su tesis en la presentación de la “Orgonterapia”, el
“descubrimiento científico más importante de los tiempos moder-
nos”, capaz, asegura Reich, de curar el cáncer gracias a la aplica-
ción del “orgón” o “mónada sexual”.Los extraños “tratamientos
terapéuticos” de Reich llamaron la atención de la policía america-
na, quien descubrió que las pretendidas clínicas eran auténticos
prostíbulos. Reich murió en la cárcel. Había escrito dos libros que
hicieron particular mella en Marcuse: “Análisis del carácter” y
“La función del orgasmo”.
La “sociedad industrial avanzada” de Estados Unidos es otro de
los fenómenos presentes en la obra de Marcuse, como tambien lo
es un crudo “pesimismo existencial”, posiblemente, hijo del
resentimiento.
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
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SARTRE
Según propia confesión, la introducción de Jean Paul Sartre en el
mundo de la intelectualidad obedeció a una abierta inclinación por
lo que venimos llamando ideal-materialismo, al que se refiere él
mismo como:
el acto de la imaginación o mágica invención: es un conju-
ro destinado a hacer aparecer las cosas que se desea.
Ciertamente, es en ese posicionamiento de Sartre en donde ra-
dica su vena poética; pero es, tambíen, el fenómeno en donde in-
vención y reflexión sistematizada (lo que hoy se entiende por
filosofía) se unen o confunden a tenor del humor de su mentor.
En Sartre, como en ningún otro de los intelectuales ideal-mate-
rialistas de la "Modernidad", toma cuerpo aquello de “sic volo,
sic iubeo”.
Se acerca Sartre a Marx en la valoración de la dialéctica de He-
gel, aliñada con las aportaciones de Heidegger y Husserl, en quie-
nes ve la aplicación de la dialéctica a una pretendida confluencia
del Ser y de la Nada en el campo de la fenomenología y según “la
pura intuición del yo” (es decir, según un apasionado ideal-mate-
rialismo subjetivo). Para un estudioso de Sartre ello significa: “El
yo puro, contemplado en la pura intuición del yo, evoca con dema-
siada fuerza el nirvana de los ascetas indios, quienes, absortos e
inmóviles, contemplan su ombligo... Nuestra mirada se hunde en
lo obscuro, en la absoluta nada” (Stump).
Partiendo del “método cartesiano”, en un camino similar al de
Hegel, Sartre se propone edificar la ciencia del saber partiendo de
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GARAUDY
En sus primeros tiempos de intelectual influyente, Garaudy tra-
zaba una línea directa entre Jesús de Nazareth y Carlos Marx,
“quien nos ha demostrado cómo se puede cambiar el mundo”.
Hasta 1.970, Roger Garaudy era considerado el más destacado
intelectual del Partido Comunista Francés. Aunque nacido de pa-
dres agnósticos, desde muy niño, sintió viva preocupación por el
problema religioso: tiene catorce años cuando se hace bautizar y
se aficiona a la Teología que estudia en Estrasburgo; dedica espe-
cial atención a la obra de Kierkegard (1813-1855), padre del
“existencialismo cristiano” de raíz luterana y a la del calvinista
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Por su parte, quiere hacer ver que la obra de Marx es una especie
de cajón de sastre en el que cabe lo último y más certero del "pen-
samiento progresista", según su específica interpretación:
No consideramos, dice, la doctrina de Marx de ningún modo
como algo cerrado e intocable; al contrario, estamos convencidos
de que, solamente, ha suministrado los fundamentos de la Ciencia,
que los socialistas han de desarrollar en todos los aspectos.
Con Garaudy estaríamos ante un relativismo marxista alimenta-
do tanto por indemostrados supuestos como por consignas tran-
quilizantes para cuantos han abrazado el colectivismo materialista
o se contentan con la teoría previa a una comprometedora actitud
cristiana frente a los acuciantes problemas sociales.
Sin duda, que ello no le resultó suficiente para, desde una óptica
recalcitrantemente ideal-materialista, encontrar un necesario ca-
mino de realización personal ¿es el subsiguiente y palmario des-
concierto lo que ha empujado al Islam a Roger Garaudy1, otro
tiempo reconocido como autoridad de primer nivel por la intelec-
tualidad marxista, incluido Santiago Carrillo?
