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MONOGRAFÍAS JURÍDICAS
22

LA PRUEBA
ESTUDIO SOBRE LOS MEDIOS DE PRUEBA
Y LA APRECIACIÓN DE LA PRUEBA

POR

O TO TSCHADEK

ElJITORI \L TEynS s \

Santa Fe de Bogot i - Colombia


999

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@
PELlGR O
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FOTOCOPI
M T EL LIBRO

A\lTES QUE EL UAROCIE:-.JTíFICO MUERA


El libro Clt':lllíflCO ~ s un organismo que ~ l bi.l;¡} en un d ~ l i c d o equilibrio Los
clev¡uJo,> l'o,tO, Iniciales (bs horas de tí,loaJo que n:qulcrcll el autor. los
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La fOlOcopia. en un primer rnomCIlW, r ..dure las ventas y por este motIvo


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de r r a n ~ n l l l i r la (it:TIni\
fow-:ol'ia UIl liortl. quien pune a d l
Q l l l ~ n Illcdios p;lra f¡¡IOCnl'iaL
~ p U ' l U Ü l l o ~

c l l ~ : J . no '010 SC al"-n<':lJl1lrn la ley. si no


I.jUICIl dc (ualquier mndlJ f < ) l l l e l l l a t : ~ l a p r i
¡¡lIC par lcular mentc ~ C CIKllcntr,l en la ~ I I \ l a c l t ¡ l I de q U i e n recoJ :c una nor de UI1.t
...(' ,p en e prolegida. y lal v e l ~ e LI rune a c'l'gn 1;\ uhllJla IllJr de esa e.'pecie

D Otto Tschadl'k. 1999


1[) Editorial Temis S. A., 1999.
Calle 17 No. 68D--l-6, Santa Fe de Bogotj.
e· mail:temis@ col-onlinc.com .
Traducción dc Ernesto Volkcning

ISBN 95R-35-0220-0

He<:ho el depósito que exige la ley.


Impreso en Editorial Nomos S. A
Carn.:ra 39 H, núm. 17-98, Santa Fe de Bogotá

Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro,


sin la autorización escrita de los titulares del copyright, por
medio de cualquier proceso, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático.
Esta edición y sus características gráficas son propiedad de
Editorial Temis S. A.

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PRÓLOGO

n el trascurso de más de dos decenios de práctica judi-


cial he llegado a convencerme de que no hay procedimiento
probatorio sin trampas y peligros. Hasta los casos que pare-
cen claros entrañan el riesgo del error.
El escollo para la jurisprudencia no está en el error de dere-
cho sino en l error de hecho. Pero los errores de hecho tienen
origen en un procedimiento rrnhatono malo deficientemente
practicado. en una inCOITccta apreciación de la prueba o en la
faifa de experiencia sicológica. De ahí que me parezca oportu-
no colocar la prueba en el centro de las retlexiones críticas y
señalar tanto 1m ventajas y desventajas de los distintos medios
de prueba corno las fuentes de errores ínheremcs a ellos.
Por cierto que no será novedoso todo lo que tenga que
observar al respecto. La presente disenación constituye una
mezcla de teoría y práctica respaldada no tanto por la cien-
cia cuanto por la experiencia de un jurista a quien le ha cabi-
do cn suerte prestar su colaboración a la jurisprudencia judi-
cial en todas las funciones posibles.
Hace unos años escribí un estudio intitulado e lus límites de
lajusticia En el procedimiento probatorio también sc rebasan
fácilmente los límites dc la justicia y la injusticia. Por lo tanto
mi disertación complementa aquel primcr trabajo míD Habrá
cumplido con su cometido si contribuye a que sc practique el
procedimiento prohatorio con las precauciones necesarias.
Viena mayo de 1 J58.
EL UTOR

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ÍNDICE GENERAL

P \G

IntroJw,:ción. I
Cap. 1. La confcsiún 3
Cap. 1I. La autoacusaci6n involuntaria. 17
Cap. llI. El testimunio .. 21
Cap. IY El tl.:stimonio infantil 29
Cap. Eltestimonio dt: I¡I mujer. 37
Cap. VT.- Fuentes de error C ¡ ; l I l i < U 1 : ~ en el t ~ t i m o

1110 ......... . 43
Cap. V I I . - Elfalso testimonio 49
Cap. VITJ.- La inspección ocular .......................... . 55
Cap. IX El perito ................................. . tíl

Cap.
Cap.
X
XI.
El perito médico
Otros dil'támcncs periciales . . 67
S5
Cap. XTT - Medios de prucha n o \ e d o ~ n s 91
Cap. XIlL El caso fortuito ........................ . 97
Cap. XIY.- Apreciación de la prucha \03
Cap. XV. In uhio pro r o , ..... ..... ................ . 1 9

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INTRODUCCIÓN

Uno de los problemas centrales de todo juicio que

no quede confinado a cuestiones de orden jurídico es


l prueba.

Todo fallo ha de basarse en comprobaciones. Debe


dar por comprobados ciertos hechos y decir con base
cn la apreciación de pruebas por l tribunal cuál es el
delito-tipo en que se apoya la sentencia euál el acto
cometido por un acusado o cuál el hecho subyacente a
una decisión de derecho civii.
Las partes en un proceso los testigos los peritos. la
inspección ocular los documentos el certificado de
buena conducta y el registro de antecedentes penales
l
cooperan conél elhabrá
hechos que fin de
deponer de comprobados.
dar por manifiesto juez unos
juicio bien manejado se produce pues u n
n un
especie de mosaico. Los testimonios los dictámenes
de los peritos la confesión o la desmentira del acusado
son las piedras que habrán de componerlo. Empero
pueden idearse diferentes diseños utilizando las mis-
mas piedras. Lo que importa es la manera como se
configuren como se distribuyan los colores la justa
proporción entre la luz y las sombras. Por consiguien-
te se forman empleando las piedras de mosaico del
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2 Ir- THODL I JhJ

juicio. distintos cuadros. según y conforme os o -

ponga el defensor el fiscal o el juez. Pero el cuadro de


los hechos no puede ser sino uno solo uando le falte
una piedra ya no se puede reconstruir la imagen real y
verdadera de lo que fue De ahí m propósito de estu-
diar más detenidamente a la luz de experiencias cicntÍ-
tlcas personales la cuestión de la prueba su apre-
Ciación.

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CAl'íTL'LO 1

LA C O ~ ¡ ; E S I Ó N

A primera vista la prueba más simple y clara parece


ser la confesión. Cuando el reo mismo admita haber
cometido un delito dé a conocer sus móviles. cuente y
reconstruya lo que sucedió. por regla general se puede
decir que queda resuelto el caso en cuanto atañe a la
cuestión e la prucha. Empero la solución resulta ser
solo aparente cuando no es posible respaldar la confe-
sión con los demás resultados del procedimiento pro-
batorio. Hay confesiones incompletas otras que no se
limitan al relato de los hechos y otras que son falsas. E l
examen de la confesión, , í parezca lógicamente
inohjetahle forma parte de las obligaciones absolutas
dc un juez concienzudo.

La confesión es de por sí un fenómeno peculiar. Fue


el célebre criminólogo H f\iS GKnss quien observó que
las confesiones resultahan incomprensibles por la sola
razón de redundar las más de las veces. en detrimento
del acusado. Oc ahí que a l ciencia no le bltarán m o-
tivos para estudiar l problema de la confesión. Re-
t1érome sobre todo a la disertación de THEOIlOR RE K
Gesliindnls :::wang ll1d strajbediúfizis l   y también nle

\ C O / ~ r e . \ i ; 1 l compulsiva y deseo di castigo Nota del trad.

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LA ¡ >RUEBA

remito a lo que sobre el particular expuse en mi propio


trabajo Ueber die GrellZeJl er Gerechtigkeit .
El jurista práctico observará que son escasas las falsas
confesiones. Pero ignoramos cuantas falsas confesiones
se rinden en realidad porque en muchas ocasiones no se
practica el examen riguroso de la confesión y en otros
muchos casos el acusado sin duda puede tener interés
en despistar al tribunal confesando un delito que no
cometió. En 1951 cuando aun estaba en vigencia la
pena capital un menor de edad rindió una falsa confe-
sión en un sumario por asesinato. Al comprobarse la
inexactitud de sus declaraciones admitió sin ambages
que había querido tomar sobre sí el crimen porque no le
era aplicable l pena capital que de otra manera hubiera
podido infligírsele a un pariente cercano. En otro caso
del que tengo conocimiento un persona raíz de un
accidente automoviliario dijo haber conducido l vehícu-
lo a pesar de que no era verdad. Motivo para su falsa
declaración fue que l verdadero culpable había sido
condenado repetidas veces por delitos de circulación y
por consecuencia se le hubiera castigado mucho más
la
severamente
que que a responsable
quería hacerse persona sindelantecedentes penales
accidente. Con al-
gun frecuencia suelen influir consideraciones de or-
den económico en el propósito de cargar con el delito
de otro. Por este aspecto cabe hablar de motivos plena-
mente inteligibles para una falsa confesión.
En cambio se complica la situación cuando la rinde
un individuo sin tener motivos tangibles para ello. Al

De los It mi/es de justicia Nota del trad

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L CO, \JI=FSIOI\,J 5

encontrar unos meses ha el cadáver de una de las vícti-


mas del sádico Engleder en Steyr la policía rural arres-
tó a unos jóvenes que a juzgar por su aspecto físico po-
dían ser los delincuentes. La misma noche en que fue
apresado uno de los dos muchachos confesó haber
cometido un crimen sexual y cuando el funcionario
encargado de la indagatoria observó que difícilmente
hubiera podido actuar solo añadió que su amigo arres-
tado había participado en el delito. l rápido descuhri-
miento del verdadero asesino le restó toda importancia
procesal a esa confesión. Hasta hoy día han quedado
sin aclarar la . razones que movieron al joven a tomar
sobre sí tan grave culpa y como si fuera poco a com-
prometer a un compañero inocente
El muchacho fue examinado por un conocido si-
quiatra vienés quien comprobó que se trataba de un
individuo infantil subdesarrollado que era incapaz de
darse cabal cuenta de las consecuencias de su actuación
y que probablemente se encontraba debido al pavor
que le había causado el anesto en un estado de ánimo
excepcional. No se pudo comprobar si en el momento
de rendir confesión el joven realmente creía ser el de-
lincuente. Aun queda sin resolver la cuestión de si al-
guien puede hallarse en un estado de autoengaño por lo
que respecta a la posibilidad de haber delinquido. e
aquí un intenogante al cual daría yo respuesta plena-
mente afirmativa.
Hay personalidades esquizofrénicas que interpretan
mal sus relaciones con el mundo ambiente y llegan a
falsas conclusiones de cuya veracidad están convenci-
das. La fonna más frecuente de semejante esquizofrenia

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latente se manifiesta en delirio persecutorio. Tales


el
individuo ven con gran e Inri dad unos actos que creen
dirigidos contra ellos si bien carecen de realidad. Mu-
chas acusaciones falsas son imputables a sicópatas
esquizofrénicos. Pero también hay casos en los que va
dirigida a l idea persecutoria contra l propia persona
y es posible que posteriormente se dé a ciertos actos o
experiencias de naturaleza totalmente inocua una inter-

pretación que llevc a la autoincriminación. eseos re-


primidos se tornan conscientes y suhjetivamente son
tenidos por hechos. El deseo reprimido desde tiempo
atrás de matar a una persona o de vivir una aventura
sexual violenta en el decurso de los acontecimientos
puede dar lugar a la convicción de haher realmente co-
el
metido y vivido acto anhelado.
puede conrribuir con su parte a tan extra-
~ i m ¡ s m o
ño fenómeno l propensión a ganar celebridad pur me-
dio de actos llamativos así sean criminales. Abundan
las más variadas y polifacéticas modalidades de las ideas
persecutorias. Puede servir de ejemplo el relato de un
caso reciente: Un joven de temperamento esquizoide
hiJO de una familia que adolecía de taras hereditarias a
la edad de 8 años no resistió la tensión emotiva resul-
tante de las vicisitudes de la segunda guerra mundial.
Después de presenciar horrores en el frente y de haher
quedado sepultado varios días regresó totalmente per-
turbado enajenado a su tierra. Al poco tiempo se
produjeron indicios típicos de manía persecutoria. u-
rante mucho tiempo el joven temía que sus famiJiares
quisieran envenenarlo y hasta tal extremo llegó su

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LA COf;JFESI{ N 7

aprehensión que resolvió preparar él mismo sus o-


midas. no obstante el cariño y el ~ p í r i t u de sacrificio
de los que su familia le había dado ¡oumerables prue-
bas. Trascurrido algún tiempo declinaron las ideas
persecutorias que iban dirigidas contra varias personas
entre ellas su médico y su ahogado pero al mismo tienl-
po el paciente empezó a enflaquecer y a quejarse de
fuertes dolores en la región abdominal. on la repre-

sentación subjetiva de sus molestias corrían parejas. por


el lado objetivo las ganas. cada vez á ~ frecuentes. de
vomitar. an convincente resultaba el síndrome produ-
cido por el enfermo que un famoso cirujano vienés re-
solvió operarlo. Empero. una vez practicada la laparoto-
mía se comprobó que el paciente estaba orgánicamente
sano y no había la menor motivación médica de las
molestias que afirmaba padecer. En fin la idea persecu-
toria se había modificado: ya no eran sus enemigos los
parientes y los médicos sino el cáncer imaginario que
se manifestaba en el cuadro clínico.
Mas el mismo desaITollo sería dable concebir como
resultado de actos inexistentes que un paciente de tal
índole creyera haher cometido en disonancia on la
realidad. Si debido a un enlace fatal de circunstancias
ese mismo individuo tropieza con recriminaciones su-
fre el trauma de una detención repentina y siendo inca-
paz de responder razonablemente por sus actos se ve
en un callejón sin salida está absolutamente dada la
condición para una confesión de he hos contrarios a
la verdad. De ahí la necesidad de acoger con sumacaute-
la la confesión de una persona de disposición sicopática.

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8 LA PRUF: SA

y que la neurosis también puede dar lugar a falsas


confesiones, 1 enseña el estudio ereditiilund e l t r o s e - ~

del profesor Or. FRIEDRICH STC , PI 'L publicado


Hand- n
buch er Neurosenlehre L lid Psychotherapie _ Allí se
reproduce l historia el íniea de un neurótico de 32 años
que se queja de fa:,es de expansión obsesivas en cuyo
transcurso tiende a cometer estafas. En la descripción
del caso se dice textualmente: En algunas situaciones,
el si
paciente no opuede
autosugestión, discernir
si se trata ha sucumbido
de un hecho . a una
De ello se desprende, pues, que hay trastornos neu-
róticos de la conciencia en los cuales un individuo se
persuade de haber incurrido en un acto que, en reali-
dad, no cometió. Crece l probabilidad de que seme-
jante situación se presente, cuando a una p e f ~ o n a se le
achaca una acción que de por sí encaja en el cuadro de
su personalidad, y por eso se le hace tan verosímil l
neurótico mismo que empieza a creer en su propia
autoría, Por inverosímil e incomprensible qu tal cosa
le parezca l buen sentido, STUMPrL dice en el mismo
trabajO que una situación conflictiva inclusive puede dar
lugar a que una persona asuma, frente a otras, actitudes
fundamentalmente contrarias a su propia individuali-
dad.
Otro pasaje del citado estudio dice: Todos los con-
nietos neuróticos son, en contraste con los conflictos
genuinos, inauténticas, vale decir que estriban en el

. Herencia y neurosis Nota dcltrad.


Manual de teoría de la neurosis y sicoterapia I\ola del trad

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L CONFESION 9

autoengaño, habiendo, al mismo tiempo, incompatibi


lidad de aspiraciones divergentes . or lo visto, el

autoengaño es frecuente, tal vez hasta típico fenómeno


concomitante de la neurosis, y a menudo representa el
contenido mismo de ella. a que muchos neuróticos
son paranoides y como se h visto las representacio-
nes paranoides pueden dirigirse contra la propia perso
na, parece bastante bien fundada la comprobación de
lo
que, probablemente,
que se sabe. hay más confesiones falsas de
Súmanse a ello otros dos momentos susceptibles de
motivar falsas autoimputaciones: entre los elementos
básicos de la neurosis figura l miedo en sus formas
más variadas. Individuos que temen no poder orientar
se debidamente en la vida, con frecuencia distan mu-
cho de sentirse desdichados al quedar sometidos a un
orden coactivo que les asegura l sustento, mas a un tiem
po los libra de la necesidad de tomar decisiones. Es el
miedo a uno mismo el que no r r s ve es se es onde
detrás de la resolución de tomar hábitos, pero también
puede el miedo engendrar el deseo de hallar la seguri
dad en la cárcel sin que el individuo se dé cabal cuenta
de ese motivo. Por añadidura, en el subconsciente de
muchos hombres existe un anhelo de ser castigado por
aclos que la ley no juzga punibles. Ese deseo incons
ciente de hallar la paz del alma en el castigo, fácilmen
te puede tomar el cariz de una falsa autoacusación. Ta
les circunstancias no han de perderse de vista cuando la
confesión sea rendida por un sicópata o una persona
neurótica, o cuando haya lugar a dudas de otra natura-

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1 L rKUl: 8A

leza en cuanto respecta a l veracidad de su autoincul-


pación

y aun quedan por mencionar otros móviles para las


falsas confesiones. Como auditor de la marina de gue-
rra me tocó juzgar un caso de autoimputación por ven-
ganza. Una auxiliar del ejército mantenía relaciones
con un médico castrense que luego dispensó sus favo-
res a otra niña. Entonces la primera amante denunció
l médico afirmando que le había practicado el aborto.
Tranquilamente la nifi a se resignó a ser llamada tam-
bién a juicio con tal que se arruinara la existencia del
médico Pero tan inexperta era ella que en la indagato-
ria no supo explicar bien cómo se había realizado la
presunta intervención ginecológica Su relato resultaba
hasta tal punto inverosímil que desde el principio debía
suscitar dudas acerca de la veracidad de su declaración.
Al ser acorralada admitió haber inventado la denuncia
con el propósito de vengarse. Aquí ya entramos en el
terreno de la falsa acusación propiamente dicha que a
veces corre parejas con la autoincriminación igualmen-
te falsa.
Mucho más frecuentes aquellas falsas confesiones
sostenidas hasta el fin suelen ser las que durante el jui-
cio se retractan. No es raro el caso del reo que en plc-
nario de golpe se retracta de l confesión rendida reite-
radas veces en el sumario y declara ser inocente. Las
más de las veces el juez no se sentirá inclinado a dar
crédito a la retractación. Sin embargo puede haber
motivos de la más variada índolc para rendir una falsa
confesión

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L ONrTSION 11

larresto imprevisto, tal vez hajo la inculpación de


un delito grave. es de suyo susceptible de producir un
efecto traumático. Ni siquiera la persona que se sabe
Inocente va a l ptisión preventiva confiando en que s
aclarará el error sino que s siente difamada por el arres-
to y l incriminación se preocupa por su futuro y l
seguridad de los suyos. sin contar que inclusive para el
inocente surge el interrogante de cómo de.\virtuar rne-
jor y más expeditivamente, el cargo que se le formaliza.
En fin cl sumariado con frecuencia se ve en una situa-
ción síquica por muchos respectos excepcional la -

acción más comprensible cn lales circunstancias es e l


deseo de hallar el sosiego necesario para reflexionar
sobre l emergencia y digerirla mentalmentc.
Pero las más veces sucede lo contrario. Con la 111a-

yor rapidez
longa posible se inicia e intencionalmente se pro-
la indagatoria hasta obtener del sumariado a quien
se cree culpable declaraciones propias para probarle l
culpa. Viéndose sometido a una verdadera tempest d
de preguntas. el recluso queda síquica e intelectualmente
abrumado. Su pensamiento no se halla lo I1iciente-
mente hien ordenado para permitirle reaccionar lógica-
mente a las preguntas que se le formulan
Ahora bien, cuando, aprovechando el agotamiento
del inculpado. se le explique en el momento preciso
que. con solo confesar recuperará su tranquilidad será
muy grande la tentación de rendir una confesión para
revocarla después de haber recapacitado sobre las posi-
bilidades de defensa.
Las confesiones que se rinden de golpe y porrazo
bajo la impresión del arresto y tras largo interrogatorio,

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 2 LA PRUEBA

tienen poco valor y a lo sumo, pueden apreciarse en


conexión con otros indicios. n dos ocasiones yo mis-
mo defendí a personas que luego de confesar en un prin
cipio revocaron su confesión durante el procedimiento
de plenario y fueron absueltas. En ambos casos, los
acusados, cuando les pregunté por qué habían confesa
do, me contestaron: Sencillamente, porque quería que
me dejaran en paz .
Aun más tentador se toma el impulso de rendir una
falsa confesión cuando se le dice al acusado (como su
cede con alguna frecuencia) que podrá ser puesto pro
visionalmente en libertad con tal que confiese, ya que
en tal caso no hay peligro de confabulación, o cuando,
estando el acusado en libertad, con ocasión del interro
gatorio s le informa que si no confiesa será arrestado

para
perarprevenir la confabulación.
la libertad, La perspectiva
asegurar la existencia de recuy
económica
preparar la defensa en condición de hombre libre, o de
conservar la libertad y eludir la vergüenza del arresto,
pinta tan halagüeña que nada tiene de raro el que en
tales casos se rinda una confesión discrepante de la ver
dad.
Una niña de 13 años inculpó a un distinguido em
pleado industrial de haberle hablado con intenciones
inmorales. La denuncia se hizo ante la gendarmería, y
con ocasión del primer interrogatorio el funcionario
encargado de la investigación dijo tener que arrestar al
inculpado y entregarlo a la justicia en caso de que no
confesara su delito. Entonces, el empleado admitió que
las declaraciones de la niña eran exactas. A raíz de la
primera indagatoria judicial y del careo con la den un-

