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Marcos-11 27-12 12 PDF

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Lectura continuada del evangelio de Marcos abp Diócesis de Vitoria

Adaptación del comentario de Joel Marcus

ORACIÓN

Queremos, Señor Jesús, escucharte en tu Palabra.


Y escuchándola, sintonizar con tu corazón de Hijo confiado en el Padre del cielo, aprender a orar
Contigo, a esperar con paciencia activa, a amar y a perdonar sin cansarnos.
Saber una y otra vez cuánto te importa cada hombre y cada mujer, cuánto te interesa nuestra
propia paz y felicidad.
Enséñanos, Jesús, Señor y Hermano nuestro, a conocerte a través de tu evangelio. ASI SEA.

TEXTO

MARCOS 11,27-12,12

«(26)27Y van de nuevo a Jerusalén. Y, al andar él en el Templo, vienen a él los sumos sacerdotes, los escribas
y los ancianos 28y le decían: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? o ¿quién te dio esta autoridad para que
hagas estas cosas?”.

29
Pero Jesús les dijo: “Os preguntaré una cosa y respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:
30
el bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme”.

31
Y discutían entre ellos diciendo: “Si decimos del cielo, dirá: ‘¿Por qué entonces no le creísteis?’; 32pero [si]
decimos de los hombres...” (Tenían miedo a la muchedumbre, porque todos tenían a Juan verdaderamente
por un profeta). 33Y, respondiendo, dicen a Jesús: “No sabemos”.

Y Jesús les dice: “Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas”.

121Y comenzó a hablarles en parábolas: “Un hombre plantó una viña y puso alrededor una cerca y excavó un
lagar subterráneo y construyó encima una torre y la dio en arriendo a unos campesinos y se marchó.
2
Y, en el tiempo apropiado, envió a los campesinos un siervo para que recogiera de los campesinos [su
parte] de los frutos de la viña; 3y, tomándolo, lo apalearon y lo enviaron de vacío.
4
Y de nuevo les envió otro siervo; y lo hirieron en la cabeza y lo deshonraron.
5
Y envió otro; y lo mataron,
y a muchos otros, apaleando a unos y asesinando a otros.

6
Tenía aún un hijo amado; se lo envió el último diciendo: ‘Respetarán a mi hijo’.
7
Pero aquellos campesinos se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero; venid, matémoslo y será nuestra la
herencia’.
8
Y, tomándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.

9
¿Qué hará entonces el señor de la viña? Vendrá y aniquilará a los campesinos y dará la viña a otros. 10¿No
leísteis esta Escritura: La piedra que rechazaron los constructores, esta se convirtió en angular: 11Del Señor
vino y es maravillosa a nuestros ojos?”.
12
Y buscaban agarrarlo, pero tenían miedo a la muchedumbre, porque sabían que había dicho la parábola
por ellos. Y, dejándole, se fueron».

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Lectura continuada del evangelio de Marcos abp Diócesis de Vitoria
Adaptación del comentario de Joel Marcus

COMENTARIO
PRIMERA UNIDAD (11,27-33)

 La provocación implícita de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (11,1-11), y sobre todo de su acción
profética en el Templo (11,15-19), no pasó desapercibida. Los dirigentes religiosos devuelven ahora el
golpe, desafiando las credenciales de Jesús para actuar con tal audacia. El pasaje está dispuesto en una
serie de escenas breves: 1) los dirigentes judíos se acercan a Jesús con una pregunta provocativa (11,27-
28); 2) Jesús formula una contra-pregunta (11,29-30); 3) los dirigentes discuten entre sí la contra-
pregunta y formulan a su vez una respuesta que no concluye nada (11,31-33a), y 4) Jesús se niega a
contestar su pregunta original (11,33b).

