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Guerras Médicas

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Cronología y desarrollo de las Guerras Médicas

550 a.C.– Esparta lideraba la Liga del Peloponeso.

499 a.C. – La rebelión jonia: El Imperio persa-aqueménida ya se había establecido en Tracia. Las
polis jonias comenzaron la resistencia capitaneada por el tirano Aristágoras de Mileto. En un primer
momento habría estado a favor de la dominación persa, pero, ante el descontento de los jonios,
impulsó la revuelta. Pidió ayuda a Esparta, pero Cliómenes I se rehusó a participar en una travesía
marítima. Por otro lado, Atenas y Eretria acudieron en la llamada de auxilio y la rebelión llego hasta
la capital de la satrapía, en Sardes. Sin embargo, la ofensiva persa terminó ocupando y destruyendo
Éfeso, Lade y Mileto. El rey Darío I comenzaría a urdir su estrategia para invadir y castigar a las polis
griegas que acudieron a la rebelión jonia.

490 a.C. – La primera guerra médica: El contexto ateniense se hallaba bastante convulsionado
durante el inicio de la primera guerra médica. Existían dos claros bandos dentro de las asambleas
atenienses, uno a favor de la dominación persa y partidarios de Hipias Pisistrátida, y otro a favor de
la resistencia contra el imperio invasor, bajo el liderazgo del arconte Temístocles y el recién
nombrado estratego Milcíades, quien había llegado a advertir del avance persa. Asimismo, Esparta
se encontraba celebrando festividades a Apolo, demorando su participación en el conflicto. Tras la
toma de Etria, los persas esperaron la revuelta por parte de los partidarios de Hipias, pero no ocurrió
y una tormenta produjo un repliegue anticipado por parte de los invasores. Durante la batalla de
Maratón y en inferioridad numérica (aproximadamente 2 a 1), los atenienses aplicaron mejores
estrategias y técnicas de combate, como la falange hoplita, y poseían un armamento más pesado.
Estos factores fueron determinantes para repeler la embestida persa. Sin embargo, los persas no se
darían por vencidos y decidieron sitiar Atenas. Aquí se destaca la actuación del corredor Filípides,
quien habría advertido a los atenienses de la acometida persa que se avecinaba y también se le
atribuye el pedido de auxilio a Esparta, un recorrido de unos doscientos kilómetros, en un solo día.
El corredor fallecería después de estas hazañas tras recibir la negativa de Esparta, quien al llegar a
la batalla se encontraron con las costas de Ática cubiertas de cadáveres de las batallas. Atenas,
finalmente, resistió el embate persa y los hombres de Darío I se retiraron, dando fin a la primera
guerra médica.

480-478 a.C. - La segunda guerra médica: Tras la muerte de Darío, su hijo Jerjes tomaría el lugar
como rey del Imperio persa-aqueménida y, tras unas cuantas deliberaciones, decidió organizarse
para atacar nuevamente a los griegos.

En Atenas, tras la bochornosa derrota de Milciades en la isla de Piros, se optó anular la elección por
sorteo del cargo de estrategos debido a su importancia. Temístocles fue la persona elegida y, gracias
a un renovado enriquecimiento de Atenas por las minas de plata y los conflictos con la polis de Egina,
manifestó la necesidad de reformar las flotas atenienses ante futuros conflictos. Esto le acarreó la
desavenencia de Arístides, quien sostenía que los recursos debían ser repartidos. Durante el
ostracismo, juicio que determinaba el futuro de los gobernantes en caso de mala actuación, se
determinó el apoyo a Temístocles, y Arístides fue exiliado. Los recursos se utilizaron para la creación
de trirremes, naves de alta tecnología y fáciles de maniobrar en el mar.

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En ese tiempo, Beocia, algunas facciones de Tebas y Argos habían declinado a favor de Persia. La
Liga del Peloponeso, Atenas y otras polis tuvieron que tomar una determinación para organizarse
ante el inminente avance del imperio persa. Decidieron reunir a sus representantes en Corinto, y
conformaron la Liga Helena. Las fuerzas espartanas fueron las elegidas para comandar el ataque
con el rey Leónidas a la cabeza. Por su parte, los atenienses se encargarían de las flotas marítimas y
Temístocles ordenó a los ciudadanos a evacuar Atenas y refugiarse en la isla de Salamina. De esta
manera, con malos augurios por parte de las entidades religiosas de Delfos, la segunda guerra
médica sería determinada en cuatro batallas:

La batalla de Artemisio:

En las costas de Artemisio, en Eubea, las flotas griegas pretendían cortar el paso a las persas. Si bien
la batalla no tuvo un claro ganador en combate, los persas resultaron ser los más perjudicados
gracias a una tormenta que destruyó muchos barcos del ejército de Jerjes. Era la tercera vez que las
condiciones climáticas habían perjudicado a los persas tras la destrucción de las balsas-puentes que
pretendían utilizar como vía de comunicación con la Grecia europea. Destaca la participación de
Artemisia I de Caria, reina de Halicarnaso, hogar de Heródoto, y consejera de Jerjes. Su papel fue
muy importante para las estrategias marítimas de Persia.

