Como Sana Jesus A Las Personas Manuscritof

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Eduardo Torres

Septiembre 04, 2016


Campaña: Restauración ¿CÓMO SANA JESÚS A LAS The Church at Brook Hills
Integral de la Vida. Congregación Hispana
Meta: Jesús nuestro Modelo PERSONAS?
Sanador… Salmos 147:3 Mateo 9, Marcos 2, Lucas 5

Jesús nuestro Modelo Sanador1


Mateo 9:1-8
Marcos 2; Lucas 5
Salmos 147:3

Ya estamos preparados para la Campaña “Restauración Integral de la Vida” y lo


estamos haciendo, a partir del material de Rick Warren “Decisiones Que Sanan Tu
Vida”, y empezaremos en una semana. Será nuestra campaña de otoño. Esperamos
con ansia todo lo que Dios va a hacer en mi vida y en la vida de ustedes.

No conozco una manera mejor de resumir todo lo que Dios hará en nuestras vidas en
este otoño, que a través del primero de los versículos que está en nuestros bosquejos.
Dentro de sus boletines hallarán un bosquejo con el mensaje de esta mañana. Contiene
algunos de los versículos que consideraremos esta mañana. El primero de ellos es
Salmos 147:3 [Dios] Restaura a los abatidos y cubre con vendas sus heridas.

Esta es la razón por la que este otoño haremos la campaña Restauración Integral de la
Vida todos juntos la haremos. Porque todos nosotros tenemos un corazón que en algún
momento ha sido abatido por un pariente, un amigo, por alguna circunstancia, por algún
sueño que no se cumplió. Por algún motivo u otro, a todos se nos ha roto el corazón.

Pero este verso también dice "heridas". Todos hemos sido heridos. Todos hemos sido
heridos por algo que nos han dicho o hecho en el pasado. Tal vez abusaron de nosotros
o nos maltrataron. Todos hemos sufrido heridas.

Pero lo maravilloso de este verso es que usa las expresiones “restaura” y “cubre con
vendas”. Les pido que las subrayen. Él sana a los quebrantados de corazón. Dios sabe
que nuestros corazones están rotos y él está dispuesto a sanarlos. No tenemos que
seguir viviendo en el pasado. Nuestro pasado no tiene por que paralizar nuestro futuro.

Lo maravilloso de este versículo es que dice que él cubre con vendas mis heridas. Él
no nos mira y solo dice: “Estás herido. ¡Cuánto lo siento!”. Él venda nuestras heridas y
quiere fortalecernos, esa es la idea aquí, cuando estamos sufriendo por nuestras
heridas.

Dios sabe lo que estamos atravesando. Él sabe lo que estoy sufriendo. Y quiere
acercarse a mí para fortalecerme.

Jesús sana, Jesús sana, Jesús sana no solo lo externo, sino lo más importante, mi
alma. Él sana mi vida.
De hecho, si estudiamos el ministerio de Jesús y la manera en que él sanaba a la gente,
descubriremos que siempre hacía tres cosas. Estudien todas los casos de personas que
fueron sanadas por Jesús en la Biblia; verán que hay un patrón de tres cosas que Jesús
hacia al sanar..

• Primero, él animaba a la persona; le daba una palabra de aliento.


• Segundo, la ayudaba a ver cuál era el problema real que tenía; no solo la superficie
del problema, sino el problema real.
• Tercero, le pedía a la persona que diera un paso de fe. Jesús hacía lo mismo una y
otra vez.

De hecho, hoy nos vamos a dedicar unos minutos a considerar uno de los ejemplos de
cómo Él hacía esto: la sanidad de un paralítico de nacimiento. Si se fijan en sus
bosquejos, pueden ver que esta historia se menciona en Mateo, Marcos y Lucas. Tres
de los cuatro evangelios cuentan la historia de este hombre, porque es un relato que
ilustra cómo Jesucristo puede sanarnos. No se trata solo de aquel hombre. Se trata de
mí. Se trata de ti. Nos habla de lo que Dios quiere hacer en nuestras vidas.

