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Moda y Control de La Individualidad Feme PDF

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MODA Y EL CONTROL DE LA INDIVIDUALIDAD FEMENINA EN LA ÉLITE

BOGOTANA, 1815 – 1848

IMA ESTHER POVEDA NÚÑEZ

Tutor

Profesor Wilson Pabón

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE COLOMBIA


FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
CARRERA DE HISTORIA
BOGOTÁ
2014

1
A

Miguel

Victoria

2
TABLA DE CONTENIDO

PÁG.

TABLA DE IMÁGENES…………………………………………………………... 8

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………….. 10

1. UNA MIRADA TEÓRICA E HISTORIOGRÁFICA………………………. 22


1.1. LA MODA COMO PROBLEMA TEÓRICO………………………. 23
1.2. EL GÉNERO COMO UNIDAD DE ANÁLISIS HISTÓRICO……. 27
1.3. HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL E HISTORIA DE LAS
MUJERES COMO HISTORIA CULTURAL………………………. 30
1.4. ENTENDER LA INDIVIDUALIDAD……………………………….. 31
1.4.1. El individuo en Bogotá……………………………………………… 37
1.4.2. La contradicción de la cuestión individuo.………………………. 41

2. MODA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX……………………… 46


2.1. UN PASEO POR LA MODA…………………………………………… 48
2.1.1 1815 – 1825 Moda de transición………………………………….. 54
2.1.2. 1825 – 1848 Moda Romántica……………………………………. 66

3. MUJERES DE LA ÉLITE BOGOTANA Y LA MODA…………………… 75


3.1. DISCURSOS DE LA MODA………………………………………. 77
3.1.1. Literatura pedagógica……………………………………………… 78
3.2. LOS VALORES BURGUESES COMO MEDIDA DE TODAS LAS
COSAS………………………………………………………………. 79
3.2.1. Trabajo y propiedad………………………………………………… 80
3.2.2 Tiempo………………………………………………………………. 89
3.2.3. Individuo y bien común: bienestar y felicidad…………………… 90
3.3 CUERPO CONTROLADO………………………………………… 94
3.4. ASEO Y MODA…………………………………………………… 100
3.5. NUEVAS SOCIABILIDADES……………………………………. 101

CONCLUSIONES………………………………………………………………. 104

BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….. 108

3
TABLA DE IMÁGENES

PÁG.

Imagen 1. Muñeca de porcelana, primera mitad del siglo XX. Imagen Ima 49
Poveda……………………………………………………………………..

Imagen 2. Vestido abombado estilo imperio. 1805 –1810 Museo 50


Metropolitano de arte, Nueva York, Estados
Unidos.…………………………………………………………………………..

Imagen 3. Vestido de muselina estilo imperio. Museo de Londres. Imagen 51


de Catalina Hernández………………………………………………

Imagen 4. Madame Recamiér. Pintado por François de Gerard 52


1805…….....................................................................................................

Imagen 5. Retrato de Manuelita Sáenz. Ca. 1828. Pintado por José María 53
Espinosa. Museo de la Independencia. Imagen de Inti
Yuraq………………………………………………………………………………

Imagen 6. Gráfica de vestido de alrededor 1825……………………………. 55

Imagen 7. Posibles consecuencias del corsé en el cuerpo………………... 57

Imagen 8. Falda que permite ver las zapatillas. Litografía de Ramón Torres 58
Méndez, s.f………………………………………………………………

Imagen 9. Corsé blando………………………………………………………... 59

Imagen 10. Mantilla de la primera mitad del siglo XIX. Museo de la 60


Independencia. Imagen Inti Yuraq…………………………………………….

Imagen 11. Uso de turbantes por parte de las mujeres de la élite……….. 61

Imagen 12. Falda en rosa invertida…………………………………………... 62

Imagen 13. Retrato miniatura de Rosita Torrijos Ricaurte, ca 1830, pintado 63


por José María Espinosa………………………………………………

4
Imagen 14. Uso de gorguera en Bogotá, en la primera mitad del siglo XIX. 64
Retrato miniatura de María Sandino Borda, 1830, pintado por José María
Espinosa…………………………………………………………………

Imagen 15. Manga a la sevigné. Retrato de Madame de Segivné……….. 64

Imagen 16. Uso de ferronièrre…………………………………………………. 65

Imagen 17. Moda neogótica en cuanto al uso de las grandes mangas y las 68
pequeñas cinturas y la neorrenacentista con el uso del ferroniére y los
peinados…………………………………………………………………………

Imagen 18. Torso alargado…………………………………………………….. 69

Imagen 19. Bordados y estampados de flores sobre seda. Vestido de 71


noche, 1840………………………………………………………………………

Imagen 20. Estampa de La Mode de febrero de 1837. Uso de falda 72


abierta……………………………………………………………………………..

Imagen 21. Estampa de La Gaceta de Viena, febrero de 1837. Uso de 73


corpiño en punta emballenada……………………………………………….

Imagen 22. Mujer de la élite en el mercado. Litografía de Ramón Torres 85


Méndez…………………………………………………………………………..

Imagen 23. Mujeres con vestidos de lujo dando un paseo por caminos no 86
empedrados. Paseo del Agua Nueva, 1848. Ramón Torres Méndez……

Imagen 24. Retrato de Bárbara San Miguel de Espinosa. Realizado por 87


José María Espinosa, 1839. Óleo sobre tela…………………………………

Imagen 25. Uso de vestido de satín o seda y una mantilla con la que se 88
cubre el rostro para ir a la iglesia………………………………………………

Imagen 26. Escena de un baile en la ciudad de Bogotá…………………… 93

5
INTRODUCCIÓN

El tema de investigación de este proyecto, la moda, nació cuando yo realizaba una


pasantía en el Museo de Trajes Regionales. Esto hizo renacer en mí la inquietud
por responder el por qué las personas se visten de una u otra forma; qué se muestra,
qué se esconde y por qué; qué significa el atuendo. Siempre he considerado que
nuestra apariencia muestra lo que somos y lo que no queremos dar a conocer. Tuve
la oportunidad de conocer el trabajo de la historiadora colombiana de la vida
cotidiana, Aida Martínez1, que, aunque se puede considerar como una entrada para
entender este maravilloso mundo, es un aporte invaluable para la comprensión de
un fenómeno en la historia de nuestro país.

Mi primer acercamiento a la teoría alrededor de la moda fue a través del texto de


Gilles Lipovetsky2. Este libro me permitió conocer la perspectiva más allá de una
historia descriptiva. El autor plantea que aún falta mucho por estudiar, sobre todo
investigar la moda como proceso social e individual, elementos característicos de la
modernidad. Y acercándome a otros teóricos me di cuenta que Lipovetsky no era el
único que planteaba esta idea. Podemos encontrar que autores como Georg
Simmel3, Max Von Boehn4, François Boucher5, Yvonne Deslandres6, Joanne
Entwistle7, Rachel Kemper8, Aida Carreño Martínez9, Nicola Squicciarino10, John C.

1 Aída Martínez, La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América, 1ª edición. Bogotá: Planeta, 1995
2 Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas, Barcelona: Anagrama, 1990
3 Filósofo alemán (1858 – 1918) centrado en el estudio de fenómenos de la modernidad.
4 Escritor y viajero alemán interesado en temas culturales, como la moda (1860 – 1932)
5 Historiador francés del arte (1885 – 1966) con énfasis en la historia del traje y la indumentaria.
6 Conservadora e historiadora francesa (1923 – 1986) especializada en la moda.
7 Socióloga inglesa especialista en industrias creativas y culturales.
8 No encontré datos de esta autora.
9 Historiadora colombiana (1940 – 2009) de la vida cotidiana.
10 No encontré datos de este autor.

6
Flüger11, Umberto Eco12, Marc Alan Descamps13, Maguelonne Toussaint-Samat14,
Albert Racinet15, entre otros, igualmente plantearon la idea de la moda como un
proceso social e individual. Sin embargo, solo era una propuesta pues ningún autor
había desarrollado esta relación más allá de lo netamente teórico.

Gracias a los autores mencionados, me surgió la idea de llevar a cabo esta


conjetura, de alguna manera, a un proyecto de investigación. Así nació la incógnita
de cómo hacer realidad una investigación como ésta. Por esto, creo conveniente
aclarar que aquí solo se presenta un intento por llevar a lo concreto una proposición
de varios teóricos interesados en la indumentaria16 y la moda como proceso
individual y social.

Buscando concretar la investigación, decidí centrarme en las mujeres bogotanas de


la élite del siglo XIX. Escogí como actores sociales a las mujeres puesto que para
el siglo XIX son ellas las protagonistas de la moda; el hombre queda relegado,
renunciando al adorno y ornamentación, donde la sencillez, la monocromía (o
combinaciones muy simples) y la limpieza de cortes comienzan a crear la imagen
de masculinidad que se conocerá, incluso, en el siglo XX17. Como espacio escogí a
Bogotá del siglo XIX ya que para este siglo la moda era un fenómeno principalmente
urbano y cosmopolita18; además que a esta ciudad llegaban mercancías de lujo y
libros importados de Europa a través de España, convirtiéndose en el centro de
acopio y distribución para otras zonas del país. Y son mujeres de la élite porque es
este grupo el que podía acceder a la lectura (principal difusor de las tendencias de

11 Psicólogo y psicoanalista inglés (1884 – 1955)


12 Filósofo italiano (1932 - ) y un reconocido semiólogo
13 Psicólogo y filósofo francés (1930 - )
14 No encontré datos del autor
15 Ilustrador de las costumbres francesas (1825 – 1893)
16 Entendiendo indumentaria tanto el vestido como los accesorios.
17 Este es un tema que poco se ha estudiado en nuestro país.
18 Es interesante aclarar que hay una corriente teórica conocida como cosmopolitismo, que estudia fenómenos como la

moda, que trasciende fronteras. El cosmopolitismo propone que los seres humanos, en su diversidad, por ciertas
circunstancias o tendencias, son capaces de formar, en determinado momento de una única comunidad (más allá de sus
fronteras) donde se comparten unas ideas. El cosmopolita es el ciudadano del mundo. Es una de las características de la
burguesía que expone Charles Moraze.

7
la moda), entendiendo élite como aquella minoría que “está compuesta de hombres
cuyas posiciones les permiten trascender los ambientes habituales de los hombres
y mujeres corrientes; ocupan posiciones desde las cuales sus decisiones tienen
consecuencias importantes”19. Es decir, que es un grupo que gracias a la
concentración del poder social y económico son capaces de influir, con sus
decisiones u opiniones, la cotidianidad de las personas comunes y corrientes. En
pocas palabras, y como bien lo señala el sociólogo Mills, “la minoría está formada
simplemente por quienes tienen el máximo de lo que puede tenerse…: dinero, el
poder, y el prestigio”20. No solo es necesario detentar el poder económico, también
es fundamental tener como respaldo unas instituciones, que sustentan el poder y lo
multiplican, y una imagen de credibilidad ante su grupo social. Y finalmente, me
ubico en el siglo XIX ya que, en palabras de Fernand Brudel “es a todos los efectos
el padre del actual”21, refiriéndose al siglo XX. Como mencionaré más adelante, la
cronología, en principio, se relacionó más con los años de impresión de las fuentes
primarias; sin embargo, la periodización propuesta (1815 – 1848) fue la época de
una búsqueda de identidad de esa nueva élite que estaba emergiendo, los
burgueses.

Es así que propongo que con los cambios de mentalidad en el siglo XIX, en la Nueva
Granada, la forma de vestir, enmarcado en un fenómeno moderno como la moda,
fue una forma de expresión de la individualidad femenina y cumplió un importante
papel en la construcción de esa individualidad. Aquella forma de expresarse se dio
ya no tanto como la forma de identificarse con un determinado grupo social y
diferenciarse de otro, sino como una manera de destacarse y diferenciarse también
entre los suyos. El vestido y el adorno corporal se elaboraron como forma de
reafirmar una individualidad frente a su colectivo.

19 C. Wright Mills, La élite del poder, México: Fondo de Cultura Económica, 1957, p. 12. Charles Wright Mills (1916 – 1962)
fue un sociólogo estaunidense de la línea marxista, sin ser determinista económico. Su objetivo central era estudiar las
estructuras de poder en Estados Unidos.
20 Íbidem, p. 17
21 Fernand Brudel, Prólogo, en: Charles, Morazé, El apogeo de la burguesía, siglo XIX. Madrid: Ed. Labor, 1965

8
**

La cuestión central, y que más preocupación me causó, fue el problema de las


fuentes y este fue un asunto que traté de resolver a lo largo de la investigación. En
el trasegar de la búsqueda, buceando en un mar de posibilidades, me concentré en
unos textos que llamaron mucho mi atención, tales como manuales de urbanidad y
buenas maneras, catecismos, cartillas, etc. La chilena Mariela Insúa22 ha
denominado las novelas, las obras de teatro y las cartillas como Literatura
Pedagógica. Teniendo el mismo objetivo (modelar una mujer ideal angelical), los
manuales, cartillas y tratados de economía presentados aquí los consideraremos
con la misma denominación. Específicamente, a Bogotá llegaron varios23, unos en
su idioma original (francés e inglés); otros fueron traducidos; y también, se
escribieron por parte de escritores nacionales, y son más característicos de la
segunda mitad del siglo XIX. Ya que no se han abordado las fuentes desde esta
perspectiva, se ha intentado, en esta investigación, tomar la literatura pedagógica e
interpretar su contenido a partir del objetivo de este estudio. Aquí se presentan los
manuales o tratados utilizados:

Manuel de la maitresse de maison, ou lettres sur l´economie domestique, escrito por


Madame Pariset24, publicado en su décima tercera edición en 1825. Este texto se
encuentra en francés y no hay traducciones conocidas. En España, se editó una
traducción de uno de sus libros. Se tituló La casa por dentro o el manual de las
casadas, publicado en 1830. Se encuentra en la colección de Libros Raros y
Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

22 Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile, con doctorado en Literatura Hispánica de la
Universidad de Navarra (España). Actualmente trabaja con esta última institución como parte del grupo de investigación
Siglo de Oro. Ver en http://www.unav.edu/centro/griso/mariela.
23 En cuanto a cómo llegaron estos textos a territorio bogotano, no se sabe nada ya que no existen estudios sobre la

trayectoria de esta clase de literatura. Sería un trabajo interesante seguirle la pista de llegada y apropiación de estos libros.
24
Mme. Pariset, Manuel de la maîtresse de maison ou lettres sur l´economie domestique. París, Audot, 1825.

9
Este fue el único manual al que pude acceder físicamente. Es un libro de bolsillo,
con tapa forrada en cuero reputado y delimitado por una decoración en laminilla de
oro. El lomo igualmente presenta esta decoración. Sus guardas son marmoladas y
el papel es fino, de bajo gramaje. En sus primeras hojas se encuentra un dibujo de
una humilde choza de paja y madera, y una frase de la Economía de Xenofón. Se
reeditó varias veces y su presentación se podría considerar de lujo.

Las mujeres vengadas y restablecidas en su trono, de autoría de Pedro Pablo Broc,


impreso por F. M. Stokes, en Bogotá en el año de 182525. Este libro nació, según
su mismo autor, a partir de la circulación de un texto que denigraba de las mujeres.
El texto de Broc (según lo expuso él mismo) pretendió hacer una defensa a la mujer.
Para lograr su objetivo utilizó la burla irónica, junto con sus conocimientos médicos,
para contrarrestar esas críticas que él considera infundadas.

Broc fue uno de los médicos que llegaron procedentes de Francia, contratados por
el gobierno colombiano para enseñar anatomía y cirugía en el Hospital San Juan de
Dios, de Bogotá. La noticia de su llegada salió en el periódico Gaceta26, el 20 de
octubre de 1822. Según Emilio Quevedo, no todos estaban de acuerdo con sus
métodos, especialmente un estudiante de apellido Merizalde 27. Debido a esta
disputa, Broc regresó a París.

Eufemia o la mujer verdaderamente instruida, de autoría de Joachim Heinrich


Campe28. Fue un pedagogo alemán del siglo XVIII y según la chilena Mariela Insúa,
es un autor admirado en Hispanoamérica. Es reconocido por haber sido el tutor de

25
Pedro Pablo Broc, Las mujeres vengadas y restablecidas en su trono, Bogotá: F:M: Stokes, Plazuela de San Francisco,
1825.
26
Gaceta de Colombia, número 53, trimestre 4, Domingo 20 de octubre de 1822. Ver en:
http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/blabr1142013_n_053.pdf
27 Emilio Quevedo V., Historia de la cátedra de medicina en el Colegio Mayor durante la Colonia y la República 1653 - 1865,

Bogotá: Centro Editorial Universidad del Rosario, 2002, p. 156


28
Campe, Eufemia o la mujer verdaderamente instruida, Bogotá: J.A. Cualla, 1829. A lo largo de la investigación, se supo
que el nombre completo era Joachim Heinrich Campe, nombre que no aparece en la portada de este libro.

10
los hermanos Alexander y Wilhelm von Humboldt. Fue seguidor de las ideas de
Rousseau. Él creía en la educación diferenciada por sexo. Una de sus obras más
reconocidas es El joven Robinson, basada en el libro de Daniel Defoe, Robinson
Crusoe. Otro libro que publicó fue El descubrimiento de América. En España,
Eufemia se tradujo y se publicó en 181829.

Este manual se imprimió en la ciudad de Bogotá, en el año de 1829, en la imprenta


de J.A. Cualla. Consta de cuatro partes, cada uno con subdivisiones. Carece de
notas del editor. En este texto es un padre que se dirige a una joven (una supuesta
hija). Aquí, la niña se llama Eufemia, cuenta con 15 años, y por medio de ella se
dirige a las mujeres burguesas, distinguiéndolas de las aristocráticas. Campe está
seguro que estas últimas perdieron su rumbo y por esto, no son dignas de servir
como modelos a seguir:

“Si miras en rededor, i si observas, amada Eufemia, la mayor parte de las mujeres de toda
edad, i principalmente en las primeras clases de la sociedad: si quieres saber
superficialmente cual es el destino de tu sexo por los muchos modelos que tendras delante
á cada paso, temo que esos modelos te presenten seres mui ridículos u horrorosos, i por
cuantos tesoros hai en el mundo no quisiera que los imitaras ¿Qué te enseñarían en efecto?
Según el ejemplo de una creeras que existes solo para el tocador, i para ser vista, para pasar
el tiempo en vagatelas, para entretenerte i divertir á otros respirando el incienso vaporoso
de todos los locos, jóvenes i ancianos, que te adularan con falaces alabanzas, te diran frases
melodiosas, i apartaran tu atención de tus defectos, de tus errores, de tus debilidades: en
una palabra, llevaras una vida frívola i sin ningún objeto útil” 30

El autor se empeña en demostrar cuál es el verdadero destino de las mujeres y que


ellas deben aceptar esto como un hecho natural, y critica la desviación de este
sagrado deber. Aquí, la moda hace parte de esa discusión. La mujer debía pretender
la sencillez y la modestia. Una mujer solo debía agradar a su marido. Es así cómo
se defiende el papel que debe ejercer la mujer: madre y esposa, que para él son las
funciones más nobles, como se puede leer en este apartado: “Como esposas deben
con el interés mas intimo, con el amor mas tierno, con sus desvelos i trabajos

29 Ver en:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-nuevo-robinsn-de-joachim-heinrich-campe-en-la-traduccin-de-
toms-de-iriarte-1789-0/html/01d22636-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html
30
Campe, Op. Cit., p. 11

11
suavizar la vida de los hombres, templar el rigor de nuestras desgracias, llenar de
consuelos nuestros días desventurados, i hacernos olvidar los amargos pesares i
las fatigas que son patrimonio de nuestro sexo” 31. Y que la familia la encabece el
hombre, eso es la voluntad tanto de Dios como de la sociedad.

Breves nociones de urbanidad estractadas de varios autores, y dispuestas en forma


de catecismo para la enseñanza de las señoritas del Colejio de la Merced de
Bogotá, escrito por Rufino Cuervo y Barreto32, en 1836 quien nació en Tibirita,
Cundinamarca, el 28 de julio de 1801 y murió en Bogotá el 21 de noviembre de
1853. Era doctor en Derecho Civil y Canóruco del Colegio del Rosario. Escribió este
texto siendo Gobernador de Cundinamarca. Este texto es una guía de
comportamiento para el desenvolvimiento en sociedad de las señoritas que
ingresaban a este colegio.

Tratado sobre economía doméstica para el uso de las madres de familia y de las
amas de casa, escrito por Josefa Acevedo de Gómez33. Aida Martínez la define
como una moralista y la considera la primera escritora civil de nuestra historia 34.
Nació en Bogotá el 23 de enero de 1803 y murió en Pasca el 19 de enero de 1861.
Fue miembro de una familia prominente; se casó con un primo de su padre, Diego
Fernando Gómez, descrito como hombre inteligente y violento y, además, cercano
al general Francisco de Paula Santander. Este tratado, Martínez lo considera una
guía de comportamiento.

31
Ibídem, p. 13
32
Rufino Cuervo, Breves nociones de urbanidad estractada de varios autores y dispuestas en forma de catecismo, para la
enseñanza de las señoritas del Colejio de la Merced de Bogota por el Dr R.C., Bogotá: Imprenta de N. Lora, 1836. Se
encuentra en copia digitalizada en la Biblioteca Nacional, de Bogotá.
33
Josefa Acevedo de Gómez, Tratado de economía doméstica para el uso de las madres de familia i de las amas de casa,
Bogotá: Imprenta J.A. Cualla, 1848. Se encuentra en copia digitalizada en la colección de Libros Raros y Manuscritos, de la
Biblioteca Luis Ángel Arango.
34 Ver en: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/acevgome.htm

12
Además de los textos completos que mencioné anteriormente, utilicé como fuente
los impresos seriales y no seriales. Siendo que el siglo XIX se caracterizó por la
importancia de la imprenta, aquí también se tuvo en cuenta como fuente a la prensa.
Para Benedict Anderson, el periódico fue el medio decisivo para construir la
“representación” de la nación, ya que el “el conocimiento impreso sobrevivía por su
capacidad de reproducción y diseminación”35. Esta fue la forma de difusión, entre
los criollos de la Nueva Granada, de las ideas de la Ilustración y de lo que ocurría
tanto en Europa como en el resto de América. Pero en la Nueva Granada no solo
se imprimían periódicos, sino que la imprenta fue utilizada para difundir los impresos
no seriales, llamados hojas sueltas. Según su contenido se divide en tres
categorías, una de las cuales es los Anónimos “que buscaban desacreditar a alguna
persona o que se expresaban de una situación en particular”36. Estos Anónimos se
encuentran, principalmente, en la Biblioteca Nacional.

