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Cualquier cosa, menos quietos

Número 68 - A g o s t o d e 2 015 - D i s t r i b u c i ó n g r a t u i t a - w w w. u n i ve r s o c e n t r o . c o m
2 CONTENIDO EDITORIAL número 68 / agosto 2015 UC 3
4
Encarecimiento
de los que
carecieron de
barrio

8
Estrellas por S E B A S T I Á N G I O R G I G .
Ilustración: Hernán Franco

Pasala Ricardo,

Coca por
no seás
personalista

10 satélite
B
ambi, Bunny y Baby, las Bar-
Muertos becue Ketshup Girls, estre-

E
Cercanos llas contemporáneas del
l Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) lleva mundo de la música pop, me
catorce años mirando desde el ojo de los satélites el color de los ar- visitaron en mi casa, a cua-
bustos de coca. El verde claro entre la selva. Las entrevistas en tie- tro horas de Medellín. Arrebatadas y

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rra cocalera, los datos oficiales, las proyecciones, el complemento violentas como nadie, me atacaron a
de las economías cercanas completan esos mapas nubosos, ese es- preguntas. Estaban deseosas de mejo-
pionaje en órbita. Las variables del estudio las trae y las lleva el viento, y la rar su imagen. Las ventas iban de mal
plata, y el oro, y el plomo. Por ejemplo, en 2014 el departamento del Cauca en peor. Sus últimos discos, Tu brague-
Mascotas tuvo datos muy completos, pues las nubes permitieron una “descobertura” ta abierta señala claramente tus inten-
del 85%. El vaivén del precio del oro decide si hay que dedicarse a la minería ciones, Sexo de carnaval y Un trampolín
ilegal o a la coca. hacia tu sexo habían sido un absoluto
Por lo general, las 150 páginas del estudio se quedan en un titular. Este fracaso comercial.

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año fue sencillo: “En 2014 la extensión de las hectáreas de coca creció 44% Luego de varios años de aparecer
respecto a las siembras del año anterior”. Desde hace 35 años, poco a poco, por todos lados en prensa, internet y
el narcotráfico ha ido copando las discusiones, las páginas, los encabezados, televisión, de hacerse cirugías plásti-
Socorro los mitos, el prime time, las novedades en general. Pero el mejor retrato del cas que prácticamente reinventaron sus
comienzo del tráfico, de esa economía campesina que define a las Farc, a los cuerpos, convirtiéndolas en masme-
Rastrojos, a los Úsuga, a Megateo y demás, se queda casi siempre en un cajón. los humanos de tetas hinchadas, mus-

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UC le dio una mirada al estudio gremial que hacen los gobiernos de Colombia los gruesos y traseros regordetes; luego
y Estados Unidos. Elegimos algunos datos, dejamos algunos comentarios so- de contratos millonarios para pelícu-
bre el 3% del PIB agrícola que marca la coca en Colombia, y echamos un vis- las pornográficas, y de trabajar al lado
tazo a lo que serán las Farcrim. de actores del cine de acción como Mike
El tiempo Tal vez lo más importante sea la concentración de los cultivos en un área Steve Bronson y Hugh Lazzarus, las chi-
del miedo con zonas históricas muy bien demarcadas y movimientos menores en lotes cas se enfrentaban al peor momento de
conocidos. Solo 10 municipios concentran el 42% de la coca sembrada en Co- sus carreras.
lombia. Nombremos cinco: Tumaco, Puerto Asís, Tibú, El Tambo y Valle del Llamadas “las nuevas Beatles feme-
Guamuez reúnen cerca de una tercera parte de la coca. Y tal vez haya fronte- ninas del mundo del pop” por la prensa

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ras más débiles y más importantes que las de los municipios: en los Parques sensacionalista, eran famosas por sus
Nacionales, los Resguardos Indígenas y los Consejos Comunitarios de comu- escándalos y excesos con las drogas y
nidades afros está una tercera parte de los cultivos. El 84% de la hoja de- el alcohol.
tectada está a menos de un kilómetro de la observada en 2013. A pesar del A los diecinueve años, Bambi era una
Magia con orinal
crecimiento de los cultivos, las familias siguen siendo las mismas 64.500 del incorregible neoyorquina a la que le en-
año anterior; el doble de las familias cacaoteras, por mencionar alguno de los cantaba andar descalza por todos lados.
productos que se consideran para el postconflicto. Las buenas noticias son Había vivido su infancia en un pue-
blo pequeño, y se caracterizaba por ser
UNIVERSO CENTRO que cada vez la concentración es mayor, el 35% de la tierra cocalera identifi-
cada en los últimos 10 años lleva 1.000 días sin coca, y solo el 3% de lo que se sumamente agresiva y rebelde. A los
Publicación mensual vio en 2014 está en campo inédito para la “mata que mata” y su agite. Se co- quince años se había ido a probar suer-
rrió un poco el cerco de los mismos lotes. te a Nueva York con su novio Bobby Mc-
DIRECCIÓN Y FOTOGRAFÍA El trabajo de las familias ha cambiado un poco, siguen siendo los 5 por Queen, un harlista de tiempo completo, Robaron algo de dinero para comenzar su aventu- sus letras pegajosas –que hablan todo el tiempo de revol-
– Juan Fernando Ospina rancho según dicen, pero cada vez se encargan menos de la química. El 63% amante de los deportes extremos. Bam- ra, y decidieron conformar un grupo de rock, acelerado carse, frotándose y satisfaciendo al hombre como corres-
de los cultivadores vende la hoja fresca, en acopio o en la parcela. Solo el 3% bi se enamoró de su cuerpo fornido y sus y sinuoso, llamado Las Monta-varones. Aunque empezó ponde– han tenido a más de medio mundo enloquecido
EDITOR
de los cultivadores llega hasta el producto final. Las cocinas de la base de bruscos tatuajes de cráneos y ensaladas como un clásico grupo de garaje, se hizo muy popular en por largo tiempo.
– Pascual Gaviria coca y el clorhidrato de cocaína son cada vez más especializadas. Hace unos en llamas. Al llegar a Nueva York mon- la movida underground. Las Monta-varones arrojaban al Me miran un largo rato entre tragos de whisky, desde sus
COMITÉ EDITORIAL días cayó en Antioquia, entre San Francisco y Alejandría, el “cristalizadero” taron un sex shop, donde vendían desde público platos untados de mantequilla, envoltorios de pa- tetas y sus culos y esa mezcla de hedores de sótanos y tum-
– Fernando Mora más grande en cinco años. Le calcularon ingresos de 9.500 millones de pesos ropa de cuero y látigos para quienes gus- pas fritas y hasta sus propios almuerzos, en protesta con- bas. Pero no me molesta ese olor, lo conozco bastante bien.
– Guillermo Cardona al mes. Aunque han crecido en productividad, las cuatro cosechas anuales tan de la dominación, hasta condones y tra un mundo laboral tóxico y depredador que no dejaba De tanto estar en estos ambientes he aprendido a saborearlo.
dejan cifras muy distintas: 5.500 dólares en promedio por familia. Cuentas vibradores con forma de gatos, alacranes respiro para la libre expresión del alma humana. Son unas muñecas, unas divas absolutas. Representan
– Alfonso Buitrago y arañas para celebrar la noche de Ha- En uno de sus toques, Las Monta-varones conocieron la última versión de aquel becerro de oro en tiempos de
del postconflicto.
– David E. Guzmán El precio crece con el riesgo, la distancia y los fierros necesarios. Un kilo lloween como se debe. a la chica que les hacía falta para alcanzar el estrellato: la Moisés. Alguna vez las tuve a las tres jugueteando en mi
– Andrés Delgado de cocaína en Colombia se vende, en promedio, en US$2.269; el mismo kilo En sus fiestas y correrías, la feroz coqueta Baby, de dieciocho años, lindas pecas y un escote cama: uno de los grandes regalos que me ha dado la vida.
– Anamaría Bedoya en Centroamérica puede valer entre US$2.800 y US$10.000 (incremento del Bambi, que no soportaba que le alzaran que incitaba todo el tiempo a arrebatos carnales. Baby era Les prometí el cielo y lo obtuvieron. Una rara mezcla
23% al 341% del precio de venta en Colombia); cuando llega a México, pue- la voz, conoció en un bar latino a Bunny la típica chica de papá, sobreprotegida de un mundo cruel entre cielo e infierno. Lo mordieron entre sus gomosos la-
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
de venderse entre US$15.000 y US$17.000 (incremento del 561% al 649%); Rodríguez, puertorriqueña de veintidós y devorador. Ansiosa y aburrida de la burbuja que sus pa- bios de carmín y silicona, hinchados hasta más no poder.
W W W. UN I V E R S O C E N T R O . C O M

– Gretel Álvarez años que había sido conejita de Playboy dres habían creado para ella, Baby se había tatuado una Se quejan, rebuznan, chillan y patalean. Quieren seguir
en países de la Unión Europea el precio puede oscilar entre US$54.000 y
DISTRIBUCIÓN US$57.000 (incremento del 2.280% al 2.412%). y ahora trabajaba en McDonald’s como cruz gamada en la nalga derecha y otra en la izquierda, ganando tanto como antes. Quieren ir con Bobby a Disne-
– Erika, Didier, Daniel y Gustavo La fumigación sigue siendo una herramienta discutible. En Nariño y Pu- una “sofisticada mesera”, según sus para formar el que, decía ella, era el rostro del anticristo: ylandia, a Universal Studios, al Steve Jobs Temple, y hasta
CORRECCIÓN tumayo se gastó la mitad del glifosato del año anterior y los cultivos crecie- propias palabras. Barack Obama. a Tierra Santa a hacer un concierto por la paz mundial en
ron por encima del 20%. Mientras compartían goma de mas- Era evidente que había una química magnífica entre honor a Los Niños Cantores de Viena, que, según sé, ya no
– Paula Camila O. Lema
La coca será un reglón de todas nuestras economías por mucho tiempo. car y las infaltables dosis de ácido y éx- ellas, jóvenes y talentosas, pero sobre todo provocadoras. son tan niños y se están muriendo de física hambre.
ASISTENTES En el negocio mundial somos cada vez más cercanos a los campesinos que tasis, Bunny le propuso a Bambi hacer Continuaron tocando en pequeños bares y entregando la Ya las “chicas” no son moda. No son las estrellas que
– Sandra Barrientos siembran en el Catatumbo, en las cercanías de Tumaco, en Anorí y en Valdi- algo verdaderamente radical con sus vi- música personalísima que creaban. Baby se apropió de un eran. Debo confesar que a veces me gustaría darles un
– Catalina Ortiz Giraldo via. Cerca de 340.000 campesinos empujan el negocio narco en las fronteras, das. Bunny tenía en su casa un altar a taladro y empezó a destrozar sillas, tableros y mesas en buen bofetón para que aprendieran a comportarse, a po-
las selvas y las sierras. No será fácil que cambien de producto, de lógica y de la “Diosa Madonna”, como ella la lla- pleno show. Más de un asistente perdió sus tímpanos por nerles límites a sus hormonas. Ya no son las mismas que
Es una publicación de la sueldo. Tendrán que pensarlo más de una vez en Perú y Ecuador. Puede ser maba, y cargaba en su billetera fotos de tales excesos. mojaban los calzones cada cierto tiempo. Debería darles
uno de los coletazos de La Habana. UC Britney Spears, Kylie Minogue, Jenni- Hasta que tuvieron la suerte de conocerme. He sido vergüenza, malditas mujerzuelas malcriadas.
Corporación Universo Centro fer López y Kate Perry. Bunny decía que mánager y asesor de cantidad de bandas, desde los famo- Ya es tiempo de que hagan un pacto con la vida. De
Número 68 - Agosto 2015 le hablaban en sueños y se le aparecían sos Crucifictioned Ones hasta los Employers of Self-des- tanto estarse revolcando, de tanto ruido, solo quedan es-
20.000 ejemplares vestidas de colegialas y con ligueros, truction. Por mis manos han pasado Los Agujetes del Mal, tos bultos inmundos, estos híbridos de silicona y carne ja-
provocándola para que hiciera algo con Los Hincha-pelotas Descerebrados de la Quinta Dimen- deante y húmeda.
Impreso en La Patria su vida. “No puedo ser una tontarrona sión y Los Bipolares del Verso. Vi un concierto de Las Mon- Confieso que a veces me gustaría jalar el gatillo de
y exhibir mi cuerpo toda la vida a una ta-varones y lo nuestro fue amor a primera vista. Aunque una vez por todas.
[email protected] partida de imbéciles que gustan de ma- un poco desaliñadas, vi su potencial, el brillo de su talen- Al final del día es duro darme cuenta de lo que he he-
nosearte mientras tragan hamburgue- to, y lo proyecté hacia el futuro. Las agarré y las trans- cho. He apoyado a unas locas descerebradas. Sí. Ahora me
sas –decía–. La vida tiene que ser algo formé en lo que son ahora: las Barbacue Ketshup Girls, percato de algo insoportable. He colaborado en la crea-
D I S T R I B U C I Ó N G R A T U I TA más que esto”. quienes con su encanto demoledor, su propuesta sexual y ción de monstruos, en toda la extensión de la palabra. UC
4 UC número 68 / agosto 2015 número 68 / agosto 2015 UC 5
Que el periodismo es literatura bajo presión se ha escrito en casi todos los periódicos. Cientos de
libros son el resultado del trabajo de algunos memoriosos que se van a los archivos de prensa a
desenterrar letras dignas de mejor molde. Poco a poco Universo Centro ha comenzado a mezclar el
papel deleznable de cada mes con el lomo grueso de algunos libros. No somos casa editorial pero
tenemos en ciernes varios proyectos librescos con aliados de ocasión, socios y amigos. Van en hoja
de periódico los adelantos de tres de esas tentativas que estarán entre pastas antes de fin de año.
Disfruten las pruebas sobre barrios, fútbol y una ciudad con memoria fúnebre.