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DESDE LA ETICA A LA PERESTROIKA
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¿MANO TENDIDA ENTRE MARXISTAS Y
CATÓLICOS?
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EL MARXISMO EN ESPAÑA
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El krausismo que divulgó en España Sanz del Río quería ser más
que una doctrina, un sistema de vida. Y hete aquí como un pensa-
dor de tercera fila cual era considerado Krause en el resto de Euro-
pa, a tenor de las circunstancias del momento (era lo laico lo más
“in”) y de la protección oficial, fue presentado en España algo así
como el imprescindible alimento espiritual de los nuevos tiempos:
era una especie de religión hecha de sueños idealistas y de apasio-
nados recuerdos históricos aplicables a la certera interpretación de
todo un cúmulo de inventados determinismos. Pronto, de la mano
de Giner de los Ríos, cobrará extraordinaria audiencia el “Institu-
to Libre de Enseñanza (1.876)”, que vivió al calor del krausismo y
es ineludible referencia cuando se habla de la “secularización” de
España. Nace así lo que podría ser considerado el principal foco de
la “Intelligentsia” española, a cuya sombra se desarrolla la obra de
personajes como Salmerón, Castelar, Pi y Margall o Canalejas.
Si bien lo de Giner de los Ríos está prácticamente olvidado entre
la mayoría de los españoles, no faltan teorizantes de relevante po-
der político que hacen del krausismo una base doctrinal diame-
tralmente opuesta a la enseñanza religiosa.
Por su breve y teatral trayectoria, el krausismo nos ha dado la
prueba de los limitados horizontes que España abre a una “siste-
mática fe materialista”, condición esencial para la implantación de
cualquier forma de un colectivismo genuinamente marxista. Aun
así, en la reciente historia del pensamiento español, no se cuenta
con otra doctrina laica que pueda competir con las pobres
pervivencias del krausismo.
Esto último, una vez desechada cualquier referencia a los santo-
nes históricos del colectivismo, puede ser la causa de que algunos
políticos españoles hayan querido hacer de la corta tradición krau-
sista un camino hacia la descristianización de la cultura española,
paso previo para el desarrollo de ese gregarismo que esperan de
los españoles. Quiere ello decir que el socialismo español (doctri-
na paganizante más que praxis política), aparte del marxista, no
cuenta con norte ideológico de cierta consistencia (el comunismo
en España es poco más que movimiento testimonial).
Falto de raíces para convertirse en “alimento espiritual” o catá-
logo de respuestas a los problemas del día a día, no se puede decir
que en España el Socialismo, aunque magnificado por el eco de las
rebeldías que propaló el Mayo Francés del 68 y presente ya en
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III.- De los viejos a los nuevos Marxismos
10
LOS MARXISMOS DEL SIGLO XXI
Encomo
los precedentes capítulos hemos tenido ocasión de observar
el marxismo, desde su origen, pretende ser aceptado
como una “ciencia de la totalidad” de forma que se pueda encon-
trar en él una teoría del conocimiento, una certera percepción de
los fenómenos naturales, una consumada economía política, una
sociología moralizante y hasta una metafísica en torno a la “in-
cuestionable” autosuficiencia de la Materia.
Puesto que le falta al Marxismo acreditar la demostración de sus
pretendidas verdades y, aun así, basa su fortaleza en la fe de
cuantos se llaman marxistas, nos vemos conminados a prestarle el
carácter de una religión.