La batalla de las Termópilas:

El rey espartano Leónidas tomó como punto estratégico el desfiladero de Termópilas,


estableciéndolo como el lugar de paso de los persas. Este punto tenía sus ventajas ya que no
permitiría que el ejército de Jerjes pudiese actuar libremente y deberían reducir el paso para el
ingreso. Algunas versiones indican que el ejército persa contaba con unos 100.000 hombres contra
7.000 griegos, pero no hay una confirmación exacta. Sin embargo, debido a una traición, los persas
se enteraron de un paso alternativo que los colocaría en el flanco opuesto de los griegos. Ante esta
situación, Leónidas mandó replegar a gran parte del ejército griego, quedándose con unos 300
espartanos, 700 tespios y 400 tebanos. La derrota era inminente para los griegos, pero lograron
contener al ejército persa y eliminar a dos príncipes persas hermanos de Jerjes.

La batalla de Salamina:

Tras el repliegue, los peloponenesios mostraban intenciones de regresar al Istmo, pero los
atenienses decidieron quedarse a combatir en el estrecho de Salamina. Fócide, Beocia y Ática habían
caído, y los incendios en Atenas podían verse desde Salamina. Las flotas griegas se guarecieron en
la Bahía de Eleusis, protegidos por las filosas costas y los peñones. Jerjes, desoyendo las
recomendaciones de Artemisia, decidió atacar con la desventaja que presentaba el lugar, y las olas
y los trirremes griegos terminaron acabando con muchas de las naves persas. Finlamente, Jerjes
dejaría a cargo del asedio a Mardonio que esperaba con sus tropas en Tesalia y él se encargaría de
mantener el control en el Helesponto. Con la ayuda de unos desertores tebanos, Mardonio logró
ocupar Atenas en el 479 a.C. por poco tiempo.

La batalla de Platea:

La liga Helena, bajo el mando del General Pausanias, sobrino de Leónidas, acabarían con el sitio
persa en Atenas, y, en la batalla de Platea, Mardonio acabó muerto y los persas se retiraron de la

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Grecia Continental. Hay quienes afirman que el rey espartano Leotíquidas II persiguió las naves
persas hasta Jonia y los derrotó en la batalla de Mícala.

En este punto comienza la pentecontecia, el periodo de cincuenta años de relativa paz entre el final
de la segunda guerra médica y la guerra del Peloponeso. En el año 477 a.C., Se conformaría la Liga
de Delos, capitaneada por Atenas y compuesta por una gran cantidad de Polis que rodeaban la costa
del Egeo. Esparta se oponía a la conformación de una Liga liderada por los atenienses, y la tensión
entre ambas polis fue creciendo con los años. La misión de la Liga de Delos fue la de expulsar a las
fuerzas persas de las colonias del este, en Jonia. Fue Arístides, el rival político de Temístocles, quien
se encargaría de redactar los estatutos de la Liga, y se establecería un fondo común atesorado en la
isla de Delos. Temístocles fue exiliado debido a sus discursos alarmistas sobre los lacedemonios y,
junto con el espartano Pausanias, recibieron el oprobio por parte de sus respectivas Polis por
aparente traición. Cimón, hijo de Milcíades, como estrategos. El ex-arconte, ante la falta de un
refugio en Atenas y en Grecia, solicitó asilo político y pasó a formar parte de la corte de Artajerjes I,
hijo de Jerjes y actual rey del Imperio persa. Fue gracias a su traición que se daría lugar a una tercera
guerra médica.

467 a.C. - La tercera guerra médica: alimentada por la traición de Temístocles tras su expulsión de
Atenas, el rey Artajerjes I recibiría información valiosa para dar lugar a un nuevo enfrentamiento
armado entre persas y griegos. En sí misma, esta guerra no tuvo un impacto tan grande como las
anteriores, y el estrategos ateniense derrotó a las fuerzas persas en la batalla del Río Eurimedonte.
Tras esta confrontación, las costas del Egeo volvieron a ser parte de Grecia.

