Identidad y Movilización - Melucci

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IDENTIDAD Y MOVILIZACIÓN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES –MELUCCI

-La acción colectiva como sistema multipolar.


Los conflictos que dieron lugar a la teoría y análisis de la acción colectiva, están
vinculados históricamente con formas de acción, en las que juegan un importante papel
tanto la crisis del viejo orden (las luchas sociales en sentido estricto), como las luchas
por la ciudadanía.
La acción de la clase obrera en la fase del capitalismo industrial sirvió como modelo-
Esta acción combinaba la resistencia a la decadencia de las formas de producción o
protoindustriales (las luchas directamente relacionadas con el desarrollo del sistema
empresarial capitalista) con las demandas de acceso al Estado y de expansión de la
ciudadanía.
En este contexto histórico se desarrolla la idea del movimiento social como el agente
histórico que marcha hacia un destino de liberación o como la masa sugestionada y
bajo el control de unos pocos agitadores.
Hoy nos encontramos al final de este ciclo, no porque se hayan acabado las luchas por
la ciudadanía o porque no queden espacios democráticos que conquistar, sino porque
los diferentes aspectos de los conflictos sociales se han separado progresivamente.
Los conflictos vinculados con las relaciones sociales constituyendo un sistema, por un
lado, y las luchas encaminadas a la extensión de la ciudadanía (para la concesión de
derechos a grupos excluidos o marginados y para su iniciación en las “reglas del
juego”), por otro, tienden a diferenciarse y a involucrar a distintos actores.
La percepción de los fenómenos colectivos como datos empíricos unitarios se revela
como fundamento analítico muy frágil c, incluso, inexistente. El progreso en la reflexión
e investigación dentro de los ámbitos sociológicos y psicológicos nos lleva a considerar
los fenómenos colectivos como resultado de múltiples procesos que favorecen o
impiden la formación y el mantenimiento de las estructuras cognoscitivas y los sistemas
de relaciones necesarios para la acción.
Los avances en las teorías cognoscitivas y constructivas de la acción humana nos
ayudan a considerar los fenómenos colectivos como procesos en los cuales los actores
producen significados, comunican, negocian y toman decisiones. En otras palabras, los
actores son capaces de ir más allá de la lógica lineal de estímulo-respuesta.
¿Mediante qué procesos construyen los actores una acción común?
— ¿Cómo se produce la unidad entre las distintas partes, niveles y orientaciones
presentes en un fenómeno empírico de acción
colectiva? — ¿Cuáles son los procesos y relaciones por medio de los cuales los
individuos y los grupos se implican en la acción colectiva? Por las teorías tradicionales
no hay respuesta.
-Una EQUIVOCACIÓN EPISTEMOLÓGICA: EL CASO DE LOS NUEVOS
MOVIMIENTOS SOCIALES.
A partir de la década de los sesenta hasta nuestros días, sabemos que se han
desarrollado formas de acción colectiva en áreas que, previamente, quedaban fuera de
los conflictos sociales; han emergido nuevos actores con modelos organizativos y
repertorios de acción distintos de los anteriores movimientos sociales.
Se observa la progresiva ontologización de esta expresión que, en el curso del debate,
llegó a caracterizarse como un verdadero “paradigma”, ya sea en términos de la
investigación empírica o como uno de los polos de comparación entre los enfoques
europeos y estadunidenses.
Si el análisis es incapaz de ir más allá de esta definición convencional y no puede
determinar las características específicas y distintivas del “nuevo” fenómeno, el acento
en la “novedad” acaba siendo la envoltura de una subyacente debilidad conceptual.
La crítica al “paradigma de los nuevos movimientos sociales” se basa en el hecho de
que muchas características de las formas de acción contemporáneas aparecían
también en anteriores periodos históricos.
Los que critican la “novedad” comparten con los defensores de los “nuevos
movimientos” la misma limitación epistemológica: ambos se refieren a la acción
colectiva contemporánea en su unidad empírica y no consideran que el fenómeno
empírico combina diferentes orientaciones y significados.
A menos que se distingan e identifiquen tales componentes, es imposible comparar
diferentes formas de acción. Se puede acabar considerando los movimientos como
“personajes” que se mueven en el escenario histórico y que afirman algún tipo de
esencia.
