Programa Sectorial de Educación 20-24

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Los maestros y el Programa


Sectorial de Educación
El PSE compromete a la Secretaría de Educación Pública y otras
autoridades a formar docentes con el fin de hacer frente a retos derivados
de las políticas vigentes (las de la 4T), prácticas educativas emergentes
(como las que genera la pandemia) y los cambios sociales
12 de Julio de 2020

En discusiones sobre los maestros en México y América Latina —y en otras partes


del mundo— se tiende a conceptuarlos en términos polares, héroes o villanos, como
apunta Beatrice Dávalos, o como víctimas o culpables, según registró el bien
recordado Juan Carlos Tedesco.

El Programa Sectorial de Educación 2020-2024, con diferentes términos, retoma esa


disputa. El texto asegura que los docentes fueron maltratados y hostigados en el
gobierno de Enrique Peña Nieto, el Servicio Profesional Docente era un instrumento
punitivo. En cambio, el gobierno de la Cuarta Transformación los contempla como
agentes fundamentales del proceso educativo (Objetivo prioritario 6.3); agrega que
gozan de plenos derechos a partir de tres atributos, dos instrumentales: desarrollo
profesional y mejora continua; y uno existencial: vocación de servicio.
La imagen clave para separarse —aunque no tanto, ni aun en el uso de palabras— de
la Reforma Educativa del gobierno anterior es “revalorizar a las maestras y
maestros”; transmutarlos de villanos a héroes. Para ello, el PSE compromete a la
Secretaría de Educación Pública y otras autoridades a formar docentes con el fin de
hacer frente a retos derivados de las políticas vigentes (las de la 4T), prácticas
educativas emergentes (como las que genera la pandemia) y los cambios sociales.

Para el desarrollo profesional y la mejora continua, el PSE critica al pasado. “La


oferta de cursos no atiende, de manera pertinente y suficiente, las necesidades del
personal docente, directivo, de supervisión y de asesoría técnica pedagógica”. Pero
no ofrece alternativas. La transformación de las normales es una tarea pendiente,
asevera el texto —y parece que así seguirá—, pues con todo y que propone acciones
puntuales, no les pone plazos ni les asigna recursos.

Además, no es seguro que se revalorice a los maestros si se apuntala la formación


inicial del magisterio y se adecua el crecimiento de las escuelas normales. Ni será
suficiente que se mejoren las condiciones de su personal docente y directivo, se les
otorgue —si es que alguna vez llegase a suceder— autonomía de gestión y
emprendan proyectos de mejora continua, innovación, investigación, extensión.
Tampoco si se integran en los planes curriculares contenidos y prácticas educativas
para adquirir estilos de vida saludables, perspectiva de género, interculturalidad y
cultura de la paz. Pero, si no se asignan recursos a las propuestas —al contrario, se
avecinan recortes— se quedarán en eso, en meras promesas.

En cuanto a la vocación, parece que el PSE olvida que esa es una cualidad intrínseca
de cada persona, ni el Estado ni la sociedad pueden modularla, menos reglamentarla.
Ésa no necesita revalorarse, sólo existir en la práctica de cada docente.

En la retórica del PSE los maestros son héroes, pero si no hay fondos para poner en
práctica los objetivos, ellos seguirán considerándose víctimas y quizás otros aún los
verán como villanos.

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educacion/1393472

Programa sectorial de educación: entre lo deseable y lo


realizable
JULIO 15, 2020
Margarita Zorrilla Fierro
Dicen que la política es “el arte de lo posible”. Bajo esta idea, se esperaría que
el Programa sectorial de educación 2020-2024 (PSE) transitara con holgura y facilidad
de lo meramente deseable a lo realizable. Más allá de las definiciones que
observamos en la Constitución y en las leyes de planeación de la acción de
gobierno, quisiéramos que el PSE fuera la carta de navegación de todo el sector
educativo: desde la gestión del sistema educativo nacional (SEN) —es decir, la
Secretaría de Educación Pública (SEP)— pasando por la gestión estatal, regional
y de zona hasta la gestión escolar. El PSE debería representar el conjunto de
rutas por las que el sector educativo habrá de transitar para lograr el más caro de
sus propósitos: “garantizar el derecho de todos a una educación de excelencia con
inclusión y equidad” (p.4).