Sobre las ligas griegas

Sin dudas, las guerras médicas promovieron el sistema de asociación por ligas entre las polis de la
Hélade, en Asia Menor y en colonias de Ultramar. Estas alianzas presentaban no solo una vinculación
militar entre los estados griegos, sino un sistema de participación económica que permitió la
prosperidad durante el periodo clásico de la Antigua Grecia. La primera liga en ser formada fue la
del Peloponeso, seguida por la Liga Helena, la mayor asociación en materia militar, y la liga de Delos,
dirigida por Atenas. Posteriormente surgirían otras ligas como la Liga de Corinto y la Liga Beocia
durante los periodos de la Guerra del Peloponeso y demás conflictos durante este periodo.

Sobre la batalla de las Termópilas

Quizás el producto cultural más reciente que tenemos en torno a este enfrentamiento es la película
“300”, dirigida por Zack Snyder (2007) e inspirado en el comic del mismo nombre de Frank Miller
(1998). Aun siendo obras de ficción, ambas producciones fueron objeto de polémica y crítica a la
hora de retratar el mundo de Medio Oriente como pueblos bárbaros. Sin duda, consiste en una
discrepancia e inexactitud históricas totalmente identificables. Las libertades artísticas se toman
para elaborar una ficción basada en hechos reales, y tienen por función deformar los elementos en
pro de una narrativa cautivante o generar impacto en el lector.

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Frank Miller destaca en una entrevista que “no podía mostrarlos [a los espartanos] siendo tan
crueles como ellos realmente eran. Los hice tan crueles como pensaba que un público moderno
podía soportar”. Igualmente, se podría pensar que algunos de los registros escritos de Heródoto,
Jenofonte o Tucídides, a pesar de contar con el peso de registro histórico, también tuvieron
deformaciones en pro de una narrativa o ideal político de la época, cuestión que ha sido corroborada
en ciertos casos. Lo que resulta sumamente llamativo es la apropiación del conflicto en las
Termópilas para la cultura occidental, como la de otros grandes conflictos bélicos reales y ficticios,
como la propia Guerra de Troya.

Lo primero que se rescata es la idiosincrasia heterogénea de las polis griegas, muy diferentes a los
del sujeto occidental actual. Los griegos veían en los persas un pueblo sumamente avanzado con
una capacidad de organización política, militar, económica y territorial que jamás habían
contemplado más allá de sus mitos. Dos grandes imperios de la antigüedad habían sido absorbidos
por la supremacía persa (el asiro-babilónico y el egipcio) y tenían conocimiento de que muchos
pueblos querían integrarse al imperio aqueménida. Sus líderes como Ciro el Grande eran
reconocidos por sus políticas poco opresivas con los pueblos subyugados, lo que alentó la formación
de facciones pro-persas dentro de las propias polis. Los griegos consideraban a los persas como una
civilización muy avanzada respecto a otras etnias más cercanas, como los propios macedonios y los
tracios que sí eran considerados unos bárbaros. Quizás el rechazo más grande que generaba la
idiosincrasia persa era la adoración de los hombres, algo que los griegos consideraban humillante
para las polis más poderosas que tenían una fuerte noción de la igualdad entre los hombres.

En segundo lugar, la idiosincrasia del espartano para el sujeto occidental actual debería resultarle,
cuanto menos, cuestionable y es contradictorio que se asuma como un modelo de honor a seguir
con la cantidad de costumbres que para nosotros nos resultan aberrantes hoy en día. Sin lugar a
duda, la superioridad bélica del espartano atrae a las potencias militares actuales y a las ideologías
nacionalistas con el espejismo de un ideal de honor y deber, la muerte por la patria y en batalla. De
paso, construyen en la figura del otro al enemigo foráneo y bárbaro que se debe enfrentar aun en
inferioridad de condiciones en el campo de batalla.

En tercer lugar, considerar que la propia batalla de las Termópilas fue una derrota fruto de la falla
estratégica del líder militar de la Liga Helena. Los espartanos solo quedaron con el honor de cumplir
con el deber en combate, junto a los otros dos batallones de los tebanos y los tespios que suelen
ser desplazados de la memoria selectiva de la cultura occidental. El propio Leónidas fue decapitado,
una vejación grande para cualquier rey espartano. Si bien se presenta una victoria moral, las
Termópilas contribuyeron de manera colateral con el asalto que decidiría el destino de las polis e,
irónicamente, serían los atenienses, los mayores rivales de los espartanos, quienes guiarían a la
victoria a los griegos.

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