Igualmente, en esta investigación, empleé algunas imágenes, tales como retratos


de la época y litografías costumbristas, como apoyo a la descripción de la
indumentaria que realizo en una parte de este trabajo, y como muestra de que en la
Nueva Granada se seguía las tendencias en moda indumentaria que dictaba
Europa, especialmente Francia e Inglaterra.

***

35
Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del Nacionalismo,
México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 63. Benedict Anderson (1936 - ) nació en China, vivió en
California y estudió en la Universidad de Cambridge. Es hermano del historiador Perry Anderson. Es
especialista en Relaciones Internacionales y estudioso del nacionalismo.
36
Ver en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/content/la-imprenta-y-su-desarrollo-en-la-nueva-granada-
y-colombia-hojas-sueltas

13
La cronología empleada aquí está relacionada con la periodicidad que algunos de
los autores, a los que recurrí para esta investigación, proponen para la historia de
la moda europea y que está conectada con la época en la que se publicaron las
fuentes primarias centro de este estudio. Fue complicado proponer una cronología
debido a la falta de referencias en cuanto a una historia descriptiva de la moda en
Colombia, y a lo que se refiere a tema de la individualidad que, en Colombia,
aparentemente, se ha estudiado más la cuestión a nivel político, como es el de la
ciudadanía. Además, se hace la conexión entre Bogotá y Europa porque, en el siglo
XIX, nuestra élite estaba más en contacto con esa parte del mundo, especialmente
por las ideas de la Ilustración y la posibilidad de independizarse de los poderes
monárquicos donde la acción del individuo tomaba protagonismo37. En este sentido,
Aída Martínez afirma que “a través de la moda las élites locales expresaban cuando
no la adhesión, al menos el conocimiento de las innovaciones nacidas en la
Revolución Francesa”38. Este grupo estaba muy atento a lo que acontecía en el viejo
mundo, y se esmeraba en traer a nuestro país las novedades tanto materiales como
intelectuales y fue la forma como “la introducción de esa nueva estética se aceleró
a la creciente oferta de mercancías europeas, parcialmente legal y en buena parte
efecto del contrabando”39, además que daba a los mestizos la oportunidad de
“borrar diferencias…(y)…destacar su componente español”40

Sin embargo, se toma como referencia a Europa, ya que ellos marcaron las
tendencias en moda del siglo XIX. Los años comprendidos entre 1815 y 1848 se
conocen como la Restauración Europea, que va desde la caída del imperio
Napoleónico hasta la revolución de la primavera, en 1848. Este periodo se
caracterizó por el enfrentamiento entre la aristocracia y la nueva clase, y el cómo la
monarquía pretendía retomar sus privilegios y los burgueses buscaban consolidarse

37 Renán Silva, La Ilustración en el virreinato de la Nueva Granada. Estudios de historia social, Medellín: La Carreta, 2005,
pp 7 - 45
38 Aída Martínez, La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América, Op. Cit., p. 51
39 Ibídem, p. 47
40 Ibídem, p. 39

14
como clase. Por esto, también se le conoce a este periodo como la Era burguesa.
En 1848, finalmente triunfa la clase burguesa y comienza el enfrentamiento de los
burgueses y las clases populares, especialmente de los proletarios.

Por su parte, en Colombia, la primera mitad del siglo XIX se definió por los intentos
de independizarse de la Corona Española y los distintos experimentos de crear una
nación independiente. En 1815 estaba viviendo la Reconquista, luego del primer
intento de desligarse del Imperio español. De allí en adelante, se dan intentos por
crear y consolidar la nación, por medio de la proclamación de varias constituciones
donde se pretendía dar prevalencia a los derechos individuales y las reformas para
el librecambio, para permitir que los individuos sean los protagonistas en la
economía y la industria. En la Nueva Granada ocurre algo similar a lo que acontecía
en Europa y es que la aristocracia y nobles procuraban frenar estos cambios con la
intención de no perder sus privilegios. Y 1848 significó el comienzo de las
propuestas de Reformas Liberales algunas de las cuales fueron llevadas a cabo en
el gobierno de Hilario López (1849 – 1853) y la fundación del Partido Liberal en
Colombia a partir de los postulados pragmáticos de Ezequiel Rojas.

Es así que durante el siglo XIX, Colombia tuvo un lento crecimiento poblacional y
económico debido a las guerras civiles y la poca infraestructura existente. La
naciente industria se centró en Bogotá. A finales del siglo XVIII aparece nueva clase
de comerciantes, importadores que satisfacen el consumo de las clases altas.
Según Álvaro Tirado Mejía, al igual que en Europa, el comerciante pretendía
secularizar el Estado y abrir las puertas al librecambio41. Para mediados del siglo
XIX aún se conservaban algunas estructuras coloniales. Los comerciantes, gracias
a la liberación del comercio, comenzaron a detentar poder social y luchar en contra
de las trabas colonial que aún existían, y a favor de los derechos individuales. Las
consecuentes constituciones fueron definiendo las características de los individuos

41
Ver en: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/colhoy/colo6.htm

15
con derechos; quienes detentaban esos derechos eran aquellos letrados, con
propiedad e ingresos económicos.

A esto se le suma que el proceso acelerado del mestizaje provocó la disolución del
orden jerárquico colonial. En palabras de Jaime Jaramillo Uribe “la sociedad
empezaba a dejar de ser una sociedad de “castas”, para entrar a constituirse en una
sociedad de clases en el sentido moderno”42. Este historiador también señala que
esta nueva clase tenía acceso a lujos europeos.

Es así como este trabajo se articula de la siguiente manera: En el primer capítulo


se hará un recorrido historiográfico de las variables que se presentan en este intento
de investigación. Se parte de que este ejercicio de investigación se enmarca en la
propuesta de la Historia Cultural en su vertiente de la Historia de la Cultura Material
y la Historia de las Mujeres. En el segundo capítulo, se realiza un acercamiento a la
cuestión de la individualidad femenina. En el tercer capítulo, se aborda la historia de
la moda tanto en Europa (especialmente Francia e Inglaterra) como en Bogotá,
teniendo en cuenta que no se ha realizado una historia descriptiva de la moda en
Colombia, solo se han realizado pequeños estudios como el de Juana María Rey 43
y Aída Martínez44. En el cuarto capítulo, se presenta el caso en Bogotá y las fuentes
primarias utilizadas.

Este documento, más que tener el objetivo de llegar a una conclusión definitiva, es
la muestra de la apertura a nuevos caminos, recorrido que no ha tenido muchos
peregrinos investigadores, pero, con cada vez más adeptos. Y, a pesar de las
complicaciones que surgieron durante este proceso, y de los errores que se
cometieron (algunos se pudieron solucionar, otros quedarán en evidencia a lo largo

42
Ver en: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/colhoy/colo4.htm
43 Juana María Rey, La cultura del vestir en Colombia desde el periodo prehistórico hasta el siglo XIX, Bogotá: Universidad
de los Andes, 1991
44 Aída Martínez, “La moda del siglo XVI en la Nueva Granada”, en: Revista Lámpara, Volumen 21, número 118, 1992,

Bogotá, pp 54-58

16
de este trabajo), pude encontrarme con ese tema que despierta mi pasión
investigativa y que seguirá haciendo parte de mis planes y mis proyectos a futuro.

17
1. UNA MIRADA TEÓRICA E HISTORIOGRÁFICA

La intención, con este primer capítulo, es enmarcar esta investigación dentro de lo


que se denomina Historia Cultural, específicamente Historia de la Cultura Material
lo mismo que al interior de la Historia de las Mujeres. Esta investigación nació de
una casualidad en la cual se intentó relacionar la expresión de la individualidad
femenina con la moda. Se darán a conocer los teóricos que se consideraron
importantes en cuanto a sus aportes y que se relacionan con los propósitos
investigativos de este proyecto.

En cuanto a los teóricos de la moda que se tuvieron en cuenta -como se indicó en


la introducción-, principalmente a Gilles Lipovetsky (1944- ), filósofo y sociólogo
francés y perteneciente a la tercera generación de la Escuela de los Annales y quien
es un estudioso de procesos de la modernidad, como el de la moda. Otro autor
seguidor de este pensamiento es Philippe Perrot, historiador francés de la Escuela
de los Annales (perteneciente igualmente a la tercera generación, interesada en la
antropología cultural), quien se centra en el estudio de la moda y la figura femenina
en el siglo XIX europeo. En la pesquisa, igualmente se encontraron dos estudiosas
interesadas en la importancia del estudio de la moda: una de ellas es Joanne
Entwistle, socióloga y profesora titular de Industrias culturales y creativas en el
King´s Collage London. Su principal obra es El cuerpo y la moda, traducción de su
libro The fashioned body45. Otra es Yvonne Deslandres (1923 – 1986), curadora e
historiadora francesa, especialista en historia del vestido 46. Estas dos autoras
coinciden, al igual que Lipovetsky, en proponer ahondar en la relación de la
individualidad con la moda.

45 Joanne Entwistle, El cuerpo y la moda: Una visión sociológica, Barcelona: Paidós, 2002
46 Yvonne Deslandres, El traje: imagen del hombre, Barcelona: Tusquets Editores, 1976

18
Uno de los pioneros del estudio de la moda es el filósofo alemán de finales de siglo
XIX, Georg Simmel (1858 – 1918) quien no solo teorizó sobre la moda, sino que
propuso una definición, para su tiempo, de lo que se podría considerar como la
“Cultura Femenina”47. En cuanto a Colombia, la historiadora Aida Martínez (1940 –
2009) desarrolló la única investigación de la moda en nuestro país donde utilizó
fuentes distintas al documento escrito48. Además fue directora del Fondo Cultural
Cafetero por 16 años desde donde constituyó El Museo del Siglo XIX, el cual es
custodio de una importante colección de indumentaria del siglo XIX (especialmente,
de la segunda mitad de este siglo).

1.1. LA MODA COMO PROBLEMA TEÓRICO

La moda, como objeto social de estudio, nació a finales del siglo XIX. Uno de sus
teóricos más importantes, como se mencionó, fue Georg Simmel, quien la explicó
desde la imitación; el ser humano es propenso a imitar, ya que, de esta forma, no
se siente solo y crea lazos con otros. Basado en esta idea, Simmel dio una
definición: “La moda es la imitación de un modelo dado, y satisface así la necesidad
de apoyarse en la sociedad; conduce al individuo por la vía que todos llevan, y crea
un módulo general que reduce la conducta de cada uno a mero ejemplo de una
regla”49. Sin embargo, la imitación conlleva la necesidad de la diferencia. Un
individuo o grupo de individuos logran imponer una tendencia, pero estos intentarán
alejarse de aquellos que los imitan. Es por esto que Simmel planteaba que más
que una necesidad física, la indumentaria es una necesidad psicológica: “la prueba
más clara de que la moda es un mero engendro de necesidades sociales, mejor
aún, de necesidades psicológicas puramente formales, está en que casi nunca
podemos descubrir una razón material, estética o de otra índole, que explique sus

47 Georg Simmel, Cultura femenina: Filosofía de la coquetería, lo masculino y lo femenino Filosofía de la moda, México:
Espasa-Calpe, s.f
48 El texto principal de Aída Martínez titulado La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América. Bogotá: Planeta,

1995
49 Georg Simmel, Cultura femenina: Filosofía de la coquetería, lo masculino y lo femenino Filosofía de la moda, Op. Cit., p.

112.

19
creaciones”50. Esta afirmación la acentuaba diciendo que la moda poco tiene que
ver con lo funcional o lo racional.

En la década de 1990, Gilles Lipovetsky publicó su más famosa obra, ya


anteriormente mencionada, donde propone varias críticas a la forma en cómo se ha
estudiado la moda (que implica la indumentaria). Él cree que hay una crisis profunda
en la comprensión global de este fenómeno. Llama la atención para que los
estudiosos en estos temas se aparten de lo que él considera como un credo común,
y es que la moda se desarrolla en un enfrentamiento de clases, y es un terreno
donde se pone en pugna el prestigio entre diferentes capas sociales (aunque no se
puede negar que esto hace parte del desarrollo de la moda). Para este sociólogo,
esta visión es muy simplista: “se ha instalado hasta tal punto en la tranquila
machaconería, en la razón perezosa, explotando la misma receta marco”51. Este
escritor afirma que esa competencia también se presenta entre los miembros de
una misma clase social. Por esto, expresa que es necesario teorizar sobre el
problema, más allá de las pasiones y las fantasías, las cuales se sustentan en
respuestas prefabricadas.

Por esto, Lipovetsky manifiesta que se debe ir más allá de la cronología de los
estilos para descubrir “los grandes momentos, las grandes estructuras, los puntos
de inflexión organizativos, estéticos, sociológicos, que han determinado el recorrido
plurisecular de la moda”52. Por su parte, Philippe Perrot coincide en que la historia
de la indumentaria y la moda que se ha desarrollado como cronológica y estética:
“Ellos (los que la estudian) no se aventuran en el terreno de los gestos, la anatomía,
la sexualidad, la higiene, la economía, los signos, los rituales, la moralidad y la ley” 53;
esto no significa que se deje a un lado la investigación sobre los detalles del diseño,

50 Ibídem, p. 113.
51 Gilles Lipovetsky, Op. Cit., p. 10.
52 Ibídem, p. 12.
53 Philippe Perrot, Fashioning the bourgeoisie: A history of clothing in the nineteenth century, New Jersey: Princeton

University Press, 1994, p. 4. Traducción de la autora

20
confección, escogencia de materiales y colores, lo cual también tiene una
significación en las relaciones sociales.

La relación entre moda y expresión de la individualidad es el elemento que interesa


en este proyecto y que destacan estos investigadores, la cual se considera esencial
y poco estudiada y que ha quedado en planteamientos muy generales. Tanto
Lipovetsky, como Enwistle y Deslandres proponen que sea un tema de investigación
dentro del fenómeno de la moda.

Siendo la moda una de las características de las sociedades modernas, según


Lipovetsky, la seducción, lo efímero, la distinción y la frivolidad se convierten en
componentes esenciales. Deslandres concuerda en que, desde finales de la Edad
Media, se abrió paso a la idea de moda: “Es lógico que una forma de pensamiento
que exalta los valores individuales de la persona promueva una nueva concepción
del traje, que adquiere así rasgos simbólicos de expresión de la personalidad y
exaltación del gusto personal”54.

Dos componentes son esenciales en el fenómeno de la moda: la seducción y la


vanidad. Deslandres afirma que “la voluntad de seducir, tan inherente a los hombres
como a las mujeres, es uno de los móviles principales de las transformaciones en
la moda”55. En cuanto a la vanidad, se le atribuyen efectos más negativos que
positivos, ya que se entiende como una sobreestimación de las habilidades propias,
y búsqueda (se dice que constante) de admiración, y para el catolicismo significa
centrarse en cuestiones mundanas (vanitas). Esto, en exceso se puede convertir en
una patología conocida como Narcisismo. Tanto la seducción como la vanidad son
asociadas con lo “femenino”, lo trivial, lo absurdo, la explotación. Entwistle acusa
que esta forma de ver es la que ha impedido tomar como un objeto serio de estudio
a la moda. Se ha minimizado la seducción y la vanidad como algo trivial,

54 Yvonne Deslandres, El traje: imagen del hombre, Barcelona: Tusquets Editores, 1987, p. 121.
55 Ibídem, p.20.

21
manipulador y se considera como formas de someter a los seres humanos,
especialmente a las mujeres, creando seres superficiales y poco racionales.

Deslandres se pregunta: ¿Por qué nos vestimos? A lo que responde: “el traje, nos
guste o no, forma parte incuestionable del confort humano… Aceptar vestirse es
formar parte de la sociedad civilizada”56. Es por esto que las razones físicas y
mentales no se excluyen unas a otras. Además que existe una necesidad de
distinguirse del otro y se ha usado como medio de seducción teniendo en cuenta
que el traje está ligado a fenómenos de cada época y elementos que se
considerarían como parte del surgimiento de la indumentaria, “la modestia y la
vergüenza son relativas según el contexto social”57. Entwistle llama la atención
sobre esto en el sentido de que “la ropa no se lleva para esconder los mensajes
sexuales, sino para hacernos sexualmente más atractivos”58. Es decir, que se ha
descartado como motivo del surgimiento del vestido, el pudor. Esas razones solo se
pueden saber estudiando la práctica del vestir. La indumentaria, por medio de la
moda (que para Entwistle es de más largo alcance en el tiempo), cambia las siluetas
e introduce nuevos adornos dependiendo de la voluntad de seducción, es decir, qué
se expone y qué se esconde.

Entwistle plantea, entonces, que los códigos sociales del vestir están ligados al
contexto. Vestirse es una práctica individual pero también social y cultural. Los
autores coinciden en, como hace énfasis Entwistle, que existe una propensión
humana al adorno; vestirse sugiere un acto que resalta el proceso de cubrirse (o
descubrirse), y el adorno está íntimamente relacionado con “los aspectos estéticos
de alterar el cuerpo”59. Cada época crea su discurso estético y esta “producción de
ideas estéticas sirven para estructurar la recepción y el consumo de estilos” 60. Es

56 Ibídem, p. 18.
57 Joanne Entwistle, El cuerpo y la moda: Una visión sociológica, Barcelona: Paidós, 2002, p. 79.
58 Ibídem, p. 79.
59 Ibídem, p. 62.
60 Ibídem, p. 68.

22
así como el entorno social proporciona las opciones para el acto de vestir, y el
individuo las toma tal cual se les ofrece o las transforma.

En este juego estético se obedecen las reglas, pero de vez en cuando se


transgreden. Aunque se quiera ver como una imposición, la forma de vestir, como
todo proceso social, es una construcción, y está muy ligada al espacio y momento
histórico: “El vestido, como el lenguaje, siempre acontece en algún espacio
geográfico y social. En sus formas, colores, materiales, construcciones y funciones
–y lo que del comportamiento implica- el vestido muestra signos obvios, atenuadas
marcas o residuo de trazas de enfrentamientos.”61. Es decir, que concebir la
indumentaria como una simple necesidad natural es una visión superficial. Cada
grupo social determina los mínimos del cuerpo vestido.

1.2. EL GÉNERO COMO UNIDAD DE ANÁLISIS HISTÓRICO

Siendo que esta investigación se centra en la indumentaria femenina y su relación


con la expresión de la individualidad, se tomarán, igualmente, elementos de los
estudios de género. Los estudios sobre las mujeres surgieron en los años setenta
del siglo XX, gracias al cambio de paradigma en los discursos historiográficos. Hasta
1960, la historia de las mujeres era confundida con la historia del feminismo. Sin
embargo, la posición política dio paso a los estudios científicos sociales del género
femenino. Michelle Perrot, historiadora francesa y pionera de los estudios de las
mujeres y género, considera que estas investigaciones tuvieron lugar gracias a que
ellas entraron en la universidad y al fundado Movimiento de Liberación de las
Mujeres (Mouvement de Libération des Femmes), nacido en 1970, en Francia, y el
Women´s Liberation Movement, en Estados Unidos. La Nueva Historia, que se
estaba proponiendo en esos momentos, más allá de los temas abstractos, analizaba
las representaciones, prácticas y lo que se ha denominado como mentalidades. Es

61 Philippe Perrot, Op. cit, p. 7. Traducción de la autora

23
lo que se conoce hoy como Historia de la Vida Cotidiana y de la Cultura Material.
La mujer se comenzó a considerar como un sujeto histórico y, por ende, objeto del
conocimiento histórico. Se desarrolla un proceso de visibilización.

La categoría género surgió como una forma de abarcar la relación femenino –


masculino (y no solo centrarse en lo femenino), ya que como Joan Wallach Scott62
afirma que “empezó por una historia de las mujeres para convertirse más
precisamente en una historia del género, que insiste sobre las relaciones entre los
sexos e integra la masculinidad”63. Para Suzy Bermúdez, el abordar la historia desde
una perspectiva de género quiere decir que las diferencias entre los sexos ya no se
interpretan desde el terreno biológico (se rechaza el determinismo biológico), sino
que se analizan desde el plano simbólico. Sin embargo, si es cierto que se quiere
alejar del determinismo biológico, “el género es una categoría social impuesta a un
cuerpo sexuado”64 que, según el sexo las sociedades designan diferentes roles
dentro de un contexto social y cultural.

A partir del género se estratifican actividades, formas de ser y estar en el mundo.


Según Marta Lamas65, citada por Suzy Bermúdez: “la dicotomía masculino-
femenino, que condicionan los roles, (se presenta) limitando las potencialidades de
las personas al potenciar o reprimir los comportamientos según si son adecuados
al género”66. En la asignación de roles se limitan o potencian ciertas formas de ser
y actuar. Y es con los estudios de la vida cotidiana que se puede determinar la
asignación de estos roles y posibles razones de esta asignación.

62 Joan Scott es historiadora estadunidense. Su trabajo se centra historia de género y la historia intelectual. Actualmente
pertenece al Institute for Advanced Study del School of Social Science. Ver en: https://www.ias.edu/people/faculty-and-
emeriti/scott.
63 Joan Wallach Scott, Género e historia, México: Fondo de Cultura Económica, 2008, p.17
64 Ibídem, p.53
65 Antropóloga y feminista mexicana. Ver en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1853-

001X2012000100006
66 Suzy Bermúdez, Hijas, esposas y amantes: Género, clase, etnia y edad en la historia de América Latina, Bogotá: Ediciones

Uniandes, 1992, p. 23

24
Precisamente, una de las grandes preguntas de los estudios de género es cómo y
por qué se ha configurado el papel de ambos sexos, a partir de sus relaciones:
“Aunque este uso del género afirme que las relaciones entre los sexos son de
carácter social, no dice nada acerca del por qué estas relaciones se han construido
así, ni cómo funcionan o cómo podrían cambiar”67. En esta división, en occidente,
entre masculino y femenino “no está claro es de dónde provienen tales arreglos y
por qué se han articulado en términos de división sexual del trabajo”68

Puede que ésta sea la razón de la tendencia a generalizar lo masculino y lo


femenino. Como afirma Suzy Bermúdez: “se analizaba a la mujer como un ente
aislado y como un grupo homogéneo”69. Es así, asegura Joan Scott, como surgen
conclusiones sin bases históricas. Se cree que la mujer se reproduce a sí misma y
se manifiesta de la misma manera en todos los momentos; esta es la forma como
se crea y recrea una idea ahistórica de la mujer. Se debe tener en cuenta que la
“sexualidad se manifiesta dentro de unos contextos históricos”70.