Vamos a abordar esta historia desde dos ángulos diferentes. Primero, lo haremos desde
el punto de vista del hombre que fue sanado, a fin de ver cómo Dios quiere sanarnos a
nosotros personalmente. Pero al analizar la historia, nos damos cuenta de que
aparecen cuatro hombres que llevaron al enfermo al lugar en donde podía ser sanado.
Así que, también consideraremos la historia desde el punto de vista de aquellos que
llevaron al paralítico al lugar en donde podía ser sanado.

¿Cómo actúa Jesús en mi vida cuando tengo una herida que necesita sanidad, o un mal
hábito o complejo que he adquirido? ¿Qué hace Jesús? Él hace tres cosas.

I) Él calma mis miedos.

Para sanar nuestras heridas del pasado o algo que está oculto en nuestra vida, Él nos
sorprende calmando nuestros miedos.

Quiero que se imaginen la escena que se estaba desarrollando aquel día en el que
Jesús sanó al paralítico. Jesús estaba enseñando en un pueblo y algunos se enteraron.
Como era un pueblo chico fueron a la casa donde Él estaba enseñando. Por lo tanto, la
casita se llenó. Muchos querían entrar para escuchar a Jesús y empezaron a mirar por
las ventanas. Entonces hacían fila en la puerta y al lado de las ventanas. De repente, la
casa se rodeó de mucha gente que intentaba, por lo menos, escuchar a Jesús desde
afuera de la casa.

Había un grupo de cuatro hombres que tenía un amigo paralítico. Ese día dijeron:
“Vamos a llevar a nuestro amigo para que lo vea Jesús. Sabemos que Él sana a las
personas enfermas”. Lo pusieron en una camilla y lo llevaron a esa casa para que Jesús
lo viera. Pero cuando llegaron había tanta gente que no tenían manera de entrar en la
casa. Así que, usaron su imaginación. Pensaron: “El techo está vacío. Entonces,
subieron e hicieron un agujero en el techo. Por allí bajaron la camilla con su amigo, justo
en frente de Jesús.

Suena raro, ¿no es cierto? Piensen en lo que sentiríamos, si de repente, el techo de


este lugar comenzara a caerse a pedazos delante de nosotros y comienza a bajar una

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camilla con una persona en ella. Sería una experiencia bien diferente. Eso es lo que
pasó ese día.

Pongámonos por un momento en el lugar del hombre paralítico. Ahí está él. Sus amigos
le dicen: “Te meteremos ahí. Te bajaremos por el techo”. Él no los podía detener. En
ese momento, estaba a merced de ellos. Y de repente, lo están bajando en su camilla,
delante de toda esa gente.

¿Cómo se habrá sentido? ¿Cómo se hubieran sentido ustedes? Tiene que haberse
sentido un poco avergonzado. Quizá pensó: “No debería estar interrumpiendo a Jesús”.
Seguro sintió que los ojos de todos los presentes se posaban sobre él.

¿Alguna vez se han sentido así? Lastimados y con todo el mundo mirándolos. Todos los
están mirando.
Jesús supo exactamente cómo se sentía este hombre.
La reacción natural de un orador en una situación así, si me hubiera sucedido a mí, es
decir: “¡Perdón! ¿Qué piensa que está haciendo? ¿No ve a toda esta gente? ¿Por qué
está interrumpiendo a todas estas personas?”. La actitud natural sería una pequeña
irritación. Disgusto.

Pero Jesús no hizo eso. Jesús conocía el corazón de este hombre. Él conoce nuestro
corazón. Él sabe cómo nos sentimos cuando acudimos a Él diciendo: “Necesito
sanidad en mi vida”. Te necesito Jesús, ayúdame, por favor, tengo tanta
confusión, tengo tantas dudas, estoy despedazado, no logro entender nada,
tengo miedo, mucho miedo…

Así que, lo primero que hace Jesús es animarnos. Mateo 9:2 dice: Unos hombres le
llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al
paralítico: — ¡Ánimo, hijo…

Ahí es donde empieza todo. “¡Ánimo!”. Él no pasó por alto al hombre. No le tuvo
lástima. No se enojó con él. Lo miró. Y aquí “Lo miró” significa que comprendió la
situación que estaba atravesando y le dio ánimo.

