Cristología Joánica

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1. Cristología Joánica.

“Todo el cuarto evangelio es fundamentalmente cristología” afirma


Caba. Y, ciertamente, si en los sinópticos se da una reflexión
teológica sobre la persona de Cristo, en S. Juan la reflexión lleva a la
contemplación. Como dice González Gil, “leyendo el evangelio de
Juan, el lector se percata inmediatamente de que todos los senderos
se encaminan hacia Jesucristo: su tema es la persona de Jesús, su
mensaje, su misión, su autoridad, su destino”. A ello se dirigen los
múltiples testimonios del Bautista, de la samaritana, de la
muchedumbre... y particularme del Padre, sino las señales que él
ejecuta y que revelan su gloria (Jn 2,11; 11,4.40), de modo que los
que las ven pueden creer en él.
¿Quién es Jesús? Este es el tema central del evangelio al que S.
Juan va a responder con múltiples recursos.
La respuesta cristológica del evangelio de Juan
Si el cuarto evangelio subraya de una manera especial la pregunta
sobre Jesús, no es para dejarla pendiente o como en el vacío, sino
para ponerse como meta última el contestarla. El mismo evangelista
concretará su finalidad al componer su evangelio: “para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (20,31). El modo de abordar
esta tarea reviste diversidad de modalidades, ya que la respuesta se
da no sólo a través de expresiones claras y explicitas, sino también
mediante recursos que implícitamente dejan entrver una concepción
particular sobre la figura de Jesús.
a) Respuesta implícta del evangelio
Sin que tenga una formulación abierta, el cuarto evangelio presenta
la figura de Jesús en el centro no sólo del mundo judáico, sino en el
centro de un interés universal válido para todos los hombres.
1) Para mostrar el puesto que Jesús ocupa en el pueblo de Israel se
utilizan dos procedimientos que acaparan la religión judaica:
Sagrada Escritura y culto.
A lo largo de todo el evangelio Jesús es presentado como el centro
en el que converge toda la Sagrada Escritura (1,45; 5,39; 5,46 leer).
Si Jesús constituye el centro de las Escrituras, es, en primer lugar,
porque mucho de lo realizado por él, ya estaba preanunciado. Así,
hay diversidad de datos que constituyen el engranaje de la vida de
Jesús y que el cuarto evangelio presentada como contenidos en las
Escrituras: la entrada mesiánica en Jerusalén (12, 12-16) la captaron
los discípulos, una vez glorificado Jesús, al recordar que estas cosas
estaban escritas de él (12, 16; cf. Is 40,9; Zac 9,9)...
Abraham (Jn 8,56), Jacob (Jn 1,51; Gen 28, 12) y Moisés (Jn 1, 56),
son personajes del Antiguo Testamento que vienen a ser como
esbozos que culminan en la figura de Jesús. Otro tanto se podría
decir de acontecimientos veterotestamentarios que encuentran su
significación plena en la vida de Cristo como el levantamiento de
serpiente de bronce en el desierto en relación con el levcantamiento
de Cristo en la cruz (Jn 3, 14-15). Lo mismo podríamos decir del
maná, del agua viva...
Jesús, como buen pastor (Jn 10,11), recapitula en su persona la
figura de los pastores de Israel. Y si la viña simbolizaba a Israel (Is 5,
1-7), Jesús se denomina a sí mismo como “la viña, la verdadera” (Jn
15,1-8). Y si a los israelitas el cordero pascual les recordaba la
liberación de la Esclavitud de Egipto (Ex 12,1-4), para el cuarto
evangelio Jesús es el “cordero de Dios que quita los pecados del
mundo” (Jn 1,29).
Otro tanto habría que decir del interés de S. Juan por mostrar a
Cristo como culminación del culto judío. Particular significado tiene la
escena en que Cristo anuncia la destrucción del templo y su
reconstrucción en tres días. “El hablaba del santuario de su cuerpo”
anota S. Juan (Jn 2,21). El templo judío era el lugar de la shekinah
Yahvé, de la habitación de Dios en mediop de su pueblo, el lugar
santo y sagrado por excelencia. En adelante, el templo de Jerusalén
quedará arrasado y el nuevo templo será el cuerpo resucitado de
Cristo, él será el centro del culto en espíritu y verdad (Jn 4,22ss), el
lugar de la presencia divina (Jn 1,14), el templo espìritual de donde
manan ríos de agua viva (Jn 7, 37-39; 19,34).
El evangelio de Juan gira en torno a las fiestas de Pascua (Jn 2,13;
6,4; 11,55), una fiesta no precisada (Jn 5,11), una de los
tabernáculos (Jn 7,2), y otra de la dedicación (Jn 10,22). Son fiestas
que, en varias ocasiones, en el contexto del evangelio adquieren un
sentido pleno en la persona de Cristo. Así, por ejemplo, la fiesta de
los tabernáculos, en la que se hacía una procesión con el agua
desde la piscina de Siloé en recuerdo del agua que brotó de la roca