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L CONH: SION 3

ciante, se comprobó que ella lo había confundido con


otra persona, l verdadero delincuente fue arreslado el

día siguiente
confesión y hallado culpable, Por lo visto, la falsa
se inspiraba en el temor al arresto y la igno-
minia

n resumidas cuentas ni en su calidad de juez ins-


tructor, ni en la de presidente del tribunal, el juez debe
apremiar mucho al acusado para que confiese, Cuando
lavista de la causa se basaba en indicios, oí decir al
juez en varias ocasiones que ya era hora para que el reo
confesara si quería beneficiarse con una condena con-
dicional. Ahora bien, si el acusado cree que su causa
sigue un rumbo desfavorable en materia de pruebas y
por añadidura el defensor ansioso de proteger el interés
de su cliente acaso le aconseje no echar perder el ate-
nuante de la confesión nada tiene de raro que en t l
situación l acusado confiese un delito que en realidad
no cometió.
Con estas observaciones no se pretende menguar el
v lor problltorio de l confesión si bien conviene est r
prevenido contra su estimación exagerada. La confe-
sión no es más que un medio de prueba entre otros que
no predomina sobre los demás ni da lugar a pretensio-
nes de exactitud absoluta,
La falsa confesión tiene su contraparte en la negación
de un acto punible por el acusado.
Sin duda, son mucho más frecuentes que los casos
de auloacusación aquellos en que el cus do niega el
delito que se le imputa. He aquí un hecho fácil de ex-
plicar, puesto que responde a una suerte de instinto de

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14 L PRUFPA

conservación y al deseo comprensible de eludir el cas-


tigo. Aun así cabe hacer algunas observaciones sobre
el particular.
l analizar la credibilidad de lo que diga el acusado,
el juez tendrá en cuenta sus antecedentes y menos in-
clinado se sentirá a creer en las palabras del ex penado
que en las de una pe ona de conducla ilTeprochable.
Mientras que en cuanto concierne l primero no ten-
drá inconveniente en considerarlo capaz de haber co-
metido otro acto delictivo en el c so de una persona sin
antecedentes penales vacilará en r l extremo de una
scntencÜi condenatoria basada en pruebas indiciarias.
al principio empero no es calificahle de rigarosamente
correcto. Hay toda una serie de argumentos que permi-
ten llegar a una apreciación distinta de las deposiciones
de un acusado. Hasta me inclino a decir que mayor es
latentación dc negar la culpa en el individuo incriminado
por primera vez que en el que haya cumplido varias
condenas. En tanto que al primero aun le tiene atelTado
la idea de tener que ir al calaboLo. mucho menores sue-
len ser por este respecto las aprehensiones del ex pena-
do. Así lo enseña la experiencia. Para el delincuente
con antecedentes penales. la privación de la Iihertad es
una especie de accidente profesional que hay que
aceptar; además, conoce el valor que tiene la confesión
como atenuante. l fin al cabo, el principio de la
condena condicional estriba en que mayor es el poder
imimidativo de la amenaza penal que el de la pena cum-
plida.
La persona acusada por primera vez también arries-
ga más que el ex penado, quien de todos modos ha de

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cargar con las consecuencias de las p e n ~ que ya cum-


plió. Es el primer castigo c que pone en peligro la
l - x i ~ t c n c i a de un hombre amenaza su posición social

merma su reputación y q u i z á ~ hasta socave los c i-


mientos de su fami1ia. Todos estos momentos de gran
trascendencia solo se presentan en forma bastante ate-
nuada o inclusive desaparecen en el caso del criminal
reincidente. n tales circunstancias bien se compren-
de que el individuo acusado por primera vez luche c o n
mayor empcilo por s lir indemne. Cuanto más elevada
sea la posición social de un hombre más pcrderá al s er
condenado y más motivos tiene para negar los actos
delictivos que se le imputan.
Tales son los pormenores que con frecuencia se pier-
den de vista en la apreciación de la prueba y a cllo s e
debe la predisposición en no pocos casos injusta y a
creer más en las declaraciones de quien por primera
vez comparece ante el tribunal que en las del individuo
con antecedentes y en las afirmaciones de una persona
que ocupa una alta posición social antes que en las d e
un hombre humilde o primitivo.
l se l
ex penado sabe
sus declaraciones; y si que no
es hombre da mayor no
inteligente crédito
cuentaa
con mejorar su posición negando su delito. Tratará d e
aliviar su situación mediante la confesión franca por lo
menos en cuanto atañe a ]a determinación de la pena y
por tales consideraciones prácticas mas nunca por mó-
viles éticos se atendrá a la verdad. De ahí que frente a
un antisocial que niega no sea aconsejable afelTarse de
antemano teniendo en cuenta su registro de anteceden-
tes penales a la convicción de habérselas con un men

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16 L PRULGA

tiroso; todo lo contrario es preciso averiguar con par-


ticular meticulosidad si acaso merezcan crédito las de-

claraciones del inculpado.


n cada indagatoria, por ende también para la inte-
rrogación del acusado, importa que el juez, además de
practicarla serenamente y con paciencia tenga expe-
riencia sicológica. Preguntas de control hábilmente for-
muladas, a veces proyectan una luz sobre las tinieblas
de la probanza. Las justamente desacreditadas pregun-
t s capciosas por regla general de poco sirven pero
mucho daño pueden causar. l acusado debe tener la
impresión de que el juez Jejas de ser su enemigo asu-
me frente l infractor una actitud de comprensión hu-
mana. Debe tener la impresión de que el juez está se-
riamente interesado en descubrir la verdad, y que el tri-
bunal no escatimará esfuerzos por aclarar los hechos.
Una vez me tocó actuar como presidente de tribunal
cn la causa de un reo quc ante el juez de instrucción
había negado tenazmente su culpabilidad, pese a lo cual
fue acusado en vista de la gravedad de los indicios.
Luego de una conversación tranquila que durante una
el
hora mantuve con acusado en el juicio oral, de repen-
te confesó. Cuando lo pregunté por el motivo en que se
inspiraba su cambio de actitud, dijo haber llegado a
persuadirse de que no tenía sentido querer venderme
gato por 1iebrc y estar convencido de recibir un castigo
110 muy severo. Esa declaración fue para mí prueba de
haber acenado en el modo de tratar a ese hombre. a
sentencia no defraudó el bucn concepto que él se había
formado del tri buna .

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C PÍTULO II

LA AUTOACUSACIÓN INVOLUNTARIA

Fuera de l frecuencia
confesión falsa sucede con
que un acusado a causa de la torpeza de u om-
purtamiento o de declaraciones contrarias a la verdad
que nada tienen que ver con el delito propiamente di-
cho se acuse a sí mismo sin quererlo y pierda credibili-
dad No pocas veces un individuo que viéndose obje-
tode sospechas
haber delinquido.infundadas conensobrada
tiene interés razón niega
que la investigación
no dé con ciertos pormenores susceptibles de perjudi-
carlo sea de inmediato o en l futuro. De ahí la tenta-
ción de desviarse en tales casos de la verdad y formular
declaraciones inexactas ante el tribunal. Cuando pos-
tcrionnente se verifiquen tales deposi iones y se om -
pruebe su inexactitud el acusado queda desacreditado
en cuanto respecta a su responsabilidad global y no se
da crédito a sus impugnaciones. Toda una serie de con-
clusiones erróneas tiene u origen en tales autoacu-
saciollcs involuntarias.
En el caso del asesinato de la enfermera Bemardina

Fluch que suscitó vivos debates en la prensa no cabe


duda que el médico injustamente acusado del crimen se
había hecho sospechoso por su propia conducta. Sabi

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18 L PRU[:3A

do es que solo había puesto en escena la búsqueda de la


asesinada a fin de no tener que admitir que tuvo cita
con ella y así se enteró del crimen. El hecho de haber
señalado al cadáver en un sitio desde el cual no podía
verlo dio lugar a conclusiones. para él tan fatales que a
duras penas escapó a una condena por asesinato.
En otro caso las sospechas en que había incurrido
un acusado se agravaron porque contrarianlcnte a la
verdad negaba conocer a una prostituta complicada en
un hurto galante. Motivo para su negación de ese he-
cho fue que no quería que se hicieran públicas sus oca-
sionales visit a las muchachas del mundo alegre. En
un tercer caso que llegó a mi conocimiento alguien dio
falsas informaciones sobre el origen de determinada
suma de dinero porque temía que la revelación de la
fuente l acarreara dificultades de orden tributario.
n resumidas cuentas puede haber muchas razones
para mover a un acusado a dar explic ciones evasivas e
inexactas sobre detalles de su comportamiento. Y mu-
chas son las personas que solo cuando ya es tarde. caen
en la cuenta de que tales declaraciones no resisten la

pmcba y entonces pueden ser consideradas como indi-


cios perjudiciales para su propia causa. Si se quiere
eludir tales fuentes de errores. conviene limitarse en la
aclaración de los hechos a las preguntas indispensables.
A menudo se admira uno de las nimiedades que se po-
nen sobre el tapete ~ e en la investigación preliminar
0 a veces hasta en la vista de la causa.

A los penalistas y jueces les incumbe entonces acla-


rar los casos delictivos mas esto no ha de dar motivo

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LA A U T C A C l J S ¡ \ C I 6 ~ I ~ J V O L J N T A R I A 9

para invadir todas las esferas privadas de un hombre,


cuando no tengan que ver directamente con los ohjcti-
la nadie le
\ OS
de investigación. A gusta revelar hechos
de índole privada, y menos intimidades. Hasta un cu-
  ado hará lo p o ~ i l c por no comprometer a otras perso-
na i e involucrarlas n un juicio, a menos que sea bso-
lutamente necesario.
Cuando defendí a un muchacho acusado de haber

tomado parte en una riña en la que ni siquiera h bír-


c."tado presente y lo hahían confundido con otra
\ona, ví que prefería ser condenado antes que presentar
una coartada. Y e s o porque en tal caso hubiera tenido
que decir que a la hora de la trifulca estaba con una
joven a la que semejante de-C aración le hubiera c us -
do. probablemente un daño mayor que al muchacho la
condena condicional o pena de arresto.
fin los hechos mencionados enseñan que la con-
n
testación inexacta de una pregunta no siempre da lTIar-
gen para conclusiones por lo que respecta a la credibili-
dad del acusado c nlo principal. Averígüese pues si no
tuvo motivos plausibles para desviarse de la verdad.

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C PíTULO III

EL TESTIMONIO

medio de prueba más importante en el juicio son


l
los testigos. Según reza la fórmula del juramento, a
ellos les incumbe decir la verdad, toda la verdad y n d
más que la verdad . Al instmir a los testigos, el juez
pondrá de relieve que inclusive la supresión de hechos
constituye un testimonio falso.
De la exactitud de las declaraciones testimoniales
depende la de la sentencia por dictar. Pero. ¿qué se
puede decir de la exactitud y la veracidad de las decl -
raciones He aquí una pregunta que debe formularse,
tanto en general omo en cada caso particular, si uno
'luicre llegar a una correcta apreciación de la prueba.
No cs fácil cumplir con lo que se exige del testigo.
n no pocas ocasiones l toca describir un su eso om -
plicado, y con frecuencia, l acusador y el defensor h st
insisten en que se les den a conocer detalles precisos. Y
cuanto más largo sea el tiempo transcurrido desde el
suceso que dehe relatar el testigo. más difícil será d r
cabal cumplimiento a tal exigencia. Y corno si fuera
poco, los sucesos observados que son objeto de un pro-
cedimiento judicial, a menudo transcurren de un modo
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  L rriUcB

tan excitante que la capacidad de observación del testi-


go se turba o sigue un rumbo unilateral.

Pongamos por caso un grave accidente de tránsito.


Hasta el transeúnte casual que de golpe ve cómo un
automóvil se estrella contra otro vehículo que oye el
fragor del choque y los gritos de dolor dc las víctimas
y aterrado se da cuenta de que hubo muel10s y heridos
quedará sumido en un estado de conmoción nerviosa
que ha de dificultar la asimilación objetiva de lo ocurri-
do a su memoria. Reflexionant sobre la manera como
se produjo l accidentc y se formará un concepto que
sin que tenga conciencia de ello, no estriba únicmnentc
en lo que vio, sino que también ~ compone de otros
elementos constitutivos.
Aun después de breve tiempo cuest tr b jo es-

tablecer hasta dónde conclusiones que uno mismo sa-


có, o en qué medida los relatos complementarios de otra
gente que ya no son experiencia propia. hayan confor-
mado la imagen mnemónica de los declarantes. ¡Mas a
ese mismo testigo se le hace toda clase de preguntas
seis meses después, con ocasión del juicio oral c él
se espera que recuerde la velocidad a que iban los dos
vehículos, s conser\'aban exactamente su derecha, s
se accionaba el indicador de dirección. Se le pregunta-
rá por las condiciones meteorológicas y de visibilidad
reinantes en el momento en que ocurrió la desgracia, s
la calzada estaba seca. y otras cosas más. Todos esos
pormenores, sin duda imp0l1antes. deben ser correcta-

mente relatados por un testigo que en un segundo de


pavor sin estar preparado para lo que habría de sobre-
venir, presenció un accidente.

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H TFSTIMQ, JIQ 23

i Cuántas fuentes de errores no se hallan e,condidas


en semejante declaración Si el testigo es automovilista,

podrá
de unainformar
persona sobre detalles
inexpena. Porque
otraescapan
parte ela la atención
testigo en-
tendido en la materia se verá tentado a formarse sobre
las causas del accidente su propio concepto que in-
conscientemente, d rá a conocer, no como conclusión
sino como relato de hechos. Si el testigo tiene foona-
ción de médico prestará atención inmediata al estado
en que se encuentren los heridos, sin reparar en ciertos
detalles técnicos que acaso revistan importancia para l
aclaración del caso.
Como lo enseña el ejemplo ya se da una serie de
fuentes de errores en la persona del testigo impre-
concebido que no quedó personalmente afectado por el
accidente. ni mantiene relaciones personales con nin-
guna de las partes litigantes. Aún más se complica el
asunto cuando sean llamados a declarar los propios par-
ticipantes en el accidente. l llamado momento de sus-
to que se concede l conductor de un automóvil, tam-
bién ha de concedérsele al acompañante que declara
como testigo. Presa de pánico ante la inminencia e
inevitabilidad de la desgracia, él tampoco estará en con-
diciones apropiadas para la percepción exacta. l de-
seo bien comprensible de proteger al conductor con
quien probablemente mantenga relaciones de paren-
tesco o amistad y de hacer valer a un tiempo los dere-
chos a indemnización resultantes del accidente acaba-
rá por pintar un cuadro de tintes subjetivos que por
mucho que uno se empeñe en decir la verdad toda la

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24

verdad y nada más que la verdad . sin duda andará le-


jos de concordar con lo que realmente sucedió.
Si después de un accidente se interroga a varios tes-
tigos no ha de extrañar pues que sus declaraciones
discrepen enormemente. hora bien. cuando se trata
de un accidente de circulación generalmente se dispo-
ne de otros recursos propius para establecer la verdad
taJes como las huellas de frenado. la inspección de los
vehículos dañados. el croquis del sitio en donde ocurrió
el accidente, rotos y el resultado del examen médico
practicado a las víctimas.
Pero no siempre existe la posihilidad de recurrir a
tales medios auxiliares con el fin de reconstruir los he-
chos y obtener resultados exactos. Entonces se verá el
juez en la necesidad de elaborar el cuadro de los suce-

sos teniendo como única base las declaraciones de las


partes y los testigos. En otras palabras. tiene que averi-
guar cuál de los testimonios merece crédito y por lo
tanto formarse un concepto de los testigos de su capa-
cidad intelectual y sus cualidades morales. Mas esto a
su vez exige que domine la técnica del buen interroga-
torio.
ltino en la manera de tratar a los testigos y la inte-
rrogación en términos sensatos y bien inteligibles son
condiciones básicas para el éxito. e ahí que por este
aspecto también, la paciencia sea la primera virtud del
juez. Que no debe ponerse nervioso cuando el testigo
al parecer se apm e del asunto ni regañarlo cuando no
sepa expresarse breve y concisamente. Si un testigo
no domina el lenguaje culto. ha de permitírsele hablar

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E ~ T F S T l M O t ~ : ) 5

ln ~ propio dialecto regional, siempre y cuando que el


IlIl L también 10 domine, pues de 10 contrario nunca lle-

garán los dos a entenderse.


Las dificultades con las que suele tropezar el intento
de relatar con cctamente un suceso espectacular queda-
ron patentes a la luz de un experimento que el profesor
HOPLFR de l Universidad de Viena llevó a cabo con
ocasión de un curso de criminología. En plena clase

dos de los
primero enestudiantes presentes
tono asordinado, empezaron
luego a discutir,
con tal estridencia
que se alarmó el auditorio. La excitación llegó al clí-
max cuando uno de los contrincantes se levantó bnlsca-
mcntc y disparó su pistola.
En ese momento intervino el profesor, calmó a los
oyentes y dijo que él mismo había organizado el shol\ y
que el disparo venía de una inocua pistola detonadora,
Luego de dar esas explicaciones pidió a sus estudiantes
que relataran por escrito lo que acahahan de presenciar.
Dice que diferían considerahlemente las descripciones
Jel evento. I\i siquiera hubo acuerdo sohre la identi-
dad del que había disparado. Unos afirmaron que fue
A otros que fue B. Igualmente discrepahan las opinio-
nes con respecto a la persona de quién había empezado
la disputa; en fin quedó comprobado que ni los juristas
en cierne eran capaces de dar una descripción exacta y
fidedigna del dramático suceso que hahían presenciado
unos momentos antes.
Una fuente de errores asal. digna de ponderarse es-
triba en el hecho de que los homhres pueden asociar
inclusive a una experiencia compartida muy diferentes

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 6 L PiiUt: A

ideas, pero que de esa asociación de ideas depende la


claridad de la imagen que de una experiencia se conser-
ve en l memoria. Viendo un máquina el ingeniero
pensará en cosas distintas de las que tienen intrigado al
filósofo. El profesor EIBL así lo expuso en una clase
que dictó sobre propedéutica filosófica. Su lema reza-
ba Cuán diferentes ~ o las ideas que ante una loco-
motora asocian el motorista y el viajero . e ahí que

también conveng averiguar siempre, en cuál de las


materias que son objeto de un testimonio estará real-
mente versado el testigo de acuerdo con su profesión,
edad y grado de educación.
Asimismo deben evitarse preguntas respecto de las
cuales sea de temer que se den respuestas inexactas.
Preguntar en el interrogatorio de testigos a un agri-
cultor que solo raras veces viene a la ciudad, si se res-
petaron las reglas de circulación y tránsito, es tan poco
sensato como hacerle al habitante de grandes ciudades
preguntas cuya contestación correcta presupone cono-
cimientos especiales de agronomía.
Ya que la gente en su gran mayoría no está dispuesta

a admitir que nada sabe de una materia cualquiera, lo


más probable es que, cuando se formulen preguntas de
esa e ~ p e c i e el interrogado dé una respuesta aparente-
mente segura que, sin embargo, resultará con frecuen-
cia errónea. Muchas veces oí que en juicios sobre acci-
dentes de tránsito se les preguntaha a los testigos si el
automóvil andaba despacio o a gran velocidad, y mu-
chas veces observé que discrepaban considerablemente
las respuestas de los testigos sobre el particular. En

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[1. T E S T I ~ J 1 0 N O 7

recto, no es nada fácil estimar la velocidad de un auto-


Illóvi I que pasa. pues ello requiere mucha experiencia y
t l
larga práctica.
tiva. Si por casualidad estimación
Además pasaron delante siempre
es rela-
del CalTO en
cuestión otros vehículos a gran velocidad, se dirá que
iha despacio. i más adelante iban camiones pesados
que por supuesto avanzaban lentamente fácilmente ce-
derá uno a la tentación de calificar de excesiv la ve-
locidad de ese mismo vehículo. Y en el caso de per-
sonas que r r s veces o nunca van en carro se me h ce
totalmente imposible recibir indicaciones útiles sobre
la velocidad dcsarrollada por determinado automóvi 1
De las declaraciones de un testigo se espera que en el
juicio contribuya a esclarecer l mente en vez de c us r
confusión. Guardémonos pues de formular preguntas
susceptibles de ofuscar la vista.

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CAP;Tl:LO IV

EL TESTIMONIO INFANTIL

Partiendo de las precedentes observaciones generales


parece indicado estudiar determinados glupos de testi-
gos que por su índole peculiar pueden suscitar proble-
mas en un JUiCIO.
Contemplemos primero el caso del testigo impúber.

n numerosas ocasiones no se podrá evitar el interro-


gatorio de menores sobre todo cuando fueron testigos
únicos o i l l l u ~ i v e víctimas de un acto delictivo.
Es preciso interrogar a los menores con sumo cuida-
do y mucho tacto. No conviene dar comienzo al inte-
rrogatorio haciendo de una vez preguntas sobre el asunto

por juzgar. sino entablar una conversación general so-


bre cuestiones del hogar y la escuela con el fin de ga-
llar la confianza del niño y de tantear al mismo tiempo
~ inteligencia y capacidad de narrador. Si el interro-
gatorio ha dc dar resultado. debe haber cierta familiari-
dad de trato entre el juez y el niño.

