Paco Vidarte - DHIVorcio y Matrimonio Gay
Paco Vidarte - DHIVorcio y Matrimonio Gay
Paco Vidarte - DHIVorcio y Matrimonio Gay
A ver si se piensa Zapatero que con casarnos y salir en la portada de Zero ya ha solventado
una política sociosanitaria de prevención, tratamiento y control del VIH, de sus
exterminadoras secuelas personales, sociales, laborales, corporales, psicológicas, letales
todas, que jamás su partido quiso afrontar como Dios y el conocimiento mandan (en esto
Iglesia y PSOE van de la mano) y ahora, por supuesto, tampoco. Más nos hubiera valido con
una ley de lucha contra el SIDA en todos sus frentes que no esta pantomima de luchar contra
el SIDA casándonos: volvemos a lo de siempre, el matrimonio es el mejor y único modo de
luchar contra la pandemia. Esto lo dicen en Roma y ahora parecen decirlo en Moncloa. Los
casamos y así no se infectan, dejan de ser grupo de riesgo y dinero que nos ahorramos.
Desde luego, echando una mirada a las políticas antisida de este gobierno y de sus
antecesores de este u otro bando, el matrimonio parece ser más eficaz en la lucha contra el
SIDA que cualquier medida política o legislativa. Todavía alguno se creerá esto. Me ha
escrito mi amigo Sejo Carrascosa diciendo que lo que él quiere no es casarse con un
maricón, sino dHIVorciarse de un virus con el que lleva casado 15 años. Ya está bien de
hipocresía y de orgullo gay pasado por la vicaría.
El VIH nunca fue rentable políticamente. Sangría de (votos) gays. Con el matrimonio parece
que quieren haber dado en la tecla: los que no han muerto todavía y no son unos
energúmenos prisioneros de mala leche e indignación por el abandono institucional, y los
maricas y bollos que piensan que el VIH está controlado lo mismo nos votarán. Yo desde
luego no. Mucha lucha por los derechos y aquí nadie lucha por lo primerito que debe
lucharse –empezando por la mayoría de nuestros colectivos y antiguos dirigentes
reconvertidos en políticos-, el dHIVorcio y no el matrimonio in articulo mortis. Menos
asustarse por cuatro curas y fachas que pisan asfalto por primera vez para defender sus
privilegios y más asustarse por el virus y quienes lo gestionan y difunden con políticas
sanitarias homicidas pero farmacéuticamente rentables: el VIH cuando se manifiesta ya es
demasiado tarde, no espera a que tú le digas “sí quiero”, ya lo ha dicho por ti el ministerio de
sanidad y para este matrimonio forzado no hay divorcio ni separación, ni cláusulas de
objeción de conciencia para no celebrar nupcias con la lipodistrofia. Eso no se enseña en los
colegios.
Por lo demás, si es que lo demás tiene interés, que nadie llore por la leche derramada,
dentro o fuera del matrimonio gay. Otro hito más conseguido en el trepismo maribollo para
lograr derechos constitucionales y dejar de ser una minoría marginal o, cuando menos, poder
disfrutar de unos márgenes razonables de exclusión/inclusión en la Carta Magna. Y
olvidarnos así de compartir espacios de marginación con minorías que, ¡por fin!, ya nada
tienen que ver con nosotros: transexuales, inmigrantes, gitanos, presidiarios, trabajadoras del
sexo, seropositivos. Aquellos con quienes compartíamos el guetto de Chueca, ahora “barrio”,
y del que los hemos ido expulsando en menos de quince años consiguiendo “limpiar” un
entorno urbano mucho más eficazmente que Gallardón echando a las trabajadoras del sexo
de la calle Montera. Dé unas cuantas licencias gratuitas para bares y comercios gays en esa
calle, señor alcalde, y nosotros le haremos el trabajo. Mientras tanto, los heteros se
preocupan –sin hablar jamás del VIH- de si somos “esencias”, “sustancias” (seremos lo que
nos dé la gana y lo que más moleste siempre), de si lo nuestro es una práctica, de si el
matrimonio gay es repetir un error por el que ellos ya han pasado, que si ello beneficia al
Estado... Monsergas. Ya lo sabíamos. Yo siempre he estado en contra del matrimonio gay,
mejor dicho, siempre me ha importado un comino, pero me he reconciliado en parte con él al
entrever las ampollas en la piel del enemigo rasgándose las vestiduras. No les estamos
robando nada, ni usurpando ningún nombre. El matrimonio no nos interesa. Ni
semánticamente. Es mucho más sencillo, se trata de romperles el jarrón chino de la abuela,
herencia de generaciones. No queremos robarles su jarrón, que tanto les importa afectiva y
familiarmente, sólo queremos cogerlo y estrellarlo contra el suelo. Se trata de destruir y
hacer trizas hasta la materialidad del “significante” matrimonio. Para mí es el camino que
deberíamos seguir, contando con la colaboración de los heteros, ya está bien de liberarlos de
sus propios yugos, SIDA incluido. Al fin y al cabo el matrimonio es una práctica sexual de
riesgo si no se toman precauciones, más o menos repetitiva, más o menos placentera, como
la sodomía. Y ninguna de las dos “imprime carácter”. Lo único que imprime carácter es el
VIH y la extremaunción. Moraleja mortal: todos a casarse y a “practicar sexo seguro excepto
con mi pareja” o “necesita ser hablado”, como dicen muchos perfiles del “gaydar”. Eso sí, si
Sergio está dispuesto, yo me caso, que a mí esta ley también me ha despertado una
sobredosis de euforia y se me puso la piel de gallina esta mañana cuando el Parlamento
levantó el veto de los senadores.
Paco Vidarte
(Filosofía. UNED)