del desierto (Ex 17,1-7; Dt 8,15) es la ocasión para que Jesús
proclame: “Quien tenga sed venga a mí, y beba quien cree en mí;
según dice la Escritura, ríos de agua viva” (Jn 7,37-38).
Otro tanto habría que decir de la mención de la tercera pascua (Jn
19,14). La muerte de Jesús tiene lugar en el día de la “preparación
de la pascua” (Jn 19, 14-31). Jesús murió a la hora en que eran
inmolados los corderos en el templo. No se le quiebran las piernas
(Jn19,33), cumpliéndose así en él rito del cordero pascual al que no
se le podían quebrar las piernas (Ex 12,46; Num 9,12). El viene así
a ser el nuevo cordero de la nueva y definitiva pascua, “el cordero de
Dios que quita los pecados del mundo” (Jn 1,29).
2) Pero la figura de Jesús en el cuarto evangelio no queda
circunscrita a un único pueblo, aunque sea el pueblo que recibió la
promesa; se presenta con caracteres de universalidad que pueden
interesar a todos los hombres. En Juan se rompe la distinción entre
“el pueblo” y los que no pertencen a él, para hablar simplemente al
“mundo” y a los hombres.
Se encuentran expresiones que tienen resonancias en todos, porque
todos necesitan su contenido y su significado. De Jesús se afirma en
identidad expresiones como luz (8,12), camino (14,6), pan (6,35-41),
verdad, vida (14,6), matizando así la afirmación más general,
evocadora del Antiguo Testamento, que de él se dice: “Yo soy
“(8,24-28; 13,19).
b) Respuesta explícita del evangelista
1) El enviado del Padre.
Expresamente en Juan aparece la idea de la misión de Cristo por
parte del Padre. El es el enviado del Padre (6, 29.38.44.57; 7,28-29;
8,16.18.26.29; 11,42; 12,44.45.49; 3,17; 4,34; 9,4; 13,20).
Jesús no tiene un momento determinado en el que se le comunique
su misión, como el en el caso de los profetas. Su misión se
confuende con su propia con su propio ser, de modo que Jesús ha
venido al mundo saliendo del Padre, y terminará su misión volviendo
al Padre (Jn 16,28). Es una misión que implica un descenso y un
ascenso (cf. Jn 3,13).
En Juan, como en los sinópticos, el título de Hijo del hombre aparece
exclusivamente en boca de Jesús; no es un título que Juan quiera
resaltar (no hablamos del Apocalipsis). Su evangelio lo escribe para
mostrar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dioos (Jn 20,30).
2) Jesús el Cristo, el Hijo de Dios
Veintidos veces se encuentra el título de Cristo en el evangelio de
Juan. Tiene el significado de título, hasta tal punto de que le
precedesiempreel artículo el Mesías, o el Cristo (Jn 1,20.25; 3, 28; 4,
29; 7,26...). El es el personaje del que habla la Escritura.
Pero la expresión que mejor define a Jesús es la de Hijo en sentido
único y trascendente. Esta expresión de Hijo, que ya vimos en los
sinópticos, aparece plenamente desarrollada en Juan. En su primera
carta afirma: “Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios
permanece en él y el en Dios” (1 Jn 4,15).
Juan prefiere la fórmula Jesús es el Hijo de Dios, porque precisa la
situación de Jesús en la divinidad. Vemos en él semjanza,mutua y
total pertenencia, reciprocidad de inmanencia y de amor...
El Evangelio de la Encarnación. Prólogo
Pero el punto culminante de la Cristología de S. Juan radica en su
reflexión sopbre la Encarnación, hasta tal punto que la fórmula de Jn
1,14 será el texto neotestamentario que más influencia va a ejercer
en la historia del dogma. Característico de S. Juan es la
presentación como preexistente, como aquel que toma carne en la
historia. Identifica al Verbo con el hombre Jesús de Nazaret.
Ya en el prólogo Juan anuncia la divinidad de Jesús. Comienza
hablando del Verbo en una cristología que comienza de lo alto. Y ya
aquí presenta Juan una formulación para distinguir la persona del
Verbo en el seno de la Trinidad de la que careció Pablo: Al Padre le
llama ho theós (con artículo), mientras que el Verbo dice que es
theós sin artículo, en el sentido de que es un ser divino. Ambos son
pues divinos, pero el Verbo no es el Padre. Así, pues, está ya aquí
implicada la distinción de persona y naturaleza. No es lo mismo ho
theós (el Padre como persona) que theós (naturaleza).
Jn 1,14. Juan subraya que se hace carne, palabra que significa el
hombre todo en su condición de debilidad. Es la debilidad de la
natuiraleza humana.
Este himno, como sabemos, procede de la Iglesia primitiva. Es la
única vez en el evangelio de Juan que habla del Verbo.
No se limita a afirmar que el Verbo se hizo carne. Acto del Padre, acto de
Amor, nacido virginalmente... leerlo.

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