 11,27-30: Jesús y sus discípulos vuelven ahora «a la escena del crimen», el Templo de Jerusalén que
Jesús había despejado de comerciantes el día anterior. De este modo había suscitado Jesús la enemistad
de los sumos sacerdotes y los escribas, que consiguientemente habían decidido matarlo (11,27a). Jesús
comienza a pasear en la fortaleza de sus enemigos, el Templo, e inmediatamente es abordado por un
grupo de ellos que le preguntan con qué autoridad ha obrado (11,28), palabras que se refieren ante todo
a la demostración violenta del día anterior. La pregunta contiene una amenaza implícita; los que dan por
supuesto que actúan en nombre de Dios podrían ser ejecutados como falsos profetas, si se demuestra
que su afirmación es falsa (cf. Dt 13,1-5; 18,20). Aun si se evita la pena capital, un ataque al Templo
podría ser peligroso para su autor, como demuestra el ejemplo de Jesús hijo de Ananías. Por tanto, la
indiferencia soberana con la que pasea Jesús por el Templo es ya una demostración de exousía
(«autoridad») sobre la que sus enemigos le hacen preguntas.
Su respuesta inicial al desafío es también una manifestación de exousía, por el hecho de rechazar una
contestación directa y de formular a cambio una contra-pregunta que han de responder (11,29).
La contra-pregunta es si el bautismo de Juan era «del cielo» (es decir, de Dios) o simplemente era «de los
hombres». Esta pregunta plantea a los dirigentes judíos un dilema, y la inmediata reiteración de su demanda
por parte de Jesús, «respondedme» (11,30), sugiere que aquellos están confusos e indecisos. En el diálogo
bíblico, la repetición de una frase por parte de un personaje, sin respuesta del interlocutor, implica a veces
que los interlocutores han quedado mudos (cf., por ejemplo, Gn 16,10-11; 20,9-10; 41,39-41; 42,1-2). La
repetición del «respondedme» por parte de Jesús subraya también de nuevo su exousía: Jesús parece más
bien un fiscal o un juez y no alguien que está siendo interrogado (cf. Jn 18,19-24.28-38; 19,1-11).

 11,31-33: Los dirigentes judíos se enfrentan a un dilema cuando ponderan su respuesta a la contra-
pregunta de Jesús sobre la validez y la importancia del bautismo de Juan (11,31-32). Ellos saben cuán
popular era la misión de Juan, y cuánto se había extendido la respuesta a su llamada al arrepentimiento
y al bautismo purificador; en verdad, según 3,7, hasta los fariseos y saduceos participaron en el
movimiento del Bautista. Así pues, negar autoridad divina a la misión de Juan no parecía ser una opción
viable, puesto que podría tornar la opinión popular en contra de los negadores. Pero tampoco lo era
admitir su autoridad, ya que el bautismo escatológico de Juan iba íntimamente vinculado con su
predicación escatológica sobre el que había de venir (cf. 1,4-8), y parece que Juan había identificado a
Jesús con este personaje. Sintiéndose incapaces de afirmar o negar la autoridad divina de Juan, los
dirigentes se declaran agnósticos («No sabemos»: 11,33).
Era una concesión envenenada: las autoridades religiosas más altas del país afirman no saber si Juan,
cuya reputación de piadoso había sido sellada por su martirio, había sido enviado o no por Dios.
Ciertamente la afirmación de desconocimiento parece ser falsa incluso superficialmente; como revela el
diálogo interno en 11,31-32, los dirigentes están más interesados en las ramificaciones políticas de su