Tratándose de impúberes de edad escolar hay que


considerar dos fuentes de errores. O el niño es tímido y
en el ambiente extraño de la corte se siente cohibido o
tiende a darse ínfulas y llamar la atención. l niño co-
hibido dirá muy poco mientras que el niño vanidoso se
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3 L pr:¡ut:I: /\

volverá parlanchín. Pero según sea el tema del interro-


gatorio. puede alternar, en la actitud del testigo impú-
ber la inhibición con el deseo de ponerse en escena
Un muchacho que dehe rendir testimonio sohre un
accidente de circulación querrá mostrar todo lo que sa-
be de automóviles y reglas de tránsito. De ahí la tenta-
ción de lucirse. Aun así, no ha de perderse de vista que
en nuestra era técnica sí hay niños que de tales material;
entienden más que sus mayores. Sé de un chico de seis
años que conoce casi todos los tipos de vehículos auto-
motores usuales en Austria, y sin la menor dificultad
pronuncia hasta los nombres más complicados de auto-
móviles franceses e ingleses. Entre esas marcas figu-
ran muchas que yo mismo no conozco. Así pues si a
mí y a ese muchachito se nos consultara sohre la marca

de un automóvil que salió a nuestro encuentro la res-


puesta de] niño por muy raro que suene merecería.
probablemente, más confianza que la mía.
El peligro característico del testimonio infantil radi-
ca en la exageración y la deficiente capacidad de distin-
guir entre lo que se sabe por experiencia propia y lo que
solo se oyó decir. La imaginación del ni¡jo sigue a ve-
ces extraños rumbos. El mismo muchacho que l plan-
teársele el tema accidente de tránsito parece tan des-
pabilado, hasta se muestra propenso a excederse en
sus enunciaciones quizás se intimide y guarde silencio
cuando debe testimoniar sohre un delito sexual. Y esto,
sobre todo, si se crió en un medio donde nunca se habla

de sexualidad en presencia de los niños. Un menor de


tales antecedentes familiares se callará, así sea tan solo
porque su vocabulario no es suficiente para moverse en

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  L E S T I 1 v 1 0 ~ I O NrAN1IL 31

la esfera sexual o porque para tal efecto debiera re-


currir a términos cuyo uso le está vedado por razones
si se
deuceder
pudor.que
Ensu
cambio puede
timidez se interroga
manifiestaa más
una niña
claramente
en relación con un accidente de tránsito que cuando se
l pida declarar sobre un delito sexual. En cuestiones
de orden técnico se sentirá ella cohibida por considerar
que no está dentro de sus alcances entender1as mien-
tras que tratándose de un acto inmoral tal vez se crea
importante por l sola razón de ser l primera vez que
haya sido objeto de deseos libidinosos.
Como abogado defensor me ha tomado escuchar en
varias ocasiones los testimonios rendidos sobre el par-
ticular por menores de ambos ~ e x ü s , y siempre he ob-
servado que las niñas suelen estar más propensas que
los varoncitos a relatar sus experiencias. Y e n no pocos
casos llegué a convencerme de que las niñas se inclina-
ban a la exageración y en sus declaraciones rebasaban
los límites de lo que realmente ha sucedido. Esto no
quiere decir que sean mentirosas o que tengan mala dis-
posición natural. Para la niña l experiencia sexual es
le
más importante
pacto que para
y por lo mismo el más
toca causa mayor
niñofuertemente im-
los resor-
tes de la imaginación y el poder representativo infanti-
les. Así se explica sicológicamente por qué las niñas a
diferencia de los muchachos que suelen ser más parsi-
moniosos son más proclives a extralimitarse en sus
deposiciones.
En una ciudad austriaca se tramitó pocos años ha
un juicio contra un odontólugu a quien había consultado
en vísperas de Navidad una niña de doce años a la que

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32 LA PljUl:8 A

él conocía desde la primera infancia. Durante el trata-


miento, la pequeña le contó que sentía intensos dolores
en la región abdominal y que su madre temía que vinie-
ran del apéndice. Entonces. el odontólogo palpó la zona
del apéndice con el propósito de informar. dado el caso,
a la mamá que tamhién era amiga suya. Como poste-
riormente habrían de confirmarlo los testigos, la niíla
salió muy tranquila del consultorio. En la casa contó
que l odontólogo le había tocado la región pubiana e
intentado violarla. Hasta tal punto abundaba el relato
en detalles que el presunto delincuente fue condenado
en primera in.stancia, y ~ o o más tarJe se comprobó su
inocencia a la luz de las deposiciones de la ayudante
del consultorio y de varios pacientes. amén de la decla-
ración modificada de la niña. Para mí no cabe duda que
la menor realmente creía haber dicho la verdad y que.
tal vez, un deseo reprimido, que la palpación del vien-
tre despertó. hubiera motivado la apreciación totalmen-
te equivocada de la situación.
Aquí también hay que admitir, así sea a regañadientes,
que la llamada niña m<lla cs. por regla general. buena
testigo. Una niña con experiencia sexual. de esas que
mucha gente se empeña en tildar de 'depravadas , sue-
le asumir, frente a los acontecimientos sohre los c u l e ~
se la interrogue. una actitud más serena y objetiva. Ya
que no se siente en exceso cohibida por l pudor, ni
exagera la importancia de lo que le sucedió, predomi-
nan en su caso las condiciones sicológicas propias para

rendir un testimonio concorde a la realidad. Ni siquie-


ra es necesario que la niíla haya tenido ex periencias
personales de esa índole, sino basta con que la llatuada

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t H-S1 IMON O INrt"\ \JTIL

experiencia sexual sea atrihuible al trato de los adultos


y su manera frecuentemente despreocupada de portarse

en presencia de los niños.


En un juicio por corrupción de menores llegué a c o 
nocer las declaraciones testimoniales de tres nifías de
2 a 3 años que ya no eran unos angelitos y habían
cooperado asaz activamente en la realización del delito
sexual imputado a un joven de 7 y un anciano de 6 7
años de edad. Las declaraciones de las niñas resultahan
tan claras y terminantes, que ninguno de los acusados
pudo rebatirlas en serio. Por lo tanto, mi codefensor
fracasó en su intento de restar credibilidad a las decla
raciones de las testigos haciendo hincapié en su epr -
vación
En otro juicio, una niila de 3 uños acusó a un profe
sor de haber intentado manosearla por debajo de su fal-
da con ocasión de una excursión escolar. La acusación
no se formuló de inmediato, sino transcurrido casi un
afio. La menor adolecía de un grave defecto de articu-
lación del cual solían mofarse sus condiscípulas. La
tartamuda nunca tenura novio , dijo una de ellas. Po

cos días después se formuló la denuncia. ¿Por qué en


ese momento? Pues la niña quería dernostrar que sí era
capaz de encontrar novio: ¡hasta el profesor se le acer
caba Solo ahora, un roce ocurrido en un paseo. detalle
al cual la niña antes no había prestado atención, ad-
quiere para ella dimensiones de aventura y le ayuda a
superar l complejo de inferioridad resultante de su tar-
tamudeo. El hecho de haberle rozado ocasionalmente
s i n mala illtención- el muslo, como el mismo pre
ceptor lo admitió sin ambages, en la imaginación de la

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34 L PHUC A

niña se tornó experiencia sexual al ser puesto en fun-


ción un mecanismo sicológico que debía servir de con-

trapeso
en a las hurlas
ese instante. de sus compaiieras
el descuido del profesorde clase.
toma
Solo
para ella
un cariz sensual y le proporciona el superávit de pla-
cer que ha de verse en la desaparición del sentimiento
de inferioridad y en el triunfo sobre la amiga maliciosa.
Lo niños propenden a los llamados actos de corto-
circuito que, en menor escala, SOI1 también observables
en adultos. Son capaces de realizar actos incomprensi-
bles y o n t r r i o ~ a la lógica. Los motivos de tales actos
varían en tan amplia escala como los momentos de su
desencadenamiento sicológico, pero uno de los móvi-
les es. en no pocos casos. el miedo al castigo.
Hace poco, la prensa relató el caso trágico de un niño
de 12 años que, cuando jugaba, cayó de un muro y allí
quedó tendido sin poder moverse. omo sus compaíi.c-
ros de juego huyeron y no dieron aviso de 10 que había
ocurrido. el muchacho herido pasó la noche a la intem-
perie. y por poco muere de frío. En otro c a ~ o un mu-
chacho dejó de avisar que su hermanito había caído a
un arroyo en donde murió ahogado. Tal manera de ac-
tuar parece incomprensible, pero no lo es para el enten-
dido en sicología infantil.
Los ninos saben por experiencia que los mayores
suelen reaccionar a sus actos en forma distinta de lo
que es de esperar. Ora se les castiga por una diablura que

a ellos mismos les parece de poca monta. ora reciben


elogios por algo que no consideran loable; en fin. los
niños se sienten mal comprendidos. De ahí su renuencia

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  I TFSTIMONIO INFANTIl 35

a contarles a los adultos lo que les pasa. Todavía no


están en condiciones de prc:ver las consecuencias trá-

gicas
miedoque
quepuede tener elhacer
les impide silencio a destiempo.
a los El mislno
mayores copartícipes
de sus expcriencias los inspira cuando deben declarar
como testigos. Tener que rendir testimonio para el
niílo equivale a seguir por un camino que lleva a las
tinieblas. ¿Cómo reaccionarán los padres. Jos maes-
tros los c o m p a ñ e r o ~ ¿No será mejor callarse para
mayor seguridad o siquiera dar una declaración que
no se aleje mucho de lo común y corriente? Tal es el
proceso mental que tiene ocupado al niño sea cons-
cientemente sea de un modo semiconsciente y vigila
sus declaraciones.
Pero de la educación del medio social de la e x p e ~
riencia adquirida en la vida y del ambiente familiar d e ~
pende lo que el niño crea tener que callar o confesar.
Ocupémonos por último de otra fuente de errores
que 110 ha de pasar inadvertida. Cuando un niño y un
adulto comparten una misma experiencia. diferirá consi-
derablemente la reacción del uno de la del otro. L l e v e ~

mas a un niiío al teatro o II cine y prcguntémoslo luego


por lo que particularmente le haya llamado la atención
en una comedia o en una película. Para el niño a veces
se destaca en el primer plano un detalle que a nosotros
se nos escapa Con frecuencia lo:: niños pierden de
vista acontecimientos de tra..:;cendcntal importancia y
en cambio se aferran a minucias que cautivan su imagi-
nación. Desde luego cabe observar otro tanto respecto
de sucesos sohre los cuales de he pronunciarse un me-
nor en un juicio. Así se explica también el hecho de

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36

que en l relato de detalles los niños a menudo de-


muestran ser muy huenos testigos y mejores obser-
m u c h o ~
vadores que adultos. Recuerdo a una nifia de
11 años que luego de haher permanecido por prirnera
vez en un aposento describió con asombrosa exactitud
los muebles l papel de colgadura y los cuadros que
había allí.
cuentas l testimonio infantil tiene su
En r e ~ u m i d s
lado positivo y su lado negativo. Atinar con ambos as-
pectos y saber evaluarlos es un arte cuyo ejerciciu le
incumhe al juez encargado de la probanza.
No conviene que los padres y educadores asistan al
interrogatorio de menores. Las más de las veces su
presencia contribuye a intensificar las inhibiciones
resulta emharazoso para el niilo o 10 hace vacilar. Las
informaciones del colegio pueden ser útiles. pero no
siempre lo son. Si uno quiere informarse má: . exacta-
mente sobre el carácter y la inteligencia de un alumno
lo indicado es citar para estrados al profesor y formu-
larle preguntas concretas. Pero l mejor control del tes-
timonio e un menor estriba en el auténtico conocimien-
to de la sique infantil que debe constituir la base para la
apreciación de la jlt1leba en las declaraciones de testi-
gos impúberes.

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C PITULO V

EL TESTIMONIO DE LA MUJER

Cuando se estudien las fuentes de errores en la inter-


pretación de declaraciolles tcs.timoniales debe prestar-
se también particular atención al testimonio femenino.
No quiero afirmar que en general han de diferir los
moLlos de apreciar las d e c l r r i o n e ~ de testigos según
se trate de mujeres o de hombres: en muchos casos les
~ c r á
aplicable
qu¿ sexo tengaun mismo canon apreciativo no importa
la persona declarante. Sin embargo hay
determinadas i t u a c i o n c s en las que cabe hacer una dis-
tinción por lo que respecta al modo de evaluar l testi-
monio de la mujer.
Un período en que las mujeres por muy buena vo-
luntad que tengan de decir la verdad sucumben a erró-
neas representaciones es 13 puhertad que C 1TIO bien se
sabe. a la edad de 4 ailos aún no ha conc1uidü. Con
frecuencia las adolescentes de 4 a 8 años se mues-
tran propensas a la exageración. Obsérvese simple-
mente. el léxico de las jóvenes y se verá que suelen
dotar de atributos archifantásticos a cosas absolutamente
intrascendentes. Los fenómenos que califican de fabu-
losos d i v i n o ~ únicos o también de horrendos y catas-
tróficos a menudo no justifican en absoluto el uso de

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38 L/lIJHUU3i \

tales epítetos. Del clima emocional de l ~ jóvenes de


esa edad es propia la inclinación a ver el mundo pinta-
do de blanco y negro y a precipitarse al elogio o al
anatema. El ámbito de sensaciones neutrales se halla
muy reducido a esa edad.
A no dudarlo en parte cabe observar otro tanto en
cuanto concierne a los muchachos de la misma edad si
hien es cierto que hablando en términos generales. se
distinguen por una mayor sobriedad en su manera de
encarar el mundo. Naturalmente. desde ese ángulo de su
concepción fundamental de la vida la testigo juvenil
ya que no impúber suele juzgar también las experien-
cias o impresiones sobre las cuales se la interroga en un
juicio. Casi siempre la testigo juvenil asumirá frente
al acontecimiento en cuestú1Tl una actitud partidista. °
por cualesquiera motivos simpatiza con el acusado y
en tal caso atenuará su declaración o puede ser que su
te timonio. cuando sea susceptible de perjudicarlo acuse
auténticas fallas de memoria. 0 por motivos no menos
inescrutables e inconscientes a ella misma le tiene in-
quina al a c u ~ a d o y entonces habremos de vérnoslas con
el peligro de la exageración o la desfiguración fantásti-
ca aun cuando la testigo no tenga la intención de rendir
falso testimonio.
En mi calidad de auditor de la Annada tuve a mi car-
go durante la guerra la administración de justicia de
varias miles de muchachas del cuerpo auxiliarde la ma-
rina de guerra acantonado en Kicl. y por eso tuve fre-

cuente contacto con testigos y acusadas femeninas. Por


percepción propia pude comprobar tanto exageracio-
nes como atenuaciones o n s c i e n t c ~ o inconscientes en

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I: l 1 : Sl IN1UNIO OC L MU J[R 39

el relato de los hechos, sin haberme sentido nunca ten-


tado a culpar de falso testimonio a las jóvenes.

Recuerdo muy bien que una auxiliar acusó a un m -


rinero de haberla molestado de noche en una calle de-
sierta y oscura como hoca de lobo, probablemente con
el propósito de violarla aprovechando el apagón re-
glamentario. l acusado era un joven soldado de muy
buenos antecedentes a quien difícilmente se le hubiera
minuciosa
creído capaz dedio
investigación excederse en tal forma.
por resultado Una no estaba
que la calle
desierta, pues que, como pudo comprobarse, muy cerca
del sitio se encontraba un grupo de soldados, y la pre-
sunta noche oscura como boca del lobo que debía
aprovecharle, en realidad era de luna llena y tan clara
que había buena visibilidad, incluso a cierta distancia,
l motivo de la falsa deposición se reveló al poco
rato. a joven tenía un amigo que pertenecía a la tripu-
lación de un submarino, y el acusado era artillero, Como
es costumbre inveterada en las plazas militares, entre
las dos armas reinaba la discordia y las trifulcas se su-
cedían en serie intenninable. l solo hecho de haber
sido preguntada en términos amables por u miembro
de la detestablc artillería de marina, si le permitía acom-
pañarla hasta la puerta de su casa, habría de parecerle
un insulto a la novia de la escuadra de submarinos .
Para colmo de males, la misma niija había tenido, po-
cos días antes, un encuentro desagradable con otro arti-
llero, y de ese incidente le habló luego, muy indignada
a una amiga suya, Por consiguiente, se formó en la
conciencia de la testigo una representación aberrante

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40 l PlUEB/\

que tuvo como consecuencia la acusación insostenible


de un oldado.

De ello se desprende la trascendental importancia de


estudiar concienzudamente las i r c u n ~ t a n c i a s de un acto
delictivo y controlar las deposiciones no ohstante el
aplomo con que se formulen. Sobre todo es necesario
proceder así cuando se trate de delito que fácilmente
pueden dar lugar. sea a exageradas apreciaciones per
s o n a l e ~ sea l intento de encuhrirlos.
La edad crítica de la mujer es la menopausia
e g u n d
que con frecuencia va acompañada de alteraciones de
la personalidad. En esa fase involutiva las mujeres no
solo son irritables a veces hasta rencorosa y penden-
ciera sino que. debido al cambio de l secreci ón inter
na también se ven a menudo sumidas en un estado de
ánimo calificable de anormal. Sobre todo en las accio
nes por difamación divorcio turbación de la paz del
matrimonio y delitos similares las declaraciones de las
climatéricas deben tratarse con sumo cuidado. Es pre
ciso sometarlas a control minucioso y objetivo si se
quiere eludir el riesgo de una sentencia equivocada.

Sobre todo debe tenerse en cuenta que muchas mu-


jeres adolecen en el período de la menüpau ia de tran
sitorias ideas paranoides tendíentes a relacionar con la
propia persona asuntos que nada tienen que ver con ella.
Recuerdo l caso de una mujer de 48 años que hizo ob
jeto de sus celos totalmente infundados a una vecina

mucho más joven y contra ella formuló toda clase de


acusaciones que fueron deferidas a los tribunales. En
un juicio oral esa mujer llegó hasta afirmar que la veci-

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:= ESTIVCJhJlO iJF I A VlL.FI l 4

na estaba haciendo esfuerzos por llevarla a la cárcel.


Como no hahía motivo razonahle para suponer tal cosa

se le instó a la testigo para que dijera cómo hahía llega


do a formarse esa idea. La respuesta fue desconcertan
te: que la vecina había cantado en su casa a voz en cue
llo una canción con el refrán ··1\1anos atadas, asunto
concluido . Y que, entonJndola, había querido aludir a
ella.

En realidad, se trataba de una canción de moda, can


tada por todo el mundo. A medida que fue declinando
la menopausia, la paciente que se creía perseguida re
cobró la calma. y se volvió sociable hasta el extremo de
reconciliarse con su vecina. Ya no se explicaba cón10
había podido prestar un testimonio tan falso.
Desde luego. sería mucho peuir que t o o ~ o ~ jueces
tuvieran lo que se llama ojo clínico . Pero en caso de
ser comprobables a simple vista una afección de la
tiroidea u otras características calificables de patológi
cas tales fenómenos no han de pasarse por allo, y de
ser necesario debe citarse para estrados a u perito, so
bre todo cuando sea preciso tomar decisiones de mayor
trascendencia.
Una posición peculiar es la de la mujer en los juicios
de investigación de paternidad. Cuando se le interro
gue a la madre, resulta nllly grande el riesgo de que
preste declaraciones inexactas, pues el hijo es parte liti-
gante y la madre es testigo solamente en el sentido pro
cesal de los términos. En realidad, la madre se sentirá
siempre parte en el juicio, ya que e: ;tá interesada en que
la cuestión de la paternidad se aclare en la forma indi-

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42 LP PRUEB

cada por ella misma El que la madre soltera no acce-


derá fácilmente a admitir haber tenido comercio carnal

con varios hombres


susceptibles ni asuconfesar
de menguar otros pormenores
buena reputación es c o s
humanamente cornprensible.
De ahí que convenga estudiar primero si no será
aconsejable reformar del todo la posición e la madre
en los juicios ue paternidad y segundo si su testimonio
habrá de apreciarse no solo como declaración de parte
n cuanto a mí no tendría inconveniente en conceder a
la madre tamhién la posición de lJUl c litigante en los
juicios de investigación de la paternidad

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CAPÍTULO V

FUENTES DE ERROR PECULIARES


EN EL TESTIMONIO

Todo jurista con experiencia práctica admitirá que


ciertas cuestiones son particulannente difíciles de ac1a-
rarnlediante el intcD ogatorio de testigos a causa de las la-
gunas parciales de que con frecuencia dolecen l s
imágenes retenidas por la memoria. Hay individuos
especi lmente bien dotados para retener impresiones
acústicas y hay otros más capaces de registrar fenóme-
nos ópticos y conservarlos en la memoria. Hay perso-
nas que se distinguen por el sentIdo de orientación bien
o mal desarrollado por la facilidad de recordar núme-
ros y hay otras totalmente desprovistas de esa facultad
En otros muchos campos también. varían en gran esca-
la l don de observación el alcance de la percepción
sensorial y la memoria retentiva. Como esa misma va-
riabilidad de antemano constituye una fuente de erro-
res en lo que atañe a la exactitud de las declaraciones
testimoniales sería muy deseable que de ser necesa-
rio el juez se cerciorare. haciendo preguntas de con-
trol del tipo constitutivo al que pertenezca el testigo
Una dificultad especial se presenta en el reconoci-
miento de personas Sin duda hay individuos que lue

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  LA PHU¡ 8A

go de haher visto una sola vez a una persona son capa


ces de reconocerla con ahsoluta certeza. abe suponer

empero
doras de que
ese es
donínfimo el porcentaje
aunque de personas
no existe material posee-
estadístico
sobre el particular. No es nada fácil distinguir con se-
guridad a una persona transcurrido largo tiempo ~ -
pué s de haberla visto una sola vez; inclusive suelen con-
fundir:;: c en la vida cotidiana personas que uno haya visto
más de una vez sin que a tales confusiones se les
atribuyese mayor importancia: simplemente pasan in
advenidas se olvidan. Si en la calle saludo a un tran-
seúnte que al devolverme el saludo se muestra perple-
jo sé que me equivoqué de persona pero no veo en ello
nada de raro. a ~ en u proceso lal error puede llevar
a consecuencias de gran trascendencia.

