DSI Magníficat
DSI Magníficat
DSI Magníficat
“En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños” (Lc 10, 21). La alabanza
de María encuentra un paralelo en el gozo de Jesús, su acción de gracias al Padre
por haber escondido estas cosas a los sabios y haberlas revelado a los más
pequeños, en primer lugar a su Madre. En su Cántico de gozo, Jesús resalta una
oposición entre los sabios y los humildes; en la segunda parte del Cántico de
María, se encuentran las mismas oposiciones: poderosos y humildes, ricos y
hambrientos.
Las Bienaventuranzas, sobre todo en la versión de san Lucas, pueden estar
puestas en paralelo con el Magníficat: “Bienaventurados los pobres…, los que
ahora tenéis hambre…, los que ahora lloráis…pero ¡ay! de vosotros los ricos…, los
que ahora estáis saciados…los que reís…” (Lc 6, 20-26).
En el Magníficat, comprendemos lo que María piensa de Dios y cómo anticipa
el espíritu de las Bienaventuranzas.
Conclusión
La bondad de Dios, manifestada en el misterio de la Encarnación, y la salvación
cumplida en Jesucristo, es fuente de júbilo profundo para toda la Iglesia.
Cuando la Iglesia canta el Magníficat, no lo hace en primer lugar en honor a Maria
(aunque lo sea también), sino que, ante todo, es en honor al Dios Redentor
cumpliendo en Jesucristo la salvación de la humanidad.
Cuando la Iglesia canta el Magníficat, recuerda la universalidad de la promesa
divina y se compromete a desarrollar lazos fraternales con todos. La Virgen del
Magníficat nos invita a transformar el mundo a la luz del evangelio, a ver en
cualquier ser humano a un hermano.