Encarecimiento de los
que carecieron de barrio
por E D U A R D O E S C O B A R
Fotografías: Juan Fernando Ospina

N
o sé si me perdí algo bueno o si fui privilegiado por la Mi padre coleccionaba antigüeda- agitando banderas rojas, desgañitándo- como una fiera con los fieros abogados de la ley, es decir, una organización
suerte de no haber vivido nunca de veras en un barrio. des. En cajas de cartón, encima de los se, los ojos rojos brotados y las lenguas del “primer nombre en textiles”. definida por una iglesia mastodóntica
Pero la cosa es que nunca viví en eso que encierra la pa- escaparates, debajo de las camas. Lu- rojas colgando hasta el pecho como cor- Mis padres debían creer que cam- construida con bases de empanadas,
labra de origen árabe encargada de nombrar las afue- jos tallados en cedro, cristales de Bohe- batas rojas; veo unos furtivos personajes biando de ciudad engañaban a la pobre- con una carnicería atestada de cadá-
ras de una ciudad. Los primeros años, que según dice mia, floreros azules en camas de paja. incoloros cruzando el jardín bajo gran- za. Pero la pobreza es paciente, incisiva veres de jóvenes vacas, una tienda de
el rumor de los aficionados a hacer metáforas son fundamentales en Para cuando pudiera cambiar la casa des fardos de telas, botines del saqueo; y pegadiza, y no se deja despistar con un abarrotes atendida por el hijo albino
la formación del carácter, los pasé entre dos casas en Envigado: la por una mejor. Cuando al fin lo con- veo a mi padre cuñando puertas y ven- trasteo. Y nos siguió hasta Bogotá, has- de un alcohólico, un salón de billares
de mi bisabuela, una casa grande de cuartos en galería, a una cua- siguió, me confesó que ya no valía la tanas con el mobiliario, y a la sirvien- ta Teusaquillo, que aunque figura con el que escupe tangos desde que amane-
dra de la plaza, donde después abrieron el almacén Ley, y la de mis pena, que sus pianos y sus exhibidores ta, Otilia, una mulata de dientes de oro nombre de barrio en los mapas de la ca- ce, una escuela con una campana que
padres, mucho más pequeña y luminosa, que tenía el encanto del de sándalo ya no le sabían a nada por- que mi madre quería como a una herma- pital, no sé si tengo derecho a conside- parte el día en porciones iguales como
fantasma de una niña de catorce años y medio que a veces se mani- que lo habían cogido viejo. na, con una expresión de resignación y rarlo como un barrio propiamente dicho, si fuera una torta, una parada de bu-
festaba por medio de una luz brillante como una estrella caída y pla- Jamás me lo dijeron, pero a mis pa- espanto. Y me recuerdo dando un paseo hasta hoy, que sigue siendo el mismo ses y un peladero que hace de cancha
neaba por el solar entre la raíz del papayo y la fronda del limonero. dres se les notaba que se sentían distin- con mi padre por el centro de la ciudad conglomerado de casas de aire europeo de fútbol, cuyos linderos marca una
La casa de mi bisabuela estaba pintada de un granate de sangre tos aunque les costara mantener a sus convertida en cenizas después del zafa- rodeadas de pinos ahogados en hollín. quebrada por donde bajan periódicos
vieja. Aromaba a azaleas, café, cacao y humo de veladoras votivas de hijos calzados y sin mocos verde páli- rrancho que siguió a la muerte de Gai- Cerca del húmedo apartamento con el muertos, perros podridos, zapatos no-
ricino, y a veces la invadía el tufo blandengue de la letrina de cajón. do sobre los labios, como los que lucían tán. Mi padre era laureanista de misa entresuelo cundido de babosas, donde nos, ollas rotas y harapos que cabe-
Mi bisabuela tenía un gato, que yo traté de ahorcar muchas veces, los hijos de la montonera, de los seres dominical. Y compró en el baratillo de mi madre abrió el Salón de Belleza Mia- cean contra las piedras. Porque eso es
sin crueldad, por una precoz inclinación a la ciencia, para averiguar comunes y silvestres, con quienes ape- los despojos un búho de fundición del mi mientras a mi padre se le soldaban los un barrio, me digo, aunque soy un lego
qué tan cierto era que los gatos tienen siete vidas. No saqué nada en nas trataban, a quienes distinguían con que estuvo muy ufano hasta que tuvo huesos, había dos parquecitos descuida- en barrios y apenas vine a conocer el
claro más allá de unos arañazos que no se me infectaron como qui- el saludo de una remota cortesía: mi que venderlo en uno de esos callejones dos, sombríos, alrededor de los cuales alma de un barrio a partir de cierta cla-
zás lo merecía. Pero me gané el odio eterno del gato, que me cogió madre levantando un poco el velo de económicos que parecían complacerlo. se había instalado una colonia judía. Me se de literatura que siguió al nadaísmo,
pavor. Como es apenas gatural. humo del sombrero fúnebre y mi padre Eso fue su vida: atesorar para dilapidar. gustaban los suspiros del trolley y el chis- escrita por jóvenes de Medellín y Cali:
Yo no crecí en un barrio. Yo crecí entre casas, en un laberinto de con una inclinación somera de la pe- Enamorarse de cosas que terminaban en porroteo de las cargaderas en las inter- Helí Ramírez, Juan José Hoyos y Óscar
casas que me es imposible reseñar, porque mi familia trashumante queña cabeza de mono. la prendería. secciones. Pero eso no hace un barrio, ni Domínguez, entre otros. Jóvenes escri-
siempre estaba cambiando de casa y porque se me confunden como Mis únicos amigos eran unos gusa- Ahora que lo pienso, viví en un mucho menos. En la esquina había una tores que se hicieron viejos rememo-
si fueran una sola casa plástica que cambia de forma con los años, nos y un perro muy grande color miel montón de barrios pero los viví al tienda donde yo compraba las revistas de rando partidos de fútbol entre equipos
según se van maleando los recuerdos. llamado Pipa, o que yo nombré Pipa, modo del dormido. Como un margina- Hopalong Cassidy y Roy Rogers, La pe- de camajanes y noches de amigos en la
A veces las casas estaban en un barrio. Como la que habitamos que venía a visitarme para recibir el pe- do. Sin participar en sus movimientos queña Lulú y los Halcones negros. esquina mal iluminada donde fumaron
mis padres, mis dos hermanas y yo en Armenia, Quindío, en un ba- dazo de panela que yo robaba para él y más que de lejos. Después de Arme- A falta de amigos en esas calles va- el primero cigarrillo y le dieron el pri-
rrio pobre, según oí decir, el barrio obrero, frente a un cementerio que él consumía con inmensa dificul- nia, de donde mis padres se fueron cías, y a modo de ensayo de fuga de la mer beso a una novia el mismo día que
cundido de malezas cuyo silencio no me inquietaba, y donde jamás tad porque tenía tan largas las orejas aterrados por el incendio, viví en Me- tutela de los padres opresivos, a veces estrenaron bicicleta.
vi entrar un muerto en andas de un montón de personas con cara de que temía comérselas y debía espan- dellín, en el barrio Boston, arriba, en me iba con mis diez años a ver el ave La cosa puede expresarse mejor de
“yonofuí” ni salir un vivo silbando, estrenando zapatos y atusándo- tarlas del plato con enérgicas cabeza- una casa con vista a la quebrada San- paraíso que había en una vitrina en la este modo: aunque mi familia como
se el bigote. Las calles eran anchas y destapadas, pero yo nunca les das. Qué orejas más tristes. Y qué triste ta Elena. Desde la terraza contempla- Quinta de Bolívar. O me metía en el casi todas las familias modestas de esta
pisé los terrones porque jamás me dejaban salir más allá del ante- como se marchaba después dando zan- ba los patios de las casas vecinas donde Museo Nacional a una exposición fila- república modesta a veces debió habi-
jardín, de modo que la idea de barrio, del barrio propiamente dicho, cadas de perezoso, no sin antes dirigir- las madres despiojaban a sus hijas, de télica financiada por la embajada de In- tar en barrios, yo no conocí los barrios,
fue una ilusión lejana, una abstracción, un paisaje remoto que no me me una sonrisa amarilla con todos sus rodillas ante ellas, pacientemente en- glaterra. Allí tocaba siempre el helado pues mi madre mantenía cerradas las
incumbía, un reguero de techos de barro o de cubiertas de cinc. A ve- dientes, largos y gastados. tregadas, cubriéndoles los muslos con aerolito de la entrada aprovechando el ventanas de sus casas. Porque mamá
ces una nube de polvo doblaba una esquina, a veces el escándalo de Los gusanos, por su parte, vivían en las cabelleras cundidas de liendres. Y primer descuido del guardia. Y jamás consideraba que la vida era peligrosa y
un aguacero formaba un río rojizo y turbulento que corría pegado a unas matas de anís en el solar, frente a más tarde viví en el barrio Alejandro dejé de visitar el hacha con que mata- estaba plagada de tentaciones innobles,
las paredes haciendo gorgoritos y arrastrando barcos de papel. Yo la cocina abierta. Eran anillados en ver- Echavarría, porque mi padre consiguió ron al general Uribe Uribe. De regreso y mantenía a sus hijos al margen de los
nunca pude hacer un barco de papel decente. Pero estamos hablan- de y negro, y yo los estimulaba con una trabajo en Coltejer. Y recuerdo que su a casa me daba una vuelta por el parque riesgos del mundo, el demonio y la car-
do de otra cosa. espiga del pasto para obligarlos a sa- primer reloj de pared, pues ya comen- Brasil, me emborrachaba en el carru- ne, los extraños, los negros, los gitanos
Mis padres, a pesar de las penurias evidentes del hogar, esta- car las diminutas antenas color papaya, zaba a aficionarse a los relojes, me sel destartalado, apedreaba un pinche y los curas, pues aunque era católica
ban convencidos de que nos corría por dentro una sangre azul es- blandas y parsimoniosas, y a expeler el producía una admirable sensación de y fingía comerme el supuesto despojo como la que más, también desconfia-
pesamente católica, apostólica y romana, y no compaginaban con olor característico de papaya podrida. seguridad que resultó transitoria, efí- para espantar al policía. ba de los curas y le parecía que estaban
el populacho del vecindario, con sus radios altisonantes y sus malos También tuve un enemigo: una no- mera. Porque por una crisis nerviosa, Ya empezaba a convertirme en un equivocados en un montón de cosas.
modales, sus modas y sus mascotas. Ambos detestaban las mascotas villa sin cuernos de un blanco sucio con quizás desencadenada por la falta de muchachito muy raro que quería ser El encierro perpetuo me obligó a
como posibles vectores de enfermedades y problemas. A mi padre manchas color vino que entraba en el sufrimientos, mi padre fue internado santo pero no paraba de masturbarse y crecer dedicado a los interesantes me-
que era flaco como un cepillo de dientes le gustaban las zarzuelas, antejardín a pisotear los claveles y que en la recién fundada clínica Los Ánge- quebraba adrede los vasos para ponerle nesteres de vigilar, en busca de un mo-
La boda de Luis Alonso le encantaba, y las arias de las óperas italia- yo echaba a patadas, sin odio, como si les, donde un doctor Jaramillo le partió un poco de emoción a la vida. Y enton- delo, la gravitación de las pequeñas
nas, la basura técnica de Paganini y El sombrero de tres picos de Ma- cumpliera un deber policial, como si la columna en seis pedazos con unos ces me fui al seminario. A hacerme san- galaxias que forma el polvo en las es-
nuel Falla. De modo que tomaba la música popular como una ofensa. contribuyera de ese modo a mantener choques insulínicos aplicados a la topa to. El seminario era lo más distinto a un padas de luz que entran por los topes de
Las rancheras y todo eso, y los tangos, propios de putas y de borra- el orden de la casa y la familia. tolondra en compañía de una enferme- barrio que se pueda imaginar. Y sobre los postigos; de descifrar la música de
chos. Mi padre era abstemio radical. Pero sobre todo los merengues Allá viví el 9 de abril. De la fecha ra borracha. Y echaron a mi padre de todo ese seminario en Yarumal bajo un la gota de una llave cariada en una se-
y los porros le parecían bullicios de vidas desarregladas. Cuando co- conservo unos recuerdos que he intenta- Coltejer. Y la familia partió a Bogotá cielo negro como el ala del gallinazo. cuencia de silencios que aprendí a va-
menzaban a sonar, escondía la cabeza bajo la almohada con el mo- do poetizar en vano. Veo pasar unos rau- con una magra indemnización que mi Fui privado por la suerte de la suer- lorar, tic, toc, tic, tictic. Tictic. Pausa
hín de alguien que se siente desgraciado. dos automóviles llenos de desaforados madre consiguió después de batallar te de conocer un barrio con todas las corta. Tic. Pausa larga. Toc. Y que me
6 UC número 68 / agosto 2015

hicieron soñar un tiempo con la idea de hacerme músico para inven-


tar el hidrófono, lo cual se me convirtió en una obsesión, en una es-
pecie de hidrolatría.
A veces me pasaba las tardes entresacando un orden en los flori-
pondios del empapelado. O inventaba paisajes en la humedad de la
pared de una habitación abandonada. O escarbaba bajo las piedras
de un solar y me embelesaba en las faunas que albergaban debajo,
colonias de cochinillas, escarabajos solitarios, pequeñas cucara-
chas deslumbradas y hormigas que cultivan huertos de hongos entre
arrumes de seda barata.
Qué podía importarme la vida de afuera en medio de mis graves
ocupaciones. Los gritos de gol de los muchachos de los barrios suce-
sivos. Los chirridos de los viejos buses que subían por las cuestas de
los barrios que habité sin vivirlos. Las mujeres llamándose a gritos
entre los balcones. Si era tan interesante, después de todo, sacarse
la lengua en los espejos y deambular por las casas herméticas atento
a la palpitación de los escaparates, convencido de que los taburetes
y las mesas adquirían vida y danzaban una danza mezquina cuando
yo no los miraba. Intenté sorprenderlos en sus actividades secretas,
pero tenían reflejos más rápidos que los míos.
A medida que fui creciendo la curiosidad pudo más que la disci-
plina, y unas pocas veces me atreví a indagar en la vida de los vecin-
darios. Pero los barrios me rechazaron. Los muchachos de mi edad
hedían, eran sucios y vulgares y andaban armados con navajas, es-
copetas de aire y caucheras. Sus charlas me parecían triviales y tos-
cas. La manera como se celebraban los pedos me asqueaba. Y las
cosas que se les ocurrían cuando pasaba una muchacha me inspira-
ban al mismo tiempo repugnancia y terror. Pero el rechazo me sal-
vó del prejuicio de tantos escritores modernos de la izquierda, la roja
roja y la rosa, incluida la rosa Luxemburgo y la rosa mosqueta, que
suponen que las gentes del pueblo, la masa, los pobres, son siempre
buenos, creativos y simpáticos, y los ricos perversos, ruines y peli-
grosos. Los pobres ricos. Imagínense.
Cuando pude zafarme de mis padres por fin y la vida exterior
se hizo inevitable, preferible en todo caso al ambiente tumultuoso
de la casa, vivíamos en Los Ángeles. En Chile con Miranda, arriba
de la Basílica Metropolitana de Medellín. Pero Los Ángeles tampo-
co era un barrio arquetípico, comparado con Aranjuez y Manrique,
por ejemplo, barriadas proletarias, o con La América. Los Ángeles no
contaba con una iglesia aparatosa y no tenía ese potrero de las pri-
meras alienaciones. De modo que acabé andaregueando por la calle
Junín, que además es una carrera, donde hice mis primeros amigos
de veras, entre la cocacolería, amigos como el Grillo Pérez, y como
Adolfo Echavarría que tenía un hermano barítono, y como Chucho
Puerta que era gordo y tonto pero tierno a su modo. Y como los na-
daístas que invadieron un día la calle paridisial, el Metropol, el sa-
lón de billares de Herbert Geithner, las heladerías Astor y Donald
y la Santa Clara del sordo Jaramillo y Bambi. Donde iban, con sus
amigos de los colegios San José y San Ignacio, las muchachas de la
pequeña burguesía que no olían a barrio y que no bailaban en los ba-
zares populares sino en los clubes donde a mí no me dejaban entrar.
Para nosotros la poesía estaba en los semáforos, y los protagonis-
Bailes sin mucho interés porque en Medellín el baile era una moda,
tas de nuestros cuentos llevaban en el bolsillo cajetillas de cigarri-
un deber que los muchachos debían cumplir como debían coronar
llos Pall Mall y los dientes de un hijo muerto y se angustiaban bajo
el bachillerato, y no una pasión como puede ser para un muchacho
un cielo vacío. Tal vez al fracaso práctico del nadaísmo contribuyó la
barranquillero que además está enamorado de una burra y no sabe
cómo decírselo a su novia la víspera del matrimonio.
aparición repentina de una cierta literatura que podría llamarse re- Novedades editorial Universidad EAFIT
gionalismo ilustrado, o costumbrismo refinado, arraigada en la vida
Más tarde, Jaime Espinel, apodado ‘Barquillo’, comenzó a hacer
de los pobres de las aldeas latinoamericanas, como la de Juan Rulfo
la corte al nadaísmo. Como tesis presentó unos poemas barrocos con
y Gabriel García Márquez, que poco a poco encantaron a la crítica in-
pegados de palabras sacadas de algún vademécum encontrado en
ternacional, frustrando entre nosotros la aparición de una auténtica
un basurero, que Gonzalo Arango inmortalizó en 13 poetas nadaís-
literatura existencial, que hablara de hombres verdaderos, de las an-
tas, la primera antología del movimiento. Más tarde, Barquillo, que
gustias de los hombres huecos, de los hombres de paja de las grandes
venía de Manrique, olvidó los galimatías de manual de laboratorio y
megalópolis que no saben qué hacer con sus vidas, entregados a tra-
quiso reinventar con mentiras arrastradas el barrio y sus héroes una
bajos inútiles y al ir y venir como muñecos por estas conurbaciones
épica falsa de toreros fracasados, bandidos de media petaca y mari-
donde los barrios van siendo reemplazados poco a poco por bloques
cas de poca monta, en una prosa desbocada y atractiva. Hace días
de dormitorios, por aglomeraciones de gentes cebadas con comida
estoy pensando que el papel del nadaísmo en la literatura colom-
chatarra que ven televisión y duermen sin sueños. Y ya ni siquiera
biana podría describirse como un coitus interruptus. Porque a noso-
maduran sino que se envilecen insensiblemente, sin preguntas, por-
tros, con las destacadas excepciones de Barquillo y Jotamario, poco
que además tienen la conciencia estragada. Y en quienes a veces apa-
se nos daban los barrios que apenas conocíamos. Todos los del pri-
rece la tentación del suicidio o el crimen gratuito, como la única, la
mer núcleo de Medellín éramos adolescentes del Centro, sin nexos
última posibilidad de experimentar emociones auténticas. UC
con el proletariado raso, hijos y nietos de pequeños comerciantes y
oficinistas. Amílcar vivió en Juan del Corral, cerca del restaurante
La Sevillana, al final de la manga de la llamada Calle del Calzonci-
llo; gonzaloarango, Caracas arriba, cerca de la iglesia de Boston; Al-
berto Escobar, cerca de la de San Benito, y Guillermo Trujillo, cerca
de la de San José. En pequeñas comunidades apacibles sin campo de
fútbol ni salón de billares, de modo que solo podíamos encontrarnos
en las cafeterías de Junín. Por eso la literatura que intentamos esta-
ba exenta de lo que después llamaron los valores populares, de las
reminiscencias de la música popular, de la jerga popular, de las ges-
tas populares. Y hablaba de las miserias espirituales y de las opresio-
nes del hombre civilizado, de bombones y música internacional y del
aburrimiento soberano y de las fiestas que hacíamos en los aparta-
mentos de nuestros amigos de la clase media.