Ese es el punto que se aplica a nuestras vidas. El punto es que si me acerco a Jesús
con mis heridas, lo primero que Él va a hacer es darme ánimo. Aunque el culpable de
esa herida sea yo mismo. No era el caso de este hombre. Pero incluso si fuera mi culpa,
Él igual me animaría.

Jesús dice que tiene el poder para alentarnos porque entiende perfectamente lo
que estamos viviendo. Él conoce nuestro corazón.

Dice Hebreos 4:15: Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse


de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que
nosotros, aunque sin pecado. Esa es la diferencia entre Jesús y nosotros. Él nunca
pecó. Pero fue igual que nosotros en el hecho de que soportó todas las tentaciones que
tenemos nosotros. Él sabe lo que estamos atravesando.

Así que, lo primero que dice es: “Ánimo. Te entiendo”. A Jesús le importa cómo me
siento. Si estamos deprimidos, a Jesús le importa. No es que solo nos mira y dice:

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“Vamos, supéralo”. A Él le importa. Si estamos preocupados y llenos de ansiedad
sobre el futuro, Jesús no dice: “No te sientas así”. A Él le importa. Él empieza
interesándose. A Él le importan tus sentimientos.

¿Cuál es la primera respuesta de Jesús cuando voy a Él y le digo: “Estoy herido”? Lo


primero que Él hace es disipar nuestros miedos. Porque Él nos conoce.
En primer lugar, sabe que tenemos miedo de acercarnos a Él. Él sabe cómo nos
sentimos. Muchos piensan: “Si acudo a Dios con mis heridas, Él me dirá: ‘¿Tú crees
que sufres? Te mostraré lo que es el verdadero sufrimiento. Mira esta persona’”.
Pensamos que Él nos avergonzará, demostrando cuán insignificante es nuestro dolor.

Pero la verdad es que a Él sí le importan nuestros sufrimientos. Pensamos que Dios


nos dirá: “¿Crees que tengo tiempo para eso?”. “Hay miles de millones de
personas en el mundo. No tengo tiempo para ti”. Dios tiene tiempo para
nosotros. Él es Dios Todopoderoso. Eso quiere decir que tiene
tiempo para los miles de millones de personas que viven en este
planeta y también para mantener a las estrellas y demás planetas
funcionando. No malgastamos el tiempo de Dios cuando acudimos a
Él.

Pensamos: “Si acudo a Dios con mis heridas, me condenará”. ¡No!


¡No! La
respuesta de Dios cuando acudo a Él con mis heridas, es amor.
Porque el amor echa fuera el temor. Cuando nos acercamos a Jesús
con nuestras heridas, miedos y vergüenza, Él responde de la misma
manera que lo hizo con este hombre. Su primera respuesta es dar
aliento. La primera respuesta siempre es amor. No debemos tener
miedo de acercarnos a Jesús con nuestras heridas. ¡Qué buena
noticia!
Él siempre responde con aliento y amor. Pero ese amor va más allá. Me alegra que sea
así. Me alegra que Él me comprenda, pero a demás de eso, no me despide con una
simple palmadita en la espalda dejándome como me encontró. Me alegra que Él haga
algo al respecto.

Por cierto, lo hizo en la vida de este hombre. Él no solo dijo: “Oh, lamento mucho que
seas un paralítico. Vamos a orar por este pobre hombre. Sé que no puedes caminar,
pero ten ánimo”.

No, Jesucristo marcó una diferencia en su vida. Él dio un segundo paso con este
hombre, el mismo que da con nosotros cuando estamos heridos.

¿Cuál es la primera respuesta de Jesús cuando voy a Él y le digo: “Estoy herido”? Lo


primero que Él hace es disipar nuestros miedos y en segundo lugar…

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II) Él confronta mis faltas y mis fracasos.