-Traspasando la consideración “ingenua” de un objeto empírico global, podemos quizás
reconocer que los movimientos contemporáneos, como otros fenómenos colectivos,
combinan formas de acción que: a) conciernen a diferentes niveles o sistemas de la
estructura social; b) implican diferentes orientaciones, y c) pertenecen a diferentes
fases de desarrollo de un sistema o a diferentes sistemas históricos.
-el problema radica en si hay niveles o dimensiones de las “nuevas” formas de acción
que pertenecen a un contexto sistémico cualitativamente diferente al de la sociedad
moderna (capitalista y/o industrial).
Los críticos del “paradigma de los nuevos movimientos sociales” dejan de lado esta
cuestión con demasiada rapidez. El reduccionismo político —que ya mencioné en el
capítulo anterior y que retomaré brevemente— es el resultado previsible de tal crítica.
Si los movimientos contemporáneos no son “nuevos”, el principal fundamento para la
comparación con formas previas de acción se encontrará en su impacto en el sistema
político. Serán relevantes para el analista sólo en tanto actúen como actores políticos.
El reduccionismo político elimina de este modo el problema relacionado con el cambio
sistémico en las sociedades contemporáneas, sin ofrecer una respuesta (Melucci,
1984a, 1984b y 1985).
A menudo los observadores describen la acción de los movimientos contemporáneos
genéricamente como “protesta”, aplicando de esta forma la simplificación empírica, que
he criticado, a gran variedad de formas de acción.
En este punto de vista no diferenciado, el concepto de protesta es el típico ejemplo de
lo que he llamado reduccionismo político.
Tal reduccionismo puede tener un aspecto negativo, pero puede también representar
una elección metodológica consciente.
Si el concepto de protesta se limita explícitamente al nivel político, es decir, a las
formas de acción colectiva que implican un enfrentamiento directo con la autoridad,
entonces, necesariamente, otros niveles de la acción colectiva no son incluidos en este
concepto. Sin embargo, si el reduccionismo es aplicado implícitamente, tiende a
eliminar o negar todas las dimensiones de la acción colectiva que no son reducibles a
lo político (se dejan de lado por ser consideradas como no interesantes, no
mensurables, expresivas, folklóricas, etcétera).
Por ejemplo, la investigación cuantitativa sobre acción colectiva (Tilly, 1975, 1978;
Tarrow, 1988) utiliza sucesos como unidades de análisis. Esta elección metodológica
resulta una estrategia de investigación muy efectiva y contribuye sensiblemente a la
renovación de este campo ofreciendo gran evidencia empírica al estudio de la acción
colectiva y de los movimientos sociales. Este enfoque privilegia el concepto objetivo de
acción como comportamiento, incluso cuando lo que se observa es, de hecho, el
producto de relaciones y orientaciones que constituyen la estructura subyacente de la
acción. Los sucesos son el resultado “objetivizado” (especialmente cuando las fuentes
son informes de prensa y grabaciones públicas) de una fábrica de relaciones y
significados, de un proceso interactivo que es la base de la acción visible.
Una visión constructivista no puede limitarse a considerar la acción como un suceso.
Los estudios cuantitativos basados en sucesos están relacionados con el efecto final de
la acción no con la forma en que la acción se produce.
Lo toman como hecho y no como proceso: Tal enfoque ofrece importante información,
pero se requiere que el investigador sea plenamente consciente de las limitaciones de
su punto de vista: se concentra en la acción colectiva como un “hecho” y no como un
proceso; por esta razón, tiende necesariamente a privilegiar la escena pública y el
enfrentamiento con las autoridades políticas (el área en el cual las relaciones sociales
están ya cristalizadas como un sistema de orden).
Además, excluye de su campo de análisis la red de relaciones que constituye la
realidad sumergida del movimiento antes, durante y después de los sucesos.
Cuando niega estos procesos, ignora algunas dimensiones muy significativas de los
“nuevos movimientos”: las que se relacionan con la creación de modelos culturales y
los retos simbólicos. Estas dimensiones no pueden percibirse en el ámbito político y
para ser detectadas necesitan un enfoque metodológico diferente.
De esta forma, el debate sobre los “nuevos movimientos” confirma la necesidad de
centrar la especulación epistemológica y metodológica en las interrogantes que he
formulado.
La posibilidad de determinar específicamente lo que es “nuevo" en los movimientos
contemporáneos depende, en gran medida, de la capacidad del análisis para traspasar
la globalidad del fenómeno observado y para explicar cómo se produce una realidad
colectiva mediante la convergencia e integración de los distintos elementos que la
componen.