El libro de los barrios es un proyecto


de Universo Centro en convenio con la
Secretaría de Cultura Ciudadana.
8 UC número 68 / agosto 2015 número 68 / agosto 2015 UC 9

Pasala Ricardo,
largas de cemento) como a una estre- Sonó el silbato y patié el balón, más con kilómetros hasta que vislumbré, como si servía para algo más que para lo que lo
lla y me presentó a los otros muchachos el deseo de deshacerme de él que con la entre brumas, el inmenso rectángulo hacíamos. Y luego todos crecimos.
que se estaban cambiando. Me mira- idea de hacer un pase; pero el compañe- bajo el cual se guarecía una pequeña Solo treinta años después volví a
ron serios, concentrados, con una cer- ro me devolvió el servicio y volví a que- criatura, y patié con todas las fuerzas jugar con una pasión parecida, en los

no seás
teza sólida de ser futbolistas que me dar con la pelota. En ese momento supe de mi vida para deshacerme de una vez partidos que organizaban los compa-
amedrentó; usaban doble media y espi- que había empezado el partido. Alcé la por todas de ese maldito balón, y seguí ñeros de la empresa para la que traba-
nilleras y todos tenían guayos. “Él es el mirada buscando a La Chinga o a Fer- corriendo sin importarme adónde ha- jaba. No eran en la calle sino en una
nuevo 10, un calidoso”, dijo Jairo, y me nando o a Diego o a Juanfer o incluso a bía ido a parar el tiro y crucé la línea cancha sintética por la que había que
entregó una bolsa plástica: “Este es su Ricardo, aunque fuera tan personalis- final sin discernir qué decían los con- pagar (¡pagar por jugar!) y en la que

personalista
uniforme. Cámbiese para que empece- ta, pero solo hallé rostros serios de ni- fusos gritos a mis espaldas, y pasé la solo se jugaba dos horas porque el tiem-
mos la charla”. ños adultecidos, vestidos igualitos, con pista de atletismo y subí los primeros po era contratado (¡el tiempo era con-
Me hice a un lado y abrí el paque- la actitud ansiosa y pesada de la gente escalones de la tribuna y seguí corrien- tratado!) y nuestros físicos atrofiados
te. Tomé la camiseta con las puntas de responsable. Chuté en dirección a cual- do sin parar por las calles del barrio El tampoco habrían dado para más. Juga-
los dedos y la saqué para contemplarla: quiera que tuviera una camiseta igual Dorado y por las del barrio Mesa y lle- ba a muerte, como cuando tenía nueve
blanca, con una franja amarilla que le a la mía y el disparo me salió como un gué a mi casa y me encerré en la pieza años, transportado a una dimensión sin
cruzaba el pecho, y arriba, en letras ne- chorrito sin fuerza que fue a parar a los a llorar avasallado por un sentimiento tiempo ni espacio, sin clientes ni pro-
gras: Depósitos La Glorieta. Le di vuel- pies de un contrario. Oí los gritos de re- en el que se mezclaban el peso de la de- veedores, sin amores contrariados, sin
ta y me impresioné cuando vi, ocupando proche y un desánimo paralizador me rrota y la liviandad de la libertad. fin de mes ni sobregiros ni arriendos,
toda la espalda, casi más grande que la cayó de sopetón mientras la vocecita de No salí de la casa durante tres días y cruzala César, correla Carlos, marcalo
por L U I S M I G U E L R I V A S camiseta, el número 10. Miré a los otros ninguna parte repetía: ¿Qué estás ha- me demoré meses para volver a pasar por Manuel, pasala Roberto no seás perso-
chicos, que escuchaban a Jairo como sol- ciendo acá? Me dije que solo se trata- los alrededores de la cancha de El Dora- nalista. Y en cada encuentro semanal
dados antes de entrar en combate. Sentí ba de un mal momento, que ninguno de do. A mitad de semana tocaron la puerta. dejaba la vida, la única vida realmente
Ilustraciones: SroK un escalofrío repentino, acompañado de esos chicos era mejor que yo. Pero cuan- —Doña, ¿Miguel está? mía, porque la que me esperaba al sa-
una vocecita que salía de ninguna parte: do había inventado un poco de ánimo el Y yo le hacía señas a mi mamá des- lir de la cancha le pertenecía a una se-
te metiste en la grande. Me cambié rápi- balón volvió a caer en mis pies y al mi- de debajo de la cama, moviendo el dedo rie de amos implacables. Pero sumido

V
do y me acerqué cuando Jairo trazaba rarlo quedé aterido, como un animali- índice a lado y lado. en esa pasión mística olvidaba los lími-
con tiza, sobre una tabla, varias líneas to obnubilado por un reflector, y chuté —No, como para qué sería. tes de mi cuerpo y le exigía esfuerzos
ine a enterarme de la impor- (que años más tarde se volvió temible), iban acercando a hacerle corrillo. Her- la semana apareció con una muestra del
que definían cómo nos íbamos a mover como fuera y a donde fuera. De ahí en —Es que es a ver si nos devuelve el ajenos a su naturaleza y a las leyes físi-
tancia mundial del fútbol sin mucha fuerza, pero voluntarioso e nando hablaba moviendo las manos, uniforme: camiseta roja con cuello azul y
y qué jugadas íbamos a hacer. Entonces adelante me dediqué a correr por toda uniforme porque ya tenemos el reem- cas, hasta que un día me rompí los me-
envigadeño recién llegué a incansable buscando el balón. Y luego emocionado, como si hubiera encontra- dos bandas azules horizontales, pantalo-
caí en cuenta de que nunca había juga- la cancha buscando los lugares por don- plazo pero necesitamos el uniforme. niscos con un solo traquido y no pude
Buenos Aires, cuando noté iban llegando los demás: Ricardo, Luis, do algo muy importante que se le hubie- neta azul con ribetes rojos: era hermoso.
do un partido con planes ni esas cosas, de no estuviera la pelota, mientras oía —Él no está, pero apenas llegue le digo. volver a jugar.
que los equipos del campeo- José, ‘Chepe’, Diego, y algunos ocasio- ra perdido: “Vamos a formar un equipo No tenía todavía el letrero de Creaciones
ni con más de cinco compañeros de equi- como en un eco lejano voces extrañas: El niño regresó a los dos días y des- Hoy, a kilómetros y años de esos
nato profesional argentino habían co- nales como ‘Beto’ y su hermano Juan de fútbol, aquí hay mucho talento, uste- Mimí porque solo era una muestra.
po, y en cancha grande. “¡Rivas, despertá!”, “¡Atembao, ayudá!”, pués mandaron a otro y a la semana si- partidos de empresa, y más lejos aún de
piado sus nombres de los equipos de mi Carlos, que aparecían cuando venían a des tienen mucha madera y sé que po- Al último entrenamiento llegamos
No recuerdo lo que dijo Jairo en esa “¡Rivas! ¡¿Qué estás haciendo?!”. Y luego guiente otro más hasta que se cansaron, los cotejos de la calle, escribo esto para
pueblo: San Lorenzo, River, Boca. Con pasar unos días donde la abuela que vi- demos pelear el campeonato infantil felices porque ya todos habíamos ter-
charla porque no puse atención. Yo ya corrí evitando no solo el balón sino tam- y yo nunca devolví el uniforme. No era jugar a pesar de los meniscos y como
esos equipos (los originales, los que vía en mitad de la cuadra. de la liga de Envigado”, decía, y noso- minado de pagar los guayos y ese día
estaba en otro mundo. Terminó de expli- bién a mis compañeros de equipo, bus- que quisiera quedarme con él sino que una manera de restituir el uniforme de
jugaban en la cancha de arenilla del Entonces se armaban las arquerías tros escuchábamos hipnotizados. Con- Hernando llevaría los uniformes. Pero
car la estrategia, miró su reloj, nos dio cando la cercanía de los contrincantes, no era capaz de devolverlo. Y cuando Depósitos La Glorieta. UC
barrio El Dorado) nació el fútbol, el pri- con piedras y Fernando y Ricardo ha- tó que había jugado en Los Naranjos y pasó media hora y no llegaba; pasó otra
un grito de ánimo y nos mandó a la gue- gente que no esperaba nada de mí, con por fin me decidí a hacerlo ya el campeo-
mer fútbol de verdad que vi en persona: cían el pico-monto-pico-monto, y se for- en San Mateo (insignes equipos enviga- media hora y una hora más hasta que
rra. Al entrar en la cancha toqué el sue- la que me sentía un poco más seguro, nato se había acabado. Nunca lo volví a
partidos con jugadores uniformados, maban los equipos: yo me voy con La deños cuyos nombres fueron de los po- nos cansamos de esperar. ¿Qué le pa-
lo de arena con la mano derecha y me menos incomprendido. tocar y estuvo muchos años guardado en
guayos y árbitro vestido de negro con Chinga, entonces yo me quedo con Mi- cos que se salvaron de ser copiados por el saría?, nos preguntábamos al otro día.
eché la bendición, pero el gesto no fue En el momento más agudo del atur- el fondo del cajón de la ropa.
silbato, libretica y tarjetas, en cancha guel, yo me voy con Juanfer, y yo me lle- fútbol argentino) y que había dirigido la Y nunca lo supimos porque nunca vol-
tan glorioso como me lo había imagina- dimiento un defensa de Depósitos La Cuando volví a la calle y los amigos
grande con las líneas marcadas, como vo a Manolo, yo voy con Chepe, venga pa infantil del San Lorenzo, pero que se ha- vimos a saber de él. Desapareció como
do y lo sentí más bien como el rito pre- Glorieta hizo un potente rechazo que me preguntaron cómo me había ido, les
se jugaba en la televisión, y no como lo acá Diego. Arrancaba el partido y jugá- bía tenido que ir de la ciudad y ahora ha- había llegado, como un fantasma. El libro de los 85 años de la
vio a la ceremonia de mi sacrificio. Troté cayó cinco metros adelante de mí (el dije que muy bien pero que me había
jugábamos nosotros todos los días (has- bamos y jugábamos y sudábamos y ale- bía vuelto con la intención de formar un Pasamos una semana de luto y nadie Liga Antioqueña de Fútbol,
sobre el campo inconmensurable, al fon- único del equipo en campo contrario), aburrido y no iba a volver, que no había
ta cinco y seis cotejos diarios) en una gábamos y nos desgañitábamos: pasala equipo nuevo, independiente; que nos volvió a la calle. Hasta que las ganas de editado por Universo Centro,
do del cual se alcanzaba a ver la arque- y escuché la voz desgañitada de Ta- como el fútbol de nosotros. Pero algo se
calle inclinada, con piedras como ar- Ricardo, caele Beto, duro Juanfer, po- había visto jugar varias veces y que con jugar fueron más grandes que cualquier
ría del equipo contrario como un barco bares: “Es tuyo, Rivas, está hecho”. El había roto dentro de mí porque nunca circulará desde el
quería y tenis rotos o botas desjarre- némela Chinga, dejá de ser personalis- nosotros sabía que iba a ganar el campeo- decepción y sin llamarnos ni decirnos
asomándose en el lejano horizonte. Casi grito me punzó como un chuzo y corrí volví a jugar como antes, del todo, con la 5 de noviembre.
tadas, y hasta zapatos de la primera ta Ricardo, chutá Diego, golazooo, eso nato municipal. El equipo ya tenía nom- nada nos encontramos otra vez y vol-
empujado por un compañero llegué al como un autómata, alcancé el balón sin plena inconsciencia de no saber qué era
comunión para estupor de las madres, no fue gol, cómo que no si pasó entre las bre: Creaciones Mimí, como se llamaba vimos a armar el partido con arquerías
punto central donde esperaba el árbitro. pensarlo y avancé con él kilómetros y eso que hacíamos ni cómo se llamaba, o
y con equipos claramente diferenciados piedras, sí pero muy arriba, cómo que la empresa de un amigo de él que nos iba de piedras, olvidados de la vana ilusión
por uniformes inconfundibles: uno sin muy arriba si pasó debajo del travesaño, a regalar los uniformes, o sea la pantalo- de los arcos grandes. Jugamos con más
camiseta y otro con ella. cuál travesaño ome, listo mijo sigamos neta y la camiseta, porque las medias las ahínco que nunca y más partidos que
En la carrera 37 entre calles 37 y 38 que goles es lo que les vamos a meter. Y ponía cada jugador y los guayos los po- siempre, sin hablar mucho, poniendo
del barrio Mesa viví mi época gloriosa luego de un partido de tres horas a doce díamos comprar entre todos, ahorran- toda la energía en el pavimento para en-
como futbolista, antes de que mi talen- goles, con cambio de arquería a los seis, do, porque él tenía quien nos los vendiera terrar el mal recuerdo con la pasión de
to fuera descubierto por Jairo Tabares, conversábamos un rato sentados en la más baratos al por mayor. Remató dicien- una gambeta, con la emoción de un pase
el técnico de uno de esos equipos de acera mientras chupábamos bolis, y des- do que si entrenábamos juiciosos, en seis preciso, y ponémela Chinga, metele taco
cancha grande, que me fichó después pués se armaba otro partido con los ju- meses estaríamos listos para empezar a Juanfer, perseguilo Manolo, pasala Ri-
de verme jugar un desafío contra los de gadores intercalados y juegue y juegue, jugar fútbol de verdad. cardo no seás personalista, chutá Diego
El Guaimaro y me introdujo en el fútbol y otra vez correla Juan Carlos, meliáte- Empezamos a entrenar lunes y miér- chutá y golazoooooo. Y a veces, cuando
verdadero, abriendo la senda que me lo Chinga, quitásela Juanfer, Diego Ale- coles, de siete a nueve de la noche, en dis- el balón se iba lejos y nos quedábamos
habría llevado directo al profesionalis- jandro que venga a almorzar es la última tintos lugares. A veces en la cancha de La parados esperando que alguien fuera
mo si no se hubiera desviado, bajo el in- vez que le digo, ya voy mamá, caele Ma- Paloma, otras en un tierrero del barrio por él y en ese momento aparecía en la
flujo de mis terrores ancestrales, por el nolo, cruzala Beto, pasala Ricardo no San José, de vez en cuando en la cancha esquina la figura de un hombre mayor,
camino del infortunio. seas personalista, ¡fául, fául!, dejá de ser de baloncesto de La Merced, e incluso en mirábamos atentos, silenciosos, sin de-
Ahora es que pienso: para qué me cochino Juanfer, cómo que cochino si la mismísima cancha de El Dorado, a un cirnos nada, esperando que, después de
metí en eso del fútbol grande sabien- solo fue un taco. ladito porque ese día había partido. Tro- solucionar sus inconvenientes, Hernan-
do que antes de la aparición de Jairo ya Obvio que todos teníamos el sueño tábamos, hacíamos flexiones, pateába- do hubiera regresado con una caja llena
éramos verdaderos futbolistas profesio- de jugar en un equipo de cancha gran- mos balones llenos de arena, hacíamos de guayos y uniformes.
nales, si tener profesión es dedicar días de, con uniforme, director técnico y ár- tiros desde lejos y jugábamos pequeños Habían pasado varios meses y ya casi
y noches enteras (porque en las noches bitro y jueces de línea y todo. Pero de cotejos con arquería grande, en la que nadie mencionaba a Hernando cuando
soñaba con partidos) a una sola activi- eso casi no se hablaba, tan absortos es- los arqueros se podían tirar voladoras. Y apareció Jairo Tabares. Le acabábamos
dad. Como si antes de Jairo el destino tábamos realizando el sueño de jugar a cada entrenamiento todos llevábamos de ganar a los de El Guaimaro doce a
no me hubiera enviado una advertencia el día entero todos los días. O tal vez la cuota del ahorro para los guayos, pro- ocho y yo había metido siete goles. Mien-
clara con la aparición de Hernando, el no nos atrevíamos a soñar en voz alta ducto de las raciones diarias que nos da- tras escurría una bolsa de agua, senta-
técnico fantasma. y pensábamos que eso era para otros, ban en la casa y que no nos gastábamos do en la acera, Jairo se me acercó y me
En esos días yo salía de mi casa a las una cosa muy distinta a lo que nosotros en la escuela. Hernando recibía la plata dijo que había visto el partido, que él era
nueve de la mañana y al voltear la esqui- hacíamos todos los días: jugar. y anotaba la cifra en un cuaderno fren- el técnico de Depósitos La Glorieta y es-
na los encontraba a todos ya listos: ‘La Por eso cuando apareció Hernan- te al nombre de cada uno. Entrenábamos taba buscando un 10 urgente porque al
Chinga’, un moreno bajito igualito a Pe- do, el técnico fantasma, todos nos en- soñando con el partido inaugural: nos que tenía lo habían operado de apendici-
lezinho y tan calidoso como él, parado tusiasmamos. Nadie supo de dónde veíamos caminando con esa prestancia tis: “Pasado mañana tenemos partido y
sobre el balón; Juanfer, una mole tor- salió pero cada uno creía que era cono- que da la altura de los primeros guayos, necesitamos solucionar ese problema. Si
pe e impasable de piernas blanquísimas cido de alguno de los otros por la fami- como las mujeres cuando estrenan taco- usted quiere ya está en el equipo, díga-
y dientes de conejo, que redujo su vida liaridad con que nos trataba. Después nes; saliendo del camerino, tocando la me de una vez y lo planillo”.
futbolística a esa época porque después de un partido muy reñido yo había ido arena con la mano y echándonos la ben- Aunque Depósitos La Glorieta era
nunca a nadie en ningún lugar del uni- a mi casa a llenar con agua una bote- dición antes de entrar sacando pecho, mi- un equipo de verdad y aunque Jairo
verso se le ocurrió ponerlo a jugar en un lla de gaseosa, y cuando volví encon- rando a la tribuna con un ojo y con el otro era conocido en el ambiente del fútbol
equipo; Fernando, mono, de ojos verdes, tré a Fernando y a La Chinga al lado a los demás compañeros en sus posicio- y aunque no me había pedido plata, no
con un carácter mucho más notable que de un señor blanco y alto, de pelo cor- nes, con el uniforme limpiecito de Crea- pude dejar de sentir desconfianza. Pero
su habilidad física que le bastaba para ge- tico y bien peinado, con la camisa por ciones Mimí. Un mes antes del comienzo fui al partido.
nerar respeto y capitanear un equipo con dentro y los zapatos embetunados; lo del campeonato Hernando llevó las pla- Jairo me recibió en el camerino
entereza; y ‘Manolete’, un chico tímido escuchaban atentamente y los otros se nillas de inscripción y nos pidió foto, y a (una caseta con tres baños y dos bancas
10 UC número 68 / agosto 2015 número 68 / agosto 2015 UC 11

