BETO - "Yo Maté La Metáfora y Puse Cosas Crudas", Silba
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BETO - "Yo Maté La Metáfora y Puse Cosas Crudas", Silba
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ISSN 2422-5541 [online] ISSN 2422-5444 [impresa]
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1. Introducción
E
ste artículo tiene como objetivo analizar las trayectorias socio-culturales de
un grupo de varones jóvenes de clases populares, músicos y productores de
cumbia villera1. La cumbia en Argentina es uno de los géneros musicales más
populares, tanto por su difusión masiva como por la pertenencia social de los pú-
blicos que históricamente la han consumido (Cragnolini, 2006; Semán y Vila, 2011;
Silba, 2011; Alabarces y Silba, 2014), apropiándose de ella para hacerla parte de su
vida cotidiana y en especial de diversos momentos festivos (De Nora, 2000).
Los músicos que conforman las diferentes agrupaciones de cumbia villera suelen
aparecer, en los medios de comunicación y en los discursos del sentido común he-
gemónico, como actores sociales criticados en función de capacidades artísticas
supuestamente limitadas. Esto permitiría poner en duda la calidad de los productos
musicales que producen y, por extensión, la pobreza de las competencias culturales
de éstos y de sus públicos, con quienes compartirían, en teoría, la pertenencia de
clase y las prácticas culturales asociadas a ella. Complementariamente aparece otro
actor central del campo cumbiero, la industria, catalogada por la crítica musical no
solo en términos de pobreza artística sino fundamentalmente condicionada por el
rédito económico, lo que la haría producir “bandas en serie” (Cragnolini, 2006),
sin demasiado cuidado por la propuesta musical de cada una de ellas, su origina-
lidad y/o la diferenciación entre sí. En ese contexto, utilicé herramientas de análisis
cultural para poder cuestionar algunos de estos supuestos, los cuales aparecían
atravesados por una alta dosis de sentido común, empeñado por homogeneizar
una realidad social sin dudas harto más compleja. Siguiendo a Becker (2010) “a
falta de conocimiento real, el imaginario toma la posta”. El desafío era conocer el
contexto amplio de producción de esta música para discutir y desarmar, justa-
mente, dichos imaginarios.
Frente a ese contexto, entendí que el primer paso era conocer quiénes eran, efec-
tivamente, esos sujetos. Ahondando en sus trayectorias familiares, educativas y la-
borales podía conocer y comprender de qué forma habían construido su vínculo
con la música a lo largo de su historia. La metodología se basó en entrevistas bio-
gráficamente orientadas realizadas entre 2012 y 2014 en la región del AMBA, y se
complementó con observación participante en diversos locales bailables, así como
en ensayos de las bandas de cumbia seleccionadas. Respecto del abordaje, se basó
en la etnografía. La estrategia de investigación se fundó en que la inserción del in-
vestigador en las distintas dimensiones de la vida de los actores sociales conduce a
un conocimiento profundo de los significados de sus prácticas y representaciones
a través de la observación y la participación de las actividades que éstos desarrollan.
Así, el compartir contextos cotidianos me permitió conocer los sentidos que cada
uno de ellos le atribuía a las interacciones con el resto de los actores sociales. Sin
embargo, retomo la advertencia de Cardoso de Oliveira (1996):
“En el acto de escuchar al “informante”, el etnólogo ejerce un “poder” extraordi-
nario sobre el mismo, aunque él pretenda posicionarse como el observador más
neutral posible, como lo postula el objetivismo más radical. Ese poder, subyacente
en las relaciones humanas -que autores como Foucault jamás se cansará de denun-
2. El trabajo de campo
110 SILBA
3. Una noche con La Repandilla
Luego de hablar con varios de los músicos, y esperar un buen rato sentada afuera,
finalmente llegó Belondi. En relación a su trayectoria familiar y sus comienzos con
la música, Oscar contó:
Mi mamá es ama de casa, mi papá empleado municipal, fue recolector de basura
y ciruja, teníamos seis carros con seis caballos. Vivíamos de juntar cartón. Nuestro
alimento eran [las sobras de los otros], las colillas de los fiambres que tiraban. Mis
juguetes eran los que me tocaban: un autito sin ruedas, un muñeco sin brazos. Mi
experiencia y mi niñez fueron muy lindas. No fui el más feliz, pero como no cono-
cíamos otra forma de vida, tampoco fui infeliz.