El reconocimiento de personas resulta tanto más di-


fícil cuanto más largo sea el tiempo transcurrido desde
el último encuentro y cuanto más diferente sea el am
hiente en que uno vuelva a encontrarse con la misma
persona. Cuando uno haya trabado conocimiento con
alguien en una partida de caza o sea en un medio es-
pecífico con la indumentaria de rigor bien puede
suceder que lino no reconozca a esa persona en la ópe-
ra vistiendo traje de gala. Huelga decir que el ropaje
puede hacerle aparecer más diferente a la mujer que al
homhre. Pequeñas modificaciones del aspecto porte
son susceptibles de dificultar grandemente el acto de
reconocimiento. A veces basta que una persona cam-

bie de peinado o lleve unas gafas distintas de las que


usara antes para vol verla inidentificable. A la inversa
se dan casos de personas tan asombrusamcntc pareci-

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das que UllO se '\entirá tentado a afirmar rotundamente


haber visto fulano sin que sea cierto.

De ahí que para los efectos del reconocimiento e


pCN nas y a tin de excluir la posihilidad de efectos su
gestivos haya de servir de regla la confrontaci6n simul-
tánea del t c ~ t i g o con varios individuos. Solo cuando
alguien d i ~ t i n g a entre tres o cuatro personas al presunto
delincuente será posihle hasar un fallo en tal acto de re

conocimiento. el testigo pertenece


en determinadasSicircunstancias al tipo acústico
puede ser necesario or
denar que hahlen las personas participantes en el careo.
Hay quienes mucho más fácilmente distinguen a sus
allegados y congéneres por la VOL que por ~ u aspecto o
porte. Una de las causas de la -.entencia equivocada
que recientemente pronunció un trihunal de conciencia
consistió en l hecho de que solo el presunto delincuen
te fue presentado al principal testigo de cargo a quien
se preguntó si en ese individuo reconocía al asesino de
su padre. Como era de esperar. d d ~ las caracterbti
( as de tal tipo de confrontación, la respuesta fue afir
mativa. De habérsc1e presentado al testigo de c.:argo
otras tres o cuatro p e r s o n a ~ probahlcmente se hubiera
evitado l fallo erróneo.
Igualmente difícil resulta estimar la edad de un hom-
bre. Cuando en una denuncia se estima la edad del de
lincuente en cuarenta años, es preciso contar con un
nlargcn de errores e ~ t i m t i v o s cifrado en 20 ñ o s ~
aproximadamente. Hay individuos de treinta años qUe
parecen Cll )rCnlOnes, y hay quincuagenarios con sem-
blante de cuarentón. Así pues el investigador que li-

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  6 LA 1) iULBA

mite sus pesquisas a un círculo de personas que tengan


alrededor de cuarenta años probablemente cnmete el
error de moverse dentro de límites demasiado estrechos.
Dificultades similares suelen presentarse cuando des-
pués de algún tiempo se quiere saber qué traje vestía un
individuo. En esos casos las mujeres son generalmente.
mejores testigos que los hombres Basta que para fines
de autocontrol se intente recordar la indumentaria de
las personas con las cuales uno tuvo contacto personal
el día anterior y caerá uno en la cuenta de que no lo
sabe decir a ciencia cierta sino en contadas ocasiones
Mas he aquí un interrogante que a menudo reviste capi-
tal importancia en el procedimiento probatorio.
y todavía más grande será l incertidumbre cuando
en el momento de ver al supuesto delincuente se encon-
traba uno en un estado de suprema excitación. La vÍ -
tima de un atraco primero que todo tratará de defen-
derse solo en segundo lugar si acaso se fijará en la
edad o el color de los cabellos del atracador. Por mo-
lesto que sea para las personas encargadas de la pro-
banza siempre nos vemos en este caso frente a un fac-
tor de irregularidad que necesitarnos tener en cuenta para
la apreciación de la prueba.
Una segunda fuente de errores ha de verse en la indi-
cación de características locales. Pocas personas son
capaces de estimar distancias con exactitud. Recuerdo
un juicio oral en que se interrogó sobre una misma dis-
tancia a dos testigos uno de los cuales la estimó en
veinte y el otro en más de cien metros. En tales casos
es aconsejable ordenar una inspección ocular porque
en la naturaleza se encuentran puntos de referencia en

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r UCNTS O [ [RROR PCCULl RCS CN ~ TCSTIMONIO 47

que podrá apoyarse la memoria. Tal inspección n s lu


se practicó en el caso contemplado y dio la solución del
problema: ambos testigos se acordaban de la silueta
característica de un árbol cerca del cual había ocurrido
el accidente y luego no fue difícil medir la distancia en
cuestión.
Una tercera fuente de errores estriba en la deter-
minación exacta de la hora en la que se perpetró un
delito. Si el testigo no miró instantáneamente el reloj
l o que como bien se comprende solo sucederá en
rarbimas o c a s i o n e s las indicaciones cronométricas
con frecuencia fluctúan enormemente y será entonces
necesario recurrir a otros medios con el fin de dctenninar
l hora con alguna seguridad En un juicio penal decla-
ró un testigo que en su opinión el delito se había co-

metido
de todospasadas
modos las ocho lademás
reinaba unacompleta
noche deoscuridad
noviembre;y
solo poco después salió la luna. Al ser consultado el
Instituto Meteorológico Central se supo que en la fecha
crítica la luna había salido a eso de las 1 p.m. on
ciel1a seguridad quedó comprobado pues que había una
diferencia de hora y media calculada por lo bajo entre
l hora indicada por el testigo y el momento en que se
había cometido el crimen: circunstancia de importan-
cia decisiva para juzgar l credibilidad de la coartada
presentada por el acusado.
n general los datos sobre las condiciones meteo-
rológicas y de visibilidad reinantes en el momento de
perpetración de un delito con frecuencia sirven para
corroborar o rebatir las declaraciones de los testigos y
por lo tanto no deben omitirse esfuerzos aun a riesgo

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48 L PRUEB

de tener que aplazar la vista de l causa por hacer tales


consultas en un caso dado y pedir informes de los insti-

tutos competentes.
público en la rápidaPor muy grande
evacuación de c que
~ o s
se el interés
pendientes.
h y que insistir en que la pronta tramitación de expe-
dientes no se realice a expensas del (. mero invcstigativo.
Hasta la indicación de determinada fecha tropezará
con escollos cuando sobre el partícular no existan apun-
tes o un testigo no esté en condiciones de explicar con
argumentos convincentes por qué recuerda que un su-
ceso se produjo en tal fecha, no en otra.
Con oc sión de un jui io civil, un testigo decl ró que
estaba absolutamente seguro de haber conversado con-
migo en mi bufete, en horas de la tarde de determinado
día. Pese a ello se pudo comprobar sin dejar lugar a
dudas que durante la semana en l que debíamos haber
I tal conversación no había ido yo al bufete ni
<lntenido
una soja vez y e s o por la sencilla razón de haber em-
prendido una gira por Salzburgo y el Tirol donde asistí
a congresos. Corno no huho motivo para suponer que
el testigo mentía solo cabe presumir que el testigo ha-
bía incurrido en una criptomnesia de es s que a cual-
quiera pueden jugarle malas pasadas en la vida.
Quizás haya quien al leer e ~ t s líneas se pregunte si
queda en el mundo cosa alguna que merezca crédito.
La respuesta es que la seguridad procesal requiere que
no se crea, sino que se presenten pmeb s irrefutables.
Solo obtendrá la certeza indispensahle para dictar un
fallo quien se valga de todos los recursos necesarios y
propios para la apreciación objetiva de testimonios sub-
jetivos.

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C PíTVLO VII

EL FALSO TESTIMONIO

Si n los capítulos inmediatamente anteriores es-


tudiamos las declaraciones testimoniales que, si bien
resultaban objetivamente inexactas, fueron prestadas
b lla ft e por l testigo ahora nos toca contemplar el

testimonio o n ~ i e n t e intencionalmente fabo. Infor-


tunadamente, l s deposiciones de esa índole son más

frecuentes
pasan de lo que Pues
inadvertidas. se admite el j U Locasiones
y en muchas
aun cuando descarte
una declaración por inverosímil. cuesta trabajo probar
el tipo suhjetivo del testimonio falso. Sin embargo, es
un hecho qoe muchos fallos se fundan en falsas decla-
raciones de esa especie, y por ende entraiian serios pe-
ligros para la seguridad jurídica.
Para el faba testimonio puede haber dos motivos: o
se quiere perjudicar deliberadamente a otra persona, caso
en el cual se trata de falsa acusación o se intenta ayu-
darle a salir de un apuro.
El pe ¡gro de l acusación falsa existe cuando en un
juicio haya enemistad entre la parte litigante y los testi-
gos. Mas entonces se cederá fácilmente al deseo de
hacerle daño al odiado adversario. De ahí que merezcan
tratarse con especial cautela las declaraciones que rin

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50 L rnUER :'.

dan los cónyuges divorciados el uno contra el otro las


declaraciones de la madre en eljuicio de alimentos y el

testimoniode
querellas comprometedor
familia por el rendido
estilo depor
lasun familiar
que en
con fre-
cuencia surgen en los juicios de sucesión.
Asombra la inescrupulosidad con la que en tales ca-
sos se hacen incriminaciones con l propósito de arrui-
nar al adversario. Un móvil frecuente de la falsa acusa-
ción ha de verse en el deseo comprensible de achacar a
otra persona la sospecha que haya recaído en uno mis-
mo. Con relativa frecuencia se da el caso del delin-
cuente que declara como testigo de cargo contra la per-
sona injustamente acusada del delito perpetrado por su
acusador. Algunos ejemplos han de cnscii.ar cuán enre-
dados resultan a veces los asuntos de tal jaez.

Una funcionaria de un municipio rural de mediana


extensión mantenía relaciones con l portero del ayunta-
miento relaciones que ella misma consideraba incom-
patibles con su propia posición social. Por eso no quería
casarse con él. l quedar embarazada se hizo practicar
el aborto con conocimiento del amante. uando la fun-
cionaria finalmente resolvió romper relaciones el por-
tero para vengarse formuló denuncia acusándola del
delito definido en el artículo 144 del ódigo Penal
austriaco. La inculpada negó enérgicamente haber de-
linquido y dijo que la acusación se debía a meros ren-
cores. El tribunal dio crédito a su declaración y el por-
tero fue enjuiciado bajo sospecha de calumnia En el
juicio la empleada municipal rindió testimonio y de-
claró bajo juramento que nunca se le había practicado
un aborto. El portero fue sentenciado a presidio. Un

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FL ~ · A L S ) ;-FS ¡MONIO 51

año después a un médico que habra practicado nume-


rosos abortos Se le confiscó el archivo y en él figuraba
el
entre otros
En vista de tan nombre de laprueba
contundente mencionada funcionaria.
ella confesó y fue
sentenciada no solo por el delito de aborto sino tam-
bién por calumnia y falso testimonio.
Ahora bien la falsa incriminación contra el portero
no había de atribuirse en absoluto al propósito deliberado
de causarle daño sino qUe fue lógica consecuencia del
afán que tenía esa mujer de sustraerse al castigo y de
eludir el riesgo de perder su empleo. n tales casos y
situaciones similares conviene tratar las declaraciones
testimoniales con sumo cuidado y siempre ha de pare-
cer problemático el ljue a un hombre sin antecedentes
penales se le condene con base en l solo testimonio de
la persona interesada.
n otro caso que llegó a mi conocimiento una c -
sada denunció a su marido afirmando que una noche la
había amenazado pistola en mano. A pesar de quc el
allanamiento del domicilio no dio resultado y la pistola
no se encontró el inculpado tuvo que pasar unos días
en la prisión. l poco tiempo la esposa misma atenuó
sus acusaciones y en el juicio oral hizo uso del derecho
de abstenerse de rendir declaración. El verdadero mo-
tivo de la incriminación era que había llegado de Ale-
mania un amigo suyo con quien quería pasar un par de
días sin ser estorbada.

Un comerciante simuló el robo con fractura de su


caja fuerte a fin de cometer estafa en seguro. A raíz de
la severa investigación practicada a todas las personas

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5? A P Ruf 8A

que estaban en condiciones idóneas para perpetrar el


delito la sospecha recayó sobre un joven empleado que

el día después del robo hahía llamado la atención por


gastar mucho dinero en un cabaret. Tranquilamente. el
comerciante permitió que fuera arrestado su empleado.
sin que en tales circunstancias hubiera podido decidir-
se a decir la verdad 0 por lo menos a hacer un esfuerzo
por exculparlo
una fiesta rústica una jov n campesina en ausen-
n
cia de su novio estuvo platicando toda la tarde con un
peón y consintió también en abandonar la pista de haile
a fin de entablar relaciones íntimas con él en un pajar
cercano Casualmente l hermano de su prometido la
vio salir y la siguió. La joven al darse cuenta poco
antes de llegar al pajar de que la estaba persiguiendo su
futuro cuñado le dio un empujón al galán que en ese
instante l tenía abrazada y pidiendo auxilio a gritos
afirmó que quería violarla. Sostuvo l afirmación ante
el tribunaL Podría prolongarse {Id ;n[tn; lIl11 tal serie de
falsas acusaciones que a veces resultan tan burdas como
en el caso contemplado y a veces son bien meditadas y
difíciles de desentrañar.
Aún más frecuentes son los casos en que se presta
falso testimonio eon l objeto de proteger a un acusado
y a decir verdad bien se comprende que el amigo trate
de defender al amigo la novia l novio la madre l
hijo El hecho de que los parientes de un delincuente
pueden abstenerse de rendir declaración no siempre es
impedimento para que se formulen falsas declaraciones
testimoniales. s comprensible aun cuando esto no se

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,,3

diga expresamente, que la negativa a testificar SI ? eva-


lúe en contra del acmado. Si la madre rehusa testificar
contra l hijo. los jueces suelen conduir que el testimo-
nio verídico redundaría en su perjuicio. A fin de ~ l i r
de ese atolladero. hasta las personas legalmente fa-
cultadas para abstenerse de declarar. con frecuencia se
deciden a rendir falso testimonio a favor del pariente.
Lo harán. sobre todo, cuando al acusado se le pide pre-
sentar una coartada. Puco trabajo cuesta hallar al testi-
go dispuestu a declarar que en l mOHlL -nto crítico el
acusado estaba con él, y en tales casos precisa exami-
nar muy cuidadosamente l ~ d c d r c i o n e ~ testimonia-
les de esa índole.
Solo en una mínima parte de casos. la prestación del
juramento inducirú a un testigo a prescindir de la fa1sa
deposición. Resulta que la invocación de Dios solo tie-
ne relevancia para l verdadero creyente. y por eso no
habremos de atribuir demasiado v llor l efeclo sico-
lógico del juramento. En comarcas. luralcs tamhién es
conveniente que el juez observe bien a l ~ personas que
prestan juramento.
En algunas regiones de Austria. sobre todo en la pro-
vincia de Burgenland, se halla arraigada la creencia su-
persticiosa de que l testigo puede librarse del pecado
de perjurio señalando con los dedos de la zurda l suelo
mientras alza los de la die trJ en ademán de juramento.
Taimado de proceder se llama parar el juramento·· en
c1lenguajc popular. Como defensor pude obsérvar ese
ritual en varias ocasiones.

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54 L PHUER

De ahí que en todos los juicios sean penales o civi-


les debiera preguntarse l juez primero que todo si l
l
testigo está interesado o no en resultado de un li-
tigio. Cuanto más vivo resulte l interés del testigo en
l juicio mayor ha de ser la cautela en la apreciación
de sus declaraciones y más cuidadosamente hay que
analizarlas.

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C PiTeLO VIII

L IKSPECCIÓ \' OCUL R

Importantísimo recurso para el análisis de las decla-


raciones y significativo medio de prueha es l inspec-
ción ocular n sita que a veces da en pocos minutos
mejor resultado que largas horas de audiencia de testi-
gos. Sobre todo en los accidentes de tránsito, casi siem-
pre parece indicado pmcticarla. e inclusive ~ e impone
.;e
este
contradictorios. El croquis y la presenten
procedimiento cuando
fotografía testimonios
son apenas
medios auxiliares que no pueden s u ~ t i t u i r a la inspec-
ción ocular n siw.
La inspección ocular puede practicarse, tanto para el
aseguramiento de la pmeba como para la realización
directa del procedimiento probatono en la vista de la
causa. En casos ~ s difíciles será aconsejable llevarla
a cabo separadamente para cada uno de los dos fines.
Empero, la inspección ocular solo dará buen resultado
cuando haya sido preparada con esmero y no se escati-
men esfuerzos por reconstruir, hasta donde sea posible,
la situación imperante en l momento en que se produ-
jeron los hechos. Es preciso. pues, tomarse la molestia
de practicar la inspección, verbigracia, a horas avanza-
das cuando el delito por investigar se haya perpetrado

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56 L A PRLJF3A

en la o.scuridad. Y .si bien es cierto que nada .se puede


hacer para asegurar idénticas condiciones meteorológi-

cas habrá que tomarlas cn cuenta al inspeccionar ellu-


gar de autos. De ser necesario denen consultarse peri
tos. porque con frecuencia no se descubren hechos im
portantes sino merced a la presencia de expertos en la
i ,pección ocular. Huelga ponderar la necesidad de le
vantar minuciosamcnte el acta de resultados de la ins
pección. Tamhié-n se aconseja lomar buenas fotos.
En repetidas ocasiones he llegado a convencerme de
quC los bocetos. e inclusive las fotos que hayan de re
emplazar la inspección ocular ll sifa pueden conduo; ;ir
a errores de aprcciao; ;ión. En una pequeña ciudad de la
Baja Austria hubo un accidente automoviliario del cual
la gendarmería trazó un croquis. inmediatamente des
pués de haber sobrevenido la desgracia. Según el hoce-
to el carro que venía debía verse por lo menos a 300
r n t r o ~ de distancia pues en el dibujo se vda una cure-

tera recta como trazada a cordel. Al ~ e r interrogado en


el plenario sobre las condiciones eJe visibilidad el fun
cionario de la gendarmería declaró que el boceto era
exacto y que desde el lugar del l1ccidentc o sea a una
dlStallCia de 300 melros se veía la plaza donde estaba
situada la iglesia de la ciudad.
Con base en esa declaración se rechazó en primera
instancia la solicitud de efectuar una inspección ocular
y fue condenado el automovilista incriminado. Empe-
ro la sala de apelación del Tribunal Regional Superior
de Viena ordenó una inspección ocular en la que se com-
probó que, si bien quedaban 350 metros de visla libre

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LA ~ \ S P F C : : : I O f · J O UI R 57

hasta la plaza a escasa distancia del lugar del accidente


había en la carretera una como hondonada conformada
de tal manera que los automóvile:- que la atravesaban
solo podían ser vistos en el último momento por los
que ihan en dirección contraria. Eso pudo ser compro
bado por un carro que cuando se llevaba a cabo la ins
pección subía por la carretera.
En resumidas cuentas. al agente se le había olvidado

tener en cuenta la hondonada primero al elaborar su


hoceto. luego l rendir testimonio en el juzgado distrital.
Las nuevas averiguaciones dieron por resultado la re
vocación del fallo de primera instancia y la absolución
del acusado. Oc no haberse efectuado la inspección
ocular jamás se hubieran realmente aclarado los he
chos.
En fin no debe atribuirse demasiada importancia a
los planos elaborados por las autoridades de seguridad
pública pues siempre existe la posibilidad de que en
ellos se oculten fuentes de errores y también hay m e
nos complicación cuando se aclaran los hechos en pri
mera instancia que en el caso de que el tribunal de ape
lación tenga que repetir el procedimiento probatorio °
cuando no puede ser revisado el procedimiento de prue
ba porque el fallo de primera instancia fue dictado p o r
un juzgado de escabinos.
También reviste impo11ancia la inspección ocular para
el médico forense que concurra l juicio. En un caso
por citar un ejemplo solo logró comprobarse a la luz de
la inspección ocular n sit que la grave lesión del crá
neo que sufrió un motociclista en la carretera fue cau-

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58 LA °RUEE t.

sada por la caída sobre un borclillo puntiagudo que se


había quebrado. Si él médico no hubiera visto esa pie-

dra deformada de afi ladas aristas probablemente se


habrían sacado conclusiones c q u i v o c d ~ respecto oe
la causa e la muerte.
La inspección ocular también les facilita a l o ~ tes-
tigos la tarea de rendir testimonio en circunstancias a la
cuales y hice referencia más arriba. El problem re-
sultante de l dificultad de estimar distancias se re-
suelve. cuando en vez de indicar cifras exactas, por ejem-
plo de 10 u 80 metros uno puede mostrar en qué parte
comprendida entre un punto y otro e la vía se produjo
el hecho. Recuerdo que l n una ocasión afirmaron tres
testigos l unísono que l carretera tenía en el lugar del
accidente una le\'c cun'a i l la izquierda. pero a l luz de

l inspección ocular fue dahle comprobar que se trata-


ba de una curva a la derecha. Conforme a ese dato
naturalmente fue nece ario enfocar el accidente desde
un ángulo totalmente diferente.
Mas en otros c sos también, la inspección ocul r
demuestra ser sobremanera apropiada p r controlar
declaraciones dudosas. Un burgomaestre de aldea de-
nunció a la mujer de un concejal que era su adver'iario,
diciendo haber visto que ella sacó agua de su pOlO la
echó a la cantina de leche que luego envió al cliente. El
n á l i ~ i s químico de la leche se practicó dem si do tar-

de. cuando la leche ya e a ba mezclada. Con base en la


declaración del burgomaestre que parecía fidedigna se
abrió el juicio. Como defensor de la acusada insistí en
que se llevara a c bo una inspección ocular. en virtud
de la cual el tribunal se convenció de que desde el lugar

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59

de donde el burgomaestre afirmaba haber observado a


la mujer no podía verse el pozo de la finca.