M
uertos cercanos es el re- casi nadie se negó a responder, entendí a leerlo. Me pareció que no había perdi- pueden mencionar una persona cerca-
sultado de un interro- que la pregunta provocaba respuestas do nada de su capacidad reveladora del na que ha sido asesinada.
gante: “¿Quién es la que revelaban algo profundo e íntimo so- vínculo entre Hitler y los alemanes, no Comunicar la dimensión o el impac-
persona asesinada más bre el trauma vivido en la ciudad. Enton- obstante el carácter asistemático de su to de la violencia en números o tasas
cercana a usted?”. Se ces decidí que valía la pena realizar una estudio de opinión. de homicidio es un ejercicio importan-
trata de una pregunta que Kateryne publicación independiente con las res- La metodología de Muertos cerca- te para los expertos, pero, para muchos
Atehortúa y yo les formulamos a unos puestas a esta pregunta. nos tiene mucho que ver con la aplicada otros, no permite realmente palpar la
doscientos amigos, conocidos y descono- Walter Kempowski ya había mos- por Kempowksi. Nuestro tema (la re- gravedad de una situación. En un perío-
cidos en Medellín durante 2009 y 2010. trado el poder revelador que una pre- lación entre los medellinenses y la in- do de treinta y cinco años (1975-2010),
Muertos cercanos.
La pregunta surgió de la investigación gunta específica puede tener respecto tensa violencia vivida en la ciudad) y Medellín sufrió alrededor de noventa
Gerard Martin y Kateryne Atehortúa.
para mi libro Medellín: Tragedia y Resu- a determinados hechos de un período el contexto (un régimen democrático) mil homicidios. Más allá de la frecuen-
La Carreta Editores – Universo Centro, 2015.
rrección. Era una pregunta entre muchas histórico. En 1973 reunió, en un libro son, sin duda, radicalmente diferen- cia con la que estas personas responden
otras. Sin embargo, cuando descubrí que relativamente corto, las respuestas a tes. Además, nuestra pregunta es más de manera afirmativa a la pregunta,
la mayoría de los entrevistados decían su pregunta “¿Usted ha visto a Hitler?”, directa. Su aspecto más revelador es, son reveladores y dolorosos el conteni-
tener personas cercanas que habían sido formulada de manera aleatoria en Ale- en primera instancia, la simple cons- do y la forma de las respuestas.
asesinadas, que sus respuestas eran en mania a decenas de personas. Al traba- tatación de que hay muchas personas
general inmediatas y muy directas, y que jar en Medellín recordé ese libro y volví de Medellín que, sin tener que pensar, Gerard Martin
Mi tía. A ella la mataron por robarle. Todos íbamos juntos,
cuatro primos, a acompañarla siempre hasta la casa, porque todos
trabajábamos en un restaurante todas las noches, hasta las cuatro
de la mañana. Ese día había dos tipos y ella como que supuso y nos
dijo: "Ey, muchachos, ¿no será una trampa?". Un primo dijo: "No,
tía, ¿quién dijo? Por aquí no pasa nada, por acá nos conocen". Lo
que decía mi tía era verdad. En una esquina había un tipo hacién-
dose el que vomitaba y en la otra esquina, en la reja de un negocio,
había otro con un fierro, con un revólver. Se nos arrimaron, se pu-
sieron pasamontañas y nos dijeron que ese era el día de todos no-
Un personaje público. La muerte de la persona más Mi tío y mi exnovia. Mi tío murió hace más de vein- sotros. Yo estaba asustado, pasmado, yo no hablaba, pensé que me
cercana a mí que no es ni familiar, ni cercana, pero que me afectó por- te años. Cuando estábamos en Semana Santa nos dieron la noti-
iba a morir. Mi tía tenía el delantal y allí la plata. Los manes le qui-
que me tocó presenciarlo, fue el asesinato de Héctor Abad Gómez, el cia de que lo habían matado, a bala, en el barrio Buenos Aires. Él
taron el bolso y se alejaron. Como que miraron y, en ese momen-
líder de los derechos humanos en esta ciudad. Ocurrió en 1987. Yo era mecánico. Digamos que era mi ex novia, pero estábamos en
to, mi tía sacó una plata que le quedaba en el bolsillo. La mataron
tenía veintinueve años, salí de cine en el teatro Libia y subía en ese un proceso de volver a conversar, de sentarnos después de mucho
delante de nosotros y salieron corriendo. A nosotros no nos hicie-
momento, en automóvil, por la calle Argentina hacia la carrera Mon tiempo a hablar, y quedamos de vernos un lunes. Yo llamé el do-
ron nada. En el barrio El Salvador, en Apartadó, región de Urabá
y Velarde, cuando presencié el asesinato. Vi caer a un señor de edad mingo a confirmar esa cita y me dieron la noticia de que la habían
encontraron el bolso. Estuvimos cuatro días en la estación de po-
y luego vi también a una señora a su lado. Me conmovió demasiado matado. Hasta ahí llegué. No sé qué le pudo haber pasado, nadie
licía mientras nos investigaban. Incluso, éramos supuestos cómpli-
ver la escena. Luego, cuando me bajé del carro, y antes de que llega- sabe. Claudia tenía en esa época diecinueve años. Eso fue hace
ces, porque además no se habían robado esa última plata tampoco.
ra todo el corrillo y todo lo que se desató, con los organismos de segu- más de quince. Era la mujer más trabajadora de este mundo. Era
Pero nosotros no fuimos.
ridad y todo lo que implica esto, fui a ver a esa persona en el piso, con de esas mujeres a quienes no les gustó estudiar en la vida, pero le
su traje impecable, sangrando, y a la señora aturdida. Me dije: "Pero, gustaba trabajar.
(Hombre de 22 años, asistente soldador y cerrajero, barrio La América)
¿cómo se les ocurre matar a un anciano? Si matan a un anciano, son
capaces de matar a un niño, a cualquier otra persona". Imagínese el (Hombre de 36 años, historiador y bibliotecario, barrio Prado)
impacto cuando después resultaba que ese anciano era esa persona
honorable, ya de edad, y la otra persona era una compañera de traba-
jo, una maestra. Es una historia terrible de lo que han representado
Muchos. Hubo muchos, y de pronto algo que sí me dolió fue
la muerte de un artista, un cantante. Él salió del cumpleaños de una
para mi generación los asesinatos y la violencia en Medellín. Vecinos. No tengo ninguna persona cercana asesinada, tía y un pelao de esos de por acá lo mató. Le decían Colacho, tenía
pero vecinos sí he visto. A veces menores de edad, a veces mayores.
dieciocho años y una muchacha estaba esperando un hijo suyo. Eso
(Hombre de 50 años, historiador y administrador cultural, barrio Prado) Se involucran en problemas raros, con drogas, o se meten en gru-
es duro porque era alguien que hacía algo por la cultura de uno, sa-
pos armados. Vivo en San Javier, pero no en la parte más maluqui-
caba a los jóvenes de la violencia para que hicieran un arte, canta-
ta. Se sabe de varias cosas, porque es cerca de barrios que son muy
ran. Y eso es muy duro.
pesados de ambiente. ¿Pero que haya personas cercanas a mí asesi-
Mi hermano. Por desgracia, hace veinte años un vicio- nadas? No.
(Hombre de 25 años, músico, barrio San Javier La Loma)
so lo cogió a tiros en la calle. El problema no era con él, porque el
vicioso iba por las calles así, todo loco, disparando. Le pegó un ba- (Mujer de 19 años, vendedora de calzado en el barrio Belén)
lazo por la espalda, lo llevaron a cirugía y allí murió. Los del sector
dijeron que había sido un tipo todo trabado que andaba por ahí pe-
leando con otros, todo loco, por ahí en los vicios. Mi hermano en ese
Un amigo. Directamente, como que hayan matado a un ami-
go o a un familiar, no me ha pasado. El único ser cercano y querido
entonces tenía 33 años, vivía con la señora, dejó una niña y trabaja- Mi abuelo. Se llamaba Félix Antonio Gómez Mazo. Lo ma- que he llorado es un amigo que murió hace tres años, pero fue por-
ba la construcción. taron cuatro hombres atracadores, cuatreros del barrio Machado
que él tomó la elección, se suicidó. Yo te podría hablar de la violencia
en Bello, hace ya unos veinticinco años. Recuerdo que él salía con
en Medellín más desde mi percepción como alguien que estudia desde
(Hombre de 44 años, oficios varios, Bello) sus dos yeguas cargadas con tinajas de leche a venderlas allá en ese
las ciencias sociales que como una víctima de esa violencia.
barrio. Un día los asaltantes lo emboscaron, pero él actuó rápida-
mente. Sacó su pistola o su revólver y mató a tres. El cuarto, apro-
(Hombre de 30 años, filósofo, barrio Carlos E. Restrepo) UC
vechando el susto y el espanto, le pegó un garrotazo y le quitó el
Cercano, no. Pero en la finca donde trabajé con mi espo- arma. Con la misma asesinó a mi abuelo, aunque agonizó durante
so mataron a ocho. Eso fue hace siete años. En los límites de Mede- ocho días. Los disparos eran en la cabeza. Se dice que un asesino
llín y Copacabana. Era una gente que venía a alquilar. No sabíamos nunca quita una vida con arma ajena. Pero si el destino lo llevó a co-
quiénes eran, simplemente se les alquiló parte de la finca. Una no- meter un asesinato, por esa vida que quitó, pone a cuatro almas en
che vinieron por ellos. Eso fue terrible, pero nosotros nos salvamos. pena. El asesino, de apellido Moncada, pagó veinticinco años en la
Nos dejaron vivir, pero nos fuimos y nunca más volvimos. Mi esposo cárcel Bellavista. Muertos cercanos es una coedición de
todavía está nervioso y muchas veces no puede dormir. La Carreta Editores y Universo Centro.
(Hombre de 32 años, profesor, municipio de Bello) Circulará en La Fiesta del Libro.
(Mujer de 52 años, agricultora, municipio de Jericó)
12 UC número 68 / agosto 2015 número 68 / agosto 2015 UC 13

s c o t a s por L I Z E T H L E Ó N

a
Ilustración: Elizabeth Builes

M Caído
del zarzo
Elkin Obregón S.