La historia de género se centra en el estudio de los roles sociales (más que buscar
lo específicamente femenino), a partir de prácticas sociales, tipos y formas de
discursos (superando la simple calificación de misoginia): su receptividad,
representaciones e imágenes. Scott llama la atención en cuanto a que la historia de
las mujeres solo es posible proponiendo el tema de la relación entre los sexos.

La intención de este ejercicio de investigación es evidenciar lo que se consideraba


lo femenino, de la cronología aquí aplicada del siglo XIX, a partir del fenómeno de
la moda; qué significaba para algunos sectores de la sociedad, cómo se
manifestaba y cómo se controlaba o trataba de controlar.

67 Joan Wallach Scott, Op. cit, p. 54


68 Abide, p. 60
69 Suzy Bermúdez, Op. cit, p. 24
70 Joan Wallach Scott, Op. cit, p. 57

25
1.3. HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL E HISTORIA DE LAS
MUJERES COMO HISTORIA CULTURAL

Con los elementos presentados, esta investigación puede ser enmarcada en lo que
se conoce como Historia Cultural, ya que “el historiador cultural accede a partes del
pasado inaccesibles para otros historiadores”71. Su objetivo es develar los
significados, evidenciar las representaciones, en los discursos, y las prácticas. Aquí
se parte de los postulados de Roger Chartier72. Las representaciones son las formas
como damos sentido al mundo en que vivimos. Chartier parte de un objeto (su objeto
de estudio es la historia de la lectura) para realizar sus investigaciones. El objeto
debe ser estudiado en sí mismo como fuente de información y, cruzando esto con
el estudio crítico de su contexto, de su textualidad y la historia de las prácticas
alrededor de este, donde los procesos de apropiación son esenciales para
determinar los usos e interpretaciones que se producen en un grupo social.

Es así que, desde los postulados de Chartier, una de las formas de acercarse al
conocimiento de una cultura es por medio de su producción material; como coincide
la antropóloga española Almudena Hernando, quien propone el estudio de la cultura
material como forma de huir de lo evidente. Siguiendo a Michel Foucault, Hernando
afirma que cada sociedad produce su propia verdad, que se sustenta en discursos
científicos e instituciones. Con el estudio de la cultura material, según Hernando, se
logran analizar elementos que la ciencia tradicional descartaría. Esta antropóloga
explica que la cultura material se centra en la investigación de la interacción de
objeto-sujeto porque no es posible separarlos en el análisis de una cultura: “somos
como somos porque utilizamos determinados objetos, y porque somos así,
fabricamos unos objetos y no otros”73. Ella asegura que el uso constante de los

71 Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural?, Barcelona, Paidós, 2004, p. 13


72 Roger Chartier, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona: Gedisa,
1992
73 Almudena Hernando, La fantasía de la individualidad. Sobre la construcción socio histórica del sujeto moderno, Madrid,

Katz Ediciones, 2012, p.19

26
objetos nos individualiza y, cada vez, se producen objetos más individualizados y
en que elegir no es una opción, es un deber. Por lo tanto, estudiar la cultura material
es conocer las estructuras profundas de las sociedades, reflexionar sobre aquello
que no se expresa de forma explícita.

En este trabajo se toma como objeto la indumentaria, que al innovar crea la moda.
A partir de ciertos documentos, se analizarán los significados y representaciones y
las relaciones que se establecen en los discursos alrededor de las formas de vestir.

1.4. ENTENDER LA INDIVIDUALIDAD

El concepto de individuo lo podemos entender a partir de los postulados de Michel


Foucault y algunos filósofos que son explicados por Michael Steinberg 74. Foucault,
en la Hermenéutica del sujeto, nos hace una reflexión con respecto al pensamiento
griego el cual concebía que ser individuo era “ocuparse de uno mismo”75. El
ocuparse de sí mismo era conocerse. Al conocerse, se podía tener acceso a otros
conocimientos, es decir, el acceso a la verdad. Para los griegos esto era
fundamental ya que el ocuparse de uno mismo estaba íntimamente relacionado con
el otro. Y es como el otro es fundamental en esta práctica, es el mediador de
conocerse a sí mismo. El conocimiento de sí mismo era fundamental para que el
individuo pasara a ser sujeto (un agente pensante). Pero en la formación del
individuo (el cuerpo humano existente) como sujeto era indispensable el maestro
quien “es un operador en la reforma de un individuo y en la formación del individuo
como sujeto, es el mediador en la relación del individuo con su constitución en tanto
que sujeto”76. Al ocuparse de uno mismo, los griegos aseguraban que era la forma
de ocuparse del otro. Como se procuraba su propio bien, esto se vería reflejado en
que también procuraría el bien ajeno. Es el cuidado de uno mismo el que se refleja

74 Michael Steinberg (1928 -2009) fue un reconocido musicólogo y crítico musical en Estados Unidos. Nació en Polonia,
pero en 1943 emigró a los Estados Unidos graduándose como músico en la Universidad de Princeton
75 Michel Foucault, Hermenéutica del sujeto, Bogotá: Altamira, 1996, p. 35.
76 Ibídem, p 56.

27
en el cuidado del otro. Sin embargo, Foucault refutaría esto diciendo que, en la
época moderna, a diferencia de los griegos, cada uno se ocupa de sí mismo sin que
esto signifique ocuparse del otro. “En la cultura grecorromana el conocimiento de sí
se presentaba como la consecuencia de la preocupación de sí. En el mundo
moderno, el conocimiento de sí constituye el principio fundamental”77.

A partir de lo anterior, podemos exponer que individuo denota propiedad del cuerpo,
como lo indica también Steinberg, y según John Stuart Mill el cuerpo debía ser
protegido. El individuo es la existencia de un cuerpo. Es “propiedad del cuerpo, que
al mismo tiempo tiene derecho a poseer propiedad física”78. Es aquel que reconoce
su cuerpo como perteneciente a un espacio, y es el medio de reconocerse a sí
mismo y que los otros lo reconozcan. Por ende la individualidad será el
reconocimiento de esa corporalidad. Es la forma de estar en el espacio. Es
entenderse como materia vista ante sí mismo y que puede ser vista por los demás.
Es el medio para crear, formar y representar una imagen ante los otros.

Además, Foucault plantea unas tecnologías del yo, las cuales son el “modo en que
un individuo actúa sobre sí mismo”79, es decir que ““permiten a los individuos
efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones
sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser,
obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado
de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad”80. Estas tecnologías se relacionan
con otras para poder ser, como son las tecnologías de reproducción, de sistemas
de signos y de poder, que determinan la conducta del individuo, su dominación
llevando a la objetivación del sujeto. Y todas están tecnologías, a la vez, tienen que
ver con una forma de dominación.

77 Ibídem, p 55.
78 Michael P. Steinberg, Escuchar la razón. Cultura, subjetividad y la música del siglo XIX, Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2008, p.24.
79 Michel Foucault, Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona: Ediciones Paidós, 1990, p. 49.
80 Ibídem, p. 48.

28
En cuanto a la cronología que nos ocupa esta investigación, para Richard Sennett81,
el siglo XIX como la era del individualismo82. Fue un época más que todo urbana,
cuando imperó la división de clase. Es lo que Tocqueville denominó la ‘soledad
cívica’. Como forma de promover esa individualidad y obstaculizar el proceso de
movimiento de masas (que generaron los disturbios de la Revolución), se facilitó
entonces la movilidad de individuos en la que no se presentaría conexión personal.

Entonces, el individualismo se fue generando como aislamiento, “silencio utilizado


como una protección de la intimidad individual”83. La independencia del individuo se
exalta: “Dormir uno solo, leer tranquilamente su periódico, vestirse a su gusto, ir y
venir como a uno le parece, consumir de acuerdo a sus preferencias, frecuentar y
amar a quien se quiere… son otras tantas expresiones de las aspiraciones de un
derecho a la felicidad que da por supuesto la elección del propio destino”84. La
velocidad entra en juego y se vuelve protagonista. Los espacios abiertos de las
ciudades se convierten en espacios de paso. El cuerpo, individual, siempre está en
movimiento. Y es la forma de privilegiar a los individuos con sus propios intereses85.
La ciudad se convierte en la protagonista del desenvolvimiento del individuo, el
sujeto, “la ciudad, como una nueva frontera, afloja las presiones familiares o locales,
estimula las ambiciones, debilita las convicciones… ruptura con lo anterior y
advenimiento de lo nuevo”86.

Es así como la privacidad fue y será un elemento esencial en la construcción de la


individualidad. Debido a esto, se declaró la inviolabilidad del domicilio en 1795 y el
derecho a la correspondencia secreta, negado éste para las esposas. Se puso de
moda hablar del otro en los nacientes medios masivos de comunicación, como era

81 Richard Sennett (1943 - ) es un reconocido sociólogo estaunidense. Su interés se centra en la influencia de los centros
urbanos en los individuos.
82 Se refiere a la exaltación y defensa del individuo, de sus deseos, a partir de su independencia y su autosuficiencia.
83 Richard Sennett, Carne y piedra, el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, Madrid, Alianza, 1994, p. 366.
84 Ibídem, p. 421.
85 Ibídem, p. 350.
86 Introducción de Michelle Perrot a Corbin, Op.cit, p. 421.

29
la prensa. El individuo necesitaba la protección del Estado, así es como se separa
la vida pública de la privada. Se pretendió hacer público lo privado. La figura legal
de este individuo sería la del ciudadano.

Siguiendo con el siglo XIX, Alain Corbin87, coincide en que este siglo se caracterizó
por el sentimiento de identidad individual, una época regida y ordenada por ‘la
moda’. Esas nuevas normas, serían sugeridas por las clases dominantes, a través
de ‘la moda’ ellas ejercieron su gobierno. Hay una “voluntad acentuada de
individuación”88. En esta individuación, se van creando símbolos del ‘yo’ y
posesiones individuales. El primero que nos menciona Corbin es el énfasis que se
hacía (y se hace) con el nombre propio. Otro sería, la contemplación de la propia
imagen. El espejo se vuelve protagonista “La contemplación de su propia imagen
deja poco a poco de constituir un privilegio” 89. Se ponen de moda los espejos de
cuerpo completo. A la par surge la prohibición de contemplar el cuerpo desnudo.
Este “espejo vertical va a autorizar la emergencia de la estética de la delgadez y a
guiar la dietética por nuevos caminos”90. El construir una imagen fomenta el deseo
del reconocimiento social.

Tal como Simmel explicó, desde el siglo XVI se criticó la moral existente debido a la
importancia y al auge del conocimiento y la razón, además del reconocimiento del
individuo. Es decir, que ya desde el siglo XVI se estaba pensando en esta categoría
de individualidad, más exactamente desde los tiempos del Renacimiento italiano.
Como lo indica este filósofo: “la época del Renacimiento italiano creó aquello que
denominamos individualidad: la liberación interna y externa por parte del individuo

87
Alain Corbin (1936 - ) es historiador francés, especialista en el siglo XIX y de la
88 Alain Corbin, El secreto del individuo, En: GEORGES DUBY; PHILIPPE ARIES, Historia de la vida privada, de la Revolución
francesa a la Primera Guerra Mundial, tomo 4, Madrid, Taurus, 1989, p. 425.
89 Ibídem, p. 427.
90 Ibídem, p. 429.

30
de las formas comunitarias de la Edad Media que habían ligado su configuración
vital, funciones y rasgos esenciales en unidades niveladoras”91.

Y ya para el siglo XVIII, la naciente burguesía estaba tratando de posicionarse como


grupo. Competían con la aristocracia por obtener estatus y poder. Es por esto que
defendían la importancia del reconocimiento y la libertad de acción del individuo
como la vía para la felicidad y el progreso. La Revolución Francesa, con su
resultante, La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, le otorgó
el triunfo a esta categoría, como lo explica Georges Lefevbre:

“Creyó encontrar los medios concediendo completa libertad al espíritu de investigación, de


invención y de empresa, estimulado por el afán de lucro personal y por el atractivo del
descubrimiento, de la lucha y del riesgo. Era una concepción dinámica que llamaba a todos
los hombres, sin distinción de cuna, a una competencia universal de la que debía resultar el
progreso interminable de la especie” 92

La preocupación, entonces, a finales del siglo XVIII, y durante todo el siglo XIX, era
crear un individuo capaz de enfrentar estos nuevos retos. Como expone Richard
Sennett, el derecho va detrás de los hechos “porque en sus conductas, hay cada
vez más gentes que se sublevan contra las disciplinas de las colectividades y las
servidumbres familiares, y que pregonan su necesidad de un tiempo y un espacio
para sí”93. Es así que en esa época proliferaron las discusiones de lo que debían
ser estos nuevos individuos, sus derechos y deberes, cómo debía comportarse, etc.

En estas discusiones tratando de definir a estos nuevos individuos, ciertos autores


concuerdan que desde la Ilustración se incrementó el debate sobre el deber ser
femenino, y el papel de la población femenina dentro de este nuevo orden, pero
mayoritariamente estas discusiones se dieron desde la posición y visión masculina.
Como menciona Virginia Woolf en uno de sus textos: "¿Se dan cuenta que ustedes

91 Georg Simmel, Sobre la individualidad y las formas sociales: escritos escogidos, Buenos Aires: Universidad Nacional de
Quilmes, 2002, p. 283
92 Georges Lefevbre, 1789: Revolución francesa, Barcelona: Laia, 1973, p. 84.
93 Michelle Perrot; Alain Corbin, “Introducción” en: Georges Duby; Philippe Ariés, Historia de la vida privada, De la

Revolución francesa a la Primera Guerra Mundial, tomo 4, Madrid, Taurus, 1989, p. 421.

31
(se refiere a las mujeres) son, tal vez, el animal más discutido del universo?"94. En
esto coincide Stephane Michaud, quien hizo parte de la publicación dirigida por
Georges Duby Historia de las mujeres en Occidente, “nunca se habló tanto de las
mujeres como en el siglo XIX”95. Pero no por su liberación, sino, precisamente por
la justificación de su sujeción a su papel natural a pesar de los discursos de libertad
y de individualidad que se establecieron a partir de la Revolución Francesa.

De lo anterior, podemos anotar que la Ilustración dejó una idea muy dulce respecto
a que el individuo era independiente y autónomo totalmente. Luego, la Revolución
francesa bajó la expectativa planteando que el individuo era autónomo y libre,
siempre y cuando respetase la ley: la libertad de uno termina donde empieza la
libertad del otro; es decir, que su libertad está condicionada por un sistema. Lefevbre
nos explica que la actuación de los individuos sería regulada por la ley y ya por no
el capricho de un monarca: “no se debe más obediencia que a la ley”96. Surgen, así,
las estrategias de neutralización de los ciudadanos: “El control del individuo se les
impone a las autoridades tanto más cuanto que, en el seno del espacio público, el
anonimato va a ir sustituyendo paulatinamente a las relaciones de conocimiento
interpersonal”97. Una de las formas de control fue la implantación del registro civil
en Francia en 1792, siendo éste una forma de sacar al individuo del anonimato.
Esto, sumado al control del tiempo (el siglo XIX se obsesionó por la medición del
tiempo) se generó así “La construcción de un tiempo propio que autoriza la
elaboración de una historia individual, condición de identificación y comunicación
autónoma”98.

Asimismo, Foucault propuso que “la autonomía del sujeto se convierte cada vez
más en una ficción epistemológica y cultural, dado que el sujeto como agente

94
Virgina Woolf, Un cuarto propio, traducción de Jorge Luis Borges, Madrid: Ediciones Júcar, 1991, p.
95 Stephane Michaud, “Idolatrías: representaciones artísticas y literarias”, en: Georges Duby; Michelle Perrot, Historia de
las mujeres. Tomo 4: Siglo XIX. 2ª edición. Madrid: Santillana, 2000, p. 153
96 Georges Lefebvre, 1789: Revolución francesa, Op. cit, p. 226.
97 Alain Corbin, El secreto del individuo, Op. cit, p. 435.
98 Ibídem, p. 436.

32
pensante es dependiente de la cultura”99. Existe una dependencia del sujeto a la
cultura, a su entorno. Él se piensa con respecto al contexto en que vive y se
desenvuelve. Es la cultura y los mecanismos de control que esta ejerce la que
posibilita ser y pensar de una manera o de otra, ya sea para aceptarlo o rechazarlo.

Podemos añadir que ya desde la Ilustración se impulsaron cambios y nuevas formas


de comportamiento tanto colectivo como individual. Los principales preceptos que
se defendían, en ese momento, eran la libertad y la felicidad. Sin embargo, a pesar
del discurso de igualdad, estas máximas debían ser seguidas de forma diferencial
entre hombres y mujeres, y entre clases sociales, las cuales eran dictadas por la
naturaleza (el ser anatómicamente hombre o mujer se asociaba a desarrollar ciertas
actitudes y comportamientos dados naturalmente por esa diferencia), las leyes y la
sociedad civil (que, muchas veces reforzaban ese deber ser natural). Michel
Foucault explica que el término sociedad civil se puede entender, en el siglo XIX, en
el ámbito de las relaciones sociales, como el lazo entre individuos, que crea
unidades colectivas y políticas, más allá de lo meramente económico y jurídico. Esto
creaba constante formación de nuevo tejido social, nuevas relaciones, nuevas
estructuras, nuevos tipos de gobierno”100.

Siendo que el espacio que se propone en este ejercicio de investigación es Bogotá,


a continuación cómo, desde algunos historiadores, el tema del individuo llegó tras
la influencia de las ideas de la Revolución Francesa.

1.4.1. El individuo en la Bogotá del siglo XIX

A Bogotá llega la Ilustración a finales del siglo XVIII, principalmente de Francia y


España por medio del comercio y la circulación del libro ilustrado, lo que fomentó “la
aparición de una nueva sociedad de lectores que se interesa por un nuevo tipo de

99 STEINBERG, MICHAEL P, Escuchar la razón. Cultura, subjetividad y la música del siglo XIX, Op. cit, p.26.
100 Michel Foucault, El nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007, pp.174 - 177

33
libro”101. La historiadora Diana Carolina Monroy-García102 explica que se asumieron
las ideas de la superioridad de la razón y la libertad política y espiritual del individuo,
y el derecho a ejercer cualquier actividad económica para conseguir lucrarse. Para
Silva el proyecto de la Ilustración era, esencialmente, “un intento de reforma a la
sociedad”103. Esto dio espacio para proclamar la independencia de la metrópoli y
exigir el derecho a gobernarse a sí mismos. Fueron los criollos los que recibieron
esta influencia, pues ellos eran los que podían tener acceso a los libros y conocer
este movimiento directamente gracias a sus viajes a Europa.

En cuanto al papel de la mujer, como en Europa, tanto en la prensa como en las


publicaciones -primero divulgadas en su idioma original, algunas traducidas y luego,
textos realizados por escritores nacionales (como Bolívar, Santander, Miguel
Antonio Caro, Rufino Cuervo, etc., pero, principalmente anónimos) -, se presentaron
discusiones alrededor del papel y la forma de comportarse, privándola de la facultad
de ser un individuo independiente. Estas publicaciones solían dirigirse a aquellas
pertenecientes a las familias de la burguesía, no para mujeres de clases bajas ni de
la clase aristocrática. En la consolidación de este grupo, en contraste con la
aristocracia, la mujer debía alejarse del comportamiento liberal y pernicioso de éstas
para el ideal de la nueva clase, como relaciona en un apartado Joachim Campe:

“Si hubieras nacido en una condicion inferior te hubieras visto privada de muchos recursos
para cultivar tu entendimiento i fortalecer tu corazón, i de un gran numero de placidos goces
; en otra condición superior te hubieras hallado en el peligro de ver tus facultades fisicas i
morales espuestas por el demasiado lujo a perder la dicha de una moralidad pura, i los
afectos que mas honran la naturaleza humana”104

Son aquellas mujeres las que tienen la obligación y el deber de cuidar de la


economía familiar. Como destacaban los autores de estas publicaciones, esta clase

101
Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada 1760 – 1808. Genealogía de una comunidad de interpretación. Medellín:
Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2002, p. 244
102
Historiadora colombiana con Magister en Museología y Gestión del Patrimonio, de la Universidad
Nacional.
103 Ibídem, p. 17
104 Campe, Op. cit, p. 36

34
estaba expuesta a quedar en la ruina, pues su única riqueza era su propio trabajo
(específicamente, la fuerza de trabajo del esposo). Josefa Acevedo de Gómez
destaca que escribe para las mujeres que aún no se avergüenzan de su papel
natural, y no encuentra degradante el cumplimiento de sus sagrados deberes y
“aquellas que no tienen una inmensa fortuna, pero si una casa que gobernar, i una
familia que educar […]”. Para esta autora sería ideal que las mujeres de la nueva
burguesía se comportara como las mujeres de la clase media inglesa, que según
su concepto “[…] las mujeres de la clase media en aquel país, no son una carga
para sus esposos, sino un consuelo, un auxilio de su industria, i administradores
prudentes de lo que aquellos laboriosos isleños trabajan y ahorran”105

Según Aida Martínez, las mujeres del siglo XIX estaban “desprovistas de la
necesidad y de la obligación de ganarse la vida, o impedidas para hacerlo
abiertamente por razones de estatus, las mujeres pertenecientes a este grupo que
aparecía como privilegiado (burguesía), son, en realidad, las más desprovistas de
opciones para su desarrollo personal. Martínez destaca una cita sacada de un líbelo
de la Biblioteca Nacional escrito por un anónimo: “Triste destino es el de la mujer:
nuestra única libertad es la de soñar”106. Esta situación, para Magdala Velásquez,
se presentaba de manera generalizada: “Ni siquiera dentro de las distintas clases o
sectores sociales, la mujer podía tener aspiraciones igualitarias con los varones de
su misma procedencia”107. A las mujeres no se les permitía desenvolverse en
ámbitos del espacio público (trabajar fuera de su casa, intervenir en política, salir
sola a la calle, etc.) pues no eran consideradas como seres racionales, sino
emocionales, y se les contemplaba como menores de edad sin capacidad de
decisión ni de discernimiento. Su tutor debía ser o su padre, o un hermano mayor o
su esposo. Con esta práctica consuetudinaria, las mujeres (especialmente las

105 Josefa Acevedo de Gómez, Tratado de economía doméstica para el uso de las madres de familia i de las amas de casa,
Bogotá: Imprenta J.A. Cualla, 1848., p. 79
106 Aída Martínez, “Opciones femeninas en la Colombia del siglo XIX”, en: Gaceta. Bogotá, #6, 1990, p. 55
107 Magdala Velásquez Toro, “Aspectos de la condición jurídica de las mujeres”, en: Magdala Velásquez Toro, Las mujeres

en la historia de Colombia. Tomo I, Bogotá: Norma, 1995, p. 180

35
casadas) quedaban sujetas bajo lo que se denominó, para la segunda mitad del
siglo XIX como “Potestad Marital”108, (fue elevada a ley y que fue tomada del Código
francés de 1804; además, conocido ya en el Derecho Romano como Manus) la cual
solo se derogó, en Colombia, hasta mediados de la década de 1970, con el Decreto
ley 2820 de 1974, ratificada con la Ley 1ª de 1976109.