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respuesta que en la verdad. De modo significativo Jesús no responde de la misma manera, con una
confesión de ignorancia, puesto que él es totalmente consciente de la fuente de su autoridad (cf. 3,22-
27). Jesús dice, más bien: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas» (11,33). Con esta
valiente, e incluso insolente, negativa a contestar la pregunta de las autoridades, concluye la perícopa,
una respuesta que es una manifestación final de exousía.
La cuestión sobre la autoridad debió de haber sido apremiante para los miembros de la comunidad
marcana, marginal y perseguida. ¿Qué autoridad presumen tener ellos para obrar? ¿Y quién les ha
concedido tal autoridad? Al carecer de permiso como fieles de una religión autorizada, y al verse a sí
mismos en conflicto con las autoridades de la religión a la que profesaban pertenecer, el judaísmo,
habrían estado en una posición débil para enfrentarse a tales desafíos. La respuesta obvia, que Dios les
había dado autoridad, no podía convencer por sí misma a sus enemigos o a los componentes de la
«muchedumbre» que podría ser atraída al cristianismo pero que aún no se había comprometido.
Muchas personas afirman haber recibido mensajes de Dios; pero no muchos de entre ellos pueden
autentificar sus afirmaciones, y muchos de ellos resultan estar locos. En este contexto, el modo como
nuestro pasaje alude al apoyo de Juan a Jesús es importante. La comunidad marcana cree en un mesías
que no se proclamó a sí mismo como tal, sino que fue proclamado por su famoso y poderoso precursor.
Este punto quedará confirmado en la parábola que seguirá a continuación, en la que el dueño de una
viña (Dios) envía una serie de siervos (los profetas) a sus recalcitrantes arrendatarios, incluido uno al que
decapitan (Juan). El dueño envía entonces a su hijo amado (Jesús), a quien los arrendatarios asesinan y
echan fuera de la viña (12,1-8).

SEGUNDA UNIDAD (12,1-12)

 Después de esquivar el desafío hostil a su autoridad por parte de los dirigentes religiosos, Jesús
pronuncia una parábola que desenmascara sus crueles intenciones. Esta parábola, además, apunta la
respuesta a la pregunta de la que Jesús se había escapado anteriormente (11,28): tiene autoridad para
hacer «estas cosas» porque él es el hijo amado de Dios (12,6).
El pasaje se divide en dos partes principales: la parábola en sí (12,1b-9) y su interpretación bíblica (12,10-
11); la parábola en sí puede subdividirse en 12,1-5, preliminar, y la parte esencial, 12,6-9.

 12,1-5: Después de su enérgico ataque verbal contra el desafío a su autoridad por parte de los dirigentes
judíos (11,27-33), Jesús continúa la ofensiva contra ellos «en parábolas». La parábola escogida por Jesús
trata de un hombre, su viña y de los labradores a los que la deja en arriendo. Jesús comienza
describiendo en detalle la plantación por parte del hombre de un viñedo, que cerca y agranda luego con
un lagar y una torre (12,1b). Esta descripción evoca el pasaje sobre «la viña» más famoso de la Escritura,
Is 5,1-2; el vocabulario de Marcos es un eco de Isaías en la versión griega (los LXX). En Isaías 5 la viña es
Israel y esta identificación encaja muy bien en el contexto general, polémico, de Jesús contra los
dirigentes judíos (cf. 12,1a.12) y con su reciente ataque sobre su institución central, el Templo (11,15-
18). El objetivo principal de 12,1 no es presentar una alegoría complicada, sino acentuar con un lenguaje
que suena a la Escritura, el cuidadoso cariño del dueño al plantar y proteger a su viña. A diferencia de la
larga y detallada descripción del trabajo de construcción, las acciones siguientes del dueño son
resumidas concisamente: da la viña en arriendo a unos labradores y se marcha (12,1c).
Sin embargo, «en el momento apropiado», es decir, en el tiempo de la cosecha, comisiona a un siervo
para que recoja de los arrendatarios parte del fruto (12,2). Este siervo es mal recibido; los arrendatarios
lo golpean y lo despiden con las manos vacías (12,3), guardando el fruto para ellos. En el relato bíblico el
«fruto» es a menudo un término que designa la recompensa otorgada por Dios al justo, o la forma de
vida humana que debe nacer de una relación apropiada con Él. Por tanto, la negación de los frutos al