[En mi familia] ninguno es músico excepto mis hermanos más chicos. Todo esto
nació agarrando las ollas de mis viejos. Escuchaba música y copiaba los detalles mu-
sicales. Hacía varios ritmos: rock, reggae y salsa… A los 10 [años] mis viejos me re-
galaron los primeros timbales, y ya no sonaba a latas, mi ritmo sonaba a percusión.
Ahí empecé a tocar en grupos barriales, me venían a buscar, no era que tocaba bien,
tenía el instrumento. Era como el dueño de la pelota. Entonces empecé a tocar en
un montón de grupos, cada grupo con su estilo, y fui adquiriendo mucha experien-
cia.
Por el lado de la formación musical:
Cuando me llamaron de Yerba Brava se complicó porque mi familia no quería
que cantara cumbia villera, “Yuta compadre…” y esas cosas. Mi mama decía “cantás
tan lindo, hijo, y que estés cantando eso”. A mí me daba igual porque para mí la
música es música, no me molestaba “bajar el nivel”, ¿se entiende? Escuchaba de
todo, enseñaba percusión, soy profesor de percusión. Estudié con profesores parti-
culares. Mi maestro de batería es un pibe que hace música cristiana y él me enseño
la técnica que ahora es mi herramienta de trabajo. Y la percusión la estudiaba tam-
bién con Jorge Monteverde y Coco Barcala, ellos me enseñaban a leer música y yo
les enseñaba a los nuevos que incursionaban en esto de la cumbia. Así fue más o
menos la cosa…
Finalmente, se refirió a su vínculo con la industria:
Me llevo bien, trato de adaptarme. A los empresarios los detesto, se abusan
mucho de la ilusión, del sueño de los pibes. Creo que esto [hace que] se torne un
triste negocio, y es lamentable porque yo soñaba con estar en la tele, esto de haber
tenido la suerte de empezar a trabajar mucho y llegar a muchos lugares me llevó a
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conocer gente con la que tuve que negociar para estar en un canal, para estar en re-
vistas, y vos decís: “pero, loco, si antes me buscaban… ahora que me conocen me
quieren sacar plata”. Ellos te necesitan y vos no los necesitas a ellos, es así. Pagar
para tocar en Pasión [de Sábado], por ejemplo, me parece una locura. Entonces no
era un sueño: tanto tienes, tanto vales, ¿no?
114 SILBA
Por su parte Maite, baterista de “Cumbia Club La Maribel”9, señalaba en la
misma línea: “Vengo del palo del rock y del blues, toco la bata… y me pasaba, por
mi entorno, que al principio decía “toco en una banda de cumbia” y se me cagaban
de risa: ¿cómo de cumbia? ¿cumbia cuál? ¿la de acá?. En la época que empecé con La
Maribel iba a una Jam de blues y era tipo el chiste ‘ah, ella toca en una banda de
cumbia’”. A pesar de los prejuicios de su entorno (en su trayectoria social se veían
claramente las formas en las que operan los prejuicios de clase sobre esta música),
Maite continuó con el proyecto colectivo y aprendió a tocar y disfrutar de la cumbia,
aunque para ello tuvo que dedicarse a estudiar, pero posicionada desde un lugar dis-
tinto:
La cumbia tiene un lenguaje re propio y no se transmite ni se aprende así nomás.
[…] Yo estoy estudiando en el Instituto Esnaola10 la carrera de Intérprete Musical
que tiene 5 años de duración, más 4 del profesorado. [Ahora] estoy escuchando
mucho más en detalle lo que hace el timbal, porque reformulé un poco mi instru-
mento, gracias a estas clases que fui con un pibe [egresado del Esnaola que le enseña
percusión], ahora toco parada, ¿viste? El chabón este me dijo “tocá parada, así podés
bailar” y es un flash cuando empezás a bailar, si la cumbia no la bailas es compli-
cado.
Dos observaciones sobre ambos testimonios. Dice Blázquez (2009) sobre los
mundos de los cuartetos:
Ninguna institución local de carácter oficial o privado, especializada en la ense-
ñanza del arte musical, tiene cursos en los que sea posible aprender a ejecutar o
componer cuarteto. Ni es posible obtener certificación alguna que acredite un saber
de música de cuarteto. De manera tal que, como en el caso de los rockeros de Colo-
rado (Bennet, 1980), la identidad de música cuartetero sólo se obtiene mediante la
participación activa en algún conjunto” (destacado mío) (p. 148)11.