Siguiendo con Aida Martínez, ella también coincide en que el espíritu republicano
era “contradictorio con respecto a los principios de igualdad que se habían
promulgado y defendido”110. En la Revolución Francesa, las mujeres participaron
como agitadoras, como mediadoras en este proceso. Sin embargo, a finales del
siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, se retomó la idea de que sus únicas finalidades
era la de ser esposa y madre. En este sentido, Campe, hombre ilustrado, reiteraba
que el papel de la mujer era pertenecer al espacio privado del hogar y ser el soporte
de su esposo y madres consagradas:

“Como esposas deben con el interés mas intimo, con el amor mas tierno, con sus desvelos
i trabajos suavizar la vida de los hombres, templar el rigor de nuestras desgracias, llenar de
consuelos nuestros días desventurados, i hacernos olvidar los amargos pesares i las fatigas
que son patrimonio de nuestro sexo. Como madres, no solo deben dar hijos al estado i la
patria, sino que deben imprimir en ellos las primeras semillas de su inteligencia: primeras
semillas que las mas veces deciden de la suerte de la mayor parte de los individuos de una
jeneracion. Como amas, ó gobernadoras de su casa i familia, deben, mientras que el esposo
se entrega á los negocios de su destino, asegurarle su honor i su sociego, presidir la
sociedad doméstica, emplear una vigilancia activa para mantener el buen orden, la limpieza
mas esmerada, la economia mas prudente, i coadyuvar con sus desvelos al bienestar de
toda la casa, i que sea la morada comun de la paz, de la alegría y la mas pura felicidad” 111

108 Ver en: http://www.wipo.int/wipolex/en/text.jsp?file_id=229920


109
Ver en: http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev/documents/651-688.pdf
110 Aída Martínez, “Mujeres y familia en el siglo XIX 1819 – 1899”, en: Magdala Velásquez T., Las mujeres en la historia de

Colombia. Tomo II, Bogotá: Norma, 1995,p. 292


111 Campe, Op. cit, p. 13

36
Según Martha Lux Martelo112 y Evelyn Chepark113, similar situación se presentó
después de las guerras de independencia en nuestro país. Ellas sirvieron a la causa
de diferentes maneras y, después de concluido este proceso, fueron regresadas al
seno del hogar a cumplir sus funciones exclusivas de madres y esposas.

1.4.2. La contradicción de la cuestión del individuo

Es así como se vería que el individuo y su individualidad, este sujeto igual y libre,
se constituiría en categorías difusas, abstractas. Como mencioné anteriormente, se
pasa de la concepción de la autonomía total que deja la Ilustración a la autonomía
condicionada que se dio a partir de la Revolución Francesa

Con respecto a la presencia de contradicciones del discurso de igualdad y libertad,


Campe da a entender que la libertad no es una condición plena del ser humano. Él
explicaba que unos hombres deben estar subordinados a otros y que no se ha fijado
los límites con precisión en relación a esta subordinación. Ésta era una condición
principalmente de la mujer, por lo que su primordial regla a seguir era la de la
prudencia, porque el hombre “siempre procurará hacer valer sus derechos sobre ti,
para poner limites estrechos a tus voluntades, i que sabra hacerte esperimentar toda
su preponderancia, si alguna vez haces la prueba de arrancarle el dominio de sus
manos […]”. Es decir, si es cierto que se puede entrever que se acepta que la mujer
pueda tener voluntad y tener pensamientos, gustos y comportamientos distintos a
los que se considera de su condición, estos deben ser reprimidos y darse el “[…]
abandono espontaneo de su propia voluntad en favor de la de su marido, para que
resulte en ambos la armonía mas perfecta […]”. La cualidad del ejercicio de la
voluntad queda reducida exclusivamente para el hombre. Las mujeres que no

112 Martha Lux Martelo, “Las mujeres de la Independencia en la Nueva Granada: acciones y contribuciones”, en: Pablo,
Rodríguez (dir. Académico), Historia que no cesa: Independencia de Colombia 1780 – 1830, Bogotá: Colegio de Nuestra
Señora del Rosario, 2010
113 Evelyn Chepark, “las mujeres en la Independencia”, en: Magdala Velásquez Toro (dir. Académica), Las mujeres en la

Historia de Colombia. Tomo I, Bogotá: Norma, 1995

37
siguen este precepto, Campe las consideraba “[…] mujeres sin juicio que no
entiende lo honroso del sexo femenino […]”. Es así como “[…] La mujer es la que
está obligada a ceder…Para gozar de protección debe renunciar a algunos
derechos naturales […]”. Aquí se ve un argumento de cómo se justifica que las
mujeres no pueden considerarse en igualdad de condiciones. Se acepta que ellas,
por ser seres humanos, están cubiertas por derechos naturales. Sin embargo,
siendo un ser débil y frágil, ella misma no podía enfrentarse a los desafíos y
contratiempos de la vida, por lo tanto necesitaba amparo, pero, para que este
pudiera ser efectivo, debería darse en un ambiente armonioso, y la armonía se
entiende aquí como la sumisión de una de las partes. A esto se suma el consejo
“[…] nunca pretendas tener la razón”114. Además, es meritorio de una mujer ocultar
talentos y cualidades.

En cuanto a hallar una explicación del por qué de esta contradicción en el discurso
de libertad y fraternidad, no es fácil. Por ejemplo, autores como Michel Vovelle115
(un reconocido historiador de los siglos XVII y XVIII y, especialmente, de la
Revolución Francesa) le resta importancia a una situación como ésta en los
discursos de la Revolución. La antropóloga española Almudena Hernando propone
una posible respuesta: en el proceso de exaltar la razón se reprimió la emoción, es
decir “la emoción quedó definitivamente negada como componente determinante
del comportamiento humano ideal, que debía basarse solo en la razón en tanto que
garante del orden, la emancipación y el progreso […]” llegando de esta manera a
“[…] formas aberrantes de racionalización”116. Se desarrolló el mito que nuestro
pensamiento puede llegar a emitir premisas imparciales, neutrales, objetivas e
impersonales. La razón se relacionó con el orden y la emoción con el caos, el
desorden. Esto está íntimamente relacionado con la subordinación de las mujeres.
Ellas, al ser catalogadas como seres emocionales, apartadas de la razón, se hizo

114 Citas anteriores tomadas de: Campe, Op. cit, pp. 17-133
115 Michel Vovelle, Introducción a la historia de la Revolución Francesa, Barcelona: Editorial Crítica, 1984
116 Almudena Hernando, Op. cit, p. 24

38
imprescindible aislarlas. Debido a esto, ya Richard Sennett había planteado en este
sentido que el individuo “sería un hombre dados los prejuicios de la época sobre la
irracionalidad de las mujeres”117. Por lo tanto, se vio como una amenaza la
participación pública de la mujer.

Si es cierto que se presentó una codificación y objetivación de la mujer que la


mantuvo en un estado de sumisión, subordinación e invisibilidad social, “sería
erróneo creer que esta época se caracteriza únicamente por la larga dominación,
por la absoluta sumisión de las mujeres”118 (Geneviève Fraisse y Michelle Perrot
aceptan el hecho de que es difícil - tal vez por ese estado de negación - poder
revelar prácticas de resistencia, rechazo y trasgresión). Es por esto que se puede
comentar que la modernidad les permitió a las mujeres un cambio de visión, de
perspectiva para experimentar y proponer transformaciones. Esta fue una época
del inicio de sus luchas por su reconocimiento como individuos y como ciudadanas.
Además que se atrevieron a comenzar a replantear todos los roles y funciones que
se les había asignado como “naturales”. Aquí haremos mención a un apartado de
un periódico en donde el autor del texto denuncia que las mujeres están dejando de
amamantar a sus hijos por irse a las tertulias, para darles esta tarea a las
domésticas:

“Y es esto por ventura lo que la naturaleza proscribe a una madre? No se puede creer que
haya quien tanto se alucine, ni que exista alguna que deje de comprender la extencion é
importancia de esta obligación; pero son pocas las que consienten en privarse de los
placeres sociales, para entregarse enteramente a las fruiciones de la maternidad…Como
hay quien prefiera a esto los ruidosos placeres de la sociedad, y las adulaciones de la
perfidia! Ni como puede una madre esperar de una persona estraña que haga por dinero lo
que ella no hace por impulso de la naturaleza”119

De alguna manera, deseaban la ruptura de la dependencia económica y simbólica


derivada de su relación con los hombres. Vemos, en este comentario publicado en

117 Richard Sennett, Carne y piedra: El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, Madrid: Alianza Editorial, 1997, p.
305
118 Geneviéve Fraisse; Michelle Perrot, Op. Cit., p. 21.
119 Correo de la ciudad de Bogotá: capital de la República. Bogotá: 28 de marzo de 1822, p. 3

39
un periódico, que la que escribió esto quería que se reconociera que la mujer ha
tenido una participación activa en la economía y que eran capaces de hablar de
cualquier materia, sin dejar de cumplir su deber sagrado:

“Nunca se ha negado por personas sensatas, que nosotras las mujeres tengamos parte en
los negocios públicos, las historias de todos los tiempos lo acreditan, empesando por la
sagrada, y concluyendo con la de nuestros tiempos. Usamos este preambulo para que no
seamos tratadas de garleras, ó entremetidas, como algunos necios, nos suele llamar, cuando
hablamos, y discurrimos, en materias graves”120

Sin embargo, a estas mujeres, Campe las consideraba como usurpadoras de una
igualdad que no les correspondía: “Pretenden dar el tono, no solo en las tertulias,
pues allí pudiera disimulárseles, sino en las artes, en las ciencias i hasta en los
negocios, para los cuales no tienen capacidad alguna…usurpa derechos del
hombre”.121

Y aunque algunas autoras como María Himelda Ramírez o Adriana Alzate afirman
que no hay evidencias de protesta alguna, se ha podido probar que esto no es tan
cierto. Aunque no era un movimiento organizado, si se pueden encontrar respuestas
de mujeres ante publicaciones que ellas creían irrespetuosas o nocivas en cuanto
a su condición. En algunos de estos comentarios se puede entrever la ironía como
forma de respuesta. Aquí se presenta un panfleto que consigna una respuesta de
una “fea” a un texto que hacía comentarios del deber ser de una mujer
(desafortunadamente no menciona el título ni el autor del texto):

“tome V un consejo saludable, en las cámaras necesitan amanuenses y esto produce mas,
ó si nó tiene V que hacer, desidase á tomar la lanza, salir a ese mundo á desfacer agravios
y desvanecer esos molinos de viento que tiene V en la cabeza, y de este modo sacarémos
dos ventajas, V se entretiene conforme a sus ideas, y nos deja en paz, porque se le ha
metido en la cabeza que su papel es bueno, que forma la opinión, que es gracioso y sublime,
y no sabe V que va caminando como el cangréjo, cada Patriota que sale pierde su autor un
ciento por ciento, porque ya que soy imparcial debo decirle en conciencia que su papel
incendiario se mira en el publico, con el mayor disgusto y aun con temor, déje V ese camino
y entreténgase en cosas mas útiles. Reciba V este consejo de una FEA”122

120 Anónimo, Damas de Bogotá al Congreso, Bogotá: Imprenta de Espinosa, por V.R. Molano, 1824
121 Campe, Op.cit., p. 74
122 Anónimo, Quejas de una fea al patriota, Bogotá: Imprenta de Nicomedes Lora, 1823

40
Para Almudena Hernando, la lucha por la emancipación (que es uno de los objetivos
de esta clase de investigaciones) no solamente se centra en el cambio de las leyes
o el acceso al poder político; es “sacar a la luz lo que el discurso social niega”123.
Allí se pueden encontrar las razones de las contradicciones entre el discurso y la
acción de los personajes que los crean, pues “toda cognición y el pensamiento
humanos son el resultado de una combinación inseparable de ambos dominios:
razón y emoción”124. Conocer la trayectoria de esta disociación entre razón y
emoción daría la posibilidad de comprender las distintas formas de construcción de
la individualidad femenina – masculina moderna. Es así como en este trabajo se
pretende conocer los discursos alrededor de la moda femenina, que, como se verá
más adelante, es más de control que de libertad.

123 Almudena Hernando, Op. Cit., 2012, p. 27


124 Ibídem, p. 25

41
2. MODA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX

En este capítulo se ilustrará sobre la moda en la primera mitad del siglo XIX en
Europa, y se dará una idea de lo que usaban algunas mujeres en Bogotá, teniendo
en cuenta que no se ha realizado, aún, una historia descriptiva, detallada de la moda
en nuestro territorio y haremos un primer intento aquí, para el periodo. La moda, en
esta época, se caracteriza por procesos de imitación. Es decir, se desarrolla de
“arriba hacia abajo”, las clases altas imponen alguna innovación; las clases que la
preceden las imitan; cuando estas clases altas se sienten empatadas introducen
algún cambio o novedad. Aquella fue un elemento de la cual se sirvió la burguesía
para distinguirse de las otras clases sociales, y para empoderarse como grupo
frente a la aristocracia, primero imitándola y, luego, siendo ella la que imponía
formas y estilos. Esto fue posible gracias a que, para el siglo XVII, la burguesía tuvo
la posibilidad de acceder “al consumo de géneros de vestir, hasta ahora exclusivos
del restringido grupo aristocrático”125.

Ya para finales del siglo XVIII, teniendo la Revolución Francesa como escenario, se
estableció Francia como centro mundial de la moda, donde se “expresaba con el
vestido la existencia de una nueva relación entre el individuo y la sociedad”126. Una
de las formas de conectarse con una nueva ideología es por medio del cambio de
la forma de vestir. Dejar atrás el pasado, es dejar de lado su indumentaria para
entrar en lo nuevo. En cuanto a nuestro país, para Juana María Rey, la historia del
vestido en Colombia, es la historia de la adopción de la indumentaria europea y sus
adaptaciones. Es decir, la imitación fue esencial en el desarrollo de la moda en
nuestro país, específicamente en la ciudad de Bogotá. Aida Martínez afirma que “a
través de la moda las élites locales expresaban cuando no la adhesión, al menos el
conocimiento de las innovaciones nacidas en la Revolución Francesa”127. Las ideas

125 Nicola Squicciarino , El vestido habla: consideraciones psico- sociológicas sobre la indumentaria, Bogotá, Cátedra,
1986, p. 153
126 Aída Martínez, Mujeres y familia en el siglo XIX 1819 – 1899. Op. Cit.,p. 49
127 Ibídem, p. 51

42
de esta revolución llegaron también a las mentes de algunas mujeres de la época y
la forma de vestir era la forma de exteriorizar la adhesión a estas nuevas ideas. En
un aparte de un Anónimo, publicado el 18 de mayo de 1824, y firmado por “Las
Santafereñas”128, unas mujeres contestan en contra de un escrito con el que no
estaban de acuerdo y su lucha estaba relacionada en la forma como iban vestidas:
“seguiremos las mujeres con nuestros camisones largos, nuestras mantillas, y
demás aparatos que acreditan nuestra honestidad”129.

En cambio, para Aida Martínez, más que imitación, en América hubo imposición del
vestido como expresión de poder, presentándose la condición de dominante y
dominado: “se pretendió explorar la significación del vestido tanto masculino como
femenino, como signo de poder o de mando y las limitaciones de su uso por las
mismas razones”130. Además, como signo de clase, el vestido ayudó a los mestizos
a borrar las diferencias raciales. En este sentido, la hechura de los vestidos se
relacionaba con el prestigio de las personas.

2.1. UN PASEO POR LA MODA

La historia de la moda europea se ha estudiado desde los retratos y las estampas


que aparecieron en las revistas literarias con columnas dedicadas a la moda, y luego
a las revistas especializadas. En el siglo XVIII, en Europa (especialmente en Francia
e Inglaterra) surgen los primeros periódicos y revistas con figurines131, después de
1840 - 1850, con la aparición de la “muñeca parisina” o “lady fashion”, o también

128 De los Anónimos que se utilizaron para esta investigación, ninguno está firmado con nombre propio. O aparecen
como anónimo, o con un adjetivo o la denominación de un grupo. Desafortunadamente, no hay ninguna información
sobre estos Anónimos, ni acerca del escrito que suscita esta discusión.
129
Las Santafereñas, Las damas de Bogotá al Congreso, Bogotá, Imprenta de Espinosa por V.R. Molano, 1824.
Tengamos en cuenta que los camisones se refieren a los vestidos estilo imperio, que fueron utilizados por los individuos
que acogían las ideas de la Revolución Francesa (tanto en Europa como en América) y querían alejarse y diferenciarse de
la aristocracia.
130 Aida Martínez, La prisión del vestido:. Aspectos sociales del traje en América, Bogotá: Planeta, 1995, p. 13.
131 Aída Martinez, “De las estampas de trajes a las revistas de moda”, en: Senderos, volumen VIII, segundo semestre,

números 31 y 32, agosto de 1997, pp. 1128 - 1136

43
conocida como la muñeca “maniquí”132 -según Teresa Marín Torres133, una de sus
coleccionistas- los modistos las usaban para mostrar sus creaciones a las mujeres
de la élite, quienes eran las que podían acceder tanto a estos costosos juguetes
como a las últimas tendencias de la moda134. Se podían conocer las novedades de
la moda también por medio de las muñecas; se fabricaban en porcelana con
modelos a escala de lo que se encontraba en furor. Sería interesante conocer si
estas muñecas llegaron a Bogotá, pero para esto habría que hacer un estudio
amplio.

Imagen 1. Muñeca de porcelana, primera mitad del siglo XX. Mercado de las Pulgas “San Alejo”. Imagen Ima
Poveda. 5 de enero de 2014

En Bogotá no se importaban los trajes, se comercializaban cortes. Esta clase de


importaciones crecieron a lo largo del siglo XIX, “Cumplido el proceso de formación
del gusto este a su vez llegó a incidir en muchas de las determinaciones que se

132 María Jesús Burgueño, “La muñeca nace de la idea de un escultor, de un artista”, tomado de
http://www.revistadearte.com/2010/01/10/coleccionistas-de-munecas/, 12 de octubre de 2014
133 Directora del Museo de Salzillo, Universidad de Murcia, España; investigadora en historia de los museos, patrimonio

y coleccionismo.
134 María Teresa Marín, Historia de nuestras muñecas antiguas, tomado de

http://www.teresamartin.org/cuerpopaginatercera.htm, 12 de octubre de 2014

44
tomaron durante la República con respecto al comercio internacional”135. Otro
aspecto que ayudó al desarrollo de la moda fue la llegada de modistas francesas
que “parecía dar un aire cosmopolita a una sociedad provinciana”136. Una de estas
modistas fue Madame Gautron de Convers, quien llegó a Bogotá en 1840137.

En cuanto a Europa, durante el transcurso del final del siglo XVIII, se impuso la
simplicidad en el vestido, sin la alteración de la línea del cuerpo, gracias al uso de
telas suaves y delgadas, que llegaban a ser vaporosas, como la muselina. Se
desechó el exceso de adornos. El talle se usaba alto, con escotes profundos y,
muchas veces, se descubrían los hombros. A este corte, se le llamó estilo imperio.
Este era acompañado con peinados de la época romana. Recordemos que
Pompeya ya había sido descubierta y Europa conocería la vida cotidiana del imperio
Romano por medio de sus pinturas murales. Se impusieron dos formas de vestido:
uno, abombado y otro más ceñido al cuerpo. Para dar una mejor idea de lo que se
está exponiendo, se hace necesario presentar imágenes, para entender los estilos:

135 Aída Martínez , “Mujeres y familia en el siglo XIX 1819 – 1899”, Op. Cit.,p. 94
136 Aída Martínez, La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América, Op. Cit., p. 115
137 Ibídem, p. 115

45
Imagen 2. Vestido abombado estilo imperio 1805 -1810. Muselina. Museo Metropolitano de arte, Nueva York,
Estados Unidos138

138Tomado de http://www.metmuseum.org/collection/the-collection-
online/search/105494?=&imgNo=2&tabName=related-objects, 30 de junio de 2013

46
Imagen 3. Vestido de muselina estilo imperio. Museo de Londres. Imagen de Catalina Hernández. 18 de junio
de 2005139

139
Este vestido fue intervenido por la restauradora Catalina Hernández en el Museo de Londres. Imagen de Catalina
Hernández.

47
Una de las mayores representantes de este estilo fue Madame Recamier:

Imagen 4. Madame Recamiér. Pintado por François de Gerard. 1805140

140Tomado de: Instituto de la Indumentaria de Kioto, Moda: una historia desde el siglo XVIII al siglo XX, Koln: Taschen,
2006.

48
El estilo imperio, que llegó a nuestro país indudablemente, duró en Europa hasta la
caída del Imperio Napoleónico. Este hecho significó un cambio en la forma de vestir.
Se volvió a las formas algo pesadas (no tan pesadas como en el Antiguo régimen)
y ricamente adornadas. Aquí se puede observar el uso del estilo imperio, aún en
1828, en un retrato miniatura de Manuelita Sáenz, realizado por José María
Espinosa. Ella fue una mujer que no solo generó escándalo por sus relaciones
amorosas y políticas sino por su forma de vestir, pues dejaba mucha piel al
descubierto, especialmente la parte de los hombros, los brazos y el pecho, ya que
este estilo permitía el descubrimiento de esta zona del cuerpo debido a los escotes
profundos; aunque ya para esta época se utilizaban telas menos vaporosas. Por la
apariencia puede ser satín. Además, estaban de moda las grandes peinetas al estilo
de maja española.

