Origenes PDF
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Orígenes
los humanos
amplia experiencia en divulgación de la ciencia.
Elizabeth Kolbert
La sexta extinción Tal vez las preguntas más sugerentes que la ciencia actual tiene Alberto Fernández Soto es doctor en Ciencias
Una historia nada natural planteadas, y a las que ninguno de nosotros somos ajenos, van (especialidad de Física) por la Universidad de
enfocadas hacia el origen del Universo, la emergencia de la vida y Cantabria. Ha trabajado en Estados Unidos,
la aparición de nuestra especie. Estos tres orígenes constituyeron Australia e Italia, y es científico titular del
J. Craig Venter
La vida a la velocidad de la luz
puntos de inflexión radicales respecto a la situación en la que CSIC en el Instituto de Física de Cantabria
Desde la doble hélice a los albores de la vida digital se producían (en la medida en que esto se pueda aplicar al (CSIC-UC). Su campo de investigación es la
«comienzo» del Universo), y desencadenaron acontecimientos de
www.ed-critica.es
En busca de lo que nos hace humanos
9 788498 928624
17 mm
Orígenes
Carlos Briones
Alberto Fernández Soto
José María Bermúdez de Castro
BARCELONA
Fotocomposición: gama, sl
[email protected]
www.ed-critica.es
ISBN: 978-84-9892-862-4
Depósito legal: B. 17.535 - 2015
2015. Impreso y encuadernado en España por Huertas Industrias Gráficas S. A.
Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
El Universo
Alberto Fernández Soto
1. Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
2. Bases del modelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
3. La física del enfriamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Física cuántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Quarks, leptones y gluones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Partículas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Núcleos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
Átomos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Materia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
4. Pruebas observacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
La expansión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
La química . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
El eco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
5. Nuevos componentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Materia oscura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Energía oscura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
La vida
Carlos Briones
Los humanos
José María Bermúdez de Castro
Prólogo
cielo a voluntad,1 dando origen a los mitos de los dioses y sus hogares
celestes. La observación del cielo, por tanto, enlaza también con la
aparición de la espiritualidad y su engarce con las religiones. No sería
hasta el establecimiento del método científico, en la Europa del si-
glo xvi, que los movimientos de los planetas serían definitivamente
entendidos y encajados en la misma visión mecánica del resto de la
esfera celeste.
Ambas visiones, la científico-mecanicista y la filosófico-espiri-
tual, han intentado dar respuesta a las preguntas sobre el origen del
Cosmos que constituyen la raíz de este libro. En particular, hoy sole-
mos encajar bajo el epígrafe de la cosmogonía el conjunto de princi-
pios y modelos sobre el origen del Universo vistos desde un punto de
vista filosófico y/o epistemológico, mientras que la cosmología es la
ciencia que se ocupa del enfoque físico y/o matemático de las mismas
cuestiones. Es la cosmología, por tanto, el objeto de la primera parte
de nuestro viaje.
tancias entre ellas, poniendo así la primera base observacional del mo-
delo.
A lo largo de los años cuarenta y cincuenta, y en combinación con
los avances en física nuclear, muchos físicos estudiaron los procesos
que podrían haber llevado a la formación de los primeros átomos en el
Universo durante la fase de temperatura extremadamente alta que se
suponía había seguido inmediatamente al instante original. Así, la
comprobación de que la proporción en que aparecían los átomos com-
ponentes de los objetos celestes (aproximadamente 75 % de hidróge-
no, 25 % de helio, y trazas del resto de los elementos) coincidía con lo
esperado de sus cálculos constituyó la segunda prueba observacional
sólida de la teoría.
Finalmente, en 1964 se observó por primera vez una radiación de
fondo que permea todo el Universo, proveniente de todas las direccio-
nes al mismo tiempo, extremadamente homogénea, y correspondiente
a una temperatura ligeramente inferior a 3 grados por encima del cero
absoluto. Hoy interpretamos esta radiación como el eco de la propia
explosión que dio origen al Universo.
Debemos señalar desde el principio que la idea de «explosión» im-
plica un movimiento rápido de la materia en un espacio preexistente y
a partir de un centro, lo que es una analogía totalmente equivocada, ya
que el modelo postula la aparición simultánea del espacio, el tiempo y
la materia. El tiempo tiene, por tanto, un límite temporal inferior (un
instante t = 0), mientras que el espacio aparece como infinito desde el
primer instante. Los mejores ajustes a todos los datos cosmológicos de
que disponemos nos dicen que la edad actual del Universo es 13.800
Ma, con una pequeña incertidumbre de menos de 3 partes en 1.000.
Considerar el espacio como infinito desde el origen es un detalle
crucial para entender muchos otros conceptos clave en nuestra visión
global del Universo y su historia. Por ejemplo, nuestro Universo ob-
servable es el fragmento del Universo cuya luz ha tenido tiempo de
llegar hasta nosotros. Básicamente es una esfera con un radio que se-
ría de 13.800 millones de años-luz1 (la distancia que habría recorrido
1. Para los lectores que prefieran unidades conocidas, un año-luz equivale a
casi 10 billones de kilómetros, o a 63.000 veces la distancia de la Tierra al Sol. Por
la luz desde el Big Bang hasta hoy) si no fuera porque debemos tener
en cuenta la expansión: las partes del Universo que emitieron esa luz
hace 13.800 Ma se han ido alejando de nosotros a la vez que la luz se
iba acercando. Una estimación razonable del radio físico presente de
nuestro Universo observable2 es 50.000 millones de años-luz.
Si pudiéramos retroceder en la historia del Universo veríamos que
la esfera de nuestro Universo observable era más y más pequeña en el
pasado, hasta reducirse a un punto en el momento de la Gran Explo-
sión. De hecho, si miramos con detalle podremos ver que hay dos es-
feras que van menguando: el volumen físico definido por nuestra es-
fera a fecha de hoy se comprime simplemente por la contracción del
Universo (recordemos que estamos yendo marcha atrás en el tiempo).
Pero en cada instante podemos también calcular cuál era la extensión
del Universo observable justamente en ese momento, lo que define
otra esfera centrada en nosotros. Puede ocurrir que en un momento
dado la primera de ellas sea mayor que la segunda, que sean iguales, o
lo contrario. Es decir, a lo largo de nuestra historia hay objetos que
pueden haber entrado en nuestro horizonte cósmico, y puede haber
otros que hayan salido de él. El criterio básico para decidir cuál es el
caso es la relación entre la velocidad a la que un cuerpo se aleja de
nosotros por el flujo inducido por la expansión del Cosmos y la velo-
cidad de la luz.3