Asumir un compromiso: expectativas, identidad y acción.
Ni los modelos macroestructurales, ni los basados en las motivaciones individuales
tienen capacidad para explicar las formas concretas de acción colectiva o la implicación
de los individuos y de los grupos en tales acciones. Entre el análisis de los
determinantes estructurales y el de las preferencias individuales falta el análisis del
nivel intermedio relacionado con los procesos mediante los cuales los individuos
evalúan y reconocen lo que tienen en común y deciden actuar conjuntamente.
En los años recientes, el trabajo crítico se concentra en este nivel intermedio, en un
esfuerzo por hacer comparables los enfoques europeos y estadunidenses.
La primera distinción que resulta útil para la delimitación de este nivel identifica el
potencial de movilización, las redes de reclutamiento y la motivación para la
participación (Klandermans, 1986).
El concepto de potencial de movilización se refiere normalmente al sector de la
población que, a causa de su situación, mantiene actitudes favorables hacia cierto
movimiento o hacia ciertos temas.
Si la unidad no existe como concepto desde el principio del proceso, no puede
encontrarse en el final. Por lo tanto, el potencial de movilización debe concebirse desde
el principio como la percepción interactiva y negociada de las oportunidades y las
restricciones de acción comunes a cierto número de individuos.
Las redes de reclutamiento juegan un papel fundamental en el proceso de
implicación individual. Ningún proceso de movilización comienza en el vacío y,
contrariamente a lo que se formula desde la teoría de la sociedad de masas
(Komhauser, 1959), quienes se movilizan nunca son individuos aislados y
desarraigados. Las redes de relaciones ya presentes en la fábrica social facilitan los
procesos de implicación y reducen los costos de la inversión individual en la acción
colectiva.
Como conclusión podemos afirmar que las redes constituyen un nivel intermedio
fundamental para la comprensión de los procesos de compromiso individual. Los
individuos interactúan, se influyen recíprocamente, negocian en el marco de estas
redes y producen las estructuras de referencia cognoscitivas y motivacionales
necesarias para la acción.
-la motivación para la participación no puede considerarse exclusivamente como una
variable individual, aun cuando opera en el nivel del individuo. La motivación está
ciertamente enraizada en las diferencias psicológicas individuales y en los rasgos de la
personalidad, pero se construye y consolida en interacción. Una influencia
determinante en la motivación es ejercida por la estructura de incentivos, cuyo valor se
origina en el nivel de las redes de relaciones entre los individuos. La efectividad de los
incentivos sobre la motivación individual proviene del reconocimiento de su valor; pero
los criterios de evaluación son siempre interactivos y se establecen mediante el
intercambio activo en el seno de las redes a las que pertenecen los individuos.
-debilidad de los modelos de la tradición política occidental que explican el compromiso
y la participación de los individuos. ---“leninistas” y “luxemburguianos”.
Al primer modelo pertenecen, paradójicamente, el propio leninismo, la psicología de
masas y la teoría de la sociedad de masas; el presupuesto común es que el
compromiso es el resultado del trabajo de una minoría que arrastra a una masa
indiferenciada de individuos en la dirección de sus intereses reales (en la versión
leninista) o en la dirección de los propósitos de los agitadores por medio de la
sugestión y la manipulación (en el caso de la psicología de masas).
El modelo “luxemburguiano”, contrariamente al “leninista”, atribuye al individuo la
capacidad espontánea para movilizarse colectivamente ante situaciones de
descontento, injusticia o privación.
***Lo que ambos modelos dejan de lado es que los individuos interactúan, se influyen
recíprocamente, y negocian, para definirse como actor colectivo y para delimitar el
ámbito de su acción.
Cómo tiene lugar el proceso: Los individuos construyen sus orientaciones y hacen
elecciones y adoptan decisiones en el ambiente que perciben. En este contexto, el
concepto de expectativa es fundamental para analizar la conexión entre un actor y su
ambiente. La expectativa es una construcción de la realidad social que permite al actor
relacionarse con el mundo externo. Pero ¿sobre qué base se construyen las
expectativas y cómo pueden ser comparadas con la realidad?