Imagen 5. Retrato de Manuelita Sáenz. Ca. 1828. Pintado por José María Espinosa. Acuarela sobre marfil.
Museo de la Independencia. Imagen de Inti Yuraq. 14 de junio de 2013

49
Max Von Boehn (1860 – 1932), historiador cultural alemán (uno de los primeros
historiadores de la moda), afirmaba que, a finales de siglo XVIII, Europa vuelve a
mirar a España, país donde se estaba desarrollando el gusto por la Edad Media
deformado y se gestaba el movimiento que conoceríamos como Romanticismo,
caracterizado porque “otorgaba la máxima importancia a las emociones y a la
imaginación…(y)… creó un hábito mental que era hostil al racionalismo…y que
pensaba en los seres humanos en función del alma más que de la razón” 141.
También para 1815, Von Boehn afirmaba que: “El mundo estaba fatigado de aquella
embriaguez de ideales […]”142 de la Revolución Francesa. François Boucher
(historiador de la moda francés), coincide con esta idea, y asegura que Europa
quería olvidarse de 1789. Además, se empezó a ver a Oriente (al igual que sucedió
con el gusto con la Antigüedad con el descubrimiento de Pompeya y Herculano) a
partir de los descubrimientos de Champollion y las incursiones de Napoleón. Nace
el interés por el arte egipcio. Esa fantasía de Oriente, también era transmitida por
los escritores. Egipto, Grecia y Roma fueron el centro de atención para Europa de
finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

2.1.1. 1815 – 1825 Moda europea de transición

Recordemos que Europa, en 1815, comenzaría el periodo conocido como la


Restauración. En ese año el Imperio Napoleónico es derrotado. El Antiguo Régimen
trata de recuperar sus privilegios y se tiene que enfrentar a las revoluciones
burguesas. Así como en lo social estos años se puede considerar del comienzo de
un cambio, tanto Rachel Kemper como Boucher coinciden en considerar los años
de 1815 a 1825 como una época de transición en la moda: “Los cambios en la
indumentaria de las mujeres fueron sutiles, pero ello indicó una nueva tendencia
que culminó en los sofocantes estilos femeninos de la era Romántica”143. Poco a

141 George L. Mosse, La cultura europea del siglo XIX, Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 42 - 43
142 Max von Boehn, La moda: Historia del traje en Europa desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días. Tomo
VI: siglo XIX 1818 – 1842, Barcelona, Salvat Editores, 1945, p. VII
143 Rachel H.Kemper , Costume, Verona, Italia, Newsweek Books, NY, 1977, p. 121. Traducción de la autora.

50
poco, el talle vuelve a bajar. Hay un cambio en las mangas. El adorno en los vestidos
son múltiples variaciones que son detalladas en los periódicos especializados, y así,
“el traje señala sus primeras tendencias hacia la internacionalización de las
formas”144. La reacción en Francia fue un aire más serio, con formas más cerradas.

A continuación, Nancy Badfield145 describe en detalle el traje usado para 1825,


donde se observa la diferencia con el estilo imperio, y cómo el talle va volviendo a
su lugar natural. En esta gráfica se pueden leer instrucciones para modistos en la
hechura de este diseño, dando la relación de las medidas de cada pieza de la
prenda146.

Imagen 6. Gráfica de vestido de 1825147

144 Francois Boucher, Historia del traje en Occidente: desde los orígenes hasta la actualidad, Barcelona: Editorial Gustavo
Gili, 2009, p. 329, p. 329
145
Nancy Bradfield es considerada una autoridad en lo referente a la historia de la indumentaria. Se ha
centrado, más que todo, en el estudio de colecciones privadas.
146 Nancy Bradfield, Costume in detail 1730 – 1930, Hollywood: Costume & Fashion Press, 2009, p. 129
147 Tomado de: Nancy Bradfield, Costume in detail 1730 – 1930, Hollywood: Costume & Fashion Press, 2009

51
Otro aspecto del periodo estudiado (1815 – 1848) fue la realización de las grandes
fiestas. Según Von Boehn, “el bullicio de la nobleza y la burguesía contrasta con la
majestuosa tristeza de la corte”148. Para esta época las cortes, en general, entran
en una etapa de Antiguo Régimen, y ya no rigen las pautas en la indumentaria, “la
dirección del gusto ya no procede de arriba”149. Es la clase burguesa la que plantea
estas orientaciones: “El espíritu se impregna poco a poco de un aburguesamiento
generalizado”150. Estas fiestas eran el espacio de exhibición de las nuevas pautas
en el vestir.

Por ejemplo, uno de esos cambios se presentó en 1820 cuando la falda subió un
poco y dejó ver los zapatos. Se comienza el uso de telas un poco más pesadas. El
ruedo comenzó a ser adornado. Las mangas se hicieron más abombadas. En este
año se revivió el corsé. Éste se utilizaba para la deformación y compresión de la
cintura, y para afinar las líneas naturales del cuerpo; su resultado era que alteraba
la posición de los órganos, “es un ejemplo típico de la función que tienen en común
algunos elementos de la indumentaria femenina: la de hacer que la mujer esté
incapacitada para el desarrollo de cualquier actividad física útil” 151. Además, al
parecer, este fue tema de discusión entre los médicos y las mismas mujeres: “Desde
mediados del siglo XIX médicos y feministas estaban de acuerdo en que las mujeres
debían liberarse de una vez por todas del corsé. Los primeros temían problemas
de salud por la brutal opresión que la prenda ejercía en el tronco”152. A continuación
se muestra una ilustración encontrada en uno de los tantos blog sobre historia de la
moda europea sobre las posibles consecuencias del corsé en el cuerpo.
Desafortunadamente no da referencias de dónde obtuvo esta imagen (como suele
pasar con tanto con estudiosos como aficionados a esta historia):

148 Max von Boehn, Op. Cit., p. VIII


149 Francois Boucher, Op. Cit., p. 329
150 Ibídem, p. 330
151 Nicola Squicciarino, Op. Cit., p. 79
152 Charoltte Seeling, Moda 150 años Modistos, Diseñadores, Marcas, h.f. ullmann, 2011, p. 22

52
Imagen 7. Posibles consecuencias del corsé en el cuerpo153

En cuanto a lo anterior y su uso en la ciudad de Bogotá, se puede evidenciar gracias


a una de las litografías de Ramón Torres Méndez en la que ilustra cómo se
transportaba a los muertos. Allí se observa una mujer de la élite (lleva un elegante
sombrero, joyas y zapatillas). Se puede ver que la falda permite ver los tobillos.
Además, observamos el uso del profundo escote y el cinturón debajo de los senos.

153Tomado de: http://paseandohistoria.blogspot.com/2010/05/historia-del-corset.html. También se puede leer una


reseña periodística sobre la discusión de los problemas que causaba el corsé:
http://www.elmundo.es/salud/2000/381/00615.html

53
Imagen 8. Falda que permite ver las zapatillas. Litografía de Ramón Torres Méndez, s.f. Biblioteca Luis Ángel
Arango

Respecto a los corsé, estos se hacían con escotes cada vez más profundos y
amplios, dando el efecto de hombros caídos. A lo largo de la primera mitad del siglo
XIX, esta prenda aparece y desaparece. Así como se utilizaba el corsé de varillas,
también se fabricaban los corsés blandos. Kemper indica que “el corsé alcanzó
grandes avances tecnológicos; ahora está compuesto de muchas piezas de formas
intrincadas, con huesos fuertemente sujetos a cada pieza, y frecuentemente se
rellenaban en la parte de los senos”154. A continuación se muestra un corsé blando:

154 Rachel H. Kemper, Op.cit., p. 124

54
Imagen 9. Corsé blando155

Debido a los profundos escotes y al abombamiento de las mangas (lo que


imposibilitaba el uso de chaquetillas), las mujeres empezaron a utilizar chales y
mantillas para protegerse del frío en el exterior. Estos fueron creciendo en
dimensión hasta llegar a ser largos y rectangulares, los cuales se podrían considerar
unos verdaderos sobretodos. Aquellos eran hechos de seda, crepé, cachemira, por
lo general, con estampados. En Bogotá, se impuso el uso de las mantillas. En el
Museo de la Independencia se ubica una colección de estas. Aquí se muestra una
donde se puede apreciar su gran dimensión:

155
Tomado de: Instituto de la Indumentaria de Kioto, Moda: una historia desde el siglo XVIII al siglo XX, Koln: Taschen,
2006.

55
l
Imagen 10. Mantilla de la primera mitad de siglo XIX. Museo de la Independencia. Imagen Inti Yuraq. 9 de
junio de 2014

Con el paso del tiempo, el traje se ciñó cada vez más al talle. El talle se va bajando
y alargando, gracias al uso del cinturón debajo de los senos. Debido al orientalismo,
a raíz de las conquistas de Napoleón en África, las señoras comenzaron a usar los
turbantes y los fabricantes de sedas dieron a los colores nombres como "agua del
Nilo", "amarillo vapor" o "lava del Vesubio", que reflejaban temas de actualidad 156.
Se hizo más común el uso de estos tocados y turbantes orientales, a la rusa o a la
española, adornados con plumas, sombrerillos, diademas, peinetas, agujas,
cadenas de oro larga, guantes, sortijas, largos pendientes, broches, pulseras, porte-
bouquet y, especialmente, vuelve el uso del abanico.

156
Aída Martínez, La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América, Op. Cit, p. 50

56
Imagen 11. Uso de turbantes por parte de las mujeres de la élite, de Joseph Brown. Acuarela. Colección del
Banco Cafetero.

En cuanto a los tocados, siguió la influencia del Primer Imperio hasta 1822. El
sombrero hacía parte de este tocado y se amarran con dos cintas a la barbilla. La
falda fue tomando forma de cono; se conoce como la mujer campana (la femme
cloche) o las rosas invertidas, como se muestra en la siguiente ilustración:

57
Imagen 12. Falda en rosa invertida157

En el siguiente retrato en miniatura de Rosita Torrijos Ricaurte se puede observar


el cinturón que se usaba debajo de los senos, y por el cual comenzó el talle a bajar.
También se advierte la profusión en la decoración del cabello.. Es así como ponían
entre sus bucles sus mejores joyas, bellas flores y se esmeraban en crear sus
peinados.

157
Tomado de: Max von Boehn, La moda del traje en Europa. Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días.
Tomo VI. Siglo XIX, 181 – 1842, Barcelona: Salvat Editores, 1945

58
Imagen 13. Retrato miniatura de Rosita Torrijos Ricaurte, ca 1830, pintado por José María Espinosa. Acuarela
sobre marfil. Museo Nacional de Colombia.

Es característico de la moda retomar elementos perdidos en el tiempo. Uno de esos


elementos que vuelven a usarse es la gorguera española. Las mangas se hicieron
más abollonadas y más voluminosas. La duquesa de Berry, María Luisa de Orleáns,
impuso, en el siglo XVII, las mangas de jamón, la cual nace muy amplia desde los
hombros y se va estrechando al llegar al codo y de ahí se ajusta al resto del brazo.
También se crearon las mangas a la sevigné, que se retoma de las formas de
aquellas utilizadas por Madame de Sevigné (1626 – 1696). Una de las
consecuencias del uso de las grandes mangas es que se rompió con la idea de
mujer esbelta, alta y delgada, para pasar al hecho que la anchura sea igual que la
altura.

59
Imagen 14. Uso de gorguera en Bogotá, en la primera mitad del siglo XIX. Retrato miniatura de María Sandino
Borda, 1830, pintado por José María Espinosa. Acuarela sobre marfil. Museo Nacional de Colombia.

Imagen 15. Manga a la sevigné. Retrato de Madame de Segivné158. Óleo sobre tela.

158 Tomado de http://www.allposters.es/-sp/Portrait-of-Marie-De-Rabutin-Chantal-Madame-De-Sevigne-1626-96-


Posters_i1342025_.htm 12 de octubre de 2014

60
En lo que se refiere al gusto en las telas, Aida Martínez trae a colación una de las
anotaciones del diario del viajero del siglo XIX Mollien, en el que menciona que las
mujeres, en 1822, en Bogotá, preferían los géneros ingleses. Esto debido a que las
telas colombianas, a pesar de ser más burdas, “resultaban más caras que las de
Manchester”159. Volviendo a Europa, entre 1821 y 1822 se expande el gusto rococó
y neogótico, los cuales contienen formas más pesadas, más anchas, más serias.
Otro adorno que atrajo mucho la atención, según los autores mencionados a lo largo
de este trabajo, fue el Ferronnière (propio de la época del Renacimiento), que
consistía en una cadenita de oro que sujeta una perla o una joya y que ciñe la frente.
Y para ilustrar lo que es este accesorio, existe un cuadro titulado, precisamente, “La
belle ferronnière”, atribuido, en una época, a Leonardo DaVinci, por el parecido que
tenía con la Gioconda:

Imagen 16. Uso del ferronière160.

159 Aída Martínez, Un siglo de moda en Colombia, 1830 – 1930, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1981, p. 10
160 Tomado de http://www.italian-renaissance-art.com/La-Belle-Ferroniere.html, 26 de octubre de 2014

61
2.1.2. 1825 – 1848 Moda Romántica Europea

Para estos años se ha presentado la primera oleada de revoluciones burguesas que


implicó la realización de reformas a favor de esta nueva clase. Esto coincide con la
época del Nacionalismo. Tanto para Boehn como para Kemper y Boucher, de 1825
a 1848 época de pleno Romanticismo, en Europa se enaltece el traje romántico.
Según Von Boehn, la moda anterior a 1825 era una forma de caricaturizar a la mujer,
ya que acortaba el talle y, al estrechar las faldas, desproporcionaba el cuerpo. Esto
también ocurriría, en concepto de este autor, con los gruesos fruncidos en la parte
del busto, que se empezarían a usar. “Mientras que el arte romántico se opone al
arte clásico después de 1820, las modas mismas también abandonan la razón y la
disciplina del traje de la Antigüedad clásica en busca de variedad”161.

Como mencioné anteriormente, una de las características del Romanticismo más


sobresaliente es que se inspiró en la Edad Media y Oriente, gracias a la Historia,
como naciente disciplina, y novelas de escritores como Walter Scott y Víctor
Hugo162. Kemper afirma que “El movimiento estético conocido como Romanticismo
reflejó la dislocación profunda de la Revolución Industrial”163 y anota que la moda
romántica estaba “en contra el frío neoclasicismo”164. Este sistema de vestir refleja
lo ecléctico y lo confuso de la época, “Nada más revelador que este atavío. En él
está toda la génesis del siglo XIX, con su confusión de ideas y su exagerada
fantasía; pero las que lo llevaban se hacían la ilusión de ir vestidas de castellanas
feudales, de sultanas turcas o de majas españolas y a mantener esta ilusión
contribuyen mucho los nombres románticos y evocadores con que los modistas
bautizan las prendas”165.

161 Francois Boucher, Op.cit., p. 334


162 Max von Boehn, Op. Cit., p. 48
163 Rachel H. Kemper, Op.cit., p. 122
164 Abide, p. 122
165 Max von Boehn, Op. Cit., p. XI

62
En estos casi 25 años de moda romántica, “una vez más las mujeres fueron
envueltas en capas y capas de ropa como si la libertad vivida en el Imperio no
hubiera existido jamás”166. Una de estas prendas era el camisón (chemise), que
venía debajo del vestido básico. Después venían las enaguas y extra-enaguas para
soportar la falda: “estas prisiones fashionables garantizaban que las desventuradas
mujeres atadas a aquellas que se comportaran como perfectas señoras. El
movimiento activo era virtualmente imposible”167. Lo sensacional era ser delgada y
pálida.

A consecuencia de este movimiento, los burgueses sustituyeron el dinero por la


fantasía. Se encaprichaban con modas pasajeras, pero sus innovaciones en el vestir
eran restringidas. George Sand168 fue una de las primeras mujeres que tomó un
seudónimo masculino y usó pantalón para hombre públicamente. “Hasta las
mujeres aportaron un nuevo elemento de trastorno al estado de intranquilidad de la
época con la cuestión feminista, que comenzó a agitarse en 1830”169. En este afán
de tendencias, explotan preferencias simultáneas o sucesivas, como las modas
inglesas neogóticas y de neo renacimiento. Von Boehn, ilustra en este sentido, a
partir de una estampa del Journal de Dames de junio de 1836.

166 Rachel H. Kemper, Op. Cit, p. 124


167 Ibídem, p. 124
168 Nació en 1804 y murió en 1876. Fue una reconocida novelista francesa y también fue famosa por sus romances con

algunos artistas. Ver en http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2266

169 Max von Boehn, Op. Cit., p. 32

63
Imagen 17. Moda neogótica en cuanto al uso de las grandes mangas y las pequeñas cinturas y la
neorrenacentista con el uso del ferroniére y los peinados170.

En efecto, según Von Boehn y Boucher, la reina Victoria (hacia 1829) adoptó,
nuevamente, la crinolina o miriñaque. Sus dimensiones se hicieron cada vez más
espectaculares. Además, se puso en furor trajes de seda con flores bordadas a
mano. Las telas que más se utilizaban eran el linón, la muselina y la lanilla. Seguían
los grandes escotados y las mangas almidonadas. En Europa hubo una
multiplicación de las revistas de moda y literarias que contenían columnas de moda.
Aída Martínez afirma que las revistas solo llegaron a nuestro país hasta 1840. Antes
solo se copiaban de las estampas y las descripciones escritas de los vestidos y
tocados publicados en los periódicos. Desafortunadamente, Aida Martínez no da
mayores referencias. En cuanto a estampas, Von Boenh utiliza las que publicaba el

170
Tomado de: Max von Boehn, La moda del traje en Europa. Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días.
Tomo VI. Siglo XIX, 181 – 1842, Barcelona: Salvat Editores, 1945

64
Journal des Dames, The Repository, El Guadalhorce, La Gaceta de Viena, La
Mode171.

Y volviendo a Colombia, para Aída Martínez la adaptación del traje europeo en


nuestro territorio fue un “proceso de aculturación”, y para 1830 “el vestido se había
hispanizado”172. Mientras tanto en Europa, la moda creaba figuras alargadas, donde
tienden a disminuir los bordados y se aumentan los estampados. En este año, se
crean los corpiños emballenados con escotado en barco, rectos. El efecto que logró
fue el alargamiento del torso femenino, produciendo la cintura de avispa. Las
mangas tienden a ser más ceñidas. Las faldas son más hinchadas.

Imagen 18. Torso alargada173

171 Max von Boehn, La moda del traje en Europa. Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días. Tomo VI. Siglo
XIX, 181 – 1842, Barcelona: Salvat Editores, 1945
172 Aída Martínez, Mujeres y familia en el siglo XIX 1819 – 1899, Op. Cit.,p. 127
173 Tomado de: Max von Boehn, La moda del traje en Europa. Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días.

Tomo VI. Siglo XIX, 181 – 1842, Barcelona: Salvat Editores, 1945

65
Continuando con el relato de los cambios acaecidos en el vestido, Boucher, von
Boehn, Kemper y Squicciarino mencionan que entre 1836 y 1837 la falda llega al
suelo de nuevo. Sin embargo, no hay más atención en ella, solo se le adorna con
fruncidos, volantes, faralaes y cintas. Se dedican a la forma del talle y las mangas.
En este devenir de la moda, la cabeza nunca estaba descubierta. Además de los
turbantes y el ferroniére, estaban los peinados y sombreros tartanas. “El sombrero
era el distintivo de las señoras; ninguna mujer de clase baja se lo habría puesto, y
la cofia seguía siendo el tocado peculiar de las mujeres de condición modesta” 174.
Era un marco para el rostro. En estos años, la Reina Victoria lleva el pudor a la
exageración. Los trajes victorianos se caracterizaron por las mangas largas, el
cuello alto, la silueta disimulada por un rígido corsé, pero con riqueza de materiales
y abundancia de adornos; contrario a lo que ocurre con la burguesía, pues su
indumentaria se componía de vestidos adornados con bordados y cintas, gorros de
colores vistosos.

174 Max von Boehn, Op. Cit., p. 132

66
Imagen 19. Bordados y estampados de flores sobre seda. Vestido de noche, 1840175

A la par, esta época se caracterizó por el retorno de la mujer a su papel de ama de


casa. Las de la alta burguesía se dedicaban a la tertulia en el espacio privado. Ellas
se transformaron en la pauta de la elegancia. Aquellas fueron las que imponían
tendencias: “María Antonieta fue la última soberana que dio el tono en la moda”176.
Las reglas de la moda las dictarían, principalmente, las actrices de teatro. Se
mostraban los trajes en las obras. “El cetro de la moda había pasado de manos de
la soberana de Francia a las de las reinas de la escena; pero su trono continuaba
estando en París y no se celebraba ninguna boda de príncipes en la que el ajuar de
la novia no procediese de aquella capital”177.

175
Tomado de: Instituto de la Indumentaria de Kioto, Moda: una historia desde el siglo XVIII al siglo XX, Koln: Taschen,
2006.

176 Abide, p. 142


177 Abide, p. 149

67
Retomando la secuencia de cambios producidos hacia 1837, empieza a disminuir
el tamaño de mangas y a hacerse más estrechas, hasta que llegó a ajustarse a todo
el brazo, como el vestido rococó. La falda se alargó y se ensanchó, creando
pliegues, y se sumó un nuevo estilo que era abrir la primera capa por la mitad para
mostrar la falda que se encontraba debajo. Se usaron telas pesadas como el
terciopelo y adamascadas. Las faldas se hicieron más pesadas, con aros en los
refajos y cojinetes de crin. El peinado se cambió a liso, recogido, muy alto y sujeto
con grandes peinetas. Para la década de 1840 el traje femenino pesado se iba
desvaneciendo, “los aspectos más extremos de la moda femenina comienza a
desaparecer”178. Por ejemplo, los grandes sombreros son remplazados por un
sencillo gorro. Así se entrevé que “el espíritu del Romanticismo estaba muriendo y
el Realismo emergía en su lugar”179.

Imagen 20. Estampa de La Mode de febrero de 1837. Uso de falda abierta180

178 Rachel H. Kemper , Op. Cit., p. 125. Traducción de la autora


179 Ibídem, p. 126
180
Tomado de Max von Boehn, La moda del traje en Europa. Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días.
Tomo VI. Siglo XIX, 181 – 1842, Barcelona: Salvat Editores, 1945

68
Asimismo, según nuestros diferentes autores, se impuso la falda bajera o enagua
crinolizada. El chal de cachemira vuelve a escena y crece en dimensiones, hasta
llegar a ser un verdadero sobretodo. Para 1845 se creó la manteleta, un pequeño
sobretodo sin mangas, con aberturas para pasar los brazos. Creció la variedad de
tejidos en seda, cachemira, raso, crespón, tafetán, tul, muselina, gasa, terciopelo o
cotonada, sea a listados, a cuadros, brochados, adamascados, lisos o estampados.
Siguen los corpiños con punta emballenada.