La misma situación que observamos para la cumbia se venía observando ya en
el contexto cordobés para el cuarteto, donde los músicos que deseaban aprender los
diferentes estilos tropicales debían realizar el esfuerzo extra de estudiar, primero,
una carrera que les brindara herramientas teóricas básicas, pero que en general era
de larga duración y a veces con exigencias desmedidas respecto de los recursos ma-
teriales y simbólicos que los sujetos en cuestión podían destinar para tal fin. A su
vez, debían combinar esto con el tejido de una red más local y/o cercana de músicos
ya entrenados en el oficio y dispuestos a compartir sus conocimientos para entrenar
a los nuevos aspirantes.
El otro punto se vincula con lo señalado por Maite como su gran primer apren-
dizaje de un género nuevo para ella: para tocar bien la cumbia hay que poder bai-
larla, sentirla, experimentarla desde otro lugar. Ese otro lugar es sin duda el cuerpo.
Lugar que habilita apropiarse de la experiencia corporal del baile como parte del en-
tramado que hace del género cumbiero un espacio de goce no solo para sus públicos
sino también para sus músicos. Dice Frith (2014) que ciertos teóricos de la música
popular creen que pueden hablar sobre el significado de ésta sin escucharla, sin dis-
frutarla “sin necesidad de saber absolutamente nada de ella. Pero entonces el con-
cepto de especialista experto en la materia, la relación entre conocimiento y placer no
están claros en ninguno de los mundos musicales” (destacado mío) (p. 439) -es
Un tópico que apareció como constante en los diálogos con los músicos fue la
discriminación y estigmatización hacia la cumbia en general, y hacia la cumbia vi-
llera en particular. Y conjuntamente, un fenómeno relativamente novedoso, donde
las cumbias de las primeras décadas (básicamente colombianas) son reivindicadas
y reversionadas por orquestas conformadas por músicos que en su mayoría perte-
necen a los sectores medios/ilustrados, provenientes de otras tradiciones musicales
como el jazz, el rock, el folklore, etc. Como señalamos con Alabarces:
En los últimos años se ha ido desarrollando un proceso de transformación com-
plejo: una cumbia políticamente correcta, inmune a toda estigmatización popular,
pero adecentada, estilizada, “seleccionada y curada” de todo aquello más vinculado
a su costado plebeyo, incómodo y en parte impugnador. Se la cambia de territorio
(de la periferia popular al centro urbano y letrado) y sobre todo de públicos (de las
tradicionales clases populares a las clases medias urbanas, que pueden así bailar sin
prejuicios a la vista). […] lo que esta cumbia evita, minuciosamente, es todo contacto
con ese mundo [popular]12 (Alabarces y Silba, 2014:70).
Lo que estas orquestas de cumbia hacen, centralmente, es “blanquear” la cumbia,
recuperar su versión legítima, digamos, la de sus primeras décadas, los 50 y los 60,
lo que les permite dos operaciones conjuntas: por un lado construir una mirada ro-
mántica y si se quiere despolitizada sobre aquellos años, donde no hay conflicto de
clase y/o de cultura posible que pretenda ponerse en discusión. Por el otro, se am-
paran en el supuesto “buen gusto” de esas elecciones estéticas, de esas “cumbias le-
gítimas y legitimadas”. El propio Pujol (1999), por ejemplo, las reivindica a la vez
que define a las formas que adoptó este género de los 60 en adelante como “poco
interesantes” en términos musicales, debido a la falta de variedad y matices. Lecturas
como las del historiador, y las cadenas de sentido que de allí en más se construyen,
habilitan a estas formaciones musicales a excusarse de tomar posición respecto de
la tradición más popular/local de la cumbia, es decir, la que se forja con fuerza entre
los años 80 y 90 -cuando estalla comercialmente- y, sobre todo, de la primera cumbia
villera, asociada con las poblaciones marginales de las periferias urbanas, y con las
que se entendían como algunas de sus prácticas cotidianas (consumo de drogas, rei-
vindicación de actividades delictivas, desafío a la autoridad policial, etc.), relatadas
todas ellas, y sin mediaciones, en las letras de este sub-género. Dice Semán (2012)
al respecto:
En esa descripción del mundo se encuentran rasgos que desafían la normatividad
de una parte de la sociedad […]. Las expresiones neutrales o favorables al robo, al
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uso de drogas y de armas pueden interpretarse en dos modos típico ideales: como
expresión de una situación de degradación sin mediaciones o como afirmación de
una voluntad de resistencia que ponía a los cumbieros al lado de expresiones polí-
ticas idealizadas. Desde el punto de vista de la primera consideración, se trataba de
la expresión sin metáfora de las condiciones de vida impuestas por el neolibera-
lismo. […] las expresiones de la cumbia y el sentido que les daban sus oyentes no
pretendían ser una denuncia programática asociada a la secuencia diagnóstico-pro-
puesta-propaganda de un grupo político. Pero eso no quiere decir que se sumergie-
ran en un plebeyismo autodegradante, o que se las debiera rechazar desde el punto
de vista de un ciudadano de clase media alta (que comete otras ilegalidades pero re-
pudia estas). La exposición cruda tenía el valor ambiguo de denunciar lo que estaba
ocurriendo, de hablar con ironía respecto de las exigencias de buen comportamiento
por parte de una sociedad que inducía al mismo tiempo a quebrarlo, de mostrar or-
gullo por una vida imaginada como lujuriosa en el uso de drogas, que, a pesar de la
marginalidad, era posible (Ibídem:157-159).