Sostengo que sólo si un actor puede percibir su consistencia y su continuidad tendrá
capacidad para construir su propio guión de la realidad social y para comparar
expectativas y realizaciones. De este modo, cualquier teoría de la acción que
introduzca el concepto de expectativa implica una subyacente teoría de la identidad.
Esta dimensión, sin embargo, raramente se elabora de manera explícita. Un rápido
repaso de los modelos que, en el ámbito de la acción colectiva, implican una teoría de
expectativas, revela la debilidad de sus fundamentos y el enunciado implícito de una
teoría de la identidad. Los modelos más comunes pueden ser reducidos a las
siguientes descripciones ya tomadas en cuenta en el capítulo anterior, las cuales
conviene recordar aquí:
1) Auge y decadencia (rise and drop): los ciclos de agitación y protesta colectiva
ocurren cuando un periodo de aumento en los grados de bienestar es seguido
por una brusca caída en la capacidad del sistema para satisfacer las
necesidades de su población.
2) Expectativas crecientes (rising expectations): después de un periodo de
crecimiento ininterrumpido, durante el cual se produce una multiplicación de las
expectativas comunes, aparece inevitablemente un desajuste entre la curva de
expectativas y la de satisfacción real de necesidades. Este desajuste es la causa
de la agitación social.
3) Privación relativa (relative deprivation): un actor compara su posición y las
recompensas adquiridas desde esa posición con las de un grupo de referencia
considerado similar en la escala de estratificación. Esta comparación da lugar a
la aparición de malestar y motivaciones.
4) Movilidad descendente (downward mobility): cuando un actor está perdiendo su
posición en la escala social y se compara con su posición anterior y con la
posición relativa de otros grupos de referencia tiene lugar una forma particular
de privación relativa.
5) Inconsistencia de posición (status inconsistency): un actor social percibe las
diferencias entre los distintos elementos de su posición (ingresos, prestigio y
poder) y se moviliza para eliminar las discrepancias.
Todos estos modelos implican una teoría de expectativas -y formulan la existencia de
un desajuste entre expectativas y realizaciones como base para la acción.
Los autores de la teoría de movilización de recursos señalan que el descontento está
siempre presente en un sistema y que, como tal, es insuficiente para justificar los
procesos de movilización. Estos autores resaltan la importancia de los “recursos
discrecionales” disponibles y de la “estructura de oportunidades” que hace posible la
acción.
En realidad, el paradigma frustración/agresión y, en general, todas las teorías
basadas en expectativas, asumen la capacidad del actor para: a) mantener la unidad
y la consistencia que le permiten comparar expectativas y recompensas en diferentes
tiempos; b) relacionar su situación de privación con un agente identificable del
ambiente, contra el que dirige la movilización o la protesta, y c) reconocer los beneficios
esperados no sólo como deseables, sino como debidos.
La crítica realizada por los autores de la movilización de recursos indica que las
expectativas se construyen sobre la evaluación de las posibilidades y restricciones del
ambiente. De este modo, la teoría de la movilización de recursos revela la importancia
de un nivel intermedio completamente ignorado por los modelos que asumen una
relación directa entre descontento y movilización.
Sin embargo, en lo que concierne a la identidad, la movilización de recursos tiene las
mismas limitaciones que las teorías que critica.
Esta teoría y los modelos basados en expectativas, presuponen una teoría de la
identidad que dé fundamento a sus enunciados.
Que un actor elabore expectativas y evalúe las posibilidades y límites de su
acción implica una capacidad para definirse a sí mismo y a su ambiente. A este
proceso de “construcción” de un sistema de acción lo llamo identidad colectiva.
Ésta es una definición interactiva y compartida, producida por varios individuos y
que concierne a las orientaciones de acción y al ámbito de oportunidades y
restricciones en el que tiene lugar la acción: por “interactiva y compartida”
entiendo una definición que debe concebirse como un proceso, porque se
construye y negocia mediante la activación repetida de las relaciones que unen a
los individuos.
El proceso de construcción, adaptación y mantenimiento de una identidad
colectiva refleja siempre dos aspectos: la complejidad interna del actor (la
pluralidad de orientaciones que le caracterizan) y las relaciones del actor con el
ambiente (otros actores, las oportunidades y restricciones).
La construcción de una identidad colectiva se refiere a una inversión continua y
ocurre como proceso. Conforme se aproxima a formas más institucionalizadas de
acción social, la identidad puede cristalizar en formas organizacionales, sistemas de
reglas y relaciones de liderazgo. En las formas menos institucionalizadas de acción, su
caracterización es la de un proceso que debe ser activado continuamente para hacer
posible la acción.