EL ALTO DE
OTRAMINA
N
son más grandes que los que usté me vende a tanto. Mi papá encapu- o he visto Carta a una sombra, el muy elogiado docu-
chó a dos, los vendió, y plata en mano se encargó de cerrar el nego- mental de Daniela Abad y William Salazar, un certero
cio llevándose a los dos restantes. No más patos en esta historia ni enfoque, aseguran, de la figura y entorno familiar de
en el solar ni en las clases de lectura. Cuatro patos que sabían leer, la Héctor Abad Gómez; pero vi un avance que pasó la tele,
mejor educación que un pato haya podido recibir; ni siquiera el pa- y en ese avance la secuencia en que Héctor Abad Facio-
tito feo que se convirtió en cisne era capaz de leer el cuento sobre el lince recorre a caballo un camino campesino, mientras se oye su voz
patito feo que se convirtió en cisne. Los míos sí. Cuatro patos lecto- en off, recitando o diciendo el Relato de Ramón Antigua, de León de
res en la plaza de Paloquemao. Greiff. No sé si esa secuencia encaja en el tejido de la película, o si es
Basta de lágrimas. Dejamos de extrañar a los patos con la si- una especie de paréntesis, más o menos gratuito. Pero me encanta, y
guiente tanda de huevos; aunque un día los huevos mismos fueron hasta agradecería su gratuidad, si tal es el caso. Porque exalta la fres-
insuficientes. ¿Y ahora? ¿Vender las gallinas? Imposible. Matemos ca belleza y la importancia singular de ese poema, un soberbio y nue-
una. ¿Pero cómo? Yo le digo cómo. En la esquina de la casa se planta- vo grito de independencia (poético) ante la madre patria.
ba Mercedes, Merceditas, la viejita de los aguacates y los mamonci- Según cuenta Belisario Betancur, de Greiff le dijo alguna vez ha-
llos y las frutas malas que botaban en Paloquemao –donde algunos berlo escrito para demostrar que sabía hacer romances, aunque no los
patos sabían leer. Mercedes, Merceditas, campesina morena y recia, hacía (no hizo ningún otro), porque no quería “ser esclavo de García
de trenzas blancas, negras, blancas con negro, saco azul y delantal. Lorca”, como tantos hubo por estas tierras. Porque, bien claro está,
Mercedes, Merceditas, mamá de Inés, abuela de dos muchachitos. el poema de León, con su triunfal olor a enjalmas, a mulas criollas
Mercedes, Merceditas, la que quería a papá por comprarle aguacates y a aguardiente (y más allá de eso, una manera de contar), está a un
sin pedir rebaja y a mamá porque, cuando se enloquecía, le regalaba océano de distancia, no solo de los romances lorquianos, sino tam-
a Inés y a los niños toda nuestra ropa. Mercedes, Merceditas, la que bién de los infantes de Lara, del ciclo del Mío Cid e incluso de La tie-
me llamaba niña carlitas, porque la hija de Don Carlos es muy hija de rra de Alvargonzález, de Antonio Machado. Todos ellos, sobra decirlo,
su papá. Mercedes, Merceditas, no me diga niña carlitas. Como su- tesoros de la lengua. Laus Leo.
mercé diga, niña carlitas. PD. El Relato… (está en el libro Variaciones alredor de nada) hace
Mercedes, Merceditas, sabía matar gallinas. Deje mija que yo voy parte de los poemas nacidos o inspirados en Bolombolo, (“Bolombolo
el jueves y le enseño cómo es que siace. Y así fue. Mercedes, Mercedi- (…) monótono país del sol sonoro”), que es, además de una comarca
tas, llegó a las cinco de la tarde, cuando el sol escaseaba en el patio y paisa, la más perfecta aliteración de la poesía colombiana.
las gallinas se adormilaban. Pasó derecho por la cocina, salió al pa-

CODA
tio, entró al solar. El cuento, mija, es muy sencillo. Vusté elige galli-
na y la deja tomar confianza; la corretea por todo el patio y la agarra
endespués con fuerza. Dígale al chino que aliste cuerda pa amarra- Galina Likosova es matemática y pianista, Hernán Humberto Res-

C
le muy bien las patas, y con el animal dominado sumercé le tuerce trepo es ingeniero y musicólogo. Ambos enseñan en la Universidad
uando yo nací, Bogotá era ya una ciudad y La Candela- a la profe. Dispersas, dispersas, dispersas, dispersas. Reglazo. Ten- el pescuezo. No me le vaya a dar pena ni se ponga vusté con cuen- Nacional de Medellín, y orientan el grupo Interdís, cuyos documenta-
ria el propio centro en lugar de un confín. Los adultos no sas, tensas, tensas, tensas. Reglazo. Cuac, cuac, cuac, cuac. Reglazo. tos, eso dele con enjundia que así le sabe más güeno. Deja la gallina les rescatan la vida y obra de compositores colombianos de la llama-
podían andar más de una cuadra sin alegar que “esto era Me subía la ira del profesorado. Reglazo. Los patos hacían charcos muerta, le reza tres padres nuestros, alista el platón con agua, uno da música culta.
un potrero” o “aquí quedaba una laguna” y que la ciudad de agua. Reglazo. grande y que esté hirviendo. Vusté le suelta las patas, agarra el ani- Son documentales impecables, en contenido y elaboración. Además
estaba jodida, muy jodida. Las mamás cocinaban, los pa- Después de las clases algunas lograban dejar el corral para correr malejo, lo dentra en agua caliente y deja que afloje el cuero. Le va de la música, miran a los hacedores. Uno nos cuenta el renacimiento de
pás trabajaban, los niños se gastaban la plata en maquinitas, las ni- con esa calma zen de las gallinas que siempre parecen a punto de vo- quitando las plumas, con maña y sin tanto agüero, y toitico pelaíto lo un hombre, otro revela incomprensiones y mezquindades. En uno de
ñas jugaban Champusí. Las familias tenían perros, las abuelas gatos lar. Y volaban, digamos. Volaban como los aviones de papel que hacía- abre y saca los huevos. ¡Límpiele bien la sangre! ¡Desprésela poai de- ellos, el músico y docente chileno Mario Gómez Vignes llora ante cáma-
vagabundos, las tías pájaros, y los vecinos educaban loros. Los pe- mos con mi hermano: bajito, poquito y mediocre. No era un vuelo sino recho! ¿Sí ve que no tiene ciencia? ¿Vusté no se crio con eso? ras al evocar los últimos días dolorosos de un gran compositor caleño.
rros eran casi siempre callejeros, de nombres como Trotsky, Princesa el aleteo torpe de la caída. ¿Y qué hacían cuarenta gallinas y cuatro Parecía echando un conjuro, una bruja en un aquelarre. Merce- Interdís suma hasta ahora cerca de diez trabajos. Se pasan ocasio-
o Motas, los gatos arañaban y daban miedo, los pájaros canturrea- patos en el solar de los León Borja, tan lejos del campo y tan cerca del des Merceditas con gorro de bruja y nariz de bruja y cucharón de nalmente en los canales regionales, en horarios insólitos. Corrección,
ban en las mañanas y los loros sabían decir “hijueputa”. Pero yo no Palacio de Nariño? Producir. Las gallinas ponían huevos doble yema, bruja. Mercedes Merceditas con una escoba Mercedes Benz. Ese día insólito sería el Triple A. UC
tuve perros ni gatos ni pájaros ni loros. Cuando el campo ya quedaba gigantes, deliciosos. ¿Y los patos? Comer, comer para engordar y al- mataron una, y cada tanto mataban otra. Mercedes no volvió pero
lejos, tuve cuarenta gallinas. gún día producir. Comer para algún día ser comidos. Todo un empo- mamá siguió el ritual. Otras cinco, otras diez, otras quince, otras
Cuarenta gallinas en una casa de La Candelaria, entre el brevo rio avícola cuya virtud fue producir más en la cabeza de mi padre y en veinte. Otras y otras hasta que fueron treinta y nueve. Sancochos,
y el cerezo y la hierbabuena y el romero y la enredadera y el saúco y los anhelos de mi madre que en la realidad del solar. Ese era el rebus- ajiacos, sudados, gallinas criollas. Suculentos platos con gallinas le-
las uchuvas y el llantén. Cuarenta gallinas y cuatro patos en el solar, que planificado de un andariego capitalino –papá periodista, dos via- tradas y estudiosas, que habrían podido leer de corrido Las mil y un
después del patio y junto a la casa de los gnomos, porque mi casa es jes a Europa– y una campesina tolimense hija de campesinos que una recetas colombianas con gallina. Y comimos –¡vaya si comimos!– con
una matrioska de ladrillo con una casa más pequeña en su interior. vez vio al Diablo y a la Virgen de Chiquinquirá. gusto y pésame todo ese desfile de carne colegial.
En la casita, que es una habitación, vivía Doña Angelita: una vieja de Pero los huevos se vendían, sí. En la tienda de Doña Lucía que en- Llegó el día en que solo quedaba otra para el último ritual. Siem-
ojos verdes, dulce y pequeña, que tomaba changua en las mañanas tonces era de Doña Rosa, en el mercadito de Don Álvaro, en la car- pre jueves, a las cinco, mamá correteó la gallina y la agarró como
en un pocillo de flores que giraba y batía antes de cada sorbo. nicería de la loma. Otros se quedaban para la casa: los huevos fritos una experta. Mi hermano la ató de las patas, ambos la aseguraron
Cuarenta gallinas rojas, cafés, blancas, rebosantes de plumas, de mis desayunos, los huevos con arroz y atún de mi hermano, los bien. Mamá le torció el pescuezo y la soltó un poco después. Entre
gordas y bulliciosas a las que yo enseñaba a leer mientras empolla- huevos de la changua de Doña Angelita, los huevos para la torta de los tres la desplumamos, la limpiamos, la rajamos. Sin más, sin do-
ban huevos. Aquí la a, aquí la c, diga kokorokó, usted por qué no espinacas de mamá, los huevos tibios –más bien crudos– que hacía lor, por costumbre. Una parte de nosotros fue su infierno y fue su
hizo la tarea. Cada una tenía cuaderno, nombre, expediente. Cua- papá. Un idilio de yemas cremosas, amarillentas, almíbares salados, cielo. ¿Adónde van las gallinas cuando mueren? Al estómago de los
renta gallinas y cuatro patos que entraban peinados y en fila a cla- y claras tostaditas, batidas, espumosas. Comimos huevos hasta que comensales. Entre todos devoramos las letras, los sonidos, mi mamá
se y que a la hora de leer se desordenaban y revolvían la comida sin dejamos de tener gallinas, y tuvimos gallinas hasta que dejaron de me mima mucho yo amo a mi mamá. Tragarse las palabras –¿pudo
control. Entonces me transformaba en una maestra estricta, regla en comprarnos huevos. Lógicas de mercado. ser más literal?.
mano golpeaba el tablero: a ver Josefina, qué dice acá. Vocalice, mi- El día que dejamos de vender huevos mi papá vendió los patos. Para cuando matamos la gallina cuarenta, algo en nosotros ha- DR. GUSTAVO AGUIRRE
jita, que no se le entiende nada. Reglazo. Cuac cuac cuac cuac. Re- Porque olvidé decir que mientras las gallinas ponían huevos para bía cambiado. Yo no daba más clases, jugaba sola al correo, y mamá OFTALMÓLOGO CIRUJANO U DE A.
glazo. Los patos andaban en fila como bebés con piernas de alicate. medio barrio, los patos comieron y crecieron como nadie pensaba no cocinaba tanto porque se enloquecía más seguido. Mercedes Mer-
Reglazo. Las gallinas miraban el tablero, miraban arriba, miraban que un pato para la venta, en la ciudad, podía crecer. Fuimos inca- ceditas dejó de vender a diario y mi papá compraba aguacates pi- CIRUGÍA CON LÁSER
abajo, miraban la regla, miraban los patos, miraban el brevo, mira- paces de sacrificarlos, algo los queríamos; pero el amor no es más diendo alguna rebaja. Los corrales se los comió el óxido y la mugre
ban la casa de Doña Angelita, miraban el patio, miraban los cuader- fuerte, es el hambre. En Paloquemao comenzó el tanteo, y allí se hasta que un día la inercia no dio más y los quitamos. Volvimos a co- Clínica SOMA
nos, miraban las letras, miraban los árboles, miraban la enredadera, quedaron. ¿A cómo los patos? A tanto. ¿Los va a llevar? No, tengo mer huevos, de una yema, cada dos días. No hubo más sancochos ni Calle 51 No. 45-93 • Tel: 513 84 63 - 576 84 00
miraban el tapete de llantodebebé, se miraban entre ellas, miraban cuatro para vender. ¿Y a cómo los vende? A tanto con tanto porque sudados. Si las gallinas vivieran aquí leerían FIN. UC
14 UC número 68 / agosto 2015

Se nos iba
el tiempo
conversando
Álbum de amigos
Fotografías de Jairo Osorio

N
o sabemos si las copas llenas son la mágica atracción
para fundar la amistad. O al contrario, la amistad pro-
duce el goce de llenar las copas para mojar el lenguaje y
relucir el abrazo. Así sucedió durante el reinado cultu-
ral, fraterno y alcohólico de Manuel Mejía Vallejo, que
convocaba con solo el tintineo de su vaso a medio llenar.
Estas fotos de Jairo Osorio revelan los sitios y los protagonistas
de esa pequeña tropa de mujeres y varones que departimos en un es-
tado espirituoso de copas fecundas, cuando ser amigos era una vir-
tud y un mandato del corazón. UC
Jaime Jaramillo Panesso