Respecto de la discriminación sobre la cumbia villera, los músicos y productores
entrevistados no eran ajenos a la circulación de discursos como los analizados más
arriba. Oscar Belondi decía:
[Los que discriminan a la cumbia] son ignorantes, de repente yo me siento en
condiciones de tocar rock and roll, huaynos, cuecas, tinkus, salsa, cumbia, meren-
gue, porque soy músico de oficio. Pero también hay que pensar que hay pibes que
son tremendos músicos que si le pasas la changa para tocar cumbia agarran porque
es una fuente de laburo.
Y agregaba, sobre la cumbia villera en tanto canal de comunicación de experien-
cias cotidianas, propias y ajenas:
Para escribir me inspiro en un poco de todo, la vida cotidiana y la experiencia.
Juega mucho la ilusión. A la cumbia la llamaron “villera” por una veta comercial,
pero esto [que hacemos] es cumbia testimonial. De hecho existió toda la vida pero
esta es más frontal. Entonces no esconde tanto la realidad, va con palabras más cru-
das, con el lunfardo común del barrio y creo que por eso duele un poquito, no? Mos-
trar al mundo lo que es realmente nuestra Argentina.
Ariel Salinas, a propósito del surgimiento de la cumbia villera, decía:
El movimiento villero fue un movimiento de protesta digamos, nosotros salimos
con letras crudas, yo maté la metáfora totalmente, la dejamos de lado y pusimos
cosas crudas. A algunos les molestó, eso llamó la atención y era el momento justo
de la Argentina. Yo recuerdo que me habían prohibido, no podíamos tocar porque
era todo apología: apología del delito, apología de la droga, apología de la vagancia,
apología de lo que se te pueda ocurrir ¡apología del flequillo!
Respecto de la construcción de los criterios de buena y mala música, López Cano
(2011) se refiere a la necesidad de discutir sobre la conformación del canon, de los
juicios estéticos al interior del campo de la música popular en general y de la cumbia
en particular. Esta “vara” que establece lo legítimo y lo periférico, es producto de una
construcción social que lejos de explicitarse en muchos casos se naturaliza como si
efectivamente esos criterios fueran no solo universales o intrínsecos a la música
(“es buena en sí misma”) sino también indiscutibles y ahistóricos.
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funcionales, pero esto no da cuenta de las formas innegables que la música tiene
de conmovernos, ni explica el hecho de que escuchar música es, de hecho, ponerse
fuera de sí (y de la sociedad)” (p. 437). Al poner en diálogo estas afirmaciones con la
cumbia es que surge la pregunta sobre la forma en la cual ésta conmueve, moviliza
y habilita una experiencia estética entre sus hacedores y sus escuchas, entre sus pro-
ductores y sus públicos. Esta forma de vivir la música es, entonces, igual de válida
que aquellas encarnadas por los representantes de la alta cultura en términos de
Bourdieu -autor con el que Frith está discutiendo aquí- y desde cuya postura legiti-
mista se infiere que los públicos populares no se preocupan por las evaluaciones
estéticas. Es nuevamente la voz nativa la que nos permite señalar los matices nece-
sarios. En Familias Musicales. Una expedición a los orígenes de nuestros ritmos tropica-
les14, aparece una entrevista con Juan Carlos Denis, el creador de la cumbia
santafesina (la que introdujo la guitarra eléctrica para este género en el ámbito local):
E: ¿A qué atribuís la particularidad de tu música dentro del género?