Imagen 21. Estampa de La Gaceta de Viena, febrero de 1837. Uso de corpiño en punta emballenada181

A partir de 1848, Europa entró en un tiempo de austeridad. “La omnipotencia del


dinero fue reconocida en absoluto; el dinero borró las diferencias de rango y de
clase, y la sociedad no admitió ya casta alguna, sino que únicamente reconoció a
los que tenían fortuna y a los que no la tenían”182. La elegancia romántica va

181
Tomado de Max von Boehn, La moda del traje en Europa. Desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días.
Tomo VI. Siglo XIX, 181 – 1842, Barcelona: Salvat Editores, 1945
182 Ibídem, p. 24

69
desapareciendo por influencia de las máquinas, y se rechaza el uso del miriñaque
y el corsé. Esta situación se reflejó en nuestro país, lo que se puede evidenciar en
una noticia publicada en 1851 por El Pasatiempo de Bogotá recogió bajo el título de
“No más faldas, no más corsé”. Se contaba la noticia de una asamblea femenina
reunida en Milford, Estados Unidos, que había concluido que debía renunciarse al
corsé y a la crinolina, apoyando, con varios votos, el “traje a la Bloomer”183 creado
por Amelia Bloomer. El corsé volvió a ser rechazado y las faldas fueron menos
anchas y menos pesadas. Aquí, igualmente, se fue dejando de lado el uso del corsé.

Como Max von Boehn lo expresa: “tal era la moda que con su tiranía suave se
imponía aun a los más reacios”184. Como se mencionó anteriormente, la moda
consiste en cambios rápidos, fugaces. La estética, y la forma cómo el cuerpo es
presentado, es efímera. En la época que se ha presentado aquí, las innovaciones
son vertiginosas; son evidentes las alteraciones de momento, ya no lo es, y se
modifica o se rechaza transformando esa estética. Después de haber realizado este
paseo por la moda de la primera mitad del siglo XIX, pasaremos a las consecuencias
de la adhesión a estas modas por parte de las mujeres de la élite bogotana.

183 Aida Martínez, La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América, Op. Cit., p. 54.
184 Max von Boehn, Op. Cit., p. 165

70
3. MUJERES DE LA ÉLITE BOGOTANA Y LA MODA

Joanne Entwistle, siguiendo los postulados de los estudios de género, propone que
“el género es una construcción cultural que la ropa ayuda a reproducir”185. La
elección del vestir les dio la posibilidad a las mujeres de ser un sujeto con iniciativa
y ambición. Es simplista, para esta socióloga, afirmar que ellas son solo víctimas de
la mirada de los hombres. La moda contribuyó a la creación de los géneros y la
diferenciación sexual: “El primer papel social del traje es el de hacer perceptible al
primer golpe de vista, el sexo de quien lo lleva”186. A este respecto, ya concordaba
Pedro Pablo Broc; Para él, el vestido distingue los sexos187. Y, por esto, puede que
ser que este tema no trascendiera más allá de esta cuestión. Lo importante era que
las mujeres tenían un papel a desempeñar y que éste hacía parte de su esencia. El
hecho de que las mujeres mostraran malas cualidades no era por ellas mismas, sino
por los descuidos y la maledicencia de su protector, ya que su naturaleza era ser
bondadosa, por su condición de dar vida. Con esto se aprecia la sobrevaloración de
la maternidad, muy característico de esta época: la creencia férrea de la existencia
del instinto maternal. Otra cosa que critica Broc era esos discursos que él
consideraba chocantes y, muchas veces, carecían de fondo. Se trae una parte
donde le contesta a un personaje en este tenor:

“Marcial dice que no hay cosa peor que la mujer. Y que si acaso se ha hallado alguna de
buena, no sabe por que medio una cosa tan mala ha podido volverse buena.-He aqui como
los sabios se hacen los importantes; dan lugar a choques graciosos de palabras, escojiendo
las que son vacias de sentido para que sean mas sonoras, hacen oposiciones, antítesis, mil
figuras de retorica, y despues sacan sus consecuencias de que se admiran los que tienen
la cabeza tan llena de celebro como las voces de sentido. Tambien yo puedo decir: que
'piñas tan amargas! y cuando encuentro una que no lo sea, no puedo concebir por que medio
una fruta tan amarga ha podido volverse dulce”188

185 Joanne Entwistle, Op. Cit, p. 36.


186 Yvonne Deslandres, Op. Cit., p. 267
187 Pedro Pablo Broc, Las mujeres vengadas y restablecidas en su trono, Bogotá: F:M: Stokes, Plazuela de San Francisco,

1825, p 38, 69
188 Íbidem, p. 26

71
En cambio, Kemper sí habla de una imposición en cuanto a que, “Los hombres
colocaron a las mujeres en elevados pedestales donde estuvo incómodamente
durante el resto del siglo XIX. Las mujeres fueron cubiertas con cualidades de
verdadera bondad angelical y espiritualidad y, en el proceso, fue despojada de
ordinaria dignidad humana […]”. Es así como: “[…] las mujeres fuertes
independientes fueron relegadas a una alivio cómico”189

Con respecto a la mujer, Simmel, para finales del siglo XIX, la ve como un ser débil
y, por lo tanto, alude a su individualización, sobre todo por la posición de debilidad
en que se le ha puesto. Para él, ellas dejan el problema del gusto a los otros, y solo
se distinguen por su atuendo individual. Es por medio del vestido que muestra su
individualidad, cuando se le es negada socialmente. Debido a que la vida de la mujer
era monótona y la moda es cambio y mutación, esta última daba atractivo a sus
vidas190.

Aida Martínez, igualmente, se refiere a sometimiento de la mujer de la siguiente


manera: “Para someterla fue preciso encarcelar el cuerpo y se puso tanto empeño
en hacerlo que en los museos de la Inquisición deberían exhibirse junto a las
máquinas de tortura, los corsés, los guardainfantes, tontillos y miriñaques, los
chapines, las gorgueras, las pelucas, todos estos artefactos propios del vestido
español, adecuados para constreñir el cuerpo y ponerles cepo a las ideas […]”. Su
libro termina con una frase poco alentadora: “[…] Dicen que los muros de las
prisiones están cargados de mensajes de angustia, de esperanza, de amor y de
muerte; los vestidos también”191.

En todo este juego de comunicación, se presenta una tensión entre la estructura


social y la actuación del individuo; entre conformidad y diferenciación. Se imita pero

189 Rachel H. Kemper, Op. Cit., p. 124, Traducción de la autora


190
Georg Simmel, Cultura femenina: Filosofía de la coquetería, lo masculino y lo femenino Filosofía de la moda. Op. Cit.,
pp. 127- 143
191 Aida Martínez, La prisión del vestido, Op. Cit., p. 186.

72
se hace énfasis en la diferencia. Hay una lucha de poder. Se acepta ser parte de
una comunidad, pero, a la vez, se toma distancia. Es la forma de encarar a una
sociedad y de sobrevivir en ella. Es así como en la moda se crean tendencias entre
esa tensión de aceptación y rechazo. Se enfrenta la apreciación individual de las
formas con la regulación social, “el deber ser”.

3.1. DISCURSOS DE LA MODA

Siendo que Europa dictaba las reglas de la moda, tanto en este continente, como
en América, tuvo tanto detractores como seguidores; así como se encuentran
aquellos que exaltaban las últimas noticias, también se producían discursos
moralizantes, ya que ésta hacía que la mujer se apartara de su verdadera vocación:
la de madre y esposa, lo que además, atentaba contra la economía familiar. Es así
que: “En Europa la moda, sin duda, ha transitado un camino más largo y aunque
ella no prescinda de su función moralizante, ha conquistado a grandes defensores
–Balzac, Barbey Dáurevilly, Mallarme, Baudelaire– que harán de ella no sólo el lugar
de la libertad y de la expresión del individuo moderno, sino también una importante
práctica estética”.192. Cecilia Rodríguez también indica que las investigaciones que
se han hecho de crónicas, en Latinoamérica, en especial en la primera mitad del
siglo XIX, la moda están muy relacionada con nociones como la indecencia.

De esta manera, la urbanidad (plasmada en manuales, catecismos, cartillas,


novelas, etc.) se tuvo como uno de los instrumentos para normar el comportamiento.
Zandra Pedraza, con respecto a esta literatura, afirma que “los mecanismos que
propusieron para la educación privada y pública resultaron ser reproductores de
hondas diferencias sociales y simbólicas”193.

192 Cecilia Rodríguez Lenmann, “La política en el guardarropa. Las crónicas de la moda de Francisco Zarco y el proyecto
liberal”, en: Revista Iberoamericana, vol 74, número 222, enero-marzo, 2008, p.8
193 Zandra Pedraza, “La educación del cuerpo y la vida privada”, en: Pablo Rodríguez (dir), Historia de la vida privada en

Colombia. Tomo II. Bogotá: Taurus, 2011, p. 118

73
3.1.1. Literatura pedagógica

En la España de los Borbones, las mujeres (especialmente aristocráticas),


buscando nuevos mundos, dirigieron su mirada hacia Francia, tanto en costumbres
como en moda (principalmente la Parisina). Esto provocó que algunas mujeres
españolas empezaran a cambiar su conducta y acceder a espacios antes vedados.
Esto motivó una ola de críticas, incluyendo a los que proponían reformar dentro de
la sociedad. Según Marisela Insúa, era común, en Europa, la crítica que la mujer
estaba alejándose de su papel sagrado y esencial (el de ser madre y esposa), y se
estaban cambiando las formas de relación de hombres y mujeres en cuanto a
cortejos que se salían de lo decente, y acusándolas del uso de excesivo lujo,
alejándose de la modestia (una de las virtudes femeninas). Es por esto que se
consideraba que las mujeres aristocráticas eran una mala influencia para las
burguesas.

Dado que la literatura pedagógica fue una de las maneras de controlar el


comportamiento, en estos textos se regulaba no solo la conducta, las buenas
maneras, las lecturas apropiadas para las mujeres, sino, también, se normalizaba
la apariencia y la forma de vestir. Campe es muy claro en su estricto seguimiento:
“El que es omiso en la observancia de estos convenios, que se llaman costumbres
exteriores ó urbanidad, pasa por orgulloso ó imbécil, i se adquiere el desprecio de
los demás. Estos convenios comprenden los trajes i la manera de vestirse” 194.
Además, este autor es enfático al rechazar la moda:

“Mayor mal i mas real para tu sexo es el imperio de las preocupaciones, de la moda i de los
abusos de la sociedad civil. He aqui vuestros verdaderos tiranos, porque conspiran a
desfalleceros el cuerpo i el alma, a subyugaros, a ahogaros el jermen de las virtudes, a
desnaturalizar las que teneis, a llenar vuestros corazones de pretensiones exajeradas, a
atormentaros con la privacion de lo que deseais, inspiraros ideas mezquinas i bajas, i lo que
es inseparable de la molicie á haceros medrosas, timidas i sin resolucion, Tal es la

194 Campe, Op. Cit., p. 120

74
consecuencia de vuestra educacion dirijida por preocupaciones, i deducida de vuestras
tareas minuciosas, de vuestros trajes, en fin de toda vuestra manera de vivir i de ser” 195

Además, Campe afirma que ésta es impuesta por la sociedad civil, que, en este
caso, es una distractora de los deberes esenciales de las mujeres. Con este
pedagogo alemán surge el problema de la sociedad civil en cuanto a seguir la moda.
Es ella la que ratifica el papel natural de la mujer, pero, a la vez, es la que la atrae
a seguir el camino incorrecto de lo superficial y la seducción.

3.2. LOS VALORES BURGUESES COMO MEDIDA DE TODAS LAS


COSAS

Para la primera mitad del siglo XIX en nuestro país, Eduardo Posada Carbó nos
cuenta que se presentaba una adhesión a la idea de libertad, rechazo a la tiranía y
respeto a las leyes. Hay un conocimiento de la concepción clásica liberal en cuanto
a que, “la emancipación del individuo del control público”196. Sus principios eran la
libertad de prensa, la educación, el principio de soberanía popular, la ley como
límite, libertad política, entendida como derechos individuales. Esto se refleja en la
promulgación de la Constitución de la República de Colombia de 1821, en Cúcuta,
donde ya se declara el país autónomo de la Corona Española, sujeto al
cumplimiento de la ley, además de que se declaran ciertos derechos de los
individuos. Jaime Jaramillo Uribe197 nos habla de un proceso de toma de conciencia,
de reflexión del destino de la nación, autocrítica y autoconciencia, y deseo de
emancipación, donde prima la organización económica. Se imponían las virtudes
burguesas como el cálculo, la moderación en los gastos, el trabajo, el ahorro. Estaba
en juego la distinción social y el poder económico (basado en el ethos del trabajo).

195 ïbidem, p. 17
196 Eduardo Posada Carbó, “La tradición liberal colombiana del siglo XIX: de Francisco de Paula Santander a Carlos A.
Torres”, en: Eduardo Posada Carbó et al (editores), Liberalismo y poder Latinoamérica en el siglo XIX, Chile: Fondo de
Cultura Económica, 2011, p 156
197 Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX, Bogotá: Uniandes, 2001

75
3.2.1. Trabajo y propiedad

El siglo XIX se caracterizó por la inestabilidad social y económica. También se


presentaron enfrentamiento por la distinción y por el poder de las clases productivas
(burgueses) contra las no productivas (aristocracia). El historiador Jaime Jaramillo
Uribe expone que, en algunos lugares de Europa, no se aceptaba la escala de
valores burgueses -como sí ocurrió en Inglaterra-. Esto lo relaciona con el
Romanticismo en Alemania. Esta ideología tuvo como fuertes seguidores a algunos
nobles, los cuales protestaban en contra de la forma de vida burguesa y, por lo
tanto, se proclamaban como inadaptados del nuevo sistema. De esta manera, se
enfrentaban las virtudes burguesas con las anti burguesas, las cuales eran: la
hospitalidad, el derroche en el gasto, la ausencia de previsión para el mañana, el
menosprecio por el dinero, y el amor por el ocio. El profesor Jaramillo,
parafraseando a Juan García del Río, autor de Meditaciones colombianas de 1829,
expone que: “al tipo colombiano le faltan las virtudes que requiere la vida económica
moderna”198.

El principal rasgo de este individuo burgués era el de ser propietario (la propiedad
privada como muestra indiscutible del resultado del trabajo y, por lo cual, es útil a la
sociedad) lo mismo que “la idea de que sin propiedad no se puede ser libre, ni
responsable, ni tener discernimiento suficiente para participar en los quehaceres del
Estado, ha tenido mucha vigencia en la historia de las ideas políticas, y la existencia
de hombres sin propiedad alguna se ha considerado como un factor de
descomposición social”199. El profesor Alfredo Gómez-Müller200 explica que era la
propiedad la que proporcionaba libertad para orientarse de manera autónoma201. Su

198 Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX, Bogotá: Uniandes, 2001, p. 26
199 Abide, p. 106
200
Especialista en Estudios Latinoamericanos de la Universidad François- Rabelais Tours, de Francia. Ver en:
http://www.lacarretaeditores.com/html/Biografias/carreta%20historica/alfredo-gomez-muller.html
201Alfredo Gómez-Müller, “El primer debate sobre Bentham (1835-1836): el valor y el sentido de lo humano, en: Rubén
Sierra Mejía (compilador), Miguel Antonio Caro y la cultura de su época, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
2002, pp. 57 - 90

76
mal manejo o su despilfarro no solamente afectaban al individuo sino a la comunidad
en sí. Y así se ve en la Constitución de 1821, los únicos que podían sufragar eran
los que detentaran una propiedad.

Por lo tanto, las personas que criticaban la moda tenían lo anteriormente expuesto
muy claro ya que uno de los problemas era la cantidad de dinero gastado en ésta:
estar a la moda costaba. En este sentido, Charles Moraze expone que “la familia
que prospera, elevada por el flujo ascendente que enriquece a la burguesía,
pequeña o grande, está celosa de su economía”202 Y si es cierto que para acceder
a lo que estaba de moda, era necesario tener cierto poder adquisitivo, la
indumentaria no implicaba el gasto tan elevado que se daba en nuestro territorio.
Uno de los cambios que se dio en Europa, en la periodización de la presente
investigación, fue el uso de telas un poco menos pesadas y la disminución de las
capas de tela necesarias en un traje, es decir, que se renuncia a los atuendos
demasiado complicados. Esto repercutió en una baja en el costo de los vestidos,
dejando los elevados precios a los accesorios. Contrario de lo que pasaba en
nuestro país. Traer una mercancía de estas implicaba realizar largos viajes, sumado
con los elevados fletes, hacía que los costos se elevaran de manera considerable
afectando el precio final de los cortes. Y como expone el historiador Eugenio
Gutiérrez Cely, solo se importaba telas de muy buena calidad; los géneros
corrientes se producían los departamentos de Boyacá y Santander, principalmente,
en la provincia del Socorro203.

En consecuencia, en las fuentes utilizadas se entrevé las críticas de que algunas


mujeres burguesas gastaban, como aristócratas, el dinero que ganaban sus
maridos, pues no era bien visto que una mujer trabajase. Las críticas no solo
provenían de los hombres. Una de las grandes críticas de esta situación, fue Josefa
Acevedo de Gómez quien distingue entre las malgastadoras aristocráticas y las

202 Morazé, Charles. El apogeo de la burguesía, siglo XIX. Madrid: Ed. Labor, 1965, p. 97
203 Eugenio Gutiérrez Cely, Historia de Bogotá. Siglo XIX, Bogotá: Villegas Editores, 1988, s.p.

77
mujeres previsivas de las familias de clase media (según la acepción inglesa), y más
en una época de gran inestabilidad económica, en la que se podía ascender, gracias
a los tiempos de prosperidad en el comercio y, de un momento a otro, estar en
bancarrota. En este sentido, los manuales de economía doméstica eran enfáticos
en que se evitaran estos gastos que se consideraban innecesarios. Madame
Pariset, ya para la década de 1820 llamaba la atención en lo perjudicial de estos
gastos de la siguiente manera:

“Es natural y propio de su edad querer las cosas de moda, pero con su razón usted sabrá
limitar sus gustos, estoy segura. Usted reconocerá pronto lo ridículo y muy dispendioso que
tienen muchas mujeres no solo de querer comprar todo lo nuevo, sino de hacer y rehacer
sin cesar su ropero, sus sombreros, y solo por lo aburrido de una forma que a la víspera les
gustaba y que reemplazan por otra que mañana no les gustará”.

[…]
Madame Pariset continúa afirmando que:

“Yo he encontrado frecuentemente jóvenes mujeres que creían que era de buen tono
malgastar así y que, como resultado, estaban mal puestas siempre y además gastaban
mucho dinero. Esto es en general lo que más disgusta a los maridos y estos tienen razón. El
hombre más sensato, el menos ocupado de los detalles y ajustes de su esposa, tiene sin
embargo un sentimiento interior de la relación que debe existir entre el gasto que ella hace
para su aseo personal y el empleo bien o mal llevado de ese gasto. No es entonces más que
para ameritar la aprobación de aquel de quien usted debe buscar su aprobación en los
menores detalles de la vida, por lo que usted debe adoptar una vestimenta elegante y simple
al mismo tiempo”204 .

Esta situación no solamente era tratada de forma seria. Y esta discusión no


solamente se conoció en los manuales. En la prensa bogotana se pueden encontrar
comentarios como este publicado en 1848:

“EL SOLTERON. Sale una pareja de casados “-Enrique, mira ese chal bordado y guarnecido
de encaje; ¡que bien ciñe el talle de la que lo lleva! Oh! Mañana voi á encargar uno igual para
traerlo aquí por la tarde” Y el paseo con su mujer cuesta cien duros al desgraciado esposo!
Contado por un muchacho de 25 que juró no casarse”205

204
Mme. Pariset, Op. Cit, p. 77
205
El charivari colombiano. Periodico no mui serio, chistoso y amostazado. Bogotá, domingo 19 de noviembre de 1848,
número 8, año 1, imprenta de Jose Antonio Cualla

78
Para este año, Josefa Acevedo de Gómez había publicado su Tratado de Economía
Doméstica, ya mencionado anteriormente. En ella llamaba la atención por el cuidado
de la economía doméstica, además, cuenta la historia de una familia en donde la
esposa y la hija solo reparaban en gastar. Además utilizaba historias “reales”,
bastante moralizantes, donde señalaba lo que puede ocurrir cuando la esposa no
sabe ser una buena administradora de su hogar y se pierde en futilidades, como
son la moda, la lectura y las tertulias.

Estar a la moda implicaba incurrir en gastos suntuosos, como se mencionó


anteriormente, puesto que tanto los vestidos como los accesorios se adquirían a
precios elevados, lo que provocaba que se usaran mercancías bastante costosas
con prendas comunes, dando pie a ser centro de críticas y burlas según Josefa
Acevedo de Gómez. He aquí una de sus críticas con respecto a esta situación: “Un
chal de seda i una elegante gorra no harán buen efecto acompañado de un trage
de zaraza burda, unas medias ordinarias, i unos zapatos de cordoban gastados i
rotos”206

Sin embargo, los vestidos -como otros accesorios y enseres- también eran vistos
como una inversión. Es muy recurrente el problema de la inestabilidad económica
en este nuevo orden:

“Llegan también casos en que la pobreza, ó las persecuciones obligan á una familia que fue
rica i ya solo posee sus joyas, á empeñar, ó vender estas para ocurrir á los indispensables
gastos de subsistencia i vestidos[…]”. Es por esto que se recomendaba: “[…]El cuidado de
la conservación de los vestidos debe ser mui esmerado i minucioso, porque sin ellos no se
puede vivir. Las personas ricas deben cuidar sus trages de lujo, de la misma manera i por
los mismos motivos que he aconsejado el cuidado de las alhajas preciosas. Un rico vestido
como una joya de gran precio, representa un capital, i en los días de calamidad puede ser
un recurso”207.

206 Ibídem, p. 30
207 Ibídem, p. 55

79
Es, entonces, esencial el cuidado de estas prendas, evitando manchas y roturas
que puedan afectar su calidad y, por ende, su valor.