Toda la programación en www.fiestadellibroylacultura.com

Identifique en estas fotos a: Luis Fernando Peláez, X-504, Darío Ruiz,


Juan Luis Mejía, Alvaro Tirado, Juan Manual Roca, Carlos Bueno,
Gustavo Alvarez Gadeazábal, Miguel Escobar, Martha Elena Bravo,
Mario Rivero, Oscar Jaramillo, Antonio Restrepo.
Arte Central

Ana Patricia Palacios


NO MÁS
Pigmentos sobre lienzo
127 x 81 cm
2010
18 UC número 68 / agosto 2015 número 68 / agosto 2015 UC 19
Se remueve la tierra y la memoria. Dos amigos de la casa
cuentan sus historias en la Comuna 13: mitos de infancia,
trabajo en horas extras, patrones entrevistos, milicianos
encapuchados, pillos a caballo y en moto, militares en
tanqueta, paras en la vanguardia y en la retaguardia.
Dos películas con todos los actores del conflicto.

por M A U R I C I O L Ó P E Z
Fotografías: Juan Fernando Ospina
1 Socorro
En 1988 el combo de Los Montañeros Doña Ana Tabares, la señora promi- Nacional ganó la Copa Libertadores y, aunque éramos hinchas del
le declaró la guerra al de Los Duros tras nente de la cuadra –tenía una microem- DIM, todos en la 101 salimos a celebrar. Fue uno de los últimos abrazos
el asesinato de Raúl, hermano del duro presa de modistería–, se unía con doña grupales en El Socorro, una de las últimas veces que trasnochamos al
de Los Montañeros. El pelao subió a “la Gabriela, que también cosía, y com- ritmo de Lisandro Mesa y Los Corraleros de Majagual.
plaza” de la cancha, compró y no le alcan- praban mercados para repartir entre Días después supimos de la llegada de refuerzos para Los Duros y de
zó la plata. Pidió una espera, dijo que ya los más pobres. Las familias de Diegui- la aparición de un nuevo combo en El Chispero. También se hablaba de
volvía con lo que faltaba. Los Duros le di- to y de Octavio siempre eran las pri- gente rara que deambulaba por Juan XXIII, La Pradera, El Coco y el 20
jeron que sí y lo dejaron ir con su “envuel- meras en recibir el regalo. Doña Ana y de Julio. Cosas extrañas sucedían en las noches. A los parqueaderos lle-
to”. Los Montañeros siempre andaban a doña Gabriela fueron las fundadoras de gaban buses cargados de jóvenes procedentes de Castilla, Manrique o
caballo, así que Raúl salió en su tordo fla- la barra El Hincha Fiel, y todos nos vol- Belén. Al morro llegaba gente armada y encapuchada. Las mamás nos
co, al trote por toda La 43. Cuando iba ca- vimos hinchas del Medellín. Íbamos al prohibían salir a la calle, ya no se respetaba ni el mediodía. A cualquier
mino a El Chispero, un sector cercano a estadio uniformados con las sudaderas hora se podía ver a los “capuchos” persiguiendo jóvenes drogadictos.
Juan XXIII, Los Duros lo acorralaron en- y camisetas que ellas confeccionaban. Los mataban al pie de las casas, junto a sus madres y hermanos. Los ma-
tre dos carros y lo mataron, junto con el Ir a fútbol los domingos era una reli- taban solo a ellos, a los “drogos”, para dejar un mensaje claro.
caballo. La tragedia tuvo escena surrea- gión, y una delicia para todos. Las seño- Yuma no había vuelto a aparecer. Se comentaba que era el jefe en
lista, pues una vaca que pastaba al pie de ras llevaban sancocho o arroz con pollo y Juan XXIII y que tenía entre ojos a Alejo, quien se había vuelto el perso-
la carretera, se asustó y salió corriendo al lo repartían en el entretiempo. Íbamos a naje más odioso y peligroso del barrio; decían que se robaba caballos y
escuchar los disparos, perdió el control y Oriental, y en los clásicos compartíamos vacas en las fincas del morro, y los dueños, cansados, le habían puesto
cayó justo en la parte delantera de uno de tribuna con los hinchas de Nacional. Si el precio a su cabeza. Le hicieron varios atentados, pero no lograban matar-
los vehículos de los asesinos, quienes si- sancocho de alguna de las barras se ma- lo, ni siquiera herirlo. La suerte lo abandonó un lunes festivo. Ese día iba
guieron a pie. El carro abandonado dela- lograba, las demás juntaban porciones caminando por la 101 y Yuma lo alcanzó. Se saludaron, se abrazaron y se
tó a los sicarios, y se prendió la guerra en para compensar la pérdida. fueron juntos para el rastrojo, un terreno baldío que quedaba detrás de la
El Socorro. Los Montañeros salieron a ca- Doña Ana Tabares tenía tres hijos: 101, junto a la cancha de fútbol.
ballo a enfrentar a Los Duros. Mataron Nandito, Wilmar y David. Nandito, el ma- Nosotros estábamos parados en un muro, viendo conversar a dos ami-
cinco. Luego se emborracharon en el gra- yor, trabajaba como chófer de bus y de gos. Fue una sorpresa terrible ver a Yuma, quien había crecido con nosotros
nero de la 102. Esa noche, un miércoles taxi, y había sido mi padrino de confirma- haciendo novenas y persiguiendo globos, sacar un cuchillo de su chaqueta
de octubre, vi a Popeye por segunda vez, ción. Wilmar era el segundo, un pelao ale- y clavárselo a Alejo una y otra vez. Meses más tarde los capuchos mataron a
de nuevo en su carro de color azul, otra gre, buen futbolista, amante de la salsa. Sergio, dizque por haberse robado una camiseta de los Guns N’ Roses en el
vez de blanco y con sombrero. Se bajó David era el menor, el mimado de la fami- Obelisco. Lo mataron a bala, frente a Juan Carlos, Diego y yo.
con un arma en la mano. Caminó despa- lia, y amigo de todos los niños del barrio: La muerte acechaba en cada esquina, en cada curva. Los pillos se
cio hasta donde estaban Los Montañeros. Sergio, Diego, Juan Carlos, Juan K., Octa- aprovechaban de nosotros y nos daban a guardar armas y drogas. La

H
Cuando estuvo frente a ellos se detuvo, vio, Danilo, Carola, Bertha, Sandra. Kika patrocinaba uno de los combos, el de El Chispero, entre otra cosas
abía cumplido apenas diez años pero ya entendía mucho dijo un nombre y, al obtener respuesta, La violencia del narcotráfico lo para que le cuidaran a Lucas, su pequeño hijo, nuestro vecino. Nadie po-
del mundo que me rodeaba. Ya sabía cuáles piedras pisar disparó. Luego, como si nada, se devolvió cambió todo. Los combos crecieron, se día mirar feo al niño, nadie podía quejarse de sus insultos. Éramos sus
y cuáles no. El calendario marcaba 1987. Habíamos llega- hasta el carro y se marchó. multiplicaron y se dispersaron por to- esclavos, y a cambio, él nos “ligaba” de vez en cuando.
do a El Socorro, San Javier, dos años antes, desde el barrio Se confirmó que El Socorro era un ba- dos los rincones de Medellín. Ya no se Los combos empezaron a enfrentarse a los capuchos. La guerra fue
Popular 2. Nos habíamos ido de allá, pese a tener casa pro- rrio destinado a la tragedia, al que le esta- trataba de ladrones de bolsos y de an- tremenda. Mataban a cualquiera por simple sospecha. Los jóvenes no
pia, huyendo de la balacera. Los enfrentamientos entre Los Priscos, Los ban llegando telegramas del infierno desde tenas de carros como Los Montañeros, volvían a aparecer. Los quemaban en las ladrilleras o los sepultaban en
Nachos y Cañada Negra nos obligaron a dejar nuestro único patrimonio. el día en que un psicópata mató a varias quienes jamás se metían con los niños las escombreras. Era difícil saber quién era de qué bando. Todos se cu-
Para colmo, guerrilleros del ELN, el EPL y las Farc habían comenzado su mujeres y se metió al morro para escaparse. del barrio ni con los vecinos. Eran otras brían el rostro para disparar. También los hijos de doña Ana cayeron en
avanzada hacia los barrios de las grandes ciudades, y en Medellín ha- La policía no pudo dar con él, pero algunos “ligas”. La plata abundaba en ese cami- esa guerra. A Nandito lo mataron bajando de San Cristóbal, a David lle-
bían empezado por la comuna 1, justamente por Santo Domingo Savio. familiares de las víctimas sí. Lo colgaron en no de fieras. gando a Santa Lucía.
De modo que nos fuimos para El Socorro, un barrio pequeñito, cons- la rama más alta de un eucalipto. Muchos de los jóvenes de El Socorro Mi familia no aguantó, fuimos los primeros en mudarnos. Nos fui-
truido sobre el paso de dos quebradas, al pie de una colina y al lado de Antes, en 1987, un aguacero desbor- se convirtieron en adictos y empezaron mos en 1990, rumbo a Aranjuez. Mi papá había comprado una casa en
una caballeriza de los Ochoa. Al principio nos pareció un barrio normal, dó varias quebradas, entre ellas La Hue- a formar grupos delincuenciales. Ami- San Cayetano. Me dolió dejar a mis amigos, pero estoy seguro de que si
tranquilo, muy familiar. En las calles, niñas y niños perseguían cometas, so y la Ana Díaz. El barrio se inundó y la gos de infancia como Alejo, ‘Yuma’ y no me hubiera ido también habría caído.
globos o llantas de moto y bicicleta. Los niños jugaban fútbol con pelotas borrasca se llevó las pocas pertenencias ‘Gori’ fueron los primeros en conseguir Luego mataron a Pablo y los combos tomaron otro rumbo. Los para- Anuncio Taller-Alberto González.indd 2 10/04/14 19:54
de trapo en arcos de piedras; las niñas observaban desde las aceras mien- de las familias: televisores, colchones, armas: navajas y cuchillos al principio, cos reclutaron todas las estructuras del narco caído, y la guerra contra
tras dibujaban príncipes en sus cuadernos de sirenas o de Menudo. equipos de sonido, ropa... Lo peor fue luego trabucos y pistolas hechizas. la guerrilla se hizo todavía más cruel. Ya no solo mataban a los supues-
Íbamos a estudiar, casi todos, a la escuela El Socorro, en los límites que la crecida arrastró a un recién naci- La guerrilla había empezado a llegar tos rivales: los torturaban. Les cortaban la lengua, los dedos. Los despe-
con Antonio Nariño. Quedaba al pie de una cancha de arenilla donde es- do y dejó a su madre arrodillada al pie a la comuna desde los cerros y matorra- llejaban, les clavaban alambres en los ojos. Enviaban las cabezas a sus
trenaron su juego Daniel Vélez, José de Arco, Sergio Otálvaro, Diego Ál- de la corriente. Esa tragedia nos marcó les de San Cristóbal. Se acabaron los pa- familias, envueltas en papel de regalo, con mensajes terroríficos: “Mire,
varez y Juan Fernando Quintero. a todos, al igual que la historia del psi- seos de olla al morro, a elevar cometas y pa que adorne la casa el 31 de octubre”.
Los clásicos entre El Socorro y El Coco eran inolvidables, al igual que cópata y la de la vaca suicida y el caballo a rodarse en costales de fique. Era peli- Para todos los que crecimos en la comuna 13, la Operación Orión
los cotejos entre San Javier La Loma y Antonio Nariño. Nosotros, los más sentenciado. Luego apareció otro engen- groso subir, y era peligroso dejar la ca- fue una farsa, una disculpa para consolidar el poder paramilitar. De-
pequeños, los veíamos desde una improvisada tribuna de piedras, troncos y dro, un violador de menores a quien na- lle 101, el último rincón pacífico que le trás de los soldados y policías se fueron metiendo criminales de la ta-
tierra, emocionados, imaginándonos en la cancha, con el 10 en la espalda. die tuvo la valentía de denunciar. quedaba al barrio. Los guerrilleros man- lla de ‘Carlos Pesebre’, quien tomó el control del corredor de la quebrada
La otra diversión era subir al morro, donde pastaban los caballos de En fin, El Socorro mereció su nom- daban en lo alto, la periferia. Escribían La Iguaná. Mandaba, además, en la parte alta de Belencito, en Belén y
los Ochoa y de Carlos Lehder. No sabíamos quiénes eran esos señores bre. Poco a poco se fueron extinguiendo panfletos amenazantes, decretaban ho- en Robledo. Don Berna utilizó la Operación Orión para limpiar los ex-
hasta que estalló la bomba en el almacén La casa del niño y el deportis- los buenos años. Los años de comer ma- rarios de salida y llegada a las casas. De- pedientes de sus lugartenientes: ‘Tom’, ‘Valenciano’, ‘Sebastián’, ‘Colas’,
ta, y ahí sí supimos del Cartel de Medellín, de “don Pablo” o “Pablito”, de rrano en familia con todos los vecinos, cían, incluso, qué música se podía oír. ‘Morro’, ‘Barney’, ‘Orión’, el mismo Carlos Pesebre, y demás. Así termi-
‘Popeye’, ‘La Kika’ y los demás asesinos. como si hubiéramos nacido del mismo Sobrevivimos al 88. Aunque con pro- naron de sepultar nuestros barrios. Algunos guardamos recuerdos de
Una vez un amigo me dijo: “Mirá, ese es Popeye, el que se bajó de ese vientre. En Navidad nos uníamos para blemas, el barrio seguía adelante. Las perseguir globos, de jugar a pie limpio, de quedarnos hasta medianoche
carro”. Estaba vestido de blanco, de saco y corbata, y tenía puesto un cu- poner cadenetas de colores y decorar mismas familias, costumbres similares, escuchando las historias de doña Ana, doña Gabriela y doña Silvia. Pero
rioso sombrero blanco. Caminó hasta una esquina, habló con unos jó- las casas con árboles de papel, gorros de los mismos amigos. Las niñas se metie- también tenemos las cicatrices de la guerra.
venes que estaban sentados en la mesa de un granero y se fue. Yo me Papá Noel y farolitos de cartulina. Los ron a clases de modistería, los pequeños En las escombreras y en los hornos de las ladrilleras no solo quedaron
quedé atónito, pues ya lo había visto años atrás, igual de bien vestido, más pequeños hacíamos la novena hasta nos hicimos Boy Scouts; seguíamos estu- los huesos y las cenizas de muchos de nuestros amigos y vecinos, sino tam-
en la cancha del Popular 1. el 24, y no nos faltaba aguinaldo. diando y soñando con ser futbolistas. bién los de esa Medellín que alguna vez fue la mejor ciudad para vivir. UC
20 UC número 68 / agosto 2015 número 68 / agosto 2015 UC 21