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dueño de la viña y el maltrato de su siervo (12,3) son hechos siniestros que sitúan a los arrendatarios en
una luz desfavorable, especialmente ya que el siervo fue enviado «en el momento apropiado».
Sin inmutarse por el maltrato de su primer mensajero, el dueño envía un segundo con la misma misión
(12,4); como su precursor, este mensajero sufre maltrato y recibe una herida en la cabeza. Pero el dueño
no se desalienta, y envía un tercer siervo, y luego a muchos otros, pero todos son golpeados o
asesinados (12,5). Esta serie de mensajeros maltratados recordaría a los lectores de Marcos a los
profetas, que en el Antiguo Testamento son llamados siervos de Dios y que sufrieron a menudo maltrato
a manos de sus connacionales israelitas y de los dirigentes del pueblo (cf., por ejemplo, 1Re 18,4.13;
19,10; 2Cro 16,10; 24,21; Jr 2,30; 20,2). El maltrato de los profetas, además, es recordado con frecuencia
en el Nuevo Testamento como una anticipación de la persecución sufrida por Jesús y sus seguidores (1Ts
2,15; Mt 5,12 // Lc 6,23; 23,31.34.37; Lc 11,47-49; 13,33-34; Hch 7,52).

 12,6-9: Sin embargo, «todavía tenía uno». Pero no por mucho tiempo una vez que envía este último
mensajero a los campos de la muerte, diciendo en un susurro: «Respetarán a mi hijo» (12,6b). Aunque a
primera vista la profecía del padre, «Respetarán a mi hijo», parece increíblemente ingenua dado la
forma abusiva con la que los arrendatarios habían tratado y asesinado a los mensajeros anteriores, en el
contexto de Marcos contiene probablemente una triste ironía: al final los arrendatarios «respetarán» al
hijo, cuando paguen con la vida por su asesinato (12,9) y lo vean regresar «en la gloria de su Padre con
los santos ángeles» (8,38). Al principio, la respuesta de los colonos a la embajada final del padre parece
alentador: «Este es el heredero. Venid...» (12,7a). Tal vez el «Venid» podría ser seguido por «¡Salgamos
de aquí!»). Pero si 12,7a suscitaba tales esperanzas, 12,7b las aniquila de inmediato; en lugar de elegir el
camino prudente de respetar al hijo, los arrendatarios optan por una locura: asesinarlo y tratar de
apropiarse de su herencia. Así pues, su reconocimiento del hijo resulta ser análogo al de los demonios,
que se dan cuenta de que Jesús es el hijo de Dios, pero por eso mismo se oponen a él con todas sus
fuerzas, con lo que sellan su propia destrucción (cf. 1,24; 3,11).
Las palabras con las que los arrendatarios expresan su voluntad, «Venid; matémoslo», son
probablemente un eco intencionado del discurso de los malvados hermanos de José en Gn 37,20. Pero
en Marcos el padre no perdona a los perseguidores de su hijo, que no se ha salvado, sino que ejecuta la
sentencia condenatoria sobre ellos. Esta sentencia parece seguir el principio de la ley del talión: los
arrendatarios han matado al hijo y lo han echado fuera de la viña (12,8); en represalia, el «señor de la
viña» acabará con ellos y dará la viña a otros (12,9).
¿Cómo podemos entender la nota final de la parábola acerca de una justicia retributiva implacable? Los
arrendatarios simbolizan a los dirigentes judíos que se oponen a Jesús y que en la narración del
evangelio serán los principales responsables de su muerte. Los «otros» son los dirigentes de la Iglesia,
que asumirán la jurisdicción sobre «Israel». Así pues, Israel habría perdido su estatus como pueblo de
Dios, simbolizado por su catastrófica derrota en la guerra, y había sido sustituido por la Iglesia. Nuestra
parábola, por tanto, se mueve en la dirección de la teoría de la sustitución, pero eso no quiere decir que
los lectores cristianos de hoy en día estén obligados a seguir su ejemplo. Una gran parte del motivo de
esta deformación de la imagen original de Isaías, radica en la tensa situación histórica de Jesús y de los
primeros cristianos, que culminó en la persecución y la violencia contra la comunidad marcana durante
la guerra judía. Esta deformación, sin embargo, no puede ser aceptada como «evangelio» por los
cristianos actuales después de diecisiete siglos de un tipo diferente de atrocidades, a saber: la
persecución cristiana contra los judíos. Tal vez, más bien, los cristianos de hoy necesitarían dar un paso
hacia atrás desde Marcos hasta Isaías, para ir a las raíces de la viña dada en arriendo, fracasada, y llegar
hasta la viña de Isaías, cuidada con ternura, que surgió de la mano de Dios como un paraíso del Edén.
Con ella sigue Dios comprometido a pesar de la maleza salvaje allí surgida y que entristece su corazón,
del mismo modo que mantiene su compromiso con los seres humanos a pesar de todo el salvajismo y el
crimen que han surgido entre nosotros.