Después de una riíla grave que tuvo por escenario


una fonda de aldea se interrogó a testigos oriundos d e
otro pueblo pues se esperaha que en sus declaraciones
no influyesen móviles de amistad o enemistad. Los tes-
tigos hicieron una descripción de las condiciones del
]oc<ll que era totalmente inexacti1 como me constaba él
mí que conocía l sitio. En ese caso también se practi-
có una inspección ocular y solo en el momento de ver
l localidad por segunda vez los testigos se dieron cuenta
de haberse equivocado en detalles esenciales. La acla-
ración del error en que habían incurrido resultó decisi-
va para la solución del problema de la culpabilidad.
También en ese caso fue necesario practicar la inspec-
ción ocular a horas avanzadas de la noche para averi-
guar las condiciones de visibilidad nocturnas.
Pero la inspección ocular abarca. además de la ve-
riflcación de las peculiaridades del lugar de autos la de
todos los objetos que tengan que ver con el hecho
incriminado. Debe echarse mano de las helTamientas
arma:: trajes y otros objetos de importancia para el es-
clarecimiento de los hechos con el fin de mostrárselos
no solo al tribunal. sino ante todo a los testigos. Mas
si se procede así al comienzo del interrogatorio se pri-
va uno de la posibilidad de controlar la credibilidad d e
los testigos.

El juez experto interrogará primero al testigo. luego


le mostrará los carpara de icti, y de esta manera se cer-
ciorará de la exactitud o inexactitud de las declaraciones

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60 \ P8UI: I:3A

que rindió sobre el paI1icular. Empero si una inspec-


ción ocular no puede dar ningún resultado que valga la
~ r j
pena corno
rito mejorocurrió
prescindir
hace poco ella.
de
para saber si esa posible
Consultar un pe-

cometer un delito contra la moral en un automóvil. se


me hace exagerado. En tal caso el conocimiento de la
vida ha de enseñar que no hay vehículo por muy pe-
queño que sea que no se prc:stc pam la ocasión.
Huelga decir que en el juicio civil la inspección ocu-
lar también constituye un importante medio de prueba.
El juez que inspeccione una vivienda antes de resolver
si es apropiada o no para substituir la que se pidió al
inquilino siempre andará más seguro en sus decisiones
yue el que se conforma con la descripción de la locali-
dad pues la persona interesada en salir del inquilino. la

co.nsiderará ideal en tanto q é la contraparte la califi-


cará de impropia pura albergar a un I er humano.
La inspección ocular representa un imp0l1ante m e ~
dio de prueba sohre todo en litigios sobre lindes en
muchas acciones de despojo cuando. se trata de daños y
perjuicios u s d o ~ por la acción del agua etc. No nos
arredremos. pues ante la inspección ocular por temor
que así se retarde o t :l1carezca el li[igio. Obtener un
fallo poco costoso en un mínimun de tiempo solo tiene
sentido si es fallo acertado

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C PíTUL O IX

EL PERITO

En muchos juicios civiles


y penales la decisión t a t T I -
bién depende del dictamen de un perito. No hay juez lo
suficientemente bien versado en todas l ~ materias y
esferas del saber para que pueda pasarse sin peritos. El
pe-rito es una institución necesaria en nue tro derecho
de procedimiento penal. No hay grupo profesional que
l
dado caso,
sobre las másnovariadas
entre encuestiones
cOIl ,ideración para dictaminar
de natumleza técni-
ca, económica, artística o médica. De ello se despren-
de que resulta imposible estahlecer reglas generales para
el modus pro edendi de los peritos y ha de dejarse a su
discreción l manera de llegar a c o n c l u s i o n e ~

Es importante consultar en casos de mayor tras-


cendencia no a UIlO solo, sino a dos peritos. H<lsta el
profesional versado en determinada materia corre el ries
go humanu de c q u i v o c r ~ e y formarse conceptos sub-
jetivos que no son de dominio universal y que por lo
mismo, no tienen tampoco carácter obligatorio para l
juez. Cuando se cuntradigan dictámenes, de todos mo-
dos será necesario obtener de una persona o institución
idónea u tercer peritaje. Y esta regla halla aplicación
no solo en los grandes juicios de interés públ ico, sino

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5/26/2018 LaPrueba-Otto Tschadek-slidepdf.com

62 LA r FlUif3·\

en cualquier caso jurídico, pues inclusive en j u i i o ~


penales de menor importancia y en los litigios civiles

es preciso asegurar un fallo correcto y justo.


Recuerdo un caso en que el juez, no obstante las con-
tradicciones entre las declaraciones de los peritos, se
negó a COIl rmJtar a un tercero. aJcganuo que las infr c-
  i ü n e ~ a la ley de vinos eran asuntos de mínima cuantía

y que. tratándose de una pena de un esto condicional,


no tenía por qué movilizar tamaño aparato. He aquÍ un
concepto sin duda incorrecto. que no debiera generaJi-
zarse en los estrados. Hasta la persona acusada de ha-
her infringido la ley de vinos tiene derecho a una senten-
cia justa. y sería impropio buscar la ~ o l u j ó n en una
condena condicionada y particularmente clemente solo
porgue el procedimiento probatorio no produjo total cla-
ridad. S i un delito es de tan poca monta que no parece
justificado consultar a un tercer perito. solo queda un
remedio es absolver al acusado en caso de duda. Cual-
quier otro camino es incompatible con la idea o la lega-
lidad del E.,tado y la ,eguridad jurídica.
Sin ánimo de poner en td de juicio que en algunas
materias están a la disposición de los tribunales de Aus-
tria peritos altamente calificados, he de hacer hincapié
en CiCl1 s defectos de que a menudo adolecen los dictá-
menes periciales. Con frecuencia se reciben volumino-
sos dictámenes respecto de los cuales solo cabe obser-
var que después de estudiarlos uno no sabe más que

antes. Las circunstancias se exponen repetidas veces,


con prolijidad, y se de cribe con lujo de detalles un gran
número de fenómenos secundarios, pero Jas cuestiones

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EL- [RI ro 63

de mayor interés para l tribunal no hallan respuesta


inequívoca o inclusIve se dejan a veces sin contesta

ción alguna. Con


gún servicio taJes dictámenes no se les presta nin
ni l juzgado. ni a las partes litigantes.

Así como una sentencia debe llegar a comproba


ciones l peritaje ha de concluir en la clanl contesta
ción de las preguntas que se le formularon. Si por cual
quier razón no se puede dar respuesta a una pregunta

hecha porlasel ramas.


juez el Con
peritofrecuencia
debe decirlo claramente sin
irse por resultará entonces
posihle que el juez modifique sus preguntas de manera
que pueda elaborarse un dictamen que sirva. Si no hay
certeza y ales casos se dan tanto en la técnica como
sobre todo en la ciencia m é d i c a - el perito debe decir
lo. Puede ser entonces. que una afirmación basada en
conjeturas permita llegar en combinación con los demás
medios de prueba a una exacta comprobación judicial.
En general es de advertir que l perito solo cs u n
auxiliar en las decisiones judiciales que su concepto
no siempre tendrá carácter obligatorio para el juez y
que l fin y a la postre el tribunal ha de asumir la últi
ma y plena responsabilidad por lo que decida. De ahí
que el fallo que se base únicamente en un dictamen d e
peritos sin tener en cuenta todas las circunstancias del
juicio por regla general adolece de defectos y resulta
atacable. Desde luego hay preguntas que el juez no
podrá contestar sin atenerse muy escrupulosamente a
la peritación. Más aún un dictamen de peritos no debe
influir en el resultado final del proceso al extremo d e
dejar lugar a serias dudas.

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64

Hay problemas jurídicos cuya solución es inseparable


del concepto subjetivo de las personas que participan

en el proceso. Verbigracia. cuando un tribunal ha de


resolver si una publicación es calificable de literaria-
mente valiosa o de purnográfica en el sentido de la ley
es posible que se llegue ajuicios de valor muy diferen
tes. El arte l
gusto. la moda. l ~ o n e p i u n e ~ mora-
les quedan sujetas al cambio y no es de extrafíar que en
tan controvertidas materias con frecuencia discrepen
enormemente las opiniones de los peritos y en último
análisis ni siquiera un tercer dictamen revele cosa dis-
tinta de la opinión subjetiva del que lo presente. A este
respecto ]a aclaración por peritos se mueve dentro de
límites relativamente estrechos que l juez debe tomar
en consideración.

Por otra parte en casos relacionados con la técnica o


con la medicina a veces será posible formular un dicta-
men que tenga validez absoluta y que. por ende le per-
mita al juez tomarlo como base de su fallo. También
conviene ser muy cuidauoso en la ~ ~ l i ó n de los peri-

tos y nombrar en casos difíciles solamente a personas


realmente expertas de probada eficiencia. La posibili-
dad de encontrar peritos familiarizados sea con las pe-
culiaridades de la región en la que se haya presentado
l caso por juzgar. sea con el medio ambiente en que
vive el acusado siempre ofrece apreciables ventajas.
Asimismo importa saber coordinar debidamente los
datos que los peritos suministren en diferentes campos.

Cuando se consulte a un técnico en armas y a un médi


co con el fin de aclarar l caso o una lesión grave o u
homicidio. es preciso cerciorarse de que no habrá C011-

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  I r : E l , ~ O 65

tradicciones entre los dictámenes que se presenten en


distintos campos 0 cuando : urjan tales c ü n t r a d i c c i o ~

nes. aclararlas por medio de investigaciones. o. dado el


caso de dictámenes adicionales Solo cu ndo se pli-
quen esos métodos probados. la interrogación de los
peritos dará el resultado deseado y garantizará un r n á x i ~
mum de seguridad jurídica.
Los deplorables fallos equivocados que recientemente
alarmaron l público obligan l legislador y l m gis-
tratura a estudiar detenidamente l problema de los pe-
ritos. Una modificación al Código de Procedimiento
Penal que está en preparación dará el fundamento le-
gal para el I 01l1hramiento obligatorio de dos peritos.
Pero no hay ley capaz de prever todas las eventualidades
concchiblcs tanto así que una ley \ 010 constituirá un

marco que sirva de pauta general para las decisiones


del jue7 En cambio solo el caso individual puede en-
sellamos qué medidas en particular hahrá que dop-
tar con el fin de indagar la verdad. Nunca puede servir
el perito de parapeto l tribunal; ni ha de verse en su
dictamen cosa distinta de u me io auxiliar para la l ~
bre apreciación judicial de la prueba
Hechas estas observaciones generales. parece n ~

dicado contemplar los diferentes grupos de peritos y


las tareas que les incumben.

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C PITULO

EL PERITO MÉDI O

El campo de acción del médico en los estrados abar-


ca el ámbito total de la medicina. Difícil será concebir
una pregunta que se l pueda hacer a un médico y que
no tenga a un mismo tiempo grande importancia para
el perito a quien se consulta sobre el particular. Por eso
yuicro limitarme a poner de relieve l g u n o ~ problclnas
particularmente difíciles que suelen plantcárselc al
médico en la ~ l de audiencias.
Entre las preguntas más delicadas que debe contestar
el médico figura la que atañe a la imputabilidad del acu-
sado. Muy a menudo sobre todo en los casos de deli-
tos capitales se formula esa pregunta pero raras veces
~ c l da respuesta tan clara como e \ de desear. on ello
no querernos criticar a los médicos y siquiatras. pues
debemos resignarnos a reconocer que el problema de la
imputabilidad constituye una cuestión muy difícil que
en muchos casos no se puede resolver de manera ine-
quívoca. Es preciso plantearla cada vez que u crimen
parezca incomprensible. cuando no se d c ~ c u b r en el
acto delictivo ningún sentido inteligible o cuando el
delito contraste con todos los antecedentes personales
del acusado. En todos esos casos es necesario inquirir
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68 LA PRUi:: 8A

por el móvil que con frecuencia es lo único que podrá


decirno:-i si aun hahremos de atrihuir un sentido al acto
en cuestión y de esta suerte quizás llegue a tener im
portancia decisiva para la solución del problema de la
imputabilidad del delincuente.
Los temibles casos extremos que con frecuencia dan
lugar a divergencia de opinionc i son los de los dclin
  u e n t e ~ sicopáticos. Según las teorÍLls de la siquiatría.
el sicópata es calificable de minusválido con capacidad
disminuida de responder por sus actos. pero no es inca
paz de controlarlos. ni es alienado hasta el extremo de
excluir la imputabilidad En muchos casos se trata
de un defecto social que por lo mismo reclama una re
acción eficaz de la sociedad a fin de prevenir la repeti
ción del delito.

Mas como bien se sabe, hasta en la vida de un hom-


bre acreeelor a ser calificado de normal pueden presen-
tarse situaciones excepcionales en las que se halla sen
siblemente restringida la capacidad de autocontrol el
impulso a cometer actos delictivos prevalece sobre la
conciencia inhibitoria. En tales casos puede parecer
intrascendente la ocasión para perpetrar el delito, pues
los elementos interiores que acabarán por configurar el
comportamiento punible han ido formándose paulati
namente y lo determinan hasta tal punto que motivo :;
aparentemente fútiles pueden dar lugar a un acto crimi-
nal incomprensible. AsÍ. por ejemplo el arrebato de
cólera no siempre se debe a un afecto momentáneo y

avasallador, sino con frecuencia ha de atribuirse a una


acumulación de emociones reprimidas, acompañadas
de una fuerte sensación de displicencia, por lo tanto

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  l PF8 TD MFiJlCO 69

no es un fenómeno comparable al rayo que cae en tiem-


po sereno.
De ahí las fuentes de peligro que resultan de las vici-
situdes de la vida y que constituyen una amenaza laten-
te hasta para el llamado hombre normal pues que de
golpe pueden llevarlo l umbral de la criminalidad. ¿Qué
decir entonces de una situación en que tales experien-
cias e impresiones emotivas se adueñan de un sicópata
cuya capacidad autocrítica y facultad de controlar su
conducta se hal1an de suyo d i ~ m i n u i d a s En tales con-
diciones la alternativa de afirmar o negar la imputa
bilidad nos coloca en una sÍtuación sumamente preca
ria que probablemente no se puede juzgar teniendo en
cuenta únicamente los conocimientos médicos propia-
mente dichos sino a la luz del cuadro de conjunto for-
mado por los conocimientos médicos y la peculiar si-
tuación vital en que se haya visto el delincuente.
Por este aspecto tampoco ha de perderse de vista
que la situación del a c u ~ a d o en el momento de ser exa-
minado por el siquiatra forense nunca e s la misma que
aquella en que actuó. Muchos ponncnores. qu izús codc-

terminantes
probarse en de su lInen
el ex maneraUna de obrar ya no
excesiva podrán con1-
secreción de la
glúndula tiroides suscc:ptible de intensificar enornlC
mente el estado de ~ x c i l a c i ó n tal vez ya haya disnli-
nuido en parte cuanuo se examina al inculpado los efec-
tos de la i n g e ~ t i ó n de licores que con frecuencia pasan
inadvertidos pero que ejercen una influencia profunda
a veces decisiva. han desaparecido. la situación vital
del individuo por examinar ha cambiado y como con-
secuencia del acto delictivo su estado nervioso puede

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7 L I - ~ U [ S A

parecer, ya hrperexcitado, ya apático e indiferente. En


fin hasta el siquiatra forense más versado en la materia
se halla frente a toda una serie de problemas sin resol-
ver y con frecuencia insoluhlcs.
En todos esos casos es el juez y en muchos casos
son Jos jurados q ienes deben a ~ u m i r la r e ~ p ü n s b i l i d d
por la solución COlTeeta del problema de la imputahilidad
y al ministerio público y a la defensa les incumbe com-
probar esa responsabilidad de ser necesario. perento-
riamente antes que se decida el tallo. Recuerdo que en
un caso de infanticidio un siquiatra vienés de renombre
declaró tener la seguridad absoluta o que la madre de
la criatura estaba en su sano juicio mientras que los
jurados unánimemente y a mi parecer con r z ó n -
dieron respuesta afirmativa a la pregunta adicional de
si alperpetrar el delito se hallaba la madre sumida en
un estado de ofuscamiento.
En los casos de verdadera enfermedad mental no hay
mayor problema, ni será muy difícil llegar a un deci-
sión. Dístinto es el c so en que se trata de resolver si en
clmomento en que se perpetró el delito estaba excluida
la imputabilidad, sobre todo porque en tales casos la
solución jurídic a menudo deja mucho que desear.
¡Quién no se acuerda del juicio penal incoado en Graz
contra un actor de teatro que hahía matado a su espos
propinándole varias puñaladas en el día de hadas, cuando
ella confesó haberle sido infiel, y que fue absuelto por
haher actuado en estado e trastorno mental Luego de
haber permanecido internado unas pocas semanas en el
manicomio fue declarado sano y dado de baja. Pero
nadie hubiera podido descartar la posibilidad de que

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el. f fRllC rv: DICO 71

~ e m e j n t e estado de ánimo excepcional un día volviera


l presentarse en l mismo individuo. La viva discusión a
1ue dio lugar l caso en CÍrculos de juristas y siqlliatras
Tvela las dificultades inherentes a tales situaciones ex-
Ternas.
Igualmentedifícil resulta a vece:-. decir si alguien
lCtuó en estado de embriaguez patológica. que no pue-
je compararse con la 1nrrachera común y corril.'nte. L a

obriedad patológica, lejos de sermentales


definibley conllJ transi-
toria eliminación de facultades morales no[-
nlalmente existentes. es una enfenliedad sin discusión
alguna. Oc vez en cuando se logra reconstruir el esta-
do de embriaguez patológica en un paciente e mbo-
rrachándolo y observando luego minuciosamente s u ~
reaCClOnes. Pero también . \e dan casos en que la cnl-

briagllez patológica se produjo una sola vez sin repe-


tirse en posteriores lihaciones, justamente porque las
circunstancias que habían dado lugar a ella y que no
eran exclusivamente atrihuible:-. al consumo ue licor. y a
no suhsisten. ni pueden ser reconstruidas.
Asimismo figuran entre los problemas de imputa-

bilidad mis difíciles las llamadas manías que los má s


de las veces se presentan en las formas de la cleptoma-
nía y la piromanía. En otro estudio me referí al caso de
un delincuente defendido por mí que en doce ocasiones
había causado incendios por motivos enteramente fúti-
les, pese a lo cual los peritos declararon que estaba e n
su sano juicio siendo por tanto sujeto de plena res-
ponsabilidad. Si esa apreciación puede ~ o s t e n e r s c e s
cuestión que no me incumbe resolver. Aun así, hue lga
observar que, si se quiere proteger a la sociedad má s

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7 LA PHUI: A

conviene en tales casos internar i ll delincuente CI1 un


manicomio sin plantear la cuestión de culpabilidad

Desde luego no debemos incurrir en el error de re-


legar a los confines de la cnfcnlledad y sicopatología
cualquier acto cuyo móvil no entendemos Al proceder
así nos alejaríamos demasiado de la afirmación dd li-
bre albedrío y dejaríamos un margen excesivamente
amplio a la impunidad o que me importa es que en
materias de delincuencia lino no se agarre de la primera
explicación que esté al JJcaflce de la mano así sea la
más superficial. Conviene rehuir las soluciones fáciles
por la sola razón de que ha de frucasar todo intento de
ejercer influencia sicohigiénica sobre la personalidad
del infractor mientra ; no ~ c descubra la raigambre de
su delito En el veredicto no solo se trata de la culpabi-
lidad o inocencia del acusado sino también se plantea
el problema de la resocialización y del trato que se le ha
de dar al delincuente durante el internamiento Por eso
necesario. sobre touo en caso de salir aprobado el
ser< i
respectivo proyecto de ley yue en los dictámenes .<-obre
la cuestión de la imputabilidad tambi¿n se preste ma-

yor atención que en el pasado a los móviks de un acto


delictivo y al p r o n { ¡ ~ i c o sicotcrápico.
Lo mismo que en la decl3ración testimonial la edad
constituye un problema especial en cuanto atalic a la
imputabilidad del acusado Tratándose de un infractor
juvenil es preciso averiguar si ya estaba en COIHJicio-
ncs de reconocer su falta y de actuar conforme a tal
convencimiento En el caso del infractor senil se trata
de establecer si todav{ J estaba en condiciones de reco-
nocer la punibilidad de su acción y de obrar conforme a

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ello. Mientras que l adolescente le falta madurez. las


facultades mentales del hombre senil están en trance de

atrofiarse. Por extraño


inclinan jóvenes y viejosquecon
parezca los delitos
frecuencia coinciden. se
a que En
amhas categorías de edades suelen registrarse casos de
individuos incapaces de controlar sus impulsos sexua-
les. Por desgracia van tomando cada vez mayor incre-
mento los peligros a los que se ve expuesta la juventud
en los dominios de l sexualidad. Nuestros hijos se
hallan físicamente más desarrollados que las genera-
ciones jóvenes de hace 10 o 20 años. Y e s o en cuanto
respecta no solo a la estatura el peso y el crecimiento
sino también al grado de madurez sexual. Por otra par-
te. el niii ü sigue siendo nii1 en su mente. El desarrollo
intelectual no corre parejas con la prematura evolución

biológica tanto
no cle tocio omiesible.
así que se produce
e inclusive unahablar
cabe discrepancia
de dos
personalidades diferentes. la física y la espiritual. Sin
embargo. en lo esencial se puede decir que el joven que
haya traspasado el umhral de los catorce años será ca-
paz de reconocer por lo menos. l punibilidael ele deter-
minada acción. y hasta de evitarla siempre que haya
recibido una educación adecuada. De ahí la importan-
cia que reviste. no tanto el problema de l imputabilidad.
cuanto el de l pena por aplicar con el fin de asegurar su
eficacia pedagógica amén de las medidas preventivas
por adoptar en el futuro. No ha de ser muy difícil ab-
solver ~ s intelTogantcs en el procedimiento probatorio

con la ayuda del perito médico.