Si tomamos al Marxismo como una religión, podemos afirmar
que, a partir de la muerte de Marx, se derivan del marxismo tantas
sectas como destacados “profetas” y “doctores”: desde los revisio-
nismos primitivos hasta las social-democracias de la actualidad,
que, por motivos de oportunismo político, aunque no lo citen, no
han dejado de considerar a Marx y su doctrina como principal re-
ferencia; desde el íntimo amigo y colaborador Federico Engels al
singular “subcomandante Marcos, pasando por los más destaca-
dos actores de la reciente historia: Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot,
Kim Il Sung, Fidel Castro e, incluso, el esperpéntico dictador de
Venezuela; como “doctorales intérpretes” de lo que dijo o quiso
decir Marx, podemos añadir a los ya citados Marcuse, Sartre y Ga-
raudy, otros no menos célebres como Lefébvre, Gramsci, Lukács,
Goldman, Schaff, Korsch hasta llegar a Horkheimer,
W.Benjamin, Adorno, Habermas…, estos cuatro últimos
representantes de la llamada Escuela de Frankfurt.
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Cuarta Parte
ALGUNAS RESPUESTAS DEL
HUMANISMO INTEGRAL
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
1
RES SUNT ERGO COGITO
Noponder
han faltado intelectuales católicos con capacidad para res-
adecuadamente a las divagaciones y supuestos de lo
que venimos llamando ideal-materialismo, fenómeno en el que,
como hemos tratado de demostrar, prendieron sus raíces las distin-
tas formas del materialismo marxista.
Res sunt, ergo cogito, es decir, las cosas son, luego existo es fra-
se acuñada por Etienne Gilson (1884-1978)1 en su “Realismo Me-
tódico”, que quiere ser pertinente aliño de sentido común a la
perogrullada cartesiana del cogito ergo sum (pienso, luego exis-
to): claro que el pensar, al igual que el pasear, el comer, el padecer
dolor de muelas y hasta el soñar son pruebas de la propia existen-
cia. Pero antes que mi pensamiento están las “cosas” o fundamen-
to material de mi existencia, esto es lo que muestra a cualquier
persona el más elemental ejercicio de sentido común.
Efectivamente, el soporte de mi pensamiento es el cerebro, com-
plejísimo órgano material que realiza tan excepcional función de
pensar porque, a lo largo de miles de años, sus partículas elemen-
tales se han hilvanado y entrelazado según un complejísimo plan
totalmente ajeno a mi pensamiento. La evidencia dicta que ha teni-
do lugar un lento y bien orientado proceso de “complejización” en
el que, además de una intencionalidad extramaterial, han tomado
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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ENERGIA Y MATERIA
Sinmucho
Energía no es posible la realidad en ninguna de sus formas y,
menos, la Vida en cualquiera de sus manifestaciones.
Se llama a la Energía el corazón de la Materia... Sin duda que es
eso y también el punto de apoyo del Orden Universal.
Hoy no cabe en el cerebro humano la idea del Caos o “desorden
absoluto”, que los antiguos presentaban como entidad primige-
nia. Se sabe ya que Orden, Materia y Energía son como una tríada
inseparable.
Unos, los que creen que el ser humano es más que materia, dicen
que la energía es el canal en que se expresa la voluntad, el orden y
el poder de Dios. Para otros, los ideal-materialistas (marxistas in-
cluídos), la energía, el “movimiento”, es un directo efecto de las
virtualidades de la materia, a la que conceden la autosuficiencia y
el poder de definirse y ordenarse a sí misma: suponen que ambas,
materia y energía, son coexistentes e íntimamente complementa-
dos desde siempre... para, por virtud del azar y de su propia forma
de ser, constituir las sucesivas realidades...
¿Cuál fue el principio, por qué las sucesivas realidades y hacia
dónde conduce todo ello? ¿Es el Caos el motor y la razón de todo?
La certera respuesta a esas incógnitas ha resultado un escollo im-
posible de salvar desde el posicionamiento ideal-materialista...
tanto que, situándose en una radical imparcialidad, resulta más ló-
gico admitir la existencia de un Ser no material capaz de crear y
modular la materia.
Si los situados en una recalcitrante fe ideal-materialista defien-
den el supuesto de que “la materia es el todo y no necesita nada
más”, nos obligarán a responder: habría de resultar científicamen-
te demostrada la improbable autosuficiencia de la materia y aun
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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LA UNION QUE DIFERENCIA
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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PROVIDENCIAL MADRE TIERRA
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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HOMO FABER, REY DEL UNIVERSO
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LO REAL Y EL AMOR
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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JESUCRISTO
Sudesde
presencia en la Historia es un acontecimiento ya previsto
siglos atrás, del que hay constancia escrita por parte
de fidedignos contemporáneos suyos y que llena o puede lle-
nar nuestras vidas a poco que nos detengamos a reflexionar so-
bre la Realidad en que nos toca vivir.