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 12,10-12: La interpretación de la parábola. Jesús concluye su discurso cambiando de referente bíblico:


de Isaías 5 al Salmo 118,22-23 [117,22-23 versión griega LXX]. La relación entre la parábola y su
interpretación es de un tipo sutil e importante. La única nota reivindicativa en la parábola es
comunitaria: Dios quita la viña a Israel y sus dirigentes y la da a «otros», los miembros del nuevo Israel,
la iglesia cristiana. La interpretación en 12,10-12, sin embargo, agrega una nota de reivindicación
personal de la que carecía la parábola: la piedra rechazada, que los lectores naturalmente vinculan con
el Hijo asesinado, es exaltada a piedra angular. Los cristianos reconocerán de inmediato esta exaltación
como un símbolo de la resurrección de Jesús. Pero el hincapié comunitario de la parábola no se ha
perdido del todo en este escenario de reivindicación personal, porque la piedra rechazada se convierte
en la piedra angular de un templo nuevo, un santuario de «piedras vivas», es decir, la comunidad
cristiana (cf. 1Pe 2,4-10). La conclusión de la cita del Salmo, «del Señor vino...» (12,11a), afirma que los
cimientos de este nuevo templo son obra de Dios gracias a la reivindicación de la «piedra» rechazada.
Este hincapié responde de nuevo, indirectamente, a la pregunta hostil planteada por los escribas en
11,28: la autoridad de Jesús no viene de los seres humanos, sino «del Señor» del cielo (cf. 11,30-31),
hacia el que pronto será exaltado. El salmo continúa describiendo esta exaltación como «increíble a
nuestros ojos» (12,11b), frase que anticipa la reacción positiva al mensaje de Jesús tanto por los lectores
de Marcos como por la multitud, cuya presencia parece estar sobrentendida en 12,12b.
Pero una respuesta llena de asombro puede tener también una connotación negativa, ya que los
oyentes principales de Jesús en ese momento eran los dirigentes religiosos con los que acaba de chocar
(12,12c). Su asombro es su estupor por el descaro de Jesús al predecir su fracaso (cf. 12,9); por tanto,
renuevan sus esfuerzos por prenderlo con objeto de acabar con él (12,12a). Sin embargo, frustrados por
la presencia de la multitud (12,12b), «lo dejaron y se fueron». Su retirada no constituye una señal de
rendición, sino simplemente la adopción de una estrategia más sutil. De ahora en adelante ya no se
enfrentarán a Jesús, sino que actuarán a través de sustitutos. En el pasaje siguiente, enviarán a unos
fariseos y herodianos para tratar de llevar a Jesús al campo político, lleno de minas, de las relaciones
entre judíos y romanos del siglo I.

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que
llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que
sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias,
perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo
hacer efectiva esa enseñanza

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