Como ya quedó dicho hasta entre ancianos hay quie-
nes se muestran proclives a perpetrar delitos sexuales

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74 A PHILH \

y con frecuencia se trata de personas que durante toua


su vida se distinguieron por su c.:onducta intachable y
e : . p o ~ o s . cauo.;as tan
siempre
traño fueron hueno
fenómeno han de buscarse en Laslas alteraciones
de ex-
fí-
sicas que a menudo ~ e registran en la vejez. Una arte-
riosclerosis grave puede reducir en gran esc l l a ~

facultades mcntaks de un hombre, inclusive suprimir


funciones localizadas en la corteza cerebral y causar
t r a ~ t o r n o s en otras regiones mal irrigadas del cerebro.

DcsapLJrcccn entonces, totalmente o en parte, el auto-


control y la facultad de gobernar los i l l ~ t i n l o s Mas a
pe ar de la enilidad la vida in tintiva hasta cierto pun
to se cOIl \crva intacta. Y comoquiera que a los ancia-
n o ~ les cuesta trabajo encontrar a persona, del otro sexo
di \puestas a compl<Jccrlcs, 0 si las encuentran, les es

difícil tisfacérlas plenamente la sexualidad se desvía


a los impúhcrc . y en tal caso. el individuo que disfruta
ba de buena reputación ~ e convierte en el p e d e r ~ t des-
preciado por todo el mundo. Conozco el caso de un
anciano de 8 añus que en repetidas oc siones abusó de
escolares de amhos sexos. El perito negó ·· ·a mi pare-
cer eon razó n -- la imputabilidad. y el anciano fue in-
ternado en una casa de salud.
En fin. cuando se trata de infractores de edad avan-
zada y. sohrc todo. de personas de buenos antecedentes.
conviene averiguar si su c\lado mental aún cs califica-
ble de normal, o si acaso ha tenido lugar una reducción
de la inteligencia comprendida bajo el denominador co
mún de dCl clltia senilis

En otros delitos sexuales también parece de cablc y


conveniente consultar a peritos con el fin de obtener

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 =L P RITO MEO O 7

una prueba de culpabilidad completa. Las más de las


veces se tratará. a no dudarlo. de personas rcsponsahles.

aunque su sexualidad
acontecimientos cuyahaya quedado
génesis pervertida
se remonta a raíz de.
a la infancia
.M ucho se ha escrito sobre las causas y formas de la
perversión sexual. pero su análisis rebasaría los límites
de un estudio sobre la prueba.
De todos modos. conviene inquirir por las raíces del
mal pues de lo contrario sería difícil o inclusive impo-
sible lograr la resocialización del delincuente. La pena
concebida como medio de intimidación no es suficiente
si no se elimina o por lo menos no se atenúa la p r c d i s ~
posición para ulla vida sexual morbosa. En tales casos
también es necesario que un régimen penitenciario e n ~
sato vaya acompañad u de medidas terapéuticas p l l ~
el p o s i t i ~
de lo contrario. castigo antes de surtir
lejos bien efectos
vos a la larga resultará pelJudicial. s i ~
mismo importa aclarar los motivos de los actos delictivos
con el objeto de señalar la cuantía de la pena que se va
a infligir. y es este el nImbo que debe seguir el p r o c e d i ~
miento probatorio.
Entre las tareas más importantes que incumben al
perito médico se cuenta la determinación de la causa de
la muerte. En caso de duda es preciso aclarar la causa
de la muerte por medio de la autopsia oficial a fin de
averiguar s se dehió a un accidente. a un crimen o a un
homicidio involuntario. En muchos casos resulta Illuy
fácil establecer la causa de la defunción. Si hay lesio-
nes solo ~ e necesita saber s causaron la muerte directa
o indirectamente. Si se descubren ostensibles a l t e r a ~
ciones patológicas en los órganos también será fácil

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76

comprobar la muerte natural. En este campu como en


muchos otros 110S encontrarnos con casos extremos y

a veces resulta harto difícil hasta imposihle establecer


el nexo causal entre un acto y la causa del deceso.
Recuerdo el siguiente caso de una persona defendida
por mí: una mujer de 40 anos aproximadamente esta-
ba casacla con un alcohólico que estancia ebrio la había
atormentado y pegado en varias ocasiones. l marido

padecía una grave enfermedad cardíaca diagno\ticada


por los médicos que lo tenían sometido a tratamiento.
Le estaba prohibido el licor y el cigarrillo. a pesar de lo
cual siguió tomando fumando. Una noche cuando
volvió borracho al hogar se prouujo u altercado entre
los cónyuges que camhiaron salvajes insultos. y final-
mente la esposa lo golpeó en la cabeza con la pata de
una silla causándole una grave herida. En seguida lo
llevaron en ambulancia al hospital donde murió apenas
hubo llegado.
Por la autopsia se supo que la muerte fue causada
por cardioplejía quedó por aclarar si la cardioplejía
no se había producido indirectamente como conse-
cuenda de la lesión en el cuero cabelludo y la pérdida
de sangre. El médico forense dijo que eso era probable.
mas al ser interrogado por el e f e n ~ o r tuvo que admitir
la posibilidad de que teniendo en cuenta el mal estado
de salud del hombre. la cardioplejía era atribuible a la
excitación causada por la pelea. A la reo se le hahía
instruido sumario por homicidio pero fue condenada
por maltrato de obra. Preguntado si una pata de silla
era objeto normalmente calificable de arma mortal el

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77

perito dijo que no. En fin no se logró comprobar si


había relación causal entre la lesión y la muerte.
s
Siempre cuesta trabajo decir a ciencia cierta. hay
varias heridas cuál es la mortal máxime cuando no son
raras las ocasiones en que ninguna hubiera podido cau-
sar la muerte por sí sola. En caso de duda lo indicado
es que la autopsia se practique en presencia de médicos
forenses y patólogos versados en la materia. También
es aconsejable consultar en casos dudosos a dos peri-
tos
igualmente resulta difícil saber en qué momento
murió una persona. s bien puede ser decisivo en un
juicio la aclaración de este detalle. La estimación de
los peritos sobre el particular a veces discrepa hasta el
extremo de valias horas de diferencia; en el sonado caso
de B lanche Mandl cayó una persona inocente en la sos-
pecha de haber cometido el asesinato solo porque el
primer perito forense había incunido en grave error al de-
terminar la hora de la muerte. Resulta empero que u l l
exacta determinación cronométrica puede tener impor-
tancia deci iva para la comprobación de una coartada.
Otra dificultad estriba en averiguar la clase de ins-
trumento que causó la l e ~ i ó n En un juicio que hace
poco se tramitó ante los jurados de un tribunal de Viena
el médico forense al principio ni siquiera pudo decir a
ciencia cierta s una herida insignificante en el muslo
fue causada por un arma de fuego o no y fue necesario
l
que perito en balística examinara la ropa del herido
para comprobar que en efecto se había utilizado u n
revólver. De ello se infiere la necesidad de aprehender

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 8

y decomisar lodos los objetos que en el momento de


perpetrarse el delito hayan quedado al alcance del

delincuente
mente. Los oerrores
de la víctima y examinarlos
que se cometan meticulosa-
en el acta pueden
tener como consecuencia que ni el mejor experto será
capaz de reconstruir los hechos correctamente.
El caso de Bemhardine Fluch ensefía cuán grande
imporlancia ha de atribuirse a la determinación de la
ejecutar
clase
acto dedeviolencia.
instrumento que haya
El primer servido
perito para
forense un
erróneamente
supuso que el asesinato se había cometido con un gato
pero posleriomlente resultó que un gato no pudo haber
causado las lesiones que se comprobaron en la cubierta
del cráneo especialmente preparada para el efecto sino
que l golpe debió haberse asestado con un mal1illo.
En efecto algunos meses después se encontró el mazo
que había utilizado l asesino Engleder y cuyas carac-
terísticas encajaban perfectamente con las de la herida.
Como lo ensetla un juicio tramitado en Graz que re-
cientemente causó sensación tampoco es fácil distinguir
a veces entre el homicidio y el suicidio. En ese caso se
suponía que la muerte había sido causada por estrangu-
lamiento pero después pudo comprobarse que se trata-
ba de un suicidio.
Particularmente grandes parecen los obstáculos con
los cuales suele tropezar la investigación de casos de
envenenamiento sobre todo cuando la sospecha no sur-
ge sino después de haberse dado sepultura a la víctima
su cadáver ya se encuentra en proceso de descompo
sición. Mas aun en casos de envcncnanliento compro-

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rl f lH:ro fv1rf lCO 79

bados es preciso averiguar si el veneno realmente fue


aumini trado de intento.
la
Un hacía
desde modesto
añoszapatero
tenía endela una
ca aaldea de Baja
a su mujer Austria
gravemente
enfenna, la cual, sin duda, era una carga para él y los
suyos. Al mal crónico se sumó de repente un arse
 licismo agudo, y pronto surgió en el pueblo f sospe
cha de que el zapatero quería matar a la enferma. El
zapatero fue arrestado y negó la culpa. Unos días des
pués, se le regaló a la hospitalizada un racimo de uvas,
cuando por casualidad estaba presente el médico. Ha
biéndole llamado la atención el color raro de las frutas,
las sometió a análisis químico. el cual dio por resultado
que la preparación empleada en el riego del viñedo con-
tenía arsénico. Ya que la paciente se había alimentado
únicamente
ción con
pudo ser uvas durante
aclarada díaslugar
sin dejar enteros, la intoxica
a dudas sobre la
causa. l acusado quedó rehabilitado.
Las numerosas clases de preparaciones tóxicas que
hoy se emplean en las campañas tlto\anitarias. pero tam
hién pueden utilizarse ahusivamente para cometer ase

sinatos y suicidio,
mas difíciles con frecuencia
de resolver les plantean
a los médicos forenses.proble
A esos facultativos l ~ incumbe, entre otras cosas, la
determinación de los grupos sanguíneos, requerida a me
nudo, sea para la declaración de la paternidad en el pro
cedimiento civil, sea para el procedimiento penal
En este campo invcstigativo han venido rcgistrlÍ.ndose
grandes progresos científicos, hasta el punto que la de
terminación de los grupos de sangre puede dar rcsulta-

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80 L f - ) H ~ ; : : U A

dos no solo exclusivos sino también p o s i t i v o ~ , en un


juicio. Aunque el presente estudio no da margen para
contemplar
quiero destacarlos la
respectivos métodos
importancia de investigación
que la determinación de
l o ~ grupos sanguíneos reviste para la justicia.

En la investigación de la paternidad también ha de


atribuirse gran importancia al dictamen pericial he re-
dobiológico. si hien cahe sefíalar al respecto el in-
conveniente de que no pueden sacarse conclusiones
seguras. sino cuando l niño tenga por lo menos tres o
cuatro años. Además. los dictámenes heredobiológicos
requieren mucho trahajo y salen bastante costosos. Aun
asÍ son imprescindibles. según me 10 ha enseñado mi
propia experiencia práctica.
Un joven obrero auxiliar fue denunciado por una
muchacha como padre de su hijo. El joven admitió h ~
her mantenido relaciones con ella durante un tiempo
pero declaró que la última cohabitación había tenido
lugar más de un año antes de nacer l niño. La m u c h ~
cha perseveró en su afirmación y enérgicamente negó
haber tenido comercio carnal con varios hombres. Ya
que el análisis del grupo sanguíneo daba margen para
la posible paternidad del demandado se le condenó a
pagar alimentos.
Al cabo de unos años el pueblo donde vivía la ma-
dre empezaba a reparar en el asombroso parecido que
tenía su hijo con un artesano de la mi: .ma vecindad: era
pelirrojo tenía los lóbulos de la oreja anejos y ostenta-
ba otros rasgos característicos que también se e n c o n ~
traban en l maestro inclusive hahía desarrollado no

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l L R ~ o MéDI O 8

obstante su poca edad el hábito de pasearse con las


manos cruzadas en la espalda. igual que aquel. Habida
cuenta de esos pormenores se concedió el recurso de
revisión y la madre confesó haber rendido falso testi-
monio porque no quería admitir que tenía relaciones
con un hombre casado de quien había recibido una suma
considerable en pago de su silencio.
Comoquiera que el artesano siguió negando l pa
ternidad. se recurrió a un dictamen heredobiológico
mediante el cual logró aclararse l cuestión en un cien
to por ciento: el cabello. las uñas la forma de los dedos
del pie. las líneas papilares en fin cuanto era dable com-
probar a l luz de tales peritajes coincidían con l s o-
rrespondientes características anatómicas del verdade
ro padre Desde luego el asunto tem inó con la conde-
nación de la madre por falso testimonio y del padre por
inducción a falsa declaración testimonial.
Por último quiero tratar de una cuestión que hoy día
merece contemplarse en relación con los accidentes de
circulación: la determinación del alcohol en la sangre
Siempre y cuando que la prueba se tome oportunamen-

te. tanto
el resultapor
factible
mil dedeterminar. sin dejar en
alcohol contenido lugar a dudas.
la sangre y
~ a c a r de ello las conclusiones necesarias en cuanto res

pecta a la aptitud de conducir. Pero en la actualidad


carecemos de recursos legales propios para obligar al
conductor de un automóvil a dejarse extraer sangre.
Por eso parece plausible que se aspire a la promul-
gación de una ley que haga obligatoria la extracción de
sangre cada vez que sobre un conductor recaiga l sospe-

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82 A PHU TY\

cha de habe,, excedido en el coo>ul110 de licores. Mas


a esa a:-;piración se oponen escrúpulos igualmente justi-

ficados pues que la extracción de sangre por cierto im


plica una intervención en la integridad física de la per
sona. e inclusive puede traer complica ciones sobre todo
cuando la prueba no se tome en un hospital sino en l
consuhorio de un médico lural poco versado en la ma
teria.
Sé de un caso en que la extracción de sangre si bien
dio un resultado favorable al automovilista en cuanto al
porcentaje de alcohol. le prodUjO un grave abceso con
varias semanas de incapacidad. Por lo tanto el proble
ma de la extracción de sangre obligatoria habrá de ser
estudiado muy cuidadosamente por los facultativos an
tes que l legislador se vea en condiciones de ordenar
una medida coactiva de tal índole.
Ante los adelantos de la medicina moderna. no es
tan fá<..:il como en el pasado trazar una línea divisoria
entre las lesiones grayes y leves. Hasta lesiones aparen-
temente graves se curan hoy día tras lapsos de tiempo
relativamente breves y han perdido mucho de la peligro
sidad de antes. Así es dable observar que los médicos
de la escuela moderna califican de leve una herida que
los de la vieja escuela huhieran considerado grave.
Asimismo resulta hoy con frecuencia más fácil que
en el pasado prevenir secuelas de carácter permanente,
ya que la cirujía de urgencia entre tanto ha progresado
mucho y por regla general. se obtiene asistencia médi-
ca más rápidamente que en tiempos pasados, hasta en
distritos rurales. He aquí un nuevo aspecto que ha de

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LL ' : > ~ : : ¡ I ro MLDI O 83

: .er tomado en cuenta, tanto por el juez c o mo por el le-


gislador.

Con frecuencia, la determinación del tiempo que du-


ra la incapacidad profesiunal tamhién constituye para
la medicina un caso límite. l-::n efecto, la incapacidad
proksional es cuestión que depende no solo de la mar-
cha que siga una enfermedad desde l punto de vi ta
clínico, sino también de la voluntad de superación del
paciente. I lay caso\ de neurosis de renta en que l indi-
viduo, i n d u ~ i v e despu¿s
de un accidente 1eve, se siente
incapaz de trabajar durante semanas enteras, y por falta
de empeño en curarse efectivamente tarda más de 10
necesario en volv r a la normalidad. En general, la
sobreeqimación de las c o n s e c u e n c i ~ de un accidente
es un factor que merec e ponderarse y ..:. er estudiado con-

cienzudamente por el médico descoso de formarse un


claro concepto sobre el pal1icular. El que una persona
que sufrió una leve conmoción cerebral siga afirman-
du, varias semanas después, que le duele la cabeza e
insista en declararse incapacitada. con frecuenci3 no es
mús que una variante de la llamada neurosis apetecedora,
hien hemos de admicir que la dispusición neurótica s í
puede cau,ar dolores que no concuerdan con el hallaz-
go pato16gico. Aun hace poco, l profesor Krctschmcr
se ocupó de ese fenómeno en una ponencia muy ins-
tructiva, y con ello planteó un problema que ni el médi-
co. ni el jurista dehcn perder de \ ista.

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CAPíTCLO XI

OTROS DICT ÁMEl\ES PERICIALES

Entre los peritos más frecuentemente consultados por


los trihunales se cuentan los expertos en cuestiones de
circulación y tránsito. El número cada vez más cre-
ciente.de graves accidentes de tránsito ha tenido como
consenlenciu el que también aumenta continuamente
el número de juicios penales y civiles tramitados en ese
dominio y en relación con ello surgen prohlemas que
casi siempre deben consultarse con peritos.
He visto que los dictámenes en el sector automovi-
liario a menudo discrepan considerablemente. La in-
terpretación demasiado amplia o muy estrecha de las
reglas de circulación lo mi< ;rno que de las posihilidades
técnicas conduce a declaraciones divergentes sobre la
cuestión de culpahilidad. Si se consulta a dos peritos
con frecuencia se emiten conceptos discrepantes que l
plantean al juez nuevos problemas difíciles de resolver.
Por eso hemos de felicitamos ante el hecho de que
muchos jueces a quienes incumbe decidir sohre acci-
dentes de tránsito ya tienen hoy día experiencia prácti-
ca de automovilista pues aunque no por eso pueda
prescindirse de los servicios del perito el juez estará en

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86 LA PRU :SA

condiciones de someter su dictamt: 1l al examen crítico


y finalmente. basar el fallo en su propio concepto. Otras
dificultades arraigan en ciertas peculiaridades de nues-
tro mismo derecho de tr<-Ínsito. Todo automovilista sabe
qUé: existen disposiciones a las cuales no se les puede
dar eslriclo cumplimiento sin ohstruir la luidel dcllrán-
sito. e n la infracción de tales reglas larnpo O ha de
buscar:-.e siempre la causa de un accidente. Por lo tan
to. no hasta que el perito ponga de relieve la infracción
sin profundizar en el nexo causal. Será necesario pres
tar la más cuidadosa atención a la adecuada formación
de los jueces en matcria:-. de circulación y tránsito. a
fin de ~ e g u r r una correcta solución de problema\¡ de
circulación sujetos a controversia.
Otro grupo de perilos que puede causar problemas

en los tribunales es el de los experto:-; en cuestiones o-


nómicas. Ahí también es dable obser'"ar que diclúme-
nes a veces voluminosos y elahorados con lujo de deta-
lles divergen enormemcnte en la apreciación final del
caso, sin que sc justifique hacer recriminaciones a nin
guno de sus autores. Al fin y al cabo. hien puede haber
lugar a diferencias de opinión sobre la manera de ma-
nejar una empresa. Existen en los dominios de la eco-
nomía casi siempre varios caminos viahles y no es fácil
deslindar el terreno en que un proceder económico u-
ce l umbral de la acción punible.
En un caso de quiebra vi un dictamen en que d pe
rilo precisó el momenlo en que debía solicitarse el
concordato pero a¡¡adió que de haber tenido éxilO
una transacción intentada, la empresa tal vez ~ huhie-

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OTROS DICTAMENES F'ERICIALES 87

ra salvado. El hecho de haber fracasado el intento fue


motivo para comprobar que había culpa. Seguramente
saher hasta qué punto será lícito correr riesgos y en qué
momento deje de serlo es cuestión sohre la cual jamás
habrá un concepto inequívoco.
Lo indicado en tales casos es que uno se forme una
idea precisa de la personalidad del acusado y a la luz de
su conducta anterior decida de buena fe se creía ca
paz de arreglar sus asuntos o si cabe hablar de una
maniohra culposa. o hasta fraudulenta. Que en el mun
do de la economía se dan silvestres los optimistas incu
rables roda el mundo lo sabe.
Un joyero vienés de muy buena familia constmyó
un anillo al cual quedaba incorporado un pequeño en
cendedor de cigarrillos. Teniendo la mirada fija en las
pingües g n n c i ~ que esperaba sacar de su novedosa
creación descuidó su bien acreditado negocio. y poco a
poco fue hundiéndose en un mar de dificultades hasta
que sus manipulaciones finalmente llegaron a configurar
el delito de fraude. Con todo eso nuestro hombre se
guía convencido hasta el final de que la venta de su ani
llo-encendedor que a causa de la persecución penal no
había podido llevar a feliz término le hubiera sacado a
flote sin causar perjuicios a nadie. Como en otros ca-
sos debemos parar mientes cuando se trata de delitos
económicos en la índole del infractor y por lo mismo
no habremos de contiar únicamente en el dictamen del

contador perito.
El perito grafólogo puede hacer una valiosa con-
tribución al esclarecimiento de procesos civiles y pe-

4 Monografla N 22
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88 LA PHLJ:: A

nales. En numerosos casos. la autenticidad de una fir-


ma la averiguación de quién fUe el autor de una carta y
otras in estigaciones similares revisten importancia
deci siva para el falJo. Pero el grafólogo también puede
equivocarse según lo reveló hace poco un juicio trami-
tado en el Trihunal Regional en lo Penal de Viena, en el
cual un perito erróneamente declaró auténtica una fir-
ma falsificada. Si de la solución que halle un problema
de tal jaez depende la ckcisión del juez ~ preciso con-
sultar a un segundo perito.
Si un experto en grafología puede contribuir mucho
a la aclaración de juicios penales y civiles. es cuestión
todavía muy controvertida. Sin duda se trata de una
disciplina científica cuya importancia no ba de tenerse
en menos, pero todavía no se puede decir a ciencia cier-

ta si los progresos que ha venido haciendo la grafología


son 1 ~ u f i c i e n t e l l l e n t e grandes como para permitir la
evaluación p r o c c ~ a l de las conclusiones que se saquen
de las peculiaridades de una escritura. En cuanto a mí.
aconsejaría tratar taJes medios de pmcba con suma cau-
tela.