El tiempo del miedo


por J O S É D E L O S S A N T O S R A M Í R E Z
2 Fotografías: El 9

P
ara muchos la guerra era solo
un hecho distante, un mur-
mullo lejano y temible en-
trevisto en la mugre de la
prensa y el ruido de la radio y
la televisión. Habíamos padecido la vio-
lencia de los narcos, pero eso de enfren-
tamientos con helicópteros artillados
que disparaban indiscriminadamente
sobre las casas, francotiradores en las
colinas de los barrios, bloqueos de ca-
lles para contener el avance del enemi-
go, retenes de policía a la entrada de la
comuna, requisas para entrar o salir,
detenidos, muertos y desaparecidos,
era nuevo.
Era el tiempo del miedo: dormir
bajo las camas para esquivar las balas
de los tiroteos de toda la noche, aso-
marse al balcón para a ver a la gente
indefensa blandiendo trapos blancos,
implorando que el Black Hawk no se in-
clinara sobre sus cabezas.
Pero todo eso se veía venir, había in-
dicios, historias, presencias.
Los barrios populares de Medellín policía habló de carro bomba y el gobierno de un atentado contra el Durante los cuatro días del desarrollo de la Operación Orión no
supieron de la guerrilla en la década derecho a la información, pero nunca se dijo la verdad sobre el por- se permitió el ingreso de los medios a la comuna. El 20 de octubre,
del ochenta, durante las negociaciones qué de la bomba. cuando ya los enfrentamientos habían cesado, obtuve autorización
con el gobierno de Belisario Betancur. De nada valieron las denuncias y acciones propagandísticas. para entrar, recorrer y reportar sobre el terreno los estragos en la
El espacio abierto fue aprovechado por Para agosto de 2002 los paramilitares ya habían comenzado a ins- zona de guerra: vi los carros quemados, atravesados en la entrada
el M-19, el EPL, las Farc y el ELN para talarse en los sectores de La Loma, San Cristóbal y La Gabriela, así del 20 de Julio, con que los milicianos habían tratado de contener el
crecer y afianzarse en diversos sectores como en los barrios Juan XXIII, Blanquizal y La Divisa, de donde las avance del ejército; subí hasta El Corazón y constaté los destrozos en
de la ciudad. Con el fracaso de los acer- milicias habían tenido que replegarse hacia donde aún eran fuertes: las casas por las explosiones y las balas, y los grafitis en las paredes
camientos de paz y el avance del nar- Las Independencias, Nuevos Conquistadores, El Corazón, Belencito que invitaban a la resistencia. La gente despertaba de una pesadilla.
cotráfico, esos espacios se perdieron, y Villa Laura. Y ya no había rastros de las milicias.
se transformaron. Pero las semillas del El 16 de octubre llegó el puntillazo final. Helicópteros Black Recibí el último comunicado de los CAP el 21 de octubre de
espejismo revolucionario estaban plan- Hawk, tanquetas y tropas con ametralladoras M60 y fusiles acordona- 2002. Querían decirle a su gente que el espíritu de lucha se mante-
tadas. Y abundaba el más peligroso de El territorio estaba dividido. Las milicias populares El 20 de agosto en la madrugada inició la Operación ron la zona para impedir el ingreso de organismos defensores de dere- nía: “Que la milicia se fue y abandonó; que derrotaron la resistencia,
los abonos. controlaban Las Independencias, Nuevos Conquistado- Antorcha en Las Independencias, El Salado, 20 de Julio y chos humanos y medios de comunicación. Así comenzó la Operación que nos liquidaron; que nuestra moral está por el suelo... Son mu-
Entre 1996 y 1997, la escasa pre- res, Belencito y Villa Laura, el ELN patrullaba el 20 de El Corazón, con el pretexto de evitar atentados durante la Orión, en la que participaron más de tres mil hombres del ejército y la chas las calumnias, las mentiras y las estupideces que la bota militar
sencia del gobierno en las zonas más Julio y El Corazón, y las FARC el sector de Zonitas. Feria de las Flores que iniciaba. En el asalto murió un cabo policía, respaldados por paramilitares encapuchados y uniformados. y sus fieles medios de comunicación difunden a cuatro vientos para
pobres de la ciudad tuvo como respues- Luego de las primeras “bendiciones”, comenzó el ata- de la policía y dos más resultaron heridos, al igual que dos Desde el balcón del tercer piso donde vivía vi los helicópteros ame- encubrir la masacre y los graves atropellos cometidos por las fuerzas
ta el surgimiento de grupos armados que frontal contra los CAP por parte de los organismos de menores y 37 civiles. El principio de distinción entre com- trallar de manera indiscriminada las viviendas del 20 de Julio, El Sa- armadas del Estado, en su arremetida total contra nuestras comuni-
como las Milicias Populares de Occi- seguridad del Estado. Los “paras” venían detrás. batientes y civiles ya no importaba, la guerra en los barrios lado, Las Independencias y Nuevos Conquistadores; el operativo se dades y sus líderes populares, en el afán de posicionar a los parami-
dente, las Milicias América Libre y los El 24 de febrero de 2002 se realizó la Operación Oto- altos del occidente ya no era una noticia distante. extendió también hacia Belencito y El Corazón. Veía a los habitantes litares en la zona. De seguro, frente a las nuevas condiciones y para
Comandos Armados del Pueblo (CAP), ño. Efectivos del ejército, el CTI y el desaparecido DAS El avance paramilitar, de la mano de las fuerzas mili- de esos barrios agitar sábanas blancas para no ser acribillados. no poner de carne de cañón a la comunidad ante un enemigo cada
que asumieron funciones de control so- irrumpieron en la supuesta celebración de los seis años tares, denunciado desde finales de 2000 y comienzos de Estaba viviendo la guerra sin que mediaran las pantallas ni los vez más bestial, implementaremos nuevas formas y nuevos meca-
cial en un corredor estratégico para la de fundación de los CAP; capturaron a 42 presuntos mi- 2001 por organizaciones defensoras de derechos huma- periódicos. Mi hija tenía pocos meses de nacida y yo me encargaba nismos para continuar la resistencia. Quizás no será tan visible ma-
guerra donde no se conocía ni se reco- licianos, y decomisaron armas de fuego, municiones y nos y por los propios Comandos Armados del Pueblo, era de cuidarla. Al mismo tiempo sentía el deseo de saber y contar lo que terialmente nuestra presencia, pero de seguro la haremos sentir y
nocía al Estado. prendas privativas de las fuerzas militares. una realidad visible. ocurría. Entonces la cargue, salí de la casa y logré llegar hasta un haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que no se apague
Los CAP lograron reconocimiento Solo tres días después se llevó a cabo la Operación Con- Al sentir que sus denuncias eran ignoradas, los CAP di- punto cercano a la Unidad Hospitalaria San Javier, adonde la gente esta llama revolucionaria que se ha encendido en las mentes, cora-
y poder empleando estrategias de in- trafuego en el barrio Blanquizal. Por primera vez se utili- señaron acciones para que la ciudad se enterara de cómo, llegaba caminado, cargando a los heridos desde los barrios altos con zones y brazos de tantos pobladores de la ciudad”. Eso decían, pero
tegración con la comunidad, lo que les zaron helicópteros artillados para apoyar a cerca de 600 en nombre del anticomunismo, morían –y seguirían mu- improvisadas banderas blancas en sus manos. Desde un teléfono pú- ya eran un fantasma.
permitió contar con respaldo para mo- policías, 400 soldados y 63 fiscales, que realizaron 63 alla- riendo– muchos inocentes. Primero pensaron en secues- blico comencé a contar el horror que estaba viendo. Por azar me ha- Después de eso perdí todo contacto con los CAP. Traté de averi-
verse y conseguir que muchos jóvenes namientos y 31 capturas, decomisaron armas, explosivos y trar al director de un noticiero radial de Medellín para bía convertido en corresponsal de guerra. Describía el estruendo del guar por tres de sus líderes, con los que había tenido algunos acerca-
se sumaran a sus filas. Su origen aún no equipos de comunicaciones. En medio del fuego indiscri- entregarle un comunicado, pero desecharon la idea y op- tiroteo, el sobrevuelo de los helicópteros, los cañonazos de las tan- mientos, y me dijeron que, al ser detenidos en un retén paramilitar,
es claro. Para algunos eran una disiden- minado murieron cinco hombres señalados de milicianos. taron por dejar un falso carro bomba en la calle San Juan, quetas, las caras de angustia de la gente, los gritos de auxilio para conscientes de las torturas y sufrimientos que les esperaban, habían
cia del ELN y para otros una facción de Ocho días después de la Operación Contrafuego, aten- cerca de la 76, con un comunicado en el que detallaban que atendieran a los heridos, el caos en la unidad de salud, el asom- optado por suicidarse con un veneno. No sé si será cierto o una de
una milicia desmovilizada; lo cierto es diendo un llamado de los CAP, subí al barrio La Divisa y me el avance de los paramilitares, denunciaban la llegada de bro de todos frente a las dimensiones de una violencia que nunca tantas leyendas que se tejen, pero espero que alguien pueda algún
que consiguieron afincarse en los ba- entrevisté con ellos y con algunos miembros de la comuni- gente del campo que se instalaba en sitios estratégicos de imaginaron: desaparecidos, muertos, heridos y detenidos. día contar la verdad de ese final de bruma y pólvora. UC
rrios, controlar aspectos de la vida co- dad. Las pruebas que me entregaron mostraban que no to- los barrios y describían el reclutamiento de jóvenes por
munitaria y figurar en los medios por dos los detenidos eran milicianos y que uno de los “muertos parte de los ‘paracos’. Pero Medellín fue sorda.
algunas de sus acciones. en combate” era un menor con retraso mental muy conoci- ***
En la madrugada del 5 de septiem- do en el barrio. Esas denuncias nunca fueron escuchadas. Nos conocimos cuando éramos niños. Mi familia aca-
bre de 2000, entre las 3:00 y las 3:30 Estas dos operaciones fueron apenas ejercicios de baba de llegar a Medellín desplazada de Urabá por la po-
de la mañana, los CAP activaron cargas entrenamiento para lo que sucedería el 21 de mayo de breza y la violencia partidista, y vivíamos en una de las
explosivas en seis sedes de empresas de 2002. Ese día, a las 3:00 de la mañana, tanques blindados casas de propiedad de su abuela. Pasados muchos años
juegos de azar en Medellín, Itagüí, Co- del ejército destruyeron un transformador de energía y nos volvimos a encontrar. Acudía con cierta regularidad
pacabana, Bello y Girardota, según las dejaron a oscuras la parte alta de los barrios 20 de Julio, a las oficinas de un noticiero, subía hasta el segundo piso,
autoridades, para presionar por el pago El Salado, Las Independencias y Nuevos Conquistadores, saludaba a la gente y permanecía durante mucho tiem-
de extorsiones. dando inicio a la Operación Mariscal. Durante doce horas po conversando con alguien en la redacción. Acuerpado,
Acciones como estas, sumadas a los hubo un despliegue de casi mil efectivos de la policía, el alto, blanco, de nariz aguileña y porte militar, se llama-
asesinatos y secuestros que se les atri- ejército, la fuerza aérea, la fiscalía y el CTI. ba Carlos Mauricio García Fernández, alias ‘Doble Cero’,
buían, fueron la excusa ideal para que, Gracias a las denuncias de organizaciones defensoras y era el jefe de seguridad de Vicente Castaño, el fundador
con la bendición de algunos sectores del de derechos humanos el operativo no pudo desarrollar- del Bloque Metro.
poder económico y político de la ciudad, se totalmente. Sin embargo, en esas doce horas murieron En su desespero ante la arremetida paramilitar, y en-
irrumpieran los paramilitares. Su pri- nueve civiles –entre ellos varios menores de edad–, hubo furecidas por las visitas a la emisora de uno de sus enemi-
mer objetivo era sacar del territorio a las 37 heridos y 55 personas fueron detenidas sin importar si gos acérrimos, las milicias decidieron poner una bomba
milicias “independientes” y a las Farc y eran culpables o inocentes; simplemente se asumía que en las instalaciones. El 24 de agosto de 2001, hacia las
el ELN; estas dos últimas organizaciones quienes vivían en la 13 eran milicianos. 9:30 de la noche, un carro de paletas cargado con treinta
se habían instalado en la Comuna 13 a La ofensiva continuó, y el 15 de junio de 2002 se ade- kilos de explosivos fue detonado en la parte posterior del
finales de los noventa, aprovechando el lantó la Operación Potestad, en la que murió un presunto edificio. Hubo cerca de 35 heridos, y graves daños mate-
camino abierto por los milicianos. miliciano y dos más fueron capturados. riales en la emisora y en varias edificaciones vecinas. La
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Maxakali
Fotografías y texto de
FRANCISCO CÁRDENAS ROJAS

E
l lenguaje nos permite transmitir nuestras ideas, conoci- durante casi una hora. Fuimos recibidos por veintitrés indígenas, en
mientos e identidad de generación en generación. Se es- medio de un fuerte hermetismo. Con el paso de las horas nos acogie-
pera que más del cincuenta por ciento de las lenguas que ron y pudimos compartir una larga jornada y acercarnos a sus acti-
existen hoy en el mundo desaparezcan antes de los próxi- vidades: conseguir alimento, cocinar, tejer, danzar, dormir, sus ritos
mos cien años. Cuando muere el último hablante de una para limpiar el cuerpo. Gracias a la presencia de Javier Baias, antro-
lengua se pierden los siglos de tradiciones y conocimientos que han pólogo y lingüista brasilero especializado en esa comunidad, logra-
contribuido a forjar lo que somos. mos entender y dar valor histórico a lo que teníamos enfrente.
Lenguas en peligro de extinción es un proyecto de investigación A pesar de tener un proceso de occidentalización bastante avan-
que durante los últimos tres años ha trabajado en el entendimiento, zado, mantienen buena parte de sus tradiciones bajo reserva y ate-
clasificación y caracterización de cada una de las lenguas que so- soran su historia tanto como su lengua: Maxakali. De cómo vivían
breviven en nuestro país, con fines de apropiación lingüística, his- en el siglo XIX y la confrontación que marcó su destino todavía que-
tórica, cultural y patrimonial. En él se articulan academia, Estado da mucho. Su vivienda tradicional estaba hecha de ramas cubiertas
y empresa privada, con la Universidad Nacional de Colombia como con hojas de palma. Los hombres dormían en una cabaña asignada
base de trabajo. para ellos, por lo que en la noche mujeres y niños no iniciados en ri-
El gobierno de Brasil adelanta el proyecto Línguas Ameaçadas, tuales espirituales tenían prohibido el ingreso. Dentro de la cabaña,
proceso con las mismas características, necesidades y responsabili- los espíritus de los muertos se revelaban a los hombres en sus sue-
dades del que llevamos en Colombia. En los últimos dos meses se lo- ños. La iniciación anual de los jóvenes era un proceso largo que in-
gró un acercamiento con ellos, lo que ha permitido la colaboración cluía clases de canto nocturno. Hoy, el Maxakali sigue enterrando a
y transferencia permanente entre los dos equipos de investigadores. sus muertos en cuclillas. Por esta razón afirman que sus almas son
En trabajo de campo realizado durante la segunda semana de capaces de convertirse en jaguares.
agosto, visitamos a la comunidad Maxakali, en el estado de Minas La comunidad que sembró y vivió de maíz, batatas, frijoles y algo-
Gerais, en el sector Juiz de Fora. La conforman entre quinientos y dón, todavía siente la caza y la pesca como sus formas de superviven-
seiscientos habitantes, divididos en diferentes resguardos. Para lle- cia. La occidentalización se fortalece debido al intercambio comercial
gar a uno de ellos viajamos en helicóptero durante más de dos ho- y oral que el no indio impone cuando se acerca al resguardo.
ras desde Río de Janeiro. Luego hicimos un recorrido a pie de unos Para las comunidades de Brasil y Colombia, conservar sus len-
treinta minutos, para finalmente embarcarnos por el río Paraibuna guas va de la mano con restaurar sus identidades y sus valores. UC
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Magia
con orinal por K O L E I A B U N G A R D
Ilustración: Verónica Velásquez