Jesús no se queda en la superficie. Ataca los síntomas que hay debajo de la superficie
de los problemas. Lo hace con amor. Lo hace con delicadeza. Así lo ha hecho en mi
vida muchas veces. Él ha confrontado muchas veces mis faltas y fracasos. Nunca lo
hace condenándome. Siempre lo hace de tal manera que puedo sentir que me está
invitando a vivir la nueva vida que quiere que vivamos. Pero Él me confronta. Porque
sabe que esa es la manera en que voy a cambiar.

Jesús no se anda con rodeos. Va directamente al grano, al corazón del problema. Él va


directo al punto.

En el caso de este hombre, la parálisis no era el único problema que tenía. También
necesitaba resolver el problema de la culpa. Y Jesús lo sabía. Lucas 5:20 Jesús
dijo: —Amigo, tus pecados quedan perdonados. Si leemos la historia en la Biblia, nos
preguntaremos por qué Jesús dijo eso. El hombre no le pidió que perdonara sus
pecados. Solo quería ser sano de su parálisis. ¿Por qué Jesús dijo eso?

Porque conocía el corazón de aquel hombre. Sabía exactamente lo que él necesitaba.


De modo que Jesús no solo atacó el efecto, sino también la causa del problema. El
origen del problema.
Cuando luchamos con una adicción o un mal hábito que nos controla, solo queremos
librarnos de ellos. Pero Jesucristo sabe que hay algo que subyace en ese hábito, algo
que se encuentra debajo de ese hábito; y eso es un problema en nuestro corazón
que debe resolverse. Y si no resolvemos ese problema, nunca dejaremos ese hábito.

Cuando estamos anclados en el pasado, vienen recuerdos amargos que


quisiéramos olvidar. No queremos volver a pensar en eso otra vez. Detestamos que
esos recuerdos nos paralicen y controlen nuestras acciones. Queremos olvidar
esas cosas. Jesucristo viene a nuestro corazón y nos dice: “Te mostraré cómo
puedes ser sano. Quiero atacar la causa del problema”. Esa es la actitud que
toma con este hombre, al decirle: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.

El mundo está hambriento de estas dos palabras: “Estás perdonado” “Estás


perdonado” “Estás perdonado”. . Y ese día Jesucristo perdonó a ese hombre, porque
Él conocía la raíz del problema que estaba atravesando.

Quiero ser muy claro en esto. No todas las enfermedades físicas que padecemos son el
resultado de un pecado que hemos cometido. Eso no es verdad. Muchas de las
enfermedades que padecemos se deben a que vivimos en un mundo caído. Un día
llegaremos al cielo y allí no habrá más dolor y enfermedad. Ansío llegar allá.
Pero en este mundo malo tendremos que padecer enfermedades. Así que, no
todas las enfermedades son causadas por un pecado que hemos cometido.
Escucha esto bien iglesia, Las enfermedades que tenemos no nos las trae el
dialo a nuestra mente para hacer creer que estamos enfermos…!!!Entonces el
diablo es todopoderoso, nos enferma y Dios no nos sana, la palabra en 1Juan
5:18-21 18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el
pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios lo protege, y el maligno no lo

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toca.2 Estamos protegidos por Cristo, Aquel con “A” mayúscula, protege a
aquellos, o sea a nosotros, los que estamos engendrados en Cristo por el
Espíritu de Dios, ¡AMEN! No todas las enfermedades, pero sí lo son muchas más de
las que nos imaginamos. Si nos basamos en el testimonio de los médicos, si leemos las
estadísticas, casi la mitad de las personas que están en el hospital manifiestan que
están enfermas debido a alguna clase de padecimiento relacionado al ESTRÉS. Y el
estrés es el resultado de querer ser el amo y señor de mi vida todo el tiempo.
Soy yo quien decide, sin tener en cuenta a Dios, sin Su presencia. Ese es el peor de
todos los pecados: dejar de lado a Dios y vivir como se me antoja. Oh, oh, luz
roja en el semáforo

Jesucristo sabía que este hombre necesitaba ser sano. Pero sabía también que la
necesidad más profunda que tenía era ser perdonado. Por eso, le dijo: “Tus pecados te
son perdonados”.