L a dactiloscopin, en cambio, es una ciencia auxiliar


a la que ha de atribuirse máxima importancia para la
criminología. Debería exigirse su empleo en la inves-
tigación de delitos y sería altamente deseable que los
j u e e ~ estuvieran familiarizados, siquiera con los ele-

menlos de sus métodos.

Es imposible contemplar todos los problemas rela-


cionados con la institución del peritaje, y lo es tanto
mús cuanto que no hay ramo de la técnica, la economía,

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OTRCS DICl \ \ 1 ~ : \ [ S f)lfl;CI/\ .J::S 9

la medicina, la sicología y la criminología respecto del


cual no puedan consultarse peritos especializados e n
determinada materia. Los ~ e r v i i o s de un papirólogo
pueden ser tan indispensables como los del dentista ca-
paz de reconocer a una persona por el estado en que se
encuentra su dentadura. Solo puede tener el presente
estudio por objeto llamar la atención sobre posibles fuen-
tes de en'ores e instruir al juez de tal manera que consi-
caso de
dere
duda todo peritaje
solicite como
varios recurso valioso.
dictámenes. en
y luego decida a su
mejor ien Ia y conCIenCia.

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CAP;n LO X

MEDIOS DE PRUEBA NOVEDOSOS

Los inventos en los dominios de la técnica y otros


ramos del saber hoy día permiten emplear medios
de prueba que aun hace poco apenas eran conocidos De
tiempo atrás. la fotografía es medio de prueba. pero hasta
ahora se trataba de vistas tomadas ú con conocimiento

de los interesados o para fijar l situación en que en


cierto momento se encontrara determinada cosa n la
actualidad fácil es tomar. sin conocimiento de los inte-
resados no solo vistas o retratos individuales. ino una
película entera y utilizarla para l procedimiento pro-
batorjo. Las patrullas de policía y gendarmería vienen
1
equipadas conpara
delo. propias cámaras cinematográficas
identificar a infractoresdedeúltimo
las reglas
de circu]ución y tránsito.

El magnetófono permite registrar conversaciones y


otros sucesos sin que de ello tengan conocimiento las
personas cuyos coloquios han de ser grabados. erced

a los adelantos de la técnica resulta. pues. factible fijar


escenas completas mediante el procedimiento audiovi-
sual en películas y cintas magnetofónicas que luego
pueden utilizarse para fines de demostración en los
estrados.
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LA f- H\/::HA

Por cierto aun queda por aclarar dentro de qué lí-


mite haya de ser admisible el empleo de tales medios

de prueba y hasta dónde sean calificables de prueba au-


  ~ n t i c a . o ~ nada agradable tener que comprobar que
ya no queda ni una sola esfera de l vida privada que no
pueda ser espiada y hecha pública en esa forma. Por
esto en varios países civilizados se ocupan os peritos
en asuntos de derecho penal y civil del problema de la
protección de la vida privada y de los límites dentro de
los cuales hayíl de permitirse l toma de v í ~ t a s y l gra-
bación magnetofónica sin conocimiento de las perso-
nas retratadas. Con ello se plantea tamhién l proble-
ma del margen legal dentro del cual haya de ser lícito
utilizar tales innovaciones como medios de prueba.
Obviamente debe rechazarse uso de pruehas de
l
esa índole en litigios que toquen l esfera privada de una
persona. Ni en las acciones por difamación ni en los
procesos matrimoniales ha de ser declarada admisible
la demostración de la verdad o de hechos alegados por
tales medios. El nuevo proyecto de Código Penal
prohíbe expressis \ erbis l toma de fotos o la grabación
en cinta magnetofónica sin el consenso de los interesa-
dos para el uso posterior que ellos no hayan autorizado.
Por tanto será inadmisible recurrir a medios de prueba
que se hayan producido infringiendo disposiciones de
ulla ley penal.
Distinto es el caso en que se trata de saber si tales
medios técnicos podrán utilizarse con el fin de aclarar
actos delictivos. No se podrá impedir ni tratar de impe-
dir que una patrulla de la policía presente su fotografía

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M l ~ O S Dí-, í HUE:.GA NO J[üC SOS 93

o cinta en calidad de prueba cuando un automovilista


haya incurrido en un delito de tránsito.

Empero cuando un juez de instrucción o un órgano


policiaco grabe en ciOla magnetofónica las declaracio-
nes de u acusado o u testigo. la persona interrogada
debe saber que su testimonio se registra. En este te ne -
no solo se irá formando poco a poco un concepto defi-
nitivo que luego habrá de reflejarse en la legislación y
la jurisprudencia. Aun así. cahe señalar de una vez que
de esas pruebas aparentemente fehacientes se puede
hacer un uso totalmente indebido. Sabido es que se
puede recortar una cinta magnetofónica eliminar par-
tes de una conversación y con ello alterar el sentido d e
las palabras habladas. También es factible tachar pasa-
jes o hablar encima. Cuando se encuentre a una perso-
na capaz de remedar más o menos fielmente la voz del
primer loculor inclusive resulta posible introducir en
el texto grabado declaraciones que jamás han podido
aparecer en el original por la sencilla razón de que el
locutor no las hizo.
Tambit:n es sabido que el fotomontaje se presta para
alterar fotografías y películas que sobre una imagen
pueden p r o y c c t r ~ e las efigies de personas que cuando
se tomaba la vista 110 eslaban presentes etc. Si se recu-
rre a medios técnicos para fines demostrativos no han
de pasarse por alto las fuentes de errores latentes en su
empleo.

Por 1 demás. exislen también medidas defensivas


que una parte litigante puede adoptar a fin de prevenir
el uso de cintas <.:omprometedoras. De Alemania lIega-

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94 LA PHUf:I: A

fOil noticias de un caso en que un abogado trajo en l


cartera las cintas magnetofónicas cuya demostración
había sido admitida por auto de plUeba. Cuando se pro-
cedió a utilizarlas, se descubrió que l grabación estaba
borrada. La contraparte había colocado junto a l car-
tera del abogado otra cartera con un potente electro-
imán que produjo la total eliminación del texto grabado.
Así, el medio de plUeba había desaparecido, y según
las normas legales vigentes ni siquiera se podía proce-
der contra el dueño del artefacto electromagnético.
El ejemplo enseña que en el futuro surgirán problemas
de probanza enteramente nuevos. Otros novedosos me-
dios de prueha que en Austria no deben utilizarse pero
en otros países ya se están ensayando pertenecen a l
medicina. Es plenamente factible interrogar a personas
bajo hipnosis y obtener de ellas informaciones que ja-
más hubieran suministrado en estado de vigilia. Aun
cuando dejemos de un lado la dudosa moralidad de ta-
les procederes, queda por aclarar si los resultados son
en un ciento por ciento verídicos o acaso contengan
enunciaciones que no provienen de la conciencia sino
del inconsciente y por lo tanto den lugar a errores de
apreciación. Es cierto que la hipnosi s se practica con
frecuencia en la sicoterapia a fin de obtener de los pa-
cientes informaciones necesarias para la buena marcha
del tratamiento. Pero el sicoterapeuta tampoco debe
recutTir l hipnotismo sin el consentimiento del pacien-
te. Como medio de prueba procesal, este método debe
rechazarse de plano, por lo menos en la actualidad.
Otro tanto caber observar a grandes rasgos respecto
del llamado suero de la verdad cuya acción dizque

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MFIlIOS O p8UFRr . NOV nosos 95

consiste en desconectar transitoriamente aquellas regio-


nes del cerebro en donde se halla localizada la facultad
imaginativa del hombre con el resultado de que l pcr-
: ona solo está en o n d i i o n e ~ de reproducir auténticas
imágenes mnésicas que tienen su sede en otras zon s
del cerebro. Este procedimiento también es calificable
de problemático en grado sumo y en mi concepto no
ha de contarse entre los medios de prueba judicial d-
misibles.
Cabe conjeturar que l rápida evolución de la téc-
nica y la cienci médic planteará dentro de breve tod
una serie de nuevos problemas de orden probatorio cuyo
estudio le incumbe en primer lugar allegisladür. Si un
tribunal resuelve admitir una prueba qllt c e fuera de la
órbita de lo normal será indi:-.pensab1c ordenar el ex -
men minucioso de tal probanza por peritos idóneos.

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C PíTULO XIII

L CASO I ORTClTO

estudio sobre la prueba quedaría incompleto SI


n
no consideróramos el llamado caso fortuito y las difi-
cultades que se presentan a rafz de su aparición en el
procedimiento probatorio. Como el caso fortuito pue-
de introducir desorden n toda demostración uno o s

en que
inclinaenfácilmente
estén a creer
juego asuntos el azar
de capital dondequiera
importancia. Y sin
embargo, l ida cotidiana abunda en contingencias que
pasan inadvertidas por la sola razón de ser de poc a
monta.
Tal vez sea indicado profundizar algo más en lo que
n
hayallamamos
que de entenderse por caso
casualidad fortuito.es punto
siempre acontecimiento
de intersec-
ción de dos c d e n ~ causales, distintas e independien-
tes la una de la otra.
Todos los días nos encontramos con miles de perso-
nas on las que tenemos que encontranlOS porque nues-
tro el
camino
instante en forzosamente cruza el de
que pasamos delante suyo. En se mismo
alguien cnlzan
las cadenas causales y enseguida vuelven a seguir por
sendas divergentes. Si una de las personas on quienes
topamos diariamente resulta ser un ono ido on quien
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98 LA F'r ¡UlI:lA

11 esperábamos encontrarnos solemos hablar de casua-


lidad. Casualmente. v hoy fulano. diríamos refirién-
tan
donos a inesperado encuentro. El cruce de cadenas
cuu ialcs ha de parecer raro y sorprendente cuando lleve
a resultadus i m p r e v i s t ü ~ Si nos encontramos con la
misma persona varias veces en el curso del día y en
circunstancias poco comunes. nos inclinamos a descar-
tar la posibilidad de que se trate de mera coincidencia
Con todo eso. cualquier buen observador podrá com-
probar que tales encuentros suelen acaecer mucho más
a menudo de lo que se creyera. Lo veremos mús clara-
mente a la luz de los siguientes ejemplos.
Antes de 1938 tuve trato amistoso con un jurista que
posteriormente se hizo abogado. Débido a su traslado a
otra ciudad y a sus convicciones políticas que yo no
compartía la amistad se hahía enfriado y pasó mucho
tiempo sin que hubiera tenido noticias de él o de su
familia. Un día me encontré con el mencionado jurista
en una sala de audiencias. Dos horas después encontré
a su esposa en un café del Centro. y cuando dictaba en
las horas de la tarde una conferencia v en el auditorio
a hija que a la sazón estudiaba derecho. En un solo
s
día pues encontré a toda la familia sin haber tenido
cita con ninguno de ~ u s m i e m b r o ~

Cuando en mi calidad de juez militar me tocó pre-


sidir una corte marcial fue nomhrado vocal un caho cuyo
apellido. por cierto nada frecuente. er Guldanek. En-
tre los expedientes de los que debí conocer figuraba el
de un marinero acusado de haberse ausentado de su
unidad sin licencia. Ese hombre también se llamaba

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 l C SO i O::::;: : UITO

Guldanek. La investigación dio por resultado que los


dos soldados de l Marina no estaban emparentados ni
se l
conocían
vocal y queel mismo
que llevaba azar había llevado
apellido queael
estrados a un
acusado.
Una dama que no vivía en Viena aprovechó su estada
en l capital para ver cine en un teatro No bien se hubo
sentado cuando se percató sorprendida dc que cl ocu-
pante de l butaca adyacente a l suya era su sohrino que
tampoco vivía en Viena ni había ido antes a ese teatro.
U n ahogado v i n é ~ me pidió mediante carta repre-
sentarlo como suhstituto en un juicio entablado ante un
juzgado de Wicncr Ncustadt y l respecto me cornunicó
que su cliente. un tal Franz Anders. iría a verme allí
media hora antes de iniciarse la audiencia con el fin de
conversar conmigo sobre el particular. Cuando llegué
l juzgado y mandé llamar l cliente apareció un señor
me saludó y en1pezó a contarme una historia que a to-
das luces nada tenía que ver con el pleito del cual me
había hecho cargo. A los pocos minutos se comprobó
que en el juzgado distrital de Wiener Neustadt estaba
esperando un segundo Franz Anders a que se diera co-
mienzo a otra vista y también debía encontrarse all í
con un abogado que no conocía.
Partiendo de Hamburgo en 1953 encontré en el
aeropuesto a dos miembros de l junta directiva del par-
tido socialista quienes luego sc embarcaron en el Inis-
mo avión rumbo a Viena. Ninguno de los dos sabía
el ni
que otro también por el exterior;
remotamente cabía estaba
hablar viajando
de que hubieran acordado
encontrarse con ocasión de su gira.

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1 L PHIJE8A

Ahora bien, me pregunto si es concebible que un tri-


bunal creyera en la casualidad de los encuentros arriba

descritos si estuvieran relacionados con algún caso ju-


rídico. ¡,Qué diría el encargado de la investigación o el
juez? Los oigo: No me vcng.m con cuentos , Sin
embargo, tales casos fortuitos se dan aunque nadie les
preste atención, y no tropiezan con l incredulidad, sino
cuando se intente atribuirles un sentido. Pero, ¿ no es
también posible encontrarse por pura casualidad con
una niii.a que poco después caiga víctima de un crimen?
Parar mientes en casualidades y examinar minu-
ciosamente las distintas series causales, ha de ser con-
dición primera e indispensable en juicios basados en
indicios. En tales juicios no hay confesión, ni hay, por
lo pronto, cadena ininterrumpida de pruebas, y uno se
ve en la necesidad de formarse un concepto de lo ocu-
rrido y del presunto delincuente, contemplando un gran
número de detalles materiales.
Ahora bien, si una coincidencia resultante del azar
cuadra con la combinación de ideas que nos hayamos
formado ut un crimen. no e s l r e m o ~ particularmente
bien dispuestos, que digamos, a creer en l casualidad.
Si, por ejemplo la descripción de una persona a gran-
des rasgos se asemeja l semblante del desgraciado a
quien l sobrevino la contingencia, ya empiezan a es-
trecharse las mallas de la red que lo tiene aprisionado.
Pero no debemos perder de vista que la descripción de
estatura mediana, esbelto, rubio y de ojos azules tan
perfectamente se acomoda a los rasgos de miles de otros
individuos como a los del que por casualidad tenía su

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  l C SO o m U ITO 101

puesto alIado de aquella señora que, casualmente, asis-


tía a la misma función de cine.
E] recurso de maITas que consiste en exigir al sos-
pechoso una coartada, con frecuencia queda condena-
do al fracaso. Si por la noche se me ocurre dar una
vuelta, posteriormente no será fácil prohar que entre
las 9 y las 2 caminaba por I Avenida Ringstrasse y no
me encontraba cerca de la Plaza de Schwarzcnbcrg.
Cuanto más corto sea el lapso de tiempo dentro del cual

ha podido perpetrarse un delito, más difícil será pre-


sentar una coartada, pues ni un buen amigo con quien
me topara en mi paseo podrá decir a ciencia cierta si
nuestro encuentro tuvo lugar a las 9 y cuarto o faltando
un cuarto para las 10. Hay otros rasgos distintos que
pueden resultar c o m p r ü m e t c d o r e ~
pero no n ece-
sariamente han de convencernos. ¡Cuántas personas no
lucen trajes similares, o incluso iguales
n una época en que se investigaba un asesinato ocu-
rrido en Viena y se buscaba al hombre del difJflecoat ,
cuya existencia jamús se logró comprobar, esa prenda
era de moda y había centenares de jóvenes que la gasta-
ban, Tampoco costará trabajo dar con unos cuantos
miles de caballeros de cierta edad que poseen un sobre-
touo negro y en determinado día lo llevaban. Entonces,
¿será realmente cosa tan grave el que una persona haya
llevado en las horas en que se cometió el delito una
gabardina igual a la del presunto delincuente? La mis-
ma duda ha de surgir cuando se trate de indicios califi-
cables de gravemente sospechosos.
En un caso de asesinato por envenenamiento se le
había encontrado raticida a un sospechoso, y como en

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102 L P R U ~ R

el dictamen del médIco forense q u e a la postre resul-


tó cquivoc do se suponía que a la víctima se le había

administrado veneno
taba convencido para malar
de haber ratones.
identificado al el tribunal
autor es-
del cri-
men. De haberse practicado una investigación más
minuciosa probablemente ~ huhicra podido compro-
har que en muchos hogares de la aldea se guardaban
raticidí.ls. En otro caso la sospecha soJo se debía al
hecho de que la muerte había sido causada por enve-
nenamiento con E 605 Y una de las personas a quienes
hubiera podido imputarse el crimen tenía guardado en un
frasco empezado ese producto fitosanitario que en la
actualidad tiene gran demanda l acusado a quien que-
rían imputar como motivo haber tenido la intención de
eliminar a un coheredero solo quedó dispensado de te-
ner que comparecer ante los jueces en plenario después
de habcr e encontrado una carta de la ·'víctima cuyo
texto confirmó la hipótesis de suicidio
Por es no se puede m n o ~ que insistir en la nece-
sidad de proceder con mueha cautela en la evaluación
de los distintos medios de prueba sin dejarse guiar por
opiniones preconcebidas.

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C P Ín JL O XIV

APRECIACIÓN E LA PRUEBA

Son más bien pocos los casos jurídicos que se ca-


racterizan por una clara e inequívoca situación r -

hatoria. En juicios complicados de naturaleza penal o


civil debe contarse con afirmaciones opuestas decla-
raciones testimoniales divergentes dictámenes de peri-
tos que dejan lugar a dudas o que inclusive se contradi-
catálogo
cen a veces. probatorios
de recursos Una vez queelsetribunal
haya agotado el llegar a
tiene que
una apreciación de pruebas que constituye la base del
fallo. Así pues el juez no solo se ve obligado a exami-
nar l grado de veracidad inherente a las declaraciones
de los litigantes sino que también necesita sopesar a
cuál de los testigos haya dc dar crédito teniendo en
cuenta que hasta el testigo fidedigno puede equivocar-
se en breve es preciso someter a un examen m nu Ío-
so todos los medios de prueba que en l juicio hallen
aplicación. l juez único le toca resolver solo tan deli-
cado problema En los tribunales colegiados se reque-
rirá una deliberación detenida para llegar a claras con-
clusiones.
Cuanto más se prolongue el juicio y más medios de
prueba se movilicen más trabajoso resulta librar una

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1 4 LA PRUCtl¡\

resolución que dé en la clave. El asunto se dificulta aún


más cuando despierta el interés de la prensa y se difun-

dan conceptos
se haya formadoyalabien definidos
opinión que Ni
pública. sobre el particular
siquiera al juez
letrado le será fácil mantenerse alejado de influencias
externas Aún más propensos a dejarse influir por el
medio son los jueces legos que a veces lo encontrarán
muy difícil no prestar oídos a las voces de la simpatía
y la antipatía , como reza la fórmula de juramento,
Basta con percatarse e la tensión nerviosa reinante en
elauditorio de un tribunal de conciencia para caer en la
cuenta de las mil contingencias susceptibles de produ-
cir en las masas u estado de excitación que fácilmente
secomunica a los mismos jurados. Por lo demás, el
hecho de que los jueces de conciencia solo necesitan
su n s sión
motivar y
veredicto brevemente secreta
entraña otra dificultad digna de ponderarse en cuanto
atañe a la apreciación de la prueba.
e ahí que parezca indicado considerar si no debiera
proveerse lo necesario para permitir una revisión e la
apreciación de la prueba en todos los juicios penales.
Según l derecho vigente, la apreciación de l prueba
solo puede impugnarse cuando la sentencia haya sido
emitida por un juzgado distrital o un juez único. Si l
que juzga es un tribunal de escabinos, o incluso un tri-
bunal de jurados, queda como único recurso el de nuli-
dad que expresamente excluye la impugnación dc la
apreciación de pruebas. Aun hace pocos años, ni si-
quiera podía interponerse plena apelación contra los
fallos de jueces únicos en las cortes. Fue necesario pro-
mulgar una modificación muy controvertida al Código

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APRE CIACION D [ L PK J[BA 105

de Procedimiento Penal para crear las salas de apela-


ción adjuntas a los tribunales supremos de provincia.
l
argumento
ampliación delque se esgrime
recurso en contra plena
de la apelación de unaalega
nueva
la
imposibilidad de que una sala de apelación integrada
exclusivamente por jueces letrados revoque con base
en vicios inherentes a la apreciación de la prueba una
sentencia en cuya emisión parliciparonjueces legos. El
argumento no convence ni ha de ser motivo para ex-
cluir hasta en lo por venir precisamente cuando se tra-
ta de delitos y penas de extrema gravedad una revisión
de la apreciación de pruebas que sí parece admisible
para condenas de menor trascendencia. Si bien creo
que no ha de ser la Corte Suprema la que debe tramitar
la repetición del procedimiento probatorio no veo por
la
qué cuandono haya
rias dudas apreciación de la revocar
de ser posihle prucba dé
unalugar a se-
sentencia
y remitirla a la primera instancia para nueva audiencia.
l instituto jurídico del recurso de nulidad está defini-
do en forma demasiado estrecha para permitir la autén-
tica revisión de una sentencia. Si se da estricto cumpli-
miento a las normas procesales del Código de Procedi-
miento Penal y no se cometen errores jurídicos en la
apreciación de los hechos puede abandonarse toda es-
peranza de luchar con éxito contra un fallo de primera
instancia aun cuando uno esté firmemente convencido
de que la apreciación de la prueba no se ciñe a la reali-
dad y por ende resulta equivocada la sentencia que en
ella se apoya.
Casi todas las sentencias que por resultar equivoca-
das hicieron sensación en tiempos recientes fueron con

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106 LA PHU :BA

firmadas por la Corte Suprema. Esta observación no


implica ninguna crítica al tribunal más alto de la Re

pública
en sinoactual
su forma tan solo enseña
no es que el recurso
instrumento de nulidad
i óneo para reme-

diar errores judiciales. Muy raras veces es el error judi


cial error de derecho por regla general lo es de hecho.
El error de derecho puede ser subsanado en cualquier
momento mediante el recurso de nulidad destinado a
salvaguardar la ley Para la impugnación del error de
hecho no ofrece nuestro Código de Procedimiento nin
gún recurso eficaz y por consiguiente ha de ser tarea
para el futuro llevar a cabo no solo la reforma del de
recho penal sino también la del Código de Procedimien
to Penal en cuanto respecta a esta materia.
La vieja máxima de que cuatro ojos ven más que dos
también es aplicable a la revisión de fallos. En este
caso también dos tribunales facultados para abordar la
cuestión de la prueba ven más que uno solo. Las expe
riencias que han venido adquiriéndose con las salas de
apelación adjuntas a los tribunales superiores de pro
vincia son muy buenas Muchas sentencias viciadas de
errores que habían sido pronunciadas por jueces únicos
fueron revocadas por las salas de apelación siendo de
advertir que el recurso de nulidad jamás hubiera dado
resultado en tales casos. El alegato que para la sala de
apelación del tribunal superior de provincia con frecuen
cia resulta convincente para la Corte Suprema es im
pugnación inadmisible de la apreciación de prueba.
Una verdadera dificultad se plantea en relación
con los fallos de los tribunales del pueblo cuya motiva-

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APRFCIAC OJ\i F I A PRUF A 107

ción consiste en las palabras lapidarias: La sentencia


se funda en el veredicto de los jurados .