JCD: Quizás, la filosofía del toque es distinto. En el estudio he tenido algunas
discusiones. Estábamos grabando y uno está en el detalle, que los coros, que el arre-
glo aquel. Y entonces el técnico te dice: “¿A vos te parece que el negro, con dos cer-
vezas encima, se va a fijar?”. Yo le dije “¡Mirá que el negro escucha más de lo que
vos pensás!” El tiempo me dio la razón. Me han marcado cien detalles. ¡Cómo es-
cucha el negro!
Si escuchar y/o hacer música significa estar fuera de sí y de la sociedad, ¿por qué
habría que pensar, por ejemplo, que los músicos de cumbia solo hacen música de
forma instrumental -para sobrevivir-? ¿O solo por una especie de goce primitivo,
que no les permite crear, sostener y defender su propio canon, su propia escala de
valores estéticos? Como bien señala Juan Carlos Denis, referente indiscutido del
campo, los negros le han marcado cien detalles respecto de su música, una de las
más reconocidas y respetadas del ambiente cumbiero. Es claro que no son solo sus
condicionamientos sociales los que operan a la hora de hacer música, sino que tam-
bién se ponen en juego recursos subjetivos que los atraviesan y los interpelan, dán-
dole lugar a emociones como el goce por la música y el baile.
Conclusiones
Para cerrar este artículo me interesa focalizar la reflexión final en tres puntos.
I- Respecto del abordaje etnográfico propuesto, fue sugerente la forma en la que
operó la distinción señalada por Cardoso de Oliveira (1996) entre informante e in-
terlocutor a la hora de construir un verdadero diálogo con ese otro. Si bien mi cono-
cimiento del campo a indagar y mi gusto por la cumbia, construido a lo largo de
gran parte de mi vida, pudieron habilitarme ciertos espacios, este dato no fue sufi-
ciente para atravesar las barreras que mi condición de investigadora/universitaria
le imponía al intercambio. Nuestros emplazamientos actuales -y distintos- de clase
y territorio, entre otros, hacían que ese diálogo fuera posible solo en contadas oca-
siones, y se vinculaba más con poder compartir tiempo, vivencias y formas de com-
prender el mundo desde su perspectiva, la nativa.
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ciones que creen “en un único tipo de politización [padeciendo] un ligero etnocen-
trismo, que confía en una politicidad moderna, ilustrada y prescriptiva” (p. 56),
mientras que la lectura aquí propuesta viene a plantear una forma de entenderla
como los avances y retrocesos que se dan entre diferentes sectores sociales por la
acumulación de poder (Quintero Rivera, 1999). En esta misma línea, Semán afirma:
“La cumbia villera es una música de protesta (…) hace evidentes las situaciones cre-
adas por el neoliberalismo y las subraya y cuestiona por la vía de actos con sentido”
(2012:159). Por último, es necesario reivindicar, también, la alegría y el goce que
atraviesan las diversas prácticas asociadas a este género musical, ya sea a través de
la composición y la ejecución musical, los shows en vivo, las diversas perfomances
de los artistas, las interacciones con sus públicos y las variadas formas que éstos tie-
nen de apropiarse de la cumbia, incorporándola a la experiencia vital desde la propia
historia, pero también desde un contexto socio-cultural determinado. Ese que con-
diciona y limita la vida cotidiana, pero que también habilita, en ocasiones, puntos
de fuga. Pequeños intersticios desde los cuales disputar sentidos, espacios, saberes,
a través el goce y la pasión que la música produce.
Notas
1
En este artículo me referiré específica- lla época en Argentina. Cuando se incorporó
mente a la cumbia villera. Sin embargo, no a La Repandilla se dedicó a la percusión,
desestimo en el análisis general del fenó- siendo formador de otros músicos de esta y
meno musical los vínculos permanentes otras bandas.
5
entre este sub-género y la cumbia tradicional Pibes Chorros fue una de las bandas
o romántica, dentro de la cual pueden obser- fundadoras del sub-género cumbia villera
varse diversas variantes (santafecina, nor- hacia el año 2000, junto a Damas Gratis,
teña, sonidera, etc.). Para mayores Flor de Piedra y Yerba Brava, entre otras.