Para mí, lo más maravilloso y milagroso que sucedió cuando Jesús entró en contacto
con el hombre paralítico, fue que nuestro Señor puso Su mano en la verdadera causa
de su problema. No siempre puedo hacer eso cuando tengo que ayudar a otras
personas. Puedo especular. Pero Jesús sí puede señalar el problema sin errar.
Por eso debemos pedirle a Él que sane nuestras heridas.

Este hombre, probablemente había buscado ayuda en muchos lugares diferentes, a fin
de hallar la cura de su enfermedad. Probablemente había ido a muchos médicos. Quizá
uno de ellos le dijo: “¿Sabes lo que necesitas? Tienes que ejercitar tu pierna. Pídele a
un amigo que te ayude a ejercitar la pierna”. Puede que otro doctor le dijera: “Tienes
que mejorar tu nutrición. Sigue esta dieta y te curarás”. Quizá algún otro le dijo: “Tienes
un problema en la espalda. Ve a ver a este médico y él te ayudará”.

A veces necesitamos ir al médico. No hay duda sobre eso. Y otras veces necesitamos
otras soluciones. Soluciones físicas. Pero yo también me pregunto esto: ¿Por qué
siempre dejo a Dios para lo último y no acudo a Él primero? Cuando tengo un
problema intento esto y aquello, lo de acá y lo de más allá…hasta que caigo en
la desesperación y digo: “Señor, acudiré a ti. ¿Tienes una solución para esto?
OTRA LUZ ROJA….

No tengo ninguna duda de que Dios usa a los médicos. Dios usa las palabras y
consejos prácticos. Pero ¿por qué no empezar preguntándole a él? Si estamos
enfrentando un problema o tenemos una herida, antes que nada debemos acudir al
Señor. Empecemos con Dios. Digámosle: “Señor, ¿qué quieres hacer en mi
vida? ¿Qué tienes para decirme que pueda ayudarme a sanar esta herida?”.

Y Jesús sabía. Jesús sabía que el verdadero problema de este hombre no era la
parálisis. Era su conciencia culpable. Él sabía que su pasado estaba paralizando su
futuro. Así que, le dijo: “Tus pecados son perdonados”.

Lo que me maravilla es que Jesús hace lo mismo en nuestras vidas que lo que
hizo con este paralítico: no minimizó la culpa de él. La eliminó. Jesús no minimiza la
culpa. Cuando nos acercamos a Él no nos dice: “Oh, está bien. Sé por qué lo hiciste. Sé
por qué sucedió. Es por esa herida de tu pasado. Está bien”. No hace eso en absoluto.

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Él lo toma muy seriamente. En vez de minimizarlo, lo elimina. Dice: “Tus pecados están
perdonados”. Jesús obra de una manera asombrosa.

Él confronta mis faltas y fracasos. Si quiero sanar del dolor producido por las faltas y
fracasos de mi vida, necesito que Jesús los confronte. Pero también necesito algo más.

El próximo versículo dice (Santiago 5:16): Confiésense unos a otros sus pecados, y
oren unos por otros, para que sean sanados. El proceso de sanidad no consiste
solamente en pedirle a Jesucristo: “Sáname de mis heridas”, sino también
confesárselas a otras personas. --- Alguien dirá; Oh, ¿Qué eso pastor? ¿Contárselas a
otros?, ¡Si! Confiar en otro para que me ayude.

No sé por qué tenemos que fingir. Actuamos como si todo estuviera bien en
nuestras vidas pero no en las de todos los demás. Todos sabemos que no hay persona
que no tenga problemas y luchas. Pero hay algo en nosotros que nos da miedo de
expresarlos. No quiero ser el blanco de todas las miradas.