Será necesario someter la judicatura de los jurados


de nuevo a un examen minucioso La participación d e l
pueblo en la jurisdicción debe servir a la seguridad jurí
dica, y no ponerla en peligro. Pero un fallo con motiva-
ción deficiente o que inclusive carezca de ella, está en
contradicción con la seguridad del derecho de los indi
viduos.
Durante más de 20 años he venido dedicándome a la
jurisprudencia práctica en los estrados y he ejercido
funciones de juez, fiscal y defensor. La experiencia que
he adquirido en estos dominios me h enseñado cuán fá-
cilmente se desliza un juicio por el mal camino y cuán
difícil es resolver cuál entre varias declaraciones o n -
tradictorias será la que concuerde con los hechos, y como
defensor he podido percatarme en no pocas ocasiones
de lo ingrato que es luchar contra una opinión precon
cebida. Está fundado en la naturaleza humana el que
inclusive un buen juez que haya estudiado un sumario,
poco antes de llevar la causa a plenario se forme un
concepto del juicio por tramitar y trate de apoyar el re
sultado en la opinión que se haya formado a la luz del
estudio del expediente. En tales circunstancias, fácil-
mente se inclinará a restarles crédito a las afirmaciones
de un acusado o a las declaraciones de testigos para no
tener que desbaratar l trabazón de pruebas que tanto

trabajo le costó elaborar.


Resulta ventajoso que los jueces legos de un tribu-
nal de escabinos no tienen conocimiento del expedien-

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1 8

te y entran en deliberaciones sin prejuicios. Por otra


parte existe el riesgo de que en vez de formarse su pro-
pio concepto
pruebas de laseexactitud
aducidas adhierandedócilmente
las pruebas
a lay opinión
contra-
del juez letrado que lÍene mucha experiencia y conoce
el sumario a fondo.
De ahí la necesidad de señalar con ahínco la fuente
de errores latente en todos los medios de prueba. a
l
posibilidad
todos de controlar
los juicios apreciación
sin excepción de laque
es postulado prueba en
se jus-
tifica teniendo en cuenta la reforma del derecho que se
ha de realizar en el próximo futuro.

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C PiTeLO XV

IN DUBIO PRO REO

Bien se comprende que l criminalista aspire a des-


cubrir al autor de un acto delictivo, a probar su culpabi-
lidad y lograr su condenación. También es interés de la
colectividad que l individuo que cometió un delito re-
ciba su merecido castigo. El fiscal hará esfuerzos por
convencer al tribunal de la culpa del acusado, y el juez

por muy de
l juicio escrupuloso que
tal manera quesea,
se se empeñará
cierre en conducir
la cadena de prue-
has y en prevenir que quede impune el delito de una
persona a la que, subjetivamente, considera culpable.
Empero, tales aspiraciones humanamente compren-
sihles y de interés público no deben llevar hasta l ex-
tremo de querer asegurar l fallo condenatorio, cueste
1 que costare. y suponer que hay certeza donde ni la
más escrupulosa demostración logró disipar dudas y
eliminar lagunas. Ni con toda la buena voluntad que se
tenga será posihle aclarar todos los delitos habidos o
por haber y comprobar la credibilidad y exactitud de
todos los medios de prueba a los que se recurra.
Por tanto. debe hallar aplicación l principio del in
du io p r o dondequiera qne quepa duda acerca de la

culpabilidad del acusado. La absolución por falta de

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110 I PRUEB

pruebas generalmente no satisface a nadie. Un acto


delictivo queda sin aclarar y la opinión pública no con-

siderará rehabilitado a un acusado que haya sido ab-


suelto por este motivo. A pesar de ello con razón se
dictan muchos fallos absolutorios solo porque subsiste
una laguna en la cadena de pruebas y las sospechas que
hay no alcanzan para justificar una condena.
Ciertamente esto deja mucho que desear pero es

inevitable
dictar siempre
un fallo que uno Es
equivocado. quiera eludir
preciso
el riesgo de
subrayar siem-
pre de nuevo que la prueba indiciaria no puede consi-
derarse lograda sino cuando según la situación pro-
batoria l acusado tiene que ser y no solo puede ser el
delincuente. Con la mera probabilidad por muy gran-
de que sea no basta. Si en l procedimiento probatorio
solo llegamos a la probabilidad. no debe dictarse fallo
condenatorio con tal que se haya interpretado correc-
tamente la ley
El que en un procedimiento probatorio se establezca
sea tan solo la probabilidad sea la certidumbre de la
culpabilidad de una persona con frecuencia depende
de la manera como se conduzca el juicio y de la acerta-
d apreciación de todos los medios de prueba disponi-
bles. Nuestras reflexiones anteriores sobre los distin-
tos medios de prueba habrán enseñado la necesidad
imperiosa de someter las pruebas en todo caso al exa-
men crítico.
Nunca debemos olvidar que en un juicio se decide la
suerte de un hombre y que son hombres seres que pue-
den equivocarse quienes cooperan en el esclarecimiento

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 N DU IO r > iO I H O 111

de la verdad. Tampoco hahremos de perder de vista


que puede haber muchos motivos para que uno se sus-
traiga al deber de ser objetivo e intente dar al juicio el
rumbo que se desee.
Muy grande es la importancia que para el juicio tie-
ne la declaración testimonial. De ahí que los testigos
tengan su parte de responsabilidad en la sentencia que
se pronuncie. Y de ahí también. que el falso testimonio
constituya grave delito. Contra los testimonios falsos
es preciso proceder con todo el rigor de la ley pues que
socavan el fundamento mismo en que descansa lajusti-
cia. Pero no es fácil distinguir entre la declaración tes-
timonial deliheradamente falsa y la declaración sub-
jetivamente correcta si bien objetivamente falsa y queda
a la responsabilidad del juez examinar cuidadosamente
si las declaraciones de los testigos concuerdan también
con la verdad objetiva.
Ha de parecer deficiente el fallo que en los conside-
randos solo aduce que el acusado quedó comprometido
por los cargos de dos testigos sin tr t r de ellos más
detenidamente. s de desear que todas las personas par-
ticipantes en un juicio realmente consideren como su
deber establecer la verdad e imponer el derecho. No le
incumbe l fiscal sostener a todo trance una acusación
de cuya veracidad quizás él mismo haya empezado a
dudar ni es de la incumbencia del defensor poner tra-
ba a la indagación de la verdad sino contribuir con su
parte a que la verdad se esclarezca en el propio interés
del acusado.
El conocimiento de la ley por sí solo no hace al ju -
rista. Solo el conocimiento de la sique humana y la sa

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112 i P UEBA

biduría mundana, en combinación con los adelantos de


la jurisprudencia moderna, son garantía para que se dic-

ten fallos acertados y cuando se presente la ocasión,


hasta infundan el valor necesario para confesar que un
caso no pudo aclararse. Dejémonos de construir falsas
teorías con el único propósito de afe Tarnos a una opi-
nión preconcebida. ue nos sirva de e::..carmiento el
diálogo que se entabló entre l doctor Fausto y Mefis-
f
tófeles cuando debía darse
Schwerdtlein. de la muerte del señor

una vieja idea popular la que expresa Mefistó-


s
feles en estas palabras: Pues sí, buena sefíora, por boca
de dos testigos se da a conocer la verdad por doquier ,
Conforme a ello, pide a Fausto dar f de que los despo-

jos de Schwerdtlein yacen en Padua, tendidos en sagra-


do lugar. Y lo estimula a rendir falso testimonio, di-
ciendo: Teqificad con toda confianza, así sea poco lo
que sabéis , Y cuando Fausto se opone a]a sugerencia
Mefistófeles prorrumpe en las siguientes palabras de
burla:

i Oh, santo varón' A f mía que lo sois. ¿Acaso es


e ~ t la primera vez en vuestra vida que habréis jurado
en falso? ¿De Dios, del mundo y de lo que en él se mue-
ve, del hombre y de cuanto su cabeza y su corazón al-
bergan. no habéis dado definiciones mil y tan potentes,
con gran descaro y de do en pecho'? Mas si bien lo
meditáis, de confesar habéis que de ello no sabíais ni
un adarme más de la muerte del buen señor Schwerdtlein
que en paz descanse .

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I ~ DU81 rflO R O 3

Guardémonos, pues, de que esas palahras de -


fistófeles se hagan valer en n u ~ t r o s tribunales

¡Nunca testifiquemos la muerte del sei10r hwerd-


tlein sin saber exactamente dónde vivió dónde murió y
dónde está sepultado

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COLECCIÓN MONOGRAFÍAS JURÍDIC S

rimera Serie

1. Na urah';.a del pmct'.ro dc quiehra


UGO R o c e o
2. La I/uera Com',iluciólI de la URSS (texto y comenta-
rios)
PEDRO PABLO CA\1ARGO

3. l problt.'II/a y el método de la ciencia del derecho pe-


nal
ARTt RO ROCCO

4. Esquema para una teoría del poder constituyel1te


L U S CARLOS SfíClIICA

S l.as l1rt inl1t s 11 ponadnr ,JI rl \cuC'J'do de Carta¡;o1(l


I I F R N ~ K ALBERTO GO:\ZÁLEZ P

Ó La retroactividad de las leyes cll'iles


RODRIGO NOGUERA BARRb JECIIE

7. U :'o y abuso del eSlado de sitio


LUZ AMPARO SERRAKO

8 La /uHesiúlI
Mll cíADES C:OR I I ,S

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9. El control de conslilucionulidad y sus fIIecunisl}/os


I LIIS CARLOS SÁCHICA

10 personijlcación jurídiclI de las sociedades


I.LI

GABINO PI\lZÓN

11 LiC¡llidacián de la condena en a JstraelO


r ELSON R MORA

12. Estudio de las ohligaciolles I/aturales

RODRIGO NOGUERA IlARRENECHE


13 De los delilm cUl/lra el potrilllonio (,collámiro
LlSAr;DlW MARTÍNEZ ZC ;IGA

14 E\fudio so Jre el sccrefO profesional


EDCARDO RODRÍGUEZ PII\ERES

15 Modernos transformacioNes ell la teoría del delito


RICHARD BUSCH

16 Ij)S derec/tos de Culombio en el Canal de Panamá


JOSÉ JOAQUÍN GORI

17 sobre la carta de crédito


lriaciolles
ÁLVARO I ÉREZ VIVES

18. Del derecho de autor y del derechu de il vemor


PHILlPP ALLFELD

19. La administración de justicia e/1 la u.R.S.S.


V V KULlKOV

20. El delito cllwcional


ANTONIO JOSÉ CANCIMJ
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21. l 1Ill(:TO Cúdigo Pella al/le la ~ ¡ q l l i a t r í a

ROm,R10 SERPA FLfíREZ


22. La prueha
o n o TSCHADEK
23. El (lt·liro de ( / I l / ( ~ j l l l t ¡ c ¡ ( J

ANTOI\IO JOSÉ CANCII\O


24. Del abuso de los derechos . 01 -0:-; el/sayos
LOl'IS JOSSERA 'iD

25. Las bases del sistell/u jllrfdico son'ético


E. L. J O I I ~ S O N

26. Obligaciol1e,\' dirisibles e indh'isibles en el Cúdigo eh'jl


JORGE P E I R A ~ ) FACIO
27, f)os ('sfudios sohrr' l teoría del delito
KARL-IIEI:\Z GOSSEL
2H ¡ ~ · . \ t r u c t l l r a de l 11I0ra en el Código Civil
JORGE PElRANO PACIO
2<1. 1; TiC 11( fu fllfo In t l o ~ IllfÍtica j II ridi ('(}pellnl?
ENRIQlIo GIMBER:\AT O.
30. Los prc/crcllcias t 1I las solicit/{(h-s dl' los rej ,islros
I1Jarcario\
~ l A ~ l . . E I . PACHÓN \1l \;OZ

i 1. I.fl esTructura tlel ordcn jur/dicn


ROrlERT WALTER
1
.1 . . . . Las teorías puros dd derecho

WOLFGAI\G seHI .D

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33. Corporación, criminalidad y ley penal


Ém,AR SAAVEDRA ROJAS

34. Carúcter ('.wrbiwllfe de l del/oula de cadllcidad


(; 1/ la cOllfratac ólI adfllinistrativa
JULIO ROBALLO L
35. El delito continuado
J l I ~ FERNÁNDEZ CARRAS()lJILLA

36. Pellas u:CllI1iarias


ÉDGAR SAAVEDRA ROJAS
37. Evolución yjittum del derec/w procesal
J l J ~ 10I\TERO AROCA
38. Manual del párroco

HERNAN ARBOLEDA V
39. La wilogestión tII/Ulici¡w
JOSÉ TORRES VERGARA
40. La idea del jin e el derecho penal
FRANZ VON L1SZT
41. Dditos financieros (decreto 2920 de 1982)
JAIME BERNAL ClIÉLLAR y CARLOS F OSORIO
42. El delito en el arte
B E R ~ R D I N O ALlMENA
43. La acc;ón en el sistema de los derechos
GICSEPPE C:1l10VEI\DA
44. El üjensor en el proceso penal
KARL-HEl lZ GOSSEL
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45. Discurso preliminar del Código Civil francés


JEAN-ETIENl\E-\IARIE PORTALlS

46. Crilllillolof:ía y 1l1l.e\ O Código Pt'fwl


ÁLVARO ORLA:--JDO PÉREZ PI:-;ZÓN

47. Algullas falacias il ferprctath'as de los tÍfulos-l'a ores


GILBERTO PEÑA CASTRILLÓ

48, a acción palifiana (Ago/mlo)


HERl\Ál\ JARAMILLO VALE: JCIA

49. NUf \ a estructura del deliro y del error n el


Código Penal
MIGUEL YACAMÁ: J YIDI

50. La fidllcia ,JI Colombia


GILBERTO PEJ\A CASTRILLÓl\

egunda erie

51. ArrendamienTo de locales comerciales


JOSÉ FÉLIX ESCOBAR

52 Régimen jurídico de la extradición Agotado)


MARCO GERARDO MONROY CAHRA

53. Principios constitucionales y legales


de la administración
LL IS CARLOS SÁCHICA

54. Cómo nace el derecho


F R ~ C E S C O CAR:--JELUTTI

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55. Las miserias del proceso penal


rRAI\CESCO CARNELLITI

56. Cómn se ¡/(Jet un p r o u ~ · o


rRA iCESCO CARNELUITI

57. Principios rectores de la 1//u:va ley pmcn(l pena


FER iA iDO VELÁSQt;EZ y.
5X La cura oClllta de la droga

ROSA DEL OLMO


59. La prueha ell elmu'l'u Códir.:o ProCf'saj PCI/a
GLSTAVO MORALES VIARÍ i
60. p{[C[ ) arbitral y arhitramellfa ( 11 cOI/ciencia

GIIRERTO PE: ;A C ASTRILLÓI\ y NÉSTOR H \IARTÍ iEZ

61. El siRIo XIX y las ('inICias Crilllilltlle . i


I ERRAI\DO MA HOVA i1
62. NIIC\ {IS tcndel/cias del derecho pf'llal chino
GlIILLER\1O PLYA iA MUTIS
63. C{)l/Ira/o de corretaje en Colombia

GABRIEl. CORREA ARA iGO


64. Udilus de hOlllicidio
E iRIQUE BACIGALl PO

65. Lo pcrspcciiHl aIJolicioni.'ita


ÁLVARO ORLANDO PÉREZ PINZÓ >
66. Arrcndamiento de jarales cOllwrc;ales
JOSÉ FERNANDO RA\IÍREZ GÓMEZ
67. El amparo
¡VÁN ESCOBAR rORl\OS
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68. El nrhiframenfo UI la legislación canadiense


LUDWIG KOS-RA8CEWICZ
69. ro iJloperatiridad del lIegucio jllrfdico

HU\IBERTO DE LA CALLE L O M H ~

70. La asociación de municipios


LUIS r E R I \ ~ D O LOAIZA
71. El coflfrafo administrativo
l t A I \ CARLOS RAMÍREZ GÓ\1EZ

72. La lucha por el derecho


RU OLPH V ~ II1ER1NG

71. nesastre \ derecho


l_l IS R08ERTO WIES:-;ER
74. Promesa de coflfralO opcióll y preferencia
ORL\:-;110 LEAL DA VILA
75 Fwulol/len/os fIletudo ór:icos de la 1 lUTa tcorfa
del delito
GULLERMO VILLA ALZATE

76. Kelsell CI Colomhia Agotado)


LUIS VILLAR BORDA

77. La fi'fosoFa del derecho el la p ) ~ ; n l O d e m i d a d

ARTlllIR KAlF\IANN
7g Las IalClClw de algunas falarias
BER:-;ARDO TRL JILLO CALLE
71 } ¿ Q u / es /lna Constitución?
F E R D I ~ I \ D LAS SALLE

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80. Tres estudios sobre la simulación


ORLA: JDO LEAL DÁ VILA
X AUC de la /ccú511 de lufela. Guía prúctica
y jurispnuJeflcia
GERMÁt ORTEGA RIBERO
82 Refati\ isl1lo \ derecho
GlJSTAV RADBRI:CII
g3. La polémica entorno a la acción y el la teoría d d injusto
eJl la all lnanCl
ciel cia pellal
HAt S-JOACIIIM HIRSCH

R4 La (lutorreguladón publicitaria en Colombia


CLARA I.ETICIA ROJAS
85. Sistemu normativo de n COllsrituciún de 1991
JCAI\: MANI EL CHARRY
86. Poslllodemidad \ derecho
rERNANDO DE TRAZEGt IES GRA JDA
87 Derecho y justicia
RALl DREIER

8R Ética médico y respo/lsabilidad legal c/c/médico


ROBERTO SERPA FIflREZ

89 Coca-cocaína: entre el derecho y la guerra


JUAN HlSTOS RAMiREZ
90. De la libertad f I l e / ~ r / s i c a al régimen de las liherrades
públicas
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FRA JCISCO J. ZULlJAGA Z
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91 ABe del Código Disciplinarío {)níco


,ERMA:-I ORTEGA RIBERO
92 El prÍlu ipe
NICOLÁS MAQUIAVELO
93. I a codifica( ián en la sociedad pos/J/odema:
: muerte de l fl Jwmdigmo
CARLOS A RAMOS ~ Ú \ i E Z

94. Patrimonio de familia


ROBERTO SUÁREZ FRANCO

lJ5 Ohediencia al ch rcc/¡o, desobediencia civil y o ' ~ i f ( . ' i ó l l

de cOl/ciencia
HERNÁI\ ORTI RIVAS
96. Del wllislIIO al triali. dllu jurídico
MAURICIO PLAZAS VEGA

97. De los detilos y de las pellas


CESARE BECCARIA

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ESrl:.l.IHR() Sb. '11::R.\1J:\O [ ) [ 1\I1'KI.\-1IR N LOS lALLI::

RES DE EDITORL\L NO\10 ), 1:1, DI,.\- \TJ.'TlI, :\O D [ ABRIL

DI' \ 1I1. :-.¡o\T,l1E\,¡TOS l\O\T:\TA y ,,'lIFVF.. A: \IvTRSA-

RIO DEL \;,\Cl.\1IEJ\TO DE J O SÉ VICENTE C O N C H A

n. ~ 1 . I V lX67 m 9, XII 1929),

LABORE ET CONSTANTIA

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