En la parte sustantiva, se observa que se cuidó la consistencia del Programa tanto


en su organización interna, como con la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos (CPEUM), la Ley General de Educación, la Ley General del
Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros y la Ley Reglamentaria del
Artículo Tercero de la CPEUM para la Mejora Continua de la Educación. Se trata
de un documento habitual de planeación como los que hemos visto en al menos
los dos últimos sexenios gubernamentales, con la salvedad de los énfasis que se
observan en relación al pensamiento de la autodenominada 4T, lo que por otro
lado es lo esperado. Esto se manifiesta de manera más explícita en el apartado de
“análisis de la situación actual” y en el epílogo dedicado a “una visión de largo
plazo”.

Es difícil estar, de entrada, en desacuerdo en la dimensión declarativa general del


documento. Después de la narrativa sobre el análisis del estado actual se definen
seis prioridades, a saber: “educación para todas y todos, sin dejar a nadie atrás;
educación de excelencia para aprendizajes significativos; maestras y maestros
como agentes de la transformación educativa; entornos educativos dignos y sana
convivencia; deporte para todas y todos; y rectoría del Estado en la educación y
consenso social”. De estas seis prioridades se definen seis objetivos prioritarios,
30 estrategias prioritarias y 265 acciones puntuales, así como seis metas para el
bienestar y sus parámetros.

El argumento que atraviesa el análisis de la situación actual y del cual se derivan


de manera lógica las prioridades, objetivos y metas es que las administraciones
anteriores hicieron las cosas mal, muy mal, y por ello la educación y sus
instituciones no cumplieron con sus fines. El argumento se convierte en la
justificación de la definición de los aspectos de planeación antes dichos.

La narrativa de los objetivos y su justificación son razonables, aunque pueden


parecer verdades de Perogrullo. En la estructura del Programa se derivan los
objetivos estrategias prioritarias y acciones puntuales. En particular, esperaba que
aquí fuera posible observar las acciones que esta administración llevará a cabo.

El objetivo número dos señala, por ejemplo, que debe garantizarse el derecho de
la población en México a una educación de excelencia, pertinente y relevante en
los diferentes tipos, niveles y modalidades del sistema educativo nacional. La
estrategia 2.5: vincular los resultados de las evaluaciones de logro educativo con
la toma de decisiones de las autoridades educativas para mejorar la calidad y
pertinencia de la educación. Y la acción puntual 2.5.5 establece que se busca
construir indicadores pertinentes y relevantes para valorar los impactos de las
funciones sustantivas del SEN en sus entornos locales, regionales y nacionales.
Mi sorpresa al leer esto y lo que sigue en este punto del documento: ¿acaso no se
han desechado las evaluaciones de logro de aprendizaje y la construcción de
indicadores que ya se venían haciendo? No hay duda que se necesita mejorar, o
en su caso renovar, pero esa parte no se explicita en el documento.

El Programa sectorial de educación dice: “en las reformas educativas anteriores,


no se consideró prioritaria la formación, capacitación y el desarrollo profesional de
las maestras y maestros de educación básica y media superior para hacer frente a
los retos derivados de las políticas vigentes, las prácticas educativas emergentes y
de los cambios sociales”.  Estoy en desacuerdo con este enunciado. En algunas
administraciones la formación profesional (inicial y en servicio) de los docentes fue
prioritaria; en otras no tanto, o al menos no fue un compromiso explícito. ¿A qué
se debe que al menos en los últimos 28 años no haya sido posible realizar una
transformación profunda de la formación inicial de docentes de educación básica?
Lo que sí es una deuda importante es la formación pedagógica para los docentes
de educación media superior; existen ideas y planteamientos, pero se necesita
apertura para escucharlos.

El objetivo número tres señala: “revalorizar a las maestras y los maestros como
agentes fundamentales del proceso educativo, con pleno respeto a sus derechos,
a partir de su desarrollo profesional, mejora continua y vocación de servicio”.  No
puedo estar más a favor de este enunciado. Sin embargo, al revisar las estrategias
prioritarias, crecen las preguntas. La estrategia 3.1.6 establece: “Alentar en la
formación inicial un equilibrio entre el conocimiento teórico y práctico necesario a
la labor docente”. ¿Qué significa una acción puntual de “alentar”? Podría continuar
con otros objetivos, estrategias y acciones, pero el espacio disponible es limitado.

Aunado a lo anterior, el texto dice explícitamente: “Las políticas educativas sólo


resultan si se aplican de manera eficaz, organizada y consistente en las escuelas
y en las aulas. En este contexto, la política educativa de la presente administración
se centrará en garantizar el derecho a una educación de excelencia, inclusiva y
equitativa”. Esta frase lleva a pensar que de este Programa se derivarán políticas
y programas específicos para conseguir lo que se ha planteado en los objetivos,
estrategias y acciones puntuales. Una pregunta pertinente es, entonces, ¿qué
pasará con los programas que ya están en curso? ¿Se incorporarán, se
complementan, se adaptarán?