Debido al cuidado que se le debía tener, se restringía el uso de ciertas telas, según
la ocasión: “Una costosa saya no debe usarse para asistir á la misa de siete que es
la que ordinariamente oyen las señoras de esta ciudad, ni para ir al mercado.
Nuestras iglesias son, en general, poco aseadas, i los lugares en que se venden los
víveres están obstruidos por una nube de limosneros, i por el inmundo populacho
que llena esta ciudad”208. Sin embargo, al parecer, era un precepto que no todas
seguían. En esta cromolitografía de Ramón Torres Méndez, se puede apreciar cómo
esta mujer usa una indumentaria lujosa para ir al mercado. Sería interesante si esta
litografía costumbrista parte de un hecho real cotidiano y que, efectivamente, se
presentaban estas contradicciones entre lo que pretendía la literatura pedagógica y
cómo las mujeres se desenvolvían en su cotidianidad.

208 Ibídem, p. 56

80
Imagen 22. Mujer de la élite en el mercado. Cromolitografía de Ramón Torres Méndez209. Museo de la
Independencia. Casa del Florero

Y no solo al mercado. Ellas exponían sus mejores trajes cuando se paseaban por
caminos no empedrados

209Tomado de: Efraín Sánchez Cabra, Ramón Torres Méndez: pintor de la Nueva Granada, 1809 – 1885. Bogotá: Fondo
Cultural Cafetero, 1987

81
Imagen 23. Mujeres con vestidos de lujo dando un paseo por caminos no empedrados. Paseo del Agua
Nueva, 1848. Ramón Torres Méndez. Cromolitografía. Museo de la Independencia. Casa del Florero

Siendo las mujeres las que administraban la economía del hogar, y ya viendo el
problema que implicaba estar a la moda, por el excesivo gasto, se les llamaba a la
modestia a la hora de hacer sus propias compras. Su deber era pensar en el
bienestar familiar. Por esto, Josefa Acevedo recomienda: “No han de comprarse
piezas enteras de telas cuyo uso es pasajero, ni hacerse un acopio de ciertas cosas
cuya forma varia segun los caprichos de la moda, como gorras, sombrerillos,
peinetas, pendientes, etc. […]” y se debía restringir el adquirir vestidos lujosos, ya
que: “[…]en un rico vestido no es soportable el atraso de Ia moda por las
incomodidades que hace suponer en quien le lleva”210. En el retrato que pintó José
María Espinosa de su segunda esposa, Bárbara San Miguel de Espinosa, se

210 Ibídem, p. 61

82
observa el seguimiento de la modestia, tanto en el vestir como en la poca presencia
de adornos y peinados creativos.

Imagen 24. Retrato de Bárbara San Miguel de Espinosa. Realizado por José María Espinosa, 1839. Óleo
sobre tela211. Museo Nacional de Colombia.

En este sentido, eran constantes los llamados a la modestia y sencillez, pero que,
a la vez, ésta no implicara que se llevaran vestidos de mal corte, o que se induzca
a la exageración la humildad en el vestir. Aquí un pasaje de Rufino Cuervo al
respecto:

P. Con qué vestido asistiréis á las funciones religiosas?


R. Con el mas honesto y sencillo: el negro parece mas aparente, y es mui laudable la
costumbre de cubrir con velo el rostro para sustraerlo en algún modo de las miradas libres
de la juventud. Se han de evitar todos aquellos adornos profanos poco correspondientes á
la sublime austeridad de la religión, pero no por esto se ha de llevar el peor vestido, ó el mas
desaseado, como hacen algunas señoritas cuando van por la mañana á los templos” 212

211 Beatriz González, José María Espinosa: abanderado del arte en el siglo XIX. Bogotá: Museo Nacional, 1998

212 Rufino Cuervo, Breves nociones de urbanidad estractada de varios autores y dispuestas en forma de catecismo, para
la enseñanza de las señoritas del Colejio de la Merced de Bogota por el Dr R.C, Bogotá: Imprenta de N. Lora, 1836, p. 11

83
En la siguiente cromolitografía podemos observar que se seguía esta clase de
consejo para ir a la iglesia: no se está usando un vestido común, pero se esconde
el rostro debajo de una manta.

Imagen 25. Uso de vestido de satín o seda y una mantilla con la que se cubre el rostro para ir a la iglesia.
Ramón Torres Méndez. Cromolitografía. Museo de la Independencia. Casa del Florero.

Hasta gastar en un modisto se planteaba como un problema. Recordemos que una


de las áreas importantes que hacían parte de los pensum escolares era,
precisamente, costura y bordado. Josefa Acevedo recomendaba que las mujeres
hicieran sus trajes y las de su familia: “Se acostumbra pagar á las modistas para
que hagan estos trages, i yo no temo aconsejar a las señoras que tengan tiempo i
habilidad para ello, que los hagan por sí mismas, pues fuera de la ventaja de que
quedaran mejor arreglados i cosidos, se lograra la utilidad de guardar los sobrantes
de tela, forros, encage, cintas i demas adornos que pueden necesitarse i utilizarse
después213 [...los modistos solo eran…] talles de la vanidad femenina”214.

213 Josefa Acevedo de Gómez, Op. Cit., p. 61


214 Íbidem, p. 72

84
Se puede ver aquí el empoderamiento de la idea del ahorro, como una de las
máximas que deben guiar a las administradoras del hogar burgués. Ellas eran las
directamente responsables de que la economía familiar funcionara.

3.2.2. Tiempo

Otro elemento que generaba, entre nuestros autores, las críticas hacia la moda, era
el factor tiempo. Se consideraba no solamente que la moda provocaba que la mujer
incurriera en gastos excesivos y suntuosos, sino que la alejaban de sus deberes
sagrados llegando a desperdiciar el tiempo que debía a sus tareas y obligaciones
como administradoras domésticas.

En cuanto al alejamiento del cumplimiento de sus deberes, Campe despreciaba el


hecho de que las mujeres estuvieran más pendientes de lo que pasaba en la moda
hablando de lo que llevaban las demás mujeres:

“Si una loca ha recibido una moña vestida á la ultima moda de Paris, i aparece en una visita
con un traje semejante, i tal que no se haya visto mejor, al instante se le pone á otra loca en
la cabeza que seria la mas desgraciada de todas las mujeres si no apareciese vestida del
mismo modo en la concurrencia inmediata”215

Para Pariset, Campe y Josefa Acevedo, la tarea universal de la mujer era ocuparse
de los otros. Josefa condena, de manera enfática, que una mujer desatienda sus
deberes por estar en otras tareas diferentes a sus obligaciones lo que surge como
inconveniente en detrimento de la economía familiar:

“La moda ha introducido otra manera de perder el tiempo trabajando, cosa parece una
paradoja, i que sin embargo, es una verdad evidente. Las fajitas de abalorio, los bordados
de lomillo en angeo, las sortijas de pelo, i otras frioleras de este jaez, han tenido sus épocas,
i las mugeres (sobre todo, las que llaman de tono) no se han avergonzado de pasar meses
enteros trabajando ociosamente en estas inutilidades, con perjuicio de la economía
domestica del cuidado de la familia, i de la educacion de los hijos. Pero esta ha sido la moda,
i la moda, como se sabe, es un tirano mui exijente. No es esto decir que aquellas cosas no
deban aprenderse i practicarse en algunas ocasiones, ni pretendo sostener que tales

215 Campe, Op. Cit., p. 78

85
habilidades no sean útiles hasta cierto punto, pues que aún son el oficio que da a varias
personas la subsistencia; mas lo que me parece incomprensible es que una madre de familía
abandone sus quehaceres, durante una larga temporada, para dedicarse exclusivamente a
semejantes futilezas. El abuso de todas las cosas es pernicioso, i este es el que creo
reprobable”216.

Esto trajo un problema mayor: la obsesión, por parte de algunas mujeres, por estar
al día en la moda europea:

“Los trages de la niña estaban variados segun todas las muestras de las modistas
estrangeras; sus joyas eran finas, lujosas, encargadas exprofeso á Paris, Nápoles,
Amsterdam ó Lóndres. para cada hora del dia había diverso trage…Fuera de esto, todos los
días i todas las noches se trabajaba para dañar su tersa i blanca piel, aplicandole cuantos
cosméticos anuncian en los diarios todos los charlatanes conocidos ó improvisados de
Francia ”217.

La obsesión sobre este tema era un lugar común entre los discursos moralizantes,
ya que esto se relacionaba con la distracción de las mujeres de sus deberes
esenciales y sagrados, el centrarse más en su apariencia que en desarrollar su alma
modesta, sumisa y devota, y, además, significaba el despilfarro de dinero en
detrimento de la economía familiar.

3.2.3. Individuo y bien común: bienestar y felicidad

Para los pensadores del siglo XIX, como Miguel Samper, el individuo prevalece. La
sociedad es solo la suma de individuos y, por lo tanto, éste es el que debe tener
primacía. Cualquier sacrificio de sus derechos, en pos de lo colectivo, implica violar
una ley natural. Al proteger al individuo, la sociedad se protege a sí misma, y
permitiendo su enriquecimiento se enriquece la sociedad. El Estado debe procurar
esto. Por esto se pedía la no intervención política. Se decía que la sociedad, como
la naturaleza, se corrige a sí misma218.

216 Josefa Acevedo de Gómez, Op. Cit, p. 12


217 Ibídem, p. 47
218
Diana Carolina Monroy-García, et al. “Promesas de la modernidad política en la nueva granada: los atributos de la
ciudadanía hacia finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX”, en: Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona; Francisco
Ortega, 200 años de independencia, las culturas políticas y sus legados, Medellín: Universidad Nacional de Medellín,
2011, p. 174

86
Contrario a esto, a mediados del siglo XVIII a la Nueva Granda llegaron las
Reformas Borbónicas que significaron un mayor control sobre las colonias y sus
individuos. Esto causó malestar entre los criollos. Se enfrentó la concepción del
nuevo sujeto político219. A esto se suma, en palabras de Müller la adhesión al ideal
de la utilidad (planteado por Bentham, pensador que se conocía en nuestro territorio
desde 1811). Se proponía limitar los poderes del Estado y preservar la inviolabilidad
de la persona. Se restringe la arbitrariedad por medio no solo de declaración de
derechos, sino de control de cuerpo electoral y de opinión pública.

Una de las cuestiones que se discutían para esta época era la inviolabilidad del
individuo en cuanto a su la propiedad, su condición legal y su reputación. Todo esto
condicionaba el ejercicio de las libertades individuales, ya que se afirmaba que
todos somos iguales ante la ley, pero se instaura la premisa que la libertad de uno
termina donde comienza la del otro. Es así como se genera la situación de preservar
el beneficio del común, es decir, “esfuerzos para “modelar” esa sociedad en
formación hacia una meta afín”220 ¿Qué se entiende por bien común? Según Diana
Carolina Monroy-García, en la época se entendía como la diferenciación del uso de
conocimientos útiles, desechando los inútiles. Siendo que ya no hay un poder
superior que regule el desarrollo privado de los individuos, son ellos mismos quienes
empiezan a regularse. Por lo tanto, como explica Diana Monroy-García, eran los
beneméritos ciudadanos: “los criollos ilustrados a los que se les comienza a resaltar
su mejor conocimiento de las necesidades de la patria”221. Y aquellos esperaban
que los otros adquirieran los mismos atributos para desenvolverse en comunidad.

En estos discursos de regulación se entrevé la cuestión de la diferencia. Diana


Monroy-García afirma que, detrás de los discursos ilustrados de igualdad de la élite,

219 Ibídem, p. 174


220 Ibídem, p. 175
221 Ibídem, p. 180

87
se pueden encontrar intenciones de diferenciación, teniendo en cuenta que la ésta
era (y es) un grupo heterogéneo:

“si bien los llamados ilustrados proclamaron un discurso igualador que trató de abarcar al
conjunto de la sociedad, al interior del discurso ilustrado operaron formas de diferenciación
que mostraron cómo la élite (sin duda bastante heterogénea en su composición) mantuvo
siempre la distinción entre ella y otros sectores sociales considerados ociosos, inútiles,
ignorantes, poco ilustrados, sin interés del bien común, entre muchos otros atributos” 222

Por ejemplo, Josefa Acevedo de Gómez223 hace énfasis en el papel de la mujer


como cuidadora (como bien común) y lo vergonzoso que sería no empeñarse en
esto con esmero: “además, la aplicación á la costura le proporciona también la
ventaja de poderse presentar en otra casa sin temor de las criticas de las niñas
hábiles é instruidas en las labores de su sexo […] En una palabra, las niñas han de
componer i remendar sus vestidos de manera que cualquier pieza de ellos pueda
sufrir el examen de una hábil costurera”224. Una familia mal presentada, era
sinónimo de una mujer descuidada, ya que ella debería ser la encargada de todo
respecto al interior del hogar: “¡Qué vergüenza para las infinitas mugeres que viren
con sus esposos, sus hermanos, sus hijos, quienes se presentan tan rotos i mal
trazados como los que no tienen muger que cuide con esmero de su ropa”225

O, como Rufino Cuervo, que insta a las mujeres a pensar sobre lo que se pondrían
para asistir a un baile:

P. Como os presentaréis? (a un baile)


R. En un traje honesto, y llevando las manos cubiertas con guantes 226

222 Ibídem, p. 169


223 No se ha encontrado ninguna investigación donde se mencione si a esta escritora se le puede considerar como ilustrada,

Héctor Orjuela, en su libro Orígenes del Romanticismo Hispanoamericano, la considera parte de la primera generación
romántica en nuestro país (Ver Héctor H. Orjuela, Orígenes del Romanticismo Hispanoamericano. Hacia una revisión del
canon, Bogotá: Editora Guadalupe, 2005, p. 148)
224 Josefa Acevedo de Gómez, Op. Cit., p. 59
225 Ibídem, p. 60
226 Rufino Cuervo, Op. Cit., p. 27

88
¿Qué entendía este escritor por traje honesto? El autor no expone lo que significa
para él esta característica en un vestido. Posiblemente nada cercano a lo que nos
muestra esta litografía, donde se advierte el profundo escote, la dinámica de los
pliegues del vestido y el tocado adornado por lo que parece una peineta:

Imagen 26. Escena de un baile en la ciudad de Bogotá. Litografía de Ramón Torres Méndez227

En el sentido de las críticas, se decía que la moda no era solo una diversión, la
describían casi como un deber. Para la década de 1840, la moda ya estaba
empoderada. Así lo registraba un periódico de la ciudad de Bogotá:

“-El imperio de la moda es hoy mas que absoluto.- Nuestra población progresa
admirablemente en esto y en otras cosas de mas bulto.- En Londres, en Paris, tu traje no
hubiera llamado la atención: en Bogota es preciso marchar á la moda, si quieres tener á las
mujeres por amigas, y á los muchachos por aliados. La critica aquí anda que es un gusto, y
se rien hasta del Santo Padre.”228

227 Junta Nacional del Centenario de la Proclamación de la Independencia de la República de Colombia, Albúm de
costumbres colombianas, Bogotá: Víctor Speling, 1910
228 El charivari bogotano. Periodico no mui serio,chistoso y amostazado. Bogotá, domingo 26 de noviembre de 1848,

número 9, año 1, imprenta de Jose Antonio Cualla

89
En este cruce de críticas, ya para Campe implicaba un peligro, porque conjuraba a
las mujeres a seguir los preceptos impuestos por la moda, encontrando singularidad
en su apariencia. Por eso este autor les recomendaba alejarse:

“Evita en cuanto puedas sin daño esencial de tu bienestar el singularizarte en lo que la moda
exije […] pero cuidado no cifres tu merito en seguir escrupulosamente las variaciones de las
modas […] Sin dejar de someternos á la lei imperiosa de los usos que dicta el carácter del
mundo; tengamos siempre el valor de oponernos a la moda”229

Mariela Insúa Cereceda plantea, para el caso de Chile, que, para controlar y normar
tanto el lujo como el exceso de afeites, y evitar así desastres a nivel económico, se
proponía, desde finales del siglo XVIII, en una publicación titulada Discurso sobre el
lujo de las señoras y proyecto de un traje nacional (1788), la utilización de una
vestimenta uniforme nacional, “para contrarrestar las tentaciones de la moda”230.
Sería interesante, continuando con esta investigación, poder conocer si en Bogotá
se dio esa clase de solución por un traje nacional a partir de la defensa del traje
típico.

3.3. CUERPO CONTROLADO

En los textos utilizados para esta investigación, se manifiesta la condición del


control de la apariencia desde esa nueva clase social; esto con el objetivo que la
mujer no se desvíe de su papel fundamental poniendo cuidado a sí misma y a otros
temas y, principalmente, descuidando la economía familiar.

Desde mediados del siglo XX, se ha puesto interés en el estudio del cuerpo como
forma de control. Para Entwistle, la indumentaria se puede estudiar a partir de los
postulados sobre el poder que planteó Foucault, ya que el vestido y el adorno, son
una forma efectiva de controlar el cuerpo. Además que adquiere significado según

229
Campe, Op. Cit., p. 136
230
Mariela Insúa Cereceda, “La formación de la mujer modélica en la novela española ilustrada: Pedro Montengón”, en:
Revista Chilena de Literatura, noviembre, número 69, pp 113 – 126

90
las fuerzas sociales y, especialmente, discursivas en el ejercicio del poder. El
cuerpo, por ende, es restringido, ya que la indumentaria (por estar íntimamente
relacionada con el cuerpo), no se salva de esta restricción, puesto que el hombre
es un ser eminentemente social, y necesita de los otros para sobrevivir y
desarrollarse. El cuerpo cumple el papel de instrumento para estar en el mundo. Por
medio de él se llega a una cultura y se vive en ella. Ese cuerpo será entonces será
un elemento más de significación, en donde, “la cultura da forma al cuerpo”231. En
este sentido, para Zandra Pedraza, el cuerpo se concibe como una relación entre
naturaleza y cultura; entre biología y construcción social. Se creará una corporeidad.
Este es un:

“lugar privilegiado para exponerse… Por ello, para comprender el alcance de esta forma de
gestarse la identidad, son la presencia, la fisonomía, la imagen, el arreglo, la figura, el
vestido, el aspecto, los contenidos emocionales y sus expresiones, los ademanes y las
gesticulaciones, algunos de los elementos tenidos en cuenta en una gramática corporal
mediante la cual la apari encia desborda la palabra y el poder de comunicación atribuido al
cuerpo deviene en identidad social”232

Con el surgimiento del individualismo, en el siglo XVIII, durante la Edad Moderna y


desde el racionalismo de la Ilustración, se comienza a hablar de un cuerpo propio,
así “la individuación del hombre se produce paralelamente a la desacralización de
la naturaleza”233. Y siendo que uno de los elementos del ser civilizado es,
precisamente, el vestido (uno de los atributos esenciales del hombre, que separa al
hombre de la animalidad), Adriana Alzate evidencia, como constante (para la época
colonial en Colombia y el siglo XIX), un “clamor de que se ocultaran a la vista de los
demás ciertas partes del cuerpo y no se usaran vestidos que dejaran ver algunas
zonas corporales”234

231 Joanne Entwistle, Op.Cit, p. 28


232 Zandra Pedraza, “La educación del cuerpo y la vida privada”, en: Pablo Rodríguez, Historia de la vida privada en
Colombia. Tomo I, Bogotá: Taurus, 2011, p. 123
233 David le Breton, Antropología del cuerpo y modernidad, Buenos Aires: Buena vista, 2002, p. 45
234 Adriana Alzate Echeverry, “Cuerpos bárbaros y vida urbana en el Nuevo reino de Granada”, en: RODRÍGUEZ, PABLO.

Historia de la vida privada en Colombia. Tomo I. Bogotá: Taurus, 2011, p. 267

91
A propósito de lo anterior, según Patricia Londoño, los ideales Victorianos difundían
en aquel entonces la imagen de la perfect lady. Todas estas influencias compartían
la idealización del mundo doméstico, dentro del cual la mujer reinaba y ejercía su
autoridad. Como se ha mencionado varias veces aquí, es muy recurrente que se les
inste a seguir, sin miramiento, su función sagrada, criticando fuertemente, a las que
hacían caso omiso de esto; como lo indica Suzy Bermúdez: “a las mujeres que se
salen de las normas, se las ve en ocasiones como excéntricas, y se podría añadir
que es factible que ni se las vea”235. Se vuelve al punto de la dificultad de develar
las acciones de rechazo o trasgresión.

De esa manera, Aida Martínez afirmó que en América se dio la imposición de un


vestido como expresión de poder, presentándose la condición de dominante y
dominado, “se pretendió explorar la significación del vestido tanto masculino como
femenino, como signo de poder o de mando y las limitaciones de su uso por las
mismas razones”236. Además, como signo de clase, el vestido ayudó a los mestizos
a borrar las diferencias raciales. La hechura de la ropa se relacionaba con el
prestigio de las personas.

Debido a que la moda se basa en la seducción, creando formas de mostrar y ocultar


partes del cuerpo, también hace imperativo el control sobre lo que se muestra. La
moda, igualmente, lleva también a la proposición de la silueta femenina ideal sea
para seguirla o rechazarla. En esa época se puso de moda la figura delgada, que,
con la evolución del traje, pasaría a una un poco más robusta. En este sentido, se
puede evidenciar el encuentro de dos visiones distintas: la idea de que la mujer era
la representación de la fragilidad -que algunos toman como comportamiento
aristocrático-, y las mujeres que tienen, en sus hombros el funcionamiento de un
hogar (manejo de dinero, acopio y distribución provisiones, higiene, etc., etc.).
Debido a esto, poco tiempo tenía para sí y, por esto, debía evitar influencia de la

235 Suzy Bermúdez, Op. Cit., 1992, p. 45


236 Aida Martínez, La prisión del vestido. Op. cit, p. 13.

92
sociedad, en cuanto a etiqueta y moda. Al respecto, Campe hacía este llamado a
las mujeres: “que procures formarte un cuerpo robusto, i conservar un alma libre de
necesidades superfluas, de las funestas pasiones de la vanidad i del deseo de lucir,
i de cautivar admiradores”237. Además, él mismo llamaba a las mujeres a no fijarse
en su apariencia, más allá de agradar a su marido. “Pudieramos contentarnos con
reir á la vista de todos los esfuerzos que hacen porque las admiren en cosas
enteramente fortuitas, i que por consiguiente son de poquísima importancia, como
son el color de cabello, la situación del talle, el adorno de la cabeza, etc” 238.

Sin embargo, la presentación de la mujer era muy importante. Según Madame


Pariset, aquella debía estar bien puesta desde la mañana hasta la noche, y no tenía
que durar mucho tiempo en el baño (máximo una hora), ni debía hacerse esperar.
Le aconsejaba usar ropas fáciles de poner: batas o abrigos según la estación. Cada
prenda había que cuidarse, según el material.