Si ahora dijera: “Voy a escoger a una de las personas que está sentada en las primeras
dos filas, lo haré subir a la plataforma y exhibiré en la pantalla una lista de pecados.
Luego, le pediré que ponga una marca en el pecado que haya cometido la última
semana”.
Si yo dijera eso ahora mismo, ¡todos los que están en las primeras dos filas empezarían
a temblar! Pero ellos saben que no haré eso. Todos tenemos miedo de algo así.
Pensaríamos: “Seré el centro de la atención de todos. Todos se enterarán de mis
pecados. Pasaré vergüenza delante de toda esta gente”.

Dios no obra así. La idea de confesarnos nuestros pecados unos a otros no


consiste en avergonzarnos delante de los demás. La idea es ser lo
suficientemente sinceros como para reconocer que tenemos problemas. Todos
somos pecadores. Todos hemos metido la pata. Alabado sea Dios porque Él
nos perdona. Gracias a Dios que él es un Dios perdonador. Una de las razones por
las que necesitamos sanidad interior es porque intentamos dar una imagen de
perfección frente a los demás. Necesito ser libre de eso y ustedes también.

Para ser sanos de todo eso debemos ser capaces de decirle a otros: “Sí, yo también
estoy luchando con eso”. Hay algo refrescante en todo eso. Hay algo que nos
motiva.

De hecho, voy a preguntarles a todos los que están aquí, ¿Cuántos de


ustedes confesarían que al menos han cometido un solo pecado en
toda su vida? Miren a su alrededor. No estoy solo. No he conocido a una
persona que afirmara ser perfecta y que nunca había pecado.

Cuando nos damos cuenta de que no somos los únicos, de que estamos todos
en el mismo barco. No somos personas que tratan de ser perfectas. Somos
personas que reconocen delante de Dios que tienen una necesidad. Dios es
perfecto y está dispuesto a sanarnos. Mi oración es que durante

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Decisiones Que Sanan Tu Vida, podamos reconocer esta
realidad como nunca antes lo hemos hecho.

Lo primero que Jesús hace cuando le buscamos en nuestro dolor, es disipar


nuestros miedos y en segundo lugar…Él confronta mis faltas y mis fracasos, me
perdona de mis pecados y en tercer lugar…

III) Él desafía mi fe.

Él calma mis miedos, confronta mis pecados y desafía mi fe.

Él usa un método bien específico para desafiarnos a tener fe. La Biblia relata que él
desafía la fe de las personas una y otra vez de esta manera. Él nos pide que
hagamos algo aparentemente imposible.

Eso es lo que hizo con el paralítico de la historia. La Biblia dice en Mateo 9: Se dirigió
entonces al paralítico: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’.

Detengámonos aquí un minuto. Él hombre habrá pensado: “¡Eso es lo quiero


hacer! ¿Qué me estás diciendo, Jesús? ¿Qué me levante? ¿No puedes ayudarme? Si
pudiera levantarme y caminar, no estaría aquí. ¿Por qué me dices: “Levántate”? Eso es
imposible. Lo he intentado muchas veces. ¿Por qué me pides que haga esto?”.

En cambio, escuchen lo que sucedió. Y el hombre se levantó y se fue a su casa. Al ver


esto, la multitud se llenó de temor, y glorificó a Dios...”, por lo que Dios hizo en la vida
de aquel hombre. Jesús desafía nuestra fe.

Jesús le pidió a este hombre que hiciera algo que nunca antes había hecho.

Y hoy hace lo mismo con nosotros. Él nos pide que hagamos cosas que
nunca hemos hecho antes. A un hombre inválido, atrapado de por vida, le dice: “No
usarás tu silla de ruedas hoy”. A uno que dependía de los demás para trasladarse de un
lugar a otro, Jesús le dice: “Ponte de pie y camina”. Y aquel hombre demostró que tenía
fe.

La Biblia dice: Conforme a tu fe te será hecho. La Biblia dice eso muchas veces. Jesús
lo dijo muchas veces: Tu fe te ha sanado. La fe es algo que nosotros demostramos. No
es solo algo que pensamos. Comienza con un pensamiento, ¡SI!, pero luego se traduce
en algo que TENEMOS QUE HACER. Jesús desafía nuestra fe pidiéndonos que
hagamos algo que nunca antes habíamos hecho.