Seguramente más de un funcionario que haya participado en la formulación de


este PSE y que conozca el modus operandi del sistema educativo se habrá
preguntado sobre el destino que tendrá este instrumento de planeación cuando
caiga en los esquemas burocráticos. ¿Sobrevivirá? ¿Es fiel a su planteamiento
inicial? ¿Qué es lo que sucede en este contexto?

Sin duda alguna es importante tener ideales y apostar por una educación distinta,
pero a estas alturas de la existencia del sistema educativo muchos conocemos los
molinos de viento contra los que hay que luchar para conseguir al menos un
pequeño cambio. Decía Pablo Latapí, por allá en los inicios de los años noventa —
y con ellos una de las reformas educativas más importantes de finales del siglo XX
—, que “las reformas, los proyectos de cambio son como barquitos de papel que
contienden con vendavales de los que no logran escapar y por ello suelen no
llegar a buen puerto”. A pesar de esta mayúscula advertencia, el equipo en el que
en su momento participé se aferró a conseguir algunos cambios. A la distancia,
logramos unos, pero no otros. Modificar las estructuras del sistema educativo, las
prácticas de gestión y las prácticas pedagógicas es complicado, muy difícil; con
frecuencia (más de lo que uno quisiera), los equipos de trabajo tienden al
desánimo. Si queremos cambiar al sistema educativo nacional para que realice
sus más caros fines y objetivos será indispensable conocer su cultura: en la
medida de su conocimiento estará la posibilidad de modificarla.

En este sentido, me pregunto a propósito del presente Programa sectorial, si las


administraciones anteriores del gobierno federal han sido tan malas. ¿No se ha
avanzado en nada? ¿Dónde queda la expansión y diversificación del SE? Entre
otros avances más que es necesario identificar y reconocer; se acepten o no en la
actualidad, tales antecedentes representan un punto de partida.

Sería importante proponer una evaluación del PSE 2020 de cara a su propio
planteamiento: en reiteradas ocasiones en texto afirma que en estos años se
pondrán las bases para el desarrollo posterior. ¿Qué significa colocar las bases
hoy día? Menciono esto, sobre todo, porque éste es un planteamiento que viene
de otros momentos de la historia reciente del sistema educativo.

No basta tener buenas intenciones, hay que llevarlas a la práctica. En este sentido
el párrafo que atenta contra la realización del Programa sectorial de educación
2020 es el punto cuatro del documento que refiere al origen de los recursos para
su instrumentación:

La totalidad de las acciones que se consideran en este PSE 2020-2024,


incluyendo aquellas correspondientes a sus objetivos prioritarios, estrategias
prioritarias y acciones puntuales, así como las labores de coordinación
interinstitucional para la instrumentación u operación de dichas acciones y el
seguimiento y reporte de las mismas, se realizarán con cargo al presupuesto
autorizado de los ejecutores de gasto participantes en el presente instrumento,
mientras éste tenga vigencia. (p.4)

En parte refiere, porque desde luego no es explícito, a quienes son los ejecutores
de gasto participantes en el instrumento. Pero también surgen preguntas
inquietantes, una de ellas: ¿por qué los estados de la República ni siquiera son
mencionados en el PSE? Ellos tendrán que implementar la mayoría de las
acciones puntuales mencionadas en el Programa. ¿A qué se aspira entonces, qué
es lo que se busca? ¿Por qué esta omisión con un espíritu tan centralista?

El documento del PSE 2020 cuenta con 126 páginas. En sentido estricto el texto
llega hasta la página 38; de las páginas 39 a la 116 se presenta una serie de
cálculos de las metas para el bienestar y sus parámetros. Se plantea una visión de
largo plazo cuyas implicaciones habrá que revisar con detenimiento. Para que el
Programa sectorial de educación 2020 se convierta en una carta de navegación
para el sistema educativo, de manera que todas las piezas necesarias para la
transformación de largo plazo puedan moverse, se requiere un enfoque sistémico.
Preocupa que tal enfoque es una carencia del Programa.

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VIEDEOS DE ANTECEDENTE DE LA NUEVA ESCUELA MEXICANA

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VIDEOS DEL Programa Sectorial de Educación 2020-2024


(MATERIAL PROPORCIONADO POR ROBERTO)

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VIDEO DE CRITICA (MESA DE ANALISIS) DEL Programa Sectorial


de Educación 2020-2024
https://www.youtube.com/watch?v=WuXGF6PmD2o

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