La identidad colectiva como proceso enlaza tres dimensiones fundamentales que
distingo analíticamente, aunque en la realidad se entretejen: 1) Formulación de
las estructuras cognoscitivas relativas a los fines, medios y ámbito de la acción;
2) activación de las relaciones entre los actores, quienes interactúan, se
comunican, negocian y adoptan decisiones, y 3) realización de inversiones
emocionales que permiten a los individuos reconocerse.
La identidad colectiva es, por lo tanto, un proceso mediante el cual los actores
producen las estructuras cognoscitivas comunes que les permiten valorar el
ambiente y calcular los costos y beneficios de la acción; las definiciones que
formulan son, por un lado, el resultado de las interacciones negociadas y de las
relaciones de influencia y, por el otro, el fruto del reconocimiento emocional.
-la acción colectiva nunca se basa exclusivamente en el cálculo de costos y
beneficios, y una identidad colectiva nunca es enteramente negociable.
La propensión de un individuo a implicarse en la acción colectiva está así ligada a la
capacidad diferencial para definir una identidad, esto es, al acceso diferencial a los
recursos que le permiten participar en el proceso de construcción de una identidad.
Estas diferencias también influyen en la calidad de las expectativas representadas por
los individuos o los subgrupos que participan en los fenómenos colectivos. El grado de
exposición de un individuo a ciertos recursos (cognoscitivos y relaciónales) influye en
su posibilidad o no, de entrada, en el proceso interactivo de construcción de una
identidad colectiva.
De este grado de exposición dependen las oportunidades individuales de
participación en la negociación de esa identidad y, en particular: a) La intensidad
y calidad de la participación de un individuo y b) el punto de inicio y la duración
de su compromiso. Los factores circunstanciales pueden influir en la estructura
de oportunidades y en sus variaciones, pero la forma en que estas oportunidades
son percibidas y usadas depende del acceso diferencial de los individuos a los
recursos de identidad.
Los estudios de militancia y participación muestran que los militantes y activistas de los
movimientos son siempre reclutados entre los que están altamente integrados en la
estructura social, juegan un papel central en las redes a las que pertenecen y tienen a
su disposición recursos cognoscitivos y relaciónales sustanciales. Estos estudios
también clarifican las diferencias entre los militantes y los individuos pertenecientes a
grupos sociales marginales, privados o decadentes. El segundo grupo se implica en
momentos avanzados, durante cortos periodos y en los grados de participación que
tienen costos más bajos
Para los grupos “centrales” o los individuos “marginales”, la probabilidad del
compromiso está relacionada, por un lado, con su grado de “centralidad” y de
exposición a la información y conocimiento esenciales en el sistema “moderno”
y, por otro lado, con el impacto de los requisitos coyunturales y contradictorios a
los que están sometidos. Para los marginales o los grupos desfavorecidos, por el
contrario, el grado de exclusión y el ritmo de los procesos de crisis se
constituyen como las dimensiones diferenciales.
También es importante considerar en qué nivel de la acción se implican los
diferentes individuos. Los pertenecientes al primer grupo tienden a implicarse en
las primeras fases de la movilización porque pueden contar con sus recursos de
identidad. Los individuos pertenecientes al segundo grupo aprovecharán la ola
existente de movilización como canal para su reacción y tienden a abandonarla
antes.
Incluso en los ámbitos estructurados de la acción colectiva, los actores “organizan”,
negocian su comportamiento, producen significados y establecen relaciones. La
implicación o el compromiso individual necesitan, por lo tanto, explicaciones que
atiendan de maneras distintas la capacidad de los actores para su acción colectiva.