E
l mago salió de la cantina tallaron con las manos tapándose el pecho desnudo, por qué no le de- —Pues muy raro. Yo le creo lo del
vestido de mago. Estaba dis- jaron libre aunque fuera un pezón. orinal pero si voy y lo veo yo mismo.
puesto a desaparecer la sire- El cantinero, más sobrio que nunca, no solo fue el primer sorpren- —Apenas desaparezca la sirena va-
na de piedra de la fuente del dido sino el primero en obedecer. Cerró la cantina y se acercó a la mos y verá que no es bobiando.
parque. Del hombro derecho fuente. Pasó de vender tragos a anunciar la función. “¡Gratis! ¡Gratis! Y mientras llegaba más gente a pre-
le colgaba un maletín negro de cuerina ¿Cuándo se ha visto en el pueblo a un mago gratis?”. A todos los que senciar la hazaña, el mago, tranquilo,
pelada. Con la mano izquierda sostenía llegaban a ver qué era la cosa, les decía lo mismo en voz baja: “Entró daba pasitos alrededor de la fuente, iba
una varita dorada como las que llevan al baño de la cantina a cambiarse. Tenía una maleta gigante, yo la vi. y venía en silencio, inquietante, como
las niñas disfrazadas de hada madrina Cuando salió, no la tenía, y cuando fui al baño a fijarme si la había de- un tigre al que van a soltar ya mismo,
el día de Halloween. jado, pues no, la había desaparecido ¡con todo y orinal!”. ya mismo, aquí en la plaza, y que no
El cantinero fue el primer sorprendi- A las doce y media salieron los estudiantes del colegio. No se fue- mira a nadie pero atemoriza a todos. De
do. Minutos antes, cuando ese extraño ron a sus casas a almorzar sino al parque a aumentar el corrillo de la repente volvió por un milisegundo la
forastero de barba larga y pelo lambido fuente. Allá encontraron a sus mamás, que habían dejado la sopa a me- mirada a los presentes y repitió: “Vine a
de vaca le pidió prestado el baño, cuan- dio cocinar, a los profesores, al personero, a los concejales y, en primer desaparecer esta sirena, y si quieren ver
do lo vio entrar con su maleta gigan- plano, claro, al jardinero, un anciano rechoncho encargado de mante- que no miento traigan más gente para
te tipo empaque de televisor barrigón, ner siempre limpia a la mujer de piedra. A “su” mujer. que no queden dudas”.
cuando lo vio salir sin ella y en su lugar Para ese momento había crecido, junto con el corrillo y el suspen- No había quien se moviera. Casi todo
con un bolso pequeño, un sombrero de so, el brillo del sol del mediodía. Los estudiantes se tapaban la cara el pueblo estaba ahí, esperando. Solo
pana y una varita de mago, cuando lo con los cuadernos, las señoras con los trapos de la cocina, los hombres faltaban el alcalde, el cura y el sacristán.
vio así, con ese traje de circo y con cara con hojas de periódicos y el mago con su sombrero. Al primero le habían quitado las cuatro
de soy el dueño del mundo, se dijo en si- —¿En serio desapareció el orinal? —le preguntó el jardinero a uno cordales y, a la hora de la intriga, dor-
lencio: “Aquí hay gato encerrado, ¡o co- de los cinco vagos. mía anestesiado sin tener idea de lo que
nejo!”. Y se rio del mal chiste que gracias —¡Claro!, entró al baño y lo desapareció. Pregúntele a él y verá. pasaba afuera. El cura y el sacristán ha-
a Dios solo oyeron sus tripas. El cantinero, que ya había repetido la historia setenta y cuatro ve- bían salido temprano a repartir hostias
El cantinero, hombre parco, luna- ces, asintió arrugando la boca como una página desperdiciada y frun- en fincas vecinas, y cuando hacían esas
rejo, cejijunto, cantinero de toda una ciendo el ceño de modo que las cejas le tapaban la mitad de los ojos. correrías llegaban al caer la noche, re-
vida, sobrio siempre, buen emborra- —Usté me va a perdonar, hombre, pero yo no le creo —repuso el pletos de tanto comer gratis y cansados
chador, había visto desde la barra de jardinero. de caminar. De lo que se iban a perder.
su negocio todo tipo de eventos absur- —¿No? Pues problema suyo… Yo de aquí no me muevo a mostrarle. Aún así, al mago parecía faltarle
dos: una partida de ajedrez que duró Nos vamos y este tipo desaparece la sirena. Yo no me muevo. gente. Luego de darle dos vueltas más
tres días, una mujer enloquecida de ce- —¡Qué la va a desaparecer! Estos tipos son unos farsantes. Ahora a la rejilla, siempre caminando a paso
los que se arrancó tres uñas a la vista de cuando empiece a pedir plata verá de lo que están hechos. de babosa, dijo por tercera vez: “Vine a
todos, un vendedor de cachivaches que —Piense lo que quiera, viejo, pero lo que soy yo de aquí no me muevo. desaparecer esta sirena, y si quieren ver
se tomó media botella de aguardien- —¿Y en serio desapareció el orinal? —volvía el jardinero sobre que no miento traigan más gente para
te de un solo trago y después regaló sus lo mismo. que no queden dudas”.
mercancías, un niño que vomitó un gu- —Que sí, viejo, yo lo vi con mis propios ojos. Antes de que él en- —¡Ya no falta nadie! —gritó uno de
sano encima de la mesa. Pero en toda trara al baño ahí estaba el orinal, usted lo conoce, el mismo orinal de los vagos del principio.
su vida nada lo había sorprendido tan- siempre, ahí pegado en la pared, ¿cómo se lo iba a robar si yo lo vi sa- —¡Desaparézcala ya, hombre! —
to como llegar a ese cuartucho moho- lir? Apenas fui al baño a ver dónde había puesto la maleta gigante con gritó el cantinero.
so en el que apenas cabían un hombre y la que entró, no encontré ni maleta ni orinal. El baño estaba solo. Hizo —¡Sí, mago! ¡Ya! ¡Dale, mago, dale!
un orinal y darse cuenta de lo increíble: magia, viejo, magia, ¡magia! —gritaron niños, señoras, estudiantes.
¡no estaban el orinal ni la maleta! El mago, al parecer ya decidido, se
Entonces salió gritando: “¡Un mago!, quitó el sombrero y le hizo venias al pú-
¡un mago!, ¡ese señor es un mago!”. blico y a la sirena, sostuvo la varita con
Los cinco desocupados que ese me- la boca, abrió el bolso sin descolgarlo
dio día tasaban un tinto en la cafetería de la rejilla, sacó un tarrito de aceite,
del lado salieron al galope a detallar al goteó sobre una mano, lo guardó, ce-
sujeto. Concentrados en su figura mitad rró el bolso, tomó la varita con la mano
fantástica mitad descolorida, atentos a limpia y deslizó el aceite sobre ella.
cada paso y movimiento, lo vieron acer- ¡Oooh, la dejó como nueva!
carse a la fuente de agua y colgar el bol- —¡Ahora sí! —dijo alguien excita-
so desteñido en la rejilla que bordeaba do. Y hasta los niños en brazos dejaron
el monumento más antiguo del pueblo. de parpadear.
“Vine a desaparecer esta sirena”, dijo
con una voz gutural de abuelo fuma-
dor, y reparó en cada uno de los que en
él reparaban. “Y si quieren ver que no
miento, traigan más gente para que no
queden dudas”.
Los hombres se miraron entre sí y
juntaron las cejas en imitación de las
del cantinero. Alelados, envueltos ya
por la presencia del mago, los ahora
cinco ocupados fueron alejándose del
centro del parque y llevaron la noticia
a todas las casas y tiendas del pueblo:
“¡Van a desaparecer la sirena –decían–,
vino un mago y va a desaparecer la si-
rena!”. La gente, acostumbrada al aquí
nunca pasa nada, abría los ojos por
inercia como si lo que oyera fuera: asó-
mense que una vaca parió un gallinazo.
El mago, entre tanto, miraba a la si-
rena de cabeza a cola. Y la sirena, mu-
chacha linda, ay, tan linda, permanecía
inamovible, botando por la boca un
chorro de agua que salía en arco, salpi-
caba el bolso del mago y humedecía su
provocador cuerpo de piedra: maldita
sea, pensaban los jovencitos, por qué la
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—¡Cuál que ahora sí! —gritó el jardinero interponiéndose entre el


pueblo y el mago— ¡Cuál que ahora sí, mentiroso! Y ustedes, bobos, no
se dejen engañar. ¡Aquí no va a desaparecer nada! Este cree que somos at-
embaos o qué. Y, bueno, poniendo que la desaparezca, ¿qué pasa si la si-
rena no vuelve a aparecer? O, a ver, ¿ya apareció el orinal de la cantina?
El cantinero, como si hubiera recibido un aguijón de avispa en las
nalgas, salió en carrera de cien metros hacia el negocio. Abrió la puer-
ta, saltó entre las mesas y llegó hasta el baño vacío. Ahí estaba la misma
pared lisa que tanto lo había sorprendido cuando salió el mago vestido
de mago. Ahí seguía el baño sin orinal.
Los cinco vagos también se acercaron a constatar la magia. Detrás de
ellos alzaron la vista el jardinero, el personero y seis concejales. El resto
de la gente esperaba viendo al mago brillar su varita, como si no pasara
nada. Todavía no pasa nada, todo a su momento, el suspenso es amigo de
la magia, disfruta la tensión corrillo hambriento, acalorado y silencioso.
—¿Sí ven?, ¿sí ven? —dijo el jardinero adentro de la cantina— ¡Aho-
ra va y desaparece la sirena y nos quedamos con media fuente! Puede
ser muy buen mago, puede ser un genio, ¡pero con mi sirena no se mete!
—Fácil, díganle que aparezca el orinal y desaparezca después la si-
rena y la vuelva a aparecer y listo, así los deja a todos contentos —pro-
puso el personero.
Los trece hombres salieron de la cantina y se miraron entre sí antes
de decidir quién hablaría. Qué manera de extrañar al alcalde, cuándo
había sido más necesario el cura, cuándo el sacristán.
Azuzado por varios codazos, al fin levantó la voz el cantinero:
—Oiga, mago, es que el orinal no ha aparecido.
—¿Está en el planeta de los orinales o qué? —ajustó el jardinero.
—En serio, en serio, mago, el orinal no aparece. ¿Por qué no lo pone
otra vez y después desaparece la sirena?
Al cantinero le temblaba la voz y las palabras le salían entrecorta-
das, como si en vez de los cien metros entre la fuente y la cantina hubie-
ra corrido media maratón.
Pero el mago no respondía, seguía concentrado en el brillo de la vari-
ta y en los pechos cubiertos de la sirena. Ay, pobre muchacha, cómo ten-
drá de ganas de descruzar las manos para dejarse ver siquiera un pezón.
El jardinero, indignado ya por el absurdo, traspasó la rejilla, se me-
tió en la fuente y mojado hasta los muslos abrazó con fuerza a la mujer
con cola. Luego gritó para estupefacción de todos:
—¡Si la desaparecen a ella, que me desaparezcan a mí!
—No, abuelito, no, a usted no —imploró un niño cargado y empezó
a llorar con dolor de duelo.
—Quítese de ahí, viejo, deje que el mago haga magia, no sea inma-
duro —gritó uno de los vagos con evidente bravura.
—Pues no y no, no suelto la sirena. Viene este loco a desaparecer lo
que yo tanto quiero, ¡así como si nada!, pues no y no. Esta sirena la man-
dó poner mi abuelo cuando era alcalde, después de soñar que este pue-
blo tenía mar y playa y sirenas y palmeras y todo eso. Es un tesoro más
tesoro que el San José de mármol de la capilla de abajo. ¡Es lo único que
con este calor de mierda me hace pensar que somos el Caribe!
Viendo la escena tan revuelta, el mago descolgó el maletín de cuerina
y se lo llevó al hombro. Luego se abrió paso entre los vagos y demás miro-
nes sin reparar en nadie. Este tigre salió manso. Le abrieron la jaula y no
quiso comer. En vez de contradecir al abuelo comenzó a alejarse despa-
cio, con el mismo paso de babosa con el que rodeó trece veces a la sirena,
ay, otra cosa habría sido verle un pezón.
—No se puede trabajar con un público así —habló fuerte con voz de
tabaco—. Me les voy, con todo respeto. Y es mejor que no me sigan por-
que también desaparezco gente.
Tosió y se encaminó hacia la esquina.
—¡Mago, no se vaya! —suplicaron los niños de la escuela.
—Aparézcame el orinal —suplicó el dueño de la cantina.
—Desaparézcame a mí —suplicó el abuelo.
Pero nada, el mago ya no oía a nadie. Todos estaban allá en el centro
del parque petrificados como la sirena, temerosos de ir a parar, por qué
no, en el mismo quién sabe dónde del orinal. Y entre desesperanzados cu-
chicheos lo vieron perderse en la calle del hospital.
—¡Abuelo, ¿si vio?! —se enojaron los niños de la escuela.
—¿Y mi orinal? —clamó el pobre cantinero.
—¡De la que nos salvamos! —dijo el abuelo orgulloso todavía abra-
zando su sirena.
En esos minutos de indignación para todos, perseguido solo por el sol
encandilador de la una de la tarde, el mago afinó el paso y se fue rápido,
rápido, tan rápido que no les dio tiempo de pensar qué hacer. Miró aquí,
allí, allá, más allá y juró que nadie lo vio montarse al carro donde lo espe-
raba su gran compañero de acto: el enano más enano del mundo, al que
tampoco vieron entrar al pueblo y desaparecer.
Y mientras el jardinero sigue aferrado a su sirena de piedra, los es-
tómagos de todos se retuercen de “quiero sopa” y el cantinero reza para
que de vuelta a la cantina su orinal esté ahí. Mientras la vida vuelve a
ser aburrida para estos pueblerinos sofocados, ahí van los dos, mago y
enano, saliendo mágicamente del poblado elegido. El muy bien planea-
do acto ha llegado a su fin.
Al volante está el mago sin sombrero aún vestido de mago. A su lado
el enano cuenta billetes: “¡Nos hicimos el millón!”, grita. Pesa anillos,
aretes y cadenas de plata y oro recién desaparecidos de las casas y nego-
cios cuyas puertas, a razón de la prisa, quedaron a medio cerrar. ¿Que-
rían una prueba de magia?
En cuanto al orinal, no lo sabrá el cantinero que ahora bebe su pérdi-
da, pero como por arte de magia, cuando sus ojos medio tapados por las
cejas seguían al mago, un grandioso enanito picarón lo sacó de la canti-
na en una maleta más grande que él. ¿Pensaba que ni las ratas cabían en
el sótano? Pues por ahí se lo llevó: abrió un hueco en la tapia, salió por
la calle de atrás, lo cargó hasta el carro en la esquina, lo tiró en el male-
tero y magia magia, junto con mago y enano, ¡desapareció! UC
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