Entre los innumerables pasajes que, en el Libro, hablan de lo que
ha de ser tal acontecimiento, transcribimos uno, que nos parece
realmente ilustrativo; lo vaticinó el profeta Isaías unos siete siglos
antes de la Venida :
Porque nos ha nacido un Niño, nos ha sido dado un Hijo,
que tiene sobre sus hombros la soberanía y que se llamará
maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno,
Príncipe de la Paz (Is. 9-6).
Nació en Belén, durante la llamada Pax Augusta, y “fue conde-
nado a muerte por Poncio Pilato, procurador de Judea en el reina-
do de Tiberio”. Tácito, historiador romano del siglo II, da fe ello y
lo hacen otros escritores de la época, como Luciano, que se refie-
re al “sofista crucificado empeñado en demostrar que todos los
hombres son iguales y hermanos”. Pero sobre todo...llega hasta
nosotros por el testimonio de cuantos lo conocieron, fueron testi-
gos de su extraordinaria trayectoria vital, pudieron decir de Él
“Todo lo hizo bien” y no acertaron a explicar su Resurrección fue-
ra de la creencia de que, realmente es Hijo de Dios.
Coeterno con el Padre, nació de mujer y, con este natural acto, su
normal pertenencia a la sociedad de la época, de cuyos problemas
se hizo partícipe, su apasionada práctica del Bien y una Muerte ab-
solutamente inmerecida pero ofrecida al Padre por todos los crí-
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LA SAL DE LA TIERRA
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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EL HUMANISMO INTEGRAL,
COMPROMETEDORA SOLUCION
Porel progreso
su propia naturaleza, el hombre ha de vivir en sociedad. Ni
personal ni el saboreo de la felicidad asequible a
todos y a cada uno de nosotros es posible en el aislamiento de los
recalcitrantes individualistas.
Si por humanismo entendemos todo lo que ayuda al ser humano
a realizar su poder ser, el humanismo integral de que estamos ha-
blando será aquel que facilite el máximo aprovechamiento de to-
das las posibilidades de un “enriquecimiento personal” ligado a un
“imparable” progreso social: ¿es ello posible en el mundo que vi-
vimos?
Para nuestro admirado Teilhard de Chardin (1881-1955), infati-
gable investigador desde un doble amor a Dios y a todo lo visible,
ese “enriquecimiento personal” ligado a un “imparable” progreso
social requería la siguiente prospectiva 1:
Situados gloriosamente por la vida en este punto crucial de la evo-
lución humana, ¿qué debemos hacer? El futuro de la Tierra está en
nuestras manos. ¿Qué decidiremos? En mi sentir, el camino que
debe seguirse está claramente indicado por la enseñanza de todo el
pasado. No avanzaremos más que unificándonos: tal es, hemos vis-
to, la ley de la Vida. Ahora bien, la unificación de coerción no hace
que aparezca más que una pseudo-unidad de superficie. Puede
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IV.- Algunas respuestas del Humanismo integral
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BIBLIOGRAFIA
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EN TORNO A GALILEO – Ortega y Gasset – Austral
ESPAÑA INVERTEBRADA– Ortega y Gasset – Austral
FICHTE – Didier Julia – P.U.F.
FILOSOFIA Y CIENCIA EN LA UNION SOVIETICA – G.A.Wetter
HEGEL - A.Cresson – P.U.F.
HEGEL ET L’HEGELIANISME – R.Serrau – P.U.F.
HISTOIRE DE LA LIBRE PENSEE – A.Bayet – P.U.F.
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HISTOIRE DE LA RUSSIE – G.Werter – P.B.Payot
HISTOIRE DES DOCTRINES POLITIQUES – J.Droz – P.U.F.
HISTOIRE DES IDEES EN FRANCE – R.Daval – P.U.F.
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INDICE
Introducción.................................................................................... 5
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