Pero hay buenas noticias. Estas son las buenas noticias. Cuando Dios nos
pide que hagamos algo imposible, nos da la fuerza para hacerlo. El paralítico pudo
ponerse de pie, no porque tuvo pensamientos positivos, sino porque Jesucristo le dio el
poder para hacerlo.

Hay una lección de fe que TENEMOS que aprender muchas, muchas veces en nuestra
vida. Tenemos que aprenderla semanalmente y hasta diariamente. DDebemos haberla
aprendido hace tiempo, pero tenemos que aprenderla una y otra vez. La lección es esta:

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Dios te da el poder para hacerlo cuando decides hacerlo y mientras lo
estás haciendo.

Cada vez que mi fe es puesta a prueba, Dios dice: “Quiero que hagas esto”. Y luego
te va dando la fuerza, la seguridad, la emoción, etc. El poder surge mientras uno da
el paso de fe. No antes de que des el paso de fe. Viene a medida que vamos dando el
paso de fe.

Algunos piensan: “No creo que Decisiones Que Sanan Tu Vida dará resultado conmigo.
No me parece bien. Me da un poco de miedo. No siento que Dios quiera que sea parte
de esto”.

Sin embargo, algo en nosotros nos dice que Él quiere sanarnos. Pregunto iglesia:
¿Esperaremos a tener ganas de creer? Si esperamos a tener deseos de creer, ¿qué
clase de paso de fe sería ese?
• La fe no consiste en que Dios nos da de antemano ciertas emociones, sentimientos
o la fortaleza necesaria.
• Tampoco nos envía un amigo para que lo haga por en nuestro lugar. Eso no es fe.
Esos somos nosotros pidiendo pruebas.
Dios quiere que demos el paso. Nos dice qué hacer y espera que demos el paso. Él nos
plantea un desafío de fe.

El paralítico de la historia se parece a nosotros en muchos sentidos. Todos nosotros,


hombres y mujeres por igual, en algún momento experimentamos alguna clase de
discapacidad. Estamos paralizados en cierta área de nuestras vidas. Tal vez es la
preocupación. O la duda. Puede ser la indecisión, la depresión, el enojo o la envidia.
Siempre hay algo en nuestras vidas, en nuestro pasado. Estas cosas son las que
paralizan a la mayoría de nosotros. Alguna experiencia que tuvimos. Alguna palabra
que nos dijeron. Algo que sucedió o que no salió bien. Una relación que fracasó. Una
ofensa que cometimos o que sufrimos. Algo de nuestro pasado. Estamos paralizados.
Todos cargamos culpas, vergüenza y recuerdos dolorosos de heridas y fracasos. Como
resultado, no podemos vivir el presente porque estamos estancados en el pasado.
Necesitamos sanidad. Necesitamos que la parálisis sane. La buena noticia es que
Jesús quiere liberarnos. Él dice: “Quiero que des el paso de fe porque quiero
sanarte”.

En un sentido, realmente no importa. No importa si queremos que Jesús sane nuestro


pasado. No importa si tenemos o no el deseo de cambiar. Si no nos atrevemos a dar el
paso de fe, nada sucederá. Hay muchas personas que están sufriendo mucho en la vida
y desean que ocurran cambios que nunca suceden. A menos que demos un paso de fe
y digamos: “Jesucristo, voy a confiar en ti, en vez de confiar en mí. Haré algo al
respecto”, nada va a cambiar.

El paralítico se puso de pie y anduvo. ¿Qué es lo que Jesús nos está pidiendo que
hagamos?

¿Cómo demostramos fe? Quiero recordarles tres cosas que hizo el paralítico. Esa
fue la demostración de fe de aquel hombre.