COMENTARIO:
En el cap. II. IDENTIDAD Y MOVILIZACION EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES del
libro ACCIÓN COLECTIVA, VIDA COTIDIANA Y DEMOCRACIA de Alberto Melucci
[CITATION Mel99 \n \t \l 3082 ]. Las reflexiones teóricas sobre los movimientos sociales y
más ahora en las sociedades de capitalismo avanzado, la multiplicación de las nuevas
formas de acción colectiva ha evidenciado las carencias de la teoría y la búsqueda de
nuevos instrumentos de análisis. Melucci plantea que el problema fundamental de la
sociología de la acción colectiva radica en poder ligar, por un lado, las conductas
conflictivas a la estructura de la sociedad sin renunciar, por otro, a la explicación de la
formación y la manifestación de nuevas identidades colectivas. Advierte, que respecto
al paradigma de los nuevos movimientos sociales se tienen a describir de manera
errada como “protesta” y que lo que hace es reducir la variedad de las formas de
acción y “elimina de este modo el problema relacionado con el cambio sistémico en las
sociedades contemporáneas, sin ofrecer una respuesta” [CITATION Mel99 \p 60 \l 3082 ] .
Sin embargo, puede ser útil siempre y cuando se haga la respectiva aclaración
metodológica, cuando el concepto de protesta:
- “Se limita explícitamente al nivel político, es decir, a las formas de acción colectiva
que implican un enfrentamiento directo con la autoridad, entonces, necesariamente,
otros niveles de la acción colectiva no son incluidos en este concepto. Sin embargo, si
el reduccionismo es aplicado implícitamente, tiende a eliminar o negar todas las
dimensiones de la acción colectiva que no son reducibles a lo político (se dejan de lado
por ser consideradas como no interesantes, no mensurables, expresivas, folklóricas,
etcétera)” [CITATION Mel99 \p 60 \l 3082 ] . Tal reduccionismo implica la negación de los
procesos y las dimensiones de los nuevos movimientos, es decir, la creación de
modelos culturales y simbólicos, por lo que se requiere un enfoque distinto. Expone que
la debilidad de los modelos de tradición política como el Leninista y Luxemburguiano,
se presenta porque tales modelos no tienen en cuenta y no reconocen la interacción
que establecen los individuos, las negociaciones que establecen entre unos y otros, en
lo que concierne a su definición como actores colectivos y sus ámbitos de acción.
Por lo tanto, la movilización social es un modo de recoger y/o invertir recursos con vista
a ciertos fines. La participación y el liderazgo en un movimiento social pueden
analizarse como formas de distribución de tales recursos, y donde los procesos de
cambios, tanto internos y las relaciones externas, es decir, con el ambiente; hacen del
movimiento social una realidad articulada y de carácter compuesto, en el que se
entretejen redes de pertenencia. Un movimiento no es una estructura homogénea, ni
mucho menos está guiada por la voluntad de quienes asumen liderazgo o por el rigor
de una ideología, es más compleja la realidad colectiva, pues esta contiene líneas que
se dividen y reagrupan dentro de dicha realidad.
¿Cómo tiene lugar el proceso anterior? El autor presenta el concepto de expectativa
para poder entender la conexión entre un actor y su ambiente, la expectativa permite
que de acuerdo al ambiente que perciban los actores, estos construyan sus
orientaciones, hagan elecciones y tomen decisiones. A lo que el autor pregunta, ¿sobre
qué base se construyen las expectativas y cómo pueden ser comparadas con la
realidad? [CITATION Mel99 \p "64 " \l 3082 ] , y responde: “sostengo que sólo si un actor
puede percibir su consistencia y su continuidad tendrá capacidad para construir su
propio guión de la realidad social y para comparar expectativas y realizaciones. De este
modo, cualquier teoría de la acción que introduzca el concepto de expectativa implica
una subyacente teoría de la identidad. Esta dimensión, sin embargo, raramente se
elabora de manera explícita. Un rápido repaso de los modelos que, en el ámbito de la
acción colectiva, implican una teoría de expectativas, revela la debilidad de sus
fundamentos y el enunciado implícito de una teoría de la identidad” [CITATION Mel99 \p
64 \l 3082 ]

En ese sentido, a lo que refiere a las expectativas colectivas, la frustración se ubicaría


en la base de las formas de expresión de los movimientos sociales. Cuyos modelos
pueden ser sintetizados así:
1) Auge y decadencia (rise and drop): los ciclos de agitación y protesta colectiva
ocurren cuando un período de aumento en los grados de bienestar es seguido
por una brusca caída en la capacidad del sistema para satisfacer las
necesidades de su población.
2) Expectativas crecientes (rising expectations): la capacidad de satisfacción de las
necesidades crece menos que sus expectativas. La diferencia entre las dos
curvas aumenta hasta llegar a ser intolerable. Dando lugar a episodios de
revuelta y de violencia colectiva.