En cuanto a la debilidad de la mujer, hasta el vestido era una prueba de ello. No es


que se le impusiera, sino que solo debía ser así:

“la vida sedentaria i casera á que estasis precisadas las mujeres desde vuestra primera
juventud: vuestros trajes que os dificultan el andar, i no os permiten movimientos libres y
rapidos: la mayor parte de vuestras ocupaciones, en una palabra, toda vuestra manera de
vivir i de ser contribuyen á manteneros en un estado de desfallecimiento” 239.

A propósito de la silueta femenina, la moda, para Campe, no era solamente la forma


en como la mujer se alejaba de su verdadero papel, sino que la hacía añorar una
figura que no iba acorde con lo que implicaba todas sus obligaciones. Era la moda
la que la condenaba a ser delicada y débil, pues el cuerpo necesitaba movimiento.

237
Campe, Op. Cit., p. 21
238
Ibídem, p. 78
239
Ibídem, p. 16

93
Así, Nicola Squicciarino afirmaba, para 1986, que: “la mujer ha empleado la fuerza
de seducción de su propio encanto como una forma de poder, para influir sobre el
otro sexo y hacerse aceptar por este”240. Es la forma como se muestra, ante otro
para ser admirada. Las apariencias se constituyen, ahora, como la realidad misma,
puesto que “para el hombre existir solo es posible en la personificación de un
papel”241. El adorno y la vanidad eran condenadas. Campe se pregunta si los
agrados exteriores constituyen el mérito de las mujeres. Ante este peligro, el autor
asegura que el vestido, -aquel sin pompa ni atavío-, es una forma de evitar juegos
de seducción y pasiones, “En la medida que el cuerpo femenino y su sensualidad
se conciban como un territorio peligroso, difícil de contener, que puede llevar a la
destrucción que acarrea la desmesura y las pasiones incontrolables, en esa medida
se tiende a contemplar la vestimenta como una muralla de contención”242. Esto está
muy acorde con la propuesta victoriana.

No obstante, para Deslandres, más que usar sus encantos para lograr sus fines,
ellas han sido criadas para esto: seducir; y es así que: “En la sociedad definida por
el nuevo código, el destino de la mujer era criar y seducir al guerrero. Jamás su
papel de objeto había sido definido tan claramente, y sorprende que el traje refleje
lo más fielmente posible su papel en la vida”243. Pero, para autores como Campe,
las mujeres vanidosas eran frívolas, envueltas en bagatelas, que “renuncian a
cualidades de mujer modesta”, y vuelven a los hombres en desgraciados, al perder
“su sosiego para darle todas las comodidades”244.

A pesar de que deseara el lujo, y que la vanidad la controlara, una mujer no podía
dejar de ser lo que por naturaleza se supone que era: frágil, delicada, caritativa. La

240 Ibídem, p. 132.


241 Ibídem, p. 186.
242 Cecilia Rodríguez Lenmann, Op. Cit., p.8
243 Yvonne Deslandres, Op. Cit., p. 160.
244 Campe, Op. Cit., p. 11

94
caridad no solamente era una cualidad cristiana, era una condición de la mujer
angelical:

“fabricad, traed, distribuid entre los ricos todo lo que el lujo i la molicie han inventado de mas
ridiculo, inútil i deslumbrante, pero dejad algo para el pobre, socorred al indigente, sacrificad
una vez siquiera cada semana los antojos de vuestra vanidad, los caprichos de la moda, i
trocad estos goces superficiales i efímeros por el placer profundo. durable i fecundísimo de
dar pan a una familia hambrienta, vestir a un anciano desnudo, aliviar a un enfermo
desfallecido.”245

Otro autor que se destaca por dar una opinión en contra de la vanidad es Rufino
Cuervo. Aquí presenta sus postulados del comportamiento que debería tener una
mujer:

“P. Y no se cree que sin lujo no puede figurarse jamás?


R. Así lo piensa la vanidad; pero el buen juicio rechaza esta opinión. El fausto arruina las
familias distinguidas y las encamina á la corrupción; y a las personas de humilde nacimiento,
exita la pasión á una pronta fortuna que no se puede adquirir sin pecado, como dice El
Espiritu Santo.
P. Y qué diréis de las prácticas de pintarse el rostro y apretarse el cuerpo por medio del corsé
para presentarse con elegancia y atraer la atención de la concurrencia?
R. Que la primera deforma y arruina la piel, y exita el desprecio de todos. El arrebol en una
pálida mujer es como “una alegre sonrisa en la cara de un inválido”. Y la segunda es
perniciosa á la salud, porque comprime el estomago y las entrañas, obstruyendo su acción
y el movimiento del corazón y de los pulmones, y causa indigestiones, desmayos, toses,
consuncion y otros males”246

En definitiva, se observa que en el nuevo orden burgués se forma ese nuevo


individuo también por medio del control del cuerpo. Se generan maneras permitidas
y no permitidas de mostrarlo tanto en el ámbito público y privado, a partir del
discurso. Esto se desarrolla dentro de un contexto de otros discursos creados tales
como la libertad del individuo. Uno de los puntos interesantes es evidenciar cómo
se trata de subsanar estas contradicciones.

245 Josefa Acevedo de Gómez, Op. Cit., p. 37


246 Rufino Cuervo, Op. Cit., p. 10

95
3.4. ASEO Y MODA

El aseo es otro asunto sobre el que se insistía mucho. Recordemos que en el siglo
XVIII y XIX toma importancia la higiene y sanidad como forma de prevenir
enfermedades y gracias al refinamiento en gustos y costumbres. Se pueden
encontrar referencias en relación a esto en diferentes momentos de la primera mitad
del siglo XIX, no solo en estos textos de literatura pedagógica, sino también en los
periódicos, en afirmaciones tales como: “orden i aseo debe ser la divisa de la señora
que gobierna una casa”247. En eso insiste Madame Pariset, Campe, Cuervo, y como
vemos, Acevedo de Gómez. En cuanto a los trajes, Moraze comenta que desde
entonces se introdujo la costumbre del lavado de ropas y del cuerpo mismo.

Como constancia de este cambio, vemos las críticas que se presentan por la falta
de aseo: “Reniego de toda niña que va á misa despeinada y toda llena de lagañas.
No se concibe por que á un baile van tan limpiecitas y llenas de polvos y aguas de
olores, y al templo del Señor van tan sucias – Vanitas canitatis”248. Rufino Cuervo
hace una anotación parecida, pero señala específicamente sobre el vestido:

“P. Seran convenientes cualquier hora y cualquier traje para que se deje ver una mujer?
R. Nó ciertamente: la señora que se presenta por la mañana, sin haberse bañado, vestido
y peinado, inspira mui malas ideas á las que la miran. El saludable uso de madrugar da
tiempo sobrado para aquellas ocupaciones indispensables.
P. Y cual es el vestido decente que ella debe usar?
R. El más sencillo y aseado, porque es el que satisface mas a los sentidos, como nos lo
manifiesta las estatuas que han quedado de las mujeres griegas y romanas”249
Es por medio de las fuentes que podemos observar que esta costumbre (a pesar el
atraso que presentaba Colombia en cuanto a la implementación de condiciones
sanitarias) llegó por lo menos a Bogotá. Es por esto que otra labor de la mujer
burguesa era la de estar pendiente de la servidumbre, especialmente de la
lavandera. El hecho de que la lavandera tenía a su cargo una de las mercancías

247 Josefa Acevedo de Gómez, Op. Cit., p. 57


248 El charivari bogotano. Periodico no mui serio,chistoso y amostazado. Bogotá, domingo 3 de diciembre de 1848, número

10, año 1
249 Rufino Cuervo, Op. Cit., p. 9

96
más valiosas en el hogar, le daba importancia llevar a cabo una correcta vigilancia,
por parte de la administradora del hogar, no solamente para que lavara con
eficiencia las prendas sino para que no las dañara. Lo ideal era darle las
indicaciones correctas y acompañarla en el proceso, ya que, consideraba, eran muy
descuidadas:

“Las lavanderas por lo general duplican los gastos en ropa, pues mas saben destrozarla i
desteñirla, que quitarle la mugre que es el objeto con que la llevan. Por consiguiente, es mui
importante que las señoras sepan algo sobre el arte de limpiar i blanquear la ropa, para que
puedan dar consejos é instrucciones á sus lavanderas”250

En resumidas cuentas, el aseo está relacionado con otra forma de crear una
apariencia, una nueva forma de concebir el cuerpo propio y el de los demás. Hace
parte de ese proceso civilizatorio donde, como lo explica Adriana Alzate251, las élites
neogranadinas crearon una retórica para formar individuos saludables y productivos
por medio del control y lo que esta historiadora llama: “proceso de privatización del
comportamiento” en cuanto a la desnudez, necesidades fisiológicas, olores
corporales, relaciones sociales.

3.5. NUEVAS SOCIABILIDADES

Las tertulias fueron el principal instrumento para moldear nuevas ideas y


costumbres. En Bogotá (Colombia), las tertulias fueron igualmente importantes. En
ellas se lucían las mejores galas para hablar de literatura y política. Las mujeres de
élite se distinguieron por invitar a los personajes más reconocidos socialmente para
departir y debatir en las noches bogotanas.

Las mujeres que promovían estas tertulias eran vistas con malos ojos, pues se
alejaban de su papel natural de mujer, tal como lo señala Campe: “i en lugar de
estas prendas se encuentra con que su mujer sabe vestirse i engalanarse con

250 Josefa Acevedo de Gómez, Op. Cit, p. 57


251 Adriana Alzate. Op. Cit., pp 255 - 257

97
esquisito gusto, que fomenta una tertulia de hombres i mujeres frívolos, que dispone
de frecuentes festines, que hace diariamente el papel de mujer de importancia, que
imita el tono de unas i el jesto de otras, en fin la magnificencia, la insolencia, i la vida
blanda i relajada de las mujeres sin costumbres”252. Además, son mujeres a las que
invade “el deseo de lucir con frivolidades i bagatelas”253

El tema de la moda no solo era asunto de mujeres aisladas; aquel alentaba el


encuentro entre mujeres. Así lo explica Patricia Londoño:

“Otra de las preocupaciones femeninas giraba alrededor del traje. El vestir se consideraba
asunto colectivo de las hembras de la familia, y aún de las amigas más íntimas. Juntas salían
a comprar tela y estilo. Se distinguía radicalmente entre la forma de vestir dentro y fuera del
hogar y entre las personas jóvenes y de edad. En la casa se vestía con sencillez, pero
cuando se recibían o hacían visitas, se usaban los más elegantes atavíos” 254

Finalmente, la moda ha sido una forma de representación y afirmación individual,


además de un signo de pretensión social. Se revela una relación entre lo individual
y lo social, donde se destaca la manifestación del gusto personal. Es así como el
individuo se empieza a distinguir a partir del otro, “no existe nadie como conciencia
de sí mismo si no es en relación con una colectividad y a través de ella”255 La
apariencia es, entonces, el traje, el peinado, el maquillaje, es decir, colabora todo
esto con la afirmación del yo, en este sentido, se puede traer a colación la expresión
de Aída Martínez: “no importa que en unas ocasiones sirva para marcar las
diferencias de clases y en otras para borrar la individualidad del ser humano, el
vestido jamás es inocente”256. Es así como hay una especial defensa de la elección
personal. La indumentaria es signo y lenguaje. La moda, para ser moda, requiere la
libre intervención individual257. La individualización del arreglo personal ha ganado

252 Campe, Op. Cit., p. 59


253 Abide, p. 77
254 Patricia Londoño, “La mujer santafereña en el siglo XIX”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico. Bogotá, # 1, volumen XXI,

1984, recurso electrónico.


255 Nicola Squicciarino, Op. cit, p. 17.
256 Aída Martínez, Mujeres y familia en el siglo XIX 1819 – 1899, Op. Cit., 1995,p. 54
257 Francois Boucher, Op. Cit., p. 49.

98
algo de legitimidad, esto va más allá de las rivalidades entre grupos sociales,
aunque no se puede negar que sí ha sido un instrumento de distinción de clases.

99
CONCLUSIONES

En cuanto a la hipótesis planteada, llegué a la conclusión de que en la consolidación


de la nueva clase, la moda entra como un punto importante de discusión ya que si
es cierto, se utilizó para crear identidad y diferenciarse frente a otras clases y grupos
sociales, se encuentra como un punto contradictorio, en relación con las mujeres,
en cuanto que se ve como una forma de individualizarse y una forma de derrochar
dinero. Dentro del nuevo orden, a la mujer se le asigna el papel de dependencia
donde no puede destacarse de ninguna forma, solo como una excelente esposa y
madre. En cuanto a esto surge una pregunta ¿Por qué era necesario que la mujer
tomara este papel? ¿Por qué el afán de que quedara relegada de los procesos de
la modernidad? Esperemos que algún día podamos descubrir estas razones.

Es así que veo que en los años planteados en la periodización se tiene la idea que
la individualidad presume un grado de egoísmo, es decir, que hay una mayor
observación y cuidado sobre sí mismo que sobre los demás. Las formas de vestir y
exhibir el cuerpo que propone la moda ayudan a que esta individualización se lleve
a cabo. Es el individuo que decide sobre su propio cuerpo y la apariencia que desea
poner a la vista. Y siendo que se entiende, para la época, que la familia es la
principal institución económica sobre la que se sustenta la prosperidad y bienestar
de la sociedad, donde cada individuo tiene unos roles muy específicos, y casi que
inmodificables, la mujer (la jefe del hogar, sea como esposa, madre o hija) no puede
permitirse distraerse en el exceso miramiento a sí misma. Además, tengamos en
cuenta que ser la administradora, la jefe del hogar, no solo implica estar pendiente
del buen funcionamiento del refugio familiar sino involucra el manejo de los recursos
económicos producidos por el proveedor (el hombre de la casa) los cuales deben
ser usados para ese buen funcionamiento de la morada. La satisfacción personal
debería quedar relegada a un segundo y tercer plano, y más teniendo en cuenta

100
que no son recursos propios (o por lo menos se considera así), a pesar de que
realiza su parte dentro de aquella institución económica primaria. Se tiene la imagen
de que una mujer que solo se desenvuelve en un espacio limitado, como es el
espacio privado, que se pretende más calmado, y sin tener que enfrentar las
vicisitudes, dramas, calamidades, percances, desgracias, inestabilidades, que
supone el espacio público, y, al mismo tiempo, con acceso libre al dinero ajeno, es
una derrochadora en potencia que puede llevar al núcleo familiar a la hecatombe, a
la ruina económica. Es por esto que se hace imprescindible el control no solo de su
mente sino de su cuerpo. Y este control no solo nace de los hombres a partir de
parafernalias argumentativas sino que se esto se gesta al interior de las mismas
mujeres; son unas mujeres controlando a otras mujeres en un supuesto beneficio
colectivo y social ¿Qué hace que una mujer (o una persona, en general) permita
que se le controle y se le disminuya la voluntad cayendo ante los influjos de ciertos
discursos258? Eso tendría relación con una multiplicidad de factores que harían parte
de otro estudio.

Adicionalmente, con este ejercicio busco exponer que la moda y la indumentaria es


una cuestión con ricos y variados matices. Es muy seductor haber podido entrar en
contacto con algunas discusiones que genera algo tan cotidiano, al parecer simple,
como es el acto de vestir.

Esta clase de temas merece una dedicación de tiempo mayor en la búsqueda de


fuentes. Ésta debe ser más cuidadosa, pues cualquier material parece servir, y se
puede ubicar lo que alimentará el trabajo en donde menos se piensa. Como poco
se cataloga bajo este ítem, se debe estar abierto a que en cualquier archivo,
biblioteca, se encuentre eso que sustentará el trabajo de investigación.

258
No me refiero al control por medio de determinadas prácticas sociales puesto que en este trabajo de
investigación me centro en el análisis de los discursos.

101
Además, no hay que perder la perspectiva de que es necesario desarrollar una muy
trabajada historia descriptiva de la moda en Colombia. Es muy complicado proponer
cronologías desde el tema mismo ya que es poco lo que se conoce de los
desarrollos y cambios relacionados con el devenir de la moda en nuestro país, caso
contrario de lo que ocurre en Europa y Estados Unidos. En los museos parece haber
bastante material para explorar, así como publicaciones en las bibliotecas y
archivos.

Por lo anterior, creo que es oportuno rescatar las colecciones del Museo del Siglo
XIX, las cuales se encuentra en el depósito del Museo Nacional. Fue éste el que
más se interesó por captar indumentaria y adornos relacionados. Además fue el
resultado de un gran esfuerzo de la profesora Aida Martínez que no se debería dejar
perder. Y qué será interesante poder ampliarlo a otros siglos.

Con respecto a la indumentaria, pienso que aún falta desarrollar todavía más la
sensibilidad de tener en cuenta la materialidad de nuestras fuentes primarias. Como
Chartier indica, la materialidad significa dentro de las representaciones y las
prácticas de un grupo social. Este historiador lo explica para su caso de estudio, los
llamados, en el siglo XVI, los Libros Azules: “para comprender las significaciones de
los libritos de gran circulación es necesario volver la vista al impreso en sí, a su
materialidad misma” 259. Debido a cuestiones de preservación y conservación, es
muy complicado tener acceso a esa materialidad, además, que cuando se tiene
acceso, solo se centra en el contenido. Así, se está perdiendo información que
podría ser muy valiosa. Como historiadores, especialmente como historiadores
culturales, deberíamos aprender a acercarnos y a leer esa materialidad.

En cuanto a otro elemento dentro de esta investigación, opino que es necesario


darle la importancia al individuo. Es aquel el que hace la historia, en relación con

259 Roger Chartier,Op. Cit., p.155

102
sus otros y su contexto. Además, es imposible negar la importancia de la apariencia
dentro de un contexto social. Esa apariencia es reflejo de lo que somos y lo que
rechazamos de nosotros mismos. Igualmente juega un papel fundamental en las
relaciones de poder.

Asimismo, quedaron muchas preguntas al aire. Una de ellas es ¿Cómo era que
realmente estaban al tanto de la moda? Aida Martínez habla de unas descripciones
detalladas y largas en los diferentes periódicos. La desventaja es que esta
historiadora no nombra ningún título de prensa. Igualmente, menciona la circulación
de unas estampas, de las cuales tampoco brinda información. Otra pregunta sería
si a nuestro país llegaron las muñecas de porcelana que mencioné en el cuerpo del
texto. Una duda que me surgió a lo largo del trabajo es que siendo que gran parte
de la periodización tiene como escenario el desarrollo del movimiento Romántico,
el cual también influyó a la moda, me preguntó qué tan consciente estábamos de
esa influencia en los atuendos que nos llegaban ¿Éramos Románticos hasta en el
vestido? O ¿Fue una influencia que apropiamos posteriormente? Igualmente
quisiera saber qué otras discusiones pudo suscitar la moda, cómo era el proceso de
apropiación de aquello que llevaba del extranjero, qué motivaba a la imitación de
las tendencias europeas y cómo se daba esa imitación.

Espero que el acercamiento a este tema, por medio de esta investigación, sea el
comienzo de la posibilidad de profundizar en los vacíos que se pudieron encontrar
al avanzar en el desarrollo de este ejercicio investigativo, como es el de empezar a
pensar en realizar una historia de la moda colombiana, ahondar en la cuestión del
individuo, la apariencia y nociones de belleza, espacios de intercambio de ideas
estéticas en cuanto a la moda se refiere. Pretendo que sea un tema de largo aliento.

Finalmente, a mí parecer, falta mucho por explorar, con mayor profundidad, otros
asuntos relacionados con este maravilloso y apasionante tema, desde el punto de

103
vista económico, político, estético, social, psicológico, etc. Puedo decir que hay aún
mucha tela por cortar.

104
BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS:

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madres de familia i de las amas de casa, Bogotá: Imprenta J.A. Cualla, 1848, pp.
87. Copia digitalizada en la colección de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca
Luis Ángel Arango.

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Copia digitalizada en la Biblioteca Nacional de Colombia.

MME. PARISET, Manuel de la maîtresse de maison ou lettres sur l´economie


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de la Biblioteca Luis Ángel Arango

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1822. Colección Hemeroteca Digital Histórica de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

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Cualla; domingo 26 de noviembre de 1848, número 9, año 1; domingo 3 de
diciembre de 1848, número 10, año 1. Colección Hemeroteca Digital Histórica de la
Biblioteca Luis Ángel Arango.

Hojas sueltas:

Anónimo, Quejas de una fea al patriota, Bogotá: Imprenta de Nicomedes Lora, 1823.
Copia digitalizada en la Biblioteca Nacional de Colombia.

Anónimo, Damas de Bogotá al Congreso, Bogotá: Imprenta de Espinosa, por V.R.


Molano, 1824. Copia digitalizada en la Biblioteca Nacional de Colombia.

Las Santafereñas, Las damas de Bogotá al Congreso, Bogotá, Imprenta de


Espinosa por V.R. Molano, 1824. Copia digitalizada en la Biblioteca Nacional de
Colombia.

Imágenes y objetos:

Chismorreo bogotano. Joseph Brown. Acuarela. Colección del Banco Cafetero.

Antiguo Modo de Conducir los Cadáveres. Ramón Torres Méndez. Litografía a una
tinta, s.f. Biblioteca Luis Ángel Arango.

El Bambuco. Ramón Torres Méndez. Litografía a una tinta, s.f. Biblioteca Luis Ángel
Arango.

Retrato de María Sandino Borda, ca 1830. José María Espinosa. Miniatura óleo
sobre marfil. Museo Nacional de Colombia

Retrato de Bárbara San Miguel de Espinosa, ca 1839. José María Espinosa. Óleo
sobre tela. Museo Nacional de Colombia

Retrato de Rosita Torrijos Ricaurte, ca 1840. José María Espinosa. Miniatura óleo
sobre marfil. Museo Nacional de Colombia

Vendedora de papas. Ramón Torres Méndez. Cromolitografía, s.f. Museo de la


Independencia. Casa del Florero

Salida de la Yglesia. Ramón Torres Méndez. Cromolitografía, s. f. Museo de la


Independencia. Casa del Florero.

106
Paseo del Agua Nueva en 1848. Ramón Torres Méndez. Cromolitografía, 1848.
Museo de la Independencia, Casa del Florero.

Retrato de Manuelita Sáenz. José María Espinosa. Miniatura óleo sobre marfil.
Museo de la Independencia, Casa del Florero.

Mantilla verde con flores bordadas. Algodón. Primera mitad del siglo XIX. Museo de
la Independencia, Casa del Florero

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