6
referencias pueden consultarse Cragnolini, Pasión de sábado es un programa de
2006; Silba, 2008 y 2011; Alabarces et al., música tropical en el que se presentan ban-
2008; Semán y Vila, 2011, entre otros. das de cumbia. Se transmite aún hoy por
2
Banda de cumbia villera fundada por América TV los sábados por la tarde desde el
Belondi en el año 2003. año 2002. Fue conducido por diversos refe-
3
Gregorio de Laferrere es una de las lo- rentes de la movida tropical local, como Da-
calidades del Partido de la Matanza, el más niel “La Tota” Santillán, Marcela Baños,
extenso del Conurbano bonaerense y el más Hernán Caire, entre otros. Es producido por
poblado de toda la provincia. Forma parte del Ser TV, propiedad de los hermanos Seran-
Gran Buenos Aires, el cual incluye la Ciudad toni, unos de los referentes más importantes
Autónoma de Buenos Aires y los municipios del campo. Para un estudio detallado del pro-
que la circunvalan. grama ver Spataro, 2005.
4 7
Uno de los creadores, en el año 1985, de Esta entrevista fue realizada por Estefa-
Los Continentales del Perú, vivía desde aque- nía Cendón y Analía Imputato, estudiantes
REVISTA ENSAMBLES AÑO 3 | EDICIÓN DOBLE Nº 4 Y 5 | 2016 | PP. 108-124 | 121
de la Carrera de Comunicación Social de la nacional, en la región del AMBA y sus alre-
UBA, en el marco del proyecto Proyecto dedores, fue el de la Licenciatura y/o Profe-
UBACyT “Varones, jóvenes y cumbieros: el sorado en Música orientación Música
desafío de pensar la producción cultural Popular en la Facultad de Bellas Artes de la
desde los márgenes”, IIGG-FSOC-UBA. Universidad Nacional de La Plata. http:
8
El Partido de San Martín está ubicado en //www.unlp.edu.ar/articulo/2010/2/18/pla-
la zona norte del Gran Buenos Aires. nes_de_estudio_bellas_artes_lic_y_prof_en_
9
Fiesta de cumbia que se desarrolla cada musica_orientacion_musica_popular . Con-
15 días en distintos locales de la Ciudad de sultado el 05/06/2016.
14
Buenos Aires, y es organizada por Pablo An- Es el caso de grupos como Sonora
tico, Martín Roisi y Ariel Fligman. Marta la Reina, La Delio Valdez, Todopode-
10
Escuela de Música Popular de Avella- roso Popular Marcial, Orkesta Popular San
neda. En su página web puede leerse la si- Bomba, Cumbia Club La Maribel y La
guiente descripción: “La escuela cuenta con Cresta de la Olga, entre tantas otras del con-
un Ciclo Básico cuyo objetivo es brindarle a texto porteño; o casos como el de Orquesta
los alumnos una formación técnico–musical Cumbia Grande, de la localidad de Mar del
que hace al conocimiento teórico–práctico Plata, en donde los músicos provienen de
del lenguaje musical, realizándose su abor- una reconocida tradición jazzística, y se de-
daje sin establecer barreras entre lo acadé- dican a versionar la cumbia estilo colom-
mico tradicional y lo popular, trabajándose biana, solo en su versión instrumental de
este último aspecto sobre los tres géneros los años 50, a la que denominan “la edad de
desarrollados en la escuela: Jazz, Tango y Fol- oro” del género.
15
klore”. Consultado el 15/06/2016. El Partido de Quilmes está ubicado al
11
Banda conformada por once músicas sudeste de la Provincia de Buenos Aires.
16
mujeres, dedicadas a reversionar clásicos de Libro ideado y escrito por varios de los
la cumbia colombiana. https://cumbiaclubla- músicos y productores que entrevisté du-
maribel.bandcamp.com/ rante el trabajo de campo.
12 17
La Escuela Superior de Educación Artís- El Estado argentino, a través del Comité
tica en Música “Juan Pedro Esnaola”, cuenta Federal de Radiodifusión (COMFER) dictó
con la carrera de Intérprete de Nivel Básico, en el 2001 pautas para la evaluación de la
Especialidad Instrumento/ Canto, el Bachi- cumbia villera debido al incremento, según
llerato, Profesorado de Instrumento y Educa- los argumentos allí esgrimidos, de la difu-
ción Musical. http://escuelademusica sión de bandas de este subgénero en la radio
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general.html. Consultado el 15/06/2016. sica con importantes números de adolescen-
13
Un dato que es necesario destacar: tes “con mayor riesgo y vulnerabilidad” a las
desde que comenzamos esta investigación temáticas referidas al consumo de drogas y a
en 2012 en el marco del mencionado Pro- prácticas delictivas. Fuente: http://www.elor-
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