3) Privación relativa (relative deprivation): un actor compara su posición y las
recompensas adquiridas desde esa posición con las de un grupo de referencia
considerado similar en la escala de estratificación. Esta comparación da lugar a
la aparición de malestar y motivaciones.
4) Movilidad descendente (downward mobility): cuando un actor está perdiendo su
posición en la escala social y se compara con su posición anterior y con la
posición relativa de otros grupos de referencia tiene lugar una forma particular
de privación relativa.
5) Inconsistencia de posición (status inconsistency): un actor social percibe las
diferencias entre los distintos elementos de su posición (ingresos, prestigio y
poder) y se moviliza para eliminar las discrepancias. [CITATION Mel99 \p 64 \l 3082 ]
De acuerdo a lo anterior, sin la existencia de una identidad, sin la identificación de un
adversario, no se puede sostener que la agresión sea la respuesta a la frustración y
termina siendo insuficiente para explicar cómo se forma la acción colectiva. La acción
colectiva es definida como la presencia de lazos de solidaridad, un sistema de
relaciones sociales que liga e identifica a quienes participan en él y en el que también
tiene presencia el conflicto. En la lucha entre actores colectivos, cada uno se encuentra
definido por lazos de solidaridad específica, estos se enfrentan por la apropiación y
destinación de los valores y de los recursos sociales, además, incluye las conductas
que infringen las normas establecidas, desbordan el orden establecido del sistema
político e incluso a la estructura de las relaciones de clase de una sociedad. El
movimiento social rebasa los límites de la acción conflictiva que se presenta al interior
del sistema, puesto que el conflicto en sí mismo no define a un movimiento, este
implica un efecto de cambio y, por lo tanto, una transformación del sistema.

Bibliografía
Melucci, A. (1999). Identidad y movilización en los movimientos sociales. En A. Melucci,
ACCIÓN COLECTIVA, VIDA COTIDIANA Y DEMOCRACIA (págs. 55 -68).
México D.F : El Colegio de México.

Propuesta –enfoque constructivista, culturalista, teoría de la identidad.


Tensión agente –estructura.
El medio condiciona la conducta de los individuos.
El actor no tiene conciencia, es manipulado por grupos más grandes –psicología de las
masas.
Agente –actor red –elección racional. Las condiciones sociales los individuos las
generan. Se separa de las condiciones que nos determinan- Sociología del
comportamiento.
Melucci –el contexto y el actor se pueden comprobar empíricamente y que la acción
colectiva existe. Partir de lo general a lo particular, las acciones son importantes
independiente de quien provenga. La acción parte de las condiciones sociales, no
construye su propia conciencia, pero como respuesta reactiva al desorden del sistema
cuando ven limitadas sus condiciones de vida. Dan la acción colectiva como dada
(existente, unidad objetiva), que ella está ahí empíricamente. No es un dato empírico
sino es una construcción social –según Melucci, lo importante es el cómo y el porqué
de la construcción. Parte de la observación del fenómeno. Cuáles son las motivaciones
que llevan a las personas a la acción, a pertenecer a cualquier grupo, con qué
elementos se identifican y que acciones realizan en ese grupo.
Proceso de construcción tanto del actor como de las condiciones sociales son
producidas –Melucci. No solo las acciones sino las condiciones de emergencia del
movimiento social, como se produce. Procesos sociales diferenciados, no se puede
uniformar el comportamiento colectivo en cada época histórica. Por eso la identidad
colectiva es importante, como desde la cotidianidad los lleva a identificarse como un
movimiento social, no solo el tiempo o la solidaridad con Tarrow, sino de identidad,
cambio de estilo desde la cotidianidad del modo de vivir de las personas, teoría y
práctica. Esos marcos de sentido, nos permite una forma de leer la realidad, producción
de significado y la forma en como nos relacionamos con el mundo.
Melucci plantea unas diferenciaciones específicas para mirar ese proceso: los
comportamientos colectivos 3 características: elementos de diferenciación.
Desconocen los clásicos la diversidad de formas de acción.
1 es multinivel, funcionan de diferente manera en la escala que se esté mirando: la
lucha contra el Estado (otras acciones –animalistas) y prácticas en la casa (ser
vegano), son distintos niveles, distintas formas de acción y significados. La identidad
implica que la gente no deja de hacer parte del movimiento social incluso cuando esta
por fuera de

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