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1. Primero, debo admitir que necesito ayuda. Eso es algo que puedo hacer. Lo
admito y se lo comunico a otra persona. Acepto el hecho de que necesito ayuda.
Ese es un paso de fe.
2. Segundo, creo que Jesucristo me ayudará, en vez de tratar de ayudarme a mí
mismo. En vez de decir con orgullo: “Lo haré con mis propias fuerzas, así al final
podré jactarme de la gran persona que soy”; me doy cuenta de cuán grande es
Dios y cuánto me ama. Digo: “Creo en ti y sé que me ayudarás”. Por esa razón,
Él se tomó el trabajo de venir a este planeta. Por eso murió en la cruz y resucitó,
para decirnos: “Puedo ayudarte”. Así que, creo que Jesús nos ayudará.
3. Luego, hago lo que él me ha dicho que haga. Descubriremos esto si
hablamos con personas que están caminando con el Señor. Lo descubriremos
leyendo la Biblia. Lo descubriremos si observamos lo que pasa en nuestra
iglesia. A veces, es una impresión en nuestras mentes que encaja con lo que Él
dice en la Biblia. Hagamos lo que Él dice que hagamos. El paralítico hizo eso,
se levantó.

¿Qué habría sucedido si no se hubiera levantado? ¿Qué habría sucedido si hubiera


dicho: “Jesús, no puedo, lo he intentado muchas veces”? El milagro no habría sucedido.

Estamos hablando de Decisiones Que Sanan Tu Vida y sé que algunos de ustedes


están heridos. Hablamos de miedos, vergüenza, culpas, heridas del pasado, temor y
remordimiento; y sé que eso nos hace mirar dentro de nosotros mismos. Y al hacerlo,
pensamos: “Por fuera parece que estoy bien, pero por dentro estoy realmente
paralizado.
La pregunta es: ¿cuáles son nuestras heridas escondidas y cómo Jesús puede
sanarlas? ¿Cuáles son los recuerdos que aún nos provocan dolor? ¿Cómo puede Él
vendar esas heridas?

No importa quién sea yo, lo que me hayan hecho o lo que yo haya hecho, Jesucristo
puede sanarme. Por eso vino a este mundo.

Pero podemos mirarnos a nosotros mismos y pensar, “Eso es grandioso. Lo he leído.


He ido muchas veces a la iglesia y he escuchado a la gente y a los pastores decir que
podemos ser perdonados. Podemos empezar de nuevo. Jesucristo me perdona
instantáneamente y me da una vida nueva. Quisiera ser sano. Pero ¿crees que no lo he
intentado? ¿Crees que no he intentado empezar una nueva vida? ¿No crees que haya
intentado dejar este hábito? ¿No crees que haya intentado olvidar ese mal recuerdo?
¿Crees que no he intentado salir de este atolladero una y otra vez?”.

Quiero recordarles algo muy importante. Este hombre, este paralítico, no llegó a
Jesús por sus propios medios. Tenía cuatro amigos que lo ayudaron a llegar allí.
Cuando nos sentimos atorados e intentando salir una y otra vez pero no tenemos éxito;
recordemos que el paralítico no lo logró por sí solo. Sus amigos lo ayudaron. No
debemos pensar que necesariamente saldremos por nosotros mismos. De hecho,
estancarse y no poder salir es una experiencia común a todos nosotros. Todos
necesitamos que otros nos ayuden. En la próxima hora, durante la clase, voy hablar
sobre cómo nos ayudan otros y como ayudar a otros. Si tenemos un amigo que
está estancado y ya le hemos hablado muchas veces pero no puede salir; tal
vez necesite rodearse de las personas correctas.

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Eso le sucedió a este hombre. Para él, una parte de las decisiones sanadoras consistió
en encontrarse con Jesús; pero fueron sus amigos los que lo ayudaron a
tener una experiencia con Jesucristo. Él tuvo cuatro amigos dispuestos que
dijeron: “Te llevaremos a donde está Jesús. Jesús está en el pueblo. Sabemos
que Él sana. Sabemos que nuestro amigo necesita sanidad. Lo llevaremos para
que Jesús lo vea”.

1
Original de Tom Holladay
2
19 Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el maligno. 20 Pero también sabemos
que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en
el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna. 21 Hijitos, manténganse
apartados de los ídolos. Amén.

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